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Los teoremas de incompletitud de Gödel pusieron de manifiesto la existencia de enunciados matemáticos

cuya validez no puede determinarse por medio de procedimientos formales.

Poco después, Alan Turing demostró la imposibilidad de resolver el problema de la detención: determinar
por anticipado si un programa informático dado llegará o no a detenerse.

A partir de esa idea puede definirse el número omega, una cantidad concreta y carente de ambigüedades
que, sin embargo, ningún programa informático podrá calcular jamás.

El número omega revela la existencia de una incompletitud aún mayor: un número infinito de teoremas
que no pueden demostrarse a partir de ningún sistema finito de axiomas.

cientific American incluyó en 1956 un artículo de Ernest Nagel y James R. Newman titulado "Gödel’ s Proof"
(La demostración de Gödel). Estos autores publicaron un libro de igual título dos años después, una obra
maravillosa que todavía está en catálogo. Por aquel entonces yo era un niño —ni siquiera un adolescente—
y estaba obsesionado con ese librito. Aún recuerdo la emoción con que lo descubrí en la Biblioteca Pública
de Nueva York. Solía llevarlo conmigo y trataba de explicárselo a los otros niños.

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