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Parte Bíblica-teológica

1 Proceder sinodal en el Antiguo Testamento. .................................................................. 1

2 Vocación sinodal de la «ἐκκλησία» en el Nuevo testamento......................................... 2

3 Una Iglesia que camina y se reúne. La experiencia paradigmática de Hechos 15 .......... 5

4 Fundamento Trinitario de la Sinodalidad ........................................................................ 6

1 Proceder sinodal en el Antiguo Testamento.

(1) El Antiguo testamento preparación y figura del Nuevo Testamento (DV3). Dios,

comunión de las tres personas, al crear al hombre lo hace a su imagen y semejanza; lo crea

un ser relacional (Gn 1, 26-28) un ser en relación consigo mismo, con los demás y con la

creación. La tradición Yahwista en el Génesis nos muestra la caída de Adan y Eva que

terminan perdiendo la Justicia original, desde este momento el ser humano es

cualitativamente diferente, se rompe la armonía que no le posibilita ver la imagen y

semejanza de su creador. Surge una distorsión en su estructura y la necesaria intervención de

Dios; necesidad de la Gracias de Dios. El proyecto salvífico de Dios comienza con la llamada

de Abrahán (Gn 12,1-3; 17,1-5; 22, 16-18). Dios elige a su pueblo, la categoría elección nos

posiciona en una comprensión fundamental de la identidad del Israel. Dios llama a Abrahan

y, con él, a toda su descendencia a ser su pueblo; Israel se muestra como una gran familia,

un pueblo esencialmente peregrino. Llamada, elección y peregrinaje quedan condensado en

el término « ´edah y qahal (‫קָ הָ ל‬/‫ »)עֵדָ ה‬que se convierte en una alianza en el Sinaí; esta Alianza

es una disposición unilateral de Dios. Es Dios quien toma la iniciativa (Ex 24,6-8; 34, 20ss)
(2) ´edah y qahal (‫קָ הָ ל‬/‫ )עֵדָ ה‬ambos términos aparecen en la Sagrada Escritura; el primero es

utilizado en el libro de los Números, el siguiente tiene su uso en escritos pos-exílicos. Ambos

usados como sustantivo en Ex.12, 6; 16,1-3; Num14,5;20,6,8: 1Re12,3,20 su significado se

enmarca entre lo religioso y lo no religioso. «Qahal», se emplea unida a la palabra Yahvé

como «qahal Yahve» que viene traducida como «asamblea del pueblo»; haciendo referencia

a una sola asamblea que se caracteriza por su dinamicidad, tiene una connotación política y

religiosa a la vez, «reunión litúrgica ». «Edah», es empleada para referirse a personas que se

reúnen aunque no necesariamente en asamblea; se reúnen por algo especial pero no

necesariamente que tenga que ver con el ámbito religioso o político. «´edah y qahal» se

traducen por synagoge (syn, «con, junto, y ago, «conducir, empujat». «‫קָ הָ ל‬/‫ »עֵדָ ה‬expresa la

forma en que el Pueblo de Dios encarna su proceder sinodal (Deufour, 1977).

2 Vocación sinodal de la «ἐκκλησία» en el Nuevo testamento

(3) Postquam vero multifariam multisque modis Deus locutus est in Prophetis, «novissime

diebus istis locutus est nobis in Filio» (DV4) El Antiguo testamento se traduce como un

tiempo de preparación, un «camino» cuyo actor principal es Dios, él es el que toma la

iniciativa y actúa por medio de los patriarcas, por Moisés y el rey David que tiene su término

en Juan Bautista (Lc16, 16), bisagra entre el Antiguo y Nuevo Testamento, que prepara el

«camino» del redentor (Lc 1,76;7,27; 3,4-6) La plenitud de la Alianza está en la Persona de

Jesucristo, «Dios se hace conocer por la persona, la enseñanza, la muerte y la resurrección

de Jesús de Nazaret». (Comision Teologica Internacional, 1994)

(4) El Nuevo Testamento desde las teologías de Juan, Lucas y Pablo se nos brinda una

teología del camino y del caminar juntos. Lucas nos mostrara la teología del Jesús caminante

y la teología de Juan que nos muestra la teología de Jesús camino. El evangelio de Lucas

junto con Hechos no muestra toda una teología del camino. El camino del ministerio de Jesús
empieza en Galilea (Lc 4,14-9,50), y desde ahí se pone en camino a Jerusalén (Lc 9,51-19,40)

y es en Jerusalén donde se realiza plenamente su camino; por medio de su muerte su camino

tiene termino a la derecha del Padre (Lc 19,41-24,53); este final es una síntesis de su vida

por el Reino de Dios; una existencia profética, sacerdotal y regia. El evangelio de Juan nos

mostrara que Jesus es el camino (Jn14, 6) que conduce al padre (Jn14, 9) y es él quien

comunica el Espíritu que Santo (Jn 16,13) que nos señala el camino de la unidad (Jn17, 21-

23) que nos permite vivir la comunión. La Persona de Jesús abre un nuevo capítulo en la

historia de la salvación (Jn 1,14; Gal 4,4); el Jesús peregrino que hace el camino; que nos

acompaña en el camino y nos muestra que la Iglesia peregrina está en comunión a él en su

caminar y en el compartir la mesa donde se alimenta del Pan de Vida necesario para seguir

su peregrinar (Lc 24, 13-35).

(5) Jesús llamo a sus discípulos, e hizo de ellos una comunidad cuya finalidad era hacer

presente el Reino de Dios en la sociedad judía; el reino de Dios se hace presente en cuanto

se empieza a vivir los valores a través de los cuales Jesús nos dice en qué consiste el Reino

de Dios. Jesús nos viene a traer una nueva forma de vivir, una nueva forma de abordar las

dificultades, de situarnos en la realidad esta se sintetiza en un «para que todos sean uno.

Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo

crea que tú me has enviado» (Jn 17,1) aquí se visualiza el ideal de toda comunidad cristiana

futura (Flip 2,2; 1Cor1, 10), una comunión a semejanza de la comunión trinitaria. Una

comunidad que mantiene su diversidad en la comunión

(6) Con la glorificación de Jesús se marca el término de su peregrinar terreno y el origen del

comienzo de la Iglesia. Jesús les comunica la fuerza del Espíritu para que sean testigos de su

salvación. El camino de la Iglesia es el del testimonio que se emplaza entre la Ascensión y

la segunda venida del Señor. Entre una dimensión misionera y una escatológica. Ese camino
testimonial se plasma en un caminar geográfico desde Jerusalén por Judea y Samaría (Hch

8,1b-11,18) y luego hasta los confines del mundo (Hch 11,19-28,31) la Iglesia refleja su

camino testimonial como una comunidad fraterna y una comunidad misionera. La Iglesia

comprende su caminar tal como Jesús lo comprendió, y nos describe el Evangelio de Mateo;

un caminar que tiene su inicio en la misión al pueblo Judío (Mt 1,1) para finalmente id a todo

el mundo (Mt 28, 19).

(7) «ἐκκλησία» es la traducción del hebro «qahal» que significa «convocar» y se traduce

como «convocación santa» del Pueblo de Dios, en el uso de los cristianos será evocado como

la «asamblea convocada por Dios en Jesucristo», el Nuevo Pueblo de Dios (Deufour, 1977)

la utilización de esta terminología era para designar a que una única asamblea de Dios está

localizada en diversos lugares, por ello en el Nuevo Testamento no podemos hablar de «la

Iglesia» sino de «las iglesias»: La iglesia de Jerusalén como primera iglesia (Lucas 24,46,49;

Hech. 1,8; Hech. 2,4,16,17,33; Hech. 2,38; etc); la iglesia de Antioquía (Hech. 11,20,22-26;

Hech. 15,23,35,36, etc) la iglesia de Corinto (Hech. 18,8; 1 y 2 Cor); la iglesia de Filipos

(Hech. 16,6-8,11-15,25-34; Fil); la iglesia de Efeso ( Hech. 18,19-21; 19; 20,18-38; Efes. 1

al 6; Apoc. 2,1-7 ); la iglesia de Tesalónica (Hech. 17,1-9; 1 y 2 Tes. ) Y la iglesia de Roma

(Hech. 28,30-31) la realidad eclesial que se extrae al leer el Nuevo Testamento es que era

una realidad diversas, plural. Las iglesias eran hombre y mujeres con sus carismas, con una

espiritualidad; con una forma de hacer teología pero la pluralidad era equilibrada con certeza

que eran convocados por el mismo Dios, por la fe en el misterio pascual de Cristo y por la

acción transformadora del Espíritu.

(8)La idea de polaridad entre pluralidad-uniformidad creaba tensiones que eran equilibradas

por la unidad en la diversidad; unidad que necesitaba ser mantenida y defendida

perennemente en el transcurso histórico, para ello las iglesias mantuvieron un modo de


proceder eclesial sinodal. La vida eclesial tenía distintos matices, tipos y estilos, pero se

mantenía la comunión en la pluralidad. En las iglesias del primitivo cristianismo se hacía

palpable también la colaboración y cooperación, tanto varones como mujeres, (Rom 16,13-

15; 1 Cor 1,11; Hechos 17,14; Tito 1,5; Hechos 20,4; Hechos 16,14, 15; 17,7; 18,2, 3; 21:8,

16; Romanos 16,23; Filemón 1, 22, etc) en la extensión del evangelio y la edificación de la

fraternidad, estas relaciones entre varones y mujeres cristianos relucían, en su proceder, la

experiencia sinodal en las relaciones interpersonales fundamentada en la escucha, dialogo y

discernimiento en la tarea evangelizadora de la cual todos se sentían parte y donde todos

gozan de la misma dignidad (Gal 3,28; 1Cor12,13) pero queda resaltar la experiencia

paradigmática del llamado Concilio de Jerusalén (Hech 15); y desde el cual la tradición ha

fundamentado la praxis sinodal de la Iglesia.

3 Una Iglesia que camina y se reúne. La experiencia paradigmática de Hechos 15

(9) La asamblea que nos describe el capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles (Cf. Gál 2,

1-10) se le asigna la categoría de Concilio, la Tradición lo hace en razón que este episodio

de la primitiva Iglesia, Sínodo de origen, es la experiencia paradigmática donde se

fundamentado la tradición sinodal de la Iglesia. Su importancia en tanto método aplicativo

transciende la historia, aun no siendo un sínodo o concilio propiamente dicho nos muestra el

método a seguir en la Iglesia de hoy, un modo de proceder eclesial sinodal.

(10) Sínodo proviene del griego σύν- ὁδός el cual tiene dos significados. Primero, caminar

juntos y segundo, a travesar el umbral. Desde la misma raíz filológica griega encontramos

dos significados que nos ayudan a vislumbrar lo que es la sinodalidad. Caminar juntos y

encontrarse para reunirse; el camino y el hogar. La sinodalidad está en las entrañas mismas

de la Iglesia como andar juntos por el camino y estar juntos en asamblea. Este binomio,

caminar-reunirse, describe la dinámica propia de la Iglesia peregrina. En el cumplimiento y


fidelidad de su misión, camina en el horizonte de la historia impulsada por la fuerza del

Espíritu, y cada vez que se detiene, lo hace iluminada por el mismo Espíritu para discernir

los signos de los tiempos que le ayuden seguir los caminos más adecuados en su peregrinar

escatológico e histórico.

(11) El episodio de los Hechos de los Apóstoles nos muestra un desafió, tanto pastoral como

doctrinal, de la crisis judaizante que tenía por intención reducir la Iglesia a una expresión del

judaísmo y también nos muestra el choque de dos eclesiología; la judeocristiana que estaba

representada por Santiago (no discípulo de Cristo) y la pagano-cristiana que tenía como

exponente a Pablo. Frente a esta crisis y choque, el Espíritu Santo iluminando el

discernimiento de los Apóstoles y el cuerpo eclesial permite que la Iglesia retome un camino

renovado desde la misión. En este episodio vemos como la Iglesia camina y se detiene para

discernir; la sinodalidad como un caminar juntos por el camino que es Cristo.

(12) Reunirse convocados por Cristo-camino que nos muestra a Dios como comunión íntima

y comunicación de las tres personas divinas , donde (ubi) el Espíritu Santo nos ilumina en la

escucha, dialogó y discernimiento y nos impulsa con parresía a predicar la misericordia

materna del Padre a la total realidad inter gentes –ad gentes.

4 Fundamento Trinitario de la Sinodalidad

(13)El primero un fundamento de la sinodalidad es el Trinitario. La sinodalidad tiene una

raíz trinitaria, el Concilio Vaticano II expresa: « Sic apparet universa Ecclesia sicuti “de

unitate Patris et Filii et Spiritus Sancti plebs adunata”» (LG 2-4; AG 2-4) La Iglesia es un

pueblo reunido en virtud de la Santísima Trinidad. El Origen de la Iglesia está en la Trinidad,

que es comunión, y de la cual ella participa. Participa en Cristo y mediante el Espíritu Santo

(Sin43) Por lo tanto la misión de la Iglesia, su vida y razón de ser, tiene como fuente y

origen la comunión de la Personas Divinas. El Padre, Creador de todo, es el que toma la


iniciativa de entablar una relación con el hombre y hacer una Alianza eterna con él. El Hijo

es el único mediador en la Iglesia cuya obra salvífica nos incorpora a la vida del Padre; el

Espíritu Santo es el que vivifica el Pueblo de Dios, es consumador del plan del Padre y de la

obra de Cristo en la Iglesia. Todo el plan del Padre, realizado por Cristo y consumado por el

Espíritu Santo tiene como meta el Padre «in Ecclesia universali apud Patrem

congregabuntur» (LG4)

(14) El Espíritu Santo que vivifica al Pueblo de Dios es el mismo Espíritu de Cristo (LG8),

es decir, el Espíritu que ha actuado en la vida de Jesús (Lc 4,18-19) es el mismo Espíritu que

actúa en la Iglesia, en su cabeza y miembros (LG12) El Espíritu Santo es el que vivifica,

unifica y dirige la Iglesia; es el principio vital. La propiedad del Espíritu Santo en la Iglesia

es la de ser principio de comunión, propiedad que va vinculada a su propia naturaleza, lo que

le es propio en la vida intratrinitaria; como expresa Santo Tomas; «Communis nexus

amborum» (Contr. Error. Graec, c.9), es decir, Él «es» la relación entre el Padre y el Hijo; el

«nosotros» en Persona.

La acción del Espíritu en la comunión del Cuerpo de Cristo y en el camino misionero del Pueblo

de Dios es el principio de la sinodalidad. En efecto, siendo Él el nexus amoris en la vida de Dios

Trinidad, comunica ese mismo amor a la Iglesia que se edifica como κοινωνία τοῦ ἁγίου

πνεύματος (Sin 46)

(15) «La obra del Espíritu no es aclarar esto o eso; es animar y realizar el cuerpo de Cristo»

(Y.Congar, 1953, pág. 193) por lo tanto las condiciones del don y del trabajo del Espíritu son

fundamentalmente comunitarias. El Espíritu es el que obra en el amor reciproco de todos los

bautizados como Espíritu de comunión fraterna y de amor, por lo que «la sinodalidad no

designa un simple procedimiento operativo, sino la forma peculiar en que vive y opera la

Iglesia» (Sin 42) el termino comunión engloba toda la realidad fundamental de la Iglesia; que
es la unión con la Santísima Trinidad y la comunión fraterna entre los bautizados. En efecto,

la vida de la Iglesia estriba de la comunión con el Cuerpo de Cristo desde el Bautismo a la

Eucaristía. «El camino sinodal de la Iglesia se plasma y se alimenta con la Eucaristía…El

banquete eucarístico expresa y realiza el “nosotros” eclesial de la communio sanctorum en

el que los fieles se convierten en participantes de la multiforme gracia divina» (Sin 47) La

raíz trinitaria de la sinodalidad cualifica a la Iglesia como «de Trinitate plebs adunata», el

Pueblo de Dios que es camino es el sujeto de la comunión sinodal cuya forma de relacionarse

y vivir es un estilo sinodal, por eso la sinodalidad reclama un también un fundamento

bautismal y Eucaristía de comunión.

(16) Por su fundamento trinitario, la sinodalidad plantea que no se puede pensar una Iglesia

donde no actúen en forma armónica los diversos dones y carismas; donde no exista

corresponsabilidad, intercambio y comunión, donde no se perciba que Dios en su Espíritu

sea quien fundamente las relaciones. La sinodalidad nos recuerda que cada cristiano, como

un solo sujeto, participamos de la comunión Trinitaria. Refiriéndonos al acontecimiento de

Pentecostés, los Apóstoles reciben el Espíritu Santo reunidos en un mismo lugar, « Καὶ ἐν

τῷ συμπληροῦσθαι τὴν ἡμέραν τῆς πεντηκοστῆς ἦσαν πάντες ὁμοῦ ἐπὶ τὸ αὐτό» (Hech 2,1).

En este acontecimiento estaban en un mismo sentir y formando un conjunto de hermanos.

Es en este « ἐπὶ τὸ αὐτό », « todo junto» -«todos unidos», donde actúa el Espíritu Santo. El

estar juntos, reunirse, nos recuerda lo que es sinodalidad; que tanto el caminar como en el

reunirse se identifican como protagonista al Espíritu Santo, y los que nos reunimos bajo su

acción, los fieles, somos llamados a cooperar, asentir y secundar la obra del Espíritu que

realiza entre nosotros.

Dios siempre es el comienzo, y siempre sólo él puede hacer Pentecostés, puede crear la Iglesia,

puede mostrar la realidad de su estar con nosotros. Pero, por otra parte, este Dios, que es siempre
el principio, quiere también nuestra participación, quiere que participemos con nuestra actividad,

de modo que nuestras actividades sean teándricas, es decir, hechas por Dios, pero con nuestra

participación e implicando nuestro ser, toda nuestra actividad. (BenedictoXVI, 2012)

(17) El Espíritu Santo es la relación Patris et Filii. El nosotros en Persona, el artífice de la

comunión, es el nexus amoris de la Trinidad (Sin 46) y en efecto, también principio de la

sinodalidad. El Espíritu Santo es principio de comunión en la Iglesia, pero no una comunión

comprendida de modo vertical y ontológicamente gradada (subordinación) sino concerniente

a la unión y participación en la pluralidad y diversidad del sujeto comunitario que es el Pueblo

de Dios. La sinodalidad solo es comprendida desde el marco de una eclesiología de comunión

y de Pueblo de Dios.

Por el don del Espíritu Santo todos los bautizados somos participes de la función profética

de Cristo y es el mismo Espíritu es el que nos brinda el conocimiento más profundo de la fe

de la Iglesia. Lo que le permite consumar la vocación profética a los bautizados es el sensus

fidei, es un instinto sobrenatural, un instinto para la verdad del Evangelio. La Iglesia como

Pueblo de Dios, totalidad de bautizados, como un todo es que el Espíritu le otorgado el

sensus fidei que le concede la infabilidad in credendo, es decir, universitas fidelium, qui

unctionem habent a Sancto in credendo falli nequit, (LG12) La Iglesia Pueblo de Dios, fieles

y ministros, por la asistencia y guía del Espíritu se denota infalible en la fe. El Pueblo de

Dios desde la óptica del sensus fidei, tal como lo plantea el Papa Francisco, se convierte es

custodio de la revelación; el sensus fidei le asiste en el discernimiento de lo que realmente

quiere Dios y le da la sabiduría para la comprensión y profundización del mensaje de Cristo.

El sensus fidei lleva a la actitud teologal se sentir cum Ecclesia “sentir, experimentar y

percibir en armonía con la Iglesia” (Sin56). La expresión viva del sensus fidei conduce al

consensus fidelium; este consensus no hace una distinción entre Iglesia oyente y docente;
pero el sensus fidei lleva a la actitud teologal a aceptar la existencia de niveles de ese mismo

sensus. No existe una exclusión entre consensus fidelium y magisterio; por una parte todos

los bautizados somos sujetos activos y por otra, la existencia del ministerio episcopal (en

colegialidad) que ejercen una función confirmativa, lo que la Iglesia cree, celebra y vive; y

vigilante, trasmitir y conservar el depósito de la fe.

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