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ÉSTE SOY YO
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Rafael Martínez Zaleta

ÉSTE SOY YO
ÉSTE SOY YO
Primera edición: Xalapa de Enríquez, Ver.
Junio de 2019.

Casa Editora: Ediciones, tratados y equipos S.A. de C.V.


Av. 20 de noviembre No. 591-A
Col. Badillo, Xalapa, Ver. C. P. 91045, México.

La participación de algunos personajes en estas historias está


muy ajena de la realidad. Cualquier semejanza es mera
coincidencia.

 Supervisión de producción:
Prof. Enrique Cuervo Carballo.
 Foto en portada: Sr. Rubén Murrieta Peña.
 Diseño de portada:
Marcos Cruz Morales “El Tlacuilo”.
 Contraportada - Viñeta “Llegando a Papantla”:
Aportación especial del Mtro. Teodoro Cano García.
 Diseño Tipográfico: Cristian Deivi Solano López.

Derechos reservados conforme a la ley, 2019.

Prohibida la reproducción parcial o total


de este libro por cualquier medio,
sin el permiso por escrito del autor.

Impreso en México – Printed in México.


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UNA BREVE INTRODUCCIÓN
DICIEMBRE DE 2017

Hoy es siete de diciembre, Día del Niño


Perdido. Su conmemoración hace referencia a un
pasaje bíblico, donde el Niño Jesús se extravía y
posteriormente es encontrado en el templo mayor
conversando con los sabios. Faltan exactamente 24
días para que termine el año.

Por alguna razón que desconozco me he acordado


de mi pueblo; de ese pueblo donde aprendí a
conocer la magia que encierra la aurora y el ocaso,
a escuchar la sinfonía de los pájaros anunciando el
milagro de un amanecer, a disfrutar el perfumado
olor de la vainilla, de los mangos, de los naranjos
cundidos de azahares y a percibir el canto de un
arroyuelo que, serpenteando su caudal bullicioso, se
pierde en la estrechez de la montaña.

Maravillas del pensamiento que hacen sentirme en


mi natal “Adolfo Ruiz Cortines”; en mí siempre
bella Papantla de Olarte, Veracruz, cuna del imperio
Totonaca. El Día del Niño Perdido me recuerda un
mundo feliz del que un día salí y nunca regresé.
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A Teodoro Cano García


Célebre escultor, muralista y pintor papanteco.

A la compañera de su vida.

La distinguida Señora.

Yolanda Azhalei Novela.

Con inmodificable afecto.


Rafael Martínez Zaleta

“Yo soy feliz con mi vida de pintor y jefe de


familia; necesitaba un lugar en donde dejar mis
recuerdos de paso por esta vida e hice de Papantla
mi propio monumento”

Teodoro Cano García


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“La gratitud no tan solo es una gran virtud,


sino es la madre de todas las virtudes.”

Mucho aprecio, en la culminación de esta


obra literaria, la valiosa colaboración de mi
gran amigo:

Lic. Alberto Sosa Hernández


Magistrado Presidente del Tribunal
Superior de Justicia del Estado y de la
Judicatura 2010/2016.

Noviembre de 2016
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ÍNDICE

Éste soy yo……………………….……… 15

El Tribunal de Paso de Victoria…………… 45

Un golpe de suerte…...…………………….. 68

Navidad en el barrio……………………….. 89
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ÉSTE SOY YO
_______________________________________ÉSTE SOY YO

ÉSTE SOY YO

E n el antiguo edificio del ayuntamiento todo


transcurría con normalidad y rutina de siempre;
sólo Don Armando Torres Almazán, Regente de la
Ciudad de México, se frotaba las manos de felicidad
por el éxito que había tenido la campaña de
reforestación realizada en el Distrito Federal. A
medio sexenio se habían plantado más árboles que
en todos los sexenios anteriores. Era la una de la
tarde cuando de pronto sonó el teléfono rojo, el más
importante de todos. Se dio cuenta de quién era la
llamada y de inmediato decidió contestar.
-Señor Presidente, buenas tardes, ¿cómo está
usted?, ¿en qué puedo servirle?
-Muy bien, muchas gracias, aparte de
felicitarlo por los buenos resultados que tuvo con la
plantación de árboles, quiero pedirle un favor.
Tengo entendido que en esa dependencia labora mi
distinguido amigo Anatolio M. Quinazco. Necesito
hablar con él, mándemelo en cuanto sea posible. Un
abrazo, mi querido licenciado.

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

-En el acto cumplo sus superiores


instrucciones, Señor Presidente.
Tan pronto como colgó el teléfono, el Jefe del
Departamento del Distrito Federal se dirigió a su
secretario particular.
-¿Colabora con nosotros un tal Anatolio M.
Quinazco?
-Parece que sí –contestó- pero no sé si sea el
mismo Quinazco que conozco; si es el mismo, se
halla en la dirección de personal.
-¡Búsquelo! Que venga a verme de inmediato.
En el segundo piso del viejo edificio estaba la
Dirección de Personal. Hasta ahí llegó
apresuradamente el licenciado Juan Domínguez
Guevara. Cuando lo vio el director salió a su
encuentro para saludarlo intuyendo que algo
importante estaba por suceder.
-Señor Director –le dijo de inmediato-, urge
localizar al licenciado Anatolio M. Quinazco, el
señor regente necesita hablar con él. ¡Es urgente!,
repito, se lo encargo mucho, señor director.
Cinco segundos después de haberse retirado el
secretario particular, el director llamó al privado a
su ayudante para manifestarle muy preocupado.

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-Localíceme de inmediato al licenciado


Quinazco, ¿Sabe dónde está?
-Pues más o menos –contestó el ayudante-
-Mire –dijo el director un poco incómodo- a
esta hora es probable que esté en “La Mundial”
-No, mi Lic., hoy es viernes y lo más seguro
es que esté en “La Ópera”, a él le gusta la birria.
Me voy rápido –dijo, casi al salir de la oficina.
-Que lo lleve mi chofer –alcanzó a decir el
director-.
-No, mi Lic., voy más rápido a pie, es fin de
semana y la hora del tráfico en la ciudad.
Diez minutos después el enviado llegó a “La
Ópera”. Efectivamente, en un rincón de aquella
famosa cantina se encontraba el Licenciado
Quinazco, quien con una amplia sonrisa saludó al
ayudante de su jefe inmediato, quien sin contestar el
saludo, le arrojó a quemarropa la orden:
-Lic. Mendoza, lo busca con urgencia el jefe,
Vámonos inmediatamente.
-La última y nos vamos –contestó el aludido.
-¡No, he dicho vámonos ya! –respondió
autoritariamente.

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A las 2:47 p.m. Anatolio M. Quinazco, después de


haberse reportado con el director de personal, se
presentó con el licenciado Torres Almazán.
-A su disposición, mi querido jefe.
-Amigo y paisano, Quinazco –tomándolo del
brazo y en un tono muy afable, casi familiar, se
expresó el regente- urge que se presente con el
Señor Presidente, le ha estado buscando…
Sabedor del requerimiento importante, en dos
minutos cruzó la esquina del zócalo y a las tres en
punto de la tarde ya estaba presente en el segundo
piso del Palacio Nacional. Un efusivo abrazo
remarcó el reencuentro de dos viejos amigos.
Habían sido condiscípulos en la primaria,
secundaria y en la escuela de bachilleres de Xalapa.
Pero ahora era el señor Presidente Don Adolfo
Tomás Ruiz Cortines, quien unos días antes había
asombrado a la opinión pública con dos iniciativas
de ley: un pronunciamiento para reconocer el
derecho de las mujeres al voto y otra para dar una
gratificación anual, una especie de aguinaldo a los
servidores públicos.
Después de las remembranzas de rigor y de platicar
de las variadas aventuras en las que fueron
cómplices, el presidente se dirigió a su fiel amigo de
antaño.
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-Mi estimado Anatolio, te tengo una buena


noticia.
-Adolfo Tomás, estoy a tus respetabilísimas
órdenes.
-Quiero que dejes de laborar en la regencia y
que te vayas a nuestra tierra, a Veracruz.
No terminaba de hablar el presidente cuando su
interlocutor lo interrumpió.
-Desde cualquier lugar se puede servir a la
patria.
-Dilecto amigo, quiero empezar desde el
principio; hace un rato recibí una visita de cortesía
de tres ilustres veracruzanos. En esta oficina tuve el
placer de saludar al licenciado Ignacio Altamirano,
a Leocadio Azúa y a Fidencio Velázquez. Todos
ellos dignos representantes de los tres sectores en
que está dividido nuestro partido: el sector popular,
el campesino y el obrero. Después de mencionar tu
decidida militancia por tantos años dentro del
partido, tu amplia experiencia política y otras
virtudes más, me pidieron en concreto que sea el
amable conducto para informarte que el partido,
nuestro partido, respalda invariablemente tu
candidatura para gobernar a nuestro estado, por lo
consiguiente, quiero que hoy mismo, sin ninguna

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excusa ni pretexto, te marches a Xalapa.


Naturalmente que antes de partir, quiero darte un
cariñoso abrazo para felicitarte y desearte mucho
éxito. Hasta pronto mi entrañable amigo.
-Adiós, señor Presidente, muchas gracias por
todas tus atenciones, estaré informándote de todo lo
que suceda. Soy tu primer incondicional, amigo
Presidente.
Un apretón de manos selló el compromiso de
aquella histórica conversación.
De regreso al edificio de la regencia, sobre la
plancha del zócalo, caminaba hablando y riéndose
solo; se sentía inmensamente feliz. La vida le había
cambiado de un día para otro, mejor dicho, le había
cambiado en unas cuantas horas. Su futuro político
era prometedor, sin tener que levantar un solo dedo,
sin hacer tediosas antesalas, sin publicidad, sin
haber aparecido en ninguna columna política,
¡vamos!, sin gastar un solo peso, ni siquiera haber
visitado Xalapa o haber disfrutado un exquisito café
en “La Parroquia”, como era usual entre los
políticos.
Al llegar a la oficina del regente, éste ya lo esperaba
en la puerta. Lo abrazó y con una amplia sonrisa se
dirigió a él efusivamente.

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-Mi querido licenciado Quinazco,


seguramente ya trae en la bolsa alguna diputación
federal.
-No, mi estimado jefe, un poco más arriba.
-¿Una senaduría acaso?
Muy emocionado el licenciado Quinazco contestó,
-Parece que voy a la grande de mi Estado,
participaré en los próximos comicios como
candidato a gobernador.
Sorprendido, el regente preguntó:
-¿Y el senador Rodríguez LLorente?
-Pues creo que otra vez se quedó en el camino. Yo
pienso que la política es de oportunidades y quiero
aprovechar la que ahora se está presentando. Como
usted sabe, operé mi imagen con un bajo perfil y eso
me ayudó mucho. Basta recordar lo que dijo en el
altiplano el apuntalado líder obrero: “El que se
mueve, no sale en la foto”.
Entraron a la oficina del regente, quien le comunicó
que había recibido instrucciones de apoyarlo. Le
entregó un cheque, que representaba el finiquito por
su prestancia y devoción con que había servido a la
noble institución que ahora lo despedía.

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-Como verá usted, es el doble de lo que le


corresponde y además le hago la promesa de que
recibirá íntegro su sueldo mensual hasta en tanto
no tome posesión de su nuevo encargo.
Iba a protestar Anatolio, cuando el licenciado Torres
lo contuvo:
-¡No se preocupe, en política todos hemos
pasado por esto!
Con un abrazo y los mejores deseos terminó la
singular entrevista.
A las seis de la tarde, boleto en mano, ya estaba en
la terminal de Buenavista disponiéndose a partir con
destino a Xalapa. “La Extra”, publicación de la tarde
del periódico Excélsior, ya sacaba en su primera
plana a ocho columnas, quién era el bueno para
Veracruz.
Apenas había cruzado las goteras de la ciudad el casi
candidato al Gobierno del Estado, cuando se
desencadenó una tormenta que puso al borde de la
catástrofe a la ciudad de México.
En la madrugada, cuando llegó a Xalapa, no sabía a
dónde dirigirse. Fue recibido por el incesante “chipi
chipi” envuelto en una densa niebla. Optó por llegar
al hotel México, privilegiado por la clase política,

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donde permaneció mientras se desarrollaban los


pormenores de su propuesta electoral.
Un lunes abrileño, en la convención estatal priista,
fue declarado formalmente candidato a Gobernador
del Estado. Ningún otro contendiente se registró,
por lo que fue considerado candidato de unidad.
El Presidente del PRI estatal diligentemente dirigió
su campaña visitando todos y cada uno de los
municipios, dejando para después la visita a los
pueblos pequeños. Las elecciones fueron puro
formalismo: el licenciado Quinazco arrasó en la
votación y en su momento fue declarado gobernador
electo para tomar posesión el primero de diciembre.
Mientras llegaba el día de su asunción, aprovechó
para integrar su gabinete con el asesoramiento del
Presidente del PRI, quien por supuesto a pulso se
había ganado la Secretaría de Gobierno.
Pasaron los días y un martes decembrino, a las siete
de la mañana en punto, un taxi se estacionó frente a
la puerta principal de Palacio de Gobierno. Iba a
descender el pasajero, pero un agente de tránsito lo
impidió:
-¿Qué no ve el disco de no estacionarse aquí,
señor conductor? –dijo de manera imperativa al
ruletero.

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-¿Y no ve usted que este señor es el nuevo


Gobernador del Estado?
-Y si es el Gobernador, ¿por qué no entra por
la calle de Zaragoza?, ahí está su estacionamiento.
-El señor Gobernador entra a palacio por
donde le da su regalada gana –sentenció el altivo e
iracundo taxista.
-Pues si es el gobernador ¡Adelante!, pero
usted cuide su vocabulario, no vaya a perder la
concesión…
-Y usted sea más atento con los jefes
supremos, no vaya a perder la chamba.
Y aludiendo al oficial de tránsito con mordaz ironía,
se expresó terminante:
-Nada más eso faltaba, mi jefe, que un pinche
tamarindo nos quiera dar órdenes.
Después de habérsele pagado la carrera, con su
respectiva propina, rayando en la zalamería
presuroso el taxista abrió la puerta para que bajara
el alto funcionario.
… Acosado por una helada ventisca, muy propia de
ese mes, el más distinguido de los servidores
públicos del estado, ingresó gustoso a palacio donde
amablemente fue recibido por el encargado de hacer
el aseo en la planta baja.
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-¿Qué se le ofrece?
- Perdone, amigo, ¿la oficina del señor
gobernador?
-¡Újule!, es muy temprano, todavía no hay
atención al público, aunque parece que hace rato
alguien subió; aquí la gente comienza a llegar como
a las nueve y el gobernador… a la hora que él
quiere.
Mientras platicaban, el humilde afanador que no
cesaba en sus labores, le pidió al educado y fino
ciudadano.
-Hágase a un ladito, por favor señor, para
limpiar ese lugar.
-¡Oiga!, amigo, …disculpe que insista,
¿dónde está la oficina del Gobernador?
-Subiendo por la escalera derecha a mano
izquierda, hasta el fondo.
-¡Muchas gracias, muy amable!
-¡Señor, señor! –Suplicaba el de intendencia-
nada más váyase por la orillita para que no me
ensucie el piso…
Al subir las escaleras, una espontánea mueca de
desagrado se dibujó en el rostro del gobernante.

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No había dado dos pasos en una de sus oficinas,


cuando fue recibido con desmedido afecto por el
licenciado Fernando Castellanos, el mismo que
durante los dos últimos sexenios había ocupado el
puesto de secretario particular. Se encaminaron
hacia la oficina del gobernador y estuvieron
conversando durante dos horas; el nuevo
mandatario quería enterarse de la situación del
estado, de los problemas, de los pendientes, etcétera.
Al término de la plática, ya estaba enterado casi de
todo. El particular supo ganarse su confianza y fue
ratificado en el puesto. De pronto dijo el ahora
titular del ejecutivo:
-Mira, Fernando, ya que entramos en
interioridades, deseo confiarte que estoy muy mal
económicamente, la campaña me dejó casi en la
ruina.
-¡Pero cómo, Señor Gobernador!, si la
campaña se financió con los fondos de la Tesorería
del Estado y yo recibía copia de todos los gastos.
-Sí, pero mira, había gastos que no se podían
comprobar y entonces tenía que hacer uso de mis
escasos recursos, por eso quería ver si me podías
hacer un vale por unos diez mil pesos para salir del
apuro, por mientras, ¡Claro!, yo lo autorizo.
-No, mi gober, eso si no se puede.
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-¡Ah!, se me olvidó decirte de otros gastos,


como las tortas y refrescos de los acarreados y los
viáticos para los peces gordos del periodismo. ¿Por
qué dices que no se puede lo del vale? ¿Acaso no
soy yo la primera autoridad en el estado?
-Señor Gobernador, permítame explicarle,
los dineros del presupuesto se manejan con mucha
honradez; sin embargo, se obtienen ingresos
adicionales en la adjudicación de obras, por
aportaciones de los empresarios o de los políticos
que desean una candidatura, además de las
adquisiciones que hacemos. Todo esto dicho en
cuatro frases, pero en el terreno de los hechos es
mucho dinero.
***
En la antesala de la oficina del señor Gobernador,
pacientemente aguardaba una persona de tez
morena, blanco sombrero donde se cobijaba un
rostro serio, de nariz recta, mirada serena y labios
delgados; su semblante reflejaba el modelo típico
de la orgullosa etnia totonaca.
***
-Precisamente ahorita le iba a plantear un
asunto importante; ¿no sé si vio en la sala de espera

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a un señor chaparrito, moreno, tocado con un


sombrero blanco de palma?
-Sí lo vi, me saludó muy respetuoso.
-Pues este señor es de Papantla y lleva siete
días esperando.
-Natural de la tierra de los voladores… y ¿en
qué le podemos servir?
-Quiere promover a su yerno para una
diputación por ese distrito.
-Si es así, pues dile que vaya a ver al
Presidente Estatal del PRI, y como dijo mi paisano,
yo no tengo vela en este entierro.
-No, mi jefe, el procedimiento no es así.
-¿Pues, entonces cómo?
-Usted tiene que poner su firma en el historial
político del candidato y a su vez, el candidato le
tiene que entregar a usted la aportación en efectivo
que haga al partido. El cincuenta por ciento son
para sus gastos personales y el otro cincuenta para
la militancia.
-¿Y a poco en ese pequeño morralito que trae
le cabe tanto dinero?
Pero cambiando rápido de parecer instruyó:

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-¿Y si tiene siete días esperando, que te detiene para


hacerlo pasar?
Entra a la oficina Don Eucario Pérez, que así se
llamaba el interfecto, se quita el sombrero y con una
discreta inclinación caravanea frente al titular del
Poder Ejecutivo del Estado.
-Muy buenos días, señor, muchas gracias por
haberme recibido, yo lo conocí en el Barrio de la
Santa Cruz, cuando hizo el favor de visitarnos en su
intensa campaña política por la región de Papantla.
Por cierto, me gustó mucho su discurso.
Se acerca y bajando la testa ligeramente, saluda de
mano al señor Gobernador.
-Agradezco sus palabras, señor Pérez Vega,
es usted muy amable; ahora dígame, en que lo
puedo ayudar, me han informado que tiene días
esperándome.
-Con su honrosa licencia, señor, pero ya
entrando en materia, le diré que mi yerno Nicandro
Átzin Malpica desde hace mucho tiempo abriga el
sueño de servir a nuestro pueblo a través de una
diputación, pero ese sueño no se puede convertir en
realidad porque el cacique de allá, Don Victoriano
Gutiérrez, ya le agarró “tirria”, seguramente

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porque nosotros no le vendemos la vainilla al precio


que él nos la quiere comprar.
Cabizbajo, con la mano en la frente y cerrando los
ojos, el gobernador fingió concentrarse en su
primera intervención como mandatario, enseguida
levantó el rostro y se quedó observando la figura del
Lic. Benito Juárez que pendía de la pared; después
de breves minutos que se antojaron muy largos para
quien ansioso esperaba la respuesta, sentenció:
-¿Tú me respondes por tu yerno?
-¡Seguro!, mi señor, los papantecos somos
gente de fiar. Hace muchos años, en tiempos de la
guerra por la independencia de México, Don
Serafín Olarte, nuestro paisano, puso en alto la
lealtad y el honor de nuestra tierra.
-Su respuesta ha sido muy elocuente Don
Eucario, ahora permítame las hojas del historial
político de su yerno para que lo autorice. Ya hizo la
aportación con mi secretario ¿Verdad?
-Sí señor, también ya le entregué al
licenciado Castellanos la figura de vainilla que
había prometido, pero historial político no tiene,
éste sería el primer puesto público que ocuparía.
-Bueno, dígale a mi secretario que venga y
usted espérenos en la recepción.
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El hábil secretario hace acto de presencia.


-A sus órdenes, jefe.
-Oiga licenciado, ¿cómo es posible que me
traiga una candidatura que ni siquiera tiene
currículum político?
-Ese no es problema, mi gober. Espéreme
cinco minutos y ahorita lo resuelvo.
El secretario particular recurre a los archivos, revisa
los historiales presentados por otros candidatos y
elige uno:
-Pedro Antonio García, Delegado Agrario en
Sombrerete, vocal de la CNC en la congregación de
“El Aguacate”, miembro distinguido de la
asociación de vainilleros, jefe de inspectores de
centros nocturnos, supervisor de vinaterías e
integrante de los locatarios del mercado
municipal…
-No hay vuelta de hoja, –murmuró el
experimentado secretario-, nomás le cambio el
nombre, porque la edad sí coincide, le saco copias
fotostáticas y ya está.
Entra apresurado a la oficina de su jefe y le informa:
-Aquí tiene el historial, sólo firme las tres
hojas y con su respetable autorización le entrego los

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documentos firmados a nuestro amigo papanteco, le


doy a usted la aportación para sus gastos y el resto
se lo llevo al Presidente del PRI. Lo dejo solo, mi
gober, aprovechando que, en su primer día, como
lo marca la tradición política, no debe recibir
llamadas, ni a nadie de su gabinete.
Una hora después, el secretario regresa a la oficina
del Gobernador y éste lo recibe sonriendo,
mostrando un excelente humor.
-Estimado Fernando, cuando tengo
problemas económicos me molesto fácilmente. Pero
ahorita estoy muy contento, muy animado. Y a
propósito, ¿hay algún lugar en esta oficina donde
me pueda tomar la primera?
-Claro, jefe –bajando la voz dijo el licenciado
Fernando Castellanos- atrás de su escritorio está un
librero, lo empuja y esa entrada corresponde a la
cantina personal. ¿Desea un brandy, un ron o un
tequila?
-Un tequila, Fernando – lleno de júbilo
aprobó el gobernador-
-Tengo un buen tequila, señor, es un
Herradura Añejo, ¿qué le parece?
El secretario diligentemente le acerca la copa y
gustosamente también se sirve una.
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-Perfecto, ahora sí podemos platicar a gusto.


Estoy muy satisfecho y muy orgulloso por
pertenecer a un partido que después de la
Presidencia de la República, es el legado más
importante que nos dejó la revolución. Tenemos que
aceptarlo, el PRI abanderó y sigue abanderando las
causas más nobles del pueblo mexicano.
El jefe del ejecutivo se extiende en el tema…el
subordinado le interrumpe.
-¿Otro tequila, señor?
-¡Otro tequila, Fernando! Para aclarar la
garganta y el pensamiento…
...toda la infraestructura que tiene el país, se
debe a nuestro partido a través de sus gobernantes.
Ellos han construido carreteras, puentes, presas,
escuelas, hospitales y han introducido servicios
como electrificación, agua potable e inversiones al
campo. El PRI, quiérase o no, es la única institución
política que ha hecho leyenda en México.
-O sea, licenciado, ¿que el país tiene una
gran deuda con el partido?
El Lic. M. Quinazco entornó la mirada, disipó sus
ínfulas de poder y dándole a su apariencia un toque
de humildad que estaba muy lejos de sentir,
pausadamente afirmó:

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-Asi es mi estimado Fernando, tenemos una


gran deuda con el partido.
-Oiga, mi gober, acá en confianza como usted
dice, ¿nunca tuvo temor de perder las elecciones?
-No, mi comedido asistente. En México el
encargado de hacer las elecciones es el partido,
entonces, ¿cómo vamos a perder? El Secretario de
Gobernación, que también es del partido, a través
de una dependencia bajo su mando, organiza las
elecciones…
- ¿Otro tequila, mi jefe?
- ¡Otro tequila, Fernando! Y salud por tu
nuevo nombramiento que además lo tienes bien
merecido...
Se hace un espacio para que jefe y colaborador
choquen con mucho agrado las rojas copas de fino
Baccarat.
-Como te venía diciendo, el Secretario de
Gobernación organiza las elecciones y en un tiempo
prudente da a conocer los resultados.
-Quiere decir –comentó el particular- que el
gobierno convoca, realiza y da los resultados, luego
entonces es juez y parte.
-Mira, Fernando, en esto para nada tienen
que ver las leyes, ¡esto es política! Aquí adquiere
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vigencia la costumbre del poder, eso es lo que le da


fuerza al sistema y no puede ser de otra manera. Es
la gran herencia que nos dejó la revolución y ya ves,
hasta los rusos nos la han querido copiar.
Ya para esas horas, la conversación se había
prolongado, el contenido de la botella de tequila
había disminuido y sutilmente daba a conocer sus
naturales efectos….
-Mi respetado y respetable jefe, en primer
lugar, quiero decirle que yo lo admiro y me honra
mucho su titularidad ejecutiva, pero creo que con el
tiempo va a cambiar este estado de cosas, habrán
de nacer nuevos partidos de izquierda y los
principios de Demetrio Vallejo y Valentín Campa
adquirirán vigencia. Podría ser que algún día el
congreso federal conforme un instituto
independiente que se habrá de encargar de los
procesos electorales y leyes que lo sustenten, y
entonces las cosas políticas se podrían poner color
de hormiga, bueno, eso es lo que pienso, dicho sea,
con todo respeto.
-Se me hace que ya se te subió el tequila,
Fernandito; cómo es posible que digas esas cosas,
según tú, ¿ya no podría nombrar a los diputados
locales?, ¿ni designar a los presidentes
municipales? Supongamos sin conceder que el

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

congreso nombre a las autoridades electorales;


pero recuerda que en el congreso el partido tiene
una amplia mayoría y ¿a quién crees que va a
comisionar para organizar estos eventos?, pues a la
gente del partido y así seguiremos viento en popa,
promoviendo la democracia. Tomando siempre en
consideración por supuesto, que la democracia
propone los medios, pero no garantiza los
resultados…
Mientras tanto, nuestro amigo papanteco ya había
pasado al PRI estatal a dejar las cartas credenciales
de su yerno y pacientemente ocupaba un asiento de
autotransportes Papantla en la única corrida de ese
día. Después de un largo e incómodo viaje llegó a
las tres de la mañana a su destino. Muy contenta lo
recibió su consorte, con exclamaciones altisonantes
dichas en castellano y totonaco. Al oír el alboroto
que había en la sala se despertó el yerno y con
exageradas demostraciones de afecto fue al
encuentro de su benefactor y padre político.
-Mira –le dijo- aquí traigo el documento que
va a realizar tu sueño, ese sueño de ayudar a tu
pueblo. Es el consentimiento que te va a otorgar la
diputación local; te entrego tu historial firmado por
el mismísimo gobernador del estado.

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Empieza a leer el yerno y con mucha emoción le


pregunta.
-¿Y todo lo que dice aquí soy yo, papá
suegro?
-Claro que eres tú, hijo mío –contestó Don
Eucario Pérez, quien no pudo evitar una
exclamación de alegría, escapando de su boca el
relumbrante brillo de unos dientes uniformemente
engarzados en oro.
- Que bueno que soy yo, pues estoy listo papá
suegro ¡Estoy listo para ir en busca del voto
popular!
Sin pensarlo, al recibir sus supuestos antecedentes
políticos, emocionalmente turbado, corrió a la
recámara de su esposa exclamando:
-¡Vieja, vieja!, lee por favor esto que me
acaba de entregar tu papá, éste soy yo, ¡éste soy
yo! Con la mano izquierda sostenía su semblanza
curricular y con la derecha se golpeaba el pecho-
¡éste soy yo! ¡éste soy yo!¡Jaé akit! ¡Jaé akit!...
Dos horas después…
Al fondo del callejón de la Santísima Virgen María,
se escucharon los acordes del silbato que

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

identificaban al sereno, el cual, linterna en mano


hacia su último recorrido.
En aquel claroscuro de la alta madrugada, partiendo
de algún lugar del oriente, los belicosos cantos de
los gallos se fueron esparciendo por todo el entorno
hasta perderse en la lejanía, anunciando el
advenimiento de un nuevo amanecer.
Las parvadas de tordos y chulinches, escandalizados
se posaban en las copas de los árboles del parque
“Israel C. Téllez”.
No lejos de ahí, comenzaba el trajín diario de los
abarroteros, quienes, presurosos, se disponían a
ordenar sus mercancías en el Mercado “Miguel
Hidalgo”; más abajo, en la terminal de autobuses se
dejaba oír el ronroneo de sus unidades preparándose
para levantar el pasaje e iniciar sus rutas por la
cordillera del Totonacapan. A esa hora se iniciaba el
movimiento de la ciudad.
En la morada de la familia Pérez Vega,
sorpresivamente visitada por algunos familiares y
simpatizantes del recién ungido, era descorchada
una botella de habanero Berreteaga, con el único
propósito de brindar por el éxito obtenido en la
capital del estado y manifestarle a su vez, los
mejores deseos, al hombre que desde ese momento

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se estaba convirtiendo en el líder y luchador de las


causas sociales del pueblo totonaca.
Sentados en la sala de la vieja casona, reposando en
sendos sillones de mimbre tejidos en forma de ojos
de perdiz, Don Eucario Pérez y Don Eulogio
Olmedo, al tiempo que brindaban, hacían alusión a
la navidad que estaba a la vuelta de la esquina y a la
mala época invernal no muy propia para la próxima
siembra de enero. No omitieron mencionar el
elevado costo de la vida, en la ciudad todos los
productos estaban subiendo de precio. Tema
también preocupante era el problema de los caminos
vecinales infestados de bandoleros.
Los demás compañeros de sector y de partido, de
pie con sus blanquecinas vestimentas, atentos
escuchaban las palabras que fluían de los labios del
nuevo consejero espiritual.
Seguramente con el ánimo fortalecido por el licor,
de manera espontánea alguien del grupo se expresó
en voz alta.
-¡No kachihuinantit! (¡No hablen!)
-¡Que hable Don Eulogio! ¡Que lo hable! –
coreó toda la concurrencia.
El vitalicio líder de la FVI (Fuerza Viva Indígena),
Don Eulogio Olmedo, habiéndosele concedido la

39
Rafael Martínez Zaleta_________________________________

palabra, con suma sencillez se dispuso a hacer uso


de ella.
-Mi gran cumpali Eucario, después de que lo
platicaste con el puxco en Xalapa el asunto tocante
a la política, para que tu yerno Nicandro Átzin
realice por fin su sueño de ser diputado, ora aquí en
nuestro terruño, tus hermanos de raza te pedimos
como juerza viva indígena, que lo tiendas ahora tu
mano a mi yerno Delfino Santes Bautista, quien
también escarda en el surco del partido tricolor,
para que lo acompañe como suplente, en la
campaña política que ya viene en camino…
-¡Que viva Nicandro! -Gritaron unos, otros-
¡que viva Delfino! -todos comenzaron a aplaudir.
***

Allá en la hondonada, donde se deslizan las aguas


mansas del arroyo Tezcalate, en medio del cedral
que se haya en sus márgenes, un tecolote, acorde al
adagio popular indígena, con su gutural canto,
auguraba el descanso eterno de algún lugareño.
Los papanes mañaneros en su incesante y bullicioso
vuelo inauguraban la luz del nuevo día. En las
alturas, anunciando el invierno, una bandada
inmensa de garzas surcaba el cielo rumbo a las
hermosas playas de Boca de Lima.

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_______________________________________ÉSTE SOY YO

En el gran caserón, haciendo alarde de los años de


experiencia en el arte de la negociación, Don
Eucario Pérez Vega se meció ligeramente en el
sillón, miró directamente a los ojos de su compadre
Eulogio Olmedo Ticante, aparentó concentrase para
hablar con mucha circunspección, se atufó el escaso
bigote con su áspera mano derecha, encendió uno de
sus cigarros “argentinos” que llevaba en la bolsa
izquierda de su elegante y abombada camisola
blanca, por último, garraspeó ruidosamente como
dando a entender quién mandaba en esa casa.
Acercó un poco su sillón al de su compadre y
contestó con la misma tesitura, con la misma
entonación, pero con mucha solemnidad para que no
existiera ninguna duda al celebrar el compromiso.
-¿Tú mi lo respondes por tu yerno?
FIN

41
jj

EL TRIBUNAL DE PASO DE VICTORIA


___________________EL TRIBUNAL DE PASO DE VICTORIA

EL TRIBUNAL DE PASO DE VICTORIA

P aso de Victoria era un pueblito asentado en el


noreste del municipio de Papantla. Sus mil y
pico de habitantes veían pasar el tiempo sin que
aconteciera algo importante, prácticamente era una
comunidad aislada, carecía de energía eléctrica, de
drenaje y de transporte público, pero no de agua que
había en abundancia; tenía innumerables pozos y
manantiales de donde se abastecía la comunidad. La
carretera, por medio de la cual podrían comunicarse
con otros pueblos, siempre había sido un sueño y
bandera política de algunos candidatos a diputados,
quienes puntualmente cada tres años arribaban al
lugar en busca del voto.
Curiosamente en los años que ahí viví no hubo un
solo homicidio y nadie murió de alguna
enfermedad; unos vecinos habilitados como policías
sólo detenían a los borrachitos cuando éstos se
peleaban. Se consumía refino, no se comercializaba
la cerveza, ni se conocía el automóvil, oíamos
hablar de un tren que salía de Tuxpan y tenía su
terminal en Furberos. Como no había correo, no
existió forma de comunicarse con las comunidades
cercanas.
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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

Las autoridades eran un agente municipal, un juez y


el comandante de la policía; los agentes de las
autoridades eran cuatro. No sabíamos lo que era un
refrigerador, pero tampoco se necesitaba, el fogón y
la leña eran los más efectivos en la cocina; la batea,
la lejía y el jabón “octagón” bastaban para lavar la
ropa.
Los alimentos se conservaban en la parte alta del
bracero sobre una red que se tendía o en un garabato
donde comúnmente se colgaba la carne o el chorizo,
el humo que se elevaba sobre estos cárnicos
impedían la presencia de insectos o contaminantes.
Los trastes se lavaban con “pulush”, unas hierbas
olorosas fáciles de obtener en los alrededores. Nadie
compraba huevos, de hecho, no vendían en las
tiendas, en todos los corrales del pueblo se oía el
cacaraquear de las gallinas y el cantar de los gallos.
En los patios de todas las casas perfectamente
cercadas, cultivaban las hierbas olorosas, recaudos
y demás ingredientes para la comida. Los molinos
de mano nos daban la satisfacción de saborear las
esponjosas tortillas cocidas en grandes comales de
barro, razón por la que el nixtamal nunca podía
faltar en la cocina.
Había una orquesta compuesta por una familia, un
conjunto de instrumentos de cuerda y viento que

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___________________EL TRIBUNAL DE PASO DE VICTORIA

animaban los bailes familiares o populares. La


integraban los hermanos Santiago. Un carpintero
llamado Benito López era el encargado de hacer las
cajas de muertos, tenía que esperar mucho tiempo
para ganarse unos centavos, vivía gracias a su milpa.
Enrique era el mayor de los hermanos Luna y
propietario también de una carpintería. Ésta tenía
más movimiento, se especializaron en todo tipo de
muebles, sobre todo cuando fracasaron con la
fábrica de sodas. Nadie supo por qué de un día para
otro dejó de funcionar y ya no hubo refrescos.
Peluqueros había tres, pero el oficio lo
desempeñaban sólo sábados y domingos, entre
semana atendían sus quehaceres del campo. Uno se
llamaba Élfego Rivera, cariñosamente le decían
“Pigo”; otro, Pedro Ramírez, un señor de mucho
conocimiento y muy elegante en su manera de
hablar; y el tercero, Nopo. Tuvieron que pasar
muchos años para saber que ese no era su nombre,
sino el de un ave carroñera, su nombre nunca lo
supimos.
Por aquellos inolvidables ayeres, mucho tiempo
después de haber entrado PEMEX en la zona,
hicieron la carretera; fue entonces cuando llegaron
los húngaros llevándonos el cine. Por primera vez
oímos las canciones de Pedro Infante; portaban un

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

equipo de sonido muy rudimentario, pero


afortunadamente nuestros oídos no eran muy
exigentes. Recorriendo el pequeño poblado
informaron a toda la comunidad que nos iban a pasar
cortos de cinco minutos completamente gratis, para
que viéramos lo que era el cine. Muchos niños
condiscípulos míos, llenos de alegría corrían atrás
del camión perdiéndose entre la polvareda. En
aquella ocasión le pregunté a mi papá porque decían
“gratis”, me contestó gustoso que no iban a cobrar y
que nos alistáramos los cinco hermanos para asistir
a la función, nos ordenó cambiarnos de ropa y
ponernos zapatos.
Gracias a los húngaros conocimos la vitrola, en las
noches nos acercábamos a los camiones y
escuchábamos la música que de ellos emanaba. Ahí
nos enteramos de la adivina, la misma que por diez
centavos de níquel nos decía el futuro de nuestras
vidas; era una señora güera, pintarrajeada de la cara,
con una pañoleta que le cubría la cabeza. Yo, con
cinco centavos de cobre, que era lo único que tenía,
quise hacer presente mi futuro y ella, tomando entre
sus manos una esfera blanca, me dijo que en mi
adultez sería un hombre muy rico, pero que me iba
a casar con una bruja y que nunca iba a poder salir
del pueblo; mi marcada inocencia me hizo

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___________________EL TRIBUNAL DE PASO DE VICTORIA

preguntarle si no podía cambiar a la bruja por una


agraciada compañerita de la escuela con la que me
llevaba muy bien. La adivina me buscó la mirada y
de sus labios brotó una leve sonrisa.
Mi pueblito era tranquilo, si algo llegaba a pasar no
trascendía y a los dos días nadie se acordaba del
suceso; Paso de Victoria era un lugar que siempre se
había distinguido por su hospitalidad y refinada
educación, pero una fresca mañana empezó a correr
el fuerte rumor que habían detenido a Pantaleón.
Y en efecto, alguien que tenía reloj aseguraba que a
las 10:15 de la mañana de aquel día viernes,
Pantaleón había sido detenido y presentado ante el
juez de la pequeña comunidad.
¿Cómo llegó Pantaleón por aquellas tierras?
Quienes lo sabían eran pocos, pero los rumores
como fantasmas acechaban con diferentes
versiones.
Alguien dijo por ahí que había llegado en una
lluviosa noche del mes de mayo, otra persona
aseguró que simplemente un día lo vieron
deambulando por el pueblo. Pero Doña Agripina
Pérez viuda de Santos, quien viviendo en completo
aislamiento desde que murió su señor esposo,
pasaba las horas espiando a través de las rendijas de
su morada para saber todo lo que sucedía a su
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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

alrededor, fue la que observó en aquella madrugada


el arribo de Pantaleón; la luz intensa de aquella luna
llena mostró el rostro de su nuevo vecino. Fue ella
la primera que lo vio, se dio cuenta cuando el
hombre depositó una gran maleta sobre el piso de la
banqueta, arrancó de la pared la blanca cartulina que
anunciaba la casa en renta, sacó las llaves de uno de
sus bolsillos, abrió y se metió.
La viuda de Don Abundio Santos, sin parpadear
siquiera, observó a detalle todo. La llegada del
fuereño ni le daba gusto ni tristeza, pero no pudo
dormir el resto de la noche, pensando quién sería y
a qué vendría al pueblo aquel desconocido
personaje.
Pantaleón era un hombre delgado, de piel morena
obscura, cejas ligeramente pobladas, de nariz
afilada con cierta curvatura aguileña, de inquieta
mirada, cuyos ojos, al alterarse en discusión alguna,
parecían despegar de sus cavidades orbitarias; de
blanca cabellera, cuyo color lo atribuían a la
conjunción de odios y rencores acumulados durante
tantos años.
El día en que democráticamente se elegían a las
autoridades locales y por desgracia perdía su
candidato, la violencia se desencadenaba en el

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___________________EL TRIBUNAL DE PASO DE VICTORIA

pueblo. Por la mañana la cuarentena de puercos de


Don Eutimio Barranco salió en desbandada de los
chiqueros y tomaron las calles; nunca se supo el
nombre del responsable de aquella acción. Por la
tarde todos los pobladores se alarmaron cuando
supieron que no había agua, alguien cerró la llave de
paso que por gravedad caía a la congregación. Por
la noche se robaron de la escuela el reloj de pared.
La gente grande y por los años ahí vividos sabía
quién era el autor de tantas fechorías.
Pero con todo y ello, Pantaleón tenía muy escondida
una importante virtud. Su manera de ser y de pensar
dividía a la población. Para unos era un hombre
valiente, con muchos conocimientos del mundo y de
la vida, aunque por andar en esos menesteres
políticos a veces descuidaba su milpa. Otros
aseguraban que era un agitador profesional, sólo
criticaba los errores del gobierno y sus supuestas
malsanas actividades.
Lo más curioso de estos acontecimientos, es que
sucedían cuando Pantaleón era foco de todas las
miradas y de todos los oídos; en esos precisos
momentos se hallaba proclamando públicamente
que la violencia debía ser la última instancia y no la
primera para reclamar los derechos ciudadanos. Y
ahí, agazapado en su guarida, aprovechaba para

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

lanzar una hiriente intimidación a manera de


advertencia.
Por eso había causado gran expectación este hecho
y fuentes de mucho crédito aseguraban que había
sido arrestado a la hora que abandonaba su
domicilio para dirigirse a su milpa. A Pantaleón le
decían el campesino burócrata porque trabajaba
cinco horas y a las tres de la tarde ya estaba de
regreso. Los tiempos libres los ocupaba para hablar
mal del gobierno y contra la CONASUPO. Tenía la
singular característica que todos sus amigos atentos
le escuchaban, pero ninguno le entendía, tal vez
porque era de razón o porque a veces se le
“enredaba” la lengua, además que vivía solo y la
gente en voz baja decía:
-El hombre que vive en la soledad, levanta
sospechas.
Dos policías comunitarios lo presentaron ante el
juez; éste lo saludó de mano y le pidió que tomara
asiento. Esa fue la primera protesta de Pantaleón:
-¿Por qué me sientas en el banquillo de los
acusados, si yo no he cometido delito alguno?
-Estás aquí – le dijo el juez- porque hay una
grave acusación en tu contra: una señorita de
dieciocho años y por lo mismo menor de edad, te

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___________________EL TRIBUNAL DE PASO DE VICTORIA

acusa de “manoseo”, eso de manoseo tómalo al pie


de la letra, pusiste tus manos en las manos de ella y
en sus brazos sin su consentimiento y nos dijo que
si no se retira, tus manos hubieran llegado más
lejos…
-¿Tú me vas a juzgar basado en
suposiciones?, ¡eso no se vale! –respondió el
acusado.
-Bueno –dijo el juez- mi función también es
prevenir el delito.
-Hay una pequeña aclaración que quiero
hacerte, señor juez. Debo manifestarte con todo
respeto que tú no tienes autoridad para juzgarme,
¿cuándo has visto que un indito juzgue y procese a
uno de razón?
-Mira, muchacho, el señorío de la ley está por
encima de cualquier raza o credo; acuérdate de
Benito Juárez García, que no tan solo fue
magistrado, sino que llegó, donde llegó -se expresó
el juez guardando mucha compostura (la ciencia
jurídica se puso por encima de la soberbia y la
arrogancia).
-Soy y visto de indito, pero sé distinguir si
existe o no un delito, además tengo quince años de
juez, todos me respetan en esta congregación y
dicen que hablo muy bien el castellano.
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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

Da un vuelco la conversación y la condescendencia


regresa al alma de Pantaleón.
-Bueno en ese aspecto tienes razón, tan
inteligente puede ser el indígena como el de razón.
Pero, señor juez, la verdad es que en este pueblo
todos los inditos hablan castellano, o sea que
hablan el totonaco y el español, es decir, son
bilingües, eso aquí no tiene importancia porque los
de razón también hablan el totonaco.
-Pues si te niegas a declarar ante mí, voy a
pedir a mi suplente que se encargue de la oficina y
deberás comparecer ante él.
-¿y quién es tu suplente? –preguntó con
enfado el inculpado.
-Se trata del señor Hermenegildo Cruz, es
una persona honorable y muy reconocida por la
comunidad… -iba a continuar hablando, pero fue
interrumpido por Pantaleón.
-El señor Mere, tampoco me podrá juzgar
porque tiene un problema peor que el tuyo: es un
indio revestido y eso lo incapacita para juzgar a un
señor de razón, dicho esto con mucho respeto… -y
continuó- hay unos hechos que no conoces y te los
voy a explicar. Cuando el señor Mere fue de visita
a la ciudad de México se vistió como de razón, lo

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___________________EL TRIBUNAL DE PASO DE VICTORIA

mismo su esposa Juana Simbrón, cuando


regresaron su esposa Juana se volvió a vestir de
indita, pero Don Mere se quedó con la misma ropa
de razón y de ahí para delante siguió igual.
-Pues entonces será el señor Sabás Rosas
quien me releve. A ver, señor topil -le dijo a su
ayudante- pídale al señor Rosas que se presente en
el acto con nosotros y de paso que también venga
Don Mere.
A lo que el indiciado protestó:
-Su señoría, yo creo que nadie tiene
autoridad para juzgarme, más aun pensando que
este asunto ya está muy sucio, es decir, desde un
principio las cosas las hicieron mal, me detuvieron
sin presentarme una orden y lo peor es que me
detuvieron autodefensas comunitarias que no tienen
reconocimiento del gobierno de Papantla y además
estaban armados.
-Ahí si estás mintiendo –acusó el juez- los
policías iban desarmados.
-¿Y los machetes que llevaban colgando en la
cintura, qué son? – replicó el acusado.
-Esos machetes no son armas, son
instrumentos de labranza, pero, aunque así fuera,

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

en este pueblo sólo la policía puede estar armada-


se expresó de manera tajante.
-Y a propósito, ¿en qué se basa para
acusarme?
-Pues en la ley
-¿Cuál ley?
-Pues en la ley con la que juzgamos a todos.
-¿Y esa ley quién la hizo?
-La hicimos nosotros, los que tenemos el
poder en este pueblo. Me refiero al agente
municipal, Don Augurio Martínez Osorno, al
comandante de la policía Antonio Vite Osorno y a
mí que soy el juez. Sería injusto que nuestra
actuación recayera en leyes hechas por otros,
nosotros pues, hacemos nuestras propias leyes.
-¿Y dónde están esas leyes?
-Aquí en esta libreta. Como podrás ver, en la
columna de la izquierda están los delitos y en la
derecha el dinero que debe pagarse por cada uno
de ellos.
-Y el robo, ¿cómo se castiga?

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___________________EL TRIBUNAL DE PASO DE VICTORIA

-No lo pusimos, porque en este pueblo no


había ladrones, quiero pensar que no hay… hoy lo
veremos.
-Y los homicidios, ¿también se pagan con
dinero?
-En los quince años que tengo aquí no ha
habido homicidios y tampoco nadie ha padecido de
muerte natural. El panteón está ahí, tú bien sabes
donde se haya, en la entrada del pueblo, pero está
de adorno.
-Mira, ahí viene ya Don Mere y Don Sabás,
vamos a comer y después nos encerramos a discutir
tu caso. Así que te esperamos como a las cinco de
la tarde en este lugar. Pero mucho cuidado con
fugarte porque entonces te pasaríamos al juzgado
de Papantla y allá la ley es muy dura.
Nada mejor para aquellos empíricos tribunos que al
tiempo que saboreaban la comida celebraban la
detención y posterior sentencia del famoso
bandolero. Todos estaban en común acuerdo que esa
era la oportunidad para ponerle un hasta aquí al
célebre tunante. No podían comprobarle nada, pero
daban por hecho de que el ingenioso malhechor
había sido responsable de la escapada de los
puercos, del cierre del agua y el robo del reloj.
Dos horas después…
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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

Terminaron de comer y se dirigieron a la casa del


señor juez. Pantaleón, que ya los esperaba, al verlos
se puso de pie y los saludó cortésmente al tiempo
que incisivamente se expresaba:
-Voy a enfrentar a la justicia, aún aturdido
por algunos comentarios que me acaban de hacer
referente a unas casas blancas que se hallan a
orillas del pueblo y a movimientos de dinero malo.
Pero primero, pacientemente y con mucha atención,
habré de oír a las partes que me acusan con la
esperanza de no escuchar la misma consonancia.
Las autoridades únicamente contestaron el saludo y
presurosas ingresaron al privado para deliberar
sobre los ilícitos cometidos por el “campesino
burócrata”. Ya instalados sobre la mesa de debates
a puerta cerrada, habló primero el juez, el
sempiterno juez auxiliar, Don Gudelio González,
hombre de mediana estatura, vestido íntegramente a
la usanza totonaca, de facciones indígenas que se
reflejaban en un rostro sereno y en aquella dulce
mirada que irradiaba bondad y clara inteligencia.
-Pienso –dijo- que debemos hacer una
reconsideración de los cargos, pues me abriga el
temor de que el acusado empiece a ventilar
públicamente el asunto de la casa blanca que poseo

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___________________EL TRIBUNAL DE PASO DE VICTORIA

en la entrada del pueblo; esa casa la construí con


los ahorros de muchos años, pero él puede decir,
para atacarme, que la casa es producto de una
dádiva en la aplicación de la justicia y entonces se
vendría abajo la honorabilidad que me he ganado a
través del tiempo y aunque no sea verdad, algo
queda siempre de una calumnia.
-Opino lo mismo –dijo Don Mere.
Don Hermenegildo Cruz era un hombre generoso,
bueno, noble, gran admirador de la belleza
femenina; el mismo que se ufanaba de no haber ido
nunca a la escuela y tener algún patrimonio, solía
decir; nunca he conocido a nadie que por estudiar
mucho se haya hecho rico y he conocido a bastantes
hombres que han prosperado a base de trabajar
toda una vida. El retrato hablado de Don Mere
obedecía a una simple definición: cejijunto, de ojos
pequeños redondos y vivaces, de nariz alargada y
corva, boca regular, de labios delgados, cráneo
mediano donde un escaso pelo se hallaba
implantado y bajo de estatura. Tal vez porque la
naturaleza no le favoreció como hubiera querido,
siempre repetía lleno de orgullo: Dios me dio
poquito, pero de todo…
…Opino lo mismo – volvió a repetir- yo tengo
un segundo frente y también una casita blanca

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

camino a Carrizal, es cierto que está un poco


escondida, pero en este pueblo no hay secreto que
se pueda guardar y si esto se hace del conocimiento
público, no más de puro pensarlo siento miedo. ¡Ni
lo mande Dios!
-Pues entonces que lo juzgue Don Sabás
-ordenó Don Gudelio González-.
-¡No! –exclamó Don Sabás Rosas, casi
gritando- yo no puedo juzgarlo, esto causaría
mucha ámpula, tengo unos ahorros en un banco de
Papantla y vayan a decir mis enemigos gratuitos
que estoy haciendo uso de dinero de mala
procedencia en la compra-venta de ganado que
hago en toda la región y al rato un piquete de
soldados estará viniendo por mí; ¡y que Dios me
agarre confesado! Yo creo que lo más
recomendable es que obremos con prudencia, ya no
hay que mover nada y que todo quede en santa paz.
Don Gudelio González levanta el dedo solicitando
la palabra. Un silencio absoluto se esparce por toda
la sala de juicios; tose varias veces para afinar la voz
y con la singular retórica que a través de muchos
años aprendió en el cargo, expuso:
-Creo que es importante, y muy relevante –
agregó- el “qué dirán”; pero más importante es el

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___________________EL TRIBUNAL DE PASO DE VICTORIA

pueblo, ¿qué haría la población sin autoridades? Se


llenaría de revoltosos anarquistas y creo que para
muestra ya tenemos uno que bastantes problemas
nos ha causado; por lo tanto y para que el futuro de
nuestra comunidad no esté en tela de duda, nos
vemos en la suprema necesidad de declarar
inocente al acusado. Salvo opinión contraria.
Una tercia de aplausos aprobó las palabras del
veterano juzgador.
De inmediato se cubrió la mesa con un mantel
blanco y sobre éste se depositó una estatuilla de
forma femenina, la misma que mantenía una venda
en los ojos, en su mano derecha portaba una espada
y en la izquierda una balanza, como era costumbre
al concluir un dictamen de justicia.
***
Pantaleón López era un hombre empecinado, sabía
que en su comunidad el estado de cosas que
prevalecían estaba mal y su conciencia le indicaba
que había que luchar. Pero, ¿cómo enfrentar la causa
de un pueblo, contra unos cuantos que eran dueños
de todo?
Pantaleón, sabía de antemano que las autoridades
estaban atrasadas en el tiempo, que vivían otra
realidad; lo que hacían o pensaban había funcionado

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

muy bien, pero cincuenta años atrás, ahora la


política se estilaba de otra manera.
Natural era que navegar contra la corriente en esa
congregación le generaba mucha antipatía y
desprestigio, todos podrían en este lugar poseer
calladamente el preciado respaldo de una virtud por
muy pequeña que fuera, menos él, menos él que
solía contradecir lo que intuía que podía estar mal,
o simplemente consideraba que no estaba bien; el
problema era que no lo podía comprobar; en las
cosas referente a la justicia, el precio de la dádiva
era mayor que el peso de la misericordia; así lo
entendía Pantaleón, por eso todas las cosas
negativas que llegaban a suceder se las atribuían.
***
Al fondo del pasillo de la antesala del Juzgado,
cómodamente sentado en una silla de palma,
Pantaleón estaba recordando con tristeza su parcela,
su milpa, su escaso patrimonio, que en los últimos
años no le había podido cosechar ni una sola
mazorca. Un largo bostezo y una vaga somnolencia
lo predispusieron de manera, que estiró los brazos y
extendió las piernas dispuesto a reposar una siesta
de regular magnitud mientras finalizaba su proceso.
Pero en ese lapso fue sorprendido por un sueño

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___________________EL TRIBUNAL DE PASO DE VICTORIA

pesado, profundo, que lo apartó de sus desvaríos y


tormentosas pasiones.
Era probable que los Lugareños conocieran la
agitada vida de Pantaleón, pero ninguno sabia
quizás, que soñar era su delirio, que la vida para él
era un sueño. Pantaleón estaba seguro que si un
problema no tenía solución, el sueño no se lo
resolvería, pero al menos lo detendría y eso ya era
ganancia; convencido estaba que era un soñador…
…“y en medio de aquel agradable descanso, su
pensamiento comenzó a viajar, su ánimo renació
como la luz del sol en la alborada, cuando gustoso
se dirigió camino a Papantla, antes de llegar al
campo deportivo, pasando por la tienda de Don
Antonio Corona; ahí, a un costado, vivía Alba
Jiménez, la nieta del Culebrero; jovenzuela de
medianos estudios, pero de grandes encantos que
generosamente la naturaleza le había concedido,
¿visitarla? Sería un acto de cortesía, pues no
ignoraba que la pretensa simpatizaba con su manera
de ser y de pensar. Todo tan sencillo y tan hermoso,
ni el mismo se lo explicaba. En un santiamén había
encontrado aquel calor humano y político que tanto
había deseado. Era de pensarse que su vida estaba
cambiando diametralmente”.

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

***
… Su emoción llegó a tal grado que un ligero
temblor estremeció su cuerpo, volvió a estirar los
brazos y a extender las piernas, pero no despertó y
virtud a este sueño tan agradable como prolongado,
ya no pudo escuchar las voces de los tribunos,
anunciando su veredicto con las formalidades de
rigor.
-¡Absuelto!, ¡absuelto!, ¡absuelto!

FIN

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UN GOLPE DE SUERTE
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UN GOLPE DE SUERTE
La suerte es veleidosa y está donde
se encuentra, no donde se busca

M ùltiples y variados espectaculares se


hallaban ubicados en las principales avenidas
exhibiendo los servicios y productos de mayor
consumo en la hermosa capital habanera. El tráfico
vehicular mostraba la dinámica de esa inquietante
ciudad. Las olas del mar se estrellaban con violencia
en las uniformes escolleras que resguardaban la
fortaleza de San Carlos. El faro, con su luz
intermitente, mostraba la vibrante vida nocturna en
tiempos de la férrea dictadura de Fulgencio Batista.
A Willy y a Rafael desde la infancia los había unido
una grata e invariable amistad, pero al aflorar la
juventud se separaron. Willy se fue a Miami en
busca del sueño americano y Rafael se quedó en La
Habana desempeñando trabajos varios.
Un día, tal vez para mitigar un poco su soledad, unió
su vida a la de una hermosa mujer. Procrearon dos
hijos, pero ante el impasible avance del tiempo
fueron observando con tristeza que el pan, la
habitación y el poco dinero que ganaba se iba
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_______________________________UN GOLPE DE SUERTE

reduciendo a una desesperante escasez.


Periódicamente en sus oraciones, Rafael le
suplicaba encarecidamente a la virgen de su
devoción, que fuera económicamente con él un
poquito más generosa. Precisamente esa noche, en
ese instante que daba el último sorbo a su taza de
café, todo iba a cambiar en su vida.
Willy Noriega, un próspero empresario cubano-
americano llegaba en ese momento del aeropuerto.
Había hecho un recorrido al interior de Cuba y antes
de viajar a Miami se tomaría unos rones en
cualquiera de los abundantes casinos. Con la
inquietud reflejada en el rostro por el deseo de
encontrarse con algún conocido antes de partir,
detuvo su mirada en un individuo de aspecto
desaliñado que de inmediato le recordó una lejana
relación amistosa. Tratando de identificarlo se
acercó cautelosamente.
-¡Hola! –saludó.
En medio del bullicio se identificaron plenamente.
El recién llegado ordenó al camarero una serie de
bebidas, ya instalados uno frente al otro, en los
primeros diálogos se arrebataban con entusiasmo la
palabra. Muchas cosas había que platicar, ¡tanto
tiempo sin verse! Y de manera más familiar, no con
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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

menos emoción, sumaron a la conversación las


preguntas y respuestas.
-¿Cómo te ha ido, Rafa?
-Tal vez merecidamente mal, muy mal.
Fulgencio Batista se preocupa más por los
“yanquis” que por los nacionales. Con este
gobierno entreguista, hijos es lo único que podemos
tener para aumentar la servidumbre de los
extranjeros.
-¡Oye!–bajando la voz preguntó Willy-¿y qué
ha sucedido con los guerrilleros de Sierra Maestra?
-Siguen necios, su lema es ¡Patria o Muerte!,
la nación entera se está bañando en sangre. Hace
unos días asesinaron a Frank País, un joven de 23
años, cercano simpatizante del movimiento de Fidel
Castro. La sociedad está muy consternada; sin
embargo, no quiero incomodarte con mis
alarmantes noticias, mejor endúlzame el ánimo con
tus vivencias en Miami.
-No puedo quejarme–repuso Willy-, la vida
allá ha sido muy misericordiosa conmigo, instalé
una microempresa hace años y con un poco de
esfuerzo se fue estableciendo; ahora trato de
exportar mis productos, a eso obedece mi visita por

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_______________________________UN GOLPE DE SUERTE

las provincias de Oriente, ando en busca de


mercados.
Al cabo de un rato la chispa de la palabra se
desbordaba al igual que sus vasos repletos de ron y
de whisky. Pero aun subiendo de tono la
conversación, cada rostro develaba una mirada
diferente. En uno existía un dejo de alegría y en el
otro de tristeza, que difícilmente podía disimular.
Un hombre afortunado y otro que subsistía por la
gracia de Dios. Arriba, en el cielo habanero se
anunciaba la aurora. Sin haberlo notado, el tiempo
de espera había terminado y Willy tenía que
marcharse, la despedida se tornaba difícil, abrazos
efusivos, buenos deseos; una mano insistente en dar
un fajo de dólares de alta denominación y otra que
se resistía a recibirlos.
-¡Tómalos, por favor! es algo producto de mi
esfuerzo.
Los dólares se quedan y el amigo se pierde entre
tanta gente que abarrota el casino. Rafael, después
de una breve meditación, saca de la bolsa de su
pantalón los billetes y pretende contarlos, pero
cambia de opinión y los vuelve a guardar.
-Es una buena cantidad de dinero–
reflexiona- como me gustaría jugar para
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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

multiplicarlo, para solventar tantas carencias


familiares que nos aquejan y no vivir más en esta
indigna situación. Pero debería de jugarlo ahora,
en este momento en que la suerte está de mi lado,
pero… ¿y si lo pierdo?... ¿me habrá de suceder esa
terrible desgracia?...
La duda afloraba, pero casi al instante el optimismo
renacía. ¿Por qué pensar en perder si a fin de
cuentas hace unas horas no tenía más que un peso
en la bolsa?
Inducido por una inexplicable actitud instintiva, se
acerca a la sala de apuestas y es en las casillas
numeradas de una ruleta, donde le nace la
incontenible ansiedad de disfrutar las mieles del
juego. Hizo el cambio por fichas y en el casillero 24
negro, con inquebrantable decisión las depositó
todas.
La catalina de la ruleta da vueltas, muchas vueltas y
un torbellino de esperanzas renacía en cada vuelta
que daba. Un nutrido grupo de personas siguen paso
a paso la trayectoria de aquella esferita, que rodando
con ligereza habrá de llevar la ventura a unos y el
infortunio a otros. En esta ocasión la fortuna se
cobijó en el 24 negro, el crupier gritó el número

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_______________________________UN GOLPE DE SUERTE

premiado y Rafael Rodríguez casi se tambalea al


escucharlo.
Los minutos se aglutinaban y los lapsos sorpresivos
se repetían… en menos de cuatro horas en el
corazón de La Habana había nacido un nuevo rico.
Rafael enlazó unos vagos pensamientos:
Willy llegó a las 24 horas, yo nací el 24 de octubre
y vivo en la calle Bahía de Mariel número 24.
Definitivamente en esta madrugada el 24 me ha
hecho rico y me va a hacer más porque éste es un
golpe de suerte y todas las razones del mundo me
indican que debo aprovecharlo.
Diestro en estos menesteres y feliz por volver a
jugar como en otros ayeres, deposita todas las fichas
en el casillero mencionado. Disco y esferita se
activan nuevamente. En tono bajo se escuchan
voces múltiples de encontradas apreciaciones
-¡Toda una fortuna!, ¡qué manera de jugar!,
¡yo me retiraría en este momento!¡hoy es tu noche
chico!
Y otra vez por azares de la vida, la esferita se inserta
en el mismo lugar ante el asombro de la nutrida
concurrencia.

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

El aplauso de aquel público pasajero, premiando la


inmejorable suerte del jugador, dio pie para que
Rafael, a punto de enloquecer por la gran exaltación
de su estado anímico, se dejara conducir por un
agente de seguridad a un automóvil que ya les
aguardaba.
Rumbo a la periferia de la ciudad el conductor se
desplazó a gran velocidad. A Rafael Rodríguez se le
hizo muy corta la travesía, recorrerla a pie era un
martirio. Al bajar de la unidad de alquiler sintió la
tibieza de aquel amanecer, cerró los ojos y respiró
profundamente. Permeaba la tranquilidad en el
humilde y desolado suburbio, tal vez por el sueño
pesado o víctimas de la hambruna, ni siquiera los
ladridos de los perros se escucharon a esa hora.
Empujó la apolillada puerta de su casucha y
comenzó a subir la escalera que lastimosamente
crujía, más que por el peso, por el paso de los años.
Se introdujo a la recámara donde ajenos al cambio
que el destino les había deparado, plácidamente
dormían su esposa y sus hijos. Con sumo cuidado
para no despertarla se recostó al lado de su mujer y
con la mirada en el desvencijado cielo del
dormitorio, comenzó a meditar sobre su
bienhechora estrella que lo había alumbrado en las

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_______________________________UN GOLPE DE SUERTE

primeras horas de aquella alborada. Rafael


Rodríguez reposa sobre la cama y hecha a volar sus
pensamientos, concentrando todos ellos en el
recurso económico que poseía.
Producto quizás de tanta actividad emocional, se
quedó profundamente dormido dando cabida a un
agradable sueño:
“Se observa sentado en un elegante sofá en medio
de una confortable habitación. Lleno de curiosidad
hace un recorrido en el interior de la mansión, el
lujo de ella se convertía en derroche, de cualquier
rincón emergía la distinción y la finura. En el piso
se exhibía una mullida y coloreada alfombra; de sus
paredes en fina madera pendían la cultura y el arte,
en los muebles de estilo provenzal se encontraba el
modelo manual más sofisticado. Definitivamente
era la casa que siempre había deseado, la casa de
sus sueños. Todo impresionaba, hasta los mínimos
detalles” - pintoresco escenario donde la ilusión era
la invitada de honor de aquella fantasía.
El silbato de una fábrica que diariamente anunciaba
la entrada de su personal, lo despierta volviéndolo
nuevamente a la realidad, ¿cuánto tiempo había
pasado? Tal vez escasos minutos, pero lleno de
incontenible alegría recuerda su pasado inmediato y
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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

el enorme capital que en una bolsa de lona mantenía


a su lado.
-¿Qué hacer, Dios mío? ¿comprar un rancho
en plena producción? ¿un pequeño edificio en el
centro de La Habana? ¿depositarlo en el banco y
vivir cómodamente de los réditos? ¿crear una
empresa de bienes raíces? ¡caramba! ¿cuántas
cosas se pueden hacer con el dinero…!! ahora mis
polluelos tendrán la oportunidad de estudiar en
colegios de primera, con los hijos de los
americanos; con esos arrogantes güeros que tan
mal me caen… mi esposa lucirá un carro último
modelo y la colmaré de joyas y piedras preciosas...
dejaba correr su imaginación.
Pero en lo más profundo de su delirio fue
encajonando nuevos cuestionamientos, nuevas
interrogantes.
- ¿Quién soy yo para darle la espalda a la
suerte? ¡tantos años que la estuve esperando! Si los
temores me hubieran invadido en la primera jugada
no habría ganado la fortuna que ahora tengo. ¿Y si
regreso al casino para multiplicar mi capital?, ¡las
oportunidades no se deben desperdiciar, tengo que
aprovechar estos tiempos de abundancia. Cuando

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_______________________________UN GOLPE DE SUERTE

Dios da, ¡hasta los costales presta!, Pongámonos en


marcha, ¡la segunda victoria nos espera!
Entusiasmado, sigilosamente se levantó de la cama,
presuroso bajó las ruidosas y vetustas escaleras y
salió. Tiempo después entraba al casino para
ubicarse en medio de la gente, que hacía un rato le
había despedido como a un héroe.
Volviendo a renacer su instinto de consumado
jugador, procedió a cambiar el dinero por fichas
dividiéndolas en diez tantos. Un sudor intenso
permeaba su frente y con un ligero temblor en las
manos, fue ordenando los cinco primeros en el
casillero 24 negro, el mismo que hacía unas horas lo
había convertido en un hombre acaudalado.
En aquellos felices momentos, sin haber probado
una sola copa de licor experimentaba una
embriaguez exquisita; parecía que los sentidos se le
habían extraviado, sólo tenía ojos para un número,
el 24 negro. Los buenos deseos del público,
colmados de suerte, ya no los escuchaba o quizás ya
no le interesaban, el crupier dio la palmada, la
jugada se cerró y la esfera comenzó a recorrer los
casilleros seguida por todas las miradas de quienes
gozaban la abundante apuesta de Rafael Rodríguez.
Una generalizada exclamación se pronunció al
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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

finalizar aquella excepcional partida. El crupier a


voz en cuello anunció el número y color ganadores.
De aquella afluencia humana ruidosos aplausos se
dejaron escuchar.
Mientras el operador contaba y ordenaba las fichas
de alta denominación, Rafael comenzó a soñar
despierto, por fin aquella quimera tantas veces
deseada se iba a convertir en realidad, “el encanto
que envolvía la mansión deseada, su coloreada
alfombra, el arte enmarcado en las paredes, los
muebles estilo provenzal, sus hijos en el mejor
colegio, las joyas y el automóvil último modelo ya
se contaban como un hecho”.
Cuantas miradas puestas en un solo hombre.
Cuantos asistentes por prudencia callaron lo que sus
ojos hubieran querido gritar:
-¡Retírate del juego! Ya bastante has
ganado…
Pero qué ingenuos, Rafael Rodríguez el personaje
de esa gran noche, no escuchaba nada, en las últimas
jugadas sólo cuatro sentidos le funcionaban; la
bendita Diosa Fortuna le sonreía.
En ese impredecible momento arribó la fatalidad, en
ese desventurado instante, envuelto en un placer

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_______________________________UN GOLPE DE SUERTE

extremo, en esa locura producto de una jugada súper


extraordinaria, algo increíble y fuera de toda lógica
sucedió: tomó el monto de las fichas premiadas y sin
escuchar los sanos consejos de la asistencia que
ahora sí a gritos le indicaba se retirara del juego,
precipitadamente lo depositó en la casilla 24.
En un ambiente donde segundo a segundo se vive la
indescriptible emoción que produce el juego,
quienes se hallaban atentos a las cargadas apuestas,
se aguantaban la respiración hasta donde les era
posible.
La ruleta volvió a entrar en acción, pero la sonrisa
que al principio reflejaba su rostro se fue disipando,
transformándose en un incómodo gesto, cuando vio
desaparecer de la mesa la inmensa fortuna que en
ella había depositado.
Ahora su mirada describía una terrible contrariedad
¡más de la mitad de su enorme riqueza se había
esfumado!, con mano vacilante aproximó otro tanto
al mismo número sin obtener el resultado que
hubiera deseado, otro y lo mismo.
-¿Qué pasará?, ¿será que me está
desamparando Nuestra Señora de la Caridad del
Cobre?.
-Algo estaba pasando, pero el prestigiado jugador,
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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

no era de las llamas inciertas que al primer soplo se


apagaban. Una madeja de pensamientos confusos
comenzaba a enredarse en su mente insegura y
nerviosa.
Únicamente quedaban tres tantos, agregó otro, y
otro más, y nada.
¿Qué estaba fallando?
¿Fue la falta de prudencia?
¿El arrepentimiento por no haberse retirado a
tiempo?
O ¿había olvidado quizás que la ambición desmedida
corrompe el corazón?
¡Quién sabe!, quién sabe, fue un gran misterio el
mensaje que su sombrío semblante revelaba.
No había duda… el rico y el pobre pueden jugar
juntos y con apuestas similares, pero mientras el rico
observa con indiferencia como la suerte lo
abandona; el pobre, desesperadamente y sin poder
evitarlo, ve con tristeza cómo el dinero se le escurre
como el agua entre los dedos de sus manos. Este era
el caso de Rafael Rodríguez.
Sólo quedaba un tanto, uno tan solo, la décima parte
del capital que hasta hace unos momentos tenía,

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_______________________________UN GOLPE DE SUERTE

pero que aún era mucho dinero. Con ese recurso él


y su familia hubieran podido vivir felizmente un par
de años en una sana medianía.
Con un ritmo excesivo en los latidos de su corazón
y encomendándose a todos los santos, santeros y
santiagueros que pudieran hacerle el milagro,
resuelto depositó las últimas fichas. La clientela
atenta y en silencio seguía sin perderse un detalle de
aquella insólita jugada.
Un angustioso y largo suspenso se adueñó del
ambiente, el operador con una fuerte palmada cerró
el área de apuestas y los casilleros concéntricos de
la catalina y la esferita activaron su recorrido.
Treinta y ocho números de aquella ruleta americana
se disputaban al ganador de aquella contienda…
después de varios movimientos caprichosos, la
ingrata esfera, signo de buena estrella en otras horas,
se ubicó en otro número y no en el esperado.
Una luz de desencanto se observó en la mirada de
Rafael.
¡Todo se había perdido!
Aquel hermoso sueño se había desvanecido
tomando forma de una desagradable pesadilla.
Rafael Rodríguez Durán se daba cuenta tarde que,

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

muchas veces se pierde una ganancia segura, por


querer conseguir otra mayor.
Su mente sorpresivamente le recordó una frase que
escuchó en su juventud “variable es la suerte del
hombre, unos nacen con estrella y otros estrellados”
Inalterables por su naturaleza, las apuestas
continuaron y la ruleta volvió por enésima vez a
girar. Rafael abatido reposó su cabeza sobre la
mesa.
Por desconocidas circunstancias la esfera
caprichosamente se acomodó en el casillero 24
negro. Pero el infortunio, que en aquella casa de
juego había hecho acto de presencia, quiso que en el
24 negro tantas veces esperado, nadie apostara.
-¡Señor! –alguien trató de despertar a quien
minutos antes fuera el gran protagonista
-¡Señor!, ¡Señor!
Pero Rafael Rodríguez Durán permanecía
inconsciente. Con atribulada desesperación ordenó
el crupier:
-¡Llamen una ambulancia!
El afortunado y hábil jugador de hace unas horas, se
hallaba exánime. Gritos, súplicas, órdenes. Una

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_______________________________UN GOLPE DE SUERTE

multitud nerviosa y turbada predominaba en la sala


de juegos.
Entre tanto; allá en el suburbio de Bahía de Mariel,
un par de niños despertaban y una madre afanosa
abandonaba el lecho para buscar el diario sustento.
Aquel amanecer filtraba un hálito de duelo. En la
zona Rosa de La Habana, Rafael Rodríguez Durán
rodeado de personas pendientes de su estado, ya no
pudo escuchar nada, traspasaba el umbral de la vida
difícil y escabrosa que había tenido, para dirigirse
en ese momento a una cita impostergable con su
destino.
La vida nunca se detiene y continuando con
premura, pasó de la tragedia a la alegría,
casualmente a través de enormes bocinas, se dejó
escuchar en la romántica voz de Julio Jaramillo “El
Ruiseñor de América”, la novedosa canción Fichas
Negras, del famoso cantautor Johnny Rodríguez.

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

***

Yo allí jugué
con mis cartas abiertas al amor,
la confianza que tuve tronchó
nuestra felicidad.

Yo te perdí…
como pierde aquel buen jugador
que la suerte reversa marcó,
su destino fatal…

Fin

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jj

NAVIDAD EN EL BARRIO
______________________________NAVIDAD EN EL BARRIO

NAVIDAD EN EL BARRIO

A quella gélida y tranquila noche decembrina se


vio interrumpida por una serie de detonaciones
sonoras que alertaron a todo el vecindario. Artemio
Dorantes despertó bruscamente, se levantó de la
cama y en ropa de dormir cruzó la pequeña sala,
corrió el cerrojo y apresuradamente se acercó al
barandal de la azotea para ver lo que sucedía calle
abajo.
Desde aquel sitio pudo observar a un hombre
desplazándose con un arma en la mano rumbo a la
iglesia del Sagrado Corazón; sus ropas obscuras le
permitían escabullirse en áreas donde la luz
escaseaba, la fresca brisa de la calle le alborotaba la
melena y el golpe del taconeo de sus zapatos iba
anunciando su fuga por aquellas calles desiertas.
Artemio regresó de inmediato a su vivienda y
comenzó a vestirse con premura, cuando escuchó
una voz a su espalda:
-¿A dónde vas? No estás en servicio,
¡Acuérdate lo que le sucedió a tu papá!

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

-No, mamá, no es mi turno, pero es mi deber,


he sido testigo de un hecho y tengo que colaborar
con la justicia.
Se acercó, besó la frente de doña Isabel y presto se
dirigió escaleras abajo.
Cuando llegó a la confluencia de las calles de
Madero y Pino Suárez, observó que la gente se
arremolinaba.
En efecto, en medio de una gran mancha de sangre,
un hombre yacía en el piso en posición supina, con
las piernas abiertas y una herida en el pecho; su
mano izquierda reposaba sobre su vientre y su brazo
derecho se hallaba extendido. Cerca de él había una
pistola.
A lo lejos se escuchó el estridente ulular de una
sirena y minutos después llegó una patrulla. De ella
descendieron cuatro uniformados que de inmediato
se acercaron a ver el cuerpo; uno de ellos, a través
de breves observaciones, detectó la clara y fatal
imagen de un homicidio.
En ese instante las cortinas de “La Asturiana”
comenzaron a bajar, el jefe policiaco ordenó:
-¡Que no cierren la tienda, quiero hablar con
el encargado!.

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______________________________NAVIDAD EN EL BARRIO

La mayoría de los noctámbulos se encaminaron al


establecimiento introduciéndose de manera
atropellada. Ni la tenue llovizna, ni el intenso frío
impedían que la gente diera rienda suelta a su
curiosidad.
-Señor, dijo el comandante, hace unos
minutos, a unos cuantos pasos de aquí, asesinaron
a un hombre, ¿sabe algo al respecto?
-Pues verá usted, señor, estaba haciendo mis
cuentas del día, cuando escuché cuatro estallidos,
casi al instante pasó un hombre corriendo rumbo a
la gasolinera.
-¿Cómo era esa persona?
-Era baja de estatura, el corte de pelo tipo
militar, vestía ropas claras, no recuerdo otro detalle
–dijo con mucha entereza don Venancio Valdivia,
propietario de Ultramarinos “La Asturiana”.
-En unos momentos más vendrá el Ministerio
Público y usted ratificará lo dicho, mientras tanto
proporcione sus generales.
-Con gusto –contestó el añoso señor.
Minutos después agentes ministeriales y peritos
llevaron a cabo la criminalística de campo,
ordenaron el levantamiento del cadáver para la

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

necropsia de ley e iniciaron la carpeta de


investigación correspondiente.
Con desagrado, Artemio Dorantes había escuchado
las respuestas de don Venancio. Abriéndose paso
con dificultad salió de la tienda; la calle estaba
atestada de gente, más vehículos oficiales llegaron
al lugar de los hechos, los agentes comenzaron a
tomar fotografías y a interrogar a los asistentes. En
cuestión de minutos el gentío se dispersó y el equipo
de peritos comenzó a efectuar su labor. Mientras
subía las escaleras del edificio donde vivía, el
modesto servidor público se hacia las siguientes
preguntas:
-¿Por qué don Venancio dijo que era de baja
estatura, si el agresor era alto?, ¿por qué cuatro
balazos, si habían sido tres?, ¿por qué diría que
portaba ropa clara si era oscura?, ¿por qué corte
militar si llevaba melena?, ¿por qué aseguró que se
dirigía rumbo a la gasolinera, cuando lo hacía
rumbo a la Iglesia del Sagrado Corazón?¿por qué
habrá invertido el estado de cosas?¿será que tenga
que ver algo en este asunto? Pero… una persona
tan correcta y tan noble, ¿podría inclinarse a favor
de un homicida? Había muchos ¿por qué?,

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______________________________NAVIDAD EN EL BARRIO

contrarios a lo que Don Venancio Valdivia había


declarado.
***
Al otro día desempeñaba sus labores cotidianas sin
olvidar en ningún momento lo sucedido. No era la
primera vez que escuchaba detonaciones cerca de su
casa; sin embargo, nunca se había reportado un
accidente mayor e incluso recordó que las cortinas
de acero de “La Asturiana” hacía dos meses habían
sido perforadas por varios proyectiles.
-¡De verdad que ya no se puede vivir en paz
en esta ciudad! –dijo para sí y continuó su quehacer.
Minutos antes de salir de la oficina, pensó:
-Y si fuera a ver a Don Venancio para
preguntarle ¿por qué mintió al comandante de la
policía?, pero, ¿será que valga la pena?...
Arriba, en la azotea, donde se ubicaba su vivienda,
había pasado gran parte de la noche repasando sus
apuntes, hacía un año que estudiaba en la Facultad
de Derecho en el sistema abierto.
Ese sábado, ante el regocijo estudiantil, olvidó por
un rato sus dudas y providencias a tomar, pero entre
clase y clase, en un pequeño receso, el joven policía

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

comentó a María Elena, su novia, el motivo de su


preocupación.
María Elena había nacido en Xochimilco, vivió su
niñez entre el colorido y tupido follaje de los
canales, el diario transitar de las chalupas y los
enredados vericuetos de las chinampas. Su relación
con Artemio Dorantes era bonita y respetuosa.
-No dudo –le decía- de la honorabilidad de
don Venancio, pero me intriga el hecho de que
pretenda falsear la realidad, ¿qué interés le
movería para hacerlo? Se me hace difícil pensar
que en ese rostro bonachón se halle disfrazada la
perversidad de un torvo criminal.
Ella, con seriedad, le respondió:
-Haces bien en ponerte en tu papel, en
prestigiar el uniforme que portas, lo único que te
puedo aconsejar es que hagas lo que tu conciencia
te dicte y no te dejes llevar por las apariencias o por
algún arrebato.
***
De regreso, por la noche, al pasar frente a “La
Asturiana” decidió entrar con el pretexto de comprar
unos cigarrillos. Al recibir el producto y entregar el
dinero, aprovechó la oportunidad.

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______________________________NAVIDAD EN EL BARRIO

-Don Venancio, disculpe mi intromisión, pero


es mi deber preguntarle ¿por qué le mintió anoche
al comandante?
-¿Mentir?, ¡qué el cielo me castigue si no os
digo la verdad!
-¡Don Venancio! Usted anoche no fue sincero
con el comandante, dijo que el homicida había
disparado cuatro veces, y fueron tres; también dijo
que corrió rumbo a la gasolinera y fue en sentido
contrario, omitió que iba armado; asentó que era
bajo de estatura, cuando era alto; que tenía el pelo
corto y además llevaba ropas oscuras y no claras,
¿por qué no dijo la verdad?, ¿qué tiene que ver
usted en este crimen? ¿qué interés le mueve a
disfrazar los hechos?
Una descarga eléctrica recorrió la columna del viejo
tendero, ante el frío desconcierto, producto de
aquellas interrogantes… turbado reaccionó.
-Y, ¿cómo sabéis todo esto?
-Estaba arriba, en la barda de la azotea, ¡lo
vi con estos ojos para desdicha de usted, señor
Valdivia!
-Mira muchacho –al tiempo que abandonaba
el mostrador para acercarse a él- en este momento

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

nada más estamos tú y yo. Y te quiero pedir un gran


favor, considera que no has visto nada, faltan veinte
días para recibir la navidad, personalmente te
visitaré en tu vivienda y te llevaré un obsequio;
podría ser una escritura para que ya no vivas en la
azotea, podría ser una cuenta en el banco. Pero lo
que sí te aseguro es que jamás te vas a arrepentir
de guardarme este secreto; ahora se me hace difícil
explicarte.
El español, audaz en el manejo de la oferta y la
demanda, guardó silencio y esperó, pero nunca
contó con la drástica respuesta que le esperaba.
-Señor Venancio, usted se equivoca, soy un
policía honesto y no puedo ser cómplice de un
crimen, si usted no asiste a modificar su
declaración, entonces lo denunciaré.
Dio media vuelta y se marchó.
Artemio Dorantes intuía por un lado que “El
Asturiano” algo tenía que ver en aquel homicidio,
pero ignoraba el grado de culpabilidad; por otro
lado, era difícil concebir siquiera su participación.
Siempre había sido un hombre bueno, se contestaba.
En épocas difíciles hasta vendía a crédito al
vecindario, todos sabían que “Don Vena”, como
cariñosamente le llamaban, era un hombre de gran

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______________________________NAVIDAD EN EL BARRIO

corazón, pero… entonces, ¿por qué quiere comprar


mi silencio?, se preguntaba. Para Artemio Dorantes
desde ese momento Venancio Valdivia Valencia
estaba bajo sospecha.
No obstante, su aparente serenidad, Don Venancio
en todo momento sentía enfrentarse con el aterrador
fantasma de su culpabilidad.
-¿Cómo poder esclarecer todo lo que ha
pasado?¿De qué manera expresaré que soy
responsable, quizás, de lo sucedido, pero no
culpable!
Qué difícil circunstancia del destino, ¿cómo podría
explicar el hacendoso abarrotero que por un acto de
prevención estuviera a punto de perder su libertad?
***
El día lunes siete de diciembre, después de
desayunar, su madre lo abrazó con ternura y cerca
del oído le dijo:
-Temo, no te metas en problemas, deja que el
mundo ruede, hazlo por ti y por mí.
-Sí, mamá – cariñosamente contestó-
Le dio un beso en la mejilla y se encaminó a su
trabajo.

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

En el transcurso de la mañana la idea de ir ante el


ministerio público giró en torno a su cabeza, “la
inmensa mayoría de los crímenes quedan impunes
por no denunciarlos, pero además tengo que
hacerlo, de lo contrario me habré de convertir en
cómplice…”, pensaba.
Horas después…
-Sí, licenciado, es todo lo que tengo que decir,
estoy a sus órdenes para lo que usted indique.
-Gracias por sus declaraciones –contestó el
fiscal- espere pronto mi citatorio.
Artemio Dorantes Lizardo podía asegurar en ese
instante que la justicia se encargaría de poner la otra
parte. Se sentía satisfecho por haber puesto la suya,
pero qué lejos estaba de la realidad… algún día
habrá de saber que la acción de la justicia a veces
llega hasta donde los administradores de ella lo
permiten.
Esa noche las banquetas del barrio se vieron
iluminadas por cientos de velitas. Acorde a la
tradición, los colonos celebraban el Día del Niño
Perdido…
***
-¿Venancio Valdivia Valencia?

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______________________________NAVIDAD EN EL BARRIO

-Sí, señor, a sus órdenes.


-Le he citado porque las declaraciones que
usted hizo el día tres de diciembre próximo pasado,
en relación al crimen perpetrado en las calles de
Madero y Pino Suárez han tomado otro sesgo. Hay
un testigo ocular que afirma que usted ha
tergiversado los hechos, que ha obrado con
antagonismos, dolo y complicidad.
-¿Qué qué he hecho yo, Dios mío!
-Es decir –recalcó el abogado del pueblo-,
usted aseguró que el presunto homicida vestía ropas
claras, que tenía el pelo corto, que era bajo de
estatura y se desplazaba con rumbo a la gasolinera,
el testigo de referencia asegura lo contrario, ¿Qué
tiene que decir al respecto?
Acosado e indefenso, con los ojos hidratados,
respondió:
-¿Qué hago, licenciado? Si callo, pensaras
que acepto la acusación que me haces; si hablo,
seguramente no creerás mi versión.
Al observar que el aplomo de quien incurría en la
falsedad se derrumbaba, el deshonesto funcionario
cambió de actitud.

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

-Señor Valdivia, por favor no se mortifique,


en este mundo todos somos susceptibles de infringir
la ley; en otras palabras, en esta vida estamos como
en la casa del jabonero, el que no cae, resbala, pero
todo se puede conciliar, es decir, llegar a un
arreglo. ¡Nada del otro mundo…!
Una incipiente luz de esperanza brilló en los ojos del
asturiano.
-¿Cree usted que se pueda?
-¡Claro, hombre!
-¿Y de cuánto estaremos hablando?
Haciendo gala de una más de sus corruptelas,
susurró:
-Doscientos mil pesos, señor Valdivia.
-Es mucho dinero –objetó el español.
-Lo suficiente para encubrir un homicidio,
pero piénselo, le doy tres días, si al término de este
plazo no obtengo una respuesta, tenga por seguro
que lo consignaré ante el señor juez. Puede usted
retirarse.
-Gracias, licenciado –con desaliento,
arrastrando la voz, contestó el indiciado.

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______________________________NAVIDAD EN EL BARRIO

Al salir de la Agencia del Ministerio Público varias


preguntas vibraban en su interior ¿Cómo
contrarrestar las declaraciones de ese joven servidor
del orden y la justicia? ¿cómo explicar el origen de
todo lo que estaba sucediendo? ¿qué crédito podría
darse a un hecho que a cada momento se complicaba
más?
El día viernes once de diciembre por la tarde-noche,
Artemio Dorantes con paso cansino subió las
escaleras del edificio. Ciertamente estaba fatigado,
en el cuartel no había dejado ningún pendiente,
afortunadamente habían sacado todo el trabajo del
año, quizás por ese motivo no recordó que su señora
madre, acompañada de su familia se sumaba a la
peregrinación, para llevar las mañanitas a la
Santísima Virgen del Cerro del Tepeyac.
Al rebasar el último escalón, quién sabe por qué
presentimiento se detuvo. Desde ahí observó su
humilde vivienda, se dio cuenta que la puerta estaba
entreabierta, ¿entreabierta?, pero si le había puesto
llave, pensó.
Desconfiadamente entró a su casa, para su sorpresa,
el ropero estaba cerrado, sus libros de derecho en
orden, el cochinito que tenía de alcancía estaba en
su peso; extrañamente el supuesto intruso nada se

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Rafael Martínez Zaleta_________________________________

había llevado, pero en la mesita de centro había una


hoja blanca tamaño carta con un mensaje: “Pude
haberte causado un daño, pero mejor espero que te
olvides de lo que has visto”.
Inmóvil a media sala, el semblante de Artemio se
tornó reflexivo,
-¿Quién será el responsable de esta
amenaza? ¿Quién me estará indicando guardar
silencio? -murmuró-.
Unas cuantas palabras habían surtido el efecto
deseado. A partir de ese momento el oficial de
policía se sentía intranquilo, lo abatían la angustia y
el temor, como si un ente invisible lo siguiera por
todas partes; ya no realizaba su trabajo con el mismo
cariño de siempre, vivía hundido en la
preocupación, su lúcida mente ahora vagaba sin
rumbo, ¡qué terrible era vivir con aquella ansiedad!,
sentirse en todo momento aturdido por la zozobra,
acosado por la congoja… los días doce, trece y
catorce de diciembre fueron tormentosos.
***
El día quince por la mañana, un tímido sol asomó en
el oriente. Como reguero de pólvora se supo la
noticia. La noche anterior al salir de su tienda había

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sido detenido por la policía ministerial don


Venancio Valdivia, hecho que estremeció el ánimo
de todo el vecindario. A nadie le cabía la idea de que
“el asturiano” fuera capaz de cometer un crimen,
excepto a Eduviges Denarios, la prestamista
solterona, quien, en la lechería de Doña Fátima
Domínguez, sin conmiseración alguna, enfatizó:
-Aunque no me lo pregunten, en más de una
ocasión observé en sus ojos la maldad, la lujuria,
¡qué espanto! ¡cómo es posible que nadie se diera
cuenta!
Por la mañana del día dieciséis, después de un fuerte
aguacero que azotó a la ciudad, ante el Ministerio
Público en el banquillo de los acusados, Don
Venancio Valdivia rendía su declaración. Pero no
había terminado de dar sus generales cuando entró
un hombre alto, de recia constitución, quien con
acento grave preguntó:
-¿Quién es el jefe de esta oficina?
El agente investigador se puso de pie, el recién
llegado sacó de la cintura una pistola que depositó
sobre el escritorio al tiempo que decía:
-Este hombre es inocente, yo debo ocupar su
lugar, soy el único responsable del crimen cometido

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la noche del tres de diciembre en las calles de


Madero y Pino Suárez. Atónitos, quedaron todos los
presentes.
En esos momentos entraron al recinto dos agentes
de la policía ministerial guardando con prudencia la
puerta; el agente investigador introdujo en una bolsa
de plástico la pistola y la depositó en un cajón de su
escritorio, invitando al recién llegado a sentarse.
-Señor secretario –ordenó- tome la
declaración correspondiente.
Después de contestar algunas preguntas y dar sus
generales prosiguió:
-Hace varios meses el establecimiento de Don
Venancio fue baleado por una persona
desconocida, la misma que en ocasiones le hablaba
por teléfono y le exigía una fuerte suma de dinero a
cambio de dejarlo tranquilo. Mi amigo, respetuoso
de la ley, fue a la inspección de policía y notificó las
amenazas de que era objeto, la policía dos que tres
noches se dio la vuelta y se retiró. Un mes después,
se repitió el ataque volviendo nuevamente Don
Venancio al amparo de la justicia a demandar
seguridad y protección para él y sus empleados. Al
filo de dos meses, también por la noche, las cortinas

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______________________________NAVIDAD EN EL BARRIO

de la tienda fueron perforadas por proyectiles de


bala, por fortuna los disparos no hirieron a nadie.
-Fue entonces cuando me llamó Don Vena y
me platicó todo lo sucedido. Encargando la granja
que tengo a un pariente cercano, me ofrecí para
cuidarle su negocio.
-Te voy a pagar bien, -me indicó-, porque no
es un trabajo fácil, pero te quiero pedir un gran
favor, pase lo que pase, no dispares a matar, echa
tiros al aire para que se espante mi agresor y vea
que no estoy solo. En ese entendido quedamos y
desde ese día permanecí en vela cumpliendo mi
labor cabalmente.
-Pero aquella trágica noche del tres de
diciembre, desde el lugar en que me hallaba, es
decir, atrás de los postes que sostienen el
transformador de luz, observé que, a media cuadra,
de manera sospechosa un hombre se iba acercando
a la tienda… me daba mala espina aquel fulano, no
había nadie comprando y seguramente a esa hora
el propietario estaría contando el dinero producto
de la venta del día.
Asombrado por lo que mis ojos veían, me
daba cuenta que mis conjeturas se hacían realidad.
Aquel sujeto disminuyó el paso y sigilosamente, con

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aire amenazador, se acercó a la puerta.


Difícilmente podía verme, yo vestía ropa obscura y
la escasa luz no podía delatarme. Me di cuenta que
con toda calma sacó una pistola del cinto y con
mucho cuidado apuntó al interior, pero no disparó,
probablemente el blanco, objetivo de su maldad, se
desplazaba adentro. No recuerdo lo que pensé en
ese momento, pero saqué mi pistola, le apunté y
disparé, pero fallé en el primer intento y fallé en el
segundo; entonces aquel hombre descubrió mi
escondite, extendió el brazo para apuntarme, fue en
ese momento cuando instintivamente por defender
mi vida, accioné el tercer disparo. El agresor
pesadamente cayó al piso soltando la pistola, yo no
hubiera querido lastimarlo, pero la vida de Don
Venancio estaba de por medio, horrorizado, arma
en mano, velozmente corrí rumbo a la Iglesia del
Sagrado Corazón…
***
En algunas callejuelas, ya se escuchaba el ding,
dong, dang navideño; una luna creciente iluminaba
el camino a Don Venancio Valdivia, quien feliz
regresaba a su hogar. A esas horas ya se escuchaban
los cánticos propios de la temporada anunciando la
primera posada. Al doblar la esquina atenta, una

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”María” ofertaba a sus marchantes: -¡piñatas baratas!


y los payasos, estrellas y adelitas hechos de papel de
china colgaban del poste de luz.
¡Lleve sus piñatas! Pregonaba en alta voz. Ahí en la
misma banqueta, junto a la pared de Don Eustorgio
Peña, cada año por estas épocas renacía “el corredor
de las viandas”; tianguis donde el agradable olor a
pozole, mondongo, taquitos, tamales y atole eran el
común denominador. Don Venancio antes de llegar
a su casa murmuró:
-Qué difícil es, callar el dolor que injustamente se
padece. Abrió la puerta y se introdujo a su
domicilio.
***
El día diecisiete de diciembre, cuando en la iglesia
del Sagrado Corazón se protagonizaban los festejos
a Santa Olimpia, Santa Yolanda y San Lázaro, abrió
nuevamente sus puertas “La Asturiana”. El dueño
de los ultramarinos, enternecido de nueva cuenta
saboreaba gustoso su libertad. Todos o casi todos los
vecinos fueron a visitarlo. Embargado por una
sublime emoción perdonó algunas deudas a quienes
menos tenían o se hallaban enfermos. Nuevamente
Doña Eduviges Denarios, la adinerada solterona,
lloriqueando con fingido pesar exclamó:

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-Hay cosas que no se deben callar, siempre


dije que este bendito hombre era inocente, celebro
con mucha alegría que esté con nosotros… ahora
más que nunca nos damos cuenta que sí existe la
justicia. Dios es juez infalible, ¡alabado sea el
Señor!
***
Por la noche, Artemio Dorantes llegó a su morada,
donde con gran regocijo le preparaban la cena.
Amorosamente saludó a su mamá, después fue a
prestigiarse al baño, una taza de café le esperaba en
la mesa. Mientras disfrutaba el aromático líquido
escuchó a su madre decir:
-¿Ya sabes a quien liberaron hoy? Toda la
cuadra está de fiesta, el responsable del crimen se
entregó a la justicia el día de ayer. Artemio
permaneció cabizbajo y en silencio.
-Sí, mamá, lo que pasa es que no comprendo
algunas cosas…
En ese momento tocaron la puerta.
-¡Buenas noches!
-¡Buenas noches!, mi casa se honra con su
presencia, pero pásele y siéntese por favor señor
Valdivia –rogaba Doña Isabel.

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-¡Sí, gracias! –contestó, acomodándose


nerviosamente en un viejo sillón, vengo –continuó-
para hacerles una atenta y cordial invitación a
usted y a su hijo. En la parte posterior de la tienda,
en la bodega grande, vamos a reunirnos todos los
vecinos para compartir el pan y la sal en esta
navidad que se aproxima y no debe faltar nadie,
sobre todo ahora, cuando sin merecerlo me han
demostrado tanta consideración y cariño.
-¡Estaremos con usted, señor Valdivia!
-Dígame Venancio –repuso con humildad el
peninsular, antes de marcharse-.
-¡Sí, Venancio!, mi hijo y yo, Dios mediante,
estaremos con usted el 24 por la noche.

***
-Siete días después-
El 24 de diciembre, el fluido peatonal era más
intenso que nunca, todo mundo con excelente ánimo
por las calles y banquetas envolvía con una sonrisa
lo que hallaba a su paso. Los centros comerciales
estaban atestados de consumidores. De todos los
hogares emanaba el agradable olor de los platillos
que se habrían de ofrecer por la noche; de los
pórticos colgaban algunas piñatas. En una esquina,

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el organillero alegre manipulaba su melodioso


instrumento, produciendo una música nostálgica
que a la gente mayor le hacía recordar hermosos
ayeres.
Al acercarse la noche, las luces multicolores
inundaban la ciudad. En los barrios las familias
comenzaban a reunirse, se iniciaban los brindis y la
música empezaba a subir de volumen. La tienda del
español excepcionalmente había bajado sus cortinas
y a un costado, en pequeños grupos, alegres los
vecinos iba ingresando a la gran bodega del Señor
Valdivia Valencia.
En el centro del salón Don Venancio daba las
últimas instrucciones a sus empleados. A un lado de
ellos gustosa platicaba Doña Eduviges con Don
Quirino, el viejo portero, quien, acomedido ofrecía
sus modestos servicios. También muy cerca de este
grupo, como invitado de honor, estaba el Dr.
Benigno Medina, decano del lugar, benefactor de la
salud de más de dos generaciones; el profesor
Ignacio Escandón, director de la escuela primaria
del rumbo; Doña Isabel Lizardo viuda de Dorantes,
su hijo Artemio y su novia María Elena, entre otros.
En grandes cazuelas destinadas a los comensales se
hallaba la comida calientita. Los vitroleros con

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aguas de diferentes colores y con bastante hielo,


estaban dispuestos para acompañar los alimentos y
apagar la sed más caprichosa.
Exactamente a las nueve en punto de la noche y
debajo de las piñatas que se hallaban colgadas en el
centro del salón, Don Venancio levantaba las manos
invitando a guardar silencio. Un “shhh” generalizado
se oyó por todos los rincones y gustosa la asistencia
se acomodó en sus respectivos lugares.
-Sois muy gentiles en corresponder a la
invitación que os hice y por lo mismo os digo que
estáis en vuestra casa y tenéis mi corazón en
vuestras manos.
Iba a continuar, pero hasta él se acercó una niña
llevando un ramo de flores, con un listón impreso:
“De: los niños del barrio, Para: Don Vena”, una
sonrisa tierna, un beso en la mejilla y se retiró a
ocupar su asiento.
-¡Olé a los besos!,¡con cuánta emoción
agradezco este gesto de cariño que me llega hasta
el alma!
-Como algunos sabéis, nací en España, en
Asturias, donde se inició la reconquista; con mucho
orgullo os digo que, por la valentía y el heroísmo de

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sus hombres, allá en mi tierra, se concedió el título


de Príncipe de Asturias al primogénito de los reyes
de España…
…Tengo muchos años viviendo en este país y
los mexicanos han sido muy nobles y hospitalarios.
A nombre propio y de mi familia, agradezco
infinitamente a todos ustedes la licencia que me dan
para ganarme el pan en este hermoso terruño,
donde con lágrimas unas veces y con sonrisas otras,
hemos compartido juntos los momentos de tristeza
y de alegría. Pero no os haré una novela en el
preludio de la navidad, ¡no! -acercándose a la mesa
donde se hallaba Artemio - Sino especialmente ante
vosotros deseo reconocer la intachable conducta de
un servidor de nuestra sociedad, un modesto policía
a quien algunos conocemos desde niño, hoy
ciertamente ya es un hombre, pero un hombre que
hace unos días, ante una grave dificultad aquí
vivida por todos nosotros, su razón y sus principios
nunca cedieron, ni ante el temor de la amenaza, ni
ante el poder del dinero.
-Como agente de la autoridad ha demostrado
lo que es: una persona recta, incorruptible,
orgulloso de la institución que representa y valiente
por añadidura, como el que más. Esto es por hablar

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de quien ustedes conocen. En cuanto a mi situación


legal, se halla en los tribunales y ahí se le dará la
razón a quien la tenga. Pero mi conciencia limpia y
a toda prueba, aunque tal vez con algunos errores,
nunca obrando de mala fe, agradece la solidaridad
que supieron darme en los momentos en que más la
necesité.
-Por esa razón, aprovecho esta festividad que
apenas vamos a iniciar, para felicitar públicamente
al oficial Artemio Dorantes Lizardo, para quien os
pido de los aplausos de esta noche, el más cariñoso.
Nutridas palmadas se dejaron escuchar.
Acercándose al homenajeado y sacando un sobre de
la bolsa de su saco, le dijo:
-Artemio Dorantes, no en tu vivienda y sí,
testimoniándolo todo el vecindario, te hago entrega
de este presente que lleva el afecto, la gratitud y la
admiración de todos nosotros, ¡feliz navidad! – Un
fuerte abrazo testimonió la merecida distinción.
La misma niña que había llevado el ramo de flores
a Don Venancio cambió el micrófono de manos
-Te toca hablar, Artemio- despidiéndose con
una sonrisa.

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El aludido, micrófono en mano, serio y tranquilo, se


dispuso a expresar sus pensamientos:
-No tengo nada en especial que comentar, me
llena de mucha emoción mi trabajo porque al
cumplir con mi servicio siento que mi alma se
engrandece.
-El trato diario que tengo con personas
diferentes me nutre y me permite entregarles,
aunque sea simbólicamente, un pedacito de mi
corazón…
… Creo que viviríamos mejor si todos amáramos la
labor diaria que desarrollamos. El trabajo cansa,
es cierto, pero espiritualmente produce un gran
placer. Me siento orgulloso de ser policía, de ser un
servidor público que se esmera por vigilar la
seguridad ciudadana. Agradezco la distinción que
me hacen a sabiendas que no la merezco, pues única
y sencillamente trato de cumplir con mi deber,
¡muchas gracias!
Un ruidoso aplauso arropó el sincero mensaje del
orador en turno.

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Epílogo
Las expresivas palabras de Artemio Dorantes
Lizardo llegaron a la consciencia de todos los
presentes, se había conducido con mucha claridad,
haciendo acopio del sentimiento, del humanismo y
sobre todo de la verdad.
-Creo que viviríamos mejor si todos
amáramos la labor diaria que desarrollamos… “el
trabajo cansa, es cierto, pero espiritualmente
produce un gran placer” … “me llena de mucha
emoción mi trabajo, porque al cumplir con mi
servicio siento que mi alma se engrandece”.

***
A lo lejos, en la catedral metropolitana, no cesaba el
solemne repicar de las campanas anunciando la
llegada de la navidad; de una navidad que cerraba
un capítulo más en la vida de aquel barrio, unido en
la salud y en la enfermedad; en la escasez y la
abundancia; en la libertad y el cautiverio; en la
tristeza y en la alegría.

FIN

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ESTE SOY YO Se terminó de imprimir y
encuadernar el 17 de Octubre de 2019 en la
Casa Editora Ediciones, tratados y equipos
S.A. de C.V. Av. 20 de Noviembre No. 591 A,
Col. Badillo, Xalapa, Ver. C.P. 91190, México.
Su tiraje constó de 2,000 ejemplares más
sobrantes para reposición. Se usaron tipos
Trebuchet MS, Monotype Corsiva y Times
New Roman.

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