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Apostasía...

se obstruye el camino a Dios


¿POR qué son tan importantes los primeros 400 años de la historia de la cristiandad? Por la
misma razón que los primeros años de la vida de un niño son importantes... porque son
años de formación en los que se coloca el fundamento para la personalidad futura del
individuo. ¿Qué revelan los primeros siglos de la cristiandad?
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Antes de contestar esa pregunta, recordemos una verdad que expresó Jesucristo: "Entren
por la puerta angosta; porque ancho y espacioso es el camino que conduce a la destrucción,
y muchos son los que entran por él; mientras que angosta es la puerta y estrecho el camino
que conduce a la vida, y pocos son los que la hallan". El camino de la conveniencia es
ancho; el de los principios rectos es angosto. (Mateo 7:13, 14.)
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Al principio del cristianismo se abrían dos caminos ante los que abrazaban aquella fe
impopular... adherirse a las enseñanzas y principios de Cristo (que no admitían
transigencia) y a las Escrituras, o inclinarse hacia la senda ancha y cómoda de transigir con
el mundo de aquel tiempo. Como veremos, la historia de los primeros 400 años muestra qué
senda escogió al fin la mayoría.

La seducción de la filosofía
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El historiador Will Durant explica: "La Iglesia adoptó algunas costumbres y formas
religiosas que eran comunes en la Roma precristiana [pagana]... la estola y otras vestiduras
de los sacerdotes paganos, el uso de incienso y agua bendita en purificaciones, el encender
velas y una luz eterna delante del altar, la adoración de los santos, la arquitectura de la
basílica, la ley romana como base para la ley canónica, el título de Pontifex Maximus para
el sumo pontífice, y, en el siglo IV, el latín como idioma [...] Pronto la fuente de orden y la
sede del poder en las ciudades serían los obispos, más bien que los prefectos romanos; los
metropolitanos o arzobispos apoyarían, si acaso no reemplazaban, a los gobernadores de las
provincias; y el sínodo de obispos tomaría el lugar de la asamblea provincial. La Iglesia
Romana siguió en los pasos del estado romano" (The Story of Civilization: Part III—
Caesar and Christ [La historia de la civilización: Parte III.—César y Cristo]).
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Esta inclinación a transigir con el mundo romano está en contraste directo con las
enseñanzas de Cristo y los apóstoles. (Véase el recuadro de la página 262.) El apóstol Pedro
aconsejó: "Amados, [...] estoy despertando sus facultades de raciocinio claro a modo de
recordatorio, para que se acuerden de los dichos hablados previamente por los santos
profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador mediante los apóstoles de ustedes.
Ustedes, por lo tanto, amados, teniendo este conocimiento de antemano, guárdense para que
no vayan a ser llevados con ellos por el error de gente desafiadora de ley y caigan de su
propia constancia". Pablo aconsejó claramente: "No lleguen a estar unidos bajo yugo
desigual con los incrédulos. Porque, ¿qué consorcio tienen la justicia y el desafuero? ¿O
qué participación tiene la luz con la oscuridad? [...] '"Por lo tanto, sálganse de entre ellos, y
sepárense —dice Jehová—, y dejen de tocar la cosa inmunda"'; '"y yo los recibiré"'". (2
Pedro 3:1, 2, 17; 2 Corintios 6:14-17; Revelación 18:2-5.)
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A pesar de esta clara amonestación, los cristianos apóstatas del segundo siglo tomaron los
atavíos de la religión pagana de Roma. Se apartaron de sus orígenes puros basados en la
Biblia, y en vez de eso se pusieron la vestidura pagana de Roma, aceptaron sus títulos y se
imbuyeron de filosofía griega. El profesor Wolfson, de la Universidad de Harvard, explica
en The Crucible of Christianity (El crisol del cristianismo) que en el segundo siglo
afluyeron al cristianismo muchísimos "gentiles adiestrados en la filosofía". Estos
admiraban la sabiduría de los griegos y opinaban que había similitudes entre la filosofía
griega y las enseñanzas de las Escrituras. Wolfson continúa así: "A veces expresan de
diversas maneras que la filosofía es el don especial de Dios a los griegos por vía de la razón
humana, tal como la Escritura lo es para los judíos por vía de la revelación directa". Y
sigue: "Los Padres de la Iglesia [...] emprendieron su tarea sistemática de mostrar que, tras
el lenguaje sencillo en que gustan de expresarse las Escrituras, se ocultan las enseñanzas de
los filósofos puestas en los oscuros términos técnicos acuñados en su Academia, Liceo y
Pórtico [centros de discusiones filosóficas]".
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Una actitud como esa abrió el camino para que la filosofía y la terminología griegas se
infiltraran en las enseñanzas de la cristiandad, especialmente en los campos de la doctrina
trinitaria y de creer en un alma inmortal. Como declara Wolfson: "Los Padres [de la iglesia]
empezaron a buscar en el almacén de la terminología filosófica dos buenos términos
técnicos; uno de estos se usaría para designar la realidad de lo distintivo de cada miembro
de la Trinidad individualmente, y el otro se usaría para designar la unidad común
subyacente de esos miembros". Sin embargo, tuvieron que admitir que "el concepto de un
Dios trino y uno es un misterio que no puede ser resuelto por la razón humana". Por
contraste, Pablo había reconocido claramente el peligro de tal contaminación y 'perversión
de las buenas nuevas' cuando escribió a los cristianos gálatas y colosenses: "Cuidado:
quizás haya alguien que se los lleve como presa suya mediante la filosofía
[griego: fi·lo·so·fí·as] y el vano engaño según la tradición de los hombres, según las cosas
elementales del mundo y no según Cristo". (Gálatas 1:7-9; Colosenses 2:8; 1 Corintios
1:22, 23.)

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