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En una sociedad organizada los ciudadanos actúan en ejercicio de los diversos derechos que
les corresponden, y en no pocas ocasiones, deben acudir a la Administración o
Administraciones Públicas para que estas les otorguen o reconozcan otros derechos necesarios
para el desarrollo de actividades económicas, políticas, ciudadanas, culturales, entre otras, que
desean realizar. Y precisamente para llegar a la obtención de estos permisos, autorizaciones,
concesiones u otra índole de derechos, los ciudadanos deben seguir un procedimiento
administrativo.
Por ejemplo, el ciudadano que desee abrir un Restaurant deberá obtener, por lo menos, la
licencia municipal de funcionamiento, aquél que pretenda instalar una radio tendrá que contar
con tres tipos de derechos (permiso, licencia y autorización), aquella empresa que quiera
iniciar el negocio de la prestación de un servicio público deberá participar de un proceso de
selección y firmar un contrato de concesión. Si bien todos estos son procedimientos
administrativos, de diversa índole, con reglamentaciones diversas, seguidos antes distintos
niveles de Gobierno y diversos organismos públicos, pero cierto es también, que se encuentran
vertebrados por ciertos principios e instituciones que se esbozarán con el estudio de la Ley del
Procedimiento Administrativo General, Ley N° 27444.
Por ello, los principios que lo deben guiar el diseño y la ejecución de los procedimientos
administrativos están orientados para que estos sean simples, y no se constituyan en una
exigencia extra legal o extremadamente rígida para los ciudadanos. Los principios que
enumera la ley, son:
Los de legalidad, por el cual las administraciones públicas no pueden hacer más allá de
los que constitucional y legalmente está conferido; el debido procedimiento, es una
extensión del derecho constitucional reconocido al debido proceso, para poder
exponer sus argumentaciones, ofrecer y producir pruebas y obtener una decisión
motivada en el derecho; de impulso de oficio, en virtud del cual las autoridades de las
entidades públicas no pueden permanecer inactivas frente a un procedimiento
administrativo.
El de razonabilidad, cuando la potestad de restringir derechos, establecer
obligaciones, o calificar infracciones y determinar las sanciones, se haga respetando las
competencias atribuidas y la debida proporción entre los medios a emplear y los fines
públicos que se tutelan.
El de imparcialidad, actuando con igualdad sin discriminación alguna.
El de informalismo o indubio pro actione , en virtud del cual las normas deben ser
interpretadas favorablemente a la admisión de la acción y la obtención de una decisión
final.
El de presunción de veracidad de todos los documentos y declaraciones presentadas
por los administrados.
El de conducta procedimental de las partes guiados por la buena fe
El de celeridad por el cual quienes participan en el procedimiento deben facilitar la
continuación del mismo.
El de eficacia por el cual se debe actuar en el procedimiento haciendo prevalecer el
cumplimiento de la finalidad del acto procedimental sobre cualquier formalismo.
El de la verdad material por el que se busca verificar plenamente los hechos que sirven
de sustento a las decisiones.
El de participación para que los ciudadanos accedan a la información de sus
expedientes.
El de simplicidad, para que los trámites sean sencillos y sin mayores complicaciones y
confusiones.
El de uniformidad, que se refiere a un tratamiento igualitario a trámites similares en
cuanto al establecimiento de los requisitos.
El de predictibilidad, por el cual se debe brindar una información veraz completa y
confiable sobre cada trámite al administrado, de tal manera que al inicio del
procedimiento el ciudadano pueda tener una conciencia de cuál será el resultado del
mismo.
El de privilegio de controles posteriores, por el que se puede comprobar la veracidad
de las declaraciones o documentos a través de la fiscalización posterior.
www.sunat.gob.pe/legislacion/procedim/normasadua/gja-01.htm