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La capacitación y el desarrollo del personal son dos tópicos en los que el área de
Recursos Humanos de las empresas puede, muy claramente, añadir valor a la
organización, al mismo tiempo que fortalecer su rol de servicio al cliente interno y
asesoría a la alta gerencia (Ulrich, 1997).
Por otra parte, el desarrollo se refiere a la educación que recibe el individuo para
perfeccionar e incrementar sus conocimientos, habilidades y actitudes, con el
objetivo de ampliar sus responsabilidades en el futuro.
Aunque para algunas empresas pueda parecer que destinar recursos económicos
para capacitar al personal es un gasto no prioritario, la realidad es que si se invierte
de manera inteligente, planeada y estructurada en un plan de aprendizaje y
desarrollo para los empleados se pueden obtener grandes beneficios para la
organización al dotar al equipo de trabajo con nuevas habilidades, perfeccionan las
existentes, incrementar la productividad y formar profesionales líderes.
Desarrollo Profesional
Las empresas sólo pueden ser innovadoras y adaptativas si sus empleados tienen
motivación de desarrollo profesional (Valle, 1995). Las personas con alta resistencia
profesional son capaces de superar los obstáculos de su entorno laboral y de
adaptarse a acontecimientos inesperados (cambios en los procesos de trabajo o en
las demandas de los clientes); son capaces de desarrollar nuevos modos de utilizar
sus habilidades para enfrentarse con los problemas y los sucesos inesperados. Los
trabajadores con elevada perspicacia profesional se fijan objetivos profesionales y
participan en actividades de desarrollo que les ayuden a alcanzarlos; toman
medidas para evitar que sus habilidades queden obsoletas. Los trabajadores con
alta identidad profesional están comprometidos con la empresa, son capaces de
hacer lo que sea necesario (como trabajar durante largas horas) para terminar un
proyecto o atender los pedidos de los clientes y están orgullosos de trabajar en la
empresa.
Una profesión puede ser vista desde distintos ángulos (Greenhaus, 1987):
Para medir la productividad laboral no hay que fijarse únicamente en los resultados
en cuanto a cantidad o a la consecución de objetivos. Eso es medir la producción y
no el rendimiento laboral. La productividad depende de muchos otros aspectos, más
difíciles de cuantificar, pero con una incidencia decisiva en el rendimiento individual
como la satisfacción, el clima organizacional, el reconocimiento o el ambiente de
trabajo.
Existe una relación negativa entre horas y productividad ya que, trabajando más
horas se tiende a disminuir el aprovechamiento que se hace de ellas y a multiplicar
el tiempo que se está en la oficina sin rendir lo suficiente. Por lo tanto, el rendimiento
laboral no es una cuestión de horas de permanencia en el puesto de trabajo, o de
la realización de muchas horas extra sino del aprovechamiento del tiempo y de
calidad de la actividad realizada, que son los factores que inciden en un rendimiento
laboral positivo.
Existe una fórmula sencilla para poder medir el rendimiento laboral de los
empleados en una empresa. Se desarrolla en base a tres variables: capacidad, foco
y estrategia que articulan la capacidad de producción y el modo de optimizar los
recursos disponibles. Si se combinan bien estos elementos se puede conseguir que
se obtengan más y mejores resultados.