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Buikstra, J. y D.

Cock

1980 Paleopathology: An American Account. Annual Review of Anthropology (9):433-470.

Los últimos 15 años han visto avances en la investigación de enfermedades específicas,

tanto en el diagnóstico como en el desarrollo de modelos paleoepidemológicos para la

enfermedad en regiones específicas. Tal trabajo en la tradición de Virchow, Hrdlicka y

Hooton, mantenido por estudiosos como Stewart y Angel. Un segundo énfasis relacionado

con el trabajo reciente en paleopatología es la investigación de indicadores inespecíficos de

estrés. Uno de esos indicadores, son las Líneas de Harris, y fue denominado "un nuevo

enfoque de la paleopatología" por Wells en el volumen de Brothwell. Las Líneas de Harris

son marcadores esqueléticos de detención y recuperación del crecimiento. Su causa última

sólo puede documentarse con poca frecuencia en la vida, y es prácticamente incognoscible

en individuos para los que no hay antecedentes clínicos documentados. Indicadores

inespecíficos como las Líneas de Harris, las hipoplasias dentales, las densidades minerales

óseas, el crecimiento, el dimorfismo sexual y las asimetrías de desarrollo pueden

proporcionar medidas poblacionales de estrés crónico y agudo sin referencia al diagnóstico

diferencial. Este tipo de estudio se ha popularizado rápidamente en la paleopatología. El

diagnóstico de enfermedades en materiales antiguos siempre seguirá siendo un problema

difícil. La identificación en algunos casos es bastante segura, pero es mucho más común que

los resultados del proceso de enfermedad presenten ambigüedades. Ese hueso tiene un

número limitado de formas en que puede responder al estrés a veces es desalentador, sin

embargo, el diagnóstico en restos óseos ha avanzado en los últimos años, particularmente

a través de estudios basados en la población.

1
Campillo, D.

1995 El origen de la vida y la evolución humana. En Paleopatología. Los primeros


vestigios de la enfermedad. Colección Histórica de Ciencias de la Salud,
Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona, España, pp. 19-40.

Dentro de la escala filética establecida por Lineo (1758), el hombre pertenece al ORDEN de
los Primates, en la que se encuadran los prosimios, los simios, los antropomorfos, los
homínidos y el hombre. Numerosos representantes del grupo viven en la actualidad, pero
otros muchos se extinguieron y sólo nos son conocidos por sus restos fósiles. Algunas
características particulares de los homínidos son: 1) volumen craneal muy elevado
(Chimpancé proporción 0,5 gr x 1 Kg de peso corporal; hombre 2 gr x 1 Kg); 2) arcada
dentaria parabólica sin diastemas, en que los caninos no sobresalen de la línea dentaria; 3)
columna vertebral erecta con cuatro curvaturas (póngidos sólo tres); 4) pelvis ancha; 5, pies
modificados para el bipedismo.

El hombre es el único homínido que persiste en la actualidad, pues todos nuestros


ancestros se extinguieron y solamente tenemos conocimiento de ellos por sus vestigios
fósiles. El paso desde el antepasado común a todos los primates, hasta llegar al Horno
sapiens sapiens ha constituido una línea continua ("trend" real), pero los conocimientos
actuales sobre nuestros antepasados basados en sus restos fósiles son muy incompletos y
solamente nos permiten establecer una graduación evolutiva, sin tener realmente la
seguridad de que se traten de nuestros antepasados directos. Aparece de forma súbita hace
36.000 años y en su forma "fósil" no existen diferencias importantes con nosotros. El primer
espécimen fue descubierto en el abrigo de Cro-Magnon en las cercanías del pueblo de
Eyzies (Francia), de ahí que, a partir de esa fecha, a los que con posterioridad se fueron
descubriendo se denominaron cromañoides o cromáñidos. Se trata de nuestra forma
arcaica, de la que tan sólo nos diferenciamos porque en su estructura corporal eran algo
más robustos.

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Campillo, D.

2003 Historia de la Paleopatología. En Paleopatología: la enfermedad no escrita, editado


por Albert Llorens y Assumpció Malgosa, pp. 3-11, Editorial Masson, España.

La palabra paleopatología procede de griego paleo (viejo) y patos (sufrimiento), y la


definición más antigua es la que en 1882 propuso Schufeldt, publicada en el Standar
Dictionary, vol. 2, en 1885, que la definía como: “la ciencia de las condiciones patológicas
presentes en los órganos de los animales extintos o petrificados”. Posteriormente han sido
numerosas las nuevas definiciones, pero la más aceptada es la modificación que hizo Sir
Marc Ruffer de la primera que dice así: “es la ciencia que ha podido demostrar la presencia
de las enfermedades en los restos humanos y de animales de los tiempos antiguos”. Aunque
la susceptibilidad de algunos autores lo nieguen, es evidente que la paleopatología es
historia de la medicina, especialidad cuya antigüedad es indiscutible, pues los pueblos
clásicos de la antigüedad hablan de la enfermedad y de los medios para la curación de las
enfermedades, aunque no lo hacen con una concepción histórica, de tal forma que hablan
de este tema como lo hacen de cualquier otra materia, sin percatarse de que lo que
realmente están haciendo es historia. Gran parte de estos hechos los recoge las tablillas de
escritura cuneiforme asirias, los papiros médicos y la Biblia, aunque según Víctor Marí
Balcells, debe atribuirse a Hipócrates (460-375) el primer tratado de historia de la medicina,
por su libro La medicina antigua, aunque probablemente éste es más una crítica que una
exposición histórica de las enfermedades, de los médicos y de las terapéuticas anteriores.
Sin embargo, la diferencia más notable entre la paleopatología y la historia es su forma de
proceder, la primera intenta un diagnóstico retrospectivo sobre unas lesiones terminales o
las que se constatan en los restos humanos, y a partir o las que se constatan en los retos
humanos, y a partir de este diagnóstico se intentan rehacer las circunstancias que
concurrieron y que permiten estudiar la historia de la enfermedad, mientras que la
segunda, valora lo que se ha escrito y constata si se acomoda a la nosología actualmente
conocida.

3
Jaén, M.

1997 Notas sobre paleopatología y osteopatología. Anales de Antropología (11):345-371.

La aplicación de la patología al estudio de las enfermedades padecidas por el hombre en el


pasado está, por razones obvias, restringida a las que dejan su huella en el tejido óseo por
ser el elemento más resistente a los embates del tiempo: sólo en casos muy especiales han
podido identificarse evidencias de estados patológicos en partes blandas. Debe tomarse en
consideración al estudiar la patología ósea prehispánica, que, si una enfermedad afecta a
uno o varios individuos en un grupo dado, no se debe exclusivamente al azar, sino que es
también reflejo de la herencia y del medio ambiente en general, donde la cultura juega
incluso un importante papel. Además, recuérdese que el diagnóstico de la enfermedad a
partir del hueso seco es a menudo casi imposible porque los especímenes patológicos
disponibles son por desgracia el resultado final de una enfermedad que tal vez duró meses
y aún años, antes de que ocurriera la muerte del sujeto y ésta quizá no tuvo como causa
directa la enfermedad que se identifica en el esqueleto, sino otras muy ajenas a ella.

En el estudio de los estados patológicos se tienen dos tipos de evidencias: una


directa, que son los propios huesos o las momias; otra indirecta, basada en informaciones
de las fuentes escritas y por las representaciones en vasijas, figurillas, pinturas murales y
códices, de individuos con diversas manifestaciones patológicas. Virchow (182I-1902), es el
precursor de la paleopatología moderna. Este investigador consideraba que la enfermedad
no era otra cosa que una forma de vida bajo circunstancias cambiadas y de que es obvio
que la enfermedad es tan antigua como la vida misma, Además opinaba que el hombre en
toda su historia ha sufrido lesiones de todo tipo y fracturas óseas, pero que el organismo
por su propio poder innato de recuperación hace que se restaure la perdida continuidad de
sus partes. Y Joseph Jones (1833-1896), es quizá el primero en América interesado en el
estudio de las lesiones presentes en restos óseos antiguos. Describe ampliamente los
cambios patológicos observados en los huesos y diagnostica con bastante precisión algunas
como de origen sifilítico, utilizando los mismos criterios que se usan en la actualidad.

4
Jaén, M. y S. Murillo

2005 Las enfermedades en la cosmovisión prehispánica. Estudios de Antropología


Biológica (12):871-896.

Las enfermedades han estado presentes a todo lo largo de la historia de la humanidad, de


tal forma que el ser humano aprendió a reconocerlas desde muy tempranas épocas de su
historia y de igual modo trató de controlarlas para así recuperar la salud perdida. Sin
embargo, la manera como las diferentes culturas las concibieron es muy variable, ya que
éstas se encuentran en íntima relación con sus concepciones religiosas y sus cosmovisiones
particulares. El interés por identificar las enfermedades y los distintos procedimientos
curativos empleados para combatirlas no decayó a través del tiempo, lo que ha cambiado
es el enfoque.

En sus inicios se trató de conocer la manera en que los antiguos mexicanos


entendían dichas patologías y el procedimiento terapéutico empleado, que por razones
obvias estaba íntimamente ligado a sus concepciones religiosas, las cuales deseaban
combatir. Las investigaciones que se realizaron a lo largo de los siglos XIX y XX sobre
paleopatología tuvieron finalidades y enfoques diferentes. En ocasiones sólo se hizo una
descripción detallada de cada una de las enfermedades que mencionan las crónicas, para
marcar la presencia de diversos estados patológicos; mientras que otros se enfocaron en la
terapéutica. La mayoría de estos trabajos tuvieron un carácter descriptivo, pero a finales
del siglo XX fueron abordados desde una perspectiva más antropológica.

Los estudios que se han realizado en numerosas colecciones osteológicas


procedentes de diversas zonas del actual territorio nacional nos muestran que las
poblaciones mesoamericanas generalmente padecieron de problemas nutricionales,
infecciosos (periostitis, osteomielitis, sífilis, tuberculosis, Paget), osteoarticulares,
traumatismos, así como también algunos que afectaron el aparato bucal (caries,
periodontitis, abscesos, entre otros). En menor frecuencia se han detectado en algunos
restos óseos evidencias de tumores tanto benignos como malignos, anomalías del

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desarrollo y del metabolismo (acromegalia, macrocefalia, osteítis fibrosa, osteomalacia) y
otras de carácter congénito.

En diversos sitios arqueológicos del país se han encontrado esqueletos que marcan
la presencia de sujetos infantiles cuya causa de muerte es muy variada. En algunos casos se
sospecha que pudieron fallecer a causa de enfermedades de tipo respiratorio o infeccioso,
o de manera intencional por abortos provocados. También hay evidencias de esqueletos
pertenecientes a mujeres jóvenes que morían en plena etapa reproductiva y otros de
hombres jóvenes que se sospecha que su causa de muerte fue por accidentes, en la guerra
o caza. Por las condiciones del medio en que vivían y por presiones de muy diversa índole
en las sociedades mesoamericanas muy pocos individuos alcanzaban la etapa de adulto
medio (36 a 55 años) y en mucha menor frecuencia los adultos avanzados y seniles.

Para los antiguos mexicanos, según explican los textos etnohistóricos, los individuos
que tenían algún defecto físico eran considerados como “señalados por los dioses” y
gozaban de ciertos privilegios dentro de su grupo; en muchas ocasiones se menciona que
el propio Tlatoani o los Señores principales tenían algunos de ellos en casas especiales y
eran tratados con mucho esmero y cuidado. También relatan que algunos de estos
personajes eran seleccionados para acompañar a sus Señores en el momento de su muerte
en la pira funeraria. En otros manuscritos encontramos descripciones e imágenes
referentes a algunas de las muchas modalidades que tenían para atender y curar las
enfermedades que más comúnmente los afectaron. Entre éstos, a manera de ejemplo,
encontramos el uso de temazcales, palpaciones, enemas, hierbas, minerales y ciertos
animales que fueron utilizados con fines terapéuticos, ya fuera como emplastos, infusiones
o ungüentos.

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Mandujano, A.

2003 Historia de las epidemias en el México antiguo: algunos aspectos biológicos y


sociales. Revista Casa del Tiempo (9):9-21.

La historia médica estudia la salud y la enfermedad a través de las épocas, así como la
actividad y las relaciones humanas que tendieron a promover la salud, a prevenir la
enfermedad y curar al enfermo. La enfermedad y las prácticas médicas son parte de la
cultura y de la civilización. El historiador médico que consulta el pasado desea conocer las
condiciones de salud de una sociedad dada, en un tiempo específico. ¿Había muchas
enfermedades? ¿Qué enfermedades prevalecían? ¿La gente moría joven o muchos llegaban
a edad avanzada? Las condiciones de vida de una comunidad son determinantes para la
incidencia de la enfermedad. Por lo que conocer cómo vivía la gente, los ricos y los pobres,
los esclavos y los amos, las facilidades para alimentación, vivienda, sus recreaciones.

Saber si hacían algo para prevenir la enfermedad o promover la salud. A mayor


conocimiento de las causas o mecanismos de la enfermedad mayor eficacia para inferir con
su curso y mejor preparación para prevenirlos. Sin embargo, esto depende de factores no
médicos, de la idea filosófica o religiosa que se tiene del cuerpo, la salud y de la enfermedad.
Y aunque predomina la tendencia a ponderar la buena salud existente antes de la llegada d
los conquistadores y contrastarla con los diversos y graves padecimientos causantes de las
severas epidemias en el siglo XVI que asolaron a México y produjeron la muerte a nueve de
cada diez indígenas, se registraron numerosas epidemias en el altiplano mexicano antes del
siglo XVI y siempre aparecieron relacionadas con problemas sociales. Pero a partir de la
llegada de los españoles a México se produjeron, durante el siglo XVI, una serie de terribles
catástrofes epidémicas que asolaron al país. Y se considera esta periódica mortandad como
una de las causas que más influyó en la decadencia de las razas aborígenes, pues en breve
tiempo acabó con la mayor parte de los individuos.

7
Mansilla, J

1994 Los cholultecas prehispánicos. Sus condiciones de vida a través de marcadores de


estrés. Anales de Antropología (31):47-62.

Para reconstruir las condiciones de vida de un grupo determinado se necesita conocer su


medio, tanto físico como cultural, y sus datos biológicos. Estos últimos se pueden analizar a
través de los restos esqueléticos. En cualquier sociedad se encuentran individuos con
condiciones de salud precarias, Sin embargo, lo importante es valorar hasta qué grado la
población puede soportar esta situación y cuáles son las variables que influyen en su
adaptación y sobrevivencia, es decir, cómo responde la población dentro de su contexto
biocultural. El ser humano, a lo largo de su ciclo de vida, tiene periodos de mayor
vulnerabilidad en los cuales los índices de morbilidad y mortalidad son elevados. Son estos
periodos los que permiten valorar la respuesta biológica ante el estrés y también estudiar
cómo interactúan la cultura y el medio ambiente sobre la capacidad de respuesta individual.
Con base en este proceso se puede evaluar las condiciones de vida de estos grupos y su
capacidad de adaptación.

La salud se evalúa relacionando el patrón de la presencia de los factores de estrés y


el modo de vida, es decir, la cultura y el medio ambiente. Los indicadores que dejan su
huella en los huesos y dientes son el resultado de una respuesta fisiológica frente a un factor
de estrés. Estos son: el patrón de mortalidad, las lesiones como la hiperostosis porótica, los
defectos en el desarrollo del esmalte de los dientes, afecciones bucales, líneas de Harris,
reacciones del periostio, condiciones traumáticas y enfermedades específicas y
degenerativas. La frecuencia con la que se presentan los factores de estrés en una población
refleja, en cierta medida, el estado de salud de la misma. La repercusión del impacto del
estrés en la población se percibe en el índice de mortalidad, en un estado de salud precario,
en la disminución de la capacidad de trabajo, en una capacidad reproductiva restringida y
en la desorganización sociocultural.

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Mansilla, J; C. Pijoan y M. Salas

2005 Huellas de enfermedades en esqueletos de personas ancianas: comparación entre


dos muestras con cultura diferente. Cuicuilco 12(34):133-151.

A lo largo de la historia de la humanidad los individuos de mayor edad han sido


generalmente una minoría que, con el paso del tiempo y la diversificación de sociedades,
culturas y medios ambientes, han ido sufriendo transformaciones en su longevidad,
esperanza de vida, mortalidad y morbilidad. Estos factores culturales junto con la biografía,
que incluye su predisposición genética, interactúan y conforman parte del conocimiento de
nuestro pasado, así como de los procesos involucrados durante la vida humana. En épocas
anteriores los ancianos eran unos cuantos, éstos generalmente eran muy vigorosos, debido
a que los débiles eran eliminados por la selección natural, dada la poca eficacia de los
recursos médicos. Para la época prehispánica las fuentes históricas sobre los antiguos
nahuas reportan que los ancianos eran considerados como individuos de gran prestigio y
consideración, y que la vejez era estimada un gran don de los dioses. Las enfermedades que
han sido relacionadas con la edad son, por una parte, las degenerativas que con el paso del
tiempo y el uso que se le haya dado al organismo tienen manifestaciones en el esqueleto
que se van agudizando; por otra parte, están las enfermedades crónicas progresivas:

 La osteoporosis es una enfermedad degenerativa que aparece con el decremento


de la masa esquelética sin tener una etiología obvia. Se ha detectado generalmente
después de la tercera década de vida. Aparece comúnmente en mujeres caucásicas
después de la menopausia (en la actualidad ocurre alrededor de los 50 años), es
poco común en mujeres negras y se incrementa en personas sedentarias.
 Las artrosis son el resultado del proceso de desgaste; 80% de sujetos mayores de 60
años de edad tienen osteoartritis, pero menos de 20% tienen sus síntomas. La
enfermedad de Paget se encuentra en 3% de las personas mayores de 45 años y se
localiza en cráneo, columna vertebral, pelvis, fémur y tibia.
9
Sotomayor, H. y Cuéllar, Z.

2007 Arqueología, arte y paleopatología en América precolombina. En Aproximaciones


a la paleopatología en América Latina. Asociación Latinoamericana de Academias
Nacionales de Medicina, España y Portugal y Academia Nacional de Medicina de
Colombia, Colombia, Bogotá, pp. 33-57.

Las primeras poblaciones que llegaron a América lo hicieron procedentes del norte asiático
y a través del estrecho de Bering, hace más o menos 30,000 años, durante la glaciación de
Wisconsin. Las evidencias de morfología dental, análisis lingüístico y los últimos trabajos de
investigaciones genéticas siguieren que el Nuevo Mundo fue poblado a partir de tres
migraciones diferentes. La primera ocurrió hace 30,000 a 15,000 años y los descendientes
ocuparon Suramérica, Centroamérica y parte de Norteamérica. Los indígenas Na-Dene son
descendientes de la segunda migración, hace 15,000 a 10,000 años. La última, ocurrida hace
9,000 a 6,000 años, dio lugar a los aleutianos esquimales. Los estudios de ADN mitocondrial
han revelado cuatro haplotipos principales compartidos entre grupos asiáticos y diferentes
poblaciones aborígenes americanas. Durante miles de años y hasta hace más o menos
50,000, al parecer predominaba la cultura de los cazadores-recolectores.

El primer vestigio de grupos sociales con algún grado de sedentarismo se asocia con
la producción de objetos de alfarería o cerámica. De esta manera, el sedentarismo está
vinculado con la domesticación de plantas, hecho que creó la condición para la aparición de
pueblos agricultores y de organizaciones sociales con algún tipo de estratificación social y
jerarquías especiales. Por lo que hubo en América dos grandes centros de culturas
indígenas: Mesoamérica y los Andes. Y la paleopatología o el estudio de las enfermedades
de los pueblos antiguos, tiene como fuentes el estudio de los restos humanos (momias,
huesos, dientes, coprolitos), las informaciones históricas y la representación de las
enfermedades en las artes pictóricas o escultóricas. La paleopatología moderna enfatiza en
un enfoque ecológico que supera la sola descripción de las enfermedades y la distribución
geográfica, para señalar con fuerza los determinantes de las enfermedades.

10
Verano, J. y L. Guido

1999 Paleopatología en Sudamérica andina. Bulletin de l'Institut français d'études


andines 28(1):91-121.

La paleopatología, disciplina cuyo origen se remonta a los de la antropología, la patología y


la historia de la medicina, inicialmente estuvo orientada solamente al estudio de las
evidencias de enfermedad en poblaciones antiguas. En la actualidad, su interés se ha
extendido a la reconstrucción de los estilos de vida que condicionaron los patrones de salud
y enfermedad en dichas poblaciones, mediante la aplicación de una creciente sofisticación
metodológica. En el plano teórico, a nivel individual, se inciden en el diagnóstico diferencial,
incluyendo pseudopatologías de origen tafonómico y a nivel poblacional se enfatiza el grado
de representatividad de cada muestra. En este concierto evolutivo, Sudamérica ha jugado
un papel muy importante. Restos humanos andinos, básicamente esqueletos y momias
procedentes de Perú, Chile y Bolivia estimularon el desarrollo de la paleopatología desde
fines del siglo pasado y principios del presente.

La paleopatología andina o la investigación paleopatológica en restos humanos


andinos remonta su origen a las primeras colectas de material óseo hechas en esta parte
del mundo tanto por expediciones antropológicas organizadas por aventureros o
exploradores, desde mediados del siglo pasado. Su desarrollo secuencial refleja el patrón
observado por la disciplina en general: desde el énfasis en el ejemplar exótico (fase
descriptiva), hasta el enfoque paloepidemológico, analizando la enfermedad desde una
perspectiva poblacional (fase multidisciplinaria), pasando por una transicional fase
analística. Aunque la identificación certera de enfermedades específicas en restos óseos y
momificados continúa siendo una actividad importante de la paleopatología, los
investigadores están cada vez más interesados en enfocar temas de mayor envergadura,
como la adaptabilidad humana a través del tiempo y espacio, o el impacto en la salud
producido por cambios importantes en los patrones dietarios y/o de asentamiento, o ante
eventos tales como el contacto europeo.

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Viesca, C. y A. Cruzalta

1997 Las enfermedades reumáticas entre los nahuas prehispánicos. Estudios de Cultura
Náhuatl (27):309-324.

Las enfermedades osteoarticulares son acompañantes de los seres vivos desde aquellas
remotas épocas en que aparecieron sobre la tierra seres provistos de articulaciones. Hace
cientos de millones de años los primeros vertebrados vivieron ya bajo la amenaza de
padecer enfermedades cuyas manifestaciones más sensibles se ubicaban a nivel de sus
articulaciones, y no falta la evidencia de huesos fosilizados, procedentes de dinosaurios, en
cuyas superficies articulares se pueden observar evidencias de lesión. Mucho, mucho
después, cuando la humanidad hubo descubierto el fuego y la vida sedentaria, aprendió a
sistematizar su pensamiento y a diferenciar lo que sucedía en su cuerpo, qué pasaba cuando
tenía dolor y a qué se debía éste, cómo se alteraban superficies y volúmenes ante
agresiones evidentes y ataques invisibles, los hombres pudieron conformar un grupo de
padecimientos que se manifestaba alrededor de sus articulaciones.

Los problemas más frecuentes cuya existencia se puede documentar por el estudio
de esqueletos y huesos son las osteoartritis. Afectando con mayor frecuencia a adultos del
sexo masculino, en ellas se observan picos y rebordes óseos circundando las superficies
articulares, así como aplanamientos, cribas o eburnización de las superficies de las
articulaciones consecutivas a la destrucción del cartílago articular. Las articulaciones
afectadas preferentemente son el codo, la rodilla, el hombro y la cadera, siendo la columna
vertebral igualmente involucrada. Son importantes las lesiones relacionadas con el tipo y
características del quehacer de la persona, siendo notorias, por ejemplo, las osteoartritis de
cadera en las mujeres que permanecían arrodilladas y sentadas sobre las piernas,
semiincorporándose y sentándose nuevamente mientras lavaban o molían alimentos en el
metate.

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