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TEMA 1: LA MÚSICA CATÓLICA

Características de la música católica


A pesar de las apariencias, hay que decir que este tipo de música ha llegado a desarrollarse en
géneros tan alocados como el rock, pues muchos consideran que también puede ser moderna y
divertida. Esto es algo que depende del gusto de cada quien pero que no deja de resultar curioso.
Los estilos más usuales, no obstante, son las baladas y el pop, debido a que representan menos
complejidad.
Otras características que hay que destacar son las siguientes:
 El uso de temas que hacen alusión al catolicismo. Esto incluye personajes como santos
o Jesús, entre otros que pueden aparecer mencionados dentro de la Biblia, que es el
escrito principal para los católicos. Las canciones también pueden hablar de pasajes
específicos dentro del mismo.
 Se exaltan muchos sentimientos positivos, como el amor, la amistad, el sacrificio y el
perdón. Para los católicos es muy importante enseñar a los demás a comportarse
conforme a este tipo de valores.
 Es común la presencia de canciones en motivo de alabanza o adoración. Estas hablan
del sentimiento que sienten los católicos al creer en Dios y estar felices acerca de ello.
Las letras de estas composiciones hablan de ello con motivos como la esperanza y la
capacidad de perdonar.
 Las canciones pueden ser interpretadas por una gran variedad de personas. Es común
ver coros formados por niños y jóvenes, pero también adultos que interpretan
individualmente y en grupo, las composiciones que forman parte de este género.
 En ocasiones, cada canción es acompañada de ademanes o ciertos movimientos de
baile. Esto es más notorio en los cristianos; aunque los católicos también llegan a hacerlo
como una manera de contagiar a quienes los escuchan.
 Uso de metáforas que se relacionan con cosas del catolicismo, como el pan y el vino.
 La música católica no solo llega a ser tocada dentro de las misas o ceremonias
específicas. También es fundamental en retiros espirituales, fiestas comunes e incluso
reuniones familiares, en las cuales la gente se reúne para rezar en ocasiones especiales,
como las fiestas navideñas, por ejemplo.
 Esta clase de música a menudo es utilizada como herramienta también, para ayudar a
las personas que tienen problemas que tiene que ver con el alcohol, las drogas, la
depresión o tantos que se han vuelto comunes hoy en día. Brindar apoyo a miembros
de la comunidad es algo que en la religión católica muchos están dispuestos a hacer y
una canción es un buen comienzo para ellos.
Para el Papa Emérito, “la calidad de la música depende de la pureza y de la grandeza del
encuentro con el divino, con la experiencia del amor y del dolor”.
¿qué es en realidad la música?, ¿de dónde viene y a qué atiende? Pienso que se pueden localizar
tres ‘lugares’ de los cuales proviene la música. Una primera es la experiencia del amor. Cuando
los hombres fueron atrapados por el amor, se dio en ellos otra dimensión del ser, una nueva
grandeza y amplitud de la realidad. Y ella empuja también a expresarse de un modo nuevo. La
poesía, el canto y la música en general nacieron de este ser ‘tocados’, de este quedar afectados
por una nueva dimensión de la vida. Un segundo origen de la música es la experiencia de la
tristeza, el ser tocados por la muerte, por el dolor y por los abismos de la existencia. También en
este caso se producen, en dirección opuesta, nuevas dimensiones de la realidad que no pueden
encontrar respuesta sólo en los discursos.
El tercer lugar del origen de la música es el encuentro con el divino, que desde el inicio es parte
de lo que define al humano. La mayor razón es que aquí está presente totalmente el otro y
totalmente lo grande que suscita en el hombre nuevos modos de expresarse. Quizás sea posible
afirmar que en realidad también en los otros dos ambientes –el amor y la muerte– el misterio
divino nos toca y, en este sentido, es el ser tocados por Dios lo que en conjunto constituyen el
origen de la música. Encuentro conmovedor observar cómo, por ejemplo, en los salmos a los
hombres no les basta sólo con el canto y se apela a todos los instrumentos: la música escondida
de la creación se despierta, su lenguaje misterioso. Con el Salterio, en el cual obran también los
dos motivos del amor y de la muerte, nos encontramos directamente con el origen de la música
de la Iglesia de Dios. Se puede decir que la calidad de la música depende de la pureza y de la
grandeza del encuentro con el divino, con la experiencia del amor y del dolor. Cuanto más pura
y verdadera es esta experiencia, tanto más pura y grande será también la música que de ella
nace y se desarrolla. En este punto querría expresar un pensamiento que en los últimos tiempos
he tenido sobre todo cuando las diversas culturas y religiones entran en relación entre ellos. En
el ámbito de las más diversas culturas y religiones está presente una gran literatura, una gran
arquitectura, una gran pintura y grandes escultores. Y en todas partes está también la música.
Sin embargo, en ningún otro ámbito cultural existe una música de igual grandeza a la nacida en
el ámbito de la fe cristiana: desde Palestrina a Bach, de Händel hasta Mozart, Beethoven y
Bruckner. La música occidental es única, no tiene iguales en las otras culturas. Esto nos debe
hacer pensar. Es cierto que la música occidental supera en mucho el ámbito religioso y eclesial.
Y sin embargo, encuentra su fuente más profunda en la liturgia en el encuentro con Dios.
En Bach, para el cual la gloria de Dios representa el fin último de toda la música, esto es del todo
evidente. La respuesta grande y pura de la música occidental se ha desarrollado en el encuentro
con aquel Dios que, en la liturgia, se hace presente a nosotros en Jesucristo. Esa música, para
mí, es una demostración de la verdad del cristianismo. Allí donde se desarrolla una respuesta
así, se ha dado el encuentro con la verdad, con el verdadero creador del mundo. Por eso la gran
música sagrada es una realidad de rango teológico y de significado permanente para la fe de
toda la cristiandad, también si no es necesario que sea realizada siempre o en cualquier lugar.
De otro lado, está también claro que ella no puede desaparecer de la liturgia y que su presencia
puede ser un modo del todo especial de participación a la celebración sagrada, al misterio de la
fe.
Si pensamos en la liturgia celebrada por San Juan Pablo II en cada continente, vemos toda la
amplitud de las posibilidades expresivas de la fe en el evento litúrgico; y vemos también como
la gran música de la tradición occidental no es extraña a la liturgia, sino que ha nacido y crecido
de ella y de este modo contribuye siempre de nuevo a darle forma.
No conocemos el futuro de nuestra cultura y de la música sagrada. Pero una cosa está clara:
donde realmente se da el encuentro con el Dios viviente que en Cristo viene hacia nosotros, allí
nace y crece nuevamente también la respuesta, cuya belleza proviene de la verdad misma.
La actividad de las dos universidades que me confieren este doctorado honoris causa representa
una contribución esencial para que el gran don de la música sagrada que proviene de la tradición
de la fe cristiana siga vivo y sea de ayuda para que la fuerza creativa de la fe también en el futuro
no se extinga.
Por esto les doy las gracias de corazón a todos ustedes, no sólo por el honor que me han
reservado, sino también por todo el trabajo que desarrollan al servicio de la belleza de la fe. El
Señor les bendiga a todos”.
TEMA 2: ¿EVANGELIZAR? ¿MÚSICA?

Desde los inicios la música ha sido un vínculo privilegiado de comunicación entre Dios y los
hombres, basta que mencionar que Dios mismo ´´danzaba y gritaba de júbilo´´ cuando su pueblo
le era fiel (Sof. 3, 17-18) y que el propio Jesús cantaba junto a sus apóstoles (Mc. 14, 26)

¡Pero... que papel jugaban los músicos en el plan de salvación de Dios?

En el antiguo testamento encontramos que la música era utilizada para ALABANZA Y


ADORACION a Yahveh. Al respecto, podríamos citar todo el libro de Salmos del rey David; pero
sin duda David no fue el único personaje bíblico que cantaba y danzaba a Yahveh, ya que
también lo hacían Moisés (Ex. 15, 1-17); Ana, la madre de Samuel (1 Sam. 2); el rey Ezequías (Is.
12); tres jóvenes (Dan. 3, 52), Tobías (Tob. 13); etc. Sin embargo, esta dimensión ´´lúdica´´ de la
música se combinaba con una fuerte dosis testimonial y profética.

YAHVEH ESTÁ CON ÉL: Esta es la distinción exclusiva de los músicos de Dios. Hasta el punto
anterior, cualquier buen músico podría formar parte del ´´clan´´; haciendo cantar, bailar, gritar,
etc. Sin embargo, el nivel espiritual del músico le da una plusvalía que los hace experimentar
que tanto Dios obra a través de la música CONVIRTIENDO CORAZONES. La pregunta es ¿Por qué
yo, que he acompañado 1.000 misas; o 500 retiros y 100 recitales, nunca nadie me ha dicho que
se ha convertido a Jesús escuchando mi música; mientras Pedro evangelizó a 3.000 con UN SOLO
DISCURSO. (Hechos 2, 41)?.

¿EVANGELIZAR, YO?
Te responderé con otra pregunta: ¿Acaso no estás bautizado? Pues has de saber que por este
solo hecho ya estás llamado a evangelizar. Así lo explica claramente el papa Francisco en el nº
120 de su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium:
En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo
misionero (cf. Mt 28,19). Cada uno de los bautizados, cualquiera que sea su función en la Iglesia
y el grado de ilustración de su fe, es un agente evangelizador…
Pero además es una realidad que la evangelización surge de un corazón que ama a Dios. Y
cuando tú estás de verdad enamorado de Dios quieres que todo el mundo conozca y ame a tu
Amado. Como ya te lo explicábamos aquí.
Es la experiencia que tuvo San Pablo. Por eso llegó a exclamar: «Predicar el Evangelio no es para
mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me incumbe… ¡Ay de mí si no predico el
Evangelio!». (1Co 9,16).
De todo esto hemos hablado ampliamente en un artículo que te recomendamos: ¿Sabías que
por el Bautismo estás llamado a evangelizar?
Evangelizar es una respuesta al llamado de Jesús
Recuerda las últimas palabras de Jesús antes de subir al cielo, tal como nos lo presenta San
Marcos: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación…» (Mc 16,15).

Jesús no dijo: «Si quieren podrían ir a evangelizar…» O: «Los que hablen bonito, o los que se
animen, pueden llevar la Buena Nueva…». Él usó un verbo en imperativo: «¡Id!», «¡Vayan!». No
es una opción, no podemos decidir si queremos hacerlo o no… ¡Es un mandato!
¿Y CÓMO EVANGELIZAR?
Estás llamado a evangelizar con la música y el canto, ya que esas son tus herramientas...
Con las herramientas que Él mismo te ha dado. La música es la herramienta que Dios te dio para
que lo ayudes en la tarea de anunciar el Evangelio a toda la creación. ¿No dijimos al comenzar
este artículo que la música es un don de Dios? Pues para eso has recibido ese don: para darlo a
otros. Porque los dones que no se ofrecen, los dones que se guardan y entierran, no sirven para
nada, se pudren sin dar fruto. (Si no estás convencido de esto, lee la parábola de los talentos:
Mt 25,14-30).
Entonces recuérdalo: estás llamado a evangelizar con la música y el canto, ya que esas son tus
herramientas.
Preparación técnica
Pero para que tu trabajo sea eficaz, debes conocer muy bien tus herramientas. Esto significa que
debes esmerarte por adquirir una preparación técnica de excelencia si realmente quieres
evangelizar con la música.
¿Por qué? Porque vas a servir a Dios y a su pueblo, y Dios se merece lo mejor.
¿Qué significa que debes conocer tus herramientas? Esto quiere decir que es necesario que
conozcas e identifiques los diferentes tipos de música que puedes ejecutar en tu ministerio
evangelizador. Porque no toda la música que habla de Dios sirve para todo en la Iglesia.
Los católicos tenemos música para:
celebrar,
orar,
crear un ambiente,
sanar y liberar,
evangelizar.
La música para celebrar o música litúrgica
Es la que se utiliza en las celebraciones litúrgicas (como por ejemplo, la misa). Tiene el fin de
favorecer la oración del pueblo, ya sea aclamando, meditando o proclamando.
La música para orar
Es aquella que tiene como objetivo llevarnos a la presencia de Dios para que nos dejemos llenar
por su amor. Esta música acompaña los distintos momentos de una Asamblea de Oración: a
través de la alabanza y la adoración podemos llegar a la contemplación.

La música para crear un ambiente


A través de la música de ambientación se trasmite un mensaje de Dios. Este tipo de música crea
un ambiente de alegría y de fraternidad que nos dispone al encuentro con el Señor y con los
hermanos. Por eso promueve la participación de todos en una experiencia gozosa y rítmica.
La música que sana y libera
Es aquella que refuerza la petición que se hace al Señor para que sane nuestro corazón y nuestro
cuerpo y nos libere de todo aquello que nos aparta de Él. Todo esto debe darse en un ambiente
de oración, de súplica confiada y de fe en el poder de Dios.
La música para evangelizar
Es la que se utiliza para trasmitir un mensaje netamente evangelizador y que apoya la
predicación previa. En este artículo trataremos especialmente de este tipo de música.
OBJETIVO DE LA MÚSICA PARA EVANGELIZAR
Su principal objetivo es llevar a las personas al encuentro vivo y personal con Dios.
Por eso la música que evangeliza tiene como fundamento y base la proclamación del Kerygma,
es decir, las cinco verdades fundamentales de nuestra fe:
Dios te ama.
El pecado te impide experimentar el amor de Dios.
Jesucristo vino a salvarte del pecado.
Reconoce a Jesús como tu Señor.
Recibe la promesa del Espíritu Santo.
¿CUÁL ES EL ESQUEMA DEL KERYGMA?
El Kerygma es un proceso de cinco pasos; son las cinco verdades más importantes de nuestra fe.
A continuación, te describimos ese proceso en una forma muy simplificada, y te ofrecemos unos
videos que te pueden servir como ejemplo. Primero se hace una breve predicación de cada una
de las verdades y luego un canto que ayude a las personas a interiorizar lo escuchado.
Estos videos son de una evangelización en las calles de San Luis Potosí, pero el mismo esquema
puede hacerse en un concierto, por ejemplo.
Primera verdad
Llevar a las personas a un encuentro con el amor de Dios: «Con amor eterno te he amado, por
eso he reservado gracia para ti…» (Jr 31,3).
Segunda verdad
Ayudarlas a tomar conciencia de la realidad del pecado y sus consecuencias: «La paga del pecado
es la muerte…» (Rm 6,23).
Tercera verdad
Presentarles la obra salvadora de Cristo: «No hay otro Nombre dado a los hombres por el que
podamos ser salvados…» (Hch 4,12).
Cuarta verdad
Guiarlas a que descubran la necesidad de reconocer a Jesús como Señor para entrar en la
salvación: «…para que al Nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en los
abismos; y toda lengua confiese que Jesús es el Señor, para la gloria de Dios Padre…» (Flp 2,10-
11).
Quinta verdad
Invitarlas a acoger a la Persona del Espíritu Santo, a orar para invocarlo y pedir sus dones, para
que se dejen vivificar y guiar por Él: «Y yo rogaré al Padre, y Él les dará otro Paráclito para que
esté siempre con ustedes…» (Jn 14,16).
ANTES DE EVANGELIZAR CON LA MÚSICA
Debes saber que antes de cantar y de tocar es necesario afinar los instrumentos, pero sobre
todo los corazones. Esto significa que para que en verdad puedas evangelizar con la música,
además de preparate técnicamente (estudiar qué canto es apto para cada momento, ensayar,
preparar la predicación, etc.) es necesario que te prepares también espiritualmente.
¿En qué consiste esta preparación espiritual?
Así se preparan los guerreros de Dios…
 Tener tiempos especiales de oración para pedirle al Espíritu Santo que derrame su
unción en tu voz y en tus manos.
 Intensificar la vida sacramental.
 Ayunar.
 Interceder por todas las personas a quienes vas a evangelizar con tu música.
Si quieres que tu música sea verdaderamente evangelizadora deberás pasar los días orando,
cantando y preparándote. Solo de esta manera el mensaje que transmitas con ella transformará,
por la acción de Dios, los corazones de los hombres.
Y cuando te presentes a cantar y a tocar en público podrás decir con el salmista: «Mi corazón
está dispuesto, Señor… Voy a cantar y a tocar para Ti…» (Sal 108,2).
Músicos evangelizadores: guerreros de Dios
Debes ser consciente de que la evangelización es una lucha, una batalla con el enemigo. A través
de tu música tú le estarás arrebatando almas al diablo para entregárselas a Cristo.
Por eso como músico evangelizador necesitas una formación firme y constante. Solo así podrás
ser un guerrero de Cristo y conquistar las almas para Dios.
En el Ministerio de Música deberán vivir una disciplina firme y fuerte. Esta disciplina debe
fundamentarse en el amor a Dios, ya que es con Él con quien cada miembro del Ministerio se ha
comprometido.
La vida de fraternidad en el Ministerio de Música
La mejor arma en esta lucha será vivir una intensa y verdadera fraternidad. Y así como diversas
notas forman una bella melodía, la diversidad de carismas y dones dentro del Ministerio de
Música, puestos incondicionalmente al servicio del Señor y de los hermanos, será toda una
riqueza.
De este modo podrán hacer realidad lo que Jesús nos pide: «Sean verdaderamente uno para
que el mundo crea…» (Jn 17,21).
Disciplina y orden
Como hemos visto, la armonía en las relaciones es indispensable para servir al Señor. Pero nunca
podrá haber armonía si no hay obediencia y subordinación activa a quien nos dirige. Esto implica
de parte de cada uno una buena dosis de fe y de madurez cristiana.
Además, el Ministerio de Música debe vivir estas formas de orden y disciplina:
 Puntualidad
 Orden
 Compromiso
 Disciplina en el estudio de la música
 Formación como músicos
 Formación cristiana
 Espiritualidad personal
Si carecemos de alguno de estos elementos muy probablemente cantaremos, pero nuestra
música no cambiará el corazón de nadie. Recuerda que al evangelizar debes ser consciente de
que entras en un combate.
MÉTODO DE EVANGELIZACIÓN:

https://www.youtube.com/watch?v=9T8gFt4SU90 MORAT – MI SUERTE

https://www.youtube.com/watch?v=KAANzS240rM Sebastián Yatra, Camilo - En Guerra

https://www.3er-congresofranciscanomisionero.org/blog/evangelizar-a-trav%C3%A9s-de-la-
m%C3%BAsica
https://fidesdiariodigital.com/2018/08/08/lanzan-mucha-luz-un-proyecto-para-dar-a-conocer-
la-musica-catolica/

TEMA 3: LLEGANDO A DIOS CON LA MÚSICA

John tenía en sus manos todas las características para ser un músico, un compositor o un
productor musical de primer orden. Nació en St. Louis, Missouri, lo cual ya casi le hace llevar en
la sangre el blues y el jazz. Un lugar donde los mejores músicos norteamericanos han vivido, en
donde maduraron o en donde han tenido algunos de sus mejores éxitos. Además, John estudió
Producción musical en Nashville, Tennessee, la “Ciudad de la música”. Sin embargo, Dios se le
hizo el encontradizo una noche estrellada, junto a un lago, y le hizo una propuesta mucho más
prometedora: seguirle de cerca como sacerdote. Hoy, el hermano John Klein sigue vinculado a
la música tocando en las calles de Roma, promoviendo sus canciones en las redes sociales,
grabando algún disco y, siempre que puede, y suele poder muchas veces, tocando en encuentros
juveniles, adoraciones eucarísticas y allí en donde quieran escuchar su música evangelizadora.

Ya ha terminado teología y, si todo va bien, se ordenará sacerdote en breve. Klein ha dedicado


un tiempo para hacer un breve repaso sobre la relación tan importante que hay entre música y
evangelización para este aspirante al sacerdocio: “Para mí es muy clara cuál es mi vocación: lo
primero ser santo, un santo religioso y un sacerdote Legionario de Cristo. Esto es lo que más
deseo y espero con interés. Me visualizo como sacerdote escuchando confesiones, celebrando
la misa, predicando… No hay nada más importante que esto, pero también es verdad que la
música es una herramienta que me ayuda a predicar y enseñar a otros cómo es de grande y
emocionante el amor de Dios y la misión a la que nos invita”.

“Dios me ha dado este don –explica el religioso- y por eso lo utilizaré tan a menudo como pueda.
Todos nuestros dones y talentos deben ser puestos al servicio de Cristo y de la misión, y es allí
donde se encuentran su cumplimiento y perfección”.

En realidad, le preguntamos, esto es algo que ya hace ahora: “Bueno, sí. Cada jueves toco en
una Hora Santa para jóvenes, en inglés, en el centro de Roma. La Hora Santa y el apostolado se
llaman UpperRoom. Y también participo en unas misiones callejeras en Roma: las llamamos
StreetFaith y en ellas la música es una oportunidad para establecer contacto con la gente, hablar
de Cristo e invitarles a pasar a una iglesia en la que pueden hacer un rato de adoración,
confesarse, hablar con algún sacerdote… Es llevar la fe a la calle”.

No es algo nuevo en él, antes de entrar en el seminario, en Nashville, tuvo una fructífera relación
con grupos musicales protestantes. En aquella época, sin dejar de ir a Misa, comenzó a asistir a
sus estudios de la Biblia. Allí empezó a tener contacto con la música cristiana: “Aquellos jóvenes
tenían un amor más sincero a Cristo que yo, así como un enorme valor a la hora de vivir su fe en
público. Empecé a escribir y tocar música cristiana con algunos amigos bautistas que había
hecho e, incluso, les acompañé en alguna gira Nashville y Mississippi”.

Es lo que dijo Dostoievski en su día, y lo que repite el H. John: “Creo que la belleza tiene una muy
poderosa fuerza evangelizadora. La Belleza no te fuerza, siempre es una invitación suave. Cada
amanecer, cada noche estrellada, cada cascada o montaña nevada es una amable invitación a
levantar nuestras mentes en busca de nuestro creador. También dan testimonio de la ternura y
la bondad de Dios. Lo mismo se aplica a las artes humanas. A través de la pintura, la escultura,
la danza, la música… tratamos de imitar y perfeccionar la belleza que se descubre en la
naturaleza”.

Para este religioso, la música es un potente transmisor de la belleza y una forma de conectar
con Dios: “Si ves una presentación de diapositivas con las imágenes de tu último viaje de
vacaciones, seguro que trae buenos recuerdos. Pero si las ves con música, los recuerdos vienen
a tu mente de una manera emocionante y completamente nueva”. “La música añade otra
dimensión –nos explica con interés este músico religioso-: nos conecta a la dimensión espiritual
de nuestra naturaleza, y allí descubrimos a Dios dentro de nosotros”.

“Mi misión es llevar a Cristo a los demás y la música es una de las herramientas que Dios me ha
dado para llevar a cabo esa misión”, señala con convencimiento. Algo que vive especialmente
con los jóvenes: “La música ayuda a los jóvenes. Les inspira para encontrarse con Cristo y para
seguirlo de una manera más profunda. Además, la música es una gran herramienta para romper
el hielo con aquellos que están más lejos de Dios”.

Es algo que vive constantemente: “Toco en un montón de horas santas a las que me invitan. Me
gusta, porque la música prepara el alma para la oración, relajándolo y levantándolo a Dios.
Sucede algo maravilloso: la música se mezcla con la oración vocal delante de la Eucaristía. Es una
combinación poderosa que puede ser un catalizador para ayudar a los chicos a experimentar el
amor de Cristo de una manera más profunda”.

Pero no todo es adoración. John también compone para quienes están más alejados de Dios:
“Escribo canciones sobre mis experiencias de la vida y de Dios. El toco durante los retiros o en
momentos en que estoy con gente que no es cristiana o que no va habitualmente a la Iglesia.
Muchas personas, después de escuchar, se abren y empiezan a hablar contigo, se rompe el hielo
y comienza la conversación. Es todo un método de preevangelizacion”.

Le hemos preguntado que por qué conecta tan bien la música con los jóvenes, y nos responde
que “la música es algo emocionante, dinámico, energizante, estimulante y hermoso”. Y analiza
algo que no puede descartarse a la hora de tratar con ellos: “Los jóvenes desconocen todavía
quiénes son y tienen que decidir en qué tipo de personas se convertirán. Para ellos el futuro es
todavía muy abierto y las opciones son muchas. Ellos están buscando la belleza, la autenticidad,
ideales por los que vale la pena vivir y luchar... en una palabra, están buscando una verdadera
vida. Ahí es donde la música se adapta a sus vidas para ofrecerles inspiración, nuevos ideales,
los valores y la belleza”.

Es habitual verle al hermano tocando en la calle, colgando sus vídeos en las redes sociales, y le
preguntamos por estos escenarios tan particulares. “No me gusta cantar especialmente en las
calles porque es difícil y hay que ganarse un público. Ganar audiencia es duro. Cuando estoy en
la calle más que tocar música a lo que me dedico es captar la atención de los viandantes para
compartir una palabra con ellos acerca de Cristo después de la canción”.

Y sobre las redes sociales nos explica que “los medios de comunicación son oportunidades para
la evangelización. Es necesario llevar comentarios positivos, fotos y música inspiradora.
Tenemos que sembrar un montón de pequeñas semillas de esperanza en todos los medios
sociales. Dejemos que el Espíritu Santo haga crecer estas semillas, pero debemos hacer nuestra
parte por estar presentes y compartir libremente todas las cosas buenas que Dios está haciendo
en nuestras vidas”.
TEMA 4: COMO DEBE CANTAR UN CORO PARROQUIAL

En la mayoría de parroquias hay un coro o un ministerio de música que son los encargados del
servicio litúrgico durante los domingos en la Santa Misa, sin embargo, el coro o ministerio a
veces no cumple como debe ser su misión de ser músicos de Dios. A continuación, les dejaré 5
consejos, tanto litúrgicos como espirituales, para aquellos que le sirven a Dios a través de la
música.

1. Reconocer que somos instrumentos del Señor

Tal vez nos hemos topado en el coro con algún cantante o un músico que quiere ser la
estrella, el que salmodie solamente en Pentecostés, o en alguna otra solemnidad, aquel
que siempre quiere figurar en el coro, que su voz resuene más que la de los demás, el
que quiere hacer solos de guitarra en la misa, etc…
Para aquellos músicos, les quiero dedicar este primer consejo que es espiritual: la Santa
Eucaristía, no es un acto en el cual nosotros demostramos nuestros dotes y talentos a
los demás. Es un sacramento en el cual Cristo se hace presente, en cuerpo alma y
divinidad bajo las especies del Pan y del Vino. Por lo tanto, la misa no es un concierto. El
centro de la Misa es Cristo, la estrella es Él.
Para contrarrestar este problema, les recomiendo la oración de san Francisco de Asís:
«Señor hazme un instrumento de tu paz…» Si buscas la fama, los aplausos, los fans, estás
perdiendo el tiempo. Inviértelo en algo mejor, aunque no hay nada mejor que cantarle
a Dios.

2. Discernimiento
Como músicos de Dios, debemos discernir todo el tiempo, tanto en el diario vivir, como
en el servicio litúrgico, para poder cumplir con excelencia nuestra misión de músicos
católicos. Es difícil, pero no imposible, ser buenos músicos de Dios. Acudir
constantemente a los sacramentos, la lectura diaria de la Palabra de Dios y el rezo del
santo rosario es de vital importancia espiritual.
El discernimiento para los cantos se da siempre y cuando se abra el corazón a la acción
del Espíritu Santo antes y durante del servicio litúrgico. Discernir qué canto hacer para
que se relacione con las lecturas del día, con el Evangelio, con la reflexión del sacerdote.
La pregunta para discernir los cantos es: ¿qué quiere decirnos el Señor hoy? No
podemos realizar cualquier canto, el primero que nos llegue, o el que es más bonito.
Nada de eso. Los cantos, han de ser siempre producto de la inspiración divina en los
músicos y no de sus gustos personales.
Recuerda no convertir la Misa en un concierto, debes hacer bien tu trabajo, nunca te
alegres por hacer las cosas a medias, planifica siempre los cantos para el servicio y
tampoco critiques algún canto, porque es muy viejo o el ritmo parece fúnebre. Recuerda
siempre que es Dios quien habla cantando.

3. Ora y estudia
La oración es el combustible de nuestro corazón, sin ella, no podemos seguir el camino
en el Señor. Un cristiano que no dedique un momento de su día a la oración está
perdiendo su batalla espiritual. Debemos orar todos los días, comunicarnos con Dios en
todo lugar y en todo momento. No buscar excusas, para no orar. «Quien dice que no ora
por falta de tiempo, no le falta tiempo sino amor» (San Juan Pablo II).
¿Estudiar? sí hay que estudiar, pero… ¿estudiar qué? Música, liturgia, magisterio de la
Iglesia, vida de santos, hay mucho por estudiar. En el coro, se debe dar algunas nociones
musicales a todos los integrantes, se debe estudiar el Catecismo de la Iglesia Católica, el
Concilio Vaticano II, el «Musicam Sacram», entre otros documentos eclesiales, que
hablen sobre la música.

4. No ser superficiales
La misión de los músicos de Dios no es solamente cantar la misa, la hora santa, los
conciertos, etc. El coro debe enseñar a las demás personas, música y canto. De igual
modo también pueden dar charlas sobre liturgia y música –según el nivel de formación
que lleven– en otras parroquias a coros o ministerios que se están iniciando en este
hermoso servicio. Además procurar en realizar visitas a los ancianatos y hospitales para
llevar la alegría del Evangelio.

El coro también debe ayudar en la organización de procesiones en Semana Santa, las


novenas decembrinas, las fiestas patronales entre otras actividades parroquiales. El
coro o ministerio no solo canta la Misa los domingos.

5. Cantar al Señor, más que con la voz, con la vida misma

Cantemos al Señor el cántico del amor


«Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles. Se
nos exhorta a cantar al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo sabe lo que significa
este cántico nuevo. Un cántico es expresión de alegría y, considerándolo con más
atención, es una expresión de amor. Por esto, el que es capaz de amar la vida nueva es
capaz de cantar el cántico nuevo. Debemos, pues, conocer en qué consiste esta vida
nueva, para que podamos cantar el cántico nuevo. Todo, en efecto, está relacionado
con el único reino, el hombre nuevo, el cántico nuevo, el Testamento nuevo. Por ello el
hombre nuevo debe cantar el cántico nuevo porque pertenece al Testamento nuevo
Nadie hay que no ame, pero lo que interesa es cuál sea el objeto de su amor. No se nos
dice que no amemos, sino que elijamos a quien amar. Pero, ¿cómo podremos elegir, si
antes no somos nosotros elegidos? Porque, para amar, primero tenemos que ser
amados. Oíd lo que dice el apóstol Juan: El nos amó primero. Si buscamos de dónde le
viene al hombre el poder amar a Dios, la única razón que encontramos es porque Dios
lo amó primero. Se dio a sí mismo como objeto de nuestro amor y nos dio el poder
amarlo. El apóstol Pablo nos enseña de manera aún más clara cómo Dios nos ha dado el
poder amarlo: El amor de Dios dice ha sido derramado en nuestros corazones. ¿Por
quién ha sido derramado? ¿Por nosotros, quizá? No, ciertamente. ¿Por quién, pues? Por
el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Teniendo, pues, tan gran motivo de confianza, amemos a Dios con el amor que de él
procede. Oíd con qué claridad expresa San Juan esta idea: Dios es amor y quien
permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él. Sería poco decir: El amor es de
Dios. Y ¿quién de nosotros se atrevería a decir lo que el evangelista afirma: ¿Dios es
amor? Él lo afirma porque sabe lo que posee.
Dios se nos ofrece en posesión. Él mismo clama hacia nosotros: «Amadme y me
poseeréis, porque no podéis amarme si no me poseéis.»
¡Oh, hermanos! ¡Oh, hijos de Dios! Germen de universalidad, semilla celestial y sagrada,
que habéis nacido en Cristo a una vida nueva, a una vida que viene de lo alto,
escuchadme, mejor aún, cantad al Señor, junto conmigo, un cántico nuevo. «Ya lo
canto», me respondes. Sí, lo cantas, es verdad, ya lo oigo. Pero, que tu vida no dé un
testimonio contrario al que proclama tu voz.

Cantad con la voz y con el corazón, con la boca y con vuestra conducta: Cantad al Señor
un cántico nuevo. ¿Os preguntáis qué alabanzas hay que cantar de aquel a quien amáis?
Porque, sin duda, queréis que vuestro canto tenga por tema a aquel a quien amáis. ¿Os
preguntáis cuáles son las alabanzas que hay que cantar? Habéis oído: Cantad al Señor
un cántico nuevo. ¿Os preguntáis qué alabanzas? Resuene su alabanza en la asamblea
de los fìeles. Su alabanza son los mismos que cantan. ¿Queréis alabar a Dios? Vivid de
acuerdo con lo que pronuncian vuestros labios. Vosotros mismos seréis la mejor
alabanza que podáis tributarle, si es buena vuestra conducta».

De los Sermones de San Agustín, obispo (Sermón 34, 1-3.5-6; 41, 424-426).

Por último, les comparto una oración de san Ignacio de Loyola:

«Señor, enséñame a ser generoso; enséñame a servirte como mereces: a dar y no contar
el costo, luchar y no hacer caso de mis heridas, trabajar y no hacer caso de mis heridas,
trabajar y no buscar descanso, desgastarme y no pedir recompensa, más que conocer
que hago tu voluntad. Amén».

TEMA 5: DIFERENCIA ENTRE MÚSICA RELIGIOSA, SAGRADA Y LITURGICA


El tema “música” me resulta apasionante, y creo a muchos de nosotros, puesto que la música es
parte importante de nuestra vida, todos de alguna manera escuchamos, cantamos, estudiamos,
aprendemos la música. La música, ¡qué actividad tan antigua, qué arte tan antiguo! A veces sin
quererlo, una canción que está de moda, a las tantas veces, si no es que a la primera ya estamos
repitiendo su estribillo, o tarareando la melodía principal. Si Mozart hubiera escuchado
cualquier canción de moda (póngale usted el nombre), tal vez hubiera escrito la partitura
completa de un solo oído, como fue el caso en el que escuchó el Miserere de Allegri, en Roma,
cuya partitura estuvo reservada solo a los músicos de ese lugar sagrado. Mozart la escribió con
todas sus voces y sin error alguno, tan solo de oírla de una vez.

La música en la Iglesia, no es la excepción, siempre ha sido parte importante de la misma, y


puedo decir convencido que es en la Iglesia donde la música ha tenido uno de los más fuertes
empujes y evolución, por la seriedad con la que se le toma, por la naturaleza de los textos con
que es interpretada, por la calidad y cantidad de sus músicos, coros y compositores, ya que su
principal inspiración es la Sagrada Escritura, mas no la única pero sí muy vinculado a ella, ya que
también existe la tradición, la teología, la poesía, en torno a los misterios de Dios nuestro Señor,
de sus santos, en especial de la Santísima Virgen María, que ha sido el alma de innumerable
cantos.

Pero aún en la misma Iglesia, la música tiene sus distinciones, según la función que desempeña.
Podemos enumerar tres principales distinciones:
1. Música religiosa: tomamos la definición exacta de la Instrucción de la Sagrada
Congregación de Ritos, De musica sacra et sacra liturgia (1958): «Música religiosa es
cualquier música que, ya sea por la intención del compositor o por el tema y el propósito
de la composición, es capaz de provocar sentimientos piadosos y religiosos […] no está
habilitada para el culto divino, tiene una índole más bien libre, y no está admitida en las
acciones litúrgicas.» (n. 10). «Se inspira en un texto de la Sagrada Escritura, o en la
Liturgia, o que se refiere a Dios, a la Santísima Virgen María, a los Santos o a la Iglesia.»
(n. 9). Su utilidad consiste en «crear en las iglesias un ambiente de belleza y de
meditación que ayude y favorezca una disponibilidad hacia los valores del espíritu,
incluso entre aquellos que están alejados de la Iglesia.». Por lo tanto «pueden tener su
propio lugar en la iglesia, pero fuera de las celebraciones litúrgicas.» aquí cabe la música
para horas santas, retiros, actos de piedad como el santo Rosario o Via Crucis, música
para la evangelización y catequesis etc.

2. Música Sagrada: «Se entiende por Música Sagrada o música sacra, aquélla que, creada
para la celebración del culto divino, posee las cualidades de santidad y bondad de
formas.» (Musicam Sacram 4a), de donde nace, espontáneo, otro carácter suyo: la
universalidad. Debe ser santa y, por lo tanto, excluir todo lo profano, y no sólo en sí
misma, sino en el modo en que se ejecuta. Debe ser arte verdadero, porque no es
posible de otro modo que tenga sobre el ánimo de los oyentes el efecto que la Iglesia
desea lograr al usar en su liturgia el arte de los sonidos. A la vez debe ser universal, en
el sentido de que, aun concediéndose a toda nación que admita en sus composiciones
religiosas aquellas formas particulares que constituyen el carácter específico de su
propia música, éste debe estar de tal modo subordinado a los caracteres generales de
la música sagrada, que ningún fiel procedente de otra nación experimente al oírla una
impresión que no sea buena.» (Tra le sollecitudini 2). Bajo el nombre de música sagrada
se incluyen: el canto gregoriano, la polifonía sagrada antigua y moderna en sus diversos
géneros, la música para el órgano y otros instrumentos admitidos en la Liturgia y el canto
popular sagrado, o sea, litúrgico y religioso (cfr. MS 4b).
El Concilio Vaticano II nos dice: «La Iglesia no excluye de las acciones litúrgicas ningún
género de música sagrada, siempre que corresponda al espíritu de la misma acción
litúrgica y a la naturaleza de cada una de sus partes, y no impida la debida participación
del pueblo.» (MS 9). De acuerdo con este deseo del Concilio se compusieron numerosas
canciones de música religiosa en lengua vernácula pero no siempre se atuvieron a los
criterios de música sagrada y religiosa que exigía la Iglesia. No toda música sagrada
puede ser usada en las celebraciones litúrgicas. Por ejemplo hay misas hermosas
compuestas por grandes autores pero su tiempo se prolonga demasiado y en un
equilibrio de los ritos, hacen que se pierda el ritmo de la celebración. Hay otros cantos
muy hermosos pero que no evocan misterio litúrgico alguno. Necesita poseer ulteriores
requisitos, de naturaleza más externa, pero en ningún modo accidentales, que se
pueden resumir en el concepto de “funcionalidad litúrgica”.

3. Música litúrgica: una música verdaderamente litúrgica es la que interpreta el sentido


auténtico del rito, y que ha sido compuesta para tales fines; por ejemplo, procesión de
entrada (canto de entrada), Ritos iniciales (Señor ten piedad y Gloria) etc. lo hace
comprensible y, por lo tanto, permite y conduce a la implicación y a la «participación
activa» de los fieles. Es la que expresa el misterio que se celebra. Entre rito y música
tiene que existir una relación directa de compenetración. Sólo así la música puede
considerarse y convertirse en «parte necesaria e integral» de la liturgia. Del rito brota la
música más adecuada y directamente relacionada con lo que se celebra; y como los ritos
son muchos y de diferentes naturalezas, del mismo modo las expresiones musicales
serán diversificadas con el fin de exaltar el contenido ritual.
Partiendo de estas distinciones podemos componer y utilizar la música ya compuesta
adecuadamente, todo en su debido lugar. Realmente hay un lugar y momento para
todo. La música litúrgica ocupa un lugar eminente. La invitación es a aprovechar toda la
riqueza que tenemos en la Iglesia, y aquellos que tienen el don y el talento seguir
aportando, con sus nuevos tesoros, al patrimonio universal de nuestra santa Madre
Iglesia. Las redes sociales y el Internet son precioso medio de promoción, y aprendizaje,
de la buena música, Dios nos de la sabiduría para compartir estos dones.

TEMA 6: EL APOSTOLADO MUSICAL: UNA VOCACIÓN DE SERVICIO


EL APOSTOLADO MUSICAL: UNA VOCACIÓN DE SERVICIO Una meditación sobre la
importancia y profundidad del apostolado musical. Un llamado a la reflexión de quienes
desarrollan esta labor misionera tan influyente e importante.

Hace poco vi en un video acerca de la vida de los monjes benedictinos, cómo ellos, sin
ser panaderos, hacen pan, y sin ser agricultores, cultivan la tierra. Los benedictinos
tienen por lema “Ora et Labora” (“Reza y Trabaja”). Para ellos el trabajo está
directamente relacionado con su permanente vida de oración, y lo mismo la actividad
musical. Pero ¿cómo podemos aplicar el “Ora et Labora” al ministerio de la música en
la Iglesia?

La Carta del Santo Padre Juan Pablo II a los Artistas comienza con esta dedicatoria: “A
los que con apasionada entrega buscan nuevas “epifanías” (manifestaciones divinas) de
la belleza para ofrecerlas al mundo a través de la creación artística”. Esta Carta está
dirigida a las personas para quienes el arte es una actividad permanente, sean o no
consagradas y tengan o no un título profesional de artistas. Por lo tanto, el llamado a
servir a la música en la Iglesia no es sólo para las comunidades de vida consagrada, ni es
sólo un trabajo profesional de artistas.

Cabe preguntarse: para los músicos católicos ¿debiera ser siempre un trabajo
apostólico gratuito? Y en la vida práctica, ¿consideramos una misma misión apoyar el
canto en la liturgia, en la catequesis o en la pastoral que presentar música sacra en un
concierto y componer o grabar música religiosa, sea o no dentro de un templo? Creo
que en ello existe muchas veces una confusión de roles. Los católicos por lo general
tendemos a prescindir de los profesionales de la música; nos ponemos a su nivel y
pensamos que sólo basta la fe y la buena voluntad para cumplir bien con el ministerio
musical. En la medida que los respetemos como artistas y seamos para ellos
instrumentos de la justicia y misericordia del buen Dios, nuestras liturgias serán, cada
vez más y mejor, verdaderas celebraciones.

En la Constitución “Sacrosanctum Concilium” (del Concilio Vaticano II) que contiene un


capítulo entero dedicado al arte sagrado, leemos: “…Se recomienda, además, que, en
aquellas regiones donde parezca oportuno, se establezcan escuelas o academias de arte
sagrado para la formación de artistas…” (SC 127). Se trata, por lo tanto, de una vocación
especial, una vocación de servicio, que desarrollamos a partir de la propia originalidad,
pero unidos en comunión con la Iglesia, cuya cabeza visible es el Santo Padre.

Aunque el mensaje de Juan Pablo II y lo dicho en el Concilio están destinados a los


artistas en general, ya sea dentro o fuera de la Iglesia, el músico católico no busca “hacer
carrera” del servicio al canto religioso, pero sí necesita los medios y la formación para
llevar a cabo su misión. Y al respecto la hermana Glenda, cantautora chilena, religiosa y
psicóloga, perteneciente al movimiento de la Renovación Carismática Católica, aconsejó
a los músicos y ministerios musicales durante un encuentro en Puerto Rico: “que se note
que cuando cantes, canta un creyente que se ha encontrado con Dios. La música católica
es una música que nace para Dios y es para Dios. Si se vende bien, si no se vende, me da
igual; pero nació de mi corazón, del encuentro con Jesús. Que no se nos pierda el norte”

Y la misión de servir al canto en la Iglesia, ¿debe considerarse siempre como un trabajo


remunerado? Esto me recuerda lo que dice nuestro padre y fundador: “El que tiene
espíritu de familia no pregunta en primer lugar ¿qué recibo yo? sino ¿qué puedo y debo
regalar?” En ese contexto quisiera invitarles a reflexionar acerca del importante papel
de los músicos profesionales en la Iglesia de todos los tiempos: a orar por ellos, a darles
gratuitamente el espacio que les corresponde en nuestras comunidades, sin buscar en
primer lugar instrumentalizarlos. Muchos de ellos se han alejado de la fe (y algunos lo
han hecho luego de haber sido por muchos años el alma de las celebraciones litúrgicas)
por distintos motivos. No nos corresponde a nosotros juzgarles. Todos somos
pecadores, y en la Iglesia no debería sobrar ningún bautizado…

El hecho de cantar juntos en la Iglesia no nos convierte a todos en músicos. Para ser
católico no se necesita ser músico. Nuestra participación en el canto tiene más que ver
con la actitud interior, con “cantar en nuestro corazón”, que con la práctica musical
externa. No todos estamos llamados a ser parte activa del ministerio musical, pero sí a
participar, activa o pasivamente, en la oración cantada de la asamblea, de acuerdo la
realidad de cada cual.

Para evangelizar, dice la Hna, Glenda, hay que estar evangelizado. La misión de un
cantante católico es llevar la Palabra de Dios. Pero no se puede evangelizar si primero
no se ha recibido la buena noticia de Dios en el corazón. El apostolado musical (como
toda misión) es un llamado que debe ser discernido, nos dice. Debemos preguntarnos:
¿es verdad que Dios quiere para mí ese servicio? Esto tiene que ser confirmado, ojalá
por el párroco. En la teología católica, todo lo que realizamos es un servicio. Somos un
Cuerpo y cada uno de nosotros es enviado. Igualmente aconseja: nunca cantar algo que
primero no haya sido orado ni sentido en el corazón. No cantar nunca algo que cante
otro que primero no hayamos experimentado, ni orado, ni sentido, porque en la música
no se puede mentir.

También nos advierte acerca del auge y la fuerte presencia y difusión de la música
cristiana no católica en toda América Latina, cuyo modelo “es un poco comercial”.
Aunque ella no está en contra de la música protestante en nuestras radioemisoras, le
preocupa por la teología, la concepción de la Iglesia que hay detrás, que va infiltrándose
en nuestra mente, al igual que todo aquello que cantamos y rezamos. (Es lo que decía
también el P. Kentenich, al hablar de la importancia de integrar el subconsciente en
nuestra vida de alianza). Por eso la Hna. Glenda considera muy importante que la radio
católica apoye la música católica. Y ese es un llamado para todos los católicos, sin
excepción.

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