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Psicología y Comunicación – Cátedra Lutzky

Teórico 3 - Dictado el 30/8/10 por Daniel Lutzky

En el teórico pasado comenzamos a hacer una introducción a la problemática del sujeto,


de la subjetividad y de las dificultades de la concepción occidental para introducir la
noción de sujeto dentro de sus propios paradigmas, dentro de sus propios imaginarios,
de sus maneras de mirar la sociedad y el hombre, inclusive en las ciencias humanas.
Dijimos que la introducción de la sensibilidad en el estudio del sujeto y de lo social
destruye una de las bases del imaginario occidental, que es lo que llamamos función de
dominio, o la idea de que el mundo, los sujetos y las personas son dominables. Pero esto
también va en contra de otros fundamentos de la modernidad. Se dice que la sociedad
moderna existe cuando los sujetos existen por sí mismos, para sí mismos, cuando dejan
de existir en función de una holística que los supera y empiezan a sentir para sí mismos.
Entonces una parte estructurante de la idea de modernidad es la noción de autonomía, la
idea de que cada persona, cada sujeto, es en realidad autónomo y dueño de sus propias
decisiones. Lo que plantea la introducción del sentir en el análisis es todo lo contrario.
La introducción de lo sensible nos muestra que nadie es dueño de sí mismo, que nadie
es dueño de sus propias sensibilidades, que nadie puede decir cómo va a sentir cualquier
aspecto de la vida; es una especie de claudicación respecto de la modernidad. Por eso lo
sensible es antimoderno; está entre ser un aspecto pre-moderno, que no es posible
trabajar en los términos tradicionales de la ciencia, y pos-moderno, como un aspecto
que escapa, inclusive, a toda racionalidad en el sentido clásico.

También vimos que si bien la sensibilidad y la subjetividad no se ubican dentro de los


cánones del paradigma occidental, esto no quiere decir que no se pueda hacer algo con
esas cuestiones. Es más: si no hacemos algo con todo eso, el sujeto estará absolutamente
perdido. Esto quiere decir que ni las ciencias políticas van a explicar nada de la política,
ni las ciencias de la comunicación van a decir nada de la comunicación, ni ninguna otra
ciencia social va a decir nada que tenga que ver con las personas y con los sujetos si no
introducimos la variable sensible. Los que trabajamos en investigación sabemos que un
punto central que hay que trabajar siempre, ya sea que uno se ocupe de la comunicación
de un producto, en marketing, en comunicación política o en comunicación
institucional, lo central a entender es el tema afectivo. Eso que llamamos intuición en el
dirigente político, no es más que su habilidad para sentir, de alguna manera, en su
propio cuerpo subjetivo, qué sensaciones está sintiendo la gente, y en función de eso
logra adaptar su discurso y su comunicación. Casi no hay libros de ciencia política que
trabajen sobre este tema, hay muy pocos libros dedicados a la comunicación que
trabajen la sensibilidad en la comunicación, y así pasa con todas las ciencias humanas.
Sin embargo, en la práctica, estas cosas son centrales. Entonces hay una especie de
contradicción entre la teoría de un campo y la aplicación en la realidad de esos campos.

Sobre el final del teórico pasado tratamos de hacer referencia a formas de pensar en las
cuales el tema del sujeto se percibe de otra manera; entonces comentamos el
pensamiento oriental, particularmente el zen, para introducir formas de pensamiento
donde sujeto, objeto, mundo externo y mundo interno no son cosas fijas que se puedan
estructurar y estudiar a la manera tradicional, sino que tienen una mirada distinta.
Cuando decíamos que aun cuando lo subjetivo y la sensibilidad no se puedan atrapar en
las redes tradicionales de la ciencia, sin embargo sí se pueden trabajar, nos referíamos a

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otras formas de trabajo, a otras metodologías, muy importantes en la comunicación y en
las ciencias de la comunicación, aunque si se quiere se acercan más a la lógica del arte
que a las de la ciencia. ¿Por qué a la lógica del arte? Bueno, más adelante vamos a ver
que las reglas del arte se acercan más a algo con lo cual se puede trabajar introduciendo
lo subjetivo y lo sensible, porque trabaja sobre el producto y no sobre la causa. Cuando
trabajamos en una lógica del arte nos enfocamos sobre lo que el arte produce, y no sobre
cuál es la causalidad de que ese arte sea de tal o cual manera. Cuando nosotros vemos
un cuadro de Van Gogh, y el cuadro nos impacta, lo que importa es entender ese
impacto del cuadro en nuestra manera de sentir, y no la relación exacta que hay entre los
verdes, los azules, las formas geométricas, etc. Más allá de que pueda existir un trabajo
científico sobre el arte, lo que importa es la comprensión de los efectos de ese arte y no
la descripción de sus causas. Este es un cambio esencial en la metodología de trabajo
que implica introducir una metodología de análisis que no es tradicional en la ciencia y
tampoco en las ciencias sociales.

Hoy fundamentalmente vamos a hacer referencia a un autor que está vinculado al


psicoanálisis, no tanto todavía como teoría de la psicología sino como teoría del sujeto.
Lo que vamos a tratar de entender y de indagar es la noción de sujeto en uno de los
grandes pensadores del psicoanálisis, que es Jaques Lacan, construida a partir de su idea
de lenguaje y de comunicación. Y esta noción de sujeto que vamos a ver en el teórico de
hoy está vinculada fundamentalmente a la idea del lenguaje.

Antes, dos palabras sobre el psicoanálisis. Tocamos especialmente en este punto al


psicoanálisis como un pensamiento límite del imaginario occidental. Pensamiento límite
porque intenta dirigirse hacia el mundo de la sensibilidad, a ese lugar al cual, como
estuvimos viendo en la clase pasada, le cuesta tanto llegar al imaginario occidental para
introducirlo dentro de su propio esquema, dentro de su propio paradigma. La paradoja
del psicoanálisis es que intenta llegar a este lugar, trabajar sobre la problemática de la
sensibilidad, a partir de lo que podríamos llamar una lógica representativa. En este
sentido busca aplicar ciertas instituciones del pensamiento occidental, como la
representación, la simbolización, a un aspecto del sujeto que, como vamos a ver más
adelante, se resiste fuertemente a ser simbolizado. Y que es lo más importante,
justamente, de la subjetividad: es esto que llamamos el sentir, el afecto, la sensibilidad.
Se resiste a ser simbolizado, a ser representado. Y cuando decimos simbolizado lo
decimos en el sentido de la semiótica, que ustedes habrán estudiado. Para dar un
ejemplo: la tristeza es algo diferente de la idea de tristeza, que puedo transmitirla con
palabras. Es en este sentido que se resiste a ser representado: en el sentido de que la
representación de la sensibilidad deja de lado justamente aquello que quiere representar.

En la lógica de la metáfora, cuando intentamos metaforizar algo, podemos interpretar


las cosas de dos maneras distintas. Una es la manera de la representación, es decir que la
metáfora representa aquello que metaforiza. Puede decirse que la definición de tristeza
realmente lleva en sí misma la tristeza. O podemos tener una interpretación no
representativa, en el sentido de no juzgar la metáfora por aquello que representa, sino
por aquello que produce. Es decir, un discurso sobre la tristeza puede producir tristeza,
puede producir índices de tristeza en nuestra sensación, y ésta es la lógica de la poesía.
Pero esto no quiere decir que esa tristeza que sentimos cuando leemos una poesía que
habla de la tristeza sea la misma tristeza que vivimos en otro momento de la vida. En
todo caso son dos formas distintas de pensar la metáfora y la simbolización. La manera
occidental de pensar estas cuestiones está ligada a la manera representativa, es la idea de

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que en una definición encontramos aquello que la definición define, es la idea de
representante. El problema de la otra lógica que nombramos a propósito de la metáfora,
en la cual juzgamos la metáfora por lo que produce y no por lo que representa, no es
propia de la ciencia; es en cambio la lógica del arte. Nos encontramos ahí con un
paradigma totalmente distinto, con otra forma de trabajar los conceptos.

Esto podemos aplicarlo tanto a una definición como a una teoría. ¿Qué quiero decir?
Podemos juzgar una teoría de distintas formas. Una manera de juzgar una teoría sería
pensar si ella es verdadera o no, en el sentido de si realmente representa eso que dice.
Por ejemplo, la semiótica: ¿la semiótica realmente representa eso de lo que habla? ¿Está
contenido en la teoría de las distintas semióticas la comunicación, el discurso, lo que
pasa; está todo eso allí de alguna manera? Esta es una forma de pensarlo. Otra forma de
pensarlo sería: la teoría de la semiótica produce cierto efecto estético, me gusta, no me
gusta, y esto pasa con cualquier teoría que se refiera a aspectos humanos. Podemos
juzgar desde el contenido, si es verdad o no lo que dice, o podemos juzgar desde lo que
esa teoría produce en aquellos que piensan la teoría en cuestión. Es como si yo juzgara
por ejemplo el marxismo. Hay quien dice que la teoría del marxismo representa la
realidad de la economía, de la sociedad. Ahora, ¿cuándo alguien que es marxista deja de
serlo? ¿O cuándo alguien que no es marxista se hace marxista? ¿Cuándo descubre que
esa teoría realmente representa algo de la realidad? No. Alguien es marxista o deja de
serlo cuando la teoría empieza a gustarle o a disgustarle, no cuando comprueba que es
cierta o no es cierta. Esta es entonces otra forma de pensar las teorías. La teoría por los
efectos que tiene en las personas que la piensan. Vendría a ser como una estética de la
teoría, y de hecho podemos decir que cada teoría tiene su propia estética. A muchos de
ustedes, ya que hablábamos de semiótica, acaso la semiótica no les guste, quizás les
produzca cierto desagrado, pero no es porque piensen que la semiótica está equivocada,
o que en realidad la idea de la terceridad de Pierce no se corresponde exactamente con
la forma en que hay que mirar la comunicación; simplemente les resulta un embole, y a
otros en cambio les gusta, les produce cierto placer, y eso hace que algunos se dediquen
a la semiótica y otros en cambio la pasen rápido y busquen una teoría que les guste más.
Esto es justamente lo que decíamos antes del problema de la ciencia y del arte en temas
humanos y especialmente en la comunicación.

Entonces decíamos que el psicoanálisis es un pensamiento límite en occidente, porque


intenta representar lo irrepresentable, hace un esfuerzo enorme por comprender de
manera simbólica los movimientos de lo sensible. En la historia del psicoanálisis, que es
una muy breve historia, vemos que el psicoanálisis nace en una época muy particular,
que es la época victoriana; una época en la cual el pensamiento y el imaginario europeos
están definidos por parámetros muy rígidos, especialmente en Alemania y Austria, que
no por nada son los países donde nace el psicoanálisis. En esta época victoriana existía
toda una serie de síntomas que hoy llamaríamos psicológicos, aunque por entonces no
existía esa palabra; lo que decía en ese tiempo era que el paciente tenía una enfermedad
que le atacaba los nervios; entonces se ponían nerviosos y tenían una serie de actitudes.
Y hete aquí que aparece un médico, nacido en Viena, que tiene una relación muy
particular con la medicina y que trata de pensar, en un primer momento, qué pasa con
esa enfermedad nerviosa, que en ese momento estaba fuertemente ligada con algo que
después se llamó histeria. ¿Por qué histeria, que viene de útero, que viene de la mujer?
Porque la mujer en la época victoriana y en la familia victoriana ocupaba el peor lugar
de la estructura familiar, el lugar más reprimido, el más limitado. Es normal que en

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quien estaba más reprimido dentro de la estructura familiar y social aparecieran más
fuertemente síntomas de problemas psicológicos, por llamarlos con un término actual.

El paciente afectado por esto que entonces se llamaba histeria era algo muy diferente de
lo que hoy conocemos como una persona histérica: eran síntomas típicos, personas que
no podían mover las manos, que tenían que hablar de cierta manera, que tenían síntomas
muy raros. Como en un primer momento se pensó que se trataba de una enfermedad de
los nervios, y en esa época marcada por lo industrial, por los motores y la energía
eléctrica se hablaba mucho del magnetismo, se creyó que esas personas estaban
magnetizadas. Y para desmagnetizarlas se las hacía dar vueltas alrededor de una tinaja
con agua, las personas entraban en trance, se desmayaban, y cuando se despertaban
estaban mejor. Entonces se decía que se habían desmagnetizado, que el magnetismo que
las afectaba se había ido al agua. En realidad lo que había sucedido era que se había
producido un trance, como hoy ocurre con algunas personas religiosas. Y como acudían
personas con problemas de tipo psicológico muy fuertes, la situación del trance
realmente les hacía bien. Entonces este médico vienés, que es Sigmund Freud, empezó a
estudiar estos casos y las distintas técnicas que se empezaban a usar para curar a estas
personas. Entre ellas una que se llamó hipnosis, que tenía que ver con esta idea de la
magnetización de la gente, tanto que en ese tiempo a la hipnosis también se la llamaba
magnetismo.

La hipnosis que se utilizaba por entonces para el tratamiento de estos síntomas era de
tipo autoritaria. Los relatos de la época decían: “Cuando yo cuente hasta diez vas a
entrar en trance”; y si la persona no entraba en trance se le daba una cachetada, y ésta
rápidamente entraba en trance. Hay muchas historias de este tipo. Freud empieza a
investigar para ver qué pasa con esos procesos hipnóticos; aprende a hipnotizar, y de ese
proceso descubre algo que va a entender como ideas que la gente tiene, pero que no
sabe que tiene, y él las va a llamar ideas inconscientes; es decir, cosas que la gente
piensa pero que no sabe que piensa. Durante un proceso de hipnosis duerme a una
paciente, la hace entrar en trance, y le indica que cuando despierte ella va a abrir un
paraguas, por más que haya sol, y después le dice que olvide todo lo que se le dijo.
Cuando Freud despierta a la paciente, ella se levanta y abre un paraguas. Entonces
Freud le pregunta por qué razón está haciendo eso, a lo cual ella responde: “No lo sé.
Abrí el paraguas porque tenía ganas de hacerlo”. Esta experiencia demuestra que hay
cosas que uno tiene en su mente que nos hacen actuar, que nos hacen hacer cosas, pero
que al mismo tiempo uno no sabe que las lleva en su propio pensamiento. Freud va a
elaborar entonces la idea de inconsciente; va a decir que hay un mecanismo en la mente
que hace que ciertas ideas nosotros no podemos pensarlas, pero que sin embargo están
ahí instaladas, y nos hacen actuar, y nos pueden enfermar.

Freud tenía un problema: era un mal hipnotizador. El era un tipo muy rígido,
estructurado, y un principio de todo buen hipnotizador es ser muy flexible, darse cuenta
enseguida de cómo reacciona el otro y qué es lo que pasa con él. Esto es lo que hacía
Tu-Sam, y lo que hace cualquier hipnotizador de salón, que hay millones en todo el
mundo: se dan cuenta de quién está más dispuesto de entrar en trance. Y esto lo logran a
través de la observación de ciertos detalles, porque toda la gente a través de sus ojos, de
sus gestos, de su expresión, transmite cosas, y esto lo percibe el hipnotizador, que va a
dirigirse principalmente a las personas en las que encuentre mejor predisposición.
Porque hay en cambio otra gente que es más resistente, que de ninguna manera quiere
entrar en trance, y con quienes las técnicas hipnóticas no funcionarían. Bueno, como les

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decía, Freud no era un buen hipnotizador, y cuando invitaba a sus pacientes, que como
dijimos eran en su mayoría mujeres, porque ellas eran el eslabón débil en la cadena
familiar, las que más sufrían en ese momento las represiones, pasaban tres cosas:
primero, ellas no se hipnotizaban, o por lo menos a Freud le costaba mucho lograr el
trance; segundo, estas mujeres con las que Freud trabajaba querían algo más que entrar
en estado de trance; y en tercer lugar él decía que los síntomas, cuando se curaban,
volvían a aparecer después de otra manera. A la persona que tenía problemas para entrar
en relación, después le pasaba que no podía caminar; y a la persona que no podía mover
el pie o la mano, después le aparecía otro síntoma. Vale decir que la hipnosis no curaba
totalmente el problema que estos pacientes tenían.

Entonces Freud va a inventar, a partir de todos estos límites, lo que él va a llamar cura
por la palabra, o psicoanálisis, y va a dejar que el paciente hable. El concepto de
inconsciente en Freud es lo central de toda su teoría, de todo su pensamiento, y es su
descubrimiento más importante. Freud va a decir que los pensamientos inconscientes
funcionan bajo reglas distintas que las del pensamiento racional o consciente. Por
ejemplo, va a decir que en el pensamiento inconsciente no hay contradicción. En el
pensamiento racional una cosa es o no es; no puede ser y no ser al mismo tiempo. En el
pensamiento inconsciente, al contrario, una cosa puede ser y no ser al mismo tiempo.
No hay contradicción entre opuestos. El pensamiento inconsciente funciona bajo dos
formas que él va a definir como desplazamiento y condensación. Desplazamiento y
condensación serían como un equivalente de metonimia y metáfora. Desplazamiento
sería cuando un aspecto que está ligado a algo se desplaza hacia otra cosa, porque por
alguna razón no se puede ligar ese aspecto a ese algo en cuestión. Condensación es
cuando varias cosas que aparecen separadas en la vida real se condensan y se unen en
una sola. Un ejemplo de condensación lo tenemos cuando soñamos cosas que unen en
un mismo sueño varias que nos pasaron o nos preocupan. Y un claro ejemplo de
desplazamiento sería la fobia. Vamos a dar un ejemplo de fobia un poco estereotipado:
somos chicos y está por nacer un hermano nuestro, y nosotros sentimos odio porque
nuestros padres se están ocupando más de otro que no somos nosotros; todo ese odio
que sentimos se va concentrando cada vez más a medida que se acerca el nacimiento de
nuestro hermano, y justo en ese momento pasa un perro, nos ladra, y todo ese odio que
sentimos hacia aquél que va a reemplazar nuestro lugar en el afecto de nuestros padres
lo desplazamos hacia ese perro. Y como todo esto ocurrió en un momento en el cual el
lenguaje todavía no era muy identificable, porque éramos muy chicos, o bien porque no
teníamos herramientas de lenguaje suficientes, esto no será fácil de expresar tampoco
más adelante en nuestra vida, porque nunca pensamos toda esta situación, simplemente
la vivimos y la sentimos. Y vamos a tener fobia a los perros, por un desplazamiento del
afecto que hicimos en ese momento. Esto como para dar un ejemplo estereotipado, pero
por lo general las fobias son esto: desplazamientos de sentimientos que no se pueden
sentir conectados a ciertas cosas, que se conectan, se desplazan, hacia otras.

− Lo que vos llamás desplazamientos, ¿se puede pensar también como proyecciones?

No, proyección es otra cosa, pero eso lo vamos a ver en la clase que viene. Digamos por
ahora que proyección es otra operación interna; es poner algo que está dentro nuestro
afuera de nosotros. Es distinto de desplazar sentimientos que de por sí están enfocados
hacia algo externo a otra cosa externa distinta. Después vamos a ver, por ejemplo, que la
paranoia es una proyección, pero no la fobia. Pero lo vamos a ver en la clase que viene.

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− [Inaudible]

La pregunta es si lo conciente lo podemos relacionar con lo racional y lo inconsciente


con lo emotivo. Desde el punto de vista del psicoanálisis no sería del todo correcto
hacer esa relación. Sin embargo yo pienso que tiene bastante que ver con eso, pero
solamente en lo que se refiere a lo emotivo que no es pensable en absoluto. Tengo que
decir que yo no pienso exactamente como piensa el psicoanálisis; creo que es muy
interesante, que es una ventana abierta hacia temas que de otra manera no hubieran sido
pensador o elaborados, pero igual queda mucho más que pensar sobre todo esto.

Ahora, ¿dónde se expresa lo inconsciente, dónde aparece? Freud dice que aparece en
dos o tres momentos: aparece en los sueños, por ejemplo, cuando las barreras represivas
bajan, y entonces en los sueños aparece transfigurado lo que yo inconscientemente
pienso, siento, etcétera. También aparece en los lapsus y en los equívocos: cuando una
persona quiere decir una cosa y dice otra, y este algo que surge y dice no sabe de dónde
viene, y dice algo totalmente distinto de lo que quería decir. Y aparece en ciertos
momentos de la vida social, y por ejemplo nosotros vamos a ver, cuando trabajemos
sobre las teorías de Freud, cómo en los movimientos de masas también surge lo
inconsciente. Vamos a hablar en este caso de un inconsciente colectivo, que surge entre
otros casos cuando una persona se siente parte de una masa. Pero hay más también.

− ¿Y en el chiste?

En el chiste también. Freud de hecho va a formar una teoría del chiste en la cual
pretendía indagar por qué el chiste causaba gracia.

Freud va a lograr entonces una enorme teoría, va a escribir muchísimos libros. Luego de
su muerte, una serie psicoanalistas van a confirmar su teoría y van a surgir distintas
corrientes. Hay una corriente en Grecia, hay otra en Francia, y el exponente más
importante de la corriente francesa es Jaques Lacan, psiquiatra y también psicoanalista.
Lacan va a desarrollar una teoría sumamente compleja y va a tener una especie de lugar
muy especial para los psicoanalistas, que lo estudian durante toda la vida, y solamente
dejan de estudiarlo no cuando lo entendieron, sino cuando se aburrieron. Los grupos de
estudio sobre las ideas de Lacan podían durar diez o quince años, sólo para tratar de
entender lo que él dijo. Pero Lacan mismo decía que él no escribía para ser entendido,
porque la lógica de ser comprendido no era lo que él quería explicar. Lo típico de Lacan
son esas frases medio paradójicas, medio incomprensibles, frente a las cuales uno se
pregunta qué quiso decir, y cada tanto los psicoanalistas cambian las ideas respecto de
qué quiso decir Lacan cuando dijo tal o cual cosa. Pero más allá de todo esto Lacan
elaboró una serie de pensamientos interesantes sobre algunas problemáticas. Y una que
vamos a ver nosotros ahora, porque viene a colación de nuestro tema, es el problema del
lenguaje. Lenguaje… y por lo tanto comunicación. En apuntes va a aparecer una parte
del libro “Introducción a la lectura de Lacan”, de uno de sus alumnos, Joel Dör, que
pudo sintetizar de una manera un poco más comprensible que otros lo que él entendió
de Jaques Lacan, que aunque en los últimos años de su vida estuvo bastante loco, hacía
intervenciones absurdas o decía cosas sin sentido, igual escribió cosas muy interesantes.

Para tratar de comprender un poco la teoría de Lacan en el lenguaje vamos a desarrollar


cuatro puntos. Al primero lo vamos a llamar Sujeto de la enunciación y sujeto del
enunciado. Quizá con este mismo título hayan visto algo en alguna semiótica, pero acá

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este título va a querer decir cosas ligeramente distintas. ¿Qué es sujeto del enunciado?
El sujeto del enunciado es el sujeto definido, pensado, a partir de lo que él mismo dijo, a
partir de su discurso. Una persona dice muchas cosas y a partir de esto que dice, de lo
producido en el discurso, de lo dicho, yo comprendo lo que es. ¿Qué sería sujeto de la
enunciación? Es el sujeto definido no a partir del discurso hecho, no a partir de lo
producido, sino a partir de la producción, del mecanismo que produce, partir del decir.
Es el sujeto pensado a partir del proceso de producción de su discurso.

El sujeto de la enunciación, entonces, no se reconoce a partir de lo dicho por este sujeto,


sino a partir de su decir, del mecanismo del decir y no de las palabras que pronunció.
Esta persona es pensada no a partir de lo que dijo, sino a partir de cómo lo dijo, de cómo
produjo ese discurso. Para Lacan esta instancia del decir está ligada al deseo, que es el
motor que produce el discurso. El sujeto de la enunciación está ligado al deseo, y por lo
tanto al inconsciente. Entonces Lacan propone que hay dos maneras diferentes de llegar
al sujeto: una es a partir del discurso, y otra a partir de indagar cómo y por qué se
produce ese discurso. Por eso Lacan va a decir una frase algo esotérica: “la verdad del
sujeto sólo puede ser dicha a medias”. Esto quiere decir que hay una parte esencial del
sujeto que no puede ser dicha, porque no está en el discurso producido sino en la fábrica
que produce ese discurso, en la manera en que nuestra subjetividad va construyendo
nuestras palabras, pero no en las palabras en sí mismas. Por eso en el psicoanálisis lo
que el paciente dice, las palabras que el paciente pronuncia, no tienen unas mayor
importancia que otras; en este discurso todas las palabras pueden valer igual. Cuando se
dice que el psicoanalista escucha con una actitud de atención flotante, quiere decir que
no prioriza una cosa sobre la otra. Frente a lo que el paciente dice, la atención del
psicoanalista no va hacia donde el discurso del paciente pretende llevarlo; y si por
ejemplo el paciente dice “lo más importante que me pasa a mí es tal cosa”, tal cosa no
será más importante para el psicoanalista que cualquier otra palabra, más allá de que el
paciente haya recalcado lo importante que es. Sin embargo, el psicoanalista sí va a
concentrar su atención en el proceso de cómo el paciente va construyendo su discurso.
Para dar un ejemplo: si el paciente viene enojado, y habla como enojado, que a mi me
va mal, que con mis amigos y mi familia me va mal, entonces hay dos alternativas
posibles; una es que el psicoanalista lo deje hablar e intente entender a través de lo que
el paciente le dice, y la otra es que el psicoanalista trate de entender por qué alguien que
va al psicoanalista quiera enojarse con el terapeuta. La operación que va a hacer en este
caso el psicoanalista se llama puntuar: puntuar es decir algo, pero debe puntuar sobre el
decir, y no sobre lo dicho. El psicoanalista debe entonces decir algo que tenga que ver
con el proceso desde el cual el paciente habla. No le va a decir que en realidad las
personas no son una mierda, ni que él es tan malo; le va a decir: “¿y por qué se enoja
conmigo?” Va a trabajar sobre la fábrica, y no sobre lo fabricado. A partir de este
concepto nace la idea de que el sujeto siempre va a estar dividido; nunca va a ser un
sujeto completo, sino que por lo menos estará siempre esta división entre el enunciado y
la enunciación, como dos cosas distintas en un mismo sujeto, lo cual va a llevarnos a
pensar que el sujeto es siempre un sujeto dividido entre lo conciente y lo inconsciente,
entre lo dicho y el decir. Nosotros podemos saber algo de lo que decimos; pero lo que
no se puede saber nunca, y por lo tanto tampoco podemos decir y ni siquiera pensar, es
qué fue lo que nos llevó a construir esas palabras, y por qué las dije de esa manera y no
de otra; eso no lo puedo saber.

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− ¿El psicoanalista no le da ningún valor a lo que dice el paciente?

No es que no le da ningún valor, sino que no le da el valor que nosotros le damos. Ahora
lo vamos a ver en lo que sigue, sobre el valor de las palabras. Pero digamos ya que para
el psicoanálisis las palabras siempre mienten. No hay palabras verdaderas.

Pasemos ahora al segundo tema, que se llama alienación en el lenguaje. Alienar quiere
decir convertir algo en otra cosa. ¿Poca relación con la película Alien? No tan poca.
Alien es algo extraño, que nada tiene que ver con él. Alien es el extranjero, el extraño, y
no es una coincidencia que éste sea el sentido literal que esta palabra tiene en inglés.
¿Qué va a decir el psicoanálisis sobre este tema de la alienación en el lenguaje? Va a
decir que cuando nosotros hablamos, nombramos algo, es decir, simbolizamos,
transformamos algo en una palabra, y producimos así un doble efecto. El representar y
el simbolizar por un lado nos trae a nuestro lenguaje la cosa de la cual hablamos, nos
produce una presencia de esa cosa (decimos: el caballo corre por el parque, y eso trae un
caballo corriendo por el parque). Pero lo segundo, y para el psicoanálisis de Lacan esto
es todavía más importante, es que cuando nombramos algo estamos produciendo un
efecto muy especial que es negar: toda representación, por el solo hecho de representar,
niega la presencia de lo que es representado. Una cosa es que yo vea esta silla y la toque
porque está acá al lado mío, y otra cosa distinta es que yo diga “silla”, y cuando digo
“silla” en esa palabra que estoy diciendo no hay una silla, sino que solo está la palabra
que la representa, ¿se entiende? Entonces, el segundo efecto de la noción de representar
es negar lo representado, es eliminarlo, es convertirlo en una representación. Es como la
democracia, digamos: si nosotros votamos un diputado, el diputado nos representa
porque lo votamos, sin embargo la presencia del diputado en el Congreso dice que ahí
no está la gente que lo votó, sino que sólo está su representante, y después el diputado
hará lo que él quiera. Para Lacan, esto mismo pasa con las palabras. Entonces, acá viene
otra de las frases esotéricas de Lacan… Esto es lo que produce el lenguaje: “la presencia
de algo real, por medio de su ausencia como tal”. ¿Qué pasa, entonces, cuando nosotros
hablamos ya no de una silla, sino de nosotros mismos? Si la presencia de algo a partir
del lenguaje es también su ausencia y su negación, ¿qué pasa cuando en nuestro
discurso hablamos de nosotros?

− ¿Ocurre una autonegación?

Claro, eso es precisamente lo que dice Lacan. Entonces Lacan va a decir que el sujeto
va a estar presente en el lenguaje a costa de estar ausente en su ser. Otra frase
esotérica... O dicho en otras palabras: todo discurso sobre mí mismo es mentiroso; pero
es mentiroso esencialmente, porque no hay un discurso que pueda ser verdadero. El solo
hecho de representar y de construir historias sobre mí es una falsedad. Por eso para el
psicoanálisis, que trabaja sobre las historias de las personas, lo básico es saber que toda
persona inventa su propia historia, y a través de ese invento que hace de sí mismo y de
aquello que pasó o le pasa está intentando no ver. Cuando yo digo “aquello que me pasó
es que mis padres me trataban así, y mamá era muy lejana, etcétera, etcétera”, todo ese
discurso es un invento que no tiene que ver con la realidad. No hay posibilidad de crear
un discurso verdadero, ni siquiera en el psicoanálisis. Por eso hablamos de alienación en
el lenguaje, porque lo que dice Lacan es que en el lenguaje el sujeto tiene como efecto
desconocer. El sujeto se aliena en su propio discurso.

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Pasemos al tercer tema. Y después van a ver que todos estos temas tienen su relación. Al
tercer tema lo vamos a llamar la alienación del sujeto en el yo. Y para entender esto
vamos a hacer un esquema que hacía Lacan:

Todo esto es lo que para Lacan sería el sujeto, la subjetividad. Los cuatro elementos que
aparecen en este esquema son: una O grande, abajo, que Lacan va a llamar Gran Otro,
que es el representante del inconsciente, de la lógica inconsciente; luego hay una o más
pequeña, conectada con el Gran Otro, que es el Yo; y también hay una o’ que es el
Semejante, y una S tachada ($) que Lacan va a llamar Sujeto barrado. Según Lacan, las
personas confunden su identidad, su yo, a partir de lo que le devuelven las personas
significativas, afectivamente importantes, que las rodean. Quiero decir que si de chico
me dijeron que soy torpe, yo me creo torpe, y lo creo así porque es lo que toda la vida
me dijeron que soy. Yo voy a construir mi identidad a partir de lo que entiendo que los
demás ven en mí. Esto en Lacan se llama teoría del espejo. Entonces son estos
semejantes, esta o’, lo que me devuelve cierta imagen que va a construir mi Yo. A esta
relación, a este vínculo entre el Yo y los Semejantes, Lacan la va a llamar comunicación
imaginaria. Comunicación imaginaria porque en realidad ni siquiera es que los demás
me vean inteligente o bruto, sino que en realidad hay algo que hace que yo crea que los
demás me ven así. Hay una lógica oculta que me lleva a pensar que la gente me ve de tal
o de cual manera. Esta lógica oculta, que no se puede expresar, porque está tapada por
ese discurso imaginario, es el Gran Otro, que se ubica abajo y cuya expresión está
cortada por el discurso imaginario.

− ¿El Gran Otro tapa la comunicación?

No, es al revés: la comunicación tapa al Gran Otro. La comunicación imaginaria


(después vamos a ver que hay otro tipo de comunicación que surge cuando la
comunicación imaginaria se rompe), que normalmente llamamos comunicación, el
discurso lógico, racional, eso es lo que tapa la verdad que determina al sujeto y que es
inconsciente. Ojo, nada de esto es real, sino que es lo que para Lacan compone lo
psíquico; no hay ni un Yo, ni un Semejante, ni un Gran Otro; todo este mecanismo es
para comprender cómo Lacan ve la psiquis. Pero pasa que en ciertos momentos ese
discurso imaginario se quiebra, se rompe. Y para el psicoanálisis cuando el discurso
lógico se rompe, cuando la racionalidad se parte, cuando en ciertos momentos ya no sé
más qué pensar, en esos momentos es cuando puede surgir eso que llamamos
inconsciente. En el caso de las terapias de psicoanálisis es cuando alguien escucha algo
que no sabe de dónde viene, que no sabe cómo explicar; en ese momento aparece algo

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nuevo, que rompe con toda la explicación de su propia vida. Si antes yo venía diciendo
soy así por tal cosa, porque mi padre tal otra, porque me criaron así, todo ese discurso se
rompe en ese momento en el que surge algo que no sé de dónde sale.
Supongamos que hay alguien hablando de su novia, y nos cuenta que “el otro día
fuimos al cine, finalmente la llevé a mi mamá… no, no quise decir mi mamá, quise
decir mi novia”. ¿Por qué dijo “mi mamá”? Ahí surgió algo que no era lógico, porque
esa persona quería decir otra cosa. Mientras le queda la sensación de que dijo una
boludez, de que algo se rompió, aparece la posibilidad de que aparezca algo nuevo que
estaba determinando su discurso y que él no sabía. Ahora, cuando empieza a buscar de
nuevo un relato racional, ahí es cuando otra vez se vuelve a construir el imaginario, y
entonces dice “lo que pasa es que yo tuve un Edipo fuerte con mi mamá, por eso me
equivoqué”, y ahí ya reconstruyó y tapó el discurso del inconsciente con el discurso
racional. Solamente cuando se desestructura de algún modo ese discurso racional es
cuando emerge lo inconsciente. Y solamente en esos momentos, cuando se rompe ese
discurso, se conecta con el sujeto, por eso sujeto dividido, y se produce la sensación de
que hay algo en mí que no controlo. Yo pensé que controlaba mis palabras, mi vida, mi
sentimientos, pero hay algo en mí que no sé de dónde sale y que no controlo.

− ¿Cuál es la diferencia entre este modelo y el acto fallido?

Es lo mismo. Ahí surge también el inconsciente, es exactamente la misma sensación. O


en el sueño, cuando uno se pregunta de dónde salieron esas imágenes que uno nunca
vio, que parecen tan ajenas. ¿Yo pude construir todo eso? En los sueños se sienten cosas
que uno nunca pensó que podía sentir.

− [Inaudible]

Cuando vos haces lo contrario de lo que dicen los demás, es porque estás totalmente
determinado por ese discurso de los demás. Quiero decir: si vos saliste rebelde eso
quiere decir que te ajustaste exactamente al discurso de tus padres, sólo que en sentido
inverso, pero esto no es ser independiente; eso es ser totalmente dependiente, porque
estás haciendo exactamente lo contrario de lo que te piden.

− ¿La comunicación imaginaria se construye a través de un discurso racional?

Si. La comunicación imaginaria es el discurso racional, son todas las explicaciones que
yo creo que los demás piensan de mí, que yo pienso de los demás, que el mundo es así
por tal cosa, todas explicaciones racionales. Cuando se rompe este discurso racional de
repente surge algo que es irracional, lo que Lacan llama el Gran Otro, y se conecta con
el sujeto. Vos de repente sentís cosas, decís cosas que nunca pensaste que podías hacer,
por eso ahí comprendés durante unos segundos, te das cuenta de que hay algo en vos
que no dominás, por eso te sentís dividido. La sensación que te queda es que uno no es
dueño de sí mismo.

− [Inaudible]

Apenas vos construyas una explicación racional, sea psicológica o de cualquier tipo,
tapás ese pequeño agujero por donde surgió lo inconsciente. Lo que pasa es que la duda
-porque lo que produce esta sensación es duda- es poco soportable. Yo puedo pensar que
el mundo y todos son una porquería, y eso lo soporto, pero lo que no puedo soportar es

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la sensación de no saber cómo es el mundo y cómo son los demás. Por eso las creencias
son tan fuertes, porque yo necesito aferrarme a algo, no importa si ese algo es bueno, es
malo, es cierto o falso, yo no necesito saber tanto, lo que no soporto es no tener nada
para aferrarme; en seguida tengo que construir un discurso racional.

Vamos ahora al último aspecto, que un poco va a englobar y a cerrar todo. Lo vamos a
llamar las etapas del Edipo.

La primera etapa es una etapa mítica, y es cuando el hijo está totalmente englobado por
la madre. En esta primera etapa, para el sujeto, para el hijo, todo lo que él necesita es la
madre y todo lo que necesita la madre es el hijo. Madre como concepto, como aquello
que globaliza, y hasta que los hombres no puedan tener hijos esto va a ser así. Algún día
tal vez sea distinto. Entonces el concepto de madre es todo lo que engloba al hijo y el
hijo en esta etapa no tiene ningún deseo, porque no le falta nada; todo lo que él quiere la
madre lo ofrece.

− El desea a la madre.

No, en rigor no la desea, porque ya la tiene. O lo desea, pero está cumplido. Un deseo
cumplido no es un verdadero deseo, es algo que tenés, es una situación en la que vivís.
Si vos tenés todas las comidas más ricas que querés, y las tenés siempre, vos no deseás
la comida: la tenés, y cuando querés comés. Como todavía no tiene un verdadero deseo,
porque no le falta nada, en esta etapa primera del Edipo, todavía no hay sujeto. Vamos a
ver que para que haya sujeto tiene que haber deseo; sin deseo no hay sujeto. ¿Qué pasa?
Pasa algo extraño después, y es que la madre desea otra cosa. Entonces se aparece algo,
cualquier cosa, que lo vamos a llamar nombre del padre, porque Lacan lo llama así.

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El nombre del padre no es necesariamente un padre, es cualquier cosa que la madre
desee, desde hacer danza clásica, estudiar comunicación o una relación lesbiana, es
exactamente lo mismo. Lo importante es tener en cuenta que la madre desea otra cosa
diferente del hijo, con lo cual el hijo ya no es todo para la madre. Y entonces acá se
produce una tragedia, porque se rompe la relación simbiótica de la primera etapa y ya
hijo y madre no se corresponden de manera globalizante el uno al otro, y el hijo siente
que por primera vez pierde algo. La sensación de pérdida, que recordando a Freud
Lacan va a llamar castración primaria, por perder algo importante. A partir de la
pérdida de este objeto de amor el sujeto se va a pasar toda la vida tratando de recuperar
lo perdido, tratando de recuperar esa sensación de tener lo que desea. Y van a aparecer,
también por primera vez, distintas formas de resolver esta pérdida. Una de las formas
más importantes, según Lacan, va a ser buscar el objeto de amor, el objeto perdido, a
través de la representación, o de la simbolización, como quieran llamarlo. Esto de
buscar reemplazar el objeto perdido a través de un representando es lo que para Lacan
va a ser el lenguaje. Nombrar, representar las cosas por medio de palabras y hablar va a
ser una de las formas de buscar todo el tiempo, de recuperar mediante la representación,
mediante el lenguaje, aquello que se perdió.

Recién en este momento, en esta instancia va a surgir el verdadero sujeto, porque surge
el deseo de recuperar lo perdido, surge el lenguaje como representación, y como nunca
se va a recuperar totalmente el objeto perdido, es decir la madre original, siempre vamos
a hablar; vamos a hablar buscando recuperar mediante el lenguaje el objeto perdido.

Algunos estudios sobre la psicosis, por ejemplo, dicen que el lenguaje del psicótico no
es realmente un lenguaje, porque no es un lenguaje representativo; cierto tipo de
psicótico es como si no hubiera todavía llegado a esa etapa. Por eso cuando el loco dice
que es Napoleón, es Napoleón; no es que esté jugando a que es Napoleón, no está
haciendo una representación como en el teatro, sino que dice “yo soy Napoleón” o “yo
soy Cristo”, y él es realmente Napoleón o Cristo. Hay una anécdota de Bateson, que
cuenta que invita a un esquizofrénico a comer a un restaurante, y el esquizofrénico
pregunta: “bueno, ¿qué vamos a comer?” Entonces Bateson le da el menú y le dice que
allí está todo lo que se puede comer, así que el otro agarra el menú y se lo empieza a
comer. Es decir que el tipo no puede separar la representación de lo representado.
Entonces ese no es un verdadero lenguaje, sino que es más bien un pre-lenguaje, donde
el lenguaje actúa como si fuese en realidad la cosa representada. Por eso se dice que en
algunos casos este mecanismo de imposibilidad tiene que ver con cierto tipo de psicosis.

− ¿Y cuando no se habla pero se simboliza es lo mismo?

El pensamiento y el lenguaje son lo mismo; pensar y hablar es exactamente lo mismo.

− ¿Cuál la situación de los autistas?

Yo no soy especialista y lo que sé sobre el caso de los autistas es más bien un


comentario de café, pero lo que sé es que el autismo tiene muy poca explicación,
todavía no está bien estudiado, y aparte hay modos distintos. Lo mismo con la psicosis:
hay psicosis que son diferentes. Yo tengo un conocido, aunque hace rato que no lo veo,
que está realmente loco. En una época creía que era Cristo, pero era bastante razonable.
En una Navidad viene y me dice: “No sabes adónde fui a dormir en Navidad”. Resulta

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que había un pesebre gigante, y él se había metido adentro. Pobre… Lo habían llevado
al Borda, pero después yo lo saqué de ahí, porque ese es un lugar espantoso.

Bueno, decíamos que cuando surge el lenguaje surge el deseo, surge la falta y la
búsqueda del objeto. Lacan va a hacer toda una teorización del objeto del deseo, del
objeto perdido. Después viene lo que sería la tercera etapa, que es cómo cada uno
resuelve este problema, y ahí aparece la diferenciación sexual, y ahí aparecen las
grandes diferencias entre los hombre y las mujeres. Porque el hombre desde su primer
momento va a tener frente a sí al sexo opuesto, desde que nace tiene a la madre delante.
Cuando percibe que a la madre le atrae otra cosa distinta de él, que Lacan llama el
nombre del padre, uno de los mecanismos masculinos es identificarse con aquello que la
madre desea y tratar de convertirse en aquello que completa a la madre. Entonces, si a la
madre le gusta el canto, capaz que él se hace bailarín. Claro que esto es una forma
estereotipada de decirlo, pero en todo caso va a tratar de identificarse de alguna manera
con aquello que la madre desea. Es un mecanismo bastante directo. En el caso de las
mujeres, en cambio, es más complejo, porque la mujer tiene que hacer un cambio de
objeto. La mujer también tiene como primer objeto de amor a su madre, pero esto quiere
decir que el primer objeto de amor de una mujer es alguien de su mismo sexo. Entonces,
cuando se produce ese mecanismo que hace que la niña sienta que perdió el amor total
de su madre, la niña tiene que hacer un cambio de objeto, debe pasar de amar a una
mujer a amar aquello que esa mujer ama. Como ven es más complejo que en el hombre.
Por eso Lacan habla del deseo del deseo del otro, amar aquello que la otra mujer ama.
De ahí, por ejemplo, los mecanismos de la moda. Cuando uno se pregunta cómo
funciona la moda, más allá de que en los hombres también funciona de otra manera…
¿Qué es lo que sigue una mujer cuando ve una vidriera o cuando ve la moda? Ve lo que
le queda bien a otra mujer, y lo que hace que la miren a ella. Siempre en el juego de
identificación de una mujer hay otra mujer.

− [Inaudible]

Bueno, por eso todo esto es muy complejo, y por eso Freud dijo que nunca llegó a
comprender bien qué era lo que quería una mujer. Para ser una mujer, para poder
completarse y para poder encontrar el objeto perdido, tiene que comprender el deseo de
otra mujer, lo que la madre -dicho esto en sentido genérico- desea. Por eso la
identificación pasa por una mujer. Es mucho más raro que dos hombres se junten y uno
le diga al otro vamos a ver corbatas. Es como que el hombre es más directo, más bruto,
si se quiere, o al menos tiene otra forma de percibir la recuperación del objeto perdido
en el psicoanálisis. Por eso decía Lacan, en otra frase de corte esotérico, que “la relación
sexual no existe”. Porque él no hablaba de una relación genital, sino que pretendía decir
que en realidad cuando una mujer y un hombre se encuentran esas dos cosas que se
encuentran son tan distintas, funcionan bajo formas tan diferentes, que es más probable
que imaginen cosas antes de que realmente se encuentren. Esto no quiere decir que
ocurra igual en cada persona; por distintas razones las personas pueden sentir y pensar
de modos distintos, y aquí está el sentido de la homosexualidad masculina, femenina o
de cualquier tipo; pero lo que no se puede evitar es que siempre al principio hubo una
madre, y no un padre. Y esto va a determinar estructuralmente todo lo que siga.

Lo importante de toda esta historia de la construcción del sujeto y de las etapas del
Edipo para la comunicación y para los temas que nosotros vemos, es comprender que
para Lacan el lenguaje y la comunicación tienen como motor el deseo. El deseo es como

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una comunicación planteada desde antes de la comunicación. Es decir que el lenguaje es
la forma de recuperar simbólicamente el objeto perdido, y por eso Lacan va a hablar de
una pulsión oral, vale decir de una tendencia o un gusto por hablar. El placer de hablar
sería todo eso que nosotros sentimos y no sabemos de dónde nos sale, y que para Lacan
tiene que ver con toda esta historia. Por hoy paramos acá.

Desgrabado por Javier Yanantuoni


Editado por Germán A. Serain

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