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Desde los inicios la música ha sido un vínculo privilegiado de comunicación entre Dios y los
hombres, basta que mencionar que Dios mismo ´´danzaba y gritaba de júbilo´´ cuando su pueblo
le era fiel (Sof. 3, 17-18) y que el propio Jesús cantaba junto a sus apóstoles (Mc. 14, 26)
YAHVEH ESTÁ CON ÉL: Esta es la distinción exclusiva de los músicos de Dios. Hasta el punto
anterior, cualquier buen músico podría formar parte del ´´clan´´; haciendo cantar, bailar, gritar,
etc. Sin embargo, el nivel espiritual del músico le da una plusvalía que los hace experimentar
que tanto Dios obra a través de la música CONVIRTIENDO CORAZONES. La pregunta es ¿Por qué
yo, que he acompañado 1.000 misas; o 500 retiros y 100 recitales, nunca nadie me ha dicho que
se ha convertido a Jesús escuchando mi música; mientras Pedro evangelizó a 3.000 con UN SOLO
DISCURSO. (Hechos 2, 41)?.
¿EVANGELIZAR, YO?
Te responderé con otra pregunta: ¿Acaso no estás bautizado? Pues has de saber que por este
solo hecho ya estás llamado a evangelizar. Así lo explica claramente el papa Francisco en el nº
120 de su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium:
En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo
misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia
y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador…
Pero además es una realidad que la evangelización surge de un corazón que ama a Dios. Y
cuando tú estás de verdad enamorado de Dios quieres que todo el mundo conozca y ame a tu
Amado. Como ya te lo explicábamos aquí.
Es la experiencia que tuvo San Pablo. Por eso llegó a exclamar: «Predicar el Evangelio no es para
mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe… ¡Ay de mí si no predico el
Evangelio!». (1Co 9,16).
De todo esto hemos hablado ampliamente en un artículo que te recomendamos: ¿Sabías que
por el Bautismo estás llamado a evangelizar?
Evangelizar es una respuesta al llamado de Jesús
Recuerda las últimas palabras de Jesús antes de subir al cielo, tal como nos lo presenta San
Marcos: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación…» (Mc 16,15).
Jesús no dijo: «Si quieren podrían ir a evangelizar…» O: «Los que hablen bonito, o los que se
animen, pueden llevar la Buena Nueva…». Él usó un verbo en imperativo: «¡Id!», «¡Vayan!». No
es una opción, no podemos decidir si queremos hacerlo o no… ¡Es un mandato!
¿Y CÓMO EVANGELIZAR?
Estás llamado a evangelizar con la música y el canto, ya que esas son tus herramientas...
Con las herramientas que Él mismo te ha dado. La música es la herramienta que Dios te dio para
que lo ayudes en la tarea de anunciar el Evangelio a toda la creación. ¿No dijimos al comenzar
este artículo que la música es un don de Dios? Pues para eso has recibido ese don: para darlo a
otros. Porque los dones que no se ofrecen, los dones que se guardan y entierran, no sirven para
nada, se pudren sin dar fruto. (Si no estás convencido de esto, lee la parábola de los talentos:
Mt 25,14-30).
Entonces recuérdalo: estás llamado a evangelizar con la música y el canto, ya que esas son tus
herramientas.
Preparación técnica
Pero para que tu trabajo sea eficaz, debes conocer muy bien tus herramientas. Esto significa que
debes esmerarte por adquirir una preparación técnica de excelencia si realmente quieres
evangelizar con la música.
¿Por qué? Porque vas a servir a Dios y a su pueblo, y Dios se merece lo mejor.
¿Qué significa que debes conocer tus herramientas? Esto quiere decir que es necesario que
conozcas e identifiques los diferentes tipos de música que puedes ejecutar en tu ministerio
evangelizador. Porque no toda la música que habla de Dios sirve para todo en la Iglesia.
Los católicos tenemos música para:
celebrar,
orar,
crear un ambiente,
sanar y liberar,
evangelizar.
La música para celebrar o música litúrgica
Es la que se utiliza en las celebraciones litúrgicas (como por ejemplo, la misa). Tiene el fin de
favorecer la oración del pueblo, ya sea aclamando, meditando o proclamando.
La música para orar
Es aquella que tiene como objetivo llevarnos a la presencia de Dios para que nos dejemos llenar
por su amor. Esta música acompaña los distintos momentos de una Asamblea de Oración: a
través de la alabanza y la adoración podemos llegar a la contemplación.
https://www.3er-congresofranciscanomisionero.org/blog/evangelizar-a-trav%C3%A9s-de-la-
m%C3%BAsica
https://fidesdiariodigital.com/2018/08/08/lanzan-mucha-luz-un-proyecto-para-dar-a-conocer-
la-musica-catolica/
John tenía en sus manos todas las características para ser un músico, un compositor o un
productor musical de primer orden. Nació en St. Louis, Missouri, lo cual ya casi le hace llevar en
la sangre el blues y el jazz. Un lugar donde los mejores músicos norteamericanos han vivido, en
donde maduraron o en donde han tenido algunos de sus mejores éxitos. Además, John estudió
Producción musical en Nashville, Tennessee, la “Ciudad de la música”. Sin embargo, Dios se le
hizo el encontradizo una noche estrellada, junto a un lago, y le hizo una propuesta mucho más
prometedora: seguirle de cerca como sacerdote. Hoy, el hermano John Klein sigue vinculado a
la música tocando en las calles de Roma, promoviendo sus canciones en las redes sociales,
grabando algún disco y, siempre que puede, y suele poder muchas veces, tocando en encuentros
juveniles, adoraciones eucarísticas y allí en donde quieran escuchar su música evangelizadora.
“Dios me ha dado este don –explica el religioso- y por eso lo utilizaré tan a menudo como pueda.
Todos nuestros dones y talentos deben ser puestos al servicio de Cristo y de la misión, y es allí
donde se encuentran su cumplimiento y perfección”.
En realidad, le preguntamos, esto es algo que ya hace ahora: “Bueno, sí. Cada jueves toco en
una Hora Santa para jóvenes, en inglés, en el centro de Roma. La Hora Santa y el apostolado se
llaman UpperRoom. Y también participo en unas misiones callejeras en Roma: las llamamos
StreetFaith y en ellas la música es una oportunidad para establecer contacto con la gente, hablar
de Cristo e invitarles a pasar a una iglesia en la que pueden hacer un rato de adoración,
confesarse, hablar con algún sacerdote… Es llevar la fe a la calle”.
No es algo nuevo en él, antes de entrar en el seminario, en Nashville, tuvo una fructífera relación
con grupos musicales protestantes. En aquella época, sin dejar de ir a Misa, comenzó a asistir a
sus estudios de la Biblia. Allí empezó a tener contacto con la música cristiana: “Aquellos jóvenes
tenían un amor más sincero a Cristo que yo, así como un enorme valor a la hora de vivir su fe en
público. Empecé a escribir y tocar música cristiana con algunos amigos bautistas que había
hecho e, incluso, les acompañé en alguna gira Nashville y Mississippi”.
Es lo que dijo Dostoievski en su día, y lo que repite el H. John: “Creo que la belleza tiene una muy
poderosa fuerza evangelizadora. La Belleza no te fuerza, siempre es una invitación suave. Cada
amanecer, cada noche estrellada, cada cascada o montaña nevada es una amable invitación a
levantar nuestras mentes en busca de nuestro creador. También dan testimonio de la ternura y
la bondad de Dios. Lo mismo se aplica a las artes humanas. A través de la pintura, la escultura,
la danza, la música… tratamos de imitar y perfeccionar la belleza que se descubre en la
naturaleza”.
Para este religioso, la música es un potente transmisor de la belleza y una forma de conectar
con Dios: “Si ves una presentación de diapositivas con las imágenes de tu último viaje de
vacaciones, seguro que trae buenos recuerdos. Pero si las ves con música, los recuerdos vienen
a tu mente de una manera emocionante y completamente nueva”. “La música añade otra
dimensión –nos explica con interés este músico religioso-: nos conecta a la dimensión espiritual
de nuestra naturaleza, y allí descubrimos a Dios dentro de nosotros”.
“Mi misión es llevar a Cristo a los demás y la música es una de las herramientas que Dios me ha
dado para llevar a cabo esa misión”, señala con convencimiento. Algo que vive especialmente
con los jóvenes: “La música ayuda a los jóvenes. Les inspira para encontrarse con Cristo y para
seguirlo de una manera más profunda. Además, la música es una gran herramienta para romper
el hielo con aquellos que están más lejos de Dios”.
Es algo que vive constantemente: “Toco en un montón de horas santas a las que me invitan. Me
gusta, porque la música prepara el alma para la oración, relajándolo y levantándolo a Dios.
Sucede algo maravilloso: la música se mezcla con la oración vocal delante de la Eucaristía. Es una
combinación poderosa que puede ser un catalizador para ayudar a los chicos a experimentar el
amor de Cristo de una manera más profunda”.
Pero no todo es adoración. John también compone para quienes están más alejados de Dios:
“Escribo canciones sobre mis experiencias de la vida y de Dios. El toco durante los retiros o en
momentos en que estoy con gente que no es cristiana o que no va habitualmente a la Iglesia.
Muchas personas, después de escuchar, se abren y empiezan a hablar contigo, se rompe el hielo
y comienza la conversación. Es todo un método de preevangelizacion”.
Le hemos preguntado que por qué conecta tan bien la música con los jóvenes, y nos responde
que “la música es algo emocionante, dinámico, energizante, estimulante y hermoso”. Y analiza
algo que no puede descartarse a la hora de tratar con ellos: “Los jóvenes desconocen todavía
quiénes son y tienen que decidir en qué tipo de personas se convertirán. Para ellos el futuro es
todavía muy abierto y las opciones son muchas. Ellos están buscando la belleza, la autenticidad,
ideales por los que vale la pena vivir y luchar... en una palabra, están buscando una verdadera
vida. Ahí es donde la música se adapta a sus vidas para ofrecerles inspiración, nuevos ideales,
los valores y la belleza”.
Es habitual verle al hermano tocando en la calle, colgando sus vídeos en las redes sociales, y le
preguntamos por estos escenarios tan particulares. “No me gusta cantar especialmente en las
calles porque es difícil y hay que ganarse un público. Ganar audiencia es duro. Cuando estoy en
la calle más que tocar música a lo que me dedico es captar la atención de los viandantes para
compartir una palabra con ellos acerca de Cristo después de la canción”.
Y sobre las redes sociales nos explica que “los medios de comunicación son oportunidades para
la evangelización. Es necesario llevar comentarios positivos, fotos y música inspiradora.
Tenemos que sembrar un montón de pequeñas semillas de esperanza en todos los medios
sociales. Dejemos que el Espíritu Santo haga crecer estas semillas, pero debemos hacer nuestra
parte por estar presentes y compartir libremente todas las cosas buenas que Dios está haciendo
en nuestras vidas”.
TEMA 4: COMO DEBE CANTAR UN CORO PARROQUIAL
En la mayoría de parroquias hay un coro o un ministerio de música que son los encargados del
servicio litúrgico durante los domingos en la Santa Misa, sin embargo, el coro o ministerio a
veces no cumple como debe ser su misión de ser músicos de Dios. A continuación, les dejaré 5
consejos, tanto litúrgicos como espirituales, para aquellos que le sirven a Dios a través de la
música.
Tal vez nos hemos topado en el coro con algún cantante o un músico que quiere ser la
estrella, el que salmodie solamente en Pentecostés, o en alguna otra solemnidad, aquel
que siempre quiere figurar en el coro, que su voz resuene más que la de los demás, el
que quiere hacer solos de guitarra en la misa, etc…
Para aquellos músicos, les quiero dedicar este primer consejo que es espiritual: la Santa
Eucaristía, no es un acto en el cual nosotros demostramos nuestros dotes y talentos a
los demás. Es un sacramento en el cual Cristo se hace presente, en cuerpo alma y
divinidad bajo las especies del Pan y del Vino. Por lo tanto, la misa no es un concierto. El
centro de la Misa es Cristo, la estrella es Él.
Para contrarrestar este problema, les recomiendo la oración de san Francisco de Asís:
«Señor hazme un instrumento de tu paz…» Si buscas la fama, los aplausos, los fans, estás
perdiendo el tiempo. Inviértelo en algo mejor, aunque no hay nada mejor que cantarle
a Dios.
2. Discernimiento
Como músicos de Dios, debemos discernir todo el tiempo, tanto en el diario vivir, como
en el servicio litúrgico, para poder cumplir con excelencia nuestra misión de músicos
católicos. Es difícil, pero no imposible, ser buenos músicos de Dios. Acudir
constantemente a los sacramentos, la lectura diaria de la Palabra de Dios y el rezo del
santo rosario es de vital importancia espiritual.
El discernimiento para los cantos se da siempre y cuando se abra el corazón a la acción
del Espíritu Santo antes y durante del servicio litúrgico. Discernir qué canto hacer para
que se relacione con las lecturas del día, con el Evangelio, con la reflexión del sacerdote.
La pregunta para discernir los cantos es: ¿qué quiere decirnos el Señor hoy? No
podemos realizar cualquier canto, el primero que nos llegue, o el que es más bonito.
Nada de eso. Los cantos, han de ser siempre producto de la inspiración divina en los
músicos y no de sus gustos personales.
Recuerda no convertir la Misa en un concierto, debes hacer bien tu trabajo, nunca te
alegres por hacer las cosas a medias, planifica siempre los cantos para el servicio y
tampoco critiques algún canto, porque es muy viejo o el ritmo parece fúnebre. Recuerda
siempre que es Dios quien habla cantando.
3. Ora y estudia
La oración es el combustible de nuestro corazón, sin ella, no podemos seguir el camino
en el Señor. Un cristiano que no dedique un momento de su día a la oración está
perdiendo su batalla espiritual. Debemos orar todos los días, comunicarnos con Dios en
todo lugar y en todo momento. No buscar excusas, para no orar. «Quien dice que no ora
por falta de tiempo, no le falta tiempo sino amor» (San Juan Pablo II).
¿Estudiar? sí hay que estudiar, pero… ¿estudiar qué? Música, liturgia, magisterio de la
Iglesia, vida de santos, hay mucho por estudiar. En el coro, se debe dar algunas nociones
musicales a todos los integrantes, se debe estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica, el
Concilio Vaticano II, el «Musicam Sacram», entre otros documentos eclesiales, que
hablen sobre la música.
4. No ser superficiales
La misión de los músicos de Dios no es solamente cantar la misa, la hora santa, los
conciertos, etc. El coro debe enseñar a las demás personas, música y canto. De igual
modo también pueden dar charlas sobre liturgia y música –según el nivel de formación
que lleven– en otras parroquias a coros o ministerios que se están iniciando en este
hermoso servicio. Además procurar en realizar visitas a los ancianatos y hospitales para
llevar la alegría del Evangelio.
Cantad con la voz y con el corazón, con la boca y con vuestra conducta: Cantad al Señor
un cántico nuevo. ¿Os preguntáis qué alabanzas hay que cantar de aquel a quien amáis?
Porque, sin duda, queréis que vuestro canto tenga por tema a aquel a quien amáis. ¿Os
preguntáis cuáles son las alabanzas que hay que cantar? Habéis oído: Cantad al Señor
un cántico nuevo. ¿Os preguntáis qué alabanzas? Resuene su alabanza en la asamblea
de los fìeles. Su alabanza son los mismos que cantan. ¿Queréis alabar a Dios? Vivid de
acuerdo con lo que pronuncian vuestros labios. Vosotros mismos seréis la mejor
alabanza que podáis tributarle, si es buena vuestra conducta».
De los Sermones de San Agustín, obispo (Sermón 34, 1-3.5-6; 41, 424-426).
«Señor, enséñame a ser generoso; enséñame a servirte como mereces: a dar y no contar
el costo, luchar y no hacer caso de mis heridas, trabajar y no hacer caso de mis heridas,
trabajar y no buscar descanso, desgastarme y no pedir recompensa, más que conocer
que hago tu voluntad. Amén».
Pero aún en la misma Iglesia, la música tiene sus distinciones, según la función que desempeña.
Podemos enumerar tres principales distinciones:
1. Música religiosa: tomamos la definición exacta de la Instrucción de la Sagrada
Congregación de Ritos, De musica sacra et sacra liturgia (1958): «Música religiosa es
cualquier música que, ya sea por la intención del compositor o por el tema y el propósito
de la composición, es capaz de provocar sentimientos piadosos y religiosos […] no está
habilitada para el culto divino, tiene una índole más bien libre, y no está admitida en las
acciones litúrgicas.» (n. 10). «Se inspira en un texto de la Sagrada Escritura, o en la
Liturgia, o que se refiere a Dios, a la Santísima Virgen María, a los Santos o a la Iglesia.»
(n. 9). Su utilidad consiste en «crear en las iglesias un ambiente de belleza y de
meditación que ayude y favorezca una disponibilidad hacia los valores del espíritu,
incluso entre aquellos que están alejados de la Iglesia.». Por lo tanto «pueden tener su
propio lugar en la iglesia, pero fuera de las celebraciones litúrgicas.» aquí cabe la música
para horas santas, retiros, actos de piedad como el santo Rosario o Via Crucis, música
para la evangelización y catequesis etc.
2. Música Sagrada: «Se entiende por Música Sagrada o música sacra, aquélla que, creada
para la celebración del culto divino, posee las cualidades de santidad y bondad de
formas.» (Musicam Sacram 4a), de donde nace, espontáneo, otro carácter suyo: la
universalidad. Debe ser santa y, por lo tanto, excluir todo lo profano, y no sólo en sí
misma, sino en el modo en que se ejecuta. Debe ser arte verdadero, porque no es
posible de otro modo que tenga sobre el ánimo de los oyentes el efecto que la Iglesia
desea lograr al usar en su liturgia el arte de los sonidos. A la vez debe ser universal, en
el sentido de que, aun concediéndose a toda nación que admita en sus composiciones
religiosas aquellas formas particulares que constituyen el carácter específico de su
propia música, éste debe estar de tal modo subordinado a los caracteres generales de
la música sagrada, que ningún fiel procedente de otra nación experimente al oírla una
impresión que no sea buena.» (Tra le sollecitudini 2). Bajo el nombre de música sagrada
se incluyen: el canto gregoriano, la polifonía sagrada antigua y moderna en sus diversos
géneros, la música para el órgano y otros instrumentos admitidos en la Liturgia y el canto
popular sagrado, o sea, litúrgico y religioso (cfr. MS 4b).
El Concilio Vaticano II nos dice: «La Iglesia no excluye de las acciones litúrgicas ningún
género de música sagrada, siempre que corresponda al espíritu de la misma acción
litúrgica y a la naturaleza de cada una de sus partes, y no impida la debida participación
del pueblo.» (MS 9). De acuerdo con este deseo del Concilio se compusieron numerosas
canciones de música religiosa en lengua vernácula pero no siempre se atuvieron a los
criterios de música sagrada y religiosa que exigía la Iglesia. No toda música sagrada
puede ser usada en las celebraciones litúrgicas. Por ejemplo hay misas hermosas
compuestas por grandes autores pero su tiempo se prolonga demasiado y en un
equilibrio de los ritos, hacen que se pierda el ritmo de la celebración. Hay otros cantos
muy hermosos pero que no evocan misterio litúrgico alguno. Necesita poseer ulteriores
requisitos, de naturaleza más externa, pero en ningún modo accidentales, que se
pueden resumir en el concepto de “funcionalidad litúrgica”.
Hace poco vi en un video acerca de la vida de los monjes benedictinos, cómo ellos, sin
ser panaderos, hacen pan, y sin ser agricultores, cultivan la tierra. Los benedictinos
tienen por lema “Ora et Labora” (“Reza y Trabaja”). Para ellos el trabajo está
directamente relacionado con su permanente vida de oración, y lo mismo la actividad
musical. Pero ¿cómo podemos aplicar el “Ora et Labora” al ministerio de la música en
la Iglesia?
La Carta del Santo Padre Juan Pablo II a los Artistas comienza con esta dedicatoria: “A
los que con apasionada entrega buscan nuevas “epifanías” (manifestaciones divinas) de
la belleza para ofrecerlas al mundo a través de la creación artística”. Esta Carta está
dirigida a las personas para quienes el arte es una actividad permanente, sean o no
consagradas y tengan o no un título profesional de artistas. Por lo tanto, el llamado a
servir a la música en la Iglesia no es sólo para las comunidades de vida consagrada, ni es
sólo un trabajo profesional de artistas.
Cabe preguntarse: para los músicos católicos ¿debiera ser siempre un trabajo
apostólico gratuito? Y en la vida práctica, ¿consideramos una misma misión apoyar el
canto en la liturgia, en la catequesis o en la pastoral que presentar música sacra en un
concierto y componer o grabar música religiosa, sea o no dentro de un templo? Creo
que en ello existe muchas veces una confusión de roles. Los católicos por lo general
tendemos a prescindir de los profesionales de la música; nos ponemos a su nivel y
pensamos que sólo basta la fe y la buena voluntad para cumplir bien con el ministerio
musical. En la medida que los respetemos como artistas y seamos para ellos
instrumentos de la justicia y misericordia del buen Dios, nuestras liturgias serán, cada
vez más y mejor, verdaderas celebraciones.
El hecho de cantar juntos en la Iglesia no nos convierte a todos en músicos. Para ser
católico no se necesita ser músico. Nuestra participación en el canto tiene más que ver
con la actitud interior, con “cantar en nuestro corazón”, que con la práctica musical
externa. No todos estamos llamados a ser parte activa del ministerio musical, pero sí a
participar, activa o pasivamente, en la oración cantada de la asamblea, de acuerdo la
realidad de cada cual.
Para evangelizar, dice la Hna, Glenda, hay que estar evangelizado. La misión de un
cantante católico es llevar la Palabra de Dios. Pero no se puede evangelizar si primero
no se ha recibido la buena noticia de Dios en el corazón. El apostolado musical (como
toda misión) es un llamado que debe ser discernido, nos dice. Debemos preguntarnos:
¿es verdad que Dios quiere para mí ese servicio? Esto tiene que ser confirmado, ojalá
por el párroco. En la teología católica, todo lo que realizamos es un servicio. Somos un
Cuerpo y cada uno de nosotros es enviado. Igualmente aconseja: nunca cantar algo que
primero no haya sido orado ni sentido en el corazón. No cantar nunca algo que cante
otro que primero no hayamos experimentado, ni orado, ni sentido, porque en la música
no se puede mentir.
También nos advierte acerca del auge y la fuerte presencia y difusión de la música
cristiana no católica en toda América Latina, cuyo modelo “es un poco comercial”.
Aunque ella no está en contra de la música protestante en nuestras radioemisoras, le
preocupa por la teología, la concepción de la Iglesia que hay detrás, que va infiltrándose
en nuestra mente, al igual que todo aquello que cantamos y rezamos. (Es lo que decía
también el P. Kentenich, al hablar de la importancia de integrar el subconsciente en
nuestra vida de alianza). Por eso la Hna. Glenda considera muy importante que la radio
católica apoye la música católica. Y ese es un llamado para todos los católicos, sin
excepción.