Vous êtes sur la page 1sur 4

Los encantos del poder

Desafíos de la antropología política

Marc Abélès – Máximo Badaró

Introducción. La antropología como política


La propuesta del libro es repensar la vida política actual, reflexionar sobre conceptos
como poder, política, Estado, resistencia, entre otros. En América Latina la mayoría de
los sentidos de lo político se dirime en el campo moral, donde la institucionalidad, el
origen o la trascendencia del poder resultan centrales. Entonces se analiza quien
detenta el poder, cuál es su Origel (de arriba, de abajo…), o sus objetivos. “Pero es
evidente que los sentidos del poder y de la vida política desbordan con creces los rótulos
y los formatos institucionalizados y reconocidos” (9)
La antropología no ha podido eludir la tentación moral en el análisis crítico del poder.
Específicamente, lo denominan los actores como un etnocentrismo político, “una
tendencia a transformar el análisis crítico y la interpretación cultural en una prescripción
política y una causa moral, lo que a su vez deriva en el mandato, para el texto
etnográfico, de retratar la alteridad” (10).
Se pierde así la posibilidad de “ofrecer un efecto desestabilizador producto de un
enfoque que se sumerge en las paradojas, las contradicciones y las ramificaciones
inesperadas -e incluso políticamente indeseadas- de las realidades y los grupos sociales
que estudia” (10).
En sus orígenes, la antropología estudiaba a los grupos que no tenías las instituciones
políticas de occidente, como eran sus mecanismos de gobierno, cómo se construía
legitimidad y el manejo de los conflictos. Desde los setenta, los procesos de
descolonización, cambiaron el eje desde la ausencia/presencia de instituciones, a las
relaciones entre centros y periferias, los procesos de estatización, los conflictos que
involucraban a las prácticas burocráticas y jurídicas, y las normas consuetudinarias. En
estos estudios, la vida política contrastaba entre actores y ámbitos, las dimensiones, las
escalas, como el grande y el pequeño, el todopoderoso y el desposeído… “La distribución
de roles era clara: en uno de los polos, el Estado moderno, encarnación del poder, la
política y la visibilidad; en el otro, las comunidades, baluartes de la tradición, la cultura,
la invisibilidad y la fuerza moral.” (11)
La vida política adquiere muchas veces formas diádicas, pero cuando se las concibe
como una forma de conocimiento político “el análisis corre el riesgo de reducir la
multiplicidad de pliegues de la vida social a representaciones estereotipadas sobre las
personas, los lugares y el poder. Y este riesgo es todavía mayor cuando abona la idea de
que los polos de estas díadas expresan diferentes ontologías de lo político, o incluso de
que lo político supone algún tipo de ontología” (12).
Antropología y filosofía: cómo superar las dualidades rígidas en el análisis del
poder
HArdt y Negri recurren a ejemplos etnográficos para mostrar organizaciones y acciones
alternativas a las del capitalismo global. Por otro lado, Deleuze y Guattari y Clastres,
usaron la antropología como dispositivos de captación de las singularidades históricas.
[¿como contrapunto a las series?] Lejos de buscar allí lo exótico, la diferencia, lo
alternativo, ellos buscaban el desplazamiento sobre la inmanencia del presente, las
potencias que se actualizan en la inmediatez de lo concreto. “En buena medida, la
antropología expresa su carácter político cuando se dispone a captar esas
multiplicidades y flujos vitales, inmanentes a diferentes niveles, ámbitos y escenarios de
la vida social” (13).

“Para Deleuze la tarea del etnógrafo consiste en captar las complejas articulaciones y
combinaciones de conjunciones y disyunciones entre actores, prácticas, ideas y normas
en el devenir concreto de la vida social -lo que la gente hace-, y evitar las teorías
etnocéntricas, que inscriben el “campo” donde se realiza la investigación en una
totalidad específica, y le asignan una unidad particular o un modo de división interna
propio. [...] la antropología se caracteriza por el despliegue de una sensibilidad para
captar las múltiples “composiciones” de personas y cosas que, con diferentes
intensidades y visibilidades, conforman el diario transcurrir de la vida social.” (15).
Relata un fragmento de Clastres, donde da cuenta de su posición como antropólogo de
tratar de quebrar la resistencia que ponían los achés, ya que se mantenía en silencio.
“Lo que queda claro en este testimonio es que el antropólogo también es un actor clave
en esas composiciones de conjunciones y disyunciones de personas y cosas que Deleuze
identificaba en su reseña” (16).
“La vida, instrucciones de uso”: una parodia que pone en cuestión los principios
fundacionales de la antropología
Relatan en este apartado el caso de una novela que retrata a un antropólogo, discípulo
de Malinowski, busca a una tribu para comenzar con su observación participante, pero
esta población era esquiva, se escapaba cada vez que aparecía este señor, se perdían en
la selva. Ese relato, se asemeja mucho a lo que se esperaba de un antropólogo en la
década del 70’. Resignifican la misma, “porque lo cierto es que la posición del
antropólogo es paradojal: su vocación es la de observar y registrar, pero su copresencia
y su coparticipación en una situación dada la afecta directa o indirectamente, así como
afecta su propia investigación.” (18).
“Ya sea que se la perciba como marcadamente intrusiva o sujeta a negociación, la
relación antropológica en el trabajo de campo es siempre política, no tanto en el sentido
de que el antropólogo o la antropóloga compartan una ciudadanía común con sus
interlocutores o que se involucren personalmente en su defensa, sino porque esta
posición particular, intrusiva e interviniente, lejos de objetivar un orden y un sistema de
lugares y ubicaciones establecidas, se orienta, ante todo, a cuestionarlos y
desestabilizarlos.” (19).
Una subjetividad de intersección
El antropólogo o la antropóloga intrigan, están en el cruce de trayectorias, como una
contingencia, donde son interrogados a menudo por qué hacen allí, cuáles son sus
objetivos, y demás. Esta subjetividad de intersección se inscribe en una relación
esencialmente política. Desde la mirada Foucaultiana, “el antropólogo participa de
relaciones de poder y produce efectos políticos en la medida en que su presencia tiene
efectos desestabilizantes sobre la distribución de los sensible propia del lugar donde
desarrolla su investigación.” (20). Si consideramos que esto es una intervención, en un
sentido fuerte del término, podemos comprender que la participación del antropólogo
tiene efectos que no son controlables.
“Ya sea que se produzcan en contextos institucionales o en grupos políticos o sociales,
los efectos de desestabilización son consustanciales a la operación etnográfica” (21).
Para Deleuze las líneas de fugas dan cuenta del devenir de la sociedad, “no remiten
necesariamente a los “márgenes de la sociedad”, sus “estados de excepción” o sus
momentos de crisis, sino a los procesos y niveles donde la sociedad, a la vez que se
reproduce a sí misma en un nivel, en otro se transforma en otra cosa.” (22)
“Al sumergirse en la capilaridad de la vida social, la etnografía evidencia que el ejercicio
de, los formatos y los efectos del poder desbordan constantemente estos dualismos. Y
allí irrumpen las paradojas, las contradicciones y los deslizamientos inherentes a su
vitalidad.” (22).

1 - Deleuze-Guattarí-Clastres: repensar la antropología política


Líneas políticas: molar y molecular
La segmentariedad en Deleuze y Guattari se relaciona con líneas “que conforman,
atraviesan, modelan, las vidas de las personas, los grupos o cualquier entidad. Por un
lado, las líneas duras o molares que se encarnan en instituciones, secuencias temporales
y prácticas (el Estado, la familia, la profesión, el trabajo, etc.) fragmentan el desarrollo
de la vida en segmentos institucionalizados y previsibles; por otro lado, las líneas y los
flujos moleculares que se expanden a velocidades heterogéneas por la vida de
individuos y grupos de acuerdo delineando tramas de transformación o produciendo
fisuras más o menos radicales o imperceptibles, más o menos íntimas o públicas; y por
último, las líneas de fuga, aquellas que se conectan con altos niveles de experimentación
y creatividad, produciendo una ruptura profunda y sin retorno en un curso de vida
preestablecido.”(29).
El descubrimiento de la alteridad política
Resonancias actuales
““Caja de resonancia”, “aparato de resonancia” y “máquina de resonancia” son las
principales figuras conceptuales que Deleuze y Guattari utilizan para referirse al
procedimiento a través del cual el Estado “captura” fuerzas externas para construir su
propio poder. La metáfora acústica de la “resonancia” pone de relieve la capacidad del
Estado para organizar, jerarquizar y resignificar en un ámbito específico y singular una
multiplicidad de elementos cualitativamente heterogéneos.” (35). El poder estatal es de
captura, codificación y amplificación.
“Deleuze y Guattari sostienen que la resonancia estatal territorializante se encuentra,
superpone, enfrenta o convive con regiones y zonas donde operan formas de resonancia
más flexibles, menos rígidas y más predispuestas a la amplificación de la multiplicidad.
Mientras que la lógica molar, que estos autores identifican con el poder estatal, produce
segmentos fijos y unívocos, la lógica molecular produce resonancias que amplifican la
intensidad de las singularidades. Molar y molecular no son lógicas contrapuestas, sino
mecanismos interdependientes de producción y circulación de poder.” (36).
Gordillo asume que la resonancia es un mecanismo de afectación política, “una fuerza
inmanente, expansiva y horizontal que produce vínculos políticos a través de
articulaciones y conexiones heterogéneas e impredecibles de corporalidades, espacios,
símbolos, temporalidades, ritmos, emociones y mensajes.” (36) Estos procesos de
afectación en clave spinozista, tienen que ver con el aumento o la disminución de la
potencia vital, que habilita encuentros, o no.
“Por un lado, en mil Mesetas estos autores afirman que “el Estado siempre ha estado
en relación con un afuera, y no se puede concebir independientemente de esta relación”
(2004: 367). Se trata de un afuera conformado por flujos y movimientos que el Estado
logra capturar sólo a medias y precariamente. Por otro lado, ellos plantean que la
relación entre la exterioridad y la interioridad no debe pensarse en términos de
independencia entre el Estado y los actores móviles no capturados completamente por
el Estado que representa su afuera, sino “en términos de coexistencia y competencia,
en un campo en constante interacción” (2004: 368). La relación entre exterioridad e
interioridad es dinámica y remite más a lógicas específicas de acción política e
institucionalización del poder que a propiedades intrínsecas de los actores políticos: “Un
mismo campo circunscribe su interioridad en Estados, pero describe su exterioridad en
lo que escapa a los Estados o se erige contra ellos (2004: 368).” (44).
La lectura que se hace de Clastres, permitió complejizar las relaciones de exterioridad e
interioridad, tejidas entre las lógicas del aparato de captura del estado [lo pienso en
términos de la biopolítica], y las fracturas o las líneas de fuga que se producen.
El perspectivismo de Viveiros de Castro, se presenta como ontología de la multiplicidad,
donde no hay puntos de vistas unificadores, universales y totalizantes.

2 - Obsesiones antropológicas: Estado y resistencia


“El capitalismo no cesa de producir flujos que escapan a su propia axiomática; y lo
molecular se inscribe en esas líneas de fuga” (55)
Los análisis que realizan Deleuze y Guattari y Foucault sobre las cárceles, reelaboran los
conceptos de poder y resistencia. A su vez, estas luchas evidencian una “mecánica del
poder”, “que se ejerce principalmente sobre los cuerpos y controla los procesos vitales
desde el nacimiento hasta la muerte (enfermedad, vejez, discapacidad, etc.). En este
punto, la cuestión de la biopolítica se transforma en una dimensión central puesto que
constituye el ámbito clave de la inscripción de los procesos de la subjetivación.” (55).
Foucault: el poder contra el Estado
El planteo de Foucault, al trasladar el eje del poder al bíos, elimina el tópico marxista de
producción-fuerzas productivas, lo económico no es una determinación. La economía es
aquello por lo cual se vuelve gubernamentalizable. El interés de Foucault es por el modo
en que se conduce la conducta de los hombres, “y en el caso de la economía, el modo
por el cual el gobierno neoliberal actúa para consagrar el rol regulador de los
mecanismos de mercado y de la competencia” (56)

3 – Regímenes estéticos de la política


4 - El poder desde cerca: enfoques, dilemas y desafíos
Epílogo: el futuro

Vous aimerez peut-être aussi