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CISMATICOS Y TRAIDORES

Joel Vargas.

La filosofía y la política son exentas en la aplicación del método científico. No


obstante ser ciencias quedan al margen de todo rigor inamovible. Son de una
elevada volatilidad. No existen las reglas, definiciones y acciones fijas. La filosofía
tiene sus propios métodos y la política tiene mucho de teoría, pero bastante
pragmatismo. Experiencias y reminiscencias cuentan para su ejercicio. Así como la
economía y la educación y de hecho todas las ciencias tienen su filosofía, es decir,
cual es el fin último que buscan, la política tiene su filosofía. Siendo como tal, la
política y la filosofía no se pueden valorar con fórmulas matemáticas, son libres y
no caen en el rigor de las exactitudes.

Ciencia, dice Briand Weiss, es el arte de observar detenidamente con imparcialidad


y sin prejuicios. Ciencia, a su vez, dice Manuel Rojas Garcidueñas, es el
conocimiento cierto de las cosas por sus causas. La política responde a una
estructura filosófica de su ser, es decir, no es posible aplicar a la ciencia política y
a la ciencia filosófica el rigor del método científico. Más la política que la filosofía,
las dos disciplinas tienen una alta movilidad. No se les puede encajonar en la
experimentación y en la comprobación con la inviolabilidad del rigor experimental.
La política y la filosofía se salen del método científico.

México nunca ha tenido suficientes políticos preparados, teórica y práctica. No leen


ni su horóscopo. Ignoran doctrinas históricas. No entienden lo que es gobernar.
Están despojados de la sensibilidad del poder y ejercen, lamentablemente, con una
severa confusión, creyendo que gobernar es robar, como aquel idiotín que dijo
cuando le preguntaron donde trabajaba: “Ya no trabajo, ahora son polito”, sin que
tengan una definición precisa de la política y su función medular en la sociedad. La
política es la acción más hermosa del hombre, pues se trata de conducir a los grupos
humanos hacia estadios de mayor y mejor convivencia. Hacer el mayor bien al
mayor número. La política es sacrificio, por ello responde a una vocación, la que
muchos no tienen.
En el introito de este trabajo planteábamos la presencia de la política y la filosofía,
y es conveniente, sin embargo, señalar, que la política es ciencia, asimétrica pero
lo es, a la vez que es arte. Se afirma con sencillez, sin buceos retóricos o semánticos
que política es el arte de bien gobernar. Arte, también lo sabemos, es la más bella
expresión del hombre. Por tanto, los políticos como operadores de la política,
debieran ser de expresiones y acciones bellas, de una sensibilidad profunda, pues
el político está al servicio del pueblo. Pero, claro, hay muchos pollinos.

Ningún partido político vive la democracia con sentido de puridad, ni en Grecia


donde la inventaron. El PRI nunca fue Partido y menos democrático. Su militancia
amorfa siempre fue inérsica. Fue por decenios un estamento de alto nivel
burocrático. Sus miembros, algunos, practicaron una obediencia racional; los
demás, eran conducidos a una sumisión incondicional. Existió, como grupo rector,
la mafia del poder y una cúpula de cúpulas. El PAN se mantuvo incólume por años,
hasta que se convencieron que sin dinero bailaban como perros con sarna. El PRD
lo prostituyó el poder y el dinero, independientemente que los jefes ya eran
verdaderos prostitutos, un costal de mañas.

En Morena empiezan a darse inconformidades internas, eso ya es un buen principio


de democracia. Los demás partidos tienen muchos vicios, por lo mismo ahí crecen
y se desarrollan los que le dan en la madre a cualquier partido por muy momolítico
que parezcan, como eran el PRI y el PAN. Se tienen los cismáticos que dividen. Los
escépticos que no creen en su partido. Los apóstatas, los que reniegan de su
partido. Los traidores, los convenencieros sin principios. Los falsarios, que son los
hipócritas, se enseñan mimetizados, son los primeros que huyen en cualquier
debacle político como está sucediendo en los partidos llamados grandes.

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