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Alumno: Juan Esteban Caicedo Meléndez

Profesor: Juan J. Botero


Asignatura: Propedéutica
Informe: Tercera sesión
Semestre: 2019-3

Por medio de este texto, procuraré hacer un “informe” o análisis pertinente respecto de la
premisa y argumento que me lleva a concluir que lo que sigue, es uno de los temas
principalmente tratados en el capítulo. Aclarado esto, el tema es: Existe la incapacidad de
afirmar al otro como ser existente o lo que es lo mismo, es la otredad un problema que ocupa
a la filosofía.
A partir del estudio acerca de la existencia o, así mismo, inexistencia de la materia, Russell
plantea un cuestionamiento igual de importante en el quehacer filosófico. Por medio de la
premisa de que: “...el mundo consiste en mí mismo, en mis pensamientos, sentimientos y
sensaciones, y que todo lo demás es pura imaginación.”(Russell. 27:1988) se genera una
pregunta a resolver, ¿existen, acaso, otros individuos distintos de mi mismo? Este resulta ser
un asunto que amerita ser resuelto lo más pronto posible, dado que, para poder concluir con la
tarea de conocer la materia, el existir o no de otros individuos, podría facilitar o, por el
contrario, dificultar aquel arduo trabajo.
Siendo así, el siguiente argumento parece darnos cierta claridad al respecto: “...cuando
tratamos de demostrar que debe haber objetos independientes de nuestros datos de los
sentidos, no podemos apelar al testimonio de otras personas, puesto que este testimonio
consiste a su vez en datos de los sentidos, y no revela la experiencia de otras personas si
nuestros datos de los sentidos no son dignos de cosas existentes con independencia de
nosotros.”(Russell. 26:1988). Suficiente resulta ser este, entonces, para dar razón a la
afirmación primera, pues, como ya hemos venido viendo, los sentidos son incapaces de
demostrar la existencia de algo, aún incluso cuando esté algo pareciera poseer, sentidos y
percepciones. A partir de esto, podemos ver la clara incapacidad que poseemos para afirmar la
existencia del otro. Es entonces que lo cognoscible respecto de la materia parece volverse un
trabajo meramente individual. Labor del ser que piensa, siente y experimenta, y, a su vez, del
único que podemos estar aparentemente seguros lo hace. Siendo éste, únicamente, el “yo”.
No siendo esta desviación, impertinente para el tema central tratado a lo largo del capítulo, sino
que, por el contrario, amplían el desarrollo del mismo y brinda más herramientas al trabajo de
Russell, que esta cuestión, se hace válida e incluso necesaria de ser trabajada y ampliada a su
vez.

Russell, Bertrand. Los Problemas de la Filosofía. Barcelona: Editorial Labor S. A., 1988.

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