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En los planes Colombia (1999) y Mérida (2008) se fijaron los lineamientos de las
políticas antidrogas de Estados Unidos con los dos países. Crédito: Archivo particular.
Cada país ha contado con sus propias políticas y programas, que se expresan
de manera clara en los planes Colombia (1999) y Mérida (2008).
La confluencia de las historias del narcotráfico en Colombia y México no es de
ahora. En ambos países, su origen y evolución están atados a crisis
estructurales de los modelos de desarrollo económico –inscritos en economías
agrarias y extractivas– y a periodos de transición hacia sociedades modernas
con determinantes crecimientos urbanos.
Esto compromete a amplios sectores de la población marginada, e involucra a
élites sin escrúpulos, dispuestas a cualquier cosa por aumentar sus ingresos y
fortalecer sus patrimonios y sus empresas productivas dentro de las economías
convencionales, con dineros provenientes de la ilegalidad.
Al hacer un análisis comparado de la historia de la delincuencia organizada del
narcotráfico en los dos países se encuentran varios elementos comunes.
Negocio desde la segunda mitad del siglo XX
Tanto en México como en Colombia el origen del narcotráfico y la producción y
venta de narcóticos tiene sus antecedentes a finales del siglo XIX y comienzos
del XX. En este lapso, drogas como la marihuana, los opiáceos y la cocaína se
utilizaban en Colombia por razones médicas. Tanto los derivados del opio –
como la morfina y la heroína– como los elementos extraídos de la cocaína, los
vinos de coca y los cigarrillos de marihuana fueron prescritos por los médicos y
se obtenían fácilmente en las farmacias y los mercados populares.
Sin embargo el requisito fundamental para que el narcotráfico emergiera como
una economía creciente fue la declaración de ilegalidad del consumo de
narcóticos, en la época en que Estados Unidos promovía que los países
aceptaran el control del opio mediante leyes que castigaran a los infractores. Se
prestó especial atención a la producción de sustancias psicoactivas en el área
Andina, Chile, Argentina, Bolivia y Perú.
Con el fin del ciclo de la “marimba”, durante la década de los
setenta, se inició el de la coca. La nueva hegemonía se impulsó
mediante las migraciones de colombianos a los Estados Unidos, que
facilitaron la conquista del mercado de consumidores.
En este contexto se realizaron la Convención Internacional del Opio de
Shanghái (1909) y la Conferencia de La Haya (1912), punto de partida de la
lucha contra las drogas que se retomó hacia 1921, después de la Primera
Guerra Mundial, cuando uno de los objetivos fue su penalización. En Colombia,
esta tendencia se plasmó en la Ley 11 de 1920, cuando el gobierno de Alfonso
López Pumarejo (1934-1938) introdujo en el Código Penal la sanción al tráfico y
comercio de narcóticos.
Entre tanto en México se declaran ilegales dos cultivos que se producían de
manera generalizada: la marihuana y la dormidera, base para la elaboración del
opio y de la heroína, su derivado más conocido.
Crisis agrarias, marginalidad y pobreza
Tanto las crisis agrarias y la alta dependencia de la extracción intensiva de
recursos naturales destinada a su exportación (economía extractiva), como el
crecimiento de la marginalidad y la pobreza, incrementan la informalidad
económica y la ilegalidad. La imposibilidad institucional de ofrecer políticas de
empleo y bienestar a una población en crecimiento, hace que esta vea en la
migración ilegal a países desarrollados la posibilidad de construir sus proyectos
de vida. Esta situación obliga a algunos –en condición de migrantes ilegales y
en distintos niveles– a relacionarse con las redes del narcotráfico y la
delincuencia organizada.
Con el fin del ciclo de la “marimba”, durante la década de los setenta, se inició
el de la coca. La nueva hegemonía se impulsó mediante las migraciones de
colombianos a los Estados Unidos, que facilitaron la conquista del mercado de
consumidores.
A finales de la década, un conjunto de circunstancias económicas, sociales y
políticas permitió tanto el desarrollo de la industria del narcotráfico en Colombia
–durante el ciclo de la cocaína– como el aumento de la lucha contra la
insurgencia que duplicó el esfuerzo del Estado al tener que enfrentar dos
fenómenos simultáneos: el incremento vertiginoso del consumo y la demanda
de droga en los Estados Unidos y Europa, y una equivocada política antidrogas
que privilegió la lucha contra la producción y fue tolerante con el consumo.
A lo anterior se suman ciertos elementos estructurales que motivaron a
importantes sectores de la población a incursionar en el negocio del
narcotráfico, entre ellos:
Precario crecimiento económico de la década de los setenta.
Pauperización de las clases medias y pobres.
Posibilidad de consolidar focos del narcotráfico en las ciudades con la
complicidad de importantes sectores sociales e institucionales.
Existencia de servidores públicos y autoridades, cómplices en la
expansión del fenómeno.
Surgimiento de una delincuencia común de clases medias bajas, que se
convirtió en una clase emergente por medio del narcotráfico.
Rápido y abrumador enriquecimiento, que condujo a un importante
grupo de narcotraficantes a establecer relaciones con élites económicas
y políticas y a minar la institucionalidad mediante la introducción de
capitales del narcotráfico, a través de lo que se conoció como la
“ventanilla siniestra” del Banco de la República –donde se legalizaban
fortunas construidas de forma ilegal– y de la Amnistía Tributaria, que
posibilitó el ingreso de capital ilegal a la economía regular.
https://bit.ly/2k5yPI7
En los años setenta el crecimiento de la marginalidad y la pobreza incrementó la
informalidad económica y la posibilidad de que la gente encontrara en el fenómeno
ilegal una alternativa para cumplir sus proyectos. Crédito: Archivo particular.
Durante la década de los ochenta se incrementó significativamente el consumo
de cocaína en el mundo, lo que disparó el negocio del narcotráfico. Sin
embargo lo más relevante de este crecimiento y consolidación de los carteles
fue el desarrollo de un proceso mafioso, que comprometió la economía, la
sociedad y el Estado, que se movía en las lógicas de un modelo criminal de
acumulación capitalista.
Los carteles se consolidaron como organizaciones mafiosas e introdujeron
capitales a la economía nacional mediante actividades de finca raíz, comercio,
turismo, hotelería, transporte, salud, vivienda, educación y otros ámbitos de la
economía convencional.
Ausencia del Estado
Territorios y poblaciones abandonadas por el Estado se articulan al desarrollo
de cultivos de uso ilícito, que les proporcionan mayores recursos que las
incertidumbres productivas y de mercado de las economías agrarias
tradicionales, golpeadas por circunstancias climáticas, falta de asistencia técnica
y acompañamiento institucional, problemas de mercadeo y obligaciones
financieras e hipotecarias.
En el Valle del Cauca, por ejemplo, los carteles surgieron en el contexto de la
crisis regional de los dos principales productos de la región: la caña de azúcar y
el café. Las altas tasas de desempleo entre los jóvenes y las pocas
oportunidades de desarrollo económico para las clases medias fueron el campo
fértil para su florecimiento.
Uso de las rutas del contrabando
La existencia ancestral de las prácticas del contrabando y sus respectivas rutas
heredadas de los viejos procesos coloniales fueron el soporte inicial del tránsito
de narcóticos en ambos países. Después, la demanda comienza a vigorizar el
negocio y la persecución mejora los precios en el mercado de consumidores y
los dispara a niveles que solo la propia competencia entre carteles podrá
detener.
Por esas rutas se inició la comercialización de la marihuana (años sesenta y
setenta); luego el tráfico de la cocaína llegó a México en alianza con los
carteles colombianos, y finalmente, en el caso mexicano, la industria se
desarrolló con la expansión de la producción de drogas sintéticas,
principalmente metanfetaminas.
Para 1978, la marihuana en Colombia representaba casi el 39 % de
las exportaciones nacionales con ganancias exuberantes.
Los dos puntos fundamentales de despliegue del contrabando fueron Urabá y
La Guajira. El grupo antioqueño que dio origen al Cartel de Medellín (Colombia)
operó desde la costa Atlántica y el Cauca. El primer ciclo de contrabando
estuvo unido, especialmente, a la producción y comercialización de marihuana.
De esta manera, los traficantes encontraron apoyo en contrabandistas
establecidos en la región y se dio una especie de alianza, gracias a que
conocían las rutas.
Para 1978, la marihuana en Colombia representaba casi el 39 % de las
exportaciones nacionales con ganancias exuberantes, equivalía al 7,5 % del PIB
del país, el 3,2 % del producto interno agrícola y el 29 % del sector comercial
según la ANIF. Los dineros también eran lavados mediante la subfacturación de
importaciones.
La economía de la marihuana además estimuló y aumentó la corrupción
institucional y consiguió que el dinero dejara “ciega” a la Policía y a la Justicia.
Según la ANIF, en términos de sobornos se aportaron más de cuatro mil
millones de pesos a policías, militares y jueces durante este periodo.
En Colombia el fin de esta bonanza “marimbera” obedeció a medidas
legislativas contra la producción y comercialización de la hierba, sin mayores
avances, como el bloqueo de vías y canales por los que se transportaba.
También contribuyó la expansión de cultivos en California a comienzos de los
años ochenta, debido a la legalización de la producción en Estados Unidos para
el consumo personal.
De liderazgos familiares a carteles
La formación de grupos de narcotraficantes a partir de liderazgos familiares,
relaciones de parentesco y de amigos, en contextos de control territorial sobre
producción, rutas y mercados, sumados a la disputa entre distintas iniciativas,
se van consolidando mediante redes y alianzas hasta constituir el modelo de
carteles y de desarrollo de relaciones transnacionales, que articula empresarios,
productores, transportadores y mercaderes en la cadena productiva con alta
rentabilidad.
En Colombia se forman principalmente los carteles de Medellín (cuyo origen
está asociado con la unión de la delincuencia común y organizada dedicada al
contrabando, el tráfico de esmeraldas y la producción y el tráfico de marihuana
en los años cincuenta y sesenta), Cali (constituido por ciudadanos de clase
media, articulados a actividades económicas convencionales y con una
importante experiencia empresarial) y Norte del Valle (que cobró importancia
como consecuencia de la guerra de los carteles de Cali y Medellín) y de un gran
número de pequeños grupos desagregados de estos, originados en las disputas
internas, la muerte o captura de los grandes capos.
Por su parte, en México existen varias percepciones sobre la dimensión del
fenómeno. Una de ellas es la de la Procuraduría General de la República, según
la cual existen dos grandes células (la de Guzmán y la de Cárdenas) divididas
en los siguientes siete carteles:
del Golfo,
de Oaxaca o del Istmo,
de Juárez,
de Colima o de los Amezcua,
de Tijuana o de los Arellano Félix,
de Sinaloa,
del Milenio o de los Valencia y
de los Zetas.
Resumen:
https://bit.ly/2koVCPw
Resumen:
https://bit.ly/2lFpoQ6
La transición
Para los carteles de Cali y Medellín, los mexicanos eran sobre todo
sinónimo de mano de obra en los 80.
El poco conocido mundo de la "venta" de información de
narcotraficantes de Colombia a la justicia de EE.UU.
https://bit.ly/2k6fqH3
De acuerdo a estimaciones de la Administración para el Control de
Drogas estadounidense (DEA por su sigla en inglés), el 82% de la
cocaína salida de Colombia rumbo a Estados Unidos pasa por
Centroamérica o México.
El factor FARC
Esta situación fue advertida por Estados Unidos, pero también por
los carteles mexicanos.
Es por ello que, de acuerdo al portal de investigación Verdad
Abierta, estas organizaciones comenzaron a relacionarse con
grupos colombianos dedicados desde los cultivos y la producción
de pasta base, hasta la exportación y distribución local para el
narcomenudeo.
El jefe de operaciones de la policía antinarcóticos colombiana,
Carlos Bueno, sostiene que los emisarios mexicanos quieren
eliminar a los intermediarios y por eso desembarcaron en
Colombia.
https://bit.ly/2k5zSrx
El excomandante de las FARC y ahora prófugo de la justicia Jesús
Santrich es acusado por la Fiscalía de Colombia y por Estados
Unidos de conspirar para entregar cocaína a la organización
criminal sinaloense.
Empresarios
Resumen:
Los narcotraficantes mexicanos Amado Carrillo Fuentes “El Señor de los Cielos”,
Joaquín Guzmán Loera “El Chapo” y el máximo líder de la mafia de Colombia,
Pablo Escobar Gaviria “El Patrón del Mal”, unieron fuerzas de hermandad a nivel
Latinoamérica, mismos que para transportar toneladas y toneladas de cocaína
hacia Estados Unidos, Europa, Asia y África, compraron a autoridades
municipales, estatales, federales y de las agencias antidrogas de ambos países.
Estos máximos líderes del narcotráfico extendieron una red de complicidades de
los gobiernos que les permitió convertirse en multimillonarios, además de contar
con empresas transnacionales para el lavado de dinero.
Fue tanta su fortuna y poder de filtración en los gobiernos federal que, para el
trasiego de drogas, lo hacían por tierra, aire y por agua, a través de pequeñas y
grandes embarcaciones, así como por submarinos.
En el caso de Don Pablo Escobar, como le decían en Colombia, su poder fue tal,
que logró filtrarse al sistema político de su país, al grado de convertirse en
candidato y buscó un cargo de elección popular. Fue entonces cuando inició la
guerra entre el sistema de gobierno y su grupo criminal, lo que trajo como
consecuencia que desatara una matazón en la que salían a relucir los carros-
bomba, para eliminar a sus principales enemigos, mandos policiacos y políticos.
Fue un día feliz para "El Chapo", quien en ese momento se encaminaba a convertir
al Cartel de Sinaloa en una de las organizaciones de narcotráfico más poderosas
del mundo.
A solo unos metros de distancia, Joaquín Guzmán y su esposa
escucharon cómo el juez Brian Cogan Lo condenaba a cadena
perpetua después de que hace unos meses fuera declarado
culpable de diez cargos de narcotráfico.
Declaran culpable a "El Chapo" Guzmán en el mayor juicio por
narcotráfico en la historia de EE.UU.
3 pruebas y testimonios cruciales para que "El Chapo" Guzmán
fuera declarado culpable en su colosal juicio en Nueva York
Esta condena puso fin a uno de los juicios más espectaculares en
Estados Unidos, pues Guzmán Loera es el capo de narcotráfico de
mayor relevancia encontrado culpable en ese país.
https://bit.ly/2lBsO6t
"Era una persona muy pobre, y por eso entró en el mundo del
narcotráfico", contó en el juicio.
En 1989, "El Jefe de Jefes" fue detenido por la muerte del agente
de la DEA Enrique Camarena Salazar, "El Kiki".
https://bit.ly/2lDkTWo
https://bit.ly/2lL4dfp
Todo fue una parte de la estrategia. Tres años antes del segundo
arresto, en 2011, el Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus
siglas en inglés) reclutó a Cristian Rodríguez.
Resumen:
"Era una persona muy pobre, y por eso entró en el mundo del narcotráfico"
Durante esos años Guzmán Loera fue pionero en utilizar los "narcotúneles" para
pasar la droga a Estados Unidos, construidos por su cercano colaborador Jesús
Corona Verbera, "El Arquitecto, quien en 2003 fue condenado a prisión en Estados
Unidos. El primero de los túneles que se detectó fue en 1990, en la zona fronteriza
de Arizona.
https://bit.ly/2m1VaXG
Sin embargo, los focos rojos se han encendido por el reciente aumento
de arrestos de mexicanos en Colombia. El peor escenario que algunos
han empezado a imaginar es el control -sin precedentes históricos- de los
mexicanos en una tierra ajena a la suya.
https://bit.ly/2kyB477
“El Rafa” era uno de los principales enlaces entre cárteles
mexicanos y colombianos (Foto: Captura de pantalla Caracol)
https://bit.ly/2k6hkrb
Esta participación más directa del narco mexicano en Colombia data del
año 2012, una época en que la producción de cocaína se había
desplomado y la cadena de suministro enfrentaba problemas por
conflictos entre las mafias.
Resumen:
México y Colombia tienen una larga tradición de socios en este criminal negocio y
en los últimos años. La privilegiada situación geográfica de los dos países ha
permitido el crecimiento del mismo, generando tensiones regionales y globales por
el impacto violento de las actividades de los carteles que operan el tráfico
clandestino y que utilizan el territorio como plataforma para actividades agrícolas,
industriales y de servicios que complementan lo que podríamos denominar la
industria más productiva en los nuevos tiempos. Una investigación convertida en
exitoso libro, muestra esta vieja relación y presenta a los principales actores, entre
los que destacan dos colombianos descendientes de familias pertenecientes a la
clase política corrupta que, por décadas, ha estado incrustada en el poder.
materia de droga [en línea]. Los focos rojos se han encendido por el reciente