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Pobreza

Alfonso Dubois

Situación de una persona cuyo grado de privación se halla por debajo del nivel que una determinada
sociedad considera mínimo para mantener la dignidad.

La categoría de pobreza no es una creación moderna, aunque sí lo sean algunos de sus contenidos;
por el contrario, tiene una larga tradición en la mayoría de las culturas, en cada una de las cuales se
manifiesta diversamente y su significado ha ido evolucionando con el tiempo. De esta continua y
variada presencia, no resulta fácil deducir un concepto único de pobreza que tenga validez universal.
El concepto de pobreza se ha definido y se define de acuerdo a las convenciones de cada sociedad.
La percepción que se tiene de qué es la pobreza depende del contexto social y económico y de las
características y objetivos en torno a los que se organiza la sociedad. Pero, dentro de esa variedad de
contenidos, cabe extraer un núcleo común a todos ellos: la pobreza siempre hace referencia a
determinadas privaciones o carencias que se considera que, cuando las padecen las personas, ponen
en peligro la dignidad de éstas. En este sentido, una manera de definir la pobreza es decir que marca
los límites que cada sociedad o colectivo humano considera inadmisibles o insoportables para una
persona.

1) Evolución histórica del concepto

Las distintas formulaciones de la pobreza y los términos con que se la ha designado reflejan,
simultáneamente, la complejidad del concepto y la carga histórica que contiene. La comprensión de
esta relación entre el concepto de pobreza y los valores dominantes en cada momento en la
sociedad es fundamental para su análisis. Este aspecto ha sido puesto de relieve por muchos
sociólogos y economistas, como Titmuss, Townsend, Abel-Smith, Atkinson y otros (Woolf, 1989).

Hasta muy recientemente la humanidad consideraba la pobreza como un fenómeno que no tenía
solución porque se carecía de los conocimientos y la tecnología necesarios para superarla. La
pobreza era una condición impuesta a las personas, y el hecho de que las personas cayeran en esa
condición o se libraran de ella venía determinado en la mayoría de los casos por el azar. A mediados
del siglo XVIII comienza a formarse la percepción de que la pobreza puede vencerse. Los avances
técnicos hicieron vislumbrar el progreso económico, es decir, la posibilidad de incrementar la
cantidad de bienes y servicios a disposición de los seres humanos para satisfacer sus necesidades.
Los economistas clásicos entienden la pobreza como una categoría central del análisis económico, y
Adam Smith afirma que ninguna sociedad puede ser floreciente y feliz si la mayor parte de sus
miembros son pobres y miserables.

Pero hasta finales del siglo XIX, con los estudios de Booth y Rowntree en el Reino Unido, no se
aborda la pobreza como objeto de estudio científico. Su definición de un umbral de pobreza en base
a establecer la renta mínima necesaria para la supervivencia de las personas ha marcado el posterior
desarrollo de los estudios de pobreza.

El estudio de la pobreza se ha impulsado en las últimas décadas del siglo XX ante el


“redescubrimiento” de los fenómenos de pobreza. La percepción de la pobreza ha tenido una
evolución diferenciada cuando se ha tratado de analizarla para los países desarrollados que cuando
se ha planteado la cuestión de cara a los países en desarrollo. Aunque en ambos casos puede
hablarse de una característica común, que es el resurgimiento, o el “redescubrimiento”, de los
fenómenos de pobreza en los años 70 como el factor que ha impulsado su estudio en las últimas
décadas. Este carácter reactivo ha sido una constante en el desarrollo de la investigación sobre la
pobreza, que durante largos períodos permanecía prácticamente inactiva volviendo con fuerza
cuando la realidad sorprendía con una dimensión del problema de la que no se era consciente.

Después de la II Guerra Mundial, la pobreza se llegó a considerar como una cuestión, si no resuelta,
al menos no problemática. En los países desarrollados, la extensión y profundización del Estado del
Bienestar hizo pensar en la práctica desaparición de la pobreza como fenómeno social de magnitud
relevante, o, por lo menos, como una cuestión superada y cuya resolución final vendría con el
transcurso del tiempo. Entre las décadas de los 50 y los 70, el fenómeno de la pobreza casi
desapareció de la agenda de los científicos sociales, salvo algunas excepciones, entre las que
destacan Townsend y Sen. Durante este período, la pobreza se convirtió en un objeto de técnicas de
gestión social, hasta que con la aparición del paro masivo y de larga duración y de los fenómenos de
exclusión social empieza a ser percibida como un proceso preocupante para el buen funcionamiento
económico y social.

La realidad de los países en desarrollo presentaba un panorama distinto. No se desconocía la


existencia de graves carencias, pero la explicación que se daba variaba entre consideraciones de
orden histórico, por un lado, y climático-naturales, étnicas y culturales, por el otro. El enfoque con
que se intentó afrontar la pobreza fue a través de la promoción del desarrollo. La ideología
dominante confiaba en las posibilidades que ofrecía la economía capitalista para seguir creciendo y
en las interrelaciones positivas entre el crecimiento de las economías de los países industrializados y
el desarrollo de los países menos favorecidos. La pobreza era una realidad, pero no merecía una
atención específica: el desarrollo estaba por llegar.

Sin embargo, la pobreza sorprendió en todos los sentidos. Primeramente, en los propios países
desarrollados. En 1962, la obra de M. Harrington, The Other America, mostró el panorama de un país
con unos 40 ó 50 millones de personas inmersas en nuevas y viejas formas de pobreza. En 1964, el
presidente Johnson anunciaba la guerra contra la pobreza. En el Reino Unido, Brian Abel-Smith y
Peter Townsend publican en 1965 su libro__ The Poor and the Poorest,__ donde ponían de
manifiesto, analizando los datos oficiales, que en 1960 el 14% de la población vivía en situación de
pobreza. Los datos hacían ver que no era cierto que se diera una relación automática entre
crecimiento y eliminación de la pobreza.

Si esto ocurría en las economías avanzadas, no es de extrañar que las estrategias de desarrollo
impulsadas a lo largo de las décadas de los 60 y 70 tuvieran como resultado el agravamiento de las
desigualdades y mostraran su incapacidad para mejorar el nivel de vida de las mayorías. El objetivo
de conseguir el crecimiento ocultó la pobreza que se iba generando. A partir de los 70, en gran parte
debido al enfoque de las necesidades básicas, impulsado por la oit, la consideración de la pobreza en
los países en desarrollo comenzó a ser objeto de numerosos trabajos. Más adelante, las
consecuencias sociales de los programas de ajuste estructural implantados de forma generalizada en
los países en desarrollo, sobre todo de América Latina, a partir de la mitad de los 80, planteó de
nuevo la necesidad de impulsar los estudios sobre la pobreza (Wilson, 1996:21).
En la década de los 90, las expectativas optimistas anunciadas por los organismos internacionales
sobre la progresiva superación de la pobreza a escala internacional no se han cumplido. A pesar de
que el objetivo de la erradicación de la pobreza ha estado presente en los foros internacionales y se
ha establecido como la prioridad en la estrategia de cooperación al desarrollo, los resultados no
ofrecen un escenario favorable para que los mismos mejoren si se siguen los actuales enfoques.

2) Las connotaciones políticas de la pobreza

El debate sobre la naturaleza de los procesos de pobreza es especialmente pertinente hoy en día, ya
que la percepción más extendida que se tiene del fenómeno es que no responde a circunstancias de
índole coyuntural. Por el contrario, la evidencia es que, a pesar del buen comportamiento de los
indicadores económicos y del progreso tecnológico, los procesos de pobreza muestran una fuerte
resistencia a contraerse, o lo hacen con una lentitud imperceptible o exagerada para pensar en una
desaparición real a largo plazo, cuando no muestran una renovada vitalidad y surgen con nuevas
manifestaciones.

El que haya una opinión compartida sobre la actualidad del fenómeno de la pobreza y su carácter no
coyuntural no quiere decir que se traduzca en un diagnóstico igualmente compartido sobre sus
causas. En pocos temas como en el de la pobreza la reflexión científica ha venido marcada por
connotaciones políticas. La pobreza en sí misma es un problema con una importante dimensión
política, ya que los intereses de los diferentes grupos tienen una fuerte influencia en los modelos de
distribución y en la existencia de la pobreza (Wilson, 1996:24). Ahondar en las raíces de la pobreza
supone plantear cuestiones difíciles y conflictivas, lo que explica las reticencias y los rechazos que
acompañan el proceso del conocimiento de la pobreza.

Por eso no es de extrañar que en el análisis de las causas de la pobreza las posiciones de partida
hayan marcado decisivamente el concepto y el diagnóstico. En un extremo se encuentran aquellas
conceptualizaciones que parten de considerar a la pobreza como un fenómeno profundamente
enraizado en la propia condición humana y en el funcionamiento de las sociedades. Desde esta
perspectiva, la pobreza se percibe como una situación natural o, en una comprensión menos
fatalista, como una enfermedad heredada a la que todavía no se ha encontrado el remedio
adecuado. A pesar del cambio experimentado en la percepción de la perdurabilidad de la pobreza
desde mediados del siglo XVIII y del espectacular desarrollo económico de la segunda mitad de
nuestro siglo, la visión de una cierta inevitabilidad del fenómeno no ha desaparecido totalmente hoy,
o por lo menos se considera que las dificultades siguen siendo insuperables a medio plazo (Roll,
1992:8).

En el otro extremo se halla la posición de que la pobreza no deja de ser un fenómeno marcado por
las circunstancias propias de nuestro tiempo, no tanto por entender que sea una novedad que antes
no existiera, sino porque su actual extensión y persistencia, dadas las posibilidades que ofrece hoy
nuestro planeta, sólo encuentran explicación en las reglas de funcionamiento del modelo económico
que no se plantean la erradicación como objetivo o, lo que es igual, permiten y consienten su
existencia.

Por debajo de ambos planteamientos lo que realmente subyace es la cuestión central de cuál es la
naturaleza de la pobreza, del papel que desempeña en la reproducción de las sociedades. La pobreza
no es sin más una característica de la condición humana, ni su resurgir puede analizarse como un
accidente histórico que se repite periódicamente.

3) Las diferentes comprensiones de la pobreza: los paradigmas

Toda propuesta que se haga sobre la pobreza debe contener tres elementos si pretende erigirse en
una referencia de acción política: a) un concepto de pobreza a partir del cual se pueda proceder a
conocer su magnitud e investigar sus procesos de generación, expansión, reducción o
enquistamiento; b) una metodología de medición que permita delimitar y contabilizar la extensión
de la realidad de la pobreza, la evolución a lo largo del tiempo y la comparabilidad entre los países; c)
los elementos clave para el diseño de estrategias políticas que tengan como finalidad la eliminación
de la pobreza.

No cabe pensar en una política social que no tenga una mínima definición de quiénes son pobres o
que no especifique en qué realidad social va a intervenir; ni puede plantearse una medición sin
establecer con claridad qué se quiere medir; como tampoco tiene sentido proceder a la
conceptualización de un fenómeno social si no hay ningún interés en conocer su dimensión y actuar
sobre él. Una forma de caracterizar los diferentes enfoques de acercamiento al concepto de pobreza
es, precisamente, según el énfasis que ponen en los anteriores elementos: conceptualización,
medición o políticas.

La tensión entre concepto y medición se ha resuelto, históricamente, en el caso del análisis de la


pobreza enfatizando la precisión y exactitud de la medición por encima de encontrar conceptos más
afinados que recojan la realidad social que se encuentra tras ella. En otras palabras, la preocupación
por la medición ha condicionado los esfuerzos por conceptualizar la pobreza, hasta el punto que se
ha considerado que se profundizaba más y mejor en el conocimiento de la misma cuanto más
precisamente se la pudiera cuantificar. En consecuencia, la preocupación por la metodología y las
técnicas de medición ha marcado la mayoría de los trabajos.

Esta hegemonía de la medición no es casual, sino que encuentra su raíz en el escaso debate que ha
suscitado el concepto de pobreza hasta muy recientemente. El predominio del enfoque utilitarista en
la concepción del bienestar redujo los elementos definitorios de la pobreza fundamentalmente a la
renta o al ingreso, estableciendo, al mismo tiempo, niveles muy nítidos y poco exigentes éticamente
en la determinación de sus límites. Dado que el interés prioritario era la medición, esta forma de
entender la pobreza aseguraba su cuantificación sin mayores problemas. A pesar de la gran cantidad
de trabajos de medición realizados en los últimos 50 años, no se planteaba la reconsideración de los
presupuestos conceptuales que conformaban la definición de pobreza.

La concepción dominante en el siglo XX se ha basado en un concepto absoluto de pobreza, definido a


partir de lo que se denomina el umbral de pobreza. Ese umbral se determina en función del ingreso o
renta necesario para poder sobrevivir una persona, y una vez fijado se convierte en la referencia para
determinar quiénes son pobres. Realizada la identificación de los pobres, se procede a su medición.
Las dos grandes preguntas que resumen el planteamiento de este enfoque se pueden formular así: la
primera, quiénes son pobres (es decir, la definición del umbral); la segunda, cuántos pobres hay (o
sea, la metodología de la medición).

Pero, aun cuando ése haya sido el enfoque dominante, no ha sido el único. Las distintas
concepciones de pobreza pueden agruparse en dos grandes enfoques. Uno, que analiza la pobreza
desde sus síntomas; otro, que se preocupa de conocer las causas de esas manifestaciones. A partir
de este arranque, ambos enfoques presentan otras diferencias en la forma de abordar la pobreza,
ofreciendo dos propuestas metodológicas. Si se parte de los síntomas, la medición y las políticas
sociales focalizadas hacia los pobres serán sus preocupaciones. Si se parte de las causas, el análisis se
centrará en conocer los procesos donde se originan esas situaciones de carencia.

La hegemonía de la primera concepción de pobreza ha sido evidente en las últimas décadas y se


corresponde con la seguida por los organismos internacionales. Curiosamente, la preocupación por
el debate sobre su concepto sólo se ha producido cuando se refería a las sociedades desarrolladas.
La pobreza de los países en desarrollo no fue objeto de un debate paralelo, como si las grandes
miserias fueran evidentes en sí mismas y no necesitaran de mayores refinamientos. El estudio de la
pobreza en los países en desarrollo se ha producido desde la distancia y desde la preocupación por
determinar su extensión.

Esta visión estrecha de la pobreza se resume en las siguientes características. Primera, la pervivencia
de un concepto de pobreza que entiende ésta desde un referente absoluto: la mera supervivencia
biológica. A pesar de los profundos cambios experimentados desde principios de siglo, la referencia
de los mínimos de supervivencia apenas se ha modificado. Los mínimos que fijaron Rowntree y
Booth a fines del siglo XIX no presentan diferencias sustanciales del umbral de pobreza todavía
vigente del banco mundial, que establece el ingreso de un dólar-día por persona como referente de
la pobreza. Segunda, no es una casualidad esa continuidad, si se tiene en cuenta que la gran
preocupación del tratamiento de la pobreza fue su medición. Medir es distanciarse y requiere una
referencia clara y precisa: las condiciones básicas para sobrevivir. Esto pone de manifiesto la falta de
una preocupación normativa que plantee mayores exigencias a la hora de definir cuáles son las
situaciones de pobreza que pueden y deben ser superadas. Tercera, la determinación de cuáles son
los requisitos para la supervivencia no requiere ninguna definición previa de bienestar. Al contrario,
su referencia es meramente negativa y responde a la pregunta: ¿cuáles son las condiciones
imprescindibles para que las personas no mueran? Así, la responsabilidad del modelo –la exigencia
normativa– no va más allá de garantizar la supervivencia de las personas. Los aspectos positivos del
desarrollo, es decir, del bienestar, no se tienen en cuenta.

4) El Banco Mundial y la pobreza

Desde hace algunos años, se aprecia una progresiva asunción por parte del Banco Mundial (BM) del
objetivo de la lucha contra la pobreza como seña de identidad de su actividad. Como consecuencia
de las críticas recibidas por los fuertes impactos sociales producidos por los programas de ajuste,
sobre todo tras la aparición del Informe de la unicef __ en 1987, el Banco inició un proceso de
integración del tema de la pobreza dentro de sus actividades. Al final de la década de los 80, esa
preocupación se concretó en lo que se llamó la “dimensión social del ajuste”, que tenía como
objetivo una serie de políticas sociales para paliar los efectos negativos del ajuste. No constituía
propiamente una iniciativa coherente, con objetivos bien definidos y con una estrategia coherente de
políticas, sino un mero listado de proyectos de contenido social.

Más adelante, en su __Informe sobre el desarrollo mundial 1990, dedicado a la pobreza en el


mundo, el BM propuso su estrategia de lucha contra la pobreza basada en tres puntos: aumentar las
oportunidades de los activos de los pobres, especialmente el empleo; aumentar el acceso a los
servicios sociales, y crear redes de seguridad social focalizadas en los sectores más vulnerables. La
preocupación del BM por la pobreza se ha caracterizado por abordarla desde las medidas políticas,
eludiendo revisar el concepto.

El enfoque pragmático de la pobreza adoptado por el BM, con su evolución en las propuestas de
políticas, ha sido seguido por las demás organizaciones internacionales, y lo que hoy puede
considerarse el “nuevo consenso de la pobreza”, vigente en los organismos internacionales a fines de
los 90, responde a las propuestas del Banco (Lipton, 1997).

El “nuevo consenso” se concreta en seis puntos y no supone ninguna modificación sustancial del
enfoque tradicional: a) una definición de pobreza absoluta basada en el consumo privado que se
encuentra por debajo de una determinada línea de pobreza y que se concreta en el dólar por día y
persona como frontera; b) la medición de la pobreza a través de tres indicadores: incidencia
(porcentaje de personas por debajo de la línea de pobreza), intensidad (distancia entre el ingreso de
los pobres y la línea de pobreza) y severidad (compuesto por los dos anteriores); c) favorecer las
políticas que supongan el crecimiento de procesos de producción que requieran trabajo intensivo; d)
que las medidas que se adopten no empeoren la distribución del ingreso; e) la necesidad de la
intervención del Estado para garantizar la mejora del capital humano, especialmente en materia de
salud y educación; f) la creación de redes de seguridad que mitiguen la situación de las personas más
vulnerables.

Hay indicios de que ese consenso está siendo revisado. El Informe sobre el desarrollo mundial, 2000-
2001 __tendrá como tema la pobreza y el desarrollo, siguiendo la línea de dedicar cada diez años,
como lo hiciera en 1980 y 1990, el informe anual a cuestiones relacionadas con la pobreza. En el
proyecto del Informe se adivinan algunos cambios en cuanto al concepto y a la medición de la
pobreza, al reconocer el carácter multidimensional de la pobreza, superando así su visión tradicional,
que la constreñía a meras referencias de consumo e ingreso. Plantea una reconsideración de la
pobreza, en la que incluye como elementos constitutivos: la educación, la salud, el riesgo y la
vulnerabilidad, y el acceso a la toma de decisiones en el plano local y nacional.

5) El enfoque alternativo del bienestar

El punto de inflexión de un enfoque a otro se produce cuando la preocupación del objeto central del
conocimiento pasa de la situación de pobreza a explicar sus causas. El nuevo enfoque se produce al
plantearse la necesidad de adecuar el concepto de pobreza a las nuevas circunstancias y de buscar
una definición que contemple los valores que se reconocen a la persona. Parte de la preocupación
por encontrar la norma de pobreza ajustada a nuestro tiempo: las nuevas realidades exigen nuevas
conceptualizaciones. En ese contexto, la pobreza se manifiesta a través de procesos en continuo
cambio, cuya comprensión y análisis requieren categorías e instrumentos nuevos. Tales elementos
son la pluridimensionalidad, el concepto relativo de pobreza, los instrumentos analíticos novedosos,
el contenido normativo, la adecuación a la realidad cambiante y el análisis de las causas, que se
combinan para conformar el nuevo enfoque que se ha desarrollado especialmente en esta década a
partir de la propuesta del desarrollo humano realizada desde el pnud.

El paso de un concepto de pobreza absoluta a otro de pobreza relativa supone algo más que una
simple modificación de los criterios para establecer el umbral de pobreza. Al reconocer que la
pobreza no tiene una referencia fija, sino que ésta puede cambiar –por eso precisamente se dice que
es relativa–, se hace imprescindible introducir la consideración normativa. Si ya no se tiene como
referencia a los mínimos de supervivencia, que se pretendía podían fijarse de manera objetiva, es
necesario establecer nuevos criterios para determinar el umbral de pobreza. Ello lleva a preguntarse
por el bienestar; a determinar cuándo las personas no disfrutan de bienestar y, en consecuencia, son
pobres.

En la formulación del nuevo concepto de bienestar la aportación de Amartya Sen ha tenido una gran
influencia. Su propuesta supone una crítica profunda a la economía del bienestar convencional
vigente y pone de relieve las reducidas bases en torno a las que se ha construido la idea de bienestar
y de calidad de vida. La apertura del concepto de bienestar hacia nuevas dimensiones más allá de la
mera acumulación u opulencia supone una visión alternativa del bienestar que se traduce en
conceptos igualmente alternativos de desarrollo y pobreza. En resumen, Sen afirma que el espacio
crucial para evaluar la calidad de vida se encuentra en las capacidades de las personas, ya que las
capacidades captan el alcance de sus libertades positivas, por lo que el bienestar lo constituye la
expansión de las capacidades de las personas para poder optar ante diferentes opciones.

El objetivo prioritario es asegurar que las personas pueden vivir como tales. ¿Hasta dónde se puede
llegar en esa pretensión? Ésa es otra cuestión. Determinar cuándo una persona empieza a ser
persona no implica vislumbrar el resultado último, ni siquiera la gama de posibles estados deseables
que ella puede tener. De hecho habrá muchos posibles grupos o paquetes de objetivos diversos a
conseguir. La pobreza se define al precisar cuándo la persona dispone o no de las capacidades que le
posibilitan para emprender el camino que le lleve a elegir la combinación deseable y a esforzarse por
conseguir los recursos necesarios para que se haga realidad.

Formulado así, definir dónde empieza y dónde acaba la pobreza implica establecer qué capacidades
básicas y qué __funcionamientos son los realmente necesarios y valiosos para que la persona se
realice. La gran cuestión es cómo definir ese nuevo umbral de pobreza. A. D.

Bibliografía

Altimir, O. (1979), La dimensión de la pobreza en América Latina, Cuadernos de la CEPAL, Santiago de


Chile.

Banco Mundial (1990 y 2000-2001), Informe sobre el Desarrollo Mundial, Washington D.C.

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vol. 25, nº 7, julio, pp. 1003-1007.

Lipton, M. y M. Ravallion (1995), "Poverty and Policy", en Behrman, J. y T. Srinivasan (eds.),


Handbook of Development Economics, vol. 3, Elsevier Science.

Nussbaum, M. C. (1998), "Capacidades humanas y justicia social", en Riechmann, J. (coord.) (1998),


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Miller y S. A. Samad (1996), Poverty: A Global Review. Handbook on International Poverty Research,
Scandinavian University Press, Oslo, Noruega, pp. 18-32.

Woolf, S. (1989), Los pobres en la Europa moderna, Ed. Crítica, Barcelona.

Ver Otros

Análisis Pariticipativo de la Pobreza

Feminización de la pobreza

Indicadores de pobreza

Pobreza humana

Pobreza urbana y rural

Bloques temáticos

Desarrollo y subdesarrollo

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