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Facultad de Teología
Curso TBS 030 – Sapienciales 2018
Profesor: Eduardo Pérez-Cotapos L. ss.cc.

Israel y su entorno1

1. El Creciente Fértil o la Fértil Media Luna

Israel, que es un pueblo pequeño e insignificante como territorio, siempre ha dependido


de los pueblos entre los cuales ha vivido y de los grandes Imperios que alternativamente lo han
dominado, desde el Nilo hasta el Tigris y Éufrates. El Próximo Oriente Antiguo se identifica de
hecho con el Creciente Fértil o la Media Luna y con la zona desértica colindante.

El Creciente Fértil o la Fértil Media Luna comprende la inmensa región en forma de arco
(de aquí su nombre) que se extiende desde la desembocadura de los ríos Éufrates y Tigris, en el
golfo Pérsico, hasta la cuenca del Nilo. Bordea el desierto de Arabia por el norte y el oeste. En
esta zona nacieron, se desarrollaron y murieron las grandes civilizaciones antiguas de Mesopota-
mia, de Egipto y las de los pueblos intermedios de Anatolia, Siria y Palestina. Hay que tener en
cuenta también el desierto, que tanta importancia tuvo en la formación del pueblo de Israel y que,
según la tradición bíblica, fue cuna de sabiduría y punto de referencia de los sabios de Israel. Is-
rael es un pueblo que se ha forjado en el fuego de la historia, pero que ha sabido asimilar con
fuerza vital increíble los influjos de toda índole, sin perder jamás los rasgos esenciales de su iden-
tidad. A nosotros nos interesa estudiar solamente su tradición y literatura sapiencial.

Los libros sapienciales de la Sagrada Escritura son el fruto maduro de un pueblo adulto;
pero la Sabiduría es más antigua que Israel. Hasta nosotros han llegado testimonios escritos de
literatura sapiencial, de Egipto y de Mesopotamia principalmente, del tercer y segundo milenios
antes de Cristo.2 Sólo podemos referirnos a estos testimonios escritos. De la tradición no escrita,
anterior o simultánea, no podemos hablar, aunque lógicamente la tengamos que suponer, sobre

1
Siguiendo a JOSÉ VÍLCHEZ LÍNDEZ Sabios y Sabiduría en Israel. Estella: Verbo Divino 1995.
2
Una buena y accesible selección de textos egipcios y mesopotámicos, ofreciendo los paralelos bíblicos de los mis-
mos en: MAXIMILIANO GARCÍA CORDERO La Biblia y el legado del antiguo Oriente. El entorno cultural de la his-
toria de la salvación. Madrid: BAC 1977, pp. 577-634. También en JAMES B. PRITCHARD (ed.) Ancient Near
Eastern Texts Relating to the Old Testament. Princeton: Princeton University Press 1969 3, pp. 405-440 (= J. B.
PRITCHARD (ed.) Sabiduría del Antiguo Oriente. Barcelona: Garriga 1966). Amplia selección de textos en: JEAN
LÉVÊQUE Sabidurías del antiguo Egipto. Estella: Verbo Divino 1984 (Documentos en torno a la Biblia 10)
100 pp.; JEAN LÉVÊQUE Sabidurías de Mesopotamia. Estella: Verbo Divino 1996 (Documentos en torno a la Bi-
blia 26) 130 pp.
todo en ambientes de pueblos seminómadas, como los que viven en el desierto o provienen de él,
en los que saber leer y escribir es un privilegio de muy pocos.

2. Centros de cultura en el Próximo Oriente Antiguo

Las civilizaciones del Próximo Oriente Antiguo tuvieron sus centros de cultura en sus
propios territorios. Las cortes de los reyes y príncipes o los grandes santuarios fueron los focos de
cultura. Desde hace siglos Egipto y Mesopotamia han sido considerados la principal cuna de
nuestras culturas occidentales. Los documentos escritos desde el tercer milenio antes de Cristo así
lo atestiguan. Conocemos parte de la vida real de estos pueblos, la movilidad de sus gentes en
tiempo de guerra y en tiempo de paz. La cultura no permanecía en el lugar de origen, sino que
recorría las rutas de las caravanas y llegaba a todas partes. Con los objetos manuales o de arte
llegaban también las formas de pensar y de vivir, especialmente con las obras literarias. A éstas
nos vamos a referir en los apartados siguientes.

2.1. Literatura sapiencial de Egipto

Egipto desarrolló desde antiguo la literatura sapiencial por medio de instrucciones o ense-
ñanzas y también en pequeños poemas. En las instrucciones un rey se dirige al príncipe heredero,
un magnate o visir a su hijo, un escriba a su sucesor; a todo alumno o discípulo se le llama indis-
criminadamente «hijo». En algunos poemas se tratan los grandes temas que preocupan al hombre
de todos los tiempos: los males de la vida presente, especialmente las injusticias, las dudas ante el
más allá de la muerte, etc. Entre las muchas instrucciones que total o parcialmente han llegado
hasta nosotros, destacamos las siguientes:

a. Máximas de Ptah-hotep.3 La importancia de su contenido es tal que pueden conside-


rarse como el manual más antiguo para la formación integral del hijo de un magnate. Trata prác-
ticamente todos los asuntos propios de un funcionario de la corte. Literariamente las sentencias
de Ptah-hotep se parecen bastante al libro de los Proverbios. Ellas servirán además de modelo a
otros escritos sapienciales con la misma finalidad. Algunos ejemplos:

«La vejez ha llegado..., la desdicha está ahí; la debilidad reaparece... Lo que era
bueno se ha vuelto malo, todo sabor ha desaparecido... Lo que la vejez hace a los
hombres es malo en todos los aspectos». «Nadie es sabio de nacimiento».

«La injusticia nunca ha llevado su empresa a buen puerto». «La palabra es más
difícil que cualquier otro trabajo y sólo da autoridad a quien la domina a fondo».
«No respondas en estado de agitación». «Al sabio se conoce por lo que sabe y al
noble por sus buenas acciones».

3
Ptah-hotep es visir del faraón Isesi (2560-2420 a.C.). Es el ejemplo más antiguo de «Instrucciones» que se conserva
completo. Texto integral en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías del antiguo Egipto. Estella: Verbo Divino 1984 (Docu-
mentos en torno a la Biblia 10) pp. 13-22.

2
«El que escucha es un hombre a quien el dios ama, y el que no escucha es un
hombre al que el dios detesta».

b. La instrucción dirigida a Merikaré.4 En una época de gran inestabilidad social, polí-


tica y cultural el rey se dirige serenamente a su hijo. Sus consejos son espiritualmente elevados,
nobles; no reflejan exactamente la situación sociopolítica de su tiempo, por lo que es de suponer
que escribas posteriores intervinieron en la redacción que ha llegado hasta nosotros. Valgan como
ejemplo:

«El charlatán fomenta la discordia; suprímelo». «Sé hábil en palabras para poder
convencer, pues la lengua es la fuerza de un hombre». «Sólo se convierte en maes-
tro el que se deja instruir». «Dichoso el que sobrevive en el recuerdo». «Calma al
que llora, no oprimas a la viuda, no eches a un hombre del terreno de sus padres».
«No hagas diferencia entre el hijo de un noble y un hombre vulgar».

c. La instrucción de Duauf-Jeti.5 La instrucción es una sátira de los oficios manuales, de


todos ellos. En el breve poema desfilan el picapedrero, el orfebre, el calderero, el carpintero, el
joyero, el barbero, el cortador de cañas, el alfarero, el albañil, el hortelano, el tejedor, el caravane-
ro, el embalsamador, el curtidor, el lavandero, el pajarero y el pescador. El autor no tiene una sola
alabanza, una palabra alentadora para estos oficios ni para los que los ejercen. La finalidad es
evidente: que su hijo desee entrar en la escuela y llegar a ser un escriba; por esto ensalza la labor
del escriba:

«Nada sobrepasa a la escritura; es un barco sobre el agua». «El escriba no carece-


rá de nada... Es la mayor de las profesiones. Nada en la tierra es comparable a
ella». «No hay oficio sin patrono, excepto el del escriba, pues él es el amo».

La opinión de Jesús Ben Sira es muy parecida a la de Duauf-Jeti:

Sobre los oficios: «24 La sabiduría del escriba exige tiempo y dedicación, y
el que no está absorbido por otras tareas, se hará sabio. 25 ¿Cómo se hará sabio el
que maneja el arado y se enorgullece de empuñar la picana, el que guía los bue-
yes, trabaja con ellos, y no sabe hablar más que de novillos? 26 El pone todo su
empeño en abrir los surcos y se desvela por dar forraje a las terneras. 27 Lo mismo
pasa con el artesano y el constructor, que trabajan día y noche; con los que graban
las efigies de los sellos y modifican pacientemente los diseños: ellos se dedican a
reproducir el modelo y trabajan hasta tarde para acabar la obra. 28 Lo mismo pasa
con el herrero, sentado junto al yunque, con la atención fija en el hierro que forja: el
vaho del fuego derrite su carne y él se debate con el calor de la fragua; el ruido del
4
Instrucción dirigida al rey Merikaré, último faraón de la X Dinastía, perteneciente al Período Intermedio (2400-
2050 a.C.). Texto integral en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías del antiguo Egipto. Estella: Verbo Divino 1984 (Docu-
mentos en torno a la Biblia 10), pp. 24-28.
5
Esta instrucción fue compuesta en el Imperio Medio (2000-1800 a.C.) y en ella se desarrolla el tema de la superio-
ridad del oficio de escriba frente al resto de los oficios manuales. Texto integro en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías del
antiguo Egipto. Estella: Verbo Divino 1984 (Documentos en torno a la Biblia 10), pp. 32-37.

3
martillo ensordece sus oídos y sus ojos están fijos en el modelo del objeto; pone to-
do su empeño en acabar sus obras y se desvela por dejarlas bien terminadas. 29 Lo
mismo pasa con el alfarero, sentado junto a su obra, mientras hace girar el torno
con sus pies: está concentrado exclusivamente en su tarea y apremiado por com-
pletar la cantidad; 30 con su brazo modela la arcilla y con los pies vence su resisten-
cia; pone todo su empeño en acabar el barnizado y se desvela por limpiar el horno.
31
Todos ellos confían en sus manos, y cada uno se muestra sabio en su oficio. 32
Sin ellos no se levantaría ninguna ciudad, nadie la habitaría ni circularía por ella. 33
Pero no se los buscará para el consejo del pueblo ni tendrán preeminencia en la
asamblea; no se sentarán en el tribunal del juez ni estarán versados en los decretos
de la Alianza. 34 No harán brillar la instrucción ni el derecho, ni se los encontrará en-
tre los autores de proverbios. Sin embargo, ellos afianzan la creación eterna y el ob-
jeto de su plegaria son los trabajos de su oficio». Eclesiástico/Sirácida 38,24-34.

Sobre el sabio escriba: «1 No pasa lo mismo con el que consagra su vida a


reflexionar sobre la Ley del Altísimo. El busca la sabiduría de todos los antiguos y
dedica su tiempo a estudiar las profecías; 2 conserva los dichos de los hombres fa-
mosos y penetra en las sutilezas de las parábolas; 3 indaga el sentido oculto de los
proverbios y estudia sin cesar las sentencias enigmáticas. 4 Presta servicio entre los
grandes y se lo ve en la presencia de los jefes; viaja por países extranjeros, porque
conoce por experiencia lo bueno y lo malo de los hombres. 5 De todo corazón, muy
de madrugada, se dirige al Señor, su Creador, y suplica en la presencia del Altísi-
mo; abre sus labios para orar y pide perdón por sus pecados. 6 Si el gran Señor así
lo desea, será colmado del espíritu de inteligencia: derramará como lluvia sus sa-
bias palabras y celebrará al Señor con su plegaria; 7 dirigirá rectamente su conejo y
su ciencia y reflexionará sobre los secretos de Dios; 8 con su enseñanza hará brillar
la doctrina y se gloriará en la Ley de Alianza del Señor. 9 Muchos alabarán su inteli-
gencia, que nunca caerá en el olvido; su recuerdo no se borrará jamás y su nombre
vivirá para siempre. 10 Las naciones hablarán de su sabiduría y la asamblea pro-
clamará su alabanza. 11 Si vive largo tiempo, tendrá más renombre que otros mil; si
entra en el reposo, eso le bastará.» Eclesiástico/Sirácida 39,1-11.

d. La instrucción de Anii.6 Es la lección continuada de un escriba, ya mayor y de ten-


dencias conservadoras, a su hijo que se prepara para la vida en general y para ser escriba en parti-
cular. El hijo, cuyo nombre es Konsuhotep, es más abierto que su padre a las nuevas corrientes,
como corresponde a un joven; esto se descubre en el intercambio epistolar entre padre e hijo que
se transcribe al final de la instrucción. Ejemplo de algunas sentencias:

«Todo va bien para el hombre con familia numerosa; se le honra en proporción al


número de sus hijos». «Guárdate de la mujer extranjera que nadie conoce en la

6
La redacción de este texto parece ser en tiempos de la XVIII dinastía (1400-1300 a.C.). La obra está planteada
como el diálogo entre un padre (Anii) y su hijo (Konsu-hotep). El padre es partidario de la sabiduría tradicional y
el hijo de una sabiduría nueva, menos directiva. Texto integro en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías del antiguo Egipto.
Estella: Verbo Divino 1984 (Documentos en torno a la Biblia 10), pp. 43-50.

4
ciudad». «Agua profunda, de límites desconocidos, es la mujer cuyo marido está le-
jos». «Un hombre no prospera si descansa mucho». «Las golondrinas vuelan, pero
al fin se posan». «La intimidad del hombre es más amplia que un granero; está lle-
na de toda clase de respuestas». «Habla de forma mansa y amable o no respondas
nunca». «El rico del año pasado este año es vagabundo». «El éxito no pertenece a
los hombres; uno es su plan y otro el del Señor de la vida». «No respondas a un
superior encolerizado, cede ante él».

e. La enseñanza de Amenemope.7 Es la más conocida y estudiada por su relación con


Proverbios 22,17 – 24,11 desde su descubrimiento en 1923. Al principio algunos defendieron que
Amenemope dependía de Proverbios; en la actualidad prácticamente existe unanimidad entre los
autores: Proverbios es posterior a la enseñanza de Amenemope y depende literariamente de ella,
aunque no servilmente. Es célebre el pasaje de Proverbios 22,20: «He escrito para ti treinta má-
ximas de experiencia», que sólo se ha podido explicar satisfactoriamente a la luz de Amenemope
XXVII 7-8: «Considera estos treinta capítulos [de los que consta la enseñanza], que instruyen y
educan». Amenemope señala un hito en la sabiduría de Egipto por la profundidad de su huma-
nismo y de su religiosidad; algunos ejemplos:

«Guárdate de robar a un desdichado y de enfadarte con un débil. No extiendas tu


mano para apartar a un anciano ni cortes la palabra a un viejo» (IV 4-7). «Otra cosa
buena según el corazón del dios: hacer una pausa antes de hablar» (V 7s). «No
seas avaro y encontrarás abundancia... No ambiciones un codo de terreno, ni tras-
pases los linderos de una viuda» (VII 14s). «Más vale pan con alegría del corazón
que riquezas con tormentos» (IX 7s y XVI 13s). «Que tu lengua no revele más que
lo bueno y que lo malo quede oculto ante ti» (XI 10s). «No te rías de un ciego, no te
burles de un enano, no hagas más pesada la prueba de un cojo. No te rías del
hombre que está en la mano del dios, ni te irrites contra él cuando se equivoca:
Pues el hombre solo es barro y paja y el dios es su constructor; él derriba y cons-
truye cada día» (XXIV 8-15). «Dios prefiere al que honra al pobre más que el que
adula al rico» (XXVIII 13s).

f. Las instrucciones de Ank-sesonqy.8 Están dirigidas a su hijo. Precede una introduc-


ción que cuenta las circunstancias adversas en las que el autor es encarcelado, como en la sabidu-
ría aramea de Ajíkar. Contiene una sabiduría práctica, un tanto cínica, de origen rural. Moralmen-
te, en su conjunto, está muy por debajo de la de Ani o de Amenemope; literariamente utiliza mu-
cho el recurso de la repetición. Las sentencias son breves, como refranes:

7
Este texto es la más acabada expresión del genero «Instrucciones» del antiguo Egipto. La redacción de este texto
puede situarse en torno al año 1400 a.C. Hay muy abundantes paralelismos entre este texto y el libro bíblico de
Proverbios. Texto completo en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías del antiguo Egipto. Estella: Verbo Divino 1984 (Do-
cumentos en torno a la Biblia 10), 53-69.
8
Ank-sesonqy es un sacerdote de Re, en Heliópolis. El texto proviene de la Época Baja (1060-331 a.C.), y es origi-
nario posiblemente de los siglos V-IV a.C. Texto integro en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías del antiguo Egipto. Este-
lla: Verbo Divino 1984 (Documentos en torno a la Biblia 10), pp. 71- 92.

5
«El que oculta que no tiene qué comer, se irá sin alimento» (VII 9s). «Un siervo que
no es golpeado está lleno de orgullo» (VII 18). «No digas: "Soy instruido"; ponte a
aprender» (VIII 3). «No vivas con tus suegros» (IX 12). «Quien no recoge lana en
verano no tendrá calor en invierno» (IX 17). «¡Ojalá el hijo viviera más tiempo que
su padre!» (X 21). «¡Ojalá la vida sucediera siempre a la muerte!» (X 25). «El com-
pañero de un loco es un loco, el compañero de un sabio es un sabio, el compañero
de un idiota es un idiota» (XII 6s). «La glotonería no da de comer» (XV 20). «No be-
bas agua en casa de un comerciante: ¡te la cargaría en cuenta!» (XVI 5). «No seas
demasiado confiado: te harás pobre» (XVI 22). «De noche no hay hijo de faraón»
(XIX 7). «Hay mil siervos en casa de un mercader: el mercader es uno de ellos»
(XIX 18). «Si te oprime una pesada carga, duerme a su sombra» (XX 17). «El que
tiene vergüenza de dormir con su mujer no tendrá hijos» (XXI 14). «No enciendas
un fuego que no puedas apagar» (XXII 3). «El silencio oculta la necedad» (XXIII 4).
«La borrachera de ayer no quita la sed de hoy» (XXIV 12).

g. Diálogo de un desesperado con su alma.9 Pasamos de las instrucciones a los poemas


de tipo sapiencial. En el diálogo de un desesperado, el hombre, hastiado de la vida, desea morir;
pero su alma no quiere seguirlo por miedo a lo que pueda suceder después. Se entabla un vivo
diálogo entre los dos. El alma convence al hombre para que se entregue al olvido, que todo lo
sana, y se dedique a la búsqueda de los placeres de la vida; así consigue que desista de su inten-
ción de suicidarse.

«¿A quién puedo hablar hoy ? Los colegas son malos; los amigos de hoy no aman.
¿A quién puedo hablar hoy? Los corazones son rapaces, pues cada uno se apode-
ra de los bienes del compañero. Los hombres honrados han desaparecido, mientras
que el violento tiene acceso a cualquiera... El hombre desleal es un íntimo; y un
hermano con el que se ha trabajado, se convirtió en enemigo … Los compañeros
de uno son malos, y uno tiene que recurrir a los extranjeros en busca de rectitud de
corazón ... Los corazones son rapaces; nadie tiene un corazón sobre el que pueda
confiarse. No hay rectos. El país está abandonado a los que hacen mal. Faltan
amigos íntimos; uno tiene que recurrir a un desconocido para quejarse. No hay na-
die que esté contento con su corazón; aquel a quien uno estimó, ya no existe. Yo
me siento cargado con la desgracia por falta de un amigo íntimo. El pecado que pi-
sa la tierra no tiene fin ... La muerte está a mi vista hoy como el olor de la mirra,
como el que se sienta bajo un toldo en un día de brisa. La muerte está a mi vista
como el olor de las flores de loto, como el que se sienta a la orilla de la embriaguez.
La muerte está hoy a mi vista como el alejamiento de la lluvia, como el retorno de
los hombres a sus casas de una expedición. La muerte está a mi vista hoy como el
clarear del cielo, como un hombre que caza aves por lugares desconocidos. La
muerte está hoy a mi vista como el anhelo de un hombre por ver su casa después
que ha pasado muchos años sujeto en cautividad ...

9
Texto de fines del tercer milenio a. C, en los tiempos anárquicos que tuvieron lugar entre el Imperio Antiguo y el
Medio. Era una época sin ilusiones colectivas. Texto en: MAXIMILIANO GARCÍA CORDERO La Biblia y el legado
del antiguo Oriente. El entorno cultural de la historia de la salvación. Madrid: BAC 1977, pp. 598-600.

6
2.2. Literatura sapiencial de Mesopotamia

El influjo de Mesopotamia y, en general, del oriente geográfico en Israel: en todas sus


instituciones, y en particular en el Antiguo Testamento, ha sido casi un dogma cultural. Concre-
tándonos a la literatura sapiencial, es un hecho irrefutable el influjo recibido de la literatura me-
sopotámica. Los testimonios sumerios y asiro-babilónicos, que los especialistas clasifican entre
los sapienciales, no son tan importantes como los de Egipto, pero forman un cuerpo respetable.
Hacemos explícita mención de algunos de ellos.

a. Poema del justo que sufre.10 El poema, cuyas primeras palabras son «Alabaré al señor
de la sabiduría» (Ludlul bel nemeqi), es un himno de alabanza a Marduk, dios principal de Babi-
lonia, por los beneficios recibidos. Desde que se descubrió en 1875 se ha considerado como el
«Job babilónico» por las semejanzas con el libro canónico.11 El protagonista del poema, un devo-
to de Marduk, realmente no presenta más que un solo problema en su largo monólogo: por qué
Marduk permite que un fiel servidor suyo sufra tantas adversidades en la vida. El autor cuenta sus
males sin tener en cuenta a los que los causan. Parece que todo no es más que un asunto exclusi-
vo entre él y Marduk, señor de los dioses y de los hombres:

«Quiero alabar al Señor de sabiduría, al dios prudente; se irrita de noche pero per-
dona de día» (I,1-2); «Mi dios me ha olvidado y desaparecido, mi diosa se ha retira-
do de mí y permanece distante, el espíritu benévolo que siempre estaba junto a mí
se ha ido» (I,43-45); «Las conversaciones de la gente en la calle son para mí funes-
tas; si me acotaba de noche, mi sueño era horroroso» (I,53-54).

Todos, familiares y amigos, le han abandonado y le han dejado solo, probablemente en su


enfermedad. Después de un año, la situación no ha mejorado (cf. II 1-3). Surge una gravísima
duda que afecta a los cimientos mismos de su fe religiosa: parece que no sirven de nada el culto
legal y la veneración fiel de los dioses, pues la enfermedad sigue su curso imparable:

«El encantador no descubrió la naturaleza de mi mal, ni el adivino fijó el término de


mi enfermedad. Mi dios no ha venido a rescatarme, tomándome de la mano, ni mi
diosa ha tenido compasión de mí estando a mi lado. La tumba está abierta y el tú-
mulo funerario ya se ha puesto para mí; antes incluso de morir, mi lamentación se
ha acabado. Todo el país dijo de mí: ¡Qué injustamente lo han tratado! … Sombra
es el día para toda mi familia; para los que me conocen se oscureció el sol» (II,110-
116.119-120).

Pero llega la hora de la restauración gracias a la acción benéfica de Marduk, que «puede
volver a la vida al que está en la fosa» (IV,75). El agraciado reconoce ante todos el don de la sa-

10
Texto perteneciente a los siglos XIII-XII a.C. Texto completo en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías de Mesopotamia.
Estella: Verbo Divino 1996 (Documentos en torno a la Biblia 26), pp. 60-72.
11
Amplia selección del texto, indicando los textos paralelos de Job, en: MAXIMILIANO GARCÍA CORDERO La Biblia y
el legado del antiguo Oriente. El entorno cultural de la historia de la salvación. Madrid: BAC 1977, pp. 620-
626.

7
lud y de la vida y da gracias a su benefactor Marduk. En el poema queda claro que la vida entera
y las disposiciones de Dios son un verdadero misterio para el hombre:

«Cuando el corazón de mi señor se calmó, y cuando se aplacó el alma del miseri-


cordioso Marduk, cuando hubo acogido mi súplica y concedido su benévolo perdón
me dijo: ¡Esto basta! … e hizo que el viento se llevara todas mis culpas … Me apli-
có todo su encantamiento, que hizo ceder mi falta. Rechazó hasta el horizonte el
viento maligno; hasta el borde de la tierra se llevó el dolor de cabeza» (III,50-79);
«El Señor me agarró, el Señor me puso en pie, el Señor me ha dado la vida. Me ha
liberado de la fosa, me ha alejado de la destrucción, me ha sacado del río Hubur …
me ha cogido de la mano» (IV,73-79); «Los babilonios han visto como Marduk de-
vuelve la vida y todas las regiones han exaltado su grandeza> (IV,99-100); «¿Quién
puede conocer la voluntad de los dioses del cielo? ¿Quién puede comprender los
planes de los dioses del abismo?» (II 36-37).

b. Teodicea babilónica.12 Poema acróstico de 27 estrofas, cada una de las cuales consta
de once versos que comienzan con la misma sílaba. Todo el poema es un diálogo entre un hom-
bre que sufre (estrofas impares) y su amigo (estrofas pares). La causa del sufrimiento no es la
enfermedad, como en el poema anterior, sino la situación social del protagonista: huérfano (I,11:
«Mi padre y mi madre me abandonaron, ¡nadie para criarme!»), pobre (VII,75: «pero el dios de-
cretó la pobreza en vez de la riqueza»), despreciado (XXIII,252-253: «Aquí estoy echado en tie-
rra, sometido a un hombre vil, despreciado por el ignorante, como por el rico y el opulento») y
perseguido (XXV,275 «También a mí en mi debilidad, el nuevo rico no hace más que perseguir-
me»). Este es precisamente el problema filosófico del diálogo, muy conocido en los ambientes
sapienciales: por qué el pobre, el desvalido, a pesar de ser justo, piadoso y fiel (VII,72-75: «Des-
de mi adolescencia, escruté la voluntad del dios; con la mano en la nariz en las súplicas, he bus-
cado a mi diosa; llevé como un yugo un servicio sin provecho»), no es protegido por los dioses,
sino abandonado por ellos a su suerte y a las injusticias de la sociedad. El amigo confidente res-
ponde a cada una de las quejas del afligido; al principio con los argumentos de la tradición orto-
doxa: si sufre será por algún pecado oculto cometido (VIII); después amparándose en el misterio
(XXIV,256-257: «El pensamiento de dios está tan lejos de nosotros como los escondrijos del cie-
lo; su sabiduría es difícil de entender, por eso los hombres no la comprenden»). El autor del libro
de Job repetirá más dramáticamente este mismo discurso, a excepción de la última conclusión del
amigo, que responsabiliza a los dioses de haber hecho al hombre mentiroso y de burlarse del po-
bre, no del rico (cf. XXVI). En la última estrofa, la XXVII, las aguas revueltas se tranquilizan, el
protagonista deja de quejarse y se somete al destino: pide ayuda a su amigo, confiesa serenamen-
te su desgracia y se encomienda piadosamente a los dioses y al rey:

12
Texto encontrado en Nínive, en la biblioteca de Asurbanipal. Posiblemente escrito hacia el año 1000 a.C. (o 800-
750). Texto íntegro en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías de Mesopotamia. Estella: Verbo Divino 1996 (Documentos en
torno a la Biblia 26), pp. 78-84. Además, texto completo, indicando los textos paralelos de Job, en: MAXIMILI-
ANO GARCÍA CORDERO La Biblia y el legado del antiguo Oriente. El entorno cultural de la historia de la salva-
ción. Madrid: BAC 1977, pp. 626-630.

8
«¡Piedad, amigo mío! ¡Escucha mis quejas! ¡Ayúdame! ¡Contempla mi miseria y
compréndeme! Yo soy un esclavo sabio y suplicante. No he tenido ayuda ni confor-
tamiento ni un instante. He caminado tranquilamente a través de las plazas de la
ciudad. Mi voz no fue nunca fuerte, mi hablar fue quedo. No levanté mi cabeza, mi-
rando hacia el suelo. Como un esclavo, no fui glorificado en la asamblea (de mis
padres). ¡Que el dios Ninurta me asista! ¡Que la diosa Ishtar... tenga compasión de
mí! ¡Que el pastor (rey), el sol del pueblo, tenga compasión!» (XXVII,287-298).

c. Diálogo entre un amo pesimista y su criado.13 El texto presenta un extraño diálogo


entre un amo y su siervo, en el que se mantiene rigurosamente una misma estructura, como se
observa en 11 estrofas de las doce conservadas total o parcialmente: 1. Orden del amo: «Siervo,
obedéceme». 2. Respuesta del siervo: «Sí, mi señor, sí». 3. Contenido de la orden: «Tráeme el
carro...», etc. 4. Respuesta afirmativa del siervo, justificando el deseo de su señor. 5. El amo
cambia de parecer. 6. Respuesta del siervo, justificando la nueva actitud de su señor.

A primera vista sorprende la veleidad del amo, que expresa un deseo y al momento cam-
bia radicalmente de parecer; además, llama poderosamente la atención la facilidad con que el
siervo se adapta a la voluntad de su amo: ¿servilismo del siervo? Analizando más detenidamente
el diálogo, se descubre que es el siervo el único que razona, por lo que su personalidad queda
muy por encima de la de su señor. Aparece así la intención satírica del autor de este vivísimo
diálogo. El diálogo, como la vida real, nos enseña que no siempre van unidas, ni mucho menos se
pueden identificar, riqueza con sabiduría, pobreza con necedad.14

(I) «Siervo, obedéceme». Sí, mi señor, sí. «Tráeme inmediatamente el carro, en-
gánchalo. Iré al palacio». Ve, mi señor, ve. Todos tus deseos se realizarán para ti.
El rey será generoso contigo. «No, siervo, no iré al palacio». No vayas, no vayas. A
un lugar ... te enviará. En un país que no conoces permitirá que te capturen. Día y
noche hará que tengas pesadumbres.

(II) «Siervo, obedéceme«. Sí, mi señor, sí. «Tráeme inmediatamente agua para mis
manos y dámela: quiero comer». Come, mi señor, come. Comer regularmente abre
el corazón (es decir: proporciona alegría). A un yantar comido con dicha y las ma-
nos lavadas el dios sol Shamash acude. «No, siervo, no comeré». No comas, mi
señor, no comas. Tener hambre y comer, tener sed y beber, sucede a todos los
hombres.

(III) «Siervo, obedéceme». Sí, mi señor, sí. «Tráeme inmediatamente el carro, en-
gánchalo. Iré al desierto». Ve, mi señor, ve. El estómago del fugitivo está lleno. El
perro de caza partirá un hueso, el fugitivo pájaro hahur construirá su nido; el asno
salvaje corriendo de allá para acá.... «No, siervo, al desierto no iré». No vayas, mi

13
Texto sumerio, proveniente de los siglos VIII-VII a.C. Texto completo en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías de Mesopo-
tamia. Estella: Verbo Divino 1996 (Documentos en torno a la Biblia 26), pp. 85-88.
14
El libro de los Proverbios, a su manera, dice lo mismo: «¿De qué le sirve al necio tener dinero para comprar sabi-
duría si no tiene seso?» (Proverbios 17,16).

9
señor, no vayas. El espíritu del fugitivo es mudable. Los dientes del perro de caza
romperá; la casa del fugitivo pájaro hahur está en un agujero en la pared; y la mo-
rada del asno salvaje, que corre de allá para acá, es el desierto.

(IV) «Siervo, obedéceme». Sí, mi señor, sí «... el silencio del malo hizo absoluto. A
mi enemigo capturaré y prestamente encadenaré. Esperaré los adversarios». Espe-
ra, mi señor, espera... Una casa no edificarás. Quien obra con atrevimiento destru-
ye la casa de su padre. (V) ... «No edificaré una casa». No la edificarás.

(VI) «Siervo, obedéceme». Sí, mi señor, sí. «A la palabra de mi adversario, perma-


neceré silencioso». Calla, mi señor, calla. El silencio es mejor que hablar. «No, sier-
vo, a la palabra de mi adversario, no permaneceré silencioso». No calles, mi señor,
no calles. Si no hablas con tu boca... Tu adversario se irritará contigo....

(VII) «Siervo, obedéceme». Sí, mi señor, sí. «Me propongo iniciar una rebelión».
Hazlo, mi señor, hazlo. Si no inicias una rebelión, ¿qué será de tu arcilla? ¿Quién te
dará algo con que llenar tu estómago? «No, siervo, no haré nada violento» No lo
hagas, mi señor, no lo hagas. El hombre que hace algo violento recibe la muerte o
es maltratado, o lisiado, o capturado y puesto en prisión.

(VIII) «Siervo, obedéceme». Sí, mi señor, sí. «A una mujer amaré». Sí, ama, mi se-
ñor, ama. El hombre que ama a una mujer olvida el dolor y la pena. «No, siervo, a
una mujer no amaré». No ames, mi señor, no ames. La mujer es un pozo, la mujer
es una daga de hierro - ¡muy afilada! - que corta el cuello del hombre.

(IX) «Siervo, obedéceme». Sí, mi señor, sí. «Tráeme inmediatamente agua para
mis manos y dámela: ofreceré un sacrificio a mi dios». Ofrece, mi señor, ofrece. El
hombre que ofrece sacrificio a su dios es feliz, empréstito sobre empréstito hace.
«No, siervo, no ofreceré un sacrificio a mi dios». No lo ofrezcas, mi señor, no lo
ofrezcas. Tal vez enseñes a un dios a trotar en pos de ti, como un perro, cuando te
requiera diciendo «Celebra mi ritual» o «No inquieras pidiendo un oráculo», o cual-
quier otra cosa.

(X) «Siervo], obedéceme». Sí, mi señor, sí. «Daré alimento para nuestro país». Da-
lo, mi señor, dalo. El hombre que da alimento a su país - su cebada sigue siendo
propia de él, pero los recibos de los pagos de interés son inmensos. «No, siervo,
alimento a mi país no daré». No des, mi señor, no des. Dar es como amar ... como
engendrar un hijo. ... te maldecirán. Comerán tu cebada y te destruirán.

(XI) «Siervo, obedéceme». Sí, mi señor, sí. «Haré algo útil por mi país». Hazlo, mi
señor, hazlo. El hombre que hace algo útil por su país - la obra útil se coloca en el
recipiente de Marduk. «No, siervo, no haré algo útil por mi país». No lo hagas, mi
señor, no lo hagas. Encarámate a los montones de antiguas ruinas y anda por ellos:
mira las calaveras de hombres pretéritos y recientes; ¿cuál de ellos es un malhe-
chor, cuál un benefactor público?

10
(XII) «Siervo, obedéceme». Sí, mi señor, sí. «¿Qué es bueno? Romper mi cuello, tu
cuello, arrojar ambos al río, eso es bueno». ¿Quién es tan alto que ascienda al cie-
lo? ¿Quién es tan ancho que abarque la tierra? «No, siervo, te mataré y enviaré
precediéndome». En tal caso, ¿desearía mi señor vivir siquiera tres días después
de mí? (Colofón) Escrito según el original y confrontado.

d. Disputas y fábulas.15 Otro apartado importante en la literatura mesopotámica lo consti-


tuyen las fábulas, cuyos textos han llegado hasta nosotros muy fragmentados e incompletos. En
ellas discuten entre sí plantas y animales: el tamarisco y la palmera, el sauce y el laurel, Nidaba
(una diosa) y el trigo, el buey y el caballo, la zorra y el perro. Estas fábulas no son puros ejerci-
cios literarios de la fantasía, sino reflexiones sapienciales sobre la vida, amargas críticas satíricas
de la realidad social. Cada uno de los personajes de las fábulas se proclama el mejor y el más útil
para la vida. Se subrayan las cualidades más afines a las propiedades de plantas y animales para
el uso y ornamentación domésticos (el tamarisco), para el alimento de los hombres (la palmera);
se ensalza la utilidad del perro y del buey, la fortaleza del león, la elegancia y fuerza del caballo,
la ferocidad del lobo y la astucia de la zorra. El veredicto final suele reflejar la cruda realidad, por
lo que no necesariamente corresponde a lo que es justo. Así, en el caso de la zorra, triunfa la as-
tucia sobre todo lo demás. Las fábulas son, pues, críticas satíricas de las normas por las que se
rige la vida en la sociedad.

El rey plantó en su palacio palmas datileras; además, muchos tamariscos. … Los


árboles... se compararon entre sí. El tamarisco y la palma datilera no descansaron.
El tamarisco habló ensalzándose a sí mismo sobremanera; cuando la palma datile-
ra habló, su palabra sobrepasó en arrogancia: «En cuanto a ti, ¡oh tamarisco!, tú
eres una madera inútil. ¿Qué son tus ramas? Madera sin fruto. Mío es el fruto de un
gran árbol; su fruto es su alimento; en segundo lugar, el jardinero habla bien (de
mí), como provechoso para el esclavo y el gobernador. El alimento de mi fruto hace
crecer al niño y los adultos comen mi fruto». «¿No estoy bien situado en presencia
del rey? ¡Oh lunático!, en el palacio del rey, ¿qué cosa hay sobre mí? En el palacio
del rey, éste come sobre mi mesa; la reina bebe de mi copa. Yo soy un tejedor, y te-
jo mis hilos … (dijo el tamarisco)». «Su boca no es un arma», contestó (el rey); él
plantó a su lado la palma datilera, (diciendo): «Si (tú estás) en la puerta de la ciu-
dad, calma la disputa; si en el desierto, calma el calor».16

e. Dichos populares, consejos y proverbios.17 Estos géneros, que tanto éxito tuvieron en
las culturas del entorno de Israel y en las sucesivas hasta nuestros días, fueron también conocidos
en Mesopotamia. Son pocas relativamente las colecciones, o grupos de estos dichos y sentencias,

15
Una buena selección de estos materiales breves en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías de Mesopotamia. Estella: Verbo
Divino 1996 (Documentos en torno a la Biblia 26), pp. 11-23.
16
Texto proveniente del período asirio antiguo, hacia los años 1800-1500 a.C. Texto completo en: JEAN LÉVÊQUE
Sabidurías de Mesopotamia. Estella: Verbo Divino 1996 (Documentos en torno a la Biblia 26), pp. 12-15.
17
Una amplia colección de proverbios sumerios en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías de Mesopotamia. Estella: Verbo
Divino 1996 (Documentos en torno a la Biblia 26), pp. 36-41.

11
que se han conservado; a pesar de ello, prueban más que suficientemente que debió de ser muy
antiguo y familiar el uso del proverbio en las diferentes culturas que se sucedieron en el país me-
sopotámico. Recordemos algunos ejemplos, primero de textos acadios y luego de textos sume-
rios:

«Mi cisterna no se ha secado; por ello, mi sed no es excesiva». «Si yo mismo no he


ido, ¿quién podría haber ido a mi lado?» «Consagró el templo antes de que empe-
zara a construirlo». «Amigo mío, mi conocimiento secreto no es guardado por un
enemigo; al contrario, amigo mío, es guardado por un hijo o una hija». «Mientras un
hombre no se esfuerce, no ganará nada». «No resuelvas mal un asunto, para que
no caiga en tu corazón una pena». «No hagas el mal, para que no te agarres a una
tristeza permanente». «Concibió sin copulación y engordó sin comer». «Cuando
trabajo me quitan mi recompensa. Cuando aumente mis esfuerzos, ¿quién me dará
algo?». «El hombre fuerte se alimenta gracias a su salario; el hombre débil, por el
salario de su hijo». «Es afortunado en todo, ya que lleva un vestido (bonito)». «¿No
soy un corcel de pura casta? Con todo, estoy aparejado con un mulo y debo tirar de
un carro cargado de cañas». «Si entras en un río, sus aguas apestan al punto; si
estás en un huerto, los frutos de dátiles se hacen amargos». «Muy pronto morirá;
por eso dice: “Déjame comer todo lo que tengo”. Pronto estará bien y dirá: “Permi-
tidme economizar”». «El don del rey produce las buenas obras del copero». «La
amistad es de un día; la esclavitud, perpetua». «Donde hay siervos, hay querellas;
donde hay gente dedicada a los cosméticos, hay calumnias». «Un ciudadano vul-
gar, en otra ciudad, se convierte en su jefe». «Mi campo es como una mujer sin ma-
rido por falta de su cultivo». «Cuando las hormigas son golpeadas, no lo aceptan,
sino que muerden la mano del que las hiere». «Una mujer pecadora a la puerta de
la casa del juez: su palabra prevalece sobre la de su marido».

«A un hijo perverso jamás le hubiera dado a luz la madre, ni su dios le debiera ha-
ber formado». «Al huir del toro salvaje, la vaca salvaje me salió al paso». «Mientras
vive es su amigo; el día de su muerte es su mayor adversario». «No podía llegar a
un acuerdo; todas las mujeres hablaban entre sí». «En boca abierta entran mos-
cas». «Como la vaca estéril, andas buscando un novillo tuyo que no existe». «El
caballo, después de derribar a su jinete, dijo: “Si siempre ha de ser ésta mi carga,
me debilitaré”». «El perro comprende. Tómalo. No entiende. Déjalo».

f. Sentencias de Ajícar.18 Estas sentencias forman parte de la novela de Ajícar, de origen


arameo, y de la cual se conserva una multitud de versiones. La historia y sabiduría de Ajícar tuvo
tanta difusión que llegó hasta Elefantina (Alto Egipto, en el siglo VI a.C.) y se cita en Tobías 2,1-

18
Auténtico best seller de la antigüedad, con una sección narrativa y otra de sentencias; atenderemos solo a esta
última. La versión final de esta obra parece provenir de los siglos VII-VII a.C. Texto completo de la sección dis-
cursiva en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías de Mesopotamia. Estella: Verbo Divino 1996 (Documentos en torno a la
Biblia 26), pp. 116-124. Amplia selección, indicando los textos bíblicos paralelos, en: MAXIMILIANO GARCÍA
CORDERO La Biblia y el legado del antiguo Oriente. El entorno cultural de la historia de la salvación. Madrid:
BAC 1977, pp. 612-617.

12
2; 2,10; 11,19; 14,10. Las enseñanzas de Ajícar están orientadas a la educación de la juventud.
Algunas muestras son:

«No apartes a tu hijo del palo, de lo contrario no podrás liberarlo (de la maldad)»
(81). «Si te pego hijo mío, no morirás¸ pero si te dejo a tu corazón no vivirás» (82).
«Hay dos cosas que son buenas y una tercera que agrada a Shamash: que el que
bebe vino, lo comparta con otros; que el que tenga sabiduría, se atenga a ella; que
el que oye una palabra, no la revele» (92). «Hijo mío, no maldigas el día antes de
haber visto la noche» (96). «Sobre todo, vigila tu boca, y sobre lo que has oído
muéstrate discreto; pues una palabra es un pájaro, y es tonto el que lo suelta» (98).
«Dulce es la palabra de un rey, pero más aguda y tajante que un puñal de doble fi-
lo» (100) «¿Por qué va a luchar la leña con el fuego, la carne con el cuchillo, el
hombre con el rey?» (104). «Un buen jarro guarda la palabra en su interior, pero
uno roto la deja escapar» (109). «Levanté arena y levanté ssal: pero nada tan pe-
sado como una deuda» (111). «Las estrellas del cielo son tan numerosas que nadie
conoce sus nombres. Así hay hombres que nadie conoce» (116). «Escucha, hijo
mío, siega cualquier mies y acepta cualquier trabajo: entonces podrás saciara tu
hambre y atender a las necesidades de tus hijos» (127). «No amontones riquezas,
no sea que perviertan tu corazón» (137). «No reveles tus secretos delante de tus
amigos, no sea que arruines ante ellos tu reputación» (141). «¡Qué pena un hombre
que no sabe lo que quiere» (177). «El hambre hace dulce lo que es amargo, y la
sed, agradable lo que es acido» (188). «¡Que el rico no diga: “soy glorioso por mis
riquezas”» (207). «No muestres el mar a un árabe, ni el desierto a un sidonio; ¡eso
no es asunto suyo!» (208).

g. Consejos sapienciales.19 Textos breves que exhortan a actuar correctamente y propo-


nen consejos para una vida recta. Algunos ejemplos:

«Como hombre sabio, que tu inteligencia brille modestamente, que tu boca sea re-
primida y guardada en el hablar». / «Como la riqueza del hombre, que tus labios
sean preciosos». / «No digas ninguna cosa impertinente, ni des un consejo incier-
to». / «No busques el lugar de querellas, pues en un conflicto deberás dar una deci-
sión. Y estarás obligado a ser su testigo. Pues ellos te tomarán para testificar en un
pleito que no te concierne. Cuando veas una disputa, vete lejos, sin fijarte en ello.
Pero, si realmente es tu propia querella, apaga la llama, porque una disputa hace
descuidar lo que es recto». / «Que tu corazón no sea inducido al mal... [al pobre]
dale de comer, dale vino para beber. Al que pide limosna hónralo y vístelo. Por ello,
el dios se alegra. Esto alegra al dios Shamash, que recompensa con el bien. Sé útil,
haz el bien...». / «No te cases con una prostituta que tiene seis mil maridos, ni con
una mujer de Ishtar dedicada a dios, ni con una prostituta sagrada cuyos favores
son sin límites». / «No calumnies; habla lo que es correcto. No digas nada malo,

19
Obra muy difundida, proveniente del Período Casita (1530-1160 a.C.). Enseña el autodominio, especialmente por
el control de la palabra. Texto en: JEAN LÉVÊQUE Sabidurías de Mesopotamia. Estella: Verbo Divino 1996 (Do-
cumentos en torno a la Biblia 26), pp. 51-54.

13
sino lo bueno. Al que calumnie o hable mal, el dios Shamash, como retribución le
perseguirá tras su cabeza». / «No abras anchamente tu boca; guarda tus labios.
Las palabras de tu interior no las digas ni cuando estés solo. Si hablas precipitada-
mente, más tarde tendrás que retractarte. Tú debieras refrenar tu mente por sus es-
fuerzos para no hablar». / «Rinde homenaje diario a tu dios con sacrificios, plega-
rias y ofrendas de incienso apropiadas. Pues hacia tu dios debes sentir solicitud de
corazón. Esto es lo que conviene a la divinidad. Debes ofrecer en la mañana plega-
rias, súplicas, postraciones al suelo; después, podrás ser grande y prosperar abun-
dantemente con la ayuda de Dios». / «Con un amigo y camarada no hables mal; no
digas nada ruin, sino que relata lo que es favorable a él». / «Si tú prometes, da... Si
has animado, ayuda. … No des esperanzas a tus amigos sin satisfacerlas».

3. En síntesis

A nosotros han llegado otros muchos documentos en los que se contienen muchos conse-
jos, avisos, sentencias de sabiduría, sueltos o agrupados. Los que hemos recordado bastan para
hacernos una idea de cómo florecieron los géneros sapienciales en culturas tan antiguas y varia-
das de todo el arco del Creciente Fértil o Media Luna. Especialmente en Egipto y Mesopotamia,
de las cuales se nutrieron los israelitas durante toda su larga historia.

Dado el carácter «internacional» de la sabiduría, este tipo de comparaciones y semejanzas


también se pueden realizar con la sabiduría tradicional de todos los pueblos; de los pueblos anti-
guos y de los actuales. Es un interesante camino de diálogo intercultural. Hasta mediados del si-
glo XX la tradición sapiencial de la Biblia fue muy poco valorada. Se prefería los textos normati-
vo/jurídicos o los textos proféticos. Pero en tiempos más recientes se ha producido una nueva
valoración de lo sapiencial como un terreno apropiado para el diálogo interreligioso en socieda-
des secularizadas. Este tema permite recordar unas afirmaciones del P. Adolfo Nicolás, Prepósito
General de la Compañía de Jesús, que vienen al caso. En entrevista a la revista española Vida
Nueva20 señalaba:

«P. Leí hace poco que el gran desafío para las religiones en el siglo XXI era proponer una alter-
nativa a la adoración del becerro de oro. ¿Hace la Iglesia lo suficiente en este sentido?

R. A lo mejor resulta difícil de captar, pero la Iglesia está ahora como estaba al final del Antiguo
Testamento. Hubo una crisis de fe cuando el exilio y, tras esta crisis, se terminaron los profe-
tas. Cuando habla a la sociedad moderna, la Iglesia no puede hablar proféticamente, porque no
hay fe para recibir el mensaje profético. Tiene que hablar como habló el Espíritu en la última
parte del Antiguo Testamento. La Iglesia tiene que hablar sapiencialmente. Hacen falta profe-
tas dentro de la Iglesia, pero a la sociedad hay que ofrecerle sabiduría, dándole mensajes que
tengan sentido, que abran caminos, que ayuden a los jóvenes a ver que hay todo un camino de
sabiduría que hay que seguir».

20
Vida Nueva, nº 2.850, mayo, 2013. Tres meses después el P. Adolfo Nicolás s.j. volvía más ampliamente al tema,
en un encuentro internacional de la CVX (Asamblea CVX en Beirut, agosto 2013).

14

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