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Esencia de la Iglesia
Hay quien durante el canto se calla (aunque conozca el texto y la melodía), quien
prefiere recitar el Gloria, el Credo o el Padrenuestro susurrando, "Para rezar mejor,
interiormente...", eso dicen, o quien decide personalmente qué postura seguir y cuál
evitar:
"Sabe, padre, yo después de la comunión ya no me levanto hasta que salgo de la
Iglesia, me quedo sentada, creo que es mejor estar en intimidad con Jesús..."
Esta esencia eclesial de la liturgia nos pide que participemos en la celebración con
una atención comunitaria, rezando juntos con las mismas palabras y con los mismos
gestos, insertándonos completamente en la oración de toda la comunidad que, con
un solo corazón y una sola alma, celebra a su Señor.
Por eso, en una celebración litúrgica como la Misa, o en las demás acciones
sacramentales, bautismo, confirmación, matrimonio, exequias...
"La actitud común del cuerpo, que deben observar todos los participantes, es signo
de la unidad de los miembros de la comunidad cristiana reunidos para la sagrada
liturgia: manifiesta de hecho y favorece la intención y los sentimientos del alma de
quienes participan" (Ordenamiento General del Misal Romano, n° 42).
Es necesario por tanto rezar juntos y realizar comunitariamente los mismos gestos
como signo de comunión y para vivir la dimensión eclesial de la oración litúrgica
(diversa de la oración personal).
Lo dicho hasta ahora vale también, y sobre todo, para la postura de rodillas: la
Iglesia nos pide, a través de las indicaciones contenidas en el OGMR n° 43,
arrodillarnos en el momento de la consagración.
El autor tampoco entra a valorar aquí casos en los que se han concedido
excepciones singulares, como el Camino Neocatecumenal u otros, n.d.e.
Es importante comprender bien que los gestos y las actitudes de nuestro cuerpo en
la plegaria litúrgica:
"...Deben tender a hacer que toda la celebración resplandezca por su decoro y noble
sencillez, que se capte el verdadero y pleno significado de sus diversas partes y se
favorezca la participación de todos" (OGMR n° 42).
Por tanto, como siempre en el ámbito litúrgico, más que una observancia ciega y
absoluta de las normas, se debe intentar comprender, y sobre todo vivir, el sentido
de estas indicaciones para celebrar una liturgia autentica y real, capaz de implicar
el corazón de las personas que la celebran.
Milagros Eucarística
1. Italia (750 d.C.): El milagro de Lanciano
Se produjo en el año 750 cuando un monje, que tenía dudas sobre la presencia real
de Cristo en el pan y el vino, pronunció las palabras de consagración durante una
Misa que celebraba en el monasterio de San Longino. De repente, el monje “vio
cómo el pan se convertía en carne y el vino en sangre. Todo fue mostrado a los
presentes”, señalan los documentos oficiales del Santuario del Milagro Eucarístico
de Lanciano o Iglesia de San Francisco.
Doce siglos después, los fieles aún visitan y contemplan la reliquia que contiene la
hostia del milagro, que en realidad es tejido humano en estado fresco y sangre
coagulada.
El milagro fue sometido a diversos exámenes científicos entre 1574 y 1886. El más
importante fue el realizado en la década de 1970 bajo el compromiso del Dr.
Eduardo Linoli, director del hospital de Arezzo. En éste se descubrió que la sangre
y la carne son humanas, de tipo AB, el mismo tipo de sangre que se encuentra en
el Sudario de Turín.
Este milagro eucarístico es uno de los más recientes y sucedió en la navidad del
año 2013 en la iglesia de San Jacinto, en la ciudad de Legnica (Polonia).
Durante la Comunión, una hostia cayó al suelo accidentalmente. El párroco de la
iglesia, el P. Andrzej Ziombra, la puso de inmediato en un recipiente con agua para
que se disuelva y la guardó en el sagrario, tal como dicta el Código de Derecho
Canónico. Sin embargo, dos semanas después, los presbíteros del templo notaron
que la hostia no se había modificado, excepto por una mancha roja que cubría la
quinta parte de su superficie.
Cuando se pidió a dos de los institutos de medicina forense más importantes del
país que examinaran la muestra, ambos encontraron que estaba compuesta de
tejido miocárdico (corazón). Además, la segunda investigación en el departamento
de la Universidad Médica de Pomerania descubrió que era “músculo cardíaco
humano con alteraciones que a menudo aparecen durante la agonía”.
En 1999, el entonces Cardenal Jorge Mario Bergoglio (hoy Papa Francisco) pidió al
profesor Ricardo Castañon Gómez realizar una investigación sobre lo ocurrido el 15
de agosto de 1996: una hostia que cayó al suelo durante la Comunión, fue colocada
en un envase para disolver y 10 días después se transformó en sangre.
En el año 2000, un experto en tejidos encontró que las muestras tenían piel humana
y glóbulos blancos. En 2003, el mismo experto dijo que el tejido era el de un corazón
inflamado, lo que significa que “la persona a la que pertenecía debe haber sufrido
mucho”.
En 2005, Castañon Gómez le pidió a otro experto de la Universidad de Columbia
que investigara. El científico identificó el tejido como si fuera del corazón,
particularmente el ventrículo izquierdo, y lo etiquetó como tejido vivo que provenía
de una persona que sufre.
Profundizando más, el Pontífice explicó que “los cristianos vamos a Misa el domingo
para encontrar al Señor resucitado, o mejor, para dejarse encontrar por Él, escuchar
su palabra, alimentarse en su mesa, y así hacerse Iglesia, es decir, hacerse parte
del Cuerpo místico viviente hoy en el mundo”.
Grado: Octavo
Turno: Mañana
Asunción – Paraguay
2019