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Capitulo 11 - Experiencia del signo

Démonos cuenta ahora de la forma en que se muestra la clase de fenómenos de los que hemos hablado y que es
inherente a ella. El modo en que se impresiona la realidad demuestra que existe otra cosa distinta. Pero, ¿Cómo?

Provocación:
Al abrir los ojos a la realidad, me encuentro delante algo qué me provoca una apertura. El modo en que la realidad se
me presenta es una solicitación a descubrir otro cosa distinta.
La realidad se aferra a nuestra conciencia de tal modo que está presiente y percibe algo distinto, otra cosa. Ante el mar,
la tierra, el cielo y todas las cosas que se mueven en ellos, yo no me quedo impasible, me siento animado, movido,
conmovido por lo que veo y esto me pone en marcha para buscar otra cosa que es diferente de ello. Esta reacción se
expresa con las siguientes preguntas: ¿Qué es esto? ¿Por qué existe todo esto? Pero, no soy una mera registradora de
aquello con lo que se topa mi conciencia, sino que me perturba esta relación con la realidad y me empuja mas allá de lo
inmediato.

El signo:
El signo es una experiencia real que me remite a otra cosa. El signo es una realidad cuyo sentido es otra realidad distinta
que adquiere su significado al conducir a otra realidad diferente.
Pero también es el modo normal en que se producen las relaciones entre nosotros porque las maneras en que busco
decirte mi verdad y comunicarte mi amor son signo. Si un marciano viera a una madre besando a su hijo, se preguntaría
el por qué de ese gesto, se vería solicitado por la realidad de ese gesto a indagar que es lo que podría querer decir. La
realidad le provocaría a buscar otra cosa; o sea, al signo.

Negación irracional:
Ante este fenómeno sería racional o no estaría de acuerdo con la naturaleza del hombre negar la existencia de esa cosa
distinta. Frente a una señal de tráfico que indica una bifurcación, pretender reducir el sentido de la cosa a la existencia
del poste y de la flecha que hay en el cartel, negando que exista aquello otro a lo que se refieren, seria irracional. No
seria humanamente adecuado participar en ese fenómeno reduciendo la experiencia que se tienen de él a ese especto
inmediato.
Las exigencias últimas de las que hemos hablado anteriormente son las que determinan el intento inagotable de buscar
respuesta a las preguntas ¿Por qué? ¿Cómo? Es algo que nunca se para en nosotros.

Carácter exigente de la vida:


Lo que prueba el hecho de que el hombre, por su propia naturaleza, busqué lo otro es que la vida tiene un carácter
exigente. El tejido mismo de la vida es una trama de exigencias, trama que podría resumirse en dos categorías
fundamentales, pero una y otra con corolarios tan decisivos que podrían también formar parte de la lista como
categorías originales por sí mismas:
La primera categoría de exigencias se resume en la exigencia de la verdad, es decir, sencillamente en la exigencia del
significado que tienen las cosas, del significado de la existencia, y se expresa a través de esta ¿Cuál es su función? Así,
pues, la exigencia de la verdad implica siempre la identificación de la verdad última. La segunda exigencia que pertenece
también a la primera categoría por su naturaleza, es la exigencia de justicia. La tercera exigencia es la felicidad o sea, el
pleno cumplimiento de nosotros mismos. La cuarta categoría es la del amor.
Las exigencias humanas constituyen una referencia, una afirmación implícita de la respuesta última que esta más allá de
las modalidades existenciales que se pueden experimentar y si se elimina la hipótesis de un más allá esas exigencias se
ven sofocadas de forma antinatural.
El tú signo supremo:
Una visión en la conciencia del hombre que bloquee la dinámica del signo, que detenga ese remitir a otra cosa,
cometería un asesinato de lo humano, frenaría indebidamente el impulso del dinamismo vital.
Si al producirse el impacto de la realidad en el hombre el mundo funciona como un signo, tendremos que decir entonces
que el mundo demuestra la existencia de otra cosa diferente, que demuestra a Dios como todo signo demuestra a
aquello de lo que es signo. La mujer para el hombre y viceversa, o el otro para cualquier persona, constituyen realmente
otro distinto; todo lo demás es asimilable y dominable por el hombre, pero jamás el tú. El tú no puede consumirse, es
evidente y no demostrable, pues el hombre no puede rehacer todo el proceso que lo constituye; y, sin embargo, nunca
percibirá y vivirá el hombre una experiencia de plenitud como puede hacerlo frente al tú. Algo distinto, por naturaleza,
propia diferente de mi, otra cosa, me realiza más que cualquier experiencia de posesión, de dominio o de asimilación.

Descubrimiento de la razón:
Tratemos ahora de iluminar brevemente el valor racional que tiene la dinámica del signo. Si queremos ser coherentes
con esta energía, sino queremos negarla, su mismo dinamismo nos obliga a afirmar que la respuesta total y concluyente
esta más allá del horizonte de nuestras vidas.
La respuesta existe, porque está clamado a través de las preguntas que constituyen nuestro ser, pero no puede medirse
con la experiencia. Existe, pero no se sabe que es.
La cumbre que la razón puede conquistar es la percepción de que algo desconocido o inalcanzable, existe, y hacia ello se
dirigen todos los movimientos humanos por la dependencia de ello, del misterio.
El misterio no es un limite para la razón, sino que es el descubrimiento más grande al que puede llegar la razón: la
existencia de algo inconmensurable con ella misma. Por otro lado, esta afirmación constituye una señal de la pequeñez
de nuestra existencia, pero al mismo tiempo es un signo inconmensurable, que tiene nuestra existencia, nuestra razón,
nuestro ser.

Aperturas:
Por lo que hemos dicho se entenderá el motivo de que los términos con los que toda tradición religiosa auténtica de la
humanidad ha designado el misterio, han hablado de Dios, en forma positiva y negativa. No son términos carentes de
significado, o puramente monoteístas; son términos que intensifican el modo de relacionarnos con él, que nos acerca
más al misterio: son aperturas al misterio.

Capitulo 12 - La aventura de la interpretación

Por muy oscuro o enigmático que esté ese otro, es innegable que constituye el término ultimo del impulso humano, la
finalidad de la dinámica humana.
Resumamos el itinerario que hemos descrito: La naturaleza de la razón (que es comprender la existencia) fuerza a ésta a
admitir que existe algo incomprensible, algo (un quid) que está más allá de toda posibilidad de compresión y medida
(que es trascendente).
La razón no sería tal si no implicara que existe ese quid último. Así como los ojos al abrirse no pueden dejar de registrar
colores y formas, del mismo modo el hombre con su razón, por el hecho mismo de ponerse en movimiento al verse
solicitada por el impacto de las cosas, afirma la existencia de un por qué último, totalizante, de un quid desconocido: el
Dios desconocido.

El factor de la libertad ante el enigma último:


Aún nos falta por poner en juego otro factor esencial para la definición del hombre. Hemos tenido presente el factor de
la razón, de la conciencia, ahora tenemos que afrontar el factor de la libertad.
El hombre, como ser libre es, no puede llegar a su plenitud o destino sino es a través de su libertad. Hemos visto que ser
libre quiere decir tener capacidad de alcanzar nuestra propia realización en una determinada manera, que es lo que
precisamente llamamos libertad.
Sólo a través de mi libertad es como el destino u objeto último, puede llegar a constituir una respuesta para mi. Por eso,
no seria humana la plenitud del hombre si este no fuese libre.
La libertad, por tanto, no sólo tiene que ver con ir hacia Dios por coherencia de vida, sino también con el mismo
descubrimiento de Dios.

El mundo como parábola:


Recordemos que el mundo demuestra la existencia del quid último, el misterio, a través de ese modo se llama signo. El
mundo enseña a Dios, muestra a Dios, como el signo indica aquello de lo que es señal.

Capitulo 13 - Educación para la libertad

El método de manifestarse a través del signo es un método adecuado para el hombre, característico de la vida personal.
Pues la palabra y el gesto ¿Qué son? Signos. Y ya hemos visto que esto se debe a que en este método de relación entra
en juego la libertad, la cual se respeta, ya que ésta tiene que ponerse en juego para interpretar el signo.

Educación para la libertad como responsabilidad:


El problema fundamental de esta gran aventura que es el mundo como signo, es una educación para la libertad.
Educación para ser libres quiere decir educación para ser responsables. La educación en la responsabilidad es una
educación para responder a aquello que nos llama.
¿En que consiste esta educación para crecer en libertad, es decir, para adquirir responsabilidad? La educación en la
responsabilidad implica una educación de la atención. Lo cual no es fácil, no es automático, e incluso cuando esta
comprometida, se debe prestar atención.
La atención se debe dar cuenta de la totalidad de los factores. Además de la educación de la atención, una educación en
la responsabilidad es también educación en la capacidad de aceptación. Tampoco es algo automático aceptar una
propuesta en su integridad.
Por consiguiente, una educación de la libertad para que esté atenta, o sea, para que se abra concientemente a la
totalidad de los factores en juego y para que sepa aceptar es la cuestión fundamental para poder seguir en la vida un
camino humano.

Educación en una actitud de petición:


La educación en la libertad, necesaria para que se dé una interpretación adecuada de este signo que es la existencia,
debe entrenarnos para adoptar una postura justa ante la realidad. Pero, ¿Cuál es esa postura justa ante la realidad? Esta
es permanecer en la actitud original con la que nos forma la naturaleza lo que equivale a una actitud de espera que se
traduce en petición, en pregunta.
La postura en que la naturaleza pone originalmente al hombre ante la realidad es una postura positiva. La curiosidad es
el aspecto más inmediato y mecánico de esta atención que la naturaleza despierta en el hombre frente al cosmos.
¿Qué significa esta curiosidad original? La curiosidad, tanto en el niño como en el adulto, es una postura llena de
afirmación positiva, es casi como una hipótesis general de trabajo con la que la naturaleza empuja al hombre a
compararlo todo.
La educación en la libertad es una educación para tener una actitud positiva ante la realidad, para creer en la capacidad
de tener certeza.
La experiencia del riesgo:
Sin embargo, ¿Dónde esta la verdadera dificultad para reconocer la existencia de Dios, la existencia del misterio, el
significado que sobrepasa al hombre? La mayor dificultad para captar la existencia de Dios se identifica con la
inmediatez en percibir la existencia de uno mismo. En efecto, Dios es la aplicación más inmediata que tiene la conciencia
de nosotros mismos, como ya hemos visto antes.
Una consecuencia inevitable de la relación con Dios, que está medida por el fenómeno del signo, es esa experiencia que
llamo experiencia del riesgo. La interpretación de los signos es como aventurarse en otra tierra.
El verdadero drama de la relación hombre-Dios, a través del signo que es el cosmos, no está en la fragilidad de las
razones, porque todo el mundo es una gran razón. El verdadero drama reside en la voluntad, que debe adherirse a esta
inmensa evidencia. El hombre padece la experiencia del riesgo: Aun teniendo razones ante sí, es como si estuviera
bloqueado, necesita un suplemento de energía de libertad y de voluntad, puesto que la libertad es precisamente la
capacidad de adhesión al ser. Y la energía de la libertad más adecuada brota cuando el individuo vive su dimensión
comunitaria.

Capitulo 14 - La energía de la razón tiende a entrar en lo desconocido

Cuando la razón tome conciencia de sí misma hasta el fondo solamente al descubrir que su naturaleza se realiza en
último término intuyendo lo inaccesible, el misterio, no por ello deja de ser exigencia de conocimiento.

Fuerza motriz de la razón:


El tormento de la razón es poder conocer esa incógnita. La tensión por entrar en ese ámbito desconocido es
precisamente lo que define la energía de la razón, o sea, su fuerza motriz es descubrir el misterio que subyace en lo que
vemos y tocamos. Ir más allá estaba en su naturaleza, pues, al decidirlo, es cuando se sintió verdaderamente hombre.
Esta es precisamente la lucha entre lo humano es decir, el sentido religioso y lo inhumano, es decir, la postura positivista
de toda la mentalidad moderna.

Una posición de vértigo:


El hombre, la vida racional, debería estar pendiente en todo momento de esos signos tan aparentemente volubles, tan
casuales, como las circunstancias a través de las cuales me arrastra ese desconocido señor y me provoca con sus
designios. Y tendría que decir si a cada instante sin ver nada, simplemente obedeciendo a la presión de las
circunstancias. Es una posición que da vértigo.

La impaciencia de la razón:
Sin embargo, la razón, impaciente, no tolera adherirse a ese signo, siente que es como sentirse a merced de un rió que
te arrastra de acá para allá. La naturaleza de la razón sufre un vértigo que al principio puede resistir pero al que después
sucumbe. Y el vértigo consiste en esa precocidad o impaciencia que hace decir: comprendo, él significado de la vida es
este. El significado, del mundo es este.

Un punto de vista distorcionador:


Cuando el hombre tiene la pretensión de definir el significado global no puede evitar caer en la exaltación de su punto
de vista. Reivindicará la dimensión de la totalidad para un aspecto particular.
El sentido religioso, la razón que afirma la existencia de un significado último, se corrompe y degrada al identificar su
objeto con algo que el hombre elige y esto lo elige necesariamente dentro del ámbito de su experiencia. Se trata de una
elección que altera y distorsiona el rostro verdadero de la vida, porque todo se verá dilatado o disminuido según la
implicación que tenga con el punto de vista elegido.
Esto es así porque la naturaleza de la razón es tal que desde el momento en que se pone en movimiento se intuye el
misterio; Pero comete el error de rebajar la identificación de su objeto a algo que puede comprender por estar dentro
de su experiencia que abarca su capacidad de comprensión.

Ídolos:
La Biblia llama con un determinado nombre al aspecto particular con que la razón identifica el significado total de su
vida y de la existencia de las cosas. Este aspecto particular con el que la razón identifica la explicación de todo, la Biblia
lo llama Ídolo.
Cuanto más se intenta explicar todo con el ídolo, mejor se comprende su inferencia: Tienen ojos, pero no ven, tienen
oídos, pero no oyen, tienen manos y no tocan. El ser humano se degenera en la medida que exalta a los ídolos.

Una consecuencia:
Para la Biblia el ídolo es el origen de la violencia como sistema de relación, el origen de la guerra; esto es así debido a
que en determinado momento las ideologías de los hombres chocan y por eso se desata la violencia (Hitler: segunda
guerra mundial).

Dinámicas de identificación del ídolo:


El hombre realiza la identificación de Dios con un ídolo eligiendo algo que él entiende. Porque aquí está el pecado
original: en la pretensión de identificar el significado total con algo que el hombre comprende. En su dinámica de
identificación del ídolo el hombre elige lo que más estima o lo que le causa más impresión.
Por último observemos que, desde que el hombre es hombre, y mucho más a medida que madura en la historia, tiende
a identificar a su Dios, es decir, el significado del mundo, con una u otra ficción de su propio yo.
Con nuestra inquietud todo esta en juego, el juego del ídolo, se repite constantemente, contradiciéndose cien veces al
día. El ídolo jamás engendra unidad y totalidad sin olvidar o renegar del algo.

Conclusión:
El mundo es un signo, la realidad es un signo que despierta al sentido religioso. Pero es una sugerencia que se suele
interpretar mal. Por otra parte, del conocimiento de esta verdad depende la salvación del ser humano que esta en Dios.

Capitulo 15 - La hipótesis de la revelación: condiciones para que sea aceptable

Nuestra naturaleza exige la verdad y su plena realización es decir, la felicidad. Pero el hombre, cuando llega al borde del
extremo de su propia experiencia de vida, no encuentra todavía lo que ha estado buscando, no ha encontrado todavía
respuesta a esa exigencia. Y el aparente mero que supone la muerte pone bien en manifestó la realidad de esa
observación.
La existencia de esta incógnita suprema de la que todo depende en la historia y en el mundo es la culminación y al
mismo tiempo el vértigo de la razón. Pues ello significa que idealmente el que quiera vivir la capacidad de su grandeza
hasta el fondo, debería ser un hombre que estuviera a plena merced de ella, con toda su voluntad de vida.
Para seguir la absoluta luz del significado seria necesaria una obediencia a cada instante. La hipótesis de la revelación no
puede ser destruida por ningún prejuicio ni por ninguna opción que se pueda tomar. Por que plantea una cuestión de
hecho, a la que la naturaleza de nuestro corazón está abierta originalmente. Para que la vida alcance su objetivo la
apertura tiene que permanecer abierta. El sentido que tenga el sentido religioso esta totalmente ligado a ella. Esta es la
frontera de la dignidad humana: Aunque la salvación no llegue, quiero ser digno de ella en todo momento.
La religión es ciertamente lo que el hombre hace en su soledad, pero también es aquello en lo que descubre su esencial
compañía. Tal compañía es además más original que la soledad, porque el interrogante estructural no ha sido
engendrado por un querer mío; me ha sido dado. Por eso, antes que la soledad esta la compañía que abraza mi soledad,
de manera que esta ya no es una verdadera soledad, sino un grito que recuerda la compañía escondida.

Conclusión:
Solo la hipótesis de Dios, como la realidad que existe mas allá de nuestra capacidad de reconocimiento, corresponde a la
estructura original del hombre. En efecto, la naturaleza del hombre, exige una búsqueda indomable de respuesta, y sino
se estaría suprimiendo esa pregunta si no se admitiera la existencia de una respuesta. Y esta respuesta no puede ser
sino insondable. Únicamente la existencia de un misterio resulta adecuada para la estructura indigente que tiene el
hombre. Este es un mendigo insaciable, pues lo que le corresponde que no coincide consigo mismo, que no se puede dar
a sí mismo, que no puede medir, que no sabe poseer.
Con esta larga puntualización existencial he intentado subrayar lo que es en nosotros el sentido religioso, como aparece
ante nuestra conciencia: es una exigencia de totalidad constitutiva de nuestra razón, es decir, precisamente de la
capacidad que tiene el hombre de tomar conciencia, de abrirse a la realidad para introducirse en ella y abrazarla cada
vez más.
El hombre se plantea esta pregunta por el simple hecho de vivir, porque es la raíz de su conciencia de la realidad. Y no
solo se plantea la pregunta, sino que también se la responde al afirmar siempre que hay algo ultimo: porque el mismo
hecho de vivir 5 minutos esta afirmando que existe un quid por el cual en el fondo vale la pena vivir esos 5 minutos.
Así como el ojo al abrirse descubre formas y colores, del mismo modo la razón, al ponerse en movimiento, afirma que
hay algo ultimo, una realidad ultima en la que todo consiste, un destino ultimo, un sentido de todo.
La afirmación de que existe la respuesta, como algo que esta implicado en el hecho mismo: de la pregunta, puede
simbolizarse con esta formula:
A -------> A

UNIVERSIDAD DEL SALVADOR - CÁTEDRA DE TEOLOGÍA - ADRIAN M. FERRUA - DARIO SIGNORILE

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