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Ellenguaje perdido
"Elperro es un león en su propio hogar." Provervio persa
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Saber escuchar al perro
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El lenguaje perdido
flechas de piedra. Por la noche, podía encontrar calor alIado del fuego
del hombre y alimento en forma de sobras de comida desechadas.
Apenas sorprende que el lobo se adaptara con tanta facilidad a la
domesticación que estaba a punto de empezar. Introduciendo alIaba
en su vida doméstica, el hombre cosechaba los beneficios de un reper-
torio de instintos superior. En épocas anteriores de su historia, la enor-
me nariz del hombre de Neandertalle había proporcionado un potente
sentido del olfato; su descendiente se daría cuenta de que, integrando
en la caza al recién domesticado lobo, podía volver a explotar aque-
lla facultad perdida. El perro se convirtió en pieza esencial de la maqui-
naria de caza, ayudando a levantar, aislar y, caso de ser necesario,
acabar con la presa. Desde luego, además de todo esto, el hombre dis-
frutaba de la compañía y la protección que el perro le brindaba dentro
del campamento.
Las dos especies se comprendieron instintiva y completamente. En
sus manadas separadas, tanto el hombre como el lobo sabían que su
supervivencia dependía de la supervivencia de su comunidad. Cada ele-
mento de esta comunidad tenía un papel que desempeñar y lo asumía.
Nada más natural que las mismas reglas fueran aplicadas en las mana-
das ampliadas. Así, mientras los humanos se concentraban en tareas
como la recogida de combustible, la recolección de bayas, las repara-
ciones en las viviendas, y la cocina, el principal papel de los perros con-
sistía en salir con los cazadores para prestarles su vista y su oído.
También desempeñarían un rol parecido una vez de vuelta en el cam-
pamento, actuando como primera línea de defensa, rechazando a los
atacantes y avisando a los humanos de su llegada. El grado de com-
prensión entre el hombre y el perro estaba en su plenitud. Sin embar-
go, en los siglos que han pasado desde entonces, el vínculo se ha roto.
No es difícilver cómo las dos especieshan seguido caminos separa- /
dos. En los siglos transcurridos desde que el hombre se ha convertido
en la fuerza dominante de la Tierra, ha moldeado al perro -y a muchos
otros animales- de acuerdo exclusivamente con las reglas de la socie-
dad humana. El hombre no tardó mucho tiempo en descubrir que
podía ajustar, mejorar y especializar las capacidades de los perros apa-
reándolos selectivamente con propósitos de cría. Ya en el año 7000 a.
c., en el Creciente Fértil de Mesopotamia, por ejemplo, alguien apre-
ció las impresionantes capacidades para la caza del lobo del desierto de
Arabia, una variedad más ligera y rápida que su pariente del norte.
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Saber escuchar al perro
hombre tiene del papel del perro y la idea que el perro tiene de su posi-
ción están completamente enfrentadas. Pretendemos que esta sola es-
pecie se atenga a nuestras normas de comportamiento, que viva según
reglas que nunca impondríamos a otro animal; una oveja o una vaca,
pongamos por caso. Hasta a los gatos se les permite que se rasquen
solos. Sólo a los perros se les dice que no pueden hacer lo que quieran.
Es irónico -y en mi opinión, trágico- que del millón y medio de
especies conocidas de este planeta, la única dotada de suficiente inteli-
gencia para apreciar la belleza de otros seres no sepa respetar a los
perros por lo que son. En consecuencia, el excepcional entendimiento
que existió entre nosotros y nuestros antiguos mejores amigos casi ha
desaparecido. No es de extrañar que haya actualmente más problemas
con los perros que nunca.
Por supuesto que hay mucha gente que vive perfectamente feliz con
sus perros. El antiguo vínculo sobrevive puro en alguna parte de nues-
tro interior. Ningún otro animal evoca el mismo conjunto de emocio-
nes o sirve de base para relaciones de tanta ternura. Pero sigue siendo
un hecho que la gente actual que vive en armonía con sus perros ha lle-
gado a esta situación por un accidente feliz más que a través del cono-
cimiento. Nuestra conciencia del lenguaje instintivo, sin palabras, que
compartimos con nuestros perros se ha perdido.
Durante la última década, he intentado superar esta división, resta-
blecer aquel vínculo que existía entre hombre y perro. Mi búsqueda de
este medio de comunicación perdido ha sido larga y a veces frustrante.
. Pero al final ha sido la empresa más gratificante y emocionante que
haya emprendido jamás.
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