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"La argumentación escrita" de Álvaro Díaz es un libro publicado en el año 2002 por la
universidad de Antioquia. El libro cuenta con 145 páginas en las que se desarrollan diez
capítulos y un prefacio, teniendo como eje temático una orientación práctica y teórica para
argumentar en el campo de las ciencias sociales. Del autor es importante resaltar que es
Licenciado en Filología e Idiomas de la Universidad del Atlántico y Magíster en
Lingüística y Español de la Universidad del Valle.
Como único aspecto negativo cabe resaltar que, según mi opinión, en los ejemplos de
estrategias de persuasión el autor utilizó varias veces en ejemplos distintos casos similares
o iguales. En ese sentido creo que la variedad de ejemplos habría favorecido el desarrollo
del capítulo.
El segundo capítulo del libro “La argumentación discursiva” es muy corto y expone
básicamente cuatro elementos importantes en la argumentación discursiva. El primero de
ellos se denomina “en cuanto al tema”, el cual explica que los temas idóneos para
argumentar deben ser de carácter polémico, es decir, que no haya un acuerdo universal a
favor o en contra del mismo. Al momento de argumentar es necesario entender que la
opinión propia no es compartida por todos, por esto es posible estar en contra de la tesis ya
que no existen verdades absolutas en la argumentación. Temas como el aborto, la
legalización de la marihuana y la eutanasia generan polémica y debate.
La eficacia del discurso depende en gran medida del conocimiento que el orador tenga
sobre el auditorio al cual se va a dirigir. Para esto es necesario que la persona que va a
argumentar conozca lo que sabe, piensa e ignora el auditorio. Lo anterior con el fin de
definir las posibles resistencias u oposiciones que el público pueda tener frente a los
argumentos expuestos. También es importante conocer la opinión que tienen los receptores
de la información frente al tema que se va a tratar para precisar las clases de argumentos
que son pertinentes.
Por último, el autor introduce una cita de Nothsine, que considera que existen siete tipos
de auditorios: 1) abierta o activamente hostil, 2) simplemente hostil, 3) neutral, 4) indeciso,
5) mal informado, 6) que lo apoya, 7) que lo apoya abierta o activamente.
Si bien es cierto que el tema presentado es muy corto para hacer objeciones al respecto,
según mi opinión, en la última parte cuando se habla de los siete tipos de auditorios el autor
pudo haber enfatizado más en esto. Hubiera sido muy interesante que el escritor
desarrollara las características de cada tipo de auditorio y sobre todo, que estrategias usar
para tener éxito frente a cada clase de público.
El tercer capítulo de este libro explica las diferencias entre la argumentación lógica y la
argumentación discursiva. La lógica tiene como objeto de estudio el razonamiento y los
preceptos por los que éste se rige para ser válido. Si bien es cierto que el razonamiento es
importante para el ser humano, es necesario también estudiar el contenido, aspecto que no
tiene en cuenta la lógica.
Por otra parte, la lógica es una disciplina atemporal y universal, es decir, sus premisas
son aceptadas en cualquier época y cualquier cultura. Por el contrario, la argumentación es
una disciplina que acepta premisas dependiendo del contexto, y cuando este cambia, es
posible que esas premisas sean consideradas como falsas.
A pesar de que los principios que aparecen en los manuales de la lógica son eficientes
para explicar muchos fenómenos que suceden en la humanidad, no se cumplen en la
argumentación discursiva. El autor describe tres ejemplos que demuestran lo anterior y se
mencionaran a continuación: En el primer caso, se ha demostrado que el principio de
identidad no es cierto en todos los casos posibles. Este principio dice que “lo que es
verdadero es verdadero”, pero también se ha demostrado que una proposición puede ser
verdadera en un momento y falsa en otro. Dicho de otra forma, la realidad que los seres
humanos perciben es solo una percepción, por ello las cosas no son siempre lo que parecen.
El tercer principio lógico es el del tercer excluido (Toda preposición debe ser verdadera
o falsa). El mundo nunca será simple, y tener la ilusión de que las cosas solo tienen dos
caras es una idea errónea. La realidad que a diario perciben los individuos puede tener
tantas caras como sea posible. Encontrar la verdad es una fantasía humana, y el principio
del tercero excluido no puede hallarla.
Los ejemplos anteriores demuestran que algunas premisas de la lógica no se aplican para
todos los casos. La utilidad de los principios lógicos no necesariamente asegura que se
tenga la razón. La lógica que realmente tiene un valor importante en el discurso ordinario
no tiene nada que ver con la lógica formal (la usada en matemáticas o física), sino más bien
con una informal. Como conclusión, el autor propone que al momento de elaborar textos en
los que se busque persuadir al público es necesario un complemento entre los aportes de la
lógica con los procedentes de la teoría de la argumentación.
El aspecto más valorable del artículo es que introduce varias citas oportunas, de autores
que desarrollan la argumentación desde, otorgándole validez y veracidad por tratarse de
expertos en el tema. Además, desarrolla con coherencia su perspectiva de la necesidad de
una teoría de la argumentación, con algunos aportes significativos de la lógica, pues no
todo lo que se derive de ella es erróneo para las ciencias humanas.
El capítulo cuatro de este libro hace una introducción al silogismo y después contrasta al
mismo con una disciplina de las ciencias humanas, el derecho. El silogismo es considerado
como el paradigma del razonamiento deductivo y está compuesto por tres proposiciones:
una premisa mayor, una premisa menor y una conclusión. En los silogismos las premisas
están coordinadas para que la premisa mayor contenga de manera implícita la conclusión, y
para que la premisa menor sea una evidencia de que el razonamiento es correcto. Dicho de
esta manera, se puede decir que esa forma de llegar al conocimiento es correcta, no
obstante muchos silogismos manifiestan falsedades empíricas.
Por ejemplo, el siguiente silogismo: todos los peces nadan, los ornitorrincos nadan, por
lo tanto los ornitorrincos son peces. Este silogismo encierra una falacia pues el
procedimiento es válido pero la conclusión a la que llega es falsa. Para la lógica un
razonamiento silogístico puede ser válido o no, aun siendo falsa la conclusión obtenida. Por
el contrario, en un argumento la conclusión debe ser el resultado de las premisas que la
producen. De esta manera la lógica no proporciona soluciones eficientes a los problemas de
un argumento.
Después de introducir el tema del silogismo jurídico, el autor explica que la claridad y
sencillez propias de los silogismos podrían causar decisiones jurídicas erróneas pues se
presta para simplificaciones excesivas. Decidir quién es el culpable más que un acto
silogístico es un asunto de argumentación discursiva. La naturaleza del razonamiento
jurídico no está en el paso de las premisas a la conclusión (silogismo), sino en el
planteamiento y correcta elección de esas premisas.
Es cierto que la decisión final se toma bajo el sustento de una ley escrita en la
constitución, pero la selección de ciertas premisas no se basa en la lógica, sino en las
concepciones del juez que están determinadas por factores políticos, sociales y económicos.
Dicho de otra forma, los procesos del pensamiento humano no se explican mediante la
lógica, es un asunto más complejo del que se encarga la psicología.
Los errores judiciales no se producen por una desacertada transición de las premisas a la
conclusión, sino por una errónea formación de premisas. El juez no debe condicionar todo
el proceso a un esquema deductivo sin antes basarse en premisas claras y que se adapten al
caso particular. Por lo anterior, la argumentación debe ser un procedimiento anterior a la
lógica, es decir, antes de silogizar, el juez debe determinar si la ley que va a escoger como
su premisa mayor para el caso investigado es la indicada. La hermenéutica jurídica es la
encargada, precisamente, de proporcionar herramientas para encontrar la ley adecuada.
A pesar de que el capítulo es muy corto, presenta de manera clara las características del
silogismo, esto para que el lector tenga el conocimiento necesario para entender la crítica
posterior. En esta última, el autor contrastó de manera precisa algunas características del
silogismo con casos judiciales cotidianos y fáciles de entender, por lo que acertó en la
elección de esos ejemplos. El tema tiene gran importancia dentro del libro pues es
fundamental precisar los vacíos que tiene la lógica, con el fin de defender su pensamiento:
es importante el establecimiento de una teoría de la argumentación discursiva. Otro aspecto
positivo del capítulo es que introduce varias citas oportunas, de autores que defienden la
postura que tiene el, la insuficiencia de la lógica para dar cuenta de los problemas humanos.
El quinto capítulo comienza con una definición sobre el entimema, explicando que es un
silogismo en el que se encuentra de manera implícita una premisa o una conclusión del
texto. El entimema le da la ilusión al público de que infiere por su propia cuenta. Un
ejemplo de entimema son los argumentos enunciados en oraciones compuestas, en las
cuales se indica una causa y una consecuencia, o viceversa. En el caso anterior es usual
encontrar conectores que señalan la relación entre las dos preposiciones como por lo tanto,
por ende, en consecuencia, etc.
El autor desarrolló seis entimemas y escogió a cada uno de ellos como idea central de un
párrafo, añadiéndole ideas secundarias que complementen y afirmen la idea principal.
Luego de esto, se dan una serie de parámetros que ilustran al lector sobre una de las
maneras correctas de producir un texto argumentativo, la que utilizó el autor. El primer
parámetro es la distribución, se dividió todo el texto en diez párrafos, uno de introducción,
ocho de desarrollo en los cuales se soportan un argumento diferente a favor de la tesis y
uno de finalización. El segundo parámetro es la introducción, en donde se destacan cinco
aspectos: los antecedentes del problema, la tesis que se va a refutar, la tesis que se va a
defender, la actitud que va a prevalecer en el ensayo y las operaciones que se van a usar en
la sustentación (contraste, casos ilustrativos, análisis y razones múltiples). El tercer
parámetro es que cada entimema se debe desglosar en párrafos diferentes para evitar
confusiones, además de añadirle nuevas premisas que le den soporte a la tesis. El cuarto
parámetro es la diversidad en la organización de los párrafos, para ello el autor recomienda
que el entimema o idea central del párrafo sea situado en lugares diferentes, a veces al
principio, otra veces al final o en el intermedio. El quinto parámetro es que los argumentos
se pueden ordenar de manera ascendente, o sea, se empieza con un argumento débil y se
finaliza con los argumentos más completos. El sexto parámetro es la utilización de citas y
opiniones de autoridad que le den peso al argumento, este consejo es de obligatorio
cumplimiento si se quiere convencer al lector u oyente. Por último, el autor dice que en el
proceso de escritura es normal que aparezcan nuevos argumentos y se supriman otros que
no estaban contemplados en el borrador inicial.
Escribir va mucho más allá de producir oraciones con sentido, cuando en realidad se
aprende a escribir se piensa crítica y creativamente. Es decir, el pensamiento crítico esta
enlazado con la capacidad de construir textos argumentativos, lastimosamente en el sistema
educativo de países subdesarrollados (como el nuestro) no se le da importancia a la
argumentación y la capacidad crítica de los estudiantes.
El texto de Álvaro Díaz presenta además un análisis sobre cómo a partir de varios
entimemas se puede construir un buen texto argumentativo. El autor primero establece un
tema, después los entimemas, luego escribe el ensayo completo y por último explica de
manera concreta los parámetros usados para que el lector que aplique esto aprenda a hacer
un ensayo argumentativo. La temática tiene gran importancia dentro de la academia,
incluso fuera de ella, porque adquirir una competencia para argumentar no es tarea fácil, y
en este texto el autor hace una pequeña síntesis de un tema tan complejo.
Se han enmarcado los aspectos positivos del capítulo, por ello se hablará en este párrafo
de algo que en mi opinión no está bien. El autor ha dicho en varias ocasiones que la lógica
no ofrece respuesta a todas las preguntas de las disciplinas de las ciencias humanas, por ello
es necesaria una teoría de la argumentación. El autor ha terminado con esas palabras varios
capítulos, y creo que lo ha repetido mucho y aún no ha explicado dicha teoría, pienso que
cae en el error de la reiteración.
El cuarto apartado se llama “Tipos de tesis” y en este el autor clasifica las tesis en cuatro
grandes grupos. El primer grupo, tesis que evalúan, son aquellas que declaran una
valoración, una postura negativa o positiva sobre determinada situación, conforme a
principios o juicios sobre lo conveniente y lo inconveniente. El segundo grupo, tesis que
explican, se refiere a las que explican por qué sucedió algo o por qué algo es como es. El
tercer grupo, tesis que presagian resultados, son aquellas que predicen determinadas
consecuencias de algo que para el escritor es lógico. El cuarto grupo, tesis que sugieren, se
refiere a aquellas que expresan juicios de valor con los cuales se sugiere o previene alguna
acción o actitud.
Por último, el autor describe una serie de consideraciones sobre las tesis: Las
proposiciones que describen gustos personales no son pertinentes para una tesis ya que no
se pueden sustentar razonablemente, pues las personas tienen gustos muy variados. La tesis
debe ser significativa y específica, las tesis generales son fáciles de objetar. Las opiniones
que tienen gran aceptación dentro de la sociedad no son recomendadas para usar como tesis
de un ensayo argumentativo, pues por tratarse de una creencia compartida, nadie las va a
refutar. También es inadecuado usar como tesis juicios que indiquen presentimientos o
corazonadas.
El tema tiene gran trascendencia, por ello considero que este capítulo debería ser leído
por cualquier persona que deba realizar un ensayo. La tesis es siempre difícil de elegir pues
de ella depende el éxito o no de un ensayo argumentativo, por ello existe cierto temor en
equivocarse en este paso. Considero que el autor proporciona algunos consejos útiles sobre
cuál es la manera correcta de plantear una tesis, qué tipos de tesis existen y cual se adapta a
la necesidad argumentativa, cuales son los errores más comunes en los que caen las
personas cuando deben hacer una tesis, etc.
El autor también menciona la importancia de los argumentos que defienden la tesis. Para
analizar la pertinencia de ciertos argumentos utiliza un texto sobre las sanciones
económicas que ha utilizado Estados Unidos como política exterior. Algunos podrían
pensar que para analizar los argumentos de una tesis es necesario solo un pequeño
fragmento, no obstante, creo que el autor acertó en colocar todo el texto y analizarlo todo,
dándole profundidad a las ideas planteadas. Además, no fue una lectura aburrida, contenía
datos muy interesantes que hacen que el lector no se aburra.
La retórica moderna desarrolló una estructura para el ensayo, pero eso no quiere decir
que este último debe tener una organización rígida y única. El primer componente de un
ensayo es la introducción, la cual tiene como objetivo atraer la atención del lector y plantear
la postura o tesis respecto al tema tratado. Algunos escritores utilizan estrategias en sus
introducciones como: aludir a los antecedentes del tema, manifestar la tesis que se va a
defender en el ensayo, nombrar una opinión que se va a refutar o contradecir, ubicar el tema
en un contexto histórico, aclarar un término clave en el desarrollo del ensayo, escribir una
analogía, formular una pregunta retórica cuya respuesta tenga que ver con la tesis, etc.
Por último, la conclusión del ensayo, que tiene como propósito que el lector tenga
presente aquello de lo que se le quería convencer y dejar una apreciación o consideración
final sobre el tema. Es común que en este párrafo de finalización se sintetice o resuma la
posición planteada, se obtenga una conclusión y se termine con una reflexión. La extensión
de la conclusión debe ser proporcional al ensayo. En la conclusión existe una variedad de
recursos retóricos para desarrollar, entre ellos se encuentran: expresar una conclusión
coherente con lo sustentado, parafrasear la tesis, plantear una solución o pasos a seguir para
la solución de un problema, predecir un resultado, plantear una pregunta retórica, etc.
También es importante enmarcar la pertinencia de los textos que el autor utiliza para
analizar una de las maneras correctas de producir un ensayo. Díaz analiza qué aspectos tuvo
el autor del ensayo para escribir su introducción y analiza qué argumentos utilizó y con qué
fin lo hizo, pues ningún argumento está porque sí. Cabe resaltar que los dos ensayos
escogidos como referencia por el autor son muy interesantes, pues el tema de la
legalización de las drogas es una cuestión social, económica y política, además tiene
opiniones divididas, las cuales generan polémica.
El cuarto apartado “El garante (G)” expone que este es el principio que se establece
entre (P) y (F), y se refiere a un precepto cuya validez es aprobada por la sociedad. Los
garantes se fundamentan en leyes, normas sociales, convenciones culturales y en
conclusiones racionales producto de la experiencia de las personas. El autor además señala
tres características de un garante: primero, el garante se presenta como si fuese compartido
culturalmente, es decir, son conclusiones que empíricamente son lógicas para la sociedad.
Segundo, el garante se basa es un principio general, o sea, tiene legitimidad cada vez que se
dan situaciones que, por analogía, se pueden analizar de manera similar. Tercero, el garante
es de carácter gradual. Adicionalmente, existen tres tipos de garantes: el primero, garantes
basados en el ethos de la fuente, se refiere a los argumentos que proceden de fuentes
confiables o de autoridad. El segundo, garantes basados en los afectos del destinatario, se
relaciona con los valores, las emociones y los intereses del público. El tercero, garantes
basados en hechos y situaciones.
El quinto apartado “La concesión (C) y la refutación (R)” define estos dos términos de
gran importancia en la argumentación. La (C) se refiere al reconocimiento de que existen
otros argumentos que se oponen a los propios, además se reconocen algunos casos
excepcionales en los que la tesis no funciona o no es válida. La finalidad de (C) es revelar
que se conoce la otra posición, pero que no se converge en esa opinión por considerarla
limitada y en algunos casos equivocada. La (R) alude a esa parte del argumento que resta
peso al contraargumento de alguien que se opone a la posición propia, exhibiendo su poca
pertinencia y destacando sus vacíos.
El autor además de exponer la estructura del argumento, establece al final unos consejos
muy útiles sobre algunos aspectos que hacen que un argumento sea fácil de refutar. Este
último fragmento permite que el lector corrija sus argumentos la próxima vez que deba
hacer un ensayo, para que sea difícil refutarlos. Por último se resaltara un error en el que
cayó el autor, la repetición de algunos conceptos o frases en este capítulo que ya había
explicado o dicho en pasadas secciones.
El capítulo nueve de este libro expone una serie de falacias que, algunas veces de
manera malintencionada, otras no, usan las personas en la argumentación. Una falacia es un
razonamiento que, a pesar de que parece correcto, tiene en su sustentación algún engaño o
patraña. El autor reconoce diez tipos de falacias, a continuación se va a explicar en qué
consiste cada una: La primera, petición de principio (Petitio principii) es una táctica de
persuasión que consiste en deducir una conclusión desde una premisa que no está
fundamentada. La persona que utilice esta falacia se dedica a reiterar en su conclusión lo
mismo que propone la premisa que la sustenta. Con la petición de principio se admite sin
fundamentos nuevos lo que se busca comprobar. Además, no se ofrecen razones de peso
para los que no tienen el mismo pensamiento, y los que lo tienen, no se convencen de la
manera como el ponente llega a la conclusión.
Por otro lado, está la falacia de conclusión inatinente, (Ignoratio elenchi), la cual radica
en el razonamiento que sustenta una conclusión a partir de premisas que no tienen relación.
La finalidad de esta falacia es desviar el pensamiento del oyente sobre el verdadero punto
de discusión, para ello se utilizan premisas que se concentran en aspectos fáciles de
argumentar y que no son importantes en el debate. La tercera falacia, falsa relación causal
(Post hoc, ergo propter hoc) consiste en explicar que como un suceso ocurrió antes que
otro, el último es consecuencia del primero. El anterior razonamiento no tiene en cuenta
que un hecho puede ser resultado de diversas causas, o de varias, y que hay causas de
mayor importancia que otras.
La cuarta falacia, falso dilema, es una inferencia sobre un problema que tiene sólo dos
soluciones posibles, ambas indeseables. La quinta falacia, ataque personal (ad personam
ofensivo) consiste en ultrajar al opositor utilizando ataques personales, en vez de atacar la
veracidad de sus argumentos. Con esta táctica se busca desprestigiar al otro para disminuir
la confiabilidad de sus opiniones. Lo anterior casi siempre funciona porque para las
personas es difícil separar una opinión con la persona que la dice. La sexta falacia,
apelación a la piedad y a las emociones (Ad misericordium) consiste en recurrir a frases
con una carga emocional dirigidas a los sentimientos del público con el fin de persuadirlo.
Con esta estrategia las premisas van dirigidas hacia el corazón, y no hacia el cerebro. Para
lograr lo anterior el argumentador denota lisonja, alarma, piedad y compasión.
La séptima falacia, falsa analogía, alude a extraer algunas conclusiones de algo poco
conocido relacionándolo con algo conocido, teniendo en cuenta algunas similitudes que
guardan ambas cosas. La octava falacia, prejuicios por asociación y estereotipos, se vincula
con las creencias sobre las características de un grupo de personas. Por lo general, los
estereotipos son consecuencia de impresiones negativas o positivas generadas por la fuente
de argumentación. La novena falacia, falso consenso, se refiere a respaldar la conclusión a
partir de lo que piensa la mayoría del auditorio, sin tener en cuenta que siempre existirán
opiniones divididas.
La décima falacia, conclusiones o inducciones prematuras, consiste en desplazar el
razonamiento específico hacia el general. A partir de hechos específicos o ejemplos
particulares se llega a conclusiones que pretenden ser aprobadas para todos los casos que
guarden similitudes. La undécima falacia, falsa presuposición o pregunta compleja, alude a
una pregunta cuya respuesta, sea positiva o negativa, ratifica lo que se pregunta en ella.
Esta pregunta establece de antemano que quien la responde aceptará lo que en ella se
interroga. Por último, una falacia conocido con el nombre del hombre de paja, la cual
consiste en explicar las opiniones del oponente alterando, simplificando y reduciendo lo
que el otro argumenta. El hombre de paja establece una imagen falsa y caricaturesca del
criterio del contrario.
El noveno capítulo del libro La argumentación escrita presenta una síntesis de las
principales falacias a las que recurre una persona cuando no tiene argumentos de peso y
necesita convencer al público. Es de valorar el hecho de que cada falacia viene con una
serie de ejemplos que hacen más comprensible el contenido del capítulo.
El tema tiene gran importancia pues es necesario para las personas analizar cómo un
ponente convence a un público y saber qué clases de falacias son las más comunes para no
caer en ellas. Creo que se hubiera podido profundizar la información dada con otras más
interesantes, por ejemplo, cómo contrarrestar el efecto de cada falacia cuando se es atacado
con una de ellas.