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SALMO

130
SALMO “DE PROFUNDIS”
Título y tema: Cántico Gradual. Es muy difícil distinguir entre este salmo y el anterior algún peldaño de ascenso gradual.
Lo más probable es que el proceso ascendente esté dentro del propio salmo, que de hecho, asciende súbitamente desde las
profundidades de la angustia hasta las cumbres de la esperanza. Encaja perfectamente como prolongación del Salmo 129, pues
una vez podemos superar las pruebas que surgen de nuestra relación con los demás, estamos mejor preparados para afrontar
las dificultades más punzantes que surgen en nuestra relación con Dios. Quien ha soportado las “coyundas de los impíos”1
está bien entrenado y va lo suficientemente equipado para ejercitar toda clase de paciencia y aguardar con imperturbabilidad los
tiempos y sazones del reloj divino.2 Daremos a este salmo el nombre de «SALM O DE P ROFUNDIS» “desde lo profundo”, que
son sus primeras palabras.3 Desde lo más profundo clamo (v.1), suplico (v.2), espero (v.5), confío (v 6), y anhelo (v. 7). En
este Salmo se nos habla de la perla de la redención (v. 7-8); pues de no haber descendido a las profundidades, el dulce cantor de
Israel no hubiera hallado esta joya tan preciosa: «Las perlas reposan en las profundidades».4
C. H. SPURGEON
Estructura: Con los dos primeros versículos (130:1-2) el salmista expresa la intensidad de su deseo; los dos siguientes
(130:3-4) son una confesión humilde de arrepentimiento y fe. Los versículos cinco y seis (130:5-6) describen una espera
vigilante y decidida; y el siete y ocho (130:7-8) un anhelo confiado y expectante, tanto en lo que refiere a sí mismo como a
Israel.
C. H. SPURGEON
Versión poética:
DE PROFUNDIS CLAM AVI AD TE DOM INE
De lo profundo, lo íntimo del alma
te he clamado, Señor, oye benigno
mi rendida oración; hasta tu trono
suba mi voz, y llegue a tus oídos.
Si tú observas, Señor, nuestras maldades,
¿a quién verán tus ojos que esté limpio?
¿ni quién las sufrirá sino tú solo,
que eres un Dios paciente y compasivo?
Mas ¿cómo no has de serlo, si a tu diestra
está el Verbo que víctima se hizo
para reconciliarte con nosotros,
y tu propiciación ha merecido?
En ti espero, Señor, en tu palabra,
en lo que tú ofreciste por tu Hijo;
y así espera Israel de noche y día
no verse desechado en su conflicto.
Porque es el Dios de las misericordias;
y si con su pasión Jesús me ha redimido;
siempre que le implore, con su sangre
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las manchas borrará de mis delitos.


DEL “ SALTERIO P OÉTICO ESPAÑOL”, SIGLO XVIII
Salmo completo: Este Salmo es el undécimo en el orden de los salmos graduales, y trata de la undécima etapa de la
ascensión espiritual, a saber: La oración penitencial.
HENRY THOM AS ARM FIELD [1836-1898]
“The gradual Psalms: a treatise on the fifteen songs of degrees, with commentary”, 1874
Salmo completo: De los siete salmos conocidos como “penitenciales”,5 este es el principal y más señalado. Pero al ser el
más excelente ha sido objeto de los mayores abusos supersticiosos, como que debe recitarse en voz baja en las vigilias
funerarias para liberar a las almas del purgatorio. ¡Como si David hablara aquí de los muertos, cuando no hay una sola palabra
que les haga referencia! Lo que dice el salmista es que él mismo, hombre mortal de carne y hueso, vivo y activo, invoca
humildemente a Dios y exhorta a los israelitas, también hombres y mujeres vivos y mortales, a que hagan lo mismo. Pero
dejando a un lado las bufonadas de los papistas, mejor consideremos el verdadero uso y significado de este salmo, que contiene
la oración más ferviente de un ser humano afligido por el sentimiento de la ira divina contra el pecado, y busca sinceramente el
perdón de sus iniquidades volviéndose decididamente hacia Dios y entregándose al arrepentimiento.
Spurgeon, Charles Haddon. <i>Tesoro de David: la revelación escritural a la luz de los Salmos. Tomo I</i>, edited by Eliseo Vila, Editorial CLIE, 2015. ProQuest Ebook Central,
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SALOM ON GESNER [1559-1605]
“Christliche Betrachtung des Psalters”, 1599
Salmo completo: El Espíritu Santo evidencia de un modo claro en este salmo dos sentimientos distintos y opuestos entre sí:
Temor respecto al castigo merecido a causa del pecado; y esperanza de la misericordia inmerecida.
ALEXANDER ROBERTS [¿?-1620]
“A Exposition On The Hundred And Thirtieth Psalm”, 1610
Salmo completo: El fervor apasionado de este salmo se evidencia y refuerza por las numerosas repeticiones de El Nombre
divino: Ocho veces.
“THE S PEAKER’S COMMENTARY”6, 1873
Salmo completo: Destacan en este salmo, más que en cualquier otro,7 sus elevadas cumbres: Profundidad, oración,
convicción, luz, esperanza, paciencia, vigilancia, anhelo, confianza, seguridad, felicidad y gozo completo (…) Como el
barómetro indica cuando el tiempo empeora o mejora, así también este Salmo registra, frase tras frase, los retrocesos y
progresos del alma. Y lo puedes poner a prueba cuando quieras, lector, basta con aplicártelo a ti mismo, úsalo como un test de tu
propio estado espiritual y pregúntate en cada línea mientras lo lees: “¿He alcanzado ese grado? ¿He logrado esta meta?” Así
podrás medir tu nivel espiritual.
JAM ES VAUGHAN [1825-1905]
“Sermons preached in Christ Church, Brighton, from October, 1877, to July, 1878”, 1878
Salmo completo: Quien escribiera este Salmo deja claro que la oración que elevó a su Dios (130:1-2) tuvo lugar durante un
grave peligro, como se desprende de los versículos cinco y seis (130:5-6). Y que la respuesta fue agradable (130:3-4), por lo
cual proclama las ventajas de clamar a Dios en la necesidad y esperar en él declarando (130:6) que tal como en el pasado
clamó a Dios, esperó en él, y obtuvo buenos resultados, así lo hará en el futuro. En la parte final del salmo habla a Israel, a los
que forman la Iglesia, los exhorta a esperar en Dios como él hizo, y les garantiza que si lo hacen debidamente alcanzarán
misericordia y redención de todas sus iniquidades (130:7).
ROBERT ROLLOCK [1555-1598]
“An Exposition upon some Select Psalms of David”, 1600
Salmo completo: Le preguntaron a Lutero en cierta ocasión qué salmos consideraba los mejores y contestó: “Psalmi
Paulini”.8 Y cuando sus compañeros de mesa, insistieron intrigados en que les explicara qué salmos eran estos, les respondió:
Los salmos 32, 51, 130, y 143.
FRANZ JULIUS DELITZSCH [1813-1890]
“Biblical commentary on the Psalms”, 1859
Salmo completo: Zarandeado por el diablo en Coburgo y sumido en gran aflicción, Lutero dijo a los que le acompañaban:
«Venite, in conternptum Disboll, Psalmnum, De Profundis, quatuor vocibus cantemus» (Venid, y en escarnio al Diablo,
cantemos el Salmo que dice: “Desde las profundidades del abismo”).
JOHN TRAPP [1601-1669]
“A commentary or exposition upon the books of Ezra, Nehemiah, Esther, Job and Psalms”, 1657
Salmo completo: Las circunstancias que originaron la magistral exposición que John Owen9 hace del Salmo 130 merecen
particular atención. El propio doctor Owen se refiere a ellas en una conversación mantenida con Richard Davis,10 (quien poco
después sería pastor de una iglesia en Rothwel, Northamptonshire), al explicarle el motivo que lo llevó a un análisis tan
cuidadoso del versículo cuatro de este Salmo. Davis, que en aquella época era un joven con una crisis de fe, conturbado por el
tema religioso, había solicitado entrevistarse con Owen. Y en el curso de la conversación, Owen le preguntó: «Dígame, joven,
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¿sobre qué base piensa usted acercarse a Dios? Piénselo y póngalo en oración» «Pues a través del Mediador, ¿no le parece
señor?», respondió Davis. «Eso es fácil de decir joven, –replicó el doctor Owen– pero yo le aseguro que allegarse sinceramente
a Dios a través del Mediador es algo diferente a lo imagina mucha gente cuando hace uso de esta expresión. Yo mismo –
prosiguió– estuve por años predicando a Cristo con un conocimiento práctico muy pobre, a nivel personal, de lo que significa
acceder a Dios a través de Mediador. Hasta que el Señor tuvo a bien iluminarme con una dura y amarga aflicción que casi me
arrastró a las puertas del sepulcro, y dejó mi alma oprimida por el horror y la oscuridad de las tinieblas. Pero Dios, en su gracia,
alivió mi espíritu de forma poderosa mediante la aplicación personal de las palabras del salmo 130:4: “Pero en ti hay perdón,
para que seas temido”. Tuve una revelación especial de lo que esto significa, y a partir de ese momento me sentí, de un modo
personal, mucho más de cerca de Dios a través del Mediador. La paz y el consuelo inundaron mi espíritu, y tan pronto estuve
recuperado, comencé a predicar sobre ello».11
WILLIAM H. GOOLD
11
editor de las “Owen’s Collected Works”, 1851
Vers. 1. De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo. [Desde lo profundo, oh Jehová, a ti clamo. RVR77] [A ti, Señor,
elevo mi clamor desde las profundidades del abismo. NVI] [Desde lo más profundo, oh Señor, he clamado a ti. LBLA]
Spurgeon, Charles Haddon. <i>Tesoro de David: la revelación escritural a la luz de los Salmos. Tomo I</i>, edited by Eliseo Vila, Editorial CLIE, 2015. ProQuest Ebook Central,
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A ti, Señor, elevo mi clamor desde las profundidades del abismo.12 Es la declaración y la súplica del salmista: Jamás
cesó en la oración, ni en los momentos de mayor angustia. Las profundidades silencian cuanto engullen;13 pero no cerraron la
boca de este siervo del Señor, al contrario: desde el abismo clamó a Jehová con más ahínco. Bajo las aguas turbulentas la
oración permaneció viva y activa; sí, por encima del estruendo de las olas se oía el grito de la fe. Poco importa dónde nos
encontremos si podemos orar; pero la oración más auténtica y aceptable es la que surge de las peores circunstancias. Los
lugares profundos engendran devoción profunda. La sinceridad que reposa muda en los abismos, sale a flote cuando es agitada
por una tribulación intensa. Los diamantes brillan más en la oscuridad. Quien aprende a orar desde lo profundo jamás se hundirá
en las profundidades. La oración “De Profundis” es la que da a Dios la mayor “Gloria in Excelsis”,14 pues cuanto más
angustiados estamos mejor es nuestra fe: confía en el Señor con valentía y apela a él y sólo a él. Hay personas buenas que caen
en lo más hondo del abismo, pero si son realmente buenas y santas miran únicamente a su Dios, y ello les motiva a ser más
fervientes y sinceras en su oración que en otras ocasiones. La profundidad de su angustia mueve lo más hondo de su ser, y se
eleva un clamor amargo e intenso desde el fondo de su corazón hacia el único Dios vivo y verdadero. David había estado
muchas veces en las profundidades y desde allí había clamado a Jehová su Dios, pues manos están todos los abismos.15 Y
recordando cómo en el pasado había orado desde el mismo lugar clama de nuevo, esperando recibir como otras veces una
pronta respuesta. En los momentos de tribulación, volver la mirada hacia atrás y tener que reconocer que en situaciones
pasadas no clamamos al Señor debidamente es demoledor. En cambio es de gran consuelo rememorar que, pese a que hubo
cosas que no hicimos bien, o no pudimos hacer, cuanto menos oramos aún en nuestros peores momentos. Quien clama desde las
profundidades del abismo, jamás se hundirá en él. Quien llora en lo más hondo, pronto cantará en las alturas.
C. H. SPURGEON
Desde lo profundo del abismo. ¿Acaso no corresponde hablar de un abismo del pecado, un abismo de miseria a causa del
pecado, y de un abismo de dolor a causa de esa miseria en los cuales tanto David, como también yo, (y Dios me ayude),
estábamos hundidos profundamente? ¿Y no es causa suficiente para clamar con desespero? Puede nuestros abismos personales
sean distintos al abismo desde el cual David clamaba, pero sus consecuencias y sentimientos sí son los mismos. Pues tanto él
como nosotros nos vemos constantemente en abismos muy peligrosos para el cuerpo y para el alma. En sus profundidades es
donde David sollozaba, pues el peligro físico y real que enfrentaba era de tal gravedad que lo tenía acorralado ante las puertas
de la muerte; y el peligro para su alma tan profundo que lo había conducido al límite de la desesperación. ¿Le faltaba razón para
exclamar: “A ti, Señor, elevo mi clamor desde las profundidades del abismo”? Sí, estaba en el fondo un abismo profundo. Y
sin embargo hay un abismo que nos ayuda a salir de los demás: el abismo de la piedad, sin cuya profundidad nuestro clamor
jamás será oído. La piedad es fuego que calienta el aire interior del globo de nuestro clamor, haciendo que se eleve a las alturas
hasta penetrar en el “coelum empyroeum”, el cielo de fuego donde Dios mismo habita. Juntad pues todos esos abismos: el
abismo del pecado, de la miseria, de la tristeza; el abismo del peligro con el de la piedad profunda, y decidme si David no tenía,
(o si no tengo yo) causa justa para exclamar como Jonás:16 “A ti, Señor, elevo mi clamor desde las profundidades del
abismo”.17 De hecho, clamar desde lo profundo del abismo tiene unas características peculiares que favorecen que Dios nos
escuche: es un reconocimiento tácito de su poder infinito, de que no hay obstáculo ni distancia capaz de dificultar su auxilio; una
demostración de la fortaleza de nuestra propia fe cuando ni una situación tan extrema puede debilitar nuestra esperanza;
potencia y magnifica la grandeza y bondad de Dios al plantear que él, que es el Altísimo, pueda descender hasta lo más
profundo; expresa nuestra propia sinceridad, pues el clamor desde las profundidades forzosamente ha de ser un clamor
profundo y sincero. Y si pensamos que cada una de estas razones ya es de por sí motivo suficiente para mover a Dios a que
escuche, ¿cuál será el potencial si las juntamos todas? Y juntas están en ese clamor que surge desde del abismo. Por tanto, oh
Dios mío, ahora que clamo a ti desde el abismo, “estén atentos tus oídos” y en tu gran misericordia “escucha la voz de mi
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suplica”. El motivo por el cual muchos piden y Dios no les escucha, es porque no claman. Pero cuando se clama, y se hace
desde el las profundidades del abismo, no conozco un caso en que Dios haya rehusado escuchar. Por tanto, ahora que clamo a ti
desde las profundidades del abismo, te ruego, oh Señor, que en tu gran misericordia oigas mi voz.
RICHARD BAKER [1568-1645]
“Meditations and Disquisitions upon the Seven Psalmes of David,
commonly called the Penitential Psalmes”, 1639
Desde las profundidades. Estos lugares profundos (según los antiguos autores cristianos) son situaciones de profundo
pesar y abismos del corazón atribulado por el pecado.18 Es frecuente que la Escritura compare las aflicciones con las aguas
profundas: “Él me sacó de las muchas aguas”19 o “Sálvame, oh Dios, porque las aguas me han llegado hasta el
alma”20. Y ciertamente, los hijos de Dios se ven a menudo sumidos en situaciones desesperadas, sumergidos en las más
profundas dificultades, a fin de que puedan desde allí emitir las oraciones propias de un corazón contrito y sus anhelos remontar
los aires hasta penetrar en los cielos. Pues cuando estamos en prosperidad nuestras oraciones no salen del corazón, sino de
nuestros labios; y, por tanto, el Señor se ve forzado a hundimos en el abismo para que nuestras plegarias procedan realmente de
nuestro interior, y nuestros sentidos despierten del sueño de falsa seguridad en el que yacen. Aún cuando el trono de Dios está
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en lo más alto, se deleita en escuchar desde allí las peticiones que proceden de lo más bajo, de corazones hundidos en el abismo,
arrojados a las profundidades por causa del pecado. No hay aflicción tan profunda ni lugar tan bajo (ni aún el vientre de la
ballena donde permaneció confinado Jonás), que nos pueda separar del amor del Señor o impedir que nuestras oraciones lleguen
a su presencia. Quienes más hundidos se reconocen no están por ello más alejados de Dios, sino todo lo contrario. Dios está
cercano al corazón contrito, pues es la morada preferida en la que su Espíritu habita y permanece: “Yo estimo a los pobres y
contritos de espíritu, a los que tiemblan ante mi palabra”21. Así es como Dios hace con nosotros, como hacen los buenos
arquitectos terrenales con sus proyectos de edificios altos y majestuosos; excavando hoyos profundos para asentar sus
cimientos. Así es como hizo con Daniel y los tres jóvenes en Babilonia, cuando quiso hacer de ellos un ejemplo para todos; con
José para colocarle de gobernador en Egipto; y con David para encumbrarle como rey de Israel; los hundió primero en las
aguas profundas de la aflicción. Daniel arrojado al foso de los leones;22 los tres jóvenes a un horno de fuego ardiendo;23 José
encarcelado;24 David desterrado.25 Pero luego los exaltó hasta lo sumo, transformándolos en templos majestuosos para su
honra y gloria. Lo que evidencia el profundo deterioro de nuestra naturaleza humana, de tal magnitud que Dios se ve forzado
para despertarnos de nuestro letargo a emplear con nosotros tratamientos de choque. Jonás, insensible y rebelde al mandato
recibido, dormía plácidamente en un barco mientras la tempestad de la ira divina rugía a su alrededor, y Dios lo arrojó a las
profundidades del abismo, al vientre un gran pez, para que desde allí aprendiera a clamar.26 Así que cuando nos sintamos
atribulados por una grave enfermedad, azotados por la pobreza u oprimidos por la tiranía del hombre, reflexionemos y saquemos
de ello el debido provecho, recordando que Dios, en el pasado, permitió en numerosas ocasiones que sus hijos se vieran
envueltos en graves peligros para su propio bien; y que es muchísimo mejor estar clamando en los abismos de las dificultades
que dormitar ociosos en las colinas de la vanidad.
ARCHIBALD SYM SON [1564-1628]
““A Sacred Septenarie or A godly and fruitful exposition on the seven Psalmes of repentance”, 1623
Desde las profundidades del abismo. ¡Abismo! ¡Oh! ¡En qué abismos tan profundos puede hundirse el ser humano!
¡Cuán lejos de la felicidad, la bondad y la gloria en que fue creado puede llegar a caer!
El abismo de la pobreza. ¡Puede verse despojado por completo de todas sus posesiones materiales y de sus amigos
terrenales! A veces nos encontramos con personas que siguen físicamente vivas, pero se encuentran en condiciones tan
lamentables que nos sorprende que lo estén. Y nos cuesta de creer que un ser humano racional pueda caer más bajo aún que
las bestias del campo.
El abismo de la tristeza. Zarandeada por una calamidad tras otra, abandonada por un amigo tras otro, a menudo el alma de
una persona se pierde en las tinieblas. Todas las fuentes vitales de su naturaleza se resquebrajan y secan. Es cual barco a
merced de las olas, levantado por unos momentos y abatido de nuevo a las profundidades. Y allí en la sima, como Jonás en el
vientre de la ballena, el monstruo de la tristeza lo arrastra cada vez más hacia abajo, hacia los abismos y profundidades
tenebrosas, donde la oscuridad es absoluta. Los abismos de la oscuridad mental se sobreponen y encadenan uno tras otro, y en
cada uno de ellos el alma se siente cada vez más triste afligida, hasta alcanzar el borde de la desesperación. La tierra que pisa
es hueca y movediza, el cielo gris y vacío, el aire espeso, toda sombra deformada, los sonidos discordes, el pasado sombrío, el
presente un enigma, el futuro un horror. Un paso más abajo y entra de lleno en la cueva de la desesperación, cuyo suelo es
ardiente pero el aire que se respira es gélido como la atmósfera de los polos. ¡Oh! ¡Hasta qué profundidades tan tenebrosas del
espíritu puede llegar caer un hombre!
El abismo del pecado sin embargo es el abismo más horrible al que pueda descender el alma humana. A menudo comienza
con una pendiente suave, casi imperceptible, con un descenso gradual constante, pero de repente se precipita con tal fuerza que
antes de darnos cuenta estamos ya de cabeza hacia él. Y es una sima impenetrable, en la que hay espectros y horrores
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indescriptibles que no se hallan en otros abismos: ni en la pobreza, ni en la pena, ni en la depresión mental. Porque el pecado es
un ultraje a Dios y a la vez contra nosotros mismos, y cuando penetramos en él descubrimos que no tiene fondo: cada oquedad,
cada rendija, cada nueva abertura da paso una fosa más profunda que la anterior. En realidad el pecado es el abismo sin fondo,
donde los que caen van aumentando su velocidad de descenso mientras rebotan contra sus ásperas paredes, que le causan
numerosas heridas. ¡Oh abismo dentro del abismo! ¡Oh caída incesante de la luz hacia las sombras y de las sombras a las más
profundas tinieblas! ¡Oh el infierno insondable del pecado!
¿Qué podemos hacer para evitarlo? ¡Simplemente: ¡Clamar, clamar y clamar! ¡Y seguir clamando! Clamar a Dios, pues
clamar a otros es inútil y perjudicial, y nuestros lamentos quedan en expresiones de impotencia o de inútil protesta contra un
destino previsible e inevitable. Pero cuando clamamos a Dios es muy distinto: el gemido de nuestro espíritu lanzado directamente
al trono del Altísimo es un clamor arrojado, valiente, y da siempre resultados positivos. Así pues, desde los abismos del
desespero, del barranco de la pobreza, el piélago de la aflicción, la fosa de la depresión y el despeñadero profundo del pecado:
¡Clamemos al Señor!
“The Study and the Pulpit”, 187727
Desde las profundidades del abismo.
Spurgeon, Charles Haddon. <i>Tesoro de David: la revelación escritural a la luz de los Salmos. Tomo I</i>, edited by Eliseo Vila, Editorial CLIE, 2015. ProQuest Ebook Central,
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¡Desde las profundidades, Señor, a ti yo clamo!
¡Presta atención al ruego mi alma! ¡Escucha su angustiada letanía!
Tú que dices: “Vuélvete a mí, regresa al hogar, pródigo errante”.
Desde las profundidades de mi tristeza, donde se esconden
oscuros secretos al resguardo del ojo humano despiadado,
mis oraciones, cual estrella coronada de ángeles, vuelan hacia ti.
Y desde las profundidades de mi seno, donde en la hora de calma
el Espíritu Santo de Dios reina con mayor esplendor y poderío,
de allí surge, cual blanco pimpollo, el verdadero sentir de mi oración.
No de las aguas superficiales de la vida, que reposan adormecidas
cual pantano encharcado y fastidioso que desprende vapores asfixiantes;
sino del rugir de los océanos, donde un abismo llama a otro abismo.
Así es como te clamaba el veterano rey David,
y así te clama también el corazón de la pobre humanidad:
“Clamavi, Domine, Exaudi me!”, “A ti clamo, Señor, oye mi voz”.28
CORNELIUS GEORGE FENNER [1822-1847]
“Poems of many moods”, 1846
Desde las profundidades del abismo. Cuando David clama desde el abismo, se está elevando y saliendo de él, pues el
clamor mismo le impide permanecer en las profundidades.
AGUSTÍN DE HIPONA [353-429]
Desde lo más profundo, oh Señor, a ti yo clamo. ¡Señor, oye mi voz! Se ha dicho con acierto que estos dos versículos
ponen delante de nuestros ojos las seis características clave de la verdadera oración: (1) Humilde: “desde lo profundo”; (2)
ferviente: “clamo”; (3) certera: “a Ti”; (4) reverente: “oh Señor”; (5) temerosa: “Señor”, que es un título solemne que se
repite; y, finalmente, (6) que es auténtica y genuina: “escucha mi voz”.
JOHN MASON NEALE [1818-1866] y RICHARD FREDERICK LITTLEDALE [1833-1890]
“Commentary on the Psalms from Primitive and Mediæval Writers”, 1869
Desde lo más profundo, oh Señor, a ti yo clamo. Hay en la oración muchas formas y niveles: puede ir desde el
formalismo más frío a la emoción más intensa. Todo el mundo ora pero muy pocos “claman”. Y a esos que “claman”, si les
preguntamos dónde aprendieron a clamar, la mayoría nos respondería: «Es algo que aprendí en las profundidades. Solía orar con
frecuencia, pero sin más. No fue hasta que descendí a lo más profundo del abismo que aprendí a clamar» “Desde lo más
profundo, oh Señor, a ti yo clamo”. Merece la pena descender a lo más “profundo” si ha de valernos para aprender a
“clamar”. Y no resulta exagerado afirmar que ignoramos en realidad lo que es y en qué consiste la oración hasta que nos
vemos en la necesidad de “clamar”. Rara vez nos elevamos a las cumbres si primero no hemos descendido a las
profundidades. «¡Estoy acabado! ¡Perezco!, ¡Totalmente perdido! ¡Señor ayúdame y protégeme! ¡Señor, sálvame! ¡Sálvame
ahora, Señor, sálvame ahora mismo o estoy acabado! ¡Escúchame Señor y actúa, Señor, no te demores, hazlo Señor y hazlo ya!
¡No tardes, Señor, por compasión, Dios mío!». En pleno cenit de la luz del día, si nos apartaran de las escenas brillantes y
soleadas de la superficie y nos confinaran al fondo de un pozo profundo y oscuro donde no penetra luz alguna, desde allí
podríamos distinguir las estrellas, que en la superficie, a plena luz, se nos hacían invisibles. ¡Cuántos hay que podrían
confirmarnos esta verdad! Cosas que les eran desconocidas a plena luz del día, en el cenit de la vida, se les hicieron visibles en
la oscuridad, en la medianoche de la aflicción; y sus más brillantes destellos de gloria, sus mejores venas de pensamiento, la
eficacia de su oración persistente y las victorias de su fe, las deben a su estancia en las profundidades, a sus largos períodos de
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permanencia en lugares oscuros. “Desde lo más profundo clamé a ti, oh Señor”.


JAM ES VAUGHAN [1825-1905]
“Sermons preached in Christ Church, Brighton, from October, 1877, to July, 1878”, 1878
De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo. Dios reveló a su pueblo el Nombre Yhvh “Jehová”, según leemos en el libro del
Éxodo, para confirmar su fe y garantizarles a través del mismo la inmutabilidad de sus promesas: “Y respondió Dios a Moisés:
YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros”.29 Aquel en sí mismo y por sí
mismo es el Ser, otorga también de sí mismo y por sí mismo entidad y garantía, realidad y existencia a todo lo que promete. Por
ello, viéndose David en la necesidad de aplicarse las promesas de la gracia, lo hace bajo la garantía del nombre de Jehová: “A
ti, Jehová, yo clamo”.
JOHN OWEN [1616-1683]
“A Practical Exposition upon Psalm 130”, 1668
Vers. 2. Señor, oye mi voz; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica. [Señor, escucha mi voz; estén atentos tus
oídos la voz de mi súplica. RVR77] [Escucha, Señor, mi voz. estén atentos tus oídos a mi voz suplicante. NVI] [¡S EÑOR,
oye mi voz! Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas. LBLA]
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Señor, oye mi voz. “Oye mi voz”, eso es todo. No pedimos más, no nos conformamos con menos. Con saber que el Señor
nos oye, nos basta; dejemos que sea su suprema sabiduría la que decida si respondernos o no. Pues saber que nuestra oración
ha sido escuchada es más importante que la respuesta. Si el Señor nos prometiera responder sin falta a todos nuestros
requerimientos sin dejar uno, sería una maldición más que una bendición, pues implicaría asumir por nosotros mismos la total
responsabilidad de nuestras vidas, y nos dejaría en una posición incómoda y muy inquietante. Saber que el Señor ha escuchado
nuestros deseos debe bastarnos; quedando a la espera de que nos los conceda, si su sabiduría infinita ve que han de ser para
nuestro bien y para su gloria. El salmista ora en voz alta, lo cual no es estrictamente necesario pero es muy útil, pues la voz
ayuda a coordinar los pensamientos. Ello no quiere decir, sin embargo, que no haya voz en una la súplica silenciosa: la voz del
llanto, la voz del dolor incapaz de mover una lengua bloqueada por la intensidad de la angustia; si van dirigidas a los oídos
divinos, el Señor las escucha con atención preferente.
Estén atentos tus oídos30 a la voz de mi súplica.31 Es la súplica de un mendigo: Implora al gran Rey y Señor que le preste
especial atención. Le ha rogado ya en otras ocasiones, siempre con una sola voz o un mismo propósito, y ahora lo hace una vez
más con especial insistencia, que preste atención al tema que expone. Pide al Rey que escuche, que considere, que sospese y
tome en cuenta su petición. Es consciente de que su situación es tan desesperada que sus pensamientos pueden resultar
confusos, su oración entrecortada y difícil de entender. Ruega, por tanto, a su Señor, que preste a sus dolorosas súplicas una
atención especial, más considerada y compasiva. Una vez hemos orado por nuestros problemas, es bueno seguir orando por
nuestras oraciones. Cuando se nos agoten las palabras, oremos pidiendo al Señor que escuche las peticiones que acabamos de
presentarle. Y si hemos obedecido y orado sin cesar,32 tengamos plena seguridad que el Señor cumplirá su promesa de
ayudarnos fielmente y sin falta. El salmista estaba inmerso en un sentimiento de pecado punzante que lo había confinado a las
profundidades del abismo; por lo que su fe implora desde el filo de una indignidad asumida, consciente de que el cumplimiento de
la promesa por parte del Señor, descansa por entero en la naturaleza del propio carácter divino, no en los méritos de sus
desviadas criaturas.
C. H. SPURGEON
Señor, oye mi voz. Toda oración debe tener su invocación reverente, como también todos los templos su atrio. Las dos
principales oraciones del Antiguo Testamento –la oración de Salomón y la de Daniel–,33 ambas la tienen y además es enfática.
Es una parte claramente distinguible en nuestra oración modelo, el Padre Nuestro: “Padre nuestro que estás en los cielos,
santificado sea tu nombre”. La invocación introduce un elemento de respeto que confina nuestra mente limitada al sitio donde
debe estar, a la vez que la eleva para situar al gran Dios a quien nos dirigimos en el lugar que le corresponde –el de respeto a su
gloria por la magnitud de su poder y la infinitud de su sabiduría y amor. Nunca paséis por alto en vuestras oraciones esta parte
tan importante: no omitáis el preámbulo de apertura ni os apresuréis al plantearlo. No accedáis súbitamente a la presencia divina
sin un proemio, alguna invocación devota: “Señor, oye mi voz; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica”. Es cierto que
Dios está en permanente escucha, esperando que sus hijos “clamen” –mucho más dispuesto a responder de lo que nosotros
estamos a pedir. Y que podamos dirigirnos a él en oración es una prueba de su atención y voluntad hacia nosotros, pues ¿quién
sino él puso en nuestros corazones el deseo de orar? Sin embargo, nos conviene a nosotros y le honra a él que nuestras
oraciones se establezcan y reflejen debidamente la relación correcta entre la criatura y su Creador; entre un niño y su padre:
“Señor, oye mi voz; estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica”
JAM ES VAUGHAN [1825-1905]
“Sermons preached in Christ Church, Brighton, from October, 1877, to July, 1878”, 1878
Señor. En hebreo Adonay. Así como el nombre de Yahweh, Jehová, expresa fidelidad inalterable a las promesas divinas de
liberar a su pueblo; el de Adonay pone de manifiesto su señorío absoluto sobre todos los obstáculos que pudieran interferir en
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proceso de su liberación.
ANDREW ROBERT FAUSSET [1821-1910]
“A Commentary, Critical, Experimental and Practical”, 1866
Oye mi voz; estén atentos tus oídos. Expresiones metafóricas tomadas de la relación que un padre mantiene con su hijo:
“Oye mi voz” Señor, tenme en cuenta. Atiéndeme como un padre atiende el clamor de su hijo angustiado cuando se siente
en peligro.
Estén atentos tus oídos a la voz de mi súplica. Aquí el sentido va un poco más allá. Cuando un padre intuye que su hijo
podría estar en peligro, aguza el oído por si acaso escuchara su llanto. Y en cuanto lo escucha, mide su intensidad y valora la
clase de peligro decidiendo la urgencia de la ayuda. Este es el tipo de confianza con que el salmista se dirige a Dios: convencido
que cual Padre amoroso permanece siempre atento por si oye el clamor de sus hijos; y en cuanto lo oye, valora su intensidad,
decide sobre su urgencia y si lo considera preciso, actúa de inmediato.
GEORGE HUTCHESON [¿?-1678]
“Forty Five Sermons upon The 130 Psalme”, 1678

Spurgeon, Charles Haddon. <i>Tesoro de David: la revelación escritural a la luz de los Salmos. Tomo I</i>, edited by Eliseo Vila, Editorial CLIE, 2015. ProQuest Ebook Central,
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Vers. 3. JAH, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? [JAH, si miras a los pecados,
¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse en pie? RVR77] [Si tú, Señor, tomaras en cuenta los pecados, ¿quién, Señor, sería
declarado inocente? NVI] [S EÑOR, si tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿quién, oh Señor, podría permanecer?
LBLA]
JAH, si mirares a las iniquidades,34 ¿quién, oh Señor, quedará en pie? 35 Si JAH, el omnisciente, el que todo lo ve, en
estricta justicia llamara a cuentas a todos los seres humanos por cada falta cometida en disconformidad a su justicia, ¿en qué
posición quedaríamos? Ciertamente, Dios registra todas nuestras transgresiones,36 no obstante, no actúa por el momento
conforme a ese deplorable historial, sino que lo deja para más adelante. Si los hombres fueran juzgados conforme a sus obras,
¿quién de nosotros podría responder por sí mismo ante el tribunal de Dios con la mínima esperanza de salir airoso, libre y
acepto? Este versículo revela que el salmista se hallaba inmerso en un sentimiento de pecado, por lo cual consideraba
imperativo clamar como suplicante y confesar como pecador. Admite que no puede presentarse ante el gran Rey bajo su propia
justicia, y que se siente anonadado ante la santidad de Dios y la rectitud de su ley, por lo que se declara convencido de que
ningún ser mortal puede responder por sí mismo en base a una ley tan divina ante un Juez tan perfecto. Y en consecuencia
clama: “¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse en pie?”. Nadie está en posición de hacerlo: no hay quien haga lo bueno, no
hay uno solo.37 “Iniquidad”38 significa “desequilibrado”, no conforme a equidad. ¡Y cuántas tenemos en nuestro haber!
Jehová, que todo lo ve y que es también nuestro Adonai o Señor, traerá a juicio nuestros pensamientos, palabras y obras que no
se ajustan a su ley. Y en tal caso, de no ser por el Señor Jesús, ¿podríamos mantenernos en pie? ¿Nos atreveremos sobre la
base de nuestra justicia y equidad a presentarnos ante él y permanecer en pie en aquel día terrible en el que se juzguen todas las
acciones según la ley divina? ¡Qué misericordia tan grande es que no tengamos que hacerlo! Pues el versículo siguiente abre
una vía de aceptación que nos permite evitarlo.
C. H. SPURGEON
Si tuvieras en cuenta las iniquidades. ¿Por qué se expresa el salmista con este “si” condicional: “si tuvieras en
cuenta”? ¿No tiene el Señor constancia inmediata de todas las iniquidades que cometemos? ¿No toma cuidadosa nota de todo
pecado de cada hijo de los hombres y en especial de sus propios hijos? Ciertamente el Señor anota y mantiene constancia de
toda iniquidad cometida, pero no marca ninguna en particular sobre sus hijos por la cual condenarlos. El significado de estas
palabras del salmista es que el Señor registra todas las iniquidades, pero no tiene en cuenta las que cometen sus hijos. Si anotara
con ojo estricto y severo, como un juez, cada pecado cometido para acusar a la persona que lo comete, nadie podría soportarlo.
El verbo hebreo que utiliza aquí por el salmista, y que la mayoría de nuestras versiones españolas traducen como “tener en
cuenta”39 tiene su raíz en el verbo “observar con especial diligencia”, y surge de la función que realizan los vigías en una
torre de observación de una muralla.40 El vigía debe verlo todo y reparar en cuanto suceda, hasta el mínimo detalle, tomando
nota de cualquier cosa extraña que se acerque o sombra que le parezca sospechosa. El sentido correcto del texto, por tanto, es
el siguiente: Si nos observaras con el rigor de un vigía y prestaras atención a cada detalle de lo que hacemos: “¿quién podría
permanecer?”, justificar, defender o hacer valer su causa delante de ti en el día de su juicio.
Pero el término tiene también un sentido jurídico: descubrir, poner boca arriba, registrar o anotar algo como prueba de cargo,
tomar en cuenta. Se dice con respecto a José que “Sus hermanos le tenían envidia, mas su padre tenía en cuenta esto”.41
El verbo hebreo es el mismo, Jacob “tomó buena nota” de lo que José había contado acerca de sus sueños, para que no
cayera en olvido como un vulgar sueño o visión pasajera. Por tanto, cuando el salmista dice, “Si el Señor tuviera en cuenta
las iniquidades”, entendemos: Si el Señor atesorara nuestros pecados en su memoria y los mantuviera allí: “¿quién podría
subsistir?”. El Señor lo ve todo, pero en virtud de la gracia hace como si no hubiera visto, limitándose ocasionalmente a
llamarnos la atención con un guiño cuando ve que vamos muy mal.
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JOSEPH CARYL [1602-1673]


“An Exposition with Practical Observations upon the Book of Job”, 1651
Señor, si tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿quién, oh Señor, podría permanecer? Esto es: Que tus oídos estén
atentos a la voz de mi súplica (v. 2), pero que tus ojos no tomen en cuenta las manchas de mi pecado; porque si miras, Señor,
los pecados, ¿quién podrá mantenerse en pie? ¿No cayeron los ángeles cuando tú miraste sus necedades y las tomaste en
cuenta?42 ¿Puede la carne, no más que polvo, mantenerse limpia delante de ti cuando las estrellas hechas de sustancia más
pura no lo son?43 ¿Puede algo ser considerado limpio ante tu mirada si no es tan limpio como tu mirada misma? ¿Puede alguna
forma de pureza igualar la tuya? ¡Ay, Señor! No somos ángeles, ni estrellas, ¿cómo lograremos mantenernos en pie cuando
incluso ellos caen ante ti? ¿Cómo podemos considerarnos limpios cuando ellos son impuros? Si miraras lo que hacemos mal,
estarías marcando iniquidades mientras el mundo siga siendo mundo, pues ¿qué acción humana está libre de la mancha del
pecado o deja de ir marcada por una ausencia de verdadera justicia? Por tanto, no me mires a mí, oh Dios, ni nada de lo que yo
haga o haya hecho; mira sólo lo que tú has hecho en mí. Contempla en mi únicamente tu propia imagen, para que después de
mirarme puedas seguir diciendo, como dijiste al principio: “y vio que era bueno en gran manera”44.
RICHARD BAKER [1568-1645]
Spurgeon, Charles Haddon. <i>Tesoro de David: la revelación escritural a la luz de los Salmos. Tomo I</i>, edited by Eliseo Vila, Editorial CLIE, 2015. ProQuest Ebook Central,
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“Meditations and Disquisitions upon the Seven Psalmes of David,
commonly called the Penitential Psalmes”, 1639
Señor, si tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿quién, oh Señor, podría permanecer? Este versículo nos introduce
súbitamente en el ritual solemne de una sesión de Corte de Justicia o tribunal penal. El juez está sentado en su estrado; el reo de
pie ante el banquillo, acusado de un delito capital; y los testigos aportando pruebas en su contra. El juez escucha con suma
atención todo lo que dicen y para recordarlo toma nota de lo más relevante. Si el Señor nos examinara así, ¿cuál pensáis que
sería el resultado? Imaginémosle sentado en su trono de justicia inflexible con una pluma en la mano, tomando nota de las
transgresiones probadas que hemos cometido. Nada se omite. Cada pecado expuesto y registrado en nuestra contra con sus
circunstancias agravantes. Sin posibilidad de escapar de una condena justamente merecida. La evidencia es abrumadora, una
milésima parte de la misma sería suficiente para determinar nuestro destino. Y el juez no tiene más remedio que pronunciar la
terrible sentencia: nos corresponde la muerte de un criminal. “Señor, si tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿quién, oh
Señor, podría permanecer?”
NEIL MCMICHAEL [1807-1874]
“The Pilgrim Psalms: an exposition of the Songs of Degrees, Psalms 120-134”, 1860
Si tú, Señor, tuvieras en cuenta nuestros pecados. Si realizaras un escrutinio a fondo de todas nuestras acciones y luego
las registraras y nos las imputaras (la palabra hebrea implica ambas cosas). Si escrutaras descubrirías iniquidad aún en el más
justo y recto de los seres humanos; y si descubierta la anotaras y lo llamaras a cuentas por ella, no tendría manera de zafarse de
su responsabilidad ni de expiar su delito. Si tú, Señor, nos examinas, fácilmente encontrarás en nosotros maldad; en cambio
nosotros pecadores, por más que hurguemos no hallaremos argumento en nuestra defensa y por tanto no podemos mantenernos
en pie ante ti, caemos irremisiblemente bajo los juicios inexorables de tu ley y la sentencia inapelable de tu justicia.
ROBERT LEIGHTON [1611-1684]
“The Whole Works of Robert Leighton”, 1725
JAH, si mirares a los pecados. El salmista aplica aquí a Dios un nombre distinto: “JAH”.45 Un nombre divino que pese a
derivar de la misma raíz hebrea que el anterior Yahweh, “Jehová”, rara vez se utiliza salvo para expresar y dar a entender la
extraordinaria y terrible majestad de Dios: “Exaltad al que cabalga sobre los cielos. JAH es su nombre”46. El salmista,
describiendo en todo su dramatismo el enfrentamiento del alma humana con Dios y la inexorabilidad de rendir cuentas ante él, lo
hace en unos términos que expresan lo que le espera en caso de que deba ser juzgado de acuerdo con el demérito y
responsabilidad de su pecado.
JOHN OWEN [1616-1683]
“A Practical Exposition upon Psalm 130”, 1668
JAH, si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Fijémonos que en este versículo tres menciona
dos veces el nombre de Dios (cosa que hace también en el versículo siete) pero en este caso en términos distintos.47
Demuestra con ello su deseo ardiente de asirse del Señor con las dos manos y protegerse usando ambos nombres divinos. No le
menciona solamente como JAH (término que identifica particularmente su majestad y poder), sino también como Adonai, su
Señor. Todos los atributos de Dios deben ir siempre unidos y conjuntados en nuestro caso. Y no se trata de una cuestión banal,
ya que nuestro destino depende de que Dios sea para nosotros Adonai; pues si fuera únicamente JAH estaríamos acabados.
ARCHIBALD SYM SON [1564-1628]
“A Godly and Fruitful Exposition on the 130 Psalme, the sixth of the Penitentials, in A Sacred Septenarie or,
A Godly And Fruitful Exposition On The Seven Psalms Of Repentance”, 1638
JAH (…) Adonay. Si Dios se mostrara como “JAH”, ninguna criatura sería capaz de permanecer en pie delante de él, que
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es “Adonai”, y puede por tanto ejecutar su sentencia o propósito judicial.


FRANZ JULIUS DELITZSCH [1813-1890]
“Biblical commentary on the Psalms”, 1859
Iniquidades. El significado literal de la palabra hebrea que se traduce aquí por “iniquidad” es el de una cosa “desigual”,
“desajustada” o “no equilibrada”.48 Todo aquello que quebranta un mandamiento divino queda en situación de “desajuste” crea
“desigualdad, desequilibrio”, pues no se encaja ni con lo que es el hombre es, ni con lo que es Dios.49 No mantiene el nivel
elevado exigido por la ley; está fuera de proporción con todo lo que Dios ha hecho, y en consecuencia, destruye la armonía de la
creación. No alcanza tan siquiera la altura de la conciencia. Es más, contamina y estropea el orden divino. Por tanto, el pecado
es algo desigual, inapropiado, que no concuerda ni encaja con nada, antes bien lo desencaja y desordena todo. Además, es algo
completamente injusto, pues no es justo para el Dios en cuyo imperio se comete la transgresión; no es justo para nuestros
semejantes, a quienes puede acarrear graves perjuicios; y no es justo con nosotros mismos, cuando nuestra felicidad está en la
obediencia. Por tanto, llamamos al pecado “iniquidad”, esto es, desigualdad, desequilibrio. O, como lo expresa en este mismo
sentido la Versión del Libro de Oraciónes,50 “algo que no concuerda”, que está fuera de lugar, y habría que decir: “Si tú,
Señor, tuvieras en cuenta y anotaras todo aquello que no concuerda, que está fuera de lugar…”.
Spurgeon, Charles Haddon. <i>Tesoro de David: la revelación escritural a la luz de los Salmos. Tomo I</i>, edited by Eliseo Vila, Editorial CLIE, 2015. ProQuest Ebook Central,
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JAM ES VAUGHAN [1825-1905]
“Sermons preached in Christ Church, Brighton, from October, 1877, to July, 1878”, 1878
¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Tan pronto como Dios da señales de ira, aún los que aparentan ser más santos y
rectos adoptan un lenguaje humilde y suplicante.51 Pues si Dios decide hacer con ellos justicia y los llama a su tribunal, ni uno
solo podría permanecer y no les quedaría más recurso que implorar su misericordia como única vía de amparo. Ved sino, en este
sentido, las confesiones de hombres como Moisés,52 Job,53 David,54 Nehemías,55 Isaías,56 Daniel,57 Pablo,58 y varios de los
apóstoles. Escuchad a Cristo enseñando a sus discípulos a clamar al Padre que está en los cielos diciendo: “Perdona nuestras
ofensas”59. Si los Patriarcas, Profetas y Apóstoles, a pesar de que poseían una santidad inusual, cayeron suplicantes delante de
Dios implorando su perdón, ¿qué será con nosotros que sumamos pecado sobre pecado?
HENRICUS MOLLERUS [1530-1589]
“Enarrationis Psalmorvm Davidis, ex praelectionibvs” 1639
Vers. 3, 4. Estos dos versículos resumen toda la Escritura. En el versículo tres encontramos la fórmula del arrepentimiento;
en el cuatro la exposición de la misericordia divina. Son como las dos montañas de bendición y maldición: Gerizim y Ebal, de las
cuales se nos habla en Deuteronomio.60 Como las dos columnas del Templo de Salomón, llamadas Boaz y Jaquín.61 Debemos
persuadirnos, como se persuadió Pablo,62 que del Monte Sinaí hemos de ir hasta el Monte Sión, donde hay misericordia, aunque
por el camino tengamos que comer algunas uvas agrias.63 Jeremías en su visión comió primero un higo amargo de una canasta,
luego otro dulce de otra.64 En los días de Moisés las aguas manaban primero amargas y luego se endulzaron por el pedazo de
madera que echó en ellas.65 Y Eliseo echó harina66 en el potaje de los hijos de los profetas, y resultó saludable.67
ARCHIBALD SYM SON [1564-1628]
“A Godly and Fruitful Exposition on the 130 Psalme, the sixth of the Penitentials, in A Sacred Septenarie or,
A Godly And Fruitful Exposition On The Seven Psalms Of Repentance”, 1638
Vers. 3, 4. En cierta ocasión mientras estaba reflexionando sobre el amor que Jehová nos tiene y considerando cómo
expresar mi amor Señor, vinieron a mi mente estos dos versículos: “Señor, si tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿quién,
oh Señor, podría permanecer? Pero en ti hay perdón, para que seas temido”. Y fueron como un bálsamo en mi mente, en
especial el versículo cuatro: “En ti hay perdón, para que seas temido”. Entendí que Dios puede ser amado y reverenciado a
la vez. El Dios infinito ha puesto en tan alta estima el amor que le profesan sus pobres criaturas que antes de renunciar al él,
prefiere perdonar sus transgresiones.
JOHN BUNYAN [1628-1688]
“Grace Abounding To The Chief Of Sinners”, 166668
Vers. 4. Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado. [Pero en ti hay perdón, para que seas reverenciado.
RVR77] [Pero en ti se halla perdón, y por eso debes ser temido. NVI] [Pero en ti hay perdón, para que seas temido.
LBLA]
Pero en ti hay perdón,69 para que seas temido.70 ¡Bendito sea ese “pero”! El perdón gratuito, pleno, soberano, está en
manos del gran Rey. Perdonar es su prerrogativa, y se deleita en ejercerla. Su naturaleza misma es misericordia y ha provisto
un sacrificio por el pecado, en él “hay perdón” para todos los que confiesan sus pecados. El poder del perdón reside en Dios, y
lo tiene siempre a su lado, preparado y dispuesto para utilizarlo.
Para que seas temido. He aquí la raíz fecunda de la piedad. Nadie teme al Señor como quienes han experimentado su
amor perdonador. Produce más temor y reverencia a Dios la gratitud por el perdón, que el propio castigo. Si el Señor ejecutara
su justicia sobre todos los seres humanos, no quedaría uno solo para reverenciarle. Y si todos estuvieran bajo la aprensión de su
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ira merecida, la desesperación los habría endurecido ya de tal modo que habrían dejado de temerle. Es su gracia la que
engendra el temor, la que abre el camino y dirige al creyente hacia una concepción santa de Dios y un temor reverente a
ofenderle.
C. H. SPURGEON
Pero en ti hay perdón, para que seas temido. Cabe pensar que el castigo engendra miedo y el perdón da lugar al amor,
pero en este caso no es así: “Nemo enim melios diligit, quam qui maxime veretur ofendere”,71 “Nadie ama tanto a Dios
como aquel que más temeroso está de ofenderle”. “Tu misericordia, oh Señor, se extiende hasta los cielos, tu fidelidad
alcanza las nubes”,72 es decir, por encima de todo lo sublime.73 Dios es glorioso en todas sus obras, pero donde más evidente
se hace su gloria es en su misericordia. Puede que esta sea una de las razones por las que Pablo llama al evangelio de Cristo
“el glorioso evangelio”.74 Y Salomón nos dice que: “La gloria de un hombre es pasar por alto una ofensa”.75 En esto
consiste lo más glorioso de Dios, en que pasa siempre por alto todas las ofensas de sus hijos. Señor, ¿quién es capaz de
conocerte y no amarte, y quién es capaz de amarte y no temerte? Te tememos por tu justicia y te amamos por tu misericordia; y
a su vez te tememos por tu misericordia y amamos por tu justicia; porque tu bondad es infinita en ambas cosas.
THOM AS ADAM S [1583-1653]
Spurgeon, Charles Haddon. <i>Tesoro de David: la revelación escritural a la luz de los Salmos. Tomo I</i>, edited by Eliseo Vila, Editorial CLIE, 2015. ProQuest Ebook Central,
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“The Sinner’s Mourning-habit”
sermón sobre Job 42:6 predicado en Whitehall el 29 de Marzo de 1612
Pero en ti hay perdón, para que seas temido. No es contradictorio lo que afirma David en este versículo: Que en Dios
hay misericordia para que sea temido; como decir: severidad para que sea amado. Si no podemos amar a quien procede con
severidad ¿cómo vamos a temer a quien obra con misericordia? Hubiera sido más lógico que dijera: “en ti hay justicia, para que
seas temido”; puesto que al infundir terror la justicia mantiene el temor; mientras que la misericordia da pie la osadía, y la osadía
no es compatible con el temor, por lo que nadie teme a la misericordia. Pero, ¿no hay también un temor positivo a ofender a
Dios, igual que hablamos de temor negativo por haberlo ofendido? ¿Y de a un temor positivo hacia su misericordia, (aunque no
tanto), como hablamos del temor negativo a su justicia? Es un error extendido en el mundo pensar que podemos ser osados en el
pecado porque Dios es misericordioso. Pero, ¡cuídate mucho, alma mía, de caer en semejante error! Porque la misericordia de
Dios no va en esa dirección; su propósito no es hacernos más audaces al pecar, sino todo lo contrario, llevarnos a temerle; pues
cuanto mayor sea su misericordia, mayor ha de ser nuestro temor, porque “en ti hay perdón, para que seas temido”. De
nuestra actitud, de que seamos o no temerosos de Dios, depende nuestro destino eterno, puesto que es también facultad suya
decidir si va a ser o no misericordioso con nosotros. Y si no le tememos es probable que sea misericordioso, ya que su
misericordia es sólo para aquellos que le temen. ¿Con quién ejercitará su misericordia sino con aquellos que le reverencian, le
aman y le necesitan, es decir, con aquellos que sienten temor de él? Por tanto, si admitimos que necesitamos de su misericordia,
debemos temerle para alcanzarla. ¡Así pues, oh Dios misericordioso, haz que sienta temor de ti! Pues sé que tú no vas
mostrarte misericordioso conmigo a menos que yo te tema; y yo me veo incapaz de temerte si tú primero no eres misericordioso
conmigo.
RICHARD BAKER [1568-1645]
“Meditations and Disquisitions upon the Seven Psalmes of David,
commonly called the Penitential Psalmes”, 1639
Pero en ti hay perdón, para que seas temido. Hasta Saúl levantó su voz y lloró ante un testimonio evidente e inmerecido
del amor y la bondad de David.76 ¿Nunca habéis visto a un prisionero condenado, cuyo corazón se había mantenido más duro
que un pedernal durante todo el juicio, deshacerse en sollozos al recibir el indulto de forma inesperada e inmerecida? El martillo
de la ley, con sus amenazas de terrores y horrores, puede quebrantar en pedazos el corazón gélido del ser humano, y a pesar de
ello, es probable que cada pedazo partido permanezca tanto o más gélido de lo que estaba anteriormente, sin transformación ni
cambio alguno; en cambio, cuando el fuego del amor derrite suavemente el hielo, este corazón congelado se transforma y
disuelve como agua; deja de ser hielo para adquirir otra naturaleza.
GEORGE SWINNOCK [1627-1673]
“The Christian Man’s Calling”, 1665
Pero en ti hay perdón, para que seas temido. La doctrina evangélica del perdón gratuito de los pecados no engendra
despreocupación y negligencia, como afirman algunos erróneamente, sino un temor de Dios genuino; es la verdadera causa y
efecto final de la doctrina, como nos describe aquí el Salmista.77
SALOM ON GESNER [1559-1605]
“Christliche Betrachtung des Psalters”, 1599
Pero en ti hay perdón, para que seas temido. Los juicios divinos y el furor de su ira pueden dejarnos atónitos, pero si todo
se quedara en eso, no bastaría para lograr que nos acerquemos a Dios. Entonces, si esto no es suficiente, ¿qué más se
necesita? Una visión clara de la misericordia del Señor. Porque esta visión es la que mayor atracción ejerce, como afirma aquí
el salmista y canta la Iglesia de Dios por boca de la Sulamita: “A más del olor de tus suaves ungüentos, tu nombre es como
bálsamo fragante. Por eso las doncellas te aman. ¡Atráeme en pos de ti!”.78 Ésta y únicamente ésta es la fuerza que atrae
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de veras al pecador, porque todos los juicios de Dios y las maldiciones de la ley nunca lograrán seducirle. ¿Qué fue lo primordial
que impulsó al hijo pródigo a regresar a la casa de su padre? ¿La soledad, la desgracia, la angustia, o la miseria paupérrima en la
que cayó hasta casi perecer de hambre? No: se acordó de que tenía un padre amoroso. Fue el amor y la misericordia lo que
hicieron que resolviera volver a casa con una confesión humilde en sus labios.79 Y así es también con todo pecador. No es el
terror al infierno, ni son las amenazas de la ley lo que le mueve a decidir allegarse a Dios, sino el impacto de meditar en su
infinita misericordia.80
ROBERT ROLLOCK [1555-1598]
“An Exposition upon some Select Psalms of David”, 1600
Pero en ti. ¡Qué significativo es este “Pero”! Como si escucháramos a la justicia bramando: “Deja que el pecador
muera”; a los demonios del infierno aullando: “Arrójalo aquí a las llamas”; y a la propia conciencia vociferando: “Que
perezca, que perezca”. A la naturaleza entera gimiendo bajo peso de su pecado: la tierra fatigada de soportarle, el sol hastiado
de brillar sobre un traidor, y el aire exánime de proporcionar aliento y vida a quien la utiliza para desobedecer a Dios. El hombre
está acabado, al borde de ser destruido, tragado vivo por los abismos. Pero de súbito: ¡surge este “pero” tres veces bendito!
Spurgeon, Charles Haddon. <i>Tesoro de David: la revelación escritural a la luz de los Salmos. Tomo I</i>, edited by Eliseo Vila, Editorial CLIE, 2015. ProQuest Ebook Central,
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que interponiendo su brazo firme, protegido con escudo de oro, entre el pecador y su destino inexorable, detiene en seco el curso
de su ruina pronunciando estas palabras: “Pero en ti hay perdón”.
C. H. SPURGEON
Pero en ti hay propiciación.81 Así traducen algunos. Jesucristo es la gran propiciación, el rescate que Dios ha dispuesto. Y
está constantemente a su lado intercediendo por nosotros, en él esperamos obtener el perdón.
MATTHEW HENRY [1662-1714]
81
“Commentary on the Whole Bible”, 1811
Perdón. En hebreo hassəlîḥāh de selichah un vocablo poco frecuente, que se utiliza en este salmo, en el libro de Daniel:
“Al Señor nuestro Dios pertenece la compasión y el perdón”,82 y en el de Nehemías “Pero tú eres un Dios de perdón”.83
CRISTOPHER WORDSWORTH [1807-1885]
“Commentary on the Whole Bible”, 1856
Para que seas temido. Este perdón, una sonrisa divina, deja el alma del pecador embelesada y ligada a Dios por un temor
inefable: Temor a perder su mirada de amor. Temor a desaprovechar sus obras de bondad. Temor a verse alejada por una
corriente insidiosa de mundanalidad, del cielo y con ello de su presencia. Temor a ser presa del sueño y adormilarse. Temor a
caer en las garras del error. Temor a no complacerle debidamente. Por tanto, nuestro deber es apurar hasta el límite la copa del
amor perdonador de Dios, puesto que ser llenos de él es ser llenos de pureza, de fervor y fe. Cuando el perdón, es decir, cuando
Cristo penetra en nuestra alma y se apodera de ella, los pecados bajan la cabeza impotentes, empequeñecen y se escabullen por
las rendijas.
GEORGE BOWEN [1816-1888]
“Daily Meditations”, 1873
Vers. 4-5, 7-8. Cuando habla de lo inevitable de rendir cuentas ante Dios en el Juicio Final, David pone su alma a salvo de
cualquier temor estableciendo como verdad incuestionable esta reconfortante conclusión, otrora aplicable a todas a las almas
penitentes: “Pero en ti hay perdón, para que seas temido”, como si dijera: “Señor, en tu divina naturaleza hay perdón, llevas
un corazón perdonador en tu seno. Sí, y hay también perdón en tus promesas, no sólo tu corazón misericordioso inclina tus
pensamientos al perdón, sino que además tus fieles promesas te condicionan a perdonar a todos aquellos que humilde y
convenientemente las reivindican”. Y a partir de aquí, una vez ha establecido este principio fundamental en el versículo cuatro
(130:4), ved la imponente superestructura espiritual que construye en el versículo siguiente (130:5): “Espero en el Señor; en Él
espera mi alma, y en su palabra tengo mi esperanza”. Como si dijera: «Señor, me agarro a tu palabra y por tu gracia seguiré
esperando ante la puerta de tu promesa (el perdón de mis pecados), y no me moveré de allí hasta que la vea cumplida». Y al ser
el bocado tan apetitoso se resiste a comerlo solo, así que empuja el plato haciéndolo descender hasta el extremo inferior de la
mesa, para que toda persona piadosa pueda probarlo y participar de él (130:7-8): “Espere Israel a Jehová, porque en Jehová
hay misericordia y abundante redención en él; él redimirá a Israel de todos sus pecados”. Como si añadiera: «Lo que, a
pesar del clamor de mis pecados, es para mí sólido fundamento de esperanza, lo es también para todo verdadero israelita y para
cualquier alma sincera en este mundo si es capaz de entenderlo rectamente, y agarrarse a las promesas de Dios en su Palabra
diciendo: –Sí, creo en ello con la misma firmeza con la que creo en mi propia alma, y me atrevo a empeñar mi felicidad eterna
en este principio: Que Dios redimirá a todo israelita sincero “de todos sus pecados”».
WILLIAM GURNALL [1617-1679]
“Christian in complete armour, or, a treatise of the saints war against the Devil”, 1655
Vers. 5. Esperé yo a Jehová, esperó mi alma; en su palabra he esperado. [Espero yo en Jehová, espera mi alma;
pendiente estoy de su palabra. RVR77] [Espero al Señor, lo espero con toda el alma; en su palabra he puesto mi
esperanza. NVI] [Espero en el S EÑOR; en él espera mi alma, y en su palabra tengo mi esperanza. LBLA]
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Espero en el Señor; en él espera mi alma.84 Aguardo a que venga a mí en amor, espero sosegadamente su aparición:
espero en él mientras le sirvo, y lo espero a él por medio de la fe. Le espero a él y solamente a él. Si él se manifiesta, ya no
necesito esperar nada más; pero hasta que se presente en mi ayuda debo aguardar pacientemente, aunque sea en las
profundidades mismas del abismo. Mi espera no es un formalismo, en ella pongo toda mi alma: “en él espera mi alma”.
Espero, y espero: ¡reparad en la repetición! “Espero al Señor, lo espero con toda el alma”, deja muy claro la realidad de la
espera. Dialogar con el Señor intensamente es buena cosa. Y estas repeticiones también, pues son justo el reverso de las vanas
repeticiones.85 Si el Señor Jehová nos hace esperar, esperemos con todo nuestro corazón, porque bienaventurados son todos los
que en él esperan.86 Merece la pena, pues la espera nos es beneficiosa: Prueba nuestra fe, ejercita la paciencia, nos adiestra en
la sumisión y hace más atractiva la bendición cuando aparece. El pueblo del Señor siempre ha esperado: Esperó su Primera
Venida y ahora esperamos la Segunda; esperó un sentido de perdón, y ahora esperamos la santificación perfecta. Esperó en las
profundidades del abismo, y ahora esperamos en mejores condiciones, por lo que no estamos inquietos ni ansiosos. El pueblo del
Señor siempre ha clamado, y ha esperado, y es probablemente el clamor de su oración en el pasado lo que le proporciona
soporte, y sostiene su paciencia en el presente.
Spurgeon, Charles Haddon. <i>Tesoro de David: la revelación escritural a la luz de los Salmos. Tomo I</i>, edited by Eliseo Vila, Editorial CLIE, 2015. ProQuest Ebook Central,
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En su palabra he puesto mi esperanza.87 He aquí el manantial, la fuerza y dulzura de la espera. Los que carecen de
esperanza nada pueden esperar; pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.88 La palabra de Dios es fiel
y verdadera,89 aunque a veces su cumplimiento se demore; pero si nuestra fe es verdadera, sabremos esperar el tiempo del
Señor. Toda palabra del Señor es alimento para el alma del creyente, que reconfortada en él se mantiene firme a lo largo de la
noche del dolor, esperando el alba de la liberación y la alegría. Aprovechemos este tiempo de espera para estudiar su palabra,
creerla, poner nuestra esperanza y vivir conforme a ella; porque es “su palabra”, la de Aquel que nunca habla en vano. La
palabra de Jehová es base firme sobre la cual el alma del creyente puede fundamentar su espera.
C. H. SPURGEON
Espero en el Señor; en él espera mi alma. Pronunciamos estas palabras como la mayor bendición del creyente. Pero son
opuestas al instinto natural, porque vienen del don sobrenatural a las almas poseídas por la gracia. En primer lugar reflejan una
actitud de fe. El alma que está llena de la gracia divina se agarra a Dios por medio de la fe en Cristo Jesús: Se aferra a su
fidelidad en el cumplimiento de sus promesas; confía su poder para que la ayude en los momentos de dificultad; cuenta con la
sabiduría divina para que la aconseje en la duda y perplejidad; se traba al amor de Dios para que la proteja en el peligro;
descansa en su omnisciencia para que la guíe a través de las tinieblas; y recurre a su omnipresencia para que permanezca a su
lado y levante su ánimo en todo momento y en todo lugar, convirtiéndose para ella en su “sol y su escudo”.90 ¡Oh, qué
privilegio y qué delicia tener fe en Dios!
Es también una actitud de oración. El alma que espera en el Señor mantiene su esperanza volcándose en él. A menudo Dios
nos deja en la incógnita de la espera, aguardando su intervención a nuestro favor; y lo hace a propósito, para que
permanezcamos en esperanza confiada vigilantes al pie de su cruz y persistamos en la oración. ¡Es esa espera lo que mantiene
el alma en la esperanza!91
Es así mismo una actitud de paciencia. No hay en el carácter cristiano virtud que más lo dignifique y que de mayor honre a
Dios que la paciencia: esperar pacientemente al Señor y en el Señor. Esta virtud cristiana, fruto del Espíritu,92 permite al alma
del creyente sobrellevar con dignidad, tranquilidad, y sumisión las lecciones aflictivas que su Padre Celestial le imparte, los
reproches del mundo, y las heridas surgidas en el roce con otros creyentes.
Finalmente, es una actitud de sosiego. El alma que espera en el Señor descansa en el Señor. ¡Espera y reposa! Cansada de
recorrer sin provecho el amplio círculo de los medios terrenales; agotadas sus fuerzas y expedientes, exhausta de confiar su
propia sabiduría, defraudada por sus vanos intentos, opta por asumir una actitud de espera, de espera en el Señor, y abate sus
alas en el seno del propio Dios. ¡Oh, cuán real e inmediato es el descanso que hallamos en Cristo Jesús! Cuando descansamos
en él, por profunda que sea la sima donde nos encontremos, por oscuras y tenebrosas que sean las nubes que nos envuelvan,
por turbulentas que rujan las aguas que nos inunden, en nuestro interior todo es luz y serenidad.
OCTAVIUS WINSLOW [1808-1878]
adaptado de “Soul Depths and Soul Heights: Sermons on Psalm 130”, 1874
Espero en el Señor; en él espera mi alma. La espera es una parte importante de la disciplina de la vida, por ello nos
concede Dios tan a menudo la gracia de la espera. Pues esa espera tiene cuatro propósitos:
(1) Ejercita la paciencia de la fe.
(2) Aporta el tiempo de preparación necesario para el don que ha de venir.
(3) Hace que la bendición, al ser más esperada, sea mucho más dulce.
(4) Atestigua la soberanía de Dios, que otorga y concede las cosas en su justo momento, cuando a Él le place y considera
oportuno.
No sabemos qué tenía en mente el salmista cuando dijo: “Espero en el Señor; en él espera mi alma, y en su palabra
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tengo mi esperanza. Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la
mañana”. Podría tratarse de una alusión a la venida del Mesías, que estaba siempre en primer plano en la mente de los judíos
de la antigüedad, como lo está en nuestro caso su Segunda Venida. Podría tratarse de algún hecho concreto o intervención
especial de la divina Providencia. Pero teniendo en cuenta el lugar que ocupan estos versículos, y a tenor del resto del salmo y
su línea general de pensamiento, lo más probable es que el salmista esperara con vehemencia “en el Señor” el sentimiento de
certeza, paz y amor que proporciona la presencia divina, la manifestación especial, reconocible y palpable del Señor a un
corazón ansioso y anhelante. La imagen de alguien que espera es impactante. Podemos compararla a la escena de un hombre
que habiendo llegado a la mitad de su viaje, desde una cresta del camino por el cual transita, se asoma de puntillas al borde del
precipicio y observa cautelosamente la senda por la cual deberá seguir. Precisa con urgencia algo en lo que apoyarse: “Espero
en el Señor” –sí, espiritualmente, en lo más hondo de mis pensamientos, en las entrañas de mi ser– “Espero en el Señor”. Él
es quien me proporcionará el apoyo y equilibrio que me hace falta. Señor, tendré descanso y reposo en ti, en lo que tú has dicho:
“Mi alma espera en ti, pues en tu palabra tengo mi esperanza”. De modo que en todas tus esperas, recuerda siempre dos
cosas claves:

Spurgeon, Charles Haddon. <i>Tesoro de David: la revelación escritural a la luz de los Salmos. Tomo I</i>, edited by Eliseo Vila, Editorial CLIE, 2015. ProQuest Ebook Central,
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(1) Asegurarte que la importancia que das a lo que esperas no sobrepasa y eclipsa la importancia que das al Señor de
quien lo esperas.
(2) Asegurarte que aquello que has implorado y esperas tiene el soporte de la promesa: “En tu palabra tengo mi
esperanza”. De lo contrario, la “espera” se te hará excesiva y después de todo, puede que hayas esperado en
vano.
JAM ES VAUGHAN [1825-1905]
“Sermons preached in Christ Church, Brighton, from October, 1877, to July, 1878”, 1878
Espero en el Señor; en él espera mi alma. Aguardando y esperando la misma cosa una y otra vez. Nadie aguarda aquello
que no tiene esperanza de conseguir; mientras que el que tiene la esperanza de conseguir algo, espera indefinidamente. Dios
nunca nos somete a la espera sin antes habernos otorgado la esperanza. El propósito de la espera es un bien para el futuro; pero
esperar es un bien para el presente, es la paga presente de los costes de la espera. La palabras hebreas que utiliza el salmista
qiwwəṯāh de qavah y hōwḥālətî de yachal implican tanto una espera paciente como una esperanza confiada. Así lo expone
Cristo citando al profeta Isaías que usa la misma palabra cuando dice: “En su ley esperarán las costas”,93 por tanto: “en su
nombre pondrán las naciones su esperanza”.94
JOSEPH CARYL [1602-1673]
Vers. 5, 6. El salmista menciona en estos dos versículos cuatro veces su esperanza y su dependencia de Dios y de su
Palabra para asegurarse que nos queda clara la firmeza con que debemos aferrarnos a Dios cuando nuestra fe se vea asediada.
Cuando nuestra fe se abate, no hay nada que puede sostenernos salvo la esperanza. Como reza la antigua locución latina:
“Spero meliora”,95 “esperando mejora”. ¿Qué es lo que alienta a labradores y marineros ante las tempestades sino la
esperanza de que el tiempo mejore? ¿Qué es lo que anima a un enfermo sino la esperanza de recobrar la salud? ¿Qué infunde
aliento a alguien que atraviesa penurias económicas sino la esperanza de recibir ayuda? ¿Qué conforta a un preso sino la
esperanza de recuperar la libertad? ¿O al desterrado sino la esperanza de regresar de nuevo a su patria y a su hogar? Pero
estas esperanzas humanas pueden resultar fallidas, pues a menudo carecen de garantías. La libertad y los indultos se demoran y
la mayoría de veces requieren mandatos judiciales que no se cumplen. Un médico puede dar ánimo a un enfermo con muy
buenas palabras, pero no puede garantizarle su recuperación porque su salud depende de Dios. Amigos y cortesanos pueden
prometer que aliviarán la situación precaria de un preso o de un pobre, pero todos los hombres son mentirosos, solamente Dios
es fiel a lo que ha prometido. Por tanto, afiancemos nuestra fe y nuestra esperanza en Dios, porque él es el único que se
mantendrá fiel a sus promesas. Todo aquel que ha confiado en él nunca ha esperado en vano, jamás ha salido decepcionado
quien puso en él su esperanza.
ARCHIBALD SYM SON [1564-1628]
“A Godly and Fruitful Exposition on the 130 Psalme, the sixth of the Penitentials, in A Sacred Septenarie or,
A Godly And Fruitful Exposition On The Seven Psalms Of Repentance”, 1638
Vers. 5, 6. La fe se afianza en la Deidad, el recurso final al que nuestra fe se agarra es el propio Dios en su naturaleza
gloriosa. La base de nuestra confianza no es la promesa en sí misma sino Aquel que hizo la promesa: Dios. Ascendemos hasta
la divinidad y echamos en ella el ancla. “Esperar en la palabra” es sólo una parte; pero la clave es que “esperamos en el
Señor” de la palabra. La garantía del éxito no radica en que: “en su palabra tengo mi esperanza”, sino en que: “Israel
espere en el Señor”. Éste es el objetivo final de la fe, y de él depende la esencia de nuestra felicidad: Saber que el propio Dios
es la porción plena y verdadera de nuestra alma.
STEPHEN CHARNOCK [1628-1680]
“A Discourse on the Object of Faith”, 1665
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Vers. 6. Mi alma espera a Jehová más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la mañana. [Mi
alma aguarda al Señor más que los centinelas a la mañana, más que los vigilantes a la aurora. RVR77] [Espero al
Señor con toda el alma, más que los centinelas la mañana, como esperan los centinelas la mañana. NVI] [Mi alma
espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana. LBLA]
Mi alma espera al Señor96 más que los centinelas a la mañana.97 Los hombres que custodian una ciudad y las mujeres que
velan a enfermos, suspiran por la luz del día. Los fieles israelitas, alternando fervientes oraciones con sus santas vigilias,
aguardaban impacientes el sacrificio de la mañana, el aroma del incienso y encendido de las lámparas, suspirando por el
momento en que el cordero humeara sobre el altar. David esperó más que todos ellos, esperó más tiempo, con mayores ansias y
más expectante. No sentía temor del gran Adonai, ante el cual nadie puede mantenerse en pie por su propia justicia, porque
había hecho suya la justicia de la fe, y por tanto, anhelaba la audiencia de gracia con el Santo. Esta hermosa figura nos revela
que no sentía mayor temor a la presencia del Dios santo, del temor que puedan sentir a la luz del día quienes se dedican durante
la noche a una labor legítima. Todo lo contrario, suspiraba por su Dios.
Sí, más que los centinelas a la mañana. Pero la figura no le parece suficiente: su anhelo era único e indescriptible. ¡Qué
privilegio sentir hambre y sed de Dios a semejante nivel! Nuestra versión98 estropea la brusquedad del lenguaje en el hebreo,
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pues el original dice “Mi alma al Señor, más que los vigilantes de la mañana; vigilantes de la mañana”.99 Una preciosa
repetición poética. Anhelamos el favor del Señor más que los agotados centinelas anhelan la luz del día que los liberará de su
tediosa vigilia. Y de hecho, es una gran verdad. A quien ha disfrutado de la comunión con Dios se le hace amargo y tedioso que
Él le oculte su rostro, y desfallece anhelando que el Señor se manifieste de nuevo,
“¿Cuándo vendrás a mí, Señor?
Pues en tanto no aparezcas
Voy cifrando cada instante del día
Cuento cada minuto del año”100
C. H. SPURGEON
Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana. Y ahora, oh alma mía, dime: ¿Por qué existes sino es para
anhelar a Dios y confiar en él, esperar en él y esperarle a él? Anhelar servirle y esperar hacerlo cada vez mejor; anhelar su
venida como Señor de todo y esperar que va a remunerar a todos en justicia perfecta; anhelar cumplir sus mandatos por encima
de cualquiera otros y esperar su aprobación, que es la mejor de las recompensas. No importa que los demás anhelen las cosas
del mundo y esperen en el mundo, yo, oh Dios mío, te anhelo a ti, esperaré en ti y te esperaré a ti. Porque en ti encuentro
auténtico contentamiento, muy por encima de lo que el mundo me pueda ofrecer. Pues ¿cómo voy a dudar que recibiré de ti
recompensa por mi espera, cuando el esperarte a ti es ya la recompensa de esperar en ti? Por eso mi alma espera, pues si no
lo hiciera, mi espera no tendría mayor valor del que tendría mi cuerpo físico si no poseyera un alma. Pero mi alma da vida a mi
espera y la transforma en un sacrificio vivo. ¡Ay, mi cuerpo físico, frágil y débil, es tan poco adecuado y tan poco dado a la
espera, que más bien necesita que lo esperen a él. Y tan impaciente, que siempre que puede trata de evadirla, hasta el punto que
si mi esperar en Dios dependiera exclusivamente mi cuerpo físico, seguramente se inclinaría por confiar en sí mismo. Pero mi
alma es soplo divino:101 “Divinae Particula Aurae”,102 una partícula del propio aliento de Dios dotada de todas las cualidades
para la espera, pues ¿acaso, oh Señor, sus virtudes no las recibió de ti? Por tanto, mi alma espera, y es tanta su eficiencia,
confianza y anhelo que sobrepasa al de “los centinelas de la mañana”.
RICHARD BAKER [1568-1645]
“Meditations and Disquisitions upon the Seven Psalmes of David,
commonly called the Penitential Psalmes”, 1639
Más que los centinelas a la mañana. No es difícil imaginar a los fatigados centinelas de las murallas, empapados por el
rocío de la noche y ateridos de frío; o a los encargados de vigilar el Tabernáculo día y noche, los levitas, aguardando ansiosos el
primer atisbo de luz del día. Por tanto, cuando el salmista exclama “más que los centinelas a la mañana”, está utilizando una
imagen muy vívida y clara en su época103 para describir la intensidad del anhelo con que aguardaba el favor de Dios. Aunque
Dios no resuelva nuestros problemas al ritmo que nosotros quisiéramos, o satisfaga nuestros deseos de inmediato, debemos
seguir esperando en él y confiar que a su debido tiempo obrará, y que su respuesta será excelente. Pues en el obrar de Dios las
demoras no son negativas. El día acude a su debido tiempo, puntual a su cita, desplegando el esplendor de su luz aunque al
centinela, cansado y vigilante, la espera se le haga interminable. Del mismo modo, Dios cumplirá su promesa y acudirá puntual a
su cita, no nos fallará; pero lo hará al ritmo de su tiempo, no del nuestro. Por tanto no cabe esperar que se ajuste a nuestros
planes y deseos, o que se ponga a nuestra disposición. En realidad, y puesto que por nosotros mismos no somos merecedores de
nada, sólo nos queda esperar, aguardar pacientes a que sea él quien decida la forma y el momento de actuar según su divina
gracia y misericordia; como los servidores de Ben-adad aguardaron pacientes hasta escuchar de boca del rey de Israel, en
confirmación de su clemencia las palabras: “mi hermano es”104.
THOM AS MANTON [1620-1677]
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Sermón XL sobre el Salmo 119:135


“One hundred and ninety sermons on the hundred and nineteenth Psalm”, 1681
Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana. Hammond105
traduce este versículo del siguiente modo: “Mi alma se apresura hacia el Señor más que los centinelas hacia la aurora, los
centinelas en la aurora”.
C. H. SPURGEON
Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana. Hombres justos
como Simeón106 y sacerdotes devotos como Zacarías107 formaban este grupo de visionarios que día tras día, anhelantes,
meditaban y repetían con nostalgia en su interior las palabras del salmista: “Mi alma espera al Señor más que los centinelas a
la mañana”. Cual amante enamorado que aguarda la llegada del ser querido y que en la vehemencia de su anhelo le parece
detectar su presencia en el temblor de una hoja, el vuelo de un pájaro o el zumbido de una abeja, impacientándose con la
demora, así el pueblo judío esperaba la llegada de su Libertador. Ciertamente uno de los espectáculos más lamentables de la
historia, en especial cuando reflexionamos en que finalmente el Libertador vino, –y no le reconocieron.108
HENRY WARD BEECHER [1813-1887]
Spurgeon, Charles Haddon. <i>Tesoro de David: la revelación escritural a la luz de los Salmos. Tomo I</i>, edited by Eliseo Vila, Editorial CLIE, 2015. ProQuest Ebook Central,
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“Life of Jesus the Christ”, 1859
Más que los centinelas a la mañana. ¡Cuántos peregrinos recostados en los recintos sagrados del Templo solían, día tras
día, volver ansiosos sus ojos hacia el Este buscando el resplandor rojizo sobre las montañas de Moab, indicando que el día
estaba cerca! Su anhelo no implicaba una liberación física de un deber obligado, sino todo lo contrario, un anhelo de entrar en
acción. Aguardaban la hora en la que dieran comienzo los sacrificios de la mañana y su alma pudiera expresar su gratitud
mediante un himno de acción de gracias. Esperaban la hora de liberarse en oración de la carga de sus aflicciones y pecados; de
renovar sus fuerzas apropiándose de ese poder especial que fluye únicamente de la comunión directa con el cielo para poder
regresar a sus hogares llenos del Espíritu, deseosos de participar en la importante misión de transformar el mundo en un lugar
mejor.
ROBERT NISBET [1814-1874]
“The Songs of the Temple Pilgrims: An exposition devotional and practical of the Psalms of Degrees”, 1863
Más que los centinelas a la aurora. Sí, lo confirmo: ¡Muchísimo más que los centinelas a la aurora! Pues, ¿no debe haber
una adecuada proporción entre la causa y el efecto? Y siendo que mi causa para velar y esperar en ti es mucho mayor que la
de ellos al esperar la mañana, ¿no debo yo esperar con mayor intensidad que ellos? Los centinelas que aguardan ansiosos la
mañana tienen, sin duda, un motivo importante: los destellos de luz del nuevo día. ¿Y no tengo yo un motivo mayor que ellos
siendo que espero la Luz verdadera que ilumina a todo aquel que viene a este mundo?109 Los que velan esperando la aurora
anhelan que despunte el sol y los libre de las tinieblas que les impiden distinguir las cosas con claridad; yo espero que despunte
el Sol de justicia110 para que disipe los horrores de la oscuridad que atemoriza mi alma. Los centinelas aguardan que la alborada
aporte la luz necesaria para que todos puedan transitar con seguridad; yo espero que la Aurora de arriba111 ilumine a todos los
que están sumidos en oscuridad y sombra de muerte y guíe sus pies por el camino de paz. Con todo –parece añadir el salmista–
a pesar de ese paralelismo entre el ansia con que yo te espero a ti y los centinelas la aurora, en su intensidad y extensión no
hay paralelismo posible. Puesto que ellos velan sus respectivos turnos sólo durante parte de la noche, en tanto que yo llevo
velando de continuo día tras día y noche tras noche. Por tanto, ¿no es justo que diga que te espero y te anhelo “más que los
centinelas a la aurora”?
RICHARD BAKER [1568-1645]
“Meditations and Disquisitions upon the Seven Psalmes of David,
commonly called the Penitential Psalmes”, 1639
Más que los vigilantes a la mañana. Vigilante, vigilar, vigilia. Pienso que somos injustos con esta afortunada palabra,
“vigilantes”, cuando le damos únicamente el sentido negativo de vigilar en contra algo para protegernos de ello: contra un
peligro, contra un mal que se aproxima. Sin duda que el término se presta a tal interpretación, pero su sentido va mucho más
allá, y da lugar además a otra interpretación más positiva: permanecer alerta para advertir la llegada de un bien esperado.
Vigilando disparamos nuestras flechas de oración hacia el cielo observando confiados su trayectoria, y las vemos regresar con
su respuesta. Vigilando escuchamos en silencio esa voz familiar que tanto amamos. Vigilando aguardamos ¡la venida al
Esposo!112 Como quien sabe que está al filo de un acontecimiento importante, –no de peligro sino de felicidad y alegría–
¡permanezcamos ¡vigilantes!, y que nuestra “vigilia” sea siempre de amor, de confianza y de esperanza bendita.
JAM ES VAUGHAN [1825-1905]
“Sermons preached in Christ Church, Brighton, from October, 1877, to July, 1878”, 1878
Más que los centinelas a la mañana. Se cuenta que la noche precedente al 1 de agosto del año 1834,113 día en que los
esclavos de nuestras colonias de las Indias Orientales entraron en posesión de la libertad prometida, la mayoría no se acostaron
sino que acudieron a los templos y pasaron toda la noche en tareas devocionales, cantando alabanzas a Dios y aguardando el
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primer atisbo de luz de aquel día tan especial, en el que pasarían a ser hombres libres. Y enviaron a varios a modo de
“centinelas” a las colinas cercanas desde donde podía distinguirse mejor el clarear de la aurora, para que desde allí, mediante
una señal, dieran a conocer a sus hermanos en el valle al despuntar de ese día extraordinario en el que dejarían de ser meros
objetos, como habían sido hasta entonces, para convertirse en seres humanos poseedores de un alma creada por Dios para la
eternidad. ¡Con qué anhelo aguardarían el clarear de esa mañana!
THOM AS WILLIAM BAXTER AVELING [1815-1884]
“The Biblical Museum”, 1872
Vers. 7. Espere Israel a Jehová, porque en Jehová hay misericordia, y abundante redención con él. [Espere Israel
a Jehová, porque con Jehová está la misericordia, y abundante redención con él. RVR77] [Así tú, Israel, espera al
Señor. Porque en él hay amor inagotable; en él hay plena redención. NVI] [Oh Israel, espera en el Señor, porque en el
Señor hay misericordia, y en él hay abundante redención. LBLA]
Espere Israel a Jehová.114 Jehová es el Dios de Israel, por tanto Israel debe poner en él su esperanza. El salmista
pretende que lo que él hace personalmente como israelita lo haga también todo Israel como pueblo. Y está en su derecho, tanto
de exhortar a los demás a que lo hagan, como de ponerse a sí mismo por ejemplo. En el pasado, el patriarca Israel esperó en
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Jehová y luchó toda la noche,115 hasta que fue socorrido por la Esperanza de Israel;116 y así será también con su simiente. Dios
tiene previstas grandes cosas para su pueblo; y por tanto, su pueblo ha de tener grandes expectativas.117
Porque en el Señor hay misericordia.118 La misericordia forma parte de su naturaleza, y a la luz de su naturaleza puede
ser contemplada. Pero además tenemos la luz de la gracia que hace que su misericordia se haga más patente. En nosotros no
hay más que pecado, pero tenemos esperanza porque “en el Señor hay misericordia”. Nuestro consuelo no reside en lo que
hay en nosotros, sino en lo que hay en nuestro Dios. Dejemos pues, de mirar a nuestro propio ego y sus miserias, y alcemos
nuestros ojos a Jehová y sus riquezas insondables de misericordia.
Y en él hay abundante redención.119 Él puede y va a redimir a su pueblo de sus muchos y enormes problemas. O mejor
dicho, su redención ya ha sido llevada a cabo, consumada, y puesta a su disposición para que aplique sus beneficios a los suyos,
en cualquier momento y por entero, que la esperan. El atributo de la misericordia y la realidad de la redención, son dos motivos
más que suficientes para esperar en Jehová; y que fuera de él no haya misericordia o liberación debería ser suficiente para
llevar el alma a detestar toda idolatría. ¿Acaso no son estas cosas profundas de Dios120 de gran consuelo para los que están
clamando desde las profundidades? ¿No es mejor estar con David en las profundidades del abismo esperando la misericordia
divina, que en el despeñadero de las cumbres jactándonos de nuestra propia justicia, tan fantasiosa como imaginada?
C. H. SPURGEON
Espere Israel en el Señor. El nombre o título de “Israel” se aplica a todo el pueblo de Dios, es decir, a todos los creyentes.
Establece su dignidad como PRÍNCIPES;121 y se aplica a su experiencia –luchan con Dios en oración y prevalecen.122 Los
desalentados no se convierten en príncipes, y mucho menos en cristianos. Nuestro Dios es “EL DIOS DE ESPERANZA”,123 y
nosotros debemos esperar en él. El Israel de Dios debe esperar en su misericordia, en su paciencia, en su predisposición, y en
su abundante redención. Debemos esperar luz en la oscuridad, fortaleza en la debilidad, dirección en la duda y la perplejidad,
liberación en el peligro, victoria en el conflicto, y triunfo sobre la muerte. Debemos esperar en Dios con confianza, pues él lo ha
prometido; en oración, pues le complace escuchar de nosotros; en obediencia, pues quiere que sus preceptos sean respetados; y
en perseverancia, pues él no cambia, es siempre el mismo.
JAM ES SM ITH [1802-1862]
“The Believer’s Daily Remembrancer”, 1846
Espere Israel en el Señor. Considerando que en todos los versículos precedentes las menciones a la aflicción, oración,
penitencia, temor, espera, vigilancia, están siempre en primera persona, son a título personal y se circunscriben al propio
salmista, detectamos aquí un cambio importante: El “yo espero” se hace a un lado para dejar paso a un “espere Israel”; todo
Israel. “Espere Israel a Jehová, porque en Jehová hay misericordia, y abundante redención con él; y él redimirá a
Israel de todos sus pecados”. Así debe ser siempre, pues es parte integrante de la naturaleza, del carácter y sentido
prevalente de nuestra fe hacerla extensiva a las multitudes.
JAM ES VAUGHAN [1825-1905]
“Sermons preached in Christ Church, Brighton, from October, 1877, to July, 1878”, 1878
Porque en el Señor hay misericordia. La misericordia se nos muestra y se nos hace patente, pero habita en Dios. Es una
de sus perfecciones. Y ejercitarla es su gozo. En el Señor hay misericordia plena, nunca fue tan misericordioso como lo es
ahora y nunca lo será.
En el Señor hay misericordia tierna, rebosa compasión, sus entrañas se conmueven al contemplarnos y su clemencia nos
rodea por doquier.
En el Señor hay misericordia variable, se adapta a cada caso y a cualquier circunstancia.
En el Señor hay misericordia receptora que acoge a los pecadores, hay misericordia que restaura los reincidentes, hay
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misericordia que sostiene a los creyentes.


En el Señor hay misericordia perdonadora, misericordia que conduce al goce de todos los privilegios del Evangelio,
misericordia que bendice al alma que ora con fervor sobrepasando en la respuesta todas sus expectativas.
En el Señor hay misericordia profunda, y le complace demostrarla, está dispuesto a impartirla y decidido a exaltarla y
glorificarla.
En el Señor hay misericordia plena, y ello debería servir para animar a los desdichados a acercarse a él, alentar a los
temerosos de que no necesitan aportar nada para inducirle a que los bendiga e invitar a los reincidentes a regresar a su lado.
Todo ello calculado para levantar el ánimo del creyente fatigado y desalentado bajo el peso de sus aflicciones.
Tenedlo en cuenta, la misericordia es como el propio Dios: infinita y eterna. Siempre está presente en el trono y al alcance
de cualquier pecador.
JAM ES SM ITH [1802-1862]
“The Believer’s Daily Remembrancer”, 1846
En él hay abundante redención. Y esta “abundante redención” no deja tras de sí más huella del pecado que pezuñas de
ganado dejó Moisés en Egipto tras su salida con el pueblo de Israel.124 No sólo redime del delito, sino también del castigo
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implícito en él; y no sólo en parte, sino completamente, de la totalidad del pecado y de la totalidad del castigo. Redime no sólo de
la transgresión sino también de la mácula que la misma comporta; no sólo del sentido de culpa sino también del temor que
conlleva; no sólo de ser acusado sino también de ser interrogado. ¿Acaso esta “abundante redención” no significa que
además de llevar “cautiva a la cautividad” dio también “dones a los hombres”?125 ¿De qué le sirve a un preso recibir el
indulto si lo mantienen encarcelado por no pagar las costas? Pero si el príncipe que le concede el perdón, junto con el indulto le
envía una generosa suma suficiente para pagar todas las costas y para que además, una vez puesto en libertad, disponga de lo
necesario para comenzar una nueva vida, ciertamente, esto es “abundante redención”. Tal es la redención que nos procura la
misericordia de Dios. No sólo nos saca de un calabozo, sino que nos pone en posesión de un palacio; no sólo nos deja libres para
ganar el pan con el sudor de nuestra frente,126 sino que nos restaura al paraíso donde crecen por sí solos toda clase de
frutos;127 no sólo proclama que ya no seguimos siendo cautivos, sino que nos granjea la condición de hijos; y no sólo hijos, sino
herederos; y no sólo herederos, sino coherederos con Cristo.128 ¡Quién puede negar que esto es “abundante redención”! ¿O
se habla de “abundante redención” en consideración al precio que fue pagado para redimirnos? Porque somos redimidos a un
alto precio, no con oro, plata o piedras preciosas, sino con la sangre preciosa del Cordero inmolado,129 desde antes de la
fundación del mundo.130 “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito”131 para
redimirnos; y esto, con toda seguridad, es “abundante redención”.
RICHARD BAKER [1568-1645]
“Meditations and Disquisitions upon the Seven Psalmes of David,
commonly called the Penitential Psalmes”, 1639
Y en él hay abundante redención. O más literalmente, “redención que sobreabunda”. Según lo entiende Lutero, el
salmista la describe como “abundante” porque es la estrechez de nuestro corazón, la flaqueza de nuestras esperanzas, y la
debilidad de nuestra fe, son tales, que la redención que hay en el Señor supera con creces todas nuestras capacidades, rebasa
todas nuestras expectativas, excede todas nuestras peticiones y sobrepasa todos nuestros deseos.
JOHN JAM ES STEWART P EROWNE [1823-1904]
“Commentary on the Book of Psalms”, 1864
Vers. 7, 8. Este salmo contiene una profecía evidente sobre Mesías, pues establece su “abundante redención” y predice
que redimiría a Israel, es decir, la Iglesia, de todos sus pecados. Palabras que en su sentido pleno fueron utilizadas por el ángel
en su anuncio a José al decirle que debía llamar al niño “Jesús”: “porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.132
JOHN HAYWARD [1560-1627]
“David’s Tears”, 1623
Vers. 8. Y él redimirá a Israel de todos sus pecados. [Y él redimirá a Israel de todos sus pecados. RVR77] [Él mismo
redimirá a Israel de todos sus pecados. NVI] [Él redimirá a Israel de todas sus iniquidades. LBLA].
El redimirá a Israel de todas sus iniquidades. Nuestras propias iniquidades y pecados son los peores peligros: si estamos
a salvo de ellos, somos salvos por entero. Pero no hay salvación de ellos fuera de la redención divina. ¡Qué bendición tan
grande es que aquí se nos prometa en términos tan claros que disipan cualquier duda! Ciertamente el Señor redimirá a su pueblo
creyente de todos sus pecados. ¡Y sin duda debe tratarse de una redención abundante y copiosa, puesto que está hablando de
todo Israel y de todas sus iniquidades!133 En este versículo el salmo remonta y asciende a unas alturas asombrosas: aquí no es
ya un grito desgarrador lanzado desde las profundidades lo que suena, sino un coral harmonioso esparcido desde las alturas. La
redención es la cúspide de las bendiciones del pacto. Y cuando sea experimentada por todo Israel, habrá llegado la gloria de los
últimos días, y el pueblo del Señor dirá: “Y ahora, Señor, ¿a qué esperamos?”134 ¿No eran estas palabras una profecía
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contundente de la primera venida de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Y no podemos considerarlas ahora una promesa evidente de su
segunda y aún más gloriosa venida para la redención del cuerpo? Esto es lo que nuestra alma anhela y espera con impaciencia:
Sí, nuestro corazón y nuestra carne claman por ella, mientras la aguardan con expectación gozosa.
C. H. SPURGEON
135
Y él. Se trata de un “él” de carácter enfático o ponderativo. “Él” y únicamente “él” es quien puede redimir, nadie más
está en situación hacerlo.
JOHN JAM ES STEWART P EROWNE [1823-1904]
“The Book of Psalms: a new translation with introductions and notes, explanatory and critical”, 1876
De todas sus iniquidades.136 No sólo del castigo como enfatizan Ewald137 y Hupfeld.138 La redención incluye el perdón
de todas las iniquidades, el quebrantamiento del poder y dominio del pecado, y el quedar libre de todas sus consecuencias.
JOHN JAM ES STEWART P EROWNE [1823-1904]
“The Book of Psalms: a new translation with introductions and notes, explanatory and critical”, 1876
137
De 138 todas sus iniquidades. Esto es:

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DE LAS INIQUIDADES DE LA M IRADA: ¿Acaso nuestra conciencia no tiene nada que decir? ¿Será que nuestros ojos nunca
cometen iniquidad? ¡Dejemos hablar a la conciencia!
DE LAS INIQUIDADES DEL OÍDO: ¿No se introduce la iniquidad en nuestro corazón por las orejas? Resulta imposible
escuchar en la calle una sola conversación sin que alguna iniquidad penetre en nuestro corazón a través de lo que Bunyan
describe como “la puerta de oído”.139
DE LAS INIQUIDADES DE LA BOCA: ¿Mantienes tu lengua sujeta y constantemente embridada? ¿No caen tus labios en la
trampa de pronunciar cosas impropias del evangelio? ¿Nunca participas en alguna conversación carnal, sueltas en casa una
palabra de enfadado, ni emites expresión alguna que a los santos de Dios les desagradaría escuchar? ¿Qué me dices? ¿Son tus
labios siempre tan estrictos que jamás sale de ellos una sola palabra de la que te sentirías avergonzado si tuvieras que
pronunciarla ante la asamblea del pueblo de Dios?
DE LAS INIQUIDADES DEL PENSAM IENTO: Y aún asumiendo que tus ojos, tus oídos y tus labios estuvieran limpios, ¿acaso no
hay pecado en tú pensamiento? ¿Qué me dices? ¿No hay sugerencias inicuas, ni pensamientos malignos en ese complejo y
recóndito taller de ideas albergado en el interior de tu cabeza? ¡Oh! ¡Cuál ha ser nuestra ignorancia sobre nosotros mismos
cuando somos capaces de sentir que no tenemos pecado de pensamiento!
DE LAS INIQUIDADES DE LA IM AGINACIÓN: ¿No te apetece con frecuencia dar lugar en tu mente a escenas de sensualidad
en las que tu naturaleza carnal es lo suficientemente vil como para deleitarse?
DE LAS INIQUIDADES DE LA M EM ORIA: ¿No te asalta a veces el recuerdo de pecados cometidos anteriormente y tu
naturaleza corrupta tiene la osadía de lamentar que no hubieran sido mayores?
DE LAS INIQUIDADES DE LOS SENTIM IENTOS: ¿Nunca has experimentado enemistad contra miembros del pueblo de Dios?
¿Nunca ha habido orgullo en tu corazón? ¿Codicia? ¿Hipocresía? ¿Autocomplacencia? ¿Justicia propia, y fariseísmo? ¿Ni
sensualidad? ¿Ni un solo atisbo de pensamiento de aquellos que no te atreverías a compartir siquiera con tu mejor y más íntimo
amigo? Pero aquí está

la bendita promesa. Una promesa circunscrita exclusivamente a Israel: Porque fuera de Israel140 las gentes no tienen
conciencia de sus iniquidades y se justifican en base a su propia justicia. Sólo aquellos que forman parte del Israel de Dios
sienten y confiesan sus pecados, y por tanto, la promesa de redención se limita a Israel: “Él redimirá a Israel de todas sus
iniquidades”. ¿De todas? Sí, de todas, no quedará ni una sola. Ni la más mínima huella, ni un matiz, ni la sombra de la sombra,
todas ellas serán sepultadas, desaparecidas, tragadas, borradas, todas ellas perdonadas gratuitamente y arrojadas fuera de la
presencia de Dios.
JOSEPH C. P HILPOT [1802-1869]
“Plenteous Redemption”
sermón predicado en Providence Chapel, Londres, el 25 de Julio de 1847
El redimirá a Israel de todas sus iniquidades. ¡Qué conclusión tan grácil y apropiada la de este exhaustivo e instructivo
salmo! Como el sol que aparece velado por las nubes al amanecer, pero cuando se pone lo baña todo de su luz, el Salmo 130
despunta con el alma hundida en las profundidades del abismo pero concluye con el alma remontando a las alturas. ¡Redención
de todas las iniquidades! Una afirmación contundente que excede cualquier medida del lenguaje más descriptivo. La
imaginación más vívida no alcanza a la hora de concebirla; la imagen más esplendente fracasa en reproducirla, y la fe siente que
sus alas desfallecen en el audaz intento de escalar su cima. “Él redimirá a Israel de todas sus iniquidades”. Este versículo
ofrece la imagen más representativa del hombre restaurado y el paraíso recobrado.
OCTAVIUS WINSLOW [1808-1878]
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“Soul Depths and Soul Heights: Sermons on Psalm 130”, 1874

1
Salmo 129:4.
2
Hechos 1:7.
3
Dice FRANCISCO LACUEVA [1911-2005] en el “Comentario de Matthew Henry”: «Este cántico gradual es reconocido como el
principal de los salmos penitenciales, por lo que, a lo largo de los siglos, ha sido muy usado por la Iglesia y conocido por el título
con que la Vulgata Latina traduce el primer vocablo del salmo: “De profundis”. El salmista expresa aquí: I. Su clamor de
penitente (vv. 1, 2). II. Su confianza en el perdón de Dios (vv. 3 4). III. Su esperanza en la liberación divina (vv. 5, 6). IV. Su
exhortación al pueblo, para que compartan sus convicciones y sentimientos (vv. 7, 8)».
4
Se trata de una cita de un conocido poema de FELICIA DOROTHEA HEM ANS [1793-1835], concretamente el titulado “The
Graves of a Household”, estrofa cuarta, donde dice: “The sea, the blue lone sea, hath one/ He lies where pearls lie
deep;/ He was the loved of all, yet none/ O’er his low bed may weep”. Era una de las citas favoritas de Spurgeon y la repite

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en varios de sus sermones y lecturas devocionales, como es el caso de “Lecturas Matuninas y Vespertinas”, en su meditación
del 5 de Septiembre.
5
Los siete salmos penitenciales son el 6, 32, 38, 51, 102, 130, 143. El nombre de “salmo penitencial” fue dado por la Iglesia
primitiva al Salmo 50, el Miserere, y AGUSTÍN DE HIPONA [353-429] lo aplicó a cuatro más de ellos, pero el listado actual de
siete no aparece hasta el siglo VII en el comentario de CASIODORO [485-583], que los asoció con bautismo, martirio, limosna,
conversión, caridad, perdón y penitencia. La Iglesia Católica Romana los utiliza litúrgicamente en la oración por los
enfermos y unción con óleo consagrado. Lutero mantuvo el término de “salmos penitenciales” en la Reforma, aunque las
iglesias evangélicas no suele hacer uso de ellos con fines litúrgicos.
6
Se trata de “The Speaker’s Commentary”, “Comentario del predicador”, publicado en 10 volúmenes entre 1871 y 1882 con
el mecenazgo de EVELYN DENISON [1800-1873], Primer Vizconde de Ossington. El objetivo de la obra era responder
apologéticamente a la teología liberal y en especial a la obra crítica “Essays and Reviews”. FREDERIC CHARLES COOK [1810-
1889] dirigió la redacción, en la que participaron los más destacados exégetas y teólogos conservadores de la Inglaterra del siglo
XIX.
7
En este sentido el Salmo 129 es paralelo al Salmo 121 y Salmo 123. Sintiéndose en lo más hondo del abismo, el salmista
levanta los ojos y clama a Dios que está en las alturas.
8
Los Salmos Paulinos. Y añadió: “Porque todos ellos enseñan que el perdón de nuestros pecados viene al hombre que cree por
medio de la gracia, sin la ley y sin obras, por ello yo los llamo los Salmos Paulinos” (Ver salmo 32:1).
9
Se refiere a JOHN OWEN [1616-1683], calificado por Spurgeon “el príncipe de los puritanos” y “uno de los teólogos más
profundos que jamás haya existido”. Nacido en Stadham (Oxfordshire, Inglaterra), de antepasados galeses, su padre, Henry
Owen, era clérigo de la Iglesia Anglicana y pertenecía al ala de los “puritanos”. Fue un niño superdotado, admitido a los doce
años de edad en la Universidad de Oxford, algo insólito. Ordenado como clérigo anglicano, apoyó decididamente la causa del
ejército del Parlamento en contra de los defensores de los reyes jacobitas. Acompañó a Oliver Cromwell en muchas de sus
campañas militares, en las cuales sirvió como capellán al ejército parlamentario. Predicó ante el Parlamento inglés en varias
ocasiones, incluso el día después de la ejecución del rey Carlos I. En 1652 fue nombrado vice-rector de la Universidad de
Oxford. Pero su verdadera fama se debe a su importante obra literaria, el número de libros publicados y la profundidad de su
contenido, especialmente a su monumental comentario a la Epístola a los Hebreos. Su exposición contundente de la teología
calvinista es ejemplar. La mayoría de sus obras siguen disponibles en el mercado y varias han sido traducidas al español.
10
Se refiere a RICHARD DAVIS [1658-1714], pastor independiente y evangelista itinerante, considerado como el precursor del
Metodismo de trasfondo calvinista. La citada conversación de John Owen con Davis, que en aquella época (1680/1689) estaba
en Londres preparándose académicamente como profesor, fue decisiva en su conversión. Poco después se uniría como
miembro a la “Silver Street Congregational Church”, y comenzó a ejercer sus dotes para la predicación y el pastorado de la
“Congregational Church at Rothwell, Northamptonshire”.
11
Otro episodio similar en el que el Salmo 130 jugó un papel crucial fue en la conversión de JOHN WESLEY [1703-1791]. Tras un
fracaso durante su ministerio en los Estados Unidos, Wesley cayó en una profunda depresión, cuestionándose el sentido se su
vocación como ministro. Entró en contacto con el movimiento pietista alemán de los Moravos, liderados por el conde LUDWIG
VON ZINZENDORF [1700-1760] y comenzó a asistir en Londres a algunas de las reuniones del grupo. El 24 de Mayo de 1738,
muy afectado por el fallecimiento unos días antes de su hermano Samuel, John asistió a la catedral de San Pablo donde escuchó
al coro cantar el Salmo 130. Las palabras del salmista “Desde las profundidades…” penetraron en lo más hondo de su alma
al alma. Poco después asistió a una reunión del grupo moravo en Aldersgate Street, en la que estaban leyendo el prefacio del
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comentario a la Epístola a los Romanos de Lutero. Wesley sintió de pronto que algo ardía en su interior, y su vida cambió. A
partir de aquel instante su ministerio dio un giro completo que culminó en la fundación del movimiento metodista.
12
Sólo tres palabras en hebreo mimma‘ămaqqîm qərāṯîḵā Yahweh. La Versión griega de los LXX o Septuaginta usa cinco y
lee: ἐκ βαθύς κράζω σύ κύριος que la Vulgata traduce en seis como: “De profundis clamavi ad te Domine”, y nuestras
versiones españolas necesitan hasta diez. Y es que el sentido del vocablo hebreo mimma‘ămaqqîm de maamaqqim es tan
profundo y oscuro como el propio abismo que trata de describir. KRAUS lo explica así: «El orante describe con una sola palabra
la situación en que se encuentra. Está “en lo profundo”. El término expresa las “profundidades del agua” (Isaías 51:0; Ezequiel
27:34; Salmo 69:2,14), que son imagen de lo apartado que uno está del ámbito de la vida, y representan por tanto al sheol (Ver
Jonás 2:2-7). Las “profundidades del agua” son la región de la muerte, el lugar en que está alejado de Dios y abandonado por él
(Salmo 22:1-2)». SCHÖKEL dice así: «La hondura no es para los hebreos un factor positivo como para nosotros: pensamiento
profundo, profundidad interior, sentimientos hondos, ahondar en un problema, ocuparse a fondo. Los hebreos lo relacionan con lo
inaccesible, incomprensible, inescrutable, con las profundidades del océano, de la tierra, del seol. El salmo arranca de una
situación poco menos que desesperada. Lo refieren al mar Isaías 51:10; Ezequiel 27:34 y Salmo 69:2,14. El Salmo 130 no

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menciona el agua; con todo, hemos de imaginar al orante en un abismo sin salida: sólo su voz puede salir y elevarse (…) ¿Es la
pura angustia de la existencia contingente? Eso suena demasiado filosófico y moderno. Lo más probable, en el contexto mental
del salterio, es que se refiera a una situación trágica que el orante percibe como consecuencia del pecado, como puede ser la
enfermedad en el Salmo 38. Lo que sı ́ podemos afirmar es el potencial de un símbolo que se ofrecerá a múltiples lecturas
legítimas».
13
Aunque hoy en día sabemos que muchos peces se comunican con sonidos no perceptibles al oído humano, por tradición es
común al referimos a las profundidades marinas utilizar expresiones como: “mundo del silencio” o “el silencio de los
abismos”.
14
Spurgeon juega aquí con dos los más conocidos y famosos cantos de la Iglesia antigua, el que se conoce como “De
Profundis”, basado en el salmo 130 y que dice: “De profundis clamavi ad te Domine; Domine exaudi vocem meam fiant
aures tuae intendentes in vocem deprecationis meae”, “De lo profundo, oh Jehová, a ti clamo; Señor, oye mi voz; estén
atentos tus oídos a la voz de mi súplica”; y lo enlaza con el “Gloria in Excelsis” basado en Lucas 2:14 y que dice: “Gloria in
excelsis Deo et in terra pax. Laudamus te Gratias agimus tibi, gloria in excelsis Deo; Dominus Deus, rex coelestis qui
tollis percata mundi, quoniam tu solus Sanctu cum Sancto Spiritu in gloria Dei Patris; Gloria in excelsis Deo”.
15
Salmo 95:4; 135:6.
16
Jonás 2:1-10.
17
AGUSTÍN DE HIPONA [353-429]: «Jonás clamó desde lo profundo: “Desde el vientre del pez” (Jonás 2:2) No sólo bajo las
aguas en los abismos del mar, sino desde las entrañas del gran monstruo; y sin embargo, las muchas aguas no fueron
impedimento para su oración llegara a Dios, y las gruesas paredes del cuerpo la bestia no pudieron apagar su voz. Su clamor
ascendió atravesándolo todo hasta alcanzar los oídos de Dios. Si es que se debe decir que su clamor ascendió, pues
probablemente no tuvo que ascender, más bien los oídos de Dios estaban allí mismo, en el corazón del que clamaba. Pues
¿acaso hay algún corazón de algún creyente fiel en el que no se halle presente el Señor? (…) Quien clama desde el abismo,
aunque piense que sí ya no está en el abismo, pues clamar lo eleva impidiendo que permanezca en él por mucho tiempo.
Quienes están confinados definitivamente al abismo, y uno profundísimo, son aquellos que estando en él no claman, pues como
dice la Escritura: “Cuando el pecador se ha hundido en la maldad, viene el menosprecio” (Proverbios 18:3). ¡Y qué
abismo tan terrible no es ese en el que el hombre llega al extremo de menospreciar a Dios! Quienes han caído en uno tan
profundo como es el de prosperar en sus propias iniquidades y sentirse seguros en medio de ellas, cuanto más prosperan y más
felices creen ser, más hondo se sumergen en el abismo. Una felicidad engañosa siempre es a la larga la mayor de las
desdichas».
18
Dice JUAN CRISÓSTOM O [347-407]: «¿Qué significa “desde lo profundo clamo”? Que el clamor del salmista no proviene
simplemente de su boca, que no es meramente el fruto de una lengua suelta animada por una mente extraviada, sino que
emanan de lo más hondo del corazón y con toda la pasión que cabe esperar de un alma necesitada y desesperada. Porque las
almas afligidas que se dirigen a Dios con frenesí, involucran en su clamor todo su ser; y por ello sus oraciones son pronto
escuchadas por el Altísimo, porque son un clamor potente y enérgico, que no cede ni se debilita ante las embestidas del diablo
por mucho que arremeta contra ellas con toda su furia. Cual árbol vigoroso afianza sus raíces en lo profundo de la tierra y
resiste cualquier tempestad, cuando a su lado hay otros que son abatidos por el más débil soplo; así también las oraciones que
brotan “de lo profundo” no son fácilmente neutralizadas por pensamientos vanos sugeridos por las huestes del maligno,
mientras que las procedentes de los labios son fácilmente abatidas y no alcanzan a llegar a Dios. Hay quienes oran con mucha
aparatosidad y estridencia, causando mucho alboroto, pero sus oraciones son infructuosas porque son huecas: surgen de una
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boca locuaz pero de un corazón vacío. No es éste el ejemplo que encontramos en los santos del Antiguo Testamento. No oraba
así Elías cuando se veía en situaciones desesperadas: ante una viuda atribulada por la muerte de su hijo o él mismo acosado por
el rey y los profetas de Baal (1ª Reyes 17:20-22; 18:36-38,41-42) No oraba así Ana cuando abrumada por la aflicción de ser
estéril se deshacía en lágrimas pidiendo a que Dios le concediera un hijo (1ª Samuel 1:9-20). Las oraciones que brotan “de lo
profundo” aportan al orante múltiples bendiciones, antes incluso de que su petición sea correspondida, ya que el fervor y las
lágrimas de su propio clamor sirven para ablandar y purificar su alma. Clamar desde la necesidad, “desde lo profundo”,
aplaca nuestras pasiones: somete el deseo, reprime la cólera, neutraliza la envidia y aminora nuestra avidez por las cosas de este
mundo. Así como la lluvia ablanda la tierra seca y el fuego derrite los metales, así también las lágrimas de la oración “desde lo
profundo” empapan el alma de espiritualidad, y el fuego ardiente de la necesidad derrite el corazón más endurecido por las
pasiones. El clamar “desde lo profundo” inunda nuestra alma con paz y sosiego, elevándola de ese modo hacia el cielo y
alejándola del abismo».
19
Salmo 18:16.
20
Salmo 69:1,2,15.

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21
Isaías 66:2.
22
Daniel 6:1-28.
23
Daniel 3:1-30.
24
Génesis 39:20-21.
25
2ª Samuel 15:14-17.
26
Jonás 1:1-17.
27
Al parecer publicada en el periódico “The Nonconformist”, el 18 de abril de 1877, en la sección “The Study and the
Pulpit”.
28
Un conocido poema de Fenner convertido en himno e incluido en diversos himnarios ingleses. Aunque en algunos de ellos
figura como C. S. Fenner, y partes del poema no coinciden, por lo que no hay un acuerdo absoluto sobre el tema.
29
Éxodo 3:1-22.
30
En hebreo tihyenāh ’āzəneḵā qaššuḇōwṯ de hayah un verbo que se utiliza profusamente en el primer capítulo del Génesis
para decir “sea” o “fue” yəhî ’ōwr wayhî-’ōwr “Sea la luz; y fue la luz”. Una traducción literal del versículo podría ser:
“Señor, hazte tú todo oreja” o bien “Señor, conviértete en oído”. KRAUS traduce: “¡Inclínense tus oídos!”.
31
En hebreo ləqōwl taḥănūnay de qol. El sentido va más allá de lo que puede expresarse con simplemente “voz”, es más bien
de un grito, gruñido, rugir, llanto desesperado. KRAUS traduce: “a mis ardientes súplicas”. SCHÖKEL: “a mi petición de
gracia”.
32
1ª Tesalonicenses 5:17.
33
1 Reyes 3:6-7; 2ª Crónicas 6:4; Daniel 2:23; 9:4.
34
En hebreo ’im-‘ăwōnōṯ tišmār-yāh de shamar, “atesorar, preservar, guardar, vigilar, controlar”. En Oseas 13:12: “Cerrada
en saco está la maldad de Efraín; su pecado está guardado en lugar seguro”. KRAUS comenta al respecto que: «no indica
sólo el sentido de retener en la memoria (Génesis 37:11; 1ª Isaías 42:20; Jeremías 3:5), sino que aquí se piensa también,
seguramente, en la institución de un oficio sacerdotal en cuyo ejercicio se declaraba si un pecado quedaba “imputado” o “no
imputado”» por lo que traduce: “Si imputas pecados, oh Yah”.
35
En hebreo ’ăḏōnāy mî ya‘ămōḏ de amad, “estar de pie, levantarse, asistir a una asamblea”.
36
Job 10:14; 14:16.
37
Salmo 14:3; Romanos 3:10-12.
38
En hebreo avon, “iniquidad, culpa”.
39
En hebreo ṯišmōr de shamar, “vigilar, prestar atención”, como en Génesis 4:9: “¿Soy yo acaso guardián de mi hermano?”.
RVR60 traduce “mirares”. La KJV traduce “mark”, “marcar, señalar”, y tiene en este caso un sentido jurídico, marcar o
señalar como delito.
40
Algunos comentaristas, como es el caso de SCHÖKEL, ven en esto un paralelismo entre el versículo 3 y el 6. En el versículo 3,
es Dios quien vigila atento todas las actividades del hombre, como lo expresa Job: “¿Hasta cuándo no apartarás de mí tu
mirada?” (Job 7:19-27); en el versículo 6 es el hombre el que permanece vigilante esperando la llegada de Dios, como espera
el centinela la luz de la aurora.
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41
Génesis 37:11. La KJV traduce “but his father observed the saying”, y la YLT “and his father hath watched the
matter”. El verbo hebreo utilizado es el mismo: šāmar de shamar.
42
Job 4:17-19.
43
Algunas tradiciones antiguas han visto en el orden bíblico de la creación una gradación de orden descendente en la pureza de
la materia, afirmando que las estrellas, por haber sido creadas antes que la tierra y el hombre, son de materia más pura. Una
afirmación chocante en el siglo XXI, pero que hay que entender como figura poética y tomando en cuenta la época en que fue
escrita.
44
Génesis 1:31.
45
En hebreo Yāh.
46
Salmo 68:4.

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47
En hebreo ’im-‘ăwōnōṯ tišmār-yāh ’ăḏōnāy mî ya‘ămōḏ. Dice FRANCISCO LACUEVA [1911-2005] en el “Comentario de
Matthew Henry”: «El llamar a Dios dos veces Jehová y Adonay en tan breve espacio indica la urgencia de su clamor ante el
sentimiento de pavor por la majestuosa santidad de Dios y de su ira contra el pecado. Ante el tribunal de Dios, nadie puede
mantenerse en pie (v. 3b) para justificarse; sólo a la clemencia de Dios se puede apelar para el perdón del pecado». Dice JUAN
CRISÓSTOM O [347-407]: «No es una vana repetición, sino una evidencia de su premura y a su vez una demostración de su
asombro ante la grandeza de la majestad divina en conjunción con su misericordia».
48
En hebreo ‘ăwōnōṯ de avon, “iniquidad, culpa”.
49
Algo que certifica también KRAUS que nos recuerda que el término hebreo avon, “iniquidad”, según indica FRANZ JULIUS
DELITZSCH [1813-1890] tiene el sentido de “perversión”, “distorsió n” expresa «los sentimientos que no están en armonía con
la voluntad de Dios».
50
Se refiere al “Prayer Book Versión” o “The Parallel Psalter”, una versión o traducción de los salmos para uso del pueblo
basada en la “Great Bible”, primera versión inglesa “autorizada” realizada por Myles Coverdale por encargo de Enrique VIII en
1539.
51
Dice AGUSTÍN DE HIPONA [353-429] en sus “Confesiones”: «¡Ay de la vida del hombre, aunque sea digna de alabanza, si
tú, Señor, la examinas meticulosamente dejando a un lado tu misericordia!».
52
Deuteronomio 1:37; 3:23-29; 4:21; 32:50-52.
53
Job 42:6.
54
2ª Samuel 12:13; Salmo 51:1-2.
55
Nehemías 1:6.
56
Isaías 6:5.
57
Daniel 9:20.
58
1ª Corintios 15:9; Efesios 3:8; 1ª Timoteo 1:13-14.
59
Mateo 6:12.
60
Deuteronomio 27:12,13.
61
1ª Reyes 7:21.
62
Gálatas 3:6-14; 4:21-31.
63
Ezequiel 18:2; Jeremías 31:29.
64
Jeremías 24:1-3.
65
Éxodo 15:22-25.
66
El original inglés dice “salt”.
67
2ª Reyes 4:38-41.
68
Publicado por CLIE en español con el título de “Gracia Abundante”.
69
En hebreo kî-‘imməḵā hassəlîḥāh. KRAUS: “¡Ciertamente, en ti hay perdó n!”. SCHÖKEL traduce: “Pero el perdón es
cosa tuya” y lo justifica: «Interpreto la preposición im (‘imməḵā) como lo ha hecho la Vulgata: “apud te”: el perdón es cosa
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tuya, asunto tuyo, competencia tuya, te toca a ti (…) Dios puede perdonar, tiene el poder y la libertad de hacerlo; el ofensor o
culpable no puede exigirlo».
70
En hebreo ləma‘an tiwwārê de yare’, “temor”. KRAUS traduce: “¡Para que te teman!”. SCHÖKEL: “Y así te haces
respetar”. La Versión griega de los LXX o Septuaginta y la Vulgata distribuyen de forma distinta el texto de los versículos
cuatro al seis (130:4-6). La Septuaginta aparta aquí del Texto Masorético y lee: ἕνεκεν ὁ νόμος, “por tu ley”. La Vulgata
traduce el versículo cuatro del siguiente modo: “quia apud te propitiatio et propter legem tuam sustinui te Domine”, “Mas
en ti hay propiciación, y por tu ley, Señor, he aguardado en ti”.
71
La frase latina es de SALVIANO DE MARSELLA [c.390-c.460] discípulo de HONORATO DE ARLÉS [¿?-c.429], Obispo de
Arlés. Pasó la mayor parte de su tiempo en la Abadía de Lerins donde escribió dos obras importantes: “De gubernatione Dei”
(450) “El gobierno de Dios”, vital para entender la caída del Imperio Romano por la invasión de los bárbaros (en la línea de “La
Ciudad de Dios” de Agustín pero opuesta en sus planteamientos a la visión del Obispo de Hipona), y “Ad Ecclesiam contra
avaritiam”, “A la Iglesia contra la avaricia”. También nueve epístolas con consejos que aportan valiosa información sobre la
Iglesia en el siglo V. La frase citada procede de la Epístola IV.
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72
Salmo 36:5.
73
La RVR y la LBLA traducen “hasta el firmamento”.
74
1ª Timoteo 1:11.
75
Proverbios 19:11.
76
1ª Samuel 24:16-18.
77
Dice JUAN CRISÓSTOM O [347-407]: «¿Qué quiere decir: “en ti hay perdón”? Que el perdón no está en nosotros sino en
Dios. Que no depende de nuestras buenas obras sino únicamente de la misericordia divina, la única que puede librarnos de la
condenación (Romanos 5:9). Soslayar la condena que justamente merecemos no es algo que podamos conseguir con nuestras
propias acciones, sólo es posible por el amor y generosidad divina, y si no aceptamos esta salvación benevolente y nos
regocijamos en ella, nuestras buenas obras son insuficientes para salvarnos de la ira que ha de venir (1ª Tesalonicenses 1:10)».
78
Cantares 1:3,4. Probablemente se refiere a los cánticos de la llamada “Liturgia de las Horas” que eventualmente incluyen este
texto.
79
Lucas 15:1-32.
80
En este mismo sentido se expresa el famoso “Soneto Anónimo a Cristo Crucificado”, de mitad del siglo XVI, y atribuido por
algunos a JUAN DE ÁVILA [1499-1569] y que comienza diciendo: “No me mueve, mi Dios, para quererte / el cielo que me
tienes prometido, / ni me mueve el infierno tan temido / para dejar por eso de ofenderte”, y que en la penúltima estrofa se
expresa en los siguientes términos: “Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera, / que aunque no hubiera cielo, yo te
amara, / y aunque no hubiera infierno, te temiera”.
81
En hebreo kî-‘imməḵā hassəlîḥāh, contigo el perdón. FRANCISCO LACUEVA [1911-2005] en su versión española del
“Comentario de Matthew Henry” añade: «El salmista expresa su confianza en que Dios es, por su propia naturaleza,
perdonador (compárese con Éxodo 34:6, 7 y, en especial. Deuteronomio. 9:7, 9). La traducción literal del texto hebreo sería:
“Contigo (está) el perdón”, lo que ROBERT MURRAY M’CHEYNE [1813-1843] interpreta como: “Contigo, como tu
compañero inseparable”. Y, cuando se recibe el perdón, brota espontáneamente un temor reverencial, filial, amoroso, en
correspondencia a la maravillosa bondad de ese Dios perdonador (v. 4b)». Dice al respecto AGUSTÍN DE HIPONA [353-429]:
«“Si miras a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse en pie?” Sin embargo hay esperanza. ¿Y por qué hay
esperanza? “Porque en ti hay propiciación”. ¿Y qué propiciación hay fuera del sacrificio? ¿Y qué sacrificio es este sino el
que se ofreció por nosotros en la Cruz? El derramamiento de sangre inocente borró todos nuestros delitos y pecados. El precio
pagado fue tan inmenso que resultó suficiente para redimir a todos los cautivos de manos del enemigo que los había sometido.
Por ello “en ti hay propiciación”. Pues si no hubiese en ti propiciación, si te limitaras a proceder como juez en lugar de obrar
con misericordia, si repararas en todas nuestras iniquidades y las examinaras con detalle, “¿quién podría mantenerse en
pie?”. ¿Quién podría presentarse ante ti y decir: “Soy inocente”? ¿Quién podría afrontar tu juicio? Pero ahora hay esperanza,
porque “en ti hay propiciación”».
82
Daniel 9:9.
83
Nehemías 9:17.
84
En hebreo qiwwîṯî Yahweh qiwwəṯāh nap̄ šî de qavah, “esperar algo, aguardar un acontecimiento”. KRAUS traduce: “¡Yo
espero, oh Yahvé, mi alma espera”. SCHÖKEL: “Aguardo al Señor, lo aguarda mi alma” y comenta al respecto: «Como
Dios se reserva el derecho, también se reserva el tiempo del perdón; al hombre le toca aguardar, como describe el Salmo 123».
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85
Mateo 6:7.
86
Isaías 30:18.
87
En hebreo wəliḏḇārōw hōwḥaltî de yachal, “anhelar”, aguardar por algo en confianza. Algunas revisiones como RVR1977
traducen “pendiente estoy de su Palabra”.
88
Romanos 8:25.
89
1ª Timoteo 4:9.
90
Salmo 84:11.
91
Romanos 8:25-26.
92
Gálatas 5:22-23.
93
Isaías 42:1-4.
94
Mateo 12:21, NVI.
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95
La frase latina “Spero Meliora” en el sentido de “espero cosas mejores”, ha sido utilizada tradicionalmente como motto o
lema en muchos escudos de armas, enseñas de clanes y emblemas universitarios.
96
En hebreo nap̄ šî laḏōnāy, “mi alma al Señor”. FRANCISCO LACUEVA [1911-2005] en el “Comentario de Matthew Henry”
dice al respecto: «El versículo 6 comienza literalmente así: “Mi alma al Señor”. Hay que suplir la elipsis del verbo, lo que suele
hacerse con el verbo “aguarda” o “espera”. Pero ALEXANDER MACLAREN [1826-1910] prefiere traducir: “Mi alma (está)
hacia el Señor” y, a la vista del contexto posterior, dice que tal versión “expresa con mayor énfasis la vuelta completa de todo
el ser hacia Dios. La conciencia de pecado era una oscura noche; el perdón iluminó el firmamento oriental con crepúsculo
profético. Por eso, el salmista aguarda la luz, y su alma es una aspiración entera hacia Dios”».
97
En hebreo miššōmərîm labbōqer šōmərîm labbōqer de boqer, “aurora, despuntar del día”. KRAUS enfatiza aquí el sentido
de la mañana o aurora: «Podríamos deducir del v. 6 que el orante entonó el salmo durante la noche. Está aguardando la
intervención de Yahvé, la cual –como podemos colegir por otros salmos– se produce casi siempre a primeras horas de la
mañana (Salmo 46:6; 90:14; 143:8)». SCHÖKEL opina exactamente igual, entendiendo que “la mañana” es el tiempo de gracia.
AGUSTÍN DE HIPONA [353-429] ve en esta “mañana” la resurrección de Cristo. La Versión griega de los LXX o Septuaginta
lee el versículo seis de la siguiente forma: ἀπό φυλακή πρωΐα μέχρι νύξ ἀπό φυλακή πρωΐα ἐλπίζω Ἰσραήλ ἐπί ὁ κύριος que la
Vulgata traduce como: “a custodia matutina usque ad noctem speret Israhel in Domino”, “Desde la guardia de la vigilia de
la mañana hasta la noche, espere Israel en el Señor”. Sobre esta versión comenta AGUSTÍN DE HIPONA [353-429]: «¿Qué
creéis hermanos que significan estas palabras: “Desde la vigilia de la mañana hasta la noche, espere Israel en el Señor”?
Que el Señor, por cuya sangre han sido perdonados nuestros pecados, resucitó de entre los muertos en la vigilia de la mañana
para que nosotros esperemos y aguardemos gozosos el momento en el que también hemos de ser resucitados. Puesto que
nuestros pecados ya han sido perdonados, pero aún no hemos sido resucitados, no ha tenido lugar aún en nosotros lo que tuvo
lugar en el que es nuestra Cabeza. ¿Y qué tuvo lugar en él? Que al tercer día resucitó en la carne. Nuestro Sumo Sacerdote
recibió de nosotros la carne (Hebreos 4:14-16); y la entregó haciéndose víctima propiciatoria, sacrificio, holocausto, ofreciendo
por nosotros aquello había recibido de nosotros. En su pasión sacrificó esa carne, mas con su resurrección la glorificó,
perfeccionó el sacrificio y lo entregó a Dios como primicias, diciéndonos a nosotros: “Glorificada ha sido ya esa carne
puesto que ha sido entregada a Dios como primicia”. Así que, hermanos, esperemos con paciencia la resurrección de
nuestra carne, puesto que en Cristo fue entregada ya a Dios como primicia (1ª Corintios 15:20-24)».
98
Se refiere a la versión inglesa King James Version [KJV] que traduce: “My soul waiteth for the Lord more than they that
watch for the morning: I say, more than they that watch for the morning”
99
En hebreo nap̄ šî laḏōnāy miššōmərîm labbōqer šōmərîm labbōqer.
100
Cita la séptima estrofa de un himno inglés atribuido a THOM AS SHEPHERD [1655-1739] (aunque otros lo sitúan en el 1791
como de autor desconocido) muy popular en época de Spurgeon. Comienza diciendo: “Alas, my God, that thou should be / To
me so much unknown!”, y la novena estrofa dice: “When wilt thou come unto me Lord? / for till thou dost appear, / I
count each Moment for a Day, / Each Minute for a Year”.
101
Génesis 2:7.
102
La frase “divinae particula aurae”, “una partícula del espíritu divino” es de HORACIO [65-8 a.C] en “Sátiras” II, ii, 9.
103
Isaías 21:11,12.
104
1ª Reyes 20:31-33.
105
Se refiere a HENRY HAM M OND [1605-1660], clérigo, predicador, teólogo y escritor puritano, gran expositor de los salmos, y
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concretamente a su obra “A paraphrase and annotations upon the Books of the psalms”.
106
Lucas 2:25.
107
Lucas 1:5-6.
108
Juan 1:11.
109
Juan 8:12.
110
Malaquías 4:2.
111
Isaías 58:8.
112
Mateo 25:1-13; Marcos 13:33-37.
113
El original inglés dice “1 de Agosto de 1830”. En realidad el Imperio Británico no decretó el fin de la esclavitud en sus
colonias hasta el 1 de agosto de 1834. Y con todo, el proceso práctico, lamentablemente, fue bastante más largo y la mayoría de

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historiadores consideran que la medida no llegó a aplicarse de manera práctica y efectiva hasta 1838. En términos generales y a
nivel mundial, la esclavitud no fue prohibida completamente hasta 1938.
114
En hebreo yaḥêl yiśrā’êl ’el-Yahweh.
115
Génesis 32:22-32.
116
Jeremías 14:8; 17:13.
117
Dice JUAN CRISÓSTOM O [347-407]: «“Espere Israel en el Señor”. Cuando la vida nos zarandea y nos empuja a la
desesperación, nada hay mejor que la esperanza: levanta a nuestro alrededor una muralla infranqueable, nos protege con un
baluarte inaccesible y nos coloca en un fortín inexpugnable. Por muy adversas que sean las circunstancias, por muy duras que
sean las pruebas y arduos los peligros, aún en el valle de sombra de muerte, no dejes de esperar en Dios. Porque él puede abrir
caminos donde no los hay, convertir en luz lo que no son más que tinieblas y hacer posible lo imposible (Génesis 18:14; Lucas
1:37). Aun cuando te veas en lo más hondo del abismo y pienses que no tienes ninguna salida te conviene seguir esperando en el
Señor».
118
En hebreo kî-‘im-Yahweh haḥeseḏ de checed, “bondad, afecto, cariño, amor”, como en Jeremías 2:2: “De ti recuerdo el
cariño de tu juventud, el amor de tu desposorio”. KRAUS traduce: “porque sólo en Yahvé hay bondad”; SCHÖKEL: “la
misericordia es cosa del Señor”. Dice al respecto FRANCISCO LACUEVA [1911-2005] en el “Comentario de Matthew Henry”:
«El salmo termina con una exhortación al pueblo a que espere en Jehová (vv. 7, 8), porque “con Jehová (está) el amor” (1ª
Juan 4:8,19) y abundante redención, es decir, un poder ilimitado para redimir y salvar. Y como consecuencia de ese amor
perdonador de Dios, es seguro que redimirá a Israel de todos sus pecados (Ver Salmo 25:22; 103:3,4; Mateo 1:21)».
119
En hebreo wəharbêh ‘immōw p̄ əḏuṯ. KRAUS traduce: “y con él mucha redenció n”; SCHÖKEL: “y es generoso
rendimiento”.
120
1ª Corintios 2:10.
121
Génesis 32:28; 35:10.
122
Génesis 32:24-26.
123
Romanos 15:13.
124
Éxodo 10:26.
125
Salmo 68:18; Efesios 4:8.
126
Génesis 3:17-19.
127
Génesis 2:8-17.
128
Romanos 8:16,17; Gálatas 4:5-7.
129
1ª Pedro 1:18-21.
130
Apocalipsis 1:8.
131
Juan 3:16.
132
Mateo 1:21.
133
Dice AGUSTÍN DE HIPONA [353-429]: «“El redimirá a Israel de todas sus iniquidades”. No dice de esta o de aquella
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iniquidad dice: “de todas”, sin olvidar una sola. Por tanto, nadie tema de acercarse a Dios por muchas que sean sus
iniquidades, antes bien acuda a él con confianza y deje la vida de pecado que llevaba (Juan 8:11), porque en el Señor hay la
misericordia, hay propiciación, abundante redención, y redimirá a Israel de todos sus pecados».
134
Son palabras del Salmo 39:7-8. Pero la cita de Spurgeon, más concretamente, procede de una antigua oración inglesa de las
muchas usadas habitualmente como “Oraciones Matutinas y Vespertinas” por las familias piadosas. Concretamente, la que
pertenece a la tercera semana, oración para la mañana del viernes, que comienza diciendo: “Behold us, O good and gracious
God, at the footstool of thy trone this morning” y que acaba con “And now, Lord, what wait we for? our hope in thee.
Let the words of our mouth and the meditations of our hearts, be acceptable to thy sight, O Lord, our strength and our
Redemer. Amen”. Estas oraciones para todo tipo de ocasiones y necesidades, fueron compiladas en 1833 por el escritor y
pastor presbiteriano ALBERT BARNES [1798-1870], y publicadas bajo el título de “Prayers for use of families, chiefly selected
from various authors, with a preliminary essay”. Eran de uso común y diario en casi todos los hogares piadosos en la
Inglaterra de Spurgeon.
135
En hebreo wəhū yip̄ deh. Kraus lo traduce como: “Sı,́ el redimirá”.

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136
En hebreo mikkāl ‘ăwōnōṯāw de avon, “iniquidad”.
137
Se refiere a GEORG HEINRICH AUGUST EWALD [1803-1875] teólogo y hebraísta alemán nacido en Göttingen. Junto con
Gesenius, Delitzsch forma parte del grupo de grandes hebraístas del siglo XIX. Su gramática hebrea “Hebrew Grammar”
inauguró una nueva era en la filología bíblica. Escribió numerosas obras de teología e interpretación bíblica, entre ellas la
conocida como “Essay on Hebrew Poetry” que posteriormente formó parte de su Comentario a los Salmos y fue editada en
inglés en 1848.
138
Se refiere a HERM ANN HUPFELD [1796-1866], teólogo, orientalista y comentarista alemán nacido en Marburg, donde cursó
sus estudios y ejerció como profesor de teología hasta su traslado a Halle para suceder a WILHELM GESENIUS [1786-1842].
Autor de numerosas obras de teología y exégesis, su principal contribución fue su “Übersetzung und Auslegung der
Psalmen”, comentario crítico y exegético al libro de los Salmos que comenzó a aparecer en 1855 y se completo en 1861.
139
Se refiere a la segunda obra alegórica más importante escrita por JOHN BUNYAN [1628-1658] después de “The Pilgrim’s
Progress” (“El Progreso del Peregrino”, la más famosa alegoría espiritual escrita en lengua inglesa y publicada por CLIE en
español) y titulada “The Holy War”, “La Guerra Santa”. Ear-gate, “Puerta del Oído”, es una de las cinco puertas de la
alegórica ciudad de Mansoul, “Alma Humana”, edificada a imagen y semejanza del Shaddai, “Todopoderoso”, y objetivo del
gigante malévolo y engañador Diabolus. Las demás puertas son Eye-Gate, “Puerta de los Ojos”; Mouth-Gate, “Puerta de la
Boca”; Nose-Gate, “Puerta del Olfato”; y Feel-Gate, “Puerta de los Sentimientos”. Pero la Ear-Gate es estratégicamente la
más importante. Entre las obras alegóricas de Bunyan “The Holy War” era la preferida por Spurgeon, que la consideraba casi
mejor que “The Pilgrim’s Progress”. “The Holy War” ha sido publicada por CLIE en español bajo el título de “La Guerra
Santa”.
140
Por “Israel” se sobreentiende en este caso “la Iglesia”, cuya caso la lectura sería: “Porque fuera de la Iglesia las gentes no
tienen conciencia de sus iniquidades y se justifican en base a su propia justicia. Solamente los que forman parte de la Iglesia
sienten y confiesan sus pecados”.
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