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El Cotidiano

ISSN: 0186-1840
cotid@correo.azc.uam.mx
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad
Azcapotzalco
México

Montesinos, Rafael
La masculinidad ante una nueva Era
El Cotidiano, vol. 18, núm. 113, mayo - junio, 2002, pp. 37-46
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Azcapotzalco
Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=32511305

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L a masculinidad ante una nueva Era

Rafael Montesinos*

El objetivo de este ensayo es analizar los diferentes aspectos so-


cioculturales que fungen como marco de reproducción de una mas-
culinidad que se encuentra ante la posibilidad de redefinir sus refe-
rentes genéricos. Se trata de dibujar el trayecto que ha recorrido
una masculinidad que transita hacia nuevas formas de expresión
cultural, pero que todavía no se libera de los referentes tradiciona-
les que proyectaban su imagen a partir de estereotipos que conce-
día a los hombres el monopolio sobre el poder, la autoridad, la razón
y de un deseo sexual insaciable.

Ideas preeliminares La guerras, la crisis ecológica, la mise-


ria humana y virtudes efímeras y limitadas de

A cabamos de vivir recientemente uno de


los momentos más significativos de la his-
toria de la humanidad, el fin e inicio de un
nuevo milenio, donde se observa la necesidad
las democracias del siglo XX, así como las pri-
meras expresiones de estas patologías socia-
les a lo largo y ancho del planeta al inicio del
siglo XXI, arrojan al imaginario colectivo inter-
nacional una incertidumbre que solo será re-
de la Gran Aldea para convencerse que el ad- suelta por la Esperanza, como única vía para
venimiento del futuro traiga consigo escena- contener el miedo que provoca la irracionali-
rios de reproducción económica, política y dad humana.1 Pues, la imbecilidad parece ha-
cultural generadores de esperanza. Se trata de ber vencido a la razón.
una actitud ante el futuro que refleja, por una
parte, la conciencia de que el proyecto de la Esta situación de crisis es la que, nece-
ilustración no ha traído los beneficios materia- sariamente, priva en la reproducción de la sub-
les ni simbólicos que garanticen ni la paz jetividad colectiva e individual afectando las
mundial ni la tranquilidad individual que su- conductas, y por tanto, la interacción que los
ponían las banderas de la igualdad, justicia y individuos mantienen con su entorno social.
fraternidad; por otra, la urgente necesidad de Visto así, el cambio cultural que vivimos desde
compartir el convencimiento colectivo respec- hace cuarenta años y la marcada crisis social
to a un tiempo futuro esperanzador, que repon- que asfixia la posibilidad generar una nueva
ga la certidumbre requerida por la propia cultura que sepulte las principales deformacio-
naturaleza humana. nes de una sociedad tradicional-autoritaria, re-

* 1
Profesor-investigador, Departamento de Sociología, Ágnes Héller y Ferenc Fehér, El péndulo de la
UAM -Iztapalapa. modernidad, Península, Barcelona, 2000, p. 221.

El
Cotidiano 113 37
presentan la única vía para restituir la certidum- Se trata de la erosión de las fuentes sim-
bre que concede la certeza de poseer una iden- bólicas que legitimaban la autoridad y la con-
tidad, en nuestro caso de género, que permita centración del poder en la figura masculina,
tanto a hombres como a mujeres construir una y un momento donde no se tiene la certeza
cultura realmente igualitaria. Evidentemente, sobre los nuevos referentes que permitan, o
una lucha que tenga por objeto la transforma- bien crear una nueva identidad masculina o
ción de la vida cotidiana, está necesariamente resignificar la ya existente. Esto parece in-
inserta en la posibilidad de instaurar una prácti- soslayable, sobre todo si se considera que el
ca social que supere las evidentes limitaciones cambio cultural se ha expresado a partir de
que imponía la Tradición. la emergencia de nuevas identidades feme-
ninas, lo que hace suponer un mínimo efecto
Por otra parte, es fundamental ubicar que en la contraparte, de manera que la masculi-
el cambio cultural de las últimas décadas, si nidad refleje, también, la transformación sim-
bien ha visto emerger nuevas identidades fe- bólica que su par. Así iniciamos un proceso
meninas, también es el espacio simbólico en de búsqueda de nuevos referentes culturales
el cual la identidad masculina se debate entre que posibiliten la construcción de una nueva
el pasado y el presente, como un tiempo so- identidad masculina más acorde con los tiem-
cialmente renovado que ponga fin a los rasgos pos actuales.
autoritarios de una sociedad patriarcal que igual
pesa para hombres y mujeres. Es por esto que De esa forma se observa claramente un
en las siguientes líneas desarrollaré, lo que a dilema mucho más complejo del que supone
mi juicio constituyen las principales rutas de una transición, entendida como un periodo en
la masculinidad que permitirá a los hombres el cual coexiste lo viejo y lo nuevo, el pasado
arribar a una nueva identidad genérica que nos y el presente, la tradición y la modernidad;
libere del pasado.2 pues lo lógico sería esperar que en dicha lu-
cha de sobrevivencia llegará el momento donde
lo nuevo comienza a predominar sobre lo vie-
La crisis de la masculinidad, revisitada jo, y por lo tanto, poco a poco, crear las condi-
ciones socioculturales para desechar las
costumbres, principios, normas, prácticas y
La principal hipótesis que he sostenido desde expectativas que tomaban como fundamento
mediados de la década pasada, es que la mas- los valores de la Tradición que justificaban el
culinidad atraviesa una crisis de identidad, es carácter autoritario (patriarcal) de la identidad
decir, que la construcción colectiva de la iden- masculina.
tidad masculina se encuentra inmersa en un
proceso de cambio cultural donde los princi- El problema, entonces, radica en que
pales referentes socioculturales de la misma, si bien las representaciones sociales del pa-
van quedando en desuso. Esto provoca una sado ahora son cuestionadas en el contexto
suerte de deslegitimación de los estereotipos de una actitud esperanzadora que idealiza el
sociales que nutrían el imaginario colectivo arribo de una etapa democrática deliberati-
desde los cuales los hombres construían una va, como única vía para restituir a la razón
personalidad genérica que les permitía distin- como elemento central que propicie la igual-
guirse de la otredad.3 dad y la justicia en las relaciones genéricas,
tanto en el espacio público como en el priva-
do; pues, entonces, habrá de reconocerse que
2
Como producto de ocho años de trabajo sobre el los hombres adolecemos de la reflexividad
tema de la masculinidad, se encuentra en prensa el
requerida para generar el debate, consensos-
libro de mi autoría La rutas de la masculinidad, donde
trato diferentes tópicos sobre tema como es el caso del discensos, y negociaciones respectivas que
cambio cultural, la crisis de la identidad masculina, su supone una etapa realmente democrática. Esto
vinculación con el tema de la familia, la juventud y la se hace evidente tan sólo si pensamos que la
paternidad, así como cuestiones como la sexualidad y contraparte, nuestra otredad, lleva cuando
el erotismo.
3 menos cuatro décadas reflexionando respec-
Rafael Montesinos, “Cambio cultural y crisis en la
identidad masculina”, en revista El Cotidiano, marzo- to a su nuevo ser femenino. Simplemente, con-
abril, núm. 68, UAM-A, México, 1995. sideremos la trascendencia del movimiento

38 Masculinidad
FOTO: RAÚL RAMÍREZ MARTÍNEZ

feminista, su desgaste, pero también la reno- recemos a expensas de quién sí sepa qué ha-
vación de la reflexividad femenina que lue- cer, cómo hacerlo, donde hacerlo.... parecie-
go tomó los senderos de la academia, luego ra que adolecemos de un proyecto de cambio
los de una presencia política altamente di- en el cual nosotros mismos planteemos las
versificada y, por último, el enclavar el tema formas y calidades de nuestras conductas e
del género femenino como uno de los temas interacciones con el género femenino.
fundamentales en la reorientación del cam-
bio cultural. Lo que ha provocado un predo- Por ello comparto la idea de Seidler,4
minio de la problemática femenina en el cuando señala que los hombres somos vícti-
escenario donde se recrea la discusión públi- mas de una situación desigual ante las muje-
ca sobre “los géneros”, pues los hombres no res, pues a lo largo de estos años ellas han
estamos acostumbrados, ni mucho menos en- dado forma a un proyecto social en el cual
trenados, a discutir públicamente la conflic- demandan una identidad masculina acorde con
tividad cultural y social que ponen en los cambios sociales que posibilitan la puesta
entredicho una masculinidad anclada toda- en práctica de una cultura más igualitaria, y
vía en el pasado. Lo que le confiere a los por tanto, abierta a la participación femenina
hombres un sentimiento de desconcierto por en todos los ámbitos sociales. Sin embargo,
mantener, por lo pronto, una condición híbrida habrá que replantear hasta dónde sea válido
en la calidad de su identidad genérica, situa- separar la discusión sobre los géneros y la dis-
ción que atenta contra una de las principales cusión más general sobre la democracia. De
fuentes de la autoridad masculina: la razón. tal manera que si se considera como fundamento
De tal manera que el cambio cultural nos a la segunda, necesariamente nos veremos obli-
muestra como entidades sociales, sino teme-
rosos, al menos desorientados en cuanto a
plantear los rumbos de construcción de nues- 4
Victor J. Seidler, La sinrazón masculina. Masculini-
tra nueva masculinidad. En ese sentido, apa- dad y teoría social, Paidós, 2000.

El
Cotidiano 113 39
gados a reconocer que las implicaciones, por rra, en el caso de los países del Primer Mundo,
ejemplo, de promover una verdadera Igualdad o de las etapas de desarrollo que transformó
entre los individuos, transfiere a todos los ám- las estructuras del mercado en los países como
bitos de la vida social es valor moderno que el nuestro. En todo caso, el efecto es el mis-
influirá en las diferentes formas de reproduc- mo: la generación de condiciones económi-
ción material y simbólica. cas que propiciaron la aparición de las mujeres
en el mundo del trabajo ¿Qué efectos trajo
Sólo en ese contexto habremos de con- consigo tal transformación de las estructuras
siderar que el género masculino no aparece sociales?
tan desprotegido en el terreno de la delibera-
ción sobre la posición de hombres y mujeres. En primer lugar, la apertura del merca-
Primero, estamos inmersos en un momento que do a la presencia femenina en el siglo XX, pro-
se cuestiona la democracia a medias, y por pició la reconfiguración del mundo social, en
otro, como lo planeaba en mis primeros ensa- virtud que dicho proceso significó la transfor-
yos sobre masculinidad, no partimos de cero, mación tanto del espacio privado como el del
sino de un conocimiento acumulado que de- público. Ello nos obliga a identificar una vin-
bemos al movimiento feminista y sus secue- culación sistémica entre los principales ámbi-
las. En todo caso no podremos hacer caso tos sociales (económico, político y cultural) y
omiso de la influencia enagenante que la Tra- a considerar que un cambio sustancial en al-
dición inscribió en la piel del género masculi- guno de ellos, irremediablemente, tendrá un
no y que impide hoy, a muchos hombres, efecto en los otros; aunque la transformación
reconocer una humanidad caracterizada por no se dé simultáneamente. Se trata, entonces,
rasgos psicológico-emocionales que igual com- de un fenómeno social, la presencia femenina
parten los dos géneros. La diferencia en ese en el mercado de trabajo, que trae consecuen-
caso, es que la humanidad masculina ha sido cias en los dos espacios sociales, vinculando
largamente reprimida, pues el poder asociado así, cuando menos, a lo económico y lo cultu-
a la imagen masculina está cifrada en la ra- ral. Las prácticas concretas de la vida social
zón, la fuerza y una autoridad que bien puede se transforman y con ellas los estereotipos y,
distanciarse de la piedad y de todo tipo de por tanto, las identidades en general, en este
sentimentalismos asociados a rasgos sociales caso el nuevo papel económico de las muje-
y simbólicos femeninos. res sugiere el origen de una nueva identidad
femenina.
Visto así, el reto para el género mascu-
lino es el de una rebelión cultural que provo- El mercado de trabajo remunerado, re-
que la erosión de las principales columnas de presentó, entonces, la posibilidad que la mu-
apoyo de una sociedad que suspira por el pa- jer creara las condiciones para buscar su
sado, una sociedad que logró imponer estereo- independencia económica, pero también, de
tipos mutiladores de una parte sustancial de la liberarse de su confinamiento en el espacio
esencia humana, tanto para mujeres como para privado. Los dos primeros elementos de la iden-
hombres. De tal forma que sea necesario des- tidad femenina comienzan a transformarse: el
montar las partes del sistema social autoritario de una entidad dependiente de la capacidad
que impuso las diferencias genéricas que hoy proveedora de los hombres, y de su vincula-
pesan sobre nosotros. ción “natural” al espacio privado ¿qué estaría
pasando con la identidad masculina?

El cambio estructural Evidentemente, la libertad o la ideali-


como pecado original zación que se tiene de ella, no se alcanza
con ese sólo hecho, pues se trata de un pro-
ceso de largo aliento y por demás complejo,
De una manera muy sucinta voy a referirme a en el cual no basta la emergencia de nuevas
lo que mi juicio es el origen de la transforma- prácticas sociales sino del proceso de resig-
ción de las identidades genéricas. Se trata de nificación simbólica que plantee en el terre-
las nuevas condiciones de las estructuras eco- no de la cultura, nuevos valores que justifi-
nómicas que surgieron en un contexto de gue- quen subjetivamente el cambio social. Me

40 Masculinidad
refiero a lo siguiente: si bien existen nuevas ellos. El espacio público para el género mas-
formas de interacción que modifican el rol culino y el espacio privado para las mujeres.
de cada género, las condiciones de desigual- De tal manera que la presencia de la mujer en
dad entre hombres y mujeres, así como la su- el mercado de trabajo7 implicó la desarticula-
misión material y simbólica de la mujer a la ción del espacio privado, de ahí que en la ac-
autoridad masculina, pueden permanecer in- tualidad se observe un proceso de descompo-
tactas. Es el peso de la cultura a la que se sición social que en muchas ocasiones se
refería Freud, y que sugiere la confrontación encuentre su razón en la reconfiguración de
subjetiva entre la colectividad, el imaginario los espacios sociales.
colectivo, y la percepción individual o, como
lo replanteó Norbert Elias, la relación entre De hecho, en el ámbito de la cultura,
la sociogénesis y la psicogénesis.5 el desmantelamiento de la familia nuclear sig-
nificó el origen de la descomposición del or-
Sin embargo, esto no quiere decir que den patriarcal, generando un conflicto situado
el cambio de las estructuras así como la trans- precisamente en los roles asignados a cada
formación de las prácticas sociales dejen de género. La mujer dejó de cumplir en su
ser las bases para cambios culturales que se cabalidad con su papel de reproductora de la
expresarán posteriormente. Como bien lo se- sociedad, mientras los hombres nos mantuvi-
ñaló Simone de Beauvoir, la identidad feme- mos al margen del espacio privado a pesar que
nina se transforma y con ello las prácticas su esencia se transformaba rápidamente desde
concretas entre los géneros, a partir, funda- los años cincuenta y sesenta. Y ahí sí, mien-
mentalmente, de abrir la posibilidad de que tras la mujer batallaba para dar forma a su nueva
la mujer rompa su dependencia económica identidad genérica, el género masculino nos
hacia los hombres.6 Y ésta, sin duda, es la aferramos al rol asignado tradicionalmente, por
base para que la subjetividad femenina y lue- lo cual continuamos recreando nuestra identi-
go colectiva, cambie los referentes cultura- dad a través, fundamentalmente, de nuestro
les que justificaban la desigualdad entre papel proveedor y, por tanto, de nuestro posi-
hombres y mujeres. O para decirlo tajante- cionamiento en el espacio público.
mente, la independencia económica de la
mujer es el origen de la erosión del poder La tradición y la presencia patriarcal
masculino. Es así, el pecado original que aten- de nuestro género vio con desprecio la mo-
tó contra el orden masculino. desta aportación que la mujeres hacían en esos
momentos, por lo que la cultura se encargó
Este cambio de la condición social de de replantear las condiciones de interacción
la mujer generó simultáneamente, y de mane- de tal modo que la mujer continuara cum-
ra mucho más clara la transformación de la pliendo con el papel asignado como
principal célula social que coadyuvó a la re- reproductora de la familia. El propio sentido
producción de nuestra sociedad capitalista, tradicional de la cultura propició, ante este
desde su origen, hasta mediados del siglo XX: vacío en el espacio privado, que si bien la
la familia nuclear. La división sexual del tra- mujer tenía que descomponerse en dos para
bajo a la que tanto hicieron referencia las fe- tener presencia en los diferentes espacios so-
ministas, se sustentaba, precisamente, en los ciales, cumpliera sus funciones en uno y otro
roles asignados a cada género, es decir, el pa- lado. Emergió así la sonada doble jornada que
pel de proveedor para el hombre y la respon-
sabilidad de la reproducción para la mujer, lo
que de manera “natural” propició la asigna- 7
Esto no pretende decir que sea la primera vez que
ción de los espacios sociales para cada uno de la mujer se inserta en el mercado de trabajo, pues es
evidente que siempre ha cumplido con un papel dentro
de este ámbito. La cuestión es que progresivamente se
van abriendo las diferentes ramas de la economía a la
5 participación económica de la mujer, por condiciones
Norbert Elias, El proceso de la civilización, FCE,
Madrid, 1987. económico sociales particulares de cada sociedad, pero
6 que definitivamente puede observarse como un fenó-
Simone de Beauvoir, El Segundo sexo. 2. La expe-
riencia vivida , Alianza Editorial Mexicana, México, meno generalizado en las sociedades capitalistas en el
1990. siglo XX.

El
Cotidiano 113 41
tantos conflictos provocó entre los géneros, miento de la mujer al espacio público. Las
pero que al mismo tiempo significó un paso condiciones materiales estaban dadas para un
adelante en la construcción de las nuevas proceso de cambio cultural que avanzaba si-
identidades femeninas. gilosamente, era el caso de una revolución
simbólica que había sido puesta en marcha
Entonces, el fenómeno cultural al que sin dejar una huella clara de esto, lo frutos se
nos referimos permitía, por un lado, abrir las harían evidentes de manera casi rotunda a
estructuras sociales a nuevas formas de parti- partir de los años setentas. Después que las
cipación de la mujer, y por otro, mantener el mujeres dejaron de conformarse con tener una
orden patriarcal que mantenía subordinadas a presencia en el mercado de trabajo y se deci-
las mujeres. Por eso, aún cuando los espacios dieron inconscientemente a conquistar el es-
sociales se habían redefinido, sobre todo el pacio público.8
privado, la posición masculina se mantuvo casi
intacta. La aportación económica de la mujer La construcción de nuevas identidades
al presupuesto familiar era visto como una femeninas que concretizaban el cambio cul-
ayuda que, al menos, servía para que ellas se tural que México y el Mundo vive desde los
hicieran cargo de sus “gastos suntuarios”. Nada años sesenta, se expresó ya no mediante su
significativo que pusiera en predicamento a la progresiva presencia en el mercado laboral,
autoridad masculina, pues la composición cul- sino porque su presencia adquirió la calidad
tural de la identidad femenina le asignaba la que colocaba a las mujeres en posiciones de
responsabilidad de hacerse cargo de los hijos competir por el poder en todos los terrenos del
y por ello la responsabilidad de la reproduc- orden social. La división sexual del trabajo que
ción social que va más allá del acto de pro- caracterizó a la etapa patriarcal de nuestra
creación. Ante la sola posibilidad de rompi- sociedad, se desvirtuó porque las mujeres apa-
miento con la pareja, ponía a la mujer en un recieron en todo tipo de actividades económi-
verdadero dilema pues sobre ella recaía la res- cas, pero sobre todo porque desarrollaron las
ponsabilidad moral de mantenerse al frente de capacidades suficientes para participar del
la familia a pesar de la ausencia voluntaria poder en las diferentes organizaciones, públi-
del hombre. Y entonces sí, las desventajas que cas y privadas, como políticas, empresarias,
imponía el diferencial de ingresos para hom- ejecutivas, intelectuales, artistas, etc... Esta
bres y mujeres, ponía en clara desventaja al situación fue posible a partir de la considera-
género femenino, pues además la condición ble participación de las mujeres en la educa-
patriarcal de nuestra cultura estigmatizaba a ción superior, las mujeres se apropiaban de un
la mujeres divorciadas o simplemente aban- recurso de indiscutible predominio masculino:
donadas, en claro beneficio de la condición la razón.
social masculina que de por sí ya gozaba de
algunas importantes prebendas como es el caso Aunado a ello la mujer dejaba de ser
de la doble moral, entendida como la permisi- un objeto sexual y se constituía en un sujeto
bilidad social para que el hombre transgrediera sexual, propietaria de su cuerpo y decidida a
los preceptos morales de la sociedad, mien- buscar el placer como parte de la recompen-
tras a la mujer se le exigía un claro apego al sa del cambio cultural del que ellas fueron
hogar, dedicación a los hijos y, fundamental- un actor insustituible. Mientras por nuestra
mente, fidelidad. parte, lo hombres nos manteníamos escépti-
cos ante la evidencia...convivíamos con un
Sin embargo, el cambio cultural se es- ser que no sólo exigía sus derechos como in-
taba gestando a pesar que las relaciones de dividuo en todos los terrenos de la vida so-
desigualdad entre los géneros no se hubiese cial, sino que argumentaba cada una de las
manifestado abiertamente en el terreno de las críticas y fundamentaba sus propuestas. Mien-
interacciones y conductas de hombres y mu- tras ellas permanecían muy seguras del mun-
jeres. Se hacía evidente la transformación de
las estructuras económicas, sobre todo en las
correspondientes al mercado de trabajo, y de- 8
Griselda Martínez V., “Poder y femineidad: empre-
finitivamente el espacio privado había sufri- sarias, ejecutivas y políticas”, en revista Casa del Tiem-
do un profundo embate a partir del desplaza- po, Época III, núm. 10, UAM, 1999.

42 Masculinidad
do social que deseaban,
nosotros nos quedamos
en una posición incómo-
da donde no hacíamos
conciliar un discurso li-
beral y una práctica muy
anclada en el pasado.
Evidentemente había-
mos sido rebasados a pe-
sar de que la lucha de
las mujeres, en la prác-
tica más que en el dis-
curso, nos ofrecía la
puerta de salida de un
sistema que igual que
las reprimía a ellas, tam-
bién nos tocaba sufrir el
autoritarismo de una so-
ciedad patriarcal.

A través del
simbolismo que la socie-
dad moderna manejaba
en los medios de comu-
nicación masiva, la nue-
va iconografía que
concede a la mujer una
posición de igualdad al
hombre (a pesar que al-
gunas todavía intenten
explotar los valores de la
Tradición), y las proyec-
ciones que dotan de uni-
versalidad al cine y a la
televisión, prácticamen-
te se mofan de lo que
constituirían los referen- FOTO: RAÚL RAMÍREZ MARTÍNEZ
tes culturales de una
identidad masculina vinculada todavía al pa- al revés) para cumplir con el rol genérico que
sado. Es decir, que parece existir una idea ge- a todos exige la sociedad. Lo cual no necesa-
neralizada de rechazo a todos aquellos rasgos riamente es cierto, pues en efecto adolecemos
que permitían definir a la identidad masculi- de una capacidad reflexiva que nos permita
na, sin embargo, no existe necesariamente dirimir cual es el rumbo para construir una
nuevos referentes que permitan determinar cuál nueva identidad masculina que sea acorde con
habría de ser la identidad masculina alternati- la nueva era, de la cual esperamos traiga con-
va a la condición autoritaria que la cultura tra- sigo una fuerte carga liberadora.
dicional impone en los imaginarios colectivos.
Y este es uno de los argumentos que permiten
sustentar la existencia de la crisis de la identi- El trabajo y su espacio como fuente
dad masculina. No obstante, es tan evidente de conflicto para la masculinidad
el efecto negativo de una práctica de la mas-
culinidad apegada al pasado, que parecería
suficiente hacer exactamente lo contrario a lo Si bien es cierto que el poder masculino sobre
que nuestros padres hicieron (pensar y actuar las mujeres está fundamentado en el papel de

El
Cotidiano 113 43
proveedor que le asigna la sociedad, enton- Evidentemente no. Se trata de un nue-
ces, el papel social que juega el trabajo es vo rasgo de la sociedad capitalista que en el
determinante para la definición del staus quo, contexto de las sociedades como la mexicana
tanto para hombre como para mujeres. Como se torna mucho más grave, es decir, que plan-
bien señala Tofler, el referente social más im- tea un problema mucho más complejo a los
portante para dotar a los individuos de identi- procesos de construcción colectiva e indivi-
dad es el trabajo.9 Aceptar esta afirmación dual de las identidades, genéricas o de otra
implica reconocer la importancia que tiene índole. Así que las bases socioculturales que
dicha actividad no sólo para garantizar la re- permitían a los individuos reconocerse como
producción material de la sociedad, sino como parte de un grupo, clase social o nación, se
forma de reproducción simbólica de los indi- van complicando cada vez más ¿cómo juega
viduos. Evidentemente, el género sería la pri- la nueva situación social en la relación entre
mer forma de identidad que permite a los los géneros?
individuos iniciar el proceso de construcción
de su personalidad, pero la siguiente etapa en Primero, habremos de considerar que
el proceso de socialización abre un amplio es- el cambio cultural iniciado de manera más
pectro de espacios donde el individuo refren- marcada desde los años sesenta y setenta, en
da su identidad genérica y genera otro tipo de el caso de México, se desarrollaba sin la pre-
identidades que lo vinculan a su colectividad sencia de la variante crisis económica cuyo
y lo sitúan en un status quo. efecto negativo recae sobre el aspecto al que
nos referimos en el anterior apartado: la posi-
Evidentemente, el fin y principio de si- bilidad que el género masculino mantenga su
glo está marcado por una fuerte crisis econó- carácter de proveedor, el cual le redituaba la
mica del sistema capitalista que no es posible necesaria autoridad para someter a su pareja.
resolver mediante las reestructuraciones y la De tal forma que si la presencia de calidad
definición de nuevas regiones económicas, de las mujeres en el mercado de trabajo, que
pues precisamente uno de los problemas más supone su acceso a las esferas del poder en
serios que la humanidad enfrenta en esta nue- condiciones generales de disputarle profesio-
va era, es la escasez del empleo. De tal forma nalmente los puestos de toma de decisiones
que la cultura emergente a partir de esta nueva a los hombres, ya representaba la complica-
variable impone a todas las sociedades nue- ción de la situación social en la cual el géne-
vas condiciones que habrán de ser resignifica- ro masculino habría de demostrar su superio-
das y codificadas en la interacción social.10 ridad sobre las mujeres; la crisis económica
Es cierto, “la humanidad” ha desarrollado la restringe, simplemente, las posibilidades de
capacidad para reproducirse materialmente, y desarrollo para todos los individuos aunque,
este fenómeno cada vez depende menos de la peor aún, impone situaciones en las que mu-
fuerza de trabajo y del propio trabajo intelec- chas veces es prácticamente imposible man-
tual, así que la pregunta obligada es ¿qué al- tenerse siquiera en un puesto de trabajo, da-
ternativas materiales y simbólicas tienen los dos los efectos de la crisis económica en el
individuos que no tienen posibilidades de in- mercado de trabajo. El cierre de empresas y,
sertarse en el mercado de trabajo? ¿Cómo po- por ende, el crecimiento galopante del des-
drán subsistir y que será de su status quo? ¿Será empleo en México, es una variable que recae
posible que en una condición de desempleo o sobre la constitución de la identidad mascu-
subempleo el hombre pueda mantener la au- lina, pues todavía es mucho más aceptable,
toridad que tradicionalmente le concedía la socialmente hablando, que una mujer se en-
sociedad patriarcal? cuentre en el desempleo a que un hombre se
encuentre en tal situación.

Evidentemente se trata de una condi-


ción que corresponde a la sociedad en general
9
Alvin Tofler, La 3ème vague , Denoël, Paris, y que no se reduce al ámbito de interacción
1980.
10 entre los géneros, sin embargo, por eso mis-
Véase por ejemplo, Claus Offe, La sociedad del
trabajo. Problemas estructurales y perspectivas de futu- mo, es pertinente hacer presente que si bien el
ro, Alianza Universidad, Madrid, 1992. papel económico del género masculino ya no

44 Masculinidad
puede ser el pivote sobre el que gira la repro- glo personal femenino, sino que hoy su parti-
ducción familiar, y por tanto ya no puede ser cipación es sustancial para garantizar la es-
el pilar de la fuente proveedora que represen- tabilidad de la pareja y la familia. Evidente-
taba en las sociedades tradicionales; al menos mente, esta situación replantea el tipo de
debería permitir garantizar que el hombre interacción entre los géneros, pero sobre todo
mantiene una identidad en la cual uno de los redefine las relaciones de poder erosionando
rasgos más importantes es el de su autonomía las bases añejas del poder masculino. El hom-
como individuo. bre ya no solo tiene que vivir el conflicto de
competir de tu a tu con mujeres que poseen
La cuestión, entonces, es que si bien las mismas o mejores habilidades para ocu-
el género masculino ya no cuenta con el re- par mejores puestos en las organizaciones,
ferente del trabajo como sustento de su capa- sino que ahora tiene que depender de muje-
cidad proveedora, la crisis económica cons- res que en muchas ocasiones ejercen poder
tituye una de las razones sociales que explican dentro de los espacios laborales o, en su de-
una de las dimensiones más importantes de fecto, si se trata de una situación de desem-
la crisis de la identidad masculina. Ahora, a pleo, depender de la decisión de una mujer
diferencia del pasado, cuando los hombres tie- para que el hombre sea rescatado socialmen-
nen la pretensión de unirse en matrimonio, se te: es decir, salvado del desempleo. Obvio,
tiene que considerar las posibles estrategias en esta situación económica, y aunque no
para que la pareja garantice la reproducción existan datos estadísticos al respecto, el nú-
familiar; no es gratuito que en la actualidad mero de hombres que hoy se encuentran
el promedio de edad en la que los hombres desempleados o subempleados dependen de
contraen matrimonio se haya elevado de la actividad económica que sus parejas des-
manera tan sustancial. empeñen. No hay vuelta de hoja, en general,

FOTO: RAÚL RAMÍREZ MARTÍNEZ

Como se puede observar, ya pasó el no existen condiciones para que el género


tiempo en que la participación económica de masculino continúe siendo el proveedor ex-
la mujer sea considerado como una “ayuda” clusivo de la familia. Situación que no redu-
para solventar los gastos personales del arre- ce la complejidad de la construcción de la

El
Cotidiano 113 45
identidad masculina respecto a su relación con des avanzan a grandes pasos para borrar las
el otro género, sino a una situación social en diferencias entre los géneros.
la cual los hombres inmersos en esta proble-
mática sufren una crisis en su identidad como Para ellos a diferencia de lo que aquí
entes sociales. Lo social y lo genérico se en- sostengo, la esencia de la sociedad patriar-
trelazan y asfixian las posibilidades que el cal se mantiene intacta de manera que el
pasado brindaba a la autoridad masculina. arribo a una etapa social en la que se elimi-
ne las diferencias entre los géneros está, to-
davía, muy lejos. Pero quizás la diferencia
A manera de conclusión no sea tan marcada como parece, pues en
todo caso Bourdieu y Lipovetsky paracen más
preocupados por el cuándo y a mi me atrai-
La nueva condición de los géneros se inscri- ga más el cómo, el origen del cambio que
ben en el marco de un proceso de cambio tarde o temprano nos permitirá construir una
cultural en el cual la coexistencia entre pa- cultura democrática realmente igualitaria,
sado y presente todavía se hacen evidentes, donde se superen las diferencias sociales y
sobre todo en el caso de la construcción de simbólicas entre los géneros. Para ellos la
una nueva identidad masculina que supere presencia de las mujeres que han accedido
los excesos autoritarios de la sociedad pa- al poder, aparecen como garbanzos de a li-
triarcal. bra, como casos de excepción que solo con-
firman la regla: el dominio masculino. Para
Evidentemente nos referimos a un pro- mi, esa presencia representa en todo caso la
ceso que si bien ya es visible, también es cier- emergencia de nuevas prácticas sociales en
to que no es generalizable al conjunto de la los diferentes espacios sociales, y de ahí la
sociedad moderna, particularmente en el caso proyección en el imaginario colectivo de
de la sociedad mexicana. Sin embargo, es ló- nuevos referentes culturales que con el paso
gico que este cambio en la cultura genérica del tiempo significarán la base de una nue-
se observe particularmente en los diferentes va cultura que supere los lastres del pasado.
sectores de las clases medias de los centros Insito no me importa cuándo, aunque me
urbanos, donde los medios de difusión juegan gustaría vivirlo siquiera como público, me
un papel fundamental en la proyección de los interesa que estén aconteciendo nuevas prác-
rasgos de los estereotipos genéricos. De hecho ticas sociales que golpean la esencia de la
tendríamos que reconocer que si por las imá- sociedades tradicionales que dotan a la fi-
genes publicitarias fuera, nuestra sociedad ya gura masculina de poder y pretenden some-
fuera otra, aunque estos mensajes todavía se ter a las mujeres.
debatan entre el pasado y el presente. Pues la
práctica social es todavía mucho más com- Por mi parte, la lamentable muerte de
pleja que los discursos liberadores e igualitarios, Bourdieu a principios de este año, me impi-
no obstante, el cambio cultural avanza a gran- dió trabajar con él esta diferencia y sólo lo-
des pasos aunque todavía no se trate de un gramos plantear nuestras posiciones que, al
fenómeno predominante en el seno de las so- menos, mostraban la complejidad de la iden-
ciedades modernas. tidad masculina como objeto de estudio.13
Al menos en eso coincidíamos: hoy era in-
Esta presencia inobjetable de nuevas evitable discutir en el papel que juega la
identidades femeninas y nuevas identidades identidad masculina en un contexto socio-
masculinas (en actitud de búsqueda), pero cultural de hiperpresencia del tema de la
no generalizable, no son suficientes para identidad femenina en la mesa de la discu-
que grandes sociólogos como Bourdieu11 y sión pública.
Lipovetsky,12 consideren que nuestra socieda-

11 13
Pierre Bourdieu, La domination masculine, Seuil, Pierre Bourdieu, Alfonso Hernández y Ra-
Paris, 1998. fael Montesinos, Masculinidad. Aspectos socia-
12
Gilles Lipovetsky, La tercera mujer, Anagrama, les y culturales, AbyaYala, Quito, Ecuador,
1999. 1998.

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