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Ataque frontal contra niños y jóvenes

Autora: Rebeca Reynaud

América Latina, y México en particular, son la esperanza del mundo. Aquí hay aún sentido del bien y del
mal, amor a la Patria y amor a la familia. Hay quienes buscan deteriorar la situación económica y moral,
y se notan los avances: se aprueba la pastilla del “día siguiente”, se promueve la pornografía por
internet, hay una campaña para corromper a la mujer, haciéndola frívola. El avance tenebroso de la
“cultura de la muerte” está ala vista.

La familia está atacada por diversas fuerzas provenientes de los medios de comunicación, de la música,
de las adicciones y del divorcio. Nadie tiene la sabiduría suficiente para enfrentarse a todo lo que sucede
en la vida, quizás porque no nos damos tiempo para reflexionar y para hablar con los hijos.

Hay organizaciones internacionales que desean debilitar a los pueblos del Tercer Mundo por lo que
tienen de más valioso: sus niños y sus jóvenes. Y les ofrecen un paraíso artificial a base de diversiones,
alcohol y drogas.

La libertad de nuestros jóvenes puede quedar prisionera a través de las adicciones. Una amiga médico
que trabaja con enfermos de esquizofrenia me comentaba que la mayoría de las personas a quienes
trata tiene esa enfermedad -de por vida- debido al uso de drogas.

El pueblo nuestro ha sido creador de identidad, de cultura, de lenguaje, ahora ¿forma parte ya de una
sociedad de masas, despersonalizada, totalmente manejada por los medios de comunicación?

Los adultos tenemos una gran confianza en los jóvenes; pero –según estadísticas- los jóvenes sólo
piensan en dos cosas: en su salud y en divertirse. Sus conversaciones son superficiales y salpicadas de
palabras vulgares o llenas de rutina: como el rollo, la onda o lo padre. Y uno se pregunta: ¿en dónde
están los grandes ideales que los caracteriza? ¿Cómo cuáles? Como el afán de buscarle sentido a su vida,
el ideal de encontrar la verdad, o el deseo de hacer el bien.
¡Los han debilitado! Tienen poca fuerza de voluntad. Las virtudes fortalecen la voluntad; en cambio, los
vicios la empobrecen, la estropean y por tanto disminuyen su capacidad de amar; por eso el que tiene
vicios no puede ser feliz, o lo es muy poco porque puede amar también muy poco.

Las normas éticas son amables, pero esto sólo se sabe cuando se tienen virtudes. La virtud es una
capacidad humana para el bien. Hay personas que, cuando advierten que llevan una conducta
meramente animal, se tranquilizan pensando que es “lo normal”, que “lo hace todo el mundo”. En esa
perspectiva Dios aparece como el mal, como lo que turba e inquieta.

La gente no se da cuenta de que hay un plan oculto a sus ojos, a nivel internacional, para corromperlos a
través de las drogas, las sectas y de una distribución masiva de revistas, películas y videos pornográficos,
donde se que expone una sexualidad basada en el placer, no en el amor. Quieren cambiar el concepto
de amor romántico para que se queden sólo con el placer.

Además, está la educación sexual que rompe con la participación de los padres. Lo más grave es la
distorsión de la conciencia que enseña algo malo como bueno. Esta distorsión lleva a los jóvenes al
utilitarismo sexual. Cuando se introduce el uso de condones en un grupo de jóvenes, la actividad sexual
de los chicos no aumenta pero sí la de las chicas. Este utilitarismo sexual lleva a la incapacidad personal
para asumir lo ajeno como propio, y por tanto de entregarse y comprometerse. ¿Qué futuro espera a las
naciones con ciudadanos tan limitados en su capacidad de entrega y compromiso?... Estamos ante una
estrategia de largo plazo que pretende sustraer de los niños la base y fundamento de su futuro.

Y, por supuesto, se trata de borrar el interés por Dios y por lo que viene después de esta vida: la
eternidad. Una amiga, ex-atea, contaba:

-Yo afirmada rotundamente: “Dios no existe”, y deseaba estudiar para demostrarle a mis amigos, con
fundamentos, que era absurdo creer en Dios. Y buscando la verdad sobre ello llegue a desear,
ardientemente, creer en Dios...

Dios es Alguien que ha salido al encuentro del ser humano. Podemos ser interlocutores de Alguien
Absoluto. Quien lo busca, lo encuentra.
La pregunta sobre Dios está inscrita en el corazón del hombre como una capacidad de acceder a Dios,
más aún, como un deseo de infinito. La cuestión de Dios es la cuestión más radical de toda la Teología y
en el ámbito estrictamente antropológico. Y es que la relación entre Dios y el hombre es tan estrecha
que el mismo Dios entra a formar parte de la definición del hombre. San Agustín escribe: Se le busca
para encontrarle, porque está oculto; se le busca después de haberle encontrado, porque es infinito.

((NOTA: El artículo puede acabar aquí para que no resulte largo, pero si tienen espacio, se puede alargar
con lo que sigue)).

La raíz de que crezcan las virtudes humanas en las personas es el amor humano. Hay amores que no son
amores rectos. Así, el soberbio se ama locamente, se cree dios. El amor adúltero es amor, y cuanto más
se quieran, peor, porque es un amor malo. Resulta esencial educar para que los jóvenes sepan amar y de
qué se deben de enamorar; pero ahora los padres de familia no corrigen, tienen miedo de sus hijos.

Kierkegaard presenta un ejemplo: “Si educáramos a dos niños de la misma forma y se les hiciera
participar siempre en las mismas cosas, de manera que recibieran las mismas felicitaciones, los mismos
regaños y las mismas correcciones, podrían, sin embargo, aprender cosas muy diferentes; porque uno
podría aprender con cada felicitación a no vanagloriarse, con cada regaño a recibir bien la reprimenda,
con cada corrección a aceptar que ésta lo cura; el otro podrá aprender, con cada felicitación la vanidad,
con cada regaño la exasperación y con cada corrección a acumular rencor”.

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