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6. Neurobiología y desarrollo cognoscitivo.

6.1. Neurodesarrollo de la atención.

6.2. Neurodesarrollo del aprendizaje y la memoria.

Podemos definir al aprendizaje como un cambio relativamente estable en la


conducta de los organismos que resulta de la experiencia (Loubon y Franco, 2010).
Para que se pueda dar dicho cambio, el sistema nervioso también debe sufrir
modificaciones.

Por otro lado, la memoria la podemos definir como la capacidad de adquisición,


almacenamiento y recuperación de la información (Marina, 2011). Es imposible
separar ambos procesos y más dentro del circuito neuronal, debido que la medida de
lo aprendido se relaciona con la memoria por la capacidad de consolidar el cambio
conductual.

Durante el proceso de memoria, la información es adquirida, o sea ingresa al


sistema a través de órganos sensoriales y es captada por las cortezas sensoriales
primarias, después se requiere consolidarla o almacenarla, lo que implica que sea
retenida temporalmente para posteriormente poder ser recuperada o evocada de
forma verbal o procedimental (Loubon y Franco, 2010). Cada vez que un recuerdo es
evocado, puede sufrir modificaciones.

La memoria se ha clasificado de distintas maneras, entre las más destacadas


se encuentra el modelo multialmacén de Atkinson y Shiffrin en 1968, que distinguía
tres estancias, la memoria sensorial,la cual dura pocos segundos y si no hay un
proceso atentivo se pierde; la memoria a corto plazo, la cual puede sufrir de saturación
por lo que la información puede ser fácilmente reemplazada por nueva, se requiere
de repetición para ser conservada; y la memoria a largo plazo, aparentemente la
capacidad es ilimitada y permanente. Posteriormente, a la memoria a largo plazo se
le fueron añadiendo subclasificaciones, dependiendo al tipo de información que se
almacena, uno de los modelos que mejor engloba todas estas es el propuesto por
Squire en 1992 (Loubon y Franco, 2010), quien junto a Kandel y Milner proponen el
siguiente esquema en 1998:
El modelo, propone una primera división, entre la memoria declarativa explícita,
que se refiere al tipo de memoria que puede ser expresado verbalmente y requiere
un esfuerzo consciente; y la no declarativa o implícita, que engloba a la información
que no se puede expresar verbalmente, nos damos cuenta de ella a partir de la
observación de la conducta, se asocia más con actividades motoras del cuerpo, y es
inconsciente.

Dentro de la memoria declarativa, Tulving define dos tipos (Loubon y Franco,


2010) la memoria semántica para hechos, conceptos, conocimientos escolares sin
ninguna referencia personal; y la episódica, que se refiere a los sucesos o
acontecimientos bibliográficos con una referencia personal y temporal. Las
estructuras que permiten la adquisición de ambos tipos de memoria declarativa, se
ubica en el lóbulo temporal medial.

El primer nivel de procesamiento, ocurre en las áreas sensoriales primarias,


que se encargan de procesar las características más básicas, luego pasan por un
procesamiento más complejos en las áreas de asociación unimodales y multimodales,
donde se integra para percibir los objetos como totalidades y con la información previa
que tenemos acerca de éstos (Loubon y Franco, 2010). Desde ahí, la información se
transporta a la corteza parahipocampal y a la perirrinal, después a la corteza entorrinal
de donde es enviada a la circunvolución dentada, hipocampo y al subículo que se
encarga de enviarla de regreso a la corteza entorrinal, para regresar a la corteza
parahipocampal y perirrinal y finalmente a las áreas de asociación en la neocorteza
de nuevo. Es importante mencionar que el hipocampo permite codificar y recuperar la
información almacenada en distintas áreas de la corteza cerebral pero no es un
almacén de memoria.

El hipocampo, que es la estructura más importante en la consolidación de la


memoria explícita, posee tres vías cada una de las cuáles es sensible a activaciones
previas, por lo que se dice que la repetición de estímulos de alta frecuencia aumentará
la amplitud del potencial postsináptico excitatorio en estas neuronas. A partir de esto,
se describe el Potencial a Largo Plazo (LTP) que se define como un incremento
sostenido de la eficacia de la transmisión sináptica tras estimular una vía aferente con
estímulos de alta frecuencia. Debido a su dependencia a actividad, especificidad de
las sinapsis activadas, su asociatividad y prolongada duración, se ha relacionado con
la base celular de la memoria a largo plazo (Loubon y Franco, 2010).

Los modelos actuales proponen que no existe un almacén general de memoria


semántica, cada vez que evocamos el conocimiento sobre un concepto la
recuperación se edifica a partir de distintos fragmentos de información, cada uno de
los cuales está guardado en almacenes de memoria especializados (Marina, 2011).
Como resultado, el daño en áreas corticales específicas puede conducir a la pérdida
de información específica y, por lo tanto, a la fragmentación del conocimiento.

Por otra parte, las áreas de asociación de la corteza frontal permiten recordar
dónde y cuándo ocurrió ese evento (Loubon y Franco, 2010). Cuando se produce una
lesión en estas áreas cerebrales se produce amnesia de la fuente, es decir que la
persona no recuerda el contexto espacio-temporal en que se codificó la información.

En cuanto a la memoria no declarativa o implícita, se considera que no


depende del hipocampo, si no del cuerpo estriado, que se encuentra en los núcleos
basales, relacionados con la ejecución de movimientos corporales.

Dentro de la memoria implícita, encontramos el priming, que consiste en la


preactivación de un nodo de información que facilita el procesamiento posterior de
nodos vinculados que ocurre a través de las conexiones en la neocorteza, por
ejemplo, presentar la palabra “perro” puede acelerar la velocidad de procesamiento
de la palabra “gato” presentada posteriormente (Loubon y Franco, 2010). También
dependiente de la corteza, encontramos el aprendizaje perceptual, que se refiere al
reconocimiento de estímulos ya conocidos, o sea la capacidad de crear gnosias, se
encuentra en distintas áreas corticales según la modalidad sensorial involucrada.

Otro tipo de memoria implícita es el aprendizaje asociativo o condicionamiento


clásico, que tiene sustratos anatómicos diferentes, dependiendo al tipo de estímulo y
respuesta que están implicados: si son emocionales se relacionan con la amígdala; si
son motores, con el cerebelo (Marina, 2011).

El último tipo de memoria implícita descrito por Squire, es el aprendizaje no


asociativo, refiriéndose a la habituación y sensibilización. La habituación implica la
inhibición de una respuesta por la presencia repetida de un estímulo, en ella
disminuye la cantidad y fuerza de las conexiones sinápticas; la sensibilización, sucede
cuando se presenta un estímulo aversivo y el organismo tiende a responder con más
fuerza, en este caso aumenta las conexiones sinápticas y la fuerza de éstas (Loubon
y Franco, 2010).
Como hemos visto, la memoria no se encuentra en un lugar específico del
cerebro, si no que depende de la función de distintas estructuras dependiendo del tipo
de memoria. En cuanto a la memoria declarativa, requiere del desarrollo del lenguaje
y la maduración del hipocampo, el cual comienza

6.3. Neurodesarrollo del lenguaje.

6.4. Neurodesarrollo del pensamiento.

Referencias.

Loubon, C., & Franco, J.(2010). Neurofisiología del aprendizaje y la memoria.


Plasticidad Neuronal. Archivos de medicina, 6(1), 2.

Marina, J. (2011). Memoria y aprendizaje. Pediatría integral, 15(10), 978-980.

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