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TEMA 2

LA TEORÍA DE LA NORMA JURÍDICA. ONTOLOGÍA JURÍDICA (I)

1. El concepto de Derecho como problema filosófico

a) Ontología jurídica como parte de la Teoría general del Derecho


¿Por qué el análisis más básico del fenómeno jurídico es el ontológico? La
delimitación de su objeto de estudio es el primer problema con el que se enfrenta toda
disciplina. Si la principal tarea de la filosofía del Derecho es la de definir ese Derecho
sobre el que pretende “filosofar”1, la aclaración de en qué consiste el Derecho es una
parte esencial de esta disciplina. Este análisis filosófico corresponde a lo que se llama
ontología jurídica.
La mayor parte de quienes han emprendido una indagación filosófica sobre el
Derecho no han dejado de hacerse esta pregunta: ¿Qué es el Derecho? Esta cuestión, en
sí misma, supone el planteamiento de un problema filosófico pero, además, es la base
para la comprensión de los demás problemas –filosóficos y no filosóficos– y el
presupuesto para que nuevos problemas puedan ser planteados. La determinación del
concepto de Derecho corresponde a la Filosofía del Derecho. Y ello porque las
disciplinas jurídicas especiales (el Derecho civil, el Derecho penal, el Derecho
administrativo, etc.), lejos de mostrarnos qué es el Derecho, lo dan por definido,
limitándose a exponer y sistematizar grupos aislados de normas.
El concepto de Derecho se presupone por las diversas materias jurídicas y,
justamente por eso, se sale del ámbito de sus competencias respectivas, por lo que tiene
de general2. No es asunto del Derecho Penal o del Derecho Civil ofrecer un concepto
acabado del Derecho. Precisamente, por ser el problema ontológico el más general de
los que se presentan en el ámbito jurídico, ya que afecta a todo el Derecho, le
corresponde su estudio a la Teoría general del Derecho, como parcela de la filosofía
jurídica.
En principio, la indagación sobre el concepto de Derecho está destinada a aclarar
a qué tipo de fenómenos o entes nos referimos con el término “Derecho”, así como a
determinar cuales son sus propiedades y características esenciales.

1
DABIN, J., “Qu’est-ce que la philosophie du droit?” en Archives de Philosophie du Droit, nº 7,
1962, p. 106.
2
DEL VECCHIO, G., “Qu’est-ce que la philosophie du droit?”, en Archives de Philosophie du
Droit, nº 7, 1962, p. 116.
El desentrañamiento de dicho problema presupone la realización de dos tareas:
a) por un lado, se trata de situar el Derecho en la realidad; b) por otro, es necesario
diferenciarlo de otros fenómenos que pudieran ser semejantes.
Resulta curioso como los distintos tratados y manuales sobre filosofía del
Derecho se centran fundamentalmente en la segunda tarea y suelen prescindir de la
discusión sobre la primera o darla por zanjada de un plumazo. Los debates sobre cuáles
son las propiedades o caracteres esenciales correspondientes a la naturaleza del Derecho
suelen reclamar la atención de los más diversos autores: si las normas son imperativos o
declaraciones de voluntad, profecías o preceptos; si van dirigidas a los jueces o a los
ciudadanos particulares; si tienen su origen en el pueblo, o en el Estado, o en un
soberano individual; si se caracterizan por la coacción, por la eficacia, por la justicia,
etc.
Sin embargo, la primera cuestión es la más básica de todas, puesto que será la
posición que se adopte sobre la naturaleza ontológica del Derecho la que condicione
cualquier análisis posterior que se pueda hacer del fenómeno jurídico. Con esta tarea se
pretende situar el Derecho en el catálogo de fenómenos que integran la realidad objeto
de nuestro conocimiento. Se trata de saber qué es el Derecho. Y este conocimiento
necesariamente es previo al de cómo es el Derecho.
Por otro lado, el análisis de ontología jurídica supone el nivel máximo en cuanto
a la generalidad en la apreciación del objeto: “Si la teoría de la norma jurídica se ocupa
de los aspectos generales de las normas jurídicas o de clases de normas jurídicas,
aisladamente consideradas, no hay nada más general en la contemplación aislada de las
normas jurídicas (o de cualquier otra cosa) que su naturaleza y propiedades
ontológicas”3.
Por ello, cualquier delimitación conceptual del Derecho ha de empezar por esta
tarea, a la que dedicaremos este tema. La segunda, la que consiste en identificar las
propiedades y caracteres que delimitan el Derecho de otros fenómenos más o menos
semejantes, será el objeto de estudio del tema siguiente.

b) Componentes de la ontología jurídica


Para HERNÁNDEZ MARÍN la ontología jurídica se ocupa del tema de la naturaleza
del Derecho, es decir, de la contemplación de la naturaleza ontológica de las normas
jurídicas que, al ser las unidades básicas del Derecho, configuran la naturaleza del
3
HERNÁNDEZ MARÍN, R., Introducción a la Teoría de la norma jurídica, Madrid-Barcelona
2002, p. 34.

2
mismo4. Por lo tanto, el problema ontológico es uno de los ámbitos de estudio de la
Teoría de la norma jurídica. En otro lugar, reconoce que este problema de la naturaleza
del Derecho es el problema fundamental de la filosofía jurídica, pero indica que además
de abarcar el análisis de la naturaleza de las entidades jurídicas también abarca la
cuestión de la naturaleza de las relaciones en las que intervienen entidades jurídicas5.
En resumen, el tema de la naturaleza del Derecho engloba dos cuestiones
centrales:
1) La cuestión de la naturaleza de las entidades pertenecientes al Derecho, que es
objeto de análisis de la Teoría de la norma jurídica.
2) La cuestión de la naturaleza de las relaciones entre las entidades jurídicas que
es analizada por la Teoría del sistema jurídico.
Por lo tanto, la delimitación completa de la naturaleza ontológica del Derecho (y,
por lo tanto, el descubrimiento del fundamento del concepto de Derecho) se alcanza con
el resultado combinado de ambos estudios.

2. El análisis ontológico de la norma jurídica.

a) El triple enfoque acerca de la naturaleza de las entidades jurídicas


Una parte del análisis de ontología jurídica (el que ahora nos interesa) aborda el
problema de la naturaleza de las entidades que componen aquello que los hombres
denominan Derecho, individualmente consideradas. Este problema puede ser enfocado
de varias maneras distintas:
1) La primera forma de enfocar el problema de la naturaleza de las entidades
jurídicas consiste en dilucidar cuál es su ubicación en la estructura de la realidad que es
objeto de conocimiento. Dicho de otro modo, se trata de determinar si las entidades
jurídicas son entidades factuales, es decir, hechos que existen en el espacio y en el
tiempo y que son susceptibles de observación empírica a través de los sentidos (directa
o indirectamente); o, por el contrario, son entidades ideales, formas intelectuales que no
integran la realidad espacio-temporal, ni son objeto de observación empírica, sino de
comprensión a través de la razón o de captación directa a través de la intuición.

4
HERNÁNDEZ MARÍN, R., Introducción a la Teoría de la norma jurídica, pp. 33 y 34.
5
HERNÁNDEZ MARÍN, R., Historia de la filosofía del Derecho contemporánea, Madrid 1989, p.
26.

3
2) La segunda forma de enfocar el problema consiste en decidir si las entidades
que componen el Derecho, las entidades jurídicas, han sido creadas o “puestas” por el
hombre y, en ese sentido, son entidades positivas, o bien constituyen una realidad
independiente del hombre, que éste encuentra y descubre y, de esta forma, pueden
llamarse entidades naturales.
3) La tercera forma de enfocar el problema trata de averiguar si las entidades
jurídicas son prescripciones, descripciones, afirmaciones, ruegos, reglas, etc. Esta forma
de enfocar el problema presupone la identificación de las entidades jurídicas con
oraciones o expresiones de un lenguaje y consiste en la indagación sobre su tipo de
discurso. Por lo tanto, este último enfoque corresponde, más bien, al análisis de filosofía
del lenguaje que constituye la segunda parte de los estudios de Teoría de la norma
jurídica.
Comenzaremos por el primer tipo de análisis, pero antes tenemos que hacer
algunas aclaraciones sobre la composición, ontológicamente hablando, de nuestro
mundo.

b) Entidades cuya existencia admitimos

1. Entidades factuales
Llamamos entidades factuales a los componentes de la realidad que nos rodea.
Las entidades factuales están formadas por los objetos físicos y los eventos. Los objetos
físicos son las cosas que existen en el mundo y que pueden ser apreciadas por nuestros
sentidos y están sometidas a las relaciones de causa y efecto (los animales, las rocas, los
muebles, los planetas, los océanos). Los eventos o hechos son los acontecimientos que
tienen lugar en el espacio y en el tiempo. Son sucesos que les pasan a los objetos físicos
(que un león atrape a una gacela, que la acción del río provoque la erosión del terreno,
el movimiento de traslación de la Tierra, o que Pedro se coma una galleta) y que
también se encuentran sometidos a las relaciones de causa y efecto, cuya producción
puede ser comprobada por los sentidos.

2. Entidades ideales
Junto a las entidades factuales los hombres suelen admitir que existe un mundo
de esencias que no se encuentran en el tiempo y en el espacio, que no son apreciables
por los sentidos y que están fuera del influjo de las relaciones de causalidad. Entidades

4
que no tienen nada que ver con los objetos físicos o con los hechos que somos capaces
de percibir. Pero que, sin embargo, “comprendemos” como existentes porque somos
capaces de entenderlas y asimilar su existencia. Son entidades como los números o las
figuras geométricas, los valores, los principios, los espíritus, las divinidades, etc.
A ese mundo no factual, PLATÓN lo denominó “el mundo de las ideas” y, por lo
tanto, “entidades ideales” las entidades que forman parte del mismo, las existencias que
no forman parte del mundo factual.
La teoría de las ideas de PLATÓN tenía una parte lógica y una parte metafísica 6.
La parte lógica trata sobre el significado de las palabras y, en especial, sobre el
significado de los términos genéricos: hay muchos animales de los que podemos decir
con certeza “esto es un gato”, pero con la palabra “gato” queremos significar algo
distinto de un único gato individual. Un animal es un gato, según esto, porque participa
de una naturaleza general que es común a todos los gatos. La palabra “gato” significa,
precisamente, esa naturaleza general que podemos llamar el gato universal, que no nace
cuando nace un determinado gato, ni muere con él, sino que es eterno, en cuanto que no
está en el tiempo ni en el espacio.
La parte metafísica, por otro lado, consiste en afirmar que ese gato universal,
significado por la palabra “gato”, existe en cuanto gato ideal, único y eterno, creado por
Dios, y que es el auténtico y verdadero gato. Todos los demás gatos, particulares y
contingentes, son gatos porque participan de manera más o menos imperfecta de la
naturaleza del gato ideal (es decir, se parecen “un poco” a la idea de gato). Así para
cada cosa que existe en nuestro mundo de hechos, le corresponde una idea en el mundo
de las ideas7.
Platón complementa su teoría de las ideas con una doctrina gnoseológica (teoría
del conocimiento) apropiada: sólo el gato ideal es real y auténtico, los demás gatos son
sólo sombras o apariencias, por lo tanto, sólo el gato ideal puede ser objeto de
conocimiento auténtico. Sobre las cosas del mundo de los hechos sólo podemos tener

6
RUSSELL, B., Historia de la Filosofía, Barcelona 2005, pp. 163 y ss.
7
Dicho sea de paso, este papel de las ideas en la doctrina platónica, como referente último del
mundo de los hechos, es el que ha llevado a mezclar dos significados diferentes de la palabra “ideal”: por
un lado, entidad no factual, por otro lado, objetivo de perfección. Pero no debemos olvidar que son cosas
diferentes que no conviene confundir: por ejemplo, los números se consideran entidades ideales, puesto
que no son factuales, pero no son “ideales” en el sentido de objetivos de perfección a alcanzar o perseguir.

5
opinión, una especie de intuición imperfecta que es cambiante y frecuentemente
errónea.
Las discrepancias sobre las entidades que forman parte de ese mundo de las
ideas han sido constantes a lo largo de la historia de la filosofía. La filosofía de la
ciencia actual, de tradición empirista, recela profundamente de un reino de las ideas
formado por entidades que se resisten a cualquier medio de verificación científica. En
particular, está totalmente desacreditada la opinión de que existe una idea para cada
objeto sensible. No obstante, sigue admitiéndose con carácter general la existencia de
ciertas entidades ideales. Particularmente las entidades matemáticas (números,
funciones, figuras geométricas, variables) cuentan con el respaldo de la comunidad
científica y, por lo tanto, son admitidas comúnmente por la filosofía actual. No es
frecuente que se ponga en duda la existencia del número, por ejemplo, como entidad
abstracta.
Sin embargo, hay un tipo de entidades ideales cuya existencia sigue estando
ampliamente discutida: se trata de las entidades semánticas, el tipo de entidades que
sirve para explicar el significado de las expresiones del lenguaje. A este tipo de
entidades nos referiremos en el apartado siguiente.

3. Entidades semánticas.
La opinión de que el sentido o significado de una expresión tiene una naturaleza
ideal que es distinta de la expresión en sí misma y de las cosas a las que la expresión se
refiere tiene su origen en la teoría de las ideas de PLATÓN: con la palabra “gato”
podemos nombrar a todos y cada uno de los gatos individuales que encontramos, pero ni
la palabra ni los gatos individuales son el significado de la palabra “gato”. Este
significado sería, más bien, la naturaleza general común a todo lo designado por “gato”
y que denominábamos gato universal. Como hemos visto, en la teoría platónica ese
gato universal existe como idea (el gato ideal), tiene una entidad propia.
ARISTÓTELES, en su Metafísica, somete a crítica la teoría de las ideas de Platón.
En principio considera que los términos generales como “gato”, así como los adjetivos
como “blanco”, “duro” o “redondo” son palabras que hacen de predicado a muchos
sujetos diferentes (“esto o aquello es un gato”; “esto o aquello es blando”), a diferencia
de los nombres propios que sólo hacen referencia a una única cosa o persona (“el Sol”,
“el Monte Olimpo”, “Heráclito”). Las cosas a las que se refieren estos últimos son
sustancias y la sustancia correspondiente sería el significado de la palabra (la palabra

6
“Heráclito” se refiere a la persona con ese nombre y ese también es su significado). En
cambio, los significados de los nombres generales o de los adjetivos, son los llamados
universales, esto es, cualidades que pueden ser predicadas de varias sustancias. Para
ARISTÓTELES, las categorías universales (y aquí está la gran diferencia con respecto a
PLATÓN), no tienen entidad propia, no son sustancias y, por lo tanto, carecen de
existencia por sí mismas (es decir, el término “gato” significa la naturaleza propia del
gato, el gato universal, pero esto no presupone que exista el gato ideal).
Sin embargo, los filósofos que siguieron a ARISTÓTELES han interpretado las
categorías universales metafísicamente8. Distinguieron sustancias y universales, pero
consideraron que los universales tenían una existencia propia: la palabra “Heráclito” se
refiere a la persona llamada Heráclito que es una sustancia que tiene existencia propia,
como entidad material que es; la palabra “blanco” se refiere a la cualidad de la
blancura, que es un universal, pero que también tiene existencia propia como entidad
ideal. Podría decirse que estos seguidores de ARISTÓTELES, sobre todo los escolásticos
medievales, platonizaron a su maestro.
Todo esto condicionó, y lo sigue haciendo, la manera de entender nuestros usos
del lenguaje. La asimilación de la explicación de los significados de los términos, y de
las expresiones lingüísticas en general, con universales abstractos ha llevado a que
estemos familiarizados casi intuitivamente con la concepción de que el lenguaje
requiere de un componente ideal para su correcta comprensión.
El sentido o significado de una palabra como “mesa” es evidentemente algo
distinto de la palabra misma (que no es más que una cadena de signos) y también del
objeto mesa. Tampoco el sentido se identifica con una imagen mental o fenómeno
cerebral subjetivo de la persona que produce o capta la expresión. Más bien, el sentido
de una expresión se entiende como algo objetivo del mundo externo, que está fuera de
los sujetos9.
De este modo, no hay más remedio que considerar que estos sentidos, que no
son hechos perceptibles del mundo exterior ni del mundo interior del sujeto, no pueden
ser más que entidades ideales. A este tipo de entidades se les denomina entidades
semánticas.

8
RUSSELL, B., Historia de la Filosofía, Madrid 2005, p. 204.
9
HERNÁNDEZ MARÍN, R., Compendio de Filosofía del Derecho, Madrid 2012, p. 35.

7
A la hora de clasificar las entidades semánticas es necesario partir de una
clasificación más general que engloba a todas las que podemos calificar como entidades
lingüísticas, es decir, aquellas que integran o componen el lenguaje.
En primer lugar, tenemos la expresión: una expresión del lenguaje es una cadena
finita de símbolos de ese lenguaje. Una expresión puede estar mal formada (ej. “le
quedolifia me se”) o bien formada (“una clase de teoría”). A su vez las expresiones bien
formadas pueden no tener significado completo (“una clase de teoría”, “el comprador”),
o tener significado completo (“Ayer tuvimos una clase de teoría”; “el comprador es
quien debe pagar el precio”).
Una expresión bien formada que tiene sentido por sí misma, pero no tiene
sentido completo, se denomina término.
Una expresión bien formada que tiene sentido completo por sí misma se
denomina oración o enunciado.
El sentido o significado de un término se denomina concepto. El sentido o
significado de una oración o enunciado se denomina proposición.
Las expresiones, términos y oraciones son entidades lingüísticas. Las entidades
lingüísticas pueden ser orales o escritas. Las primeras son hechos, acontecimientos que
suceden a través de la realización de actos de habla de los seres humanos. Las segundas
son objetos (signos inscritos en un soporte). En cualquier caso se trata de entidades
factuales, realidades que pertenecen al mundo material y se perciben por los sentidos.
En cambio, los conceptos y proposiciones son entidades ideales. No se aprecian
por los sentidos sino que se captan por la comprensión del significado de los términos y
oraciones. Este tipo de entidades ideales reciben el nombre de entidades semánticas.

4. El nominalismo.
En cierto modo, el principal argumento para sostener que existen las entidades
semánticas como entidades ideales es que constituyen un elemento necesario para
comprender el fenómeno del lenguaje. Por este motivo, el principal ataque que se puede
hacer a la admisión de este tipo de entidades deriva de la demostración de que son
prescindibles. Este es el sentido de la célebre máxima del escolástico franciscano que
vivió entre los siglos XIII y XIV, GUILLERMO DE OCCAM, la conocida como Navaja de

8
Occam: “Los entes no deben multiplicarse sin necesidad” 10. Es decir, al hacer nuestras
interpretaciones de la realidad debemos siempre preferir aquellas que no den por
supuesto entes hipotéticos cuando no haya necesidad para ello.
Se considera que OCCAM fue el origen de la corriente nominalista. El
nominalismo es la teoría filosófica que niega la existencia de entidades ideales
semánticas, es decir que niega la existencia de los sentidos de las expresiones, niega que
existan los conceptos y las proposiciones. Es una especie particular del empirismo
(mientras que el empirismo rechaza todo tipo de entidades ideales, el nominalismo se
limita a negar las entidades semánticas). Para el nominalista, el conocimiento se
transmite por palabras y no por universales que determinen el significado de las
palabras (por ej., existe la palabra “botella” y existe esta botella, pero no existe el
concepto de botella; existe la palabra sabio y es cierto que Alfonso es sabio, pero no
existe el concepto de sabiduría). Los universales son sólo palabras que son predicables
de cosas o de otras palabras.

c) Sobre la naturaleza de las normas jurídicas: realismo e idealismo.


El problema de la naturaleza de las normas jurídicas se aborda mediante la
pregunta: ¿qué tipo de entidades son las normas jurídicas? Sobre la naturaleza del
Derecho la filosofía ha debatido siempre entre dos posiciones antagónicas
fundamentales: la realista y la idealista.
Para la posición realista, el Derecho es un hecho de la realidad social, externa y
observable. Para las doctrina idealistas, el Derecho es alguna forma de entidad ideal que
es aprehendida, intuida, razonada, querida o pensada por los seres humanos.

1. Realismo jurídico.
En filosofía, la doctrina realista clásica se asocia a la filosofía platónica que tiene
en la realidad de las ideas su objeto de conocimiento.
Pero en la actualidad, el realismo jurídico contemporáneo es una doctrina
jurídica que se caracteriza por su rechazo a los elementos metafísicos del estudio
ontológico y la prevalencia del análisis empírico. A este movimiento realista
corresponden dos grandes corrientes: el realismo jurídico norteamericano (LLEWELLYN,
FRANK, entre otros) y el realismo jurídico escandinavo (HÄGERSTRÖM, fundador de la
Escuela de Uppsala, LUNDSTEDT, OLIVECRONA y ROSS).
10
Esta es la formulación del principio que se le atribuye a OCCAM, aunque en realidad él no lo
dijo así, sino: “Es vano hacer con más lo que puede hacerse con menos”; RUSSELL, B., Historia de la
Filosofía, p. 519.

9
Las doctrinas realistas han localizado siempre la esencia del fenómeno jurídico
en hechos reales, pero no siempre han coincidido en cuáles. Para el realismo el Derecho
se compone de entidades factuales, de hechos, no de entidades ideales. Casi todos,
entienden que estas entidades factuales son hechos externos, expresiones orales o
escritas que forman parte de la realidad sensible. Algunos, en cambio, sostienen que el
derecho está compuesto por fenómenos internos de carácter psicológico que tienen lugar
en la mente de los sujetos.
Para los autores realistas, el Derecho, como componente de la realidad, puede
actuar como causa o como efecto11.
La mayoría de los realistas escandinavos consideran que el Derecho es causa de
efectos de naturaleza psíquica, por ejemplo la creencia de los sujetos en que tienen una
obligación, o un deber, o un derecho.
Otros autores, como OLIVECRONA entre los escandinavos, y algunos americanos
como LLEWELLYN, consideraban que el derecho era causa de fines sociales; el derecho
es un instrumento para conseguir objetivos de interés general o social (tesis
instrumentalistas).
Entre los que consideran que el Derecho es efecto de ciertas causas, J. FRANK
considera que el Derecho son las decisiones judiciales y estas vienen producidas por los
gustos y prejuicios de los jueces: “si le gustan las mujeres, las rubias, los hombres con
barba, los meridionales, los italianos, los ingleses, los fontaneros, los ministros, los
licenciados o los demócratas”12.
Entre las doctrinas realistas que consideran que el Derecho es el efecto de causas
de tipo social o económico, debe destacarse la teoría jurídica marxista.
Estas corrientes realistas, como se puede observar, se han preocupado
fundamentalmente del estudio del Derecho desde el punto de vista externo. No han
prestado atención al estudio del Derecho desde el punto de vista interno.
El realismo jurídico puro, como doctrina iusfilosófica que estudia el Derecho
desde el punto de vista interno, parte de la convicción de que el Derecho es un hecho
lingüístico: el Derecho está compuesto por entidades lingüísticas factuales. De este
modo, el estudio del Derecho consiste fundamentalmente en análisis empírico y lógico-
lingüístico sobre ese conjunto de entidades.

11
HERNÁNDEZ MARÍN, R., Historia de la filosofía del Derecho contemporánea, p. 260-277.
12
FRANK, J., Derecho e incertidumbre, Buenos Aires 1968, p. 57-61.

10
Una concepción realista acerca de la naturaleza de la norma jurídica es aquella
que concibe las normas jurídicas exclusivamente como eventos u objetos del mundo
externo, ya sea como expresiones orales emitidas por los seres humanos, ya sea como
texto escrito (lo que es más frecuente en nuestros días). En este último caso, las normas
jurídicas consisten en enunciados, expresiones bien formadas con significado completo.

2. El idealismo jurídico
El realismo jurídico no es una corriente mayoritaria. Ni mucho menos. La mayor
parte de los juristas, teóricos y prácticos, admite (consciente o inconscientemente) la
existencia de entidades ideales y considera que el Derecho está compuesto principal o
exclusivamente por este tipo de entidades. La tradición del idealismo platónico,
conservada en la manera de entender los elementos del lenguaje hasta nuestros días,
explica, en parte, el éxito de esta concepción. A esto se le añade la insatisfacción que
suele generar la explicación empirista y realista, al considerar insuficiente agotar el
análisis de la realidad del fenómeno jurídico en simples hechos lingüísticos y abogar por
una explicación que tenga en cuenta la “riqueza de matices que pueden apreciarse en la
realidad omnicomprensiva del Derecho”.
De este modo, es normal considerar que el Derecho, aunque tenga su origen en
hechos, es más que eso, puesto que es la expresión de un “deber ser” y esa circunstancia
constituye la verdadera naturaleza de la norma.
Para concretar las nociones que acaban de exponerse, podemos afirmar que las
corrientes idealistas sobre la naturaleza del Derecho sostienen que la norma jurídica no
es el enunciado, no es el texto de la ley, si no la interpretación del enunciado, su sentido;
es decir, la norma jurídica se identifica con la proposición expresada por el enunciado.
Esta proposición es una entidad ideal.
Pero, más allá incluso de esta explicación sobre la naturaleza de las normas
legales, los juristas suelen admitir la pertenencia al Derecho de otras entidades ideales,
tales como valores, principios, esencias, etc. Estas entidades ideales no se identifican
con el sentido de ningún enunciado expresado en lenguaje y, por lo tanto, no son
proposiciones. Su existencia se admite con independencia de que pueda identificarse
una oración pronunciada o escrita de la que sean su sentido. En el caso de los principios,
suelen tomarse como válidos con independencia de que hayan sido o no expresamente
formulados en el texto de una ley o de una constitución.

11
En realidad, la muy común aceptación de esta variopinta diversidad de especies
ontológicas encuentra su razón de ser en los intentos de justificar ciertas características
que se predican como rasgos distintivos de “lo jurídico”, o bien en la fundamentación de
un sistema de fuentes acríticamente admitido como válido en cada sistema de cultura
jurídica.

3. Positividad o no positividad de las normas jurídicas.

a) Derecho positivo y Derecho natural


Normas jurídicas positivas son las que han sido creadas por el hombre. Se
llama Derecho positivo a todo el Derecho que tiene su origen en actos humanos de
legislación o de promulgación de normas.
Normas jurídicas no positivas o naturales serían aquellas cuya existencia no
depende del hombre (cuya existencia es anterior, independiente o superior al hombre).
El Derecho natural estaría integrado por aquellas normas que los seres humanos
consideran que rigen su conducta y conforme a las cuales deben ser valorados sus actos,
pero sin tener origen en actos expresos de creación humana; el Derecho natural sería un
Derecho que le viene impuesto a priori al genero humano. Como ejemplos de estas
normas de Derecho natural podríamos citar la que prohíbe hacer daño a los demás, la
que ordena evitar el mal, o dar a cada uno lo suyo.
Mientras que la existencia de las normas positivas no es discutida (o es
raramente discutida), la existencia de un Derecho natural ha sido históricamente una
fuente de debate. Se habla de doctrinas de Derecho natural para referirse a las
corrientes de filosofía jurídica que, de alguna manera, sostienen la existencia de normas
jurídicas naturales.

b) Naturaleza ontológica del Derecho positivo y del Derecho natural


La relación entidades jurídicas ideales-entidades jurídicas factuales es
relativamente independiente de la relación entidades jurídicas naturales-entidades
jurídicas positivas13.
Las normas jurídicas naturales son, en cuanto a su naturaleza ontológica,
entidades ideales, puesto que existirían sin que nadie las hubiese formulado. Cualquier
doctrina del Derecho natural sostiene que este Derecho está formado por entidades
abstractas que rigen la conducta de los hombres y que sirven para valorar sus acciones.
13
HERNÁNDEZ MARÍN, R., Compendio de Filosofía del Derecho, pp. 40-42.

12
La existencia de estas reglas abstractas se concibe con independencia de que reciban o
no concreción en las reglas del Derecho positivo. Por ejemplo, la regla natural que
prohíbe causar la muerte a otro ser humano existiría y sería válida aunque el Derecho
positivo no castigase el asesinato o incluso lo permitiese expresamente. Esta regla, en
cuanto se admite su existencia más allá de cualquier constatación empírica, no puede
concebirse de otra manera que como entidad ideal.
En cambio, no todas las normas jurídicas ideales son naturales. En el
pensamiento jurídico podemos encontrar ejemplos históricos de tesis que afirman que
existen entidades jurídicas ideales que son independientes del hombre y que constituyen
el Derecho natural, y también tesis que afirman que existen normas jurídicas ideales
cuya existencia depende del hombre y que, por lo tanto, son normas jurídicas positivas.
Cuando, en el apartado anterior, explicábamos la concepción idealista del Derecho, se
exponía como el Derecho legislado era identificado con el sentido o significado de la
ley y no exclusivamente con el texto legal. De este modo, resulta que las normas
jurídicas positivas (las contenidas en las leyes elaboradas por el legislador humano) son
concebidas como entidades semánticas ideales y no como hechos. Es decir, estaríamos
hablando de entidades jurídicas que son al mismo tiempo ideales y positivas.
Otro ejemplo muy significativo es el de las normas consuetudinarias (a las que
nos referiremos en el tema dedicado a las Fuentes del Derecho): las normas
consuetudinarias, se consideran normas ideales, pero evidentemente positivas puesto
que se crean a partir de la regularidad de comportamientos de un grupo humano
(costumbre).

c) Doctrinas del Derecho natural


El objetivismo ético es la tesis que sostiene la existencia de entidades naturales
de carácter ético (que pueden ser principios, valores o normas tanto de carácter jurídico,
como moral o religioso). Se le llama objetivismo porque la entidades naturales cuya
existencia sostiene son independientes de la creación o formulación por parte de lo seres
humanos. No son, por tanto, realidades subjetivas, sino que se trata de realidades
objetivas que los seres humanos encuentran o descubren a través de la razón o la
intuición.
El objetivismo jurídico es una tesis más concreta que la anterior, que sostiene la
existencia de entidades naturales (principios, valores o normas) de carácter jurídico.
Igualmente, estas entidades jurídicas naturales se conciben como objetivas, no son “una

13
ensoñación atribuible a nuestra personal subjetividad, sino un objeto externo que
podemos conocer”14. Quien sostiene el objetivismo jurídico sostiene también el
objetivismo ético, pero no todos los que sostienen el objetivismo ético, sostienen
también el objetivismo jurídico (puesto que puede ser que admitan la existencia de
entidades naturales de carácter moral, pero no la existencia de entidades naturales de
carácter jurídico)15.
Las doctrinas del Derecho natural son aquellas corrientes filosóficas que
sostienen el objetivismo jurídico, es decir, que afirman que hay un Derecho natural (una
doctrina que sostuviera que existen entidades naturales de carácter moral, pero no
entidades naturales jurídicas no sería una doctrina del Derecho natural). Este
objetivismo jurídico suele presuponer que las entidades jurídicas naturales, en cuanto
objetivas, son universales e inmutables a lo largo de los siglos. Sin embargo, la
diversidad de contenidos adjudicados al Derecho natural en cada tiempo y lugar
contradice en buena medida esta observación. Como algunos autores han observado:
“ante la pregunta de qué ordena el Derecho natural la respuesta varía entre las distintas
épocas y aun entre los distintos autores dentro de una misma época; de manera que para
unos la esclavitud constituye una institución natural, mientras que otros defienden la
libertad de todos los individuos; algunos consideran que la propiedad privada es la
primera de las leyes naturales, pero no falta quien prefiere un régimen de comunidad de
bienes; quienes piensan que los hombres poseen una tendencia natural a la guerra
lógicamente no proponen el mismo modelo de organización social que aquellos que
confían en la tendencia natural a la cooperación y solidaridad”16.
La creencia en un Derecho natural ha sido la posición dominante entre los
juristas durante siglos, desde la antigüedad hasta bien entrado el siglo XIX. Durante este
largo período las diversas corrientes que se han ocupado del tema han tratado con
diversos problemas relacionados con su objeto de estudio, entre los que destacan la
cuestión de su origen y el problema de su conocimiento.
Sobre su origen, el calificativo “natural” parece indicar que se refiere a que el
fundamento o principio generador del Derecho se encuentra en la naturaleza. La idea
general es que el hombre forma parte de la naturaleza, es un elemento de la misma y
dentro de ella participa de una serie de tendencias naturales. Estas tendencias le
14
BETEGÓN, GASCÓN, PÁRAMO, PRIETO, Lecciones de Teoría del Derecho, Madrid 1997, p. 32.
15
HERNÁNDEZ MARÍN, R., Historia de la filosofía del Derecho contemporánea, p. 43.
16
BETEGÓN, GASCÓN, PÁRAMO, PRIETO, Lecciones de Teoría del Derecho, p. 33.

14
orientan a determinados fines, como tener hijos, proteger a su familia o asegurar su
supervivencia. Perseguir estos fines es natural para el hombre y aquellas cosas que le
ayudan a alcanzarlos son conformes con la naturaleza. De este modo, las leyes que
ayudan a conseguir los fines naturales del hombre son las que constituyen el Derecho
natural17.
No obstante, el modo de entender esa naturaleza no ha sido constante, ni
tampoco siempre se ha considerado que el elemento fundamental del origen del Derecho
natural se encuentre en algo que pueda denominarse naturaleza en sentido propio.
Entre los primeros griegos existía una noción común de que había leyes
superiores a las humanas promulgadas por los dioses. En PLATÓN y en ARISTÓTELES se
pueden encontrar ciertos vestigios de esta idea. Pero es fundamentalmente con la
escuela estoica, y sobre todo con los estoicos del período romano, C ICERÓN, SÉNECA y
el emperador MARCO AURELIO, cuando aparece la noción de ius naturale. Para ellos, la
ley natural dispone que el hombre viva de acuerdo con su propia naturaleza. El carácter
universal de esta naturaleza es expresado en la Meditaciones de MARCO AURELIO
cuando señala que “existe una ley que, a su vez, denota que todos nosotros somos
ciudadanos y que compartimos una misma ciudadanía; por tanto, el mundo es una única
ciudad”.
La doctrina cristiana sobre el Derecho natural bebió, sobre todo, de las fuentes
del estoicismo. Y lo combinó con la teoría platónica sobre las ideas (el platonismo es la
base filosófica de la primera teología cristiana). El cristianismo recogió la idea de un
Derecho natural impreso en la naturaleza, reflejo de las tendencias naturales que el
hombre está llamado a seguir. Por supuesto, es Dios el que ha impuesto estas reglas en
la naturaleza y actuar conforme a ellas es seguir los designios de Dios. El cristianismo
añade además un elemento del que carecían las doctrinas estoicas: la sanción por el
incumplimiento de la ley natural, puesto que adaptarse a la voluntad de Dios lleva
aparejado el premio de la vida eterna, mientras que el separarse de la misma acarrea las
penas del infierno.
La síntesis de la teoría cristiana del Derecho natural se produce con SANTO
TOMÁS DE AQUINO y su principal obra, la Summa Theologica. SANTO TOMÁS distingue
entre la ley eterna y la ley natural y considera que la ley natural consiste en la
participación del hombre en la ley eterna. El origen divino de la ley eterna y, por lo
tanto, de la ley natural, sigue estando presente, como no podía se de otro modo. Pero el
17
RIDDAL, J.G., Teoría del Derecho, Barcelona 1999, p. 82.

15
elemento añadido, en este caso, es el carácter racional de los principios que conforman
la ley natural, en cuanto todo en la naturaleza está ordenado conforme a razón. Esta idea
fue el germen del racionalismo iusnaturalista que aparecería en el siglo XVII.
En el siglo XVII los filósofos racionalistas se dieron cuenta de que el Derecho
natural, del que debía deducirse un sistema de normas de conducta, no tenía por qué
depender necesariamente de la existencia de una divinidad; la razón deja de ser un
camino para acceder a la revelación divina y pasa a ser un instrumento autónomo del
conocimiento científico. Así, HUGO GROCIO, en De iure belli ac pacis, después de hacer
una exposición sobre determinados principios de Derecho natural añade: “Lo que
acabamos de decir sería igualmente importante si admitiésemos que Dios no existe” 18.
Podemos cifrar aquí el origen de un Derecho natural no religioso. Los grandes
racionalistas del Derecho natural, tales como PUFENDORF, TOMASIO o WOLF se
preocuparon de construir un sistema de Derecho natural completamente secularizado y
científico, que tomara como modelo el de la geometría euclidiana (more geometrico), de
manera que, a partir de unos primeros principios evidentes, fuera posible descubrir por
medio de operaciones racionales, todas sus consecuencias.
Sobre la cuestión del método de conocimiento, descartado el análisis empírico
como método apropiado, dado el carácter eminentemente ideal que toda doctrina del
Derecho natural presupone del mismo, se han propuesto distintos métodos tales como la
revelación a través de las Sagradas Escrituras, la apreciación a través de la razón, o bien
la razón auxiliada por la fe, o el sentido común, o incluso el sentimiento.
Sin embargo, desde SANTO TOMÁS, la razón humana ha sido considerada como
principal fuente de conocimiento del Derecho natural19. Incluso cuando el Derecho
natural tiene su origen en la voluntad de Dios, sin el cual la ley no sería mandato, la
razón es el instrumento privilegiado de conocimiento: sólo un acto intelectual puede al
hombre permitir conocer esa voluntad de Dios que es la ley natural. Por eso las
doctrinas del Derecho natural sostienen la tesis del cognitivismo jurídico: los valores y
18
Aunque eso sí, añade: “lo cual no podemos admitir sin una gran perversidad”. Téngase en
cuenta que, en aquella época, una acusación de herejía resultaba una amenaza terrible.
19
Con anterioridad, el pensamiento cristiano estaba dominado por el voluntarismo que tiene su
origen en San Agustín y que tiene su continuación en los escolásticos franciscanos del siglo XIV (Scoto y
Occam). Para estos sólo la voluntad de Dios es el origen de todo Derecho natural, mientras que el
hombre, corrompido como está por el pecado original, tiene inutilizada su razón para llegar a comprender
por si mismo los designios de Dios: sólo puede conocer los mandatos de Dios a través de la fe; sólo la fe
justifica su conducta.

16
principios jurídicos pueden ser conocidos a través de la razón, puesto que podemos
afirmar cosas verdaderas o falsas sobre ellos.

d) Iusnaturalismo y positivismo

1. Iusnaturalismo
Dentro de las doctrinas del Derecho natural, algunas de ellas (en realidad, una
gran parte) sostienen la tesis iusnaturalista. Esta tesis consiste en señalar que para que
una norma positiva sea jurídica es condición necesaria que sea conforme al Derecho
natural. A las corrientes filosóficas que sostienen la tesis iusnaturalista se les llama
doctrinas iusnaturalistas. Aunque todas las doctrinas iusnaturalistas son también
doctrinas del Derecho natural, no toda doctrina del Derecho natural es una doctrina
iusnaturalista, puesto que una teoría puede admitir la existencia de entidades jurídicas
naturales (derivadas de la naturaleza humana o de Dios) y, por lo tanto, ser una doctrina
del Derecho natural, y, no obstante, no sostener la tesis iusnaturalista al entender que el
Derecho formulado por los hombres vale, sea cual sea su contenido.
Al vincular la validez del Derecho positivo a su contenido, el iusnaturalismo
propone un fundamento de la obligatoriedad del Derecho y, al mismo tiempo, un límite
para todo Derecho positivo: lo que es Derecho lo es por ser conforme al Derecho
natural; lo que es contrario al Derecho natural no puede ser Derecho.
El origen del iusnaturalismo está en la dualidad hecho-idea que aparece en
PLATÓN: toda entidad del mundo factual tiende a su perfección por asimilación con la
idea correspondiente. Esta dualidad es sustituida en el iusnaturalismo por la dualidad
Derecho positivo-Derecho natural: todo Derecho positivo tiende a su perfección por
asimilación al Derecho natural.
No obstante, es difícil encontrar entre los filósofos de la antigüedad algún
ejemplo de que el Derecho natural sirva como instancia suprema de control del Derecho
positivo. Ni siquiera entre los estoicos, cuyas preocupaciones estaban volcadas más bien
en la búsqueda de la virtud individual, pueden encontrarse ejemplos claros de
vinculación entre el Derecho natural y el positivo.
La doctrina iusfilosófica cristiana lleva la tesis iusnaturalista a sus últimas
consecuencias. SAN AGUSTÍN señala que si la ley es injusta, no es ley, y un Estado que
no actúa conforme a la justicia no se diferencia en nada de una banda de ladrones. Pero
es SANTO TOMÁS el que hace la exposición más acabada de la tesis iusnaturalista: “Toda

17
ley humana tendrá carácter de ley en la medida en que derive de la ley de naturaleza; y
si se aparta un punto de la ley natural ya no será ley, sino corrupción de ley”.
El iusnaturalismo racionalista, que corresponde a las doctrinas del Derecho
natural de los siglos XVII y XVIII, supondrá la primacía de la razón en la
fundamentación de la ley: el Derecho debe ser racional para ser válido, el Derecho
positivo será una aplicación práctica de los principios elementales de la razón. Esta
fundamentación racionalizada tendrá una consecuencia material desde finales del siglo
XVIII y en el siglo XIX: las Declaraciones de derechos y las Constituciones. Podemos
recordar como en la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de 1776 se
indicaba: “Sostenemos estas verdades por evidentes: que los hombres son dotados por
su Creador de ciertos derechos inalienables y que para garantizar estos derechos se
instituyen entre los hombres los gobiernos”. Más adelante sigue indicando que “siempre
que una forma de gobierno se haga destructora de esos principios, el pueblo tiene
derecho a reformarla o a abolirla”.
La crítica positivista a la tesis iusnaturalista, a partir del siglo XIX, supuso una
disminución en el número de los autores que la defendían, aunque estos nunca llegaron
a desaparecer completamente. En particular, entre los filósofos y juristas cristianos
siguió siendo la tesis dominante de manera ininterrumpida hasta nuestros días.
Desde el final de la II Guerra Mundial se produce un renacimiento de la tesis
iusnaturalista en muchos autores, incluso desde posiciones no religiosas. El ejemplo
más significativo de este cambio de tendencia lo encontramos en el filósofo alemán
GUSTAV RADBRUCH. En un principio, negaba la tesis iusnaturalista, al rechazar que la
validez de una ley dependiera de su contenido. Sin embargo, las atrocidades del régimen
nazi le hicieron replantearse sus ideas, llegando a la conclusión de que ninguna ley
puede considerarse válida si contradice los principios básicos de justicia. El lema
proclamado por RADBRUCH, “hay leyes que no son Derecho y Derecho por encima de
las leyes” refleja claramente esta posición del nuevo iusnaturalismo que rechaza la
validez de las leyes injustas.
Desde ese momento, hasta la actualidad, varios autores (DWORKIN, ALEXY,
ZAGREBELSKY, KALINOWSKY) han retomado la vía del iusnaturalismo, aunque en la
mayoría de las ocasiones sin proclamarlo abiertamente.

2. Positivismo

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Se llama iuspositivismo, o positivismo jurídico, en un sentido vulgar, a
cualquier teoría jurídica que rechace la existencia del Derecho natural. En sentido
amplio, se dice que es la teoría jurídica que rechaza la tesis iusnaturalista. En estos
sentidos, vulgar y amplio, se podrían calificar de positivistas algunas corrientes
filosóficas que en realidad difieren bastante de lo que históricamente se considera
positivismo; por ejemplo, algunos autores han calificado al realismo jurídico como una
versión radicalizada del positivismo jurídico20.
Pero en un sentido estricto, iuspositivista es la teoría jurídica idealista que
rechaza la tesis iusnaturalista21. Como se ha señalado antes, entidad jurídica ideal y
entidad jurídica natural no se identifican plenamente, puesto que cabe la posibilidad de
concebir los componentes del Derecho positivo como entidades ideales. Este,
precisamente, es el enfoque peculiar del positivismo jurídico (y el que lo diferencia de
otras corrientes, como la realista), el concebir las entidades jurídicas positivas como
entidades de naturaleza ideal, si bien fruto de la creación humana.
El positivismo jurídico adquiere relevancia a partir del siglo XIX, llegando a
desplazar las, hasta ese momento, imperantes doctrinas iusnaturalistas. Desde ese
momento, se han venido sucediendo diversos autores y corrientes filosóficas que pueden
ser adscritas a la corriente iuspositivista tal y como ha sido definida en sentido estricto.
En el siglo XIX podemos destacar:
- Jurisprudencia de conceptos (R. VON IHERING).
- Jurisprudencia analítica inglesa (J. BENTHAM y J. AUSTIN).
- Escuela de la Exégesis francesa (DOMAT y POTHIER).
En el siglo XX, por su parte:
- Jurisprudencia de intereses (P. HECK)
- Movimiento del Derecho libre (E. EHRLICH, F. GENY, H. KANTOROWITZ)
- Teoría pura del Derecho (H. KELSEN)
- Nueva jurisprudencia analítica (H.L. HART)
Precisamente este último autor, HART, ha propuesto cinco tesis que, a su juicio
caracterizan el positivismo jurídico y que han sido utilizadas muy frecuentemente como
elementos de identificación de este tipo de doctrinas22:

20
BETEGÓN, GASCÓN, PÁRAMO, PRIETO, Lecciones de Teoría del Derecho, p. 67.
21
HERNÁNDEZ MARÍN, R., Compendio de Filosofía del Derecho, pp. 41-42.
22
HART, H.L., El concepto de derecho, p. 321.

19
1) Las normas jurídicas como imperativos; el positivismo identifica al Derecho
con mandatos coactivos (ordenes respaldadas por sanciones). En relación con esto, se
suele señalar que las doctrina positivistas son voluntaristas, puesto que entiende que las
normas jurídicas tienen su origen en la voluntad del emisor del mandato (por ej., el
legislador o el soberano). Sin embargo, estas características no aparecen en autores
claramente positivistas: el propio HART no considera que todo el Derecho esté formado
por mandatos coactivos. Por otro lado, el voluntarismo no aparece en autores como
IHERING, puesto que sostiene que el origen de las entidades jurídicas está en la
contemplación a través del conocimiento23.
2) La separación entre el Derecho y la moral. Se entiende que es característico
del positivismo el considerar que Derecho y moral son órdenes normativos
independientes y que no se condicionan el uno al otro. Sin embargo, también las
doctrinas iusnaturalistas separan el Derecho de la moral; para el iusnaturalismo el
Derecho positivo está condicionado por el Derecho natural, pero este último es diferente
de la moral que constituye un sistema normativo diferente, con características y ámbitos
propios.
3) La pureza metodológica. El positivismo caracteriza al Derecho prescindiendo
de sus contenidos valorativos, tales como la moralidad o la justicia de su regulación.
Una cosa es el análisis de los conceptos y normas jurídicas y otra cosa distinta es la
valoración crítica que se haga de las mismas. El análisis jurídico también es
independiente del análisis sociológico, es decir, del examen de las relaciones de causa y
efecto que tiene el Derecho con la realidad que lo rodea.
4) La concepción del Derecho como un sistema lógico cerrado. Es decir, para el
positivismo, el Derecho formaría un sistema completo, coherente y pleno. Sobre esto,
hay muchísimos contraejemplos de teorías positivistas que no sostienen esta tesis (la
jurisprudencia analítica inglesa, el movimiento del derecho libre o la teoría pura del
Derecho de Kelsen).
5) Doctrina ética no cognitivista. Como ideología, el positivismo defiende la
obligatoriedad de cumplir el Derecho positivo, al margen de cualquier consideración
moral. La validez del Derecho no procede del entendimiento o de la razón, sino de la
voluntad. Se dice que los positivistas no sostienen el cognitivismo u objetivismo ético,
aunque esto no siempre es así. De hecho, algunos autores positivistas (como por
ejemplo, AUSTIN respecto a la naturaleza de los principios comunes a todos los
23
HERNÁNDEZ MARÍN, R., Historia de la filosofía del Derecho contemporánea, op. cit., p. 239.

20
ordenamientos, o IHERING respecto a la naturaleza de los institutos jurídicos) sostienen
incluso un cierto objetivismo jurídico al entender que, si bien el Derecho positivo es
válido por sí mismo, existen entidades jurídicas no creadas por el hombre (naturales).
Por todo esto, podemos considerar que la caracterización más acertada del
positivismo sigue siendo la que ofrecíamos anteriormente: doctrina que defiende una
concepción ontológica idealista del Derecho y que niega la tesis iusnaturalista, puesto
que todas las corrientes que tradicionalmente se han considerado positivistas comparten
estos rasgos.

4. Normativismo
Una teoría jurídica es normativista cuando defiende que todas las entidades que
forman parte del Derecho son normas. El normativismo, pues, en sentido amplio, no
depende de si la naturaleza de las normas es ideal o factual, o si se considera que estas
normas son naturales o positivas.
Sin embargo, en un sentido más estricto, se llaman propiamente doctrinas
normativistas aquellas que afirman que todas las entidades que integran el Derecho son
normas y que solo existen las normas positivas (es decir, el normativismo en sentido
estricto niega la existencia del Derecho natural)24.
El normativismo ha sido sostenido por algunos autores iuspositivistas como
KELSEN, ROSS o HART. Sin embargo, son muchos más los que lo rechazan, tanto entre
los que podemos considerar iusnaturalistas (como R. DWORKIN), como entre los
positivistas (Movimiento del derecho libre, Jurispurdencia de intereses). Los autores no
normativistas consideran que al Derecho pertenecen muchas más cosas además de
normas, cosas como instituciones, órganos, pero sobre todo entidades ideales como
valores o principios.
La naturaleza de este tipo de principios o valores se presupone ideal, pues ni
siquiera su formulación en leyes, constituciones o decisiones o motivaciones judiciales
alteraría este carácter. La formulación legal no sería más que un reconocimiento o
afirmación de la existencia de dicho principio o valor, pero no supone la expresión o
creación del mismo.
En cuanto a su origen, positivo o natural, hay opiniones para todos los gustos.
Algunos autores los identifican con el Derecho natural, otros consideran que los valores
son “históricos” y dependen de las sociedades o culturas humanas, y que los principios
24
HERNÁNDEZ MARÍN, R., Compendio de Filosofía del Derecho, pp. 42-43.

21
tienen su origen en las normas positivas creadas por el legislador (de las que se abstraen
o inducen).

22

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