Esta es la historia de un señor alcalde de un pueblo lejano, donde los cóndores
usan chalinas, las montañas besan los cielos, el viento silva las peñas y tristezas del pueblo. En ese paradisiaco lugar el alcalde llegó para fiestas patrias con un carro último modelo, el cual fue el punto de conversación de todos los habitantes, porque era la primera vez que alguien en el pueblo se compra un carro, pero la sospecha se hizo cierta cuando descubrieron que el alcalde se había comprado el carro con la plata de la obra del colegio. El alcalde se paseaba sobre las ruedas sucias de la corrupción que había llegado como una peste que pasa de lugar en lugar para quedarse en el pueblo. Resulta que al tesorero del alcalde, un señor de sesenta y tantos años le diagnosticaron un cáncer en el estómago en su etapa terminal y como todo buen cristiano antes de partir de este mundo mandó a llamar al cura del pueblo para confesarse y lavar su alma sucia y negra como su conciencia. En una de sus confesiones contó con lujos y detalles como el alcalde por debajo había recibido una fortuna por dar luz verde a unos empresarios que habían concursado para ejecutar la obra del colegio del pueblo y que no era la primera vez, sino una práctica de varios años y otros alcaldes… Por azares de la vida, Josefina, la curandera del pueblo, quien atendía al desahuciado escuchó la confesión del tesorero y como todo secreto tarde o temprano sale a la luz. Es así que Josefina no pudo callar la verdad que tanto mal le hacía a su pueblo y a sus compoblanos, gritó a los cuatro vientos la verdad. La verdad era que el alcalde y los anteriores alcaldes habían hecho de las suyas perjudicando al pueblo, se habían convertido en supaypawawas, hijos de la corrupción, que es como una rueda que a todos atrapa y en su rodar se va ensuciando cada vez más y más. El alcalde del pueblo trató de negar como Judas a Jesús sus hechos, pero ante tanta evidencia y un carro último modelo no puedo negar y le cayó toda la justica del pueblo, pero no la justicia de las altas esferas donde todos se tapan unos a otros; comprando favores y conciencia, porque en este mundo todo tiene su precio, porque el que no cae resbala, a igual que en la casa de un jabonero. Desde esos hechos, todos estan alertas en el desarrollo y destino de su pueblo, alertas para que esa mal de la corrupción, como una enfermedad contagiosa no camine por las calles del pueblo.