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Lucas 18:9-14 – A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros,
dijo también esta parábola: 10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro
publicano. 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy
gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este
publicano; 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. 13 Mas el
publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho,
diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. 14 antes Os digo dioses, al que éste descendió a su
casa más justificado que el otro.
Quiero que levante sus manos santas y alabe al que reina en este lugar. Al todopoderoso, al alto y
sublime, al Dios de Elohim, al gran yo soy. ¡A Él la gloria por los siglos de los siglos!
En este día, voy a ministrar la verdad de Dios con un propósito firme: de alertar, redargüir, corregir, y
guiarlos a vivir una vida fundamentada en la humildad, que debe ser la carta de presentación del
creyente en Cristo que ha nacido de nuevo.
A diferencia de la altivez que es uno de los atributos del hombre natural sin Dios.
Y bajo la premisa del texto que hemos tomado como base, la parábola del fariseo y el publicano.
Trataremos con la ayuda del Espíritu Santo, guiarlos por esta verdad o enseñanza bíblica.
Que a mi humilde opinión nos ayudara a lidiar con el tema de la altivez, que es el que ostenta el
fariseo en esta parábola.
Tocare tres puntos que creo esenciales para el tema en cuestión.
1. No seas sabio en tu propia opinión.
2. Reconoce tu indignidad
3. Ganancia en tu dependencia.