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Pequeño Ritual

PALABRAS DEL SIERVO DE DIOS JUAN


PABLO II (al terminar su mensaje a los
medios de comunicación).

Me gusta mucho que en todas partes la


gente en México quiere la bendición. Eso
me da una convicción de mi misión: ser un
portador de la bendición que actualiza una
nueva dimensión de nuestra vida (…) entre el
hombre y Dios, entre Dios y el hombre (…).
Esta situación divina y humana (…), para mí
inolvidable (…) es una síntesis de México.

SIERVO DE DIOS
JUAN PABLO II
México, 31 enero 1979
BENDICIONES POR LAS CREATURAS
DE DIOS

BENDICIÓN DEL AGUA


Ez 36, 23-28; Jn 4, 13-15

V. En el nombre del Padre, y del Hijo,


y del Espíritu Santo.
R. Amén.
V. El Señor esté con ustedes
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Dios Todopoderoso, que eres la


fuente y el principio de la vida del cuerpo
y del espíritu, dígnate † bendecir esta agua
que vamos a utilizar con fe para implorar el
perdón de nuestros pecados y para alcanzar
la protección de tu gracia contra todas las
enfermedades y asechanzas del enemigo.

Concédenos, Señor, por medio de tu miseri-


cordia, que el agua viva nos sirva siempre de
salvación, para que podamos acercarnos a ti
con un corazón limpio y evitemos todo mal
de alma y cuerpo.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

El Señor nos bendiga, † nos guarde de todo


mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
ANIMALES SANOS
Gn 6, 18-22; Dt 28, 1-6; Sal 8; Is 11, 1-9

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Bendícenos, Señor, y multiplica nuestros
ganados.
R. Y cuida a toda especie de animales.
V. Escucha, Señor, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con ustedes.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor, Dios nuestro, que cubriste la tierra


con tan gran diversidad de animales; Tú que
los crías con magnanimidad y los entregas
paternalmente al hombre; Tú que mandaste
a Noé que los recogiera en el arca y que los
has puesto a nuestro servicio, escucha nuestra
plegaria: cuida de estas creaturas, bendícelas
† para que retocen en tu presencia, y ayúdanos
para que te bendigamos en ellos, los cuidemos
con respeto a ti, y nos sirvamos de ellos para
tu mayor gloria.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Los rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre estos
animales y permanezca para siempre.
R. Amén.

ANIMALES ENFERMOS
Mt 18, 12-13; Lc 15, 1-7

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Señor, no te portes con nosotros según
nuestros pecados.
R. Ni nos castigues según nuestras
iniquidades.
V. Tú salvas, Señor, a los hombres
y a los animales.
R. Y nos muestras siempre tu misericordia.
V. Abres tu mano con magnificencia.
R. Y llenas a todo viviente de
tus bendiciones.
V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor, que has querido conceder alivio a los


trabajos del hombre por medio de los animales
irracionales, te pedimos que ahuyentes todo
mal de este animal que se encuentra agobiado
por una grave enfermedad; defiende su vida
y concédele salud, para que no nos falte su
ayuda en los trabajos de nuestra vida.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y lo rocía con agua bendita.

CAMPOS
Gn 1, 27-30; Dt 28, 8-14; Lev 26, 3-6, 9-13;
St 5, 17-18; Sal 64

SALMO 64
Acción de gracias por la cosecha abundante.

Oh Dios, Tú mereces un himno en Sión,


y a ti se te cumplen los votos,
porque Tú escuchas las súplicas.

Dichoso el que Tú eliges y acercas


para que viva en tus atrios:
que nos saciemos de los bienes de tu casa,
de los dones sagrados de tu templo.

Tú cuidas de la tierra, la riegas


y la enriqueces sin medida;
la acequia de Dios va llena de agua,
preparas los trigales.

Riegas los surcos, igualas los terrones,


tu llovizna los deja mullidos,
bendices sus brotes:
coronas el año con tus bienes,
las rodadas de tu carro rezuman abundancia.
Rezuman los pastos del páramo,
y las colinas se orlan de alegría;
las praderas se cubren de rebaños,
y los valles se visten de mieses,
que aclaman y cantan.

Gloria al Padre y al Hijo


y al Espíritu Santo.
Como era en el principio,
ahora y siempre,
y por los siglos de los siglos. Amén.

BENDICIÓN

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Nos bendecirás con un tiempo propicio.
R. Y los campos rebosarán de vida.
V. Nuestras miradas, Señor, a ti se dirigen.
R. Y Tú repartes puntualmente a
todos su alimento.
V. Escucha, Señor, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor, que estás presente en todas partes, te


pedimos nos escuches benignamente y nos
concedas que esta bendición permanezca
para siempre en este campo, a fin de que la
multitud de fieles que te suplica, merezca
recibir tus beneficios.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Los rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente, Padre, †


Hijo y Espíritu Santo, descienda plenamente
sobre estos campos y sobre todos sus bienes,
y permanezca en ellos para siempre.
R. Amén.

FRUTOS Y MIESES
Dt 26, 1-11. 28, 8-14; Sal 1, 3;
103, 13-24; 66; 84

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Escucha, Señor, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor, Dios omnipotente que no cesas de


alimentar a tus hijos con la abundancia de
dones celestiales y de alimentos terrenos, te
damos gracias porque una vez más nos has
regalado con estos hermosos frutos de la
tierra; te pedimos que los bendigas † y los
conserves, librándolos de todo mal y peligro,
para que los hogares de tus hijos lleguen a
alegrarse debidamente; desde ahí, Señor,
te alabaremos y daremos gracias sin fin,
sirviéndonos de estos bienes terrenos para
aspirar a los celestiales.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Los rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre (estas
mieses) estos frutos de la tierra y permanezca
en ellos para siempre.
R. Amén.

NUEVAS CRÍAS
Dt 28, 1-6, 8-14; Sal 143, 3-4, 9-12, 15

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Escucha, Señor, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Dios, dador de toda vida, Buen Pastor de todos


los rebaños, te suplicamos que bendigas † y
protejas estos nuevos seres que el misterio
de la vida nos otorgó generoso. Son bellos y
buenos, Señor; con sus latidos y su aliento te
alaban como a su Creador; son también útiles y
necesarios para tus hijos, a los cuales servirán
en tu nombre. Que estas pequeñas creaturas
nos ayuden a encontrarte a ti, a amarnos entre
nosotros como hermanos, repartiéndonoslas
con justicia, y a llegar hasta el redil eterno
donde Tú nos aguardas, por los siglos sin fin.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Las rocía con agua bendita.

SEMILLAS
para sembrarse
Jn 2, 19, 21-24, 26-27; Mc 4, 3-8; Sal 84

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Produjo la tierra hierbas de semilla.
R. Y vió Dios que estaba bien.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Te pedimos, Señor, que bendigas estas


semillas, favorécelas con una brisa suave y
reconfortante, fecúndalas con el rocío del
cielo, y haz que lleguen sin daño alguno a su
plena madurez, para utilidad del alma y del
cuerpo de tus hijos.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Las rocía con agua bendita.


PARA TODO
lo que no tenga bendición especial
Dt 28, 1-6, 8-14; Sal 148

V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del


Espíritu Santo.
R. Amén.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Dios nuestro, que con tu Palabra santificas


todas las cosas, derrama tu bendición † sobre
este objeto (esta creatura) y concede a los que
lo van a utilizar saber darte gracias siempre,
obedecer tus mandatos, y cumplir tu voluntad,
para poder alcanzar, por la invocación de
tu santo Nombre, la salud del cuerpo y la
protección del alma. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
R. Amén.

Lo rocía con agua bendita.

LECTURA BÍBLICA PARA LAS


BENDICIONES
(se eligen los versículos que mejor se
adapten a las circunstancias)

Lectura del Libro del Deuteronomio:


28, 1-6, 11-13
Si obedeces de verdad la voz del Señor, tu
Dios y cumples todo lo que Él te manda, el
Señor, tu Dios, te bendecirá más que a todas
las naciones de la tierra; y sobre ti vendrán
todas las bendiciones, por haber obedecido
la voz del Señor, tu Dios: Bendito serás en la
ciudad y en el campo. Bendito el fruto de tus
entrañas y el fruto de tu tierra, el fruto del
ganado, las crías de tus reses y el parto de
tus ovejas. Benditos tus graneros, tu canasta
y tu artesa. Bendito serás en tus acciones
desde el principio hasta el fin. El Señor, tu
Dios, te colmará de toda clase de bienes,
multiplicando el fruto de tu vientre, el fruto de
tus ganados, y el fruto de la tierra. El Señor,
tu Dios, abrirá para ti su rico tesoro del cielo,
para dar a su tiempo la lluvia necesaria a
tus campos y para bendecir todas las obras
de tus manos, si cumples los mandatos del
Señor, tu Dios, guardándolos y poniéndolos
en práctica, sin apartarte ni a la derecha ni
a la izquierda.
BENDICIONES DEPRECATORIAS

SOBRE LA EPIDEMIA
Ex 9, 1-7; 2Sam 24, 10-25; Sal 43
(si hay procesión, se puede decir
el Salmo 43)

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Levantó David un altar al Señor.
R. Y le ofreció holocaustos y sacrificios a
Dios.
V. El Señor atendió las súplicas en favor del
pueblo.
R. Y la peste se apartó de Israel.

OREMOS

Padre nuestro y Señor de los cielos y la


tierra, que enviaste tus plagas para castigar a
los antiguos egipcios y, valiéndote de ellas,
salvaste a tu pueblo elegido y lo sacaste
incólume al desierto, contempla ahora el
daño que esta epidemia causa entre tus hijos:
devuélvenos la salud venciendo este mal,
como venciste la lepra y la muerte misma por
la palabra de tu Hijo y enséñanos a acercarnos
más a ti en nuestras penalidades. Por el mismo
Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre tus
hijos, disipe esta epidemia y permanezca con
nosotros para siempre.
R. Amén.

SOBRE LA HELADA
Dn 3, 67-70; Sal 148
(si hay procesión, se puede decir
el Salmo 43)

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Rocíos y escarchas, bendecid al Señor.
R. Alabadle y ensalzadle por los siglos.
V. Hielo y granizo, bendecid al Señor.
R. Alabadle y ensalzadle por los siglos.
V. Heladas y nieves, bendecid al Señor.
R. Alabadle y ensalzadle por los siglos.

OREMOS

Padre y Señor, que envías oportunamente


sobre tus obras el duro manto de la helada y
el rocío salvador, Tú que puedes impedir la
extinción de la vida y que no partes la caña
quebrada, Tú que vences cada año al invierno
mandando las flores después de los fríos: no
permitas que el hielo dañe los campos con su
dureza, sino que más bien los prepare para la
abundancia. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, haga inofensiva esta
helada, si así conviene a nuestras almas; nos
haga comprender la providencia divina en las
calamidades, y permanezca con nosotros para
siempre.
R. Amén.

SOBRE EL INCENDIO
Nm 11, 1-3; Jb 1, 16; Sal 77, 21-63. 148,
7ª-8; Dn 3, 24-50

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Fuego y calor, bendecid al Señor.
R. Alabadle y ensalzadle por los siglos.
V. Señor, escucha nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor, Dios de la tierra, de los cielos y del


fuego, que en otro tiempo mandaste su ardor
para castigar la impiedad, que prometiste
purificarnos y salvarnos por el fuego, que desde
la zarza ardiente hablaste con tu fiel Moisés;
escucha ahora nuestro clamor y atiende a
nuestra angustia: retira este azote de las llamas
de los bienes de tus hijos que, consternados, te
piden perdón y misericordia.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.
La bendición de Dios omnipotente, Padre,
Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre
este incendio y lo apague; y permanezca con
nosotros para siempre.
R. Amén.

SOBRE LA INUNDACIÓN
Gn 7, 17b-22. 24; 8, 1-4. 21; Sal 29

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Se acordó Dios de Noé y de los que estaban
en el arca.
R. Y las aguas retrocedieron de sobre la
tierra.
V. La paloma trajo en el pico un ramo de
olivo.
R. Y apareció seca la superficie del suelo.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Dios bendito, bajo cuyo poder están todas


las aguas, las cataratas y el mar; Tú, que tras
el tremendo castigo del diluvio prometiste
a Noé que no volverías a inundar la tierra,
sécala ahora, Señor; haz que como entonces
las aguas se retiren de los campos y de las
casas; haz que vuelva a surgir la tierra intacta
y alegre bajo el sol, para que podamos admirar
tu poder, tu bondad y tu providencia de Padre
para con tus hijos apesadumbrados.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

La bendición de Dios omnipotente: Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre
estas tierras, haga cesar la inundación, y
permanezca con nosotros para siempre.
R. Amén.

SOBRE LAS PLAGAS


Ex 9, 1-7; 8, 1-27; 10, 12-19; Ap 15, 5-16;
Sal 78, 1-8; 40-50
(puede decirse el Salmo 43)

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Moisés rogó al Señor.
R. Y no quedó ni una langosta en toda la
región.
V. Levántate, Señor, y ayúdanos.
R. Y líbranos por el honor de tu nombre.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Atiende, Señor, a nuestros ruegos, y por la


gloria de tu nombre líbranos de este azote (de
ratones, o langostas, o gusanos, o insectos, o
cualquiera otra clase de animales), por el cual
somos justamente afligidos; recházalos con tu
poder para que no perjudiquen a nadie y dejen
tranquilos nuestros campos y sembrados, a fin
de que lo que en ellos brote sirva para darte
gloria y para remediar nuestras necesidades.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

La bendición de Dios todopoderoso, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre
estos campos, aleje de ellos esta plaga, y
permanezca con nosotros para siempre.
R. Amén.

SOBRE LA SEQUÍA
Jr 14, 1-7, 17-22
(si se recorren los campos,
o donde se estime conveniente,
pueden decirse las Letanías de todos los
Santos como en Rogativas.
También puede decirse el Salmo 43)

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. El Señor transforma las peñas en estanques.
R. Y el pedernal en manantiales de agua.
V. Derramaste en tu heredad una lluvia
abundante.
R. Aliviaste la tierra extenuada.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Dios nuestro, Padre de los hombres y Señor


de todas las cosas: Tú que escuchaste el ruego
del profeta Elías y trajiste la lluvia sobre el
campo, Tú que bendijiste la sabiduría de
José en los siete años de sequía, Tú, que al
principio del mundo separaste las aguas de la
tierra, recoge ahora nuestra súplica y envía
sobre esta tierra seca la bendición del agua,
que es pan, alegría y gratitud.
Te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo, que
contigo vive y reina, por los siglos de los
siglos.
R. Amén.

SOBRE LA TEMPESTAD
Jon 1, 4-12; Sal 54, 9; 65, 8; Mt 8 23-27;
Mc 4, 35-41; Lc 8, 22-25; Ex 9, 18-26
(se puede decir el Salmo 43)

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Al soplo del Señor se levanta el viento del
sur.
R. El huracán del norte y los ciclones.
V. El Señor camina en medio de la tempestad
y del huracán.
R. Y las nubes son el polvo de sus pies.
V. En el Señor encontré un asilo.
R. Contra el viento furioso y la tormenta.
V. Jesús increpó al viento y al oleaje.
R. Y sobrevino una gran bonanza.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
OREMOS

Señor, con las mismas palabras con las que los


Apóstoles acudieron a tu Hijo, nos dirigimos
a ti: “Sálvanos, Señor, que perecemos”, calma
los vientos, manda a las aguas, detén el azote,
para que se ponga de manifiesto que eres el
Señor de todo y tienes palabra victoriosa.

Tú ves, Señor, que nos castigan los elementos;


Tú ves cuán grande es nuestra debilidad y
cómo peligran nuestros bienes y nuestras
mismas vidas. Pero di una sola palabra y el
tiempo volverá a serenarse con la claridad de
tu rostro.

Por tu mismo Hijo Jesucristo, nuestro Señor.


R. Amén.

La bendición de Dios omnipotente: Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre estos
elementos y los calme, y permanezca entre
nosotros para siempre.
R. Amén.

LECTURAS PARA ALGUNAS


BENDICIONES DEPRECATORIAS
SALMO 104 1.4. 6-8. 24. 27-29. 35b

Bendice, alma mía, al Señor: ¡Dios mío,


qué grande eres! Los vientos te sirven de
mensajeros, el fuego llameante, de ministro.
Cubriste la tierra con el manto del océano, y
las aguas se posaron sobre las montañas; pero
a tu bramido huyeron, al fragor de tu trueno
se precipitaron, mientras subían los montes
y bajaban los valles. Cuántas son tus obras,
Señor, y todas las hiciste con maestría, la
tierra está llena de tus creaturas. Todas ellas
aguardan a que les des su comida a su tiempo;
abres tu mano, y se sacian de bienes; escondes
tu rostro y se espantan, expiran, y vuelven a
ser polvo. ¡Bendice, alma mía, al Señor!

SALMO
147 3. 6-9. 16-18

El Señor sana los corazones destrozados,


venda sus heridas. El Señor sostiene a
los humildes, humilla hasta el polvo a los
malvados; cubre el cielo de nubes, preparando
la lluvia para la tierra; hace brotar la hierba en
los montes, para los que sirven al hombre; da
su alimento al ganado y a las crías de cuervo
que graznan. Manda la nieve como lana,
esparce la escarcha como ceniza; hace caer el
hielo como migajas y con el frío congela las
aguas; envía una orden, y se derriten, sopla su
aliento y corren.
Gloria al Padre...

De la carta a los hebreos 12, 5-13

No olvides que la Sabiduría, como a hijo, te


dice: Hijo, no menosprecies la corrección del
Señor. No te desanimes cuando te reprenda.
A quien ama el Señor lo corrige. Y castiga
a todo aquel que recibe por hijo. Ustedes
sufren para su propio provecho. Dios los
trata como a hijos, ¿y a qué hijo no lo
corrige su padre? Si ustedes no conocieran
la corrección, que ha sido la suerte de todos,
deberían considerarse como bastardos y no
hijos. Además, cuando nuestros padres nos
corregían, los respetábamos. Ahora, ¿no
habrá más razones para someternos al Padre
de las almas? Así conseguiremos la vida.
Nuestros padres nos corregían a su gusto y
para una vida que dura poco. En cambio,
Dios nos corrige por nuestro bien y para
hacernos santos, como Él es Santo. Ninguna
corrección alegra de momento: más bien trae
tristeza. Sin embargo, después produce la paz
en los que fueron corregidos y los lleva a la
justicia. Por eso, que cobren vigor los brazos
que desfallecen y que se hagan firmes las
rodillas debilitadas; enderecen los caminos
por donde han de pasar, para que el cojo no
se pierda, sino que mejore.

ORACIÓN DE LOS FIELES

Invoquemos a Dios todopoderoso, nuestro


refugio y fortaleza, y pidamos humildemente
el remedio de nuestras necesidades:

A cada invocación se responde:


Señor, ten piedad de nosotros.
- Por la santa Iglesia para que permanezca
fiel a la voluntad de Cristo y se purifique
continuamente de sus faltas y debilida-
des. R.
- Por los que abundan en bienes materiales
o tienen poder sobre los pueblos, para
que promuevan la justicia y la paz. R.
- Para los atribulados a causa de... para
que no sucumban en la adversidad, y el
amor de los cristianos los ayude a cono-
cer el amor de Dios que los salva. R.
- Por los enfermos, para que el Señor alivie
sus sufrimientos, restituya sus fuerzas y
obtengan la salud necesaria. R.
- Por los que no tienen trabajo y sufren
abandono y miseria, para que consigan
la seguridad de un trabajo bien retribui-
do. R.
- Por una lluvia abundante y la prosperidad
en las cosechas y ganados, para que
podamos servir con alegría al Señor y a
nuestros hermanos. R.
- Para que el Señor, que domina al vien-
to y al mar, aleje de los campos el mal
tiempo, ponga fin a las calamidades y
aleje de nosotros los castigos que mere-
cen nuestras culpas. R.

Padre de bondad, atiende a los ruegos de éstos,


tus hijos, y concédenos lo que confiadamente
te suplicamos, ya que Tú eres la fuente misma
de toda la gracia. Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.
BENDICIONES POR LAS OBRAS
HUMANAS

ARTESANÍAS Y CUALQUIER OBRA


HECHA POR LOS HOMBRES
Ex 35, 30-35; Jn 4, 34-38; 5, 36b; Sal 8

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Tú dijiste al hombre: Llenad la tierra y
sometedla.
R. Y le diste poder sobre las cosas de este
mundo.
V. A imagen tuya lo creaste.
R. Y lo revestiste de una fuerza como la tuya.
V. Lo hiciste administrador de la obra de tus
manos.
R. Todo fue puesto por ti bajo sus pies.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor, que diste al hombre la capacidad


creadora y le señalaste el trabajo coma tarea
en la tierra, cuida, te rogamos, esta obra
humana, salida de la mente y de las manos de
tus hijos; con la cual ellos aspiran a glorificar
tu poder y tu bondad. Bendice † a quienes la
construyeron, a quienes la van a usar, y a todos
los que ahora, reunidos ante ti, alabamos tu
nombre.
Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y la rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente: Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre esta
obra humana y permanezca con nosotros para
siempre.
R. Amén.

ATAÚD O MORTAJA
Gn 50, 24-26; 2Sam 3, 31-32; Mt 27, 59-61;
Mc 15, 42-46; Lc 23, 50-53

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Dios nuestro, Padre de vivos y muertos, te


rogamos que bendigas este ataúd (o mortaja)
que constituye la última morada del cuerpo
de tu hijo, donde han de reposar sus huesos
aguardando, como una crisálida, la santa
resurrección del último día. Bendícelo †
Señor, para que sea relicario de un cuerpo
que fue templo del Espíritu Santo, y que está
llamado a ser glorioso y feliz en tu Reino.
Tú, que con tu Hijo y el mismo Espíritu Santo,
vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Lo rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre este
ataúd (o mortaja) y permanezca con nosotros
para siempre.
R. Amén.

UNA CASA
St 29, 21-23; 2Sam 7, 18-29; 1Re 8, 54-61;
Lc 19, 1-10; Sal 133; Dt 8, 7-18

PRIMERA FORMA

V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del


Espíritu Santo.
R. Amén.
V. La gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y
de Jesucristo, el Señor, estén con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

(si lo juzga oportuno, después de la ambienta-


ción, se dice esta lectura, o alguna más apro-
piada)
LECTURA DE LA PALABRA

“Hoy tengo que hospedarme en tu casa”


Lc 19, 1-10.

En aquel tiempo, cuando Jesús entraba a


Jericó, atravesó la ciudad. Y aconteció que un
hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos
y rico, trataba de ver quién era Jesús; pero
la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de
baja estatura. Entonces corrió delante y se
subió a una higuera, para verlo cuando pasara
por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los
ojos y le dijo: “Zaqueo, bájate pronto, porque
hoy tengo que hospedarme en tu casa”.
Él bajó enseguida y lo recibió muy
contento. Al ver esto, comenzaron todos a
murmurar diciendo: “Ha entrado a hospedarse
en casa de un pecador”.
Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús:
“Mira, Señor, quiero dar a los pobres la mitad
de mis bienes y si he defraudado a alguien,
le restituiré cuatro veces más”. Jesús le dijo:
“Hoy ha llegado la salvación a esta casa,
porque también él es hijo de Abraham, y
el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a
salvar lo que se había perdido”.
Palabra del Señor.

(después de la reflexión, se elije uno de los 5


modelos propuestos)
ORACIÓN DE LOS FIELES

Primera forma:
Invoquemos al Señor Jesús, que se hizo todo
para todos.

A cada invocación se responde:


Escúchanos, Señor.

- Tú que viviste como hijo de familia en


tu hogar de Nazaret. R.
- Tú que te hospedaste en casa de Marta,
María y Lázaro. R.
- Tú que visitaste la casa de Zaqueo para
llevarle la salvación. R.
- Tú que conviviste con tus discípulos
como en familia. R.
- Tú que nos has prometido llevarnos
contigo a la casa del Padre. R.
___________________________________
____

O bien, la segunda forma:


Dirijamos nuestras súplicas al Señor, que
quiso compartir nuestra condición humana.

A cada invocación se responde:


Ten piedad de nosotros.

- Tú que tuviste que nacer en el pesebre


de Belén. R.
- Tú que conociste la emigración y el
exilio. R.
- Tú que no tenías dónde reclinar la
cabeza. R.
- Tú que expiraste sobre el leño de la
cruz. R.
- Tú que eres el Camino que conduce a la
Casa del Padre. R.
___________________________________
____

O bien, tercera forma:


A ti, Señor Jesús, el Hijo de Dios, que quisiste
hacerte hombre para vivir entre nosotros, te
rogamos.

A cada invocación se responde:


Te rogamos, óyenos.

-
Por los que no tienen vivienda. R.
-
Por los que viven en condiciones
infrahumanas. R.
- Por los responsables de la promoción
de viviendas de interés social. R.
- Por las empresas constructoras, y
por cuantos han colaborado en la
construcción de esta casa. Por todos
los que se encuentran acogidos en
centros asistenciales. R.
- Por las personas que viven solas. R.
___________________________________
____

O bien, cuarta forma:


Te bendecimos, Padre nuestro, porque has
hecho el mundo, digna morada del hombre,
para que todos convivamos fraternalmente.

A cada invocación se responde:


Bendito seas por siempre, Señor.

- Te bendecimos, porque nos has


reunido en el hogar de tu Iglesia,
como miembros de un mismo cuerpo,
cuya cabeza es Cristo. R.
- Te bendecimos, porque nos has
preparado una casa, que no ha sido
levantada por mano de hombre y que
tiene duración eterna en los cielos. R.
___________________________________
____

O bien, quinta forma:

Te pedimos Señor por esta familia (por N. y


N.) que (estrenan) su vivienda, para que su
hogar sea imagen del hogar de Nazaret.

A cada invocación se responde:


Te lo pedimos, Señor.

- Que irradien amor, dulzura, alegría y


paz. R.
- Que sean ejemplo de respeto, com-
prensión, amistad y perdón. R.
- Que sean acogedores, sensibles a las
necesidades de los demás. R.
RITO FINAL

Al final rocía la casa con agua bendita.


Luego dice:

Concluyamos nuestra súplica con la oración


que el mismo Cristo nos enseñó: Padre
nuestro…

El Señor nos bendiga, † nos guarde de todo


mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

SEGUNDA FORMA

CASA O TALLER

V. El Señor dé su paz a esta casa.


R. Y a todos los que la habitan.

El sacerdote rocía con agua bendita los


principales sitios de la casa, diciendo las
siguientes preces:

Antífona
Rocíame, Señor, con agua y quedaré limpio.
Lávame y quedaré más blanco que la nieve.

SALMO 50 3-5, 12-13, 17

Tenme piedad, Señor, según tu gran miseri-


cordia.
Por tu inmensa ternura borra mi delito.
Pues yo reconozco mis culpas, y tengo
presente mis pecados.
Crea en mí, Señor, un corazón puro. Renueva
dentro de mí un espíritu firme.
No me arrojes lejos de tu rostro. No me quites
tu santo espíritu.
Abre mis labios, Señor. Y mi boca proclamará
tu alabanza.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu
Santo. Como era en el principio sea ahora y
siempre, y por los siglos de los siglos.

Antífona
Rocíame, Señor, con agua y quedaré limpio.
Lávame y quedaré más blanco que la nieve.

Luego, en la parte principal de la casa, dice la


siguiente oración:

En estos momentos en que nos reunimos toda


la familia, vamos a dirigir nuestra oración
a Cristo, Hijo de Dios vivo, que quiso ser
también hijo de una familia humana, y
aclamémosle diciendo:

R. Tú eres, Señor, el modelo y el salvador


de los hombres.

- ¡Oh Cristo!, por el misterio de tu


sumisión a María y a José, enséñanos
el respeto y la obediencia a los que
nos gobiernan legítimamente. R.
- Tú, que amaste y fuiste amado por tus
padres, afianza a todas las familias en
el amor y la concordia. R.

- Tú, que estuviste siempre atento a las


cosas de tu Padre, haz que en todas
las familias Dios sea honorificado.
R.

- Tú, que quisiste que tus padres te


buscaran durante tres días, enséñanos
a buscar siempre primero el reino de
Dios y su justicia. R.

- Tú, que has llevado a tu gloria a


María y a José, admite también a
nuestros difuntos en la familia de los
santos. R.

Con la confianza de los hijos, nos atrevemos


a decir: Padre nuestro...

Omnipotente y sempiterno Dios, te pedimos


que bendigas esta casa (fábrica), a todos los
que la habitan (aquí trabajan), y a todo cuanto
hay aquí.

Señor, con mi entrada aquí, haz que entren


juntamente la bendición † y la santificación
sobre todas las personas que viven (trabajan)
aquí y todo lo que les pertenece, como
bendijiste las casas de Abraham, Isaac y
Jacob. Que los ángeles que te asisten en los
esplendores de tu gloria habiten aquí, para que
los libren y defiendan de todos los peligros.

Que de la riqueza de la tierra puedan sacar


su subsistencia, les permitas alcanzar la
satisfacción de sus legítimos deseos, y les
concedas cumplir tu voluntad en esta vida y
ganar, por tu misericordia, el premio en la otra.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y termina diciendo:

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre esta
casa y sobre los que la habitan, y permanezca
con ellos para siempre.
R. Amén.

CENTRO EDUCATIVO
2Tim 3, 14-16; Mt 5, 13-16. 33

V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del


Espíritu Santo.
R. Amén.
V. El amor de Dios Padre, la paz de nuestro
Señor Jesucristo, y la fortaleza del Espíritu
Santo estén con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
OREMOS

Dios, Padre nuestro, que enviaste a tu Hijo


Jesús, tu Palabra, tu imagen, para darnos a
conocer los misterios del Reino; te bendecimos
y te damos gracias por este centro… para la
educación de… Bendice a… que, atentos a
las necesidades de… han hecho posible el
proyecto. Bendice también a cuantos han
colaborado en la construcción del edificio.

Y te pedimos por cuantos han de construir


día a día este… (el verdadero colegio) con su
paciente labor educadora.

Te lo pedimos por Jesucristo, tu Hijo, el


Maestro y Señor, que vive y reina por los
siglos de los siglos.
R. Amén.

Lo rocía con agua bendita. Luego dice:

Unidos fraternalmente como miembros de


una misma familia, invoquemos juntos a
nuestro Padre común con la oración que el
mismo Cristo nos enseñó: Padre nuestro...

Y termina diciendo:

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal


y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.
ESCUELAS Y CENTROS DE CULTURA
Prov 1, 1-7; 2, 1-15; 23, 12-19; St 5, 19-20

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Aplica tu mente a la instrucción.
R. Y tus oídos a las palabras de la ciencia.
V. Cuando la ciencia sea dulce para tu alma,
velará sobre ti la reflexión.
R. Y te apartará del mal camino.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Jesucristo, que mandaste a tus apóstoles


que en cualquier casa en que entraran
ofreciesen la paz, te rogamos que santifiques
ahora, por nuestro ministerio, este edificio
destinado a educar a (los niños); infunde en
él tu bendición † y tu paz en abundancia, para
que en él se brinde a todos la salvación, como
se la brindaste a Zaqueo al entrar en su casa.

Envía, Señor, a tus ángeles para que custodien


este lugar y rechacen de él toda insidia del
enemigo; llena a los maestros con tus dones
de ciencia, sabiduría y santo temor; otorga a
los alumnos tu gracia celestial, para que lo que
aprendan con el entendimiento, lo retengan en
el corazón y lo pongan por obra; y que todos
los que asistan a esta (escuela) te sean gratos
por sus virtudes y merezcan ser recibidos algún
día en la morada eterna del cielo.

En tu nombre, Señor, Salvador del Mundo,


que con el Padre y el Espíritu Santo vives y
reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Y lo rocía con agua bendita.

BENDICIONES PARA LAS COMIDAS


Jn 6, 1-14; Sal 22; 145

Te damos gracias, Señor, por estos alimentos


que hemos recibido de tu generosidad, y que
ahora nos permites tomar juntos. Bendice a
quienes los prepararon y enséñanos a com-
partirlos con los que no tienen. En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
____________________

Bendito seas, Señor, Dios del universo, por


estos alimentos, fruto de la tierra y del trabajo
del hombre, que recibimos de tu generosidad
y ahora vamos a compartir agradecidos.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los
siglos.
R. Amén.
___________________

Te bendecimos, Señor, porque nos das estos


alimentos. Bendice a cuantos nos reunimos
en torno a esta mesa acogedora. En el nombre
del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.
____________________

Te damos gracias Señor, por estos alimentos


que por tu bondad vamos a tomar. Haz que,
renovadas nuestras fuerzas, te sirvamos
siempre con alegría.
R. Amén.
____________________

Al reconocer en esta mesa y en estos


alimentos la bendición constante de tu amor
y de tu providencia, te alabamos, Señor, te
bendecimos y te damos gracias; a ti, que vives
y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
____________________

Al reunirnos en torno a esta mesa acogedora,


Padre Santo que estás en el cielo, queremos
elevar hacia ti nuestro espíritu filial, y
bendecirte por todos los dones con los que
continuamente nos enriqueces. Por Cristo,
nuestro Señor.
R. Amén.
CONSTRUCCIONES Y OBRAS DE
INGENIERÍA
Mt 7, 24-27; Sal 103; 126, 1-2

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Tú dijiste al hombre: Llenad la tierra y
sometedla.
R. Y le diste poder sobre las cosas de este
mundo.
V. A imagen tuya lo creaste.
R. Y lo revestiste de una fuerza como la
tuya.
V. Lo hiciste administrador sobre la obra de
tus manos.
R. Todo fue puesto por ti bajo sus pies.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Dios, constructor misterioso de todas


las cosas que te glorifican palpablemente en
todo el universo, mira propicio esta nueva
obra salida de la mente y de las manos de los
hombres, hijos tuyos hechos a tu imagen y
semejanza, bendícela, haz que se sume al gran
concierto de la creación, ya que su destino es
ennoblecer y desarrollar la vida humana sobre
la tierra, y glorificarte a ti, Alfa y Omega de
toda actividad.

Bendice † también a todos los que en ella


trabajaron; los que la planearon con su mente
y los que la realizaron con sus manos y
sudor; cuídalos a todos y protege la marcha
y funcionamiento de esta obra, para que sirva
exactamente a tus fines.
Tú, que con tu Hijo y el Espíritu Santo, vives
y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Rocía con agua bendita y termina rezando el


Padre Nuestro.

FÁBRICA
Eclo 38, 27-32. 34b; 2Tes 3, 6-13; Sal 8

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Tú has fabricado la luna y el sol.
R. Tú has forjado el verano y el invierno.
V. ¿No es éste el hijo del obrero?
R. ¿No están entre nosotros sus parientes?
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Dios, Padre de los Hombres, que has


dispuesto el trabajo como medio para poder
utilizar los bienes de la Creación, bendice
† este lugar y sus instalaciones, donde tus
hijos van a cumplir esa disposición tuya.
Concede ciencia y justicia a los que dirijan
las actividades; responsabilidad y unión a los
que las lleven a cabo y, a todos, gratitud hacia
ti, que concedes la inteligencia, las fuerzas y
los bienes materiales para desarrollar estos
trabajos.

Haz que todo lo que aquí se produzca sirva


para remediar las necesidades de tus hijos,
dignificar su existencia y ayudarlos a llegar
a ti, que has fabricado todo; y con tu Hijo
Jesucristo y con el Espíritu Santo, vives y
reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre
esta fábrica y permanezca con nosotros para
siempre.
R. Amén.

HERRAMIENTAS

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Yo he creado al herrero que sopla el fuego
de las brasas.
R. Y fabrica las herramientas para su trabajo.
V. Todo obrero y artesano que trabaja día y
noche.
R. Pone su confianza en sus manos y se
muestra sabio en su tarea.
V. Sin ellos no se construiría ciudad alguna.
R. Ni se podría habitar en ella ni circular por
sus calles.
V. Ellos aseguran la creación eterna.
R. El objeto de su oración son los trabajos de
su oficio.
V. En Nazaret decían maravillados:
R. “¿No es éste el artesano, el hijo de
María?”.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor, creador de todas las cosas, Tú, que


entregaste al hombre tu obra para que la
trabajase y enriqueciese, e hiciste que tu
Hijo, tomando carne mortal, manejara las
herramientas en el taller de Nazaret para
ganar con ellas el pan de cada día; bendice
estas herramientas con las cuales trabajarán
tus hijos, aprendices tuyos, para llevar a cabo
los designios de tu providencia. Concédenos,
Señor, que en el uso de estos instrumentos
no se dañe ninguno de los trabajadores, y
que todos agradezcamos y bendigamos tu
providencia paternal.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Rocía con agua bendita. Luego dice:


La bendición de Dios omnipotente, Padre,
Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre estas
herramientas y permanezca con nosotros para
siempre.
R. Amén.

HOSPITALES, CLÍNICAS Y
SANATORIOS
Mt 8, 14-17; Mc 1, 29-34; 3, 1-5; Lc 4, 38-
40; 10, 29-37; Sal 39

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Dichoso el que cuida del pobre y del
desvalido.
R. En el día del Juicio lo pondrá a salvo el
Señor.
V. El Señor lo guarda y conserva en vida.
R. Para que sea dichoso en la tierra.
V. Al atardecer le traían a Jesús los
enfermos.
R. Y Él sanó a muchos que adolecían de
diversas enfermedades.
V. Él tomó sobre sí nuestras flaquezas.
R. Y cargó con nuestras enfermedades.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Jesús, bienhechor y amigo de todos los que


sufren, que en tu vida mortal te compadeciste
de tantos enfermos y socorriste a tantos desdi-
chados; Tú, que tienes un corazón compasivo,
y para quien la curación es siempre posible,
bendice † estas (salas) dependencias destina-
das a atender a los enfermos, bendice † a todos
los que aquí van a sufrir, para que con tu gra-
cia encuentren curación, consuelo y fortaleza
en sus desgracias; y bendice † también a todos
aquellos que van a hacer tus veces atendiéndo-
los y curándolos. Concédeles tanta paciencia
y prudencia como ciencia y espíritu de sacrifi-
cio; pero sobre todo, concede una fe inmensa
a enfermos, enfermeros y médicos, para que
acudan siempre a ti, remedio de todos, que con
el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas por
los siglos de los siglos.
R. Amén.

Lo rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre
este Hospital (Sanatorio) y permanezca con
nosotros para siempre.

INSTALACIÓN ELÉCTRICA
Jn 8, 12; Mt 5, 14-16; Sal 35, 6-10

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Vi la gloria del Señor como el fulgor del
electro.
R. Como un fuego que formaba una envoltura.
V. Su carro era como una gran nube de fuego
fulgurante y resplandores en torno.
R. Vi en el centro como fulgor del electro en
medio del fuego.
V. Sus relámpagos iluminan el orbe.
R. Lo ve la tierra y se estremece.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Dios todopoderoso, creador de la luz y


de la energía existente en la naturaleza, ben-
dice † esta máquina (o instalación) construida
para producir la luz y la energía; y concéde-
nos que después de las oscuridades de esta
vida, podamos llegar a ti, que eres la luz inde-
ficiente. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y la rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente: Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre esta
máquina (o instalación) y permanezca en
nosotros para siempre.
R. Amén.

UN LOCAL
Ex 23, 20-25; Sal 8; Jn 14, 2-4; Col 3, 9b-17

V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del


Espíritu Santo.
R. Amén.
V. El amor de Dios Padre, la gracia y la paz
de nuestro Señor Jesucristo, y el consuelo del
Espíritu Santo, estén con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor y Dios nuestro: al reunirnos gozosos


para inaugurar este local (lugar), queremos
unir nuestra alegría a la acción de gracias por
tus beneficios.

Nuestro sentimiento religioso nos mueve a


reconocer la huella de tu presencia en todos
los acontecimientos de la vida.

Por eso elevamos hacia ti nuestro espíritu


agradecido, porque participamos de tu bendi-
ción descendente.

Te bendecimos, Padre, porque hoy podemos


ofrecer públicamente este lugar (comercial,
asistencial, etc.) ya terminado.

Te bendecimos, Padre, porque en este lugar


(edificio) de encuentro entre los hombres va
a ser posible construir unas relaciones vivas,
amistosas y fraternas, que contribuyan al
desarrollo y bienestar de todos.

Y junto con la alabanza hacemos también


nuestra súplica: Haz descender sobre nosotros,
sobre nuestras vidas, sobre nuestros intereses
y trabajos, la bendición † abundante de tu gra-
cia, para que desde este lugar visible, que hoy
inauguramos, nos hagamos dignos de partici-
par un día en el templo invisible de tu gloria.

Por Jesucristo, nuestro Señor.

Rocía con agua bendita el local. Luego


invita:

Fieles a la recomendación de nuestro Salva-


dor, concluyamos nuestra oración con las pa-
labras que Él mismo nos enseñó:
Padre nuestro...

El Señor nos bendiga, † nos guarde de todo


mal, y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

LUGARES DE DIVERSIÓN Y
ESPARCIMIENTO
Mc 6, 6b; 13, 30-34; Sal 61, 2-3. 6-10

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. De la grandeza y hermosura de las creaturas
se llega, por consecuencia, a contemplar a su
Autor.
R. Tú amas a todos los seres, y nada de lo que
hiciste aborreces, Señor.
V. Es gran felicidad para los hombres el gozar
y procurarse bienestar en su vida.
R. El disfrutar de felicidad en medio de sus
afanes, es un don de Dios.
V. No des tu corazón a la tristeza, pues ella
consume el vigor.
R. Alégrate en la misericordia de Dios y no te
avergüences de alabarle.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Dios de los cielos y la tierra, que


preparas para tus hijos la felicidad sin fin
y la alegría santa de las mansiones eternas,
bendice † paternalmente este lugar, para que
en él tus hijos descansen de sus trabajos,
gocen y disfruten del don de la vida, que tan
generosamente les otorgas y, estrechando
mutuamente su trato fraterno, fomenten
la virtud de la caridad; y sin ofenderte ni
ofenderse entre sí, te glorifiquen con su
alegría. Te lo pedimos por Cristo, nuestro
Señor.
R. Amén.

Lo rocía con agua bendita. Luego dice:


La bendición de Dios omnipotente: Padre,
Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre
este lugar y permanezca con nosotros para
siempre.
R. Amén.
MAQUINARIA
Sal 8

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. El Señor lo ha hecho todo.
R. Y ha dado a los hombres la sabiduría.
V. Diste al hombre poder sobre las obras de
la tierra.
R. Lo revestiste de una fuerza parecida a la
tuya.
V. Con la gracia de Dios todo termina bien.
R. Y por su palabra todo está en su sitio.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Dios, fuente única de todas las ciencias,


que te has dignado iluminar el talento de los
hombres para que inventasen instrumentos
aptos para ayudarse en sus actividades, te
rogamos que bendigas † esta maquinaria,
para que funcione siempre dócil y exacta en
las manos de los hombres; haz que no cause
ningún daño. Que contribuya a tu gloria en
el conjunto de todas las cosas, manifestando
cuán grande es el talento de tus hijos, creados
a tu imagen, y cuán providente eres Tú,
creador de hombres y máquinas, que con
Cristo y el Espíritu Santo vives y reinas por
los siglos de los siglos.
R. Amén.
La rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre esta
maquinaria y permanezca con nosotros para
siempre.
R. Amén.

PAN
Mt 14, 15-21; Lc 9, 16-17; Jn 6, 1-14;
Sal 22; 145; 103

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. De tus altas montañas riegas la tierra.
R. Para que el pan conforte el corazón del
hombre.
V. Más vale hombre sencillo que se basta a
sí mismo.
R. Que hombre glorioso a quien falta el pan.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Jesús, que quisiste llamarte a ti mismo


“Pan Vivo y Pan de Vida Eterna”, bendice †
este pan que te presentamos, como bendijiste
también los cinco panes en el desierto, para
que todos los que coman de él se fortalezcan
en su cuerpo y en su alma, alcancen defensa
contra sus enemigos y satisfagan sus necesi-
dades en este mundo. Haz, Señor, que éste, y
todo el pan de la tierra, sea justamente repar-
tido entre los hombres. Tú, que con el Padre y
el Espíritu Santo vives y reinas por los siglos
de los siglos.
R. Amén.

Lo rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre este
pan y permanezca siempre con nosotros.
R. Amén.

PRIMERA PIEDRA
de un edificio
Gn 11, 1-9; Mc 4, 26-32; Mt 7, 24-27; Sal
117, 1-9; 15-16; 22-29

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Pongo como fundamento en Sión una
piedra escogida.
R. Quien tuviere fe en ella no será
confundido.
V. La piedra que desecharon los
constructores.
R. Se ha convertido en piedra de cimiento.
V. Un hombre prudente edificó su casa sobre
roca.
R. Vinieron los torrentes, soplaron los vientos,
pero ella no cayó.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Dios, en quien todo bien tiene principio


y toma fuerza para progresar y llegar a su
completo desarrollo, te pedimos nos concedas
que el trabajo que hoy se comienza sobre esta
primera piedra llegue a buen término con el
auxilio de tu paternal bendición, † enriquezca
la creación por el esfuerzo humano y redunde
para la mayor gloria y alabanza de tu nombre.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y la rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente. Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre esta
primera piedra y sobre toda la obra que ella
sustente, y permanezca para siempre con
nosotros.
R. Amén.

DEDICACIÓN DE IGLESIAS
Y DE ALTARES
Colocación de la primera piedra o comienzo
de la construcción de una iglesia

NORMAS GENERALES
Cuando se empieza la construcción de una
nueva iglesia, conviene celebrar un rito para
implorar la bendición de Dios sobre la obra
y para recordar a los fieles que el edificio de
piedras materiales es signo visible de aquella
Iglesia viva o edificación de Dios formada
por ellos mismos (Cf. LG 6).
Según el uso litúrgico, este rito consta de
bendición del terreno de la nueva iglesia, y de
bendición y colocación de la primera piedra.
Si por alguna razón de tipo artístico o
estructural no se coloca la primera piedra,
conviene, con todo, celebrar el rito de
bendición del terreno de la nueva iglesia, para
consagrar a Dios el comienzo de la obra.
El rito de la colocación de la primera
piedra o del comienzo de la nueva iglesia
puede realizarse en cualquier día y hora,
excepto en el Triduo pascual, pero se escogerá
un día de gran afluencia de fieles.
Conviene que el obispo diocesano celebre
el rito. Si él no puede hacerlo, encomendará
este oficio a otro obispo o presbítero, sobre
todo al que tenga como asociado y colaborador
en el cuidado pastoral de la diócesis o de la
comunidad para la cual se edifica la iglesia.
Se avisará con tiempo a los fieles el día
y la hora de la celebración, y el párroco u
otros encargados de ello los instruirán sobre
el sentido del rito y sobre la veneración que
merece la iglesia, que para ellos se construye.
Conviene invitar también a los fieles a que
ayuden gustosamente en la construcción de
la iglesia.
En cuanto sea posible, procúrese que el
terreno de la futura iglesia esté bien delimitado
y que se pueda circundar.
En el lugar del futuro altar se clavará una
cruz de madera de altura conveniente.

Para este rito se prepara lo siguiente:

1. El texto del rito y el Leccionario.


2. La sede del obispo.
3. La primera piedra, si es el caso, la
cual, según costumbre, será cuadrada
y angular; además el cemento y las
herramientas para colocar la piedra en
los cimientos.
4. Agua bendita con el hisopo.
5. El incensario y la naveta.
6. La cruz procesional y los cirirales.
7. Equipo de sonido.

Se utilizarán vestiduras de color blanco o


festivo: a) para el obispo capa pluvial; b) para
el presbítero alba y estola; c) para los diáconos
alba, estola y, si se quiere, la dalmática.

ACCESO AL LUGAR EN QUE SE


CONSTRUIRÁ LA IGLESIA

1ª Forma
Procesión
A la hora conveniente, se hace la reunión en
algún lugar apropiado, dese donde los fieles
irán procesionalmente al lugar designado.

El obispo, con mitra y báculo, se dirige con


los ministros al lugar donde se haya reunido el
pueblo. Allí deja el báculo y la mitra, y saluda
a los fieles con estas u otras palabras tomadas
preferentemente de la Sagrada Escritura.

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor


del Padre y la comunión del Espíritu Santo
estén con todos vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Después, el obispo habla brevemente a los


fieles para prepararlos a la celebración e
ilustrar el sentido de la misma.
Terminada la monición, el obispo dice:

Oremos.

Padre celestial, Tú fundaste la Iglesia


edificada sobre el cimiento de los apóstoles y
con el mismo Cristo Jesús por piedra angular;
haz que tu pueblo, reunido en tu nombre, te
venere, te ame, te siga y vaya creciendo hasta
formar un templo donde habite tu gloria, y
así, llevado por ti, llegue finalmente a la
ciudad celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Terminada la oración, el obispo recibe la


mitra y el báculo; el diácono, si es el caso, se
dirige a los fieles con estas u otras palabras:

Iniciemos nuestra procesión al sitio de la


nueva iglesia, cantando las alabanzas del
Señor.

Y se ordena la precohesión en la forma


acostumbrada. Precede el crucífero entre los
dos ministros con los ciriales; sigue el clero,
luego el obispo con los diáconos acompañantes
y demás ministros, y finalmente los fieles.
Durante la procesión, se canta el salmo 83 u
otro canto adecuado.

2ª Forma
Reunión en el sitio de la futura iglesia
Si no se puede hacer la procesión o no parece
conveniente, los fieles se reúnen en el sitio de
la futura iglesia. Una vez reunido el pueblo,
se canta la siguiente aclamación u otro canto
adecuado.

La paz eterna venga sobre esta asamblea de


parte del eterno Padre, la paz perenne, que es
el Verbo del Padre, sea paz para el pueblo de
Dios, y que el Espíritu consolador conceda
paz a todos los hombres.

Mientras tanto, el obispo, con mitra y báculo,


se dirige al lugar donde se haya reunido el
pueblo. Allí deja el báculo y la mitra, y saluda
a los fieles con estas u otras palabras tomadas
preferentemente de la Sagrada Escritura:
La gracia de nuestro Señor Jesucristo, el amor
del Padre y la comunión del Espíritu Santo
estén con todos vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Después el obispo habla brevemente a los


fieles para prepararlos a la celebración e
ilustrar el sentido de la misma. Terminada la
monición, el obispo dice:

Oremos

Padre celestial, Tú fundaste la Iglesia edifica-


da sobre el cimiento de los apóstoles y con el
mismo Cristo Jesús por piedra angular; haz
que tu pueblo, reunido en tu nombre, te ve-
nere, te ame, te siga y vaya creciendo hasta
formar un templo donde habite tu gloria, y
así, llevado por ti, llegue finalmente a la ciu-
dad celestial.

Por Jesucristo, nuestro Señor.


R. Amén.

LECTURA DE LA PALABRA DE DIOS

Entonces se leen uno o varios textos de la


Sagrada Escritura entre los que se proponen
en el Leccionario para la dedicación de una
iglesia, intercalando oportunamente el salmo
responsorial (Cf. Leccionario III).

Terminadas las lecturas se hace la homilía,


en la cual se ilustran las lecturas bíblicas y
se explica el sentido de la celebración: que
Cristo es la piedra angular de la Iglesia y que
el edificio que la Iglesia viva de los fieles
va a construir habrá de ser la casa de Dios y
también del pueblo de Dios.

Después de la homilía, si es costumbre del


lugar, se puede leer el documento de la
bendición de la primera piedra y del comienzo
de la construcción, que será firmado por el
obispo y por los delegados de quienes van
a construir la iglesia, y será incluido en los
cimientos junto con la primera piedra.

BENDICIÓN DEL TERRENO DE LA


NUEVA IGLESIA

Terminada la homilía, el obispo deja la mitra,


se levanta y bendice el terreno de la nueva
iglesia, diciendo:

Oremos.

Dios, Padre nuestro, que llenas de tal manera


el universo que tu nombre es glorificado en
todas partes, bendice + a estos hijos tuyos que,
con su generosidad y su trabajo, han dispuesto
este terreno con la intención de edificar en él
una iglesia para ti; haz que, con los mismos
sentimientos de unidad y de alegría con que
celebran hoy esta ceremonia inaugural, puedan
luego celebrar en tu templo los sagrados
misterios y alabarte para siempre en el cielo.
Por Jesucristo, nuestro señor.
R. Amén.

Luego, con la mitra puesta, el obispo


asperja el sitio de la nueva iglesia con agua
bendita, ya sea desde el centro o recorriendo
procesionalmente el circuito de los cimientos,
con los ministros. En este caso, se canta la
antífona siguiente, con el salmo 47 u otro
canto adecuado.

R. Las murallas de Jerusalén serán adornadas


con piedras preciosas y sus torres serán
batidas con oro (T. P. Aleluya).

BENDICIÓN Y COLOCACIÓN DE LA
PRIMERA PIEDRA

El obispo va al sitio donde se ha de colocar


la primera piedra, deja la mitra y bendice la
piedra diciendo:

Oremos.

Señor, Padre santo, por el profeta Daniel


prefiguraste a tu Hijo, nacido de la Virgen
María, como la piedra desprendida de la
montaña sin intervención humana y por el
Apóstol lo designaste como único cimiento
de tu Iglesia; dígnate bendecir + esta primera
piedra que vamos a colocar en su nombre y
concédenos que el mismo Jesucristo, a quien
constituiste principio y fin de todas las cosas
asegure el comienzo, el progreso y el término
de esta obra.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

A continuación, si se juzga oportuno, el


obispo rocía la piedra con agua bendita y la
inciensa. Luego, toma la mitra.

Después, el obispo coloca la primera piedra


en los cimientos; puede mientras tanto
permanecer en silencio o decir estas u otras
palabras:

Por nuestra fe en Jesucristo colocamos


la primera piedra en el cimiento de esta
construcción, para que, en la iglesia que
aquí se levantará, recibamos la fuerza y la
gracia de los sacramentos celestiales, y sea
invocado y alabado el nombre de nuestro
Señor Jesucristo. A Él la gloria y el poder por
los siglos de los siglos.
R. Amén.

Luego, un obrero fija la piedra con cemento.


Mientras tanto, se puede cantar la siguiente
antífona u otro canto adecuado.

La casa del Señor está construida sólidamente


sobre roca firme (T. P. Aleluya).
CONCLUSIÓN DEL RITO

Terminado el canto, el obispo deja la mitra.


Sigue la oración universal o de los fieles,
usando la siguiente fórmula u otra adecuada:

El obispo invita a los fieles a orar, diciendo:

Queridos hermanos, invoquemos a Dios, Pa-


dre todopoderoso, para que Él, que nos ha re-
unido aquí para edificarle una nueva iglesia,
haga de nosotros templo vivo de su gloria,
edificado sobre su Hijo Jesucristo, piedra an-
gular del mismo. Digámosle: “Señor, bendice
y guarda a tu Iglesia”.

R. Señor, bendice y guarda a tu Iglesia.

Para que reúna en torno a sí a todos sus hijos que


el pecado ha dispersado, roguemos al Señor. R.

Para que se digne cimentar sobre la roca firme


de su Iglesia a todos los que con sus dádivas o
con su trabajo contribuirán a la construcción
de este edificio, roguemos al Señor. R.

Por aquellos de nuestros hermanos a quienes


unas circunstancias adversas impiden la
construcción de iglesias dedicadas al nombre
del Señor; que se esfuercen en edificarse a sí
mismos como templo vivo, en testimonio de
su fe y de su espíritu de alabanza, roguemos
al Señor. R.
Por todos los aquí presentes; para que,
pulimentados por el divino Artífice, nos
hagamos dignos de participar en los sagrados
misterios que aquí se celebrarán, roguemos al
Señor. R.

Luego, el obispo puede introducir la oración


dominical con estas palabras u otras semejan-
tes:

Unamos la voz de la Iglesia orante a la voz de


Cristo y supliquemos al Padre celestial con
las palabras que su Hijo nos enseñó.

Todos recitan la oración dominical.

El obispo prosigue:

Señor, Padre santo, te glorificamos, porque


a tus fieles, construidos por el Bautismo
como templos a ti consagrados, les concedes
edificar santuarios dedicados a tu gloria;
mira propicio a tus hijos que comienzan
alegres la construcción de una nueva iglesia,
y concédeles crecer para formar un templo
para tu gloria, hasta que, perfeccionados con
tu gracia, lleguen a la ciudad celestial.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

El obispo recibe la mitra y el báculo, y bendice


al pueblo como de costumbre.
El diácono despide a la asamblea, diciendo:

Pueden ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.

DEDICACIÓN DE UNA IGLESIA

RITOS INICIALES

Entrada en la iglesia
La entrada en la iglesia que se va a dedicar
se hace, teniendo en cuenta los tiempos y
lugares, según una de las siguientes formas:

1ª forma
Procesión
La puerta de la iglesia estará cerrada. El
pueblo se reúne en una iglesia vecina o en un
sitio adecuado desde donde pueda dirigirse la
procesión hacia la iglesia. En el mismo sitio se
prepararán las reliquias de los mártires o santos,
si es que hay que colocarlas bajo el altar.
El obispo y los presbíteros concelebrantes,
los diáconos y ministros, revestidos con sus
respectivas vestiduras litúrgicas, van al sitio
donde está reunido el pueblo. El obispo
deja el báculo, se quita la mitra y saluda al
pueblo con estas u otras palabras tomadas
preferentemente de la Sagrada Escritura:

La gracia y la paz estén con todos vosotros,


en la santa Iglesia de Dios.
R. Y con tu espíritu.

Luego, el obispo se dirige al pueblo con estas


u otras palabras parecidas:

Llenos de alegría, queridos hermanos, nos


hemos reunido para dedicar una nueva iglesia,
con la celebración del sacrificio del Señor.
Participemos activamente, oigamos con fe la
palabra de Dios, para que nuestra comunidad,
renacida en la misma fuente bautismal y
alimentada en la misma mesa, crezca para
formar un templo espiritual y, reunida junto
al mismo altar, aumente su amor cristiano.

Terminada la monición, el obispo recibe la


mitra y el báculo, y comienza la procesión
hacia la iglesia. No se llevan cirios fuera
de los que van junto a las reliquias de los
santos. No se quema incienso, ni durante
la procesión ni en la Misa antes del rito de
incensación del altar y de la iglesia. Delante
irá el crucífero, al que siguen los ministros,
luego los diáconos o los presbíteros que
llevan las reliquias de los santos, rodeados por
ministros o fieles con antorchas encendidas,
los presbíteros concelebrantes, el obispo con
dos diáconos detrás suyo y finalmente los
fieles.

Al comenzar la procesión, se canta la antífona


siguiente, con el salmo 121.
R. Vamos alegres a la casa del Señor.

Al llegar a la puerta de la iglesia, se detienen.


Los delegados de quienes edificaron la iglesia
(fieles de la parroquia o de la diócesis, donan-
tes, arquitectos, obreros) hacen entrega del
edificio al obispo, presentándole, según las
circunstancias, o las escrituras de posesión
del nuevo edificio, o las llaves, o el plano del
edificio, o el libro que describe la marcha de
la obra con los nombres de quienes la dirigie-
ron y de los obreros. Uno de los delegados se
dirige brevemente al obispo y a la comunidad
para ilustrar, si es el caso, el significado de
la arquitectura de la iglesia. Luego, el obispo
pide al presbítero que habrá de gobernar pas-
toralmente la iglesia que abra las puertas de
la iglesia.

Abierta la puerta, el obispo invita al pueblo a


entrar en la iglesia, con estas u otras palabras
parecidas:

Entrada por las puertas del Señor con acción


de gracias, por sus atrios con himnos.

Entonces, detrás del crucífero, el obispo y


los demás entran en la iglesia. Al entrar la
procesión, se canta la antífona siguiente, con
el salmo 23 u otro canto adecuado.

R. Levantaos, puertas antiguas: va a entrar


el Rey de la gloria.
El obispo, sin besar el altar, va a la cátedra;
los presbíteros concelebrantes, los diáconos y
ministros van a sus puestos en el presbiterio.
Las reliquias de los santos se colocan en un
sitio adecuado del presbiterio, en medio de
antorchas (velas).

2ª forma
Entrada solemne
Si no hay procesión, los fieles se congregan
delante de la puerta de la iglesia que se va
a dedicar. En ésta se habrán colocado antes,
privadamente, las reliquias de los santos.

Precedidos por el crucífero, el obispo y los


presbíteros concelebrantes, los diáconos y
ministros, revestidos con sus respectivas
vestiduras litúrgicas, se acercan a la puerta
de la iglesia, donde está reunido el pueblo.
Conviene que la iglesia esté cerrada y que
el obispo, los concelebrantes, los diáconos y
ministros lleguen a ella desde fuera.

El obispo deja el báculo, se quita la mitra y


saluda al pueblo con estas u otras palabras
tomadas preferentemente de la Sagrada
Escritura:

La gracia y la paz estén con todos vosotros,


en la santa Iglesia de Dios.
R. Y con tu espíritu.
Luego, el obispo se dirige al pueblo con estas
u otras palabras parecidas:

Llenos de alegría, queridos hermanos, nos


hemos reunido para dedicar una nueva iglesia,
con la celebración del sacrificio del Señor.
Participemos activamente, oigamos con fe la
palabra de Dios, para que nuestra comunidad,
renacida en la misma fuente bautismal y
alimentada en la misma mesa, crezca para
formar un templo espiritual y, reunida junto
al mismo altar, aumente su amor cristiano.

Terminada la monición, el obispo recibe


la mitra y, si se juzga oportuno, se canta la
antífona siguiente, con el salmo 121, u otro
canto adecuado.

R. Vamos alegres a la casa del Señor.

Entonces, los delegados de quienes edificaron


la iglesia (fieles de la parroquia o de la
diócesis, donantes, arquitectos, obreros) hacen
entrega del edificio al obispo, presentándole,
según las circunstancias, o las escrituras de
posesión del nuevo edificio, o las llaves, o
el plano del edificio, o el libro que describe
la marcha de la obra con los nombres de
quienes la dirigieron y de los obreros. Uno de
los delegados se dirige brevemente al obispo
y a la comunidad para ilustrar, si es el caso,
el significado de la arquitectura de la iglesia.
Luego, el obispo pide al presbítero que habrá
de gobernar pastoralmente la iglesia que abra
las puertas de la iglesia.

Luego, el obispo recibe el báculo e invita al


pueblo a entrar en la iglesia, con estas u otras
palabras parecidas:

Entrad por las puertas del Señor con acción


de gracias, por sus atrios con himnos.

Después, detrás del crucífero, el obispo y


los demás entran en la iglesia. Al entrar la
procesión, se canta la antífona siguiente, con
el salmo 23, u otro canto adecuado.

R. Levantaos, puertas antiguas: va a entrar


el Rey de la gloria.

El obispo, sin besar el altar, va a la cátedra;


los presbíteros concelebrantes, los diáconos y
ministros van a sus puestos en el presbiterio.
Las reliquias de los santos se colocan en un
sitio adecuado del presbiterio, en medio de
antorchas (velas).

3ª forma
Entrada sencilla
Si no se puede hacer entrada solemne, se hace
la entrada sencilla.

Estando reunido el pueblo, el obispo y los


presbíteros concelebrantes, los diáconos y
ministros, revestidos con sus respectivas ves-
tiduras litúrgicas, salen de la sacristía, prece-
didos por el crucífero, y se dirigen hacia el
presbiterio por la nave de la iglesia.

Las reliquias de los santos, si hay que


ponerlas debajo del altar, se llevan en
esa misma procesión de entrada, desde la
sacristía o desde la capilla donde ya desde la
vigilia han sido expuestas a la veneración de
los fieles. Sin embargo, por una causa justa,
se pueden colocar, antes del comienzo del
rito, en un sitio adecuado del presbiterio,
en medio de antorchas (velas). Durante la
procesión, se canta una de las antífonas de
entrada siguientes, con el salmo 121 u otro
canto adecuado.

R. Dios vive en su santa morada;


Dios que hace habitar a sus hijos
unidos en su casa,
Él da fuerza y poder a su pueblo.

O bien:

R. Vamos alegres a la casa del Señor.

Cuando la procesión llega al presbiterio, se


colocan las reliquias en un sitio adecuado, en
medio de antorchas. Los presbíteros conce-
lebrantes, los diáconos y ministros van a sus
puestos. El obispo, sin besar el altar, va a la
cátedra. Luego, deja el báculo, se quita la mi-
tra y saluda al puebo con estas u otras pala-
bras tomadas preferentemente de la Sagrada
Escritura:

La gracia y la paz estén con todos vosotros,


en la santa Iglesia de Dios.
R. Y con tu espíritu.

Entonces, los delegados de quienes edificaron


la iglesia (fieles de la parroquia o de la diócesis,
donantes, arquitectos, obreros) hacen entrega
del edificio al obispo, presentándole, según
las circunstancias, o las escrituras de posesión
del nuevo edificio, o las llaves, o el plano del
edificio, o el libro que describe la marcha de la
obra con los nombres de quienes la dirigieron
y de los obreros. Uno de los delegados se
dirige brevemente al obispo y a la comunidad
para ilustrar, si es el caso, el significado de la
arquitectura de la iglesia.

Bendición y aspersión del agua

Terminado el rito de entrada, el obispo ben-


dice el agua para rociar al pueblo en señal
de penitencia y en recuerdo del Bautismo, y
para purificar los muros y el altar de la nue-
va iglesia.

Los ministros llevan el agua al obispo, que


está de pie en la cátedra. El obispo invita
a todos a orar con estas u otras palabras
parecidas:
Queridos hermanos, al dedicar a Dios nuestro
Señor esta casa, supliquémosle que bendiga
esta agua, creatura suya, con la cual seremos
rociados en señal de penitencia y en recuerdo
del Bautismo, y con la cual se purificarán
los muros y el nuevo altar. Que el mismo
Señor nos ayude con su gracia para que,
dóciles al Espíritu Santo que hemos recibido,
permanezcamos fieles en su Iglesia.

Y todos oran, por unos instantes, en silencio.


Luego, el obispo continúa:

Dios, Padre nuestro, fuente de luz y vida,


que tanto amas a los hombres que no sólo
los alimentas con solicitud paternal, sino
que los purificas del pecado con el rocío de
la caridad, y los guías constantemente hacia
Cristo, su Cabeza; y así has querido, en tu
designio misericordioso, que los pecadores,
al sumergirse en el baño bautismal, mueran
con Cristo y resuciten inocentes, sean
hechos miembros suyos y coherederos del
premio eterno; santifica con bendición + esta
agua, creatura tuya, para que, rociada sobre
nosotros y sobre los muros de esta iglesia, sea
señal del Bautismo, por el cual, lavados en
Cristo, llegamos a ser templos de tu Espíritu;
concédenos a nosotros y a cuantos en esta
iglesia celebrarán los divinos misterios llegar
a la celestial Jerusalén.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
El obispo, acompañado por los diáconos, rocía
con agua bendita al pueblo y los muros de la
iglesia, pasando por la nave de la misma; de
regreso al presbiterio, rocía el altar. Mientras
tanto, se canta una de las antífonas siguientes
u otro canto adecuado.

He visto el agua que brotaba del lado derecho


del templo, aleluya; y todos a quienes alcanzó
el agua han sido salvados y dicen:
“Aleluya, aleluya”.

En tiempo de Cuaresma:

Cuando manifieste mi santidad por medio


de vosotros, os reuniré de todos los países;
derramaré sobre vosotros una agua pura: de
todas vuestras inmundicias os he de purificar;
y os infundiré un espíritu nuevo.

Después de la aspersión, el obispo regresa a


la cátedra y, terminado el canto, dice, de pie,
con las manos juntas:

Dios, Padre de misericordia, esté presente


en esta casa de oración y, con la gracia del
Espíritu Santo, purifique a quienes somos
templo vivo para su gloria.
R. Amén.

Himno Gloria y oración colecta

Luego, se dice el himno Gloria a Dios en


el cielo, salvo en los tiempos de Adviento y
Cuaresma. Terminado el himno, el obispo,
con las manos juntas, dice:

Oremos.

Dios todopoderoso y eterno, derrama tu gracia


sobre este lugar y socorre con tu auxilio a
cuantos te invocan, para que la eficacia
salvadora de tu palabra y de los sacramentos
confirme el corazón de tus fieles.
Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA

Conviene celebrar la proclamación de la


palabra de Dios de la siguiente manera: Dos
lectores (uno de los cuales lleva el leccionario
de la Misa) y un salmista se acercan al obispo.
El obispo, de pie y con la mitra puesta, toma
el leccionario, lo muestra al pueblo y dice:

Resuene siempre en esta casa la palabra de


Dios, para que conozcáis el misterio de Cristo
y se realice vuestra salvación dentro de la
Iglesia.
R. Amén.

Luego, el obispo entrega el leccionario al


primer lector. Y los lectores y el salmista se
dirigen al ambón, llevando el leccionario a la
vista de todos.
Las lecturas se disponen de la siguiente
manera:

a) La Primera Lectura del libro de


Nehemías (8,1-4ª.5-6.8-10), seguida
del salmo responsorial (Sal 18b,
8-9.10.15), con la respuesta: Tus
palabras, Señor, son espíritu y vida.
b) La Segunda Lectura y el Evangelio
se toman de los textos propuestos en
el Leccionario para la celebración de
la dedicación de una iglesia (Tomo
III).

Después del Evangelio, el obispo hace la


homilía, en la que explica las lecturas bíblicas
y el sentido del rito. Terminada la homilía, se
dice el Credo. Se omite la oración de los fieles,
ya que en su lugar se cantan las Letanías de
los Santos.

ORACIÓN DE DEDICACIÓN Y
UNCIONES

Letanías de los Santos

El obispo invita al pueblo a orar, con estas u


otras palabras parecidas:

Oremos, queridos hermanos, a Dios Padre


todopoderoso, quien de los corazones de los
fieles ha hecho para sí templos espirituales,
y juntemos nuestras voces con la súplica
fraterna de los santos.

Fuera de los domingos y del tiempo pascual,


el diácono dice:

Pongámonos de rodillas.

E, inmediatamente, el obispo se arrodilla ante


su sede; también los demás se arrodillan.

Señor, ten piedad de nosotros.


Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Santa María, Madre de Dios:


ruega por nosotros.
Santos Ángeles de Dios:
rueguen por nosotros.
San Juan Bautista:
ruega por nosotros.
San José:
ruega por nosotros.
Todos los santos patriarcas y profetas:
rueguen por nosotros.
San Pedro y San Pablo:
rueguen por nosotros.
San Andrés:
ruega por nosotros.
San Juan:
ruega por nosotros.
Todos los santos
apóstoles y evangelistas:
rueguen por nosotros.
Santa María Magdalena:
ruega por nosotros.
Todos los santos
discípulos del Señor:
rueguen por nosotros.
San Esteban:
ruega por nosotros.
San Ignacio de Antioquía:
ruega por nosotros.
San Lorenzo:
ruega por nosotros.
San Vicente:
ruega por nosotros.
San Felipe de Jesús:
ruega por nosotros.
Santos Cristóbal Magallanes
y compañeros mártires:
rueguen por nosotros.
Santas Perpetua y Felícitas:
rueguen por nosotros.
Santa Inés:
ruega por nosotros.
Todos los santos mártires:
rueguen por nosotros.
San Gregorio:
ruega por nosotros.
San Agustín:
ruega por nosotros.
San Atanasio:
ruega por nosotros.
San Basilio:
ruega por nosotros.
San Efrén:
ruega por nosotros.
San Martín:
ruega por nosotros.
San Benito:
ruega por nosotros.
San Francisco
y santo Domingo:
rueguen por nosotros.
San Francisco Javier:
ruega por nosotros.
San Juan María Vianney:
ruega por nosotros.
San Rafael Guízar y Valencia:
ruega por nosotros.
San José María
de Yermo y Parres:
ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena:
ruega por nosotros.
Santa Teresa de Jesús:
ruega por nosotros.
Santa Teresa del Niño Jesús:
ruega por nosotros.
Santa María de Jesús
Sacramentado Venegas:
ruega por nosotros.
San Juan Diego:
ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios:
rueguen por nosotros.

De todo mal:
líbranos, Señor.
De todo pecado:
líbranos, Señor.
De la muerte eterna:
líbranos, Señor.
Por tu encarnación:
líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección:
líbranos, Señor.
Por el envío del Espíritu Santo:
líbranos, Señor.
Nosotros, que somos pecadores,
te rogamos, óyenos.
Para que gobiernes y conserves
a tu santa Iglesia,
te rogamos, óyenos.
Para que asistas al Papa y
a todos los miembros del clero
en tu santo servicio,
te rogamos, óyenos.
Para que concedas paz y
concordia a todos los pueblos de la tierra,
te rogamos, óyenos.
Para que tengas misericordia
de todos los que sufren,
te rogamos, óyenos.
Para que nos fortalezcas
y asistas en tu santo servicio,
te rogamos, óyenos.
Para que consagres esta iglesia,
te rogamos, óyenos.
Jesús, Hijo de Dios vivo,
te rogamos, óyenos.
Cristo,
óyenos.
Cristo,
escúchanos.

Acabadas las letanías, el obispo (si está arro-


dillado, se pone de pie), con las manos exten-
didas, dice:
Te pedimos, Señor, que por la intercesión de
la santa Virgen María y de todos los santos,
aceptes nuestras súplicas, para que este lugar
que va a ser dedicado a tu nombre sea casa
de salvación y de gracia, donde el pueblo
cristiano, reunido en la unidad, te adore con
espíritu y verdad, y se construya en el amor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Fuera de los domingos y del tiempo pascual,


el diácono dice:
Se pueden levantar.

El obispo se pone la mitra.


Si no se colocan las reliquias de los santos,
el obispo dice enseguida la oración de
dedicación, como se indica más adelante.

Colocación de las reliquias

Si se van a colocar debajo del altar algunas


reliquias de mártires o de otros santos, el
obispo va al altar. Un diácono o un presbítero
lleva las reliquias al obispo, quien las coloca
en el sepulcro preparado para recibirlas.
Mientras tanto, se canta una de las antífonas
siguientes, con el salmo 14, u otro canto
adecuado.

R. Santos de Dios, que habéis recibido un


lugar bajo el altar, interceded por nosotros
ante el Señor Jesucristo.

O bien:

Los cuerpos de los santos fueron sepultados


en paz y su fama vive por generaciones (T. P.
Aleluya). Señor, ¿quién puede hospedarse en
tu tienda y habitar en tu monte santo?

Mientras tanto, un albañil cierra el sepulcro,


y el obispo regresa a la cátedra.

Oración de dedicación

Hecho lo anterior, el obispo, de pie y sin


mitra, junto a la cátedra o junto al altar, dice
en voz alta:

Oh Dios, santificador y guía de tu Iglesia,


celebramos tu nombre con alabanzas
jubilosas, porque en este día tu pueblo quiere
dedicarte, para siempre, con rito solemne,
esta casa de oración, en la cual te honra con
amor, se instruye con tu palabra y se alimenta
con tus sacramentos.

Este edificio hace vislumbrar el misterio de


la Iglesia, a la que Cristo santificó con su
sangre, para presentarla ante sí como Esposa
llena de gloria, como Virgen excelsa por la
integridad de la fe, y Madre fecunda por el
poder del Espíritu.

Es la Iglesia santa, la viña elegida de Dios,


cuyos sarmientos llenan del mundo entero,
cuyos renuevos adheridos al tronco son
atraídos hacia lo alto, al reino de los cielos.
Es la Iglesia feliz, la morada de Dios con los
hombres, el templo santo, construido con piedras
vivas, sobre el cimiento de los Apóstoles, con
Cristo Jesús como suprema piedra angular.

Es la Iglesia excelsa, la Ciudad colocada sobre


la cima de la montaña, accesible a todos, y
a todos patente, en la cual brilla perenne la
antorcha del Cordero y resuena agradecido el
cántico de los bienaventurados.

Te suplicamos, pues, Padre santo, que de


dignes impregnar con santificación celestial
esta iglesia y este altar, para que sean siempre
lugar santo y una mesa siempre lista para el
sacrificio de Cristo.

Que en este lugar el torrente de tu gracia lave


las manchas de los hombres, para que tus
hijos, Padre, muertos al pecado, renazcan a
la vida nueva.

Que tus fieles, reunidos junto a este altar,


celebren el memorial de la Pascua y se
fortalezcan con la palabra y el cuerpo de
Cristo.

Que resuene aquí la alabanza jubilosa que


armoniza las voces de los ángeles y de los
hombres, y que suba hasta ti la plegaria por la
salvación del mundo.

Que los pobres encuentren aquí misericordia,


los oprimidos alcancen la verdadera libertad,
y todos los hombres sientan la dignidad de
ser hijos tuyos, hasta que lleguen, gozosos, a
la Jerusalén celestial.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que


vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.

R. Amén.

Unción del altar y de los muros


de la iglesia

Luego, el obispo se quita, si es necesario, la


casulla y toma un gremial, va al altar con los
diáconos y otros ministros, uno de los cuales
lleva el recipiente con el Crisma, y procede a
la unción del altar y de los muros de la iglesia,
tal como se describe más adelante.

Si el obispo quiere asociarse en la unción de


los muros, a algunos de los presbíteros que
concelebran con él el rito sagrado, terminada
la unción del altar, les entrega los recipientes
con el Sagrado Crisma y procede con ellos
a realizar las unciones. El obispo puede
encomendar también esta unción de los muros
a los presbíteros para que la hagan ellos solos,
en cuyo caso, después de la unción del altar,
les hace entrega de los recipientes con el
Santo Crisma.
El obispo, de pie ante el altar, dice en voz alta:

El Señor santifique con su poder


este altar y esta casa que vamos a ungir,
para que expresen con una señal visible
el misterio de Cristo y de la Iglesia.

Luego, vierte el Crisma en medio del altar


y en sus cuatro ángulos; es aconsejable que
unja toda la mesa.

A continuación, unge los muros de la iglesia,


signando con el Santo Crisma las doce o
cuatro cruces adecuadamente distribuidas,
con la ayuda, si se juzga oportuno, de dos
o cuatro presbíteros. Si ha encomendado la
unción de los muros a los presbíteros, éstos,
cuando el obispo ha terminado la unción del
altar, ungen los muros de la iglesia, signando
las cruces con el Santo Crisma.
Mientras tanto, se canta una de las antífonas
siguiente, con el salmo 83, u otro canto
adecuado.

R. Esta es la morada de Dios con los hombres,


y acampará entre ellos; ellos serán su pueblo
y Dios estará con ellos (T. P. Aleluya).

O bien:

El templo del Señor es santo,


es campo de Dios,
es edificación de Dios.
Terminada la unción del altar y de los muros
de la iglesia, el obispo regresa a la cátedra y
se sienta. Los ministros le traen lo necesario
para lavarse las manos. Luego, se quita el
gremial y se pone la casulla. También los
presbíteros se lavan las manos después de
ungir los muros.

Incensación del altar y de la iglesia

Después del rito de la unción, se coloca sobre


el altar un brasero para quemar incienso o
aromas, o, si se prefiere, se hace sobre el altar
un montón de incienso mezclado con cerillas.
El obispo echa incienso en el brasero o con
un pequeño cirio que le entrega el ministro
enciende el montón de incienso, diciendo:

Suba, Señor, nuestra oración como incienso


en tu presencia y, así como esta casa se llena
de suave olor, que en tu Iglesia se aspire el
aroma de Cristo.

Entonces, el obispo echa incienso en los


incensarios e inciensa el altar. Luego, vuelve
a la cátedra, es incensado y se sienta. Los
ministros, pasando por la nave de la iglesia,
inciensan al pueblo y los muros.

Mientras tanto, se canta una de las antífonas


siguientes, con el salmo 137, u otro canto
adecuado.
R. El ángel se puso en pie junto al altar, con
un incensario de oro.

O bien:

El humo del incienso subió a la presencia de


Dios, de mano del ángel.

Iluminación del altar y de la iglesia

Terminada la incensación, algunos ministros


secan con toallas la mesa del altar y la tapan,
si es necesario, con un lienzo impermeable;
luego, cubren el altar con el mantel y lo
adornan, según sea oportuno, con flores;
colocan adecuadamente los candelabros con
los cirios requeridos para la celebración de
la Misa y también, si es del caso, la cruz.
Después, el diácono se acerca al obispo,
el cual, de pie, le entrega un pequeño cirio
encendido, diciendo en voz alta:

Brille en la Iglesia la luz de Cristo


para que todos los hombres lleguen
a la plenitud de la verdad.

Luego, el obispo se sienta. El diácono va al


altar y enciende los cirios para la celebración
de la Eucaristía.

Entonces, se hace una iluminación festiva:


se encienden todos los cirios, las candelas
colocadas donde se han hecho las unciones
y todas las lámparas de la iglesia, en señal de
alegría.

Mientras tanto, se canta una de las antífonas


siguientes, con el cántico de Tobías (13,10.13-
14ab.14c-15.17) u otro canto adecuado,
de preferencia en honor de Cristo, luz del
mundo.

R. Llega tu luz, Jerusalén,


y la gloria del Señor alborea sobre ti;
caminarán las naciones a tu luz. Aleluya.

En tiempo de Cuaresma:

Jerusalén, ciudad del Santo, brillarás cual luz


de lámpara y todos los confines de la tierra
vendrán a ti.

LITURGIA EUCARÍSTICA

Los diáconos y los ministros preparan el altar


como de costumbre. Algunos fieles traen
el pan, el vino y el agua para la Eucaristía.
Mientras se llevan los dones, se tiene un
canto adecuado.

Cuando todo está preparado, el obispo va al


altar, deja la mitra y lo besa. La Misa continúa
como de costumbre, pero no se inciensan los
dones ni el altar.
Inauguración de la capilla del
santísimo sacramento

Conviene hacer la inauguración de la capilla


de la reserva de la santísima Eucaristía de la
siguiente manera: después de la Comunión,
se deja sobre la mesa del altar el copón con
el santísimo sacramento. El obispo va a la
cátedra y todos oran, por unos instantes, en
silencio. Luego, el obispo dice la oración
después de la Comunión.

Hecho lo anterior, el obispo vuelve al altar e


inciensa, de rodillas, el santísimo sacramento,
y tomado el paño humeral, recibe el copón
en sus manos. Se ordena la procesión, en la
cual, marchando todos detrás del crucífero,
se lleva el santísimo sacramento con cirios e
incienso por la nave de la iglesia a la capilla
de la reserva.

Cuando la procesión llega a la capilla de


la reserva, el obispo coloca el copón sobre
el altar, o ya sea en el sagrario, dejando la
puerta abierta, impone incienso e inciensa
arrodillado.

Si no se inaugura la capilla del santísimo,


terminada la Comunión de los fieles, el obispo
dice la oración después de la Comunión y
despide al pueblo con la bendición.
Dedicación de un altar

RITOS INICIALES

Entrada en la iglesia

Estando reunido el pueblo, el obispo y los


presbíteros concelebrantes, los diáconos y
ministros, revestidos con sus respectivas
vestiduras litúrgicas, salen de la sacristía,
precedidos por el crucífero, y se dirigen hacia
el presbiterio por la nave de la iglesia.

Las reliquias de los santos, si hay que ponerlas


debajo del altar, se llevan en esa misma procesión
de entrada, desde la sacristía o desde la capilla
donde ya desde la vigilia han sido expuestas a
la veneración de los fieles. Sin embargo, por
una causa justa, se pueden colocar, antes del
comienzo del rito, en un sitio adecuado del
presbiterio, en medio de antorchas.

Durante la procesión, se canta una de las


antífonas de entrada siguientes, con el salmo
42, u otro canto adecuado.

R. Fíjate, ¡oh Dios!, en nuestro Escudo, mira


el rostro de tu Ungido: un solo día en tu casa
vale más que otros mil (T. P. Aleluya).

O bien:
Me acercaré al altar de Dios, al Dios de mi
alegría.
Cuando la procesión llega al presbiterio, se
colocan las reliquias en un sitio adecuado,
en medio de antorchas. Los presbíteros
concelebrantes, los diáconos y ministros
van a sus puestos. El obispo, sin besar el
altar, va la cátedra. Luego, deja el báculo, se
quita la mitra y saluda al pueblo con estas u
otras palabras tomadas preferentemente de la
Sagrada Escritura.

La gracia y la paz estén con todos vosotros,


en la santa Iglesia de Dios.
R. Y con tu espíritu.

Bendición y aspersión del agua

Terminado el rito de entrada, el obispo


bendice el agua para rociar al pueblo en señal
de penitencia y en recuerdo del Bautismo, y
para purificar el nuevo altar.

Los ministros llevan el agua al obispo, que


está de pie en la cátedra. El obispo invita
a todos a orar con estas u otras palabras
parecidas:

Llenos de alegría, queridos hermanos, nos


hemos reunido para dedicar un nuevo altar
con la celebración del sacrificio del Señor.
Participemos con atención, oyendo con
fe la palabra de Dios, acerquémonos con
alegría a la mesa del Señor y levantemos
nuestros corazones hacia la santa esperanza.
Al congregarnos junto al mismo altar, nos
acercamos a Cristo, piedra viva, en el cual
crecemos para formar un templo santo. Pero
antes dirijamos nuestras súplicas a Dios, para
que se digne bendecir esta agua, creatura
suya, con la cual seremos rociados en señal
de penitencia y en recuerdo del Bautismo, y
con la cual será purificado este altar.

Y todos oran, por unos instantes, en silencio.


Luego, el obispo continúa:

Dios, Padre nuestro, fuente de luz y vida,


que tanto amas a los hombres
que no sólo alimentas con solicitud paternal,
sino que los purificas del pecado
con el rocío de la caridad
y los guías constantemente hacia Cristo,
su Cabeza; y así has querido,
en tu designio misericordioso,
que los pecadores, al sumergirse en
el baño bautismal, mueran con Cristo
y resuciten inocentes, sean hechos
miembros suyos y coherederos
del premio eterno; santifica con bendición +
esta agua, creatura tuya,
para que, rociada sobre nosotros
y sobre este nuevo altar,
sea señal del Bautismo,
por el cual, lavados en Cristo,
llegamos a ser altar espiritual;
concédenos a nosotros
y a cuantos en este altar celebrarán
los divinos misterios llegar a
la celestial Jerusalén.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

El obispo, acompañado por los diáconos,


rocía con agua bendita al pueblo, pasando
por la nave de la misma; de regreso al
presbiterio, rocía el altar. Mientras tanto, se
canta una de las antífonas siguientes u otro
canto adecuado.

He visto el agua que brotaba del lado derecho


del templo, aleluya; y todos a quienes alcanzó
el agua han sido salvados y dicen:
“Aleluya, aleluya”.

En tiempo de Cuaresma:

Cuando manifieste mi santidad


por medio de vosotros,
os reuniré de todos los países;
derramaré sobre vosotros una agua pura:
de todas vuestras inmundicias
os he de purificar;
y os infundiré un espíritu nuevo.

Después de la aspersión, el obispo regresa a


la cátedra y, terminado el canto, dice, de pie,
con las manos juntas:

Dios, Padre de misericordia, a quien dedi-


camos este nuevo altar en la tierra, perdone
nuestros pecados, y nos conceda ofrecerle
eternamente, en su altar del cielo, el sacrificio
de alabanza.
R. Amén.

Himno Gloria y oración colecta

Luego, se dice el himno Gloria a Dios en


el cielo, salvo en los tiempos de Adviento y
Cuaresma. Terminado el himno, el obispo,
con las manos juntas, dice:

Oremos.

Padre celestial,
que quisiste atraer todas las cosas
hacia tu Hijo,
levantado en el altar de la cruz,
infunde tu gracia celestial
sobre quienes te dedicamos este altar
en el que nos alimentarás paternalmente,
cuando nos congreguemos en la unidad,
para que, con la gracia del Espíritu Santo,
formemos un pueblo a ti consagrado.
Por nuestro Señor Jesucristo.
R. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA

En la liturgia de la palabra todo se hace como


de costumbre. Las lecturas y el Evangelio
se toman, según las rúbricas, ya sea de los
textos propuestos en el Leccionario para la
celebración de la dedicación de un altar (T.
III), o de la Misa del día.

Después del Evangelio, el obispo hace la


homilía, en la que explica las lecturas bíblicas
y el sentido del rito.

Terminada la homilía, se dice el Credo. En cam-


bio, se omite la oración de los fieles, ya que en
su lugar se cantan las Letanías de los Santos.

ORACIÓN DE DEDICACIÓN
Y UNCIONES

Letanías de los Santos

Después, el obispo invita al pueblo a orar,


con estas u otras palabras parecidas:

Que nuestras plegarias, queridos hermanos,


suban a Dios Padre todopoderoso, por
Jesucristo, el único Mediador, al cual se hallan
asociados todos los santos como partícipes
de su pasión y comensales del banquete del
reino celestial.

Fuera de los domingos y del tiempo pascual,


el diácono dice:
Pongámonos de rodillas.
E, inmediatamente, el obispo se arrodilla ante
su sede; también los demás se arrodillan.

Entonces se cantan las Letanías de los Santos,


a la que todos responden.

Señor, ten piedad de nosotros.


Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.
Señor, ten piedad de nosotros.

Santa María, Madre de Dios:


ruega por nosotros.
Santos Ángeles de Dios:
rueguen por nosotros.
San Juan Bautista:
ruega por nosotros.
San José:
ruega por nosotros.
Todos los santos patriarcas y profetas:
rueguen por nosotros.
San Pedro y San Pablo:
rueguen por nosotros.
San Andrés:
ruega por nosotros.
San Juan:
ruega por nosotros.
Todos los santos
apóstoles y evangelistas:
rueguen por nosotros.
Santa María Magdalena:
ruega por nosotros.
Todos los santos
discípulos del Señor:
rueguen por nosotros.
San Esteban:
ruega por nosotros.
San Ignacio de Antioquía:
ruega por nosotros.
San Lorenzo:
ruega por nosotros.
San Vicente:
ruega por nosotros.
San Felipe de Jesús:
ruega por nosotros.
Santos Cristóbal Magallanes
y compañeros mártires:
rueguen por nosotros.
Santas Perpetua y Felícitas:
rueguen por nosotros.
Santa Inés:
ruega por nosotros.
Todos los santos mártires:
rueguen por nosotros.
San Gregorio:
ruega por nosotros.
San Agustín:
ruega por nosotros.
San Atanasio:
ruega por nosotros.
San Basilio:
ruega por nosotros.
San Efrén:
ruega por nosotros.
San Martín:
ruega por nosotros.
San Benito:
ruega por nosotros.
San Francisco
y santo Domingo:
rueguen por nosotros.
San Francisco Javier:
ruega por nosotros.
San Juan María Vianney:
ruega por nosotros.
San Rafael Guízar y Valencia:
ruega por nosotros.
San José María
de Yermo y Parres:
ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena:
ruega por nosotros.
Santa Teresa de Jesús:
ruega por nosotros.
Santa Teresa del Niño Jesús:
ruega por nosotros.
Santa María de Jesús
Sacramentado Venegas:
ruega por nosotros.
San Juan Diego:
ruega por nosotros.
Todos los santos y santas de Dios:
rueguen por nosotros.

De todo mal:
líbranos, Señor.
De todo pecado:
líbranos, Señor.
De la muerte eterna:
líbranos, Señor.
Por tu encarnación:
líbranos, Señor.
Por tu muerte y resurrección:
líbranos, Señor.
Por el envío del Espíritu Santo:
líbranos, Señor.

Nosotros, que somos pecadores,


te rogamos, óyenos.
Para que gobiernes y conserves
a tu santa Iglesia,
te rogamos, óyenos.
Para que asistas al Papa y
a todos los miembros del clero
en tu santo servicio,
te rogamos, óyenos.
Para que concedas paz y
concordia a todos los pueblos de la tierra,
te rogamos, óyenos.
Para que tengas misericordia
de todos los que sufren,
te rogamos, óyenos.
Para que nos fortalezcas
y asistas en tu santo servicio,
te rogamos, óyenos.
Para que consagres esta iglesia,
te rogamos, óyenos.
Jesús, Hijo de Dios vivo,
te rogamos, óyenos.
Cristo,
óyenos.
Cristo,
escúchanos.

Acabadas las letanías, el obispo (si está arro-


dillado, se pone de pie), con las manos exten-
didas, dice:

Te pedimos, Señor que, por la intercesión


de la santa Virgen María
y de todos los santos,
aceptes nuestras súplicas,
para que en este altar se realicen
los grandes misterios de la salvación:
que aquí tu pueblo te ofrezca
el sacrificio de tu Hijo,
te manifieste sus deseos y súplicas
y aumente su amor y su fe.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Fuera de los domingos y del tiempo pascual,


el diácono dice:
Podéis levantaros.

Y todos se ponen de pie.

Colocación de las reliquias

Si se van a colocar debajo del altar algunas


reliquias de mártires o de otros santos, el
obispo va al altar. Un diácono o un presbítero
lleva las reliquias al obispo, quien las coloca en
el sepulcro preparado para recibirlas. Mientras
tanto, se canta una de las antífonas siguientes,
con el salmo 14, u otro canto adecuado.

R. Santos de Dios, que habéis recibido un


lugar bajo el altar, interceded por nosotros
ante el Señor Jesucristo.

O bien:
Los cuerpos de los santos fueron sepultados
en paz y su fama vive por generaciones (T. P.
Aleluya).

Mientras tanto, un albañil cierra el sepulcro y


el obispo regresa a la cátedra.
Oración de dedicación

Hecho lo anterior, el obispo, de pie y sin


mitra, junto al altar, dice en voz alta:

Te alabamos, Señor, te bendecimos,


porque en tu inefable designio de amor
determinaste que, superadas
las diversas figuras que en
otro tiempo prefiguraban el altar definitivo,
fuese el mismo Cristo
quien les diese cumplimiento.

Noé, segundo origen de la raza humana,


calmadas las aguas del diluvio,
construyó un altar y te ofreció un sacrificio
que Tú, Padre, aceptaste como
un calmante aroma, renovando
tu alianza de amor con los hombres.

Abraham, nuestro padre en la fe,


sometiéndose de corazón a tu mandato,
levantó un altar, porque,
en aras de tu voluntad,
no te negó a su hijo amado.

También Moisés, mediador de


la Ley antigua, erigió un altar
y lo roció con la sangre del cordero,
como signo profético que anunciaba
el ara de la cruz (ALTAR DE LA CRUZ?).
Todo ello, Cristo, con su misterio pascual,
hizo que pasara de signo a realidad plena;
Él, en efecto, sacerdote y víctima,
subió al árbol de la cruz
y se ofreció a ti, Padre, como oblación pura,
para borrar los pecados de todo el mundo
y establecer la nueva y eterna alianza.

Por eso, Señor, te rogamos


que derrames sobre este altar,
construido en el lugar de tu asamblea santa,
la plenitud de tu bendición celestial,
para que sea una ara dedicada para siempre
al sacrificio de Cristo
y sea también la mesa del Señor,
donde tu pueblo se alimente
en el convite sagrado.

Esta piedra, pulimentada por


el trabajo humano,
sea para nosotros signo de Cristo,
de cuyo lado, traspasado en la cruz,
brotó sangre y agua,
inicio de los sacramentos de la Iglesia.

Sea la mesa del banquete gozoso


a la que acudamos llenos de alegría,
obedientes a la invitación de Cristo, tu Hijo;
y en ella, descargando en ti
nuestras preocupaciones e inquietudes,
hallemos un renovado vigor para reemprender
nuestro camino.
Sea el lugar de la íntima comunión
y paz contigo, donde, nutridos con
el cuerpo y sangre de tu Hijo,
e imbuidos de su Espíritu,
crezcamos siempre en tu amor.

Sea fuente de unidad y de concordia


para todos los que formamos tu Iglesia santa;
fuente a la que tus hijos acudan hermanados
para beber en ella el espíritu
de mutua caridad.

Sea el centro de nuestra alabanza


y acción de gracias hasta que
lleguemos jubilosos a la mansión eterna,
donde te ofreceremos el sacrificio
de la alabanza perenne,
unidos a Cristo, el sumo Sacerdote
y altar vivo.

Que vive y reina contigo


en la unidad del Espíritu Santo
y es Dios, por los siglos de los siglos.

R. Amén.

Unción del altar

Luego, el obispo se quita, si es necesario, la


casulla y toma un gremial, y va al altar con el
diácono u otro ministro que lleva el recipiente
con el Crisma.
El obispo, de pie ante el altar, dice en voz
alta:

El Señor santifique con su poder


este altar que vamos a ungir,
para que exprese con una señal visible
el misterio de Cristo, que se ofreció al Padre
por la vida del mundo.

Luego, vierte el Crisma en medio del altar


y en los cuatro ángulos. Es aconsejable que
unja también la mesa. Mientras se hace la
unción, se canta una antífona, con un salmo,
los cuales varían según el tiempo litúrgico.

l Fuera del tiempo pascual:


Se canta la antífona siguiente, con el salmo
44, u otro canto adecuado.

R. El Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite


de júbilo entre todos tus compañeros.

l En tiempo pascual:
Se canta la antífona siguiente, con el salmo
117, u otro canto adecuado.

R. La piedra que desecharon los arquitectos


es ahora la piedra angular. Aleluya.

Terminada la unción del altar, el obispo regresa


a la cátedra, se sienta, se lava las manos, se
quita el gremial y se pone la casulla.
Incensación del altar

Después del rito de la unción, se coloca sobre


el altar un brasero para quemar incienso o
aromas. O, si se prefiere, se hace sobre el
altar un montón de incienso mezclado con
cerillas. El obispo echa incienso en el brasero
o con un pequeño cirio enciende el montón de
incienso, diciendo:

Suba, Señor, nuestra oración como incienso


en tu presencia y, así como esta casa se llena
de suave olor, que en tu Iglesia se aspire el
aroma de Cristo.

Entonces, el obispo echa incienso en el


incensario e inciensa el altar. Luego, vuelve
a la cátedra, es incensado y se sienta. Un
ministro inciensa al pueblo.

Mientras tanto, se canta una de las antífonas


siguientes, con el salmo 137, y otro canto
adecuado.

R. El ángel se puso en pie junto al altar, con


un incensario de oro.

O bien:
El humo del incienso subió a la presencia de
Dios, de mano del ángel.
Revestimiento e iluminación del altar

Terminada la incensación, algunos ministros


secan con toallas la mesa del altar y la tapan,
si es necesario, con un lienzo impermeable;
luego, cubren el altar con el mantel y lo
adornan, según sea oportuno, con flores;
colocan adecuadamente los candelabros con
los cirios requeridos para la celebración de la
Misa y también, si es del caso, la cruz.

Después, el diácono se acerca al obispo,


el cual, de pie, le entrega un pequeño cirio
encendido, diciendo en voz alta:

La luz de Cristo ilumine le mesa del altar


y que, con ella, brillen los comensales
de la Cena del Señor.

Luego, el obispo se sienta. El diácono va al


altar y enciende los cirios para la celebración
de la Eucaristía.

Entonces se hace una iluminación festiva: se


encienden todas las lámparas alrededor del
altar, en señal de alegría.

Mientras tanto, se canta la antífona siguiente,


u otro canto adecuado, en honor de Cristo,
luz del mundo:

En ti, Señor, está la fuente viva, y tu luz nos


hacer ver la luz.
LITURGIA EUCARÍSTICA

Los diáconos y los ministros preparan el altar


como de costumbre.

Bendición final y despedida

El obispo toma la mitra y el báculo, bendice


al pueblo. Después de la bendición, el
diácono despide a los presentes en la forma
acostumbrada.
SEPULCRO
Mt 27, 59-61; Mc 15, 42-46;
Lc 23, 50-53; Jn 19, 38-42

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Si el grano de trigo no cae en tierra y
muere, quedará él sólo.
R. Pero si muere, da mucho fruto.
V. Se siembra ahora un cuerpo material.
R. Resucitará luego un cuerpo espiritual, y
así todos volveremos luego por Cristo a la
vida.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Jesucristo, que por estar tres días en la


tumba santificaste todos los sepulcros de los
que creen en ti, de tal manera que, al descender
los cuerpos a la tierra, aumenta la esperanza
de la resurrección, concédenos que en este
sepulcro duerma en paz tu hijo(a) y descanse
aquí hasta que Tú, que eres la resurrección y
la vida, lo(a) resucites y lo(a) lleves a gozar
eternamente de tu presencia.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Se puede rociar la tumba con agua bendita.


VEHÍCULOS AUTOMOTORES
Gen 45, 6-28, Sal 22. 23; 03 104;
Act. 8, 26-39

V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del


Espíritu Santo.
R. Amén.
V. El amor de Dios Padre, la gracia de nuestro
Señor Jesucristo, y la luz del Espíritu Santo,
estén con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor, sabemos que eres nuestra meta, te reco-


nocemos también como camino verdadero de
la vida. Todos nosotros, peregrinos y errantes
en este mundo, vamos siempre hacia ti.

Bendito seas, Señor, porque nos permites que,


con la ayuda de la ciencia y técnica, tengamos
medios y vehículos para trasladarnos de
un sitio a otro, para ir al encuentro de los
hermanos, para admirar las maravillas de tu
creación, para hacer más agradable nuestra
vida.

Te pedimos sensatez, cordura, buen ánimo,


generosidad para saber usar y conducir este
coche (...) que hoy pones en nuestras manos.

Lo rocía con agua bendita. Luego dice:


Puesto que gracias a Jesucristo somos hijos
de Dios, dirijámonos llenos de confianza a
nuestro Padre con la misma oración que el
Señor nos enseñó: Padre nuestro...

Y termina diciendo:

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal


y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

AUTOMOTORES
Segunda forma

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Dios ha dado orden a sus ángeles de
protegerte en todos tus caminos.
R. En sus manos te transportarán, para que no
tropiece tu planta en piedra alguna.
V. Aunque camine por un valle tenebroso, no
temo ningún mal.
R. Pues Tú estás siempre junto a mí.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Dios, sé propicio a nuestras súplicas y


bendice † este automóvil (camión, motoci-
cleta, vagón, etc.); envía a tus santos ángeles
para que lo acompañen y defiendan de todos
los peligros a cuantos han de viajar en él. Y
así como por medio del diácono Felipe con-
cediste la fe y la gracia a aquel etíope cuando
estaba sentado en su carro leyendo las Sa-
gradas Escrituras, así también a tus hijos que
viajen en este automóvil (camión, motocicle-
ta, vagón, etc.), muéstrales el camino de la
salvación para que con el auxilio de tu gracia
y aplicados constantemente al ejercicio de las
buenas obras, después de todas las vicisitu-
des del paso por esta vida temporal, merezcan
conseguir los goces eternos de tu gloria.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Rocía con agua bendita.

Puede añadir la oración siguiente:

ORACIÓN DEL CHOFER

Dios mío, dame mano firme y mirada atenta


para que, al paso de mi vehículo, no cause
daño a nadie. Tú, Señor, que das la vida y la
conservas, ayúdame a cuidar hoy mi vida y la
de aquellos que necesiten mis servicios.

Señor, libra de todo mal, de incendio o


accidente a los que me acompañan. Enséñame
a hacer buen uso de mi vehículo y a saber
ponerlo al servicio de las necesidades de mis
hermanos, y concédeme nunca abusar de
ellos.
En fin, Señor, haz que no me deje arrastrar
por el vértigo de la velocidad para que pueda
llegar a mi destino sano y salvo, y que siempre
recuerde que Tú eres el feliz término de mi
viaje.

Te lo pido, Señor, por los méritos de tu


santísimo Hijo, Jesucristo, y por la intercesión
de la santísima Virgen María, que también es
mi Madre. Amén.

BENDICIONES POR LAS PERSONAS

ENFERMO
Fuera del artículo de muerte
Mc 1, 29-34; Lc 5, 17-26; 5, 12-16;
Mc 6, 53-56;
2Cor 4, 16; 5, 10; Fil 1, 12-24;
Heb 2, 10-18; Hch 5, 12-16;
Rom 8, 22-32; Sal 15; 29; 30; 33; 70

V. El Señor dé su paz a esta casa.


R. Y a todos los que la habitan.
V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.
R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Escucha, Señor, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
OREMOS

Señor Jesús, te pedimos que entre a esta


casa tu paz y misericordia, que huya de aquí
toda maldad del demonio y que acudan tus
ángeles de paz para que arrojen de esta casa
toda discordia y amargura. Glorifica, Señor,
sobre nosotros tu santo nombre y bendice
nuestro ministerio; Tú, que eres santo y
misericordioso, y permaneces con el Padre y
el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.
R. Amén.

O bien:
OREMOS

Señor, mira propicio a tu hijo(a) que está


agobiado(a) por la enfermedad, y ayúdalo(a)
para que sepa encontrarte a ti en las
penalidades de esta vida; y puesto que eres su
Padre, concédele también la salud corporal,
si le conviene.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

El sacerdote extiende la mano sobre el


enfermo y dice:

Que nuestro Señor Jesucristo venga junto a ti


para que te defienda y te cuide, vaya siempre
delante de ti para que te guíe, y que nunca te
separes de su lado, para que siempre goces de
su bendición.
En nombre del Padre, y del Hijo, † y del
Espíritu Santo.
R. Amén.

MORIBUNDO
Lc 7, 1b-10; Rom 8, 22-32; Sal 70 (anciano)

Bendición apostólica con Indulgencia Plena-


ria. Se imparte ordinariamente, después de
la Confesión, Unción de los enfermos, o del
viático.

PREPARACIÓN

Si hay tiempo suficiente, y las circunstancias


lo permiten, el sacerdote instruye al enfermo
sobre el valor de esta Bendición y lo exhorta
a ponerse en las manos de Dios. Puede
hacerlo de la siguiente manera o con palabras
parecidas:

EXHORTACIÓN

La Bendición Papal que voy a darte es


una gracia más que Dios te concede en tu
enfermedad. Es una bendición extraordinaria
que el Santo Padre hace llegar a los enfermos
por medio de los sacerdotes. Por ella se
perdona toda la pena temporal debida por
los pecados. El efecto de esa absolución se
aplica en el momento de la muerte, pero el
derecho a recibir tan extraordinario beneficio
se adquiere desde el momento en que se da la
Bendición. Vengo, pues, en nombre del Papa,
a darte este regalo espiritual.

Ofrece a Dios, con toda resignación, los su-


frimientos e incomodidades de tu enferme-
dad, en expiación de tus pecados; entrégate
en sus manos para que disponga de ti y de
todas tus cosas, inclusive de tu propia vida,
como le agrade.

Invoca ahora el nombre de Jesús con todo tu


corazón, para que te dispongas a ganar esta
indulgencia plenaria, y sigue después repi-
tiendo con frecuencia durante la enfermedad
este nombre de salvación.

Repite ahora (interiormente):


“¡Óyeme, Jesús!”.

INVOCACIONES

Para que mis sufrimientos y enfermedades


sean expiación a mis culpas.

A cada invocación se responde:


¡Óyeme, Jesús!

- Para que en todo me conforme con tu


voluntad.
- Para que no pierda mi alma el mérito
de tu pasión y muerte.
- Para que me seas propicio en el día
del Juicio.
- Para que mi esperanza no desfallezca.
- Para que no sea confundido eterna-
mente.
- Para que mi alma alcance la gloria en
la compañía de los santos.

Si lo juzga prudente, puede omitir lo anterior


y decir únicamente:

PRECES

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. No te acuerdes, Señor, de las culpas de tu
hijo.
R. Ni tomes venganza de sus pecados.
V. Señor, ten piedad de nosotros.
R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Cristo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, ten piedad de nosotros.
V. Señor, ten piedad de nosotros.
R. Señor, ten piedad de nosotros.

Padre nuestro...

V. Salva a tu hijo, Señor.


R. Dios mío, porque espera de ti.
V. Escucha, Señor nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
OREMOS

Padre misericordioso y Dios de todo consue-


lo, que no quieres que perezca ninguno de
cuantos creen en ti, mira con misericordia a
tu hijo N., a quien recomiendan la verdadera
fe y la esperanza cristiana, y sálvalo. Concé-
dele benignamente el perdón de todos sus pe-
cados, por los meritos de la pasión y muerte
de tu Hijo Jesucristo. Que cuando salga su
alma del cuerpo, encuentre en ti un juez in-
dulgente y que, purificado de toda mancha en
la sangre de tu mismo Hijo, merezca pasar a
la vida eterna.
Te lo pedirnos por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Sigue luego la Confesión sacramental del


enfermo, y si ya la hizo, se dice:

BENDICIÓN

YO CONFIESO ante Dios todopoderoso


y ante vosotros, hermanos, que he pecado
mucho de pensamiento, palabra, obra y
omisión; por mi culpa, por mi culpa, por mi
gran culpa.

Por eso ruego a Santa María, siempre Virgen,


a los ángeles, a los santos y a vosotros,
hermanos, que intercedan por mí ante Dios,
nuestro Señor.
Dios todopoderoso tenga misericordia de
nosotros, perdone nuestros pecados y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.

Nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo,


que dio al Apóstol San Pedro el poder de atar
y desatar, reciba tu Confesión y te restituya la
primera gracia que recibiste en el Bautismo,
y yo te concedo la INDULGENCIA PLENA-
RIA y EL PERDÓN DE TODOS TUS PE-
CADOS, en el nombre del Padre, y del Hijo,
† y del Espíritu Santo.
R. Amén.

Por los Sacrosantos Misterios de la Reden-


ción, te perdone Dios todopoderoso todas las
penas de la vida presente y futura, te abra las
puertas del paraíso, y te conduzca a la vida
eterna.
R. Amén.

Que te bendiga Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo.
R. Amén.

BENDICIÓN PAPAL DE EMERGENCIA

En los casos muy urgentes, pueden omitirse


todas las preces y decirse únicamente esta
fórmula:
Con la facultad que me ha sido dada por el
Sumo Pontífice, yo te concedo la INDUL-
GENCIA PLENARIA Y EL PERDÓN DE
TODOS TUS PECADOS, Y TE IMPARTO
LA BENDICIÓN: En el nombre del Padre, y
del Hijo, † y del Espíritu Santo.
R. Amén.

MUJER ENCINTA
Dt 28, 1-4; Lc 1, 39-48; Ef 2, 4-10; Sal 126

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Salva a tu sierva, Señor.
R. Dios mío, porque espera en ti.
V. Desde tu santuario, Señor, envíale tu ayuda.
R. Y protégela desde el cielo.
V. Sé para ella, Señor, un baluarte
inexpugnable.
R. Frente al enemigo.
V. Escucha, Señor, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Dios, Señor y Creador de todas las cosas,


fuerte y terrible, pero a la vez justo y lleno
de misericordia, y el único verdaderamente
justo y piadoso; que por la acción del Espíritu
preparaste el cuerpo y el alma de la gloriosa
Virgen María, para que mereciera ser digna
habitación de tu Hijo; que llenaste del Espíritu
Santo a San Juan Bautista y lo hiciste saltar
de júbilo cuando estaba todavía en el seno de
su madre:

Recibe el fervoroso deseo de tu hija, que


te suplica humildemente la conservación
de su hijo, que quisiste que ella concibiera;
bendícela, † para que su hijo pueda contemplar
la luz con el auxilio de tu misericordia, y sea
elegido para formar parte de tu pueblo santo,
a fin de que te sirva siempre en todas sus
acciones y merezca alcanzar la vida eterna.
Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y la rocía con agua bendita. Luego dice:

La Bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre ti y
sobre tu hijo, y permanezca para siempre.
R. Amén.

MUJER DESPUÉS DEL PARTO.


PRESENTACIÓN DE UN NIÑO
AL TEMPLO
(nada impide repetir esta bendición,
cuando la soliciten,
aunque ya la hayan recibido en la
celebración del Bautismo)
Lc 2, 22-33; 39-40; Ef 2, 4-10; Sal 127
A LA ENTRADA DEL TEMPLO

El sacerdote saluda, si es oportuno. Rocía con


agua bendita y dice:

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.

Antífona

Esta mujer recibirá la bendición del Señor y


la misericordia de Dios, su Salvador, porque
es una de las que buscan al Señor.

Entran al templo rezando el Salmo 23, o


algunos de sus versículos.

Salmo 23
Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
el orbe y todos sus habitantes:
Él la fundó sobre los mares,
Él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor?


¿Quién puede estar en el recinto sacro?

El hombre de manos inocentes


y puro corazón,
que no confía en los ídolos
ni jura contra el prójimo en falso.
Ése recibirá la bendición del Señor,
le hará justicia el Dios de salvación.
Éste es el grupo que busca al Señor,
que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

¡Portones!, alzad los dinteles,


Levantaos, puertas antiguas:
va entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?


El Señor, héroe valeroso;
el Señor, héroe de la guerra.

¡Portones!, alzad los dinteles,


Levantaos, puertas antiguas:
va entrar el Rey de la gloria.

¿Quién es ese Rey de la gloria?


El Señor, Dios de los ejércitos.
Él es el Rey de la gloria.

Gloria al Padre, y al Hijo,


y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona

Esta mujer recibirá la bendición del Señor y


la misericordia de Dios, su Salvador, porque
es una de las que buscan al Señor.

AL LLEGAR ANTE EL ALTAR

V. Señor, ten piedad de nosotros.


R. Señor, ten piedad de nosotros.
V. Cristo, ten piedad de nosotros.
R. Cristo, ten piedad de nosotros.
V. Señor, ten piedad de nosotros.
R. Señor, ten piedad de nosotros.

Padre nuestro...

V. Salva a tu Sierva, Señor.


R. Dios mío, porque espera en ti.
V. Desde tu santuario, Señor, envíale tu
ayuda.
R. Y protégela desde el cielo.
V. Se para ella, Señor, un baluarte inexpug-
nable.
R. Frente al enemigo.
V. Escucha, Señor, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Dios todopoderoso y eterno, que por la


maternidad de la Santísima Virgen convertiste
en gozo los dolores de las mujeres cristianas
que llegan a ser madres: mira propicio a tu
hija aquí presente, que llena de gozo viene
hasta tu Santo templo, para darte gracias por
haber enriquecido su amor matrimonial con
un hijo. Concédele que después de esta vida,
por los méritos e intercesión de la Santísima
Virgen María, merezca llegar con su hijo a la
felicidad eterna.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y la rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre ti y
sobre tu hijo, y permanezca para siempre.
R. Amén.

PRESENTACIÓN DE LA NIÑA
DE TRES AÑOS AL TEMPLO

La niña vestida de blanco y con un ramo de


flores en la mano, acompañada de sus padres,
llega al pórtico del templo o al pie del altar
en donde los recibe el sacerdote revestido.
Saluda a los presentes y los rocía con agua
bendita.

Llegados al altar, los padres ayudan a la niña


a recitar en voz clara alguna de las oraciones
que siguen:

I
¡Jesús Divino! Aquí en los brazos de tu dulce
Madre, vengo como ella cuando era niña, a
consagrarme a ti. Quiero ser siempre pura,
inocente y cándida, para que no te lastimes
en este corazón que latirá hasta la muerte, en
María y por María, sólo para ti. Amén.
II
¡Oh inmaculada María! ¡Niña preciosísima,
que a la edad de tres años te consagraste a
Dios en el templo de Jerusalén! Aquí estoy
yo, también niña como tú, deseando que Dios
me acepte, llenándome de tus virtudes y de
tus gracias. Llévame a ese Jesús del Sagrario
a quien amo; que yo quiero ser pura hasta la
muerte. Amén.

III
Jesús Divino, que estás en el Sagrario y
que dijiste un día: “Dejad que los niños se
acerquen a mí”. Aquí vengo de la mano de
tu inmaculada Madre, a consagrarte mis ojos,
mis oídos, mi lengua, mi corazón y mi alma,
recordando este paso de su presentación al
templo. Quiero imitar sus virtudes, sobre
todo la limpieza de corazón, para reflejar
la imagen del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, haciendo siempre la divina voluntad.
Amén.

La niña besa el pie de la imagen de María


y le ofrece el ramo de flores. Enseguida el
sacerdote celebra la Santa Misa, o después
de una breve alocución, dice la Oración
Universal. Al fin, bendice a los presentes y
los despide.
NIÑO SANO
Nm 6, 22-27; Mc 10, 13-16;
Rom 8, 22-30; Sal 102

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Nuestro Dios es compasivo.
R. El Señor es custodio de los niños.
V. Dejad a los niños que vengan a mí.
R. Porque de ellos es el Reino de los Cielos.
V. Sus ángeles custodios.
R. Ven continuamente el rostro de mi Padre.
V. Nada logre en ellos el demonio.
R. Y el maligno no se atreva a hacerles daño.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor nuestro, Jesucristo, Hijo de Dios vivo,


que engendrado antes de todos los siglos,
quisiste, sin embargo, ser niño en el tiempo,
y amas la inocencia propia de la infancia;
que abrazabas con amor a los niños que te
presentaban y los bendecías, bendice † a este
niño con ternura y no permitas que la malicia
pervierta su corazón. Concédele, Señor, que
creciendo en edad, sabiduría y gracia, pueda
siempre llevar una vida según tu voluntad. Tú
que vives y reinas con el Padre en unidad del
Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Y lo rocía con agua bendita. Luego dice:

La paz y la bendición de Dios todopoderoso


Padre, Hijo † y Espíritu Santo, descienda
sobre ti y permanezcan siempre.
R. Amén.

NIÑO ENFERMO
1Re 17, 17-24; 2Re 4, 18-22. 32-37; 2Cor 4,
16-5, 10; Jn 4, 46-54; Sal 102

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Nuestro Dios es compasivo.
R. El Señor es custodio de los niños.
V. Dejad a los niños que vengan a mí.
R. Porque de ellos es el Reino de los Cielos.
V. Escucha, Señor, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor, por quien toda vida se desarrolla, se


sostiene y afirma, envía tu bendición † sobre
este niño enfermo, líbralo de la enfermedad
que padece como libraste a la hija de Jairo
y devuélvele la salud perdida si le conviene,
para que alcance la plenitud de una juventud
fuerte, y llegue a la madurez de los años, de
modo que te sea grato durante toda su vida
cumpliendo tu voluntad.
Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Impone el sacerdote su mano sobre el niño


enfermo, y dice:

Jesús, Hijo de María, Señor y Salvador del


mundo, Tú que dijiste a tus Apóstoles que
impusieran las manos sobre los enfermos, y
que éstos encontrarían salud, en tu Nombre y
por intercesión de la Santísima Virgen María
y de tus Apóstoles, te pedimos que te muestres
ahora clemente y poderoso, y le concedas la
salud a este niño enfermo.

Puede rociarlo con agua bendita. Luego


añade:

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre ti y
permanezca para siempre.
R. Amén.
BENDICIONES POR LOS OBJETOS
RELIGIOSOS

ALTAR MOVIBLE
Dt 27, 5-8; 1Re 8, 22-24. 26-30; Hb 10, 1-8;
Sal 14; 23; 83; Hch 17, 23-31

En la Misa todo se hace como de costumbre,


pero al principio no se besa el altar. Terminada
la oración de los fieles, el sacerdote se acerca
a bendecir el altar. Mientras tanto, se dice la
antífona siguiente u otro canto adecuado.

Como renuevos de olivo, serán los hijos de la


Iglesia alrededor de la mesa del Señor (T. P.
Aleluya).

Terminado el canto, el sacerdote, de pie, se


dirige a los fieles con estas u otras palabras:

Queridos hermanos, nuestra comunidad se ha


reunido, llena de alegría, para la bendición de
este altar. Asistamos a este rito con la máxima
atención y pidamos a Dios que mire con agrado
la oblación de la Iglesia, que será colocada
encima de este altar, y que haga de su pueblo
una ofrenda permanente para gloria suya.

OREMOS

Y todos oran en silencio. Luego, el sacerdote,


con las manos extendidas, dice en voz alta:
Bendito seas, Señor, Dios del universo, que
aceptaste el sacrificio de tu Hijo en el altar de
la cruz para la redención del género humano,
y congregas a tu pueblo, con amor de Padre,
en torno a la mesa del Señor para celebrar su
memorial. Mira benigno, Padre santo, este
altar, que hemos preparado para celebrar
tus misterios: que sea el centro de nuestra
alabanza y de nuestra acción de gracias; el
ara donde ofrezcamos sacramentalmente el
sacrificio de Cristo; la mesa en que partamos
el pan de vida y bebamos el cáliz de la unidad;
la fuente que vierta sobre nosotros la gracia
perenne de salvación; para que, acercándonos
a Cristo, piedra viva, crezcamos en Él hasta
formar un templo santo, y ofrezcamos, sobre
el altar de nuestro corazón, el sacrificio de
una vida sin mancha, como sacrificio grato y
aceptable para alabanza de tu gloria.

Todos responden:

Bendito seas por siempre, Señor.

Lo rocía con agua bendita, y lo inciensa. Luego


se cubre el altar con un mantel limpio. Sigue
la procesión con los dones para la Eucaristía,
mientras se entona un canto apropiado.
BENDICIÓN DEL CÁLIZ Y DE LA PATENA

PRENOTANDOS

El cáliz y la patena en los que se ofrecen,


consagran y toman el pan y el vino, cuando
se destinan a perpetuidad y exclusivamente
para la celebración de la Eucaristía, se llaman
vasos sagrados.

La voluntad de destinar los vasos sagrados


exclusivamente para la celebración Eucarística
se manifiesta ante la comunidad de fieles con
una bendición propia, que laudablemente se
realiza dentro de la Misa.

Cualquier sacerdote puede bendecir el cáliz y


la patena, con tal que hayan sido fabricados
de acuerdo a las normas que están en la
Instrucción General para el uso del Misal
Romano núms. 290-295.

Si únicamente se bendice el cáliz o la patena,


se harán las adaptaciones convenientes en el
texto.

BENDICIÓN DENTRO DE LA MISA

Para la liturgia de la Palabra se pueden


tomar una o las dos lecturas de entre las aquí
sugeridas, excepto en los días señalados del 1
al 9 en la tabla de los días litúrgicos. Misal,
p. LXVII.
PRIMERA LECTURA
1Cor 10, 14-22; 11, 23-26

SALMO RESPONSORIAL
Sal 15, 5-8; 9-10, 11; 22, 1-3a; 3b-4, 5, 6

EVANGELIO
Mt 20, 20-28; Mc 14, 12-16; 22-26

En la homilía, el sacerdote ilustra tanto el sen-


tido de las lecturas como el de la bendición.

Después de la Oración Universal, un ministro


o el representante de la comunidad ofrece el
cáliz y la patena, y los deposita sobre el altar.
El sacerdote se acerca mientras se canta la
antífona apropiada, o algún otro canto.

Terminado el canto, el sacerdote dice:

OREMOS

Todos oran, por unos instantes, en silencio.


Luego, el sacerdote dice:

Sobre tu altar, Señor Dios, colocamos alegres


este cáliz y esta patena, para celebrar el sacri-
ficio de la nueva alianza: que el Cuerpo y la
Sangre de tu Hijo, que en ellos se ofrecen y se
reciben, santifiquen estos vasos. Concédenos,
Señor Dios nuestro, que, al Celebrar el sacri-
ficio de tu Hijo, nos fortalezcamos con tus
sacramentos y seamos penetrados de tu Espí-
ritu, hasta que podamos gozar con tus santos
del banquete del reino celestial. A ti la gloria
y el honor, Señor y Dios nuestro.

Todos responden:

Bendito seas por siempre, Señor.

A continuación, los ministros extienden el


corporal sobre el altar. Se hace la procesión
de dones, pan, vino, agua. El sacerdote los
coloca en la patena y cáliz recién bendecidos,
y los presenta en la forma acostumbrada,
mientras se canta.

Después del “Recíbenos, Señor, humillados...”


se pueden incensar los dones y el altar.

Según las circunstancias, se aconseja dar la


Comunión bajo las dos especies a los fieles,
con el cáliz recién bendecido.

BENDICIÓN FUERA DE MISA

Reunido el pueblo, el sacerdote revestido de


alba o cota, y estola, va a la sede. Mientras, se
canta la Antífona y el Salmo 115 u otro canto
apropiado.

El sacerdote saluda:

La gracia de nuestro Señor Jesucristo, que


ofreció su cuerpo y sangre por nuestra salva-
ción, el amor del Padre y la comunicación del
Espíritu Santo estén con todos vosotros.
R. Y con tu espíritu.

El sacerdote hace una breve motivación, para


disponer los ánimos.

Se hace la lectura de algún texto apropiado.


Al fin de la lectura, la homilía. Después se
presentan el cáliz y la patena, cantando, y se
dejan sobre el altar.

El sacerdote dice:

OREMOS

Todos oran, por unos instantes, en silencio.


Luego, el sacerdote dice:

Dirige, Padre, tu mirada bondadosa sobre


estos hijos tuyos que han colocado sobre
tu altar, llenos de gozo, este cáliz y esta
patena; santifica con tu bendición † estos
recipientes, ya que tu pueblo, con unánime
consenso, ha determinado destinarlos a la
celebración del sacrificio de la nueva alianza.
Haz también que nosotros, que, al celebrar
los sagrados misterios, nos fortalecemos
con tus sacramentos, seamos penetrados de
tu Espíritu hasta que podamos gozar con tus
santos del banquete del reino celestial. A ti la
gloria y el honor, Señor y Dios nuestro.
Todos responden:

Bendito seas por siempre, Señor.

Después, se hace la oración de los fieles en


la forma acostumbrada en la celebración
de la Misa, o bien, en la forma que aquí se
propone:

Invoquemos a Jesús, el Señor, que se entre-


ga sin cesar a la Iglesia coma pan de vida
y cáliz de salvación, y digámosle confiada-
mente:

Cristo, pan del cielo, danos la vida eterna.

(esta respuesta se repite después de cada


petición).

- Salvador nuestro, que sometiéndote


a la voluntad del Padre, bebiste,
por nuestra salvación, el cáliz de la
pasión, concédenos que, uniéndonos
al misterio de tu muerte, alcancemos
el reino de los cielos.

- Sacerdote del Altísimo, que estás


presente, aunque oculto, en el sacra-
mento del altar, haz que los ojos de
nuestra fe vean lo que se esconde a
nuestra mirada corporal.

- Buen Pastor, que te das a los discípu-


los como comida y bebida, haz que,
saciándonos de ti, en ti nos transfor-
memos.

- Cordero de Dios, que mandaste a la


Iglesia celebrar el misterio pascual
con los signos del pan y el vino,
haz que el memorial de tu muerte
y resurrección sea para todos los
creyentes fuente y culminación de
toda su vida espiritual.

- Hijo de Dios, que con el pan de vida


y la bebida de salvación sacias de
modo admirable el hambre y sed
de ti, haz que en el misterio de la
Eucaristía nos llenemos de caridad
hacia ti y hacia todos los hombres.

Luego, el sacerdote introduce la oración


dominical:

Como culminación de nuestras peticiones,


digamos ahora la oración de Cristo mismo,
el cual, clavado en la cruz, fue mediador
de nuestra salvación y, por su obediencia
perfecta a la voluntad del Padre, fue maestro
excelente de oración.

Todos recitan la oración dominical: Padre


nuestro...

Señor Dios, que por la muerte y resurrección


de tu Hijo redimiste a todos los hombres,
conserva en nosotros la obra de tu amor, para
que, venerando constantemente el misterio
de Cristo, consigamos el fruto de nuestra
salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Finalmente, el sacerdote bendice al pueblo


en la forma acostumbrada y lo despide,
diciendo:

V. Podéis ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.

CAMPANA
(para templo no consagrado o para capilla)
Ex 28, 31-35; Si 45, 9; Sal 150

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Por todo el orbe corre su voz.
R. Y hasta el confín del mundo su lenguaje.
V. Los hijos de Aarón tocaban sus trompetas
de metal fundido.
R. Y hacían oír su sonido imponente.
V. Alabad al Señor en su templo, alabadlo en
su augusto firmamento.
R. Alabadlo por sus obras magníficas, alaba-
dlo por su inmensa grandeza.
V. Alabadlo con címbalos sonoros, alabadlo
con címbalos vibrantes.
R. Todo ser viviente alabe al Señor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Dios, que por medio de Moisés


mandaste que tocaran trompetas de plata
mientras el sacerdote ofrecía el sacrificio,
para que el pueblo, movido por ese dulce
sonido, se dispusiera a adorarte y concurriera
a la celebración; te pedimos que esta campana
de (bronce, etc.), preparada para el servicio
de tu Iglesia, sea santificada † por el Espíritu
Santo, para que por su voz se sientan los fieles
atraídos a tu templo y al premio eterno.

Señor, haz que cuando su sonido llegue a los


oídos de los fieles, crezca en ellos la devo-
ción, se calmen las tempestades, se refrenen
los elementos y que todos levanten la mirada
hacia tu Cruz salvadora, grabada en (el bron-
ce o metal) de esta campana.
Te lo pedimos por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y la rocía con agua bendita. Luego dice:

La bendición de Dios omnipotente, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, venga sobre esta
campana y permanezca con nosotros para
siempre.
R. Amén.
CORPORAL – PALIA – PURIFICADOR
Ex 39, 33-43

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Para corporal solo:

OREMOS

Señor misericordioso, cuya virtud no puede


ser debidamente proclamada, cuyos misterios
se celebran con excelsas maravillas, te
pedimos que santifiques con tu bendición †
este lienzo destinado para que se consagre
sobre él el Cuerpo y la Sangre de nuestro
Señor Jesucristo, que siendo Dios vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Y lo rocía con agua bendita.

Para la palia sola:

OREMOS

Dios todopoderoso y eterno, dígnate bendecir


† y santificar este lienzo, destinado para
cubrir el Cuerpo y la Sangre de nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que siendo Dios vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Y la rocía con agua bendita.

Para corporal – palia – purificador:

OREMOS

Dios todopoderoso, dígnate enviar por me-


dio de mis manos tu influencia bienhecho-
ra, para que por esta bendición † quede(n)
santificado(s) este(os) lienzo(s) y, por la gra-
cia del Espíritu Santo, se transforme(n) en un
nuevo sudario del Cuerpo y Sangre de nuestro
Redentor Jesucristo, tu Hijo, que siendo Dios
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo, por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Y los rocía con agua bendita.

CRUZ
Mc 8, 34-38; Lc 9, 23-26; 14, 25-27; Jn 19,
16-22; Mt 10, 38; 16, 24-27; Fil 2, 6-11

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. “El que quiera venir en pos de mí”.
R. “Tome su cruz y sígame”.
V. Nosotros hemos de gloriarnos en la Cruz
de nuestro Señor Jesucristo.
R. En Él está nuestra salvación y libertad.
V. Te adoramos, Cristo, y te bendecimos.
R. Que por tu santa Cruz redimiste al mundo.

ORACIÓN UNIVERSAL

Invoquemos a nuestro Redentor, que nos ha


redimido por su cruz, y digámosle después de
cada invocación: ¡Por tu cruz, llévanos a tu
reino!

- Cristo, que te has anonadado hasta


tomar forma de siervo a semejanza de
los hombres, concede a tu Iglesia imitar
tu humildad.
- Cristo, que te has humillado haciéndote
obediente hasta la muerte y muerte de
cruz, otorga a tus siervos sumisión y
paciencia.
- Cristo, que has sido exaltado por
Dios y has recibido un nombre sobre
todo nombre, concede a tus fieles la
perseverancia hasta el fin.
- Cristo, a cuyo nombre se dobla toda
rodilla en el cielo, en la tierra y en el
infierno, infunde caridad en los hombres
para que te adoren en paz.
- Cristo, a quien toda lengua confesará
como Señor en la gloria de Dios Padre,
recibe a nuestros hermanos difuntos en
el reino de la felicidad eterna.
Te pedimos, Padre omnipotente, Dios eterno,
que te dignes bendecir † esta Cruz, para que
sea remedio saludable para los hombres; los
confirme en su fe, los haga progresar en las
buenas obras, los consuele y defienda contra
los dardos del enemigo, y salve sus almas.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Rocía la cruz con agua bendita, diciendo:

Que sea bendita esta Cruz en el nombre del


Padre, y del Hijo, † y del Espíritu Santo, para
que los que oren ante ella alcancen la salud
del alma y del cuerpo. Por Cristo, nuestro
Señor.
R. Amén.

CUSTODIA
Ex 25, 1-22; 2Sam 6, 1-5, 11-15. 17-19;
Sal 131

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Dios todopoderoso y eterno, dígnate bendecir


† y santificar esta custodia, fabricada para
exponer a la veneración de los fieles el
Sagrado Cuerpo de tu Hijo, nuestro Señor
Jesucristo; que todos los que lo veneran con
amor en este mundo reciban en el cielo el
premio eterno de su piedad.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y la rocía con agua bendita.

ESCAPULARIO DEL CARMEN


Mt 22, 11-12

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R. Y danos tu salvación.
V. Escucha, Señor, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor nuestro, Jesucristo, Salvador del


género humano, bendice † este escapulario
que tu hijo(a) ha resuelto llevar por amor a
ti y a tu Santísima Madre, la Virgen María
del Monte Carmelo. Que por la intercesión
de esta misma Señora sea defendido(a) de los
ataques del enemigo y persevere en tu gracia
hasta la muerte. Tú que vives y reinas por los
siglos de los siglos.
R. Amén.
Rocía el escapulario con agua bendita y lo
impone. Si son varias las personas, basta
decir la fórmula una sola vez en plural:

N., recibe este escapulario de la Santísima


Virgen del Carmen, y a ella pídele que por sus
méritos puedas llevarlo sin mancha, para que
te defienda de toda adversidad y te conduzca
a la vida eterna.
R. Amén.

Luego dice en común a todos los que lo


recibieron:

Yo estoy autorizado para permitirte que


participes de todos los bienes espirituales
que, por la misericordia de Jesucristo, nuestro
Señor, propagan los religiosos del Monte
Carmelo.

Y añade:

Dios todopoderoso, creador del cielo y de la


tierra, te(los) bendiga, † ya que se ha dignado
agregarte(los) a la Confraternidad de la San-
tísima Virgen María del Monte Carmelo. Y a
ella le pedimos que, en la hora de tu(vuestra)
muerte, aplaste la cabeza de la serpiente in-
fernal, y que logres al fin conseguir la palma
de la herencia sempiterna.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Recuérdense las obligaciones del escapulario:
vivir cristianamente y cumplir los deberes
del propio estado, por amor al Señor y a su
Santísima Madre.

UNA IMAGEN
Ex 25, 18-20. 22; Jn 14, 6-10a;
17, 1-8; 17, 20-26;
Hch 14, 8-18; Rom 1, 20-23;
2Cor 3, 4-18; Ap 19, 4-10

V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del


Espíritu Santo.
R. Amén.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

A ti, Señor y Dios nuestro, elevamos hoy


nuestra oración hecha alabanza y acción de
gracias.

Tú eres el Dios que nos salva, la Palabra que


se hace revelación, la Luz que nos ilumina.

Por eso el hombre siempre ha intentado


conocerte, ha buscado tu rostro, ha querido
ver tu imagen.

Pero Tú escapas de nuestros ojos y no puedes


ser encerrado en la mirada de los hombres.
Tú eres el Absoluto, la Perfección total, la
Omnipotencia, la Eternidad, la Abundancia,
la Plenitud del Amor.

Si es una imagen de Cristo:

Sin embargo, creemos que Tú estás a nuestro


lado y te nos has mostrado en tu Hijo
Jesucristo, que Tú enviaste al mundo para que
fuera nuestro hermano. Te damos gracias por
esta imagen suya, que nos recuerda tu amor
permanente de Padre y que es signo claro de
tu bondad.

Si es una imagen de la Virgen María:

Pero sabemos que Tú te manifiestas en todos


los hombres buenos y santos que han vivido
en nuestro mundo. En primer lugar, en la
Virgen María, Madre y Señora nuestra. Te
damos gracias por esta imagen suya, que nos
recuerda su amor y solicitud maternal hacia
nosotros, hijos suyos.

Si es una imagen de algún santo:

Y como en los santos vemos un ejemplo


luminoso de fidelidad a ti y de compromiso
por vivir el Evangelio de tu Hijo, te damos
gracias por esta imagen de San N., que
veneramos con devoción para que sea
estímulo para nuestro vivir cristiano.
Y termina en todos los casos:

Acepta, Padre bueno, nuestra alabanza junto


con la súplica filial de sentir siempre tu
presencia y tu salvación a través de todos
los signos e imágenes que nos recuerdan tu
perenne amor hacia nosotros. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.

Y rocía la imagen con agua bendita. Si es


oportuno, se puede entonar algún canto apro-
piado.

Al final se dice la Oración Universal, o por


lo menos:

Como hijos que somos de Dios, terminemos


nuestra oración con las palabras que Cristo
nos enseñó: Padre nuestro...

Termina:

El Señor nos bendiga, † nos guarde de todo


mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

SEGUNDA FORMA

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
OREMOS

Dios todopoderoso y eterno, que no repruebas


que sean pintadas las imágenes (o esculpidas
las estatuas) de los santos, sino que deseas
que cuantas veces las contemplemos, nos sin-
tamos movidos a imitar la santidad de vida de
aquellos a quienes representan. Te pedimos
que bendigas † y santifiques esta imagen (esta
escultura) hecha para recordar y honrar:

• A tu Único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

• A la bienaventurada Virgen María, Madre


de nuestro Señor Jesucristo.

• Al bienaventurado San N.

Y concede a cuantos quisieran venerar y


glorificar por medio de esta imagen (escultura)
a N., que por sus méritos e intercesión,
obtengan tu gracia en la presente vida y
después la gloria eterna.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Rocía la imagen con agua bendita.


BENDICIÓN DE UNA IMAGEN
DE JESÚS, NIÑO
(conviene usarse en celebraciones colectivas
antes de Navidad)
Is 9, 6; Sal 2, 7; 109, 3;
Lc 2, 4-7; 12-14; 16-17

Dios, Padre nuestro, Tú, que amas tanto a los


hombres que nos envías a tu único Hijo, Jesús,
nacido de la Virgen María, para salvarnos y
conducirnos a ti.

Te pedimos que, con tu bendición, † esta


imagen de Jesús que está por venir a nosotros,
sea en nuestra casa señal de tu presencia y de
tu amor.

Padre bueno, danos también a nosotros tu


bendición, a nuestros padres, a nuestras
familias y a nuestros amigos.

Abre nuestro corazón a fin de que sepamos


recibir a Jesús con alegría, hacer siempre lo
que Él nos pide y verlo en todos aquellos que
tienen necesidad de nuestro amor.

Te lo pedimos en el nombre de Jesús, tu amado


Hijo, que viene para dar la paz al mundo. Él,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.

17 de enero de 1978
Juan Pablo II
Se puede rociar con agua bendita.

En una celebración familiar se sugiere termi-


nar recitando el Ángelus.

CELEBRACIÓN ANTE UN
NACIMIENTO

Antífona

Hoy ha nacido Jesucristo. Hoy ha aparecido


el Salvador. Hoy cantan los ángeles en la
tierra, se alegran los arcángeles. Hoy saltan
de gozo los justos, diciendo: Gloria a Dios en
el cielo. Aleluya.

En su lugar puede cantarse “Gloria a Dios...”


u otro apropiado. Seguidamente se dice:

Te bendecimos, Señor, por este Nacimiento


de Jesús en Belén que hemos preparado para
recordar el nacimiento de tu Hijo, nuestro
Salvador.

Se puede leer todo o parte del siguiente texto,


según las circunstancias.
EVANGELIO
Lc 2, 1-20

† Lectura del santo Evangelio según San


Lucas.

En aquellos días salió un decreto del


emperador Augusto, ordenando hacer un
censo del mundo entero.
Este fue el primer censo que se hizo siendo
Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a
inscribirse, cada cual a su ciudad de origen.
También José, que era de la casa y familia
de David, subió desde la ciudad de Nazaret,
en Galilea, a la ciudad de David que se llama
Belén, para inscribirse con su esposa María,
que estaba encinta. Y mientras estaban allí
le llegó el tiempo del parto, y dio a luz a su
hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo
acostó en un pesebre, porque no encontraron
sitio en la posada.
En aquella región había unos pastores que
pasaban la noche al aire libre, velando por
turno sus rebaños y un ángel del Señor se les
presentó: la gloria del Señor los envolvió de
claridad y se llenaron de gran temor.
Pero el ángel les dijo: “No teman, les traigo
la buena noticia de gran alegría para todo el
pueblo: hoy, en la ciudad de David, ha nacido
el Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tienen
la señal: encontrarán un niño envuelto en
panales y acostado en un pesebre”.
De pronto, en torno al ángel, apareció una
legión del ejército celestial que alababa a Dios
diciendo: “Gloria a Dios en el cielo, y en la
tierra paz a los hombres que Dios ama tanto”.
Cuando los ángeles se marcharon, los
pastores se decían unos a otros: “Vamos a
Belén, a ver eso que ha pasado y que nos ha
comunicado el Señor”.
Fueron corriendo y encontraron a María, y
a José y al Niño acostado en el pesebre. Al
verlo, les contaron lo que les habían dicho de
aquel niño.
Todos los que lo oían se admiraban de lo que
decían los pastores. Y María conservaba todas
estas cosas, meditándolas en su corazón. Los
pastores se volvieron dando gloria y alabanza
a Dios por lo que habían visto y oído; todo
como les habían dicho. Palabra de Señor.

Después de la reflexión o revisión, se termina


haciendo las siguientes PRECES:

Adoremos a Cristo, que se despojó de su rango


y tomó la condición de esclavo, probado en
todo exactamente como nosotros, menos en
el pecado y supliquémosle con fe ardiente
diciendo:
Por tu nacimiento, socorre a quienes redi-
miste, Señor.

- Tú, que al entrar en el mundo inaugu-


raste el tiempo nuevo anunciado por
los profetas, haz que tu Iglesia se reju-
venezca siempre.
- Tú, que asumiste las debilidades de
los hombres, dígnate ser luz para
los ciegos, fuerza para los débiles,
consuelo para los tristes.
- Tú, que naciste pobre y humilde,
mira con amor a los pobres y dígnate
consolarlos.
- Tú, que por tu nacimiento terreno
anuncias a todos la alegría de una vida
sin fin, alegra a los agonizantes con la
esperanza de un nacimiento eterno.
- Tú, que descendiste al mundo para
que los hombres puedan ascender al
cielo, admite en tu gloria a todos los
difuntos.

Con la alegría de repetir las palabras del Hijo,


digamos: Padre nuestro...

Señor y Dios nuestro, que cada año nos ale-


gras con la fiesta esperanzadora de nuestra re-
dención, así como ahora acogemos gozosos a
tu Hijo como Redentor, concédenos recibirlo
también confiados cuando venga como Juez.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Se termina con un canto de Navidad y la


bendición del sacerdote.
CELEBRACIÓN ANTE
EL ÁRBOL DE NAVIDAD

En primer lugar, se lee el texto de Isaías (44, 23):

Aclamad, cielos, porque el Señor ha actuado;


vitoread, simas de la tierra, romped en acla-
maciones, montañas, y tú, bosque, con todos
tus árboles; porque el Señor ha redimido a
Jacob y se gloría de Israel.

Seguidamente se dice:

En esta nochebuena te bendecimos, Señor,


Dios nuestro, y te damos gracias por tu sal-
vación.

Hemos adornado este árbol en honor a la


venida de tu Hijo, que ha quitado las tinieblas
de la tierra y ha derramado en todos nosotros
la alegría y la luz de la nueva creación.

Y se encienden las luces del árbol. Se pueden


leer los siguientes versículos del capítulo 35
de Isaías (1-2. 4b-6a).

El desierto y el yermo se regocijarán, se


alegrarán el páramo y la estepa, florecerá
como flor de narciso, se alegrará con gozo y
alegría.

Tiene la gloria del Líbano, la belleza del


Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria
del Señor, la belleza de nuestro Dios.

Mirad a vuestro Dios que trae el desquite,


viene en persona, resarcirá y os salvará.

Se despegarán los ojos del ciego, los oídos


del sordo se abrirán, saltará como un ciervo
el cojo, la lengua del mudo cantará.

Se puede entonar un canto de Navidad.

El sacerdote ayudará a comprender el sentido


de los regalos que se exhiben en el árbol,
invitando a compartir la alegría del don
recibido y a no caer en el comercialismo
de la temporada navideña. Puede terminar
recitando las siguientes PRECES:

Aclamemos alegres a Cristo, ante cuyo


nacimiento los ángeles anunciaron la paz a
la tierra, y supliquémosle diciendo: Que tu
nacimiento, Señor, traiga la paz a todos los
hombres.

- Tú, que con el misterio de la Navidad


consuelas a la Iglesia, cólmala tam-
bién de todos tus bienes.
- Tú, que has venido como Pastor su-
premo y guardián de nuestras vidas,
haz que el Papa y todos los obispos
sean buenos administradores de la
múltiple gracia de Dios.
- Rey de la Eternidad, que al nacer
quisiste experimentar las limitaciones
humanas sometiéndote a la brevedad
de una vida como la nuestra, haznos
partícipes de tu vida eterna a nosotros,
que somos caducos y mortales.
- Tú, que, esperado durante largos
siglos, viniste en la etapa final de la
historia, manifiesta tu presencia a los
que aún te están esperando.
- Tú, que, hecho carne, restauraste la
naturaleza humana corrompida por la
muerte, concede la plena salvación a
los difuntos.

Como hijos de Dios, digamos juntos: Padre


nuestro...

¡Oh Dios, que de modo admirable has creado


al hombre a tu imagen y semejanza, y de un
modo más admirable todavía elevaste su con-
dición por Jesucristo!; concédenos compartir
la vida divina de Aquel que hoy se ha dig-
nado compartir con el hombre la condición
humana.

Que vive y reina contigo por los siglos de los


siglos.
R. Amén.

Se termina con un canto de Navidad y la


bendición del sacerdote a los presentes.
MANTELES O LIENZOS DEL ALTAR
Ex 39, 1-33-43; 40, 2. 16-17, 34; Sal 98

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Dios todopoderoso, que durante


cuarenta días enseñaste a tu siervo Moisés la
manera de disponer los lienzos y ornamentos
para el culto, los cuales tejió luego y preparó
María, su hermana, para el servicio del
tabernáculo de la Alianza; dígnate bendecir
† y santificar este lienzo destinado a cubrir
el altar de tu glorioso Hijo, nuestro Señor
Jesucristo, que es Dios, y que contigo vive y
reina en unión con el Espíritu Santo, por los
siglos de los siglos.
R. Amén.

Rocía con agua bendita.

MEDALLA
Ex 28, 29; Cant 8, 6

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
OREMOS

Dios omnipotente y misericordioso, que de


muchos modos procuras nuestra santificación,
te rogamos bendigas † esta medalla que
representa a: (tu Hijo, la Virgen Santísima,
San N.) para que al llevarla sobre sí este hijo
tuyo, lo impulse y lo anime al ejercicio de una
verdadera vida cristiana. Haz que por medio
de esta medalla aumente su fe, se avive su
esperanza y practique la caridad, para que,
como testigo de tu Hijo, extienda tu Reino en
este mundo.
Por el mismo Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y rocía con agua bendita.

ORATORIO PRIVADO
Ex 33, 7- 11; 40, 1-15; Re 8, 22-24, 26-30;
Sal 14; 23; 83

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Bendice, Señor, esta casa.
R. Edificada en honor a tu Nombre.
V. Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la
Casa del Señor.
R. Allá suben los fieles del Señor, a celebrar
su santo Nombre.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
OREMOS

Señor Dios, que santificas los lugares


dedicados al culto de tu Nombre, derrama la
gracia de tu bendición † sobre esta Casa de
Oración, para que el auxilio de tu misericordia
sea claramente percibido por todos aquellos
que en este lugar invocaren tu Nombre.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y lo rocía con agua bendita.

ÓRGANO
Sal 33, 1-3; 81, 2-4; 92, 2-5;
96; 98; 147, 1; 150

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Alabad al Señor en su santuario.
R. Alabadlo en su augusto firmamento.
V. Alabadlo tocando las trompetas.
R. Alabadlo con arpas y cítaras.
V. Alabadlo con danza y percusiones.
R. Alabadlo con cuerdas y con flautas.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor Dios, que por medio de Moisés mandaste


que se tocaran las trompetas a la hora de los
sacrificios que a ti se ofrecían, y quisiste
que los hijos de Israel cantaran alabanzas a
tu nombre; te rogamos que bendigas † este
órgano destinado para tu culto; concede a
tus hijos que se alegren aquí en la tierra con
cánticos espirituales y que merezcan llegar a
las alegrías eternas en el cielo.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y lo rocía con agua bendita. Conviene termi-


nar entonando algún canto apropiado.

ORNAMENTOS SACERDOTALES
Ex 39, 27, 41-43; 40, 2. 16-17. 34; Sal 98

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

Bendición general para todos:

OREMOS

Dios todopoderoso y eterno, que decretaste


por medio de Moisés que se fabricaran las ves-
tiduras sagradas propias del ministerio sacer-
dotal, para mayor gloria y honor de tu nombre;
te pedimos que bendigas † abundantemente y
consagres estas vestiduras sacerdotales, para
que sean aptas y dignas del culto divino, fo-
menten la piedad y devoción de tus ministros,
y los ayuden eficazmente a desempeñar la Ce-
lebración de tus divinos misterios.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y los rocía con agua bendita.

Bendición para uno solo en particular:

OREMOS

Dios todopoderoso, que nos das en


abundancia toda clase de beneficios, te
pedimos que, por la virtud del Espíritu Santo,
te dignes bendecir, † santificar y consagrar
este (amito, alba, cíngulo, estola, dalmática,
casulla) preparado para el servicio del culto
divino, y concede a todos los que usen de él
la gracia de celebrar santamente tus sagrados
misterios, para que siempre estén sin mancha
alguna en tu presencia, y obtengan el auxilio
de tu misericordia.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y lo rocía con agua bendita.

ROSARIOS
Lc 1, 26-38; 2, 39-51; Hch 1, 8-14

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Para alabanza y gloria de la Virgen María,


Madre de Dios, en memoria de los misterios
de la vida, pasión, muerte y resurrección
de Jesucristo, nuestro Señor, y para bien de
quienes lo utilicen, quede bendito y santificado
este Rosario, en el nombre del Padre, y del
Hijo, † y del Espíritu Santo.
R. Amén.

Y lo rocía con agua bendita.

SAGRARIO, COPÓN Y RELICARIO


Ex 25, 10-16; Is 6, 1-3; 1Re 8, 27-30; Rm 3,
23-26; 2Sam 6, 1-5, 11-15, 17-19; Sal 131

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Dios todopoderoso y eterno, te pedimos que


bendigas † este Sagrario (Copón, Relicario),
fabricado para guardar en él el Sagrado
Cuerpo de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo;
que todos los fieles que acudan a orar ante
él y a reverenciar el Memorial bendito de su
Pasión y de su Muerte, alcancen lo que pidan,
fiados en tu misericordia. Por Cristo, nuestro
Señor.
R. Amén.

Y lo rocía con agua bendita.

UTENSILIOS SAGRADOS
Ex 30, 1-8; 39, 33-43; 40, 2. 16-17. 34;
1Re 7, 48-50; Sal 98; 14; 23; 83

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Dios todopoderoso y eterno, por quien todo


lo manchado se purifica, y todo lo purificado
se embellece; te pedimos que alejes toda
impureza de estos (vasos, utensilios) que tus
hijos te presentan, y que por tu bendición †
los consagres al servicio de tu Iglesia.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y los rocía con agua bendita.


VELAS
(fuera del día de la candelaria)
Jn 8, 12; Mt 5, 14-16; Sal 26

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. La luz brilla en las tinieblas.
R. Y las tinieblas no la vencieron
V. Cristo es la luz verdadera.
R. Que ilumina a todo hombre.
V. Yo soy la luz del mundo.
R. El que me siga no anda en tinieblas.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor nuestro, Jesucristo, Hijo de Dios


vivo, te pedimos por la virtud de la Santa
Cruz que bendigas † estos cirios, que has
dado al género humano para rechazar la
oscuridad; concédenos que, por la fuerza de
esta bendición, alejen ellos toda adversidad
y malicia de cualquier lugar en que fueren
encendidos o colocados, y traigan el bienestar
y tranquilidad a tus fieles. Tú, que vives y
reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Y las rocía con agua bendita.


RITUAL DE LOS SACRAMENTOS
PARA EMERGENCIAS

ADVERTENCIA

Los rituales propios de cada sacramento tie-


nen ahora una abundante riqueza de textos
para elegirse, según las diversas circunstan-
cias. Al ofrecer aquí un modelo único para
cada sacramento, no se intenta empobrecer su
celebración ni hacerla rutinaria. Además, son
de tal importancia los prenotandos en cada
sacramento, que ningún ritual debe suprimir,
ni pueden suplirse con anotaciones su conte-
nido teológico, pastoral y ritual. Por lo que
se advierte aquí que estos textos para los sa-
cramentos no deben usarse habitualmente.
Se ofrecen como un subsidio para la pastoral
itinerante, en casos de verdadera necesidad.

Los textos del ritual deben adaptarse grama-


ticalmente a las circunstancias concretas de
género y número.
SACRAMENTO DEL BAUTISMO

RITO DEL BAUTISMO PARA UN NIÑO

ADVERTENCIAS

El Bautismo es una celebración, por lo tanto


debe buscarse el clima festivo de quienes
celebran el nacimiento, la regeneración, la
esperanza y el alumbramiento de la nueva
creación. La alegría profunda, manifestada
con cantos, flores, luces y ambiente festivo,
debe ser una característica de la celebración
del Bautismo.
La naturaleza del Bautismo y la misma
estructura del rito exigen una celebración
pública y comunitaria: toda la comunidad
reunida para la celebración del Bautismo ejerce
un verdadero oficio con sus intervenciones
en los momentos señalados. Debe evitarse la
celebración particular y privada.
El padre y la madre son los que deben
presentar al niño a la Iglesia para ser bautizado.
Los padrinos deben acompañarlos.

RECEPCIÓN DEL NIÑO

El Celebrante, revestido de alba o cota, y


estola, va al lugar donde estén esperando
los papás y los padrinos con el niño y saluda
a todos los presentes, de manera especial a
los papás y a los padrinos, y les dirige esta o
semejante exhortación:

Hermanos: Con gozo han vivido ustedes en


el seno de la familia, el nacimiento de un
niño. Con gozo vienen ahora a la Iglesia a
dar gracias a Dios y a celebrar su nuevo y
definitivo nacimiento por el Bautismo.

Todos los aquí presentes nos alegramos en


este momento, porque se va a acrecentar
el número de los bautizados en Cristo.
Dispongámonos a participar activamente.

INTERROGATORIO

Los diálogos deben adaptarse gramaticalmente


(género y número) a las circunstancias
concretas. El celebrante pregunta a los papás
del niño:

V. ¿Qué nombre quieren darle ustedes a su


hijo?
R. Queremos que se llame N.
V. ¿Qué piden a la Iglesia de Dios para N.?
R. La gracia del Bautismo.

Ustedes, papás, que piden el Bautismo para


su hijo, deben darse cuenta de que contraen la
obligación de educarlo en la fe, para que sepa
guardar los mandamientos divinos: amar a
Dios y a su prójimo, como Cristo nos enseñó.
¿Aceptan esta obligación?
R. Sí, la aceptamos.

Enseguida el celebrante se vuelve a los


padrinos y los interroga con estas palabras u
otras parecidas:

Y ustedes, padrinos, ¿están dispuestos a


ayudar a los padres de este niño a cumplir con
esa obligación?

Los padrinos responden:

Sí, estamos dispuestos.

El celebrante prosigue:

N., la comunidad cristiana te recibe con gran


alegría. En nombre de ella yo te marco con la
señal de la cruz. Y ustedes, papás y padrinos,
hagan también sobre él la señal de la cruz.

El celebrante traza la señal de la cruz en la


frente del niño, sin decir nada. Después invita
a que hagan lo mismo, a los papás y, si lo cree
conveniente, también a los padrinos.

LITURGIA DE LA PALABRA

El sacerdote invita a todos los presentes a


participar en la escucha de la Palabra de
Dios y organiza la procesión hasta el lugar
adecuado, cantando algún canto apropiado.
Si se ve oportuno, puede llevarse al niño a
un lugar conveniente, mientras se tiene esta
parte de la celebración.

Se lee alguna perícopa, como la que sigue,


con su salmo o algún canto. Todos escuchan
sentados. Después, el celebrante dice la
homilía y la Oración de los Fieles.

El que no renace de lo alto, no puede ver el


Reino de Dios.

Del Evangelio según San Juan:


Jn 3, 1-6

Había un fariseo llamado Nicodemo, hombre


principal entre los judíos, que fue de noche
a ver a Jesús y le dijo: “Rabí, sabemos que
has venido de parte de Dios, como maestro,
porque nadie puede hacer las señales que Tú
haces, si Dios no está con él”.
Jesús le contestó: “En verdad te digo
que quien no renace de lo alto, no puede ver
el Reino de Dios”. Nicodemo le preguntó:
“¿Cómo puede nacer un hombre siendo ya
viejo? ¿Acaso puede, por segunda vez, entrar
en el vientre de su madre y nacer?”.
Le respondió Jesús: “En verdad te digo
que el que no nace del agua y del Espíritu,
no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que
nace de la carne es carne; lo que nace del
Espíritu, es espíritu”.
Pueden elegirse también otros textos, según
las circunstancias: Ex 17, 3-7; Ez 36, 24-28;
Rom 6, 3-5; 1Pe 2, 4-5. 9-10; Mt 22, 35-40;
28, 18-20.

HOMILÍA

El sacerdote ayuda a los presentes a


comprender el sentido de la Palabra oída,
para iluminar el rito de la celebración y el
compromiso bautismal. Al terminar se ponen
de pie para decir:

ORACIÓN DE LOS FIELES

Hermanos, invoquemos la misericordia de


nuestro Señor Jesucristo, en favor de este
niño, que va a recibir la gracia del Bautismo,
en favor de sus papás y padrinos, y de todos
los bautizados.

R. Te rogamos, óyenos.

- Que por el Bautismo, que de modo


tan admirable nos hace participar del
misterio de tu muerte y resurrección,
le des nueva vida a este niño y lo
incorpores a tu santa Iglesia. R.
- Que por el Bautismo y la Confirma-
ción, lo hagas discípulo fiel y testigo
de tu Evangelio. R.
- Que después de una vida santa, lo
lleves a gozar de tu presencia. R.
- Que sus padres y padrinos sean para
él un ejemplo vivo de fe. R.
- Que conserves siempre en tu amor a
su familia. R.
- Que renueves en nosotros la gracia
del Bautismo. R.

A continuación, el celebrante invita a los


presentes a invocar a los santos. En este
momento, si parece conveniente, puede
traerse al niño si se le había llevado a otro
lugar al comienzo de la celebración de la
Palabra.

Santa María, Madre


de Dios: Ruega por nosotros.
San Juan Bautista: Ruega por nosotros.
San José: Ruega por nosotros.
San Pedro
y San Pablo: Rogad por nosotros.

Es conveniente añadir los nombres de otros


santos, sobre todo el patrono del niño, del
templo o del lugar.

San... o Santa... : Ruega por nosotros.

Al final se dice:

Todos los santos y


santas de Dios: Rogad por nosotros.
EXORCISMO Y UNCIÓN
PREBAUTISMAL

Terminadas las invocaciones, el celebrante


dice:

Dios todopoderoso y eterno, que enviaste


a tu Hijo al mundo para que nos librara del
dominio de Satanás, el espíritu del mal, y una
vez arrancados de las tinieblas nos llevara
al reino admirable de tu luz, te pedimos que
en este niño, libre ya del pecado original,
habite el Espíritu Santo, y sea así templo de
tu majestad.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

El niño es ungido en el pecho con el óleo de


los catecúmenos.

Para que el poder de Cristo Salvador te


fortalezca, te ungimos con este óleo de
salvación en el nombre del mismo Jesucristo,
Señor nuestro, que vive y reina por los siglos
de los siglos.
R. Amén.
LITURGIA DEL SACRAMENTO

Bendición del agua e invocación a Dios.

Monición

El Bautismo, por medio de la realidad visible


del agua, trata de mostrarnos lo que acontece
en el interior del bautizado. El agua es símbolo
de la vida, de la limpieza, de la regeneración
y la fecundidad. Pero también por el agua
llega la muerte y la destrucción.

Por medio de esta oración vamos a poner


de manifiesto los elementos simbólicos del
agua y a unirlos a la salvación de Dios, para
que captemos y quede expresado todo el
contenido de nuestra celebración: muertos al
pecado y vivos por la unión a Jesús.

Si la fuente bautismal está en otro lugar, se


organiza hacia allá la procesión, cantando
algo apropiado.

Al llegar a la fuente bautismal, el celebrante


recuerda a los presentes, con breves palabras,
el admirable designio de Dios que ha querido
santificar el cuerpo y el alma del hombre por
medio del agua.

Hermanos: Bendigamos a Dios Padre todo-


poderoso que ha concedido a los hombres
renacer a una nueva vida por el agua y el Es-
píritu Santo.

Invocación a Dios

Se dice siempre aunque ya esté bendita el


agua.

Bendito seas, Dios Padre todopoderoso, que


creaste el agua para purificar y dar la vida.

Bendito seas, Señor.

- Bendito seas, Dios Hijo Unigénito,


Jesucristo, que hiciste brotar agua y
sangre de tu costado, para que de tu
muerte y resurrección naciera la Iglesia.

- Bendito seas, Dios Espíritu Santo, que


ungiste a Cristo cuando se bautizó en
las aguas del Jordán, para que todos
fuéramos en ti bautizados.

Bendición

Si hay agua bendecida en la Vigilia Pascual,


se omite lo siguiente:

Atiende a nuestra súplica, Señor, Padre único,


y santifica esta agua, para que los bautizados
en ella queden limpios del pecado y renazcan
a la vida de hijos adoptivos tuyos.
R. Escúchanos, Señor.

Santifica esta agua para que los que en ella


sean bautizados en virtud de la muerte y
resurrección de Cristo, reproduzcan en sí
mismos la imagen de tu Hijo.
R. Escúchanos, Señor.

Toca el agua con la mano derecha y


prosigue:

Santifica esta agua para que nazcan de nuevo,


por el Espíritu Santo, aquellos que has elegido
para formar parte de tu pueblo Santo.
R. Escúchanos, Señor.

Esta conclusión nunca se omite:

Por el misterio de esta agua consagrada,


dígnate admitir al nuevo nacimiento espiritual
a tu hijo N., a quien has llamado a este baño
que se administra en la fe de la Iglesia, para
que posea la vida eterna.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Renuncia y profesión de fe

Monición

Este es un momento importante del Bautismo


en el que manifestamos que no queremos ser
hombres indiferentes en el mundo, sino que
mostramos nuestra adhesión al camino de
Jesús.

Por la renuncia, no solamente dejamos de


lado la realidad del pecado y de este mundo
injusto, sino que hacemos un acto positivo,
una repulsa, una declaración de guerra contra
todo lo que se opone al vivir del Evangelio.

Y al profesar la fe en Dios y en Jesús, nos


comprometemos a vivir el Evangelio: amar
a Dios y a los demás, y trabajar por que este
amor sea posible cada día.

El celebrante dice a los papás y padrinos:

Queridos padres y padrinos: En el sacramento


del Bautismo, el amor de Dios va a infundir,
por el agua y el Espíritu Santo, la vida nueva
en este niño que ustedes han presentado a la
Iglesia. Procuren educarlo de tal modo en la
fe, que esa vida divina sea preservada del
pecado y pueda desarrollarse en él de día en
día.

Así pues, si están ustedes dispuestos a aceptar


esta obligación, recordando el compromiso
de su propio Bautismo, renuncien al pecado
y proclamen su fe en Jesucristo, que es la
fe de la Iglesia, en la cual este niño va a ser
bautizado.
Enseguida les pregunta:

¿Renuncian al pecado, para que puedan vivir


en la libertad de los hijos de Dios?
R. Sí, renunciamos.

¿Renuncian a las seducciones del mal, para


que el pecado no los esclavice?
R. Sí, renunciamos.

¿Renuncian a Satanás, padre y autor del


pecado?
R. Sí, renunciamos.

El celebrante solicita luego de los papás y


padrinos la triple profesión de fe:

¿Creen en Dios Padre todopoderoso, creador


del cielo y de la tierra?
R. Sí, creemos.

¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, Señor


nuestro, que nació de Santa María Virgen,
padeció, fue sepultado, resucitó de entre
los muertos y está sentado a la derecha del
Padre?
R. Sí, creemos.

¿Creen en el Espíritu Santo, en la Santa Iglesia


católica, en la comunión de los santos, en el
perdón de los pecados, en la resurrección de
los muertos y en la vida eterna?
R. Sí, creemos.
El celebrante y la comunidad se suman a esta
profesión de fe diciendo:

Esta es nuestra fe. Esta es la fe de la Iglesia,


que nos gloriamos de profesar, en Jesucristo,
nuestro Señor.
R. Amén.

Se puede entonar un cántico apropiado,


mediante el cual toda la Comunidad exprese
unánimemente su fe. P. ej.: Un sólo Señor…

BAUTISMO

El celebrante invita a la familia para que se


acerque a la fuente bautismal, y pregunta a
los papás y a los padrinos:

¿Quieren que N. sea bautizado en esta fe


de la Iglesia, que todos juntos acabamos de
profesar?
R. Sí, queremos.

Enseguida el celebrante bautiza al niño,


diciendo:

N., YO TE BAUTIZO EN EL NOMBRE


DEL PADRE,
(derrama agua sobre la cabeza del niño o lo
sumerge)

DEL HIJO,
(por segunda vez derrama agua sobre la
cabeza del niño o lo sumerge)

Y DEL ESPÍRITU SANTO.


(por tercera vez derrama agua sobre la cabeza
del niño o lo sumerge)

Después del Bautismo, es conveniente que


se haga una breve aclamación por parte de la
comunidad, por ejemplo:

Bendito sea Dios que te ha elegido en Cristo.

Si el Bautismo se hace por infusión, es


conveniente que el niño sea sostenido por la
mamá (o por el papá); sin embargo, donde
se crea que es mejor conservar la costumbre
vigente hasta hoy, el niño puede ser sostenido
por la madrina (o por el padrino). Si el
Bautismo se hace por inmersión, el niño es
sacado de la fuente bautismal por los mismos
papás o por los padrinos, y será la mamá o la
madrina quien se ocupe de secarlo, arreglarlo
y vestirle, hasta en ese momento, la túnica
blanca o “ropón”. Después, el sacerdote, sin
imponerle ya nada, hará la referencia oportuna
en la monición correspondiente.

Unción con el Santo Crisma

Monición

El Bautismo proclama y realiza la esperanza


de llegar a ser un hombre nuevo. Esta imagen
del hombre es tan bella, tan atractiva, que su
nacimiento en nosotros sólo puede ser obra
del Espíritu Santo.

El resultado es una maravilla: a este hombre


nuevo se le unge, como se hacía en la
antigüedad con un sacerdote, un profeta o un
rey; se reviste con la túnica blanca de la fiesta
imperecedera y se le proclama lleno de luz,
para el servicio de los demás.

El celebrante dice a continuación:

Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor


Jesucristo, que te ha librado del pecado y te
ha dado la nueva vida por el agua y el Espíritu
Santo, te unja con el Crisma de la salvación,
para que, incorporado a su pueblo, seas para
siempre miembro de Cristo Sacerdote, de
Cristo Profeta y de Cristo Rey.
R. Amén.

Enseguida, el sacerdote unge al bautizado


con el Santo Crisma en la coronilla.

Imposición de la vestidura blanca

El celebrante dice:

N., ya has sido transformado en una nueva


creatura y te has revestido de Cristo. Que esta
vestidura blanca sea para ti el símbolo de tu
nueva dignidad de cristiano. Con los consejos
y ejemplos de tus familiares, consérvala sin
mancha hasta la vida eterna.
R. Amén.

Y se le impone al niño su vestidura blanca.


No se admita otro color. No es necesario
imponerles algún lienzo... basta su misma
ropa blanca. Es de desear que las mismas
familias proporcionen dicha vestidura y que
se las pongan hasta ese momento. Pueden
hacerlo los mismos padrinos.

Entrega de la vela encendida

El simbolismo de la luz está en sí mismo, no en


los adornos de la vela. Sugerir un pequeño cirio
con el nombre y fecha escritos, conservado
como algo personal, que en su oportunidad le
hable al bautizado de Cristo: Nuestra luz (Is
60), lámpara para sus pasos, luz en su corazón
(Sal 118), luz que ilumina a todo hombre como
presencia del Señor (Jn 1).

Después, el celebrante se acerca al cirio


pascual encendido, y dice:

Reciban la luz de Cristo.

El papá o el padrino enciende la vela del niño


bautizado con el fuego del cirio pascual.

El sacerdote dice:
A ustedes, padres y padrinos, se les confía
el cuidado de esta luz, a fin de que este niño
que ha sido iluminado por Cristo, camine
siempre como hijo de la luz, y si persevera
en la fe, pueda salir al encuentro del Señor,
con todos los santos, cuando venga el final
de los tiempos.

“Effetá”

El celebrante toca con el dedo pulgar los


oídos y la boca del niño, diciendo:

El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y


hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo,
escuchar su palabra y profesar la fe, para
alabanza y gloria de Dios Padre.
R. Amén.

Cuando la Confirmación se administra a


continuación del Bautismo, entonces se omite
la unción con el Crisma, en el Bautismo, y la
Confirmación se inicia con la “Imposición de
las manos” (p. 194).

Conclusión del rito

Si el Bautismo no se celebró en el presbiterio,


se hace una procesión al altar, durante la cual
se lleva encendida la vela del bautizado.
Es de desear que en esta procesión se entone
un cántico bautismal.
Padre Nuestro

El celebrante, de pie ante el altar, se dirige


a los papás, a los padrinos y a todos los
presentes, con estas o parecidas palabras:

Hermanos: este niño, que ha renacido por el


Bautismo, y que ya se llama N. y es hijo de
Dios, recibirá la plenitud del Espíritu Santo
en la Confirmación y, cuando se acerque al
altar del Señor, participará de la mesa de su
sacrificio, y llamará Padre a Dios, en medio
de la asamblea cristiana. Ahora nosotros, en
su nombre, con el espíritu de hijos adoptivos
de Dios, que todos hemos recibido, oremos
juntos como el Señor nos enseñó a orar.

Padre nuestro…

Bendición y despedida

Enseguida, el celebrante bendice a la mamá


(que sostendrá a su hijo en los brazos), al papá
y a todos los presentes. Conviene advertir
que esta es la bendición qua anteriormente
se recibía en la “Presentación de los niños
al Templo”.

Bendice a la mamá, diciendo:

El Señor Dios todopoderoso, que por su Hijo


nacido de la Virgen María alegra a las madres
cristianas con la esperanza de la vida eterna, que
ha hecho brillar sobre sus hijos, te bendiga a ti,
madre de este niño, que te sientes agradecida
por haberlo recibido, para que permanezcas
siempre con él en continua acción de gracias,
en Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Bendice al papá, diciendo:

El Señor todopoderoso, que nos ha dado la


vida terrena y la celestial, te bendiga a ti,
padre de este niño, para que juntamente con
tu esposa seas el primero que, de palabra y
obra, des testimonio de la fe ante tu hijo, en
Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Bendice a los padrinos y presentes.

El Señor todopoderoso, que nos ha hecho re-


nacer a la vida eterna por el agua y el Espí-
ritu Santo, bendiga abundantemente a todos
ustedes, los aquí presentes, para que siempre
y en todas partes sean miembros vivos de su
pueblo, y les dé su paz, en Jesucristo, nuestro
Señor.
R. Amén.

Y termina diciendo:

La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo


† y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros.
R. Amén.
Hermanos, vayamos en paz.
R. Demos gracias a Dios.

Después de la bendición, si se juzga oportuno,


pueden todos entonar un cántico apropiado,
que exprese el gozo pascual y la acción de
gracias, o el Magníficat.

En donde se acostumbra, si es oportuno,


manténgase la tradición de presentar a los
niños bautizados ante un altar de a santísima
Virgen María. Búsquela en este Ritual.
EL BAUTISMO DENTRO DE LA MISA

La celebración del Bautismo dentro de la Misa


no es una manera de dar mayor solemnidad
externa al acto, sino un modo de expresar el
carácter eclesial del Bautismo y su íntima
relación con la Eucaristía (81).
Pastoralmente hablando, no se debe cele-
brar habitualmente el Bautismo de infantes
dentro de la Misa. Cuando tenga lugar, obsér-
vese lo siguiente:

• La recepción se hace al principio de la


Misa.
• Se omite el saludo y el acto peniten-
cial. Las lecturas, del domingo. Entre
semana, del Ritual.
• Después de la homilía, prosigue el Rito;
no se dice Credo; la Oración Universal
es la del Rito, añadiendo algunas
invocaciones por las necesidades de la
Iglesia y locales. Se completa el Rito
hasta antes de la Conclusión.
• Cuando el sacerdote va a administrar
la Confirmación a un adulto, dentro del
Rito del Bautismo omite la Crismación
y principia la Confirmación con la
imposición de las manos (p. 194).
• Después, la Misa prosigue como de
costumbre. Para la Bendición Final
puede usar el texto del Bautismo.
II
BAUTISMO DE UN NIÑO EN
PELIGRO DE MUERTE

RITO ABREVIADO

Estando preparada el agua, aunque no esté


bendita, y congregados los papás y padrinos
junto al niño enfermo, y también si es posible
algunos familiares y amigos, el ministro, que
puede ser cualquier persona capacitada para
ello, dice esta breve oración de los fieles:

Hermanos:
Invoquemos la misericordia del Señor Dios
todopoderoso en favor de este niño, que va a
recibir la gracia del Bautismo, en favor de sus
papás y padrinos, y de todos los bautizados.

Que te dignes incorporar a este niño a tu


Iglesia por medio del Bautismo.
R. Te rogamos, óyenos.

Que le concedas por el Bautismo la dignidad


de ser hijo adoptivo tuyo.
R. Te rogamos, óyenos.

Que al sepultarlo juntamente con Cristo en


su muerte por el Bautismo, lo hagas también
participar de su resurrección.
R. Te rogamos, óyenos.

Que te dignes renovar la gracia del Bautismo


en todos los presentes.
R. Te rogamos, óyenos.

Que a todos los discípulos de Cristo, que


forman un solo cuerpo por el Bautismo, los
conserves en una misma fe y en un mismo
amor.
R. Te rogamos, óyenos.

Se concluye la Oración de los Fieles con la


siguiente súplica:

Dios nuestro, fuente de toda vida y amor,


Padre de nuestro Señor Jesucristo, que sabes
consolar a los padres cuando sus hijos están
en peligro, y que revelas tu designio amoroso
de darnos la vida eterna por el Bautismo,
escucha nuestra súplica: no permitas que el
pecado domine a este niño sino apiádate de él
y admítelo en el Reino de tu Hijo.

Concede a este niño a quien damos el nombre


de N., que al participar en el misterio de la
muerte y resurrección de Cristo por el agua
y por la gracia del Espíritu Santo, sea hecho
hijo adoptivo tuyo, obtenga la heredad de
Cristo y goce de su compañía en la Iglesia,
con tu Hijo unigénito y con el Espíritu Santo
por todos los siglos.
R. Amén.

Enseguida se hace la profesión de fe. El que


va a bautizar invita a los papás y a todos los
presentes con estas palabras:

Recordemos el compromiso de nuestro propio


Bautismo y proclamemos ahora nuestra fe en
Jesucristo, que es la fe de la Iglesia, en la que
este niño va a ser bautizado:

Luego les pregunta:

¿Creen en Dios Padre todopoderoso, creador


del cielo y de la tierra?
R. Sí, creemos.

¿Creen en Jesucristo, su único Hijo, Señor


nuestro, que nació de Santa María Virgen,
murió, fue sepultado, resucitó de entre los
muertos y está sentado a la derecha del
Padre?
R. Sí, creemos.

¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia


católica, en la comunión de los santos, en el
perdón de los pecados, en la resurrección de
los muertos y en la vida eterna?
R. Sí, creemos.

Si se prefiere, la profesión de fe puede hacerse


también recitando todos el Credo.

Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador


del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su
único Hijo, Señor nuestro, que fue concebido
por obra del Espíritu Santo, y nació de
Santa María Virgen, padeció bajo el poder
de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y
sepultado, descendió a los infiernos, al tercer
día resucitó de entre los muertos, subió a los
cielos y está sentado a la diestra de Dios,
Padre todopoderoso, y desde ahí ha de venir
a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en
el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica,
la comunión de los santos, el perdón de los
pecados, la resurrección de los muertos, y la
vida perdurable. Amén.

Enseguida la persona designada bautiza al


niño, diciendo:

N., YO TE BAUTIZO EN EL NOMBRE


DEL PADRE,
(derrama agua sobre la cabeza del niño o lo
sumerge)

Y DEL HIJO,
(por segunda vez derrama agua sobre la
cabeza del niño o lo sumerge)

Y DEL ESPÍRITU SANTO.


(por tercera vez derrama agua sobre la cabeza
del niño o lo sumerge)

Puede hacerse la imposición de la vestidura


blanca. La persona que ha bautizado dice:

N., has sido transformado en una nueva


creatura y te has revestido de Cristo. Que esta
vestidura blanca sea el símbolo de tu nueva
dignidad de cristiano.

Consérvala sin mancha hasta la vida eterna.


R. Amén.

La celebración termina con la recitación del


Padre Nuestro.

Si no hay alguno entre los presentes que sea


capaz de dirigir la celebración, puede enton-
ces cualquier fiel administrar el Bautismo,
recitando el Credo y derramando después el
agua sobre a cabeza del que se va a bautizar,
diciendo al mismo tiempo las palabras acos-
tumbradas. Aun la recitación del Credo se
puede omitir, si se juzga oportuno.
III
BAUTISMO DE EMERGENCIA

Siempre que se tenga que usar este Rito


abreviado, avise inmediatamente al Párroco;
y si llegare a vivir el niño, llévesele al templo
oportunamente.

En artículo de muerte, omitiendo todas las


demás ceremonias, basta que el ministro
derrame el agua sobre la cabeza del niño,
diciendo estas palabras:

N., YO TE BAUTIZO EN EL NOMBRE


DEL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL
ESPÍRITU SANTO.

Es conveniente que la persona que bautiza,


si es posible, haga que estén presentes uno o
dos testigos, y si sobrevive el niño, al llevarlo
al templo, se le haga saber al sacerdote que ya
se le bautizó de emergencia.
SACRAMENTO DE LA
CONFIRMACIÓN

I
RITO DE LA CONFIRMACIÓN
PARA UNA PERSONA
(cuando la administra un sacerdote en los
casos previstos por el Derecho)

Lecturas bíblicas para la confirmación

Es conveniente que antes de proceder al sa-


cramento, se proclame la Palabra de Dios con
algún texto apropiado, según las circunstan-
cias. He aquí algunas citas: Is 61, 1-3. 6, 8-9;
11, 1-4; Ez 36, 24-28; Jer 2, 23. 26-30; Hch 1,
3-8; 4, 14-17; Sal 21, 2-9; 104, 1-15. 27-30;
Lc 4, 16-22; Jn 14, 23-26

Lectura de los Hechos de los Apóstoles:


8, 14-17

Los Apóstoles que estaban en Jerusalén


oyeron que en Samaria habían aceptado el
Evangelio y les enviaron a Pedro y a Juan.
Ellos bajaron a Samaria y oraron por ellos
para que recibieran el Espíritu Santo, porque
no había bajado aún sobre ninguno de ellos;
solamente los habían bautizado en nombre
del Señor Jesús. Entonces les impusieron las
manos y recibieron el Espíritu Santo.
O bien, esta otra:

Lectura de los Hechos de los Apóstoles:


4, 18-21. 23. 29-31

En aquel tiempo metieron en la cárcel a los


discípulos y les mandaron que de ningún
modo hablaran o enseñaran en el nombre
de Jesús. Ellos respondieron: “Nosotros no
podemos dejar de hablar de lo que hemos
visto y oído”. Entonces, insistiendo en sus
amenazas los dejaron ir. Una vez en libertad,
los discípulos fueron a los suyos y les contaron
todo. Cuando los oyeron, todos a una voz
oraron a Dios diciendo: “Señor, mira sus
amenazas y concede a tus siervos anunciar
tu palabra con toda valentía. Manifiesta tu
poder cuando invoquemos a tu siervo Jesús”.
Al terminar su oración tembló en el lugar
donde estaban reunidos, los llenó a todos el
Espíritu Santo y se pusieron a anunciar con
valentía el Evangelio.

Después de la lectura se podrá tener una


catequesis, con estas o semejantes palabras.

Los obispos, como sucesores de los Apósto-


les, por sí mismos, o por medio de sacerdotes
designados legítimamente para este ministe-
rio, comunican en la Confirmación el don del
Espíritu Santo a los fieles, que en el Bautis-
mo han renacido como hijos de Dios a la vida
nueva en Cristo.
El don del Espíritu Santo que ahora vas a
recibir como un sello espiritual, completará en
ti la semejanza con Cristo y te hará miembro
más perfecto de la Iglesia.

Tú ya has sido consagrado a Dios por el


Bautismo; vas a recibir ahora la fuerza del
Espíritu Santo y serás marcado en tu frente con
el signo de la cruz. Por consiguiente, deberás
dar ante el mundo testimonio de la muerte y
resurrección de Cristo. Esto lo conseguirás
si tu vida diaria es ante los hombres como
el buen olor de Cristo, de quien la Iglesia
recibe constantemente aquella diversidad de
dones que el Espíritu Santo distribuye entre
los miembros del pueblo de Dios, para que el
cuerpo de Cristo vaya creciendo en la unidad
y en el amor.

Procura, pues, querido hermano, ser siempre


miembro vivo de la Iglesia y esfuérzate,
conducido por el Espíritu Santo, en ser el
servidor de todos los hombres, a semejanza de
Cristo, que no vino a ser servido sino a servir.

Monición

Ahora, antes de recibir el don del Espíritu


Santo, conviene que renueves personalmente
la profesión de fe que tus papás y tus padrinos
hicieron en unión con toda la Iglesia el día
de tu Bautismo, y renuncies a todo lo que te
aparta del Reino de Dios, prometiendo seguir
a Jesucristo con la fidelidad que tuvieron los
Apóstoles y los mártires.

Renovación de las promesas del Bautismo

Si no las acaba de hacer

¿Renuncias a Satanás y a todas sus obras y


seducciones?
R. Sí, renuncio.

¿Crees en Dios, Padre todopoderoso, Creador


del cielo y de la tierra?
R. Sí, creo.

¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro


Señor, que nació de Santa María Virgen,
padeció, fue sepultado, resucitó de entre los
muertos, y está sentado a la derecha del Padre?
R. Sí, creo.

¿Crees en el Espíritu Santo, Señor y dador


de vida que hoy te va a ser comunicado de
un modo singular por el Sacramento de la
Confirmación, como fue dado a los Apóstoles
el día de Pentecostés?
R. Sí, creo.

¿Crees en la Santa Iglesia católica, en la


comunión de los santos, en el perdón de los
pecados, en la resurrección de los muertos y
en la vida eterna?
R. Sí, creo.
El sacerdote asiente a esta profesión, procla-
mando la fe de a Iglesia:

Esta es nuestra fe, esta es la fe de la Iglesia,


que nos gloriamos de profesar en Jesucristo,
nuestro Señor.

Y todos los presentes, a su vez, asienten


también, diciendo:
Amén.

Imposición de las manos

Monición

El día de Pentecostés, los Apóstoles recibieron


una presencia muy especial del Espíritu Santo.
Los obispos, sus continuadores, trasmiten
desde entonces el Espíritu Santo como un
don personal por medio del sacramento de
la Confirmación, que ahora se va a comenzar
con la imposición de manos. Esta imposición
de manos es uno de los gestos que aparecen
habitualmente en la historia de la salvación y
en la liturgia para indicar la transmisión de un
poder, o de una fuerza, o de unos derechos.

Oremos, hermanos, a Dios Padre todopode-


roso por este hijo suyo, que renació ya a la
vida eterna en el Bautismo, para que envíe
abundantemente sobre él al Espíritu Santo, a
fin de que este mismo Espíritu lo fortalezca
con la abundancia de sus dones, lo consagre
con su unción espiritual y haga de él imagen
fiel de Jesucristo.

Todos oran en silencio unos instantes.


Después el sacerdote impone las manos sobre
el confirmando. Mientras tanto dice:

Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor


Jesucristo, que has hecho nacer de nuevo a
este hijo tuyo por medio del agua y del Espíritu
Santo, librándolo del pecado, escucha nuestra
oración y envía sobre él al Espíritu Santo
consolador: llénalo de espíritu de sabiduría y
de inteligencia, de espíritu de consejo y de
fortaleza, de espíritu de ciencia, de piedad y
de tu santo temor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Crismación

Monición

Hemos llegado al momento culminante de la


celebración. El sacerdote le impondrá la mano
y lo marcará con la cruz gloriosa de Cristo
para significar que es propiedad del Señor. Lo
ungirá con óleo perfumado. Ser crismado es lo
mismo que ser Cristo, ser Mesías, ser ungido.
Y ser Mesías y Cristo comporta la misma
misión que tuvo el Señor: dar testimonio de
la verdad y ser, por el buen olor de las buenas
obras, fermento de santidad en el mundo.
El padrino coloca su mano derecha sobre
el hombro del ahijado y dice el nombre del
presentado, a no ser que el mismo confirmando
pueda decir su propio nombre.

El sacerdote moja el dedo pulgar de su mano


derecha en el Santo Crisma, hace la señal de la
cruz sobre la frente del confirmando, diciendo:

N., RECIBE POR ESTA SEÑAL † EL


DON DEL ESPÍRITU SANTO.

Y el confirmado responde:
Amén.

El sacerdote añade:
La paz sea contigo.

El confirmado responde:
Y con tu espíritu.

Oración de los fieles

Terminada la unción, se hace la oración de


los fieles, con el formulario siguiente:

Queridos hermanos: Oremos a Dios Padre


todopoderoso, unidos en la misma fe, en la
misma esperanza, en la misma caridad, que
proceden del Espíritu Santo.

- Por este hijo de Dios que ha sido con-


firmado por el Espíritu Santo: para
que arraigado en la fe y edificado en
el amor, dé verdadero testimonio de
Cristo. Roguemos al Señor.
R. Te rogamos, Señor.

- Por sus padres y sus padrinos que se


ofrecieron como responsables de su
fe: para que no dejen de animarlo con
la palabra y el ejemplo a seguir los
pasos de Cristo. Roguemos al Señor.
R. Te rogamos, Señor.

- Por la Santa Iglesia de Dios, congre-


gada por el Espíritu Santo: para que
en comunión con el Papa N., nuestro
obispo N., y todos los obispos, se di-
late y crezca en la unidad de la fe y
del amor hasta que el Señor vuelva.
Roguemos al Señor.
R. Te rogamos, Señor.

- Por todo el mundo, para que los hom-


bres que tienen un mismo Creador y
Padre, se reconozcan hermanos, sin
distinción de raza o de nación, y bus-
quen con un corazón sincero el Rei-
no, que es paz y gozo en el Espíritu
Santo. Roguemos al Señor.
R. Te rogamos, Señor.

Señor, que enviaste a tus Apóstoles el Espíri-


tu Santo y quisiste que por medio de ellos y
sus sucesores, ese mismo Espíritu fuera co-
municado a los demás creyentes: te rogamos
que este nuevo confirmado pueda difundir en
el mundo los mismos frutos que produjo la
primera predicación evangélica.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Bendición

El sacerdote, extendiendo las manos sobre


los presentes, dice:

Confirma, Señor, lo que has realizado en


nosotros, y conserva en el corazón de tus
fieles los dones del Espíritu Santo, para que
nunca se avergüencen de dar testimonio de
Jesucristo y cumplan siempre con amor tu
voluntad.
R. Amén.

Y que a todos los aquí presentes los bendiga


Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu
Santo.
R. Amén.

II
CONFIRMACIÓN DE UN ENFERMO
EN PELIGRO DE MUERTE

Es muy conveniente que la iniciación cristiana


de cada uno de los bautizados se complete
con los sacramentos de la Confirmación y de
la Eucaristía. Por eso es aconsejable que un
enfermo en peligro de muerte, si ya ha llegado
al uso de la razón, antes de recibir el Viático,
sea fortalecido también con el sacramento de
la Confirmación, después de haber precedido
una posible y necesaria catequesis.

De ordinario no han de administrarse, en un


rito continuo, la Confirmación en peligro de
muerte y la Unción de los enfermos.

Para administrar la Confirmación a un niño


que aún no ha alcanzado el uso de la razón, se
han de tener presentes los mismos principios
y normas establecidos para el Bautismo.

Siempre que lo permitan las circunstancias,


sígase íntegramente el rito según está descrito
anteriormente.

Ante una urgente necesidad, el sacerdote


ministro de la Confirmación impone las
manos sobre el enfermo mientras dice:

Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor


Jesucristo, que hiciste nacer de nuevo a este
hijo tuyo por medio del agua y del Espíritu
Santo, y lo libraste del pecado, escucha
nuestra oración y envía sobre él al Espíritu
Santo consolador: llénalo de espíritu de
sabiduría y de inteligencia, de espíritu de
consejo y de fortaleza, de espíritu de ciencia,
de piedad y de tu Santo temor.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Después, con la extremidad del dedo pulgar


de su mano derecha empapado de Crisma,
hace la señal de la cruz en la frente del
confirmando, diciendo:

N., RECIBE POR ESTA SEÑAL † EL


DON DEL ESPÍRITU SANTO.

El confirmado, si puede, responde:

Amén.

V. La paz sea contigo.


R. Y con tu espíritu.

III
CONFIRMACIÓN DE EMERGENCIA

En caso de extrema necesidad, basta con


que el sacerdote haga la crismación y diga la
fórmula sacramental:

N., RECIBE POR ESTA SEÑAL † EL


DON DEL ESPÍRITU SANTO. AMÉN.
SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

El ministerio sacerdotal
en el sacramento de la Penitencia

“Deseo decir a todos los sacerdotes del mun-


do: dedicaos, a costa de cualquier sacrificio,
a la administración del sacramento de la Re-
conciliación, y tened la certeza de que él,
más y mejor que cualquier recurso humano,
construye las conciencias cristianas. Tened
presente que todavía está vigente, y lo estará
siempre, la enseñanza acerca de la necesidad
de la confesión íntegra de los pecados mor-
tales.

“Está vigente, y estará siempre en la Iglesia, la


norma inculcada por San Pablo y sancionada
por el mismo Concilio: para la recepción digna
de la Eucaristía debe preceder la confesión
de los pecados, cuando uno es consciente de
pecado mortal.

“Al renovar esta enseñanza y estas recomen-


daciones, ciertamente no quiero ignorar que
la Iglesia, recientemente, por graves razones
pastorales y bajo normas precisas e indispen-
sables, para facilitar el bien supremo de la
gracia a muchas almas, ha ampliado el uso de
la absolución colectiva. Pero quiero recordar
la escrupulosa observancia de las condiciones
citadas; reafirmar que en caso de pecado mor-
tal, también después de la absolución colec-
tiva, persiste la obligación de una acusación
específica sacramental del pecado; y confir-
mar que en cualquier caso, los fieles tienen
derecho a la propia confesión privada.

Derecho a un coloquio personal con Dios


mediante el ministro

“A este propósito quiero poner en claro


que con toda justicia la sociedad moderna
es celosa de los derechos inalienables de la
persona. Entonces: ¿Cómo se querría negar
a la persona humana, a la persona de cada
uno de los fieles, el derecho de un coloquio
personal, único, con Dios, precisamente
en esa tan misteriosa y sagrada esfera de la
personalidad donde se vive la relación con
Dios mediante el ministro sagrado? ¿Por
qué se querría privar a cada uno de los fieles
de la alegría íntima y personalísima de este
singular fruto de la gracia?

“Quisiera añadir que el sacramento de la


Penitencia, por cuanto comporta de saludable
ejercicio de humildad y sinceridad, por el
atento análisis de conciencia que exige,
no solo es instrumento para destruir el
pecado, sino ejercicio precioso de virtud,
expiación él mismo, escuela insustituible
de espiritualidad, profunda labor altamente
positiva de regeneración en las almas hasta
llegar al estado de ‘hombre perfecto, a la
medida de la edad de la plenitud de Cristo’
(Cf. Ef 4, 13). En este sentido, la confesión
bien llevada es ya, por sí misma, una forma
altísima de dirección espiritual.

“Quiero concluir recordando a todos los


sacerdotes que el apostolado de la Confesión
tiene ya, en sí mismo, su premio: la conciencia
de haber restituido a un alma la gracia divina,
no puede menos de llenar al sacerdote de
una alegría inefable. Y no puede menos de
animarle la más humilde esperanza de que el
Señor, al final de la jornada terrena, le abra
los caminos de la Vida: ‘Los que enseñaron
a muchos la justicia, brillarán como estrellas
por toda la eternidad’ ”.

S.S. Juan Pablo II, 30, I, 1981;


L’Osservatore Romano, Ed. Española, p. 9.
I

RITO PARA LA RECONCILIACIÓN


DE UN SOLO PENITENTE

PREPARACIÓN

El sacerdote se dispone para la celebración


del Sacramento mediante la oración. Invoque
al Espíritu Santo para pedir de Él la luz y la
caridad.

Revestido como es costumbre para administrar


el Sacramento, el sacerdote en el lugar habitual
de la Confesión, recibe al penitente con amor
fraterno a imitación de Cristo Buen Pastor,
que llevó a cabo la obra de la Redención con
entrañas de misericordia.

1. Saludo

Si fuere necesario, salude al penitente con


amabilidad e inspírele confianza.

El fiel se santigua diciendo:

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del


Espíritu Santo. Amén.

Puede hacerlo también el sacerdote, quien


añade:
Que Dios te conceda reconocer tus pecados y
confiar en su misericordia.
R. Amén.

O bien:

Jesús no vino a llamar a los justos, sino a


los pecadores; Él te acoge con misericordia.
Confía en Él.

2. Lectura de la Palabra de Dios

Opcional

El Sacerdote, o el fiel, lee algún texto


apropiado de la Palabra de Dios. Se puede
colocar en lugar oportuno algún texto de la
Sagrada Escritura, en el que se proclame
la misericordia de Dios, o se invite a la
conversión, variándolo según la oportunidad.
He aquí algunos textos:

“Jesús comenzó en Galilea a proclamar el


Evangelio de Dios diciendo: El Reino de
Dios está cerca; conviértanse y crean en el
Evangelio”. Mt 1, 15

“La prueba de que Dios nos ama es que


Cristo, siendo nosotros pecadores, murió
por nosotros. Con cuánta más razón, ahora
justificados por su sangre, seremos salvos por
Él”. Rom 5, 8-9
“Escucha al Señor que nos dice: si perdonas a
los demás sus culpas, también vuestro Padre
del cielo te perdonará... pero si no perdonas,
tampoco el Padre celestial te perdonará”. Cf.
Mt 6, 14-15

3. Confesión

a) Si hace falta, el sacerdote ayuda a hacer


una confesión íntegra, a tener arrepentimiento
sincero; aconseja para el comienzo de una
vida nueva y si es necesario instruye en
los deberes propios; procurará adaptarse
totalmente a la condición del penitente, tanto
en la forma de hablar como en sus consejos.
Recuerde que está obligado a guardar, con
santidad absoluta, el sigilo sacramental.
b) El sacerdote impone la penitencia
(p. ej.: oración; abnegación; mortificación;
servicio al prójimo; obras de misericordia).
El fiel la aceptará como satisfacción y ayuda
para la enmienda.

4. Oración del penitente

Para manifestar su arrepentimiento y propósito


de enmienda, el penitente dice alguna oración,
a elección, con estas o semejantes palabras:

Dios mío, me arrepiento de todo corazón


porque te he ofendido a ti, que eres bueno;
propongo firmemente no volver a pecar,
evitar las ocasiones y cumplir la penitencia.
O bien:

Padre, he pecado contra ti, no soy digno de


llamarme hijo tuyo. Ten compasión de mí,
que soy pecador. Lc 15, 21

O bien:

Misericordia, Dios mío, por tu bondad; por tu


inmensa compasión borra mi culpa; lava mi
delito; limpia mi pecado. Sal 50, 3-4

O bien:

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu


misericordia son eternas; no te acuerdes
de los pecados ni de las maldades de mi
juventud; acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. Sal 24, 6-7

5. Absolución

El sacerdote, con la(s) mano(s) extendida(s)


sobre la cabeza del penitente, dice:

Dios Padre misericordioso, que reconcilió


al mundo consigo por la muerte y la
resurrección de su Hijo, y envió al Espíritu
Santo para el perdón de los pecados, te
conceda, por el ministerio de la Iglesia, el
perdón y la paz.
Y YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS
EN EL NOMBRE DEL PADRE, † Y DEL
HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO.

El fiel responde:

Amén.

6. Alabanza a Dios y despedida

El penitente reconoce la misericordia de Dios


y le da gracias con una breve invocación.
Luego el sacerdote lo despide en paz.

V. Dad gracias al Señor, porque es bueno.


R. Porque es eterna su misericordia.
V. El Señor te ha perdonado tus pecados, vete
en paz y no vuelvas a pecar.
R. Amén.

Como cántico de alabanza y despedida, basta


decir:

La pasión de nuestro Señor Jesucristo, la


intercesión de la santísima Virgen María y
de todos los santos, tus buenas obras y tus
sufrimientos te sirvan para remedio de tus
pecados, aumento de gracia y recompensa de
vida eterna. Vete en paz.
R. Amén.
RITO BREVE

Por necesidad pastoral se puede omitir


o abreviar alguna parte del rito anterior,
conservando íntegro el Núm. 3: Confesión y
aceptación de la penitencia e invitación a la
contrición, el Núm. 5: absolución, y el Núm.
6: despedida.

En inminente peligro de muerte basta decir


las palabras esenciales de la absolución:

Y YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS


EN EL NOMBRE DEL PADRE, † Y DEL
HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO.

El fiel responde, si es posible:


Amén.
CELEBRACIÓN COMUNITARIA
DE LA PENITENCIA

Este esquema quiere ser una ayuda para que


el equipo animador construya celebraciones
penitenciales más adecuadas al propio am-
biente.

Puede servir tanto para las celebraciones no


sacramentales, de Cuaresma, como para la
celebración sacramental de la Reconciliación
en el Triduo Pascual. Pero en cada comunidad
se debe adaptar el lenguaje, los cantos, las
lecturas, o el examen. No queremos ofrecer
una celebración totalmente construida, la
creatividad es la que suele dar vida y eficacia
a un esquema ya hecho.

Entrada

1. Ambientación, silencio o música de órgano.


O música gregoriana, suave, de fondo.

2. Saludo del presidente. Monición inicial del


mismo:

— Dar la bienvenida.
— Animar a la celebración: “En nuestro
camino cuaresmal hacia a Pascua...”.
— “La finalidad de esta celebración es:
incorporarnos al ‘paso’ de Cristo, que a
través de la muerte (renuncia, total entrega
de sí mismo) va a la Nueva Vida de la
Pascua...”.
— “No somos nosotros los principales
actores de la celebración: es Dios el que
nos reúne, el que nos invita, el que nos
ofrece su gracia pascual...”.
— Terminar introduciendo algún canto.

3. Canto: elegir uno de entre los penitenciales


que se sepan. Su tema: el camino a la Pascua;
la conversión; Cristo Jesús en su Misterio
Pascual; etc. Se podría cantar intercalando
entre sus estrofas. Si no son demasiado
largas, unas breves expresiones, espontáneas
(pero preparadas) de la situación de pecado
en el mundo, en nosotros mismos (sin llegar
todavía al examen ni a la petición de perdón:
aquí es apenas una constatación).

4. Oración colecta del presidente. Sus ideas


podrían ser:

— Señor, aquí nos tienes; acoge nuestra


buena voluntad.
— Tú eres el Dios fiel; el Dios del Amor;
el Dios que siempre perdona.
— Nuestro camino cuaresmal; nuestro
deseo de incorporarnos a Cristo: como
a Él le sacaste de la muerte, sácanos a
nosotros...
La Palabra de Dios

5. Pausa. Presentación del tema general de las


lecturas.
6. Primera Lectura. Elegir bien al lector.
7. Pausa. Salmo de meditación.
8. Segunda Lectura (si se hace).
9. Homilía a partir del mensaje de las
lecturas.

La elección de las lecturas depende mucho


del ambiente, de la edad, del tiempo (si es
al principio de la Cuaresma, más bien de
conversión y penitencia; si al final, centradas
más en Cristo, su Muerte y Resurrección).
El número también depende: a veces vale la
pena hacer una sola lectura, más larga, con
pausas, que no dos o tres.

Para la temática de estas lecturas proponemos


varios esquemas:

a) Los formularios que el Ritual de la


Penitencia ofrece para la Cuaresma.
— “La Penitencia robustece y restaura la
gracia bautismal”: 1Cor 10, 1-13; Lc 15, 4-7;
Lc 15, 11-32.
— “La penitencia como preparación a una
participación más plena en el Misterio Pascual
de Cristo, Salvador del mundo”: Is 53, 1-12;
1Pe 2, 20-25; Mc 10, 3-2. 4-5.

b) “Pleito entre Dios y su pueblo” (Jer 2-4).


Estos tres capítulos de Jeremías pueden ser
única lectura, larga, con pausas en medio,
leída entre dos personas (hay palabras de
Yahvé y palabras de Israel): es el eterno pleito
“conyugal” entre el Dios fiel y el pueblo
infiel; se puede hacer una selección, por
ejemplo: Jer 2. 1-5. 9-13; 3, 1 9-25; 4, 1-4.
El salmo de meditación que mejor responde
a esta lectura es el 102: “Gustad y ved qué
bueno es el Señor...”.

c) Otro pasaje que puede ser lectura única es:


1Jn 1-2. Todo él, o una selección. También
debe ser leído pausadamente. La conversión
cuaresmal-pascual en clave de amor,
comunión, luz. Y con la iniciativa de Dios,
que perdona en Cristo.

d) Reconocerse pecadores ante Dios: 1Jn 1,


8-10; 2, 1-6 (el salmo de meditación podría
ser el 129: “Mi alma espera en el Señor”); Lc
18, 9-14 (el fariseo no se reconoce culpable:
el publicano sí).

e) Cuarto cántico del Siervo que se entrega por


los demás: Is 52-53 (todo o seleccionado).

f) El amor total de Jesucristo, como prototipo


de la vida nueva: Dt 7, 6-11 (Yahvé elige a
Israel y le ama). Salmo 24: “El auxilio me
viene del Señor...”; 1Jn 4, 7-16 (el amor de
Dios ahora se ha manifestado plenamente en
Jesús). Lc 10, 25-37 (el buen samaritano; al
amor de Dios respondemos con el amor al
hermano).

Examen y petición de perdón

10. Pausa después de la homilía, invitando


a que cada uno reflexione sobre su situación
ante Dios.

11. Oración litánica de petición de perdón.


Se puede hacer entre dos, alternando en la
formulación de nuestras “situaciones de
pecado” por las que pedimos perdón a Dios:

— Un esquema que se puede seguir: el de


las bienaventuranzas.
— O bien, a partir de las lecturas que se
hayan proclamado, su aplicación a nuestra
vida; a nivel eclesial, o social, o familiar, o
de grupo comunitario, o personal.
— Un esquema posible; nuestras faltas
contra la fe, contra la esperanza, contra la
caridad: pero especificadas (preparadas en
su formulación por el equipo animador)
de modo que reflejen la situación genérica
de los presentes; todo lo antipascual que
existe en nosotros, expresado ante Dios,
pidiéndole perdón.

12. Confesión comunitaria de nuestro pecado:


“Yo confieso…”.

13. O bien, un canto penitencial.


Confesión individual

14. Si la celebración va a ser sacramental


(por ejemplo, al final de la Cuaresma), como
culminación de todo el camino penitencial,
en este momento los presbíteros se ponen
a disposición de los que quieren confesarse
personalmente. Mientras tanto, hay un
ambiente de música de fondo, o canto de
algún Salmo.

Si la celebración es sacramental, pero sin


confesión y absolución individuales, seguir
lo que indica el Ritual (p. 41, N.º 54): los
fieles que quieran recibir la reconciliación
sacramental, lo exteriorizan de algún modo (la
postura, una fórmula de petición de perdón,
etc.) y entonces el sacerdote pronuncia la
solemne fórmula de absolución general. Ver
en este Ritual: p. 230.

Conclusión

15. Si no ha habido confesiones, la conclusión


es muy sencilla:

— Después del examen de conciencia y las


invocaciones litánicas, el sacerdote dice
una oración resumiendo estas peticiones
(Cf. Ritual p. 180).
— Y todos pueden terminar con un canto:
por ejemplo el Padre Nuestro, u otro que
aluda a la novedad de vida: “Hombres
nuevos”, “Danos un corazón”, “Alma mía
recobra tu calma”, etc.

16. Si la celebración ha sido con Confesión


sacramental, la conclusión es así:

— El sacerdote, al terminar el tiempo de las


confesiones, exhorta brevemente a todos a
proseguir en sus vidas los signos de esta
conversión pascual: la “penitencia” (obras
prácticas que significan la nueva dirección
que queremos dar a nuestra vida) puede
consistir en un compromiso comunitario
y personal.
— Se entona un canto de acción de gracias:
por ejemplo el Magníficat, o un salmo de
alegría (Ritual pp. 158-168).
— El sacerdote prolonga esta acción de
gracias con una oración presidencial con-
clusiva (Ritual p. 49; 168-170).
— Y termina la celebración con una so-
lemne bendición (Ritual p. 50).
II

RITO PARA LA RECONCILIACIÓN


DE MUCHOS PENITENTES
MEDIANTE LA CONFESIÓN
Y ABSOLUCIÓN INDIVIDUAL

RITOS INICIALES

1. Canto

Se canta un Salmo, una Antífona o algún


canto apropiado, por ejemplo: Perdón, Señor,
hemos pecado.

2. Saludo

La gracia, la misericordia y la paz que


proceden de Dios Padre, y de Jesucristo,
nuestro Salvador, estén con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

El sacerdote indica brevemente a los fieles so-


bre el orden que se seguirá en la celebración.

3. Oración

Hermanos, oremos para que Dios nuestro


Señor, que nos llama a la conversión, nos
conceda la gracia de un arrepentimiento
sincero y fructuoso.

Todos oran en silencio durante unos instantes.


Enseguida, el sacerdote dice esta oración:

Te rogamos, Señor, que escuches las súplicas


de los que te invocan y perdones los pecados
de los que te aclaman, para que, junto con el
perdón, nos concedas benignamente tu paz.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

4. Celebración de la Palabra

Puede haber varias lecturas; se puede interca-


lar un Salmo o un momento de silencio para
que cada uno comprenda mejor la palabra de
Dios y la acepte en su corazón. Elíjanse los
textos apropiados a cada circunstancia.

Ef 4, 23-32; Rom 3, 22-26; 7, 14-25; Gal 5, 16-


24; Col 3, 1-10; 12-17; 5, 1-14; St 1, 22-27

5. Homilía

El sacerdote explica la Palabra de Dios, y


motiva a los presentes para que renueven su
vida.

Es muy necesario insistir en que las consultas


y consejos se pidan en otra oportunidad.

6. Examen de conciencia

En silencio cada uno se examina y hace un


acto de contrición, es decir, se arrepiente de
haber ofendido a Dios, que lo ama tanto. El
sacerdote u otro ministro puede ayudar con
frases sugerentes:

Cuando decimos “no” a Dios, nos alejamos de


Nuestro Señor... Pero Él nos ama y en el fondo
de nuestro corazón nos hace comprender que
es necesario volver hacia Él... y cuando regre-
samos con Él, el Señor no se enoja con noso-
tros: está feliz, porque quiere nuestro bien...

Como el hijo pródigo, a veces abandonas


a Dios, tu Padre bueno. Te vas lejos de Él,
olvidando su amor y sus consejos. Él, como
Un buen Padre, te espera para perdonarte. El
Sacramento de la Penitencia es el Sacramento
de tu encuentro con Dios, no como Juez, sino
como Padre.

Para volver a Él, haz lo que el hijo pródigo:

• Piensa y reconoce que te has


portado mal.
• Arrepiéntete de tu mala conducta.
• Decide corregirte y pedirle perdón.
• Disponte a reparar el mal que
cometiste.

Jesús conoce el fondo de tu corazón, sabe


todo lo malo que has hecho, y sabe que eres
pecador. Nos ha dicho cómo acoge al pecador
que vuelve arrepentido hacia Él.
Al reconciliarnos con Dios, lo hacemos
también con toda su familia, la Iglesia, y al
mismo tiempo, a través de ella recibimos el
perdón.

RITO DE LA RECONCILIACIÓN

7. Confesión general de los pecados

Los fieles se arrodillan o inclinan la cabeza y


dicen alguna fórmula, por ejemplo:

Yo confieso ante Dios todopoderoso...

8. Preces litánicas

El diácono o un ministro:

Hermanos, supliquemos a Dios misericor-


dioso que nos conceda el perdón que anhe-
lamos y la medicina que necesitamos como
enfermos, porque el Señor purifica el corazón
arrepentido y perdona a quienes confiesan sus
pecados.

Si se ve oportuno, se añade la oración de los


fieles, o se deja un tiempo de silencio.

Para que nos concedas la gracia de un


arrepentimiento verdadero.

A cada intención se puede responder:


R. Te rogamos, óyenos.
- Para que nos perdones y nos libres de
las consecuencias de nuestras culpas.
- Para que concedas el perdón a tus hijos,
que por el pecado lesionaron la integridad
de tu Santa Iglesia y los conviertas en
miembros fecundos de ella.
- Para que devuelvas el esplendor inicial
del Bautismo a quienes lo empañaron
por el pecado.
- Para que, restituidos a la participación
del Banquete Eucarístico, los renueves
con la esperanza de la gloria eterna.
- Para que, renovados por tu amor, seamos
testigos de él en el mundo.
- Para que perseveremos fieles a tus
mandamientos y alcancemos un día la
vida eterna.

Al final siempre se añade:

Pidamos a Dios, nuestro Padre, con las


mismas palabras que Cristo nos enseñó, que
nos perdone y nos libre de todo mal.

Padre nuestro…

El sacerdote o el ministro termina:

Muéstrate propicio, Señor, con tus siervos,


miembros de tu Iglesia, que se reconocen
pecadores, para que, por intercesión de ella,
libres de todo pecado, puedan darte gracias
con un corazón nuevo.
Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

9. Confesión y absolución individual

Cada penitente acude al sacerdote, le confiesa


sus pecados y, después de aceptar la penitencia
impuesta, recibe la absolución. El sacerdote,
extendiendo una o las dos manos sobre la
cabeza del penitente, dice:

Dios, Padre misericordioso, que reconcilió


al mundo consigo por la muerte y la
resurrección de su Hijo, y envió al Espíritu
Santo para el perdón de los pecados, te
conceda, por el ministerio de la Iglesia, el
perdón y la paz.

Y YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS


EN EL NOMBRE DEL PADRE, † Y DEL
HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO.

El fiel responde: AMÉN.

10. Cántico de alabanza a Dios

Terminadas las confesiones individuales, el


sacerdote que preside la celebración invita
a los fieles a dar gracias y los exhorta a las
buenas obras. Conviene que todos canten un
Salmo, un himno, o hagan una oración litánica,
para proclamar el poder y la misericordia de
Dios, por ejemplo:
Dad gracias al Señor porque es bueno.

A cada invocación se responde:

R. Porque es eterna su misericordia.

- Dad gracias al Dios de los dioses; dad


gracias al Señor de los señores.
- Sólo Él hizo grandes maravillas: Él
hizo sabiamente los cielos; Él afianzó
sobre las aguas la tierra.
- Él hizo lumbreras gigantes: el sol que
gobierna el día. La luna que gobierna
la noche.
- Él dividió en dos partes el mar Rojo.
Él condujo por en medio de las aguas
a Israel.
- Guió por el desierto a su pueblo. Él da
alimento al viviente.
- Dad gracias al Señor del cielo.

11. Oración final

El sacerdote puede decir esta oración:

Padre santo, que nos has transformado en


imagen viva de tu Hijo, concédenos que,
habiendo sido objeto de su misericordia,
seamos signo de tu amor en el mundo por
Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.
RITO DE CONCLUSIÓN

12. Bendición

Que el Señor guíe vuestros corazones en el


amor y la paciencia de Cristo.
R. Amén.

Para que podáis caminar con una vida nueva


y agradar a Dios en todas las cosas.
R. Amén.

La bendición de Dios todopoderoso, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre
vosotros.
R. Amén.

El diácono o un ministro:

El Señor os ha perdonado vuestros pecados,


podéis ir en paz.
R. Demos gracias a Dios.
LA ABSOLUCIÓN SACRAMENTAL
GENERAL

En la vida de la Iglesia no se puede dar la


absolución general como opción pastoral
normal, ni como medio para afrontar cualquier
situación pastoral difícil. Está permitida
solamente en situaciones extraordinarias
de necesidad grave, según se indica en la
norma 3. Los Ordinarios no están autorizados
a cambiar las condiciones requeridas, a
sustituirlas por otras, o a determinar según
criterios personales —por muy válidos que
éstos fueren— si existe necesidad grave. Os
pedimos la fiel observancia de las normas. La
fidelidad a la comunión con la Iglesia universal
lo exige; al mismo tiempo esta fidelidad será
garantía de eficacia sobrenatural de vuestra
misión eclesial de reconciliación.

Paulo VI a los Obispos de la segunda


Región Pastoral de E.U., en Visita
“ad Limina Apostolorum”.

ADVERTENCIAS

1. Existe desorientación entre el pueblo


de nuestras iglesias diocesanas, causada
por la tergiversación de la prensa, la falta
de Catequesis, y por muchas actitudes del
mismo clero en la celebración arbitraria de
este Sacramento de la Reconciliación.
2. Es necesaria una catequesis más amplia
sobre el sacramento y la gracia de la
Reconciliación.
3. Debe reafirmarse el carácter ordinario
y obligatorio de la confesión individual de
los pecados en las formas “A” y “B” del
Sacramento.
4. Pero dada la excesiva población de nuestras
diócesis y la escasez del clero, algunas
veces será necesario recurrir a absoluciones
generales, siempre y cuando se tomen en
cuenta estos apartados:

I
POSIBILIDAD

a) La Absolución General debe darse a


penitentes concretos y no indefinidamente a
todos los fieles asistentes a una determinada
reunión cristiana. No todos los fieles que
acuden al confesionario pueden considerarse
concretamente penitentes.
b) No debe darse indiscriminadamente, sino
que debe aclararse lo de pecados reservados
y censuras.
c) Para juzgar la licitud de cada celebración.
examínese si se dan las condiciones de
escasez de sacerdotes y necesidad pastoral de
dar este tipo de absolución.

II
CONDICIONES
A

Para que un sacerdote pueda impartir una


absolución general, debe:

a) Conocer la doctrina y los medios litúr-


gico-pastorales de la Reconciliación.
b) Haber llevado a los fieles al arrepenti-
miento de modo apto.
c) Haber puesto la diligencia necesaria
para confesar oportunamente a esos
fieles.
d) Estar física y/o moralmente imposibi-
litado para escuchar debidamente cada
penitente en un tiempo razonable.
e) No haber un número suficiente de con-
fesores.
f) Haber impartido la debida catequesis.
g) Recurrir al ordinario, o estar dispues-
to a hacerlo a la primera oportunidad
posible.
h) Acatar la disciplina diocesana.

Para que un fiel pueda recibir una absolución


general:

a) Sólo si verdaderamente arrepentido


busca convertirse a Dios, enmendar su
vida, y reparar el escándalo y daño cau-
sado por sus pecados. Debe manifestar
con un signo externo la disposición in-
terior y el deseo de ser absuelto.
b) Si después de buscar diligentemente
la oportunidad de confesarse indivi-
dualmente, no encuentra un sacerdote
que pueda escuchar debidamente su
confesión, y sin culpa propia se vería
privado del Sacramento por un tiempo
razonable.
c) Si tiene el propósito de confesar indi-
vidualmente sus pecados, antes de otra
absolución comunitaria, o antes del
término de un año, a no ser que se lo
impida una causa justa.

III
AMBIENTACIÓN REQUERIDA
PARA LA ABSOLUCIÓN GENERAL,
SIN CONFESIÓN INDIVIDUAL

Remota: Que los fieles estén pedagógica-


mente iniciados acerca del Sacramento de la
Reconciliación.

Próxima: Tener en cuenta las condiciones


adecuadas para una celebración digna del Sa-
cramento (lugar adecuado, ambiente decoro-
so, recogimiento, etc.).

— Debe ser fuera del acto penitencial de


la Celebración Eucarística.
— Dentro de una celebración peniten-
cial, siguiendo el rito propio de la
misma.
IV

RlTO PARA LA RECONCILIACIÓN


DE MUCHOS PENITENTES
MEDIANTE CONFESIÓN Y
ABSOLUCIÓN GENERAL

Cuando se dan todas las condiciones previstas


por el Derecho, y de acuerdo con las normas
dadas por el Ordinario, todo se realiza como
en el Rito anterior, esquema II hasta el N.º 5.

Monición

Después de la homilía o durante ella, se avisa


a los fieles que quieran recibir la absolución,
que se preparen convenientemente; es decir,
que cada uno se arrepienta de sus pecados,
que se proponga evitarlos, que haga el pro-
pósito de reparar el daño o escándalo quizá
provocado y que se proponga confesar, a su
debido tiempo, cada uno de sus pecados gra-
ves (lo cual no puede hacer en ese momento).
Impóngase, además, a todos los penitentes,
una obra de penitencia que todos deben cum-
plir, a la cual, si lo desea, cada uno puede aña-
dir algo.

Confesión general

Después, el diácono u otro ministro o el


mismo sacerdote, invita a los fieles que deseen
recibir la absolución, a que lo manifiesten con
alguna señal exterior. Por ejemplo:

Las personas que quieran recibir la absolución


sacramental, tengan la bondad de arrodillarse
y de rezar el Yo Confieso.

Puede luego hacerse una oración litánica, como


en el N.º 8, o entonarse un canto apropiado.
Se termina siempre con el Padre Nuestro,
diciendo éstas o semejantes palabras:

Pidamos a Dios, nuestro Padre, que nos


perdone nuestros pecados y nos libre de todo
mal, repitiendo la oración que su Hijo nos
enseñó.

Todos juntos dicen: Padre nuestro...

Absolución general

Entonces el sacerdote extiende las manos


hacia los penitentes, y dice:

Dios, Padre misericordioso, que reconcilió


al mundo consigo por la muerte y la
resurrección de su Hijo, y envió al Espíritu
Santo para el perdón de los pecados, os
conceda, por el ministerio de la Iglesia, el
perdón y la paz.
Y YO OS ABSUELVO DE VUESTROS
PECADOS EN EL NOMBRE DEL
PADRE, † Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU
SANTO. AMÉN.

Las oraciones que preceden a la absolución


se pueden cambiar por otras del Ritual.

Cántico de alabanza

El sacerdote invita a dar gracias (N.º 10).


Omitida la oración final, (N.º 11) bendice al
pueblo (N.º 12).

Quien recibe la absolución con este rito,


queda obligado a confesar auricularmente
los pecados mortales lo antes posible.
I

ALGUNAS NORMAS PARA AYUDAR


A LOS NIÑOS EN SU
PRIMERA CONFESIÓN

Cuando un hijo se porta mal, a nadie le extraña


que el padre y la madre le perdonen cuando
ese hijo se arrepiente, y le sigan amando a
pesar de sus debilidades.

El perdón concedido, el beso que un padre


o una madre de a su hijo es algo estupendo;
todo hombre, y mucho más el niño, tiene
necesidad de sentirse amado para vivir, de
sentirse acogido tal cual él es; el perdón hace
la vida posible y el sentirse amado permite
recomenzar, sin cesar, el esfuerzo diario de
superación.

El perdón del padre o de la madre es signo


del perdón de Dios. Esta experiencia vivida
en familia será base para comprender el
perdón del Señor. Cuando el niño piensa en
sus faltas, siente necesidad de ser perdonado;
los padres deben expresar este perdón para
que el niño sienta la experiencia de la palabra
que, después de perdonar, da confianza y le
pone de nuevo en la ruta de superarse.

La Penitencia es el sacramento de la alegría,


no de la angustia. Hay qua procurar que al
niño le quede un recuerdo agradable del día de
su primera confesión. Si se acerca a confesar
con miedo, le quedará para siempre un mal
recuerdo. Si se le trata con rigor o se le exige
que sepa “bien” todo, tal vez no se resuelva a
hacer bien su confesión, ni a volver a confiar
en el sacerdote.

Lo más importante es hablarle de la miseri-


cordia de Dios para con los pecadores, que el
Señor perdona al que se arrepiente y le da un
corazón nuevo.

También importa mucho que la fecha de la


Primera Confesión no quede tan próxima a la
Primera Comunión, para que:

• Los preparativos de la “fiesta” no distraigan


la atención del niño.
• La Confesión no sea como un mero requisito
inmediato.
• Aprenda el niño a vivir en gracia y
mantenerse en amistad con Dios.
• El sacerdote no esté agobiado por los
festejos inminentes.

Se impone celebrar la Reconciliación usando


la segunda forma, para que:

• El sacerdote dedique la debida atención y


tiempo a los niños.
• Vivan familiar y comunitariamente el gozo
del perdón.
• Esa confesión los ayude a descubrir el
sentido social del pecado.

Conviene recordar que no se trata de hacerles


aprender una lista de pecados que tienen que
decir, asustados, ante el sacerdote, sin olvidar
ninguno (“¿qué más? Di pronto”); basta
ayudar a que los niños se pregunten:

• Si ha amado a Dios y se preocupa por darle


gusto, reza todos los días, piensa en el Señor,
o no se acuerda de Dios, falta a Misa y no
reza nunca.
• Si ama de verdad a los demás: padres, maes-
tros, personas mayores, compañeros, etc.
• Si se ha portado con su cuerpo y con su
espíritu corno un hijo de Dios.

Es más importante ayudar a que el niño


descubra en su vida:

• Si ha utilizado mal su lengua, ofendiendo a


otros o mintiendo.
• Si ha utilizado mal sus manos, pegando,
quitando cosas.
• Si ha utilizado mal sus ojos, mirando con
envidia a otros, o mal.
• Si ha utilizado mal sus oídos, no queriendo
escuchar a sus padres o mayores.
• Si ha utilizado mal su corazón, no amando a
los demás como él se ama.

II

CÓMO AYUDARLES A TENER


CONTRICIÓN
DE SUS PECADOS

Procuremos que el niño vea el dolor de Jesús


en la cruz. Jesús ve desde la cruz al niño que
dijo “no” a Dios y que no ama a los demás.
Entonces se ayuda a que el niño sienta pena
de haber dicho “no” a Dios, que es tan bueno;
de haber entristecido el corazón de Cristo,
traspasado por nuestros pecados.

Es importante que aprendan de memoria al-


guna fórmula, como: “Señor mío, Jesucristo”,
etc. Pero la preocupación le puede distraer en
vez de ayudarle en ese momento. Basta con
que diga de corazón: “Perdón, Señor, tengo
pena de haberte disgustado”. El uso le irá en-
señando tanto a rezar, como principalmente
a orar.

Para su confesión puede sugerirse el siguiente:

Dios mío, me arrepiento de todo corazón de


haberte ofendido, porque eres infinitamente
bueno. Dame tu santa gracia para no ofenderte
más. Amén.
O bien este, tomado de Venid y Comed:

Jesucristo, mi Dios y Salvador: yo me arre-


piento de corazón de todos los pecados que he
cometido, porque con ellos ofendí a un Dios
tan bueno. Propongo firmemente no volver a
pecar. Confío en que me perdonarás mis cul-
pas y me llevarás a la vida eterna, porque eres
bueno. Amén.
IV

RITO BREVE PARA EMERGENCIA

En peligro de muerte, basta que el sacerdote


diga la fórmula sacramental:

YO OS ABSUELVO DE VUESTROS PE-


CADOS EN EL NOMBRE DEL PADRE, †
Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO.
Todos responden: AMÉN.

ABSOLUCIÓN DE CENSURAS

Cuando se trata de pecados reservados, ya


sea por razón de sí mismos, ya por razón
de las censuras que los afectan, no hay que
modificar la fórmula de absolución. Basta
que el confesor tenga intención de absolver
también de dichos pecados al penitente bien
dispuesto. Pero permanece la obligación de
recurrir a la autoridad competente, según las
normas del derecho vigente, mientras no se
establezca lo contrario.

Puede también el confesor absolver de las


censuras antes que absuelva de los pecados,
con esta fórmula:

POR EL PODER QUE SE ME HA


CONCEDIDO, YO TE ABSUELVO
DE LA EXCOMUNIÓN (O DE LA
SUSPENSIÓN O DEL ENTREDICHO),
EN EL NOMBRE DEL PADRE, † Y DEL
HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO.

El penitente responde:

R. Amén.

VI

DISPENSA DE IRREGULARIDADES

Si el penitente ha contraído alguna irregula-


ridad, el sacerdote, según el derecho, cuando
dispensa de ella, ya sea en confesión después
de darle la absolución, ya sea fuera del Sacra-
mento de la Penitencia, dice:

POR EL PODER QUE SE ME HA


CONCEDIDO, YO TE DISPENSO
DE LA IRREGULARIDAD EN QUE
INCURRISTE, EN EL NOMBRE DEL
PADRE, † Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU
SANTO.

El penitente responde:

R. Amén.
SACRAMENTO DE LA EUCARISTÍA
O COMUNIÓN

RITO BREVE PARA DISTRIBUIR


LA SAGRADA COMUNIÓN
FUERA DE LA MISA

Esta ceremonia se usa cuando las circunstan-


cias aconsejan una celebración breve, sobre
todo cuando solamente hay uno o dos co-
mulgantes y, por consiguiente, no se puede
realizar una verdadera celebración de la co-
munidad.

Ritos iniciales

Habiendo dispuesto todo, el ministro dice:

En el Nombre del Padre...

Saluda a los que van a comulgar, los invita a


realizar el acto penitencial y lo concluye en la
forma acostumbrada:

Dios todopoderoso...

Lectura abreviada de la Palabra de Dios

Uno de los participantes o el mismo ministro


lee un breve texto de la Sagrada Escritura en
que se hable del pan de vida:
Jn 6, 54-55
El que como mi carne y bebe mi sangre, tiene
vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre
verdadera bebida.

O bien:
Jn 14, 6
Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie
llega al Padre, si no es por mí.

O bien:
Jn 15, 4
Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el
sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si
no permanece en la vid, así tampoco vosotros
si no permanecéis en mí.

O bien:
1Cor 11. 26
Cada vez que coméis de este pan y bebéis de
este Cáliz, proclamáis la muerte del Señor,
hasta que vuelva.

Se deja un breve momento para la reflexión.

Sagrada Comunión

El ministro hace genuflexión, toma del


Sagrario el copón con el Cuerpo de Cristo
y lo deposita sobre el corporal. Inicia luego
la recitación del Padre Nuestro con éstas o
semejantes palabras:
Fieles a la recomendación del Salvador y
siguiendo su divina enseñanza, nos atrevemos
a decir: Padre nuestro...

Terminada la oración, el ministro hace


genuflexión, toma la hostia y, sosteniéndola
un poco elevada, dice:

Éste es el Cordero de Dios, que quita el


pecado del mundo. Dichosos los invitados a
la cena del Señor.

Y los comulgantes dicen una sola vez:

Señor, yo no soy digno de que entres en


mi casa, pero una palabra tuya bastará para
sanarme.

Si el ministro va a comulgar, dice en secreto:

Que el Cuerpo de Cristo me guarde para la


vida eterna.

Y come reverentemente el Cuerpo del Señor.

Después toma el copón, se acerca a los que


van a comulgar, presenta a cada uno de ellos
la hostia, elevándola un poco, y dice:

EL CUERPO DE CRISTO.

El que va a comulgar responde:


R. Amén.

Y recibe la hostia.

Terminada la distribución de la Comunión, el


ministro recoge en el copón los fragmentos
que pudiese haber en la patena y, si lo juzga
oportuno, también se lava los dedos. Si
quedaron hostias, guarda el sacramento en el
tabernáculo y hace genuflexión.

Si lo cree oportuno, puede sugerir un momen-


to de silencio, o puede entonar un salmo o
cántico de alabanza.

Enseguida, el ministro dice la oración con-


clusiva:

OREMOS

Señor nuestro, Jesucristo, que en este sacra-


mento admirable nos dejaste el memorial de
tu pasión, concédenos venerar de tal modo
los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu
Sangre, que experimentemos constantemente
en nosotros el fruto de tu redención. Tú que
vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Rito de despedida

Luego el ministro, si es sacerdote o diácono,


vuelto hacia los que comulgaron, extiende las
manos y dice:

— El Señor esté con vosotros.


R. Y con tu espíritu.
— La bendición de Dios todopoderoso,
Padre, Hijo, † y Espíritu Santo,
descienda sobre vosotros.
R. Amén.

Pero si el ministro no es sacerdote ni diácono,


invocando la bendición de Dios y signándose
él mismo, dice:

— Que el Señor nos bendiga † nos


guarde de todo mal y nos lleve a la
vida eterna.
R. Amén.
— Vayamos en paz.
R. Demos gracias a Dios.

Luego, hecha la debida reverencia, el ministro


se retira.

II

RITO ORDINARIO DE LA COMUNIÓN


PARA LOS ENFERMOS

ADVERTENCIA

El tiempo de ayuno eucarístico se reduce a un


cuarto de hora en favor de:
a) enfermos, aun cuando no guarden
cama;
b) ancianos;
c) personas que los cuidan o familiares
de ellos que desean recibir la Comu-
nión juntos, si no pueden guardar el de
una hora. Cf. Immens. Carit, N.º 3.

Ritos iniciales

Saludo

El ministro, una vez que ha llegado a a


habitación donde se halle el enfermo, saluda
cortésmente, valiéndose, si le parece, de la
fórmula:

La paz del Señor reine en esta casa y en todos


los que en ella habitan.

Todos responden:
R. Amén o Y con tu espíritu.

Depositado el Sacramento sobre la mesa,


preparada para ello, lo adora junto con los
presentes.

Enseguida, rocía con agua bendita al enfermo


diciendo esta fórmula:

Que esta agua nos recuerde el Bautismo que


recibimos y renueve nuestra fe en Cristo, que
con su muerte y resurrección nos redimió.
Acto penitencial

Si es necesario, escucha la confesión del


enfermo. Si no, el ministro invita al enfermo
y a los demás circunstantes a realizar el acto
penitencial:

Hermanos, para disponernos a participar en


esta celebración, comencemos por reconocer
nuestros pecados.

Se hace una breve pausa de silencio. Luego se


dice alguna forma del Acto Penitencial, p. ej.:
“Yo confieso ante Dios todopoderoso…”.

El ministro concluye:

El Señor todopoderoso tenga misericordia


de nosotros, perdone nuestros pecados y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.

La Confesión o el acto penitencial, en peligro


de muerte, el sacerdote puede concluirla con
la Bendición Papal:

EN NOMBRE DE NUESTRO SANTO


PADRE, EL PAPA N., TE CONCEDO
LA INDULGENCIA PLENARIA Y EL
PERDÓN DE TODOS TUS PECADOS.
EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL
HIJO, † Y DEL ESPÍRITU SANTO.
R. AMÉN.
A continuación, si se ve conveniente, uno de
los presentes o el ministro, lee alguna frase
de la Sagrada Escritura y se termina con una
reflexión: Jn 6, 35-40; 14, 1-5; 14, 23-31;
15, 4-7.

Jn 6, 54-56
El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene
vida eterna, y yo lo resucitaré el último día.
Porque mi carne es verdadera comida y mi
sangre es verdadera bebida.

O bien:
1Cor 11, 26
Cada vez que coméis de este pan y bebéis de
este cáliz, proclamáis la muerte del Señor,
hasta que vuelva.

____________________________________
_________________

UNCIÓN Y VIÁTICO

Si se trata del viático, es conveniente que el


enfermo renueve su profesión de fe bautismal,
como está en la p. 215, y terminar con la
oración universal.

Si además va a darle la Unción de los Enfer-


mos, primero le impone las manos, como está
en la p. 194, hasta la Unción inclusive. Véase
el rito continuo, p. 212.
------------------------------------------------------
---------------------------------
SAGRADA COMUNIÓN

El ministro inicia la recitación del Padre


Nuestro:

Ahora, todos unidos, imploremos a Dios con


la oración que nuestro Señor Jesucristo nos
enseñó:

Y todos juntos prosiguen:


Padre nuestro…

Entonces el ministro muestra al Santísimo


Sacramento, diciendo:

Éste es el Cordero de Dios, que quita el


pecado del mundo. Dichosos los invitados a
la cena del Señor.

El enfermo y los demás que vayan a comulgar


dicen una sola vez:

Señor, yo no soy digno de que entres en


mi casa, pero una palabra tuya bastará para
sanarme.

La Eucaristía se puede administrar bajo la


especie de vino solamente a los que no puedan
recibirla bajo la especie de pan.
El ministro se acerca al enfermo y le muestra
el Sacramento diciendo:

EL CUERPO DE CRISTO o
LA SANGRE DE CRISTO

Si es por viático, el ministro añade:

QUE EL MISMO SEÑOR NUESTRO,


JESUCRISTO, TE GUARDE Y TE
LLEVE A LA VIDA ETERNA.

El enfermo responde:
AMÉN.

Y comulga.

Los demás circunstantes que van a comulgar,
reciben el sacramento en la forma acostum-
brada.
Terminada la distribución de la Comunión,
el ministro hace la purificación. Luego, si se
cree oportuno, puede guardarse un momento
de silencio.
A continuación, el ministro dice la oración
conclusiva.

OREMOS

Señor, Padre santo, omnipotente y eterno


Dios, te suplicamos confiadamente que el
sagrado Cuerpo (la Sangre preciosa) de
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, sea para
nuestro hermano que lo acaba de recibir, un
remedio sempiterno para el cuerpo y para el
alma. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Puede utilizar también una de las siguientes


oraciones:

Infúndenos, Señor, el espíritu de tu amor para


que, alimentados todos con el mismo pan del
cielo, permanezcamos unidos en el mismo
amor. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

O bien:

Señor, que la participación en este banquete


celestial nos santifique, de modo que, por la
recepción del Cuerpo y Sangre de Cristo, se
estreche entre nosotros la unión fraterna. Por
Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

O bien:

Te damos gracias, Señor, por habernos


alimentado con el Cuerpo (y la Sangre)
de tu Hijo y te rogamos que la fuerza del
Espíritu Santo, que nos has comunicado en
este sacramento, permanezca en nosotros
y transforme toda nuestra vida. Por Cristo,
nuestro Señor.
R. Amén.
Rito de despedida

Enseguida, el sacerdote bendice al enfermo y


a los presentes haciendo sobre ellos la señal
de la cruz con el relicario, si es que quedó
alguna partícula del Sacramento, o bien,
usando la fórmula:

La bendición de Dios todopoderoso, Padre,


Hijo † y Espíritu Santo, descienda sobre
vosotros.
R. Amén.

Pero si el ministro no es sacerdote ni diácono,


invocando la bendición de Dios y signándose,
dice:

Que el Señor nos bendiga, nos libre de todo


mal y nos lleve a la vida eterna.
R. Amén.

III

RITO ABREVIADO DE LA COMUNIÓN


DE LOS ENFERMOS

Este rito se usa cuando hay que dar la Comu-


nión a varios enfermos en varias habitacio-
nes distintas de un mismo edificio. Si parece
oportuno, se pueden añadir otros elementos
tomados del rito ordinario.
La ceremonia puede iniciarse en la primera
habitación, con la siguiente antífona que dice
el ministro.

Este es el sagrado banquete, en que Cristo se


nos da como alimento, se renueva la memoria
de su pasión, el alma se llena de gracia y se
nos da una prenda de la futura gloria.

Luego el ministro, acompañado por una


persona que lleve una vela, se dirige hacia los
enfermos y dice una sola vez a todos los que
se encuentran en una misma habitación (o a
cada uno en particular):

Este es el Cordero de Dios, que quita el


pecado del mundo. Dichosos los invitados a
la cena del Señor.

Quienes van a comulgar dicen una sola vez:

Señor, yo no soy digno de que entres en


mi casa, pero una palabra tuya bastará para
sanarme.

Y reciben la Comunión en la forma acostum-


brada.

La ceremonia concluye con la oración final,


que puede decirse en el templo o capilla, o
bien en la última habitación visitada.
OREMOS

Señor, Padre Santo, omnipotente y eterno


Dios, te suplicamos confiadamente que el
sagrado Cuerpo (la Sangre preciosa) de
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, sea para
nuestros hermanos que lo acaban de recibir,
un remedio sempiterno para el cuerpo y para
el alma. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Se suprime el Rito de la Bendición Final.

Textos bíblicos para lectura y meditación

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene


vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es


verdadera bebida.
Jn 6, 54-55

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene


vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Yo soy el pan vivo bajado del cielo; el que


coma de este pan vivirá eternamente; y el
pan que yo daré es mi carne para la vida del
mundo.
Jn 6, 54. 58
I

PRIMERA COMUNIÓN

En la pastoral de la Primera Comunión,


ocupa un lugar importante la renovación de
las Promesas del Bautismo. Puede hacerse al
terminar la homilía, partiendo de un diálogo
con los papás y padrinos; sería ideal que los
padrinos fueran los mismos papás de los
niños, o en todo caso los mismos padrinos
del Bautismo. Se aconseja tener este diálogo
junto a la fuente bautismal, delante de los
niños, frente al Cirio Pascual encendido.

Un padre de familia:

Se dirige a todos los presentes, con estas o


semejantes palabras:

Hermanos:

Cuando Dios nos concedió estos hijos, nuestra


primera preocupación fue que recibieran el
Santo Bautismo para que el Señor les diera la
gracia de llamarse hijos Suyos.

Nosotros nos sentimos muy felices por ello


y prometimos impulsarlos, suave y amorosa-
mente, al cumplimiento de sus obligaciones,
darles siempre buen ejemplo y orar frecuen-
temente por ellos y con ellos, para que perma-
necieran siempre fieles, como hijos de Dios y
miembros de esta comunidad cristiana.

De nuestra parte podemos afirmar que ellos se


han interesado por conocer a Dios, y quieren
aprender a amarlo como Él se merece, y amar
a sus prójimos como Él nos lo pide.

Después de una larga y cuidadosa prepara-


ción, ellos también desean que usted, Padre,
los reciba en el nombre del Señor, como hi-
jos de Dios, para que puedan recibir ahora
la Sagrada Comunión en el Banquete Euca-
rístico.

Luego, dirigiéndose al sacerdote, dice:

A nombre de los padres de familia de estos


niños pido a usted, Padre, que admita a estos
nuestros hijos a recibir, por primera vez, la
Comunión.

El sacerdote responde:

En nombre de la Iglesia acepto con gran


placer esta petición de ustedes, queridos
padres de familia, y juntos pediremos para
que el Señor les conceda la gracia de ser fieles
a esta promesa que juntos han hecho, para su
mayor gloria, para el bien de esta comunidad
de cristianos y la santificación personal de
cada uno de ustedes y de sus propios hijos.
Luego dice a los niños:

Ahora, mis queridos niños, quiero invitarlos a


que piensen un momento en aquel día grande
de su vida, el día de su Bautismo, cuando
entraron por primera vez a la Iglesia para
formar parte de la familia de Jesús: porque
ese día Dios les dio su vida divina y los hizo
sus hijos.

Luego de que ustedes nacieron, sus papás y


padrinos los trajeron aquí para que recibie-
ran el santo Bautismo. Y como ustedes to-
davía no podían hablar, ellos le prometieron
solemnemente a Dios que ustedes se aleja-
rían del pecado y le serían fieles y obedientes
hasta la muerte. Como ahora ya son ustedes
conscientes de esta vocación cristiana, van a
renovar esas promesas ustedes mismos.

Porque ese día sus padrinos recibieron una


vela encendida para ustedes, por eso ellos,
en este momento, se las van a entregar
encendida.

Cuando todos tienen ya su vela encendida, la


levantan y dicen:

¡Cristo, luz del mundo, ilumínanos!


RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS
BAUTISMALES

Ahora van a responder:

V. ¿Renuncian a las seducciones del demonio


y del pecado?
R. Sí, renunciamos.
V. ¿Renuncian al espíritu del mundo, que
Cristo condenó?
R. Sí, renunciamos.
V. ¿Renuncian a hacer las obras que ofenden
a Dios, porque son malas?
R. Sí, renunciamos.
V. ¿Creen que en Dios hay tres personas
distintas y un solo Dios verdadero?
R. Sí, creemos.
V. ¿Creen en Dios Padre, Todopoderoso,
creador del cielo y de la tierra?
R. Sí, creemos.
V. ¿Creen en Jesucristo, el Hijo de Dios que
nació de la Virgen María y se hizo hombre
para redimirnos y salvarnos?
R. Sí, creemos.
V. ¿Creen en el Espíritu Santo, en la santa
Iglesia Católica, en la comunión de los santos,
en el perdón de los pecados, en la resurrección
de los muertos y en la vida eterna?
R. Sí, creemos.

El sacerdote aprueba, diciendo:

Esta fe que ustedes acaban de profesar es la


fe que también nosotros profesamos y que
profesa toda la Iglesia.

Y todos los fieles presentes dicen:

Amén.

Si lo cree oportuno, añade:

Por eso vamos a cantar: “Un solo Señor, una


sola fe, un solo Bautismo, un solo Dios y
Padre”.

u otro canto apropiado.

Sigue luego la Oración Universal o de los fie-


les, elaborada a partir de la situación concreta
de personas, lugar y tiempo.
ORACIONES PARA DAR LA
BENDICIÓN
CON EL SANTÍSIMO SACRAMENTO

Para impartir la bendición con la custodia,


el sacerdote o el diácono se pondrá la capa
pluvial y usará paño de hombros blanco. Al
final de la adoración, el sacerdote o el diácono
entona un cántico eucarístico. Arrodillado
inciensa al Santísimo y luego, de pie, canta.

V. Les diste el pan, bajado del cielo (T. P.


Aleluya).
R. Que contiene en sí todo lo deleite (T. P.
Aleluya).

DURANTE EL AÑO:

OREMOS
Señor nuestro, Jesucristo, que en este sacra-
mento admirable nos dejaste el memorial de
tu pasión, concédenos venerar de tal modo
los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu
Sangre, que experimentemos constantemente
en nosotros el fruto de tu redención. Tú que
vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

O bien:
OREMOS
Señor Dios, que para gloria tuya y salvación
nuestra constituiste a Cristo Sumo y Eterno
Sacerdote, concede al pueblo redimido con
su sangre obtener, por la participación en este
memorial, los frutos de la muerte y resurrec-
ción de tu Hijo. Que vive y reina por los si-
glos de los siglos.
Amén.

O bien:
OREMOS
Concédenos, Señor y Dios nuestro, a los que
creemos y proclamamos que Jesucristo nació
por nosotros de la Virgen María, murió por no-
sotros en la cruz y está presente en este sacra-
mento, beber en esta divina fuente el don de la
salvación eterna. Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.

O bien:
OREMOS
Señor, que en tu Hijo Jesucristo nos diste
el verdadero pan que descendió del cielo,
fortalécenos con este alimento de vida eterna
para que nunca nos apartemos de ti y podamos
resucitar para la gloria en el último día. Por
Cristo, nuestro Señor.
Amén.

O bien:
OREMOS

Ilumínanos, Señor, con la luz de la fe y


enciende nuestros corazones con el fuego del
amor, para que aceptemos que Cristo, nuestro
Dios y Señor, está realmente presente en este
sacramento y lo adoremos verdaderamente,
con amor y con fe. Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.

O bien:
OREMOS
Señor, que este Sacramento, por medio del
cual te dignas renovarnos, nos llene de tu
amor y nos ayude a llegar algún día a la gloria
de tu Reino. Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.

DEL TIEMPO PASCUAL:

OREMOS
Concédenos, Señor, celebrar dignamente al
Cordero Pascual, muerto por nosotros en la
cruz y oculto en este sacramento, para que,
terminada nuestra peregrinación en la tierra,
podamos contemplarlo Cara a cara en la
gloria del cielo. Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.

O bien:
OREMOS
Dios nuestro, que llevaste a cabo la obra de la
redención humana por el misterio pascual de
tu Hijo, concédenos que, al anunciar llenos
de fe por medio de los signos sacramentales,
su muerte y resurrección, recibamos cada
vez con mayor abundancia los frutos de la
salvación. Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.
O bien:
OREMOS
Dios de poder y de bondad, que por medio
de la muerte y resurrección de Jesucristo nos
redimiste a todos, prosigue en nosotros la obra
de tu amor, a fin de que el recuerdo constante
del misterio de nuestra salvación nos impulse
a conseguir plenamente sus frutos. Por Cristo,
nuestro Señor.
Amén.

O bien:
OREMOS
A quienes creemos y confesamos que en
este sacramento está realmente presente
Jesucristo, quien por redimirnos nació de
la Virgen María, padeció muerte de cruz y
resucitó de entre los muertos, concédenos,
Señor, obtener de Él nuestra salvación eterna.
Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.

Después de la Bendición se dicen:

ALABANZAS AL SANTÍSIMO
SACRAMENTO

Bendito sea Dios,


Bendito sea su Santo nombre.
Bendito sea Jesucristo, verdadero Dios y ver-
dadero hombre.
Bendito sea el nombre de Jesús.
Bendito sea su sacratísimo Corazón.
Bendita sea su preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento
del altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la gran Madre de Dios,
María Santísima.
Bendita sea su santa
e inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María,
Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus ángeles
y en sus santos.

Mientras se reserva el Sacramento en el sa-


grario, el pueblo puede decir alguna aclama-
ción, o entonar otro cántico de alabanza, p.
ej.: Bendito, bendito…

PARA EL CANTO DE LA SALVE

El sacerdote, revestido con capa pluvial,


teniendo un cirio encendido en la mano,
entona la Salve. Mientras se canta o se recita,
el sacerdote inciensa la imagen y el altar. Al
terminar, se añade:

EN LATÍN:

V. Ora pro nobis, sancta Dei Génitrix.


R. Ut digni efficiámur promissionibus
Christi.
OREMUS

Concede nos fámulos tuos, quaesumus.


Dómine Deus, perpetua mentis et córporis
sanitate gaudere: et gloriosa beatae Maríae
semper Vírginis intercessione a praesenti
liberari tristitia et aeterna pérfrui laetítia. Per
Christum Dóminum nostrum. Amen.

Ecce fidelis, servus et prudens, quem constítuit


Dóminus super familiam suam.

V. Gloria et divítiae in dómo éius.


R. Et iustítia éius manet in saéculum saéculi.

OREMUS

Sanctíssimae Genitrícis tuae Spónsi,


quaésumus Dómine, méritis adjuvémur: ut
quod possibílitas nostra non óbtinet, ejus
nobis intercessióne donétur. Qui vivis et
regnas in saécula saeculorum. Amen.

Divinum auxilium † maneat semper nobiscum.

EN CASTELLANO:

V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.


R. Para que podamos alcanzar las promesas
de nuestro señor Jesucristo.
OREMOS

Señor, concede a tus hijos gozar siempre


de completa salud de alma y cuerpo; y por
la intercesión de la gloriosa siempre Virgen
María, líbranos de las tristezas de esta vida y
concédenos disfrutar de las alegrías eternas.
Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Este es el siervo fiel y prudente, a quien


encargó el Señor que cuidara de su familia.

V. Gloria y honor habrá en su casa.


R. Y su justicia permanece por los siglos.

OREMOS

Te rogamos, Señor, que nos ayuden los


méritos del esposo de tu santísima Madre,
para que alcancemos por su intercesión lo
que no podemos por nuestras fuerzas. Tú que
vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

V. Que el auxilio divino † permanezca siempre


con nosotros. Amén.
SACRAMENTO DE LA SANTA
UNCIÓN

I
UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

RITO ORDINARIO

PREPARACIÓN DE LA CELEBRACIÓN

El sacerdote infórmese primero acerca del


estado de salud del enfermo para: organizar
la ceremonia, elegir la lectura bíblica y las
oraciones, explicando la significación del
Sacramento.

Si el enfermo se confiesa dentro de la cere-


monia, que sea al principio del rito. Cuando
la Confesión no tenga lugar durante la cere-
monia, hágase el acto penitencial en el mo-
mento indicado.

RITOS INICIALES

El sacerdote saluda cortésmente al enfermo y


a los demás presentes:

La paz de Dios reine en esta casa y en todos


los que en ella habitan.

Enseguida rocía con agua bendita al enfermo


y la habitación diciendo esta fórmula:
Que esta agua nos recuerde el Bautismo que
recibimos y renueve nuestra fe en Cristo, que
con su muerte y resurrección nos redimió.

Se dirige a los presentes, con estas o parecidas


palabras:

Hermanos: nuestro Señor Jesucristo, que


tanto padeció por los hombres y a quien se
acercaban los enfermos para implorar la salud,
está aquí presente en medio de nosotros, que
nos hallamos reunidos en su nombre. Nos
dice el apóstol Santiago: “¿Está enfermo
alguno de vosotros? Llame a los presbíteros
de la Iglesia, para que oren por él y lo unjan
con óleo en el nombre del Señor. La oración
de la fe salvará al enfermo, el Señor hará que
se restablezca, y los pecados que hubiese
cometido, le serán perdonados”.

Encomendemos, por tanto, a nuestro hermano


enfermo a la gracia y poder de Cristo, para
que Él lo conforte y le conceda la salvación.

ACTO PENITENCIAL

Si el enfermo necesita confesarse, atiéndase en


este momento. Si no necesita, dígase entonces
el acto penitencial, que iniciará el sacerdote:

Hermanos: Para disponernos a participar en


esta celebración, reconozcamos nuestros pe-
cados.
Después de un breve momento de silencio,
dirige el acto penitencial; el sacerdote con-
cluye siempre:

El Señor todopoderoso tenga misericordia


de nosotros, perdone nuestros pecados y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.

La Confesión o el acto penitencial, en peligro


de muerte, el sacerdote puede concluirla con
la Bendición Papal:

EN NOMBRE DE NUESTRO SANTO


PADRE, EL PAPA N., TE CONCEDO
LA INDULGENCIA PLENARIA Y EL
PERDÓN DE TODOS TUS PECADOS.
EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL
HIJO, † Y DEL ESPÍRITU SANTO.
R. AMÉN.

LITURGIA DE LA PALABRA

Luego, uno de los presentes, o el mismo


sacerdote, lee un breve pasaje de la Sagrada
Escritura, p. ej.:

Del Evangelio según San Mateo


8, 5-10.13

Al entrar Jesús en Cafarnaúm, se le acercó


un centurión y le dijo: “Señor, tengo en casa
un criado que está en cama paralítico y sufre
mucho”. Él le contestó: “Voy a curarlo”.
Pero el centurión le replicó: “Señor, yo no
soy digno de que entres en mi casa, con que
digas una sola palabra mi criado quedará
sano. Porque aun yo, que soy un simple
subordinado, tengo soldados a mis órdenes.
Y le digo a uno: ‘ve’, y va; al otro ‘ven’, y
viene; y a mi criado: ‘haz esto’, y lo hace”.
Al oír esto, se admiró Jesús y dijo a los que lo
seguían: “En verdad os digo que en ningún
israelita he hallado una fe tan grande”. Y
dijo al centurión: “Anda; que te suceda como
has creído”, y en aquella hora quedó curado
aquel siervo.

O bien, se puede escoger otra lectura


adecuada:

Mc 16, 15-18; Lc 4, 38-40; Jn 5, 1-9

LETANÍA

La letanía que sigue puede decirse ahora o


después de la Unción, o bien en ambos mo-
mentos. El sacerdote puede adaptar o abreviar
el texto, de acuerdo con las circunstancias.

Hermanos: con una oración llena de fe,


invoquemos humildemente al Señor, y
roguémosle por nuestro hermano N., que va a
recibir este Sacramento.
Muéstrale, Señor, tu misericordia y confórtalo
por medio de esta Santa Unción.

A cada invocación respondemos:


Te lo pedimos, Señor.

- Líbralo de todo mal.


- Alivia los sufrimientos de todos los
enfermos (de esta casa).
- Concede también tu gracia a todos
los que se consagran al servicio de
los enfermos.
- Libra a este enfermo de todo pecado
y de toda tentación.
- Concede vida y salud a este enfermo,
a quien vamos a imponer las manos
en tu nombre.

Entonces el sacerdote, sin decir nada, impone


las manos sobre la cabeza del enfermo.

LITURGIA DEL SACRAMENTO

BENDICIÓN DEL ÓLEO

Cuando el sacerdote tiene que bendecir el óleo


dentro de la ceremonia (debe usar siempre
aceite vegetal), lo hace de esta manera:

OREMOS

Dios nuestro, Padre de todo consuelo, que por


medio de tu Hijo quisiste curar las dolencias
de los enfermos, atiende benignamente la
oración de nuestra fe.

Envía desde el cielo a tu Santo Espíritu


Consolador y bendice † con tu poder este óleo,
que Tú nos has dado para fortalecer nuestros
cuerpos. Te rogamos que los enfermos ungidos
con él, experimenten tu protección en el
cuerpo y en el alma y se sientan aliviados en
su debilidad, en sus dolores y enfermedades.
Que se convierta, pues, para nosotros, en
óleo santo, bendecido por ti en el nombre de
nuestro Señor Jesucristo. Que vive y reina
contigo por los siglos de los siglos.
R. Amén.

Si se tiene a la mano óleo bendecido con ante-


rioridad, entonces solamente se dice la siguien-
te oración de acción de gracias sobre el óleo:

Bendito seas, Dios Padre omnipotente, porque


enviaste a tu Hijo al mundo, por nosotros y
por nuestra salvación.
R. Bendito seas, Señor.

Bendito seas, Dios Hijo Unigénito, que


haciéndote hombre por nosotros, quisiste
aliviar nuestras enfermedades.
R. Bendito seas, Señor.

Bendito seas, Dios Espíritu Santo Consolador,


que con tu ilimitado poder sanas la debilidad
de nuestro cuerpo.
R. Bendito seas, Señor.

Señor, concede alivio a los sufrimientos de


este hijo tuyo que en ti cree, y que va a ser
ungido con el óleo santo: confórtalo en su
enfermedad. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

UNCIÓN

Enseguida toma el sacerdote el santo óleo y


unge al enfermo en la frente y en las manos,
diciendo una sola vez:

POR ESTA SANTA UNCIÓN Y POR SU


BONDADOSA † MISERICORDIA TE
AYUDE EL SEÑOR CON LA GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO.
R. AMÉN.

PARA QUE, LIBRE DE TUS PECADOS,


TE CONCEDA LA SALVACIÓN † Y TE
CONFORTE EN TU ENFERMEDAD.
R. AMÉN.

Si es bajo condición, añade:


SI AÚN VIVES.

Después dice la siguiente oración:


Señor nuestro Jesucristo, que para redimirnos
y curar nuestras enfermedades quisiste hacerte
hombre como nosotros; mira con bondad a
este siervo tuyo, a quien hemos ungido en tu
nombre con el óleo santo, y que espera de ti la
salud del alma y del cuerpo. Reconfórtalo con
tu poder y consuélalo con tu ayuda, para que
recobre las fuerzas y se vea libre de todo mal,
y ya que lo has hecho participe de tu Pasión,
haz que descubra también el poder redentor
de sus propios padecimientos unidos a los
tuyos. Que vives y reinas por los siglos de
los siglos.

Otras oraciones opcionales, adaptadas a las


diferentes circunstancias del enfermo:

Para un anciano:

Mira, Señor, con bondad a este hijo tuyo,


agobiado por el peso de los años, que quiso
recibir la santa Unción para bien de su cuerpo
y de su alma; concédele que, confortado con
la plenitud de tu Espíritu, sea fuerte en su fe
y seguro en su esperanza, nos dé testimonio
de paciencia y muestre aquella alegría que es
fruto de tu amor. Por Cristo, nuestro Señor.

Para un agonizante:

Padre clementísimo, Tú que conoces hasta


dónde llega la buena voluntad del hombre;
que perdonas siempre los pecados y nunca
niegas el perdón al que te lo pide, muéstra-
te bondadoso con tu hijo N., que está agoni-
zando, para que, ungido con el óleo santo, y
ayudado con la oración de nuestra fe, se sien-
ta confortado en su alma y en su cuerpo, y
habiendo pedido el perdón de sus pecados,
sea santificado con el don de tu amor. Te lo
pedimos por Jesucristo, tu Hijo, que con su
victoria sobre la muerte nos abrió las puertas
del cielo, y vive y reina contigo por los siglos
de los siglos.

CONCLUSIÓN DEL RITO

El sacerdote hace la introducción al Padre


Nuestro, con éstas o parecidas palabras:
Ahora, todos juntos, imploremos a Dios con
la oración que nuestro Señor Jesucristo nos
enseñó:

Y todos juntos continúan:


Padre nuestro…

COMUNIÓN

Si el enfermo va a comulgar, después del


Padre Nuestro se le administra el Sacramento,
come se indica a continuación.

Este orden debe seguirse en la administración


de estos sacramentos por razón teológica,
aunque en la práctica sea necesario purificarse
bien los dedos, antes de dar la sagrada
Comunión.

Entonces el ministro muestra al Santísimo


Sacramento, diciendo:
Este es el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo. Dichosos los invitados a
la cena del Señor.

El enfermo y los demás que vayan a comulgar


dicen una sola vez:
Señor, yo no soy digno de que vengas a mí,
pero una palabra tuya bastará para sanarme.

El ministro se acerca al enfermo y le muestra


el Sacramento diciendo:

EL CUERPO DE CRISTO
(O LA SANGRE DE CRISTO).

Si es por viático, el ministro añade;

QUE EL MISMO SEÑOR NUESTRO,


JESUCRISTO, TE GUARDE Y TE LLE-
VE A LA VIDA ETERNA.

El enfermo responde:
AMÉN.
y comulga.

Los demás circunstantes que van a comul-


gar, reciben el Sacramento en la forma acos-
tumbrada.

Terminada la distribución de la Comunión,


el ministro hace la purificación. Luego, si se
cree oportuno, puede guardarse un momento
de silencio.
A continuación, el ministro dice la oración
conclusiva.

OREMOS

Señor, Padre santo, omnipotente y eterno


Dios, te suplicamos confiadamente que el
sagrado Cuerpo (la Sangre preciosa) de
nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, sea para
nuestro hermano que lo acaba de recibir, un
remedio sempiterno para el cuerpo y para el
alma. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

La ceremonia concluye con la bendición del


sacerdote:

V. Que Dios Padre te bendiga.


R. Amén.
V. Que el Hijo de Dios te conceda la salud.
R. Amén.
V. Que el Espíritu Santo te ilumine.
R. Amén.
V. Que proteja tu cuerpo y salve tu alma.
R. Amén.
V. Que encienda tu corazón y te conceda su paz.
R. Amén.
V. Y que a todos vosotros, aquí presentes, os
bendiga Dios todopoderoso, Padre, Hijo
† y Espíritu Santo.
R. Amén.
RITO CONTINUO DE
PENITENCIA — UNCIÓN — VIÁTICO

ADVERTENCIAS:

Para atender los casos excepcionales por


enfermedad repentina o por otras causas
en que hay peligro de muerte, se sigue el
“Rito continuo”. Tómese muy en cuenta lo
siguiente:

Si el enfermo quiere confesarse, óigasele


primeramente, si es posible en un momento
distinto, o si no es posible esto, al principio
del Rito.

Si el peligro es muy grave, únjase al enfermo


cuanto antes con una sola Unción, y désele
después el Viático, porque este orden lo exige
la naturaleza de cada sacramento.

Pero si se presenta peligro inminente de


muerte y no hay tiempo, désele al enfermo
primero la oportunidad de confesarse de todos
sus pecados, aunque sea en forma genérica;
adminístrele enseguida el Viático, pues los
fieles en peligro de muerte están obligados
a recibirlo, y después se le aplica la santa
Unción.

En cuanto sea posible, no se dé simultánea-


mente la Confirmación y la santa Unción para
no exponer a confundir un Sacramento con
otro. Pero si hay necesidad, la Confirmación
se dará antes de decir la bendición sobre el
óleo de los enfermos. Luego sigue el Rito de
la imposición de las manos para la santa Un-
ción.

RITOS INICIALES:

El sacerdote, al llegar a la habitación donde


está el enfermo, saluda cortésmente a todos
los presentes, si le parece con la fórmula:

La paz del Señor reine en esta casa y en todos


los que habitan en ella.

Los presentes responden: Amén; o: Y con tu


espíritu.

El sacerdote deposita el Sacramento en el


lugar preparado convenientemente y lo adora
junto con los presentes.

Enseguida hace la aspersión del agua sobre el


enfermo y los presentes, diciendo:

Que esta agua nos recuerde la de nuestro


Bautismo, ya que en él Cristo nos redimió del
pecado con su muerte y resurrección.

Enseguida procurará hablar con el enfermo


para enterarse de su situación y poder organi-
zar la celebración. Procurará inculcarle senti-
mientos de arrepentimiento y de confianza
en el amor misericordioso de Dios, nuestro
Padre. Puede hacerlo de la manera que crea
más conveniente, o decir las siguientes pala-
bras:

Hermanos, el Señor Jesús quiere estar presente


en todos los acontecimientos importantes de
nuestra vida y nos ofrece su gracia por medio
de los sacramentos: por el ministerio de los
sacerdotes perdona los pecados a quienes se
arrepienten, consuela a los enfermos con la
Santa Unción y los alimenta con el Viático de
su Cuerpo y de su Sangre para que esperen la
vida eterna los que desean su venida.

Ayudemos ahora con nuestra oración y


nuestra fe a este hermano a quien vamos a
administrar estos tres sacramentos que ha
solicitado.

LITURGIA DE LA PALABRA

Según las circunstancias, el sacerdote hace


referencia a algunos textos bíblicos:

Tengamos fe plena en el perdón de nuestros


pecados por Jesucristo, ya que en el Evangelio
de San Mateo nos dice:

Mt 6, 14-15

“Si perdonas sus culpas a los demás, también


mi Padre del cielo te perdonará. Pero si no
perdonas a los demás, tampoco mi Padre te
perdonará tus culpas”.

O bien:

Cristo mismo nos anuncia la Buena Nueva de


Dios.

Mt 1, 14-15

El tiempo se ha cumplido y el Reino de


Dios está cerca; conviértanse y crean en la
Buena Nueva, y añade el Señor: habrá más
alegría en el cielo por un solo pecador que se
convierta, que por noventa y nueve justos que
no necesitan conversión.

SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN

Si es necesario, el sacerdote recibe la


confesión del enfermo, la que en caso de
necesidad puede ser genérica.

Si el enfermo no necesita hacer confesión, o si


algunos de los presentes desean recibir tambi-
én la Comunión (puede repetirse, Cf. Immense
Caritat, N.º 1 y 7), el sacerdote exhorta a los
presentes a hacer el acto penitencial:

Hermanos, reconozcamos nuestros pecados


para poder participar dignamente en esta
celebración.
Después de una breve pausa, se dice alguno
de los actos penitenciales, y el sacerdote
terminará diciendo:

El Señor todopoderoso tenga misericordia


de nosotros, perdone nuestros pecados y nos
lleve a la vida eterna.
R. Amén.

También puede concluirse la Reconciliación


del enfermo o el acto penitencial con la
Bendición Apostólica, que otorga Indulgencia
Plenaria:

Con la facultad concedida por el Sumo


Pontífice, yo te concedo la Indulgencia
Plenaria y el perdón de todos tus pecados,
en el nombre del Padre, y del Hijo, † y del
Espíritu Santo.
R. Amén.

RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS


BAUTISMALES

Si las condiciones del enfermo lo permiten,


es muy conveniente que éste renueve su
profesión de fe. El sacerdote, después de una
breve introducción, pregunta:

V. ¿Crees en Dios, Padre todopoderoso,


creador del cielo y de la tierra?
R. Sí, creo.
V. ¿Crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro
Señor, que nació de Santa Maria Virgen,
murió por nosotros, fue sepultado, resucitó
al tercer día y está sentado a la derecha del
Padre?
R. Sí, creo.

V. ¿Crees en el Espíritu Santo, la santa Iglesia


Católica, la Comunión de los santos, el perdón
de los pecados, la resurrección de los muertos
y la vida eterna?
R. Sí, creo.

PRECES

Si las condiciones del enfermo lo consienten,


se dirán algunas preces, adaptándolas:

Invoquemos la misericordia del Señor, ahora


que nuestro hermano va a ser fortalecido con
estos sacramentos:

- Para que Dios Padre contemple en


nuestro heromano enfermo la imagen
de su Hijo doliente, roguemos al
Señor.
- Para que lo asegure junto a Él y lo
conserve en su amor, roguemos al
Señor.
- Para que le conceda fuerza para so-
portar la enfermedad, paz en su co-
razón y alcance la salvación este en-
fermo a quien vamos a imponer las
manos en tu nombre, roguemos al
Señor.

-------------------------------------------------

CONFIRMACIÓN

Si hubiese necesidad de dar la Confirmación,


aunque se recomienda no juntar la Unción
con la Confirmación por la confusión que
pudiera originar, éste sería el momento de
administrarla. El sacerdote diría únicamente
la oración “Dios todopoderoso...”, e inmedia-
tamente la Unción con la fórmula correspon-
diente, como está en el Rito de la Confirma-
ción, p. 190.

--------------------------------------------------

Si no se administró la Confirmación, el
sacerdote impone las manos sobre la cabeza
del enfermo, sin decir nada.

UNCIÓN

Si no tiene óleo bendecido, el sacerdote hace


lo que se indica en el Rito ordinario. Si ya
está bendito, dice primero esta acción de
gracias por el óleo:

Bendito seas, Dios Padre todopoderoso, que


por nosotros y por nuestra salvación enviaste
a tu Hijo al mundo:
Cada vez se responde:
Bendito seas, por siempre, Señor.

- Bendito seas, Dios Hijo unigénito,


que quisiste venir al mundo para
remediar nuestras enfermedades.

- Bendito seas, Dios Espíritu conso-


lador, que nos das fuerza para sobrel-
levar nuestros males.

Padre misericordioso, que este hijo tuyo


a quien vamos a ungir llenos de fe con el
óleo santo, reciba fuerza para soportar la
enfermedad y alivio en sus dolencias. Por
Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Inmediatamente unge al enfermo en la frente


y en las manos, diciendo:

POR ESTA SANTA UNCIÓN Y POR SU


BONDADOSA MISERICORDIA † TE
AYUDE EL SEÑOR CON LA GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO.
R. AMÉN.

PARA QUE, LIBRE DE TUS PECADOS,


TE CONCEDA LA SALVACIÓN † Y TE
CONFORTE EN TU ENFERMEDAD.
R. AMÉN.
VIÁTICO

El sacerdote limpia bien sus dedos, y si es


necesario se lava. La necesidad práctica de
purificación no es razón suficiente para invertir
este orden en la administración de estos
sacramentos. Luego el sacerdote introduce la
recitación de la Oración del Señor:

Ahora, hermanos, unidos por la fe y el amor


fraterno, oremos como Jesucristo nos enseñó:
Padre nuestro…

El sacerdote hace genuflexión, toma la Hostia


y la muestra diciendo:

Este es el Cordero de Dios, que quita el


pecado del mundo. Dichosos los invitados a
la mesa del Señor.

El enfermo, si es capaz, y los que van a


comulgar, dicen:

Señor, yo no soy digno de que vengas a mí,


pero una palabra tuya bastará para sanarme.

El sacerdote da la Comunión al enfermo


diciendo:

EL CUERPO DE CRISTO (O LA SANGRE


DE CRISTO).

El sacerdote añade inmediatamente:


QUE EL MISMO SEÑOR TE PROTEJA Y
TE LLEVE A LA VIDA ETERNA.

El enfermo responde: AMÉN.

La instrucción lmmensae Caritatis autoriza a


los familiares y amigos del enfermo a recibir
la Comunión, aun repetida, con ocasión del
Viático (IC. N.º 7, 1-29. 73).

Después de la conveniente acción de gracias,


o de un breve momento de oración en silencio,
el sacerdote dice:

OREMOS

Padre celestial, salvación eterna de los que


creen en ti, concede a tu hijo N., que acaba
de recibir el Cuerpo (y la Sangre) de tu Hijo,
que fortalecido con este Viático llegue con
seguridad hasta tu Reino. Por Cristo, nuestro
Señor.
R. Amén.

Como bendición final puede decir:

V. Que nuestro Señor Jesucristo permanezca


contigo para defenderte.
R. Amén.
V. Que vaya siempre delante de ti, para
guiarte.
R. Amén.
V. Que ponga en ti sus ojos, te conserve y te
bendiga.
R. Amén.
V. Y que a todos los presentes los bendiga
Dios todopoderoso, Padre, Hijo † y Espíritu
Santo.
R. Amén.

El sacerdote y los presentes pueden dar, al


despedirse del enfemo, el saludo de Paz.
FÓRMULAS BREVÍSIMAS
DE LOS SACRAMENTOS EN
PELIGRO DE MUERTE

CONFIRMACIÓN

V. N., RECIBE POR ESTA SEÑAL † EL


DON DEL ESPÍRITU SANTO.
R. AMÉN.
V. LA PAZ SEA CONTIGO.
R. Y CON TU ESPÍRITU.

---------------------------------------------

PENITENCIA

YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS EN


EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO, †
Y DEL ESPÍRITU SANTO.
R. AMÉN.

---------------------------------------------

BENDICIÓN PAPAL

YO, CON LA FACULTAD QUE ME HA


DADO LA SEDE APOSTÓLICA, TE CON-
CEDO LA INDULGENCIA PLENARIA Y
EL PERDÓN DE TODOS TUS PECADOS,
EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL
HIJO, † Y DEL ESPÍRITU SANTO.
R. AMÉN.
--------------------------------------------

UNCIÓN

V. POR ESTA SANTA UNCIÓN Y POR


SU BONDADOSA MISERICORDIA, † TE
AYUDE EL SEÑOR CON LA GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO.
R. AMÉN.
V. PARA QUE, LIBRE DE TUS PECADOS,
TE CONCEDA LA SALVACIÓN † Y TE
CONFORTE EN TU ENFERMEDAD.
R. AMÉN.

---------------------------------------------------

UNCIÓN BAJO CONDICIÓN

V. POR ESTA SANTA UNCIÓN Y POR


SU BONDADOSA MISERICORDIA, † TE
AYUDE EL SEÑOR CON LA GRACIA
DEL ESPÍRITU SANTO.
R. AMÉN.
V. PARA QUE, LIBRE DE TUS PECADOS,
TE CONCEDA LA SALVACIÓN † Y TE
CONFORTE EN TU ENFERMEDAD, SI
AÚN VIVES.
R. AMÉN.

----------------------------------------------
VIÁTICO

V. Éste es el Cordero de Dios, que quita el


pecado del mundo, dichosos los invitados al
Banquete del Señor.
R. Señor, yo no soy digno de que entres en
mi casa, pero una palabra tuya bastará para
sanarme.
V. EL CUERPO DE CRISTO (O: LA
SANGRE DE CRISTO).

Luego dice:

V. QUE EL MISMO SEÑOR NUESTRO,


JESUCRISTO, TE GUARDE Y TE LLEVE
A LA VIDA ETERNA.
R. AMÉN.
ASISTENCIA A LOS MORIBUNDOS

PRECES POR LOS MORIBUNDOS

La Iglesia encomienda y entrega el moribundo


a Dios, el tránsito definitivo.

Mientras el moribundo es consciente, la


Iglesia ora con él y por él, para ayudarlo a
vencer la angustia natural de la muerte,
uniendo su muerte a la de Cristo, que por su
muerte venció la nuestra. Cuando el enfermo
no pueda ya rezar, la Iglesia ora por él y, al
llegar el momento de la muerte, no abandona
al cristiano, sino que lo ayuda a hacer su
tránsito a la vida eterna en unión con Cristo,
y lo entrega a la Iglesia celeste por medio de
la oración.

Su presencia allí en esos momentos es,


ciertamente, compañía, consuelo y plegaria.
Pero sobre todo es un signo: si el cristiano
se salva formando parte del Pueblo de Dios,
a la hora de alcanzar la salvación también lo
hace dentro del Pueblo de Dios peregrinante,
que lo entrega a su porción gloriosa que ya
está en el cielo. Por eso es más significativa
en este momento la presencia del sacerdote a
su lado.

Habiendo concluido la etapa terrena de uno


de sus miembros, con fe firme espera su feliz
resurrección a través del parto doloroso de
la muerte. El cristiano, participando al fin
plenamente de la muerte de Cristo, participará
también de su admirable resurrección,
“cuando Cristo haga surgir de la tierra a los
muertos y transforme nuestro cuerpo frágil
en cuerpo glorioso como el suyo” (Plegaria
Eucarística III).

Es conveniente repetir algunas invocaciones,


aunque por el estado de inconciencia parezca
que el enfermo no puede ya repetirlas. Hágase
con voz moderada e intercalando momentos
de silencio, y tomando en cuenta el estado del
enfermo.

INVOCACIONES BÍBLICAS

Ayúdese al moribundo a poner su confianza


en Dios y a repetir, aunque sea mentalmente,
algunas de estas Invocaciones:

• ¿Quién nos apartará del amor de Cristo?


¡Ni la muerte! (Rom 8, 35)
• En la vida y en la muerte, somos del Señor.
(Rom 14, 8)
• En el cielo tenemos nuestra morada eterna.
(2Cor 5, 1)
• Estaremos siempre con el Señor. (1Tes 4, 17)
• Veremos al Señor tal cual es. (1Jn 3, 2)
• Estamos seguros de haber pasado de la
muerte a la vida, porque amamos a nuestros
hermanos. (1Jn 3, 14)
• A ti, Señor, levanto mi alma. (Sal 24, 1)
• El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién
temeré? (Sal 26, 1)
• Espero gozar de la dicha del Señor, en el
país de la vida. (Sal 26, 13)
• Mi alma tiene sed de Dios. (Sal 41, 3)
• Aunque camine por cañadas oscuras, nada
temo porque Tú, Señor, vas conmigo. (Jn 14,
2-3)
• Venid, benditos de mi Padre, a recibir la
herencia del Reino, preparado para vosotros.
(Mt 25, 34)
• Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el
paraíso -dijo el Señor Jesús-. (Lc 23, 43)
• En la casa de mi Padre hay muchas
habitaciones -dijo el Señor Jesús-. (Jn 14, 2)
• Dijo el Señor: Voy a prepararos un lugar,
para llevaros conmigo. (Jn 14, 2-3)
• Todo el que crea en el Hijo, tendrá la vida
eterna. (Jn 6, 40)
• Dijo Jesús: Quiero que donde yo esté,
también ellos estén conmigo. (Jn 17, 24)
• Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
(Sal 30, 6a)
• Señor Jesús, recibe mi alma. (Hch 7, 59)

LECTURAS BÍBLICAS

Si hay tiempo, se pueden hacer algunas lec-


turas:
Antiguo Testamento
Gn 2, 16-17; 3, 4-6. 17-19; Is 35, 3-4. 6c-7.
10; Tob 14, 4-7. 11b; Job 19, 23-27a; Prov 31,
10-31; Sab 2, 23-24; 3, 1-3. 10; Ez 37, 1-14;
Sal 15; 22; 24; 90; 113; 114; 120; 122; 141

Nuevo Testamento
Hch 6, 8-10; 7, 54-59; 1Cor 15, 1-4; Ef 4, 1-6;
1Tes 4, 13-14; 5, 2. 4-10; 2Tim 4, 6-8. 17-18;
1Jn 4, 16; 7, 9-17; Ap 21, 1-7; Mt 5, 13-19; 25,
1-13; Mc 15, 33-37; 16, 1-8; Lc 1, 68-79; 2,
25-32; 7, 11-17. 22; 23, 42-43; 24, 1-12; Jn 6,
37-40; 11, 17-36; 14, 1-6. 23. 27; 19, 28-37

INVOCACIONES DEVOCIONALES

• Sagrado Corazón de Jesús, en ti confío.


• Corazón agonizante de Jesús, ten misericor-
dia de mí.
• Jesús, manso y humilde de corazón, haz mi
corazón semejante al tuyo.
• Jesús, José y María, asistidme en mi última
agonía.
• Señor San José, Patrono del alma mía, cuan-
do mi muerte llegare, tu Patrocinio me ampa-
re, y el de Jesús y María.
• Purísimo corazón de María, sé mi salvación.
• Madre llena de dolor, haced que cuando
expiremos, nuestras almas entreguemos por
tus manos al Señor.

Se pueden también decir las Letanías de todos


los Santos, que están en este Ritual.
II

RECOMENDACIÓN DEL ALMA

Cuando parezca inminente el momento de la


muerte, puede recitarse, según las disposicio-
nes cristianas del moribundo, alguna de las
siguientes oraciones:

Deja ya este mundo, alma cristiana, en el


nombre de Dios, Padre todopoderoso, que
te creó; en el nombre de Jesucristo, Hijo de
Dios vivo, que padeció por ti; en el nombre
del Espíritu Santo, que te santificó.

Que descanses hoy en paz y habites con Dios


en su Reino, en compañía de la Virgen Madre
de Dios, María Santísima, de San José y de
todos los ángeles y santos.

Te pongo en las manos de Dios todopoderoso


hermano mío, para que vuelvas al mismo
que te creó y te formó del polvo de la tierra.
Cuando salgas de este mundo, que vengan a
tu encuentro la Santísima Virgen María, los
ángeles y todos los santos.

Nuestro Señor Jesucristo, que quiso morir


por ti en la cruz, te libre de la muerte eterna.
El Hijo de Dios vivo te lleve a su Reino y te
reconozca entre sus ovejas el Buen Pastor: que
Él perdone tus pecados y te cuente entre sus
elegidos; que veas cara a cara a tu Redentor
y goces de la contemplación de Dios por los
siglos de los siglos.
Amén.

III

EN LOS ÚLTIMOS MOMENTOS

Acoge, Señor, en tu reino a tu siervo N., para


que alcance la salvación que espera de tu
misericordia.

A cada invocación responden: R. Amén.

Libra, Señor, a tu siervo de todas sus tribu-


laciones.

Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a Noé


del diluvio.

Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a


Abraham del país de los caldeos.

Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a Job


de sus padecimientos.

Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a


Moisés del poder del Faraón.

Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a


Daniel del foso de los leones.
Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a los
tres jóvenes del horno ardiente y del poder
del rey inicuo.

Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a


Susana de la calumnia.

Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a


David del rey Saúl y de las manos de Goliat.

Libra, Señor, a tu siervo, como libraste a


Pedro y Pablo de la cárcel.

Libra, Señor, a tu siervo N., por Jesús, nuestro


Salvador, que padeciendo por nosotros muerte
afrentosa y resucitando, nos obtuvo la vida
eterna.

Señor Jesús, Salvador del mundo, te enco-


mendamos a N., y te rogamos que lo recibas
en el gozo de tu Reino, pues por él bajaste a
la tierra. Y aunque haya pecado en esta vida,
nunca negó al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo, sino que permaneció en la fe y adoró
fielmente al Dios que hizo todas las cosas.

Se puede decir o cantar la siguiente antífona:

Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,


vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te
salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de
Eva, a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en
este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve
a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y
después de este destierro muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen
María!

AL EXPIRAR

Inmediatamente después de expirar se dice:

Venid en su ayuda, santos de Dios, salid a


su encuentro, ángeles del Señor. Acogedlo y
presentadlo ante el Altísimo.

Que te reciba Cristo, quien desde el Bautismo


te eligió y que los ángeles te lleven a la casa
del Padre. Acogedlo y presentadlo ante el
Altísimo.

Concédele, Señor, el descanso eterno, y brille


para él la luz perpetua. Acogedlo y presentadlo
ante el Altísimo.

OREMOS

Dios, Padre misericordioso, gloria de los


creyentes y vida de los justos: hemos sido
redimidos por la muerte y resurrección de
tu Hijo; sé propicio con tu hijo N., y ya que
conoció el misterio de nuestra redención,
merezca participar de las alegrías de la futura
bienaventuranza. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

O bien:

OREMOS

Señor nuestro, Jesucristo, esperanza de los


que en ti confían y consuelo de los que tienen
fe, te encomendamos a tu servidor N., para
que viva siempre unido a ti, después de haber
muerto para el mundo; y ya que ha pecado por
la fragilidad de la condición humana, Tú que
eres la bondad misma, dígnate perdonarlo y
admitirlo en tu gloria, que vives y reinas por
los siglos de los siglos.
R. Amén.

V. Dale, Señor, el eterno descanso.


R. Luzca para él la luz eterna.
V. Que descanse en paz.
R. Amén.

IV

CELEBRACIÓN POR UN DIFUNTO

SALUDO

El sacerdote saluda a los presentes con toda


amabilidad, con palabras que les consuelan
en la fe.
ALOCUCIÓN

Pueden usarse estas palabras u otras pareci-


das:

Hermanos: Estamos ante una de las realidades


más duras de la existencia humana. Un ser
querido ha terminado ya la etapa terrena de su
existencia y se ha separado de nosotros para
comenzar a vivir la vida eterna. A nosotros,
sin embargo, este paso que nuestro hermano
ha dado, nos llena de dolor, porque los
vínculos sensibles del afecto que nos unían
a él, han quedado rotos. Pero solamente los
vínculos visibles desaparecieron, pues los
sobrenaturales, más íntimos, se han estrechado
más en Jesucristo. Para Dios no hay muertos,
sólo vivos. Es Dios de vivos; sólo se ha
cumplido su decreto de que todo hombre
tiene que dar este paso. Este es el verdadero
sentido de la muerte cristiana: que vivimos
como peregrinos en la tierra, esperando dar
ese paso que habrá de introducimos en la vida
eterna. Para nosotros la muerte no es el final de
todo, sino la posesión de todo: no es tiniebla,
sino luz resplandeciente que se origina en el
sol de la resurrección de Cristo.

LECTURA BÍBLICA

Se puede proclamar alguna lectura, con


su Salmo, y hacer alguna reflexión, “pero
excluyendo todo lo que sepa a elogio
fúnebre”. Téngase en cuenta que entre los
presentes puede haber personas alejadas, que
necesitan ser ayudadas en su fe.

ORACIÓN DE LOS FIELES

Se puede decir esta oración o alguna otra:

Pidamos por nuestro hermano a Jesucristo,


nuestro Señor, que dijo: “Yo soy la resurrec-
ción y la vida, el que cree en mí, aunque mue-
ra, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no
morirá jamás”.

V. Tú que lloraste por la muerte de Lázaro,


enjuga nuestras lágrimas.
R. Escúchanos, Señor.
V. Tú que llamaste a los muertos a la vida,
dale a este hermano nuestro la vida eterna.
R. Escúchanos, Señor.
V. Tú que prometiste el paraíso al ladrón
arrepentido, introduce en el cielo a este
hermano nuestro.
R. Escúchanos, Señor.
V. Tú que lavaste a nuestro hermano con el
agua del Bautismo y lo confirmaste con la
Unción sagrada, cuéntalo entre tus santos y
elegidos.
R. Escúchanos, Señor.
V. Tú que alimentaste a nuestro hermano con
el sagrado banquete de tu Cuerpo y de tu
Sangre, admítelo en la mesa de tu reino.
R. Escúchanos, Señor.
V. Y a nosotros, Señor, que estamos afligidos
por la muerte de nuestro hermano, anímanos
con el consuelo de la fe y la esperanza de la
vida eterna.
R. Escúchanos, Señor.

PADRE NUESTRO

Con la confianza de hijos, roguemos al Señor


con las palabras que su mismo Hijo nos
enseñó:
Padre nuestro…

Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y


eterno, humildemente te suplicamos por tu
siervo N., a quien has llamado de este mundo:
dígnate llevarlo al lugar del descanso, de la
luz y de la paz.

Concédele franquear victoriosamente las


puertas de la muerte, para que habite con tus
santos en el cielo, en la luz que prometiste a
Abraham y a su linaje.

Que su alma se vea libre de toda pena, y,


cuando llegue el gran día de la resurrección
y del premio, su cuerpo resucite entre tus
santos y elegidos.

Olvida sus culpas y pecados, para que, junto a


ti, goce de la vida inmortal en el Reino eterno.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
También puede decir ésta:

ORACIÓN POR LOS DOLIENTES

Padre de misericordia y Dios de todo con-


suelo, que nos amas con amor eterno, que
cambias la sombra de la muerte en aurora de
vida, te rogamos que veas a estos hijos tuyos
afligidos por esta tribulación.

Sé, Tú, Señor, nuestro refugio y nuestra


fuerza, para que por medio de este dolor y de
esta aflicción, lleguemos a tu luz y a tu paz.

Y ya que tu Hijo, nuestro Señor, con su muerte


destruyó nuestra muerte y con su resurrección
nos devolvió la vida, concédenos que después
de esta vida mortal, lleguemos a su presencia,
en donde están nuestros hermanos que nos
han precedido, y en donde todo llanto tendrá
consuelo. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

V. Dale, Señor, el descanso eterno.


R. Y brille para él la luz eterna.
V. Por la misericordia de Dios, descanse en paz.
R. Amén.

RITO DE INHUMACIÓN

El acto de sepultar al difunto se hace inmedia-


tamente o al final del rito, según la costumbre
del lugar. Mientras se coloca el cuerpo en el
sepulcro, o en otro momento oportuno, el sa-
cerdote puede decir:

Dios todopoderoso ha llamado a nuestro


hermano y nosotros ahora enterramos su
cuerpo, para que vuelva a la tierra de donde
fue sacado. Con la fe puesta en la resurrección
de Cristo, primogénito de los muertos,
creemos que Él transformará nuestro cuerpo
humillado y lo hará semejante a su cuerpo
glorioso. Por eso encomendamos a nuestro
hermano al Señor, para que lo resucite en el
último día y lo admita en la paz de su Reino.

Si ha de hacerse homilía junto al sepulcro,


téngase en ese momento.

Si también se hace junto al sepulcro la última


recomendación y despedida, téngase en lugar
de las siguientes preces finales. En este caso,
el rito de la última recomendación y despedida
concluye las exequias.

PRECES FINALES

El sacerdote puede decir las siguientes Preces,


total o parcialmente.

Pidamos por nuestro hermano a Jesucristo,


nuestro Señor, que dijo: “Yo soy la resur-
rección y la vida; el que cree en mí, aunque
muera vivirá; y todo el que vive y cree en
mí, no morirá jamás”.

R. Escúchanos, Señor.

- Tú que lloraste por la muerte de


Lázaro, enjuga nuestras lágrimas.
- Tú que llamaste a los muertos a la
vida, dale a este hermano nuestro la
vida eterna.
- Tú que prometiste el paraíso al ladrón
arrepentido, introduce en el cielo a
este hermano nuestro.
- Tú que alimentaste a nuestro hermano
con el sagrado banquete de tu Cuerpo
y Sangre, admítelo en la mesa de tu
Reino.
- Y a todos nosotros, Señor, que esta-
mos afligidos por la muerte de nuestro
hermano, anímanos con el consuelo
de la fe y la esperanza de la vida eter-
na.

Llenos de confianza en la misericordia del


Señor, digamos todos: Padre nuestro...

Todos recitan el Padre Nuestro; si es


costumbre puede rociar el cadáver con agua
bendita. Al terminar, el celebrante dice:

Señor, ten misericordia de tu siervo N., para


que no sufra el castigo por sus faltas, pues
deseó cumplir tu voluntad. La verdadera fe lo
unió aquí en la tierra al pueblo fiel, que ahora
tu misericordia lo una al coro de los ángeles y
elegidos. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

-----------------------------------------------------

Otras posibles oraciones:

Señor, que estás siempre dispuesto a compa-


decer y perdonar, recibe el alma de tu hijo N.,
y perdónale sus pecados, para que, libre de
los lazos de la vida terrena, goce desde ahora
de la vida eterna. Por Cristo, nuestro Señor.
Amén.

O bien, por un joven:

Señor, nos cuesta trabajo aceptar la muerte


de N., en plena juventud. Concédele ahora
la juventud eterna de tu Hijo Jesucristo, que
vive y reina contigo por los siglos. Amén.

O bien, en muerte repentina:

Señor, que tu infinita bondad nos consuele en


el dolor de esta muerte inesperada y mitigue
nuestra tristeza con la esperanza de que N.,
vive ya en tu compañía. Por Cristo, nuestro
Señor. Amén.

O bien, por todos los difuntos:

Te suplicamos, Señor, concedas la misericor-


dia sin fin a las almas de todos los difuntos,
para que les sirva de provecho eterno el haber
creído y esperado en ti. Por Cristo, nuestro
Señor. Amén.

-----------------------------------------

Al final de la oración, termina:

V. Dale Señor, el descanso eterno.


R. Brille para él la luz perpetua.
V. Que descanse en paz.
R. Amén.
V. Que su alma y la de todos los fieles difuntos
por la misericordia de Dios descansen en paz.
R. Amén.

Como conclusión de todo el rito, puede


entonarse un canto apropiado.

JUNTO AL SEPULCRO

BENDICIÓN DEL SEPULCRO

Si el sepulcro no está bendecido, se bendice


antes de que el cuerpo sea depositado en él.
Puede elegirse cualquiera de estas oraciones,
o decirlas todas como si fuera una sola,
si es necesario, omitiendo la conclusión
intermedia.
OREMOS

Señor Dios, por cuya misericordia descansan


los fieles difuntos y esperan en el sepulcro
el día de la resurrección, dígnate bendecir
† este sepulcro y manda a tus ángeles que
lo custodien para que libren de todo lazo a
este hermano que hoy sepultamos aquí, a
fin de que pueda gozar para siempre de ti
en compañía de tus santos; y así como los
ángeles anunciaron el gozo de la resurrección
de tu Hijo, así también lo despierten para
el gran día de la resurrección. (Por Cristo,
nuestro Señor. R. Amén.)

Señor Jesucristo, que por estar tres días en la


tumba santificaste todos los sepulcros de los
que creen en ti, de tal manera que al descender
los cuerpos a la tierra aumenta la esperanza
de la resurrección, concédenos que en este
sepulcro duerma en paz tu hijo N., y aquí
descanse hasta que Tú, que eres la resurrección
y la vida, lo ilumines al resucitarlo, y que en
la paz de tu rostro contemple la luz eterna del
cielo. (Tú que vives y reinas por los siglos de
los siglos. R. Amén.)

Señor, que al hombre que se apartó de


tus mandatos le diste la justa sentencia
de muerte, y que por la penitencia y la
resurrección del último día le devuelves la
vida; Señor, que diste a Abraham, nuestro
padre, sepultura en la tierra prometida; que
inspiraste al justo José, dueño de un sepulcro
nuevo, para que en él sepultara el cuerpo del
Señor, te pedimos con el corazón dolorido, y
con insistencia, que este sepulcro, preparado
para el cuerpo de este hijo tuyo, N., por tu
bondad lo mires y lo bendigas, para que,
cuando su cuerpo quede sepultado aquí en
espera de la resurrección, su alma se remonte
al cielo. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Y lo rocía con agua bendita.

V. Dale, Señor, el descanso eterno.


R. Y luzca para él la eterna luz.
V. Que descanse en paz.
R. Amén.

Que su alma y la de todos los fieles difuntos,


por la misericordia de Dios, descansen en paz.
R. Amén.

Si a continuación se va a sepultar el cuerpo,


es conveniente que mientras los sepultureros
realizan su oficio, se ayude a los dolientes,
con algunas preces por el difunto. Véanse a
continuación:

PRECES POR LOS DIFUNTOS

BREVES
I

Oremos al Señor por N.

—Que perdones bondadosamente sus pecados.

R. Te lo pedimos, Señor.

— Que aceptes sus buenas obras.


— Que le recibas en la vida eterna.
— Que consueles en su pena a su familia y a
todos los que se sienten afectados.
— Que mitigues con tu amor el dolor de la
separación.
— Que aumentes y fortalezcas su fe.

-----------------------------------------

II

Te pedimos, Señor, por N., que nos ha


dejado para ir a tu encuentro.

R. Te lo pedimos, Señor.

— Que premies sus buenas obras, su buen


ejemplo.
— Que tengas en cuenta sus sufrimientos.
— Que le perdones el mal que haya podido
hacer.
— Que viva feliz junto a ti.
— Que sepamos aceptar el dolor de su
ausencia.
— Que un día podamos gozar con él de tu
presencia.

---------------------------------

III

A ti Jesús, Señor, que quisiste compartir


nuestro dolor, dirigimos nuestras súplicas.

R. Ten compasión de nosotros.

— Tú, que te compadeciste de la viuda de


Naím, desolada por la muerte de su hijo.
— Tú, que lloraste ante el sepulcro de
Lázaro, muerto de cuatro días.
— Tú, que muriendo de tristeza, sudaste
sangre en Getsemaní.
— Tú, que sufriste la agonía de una muerte
de cruz.

--------------------------------

Cualquiera de los tres formularios se


terminan diciendo:

Terminemos nuestra oración, repitiendo la


plegaria que el Señor nos enseñó:
Padre nuestro...

Señor, ten misericordia de N., para que


encuentre el perdón de todas sus faltas, pues
deseó cumplir tu voluntad. La verdadera fe lo
unió aquí en la tierra a tu pueblo fiel, que tu
bondad lo una ahora al coro de tus ángeles y
elegidos. Tú, que vives y reinas por los siglos
de los siglos.
R. Amén.

V. Dale, Señor, el descanso eterno.


R. Y luzca para él la eterna luz.
V. Que descanse en paz.
R. Amén.

LARGAS
I

Oremos a Dios, nuestro Padre, de quien es


propio perdonar y tener misericordia, para
que se apiade de nuestro hermano N., a quien
mandó salir (hoy) de este mundo y mande
a sus ángeles que lo reciban y lo lleven al
Paraíso.

A cada invocación se responde: Concédele,


Señor, el descanso eterno.

—Dios omnipotente y eterno, que creaste


el alma de tu siervo N., recíbelo en tu seno
como Padre misericordioso.
— Señor Jesucristo que redimiste a tu siervo
con tu sacratísima pasión y muerte, líbralo de
las penas del purgatorio.
— Espíritu Santo que santificaste a nuestro
hermano con tus sacratísimos dones y gracia,
borra de su alma toda huella o mancha de
pecado.

— Por la intercesión y méritos de la Santísima


Virgen María, madre y abogada nuestra, mira
compasivo a este siervo que durante su vida
se acogió a su amparo maternal.

— Por la piadosa muerte de San José, padre


nutricio de tu Hijo, admítelo en compañía de
todos los bienaventurados.

— Por la fiel solicitud de su ángel guardián y


de todos los ángeles, envíalos para que con-
duzcan a tu siervo a tu soberana presencia.

— Por la intercesión de todos los Santos


y Santas que gozan de ti en el cielo, lleva
misericordiosamente a tu siervo a la eterna
bienaventuranza.

— Por las súplicas de tu Iglesia, que milita en


la tierra, dígnate abrir para tu siervo N., las
puertas de tu Iglesia triunfante.

— Y a todos los que seguimos luchando en


este valle de lágrimas, dígnate consolarnos y
reunirnos en el esplendor de tu gloria, junto
con nuestro hermano.

Finalmente, hermanos, oremos todos repitien-


do las palabras que nos enseñó Jesucristo:
Padre nuestro...

Señor, Padre Santo, Dios omnipotente y eter-


no, te rogamos por tu hijo N., a quien mandaste
salir (hoy) de este mundo para llegar a ti; dale
el lugar del descanso de la luz y de la paz. Que
al traspasar las puertas de la muerte viva en la
mansión de los santos, en la luz sagrada que
habías prometido a Abraham y a su descen-
dencia. Que no sufra ya su alma y que cuando
llegue ese día grande de la resurrección y del
premio lo resucites junto con tus santos y ele-
gidos; perdónale todos sus delitos y pecados, y
haz que llegue contigo a la vida inmortal y al
reino eterno. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Que su alma, y la de todos los fieles difuntos,


por la misericordia de Dios, descansen en paz.
R. Amén.

-------------------------------------------

II

Invoquemos la misericordia de Dios, nuestro


Padre, para que se apiade de nuestro hermano
N., para que lo libre de las penas eternas y
lo lleve pronto a poseer el gozo eterno de la
gloria.

A cada invocación respondemos:


Brille para él la luz eterna.
— Dios omnipotente y eterno, manda a tus
ángeles salir al encuentro de nuestro hermano
para que reciban su alma y la lleven a tu
presencia.

— Señor Jesucristo, que te dignaste llamar a


la confesión de tu fe a nuestro hermano, que
tus santos lo introduzcan en tu Reino.

— Espíritu Santo, que tu suave brisa mitigue


las penas del purgatorio para que nuestro
hermano sea admitido pronto al gozo de la
eterna bienaventuranza.

— Por la intercesión de la Virgen María se


suavice la severidad del juicio, porque nadie
será hallado limpio en tu presencia si Tú
mismo no le concedes perdón.

— Por el patrocinio de San José, no recaiga


sobre nuestro hermano N. la severidad del
juicio, pues en este mundo llevó impreso el
sello de la augusta Trinidad.

Cuando se vaya a asperjar:

Que al rociar con el agua bendita el cuerpo de


nuestro hermano, por los méritos de tu Hijo,
purifiques su alma, como la purificaste con
las aguas del Bautismo.

Si se va a incensar:
— Que al incensar el cuerpo de este difunto,
que fue santificado en el Bautismo, fortalecido
en la Confirmación, alimentado con el Cuerpo
de Cristo en la Comunión y fue él templo de
tu Espíritu, que tu misericordia lo purifique de
sus pecados y cuando venga el Señor pueda
levantarse glorioso de su sepulcro.

— Que al separarse el alma de este cuerpo


viva solo para ti y que por tu misericordia y
piedad le perdones las faltas que cometió por
la fragilidad humana.

— Por la intercesión de todos tus ángeles y


espíritus celestiales, dígnate admitir en tu
reino a nuestro hermano; que a su llegada
lo reciban los mártires y lo admitas en
la asamblea de los santos en la Jerusalén
celestial, donde viva para siempre.

Señor Dios, para quien todos viven y para


quien no perecen las almas cuando mueren los
cuerpos, sino que pasan a una vida mejor: te
suplicamos humildemente mandes que el alma
de nuestro hermano N. sea llevada en manos
de tus santos ángeles al gozo de los patriarcas
y a su cuerpo le concedas la gloria de la
resurrección en el último día. Y ya que eres
bondadoso y misericordioso, perdónale, Señor,
cualquier deuda que por engaño del demonio
hubiere contraído. Por Cristo, nuestro Señor.
R. Amén.
V. Dale, Señor, el descanso eterno.
R. Y brille para él la luz eterna.
V. Que descanse en paz.
R. Amén.
V. Que su alma, y la de todos los fieles difuntos,
por la misericordia de Dios, descansen en
paz.
R. Amén.

Dicha la oración, el sacerdote rocía con agua


bendita (e inciensa) el sepulcro y el cuerpo
del difunto, a no ser que esto se haga dentro
del rito de la última recomendación.

Del apóstol San Pablo a los Corintios


1Cor, 15, 35-46

Hermanos: Alguno preguntará: “¿Y cómo


resucitan los muertos? ¿Qué clase de cuerpo
tendrán?”. ¡Necio! Lo que tú siembras no
tendrá vida si antes no muere. Y, al sembrar,
no siembras lo mismo que va a brotar
después, sino un simple grano, de trigo por
ejemplo, o de otra planta. Es Dios quien le da
la forma que a Él le pareció, a cada semilla
la suya propia. No todas las carnes son lo
mismo; una cosa es la carne del hombre, otra
la del ganado, otra la de las aves y otra la
de los peces. También hay cuerpos celestes y
cuerpos terrestres; una cosa es el resplandor
de los celestes y otra el resplandor de los
terrestres. Hay diferencia entre el resplandor
del sol, de la luna y de las estrellas; y las
estrellas tampoco brillan todas lo mismo.

Igual pasa en la resurrección de los muertos: se


siembra lo corruptible, resucita incorruptible;
se siembra lo miserable, resucita glorioso; se
siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra
un cuerpo terrestre, resucita espiritual. En
efecto, así dice la Escritura: “El primer
hombre, Adán, fue un ser animado”. El último
Adán, un espíritu que da vida. No es primero
lo espiritual, sino lo material. Lo espiritual
viene después. Palabra de Dios.

Dejad que el grano se muera y venga el tiempo


oportuno: dará cien granos por uno la espiga
de primavera. Mirad que es dulce la espera
cuando los signos son ciertos; tened los ojos
abiertos y el corazón consolado; si Cristo ha
resucitado, ¡resucitarán los muertos!
R. Amén.
EL SACRAMENTO DEL
MATRIMONIO

INTRODUCCIÓN

De la unicidad a la unidad — Serán los dos


un solo ser.

Entre los signos que emplea la Liturgia para


expresar o realzar el sentido de la celebración
del Matrimonio, algunos los señala expresa-
mente el rito, como los anillos, y el de México
las arras; otros los ha introducido a tradición
y el costumbrismo, unos que llaman liturgi-
bles como el yugo (mancuerna), el ramo, el
arroz, y otros completivos como la entrega
de la Biblia y el Rosario, y el papel picado.
Desde luego ninguno pertenece a la esencia
del rito, pero la Iglesia los acepta y faculta
a las Conferencias Episcopales Nacionales
para que adapten este rito al sentir de cada
pueblo.

Al sugerir aquí que se realicen, porque de


hecho ya existen, es con el fin de que el
sacerdote los incorpore al rito procurando
enfatizarlos para enmarcar los momentos
importantes y darles su verdadero sentido:
las cosas, sin la fe, conducen a la magia; y la
fe, sin las cosas, al ideolgismo. Es necesario
hacer una prudente selección de los símbolos,
de acuerdo a personas y lugares, para no
recargar demasiado el rito de símbolos
secundarios: se puede caer en el cosismo,
o favorecer el consumismo, o aumentar
elementos que multiplicarían el personal del
cortejo.

He aquí la lista alfabética de estos elementos


y su significado:

Anillos: Testimonio de amor mutuo y de


fidelidad en la alianza nupcial.
Arras: Entrega solícita de sí mismo y de los
bienes materiales necesarios durante toda la
vida; compromiso de emplearlos para el bien
común.
Arroz: Augurio de fecundidad y signo de
abundancia, de influencia china. Debiera
entregarse como ofrenda para los pobres de
la comunidad, en lugar de arrojarse para que
lo pise la gente. Por lo menos no se permita
que se reparta antes de la Comunión y que no
se arroje dentro del templo.
Biblia: Palabra de Dios para la “iglesia
doméstica”. Luz y guía para los esposos,
orientación y alimento para la familia entera.
Deben conocerla, amarla, seguirla. Se sugiere
la Biblia en lugar del “libro” (Misal).
Papel picado: Confeti pequeño o pétalo de
flor. Expresión de fiesta, alegría y júbilo.
Debe ser siempre blanco. Se distribuirá a la
salida en lugar del arroz; es menos agresivo y
menos oneroso.
Ramo: Símbolo de la virginidad al servicio de
la maternidad. Debe ser uno solo, se entrega a
la hora de las ofrendas y se deja, como ornato,
sobre el altar. El esposo acompaña a la esposa
llevando otro don.
Rosario: Signo de devoción a la Virgen
Madre. Invitación a la alabanza y a la oración
para la liturgia familiar: “Familia que reza
unida, permanece unida”.
Yugo: (Mancuerna o Lazo) Expresión de mutua
pertenencia y aceptación para compartir juntos
las alegrías y las penas durante toda la vida.

Se requiere saber ubicar cada uno de estos


elementos en el momento oportuno, remarcar
su ejecución y enfatizar su sentido. Algunos
acompañan al rito, otros lo siguen, y otros
serán entregados antes de la bendición final,
como elementos completivos. Si el sacerdote
acepta estos elementos, él mismo los irá desta-
cando en la celebración en el momento opor-
tuno, aunque sean accidentales. Esto ayudará
a las parejas de escasas posibilidades huma-
nas para que se cumpla lo que dispone la S.C.:
“No se hará acepción de personas o de clases
sociales ni en las ceremonias, ni en el ornato
exterior”. Todos verán que no se requiere tener
gran acompañamiento ni gastos pesados para
realizar una celebración plena; los mismos pa-
dres de los novios, al acompañarlos como pa-
drinos y testigos jurídicos, podrán ayudarlos a
realizar estos signos. Como la mayoría de ellos
tiene una finalidad simbólica, son efímeros y
no necesitan ser costosos; además, pueden
usarse por tradición los mismos que usaron
sus padres.

Para lograr una celebración ágil, auténtica,


es indispensable preparar oportunamente
el rito: elección de textos (lecturas, etc.),
memorización de fórmulas, detalles de
ingreso (múltiples posibilidades), colocación
de las personas (el varón a la derecha, etc.).
Cada celebración debe ser personalizada.

Deberá pedirse a los novios que participen


en el curso de preparación al Matrimonio,
según las disposiciones diocesanas y los
planes de evangelización y catequesis, en
donde además de los grandes temas a tratar
tendrán oportunidad de concientizarse
sobre la importancia que tendrá no sólo la
celebración, sino mayor aún la vida misma
en donde se realizarán los compromisos del
ideal matrimonial. Esta asistencia es mejor
antes de la misma presentación matrimonial
y, mejor todavía, antes del mismo contrato
matrimonio civil.

La pretensión de elegir algún templo elegante


para realizar el matrimonio puede ser, en
algunos casos, vanidad exhibicionista;
pero podrá ser deseo legítimo de tener una
celebración festiva y señalamiento implícito
de no encontrar en su templo la deseada
atención. Urge un cambio de actitud para que
todos, aun los más humildes, puedan realizar
con amplitud festiva el rito de su matrimonio.
Que sientan que su boda no es asunto privado,
ni ocasión de mero lucimiento o lucro, pero
que en un templo ajeno a su ambiente y a su
medio social serán unos extraños. Motivarlos
para que acepten realizar su boda en la iglesia
de su propia comunidad a la que pertenecen,
junto al calor de los amigos y conocidos, para
realizar con ellos la fiesta.

ADVERTENCIAS

Donde aún no se tenga la grada ceremonial o


plataforma sacramental, conviene destacar el
lugar de los novios, pero de ninguna manera
se debe permitir que la altura de la tarima
sea tal que impida la visibilidad del altar.
Es muy importante que en el momento del
matrimonio los contrayentes estén de cara a
la asamblea, y en cualquier caso uno frente al
otro, viéndose entre sí.

Se comprende que los oficios de fotógrafos,


grabadores, etc., en la actualidad son de
interés para los contrayentes y familiares:
déseles lugar y tiempo para sus servicios,
pero pídaseles la observancia de las siguientes
normas: los únicos momentos en que pueden
intervenir los fotógrafos, tanto los “oficiales”
como los particulares, son:

1. Durante la entrada a la celebración.


2. Mientras se desarrolla el rito del sacramental.
3. Durante la bendición nupcial.
4. A la hora de la Comunión.
5. Al terminar la celebración.

En cualquier otro momento, por más que


pretendan ser discretos, distraerán la atención
de los fieles. Deben tener respeto y estima por
la Palabra de Dios: proclamación y homilía. Y
mayor veneración todavía durante la Plegaria
Eucarística. El acto religioso, las personas y
el lugar les piden el mayor respeto.

CANTO Y MÚSICA

La función propia del canto en las celebra-


ciones sagradas es favorecer la participación
activa de los fieles. La función propia de la
música es apoyar y sostener el canto. Por lo
tanto, estos dos elementos serán siempre ade-
cuados y aptos para la celebración sagrada.

El órgano sigue siendo el instrumento musical


más adecuado para toda celebración litúrgica.
Pueden aceptarse también otros instrumentos
o coros, siempre que se ajusten al criterio an-
terior. No podrán tocarse ni cantarse melodías
profanas o cantos religiosos no aptos para la
celebración litúrgica, ni parodias. Habrá que
tener en cuenta el carácter de sobriedad, reco-
gimiento y penitencia propio de la Cuaresma
(de hecho, no es aconsejable celebrar el sa-
cramento del Matrimonio en la Cuaresma).
INDICACIONES PRÁCTICAS

Siempre que hay boda se dice la Misa Ritual


propia, menos en Domingo y Solemnidad.
Hay Gloria y, en Domingo y Solemnidad,
también Credo, aunque en ese caso, se dice
después de la Oración Universal. El color de
la M. R. es siempre blanco.

Las lecturas pueden ser tres, propias. Cuando


se prohíbe la M. R., se puede cambiar una,
ordinariamente la segunda del día, excepto en
el Triduo Pascual, Navidad, Epifanía, Ascen-
sión, Pentecostés, Corpus y solemnidades de
precepto.

En los domingos ordinarios y en los de después


de Navidad, si la Misa es especial para los
novios, sin que sea de las establecidas para
toda la comunidad, puede decirse íntegra la
M. R. En cualquier caso, aun en los días en que
no se permite la M. R., debe decirse siempre
la bendición sobre los esposos, después del
Padre Nuestro, en lugar del embolismo.

La proclamación de las lecturas debe confiar-


se a personas preparadas “técnica y espiritu-
almente” para proclamar la Palabra de Dios.
Los contrayentes no siempre tienen la sere-
nidad requerida, aparte de que no se deben
acaparar funciones: ellos son los ministros
del Sacramento.
I

CELEBRACIÓN DEL MATRIMONIO

FORMULARIO A
RITOS INICIALES

* Primer modo
A la hora convenida, el sacerdote, revestido
de alba, estola y casulla del color litúrgico
que corresponde a la Misa que se celebra,
se dirige, junto con los ayudantes, a la
puerta de la iglesia, recibe a los novios y los
saluda amablemente, haciéndoles saber que
la Iglesia comparte su alegría. Puede usarse
agua bendita (véase el rito que se propone a
continuación).

Cuando se hace la aspersión

El sacerdote introduce la aspersión de la


siguiente manera:

Monición
Hermanos, bienvenidos a esta celebración
que a todos nos llena de alegría. Recor-
dando nuestro Bautismo, agradezcamos a
Dios este don de su amor.

(Un momento de silencio)


Agradecimiento a Dios por el Bautismo

• Bendito seas Dios, Padre todopoderoso,


que en tu amor inefable nos has hecho
hijos tuyos por medio del Bautismo.
R. Bendito seas por siempre, Señor.

• Bendito seas Dios, Hijo único,


Jesucristo, que por el Bautismo nos has
perdonado todos nuestros pecados y nos
has hecho partícipes de tu vida divina.
R. Bendito seas por siempre, Señor.

• Bendito seas Dios, Espíritu Santo


Consolador, que por el Bautismo nos has
hecho miembros de la Iglesia y templos
vivos de la Santísima Trinidad.
R. Bendito seas por siempre, Señor.

Aspersión

A continuación el sacerdote se signa primero


con el agua bendita y después rocía con ella a
los presentes, diciendo:

Rocíanos, Señor, con el agua de tu misericordia


y purifícanos de todos nuestros pecados.

Invitación a iniciar la procesión

Enseguida, el sacerdote invita a los presentes


a iniciar la procesión hacia el altar, diciendo:

Vayamos con alegría al encuentro del Señor.


R. Amén.

Cuando no se hace la aspersión

Terminada la recepción en la puerta de la


iglesia, enseguida el sacerdote invita a los
presentes a hincar la procesión hacia el altar,
diciendo:

* Hermanos, vayamos con alegría al encuentro


del Señor.

Se hace la precesión hacia el altar. Preceden


los ayudantes, sigue el sacerdote, después
los novios, a los que según las costumbres
locales, pueden acompañar, por lo menos, los
papás y dos testigos, hasta el lugar que se les
tiene preparado. Mientras, se entona el canto
de entrada o se toca festivamente el órgano
u otro instrumento. El canto de entrada o la
música deben expresar la fe de la Iglesia y
ser adecuados al rito del Matrimonio. Todos
deben cuidar que esta procesión tenga un
verdadero carácter litúrgico y se evite la
apariencia de cualquier otra cosa.

Al llegar los novios al lugar que se les tiene


preparado, si es oportuno, los papás pueden
darles la bendición antes de irse a sus lugares.
El sacerdote se acerca al altar, lo saluda con
una inclinación profunda y lo venera con un
beso. Después va a la sede.

* Segundo modo

A la hora convenida, el sacerdote, revestido


de alba, estola y casulla del color litúrgico
que corresponde a la Misa que se celebra,
se dirige, junto con los ayudantes, al lugar
preparado para los novios.

Cuando los novios han llegado a su lugar, el


sacerdote los recibe y los saluda amablemente,
haciéndoles saber que la Iglesia comparte su
alegría.

Luego, mientras se entona el canto de entrada


o se toca festivamente el órgano u otro
instrumento, se acerca al altar, lo saluda con
una inclinación profunda y lo venera con un
beso. Después va a la sede.

Signo de la cruz y saludo

Entonces, hace la señal de la cruz y saluda a


los presentes, utilizando una de las fórmulas
que propone el Misal Romano.

Luego, se dirige brevemente a los novios y a


los presentes, para disponerlos a la celebración
del Matrimonio, con estas palabras u otras
semejantes:
Queridos hermanos:
Llenos de alegría, nos hemos reunido en el
nombre del Señor para esta celebración,
acompañando a N. y N. en el día en que se
disponen a celebrar el sacramento del Matri-
monio. Para ellos este momento es de singular
importancia. Por eso, acompañémoslos con
nuestro cariño, amistad y oración fraterna.
Escucharemos atentamente con ellos la pala-
bra que Dios nos va a dirigir hoy. Después,
como Iglesia, invocaremos a Dios Padre, uni-
dos a su Hijo Jesucristo, Señor nuestro, para
que acoja complacido a estos hijos suyos, los
bendiga y les conceda vivir siempre unidos.

LITURGIA DE LA PALABRA

El sacerdote invita a los fieles a sentarse para


escuchar con atención las lecturas. Sería una
falta de atención no ponerles asiento a los
novios.

Después de las lecturas tiene lugar la homilía,


en la que se expondrá el misterio del matri-
monio cristiano, la dignidad del amor conyu-
gal, la gracia del sacramento, la misión de los
esposos en la Iglesia y en el mundo, etc.

Al terminar, todos se ponen de pie. Si es


posible, los contrayentes se colocan de frente
a la asamblea.
LITURGIA DEL MATRIMONIO

Terminada la homilía y después de un breve


momento de silencio, puestos de pie los
novios, y situados los testigos a uno y otro
lado, el sacerdote se dirige a los contrayentes,
con estas palabras u otras semejantes:

Queridos hermanos:
Estamos aquí, junto al altar de Dios, para que
Él confirme con su gracia la voluntad que
ustedes tienen de contraer Matrimonio ante
el ministro de la Iglesia y esta comunidad
cristiana que la hace presente. Cristo bendice
con abundancia el amor conyugal que ustedes
se tienen, y Él, que los consagró un día con
el Santo Bautismo, los enriquece hoy, les
da fuerza con un Sacramento peculiar para
que se guarden mutua y perpetua fidelidad
y puedan cumplir todas las obligaciones del
Matrimonio. Por lo tanto, ante esta asamblea,
les pregunto sobre su intención:

Interrogatorio antes del consentimiento

Entonces el sacerdote los interroga acerca


de la libertad, la fidelidad y la aceptación y
educación de los hijos, y cada uno de ellos
responde.

V. N. y N., ¿han venido aquí a contraer


Matrimonio por su libre y plena voluntad y
sin que nada ni nadie los presione?
R. Sí, vengo libremente.

V. ¿Están dispuestos a ser fieles el uno al otro


en el Matrimonio, durante toda la vida?
R. Sí, estoy dispuesto (a).

La siguiente pregunta se puede omitir si las


circunstancias lo aconsejan, por ejemplo, si
los novios son de edad avanzada:

V. ¿Están dispuestos a recibir de Dios,


responsable y amorosamente, los hijos, y
a educarlos según la ley de Cristo y de su
Iglesia?
R. Sí, estoy dispuesto (a).

Consentimiento

La comunidad se pone de pie.


El sacerdote invita a los novios a expresar su
consentimiento:

Así, pues, ya que quieren establecer entre


ustedes la alianza santa del Matrimonio, unan
sus manos, y expresen su consentimiento
delante de Dios y de su Iglesia.

Los novios, vueltos el uno hacia el otro, unen


sus manos.

El novio dice:

Yo, N., te acepto a ti, N., como mi esposa,


y prometo serte fiel en las alegrías y en las
penas, en la salud y en la enfermedad, y
amarte y respetarte todos los días de mi vida.

La novia dice:

Yo, N., te acepto a ti N., como mi esposo,


y prometo serte fiel en las alegrías y en las
penas, en la salud y en la enfermedad, y
amarte y respetarte todos los días de mi vida.

--------------------------------------------------

Si parece más oportuno, el sacerdote puede


solicitar el consentimiento de los contrayentes
por medio de un interrogatorio.

En primer lugar interroga al novio:

N., ¿aceptas a N. como esposa, y prometes


serle fiel en las alegrías y en las penas,
en la salud y en la enfermedad, y amarla y
respetarla todos los días de tu vida?

El novio responde:

Sí, la acepto.

A continuación el sacerdote interroga a la


novia:

N., ¿aceptas a N. como esposo, y prometes


serle fiel en las alegrías y en las penas, en
la salud y en la enfermedad, y amarlo y
respetarlo todos los días de tu vida?

La novia responde:

Sí, lo acepto.

--------------------------------------------

Confirmación del consentimiento

Luego, el sacerdote que recibe el consenti-


miento, extendiendo la mano sobre las manos
unidas de los esposos, dice:

El Señor confirme con su bondad este


consentimiento que han manifestado ante la
Iglesia y cumpla en ustedes su bendición.
Y lo que Dios acaba de unir, que nunca lo
separe el hombre.

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

Bendición y entrega de anillos y arras

Bendición y entrega de anillos y arras, unidos.


El sacerdote dice:

Bendice, † Señor, a estos hijos tuyos, N. y N.,


y santifícalos en tu amor, y que estos anillos
y estas arras, símbolo de fidelidad y de ayuda
mutua, les recuerden siempre el cariño que se
tienen. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

O bien:

Envía, Señor, tu bendición sobre estos anillos


y arras que bendecimos † en tu nombre,
para que quienes los van a llevar se guarden
absoluta fidelidad, gocen de la paz que da el
cumplir tu voluntad y vivan siempre amándose
mutuamente. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Si es oportuno, rocía los anillos y las arras


con agua bendita y entrega los anillos a los
esposos.

El esposo coloca en el dedo anular de la


esposa el anillo a ella destinado, diciendo:

N., recibe este anillo como signo de mi amor


y de que siempre te seré fiel. En el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

De la misma manera, la esposa coloca en el


dedo anular del esposo el anillo a él destinado,
diciendo:

N., recibe este anillo como signo de mi amor


y de que siempre te seré fiel. En el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

El esposo toma las arras y, teniéndolas entre


sus manos juntas, las entrega a la esposa, que
las recibe con las dos manos debajo de las de
su esposo, y dicen:

El esposo:
N., recibe también estas arras como prenda de
la bendición de Dios y del cuidado que tendré
de que no falte lo necesario en nuestro hogar.

La esposa:
N., yo las recibo como prenda de la bendición
de Dios y en señal de los bienes que vamos a
compartir.

Oración universal

Luego se hace, en la forma acostumbrada, la


Oración universal.

Hermanos: Invoquemos ahora confiadamente


a Dios Padre y pidámosle que escuche nuestra
oración por los nuevos esposos N. y N., por
la Iglesia universal y por toda la familia
humana.

R. Te lo pedimos, Señor.

- Para que Dios les conceda a N. y


N. salud y paz, trabajo y alegría,
oremos.
- Para que, apoyados en las fuerzas
divinas, hagan de su casa un hogar
acogedor, verdadera Iglesia domésti-
ca, oremos.
- Para que viviendo la intimidad de
su hogar, no sean insensibles a las
necesidades y sufrimientos de la gran
familia humana, oremos.
- Para que sean padres responsables y
sepan educar a sus hijos en la rectitud
de carácter y en la integridad de la fe,
oremos.
- Para que los papás de N. y N. se ale-
gren al contemplar el Matrimonio de
sus hijos y vean en él el coronamien-
to de sus esfuerzos por educarlos,
oremos.
- Para que todos los familiares y
amigos de los nuevos esposos, que
los han precedido ya en la morada
eterna, gocen de la felicidad sin fin
en compañía de los santos, oremos.
- Para que toda la familia humana sea
cada día con mayor intensidad lugar
de convivencia pacífica y cordial,
y para que la Iglesia de Jesucristo
sea cada vez más comunidad de fe,
de oración y de caridad fraterna,
oremos.

Señor Dios todopoderoso, que desde el


principio del mundo santificas la unión
matrimonial, escucha nuestra oración y haz
que los nuevos esposos, N. y N., consigan
con abundancia los bienes que para ellos te
hemos pedido. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
Al terminar la Oración universal o el Credo,
cuando se dice, se pone el lazo a los esposos,
estando ellos de rodillas, pero esto puede
reservarse para la Bendición nupcial.

LITURGIA EUCARÍSTICA

En la preparación de los dones, el esposo y la


esposa pueden llevar el pan y el vino al altar,
si es oportuno.

Bendición nupcial

Dicho el Padre Nuestro y omitido el embolis-


mo “Líbranos de todos los males”, el sacer-
dote, de pie y vuelto hacia los esposos, invo-
cará sobre ellos la bendición de Dios, la cual
nunca se omite.

El sacerdote, con las manos juntas, invita a


los presentes a orar con estas palabras:

Hermanos, roguemos humildemente a Dios,


nuestro Padre, que derrame la gracia de
su bendición sobre estos hijos suyos, N. y
N., que acaban de contraer Matrimonio en
Cristo, y a los que unió en santa alianza, por
el sacramento del Cuerpo y de la Sangre de
Cristo que van a recibir, los haga perseverar
en un mismo amor.
Y todos oran en silencio durante un breve
espacio de tiempo.

Dios nuestro, Tú que con tu poder lo hiciste


todo de la nada y, desde los principios de la
creación, modelaste al hombre y a la mujer a
tu imagen y semejanza, y constituiste a cada
uno como ayuda y compañía inseparable del
otro, de modo que no fueran dos seres sino
uno solo, enseñándonos que nunca es lícito
separar lo que Tú quisiste unir;

Dios nuestro, Tú que con un designio mara-


villoso consagraste la unión conyugal para
prefigurar en ella la unión de Cristo y de la
Iglesia; Dios nuestro, Tú que has querido la
unión del hombre y la mujer y has bendecido
esta comunidad, establecida desde principio,
con la única bendición que no fue abolida ni
por la pena del pecado original, ni por el cas-
tigo del diluvio; mira con bondad a estos hi-
jos tuyos que, unidos en Matrimonio, quieren
que tu bendición los acompañe.

Envía sobre ellos la gracia del Espíritu


Santo para que tu amor, derramado en sus
corazones, los haga permanecer fieles a su
alianza conyugal.

Concede a tu hija N. el don del amor y de


la paz y que siga siempre el ejemplo de las
santas mujeres, cuya alabanza proclama la
Escritura.
Que confíe en ella el corazón de su esposo
y que, reconociéndola éste como compañera
de igual dignidad y coheredera de la vida de
la gracia, la respete debidamente y la ame
siempre con el amor con que Cristo amó a
su Iglesia.

Y ahora, Señor, te suplicamos que estos


hijos tuyos permanezcan ligados a la fe y
a tus mandamientos y que, fieles a un solo
amor, sean ejemplares por la integridad de
sus costumbres; que, fortalecidos con el
Evangelio, sean testigos de Cristo delante
de todos; (sean fecundos en hijos, padres
intachables, vean ambos a los hijos de sus
hijos) y, transcurrida una ancianidad feliz,
alcancen la felicidad de los justos en el Reino
de los cielos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

A continuación, omitiendo la oración Señor


Jesucristo, se dice: “La paz del Señor esté
con ustedes”. Entonces los esposos y todos
intercambian un signo de paz y de caridad.

Terminada la Misa, los testigos y el sacerdote


firman el acta de Matrimonio. El acto de fir-
mar puede hacerse en la sacristía o en presen-
cia del pueblo, pero nunca sobre el altar.
II

CELEBRACIÓN EN LOS
ANIVERSARIOS DEL MATRIMONIO

En los principales aniversarios del Matrimo-


nio, como, por ejemplo, en el aniversario anual
y en el jubileo (XXV, L, LX…), será oportu-
no tener un recuerdo especial del sacramento,
mediante la celebración de la Misa propia con
las oraciones que indica el Misal Romano (en
los aniversarios del Matrimonio).

En la liturgia de la Palabra, en conformidad


con las rúbricas, pueden tomarse las lecturas,
o bien del Leccionario para la celebración
del Matrimonio, o bien de la Misa para dar
gracias a Dios, según el Leccionario de las
Misas por diversas necesidades, “Para dar
gracias a Dios” (Leccionario III, n. 26, p.
274).

Después de la lectura del Evangelio, el


celebrante, basándose en el texto sagrado,
debe exponer en la homilía el misterio y
la gracia de la vida matrimonial cristiana,
teniendo en cuenta las diversas circunstancias
de la personas.

Renovación del compromiso matrimonial

El celebrante invita a los esposos a que


renueven ante Dios el propósito de vivir
santamente en el Matrimonio, con estas
palabras u otras semejantes:

Al celebrar el día en que, por medio del


sacramento del Matrimonio, unieron sus
vidas con un vínculo indisoluble, ahora
quieren renovar ante Dios las promesas que
mutuamente se hicieron entonces.

Para que la gracia divina confirme estas


promesas, ante esta comunidad, dirijan su
oración al Señor.

Y todos oran en silencio. Luego, los esposos


dicen:

Esposo:
Bendito seas, Señor, Dios nuestro, porque
ha sido un regalo tuyo recibir a N. como
esposa.

Esposa:
Bendito seas, Señor, Dios nuestro, porque
ha sido un regalo tuyo recibir a N. como
esposo.

Ambos:
Bendito seas, Señor, Dios nuestro, porque nos
has asistido amorosamente en las alegrías y
en las penas de nuestra vida. Te pedimos que
nos ayudes a guardar fielmente nuestro amor
mutuo para que seamos testigos fieles de la
alianza que has establecido con los hombres.
Sacerdote:
El Señor los guarde todos los días de su
vida. Que Él sea para ustedes consuelo en la
adversidad, compañero en la prosperidad y
derrame copiosamente sus bendiciones sobre
todo lo suyo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

Bendición de los anillos

Si los esposos presentan los anillos de su


Matrimonio, el celebrante dice esta oración:

Acrecienta y santifica, Señor, el amor de tus


hijos N. y N., y, pues se entregaron mutua-
mente estos anillos en señal de fidelidad, haz
que progresen en la gracia del sacramento.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.

----------------------------------------------------

Si se bendicen anillos nuevos, el celebrante


dice esta oración:

Bendice y santifica, Señor, el amor de tus hijos


N. y N., y, ya que estos anillos representan
para ellos un signo de su fidelidad, haz que
también les recuerden su mutuo amor y la
gracia del sacramento. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
R. Amén.
----------------------------------------------------

Sigue la oración universal, en la forma


acostumbrada en la celebración de la Misa, o
bien la plegaria común que aquí se propone:

Invoquemos la misericordia de Dios, Padre


todopoderoso, que en su providente designio
quiso que la historia de la salvación quedara
significada en el amor, la fidelidad (y la
fecundidad) conyugal.

R. Renueva, Señor, la fidelidad de tus hijos.

- Padre santo, que eres fiel, y que pides


y premias la observancia de tu alian-
za; llena de tus bendiciones a estos
hijos tuyos, que recuerdan el aniver-
sario (vigésimo quinto, quincuagési-
mo, sexagésimo…) de su Matrimo-
nio. Oremos.
- Tú que con el Hijo y el Espíritu Santo
gozas eternamente de la plena unidad
de vida y comunión de amor, haz que
estos hijos tuyos recuerden siempre
la alianza de amor que contrajeron en
el Matrimonio y la guarden con toda
fidelidad. Oremos.
- Tú que, en tu providencia, dispones
de tal modo los acontecimientos de la
vida humana y que llevas a tus fieles
a participar del misterio de Cristo,
haz que estos hijos tuyos, aceptando
serenamente las alegrías y las penas,
se esfuercen por unirse a Cristo y
vivir sólo para Él. Oremos.
- Tú que quisiste que la unión matri-
monial fuera figura de la vida cris-
tiana, haz que todos los esposos sean
testigos en el mundo del misterio del
amor de tu Hijo. Oremos.

Señor, Dios nuestro, en cuyos mandatos


encuentra la familia su auténtico y seguro
fundamento, atiende a las súplicas de tus hijos
y concédeles que, siguiendo los ejemplos de
la Sagrada Familia, te alaben eternamente,
llenos de alegría, en tu casa. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
R. Amén.

En la liturgia eucarística se hace todo según el


Ordinario de la Misa, excepto lo que sigue.

En el momento de la presentación de los


dones, los esposos, según las circunstancias,
pueden llevar el pan, el vino y el agua al
altar.

Después del Padre Nuestro se omite el


embolismo “Líbranos, Señor”, y el celebrante,
vuelto hacia los esposos, con las manos
extendidas, dice:

Te alabamos y te bendecimos, Dios nuestro,


creador de todas las cosas, que al principio
creaste al hombre y a la mujer para que
formaran una unidad de vida y de amor;
también te damos gracias, porque te dignaste
bendecir la unión familiar de tus hijos N.
y N., para que fueran imagen de la unión
de Cristo con su Iglesia; Tú que los has
mantenido unidos por el amor en sus penas
y alegrías, míralos hoy con bondad; renueva
constantemente su alianza nupcial, acrecienta
su amor, fortalece entre ellos el vínculo de
la paz, para que (junto con esta corona de
hijos que los rodean) gocen siempre de tu
bendición. Por Jesucristo, nuestro Señor.
R. Amén.
ENTRADA DEL NUEVO PÁRROCO
E INAUGURACIÓN DE SU MINISTERIO

Celebración de la Eucaristía.
Recibimiento y procesión a la iglesia

Donde las circunstancias lo permitan, el


obispo y el nuevo párroco pueden ser recibidos
en el límite de la parroquia y conducidos
procesionalmente hasta la puerta de la iglesia,
donde el obispo presenta brevemente al nuevo
párroco y le entrega la llave de la iglesia.

Otra forma de recibimiento consiste en que el


clero, los ministros y una representación de la
comunidad se dirijan a la casa parroquial para
acompañar al obispo y al nuevo párroco hasta
la iglesia, efectuándose a la puerta de ésta la
presentación y la entrega de la llave.

Al entrar en la iglesia, se ofrecerá agua


bendita al obispo, el cual la ofrecerá al nuevo
párroco y rociará con ella al pueblo, como
signo memorial del Bautismo.

No obstante, el recibimiento y la presentación


del nuevo párroco pueden hacerse también
al comienzo de la Misa, después del saludo
del obispo. Esta forma de recibimiento es
aconsejable, sobre todo, cuando después del
saludo del obispo se lee el documento de
nombramiento y el párroco presta juramento
según la norma del derecho.
Convendría que el nuevo párroco, al ser
presentado por el obispo o al recibir el
documento de nombramiento, responda con
una breves palabras para expresar el deseo
de corresponder a la misión que le ha sido
confiada.

Si el recibimiento y la presentación del nuevo


párroco tienen lugar al comienzo de la Misa,
se suprime el acto penitencial, entonándose,
según las circunstancias, el Señor, ten piedad
o el Gloria. El obispo recita la oración
colecta.

La siguiente lista, esquemática, ayudará a


recordar:

I. Los diversos ministerios.


II. Los elementos necesarios.
III. Los cantos posibles en una celebración
Eucarística, para preparar oportuna y
convenientemente dicha celebración.
IV. Las lecturas apropiadas.

Se dará un amplio pormenor en:

V. La presentación del nuevo párroco.


VI. La toma de posesión.
I. MINISTERIOS

Personas que intervienen:

• Celebrante principal.
• Concelebrantes.
• Diáconos para asistir al obispo y ejercer su
diaconía. Donde esto no sea posible, algunos
de los presbíteros suplirán algunas funciones
diaconales según sus carismas.
• Ceremoniero.
• Lectores capaces, mínimo dos, para la
Palabra de Dios y nombramiento.
• Salmista para el Salmo responsorial y
versículo del Evangelio.
• Comentador o animador de la asamblea,
con moniciones preparadas por escrito para
los principales momentos: Ingreso, lecturas,
Toma de posesión: lectura del nombramiento
del párroco y en su caso de la nueva parro-
quia, homilía, renovación de las prome-
sas sacerdotales del nuevo párroco, aclama-
ción popular, entrega de la llave del sagrario,
reafirmación de las promesas bautismales de
toda la asamblea con la recitación del Credo,
oración universal, ofrendas, Comunión,
acción de gracias, palabras del nuevo párroco
y avisos finales.
• Representante parroquial para un brevísimo
saludo, después del saludo litúrgico del
obispo, al principio de la celebración.
• Promotor del canto, con capacidad didáctica
y que no suplante a la asamblea.
• Coro, con sentido litúrgico pastoral.
• Ostiarios para la recepción y orden, con
atención especial a los niños.
• Acólitos, bien preparados y aseados.
• Representantes de la comunidad para llevar
los dones.
• Responsable del sonido, para la celebración.
• Sacristán, con las cosas necesarias para la
celebración.
• Colectores suficientes y bien distribuidos.
• Asamblea.

II. ELEMENTOS

• Presbiterio despejado para la concelebración.


• Altar con mantel limpio.
• Ambón digno.
• Sede para el obispo.
• Asientos para los concelebrantes, conve-
nientemente espaciados.
• Asientos para todos los ministros inferiores,
todo esto en número exacto.
• Credencia capaz.
• Micrófonos en buen estado para: altar, sede,
ambón, comentador, etc.
• Velas encendidas: 6. Cuando celebra el
obispo diocesano: 7.
• Lugar de la Reserva con su lámpara ardien-
do. Preferible en su Capilla, pero si queda en
el presbiterio NO debe haber ninguna sede
delante.
• Ornamentos suficientes: albas (si no cubren
bien el cuello se requiere amito), cíngulos
(principalmente si el alba no se adapta al
cuerpo), estolas y casullas (por lo menos para
el celebrante principal), dalmática y/o estolón
para cada diácono, cotas y estolas para los
que ayudarán a dar la Comunión, túnicas
(opcional) para los acólitos y dos paños de
hombros para mitra y báculo.
• Utensilios: Cáliz grande para la
concelebración, o varios (aproximadamente
un cáliz por ocho concelebrantes), patenas
ministeriales y/o copones suficientes,
de preferencia tantos cuantos puntos de
distribución se prevean, y ya preparados con
la cantidad necesaria de panes, según los
que puedan comulgar, tomando en cuenta el
permiso de repetir la Comunión: vinajeras con
vino suficiente y agua; incensario con fuego
y naveta con incienso; lavamanos y toalla;
purificadores (no indispensable, uno para
cada uno); ciriales y cruz procesional; equipo
de sonido y varios micrófonos (mínimo tres)
en buen servicio; órgano o armónico; báculo
para el obispo; mesa digna con los dones
(cerca de la puerta); libros: Misal romano,
leccionario-evangeliario, oración universal;
cánones para los concelebrantes —no
indispensable—. Si se va a leer directamente
de la Biblia, debe escogerse una traducción
aprobada y asequible, y tener preparados
los “encabezados” de cada lectura, los
“cortes” posibles y señalar con precisión los
lugares: página, principio, fin. Folleto para la
asamblea, muy útil.
CON ANTERIORIDAD determinar cuál
misa –oraciones–; cuál oración eucarística;
cuál aclamación de la consagración, lectores.
El salmo responsorial debe ser bíblico y tener
relación con la Primera Lectura; es mejor
que lo cante un solista y no todo el coro.
Preparar los dones que sean significativos; las
ofrendas en especie y en metálico limosnas
se recogen oportunamente en recipientes
dignos, y se presentan por algunos miembros
delegados de la comunidad; evítese afluencia
masiva o personalista en las ofrendas. Prever
el modo para distribuir la Sagrada Comunión
procurando agilidad y facilidad; proveer
platillos y encargados de ayudar, enterándolos
previamente del lugar de la Comunión para
que ellos guíen al sacerdote al lugar a donde
él distribuirá la Comunión. Cuando haya
aglomeración es preferible organizar vallas y
que los sacerdotes circulen por ahí para no
forzar a la multitud a desplazarse hasta los
centros fijos de distribución.

III. CANTOS POSIBLES

Entrada. — Acto penitencial: Señor, ten


piedad, solo o con tropos. Gloria, si lo
permiten las rúbricas. — Salmo responsorial.
— Aleluya y versículo apropiado para el
Evangelio; en Cuaresma: Honor, etc. —
Respuesta al principio y fin del Evangelio
— Oración universal, respuesta y peticiones.
— Procesión de ofrendas y presentación de
dones. — Diálogo del prefacio. — Santo,
texto litúrgico.— Oración eucarística. —
Aclamación de la consagración. — Amén de la
doxología. — Padre Nuestro. — Respuesta al
embolismo. — Cordero de Dios, no sustituirlo
por cantos de “paz”. — Canto de Comunión,
mejor uno bien elegido y convenientemente
espaciado y algún interludio del órgano. —
Acción de Gracias. — Canto Final. —

Hay que procurar: elegirlos bien; ensayarlos


con anticipación; ejecutarlos con arte y
participarlos por todos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Las lecturas son leídas por los lectores, y el
salmo responsorial es cantado por el salmista
o proclamado por un lector, alternando con
el pueblo.
El Evangelio debe ser anunciado por el
nuevo párroco, el cual se sitúa delante del
Obispo para recibir, de pie, el Evangeliario y
pedir la bendición.
El obispo entrega al nuevo párroco el libro de
los evangelios con estas o parecidas palabras:

Recibe el Evangelio de Cristo,


del cual fuiste constituido mensajero;
anuncia su mensaje de salvación
con deseo de enseñar y con toda paciencia,
por medio de la catequesis y de la homilía,
ayudando a tus hermanos a conformar su vida
con la Palabra de Dios.
En el nombre del Padre, y del Hijo, + y del
Espíritu Santo.
R. Amén.

IV. LECTURAS ESPECIALES

Si no hay lecturas propias, exigidas por la


rúbrica, es conveniente elegir algunas según
las circunstancias. He aquí algunas:

PRIMERA LECTURA: Is 61, 1-3a; Jer 1,


4-9; Ez 34, 11-16; Num 11, 11-12. 14-17 25a;
Dt 1, 9-14.

SALMO RESPONSORIAL: Sal 22, 1-3a,


3b-4, 5, 6; 33, 2-3. 4-5. 6-7. 8-9. 10-11. 88, 2-3.
4-5. 21-22. 25-27; 95, l-2a. 2b-3. 7-8a. 10.

SEGUNDA LECTURA: Rom 12, 3-13; 1Cor


1, 18-25; 4, 1-5; 9, 16-19. 22-23; 2Cor 4, 1-2.
5-7; 5, 14-20; Ef 4, 1-7. 11-13; Col 1, 24-29;
Tes 2, 2b-8; 2Tim l, 13-14. 2, 1-3; 4, 1-5; 1Pe
5, 1-4, Hch 10, 34a. 37-43; 20, 17-18a. 28-
32. 36.

EVANGELIO: Mt 23, 8-12; 28, 16-20; Mc 1,


14-20; 16, 15-20, Lc 5, 1-11; 10, 1-9; 22, 24-
30; Jn 10, 11-16; 15, 9-17; 21, 15-17.
RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS DE
ORDENACIÓN

Terminada la homilía, puede tener lugar la


renovación de las promesas que el nuevo
párroco hizo en su ordenación. Éste se sitúa
de pie, delante del obispo, que le interroga
con estas palabras:

Querido hijo: Delante del pueblo de quien se


te ha confiado la cura pastoral, renueva las
promesas que hiciste en tu ordenación.

¿Estás dispuesto a desempeñar siempre el


ministerio sacerdotal como buen colaborador
del orden episcopal, apacentando el rebaño
del Señor y dejándote guiar por el Espíritu
Santo?

El párroco responde:
Sí, estoy dispuesto.

El obispo:
¿Estás dispuesto a presidir fielmente la
celebración de los misterios de Cristo, para
alabanza de Dios y santificación del pueblo
cristiano, según la tradición de la Iglesia?

El párroco responde:
Sí, estoy dispuesto.

El obispo:
¿Realizarás el ministerio de la palabra, pre-
parando la predicación del Evangelio y la
exposición de la fe católica con dedicación
y sabiduría?

El párroco responde:
Sí, lo haré.

El obispo:
¿Quieres unirte cada día más a Cristo, sumo
Sacerdote, que por nosotros se ofreció al Padre
como víctima santa, y con Él consagrarte para
la salvación de los hombres?

El párroco responde:
Sí, quiero, con la gracia de Dios.

El obispo:
¿Prometes obediencia y respeto a mí y a mis
sucesores?

El párroco responde:
Prometo.

El obispo:
Dios, que comenzó en ti la obra buena, Él
mismo la lleve a término.

Es muy conveniente invitar al pueblo para que


él también renueve sus promesas bautismales
recitando todos el Credo.
ENTREGA DE LOS LUGARES DE LA
CELEBRACIÓN

Según las circunstancias, se puede organizar


una procesión precedida del turiferario, con
la cruz, las candelas y los ministros, en la
que el Obispo, recorriendo la iglesia, hace
entrega al nuevo párroco de los lugares en
los que ha de desempeñar su ministerio: la
sede presidencial, la capilla del Santísimo
sacramento, el baptisterio, la sede penitencial,
por el orden en que se encuentran en la
iglesia.

El Obispo puede invitar al párroco a que abra


la puerta del sagrario e inciense el Santísimo
sacramento. También puede ser incensada
la fuente bautismal. Y, si puede hacerse
cómodamente, el párroco hará sonar las
campanas.

Mientras tanto, el comentador puede referirse


a cada uno de los lugares con breves monicio-
nes, o se ejecuta un canto oportuno.

Después se hace la Oración de los fieles.

El obispo:
Elevemos a Dios nuestras plegarias, para
darle gracias por el bien que hace a su Iglesia
por el ministerio de los presbíteros, y para
pedirle que este servicio no falte nunca a su
pueblo santo.
- Por la Iglesia santa de Dios: para que
sea testimonio vivo de verdad y de
justicia, y en un mundo dividido y
lacerado por las discordias aparezca
como signo de unidad y de paz,
roguemos al Señor.

- Por nuestro Obispo N. : para que en


su ministerio pastoral se encuentre
asistido por la fuerza del Espíritu
Santo y confortado por la constante
adhesión de todos los fieles, roguemos
al Señor.

- Por N., que inaugura el ministerio


pastoral en esta parroquia: para que
sea incansable en el anuncio de
la Palabra y en el servicio de esta
porción del pueblo santo de Dios,
roguemos al Señor.

- Por los sacerdotes difuntos que han


regido esta parroquia: para que el
Señor les dé el premio merecido por
su servicio generoso y fiel, roguemos
al Señor.

- Por las vocaciones al ministerio


sacerdotal: para que nunca falten
en la Iglesia ministros de Cristo, y
dispensadores de los ministerios de
Dios, roguemos al Señor.
- Por todos los presentes: para que el
Señor nos dé la gracia de formar una
comunidad viva y misionera, que
haga presente el Reino de Dios en
este lugar, bajo la guía de nuestros
pastores, roguemos al Señor.

El obispo:
Padre santo,
que has querido servirte del
ministerio de los presbíteros
para hacer a tu pueblo
partícipe de la salvación,
acoge nuestras súplicas y oraciones
y haz que aumente el número
de los que responden a tu llamada
con disponibilidad generosa y fiel.
Por Jesucristo, nuestro Señor.

Todos:
Amén.
La procesión de ofrendas puede ayudar a
poner de manifiesto la participación de los
presentes en la celebración de la Eucaristía
y la preocupación de esa iglesia por los más
necesitados. En la erección de parroquia,
además de los dones de pan, vino, agua y otras
ofrendas, pueden ofrecerse también los libros
de la Notaría en los que se anotarán los hijos
de Dios en esa nueva comunidad parroquial.
Las ofrendas las recibe el obispo en la sede
o a la entrada del presbiterio; puede también
encomendar al párroco que las reciba. Sólo los
dones para la Eucaristía se llevan al altar. Las
demás ofrendas, incluso la limosna, no deben
colocarse junto al altar sino aparte, en sitio
conveniente. Para evitar hacer doble procesión
de ofrendas se recomienda aprovechar a las
mismas personas que presentan los dones
para que los ofrezcan al obispo o al que las
recibe, pero sin entregárselos físicamente,
sino que ellos mismos los lleven luego al
lugar previamente indicado.

Al signo de paz, el párroco puede dar la paz


a algunos fieles como representantes de la
comunidad parroquial (1106).

LA VISITA PASTORAL

La Visita Pastoral es el encuentro del obispo


con las personas: clero, religiosos, religiosas
y seglares de una Parroquia. Directorio de los
Obispos, N.º 68.
La recepción del obispo en la Visita Pastoral
es uno de los momentos de mayor impacto
pastoral, porque ayuda a despertar en los
creyentes la conciencia de su pertenencia
a la Iglesia, o sea, un pueblo que tiene por
cabeza a Cristo, y a recibirlo en la persona
del obispo, que se presenta como su Vicario y
Legado (LG 27). Este primer contacto ofrece
la oportunidad para hablarle a todo el pueblo
reunido y enterarlo de los diversos actos de
la Visita.

En donde sea posible y se vea aconsejable


pastoralmente, se recibe al obispo a la llegada
al lugar con la participación ordenada pero
espontánea y entusiasta, como es costumbre
entre nosotros, de los miembros del pueblo de
Dios que acuden a recibirlo, y se le acompaña
hasta el templo parroquial en medio de las
manifestaciones de cariño y alegría, sin
olvidar el verdadero espíritu de fraternidad y
sencillez evangélicos.

En donde no sea posible hacer tal recibimiento


puede esperarse al obispo en un lugar más
inmediato y amplio: alguna plaza o el mismo
atrio. Y si ni eso fuera posible, el pueblo puede
estar ya dentro del templo y únicamente el
clero, las autoridades y los representantes
de las diversas organizaciones cristianas lo
recibirán en la puerta principal del templo.
El ceremonial a seguir dependerá del acto
que se vaya a tener a continuación: inicio de
la Visita canónica con la celebración de la
Eucaristía; o una celebración de la Palabra;
o sólo una breve Visita al Santísimo y primer
contacto con los fieles.

IMPORTANTE RECOMENDACIÓN:

Es oportuno recordar que el obispo debe


ser considerado como el gran sacerdote
-pontífice- de su grey (Dir. n. 170). Por eso es
conveniente que todos los sacerdotes tengan
en gran aprecio y estima la Liturgia en torno
al obispo, persuadidos de que la principal
manifestación de la Iglesia se realiza en la
participación plena y activa de todo el pueblo
de Dios, particularmente en la Eucaristía,
junto al único altar donde preside el obispo
rodeado de su presbiterio (SC 41). La
concelebración será expresión de unión en el
mismo sacerdocio y ministerio con el obispo,
de quien son necesarios colaboradores y
consejeros, ya que participan junto con él
del mismo y único sacerdocio de Cristo;
esta misma unidad de consagración y unión
exige esa unión jerárquica, manifestada
perfectamente en la concelebración con el
obispo (Cf. PO 7).

Será, pues, importante que en la Misa principal


de la Visita Canónica concelebren con el
obispo todos los sacerdotes que colaboran
en la pastoral local, principalmente cuando
ahora la Iglesia autoriza en estos casos a los
sacerdotes para que concelebren con su obispo
sin detrimento de las otras misas a que tengan
derecho u obligación, no por devoción, sino
en bien de los fieles.

CEREMONIA DE RECEPCIÓN

Al llegar el obispo a la puerta mayor, el


párroco o el rector del templo, revestido de
pluvial blanco o festivo, le ofrece una imagen
de Cristo crucificado, que sostendrá un acólito,
para que de rodillas la bese. Al incorporarse
le ofrece el hisopo, que sostiene otro acólito,
para que haga la purificación asperjándose
él, clero y circunstantes, a no ser que en día
domingo prefiera hacer la aspersión durante el
acto penitencial (Cf. Misal, p. 806). Mientras
tanto, un comentador explicará el sentido
de los ritos y promoverá la participación
del pueblo. En su defecto, el párroco hará
las indicaciones convenientes, a no ser que
prefiera hacerlas el mismo prelado.

Si va a tener la Misa en ese momento, véanse


las indicaciones para la Misa del obispo en
la Toma de Posesión de un párroco, en este
Ritual. En este caso, después de la recepción,
puede ahí mismo en la puerta revestirse para
la celebración.

Si en lugar de Misa se prefiere iniciar la Visita


con una celebración de la Palabra, recuérdese
que el esquema básico es: más adelante se
ofrecen citas para las lecturas y un modelo de
oración universal.

Mientras el obispo va entrando, los cantores


o mejor el pueblo entona algo apropiado:
coro, aclamaciones, etc. Ante el Santísimo se
hace una breve visita (para esto se encienden
las seis velas de su altar o capilla), excepto
cuando la procesión de entrada es para
celebrar la Misa.

Al llegar al altar mayor, después de un


momento de oración, el párroco dice la
oración por el obispo (Misal p. 686). A
continuación se da principio a la celebración
de la Palabra.

Si no va a tener lugar ninguna celebración, al


terminar la oración por el obispo, el sacerdote
presenta ante los fieles a su obispo y, al mismo
tiempo, ante el obispo presenta a los fieles.
Al terminar la intervención del prelado, el
sacerdote o un lector dice la oración de los
fieles, que preside el obispo. A continuación
se anuncia la indulgencia y el prelado da la
bendición final.

LECTURAS BÍBLICAS

Estas lecturas pueden usarse para la celebra-


ción de la Eucaristía, con el obispo, cuando lo
permiten las normas del Leccionario; o para
la celebración de la Palabra.

ANTIGUO TESTAMENTO

¿A quién enviaré? ¿Quién irá por mí?


Is 6, 1-8
El Señor me envió a evangelizar a los pobres.
Is 61, l-3a
A donde yo te envíe, irás.
Jer 1, 4-9
Te he puesto como centinela de la casa de
Israel. Ez 3, 16-21
Como un pastor vigila su rebaño, así yo.
Ez 34, 11-16

NUEVO TESTAMENTO

Eran constantes en escuchar las enseñanzas


y vivían unidos. Hch 2, 42-47
Todo se distribuía según las necesidades.
Hch 4, 32-35
Yo te haré luz para los pueblos.
Hch 13, 46-49
Apacentad el rebaño que el Espíritu Santo os
encomendó como pastores.
Hch 20, 17-l8a. 28-32. 36
Diferentes carismas según el don recibido.
Rom 12, 3-13
Dios se vale de la predicación sencilla para
salvar a los creyentes. 1Cor 1, 18-25
Somos servidores de Cristo y administradores
de sus misterios. 1Cor 4, 1-5
¡Ay de mí si no evangelizo!
1Cor 9, 16-19. 22-23
Nuestra autoridad viene de Dios.
2Cor 3, 1-6a
Predicamos a Cristo, no a nosotros mismos.
2Cor 4, 1-2. 5-7
Nos encargó el mensaje de la reconciliación.
2Cor 5, 14-20
Ministerio para la edificación del cuerpo de
Cristo. Ef 4, 1-7. 11-13
Firmes en la fe y seguros en la esperanza.
Col 1, 21-29
Predicamos no por agradar a los hombres.
1Tes 2, 2b-9
Guarda este tesoro con la ayuda del Espíritu
Santo. 2Tim 1, 13-14. 2, 1-3
Cumple tu tarea de evangelizador.
2Tim 4, 1-5
Sed pastores del rebaño confiado a vosotros.
1Pe 5, 1-4

SALMO RESPONSORIAL

Para el canto responsorial se escogen algunos


versículos del Salmo que diga relación a la
lectura.

El Señor es mi herencia. Sal 15


El Señor es mi pastor. Sal 22
Cantaré las misericordias del Señor. Sal 88
Contad a todos los pueblos las maravillas del
Señor. Sal 95
Tú eres sacerdote eterno. Sal 109
Id al mundo entero y proclamad el Evangelio.
Sal 116

Para el verso aleluyático:

Id y haced discípulos. Mt 28, 19-20


Venid conmigo y os haré pescadores de
hombres. Mc 1, 17
El Señor me ha enviado a dar la buena
noticia. Lc 4, 18-19
Yo soy el Buen Pastor. Jn 10, 14
A vosotros os llamo amigos. Jn 5, 15b

EVANGELIO

Tú eres Pedro. Mt 6, 13-19


El primero de vosotros sea el servidor de
todos. Mt 23, 8-12
Id y haced discípulos. Mt 28, 16-20
Os haré pescadores de hombres. Mc 1, 14-20
Proclamad el Evangelio. Mc 16, 15-20
En tu nombre echare la red. Lc 5, 1-11
La mies es mucha. Lc 10, 1-9
Yo estoy entre vosotros como el que sirve.
Lc 22, 24-30
El Buen Pastor da la vida por sus ovejas.
Jn l0, 11-16
Este es mi mandamiento: que os améis. Jn 5, 9-17
Apacienta mis corderos. Jn 21, 15-19

ORACIÓN UNIVERSAL
Después de la homilía, se dice la oración de
los fieles. Puede darse el siguiente esquema:
Sr. Obispo:
Demos gracias al Señor que ayuda y protege
al pueblo que ha escogido como heredad; y
ya que nos ama sin medida, supliquémosle
diciendo:

“Escúchanos, Señor, pues confiamos en ti”.

Lector:
- Padre lleno de amor, te pedimos por
el Papa N., por nuestro obispo N.;
protégelos con tu fuerza y santifícalos
con tu gracia. Oremos.

-----------------------------------
-----------------------------------
Cuando preside alguno de los
Srs. ob. auxiliares, en lugar
de lo anterior, se dice:
Por nuestro obispo N., pastor
de la iglesia de N.; por sus
obispos auxiliares N. y N. y
por N. que hoy preside nuestra
celebración, protégelos con
tu fuerza y santifícalos con tu
gracia. Oremos.
-----------------------------------
-----------------------------------

- Señor, concede al mundo el don de


la paz y haz que en todos los pueblos
reine la justicia y el bienestar.
Oremos.
- Señor Jesucristo, Tú que en los
santos pastores nos has revelado tu
misericordia y tu amor, haz que por
ellos continúe llegando a nosotros
tu acción misericordiosa y enciende
el fuego de tu Espíritu en los que
dan testimonio de ti en el mundo.
Oremos.

- Te pedimos por el eterno descanso de


N.N., que durante sus vidas ejercieron
el ministerio para bien de esta iglesia;
que todavía te celebren eternamente
en tu reino. Y a nuestros familiares y
bienhechores difuntos dales un lugar
entre tus santos. Oremos.

Sr. Obispo:

Esta introducción al Padre Nuestro se omite


en la Misa.

Porque todos nos sentimos hermanos, hijos de


un mismo Dios, confiadamente nos atrevemos
a decir: Padre nuestro...

Oh Dios, que en cada una de las iglesias que


peregrinan en la tierra manifiestas el misterio
de la Iglesia universal, una, santa, católica y
apostólica, haz que esta tu familia se una a
su pastor y, por el Evangelio y la Eucaristía,
se congregue en el Espíritu Santo para que
manifieste dignamente la universalidad de
tu pueblo y sea signo e instrumento de la
presencia de Cristo en el mundo. Por Cristo,
nuestro Señor.

DESPUÉS DE LA POSCOMUNIÓN

Se anuncia la indulgencia al pueblo, con estas


o parecidas palabras:

Con motivo de la Santa Visita Pastoral, Dios


nuestro Señor quiere derramar su misericordia
sobre su pueblo, que es la Iglesia, por el
ministerio del obispo.
Los fieles que participan en algún acto
de la Visita pueden obtener una Indulgencia
parcial, que es el perdón de una parte de la
pena temporal debida por sus pecados.
También pueden alcanzar el perdón total
de la pena temporal (esto es una indulgencia
plenaria) los fieles que participen en alguna
de las celebraciones que presida el Sr. obispo,
con tal de que se confiesen, comulguen y
rueguen por las intenciones del santo Padre,
por lo menos un Padre Nuestro y un Ave
María, y se esfuercen por quitar todo afecto
desordenado al pecado, aun venial.

Nota: El señor obispo, en los lugares donde


no haya facilidad del sacerdote para la
Confesión y Comunión, podrá dispensar
a esos fieles de estas condiciones. Enchir.
Indulg. 1968-Norm. 35
Para terminar, el obispo da la bendición y se
despide al pueblo como de costumbre. Puede
entonarse algún canto final.

-------------------------------

BENDICIÓN PAPAL

Que el obispo puede impartir tres veces al


año, en su diócesis: Domingo de Pascua y dos
fiestas solemnes (Cf. CIC, c914; EI n. 11, 2).

El Rito del Ceremonial de Obispos es de la


siguiente manera:

Al comenzar la Misa, como preparación al


Acto Penitencial, el obispo celebrante motiva
a la asamblea para que se disponga a ganar
la Indulgencia Plenaria, con un sincero
aborrecimiento del pecado.

Al final del acto penitencial, en lugar de la


fórmula acostumbrada, dice:

Por los méritos e intercesión de la biena-


venturada Virgen María, de los santos
apóstoles Pedro y Pablo, y de todos los san-
tos, el Señor Dios todopoderoso os conceda
tiempo para una fructuosa y verdadera
penitencia, un corazón bien dispuesto al
arrepentimiento y a la enmienda, la perse-
verancia en las buenas obras, el perdón de
vuestros pecados y os lleve a la vida eterna.
Amén.

Después de la oración poscomunión, al


final de los avisos que se deban dar a la
asamblea, el Diácono u otro ministro anuncia
las condiciones para ganar la Indulgencia
Plenaria. Puede hacerlo con estas palabras:

El Excmo. Sr. Arzobispo (Obispo) Dr. D.


N.N., Arzobispo (Obispo) de esta iglesia
particular de N., concede a todos los fieles
aquí presentes una indulgencia plenaria en la
forma acostumbrada por la Iglesia, con tal de
que hayan confesado sus pecados, recibido la
Comunión y que hagan oración por el Sumo
Pontífice. Les encomienda que pidan a Dios
también por él.

Inclinamos la cabeza para recibir la bendi-


ción.

El obispo puede usar alguna de las fórmulas


de bendición solemne del Misal.

Para la bendición final usará esta fórmula:

Y por la intercesión de los santos Apóstoles


Pedro y Pablo, os bendiga Dios Padre, † Hijo,
† y Espíritu † Santo. Amén.

------------------------------------------------
BENDICIÓN Y ERECCIÓN
DEL VÍA CRUCIS

RESERVADA

Al principio de la celebración, se invoca al


Espíritu Santo entonando el Himno en su
honor, u otro canto apto. Al final se dice la
Invocación al Espíritu Santo (p. 389) y la
oración, a la que se añade:

Te rogamos, Señor, que defiendas de toda ad-


versidad a este tu pueblo, postrado ante ti de
todo corazón, y por la intercesión de santa
María, siempre Virgen, protégelo benigna-
mente de las asechanzas de los enemigos.

Tu gracia, Señor, inspire nuestras obras,


las sostenga y acompañe siempre: para que
nuestra oración y trabajo brote de ti como de
su fuente, y tienda a ti como a su propio fin.
Por Cristo, nuestro Señor.

A continuación se pueden tener una o varias


lecturas, o una selección:
Mt 26 al 28; Mc 14 al 16;
Lc 22 al 24; Jn 18 al 20.

Después del Salmo Responsorial apropiado,


o de un momento de silencio, se tendrá una
breve reflexión.
BENDICIÓN DE LAS IMÁGENES
Y CRUCES

Véanse las correspondientes en este Ritual.


Se termina cantando un Himno apropiado:
Vexila regis; Stabat Mater; Victoria, etc.

Luego se procede al rezo del Viacrucis,


mientras se van colocando los cuadros y su
correspondiente cruz, a no ser que se haya
provisto de otro modo.

Al final se reza o canta el Himno “Señor, Dios


eterno...” (Te Deum).

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Padre y al Hijo con el


Espíritu Santo.
R. Alabémoslo y ensalcémoslo por todos los
siglos.

OREMOS

Oh Dios, cuya misericordia y bondad no tie-


nen límites, te damos gracias por los benefici-
os recibidos e imploramos tu clemencia para
que con la generosidad de tus dones nos pre-
pares a los bienes futuros. Por Cristo, nuestro
Señor.

Y termina dando la bendición al pueblo.


Para constancia firmará en los Libros de
Gobierno el acta correspondiente.

CONSTANCIA

Yo, N.N., con la facultad que tengo, certifico


haber hecho la erección canónica del Viacrucis
en el templo..., de acuerdo a las normas de la
santa Iglesia (S.C.I. V-10-1742).

En fe de lo cual, firmo el presente testimonio


el día...

Rúbrica
CELEBRACIÓN DE XV AÑOS

INTRODUCCIÓN

El fin de la pastoral de los quince años será


hacer conciencia en las jóvenes que llegan a
esa edad, de su fe personal para ayudarlas a
vivir su compromiso cristiano. Este proceso
desembocará normal y ordinariamente en
orientar a la quinceañera para que se integre
en alguna obra de servicio a la comunidad,
según sus propias inclinaciones y aptitudes:
evangelización y catequesis; liturgia, anima-
ción, canto; obras sociales, asistenciales, en
los diferentes niveles: mínimo, familiar; óp-
timo, comunidad eclesial; ideal, comunidad
supra parroquial o diocesana.

Habrá que concienciar no sólo a la quincea-


ñera, sino a la comunidad eclesial para que
se abra a todos sus miembros, aceptándolos
y apoyándolos en esta etapa tan importante
de su vida, y en especial a los mismos fami-
liares de la joven, ya que es muy frecuente
que se opongan y hasta prefieren celebrar este
acontecimiento en un templo diferente al que
les corresponde, y aún en oratorios privados
o de religiosas, tal vez por su dimensión y fá-
cil ornato, pero que fomentan el individualis-
mo y un cierto clasismo elitista, en una edad
en que la joven debe aprender a superar los
egoísmos y naturalmente tiende a abrirse a
los demás. Por otra parte, la celebración de
la Eucaristía, universal y comunitaria, debe
conducir espontáneamente a un compromiso
concreto hacia la propia comunidad.

Desde luego, se puede sugerir como una edad


muy apropósito para recibir el sacramento
de la Confirmación, porque se tiene mejor
capacidad para la preparación; se va a entrar
en una etapa de responsabilidad personal y se
motivará mejor para el testimonio.

El equipo de pastoral juvenil de la región,


zona o decanato, podría responsabilizarse de
organizar Jornadas, Encuentros, Cursos, etc.,
en épocas claves del año, con invitación para
todas las jovencitas de próximo cumpleaños
quindenial, a diferentes niveles. En donde
fuera posible, se tendría aún la misma cele-
bración colectivamente, como final del curso,
sin poner demasiado énfasis en “el mero día”.
Ya hay experiencias comunitarias positivas.
Mientras se va formando conciencia de este
tipo de eventos y se puede contar con el per-
sonal necesario, se sugiere comenzar la prepa-
ración de la celebración por las visitas domici-
liarias, con la ventaja de un servicio directo.

Los temas básicos de la preparación se eligen


en función de tres etapas:

- Conversión y renovación personal.


- Toma de conciencia del compromiso
bautismal.
- Participación sacramental.

Es una especie de reevangelización o


catecumenado posbautismal:

- Importancia de conocer a Cristo y


aceptarlo como salvador.
- Creer en Cristo, para vivir el com-
promiso bautismal.
- Renovación personal, superación,
para la participación sacramental
plena, como signo de toma de con-
ciencia e integración eclesial.

Esta preparación se ordena más bien a la


formación espiritual que a la instrucción
doctrinal; se dirige a los corazones y a las
mentes para purificarlas, iluminándolas por
el examen de conciencia y por la penitencia,
y para iluminarlos con el conocimiento de
Cristo Salvador.

La instrucción pastoral es necesaria para


que madure su conversión y su fe, con
la formación de su vida cristiana, y para
iniciarse en los misterios de la salvación,
en la práctica de las costumbres evangélicas
y de la liturgia. Atiéndase la preparación
espiritual. Dentro de este tiempo se les va
mostrando la doctrina, son iluminadas por la
fe, dirigen su corazón a Dios, se promueve
su participación en la liturgia, se impulsa su
actividad apostólica, y toda su vida se nutre
según el espíritu de Cristo.

Deben aprender también a colaborar activa-


mente en la evangelización y a la edificación
de la Iglesia con el testimonio de su vida y
con la profesión de la fe.

La frecuencia de los sacramentos ilumina la


inteligencia de la Sagrada Escritura, acre-
cienta la ciencia de los hombres.

Como ya se dijo, las quinceañeras tienen un


excelente campo de acción en la catequesis
de los niños, en la animación litúrgica, en el
ministerio del canto, en servicios pastorales,
etc., cada quien según sus propios carismas.

NOTA PASTORAL

La celebración de los XV años es una


experiencia que deja huella en la joven y que
interesa y preocupa a toda la familia. Por
eso, es necesario que se tome muy en cuenta
en la pastoral, procurando una cuidadosa
preparación no sólo de la quinceañera sino
de todos los que la van a acompañar. Esta
celebración es una “práctica de la religiosidad
popular” tan arraigada en nuestro medio que
casi absorbe las Misas de los viernes y sábados,
pero en la que un alto porcentaje sólo busca
el evento social como lucimiento, o como
costumbre religiosa, por mero compromiso.
Por eso urge evangelizar con ocasión de esta
celebración.

El esquema de la Misa depende de las posibi-


lidades concretas de ese día litúrgico. Consúl-
tese en la Agenda Litúrgica el número margi-
nal del día. El Misal ofrece variedad de ora-
ciones, según el enfoque de la celebración.
En cuanto a las lecturas, cuando lo per-
mitan las normas, pueden también escogerse
pensando en el provecho de los participantes.
He aquí algunas sugerencias:

Is 7, 10-14; Jer 1, 4-10; Ecc 11, 7-10. 12, 1-2;


Jud 13, 18-20; Sal 144; 150; Ef 1, 3-6; Gal 4,
4-7; 3, 27-29; 1Jn 4, 7-11; Mt 19, 16-22; 25,
1-13; Lc 1, 26-38; 10, 38-42

Hay que escoger los diferentes lectores según


su preparación técnica y espiritual, y no por
compromiso familiar o sentimental.

RITO DE LA CELEBRACIÓN

El sacerdote sale a recibir a la quinceañera y a


sus familiares. Los saluda amablemente y los
invita a pasar para iniciar la celebración. Se
organiza el cortejo y se entra cantando.
Puede dar la ambientación con estas o
semejantes palabras:

N., la Iglesia te da la bienvenida y se une a


ti, a tus padres y familiares, y a tus amistades
que se han reunido para celebrar contigo esta
fiesta de tus XV años. Vamos a darle gracias
a Dios que te dio la vida y a ayudarte a pedir
que sepas cumplir los deberes que esa vida te
exija, para que ames a Dios y a tus semejantes
como Cristo te ama a ti.

En la homilía, a partir de los textos, se


procurará iluminar el sentido de la celebración
para llegar a compromisos concretos: vivir
quiere decir crecer, y crecer quiere decir
madurar; una persona madura es la que puede
tomar decisiones para comprometerse, y ser
fiel aunque resulte difícil cumplir.

RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS


BAUTISMALES

Después de la homilía se hace la renovación


de las promesas bautismales. Es la parte
medular del Rito. Puede seguirse cualquier
fórmula del Bautismo o la Confirmación, o
elaborar algún modelo apropiado. El modelo
que se ofrece a continuación exige verdad
y sinceridad, si no, es mejor no hacerlo así.
Está elaborado para integrar a la joven en
algún campo de acción concreto, según sus
motivaciones y carismas.

N., cuando tú naciste tus papás y tus padrinos


te trajeron a las aguas bautismales para que
recibieras una vida nueva, como hija de
Dios. En aquel momento, ellos hicieron una
profesión de fe en tu favor y un compromiso
religioso en tu nombre: esa misma fe y
compromiso que te han hecho venir hoy ante
este altar. Como tú ahora eres responsable de
lo que haces, la Iglesia te pide que ratifiques y
renueves esa misma fe y ese compromiso de
continuar tu vida cristiana.

Así pues, en presencia de tus padres, que te


comunicaron la vida que recibieron de Dios,
que te han dado tu nombre cristiano y te
han orientado y apoyado en estos primeros
años de tu vida, y te han brindado afecto y
comprensión y quieren lo mejor para ti.

Y en presencia de tus padrinos de Bautismo,


que son testigos del don de la fe que recibiste,
que te han sabido alentar en tu vida y que
se alegran ahora que vas a reafirmar tus
convicciones cristianas.

Y en presencia de la Iglesia, representada


aquí por todos los que te acompañan, muchos
de ellos amigos y conocidos, yo te pregunto:

V. N., ¿aceptas a Cristo como tu Salvador?


R. Sí, lo acepto.
V. ¿Quieres seguir a Cristo toda tu vida?
R. Sí, lo seguiré.
V. ¿Quieres comprometerte ante esta comu-
nidad cristiana a vivir plenamente tu compro-
miso bautismal?
R. Sí, quiero, con la ayuda de Dios.
Si se ve conveniente, ella puede añadir, de
frente a la asamblea:

Yo, N., delante de todos ustedes, con gran


alegría confieso mi fe cristiana y acepto
mi compromiso bautismal con Cristo, para
vivir el Evangelio y trabajar como (aquí
dice la actividad que quiere desarrollar) en
mi comunidad parroquial. Les pido a todos
que recen por mí para que sea fiel a este
compromiso.

Luego, de rodillas, delante del altar, dice:

Señor Dios, creo en ti con todas las


fuerzas de mi ser y por eso te ofrezco mi
juventud: guía mis pasos, mis acciones,
mis pensamientos. Concédeme la gracia de
vivir tu mandamiento nuevo, para amar
a mis hermanos por ti. Que tu gracia en
mí no resulte vana. Te lo pido por Jesús, tu
Hijo, mi salvador. ¡Oh María, madre mía!
Ante ti presento mi ofrenda al Señor. Sé
para mí el modelo de mujer fuerte. Toma
mi corazón y hazme digna hija de Dios.
Amén.

Se hace luego la bendición de los regalos,


para entregárselos:

Bendice, † Señor, esta (Biblia - Rosario -


Cruz - Medalla, etc.), que bendecimos en
tu nombre. Te pedimos que sean fuente de
alegría y gracia para N., y que la acompañen
en su peregrinación hacia ti. Por Cristo,
nuestro Señor.

Puede rociarlos con agua bendita. Al entre-


garlos, convendrá decir alguna palabra apro-
piada.

ORACIÓN DE LOS FIELES


Si no se ha elaborado alguna apropiada, puede
adaptarse alguna del Misal.

PROCESIÓN DE OFRENDAS
En este momento, la quinceañera entrega
el ramo, quo se dejará sobre el mismo
altar como signo de la propia ofrenda. Los
familiares llevarán dones para Cristo Pobre
(despensas).

SIGNO DE LA PAZ
La quinceañera da la paz a sus papás, padrinos
y acompañantes.

COMUNIÓN
La quinceañera y sus acompañantes pueden
recibir la Comunión bajo las dos especies,
dándoles oportunamente la catequesis. Re-
cuérdese que, con motivo de esta celebración,
hay personas que se sienten “obligadas” a co-
mulgar sin estar preparadas; oriénteseles.
ORACIONES EN ALGUNAS
CIRCUNSTANCIAS

El alma, sin oración


es como un huerto sin agua,
como sin fuego la fragua,
como nave sin timón.

ORACIONES DEL CRISTIANO

A DIOS PADRE

Padre, me pongo en tus manos. Haz de mí lo


que quieras. Sea lo que fuere, por ello te doy
las gracias. Estoy dispuesto a todo. Lo acepto
todo, con tal que se cumpla tu voluntad en mí
y en todas tus creaturas. No deseo nada más,
Padre.

Te encomiendo todo mi ser, te lo entrego con


todo el amor de que soy capaz, porque te amo
y necesito darme, ponerme en tus manos sin
medida, con infinita confianza, porque Tú
eres mi Padre.

Bto. Charles de Foucauld


A DIOS, TRINO Y UNO

Tú eres santo, Señor Dios único, que haces


maravillas.
Tú eres fuerte, Tú eres grande.
Tú eres altísimo.
Tú eres rey omnipotente, Tú eres Padre
santo, rey del cielo y de la tierra.
Tú eres trino y uno, Señor Dios, todo bien.
Tú eres el bien, todo bien, sumo bien,
Señor Dios, vivo y verdadero.
Tú eres caridad y amor, Tú eres sabiduría.
Tú eres humildad, Tú eres paciencia,
Tú eres seguridad.
Tú eres quietud, Tú eres gozo y alegría.
Tú eres justicia y templanza.
Tú eres toda nuestra riqueza y satisfacción.
Tú eres hermosura, Tú eres mansedumbre.
Tú eres protector, Tú eres custodio
y defensor.
Tú eres fortaleza, Tú eres refrigerio.
Tú eres esperanza nuestra,
Tú eres fe nuestra.
Tú eres la gran dulzura nuestra.
Tú eres la vida eterna nuestra,
grande y admirable Señor, Dios omnipotente
y misericordioso salvador.

San Francisco de Asís


ACTO DE FE, ESPERANZA Y AMOR

Dios mío, creo firmemente cuanto Tú, verdad


infalible, has revelado y la santa Iglesia nos
propone para creer. Y expresamente creo en
ti, único verdadero Dios, en tres personas
iguales y distintas, Padre, Hijo y Espíritu
Santo: y en tu Hijo, encarnado y muerto por
nosotros, Jesucristo, el cual dará a cada uno,
según sus méritos, el premio o la pena eterna.
Conforme a esta fe quiero vivir siempre.
Señor, aumenta mi fe.

Dios mío, espero de tu bondad, por tus


promesas y por los méritos de Jesucristo,
nuestro Salvador, la vida eterna y las gracias
necesarias para merecerlas con las buenas
obras que debo y quiero hacer. Señor, no
quede yo confundido eternamente.

Dios mío, te amo con todo mi corazón, sobre


todas las cosas, a ti, bien infinito y nuestra
eterna felicidad: y por amor tuyo amo a mi
prójimo como a mí mismo y perdono las
ofensas recibidas. Señor, haz que yo te ame
cada día más.
A CRISTO

Cristo conmigo, Cristo delante de mí,


Cristo tras de mí.
Cristo en lo más profundo de mí,
Cristo por sobre de mí.
Cristo a mi derecha, Cristo a mi izquierda.
Cristo en la fortaleza, Cristo en la debilidad.
Cristo en el asiento del carro.
Cristo en la popa del navío.
Cristo en el corazón de todo hombre que
piensa en mí.
Cristo en los labios de todo hombre que
hable conmigo.
Cristo en todo ojo que me vea.
Cristo en todo oído que me oiga.
Cristo en todo. Amén.

San Patricio

AL ESPÍRITU SANTO
para pedir sus dones

¡Oh Espíritu Santo! Llena de nuevo


mi alma con la abundancia de tus dones y
frutos.
Que yo sepa, con el don de sabiduría,
tener este gusto por las cosas de Dios que me
haga apartar de las terrenas.
Que sepa, con el don de entendimiento,
ver con fe viva la importancia y belleza de la
verdad cristiana.
Que, con el don de consejo, ponga los
medios más conducentes para santificarme,
perseverar y salvarme.
Que el don de fortaleza me haga vencer
todos los obstáculos en la confesión de la fe y
en el camino de la salvación.
Que sepa, con el don de ciencia, discernir
claramente entre el bien y el mal, lo falso de
lo verdadero, descubriendo los engaños del
demonio, del mundo y del pecado.
Que, con el don de piedad, ame a Dios
como Padre, le sirva con fervorosa devoción
y sea misericordioso con el prójimo.
Finalmente, que, con el don de temor de
Dios, tenga el mayor respeto y veneración
por los mandamientos de Dios, cuidando de
no ofenderle jamás con el pecado.
Lléname, sobre todo, de tu amor divino:
que sea el móvil de toda mi vida espiritual;
que, lleno de unción, sepa enseñar y hacer
entender, al menos con mi ejemplo, la belleza
de tu doctrina, la bondad de tus preceptos y la
dulzura de tu amor. Amén.

PARA PEDIR LA SABIDURÍA


Sab 9, 1-6. 9-11

Dios de nuestros padres y Señor de la


misericordia, que con tu Palabra hiciste todas
las cosas, y en tu sabiduría formaste al hombre
para que dominara sobre tus creaturas, y para
regir el mundo con santidad y justicia, y para
administrar justicia con rectitud de corazón:
Dame la sabiduría asistente de tu trono
y no me excluyas del número de tus siervos,
porque siervo tuyo soy, hijo de tu sierva,
hombre débil y de pocos años, demasiado
pequeño para conocer el juicio y las leyes.
Pues aunque uno sea perfecto entre los
hijos de los hombres, sin la sabiduría que
procede de ti, será estimado en nada.
Contigo está la sabiduría conocedora
de tus obras, que te asistió cuando hacías el
mundo, y que sabe lo que es grato a tus ojos y
lo que es recto según tus preceptos.
Mándala de tus santos cielos y de tu trono
de gloria envíala, para que me asista en mis
trabajos y pueda yo saber lo que te es grato.
Porque ella conoce y entiende todas las
cosas, y me guiará prudentemente en mis
obras y me guardará en su esplendor. Amén.

INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de


tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu
amor.
V. Envía, Señor, tu Espíritu.
R. Y renueva la faz de la tierra.

OREMOS

¡Oh Dios, que llenaste los corazones de tus


fieles con la luz del Espíritu Santo!, concé-
denos que, guiados por el mismo Espíritu,
sintamos con rectitud y gocemos siempre de
tus consuelos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén.

ANTES DE COMENZAR UNA OBRA

Te rogamos, Señor, que inspires nuestras


acciones y las continúes con tu ayuda, a fin de
que todo cuanto oremos y hagamos proceda
siempre de ti y por ti lo concluyamos. Por
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

A LA SANTÍSIMA VIRGEN
ANTES DEL ESTUDIO

¡Oh María, Madre mía, trono de la sabiduría


eterna!; alcánzame la gracia de estudiar con
aplicación, de aprender con facilidad y de
retener con firmeza y seguridad, para gloria
de Dios, salvación de mi alma, y bien de mis
prójimos. Amén.

Santo Tomás de Aquino


FELICITACIÓN SABATINA

SALUDO

Gocémonos siempre en el Señor, honrando a


la bienaventurada Virgen Santa María, Madre
de Dios, Virgen antes del parto, en el parto
y después del parto. Predestinada antes que
todas las creaturas. Reina y Corredentora.
Abogada nuestra. Amén.

PLEGARIA

V. Virgen Madre de Dios. Purísima María; El


que no cabe en todo el orbe se encerró hecho
hombre en tus purísimas entrañas.
R. Después del parto quedaste virgen. Madre
de Dios, intercede por nosotros.
Dios te salve María…
V. Virgen Inmaculada, concebida sin pecado;
imploran tu favor los poderosos, porque eres
la más poderosa de las creaturas y la más
bella de los siglos.
R. El Señor te vistió con vestido de santidad
y te rodeó con el manto de su gracia, como a
esposa adornada con sus joyas.
Dios te salve María...
V. Bendita eres tú, Inmaculada Virgen María,
por el Señor, Dios excelso, sobre todas las
mujeres de la tierra.
R. Tú eres la gloria de Jerusalén; tú la alegría
de Israel; tú eres la honra de nuestro pueblo.
Dios te salve María...

ALABANZA

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea,


pues todo un Dios se recrea en tan graciosa
belleza. A ti, celestial princesa, Virgen Sagra-
da María, yo te ofrezco en este día alma, vida
y corazón. ¡Mírame con compasión! ¡No me
dejes, Madre mía!

ORACIÓN

Omnipotente y sempiterno Dios, que con la


cooperación del Espíritu Santo preparaste
el cuerpo y el alma de la gloriosa Virgen y
Madre María para que fuese merecedora de
ser morada digna de tu Hijo: concédenos que,
pues celebramos con alegría su conmemora-
ción, por su piadosa intercesión seamos libe-
rados de los males presentes y de la muerte
eterna. Por el mismo Jesucristo, Señor nues-
tro. Amén.
II

Acuérdate, ¡oh piadosísima Virgen María!,


que jamás se ha oído decir que uno solo
de cuantos han acudido a tu protección e
implorado tu socorro haya sido desamparado
de ti. Yo, pecador, animado con tal confianza,
acudo a ti, ¡oh Madre, Virgen de las vírgenes!,
a ti vengo, delante de ti me presento gimiendo.
No quieras, ¡oh Madre del Verbo!, despreciar
mis súplicas; antes bien, inclina a ellas tus
oídos y dígnate atenderlas favorablemente.
Amén.

San Bernardo

III

Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre


de Dios; no desprecies las súplicas que te
presentamos en nuestras necesidades: antes
bien, líbranos de todos los peligros. ¡Oh
Virgen gloriosa y bendita! Ruega por nosotros,
santa Madre de Dios, para que seamos dignos
de alcanzar las promesas de nuestro Señor
Jesucristo.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

A LA VIRGEN DE GUADALUPE

¡Oh Virgen Inmaculada, Madre del verdadero


Dios y Madre de la Iglesia! Tú, que desde este
lugar manifiestas tu clemencia y compasión a
todos los que solicitan tu amparo; escucha la
oración que con filial confianza te dirigimos,
y preséntala ante tu Hijo Jesús, único Reden-
tor nuestro.
Madre de misericordia, Maestra del sacrifi-
cio escondido y silencioso, a ti, que sales al
encuentro de nosotros, los pecadores, te con-
sagramos en este día todo nuestro ser y todo
nuestro amor. Te consagramos también nues-
tra vida, nuestros trabajos, nuestras alegrías,
nuestras enfermedades y nuestros dolores.

Da la paz, la justicia y la prosperidad a


nuestros pueblos, ya que todo lo que tenemos
y somos lo ponemos bajo tu cuidado, Señora
y Madre nuestra.

Queremos ser totalmente tuyos y recorrer


contigo el camino de una plena fidelidad a
Jesucristo en su Iglesia: no nos sueltes de tu
mano amorosa.

Virgen de Guadalupe, Madre de América,


te pedimos por todos los Obispos, para que
conduzcan a los fieles por senderos de intensa
vida cristiana, de amor y de humilde servicio
a Dios y a las almas.

Contempla esta inmensa mies, e intercede para


que el Señor infunda hambre de santidad en
todo el Pueblo de Dios, y otorgue abundantes
vocaciones de sacerdotes y religiosos, fuertes
en la fe y celosos dispensadores de los
misterios de Dios.

Concede a nuestros hogares la gracia de amar


y de respetar la vida que comienza, con el
mismo amor con el que concebiste en tu seno
la vida del Hijo de Dios. Virgen Santa María,
Madre del Amor Hermoso, protege a nuestras
familias, para que estén siempre muy unidas,
y bendice la educación de nuestros hijos.

Esperanza nuestra, míranos con compasión,


enséñanos a ir continuamente a Jesús y, si
caemos, ayúdanos a levantarnos, a volver a
Él mediante la confesión de nuestras culpas
y pecados en el Sacramento de la Penitencia,
que trae sosiego al alma. Te suplicamos que
nos concedas un amor muy grande a todos los
santos Sacramentos, que son como las huellas
que tu Hijo nos dejó en la tierra.

Así, Madre Santísima, con la paz de Dios en


la conciencia, con nuestros corazones libres
de mal y de odios, podremos llevar a todos
la verdadera alegría y la verdadera paz, que
vienen de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
que con Dios Padre y con el Espíritu Santo,
vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

México, enero de 1979.


Juan Pablo II
SALUTACIÓN ANGÉLICA

DURANTE EL AÑO

V. El ángel del Señor anunció a María.


R. Y concibió por obra del Espíritu Santo.
Dios te salve María…

V. He aquí la esclava del Señor.


R. Hágase en mí según tu palabra.
Dios te salve María...

V. Y Dios se hizo hombre.


R. Y habitó entre nosotros.
Dios te salve María…

V. Ruega por nosotros, santa Madre de Dios.


R. Para que seamos dignos de alcanzar las
promesas de nuestro Señor Jesucristo. Amén.

OREMOS

Infunde Señor, tu gracia en nuestras almas,


para que los que hemos conocido por el
anuncio del ángel la encarnación de tu Hijo
Jesucristo, por su pasión y su cruz seamos
llevados a la gloria de su resurrección. Por
Jesucristo, nuestro Señor.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
AL ÁNGEL DE LA GUARDA

Ángel de Dios, que eres mi custodio, ya


que la soberana piedad me encomendó a ti,
ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname.
Amén.

Que el auxilio divino permanezca siempre


con nosotros. Amén.

TIEMPO PASCUAL

V. Reina del cielo, alégrate, Aleluya.


R. Porque el Señor, a quien Tú engendraste,
Aleluya.
V. Resucitó, según su palabra, Aleluya.
R. Ruega al Señor por nosotros, Aleluya.
V. Alégrate, Virgen María, Aleluya.
R. Porque resucitó el Señor, Aleluya.

OREMOS

Oh Dios, que alegras al mundo con la resur-


rección de tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo,
concédenos por la intercesión de la Virgen
María, su Madre, llegar a las alegrías de la
eternidad. Por el mismo Cristo, Nuestro Se-
ñor. Amén.

V. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu


Santo…
V. Ángel de Dios, que eres...
V. Que el auxilio divino permanezca siempre
con nosotros.
R. Amén.

OFRECIMIENTO DE OBRAS

FORMULARIOS PARA ESCOGER

POR LA MAÑANA

V. ¡Señor, abre mis labios!


R. Y mi boca proclamará tu alabanza.

Señor Dios omnipotente, que nos has hecho


llegar al principio de este día: sálvanos
hoy por tu poder para que en todo el día no
caigamos en ningún pecado, sino que todas
nuestras palabras, pensamientos y obras
vayan dirigidos al cumplimiento de tu ley.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que,
como Dios, vive y reina contigo, en unidad
con el Espíritu Santo, por los siglos de los
siglos. Amén.

II

Dígnate, Señor, Dios del cielo y de la tierra,


dirigir, santificar, conducir y gobernar en este
día nuestros corazones y nuestros cuerpos,
nuestros sentidos, palabras y acciones, según
tu ley, por el camino de tus preceptos, para
que aquí y en la eternidad, por tu favor,
merezcamos ser salvos y libres, ¡oh Salvador
del mundo!, que vives y reinas por los siglos
de los siglos. Amén.

III

V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del


Espíritu Santo.
R. Amén.
V. Ofrezcamos al Señor Dios todas las obras
del día.
R. Señor, Dios del cielo y de la tierra; Creador
Padre. Redentor Hijo, Santificador Espíritu
Santo. Te ofrecemos las obras de este día:
nuestro trabajo y nuestra oración, nuestras
alegrías y nuestro cansancio. Te ofrecemos,
Señor, todas las cosas. Danos firmeza en
nuestra vocación cristiana, paciencia para
resistir las cosas que nos hacen sufrir,
audacia para confesar tu santo nombre y
sabiduría para adivinar dónde está la verdad.
Nos consagramos a tu ley santa de caridad,
nosotros que hoy queremos estar cerca de ti.
V. Pidamos todos el amparo y protección de
la Virgen, Madre de Dios.
R. Bajo tu protección nos acogemos. Santa
Madre de Dios; no deseches las súplicas que
te dirigimos en nuestras necesidades; antes
bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh
Virgen gloriosa y bendita!
V. Invoquemos la protección de los ángeles
custodios.
R. Ángeles del Señor, custodios de nuestros
caminos, llévennos hoy y siempre hacia Dios,
en la gracia de Jesucristo. Amén.

IV

¡Oh, Corazón divino de Jesús! Por medio del


Corazón Inmaculado de María Santísima te
ofrezco las oraciones, obras y padecimientos
de este día en reparación de nuestros pecados
y por todas las intenciones, por las cuales Tú
te inmolas continuamente en el Santísimo
Sacramento del altar. Te las ofrezco en
especial por las intenciones del Apostolado
de la Oración y por las señaladas por el Papa
para este mes.

A SAN MIGUEL ARCÁNGEL

San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lu-


cha, sé nuestra protección contra la perver-
sidad y asechanzas del demonio. Que Dios
manifieste sobre él tu poder, es nuestra hu-
milde súplica. Y tú, Oh Príncipe de la milicia
celestial, con el poder que Dios te ha confe-
rido, arroja al infierno a Satanás y a todos los
espíritus malignos que vagan por el mundo
para la perdición de las almas. Amén.
ORACIÓN DE UN PASTORCITO

¡Oh Dios, Tú que me has hecho pasar tranquilo


esta noche, ayúdame también a pasar este día
en tu paz! ¡Quiero seguir el camino que Tú
me has indicado y que hiciste para mí! Oh
Dios, dirige mis pasos: al hablar, líbrame
de la calumnia; en tiempo de hambre dame
algo de pan; en tiempo de abundancia, dame
bondad. Quiero pasar este día trabajando e
invocándote. ¡Tú, el Señor, el único que no
tienes Señor!

ORACIONES DE LA NOCHE

FORMULARIOS PARA ESCOGER

¡Oh Dios!, ven en mi ayuda, Señor, apresúrate


a socorrerme.
Gracias, porque al fin del día podemos
agradecerte los méritos de tu muerte, y el
pan de la Eucaristía; la plenitud de la alegría
de haber vivido tu alianza; la fe, el amor,
la esperanza, y esta bondad de tu empeño
de convertir nuestro sueño en una humilde
alabanza.
Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al
Espíritu Santo. Por los siglos de los siglos.
Amén.
II

Al Rey de los siglos, Dios eterno, sea el honor


y la gloria de esta jornada que acaba de pasar.
Amén.

Te confesamos, ¡oh Dios amante de los hom-


bres!, y presentamos ante ti nuestra debilidad,
rogándote seas nuestra fuerza. Perdona los
pecados que hemos cometido hoy y olvida
nuestras faltas de otros tiempos, haciendo
de nosotros hombres nuevos. Acepta nuestro
día, nuestra oración y nuestra alabanza, y to-
das las cosas que hemos vivido pensando en
ti. Recíbenos sin reproches, no mires nuestra
maldad. Bendícenos en esta noche y, por la
dulce intercesión de tu Madre, haz que tus
santos ángeles nos acompañen. Amén.

ORACIÓN UNIVERSAL

Elevemos a Dios nuestra plegaria: Te rogamos


por los que tienen fe y han reconocido al
Señor Jesucristo. Para que sean confirmados
en la fe, el conocimiento y la doctrina. Te
rogamos por esta comunidad cristiana.

Sé clemente para todos; manifiéstate y muestra


tu luz; que todos te reconozcamos como Padre
increado, así como a tu Hijo único Jesucristo,
y al Espíritu Santo consolador.

Te rogamos por todas las autoridades. Para que


sea pacífico su gobierno: para la tranquilidad
de la Iglesia.

Te rogamos, Dios de misericordia, por los


hombres libres y esclavizados, por los varones
y las mujeres, los ancianos y los niños, los
pobres y los ricos. Para que muestres a todos
tu benevolencia y extiendas sobre todos tu
bondad. Ten piedad de todos y dirige sus
caminos hacia ti.

Te rogamos por los que sufren: los enfermos


y los presos, los huérfanos y los atribulados.
Para que los libres de sus males.

Te rogamos por los que se alejaron de la casa


paterna, por los paganos y los apóstatas, por los
pecadores empedernidos y por los que se han
olvidado de ti. Para que tu luz les traiga la ver-
dad, tu gracia los incorpore a la Iglesia, y noso-
tros, los cristianos, les abramos los brazos.

OREMOS

Visita, Señor, esta casa y aleja de ella todas


las tentaciones del enemigo; que tus santos
ángeles habiten en ella y nos custodien en
paz. Y que tu bendición esté siempre con
nosotros. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Que el Dios omnipotente y misericordioso


Padre, Hijo y Espíritu Santo, nos conceda una
noche tranquila y una muerte santa. Amén.
III

Bendito seas, Señor, por haberme seguido


dando la vida en el día de hoy.
Bendito seas, Señor, por haberme seguido
dando capacidad y medios de trabajar en el
día de hoy.
Bendito seas, Señor, por procurarme trabajo
y comida en el día de hoy.
Bendito seas, Señor, por bañarme en la luz de
tu sol durante el día de hoy.
Bendito seas, Señor, por haber hecho la naturaleza
tan hermosa, y por ofrecerme su espectáculo.
Bendito seas, Señor, por haberme dado
compañeros de trabajo, de penas y de alegrías
en el día de hoy.
Bendito seas, Señor, por todo cuanto me has
dado en el día de hoy.
Bendito seas, Señor, porque eres grande,
luminoso y bueno.
Bendito seas, Señor, por ser el que eres y
porque no necesitas quitar a nadie ni recibir
nada de nadie.
Bendito seas, Señor, porque sólo Tú eres
inteligencia y amor; luz inmaterial que nada
podrá oscurecer, bondad que nada podrá
empequeñecer.
Bendito seas, Señor, por hallarte más allá
de mi mirada, y sin embargo, quisiste estar
dentro del término de mi fe y de mi amor.
Bendito seas, ¡oh Dios!, por ser el infinito
que se abre ante mí y la bienaventuranza que
me premia.
IV

CÁNTICO DE LAS CREATURAS

Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,


tuyas son las alabanzas, la gloria y el honor.
Tan sólo Tú eres digno de toda bendición
y nunca es digno el hombre de hacer de ti
mención.
Loado seas por toda creatura, mi Señor, y en
especial loado por el hermano sol que alumbra
y abre el día, y es bello en su esplendor y lleva
por los cielos noticia de su autor.
Y por la hermana luna, de blanca luz menor
y las estrellas claras que tu poder creó tan
limpias, tan hermosas, tan vivas como son y
brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!
Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
Por el hermano fuego, que alumbra al irse el
sol y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado, mi
Señor!
Y por la hermana tierra, que es toda bendición;
la hermana madre tierra que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos y flores de color, y nos
sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!
Y por los que perdonan y aguantan por tu
amor los males corporales y la tribulación:
¡felices los que sufren en paz con el dolor
porque les llega el tiempo de la coronación!
Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución;
¡ay, si en pecado grave sorprende al pecador!
¡Dichosos los que cumplen la voluntad
de Dios! ¡No probarán la muerte de la
condenación!
¡Servidle con ternura y humilde corazón!
¡Agradeced sus dones, cantad su creación!
¡Las creaturas todas, load a mi Señor!

San Francisco de Asís

OREMOS

Padre nuestro, fuente de todo bien, que nunca


defraudas la esperanza de los que a ti acuden,
sino que atiendes siempre los deseos de los
que te suplican; te damos gracias porque has
colmado de bienes a tus hijos, y te pedimos
que nos libres de todo mal. Por Jesucristo,
nuestro Señor. Amén.
PARA ANTES DE LA CELEBRACIÓN
O COMUNIÓN

PREPARACIÓN PARA
LA CELEBRACIÓN O COMUNIÓN

¡Oh piadoso Señor Jesucristo! Confiado


en tu misericordia y bondad, más que en
mis merecimientos, me acerco con temor
y temblor a tomar parte en este banquete
suavísimo del altar. Pues conozco cómo mi
cuerpo se ha manchado con muchísimos
pecados, y que mi entendimiento y mi lengua
no han sido cuidadosamente guardados.

Por lo cual, ¡oh Dios piadoso!, ¡oh Majestad


tremenda!, yo, miserable, en medio de tantas
angustias, acudo a ti, que eres fuente de
misericordia; a ti acudo en busca de la salud
y me acojo bajo tu protección; y, ya que me es
imposible soportar tu mirada de Juez irritado,
deseo contemplarte como mi Salvador.

A ti, Señor, descubro mis llagas y mi confu-


sión; conozco que te he ofendido frecuente
y gravemente, y por eso me inspiras temor.
Espero, sin embargo, en tu infinita misericor-
dia: mírame con ojos bondadosos. Señor Je-
sucristo, Rey eterno, Dios y hombre clavado
en la cruz para salvarnos. Óyeme, pues en ti
tengo puesta mi esperanza; apiádate de mí,
que estoy lleno de miserias y de pecados, Tú
que eres la fuente de la misericordia, que no
cesa jamás de manar por nuestro bien.
R. Amén.

San Ambrosio

II

Salve, víctima de la salvación, ofrecida en el


patíbulo de la cruz por mí y por todo el linaje
humano. Salve, noble y preciosa sangre que
mana de las llagas de Jesucristo crucificado y
lava todos los crímenes del mundo. Acuérdate,
Señor, del hombre que has rescatado con tu
sangre; me arrepiento de haberte ofendido y
propongo enmendarme en lo sucesivo.

Padre clementísimo, aleja de mí todas las


iniquidades y pecados, para que, purificado
de alma y cuerpo, merezca entrar dignamente
en el lugar santísimo, y que este cuerpo y esta
sangre que deseo tomar, aunque indigno, sirva
para remisión de mis culpas, para purificar mi
alma de sus delitos, para ahuyentar los torpes
pensamientos, para devolverle los buenos
sentimientos, para dar eficacia a las obras que
a ti te agradan y, finalmente, para firmísima
protección contra las asechanzas del enemigo
de mi alma y de mi cuerpo. Amén.

San Ambrosio
III

¡Oh Dios todopoderoso y eterno! Llégome


al sacramento de tu Hijo, nuestro Señor Je-
sucristo; me acerco como enfermo al médico
de la vida, como leproso a la fuente de la mi-
sericordia, como ciego a la luz de la claridad
eterna, como pobre y necesitado al Señor de
los cielos y de la tierra.

Ruego, pues, a tu inmensa bondad que


te dignes sanar mi enfermedad, lavar mi
inmundicia, iluminar mi ceguera, enriquecer
mi pobreza y vestir mi desnudez, para que
me acerque a recibir el Pan de los ángeles,
al Rey de Reyes y Señor de los que dominan,
con tanta reverencia y temor, con tanto dolor
y amor verdadero, con tanta pureza y fe, con
tales intenciones y propósitos cual convienen
a la salud de mi alma.

Concédeme, te lo pido, que reciba yo no sólo el


sacramento de tu santísimo cuerpo, sino tam-
bién la virtud y gracia del sacramento. ¡Oh be-
nignísimo Dios!, dame que reciba el cuerpo de
tu unigénito Hijo y Señor nuestro, Jesucristo,
formado de la Virgen María, de tal modo que
merezca ser incorporado al Cuerpo Místico, la
Iglesia, y ser contado entre sus miembros. ¡Oh
Padre amantísimo!, concédeme poder contem-
plar eternamente y cara a cara en el cielo a tu
amado Hijo, al cual me dispongo ahora a reci-
bir bajo el velo de la fe en esta vida mortal, y
que contigo vive y reina, en la unidad del Espí-
ritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.

Santo Tomás de Aquino

ACCIÓN DE GRACIAS
DE LA CELEBRACIÓN O COMUNIÓN

Gracias te doy, Señor Dios, Padre todopo-


deroso, por todos los beneficios, y señalada-
mente porque has querido admitirme a la par-
ticipación del sacratísimo cuerpo de tu uni-
génito Hijo. Te suplico, Padre clementísimo,
que esta sagrada Comunión no sea para mi
alma lazo ni ocasión de castigo, sino interce-
sión saludable para el perdón, sea armadura
de fe, escudo de mi buena voluntad, muerte
de todos los vicios, exterminio de todos mis
carnales apetitos y aumento de caridad, pa-
ciencia y verdadera humildad y de todas las
virtudes; sea perfecto sosiego de mi cuerpo
y de mi espíritu, firme defensa contra todos
mis enemigos, visibles e invisibles; perpe-
tua unión contigo solo, mi verdadero Dios y
Señor, y sello feliz de mi dichosa muerte. Y
te ruego que tengas por bien llevarme, a mí,
pecador, a aquel convite inefable donde Tú,
con tu Hijo y el Espíritu Santo, eres para tus
santos luz verdadera, satisfacción cumplida,
gozo perdurable, dicha completa y felicidad
perfecta. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

Santo Tomás de Aquino


II

Traspasa, dulcísimo Jesús y Señor mío,


lo más íntimo y profundo de mi ser con el
dardo suavísimo y saludable de tu amor, con
la más pura y verdadera caridad, tal como la
que llenaba el corazón de tus apóstoles, a fin
de que desfallezca y se derrita sólo en amor
hacia ti y en el deseo de poseerte. Haz que
suspire por tu gloria y desee verme libre de
este cuerpo de corrupción y unirme contigo
íntimamente.

Concédeme que mi alma tenga hambre de


ti, ¡oh Pan de los ángeles!, alimento de las
almas santas, pan nuestro de cada día, lleno
de fuerza, de dulzura y de suavidad, que
hace sentir las delicias de su celestial sabor a
cuantos con él se alimentan.

¡Oh Jesús!, a quien los ángeles desean siempre


contemplar, haz que mi corazón tenga sin
cesar hambre de ti, que se alimente de ti y que
lo más íntimo de mi alma sea regalado con
la dulzura de tus celestiales delicias. Que mi
corazón tenga siempre sed de ti, ¡oh fuente de
vida, manantial de sabiduría y de ciencia, río
de eterna luz, torrente de delicias, abundancia
de la casa de Dios!

Haz, Señor, que mi alma no ambicione otra


cosa que poseerte, que te busque y que te
encuentre, que a ti se dirija y a ti llegue; que
no piense sino en ti, que no hable sino de ti,
y todo cuanto haga lo encamine a honra y
gloria de tu santo nombre.

Otórgame la humildad y discreción que


necesito; que desee tus delicias hasta llenarme
de ellas; que sea generoso y ardiente en mis
buenos propósitos y que así persevere hasta
el fin de mi vida.

Sé siempre sólo Tú, ¡oh Jesús!, mi única


esperanza, la fuente de mi confianza, mi
tesoro, mi encanto, mi amor, mi alegría, mi
descanso, mi tranquilidad, mi paz y suavidad,
el delicado perfume de mi alma, mi dulzura,
mi refugio y sostén, mi ayuda, mi sabiduría,
mi herencia, mi bien y mi riqueza. Que sólo en
ti, ¡oh Jesús!, estén siempre fijos mi espíritu
y mi corazón, afianzados y arraigados en ti.
Amén.

San Buenaventura

A JESÚS CRUCIFICADO

Mírame, ¡oh mi amado y buen Jesús!, postrado


ante tu santísima presencia. Te ruego con el
mayor fervor de que soy capaz, que imprimas
en mi corazón los más vivos sentimientos
de fe, esperanza y caridad, verdadero dolor
de mis pecados y propósito firmísimo de
nunca más ofenderte. Mientras que yo, con
todo el dolor y compasión de que soy capaz,
contemplo tus cinco llagas comenzando por
lo que puso en tus labios, ¡oh Jesús!, el santo
profeta: “Taladraron mis manos y mis pies y
se pueden contar todos mis huesos” (Sal 22,
l7-18).

III

Toma, Señor, y recibe toda mi libertad,


mi memoria, mi entendimiento y toda mi
voluntad, todo mi haber y poseer. Tú me
lo diste, a ti, Señor, lo torno; todo es tuyo:
dispón de ello con toda tu voluntad. Dame tu
amor y gracia, que esto me basta.

San Ignacio de Loyola

IV

V. Alma de Cristo:
R. Santifícame.
V. Cuerpo de Cristo:
R. Sálvame.
V. Sangre de Cristo:
R. Embriágame.
V. Agua del costado de Cristo:
R. Lávame.
V. Pasión de Cristo:
R. Confórtame.
V. ¡Oh mi buen Jesús!,
R. óyeme.
V. Dentro de tus llagas:
R. Escóndeme.
V. No permitas
R. que me separe de ti.
V. Del maligno enemigo:
R. Defiéndeme.
V. En la hora de mi muerte:
R. Llámame.
V. Y mándame ir a ti para que con tus ángeles
y santos te alabe y bendiga, por los siglos de
los siglos. Amén.

AL CORAZÓN DE JESÚS

¡Oh Dios, que por medio del corazón de tu


Hijo, herido por nuestras culpas, te dignas,
en tu misericordia infinita, darnos los tesoros
de tu amor!; te pedimos nos concedas que,
al presentarle el devoto obsequio de nuestra
piedad, le ofrezcamos también el homenaje
de una digna satisfacción. Por el mismo
Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

VISITA AL SANTÍSIMO

Señor mío Jesucristo, que por amor a los hom-


bres estás noche y día en este sacramento, lle-
no de piedad y de amor, esperando, llaman-
do y recibiendo a cuantos vienen a visitarte:
creo que estás presente en el sacramento del
altar. Te adoro desde el abismo de mi nada y
te doy gracias por todas las mercedes que me
has hecho, y especialmente por haberte dado
Tú mismo en este sacramento, por haberme
concedido por mi abogada a tu amantísima
Madre y haberme llamado a visitarte en esta
iglesia.

Adoro ahora a tu Santísimo Corazón y deseo


adorarlo por tres fines: el primero, en acción
de gracias por este insigne beneficio; en
segundo lugar, para resarcirte de todas las
injurias que recibes de tus enemigos en este
sacramento; y, finalmente, deseando adorarte
con esta visita en todos los lugares de la tierra
donde estás sacramentado, con menos culto y
más abandono.

Me pesa de haber ofendido tantas veces a tu


divina bondad en mi vida pasada. Propongo,
con tu gracia, no ofenderte más en adelante,
y ahora, por más miserable que sea, me
consagro enteramente a ti, renuncio a mi
voluntad y te la entrego por completo, con
mis afectos, deseos y todas mis cosas.

De hoy en adelante haz de mí, Señor, todo


lo que te agrade. Yo solamente quiero y te
pido tu santo amor, la perseverancia final y el
perfecto cumplimiento de tu santa voluntad.

Te recomiendo las almas del purgatorio, es-


pecialmente las más devotas del Santísimo
Sacramento y de María Santísima. Te reco-
miendo también todos los pobres pecadores.
Finalmente, amadísimo Salvador mío, uno
todos mis afectos y deseos a los de tu corazón
amorosísimo, y así unidos los ofrezco a tu
eterno Padre y le suplico, en nombre tuyo,
que, por tu amor, los acepte y escuche.

San Alfonso María de Ligorio

ACTO DE CONFIANZA EN EL
CORAZÓN DE JESÚS

¡Oh corazón de Jesús, Dios y hombre verda-


dero, refugio de los pecadores y esperanza de
los que en ti confían!, Tú nos dices amable-
mente: Vengan a mí, y nos repites las palabras
que dijiste al paralítico: Confía, hijo mío: tus
pecados te son perdonados; y a la mujer en-
ferma: Confía, hija, tu fe te ha salvado; y a
los apóstoles: Yo soy, no teman.

Animado con estas palabras, acudo a ti con


el corazón lleno de confianza, para decirte
sinceramente y de lo más íntimo de mi alma:
Corazón de Jesús, en ti confío, en mis alegrías
y tristezas, en mis negocios y empresas, en mi
prosperidad y adversidad, en las necesidades
de mi familia, en las tentaciones del demonio,
en las instigaciones de mis propias pasiones,
en las persecuciones de mis enemigos, en
las murmuraciones y calumnias, en mis
enfermedades y dolores, en mis defectos y
pecados, en la santificación y salvación de mi
alma, siempre y en toda ocasión, en vida y
muerte, en tiempo y eternidad.

ORACIÓN FINAL

Corazón de mi amable Jesús, confío y confiaré


siempre en tu bondad; y, por el corazón de
tu Madre, te pido que no desfallezca nunca
esta mi confianza en ti, a pesar de todas las
contrariedades y de todas las pruebas que Tú
quieras enviarme, para que, habiendo sido mi
consuelo en vida, seas mi refugio en la hora
de la muerte y mi gloria por toda la eternidad.
Amén.
RITUAL FAMILIAR

BENDICIÓN DE LOS PADRES SOBRE


SUS HIJOS

El padre puso sus manos sobre la cabeza de


sus hijos y los bendijo diciendo... (Cf. Gn 48,
15-16)

“El Dios en cuya presencia anduvieron mis


padres, el Dios que ha sido mi Pastor desde
mi nacimiento hasta hoy, el ángel que me
libró de todo mal, bendiga a estos hijos míos.
Continúe en ellos mi nombre y el apellido
de mis padres. Multiplíquense y crezcan en
medio de esta tierra”. Amén.

ANTES DE UN VIAJE

Así habéis de bendecir a vuestros hijos: (Cf.


Nm 6, 24-26)

“El Señor Dios te bendiga y te guarde; ilumine


su rostro sobre ti y te conceda su gracia; que
puedas ver su rostro y te conceda la paz. El
Señor omnipotente te bendiga”. Amén.

ACCIÓN DE GRACIAS
POR EL BAUTISMO DE UN HIJO

Señor y Dios nuestro, te damos gracias porque


nuestro hijo ha nacido a la nueva vida y ha
sido hecho hijo tuyo por el Bautismo.
Te bendecimos y te alabamos porque haces
posible así que un día reciba por la Confir-
mación la plenitud del Espíritu Santo y que
pueda acercarse a tu altar para participar en la
mesa de tu sacrificio e invocarte como Padre
en medio de la Iglesia.

Derrama tu gracia sobre nosotros para que se-


pamos transmitirle la fe de palabra y de obra.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

CONSAGRACIÓN DEL NIÑO


A LA VIRGEN
DESPUÉS DEL BAUTISMO

Santísima Virgen María, Madre de Dios y


Madre nuestra, te presentamos a este niño
que Dios nos ha dado y confiado a nuestro
cuidado y protección, y que hoy, por el
santo Bautismo, se ha hecho hijo de Dios y
hermano y miembro vivo de tu divino Hijo
Jesús en la santa Iglesia. Te lo consagramos
con todo nuestro corazón, y lo entregamos
confiadamente a tu ternura y vigilancia
maternal.

Que por tu poderosa intercesión, Dios lo pro-


teja en su alma y en su cuerpo y lo preserve
de todos los males. Si algún día tuviera la
desgracia de pecar, recuérdale, Madre amo-
rosísima, que eres bondadosa con el pecador
arrepentido, y condúcelo de nuevo a la gracia
y amistad con tu divino Hijo.
Y a nosotros, sus padres y padrinos, ayúdanos
a cumplir fielmente nuestras obligaciones
con él y el compromiso que hemos contraído
delante de Dios y de la Iglesia. Que con
nuestra palabra, y especialmente con nuestro
ejemplo, le enseñemos a creer y practicar
las verdades de la fe, el amor al prójimo,
el cumplimiento de la Ley de Dios y de la
Iglesia, y el respeto a sus ministros.

Concédenos, finalmente, Santísima Virgen


María, que algún día podamos juntarnos todos
como una gran familia en la casa de nuestro
Padre celestial, en la intimidad de tu Hijo y
en el gozo del Espíritu Santo. Amén.

CONSAGRACIÓN DE LOS NIÑOS


CUANDO LOS LLEVAN AL TEMPLO

Conviene comenzar la celebración con un


canto apropiado.

V. Nuestro auxilio está en el nombre del Señor.


R. Que hizo el cielo y la tierra.
V. Dejad a los niños que vengan a mí.
R. Porque de ellos es el Reino de los cielos.
V. Sus Ángeles custodios.
R. Miran continuamente el rostro del Padre.
V. Nada logre en ellos el demonio.
R. Y el maligno no se atreva a hacerles daño.
V. Escucha, Señor, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.

OREMOS

Señor nuestro, Jesucristo, que abrazabas con


amor a los niños que te presentaban y venían
a ti, que los bendecías imponiéndoles las
manos, y dijiste a los Apóstoles: Dejad a los
niños que vengan a mí y no se lo impidáis,
porque de ellos es el Reino de los cielos, y
sus ángeles custodios miran continuamente
el rostro de mi Padre, y les advertiste el
severo castigo para quien los escandalizara;
te suplicamos, Señor, que cuides la inocencia
de estos niños aquí presentes, y la devoción
de sus padres. Bendícelos † hoy por medio de
nosotros, tus ministros, para que todos los días
crezcan en tu gracia y misericordia, sientan
gusto de ti, te amen, conozcan tu santo temor
para que guarden tus mandamientos, y lleguen
así al deseado fin de la gloria, por medio de
ti, Salvador del mundo y Dios verdadero, que
con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas
por los siglos de los siglos. Amén.

OREMOS

Te suplicamos, Señor, que por la intercesión


de la bienaventurada siempre Virgen María,
defiendas de toda adversidad a esta familia,
que de todo corazón se postra delante de
ti, y la protejas paternalmente de todas las
asechanzas del enemigo. Por Cristo, nuestro
Señor. Amén.

OREMOS

Oh Dios, que con providencia inefable te


has dignado enviar a tus santos ángeles para
que nos custodien, concédenos ser siempre
defendidos por su protección, y gozar de su
compañía en el cielo. Por Cristo, nuestro
Señor. Amén.

Puede rociar a todos con agua bendita como


recuerdo de su Bautismo, mientras se entona
un canto apropiado, y al final los bendice
diciendo:

Que el Señor los bendiga y los cuide, guarde


puros sus corazones y rectas sus mentes, y
que el Padre, el Hijo † y el Espíritu Santo los
acompañen siempre. Amén.

Mientras van saliendo del templo pueden


entonar alguna alabanza.
ACTO DE PROCLAMACIÓN DEL
SAGRADO CORAZÓN
DE JESÚS COMO REY DE MÉXICO
Y JURAMENTO DE FIDELIDAD
Y VASALLAJE

Para decirse el 11 de enero


en la Hora Santa nacional

Corazón Sacratísimo del Rey pacífico: ra-


diantes de júbilo como fieles vasallos, ve-
nimos hoy a postrarnos al pie de tu trono y
gozosos te proclamamos a la faz del mundo,
Rey inmortal de la nación mexicana, al acatar
tu Soberanía sobre todos los pueblos.

Queremos coronar tu frente, ¡oh Cristo Rey!,


con una diadema de corazones mexicanos, y
poner en tu mano el cetro de un poder absoluto,
para que rijas y gobiernes a tu pueblo amado.
Eres Rey como afirmaste en tu pasión,
¡porque eres el Hijo de Dios! Por lo tanto, ¡oh
Monarca amabilísimo!, este pueblo tuyo, que
tiene hambre y sed de justicia, que se ampara
en tu celestial Realeza, te promete entronizar
tu Corazón en todos sus hogares, pobres o
ricos, y rendirte el homenaje que mereces,
reconociendo tus derechos santísimos sobre
todo el orbe.

Consagramos a tu Corazón Sagrado, la


Iglesia de México con todos sus Pastores,
Ministros y Comunidades religiosas; la Patria
querida con todos sus hogares, las familias
con todos sus miembros: ancianos, mozos o
niños; a los amigos y a los enemigos; y muy
particularmente a las madres, las esposas y
las hijas, destinadas a modelar el corazón del
futuro pueblo mexicano, para que triunfes
y reines en todos los habitantes de esta
Nación.

Todos, ¡oh Cristo Rey!, con ardiente júbilo te


juramos fidelidad como nobles y generosos
vasallos. Habla, pues, manda, reclama y exige
con imperio: pídenos la sangre y la vida, que
son tuyas, porque totalmente te pertenecemos;
resueltos estamos a dártelas por defender
tu bandera hasta que triunfe y sea exaltado,
reverenciado y amado para siempre tu herido
Corazón.

Ya reina en México tu Corazón Divino y des-


de la santa Montaña consagrada a ti, enjugará
las lágrimas, restañará la sangre, curará las
heridas de esta República conquistada por
María de Guadalupe. Tú dominarás en ella
con el cetro suavísimo de tu misericordia; y
en la paz como en la guerra, en la agitación
como en la tranquilidad, nos verás con benig-
nos ojos y extenderás tus benditas y podero-
sas manos para bendecimos. Y nosotros, con
todas las generaciones futuras, te aclamare-
mos por nuestro Rey y Salvador. Allá vola-
rán las muchedumbres a pedirte gracias y a
ofrecerte, con alma y vida, guardar tu santa
Ley: y Tú, Redentor amoroso de los hombres,
atrae a tu Corazón adorable a los pecadores
para convertirlos.

Recobra tu dominio sobre tantas almas após-


tatas desorientadas y engañadas con falsas y
perversas doctrinas; conserva la fe en noso-
tros y despréndenos de los miserables bie-
nes del mundo; calma los odios y une a los
hermanos; ilumina a los ciegos; perdona a
los ingratos; pero, sobre todo, concede a tu
Iglesia la libertad y la paz por la que tanto
suspiramos. Derrite con el fuego de tu divino
pecho, misericordioso Jesús, el hielo de las
almas; establece tus reales en todos los pue-
blos de nuestro país, y penetre tu caridad a las
cárceles, a los hospitales, a las escuelas, a los
talleres; haz un trono para ti en cada corazón
mexicano, porque los Pastores y las ovejas,
los padres y los hijos, nos gloriamos de ser
tuyos. Danos, por fin, una santa muerte, se-
pultándonos en la herida preciosa de tu Cora-
zón de amor, para resucitar en los esplendores
del cielo, cantando eternamente:

Corazón santo,
Tú reinas ya.
México tuyo
siempre será.

¡Viva Cristo Rey, en mi corazón, en mi casa y


en mi patria! Amén.
ENTRONIZACIÓN DEL SAGRADO
CORAZÓN DE JESÚS EN LOS
HOGARES

El día fijado de antemano, se reúne toda la


familia en el lugar principal de la casa; el
sacerdote, revestido de cota y estola blanca,
bendice la imagen del Sagrado Corazón, y
se procede a la formal entronización de la
manera siguiente:

Todos, de pie, recitan en voz clara el Credo,


en testimonio explícito de la fe que profesa
toda la familia, y a continuación se dirá lo
siguiente:

Dígnate visitar, Señor Jesús, en compañía


de tu dulce Madre, este hogar y colma a sus
dichosos moradores de las gracias prometidas
a las familias especialmente consagradas a tu
Corazón Divino. Tú mismo, ¡oh Salvador del
Mundo!, con fines de misericordia, solicitaste
en revelación a tu sierva Margarita María el
solemne homenaje de universal amor a tu
Corazón, “que tanto ha amado a los hombres,
y de los cuales es tan mal correspondido”. Por
ello toda esta familia, acudiendo presurosa a
tu llamado, y en desagravio del abandono y
de la apostasía de tantas almas, te proclama,
¡oh Corazón Sagrado!, su amable Soberano
y te consagra de una manera absoluta las
alegrías, los trabajos y tristezas, el presente y
el porvenir de este hogar, de hoy para siempre
enteramente tuyo. Bendice, pues, a los
presentes, bendice a los que, por voluntad del
cielo, nos arrebató la muerte; bendice, Jesús,
a los ausentes; establece en esta tu casa, te lo
suplicamos por el amor que tienes a la Virgen
María, establece aquí, ¡oh Corazón amante!,
el dominio de tu caridad, infunde en todos
sus miembros el espíritu de fe, de santidad y
de pureza, arrebata para ti solo estas almas,
despegándolas del mundo y de sus locas
vanidades; ábreles, Señor, la herida hermosa
de tu Corazón piadoso, y, como en arca de
salud, guarda en ella a todos estos que son
tuyos hasta la vida eterna.

¡Viva siempre amado, bendecido y glorificado


en este hogar el Corazón triunfante de Jesús!
Amén.

Evóquese la presencia y el recuerdo de los


muertos y de los ausentes, rezando por ellos
un Padre Nuestro y un Ave María.

A continuación, el jefe de la familia coloca


la imagen del Sagrado Corazón en el lugar
de honor que se le ha preparado y procede
a la consagración de la familia, recitando la
siguiente fórmula:

Oh Corazón Sacratísimo de Jesús, Tú revelas-


te a Santa Margarita María el deseo de reinar
sobre las familias cristianas: he aquí que, a
fin de complacerte, nos presentamos hoy para
proclamar tu absoluto imperio sobre nuestra
familia.

Deseamos vivir en adelante tu vida, deseamos


que en el seno de nuestra familia florezcan
las virtudes, por las cuales Tú has prometido
la paz en la tierra; deseamos apartar lejos de
nosotros el espíritu del mundo, a quien Tú
condenaste.

Tú reinarás en nuestra inteligencia con la


sinceridad de nuestra fe, en nuestro corazón
con el amor exclusivamente tuyo, mediante el
cual se inflamará para ti, y cuya ardiente llama
fomentaremos con la recepción frecuente de
la Divina Eucaristía.

Dígnate, Corazón Divino, presidirnos, unidos


en uno solo, bendecir nuestros negocios
espirituales y temporales, apartar de nosotros
los contratiempos, santificar nuestros goces
y mitigar nuestras penas. Y si alguno de
nosotros tuviere la desgracia de ofenderte,
recuérdale, oh Corazón de Jesús, que Tú estás
lleno de misericordia y de caridad para el
pecador que se arrepiente. Y cuando suene la
hora de la separación, y la muerte introduzca
el luto en el seno de nuestra familia, nosotros
todos, así los que se ausenten como los que
se queden, nos sometemos a tus eternos
decretos. Nuestro consuelo será gustar en el
fondo de nuestras almas el dulce pensamiento
de que toda nuestra familia, reunida allá en el
Cielo, podrá cantar por siempre tus glorias y
tus bondades.

Dígnese el Corazón Inmaculado de María,


dígnese el glorioso Patriarca San José, pre-
sentarte esta nuestra consagración y conser-
var viva su memoria en nuestras almas todos
los días de nuestra vida.

¡Viva el corazón de Jesús,


nuestro Rey y nuestro Padre!

Luego, el sacerdote bendice a la familia: se


puede entonar algún canto en honor de Cristo
Rey.

La bendición de Dios todopoderoso, Padre,


† Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre esta
familia y permanezca para siempre. Amén.

ENTRONIZACIÓN DE NUESTRA
SEÑORA DE GUADALUPE
EN LOS HOGARES

Reunidos a los pies de la Santísima Virgen,


y bendecida la Imagen, dice el sacerdote lo
siguiente:

Dios Todopoderoso y Eterno, que impulsado


por tu infinita misericordia te dignaste dirigir
a México una mirada de amor y viéndolo lleno
de sombras y miserias enviaste a la Inmaculada
Virgen María, para que fuera Apóstol, Reina
y Madre Nuestra: te rogamos aceptes propicio
la ofrenda que, por medio de ella, te hacemos
de nuestros hogares y de nuestros corazones,
y haz, por tu infinita bondad, que establezca
aquí Nuestra Santísima Madre de Guadalupe
su trono de clemencia y dispensación, nos vea
como cosa muy suya, nos mantenga lejos del
pecado y de todo mal, y con su intercesión
valiosísima, alcancemos el perdón y la paz.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

A continuación se coloca la Santa Imagen


en el lugar donde deba quedar, y luego, de
rodillas, dicen:

“¡Salve, augusta Reina de los Mexicanos,


Madre Santísima de Guadalupe, Salve! Ruega
por tu Nación para conseguir lo que tú, Madre
Nuestra, creas más conveniente pedir”.

Se reza una Salve y esta jaculatoria:

¡Virgen Santísima de Guadalupe, Reina de


México, consérvanos la fe y salva nuestra
Patria!

Puede decirse también la Oración compuesta


por el Papa Juan Pablo II y que se encuentra
en este Ritual.
ORACIÓN FINAL

¿Cómo te daremos gracias, dulcísima Madre


nuestra, por los beneficios incontables que
te debemos? Fijaste en esta Nación esos tus
ojos misericordiosos y ante el Trono excelso
del Dios de bondad la pediste como herencia
tuya. ¿Qué pudo moverte a descender desde
los cielos hasta nuestro árido Tepeyac, sino
el singular amor que nos tienes y la inmensa
miseria nuestra? ¡Gracias, Señora! Que los
ángeles te alaben por tan insigne favor, que
las naciones todas te bendigan y que México,
postrado a tus inmaculadas plantas, te ame
con todos sus corazones y, como a Judit, te
cante: “Tú eres la gloria de nuestro pueblo”.

Pediste un templo y te ofrecemos millares,


pues te consagramos cada uno de nuestros
hogares y queremos reines en nuestros cora-
zones. Nos llamas: “Hijitos míos, muy que-
ridos”, y aceptando tan dulce título, que nos
conmueve hasta las lágrimas, queremos lla-
marte nuestra Reina, nuestra Madre, y ser, no
sólo tus vasallos fieles y tus hijos amantísi-
mos, sino tus humildísimos esclavos. Manda,
Altísima Señora, que estamos prontos a obe-
decerte. Reina en nuestras casas y líbralas de
todo mal; en nuestras almas y haz que sirvan
siempre a Dios; en esta porción de la Iglesia
Mexicana y hazla gloriosa y libre; en nuestra
Nación, feliz a pesar de todo, porque la amas,
y danos la paz. Perdona a los hijos ingratos y
prevaricadores, robustece la fe de los que te
aclaman e invocan, y concédenos, en fin, que
formando tu corte aquí en la tierra, vayamos,
dulcísima Madre, a cantar contigo las alaban-
zas eternas ante el Trono de Dios, Amén.

Se termina cantando el Himno Guadalupano


o algún otro canto apropiado.

PRÁCTICAS DE CONSEJO

l.o El día de la entronización, reúnase en


cuanto sea posible toda la familia y prepárese
para recibir los santos sacramentos.

2.a Procúrese honrar diariamente a la Santísi-


ma Virgen de Guadalupe rezándole en fami-
lia, o en el templo, el Santo Rosario, especial-
mente los sábados y el día 12 de cada mes.

3.a Téngase como día de alegría, en el hogar,


el del aniversario de la entronización.
ROGATIVAS Y TEMPORAS

DISPUESTAS POR LA AUTORIDAD


PARA DETERMINADOS TIEMPOS
DEL CICLO LITÚRGICO

Las rogativas, conocidas antiguamente como


“letanías mayores y menores”, que se cele-
braban el 25 de abril y el triduo anterior a la
Ascensión, actualmente no tienen fecha asig-
nada en la Iglesia Universal, sino que se fa-
culta a las Conferencias Episcopales para que
asignen una fecha que se acomode mejor a
las circunstancias concretas en cada lugar. En
México, la Conferencia Episcopal Mexicana
dispuso “que cada párroco determine la fecha
y el modo práctico de dicha celebración”.

La celebración de las “Temporas” y “Rogati-


vas” tiene carácter obligatorio, aun cuando no
se presente una necesidad concreta y urgente,
ni exista una fecha fija o general. Se desarrolla
normalmente con una procesión hacia algún
santuario famoso de gran devoción regional
o local; o simplemente a un lugar sagrado, y
tendrá como fin “orar a Dios por las diversas
necesidades de los hombres, principalmente
por los frutos de la tierra y el trabajo humano,
y para dar públicamente gracias a Dios”.

Los diversos elementos que pueden configu-


rar esta celebración van desde el toque “es-
pecial” de las campanas “para rogativas”,
hasta los diferentes actos que se elegirán li-
bremente para ayudar a los fieles a participar
consciente y fructuosamente. Sobresalen dos:
las Letanías de todos los Santos, con los siete
Salmos Penitenciales, que son: 6, 31, 37, 50,
101, 129, 142, y la celebración de la Misa.

Cuando la letanía se dice como parte de


las rogativas, pueden recitarse durante la
procesión de entrada. En este caso se omiten
los Ritos Iniciales: el sacerdote, al llegar
al presbiterio, después de besar el altar e
incensarlo si es el caso, dice inmediatamente
la Oración Colecta. A continuación se dicen
las lecturas y lo demás como de costumbre,
menos la Oración Universal o de los fieles,
que ya no tiene lugar por haberse dicho ya
durante las letanías (si fuere necesario se
añaden en la parte cuarta algunas intenciones
apropiadas a las necesidades especiales).

El Misal aporta diversos esquemas para estas


Misas, por ejemplo:

• Por la Santa Iglesia Universal,


4 esquemas, p. 679ss.
• Por la Santa Iglesia Local, p. 683.
• Por un Concilio o Sínodo, p. 689, o una
Reunión Pastoral, p. 707.
• Por la unidad de los cristianos,
3 esquemas, p. 700ss., pf. pr.
• Por la Evangelización, 2 esquemas,
p. 704.
• En el tiempo de siembra, 2 esquemas,
p. 720.
• Oración para pedir la lluvia, p. 729.
• Oración por el buen temporal, p. 729.
• Por cualquier necesidad, p. 730,
2 esquemas.

LECTURAS PARA ROGATIVAS


Cuando se permite elegir lecturas, escójanse
las más apropiadas a las circunstancias, por
ejemplo:

Vocaciones:
I — Gn 2, l-4a; Ex 3, 1-6. 9-12; Sam 3, 1-10;
1Re 19, 16b. 19-21; Is 6, 1. 6-8; Jer 1, 4-9;
20, 7-9.
II — 2Cor 5, 14-20; Fil 3, 8-14; He 5, 1-10.
Ev — Mt 9, 35-38; Mc 10, 17-27; Lc 5, 1-11;
9, 57-62; 14, 25-33; Jn 7, 35-51; 15, 9-17.

Unidad:
I — Ez 37, 15-19. 21b-22. 26-28.
II — 1Cor 7, 10-13; Fil 2, 1-13; Col 3, 9b- 17;
lJn 4, 9-15.
Ev — Mt 18, 9-22; Lc 9, 49-56a;
Jn 10, 11-16; 17, 1-11a.

Evangelización:
I — Is 2, 1-5; 1, 6-7; Jon 3, 10-4. 11.
II — He 1, 3-8; Rom 10, 9-18; 1Tim 2, 1-8
Ev — Mt 28, 6-20; Lc 24, 44-53; Jn 17, 11b,
17-23.
Siembra:
I — Gn 7, 11- 12.
II — 2Cor 9, 8-11.
Ev — Mt 13, 1-9; Mc 4, 26-29.

Cosecha:
I — Dt 8, 7-18; Jl 2, 21-24. 26-27.
II — 1Tim 6, 6-11. 17-19.
Ev — Lc 12, 15-21; 17, 11-19.

Cualquier necesidad:
I — Tob 13, 8-11. 16. 17; Lam 3, 17-26;
Dn 3, 25. 34-43.
II — Rm 8, 18-30; 8, 3lb-39; St 2-4. 12;
Ap 21, 5ª. 6b-7.
Ev — Mt 7, 7-17; Mc 4, 35-40; Lc 18, 1-8.
LETANÍAS DE LOS SANTOS

COMPLETAS

Para decirse en los días de rogativas y en


otras circunstancias.

SÚPLICA A DIOS
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.
Cristo, ten piedad. Cristo, ten piedad.
Señor, ten piedad. Señor, ten piedad.

II

INVOCACIÓN A LOS SANTOS


Santa María: Ruega por nosotros.
Santa Madre de Dios: Ruega por nosotros.
Santa Virgen de las
Vírgenes: Ruega por nosotros.
Santos Miguel, Gabriel
y Rafael: Rogad por nosotros.
Todos los santos Ángeles: Rogad por nosotros.

PATRIARCAS Y PROFETAS
San Abraham: Ruega por nosotros.
San Moisés: Ruega por nosotros.
San Elías: Ruega por nosotros.
San José: Ruega por nosotros.
San Juan Bautista: Ruega por nosotros.
Todos los santos Patriarcas
y Profetas: Rogad por nosotros.
APÓSTOLES Y DISCÍPULOS
San Pedro y San Pablo: Rogad por nosotros.
San Andrés: Ruega por nosotros.
San Juan y Santiago: Rogad por nosotros.
Santo Tomás: Ruega por nosotros.
San Matías: Ruega por nosotros.
Todos los santos Apóstoles: Rogad por nosotros.
San Lucas: Ruega por nosotros.
San Marcos: Ruega por nosotros.
San Bernabé: Ruega por nosotros.
Santa María Magdalena: Ruega por nosotros.
Todos los santos
Discípulos del Señor: Rogad por nosotros.

MÁRTIRES
San Esteban: Ruega por nosotros.
San Ignacio de Antioquía: Ruega por nosotros.
San Policarpo: Ruega por nosotros.
San Justino: Ruega por nosotros.
San Lorenzo: Ruega por nosotros.
San Cipriano: Ruega por nosotros.
San Bonifacio: Ruega por nosotros.
Santo Tomás Bécket: Ruega por nosotros.
San Juan Fisher
y Santo Tomás Moro: Rogad por nosotros.
San Felipe de Jesús: Ruega por nosotros.
San Pablo Miki: Ruega por nosotros.
San Isaac Jogues
y San Juan Brébeuf: Rogad por nosotros.
San Pedro Chanel: Ruega por nosotros.
San Carlos Lwanga: Ruega por nosotros.
Santa Perpetua
y Santa Felícitas: Rogad por nosotros.
Santa Inés: Ruega por nosotros.
Santa María Goretti: Ruega por nosotros.
Todos los santos mártires: Rogad por nosotros.
OBISPOS Y DOCTORES
San León y San Gregorio: Rogad por nosotros.
San Ambrosio: Ruega por nosotros.
San Jerónimo: Ruega por nosotros.
San Agustín: Ruega por nosotros.
San Atanasio: Ruega por nosotros.
San Basilio y
San Gregorio Nacianceno: Rogad por nosotros.
San Juan Crisóstomo: Ruega por nosotros.
San Martín: Ruega por nosotros.
San Patricio: Ruega por nosotros.
San Cirilo y San Metodio: Rogad por nosotros.
San Carlos Borromeo: Ruega por nosotros.
San Francisco de Sales: Ruega por nosotros.
San Pío X: Ruega por nosotros.

SACERDOTES Y RELIGIOSOS
San Antonio: Ruega por nosotros.
San Benito: Ruega por nosotros.
San Bernardo: Ruega por nosotros.
San Francisco
y Santo Domingo: Rogad por nosotros.
Santo Tomás de Aquino: Ruega por nosotros.
San Ignacio de Loyola: Ruega por nosotros.
San Francisco Javier: Ruega por nosotros.
San Vicente de Paúl: Ruega por nosotros.
San Juan María Vianney: Ruega por nosotros.
San Juan Bosco: Ruega por nosotros.
Santa Catalina de Siena: Ruega por nosotros.
Santa Teresa de Ávila: Ruega por nosotros.
Santa Rosa de Lima: Ruega por nosotros.
LAICOS
San Luis Rey: Ruega por nosotros.
Santa Mónica: Ruega por nosotros.
Santa Isabel de Hungría: Ruega por nosotros.
Todos los santos
y santas de Dios: Rogad por nosotros.

III

INVOCACIÓN A CRISTO
Muéstrate propicio: Líbranos, Señor.
De todo mal: Líbranos, Señor.
De todo pecado: Líbranos, Señor.
De las asechanzas del demonio: Líbranos, Señor.
De la ira, del odio y de
toda mala voluntad: Líbranos, Señor.
De la muerte eterna: Líbranos, Señor.
Por tu encarnación: Líbranos, Señor.
Por tu nacimiento: Líbranos, Señor.
Por tu Bautismo y santo ayuno: Líbranos, Señor.
Por tu cruz y tu pasión: Líbranos, Señor.
Por tu muerte y sepultura: Líbranos, Señor.
Por tu santa resurrección: Líbranos, Señor.
Por tu admirable ascensión: Líbranos, Señor.
Por la efusión del Espíritu Santo: Líbranos, Señor.
Por tu glorioso advenimiento: Líbranos, Señor.
IV

SÚPLICA POR DIVERSAS


NECESIDADES

Que nos perdones


Te rogamos, óyenos.

Que nos guíes a la verdadera penitencia.


Te rogamos, óyenos.

Que nos conserves y confortes en


tu santo servicio.
Te rogamos, óyenos.

Que a todos los que nos hacen el bien les


concedas el premio eterno.
Te rogamos, óyenos.

Que nos des y conserves los frutos de la tierra.


Te rogamos, óyenos.

Se pueden añadir súplicas por algunas


necesidades particulares.
Que conserves y guíes a tu santa Iglesia
Te rogamos, óyenos.

Que al Papa, a los Obispos y a todos los


órdenes de la jerarquía los conserves en la santa
religión
Te rogamos, óyenos.

Que a todos los que creen en Cristo les concedas


la unidad y la paz
Te rogamos, óyenos.

Que a todos los hombres los guíes a la luz del


Evangelio
Te rogamos, óyenos.

CONCLUSIÓN A

Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.


Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.

CONCLUSIÓN B

Cuando las Letanías se dicen fuera de la


Misa, se puede decir en lugar de la anterior
conclusión: “Cordero de Dios” (3 veces).
ORACIÓN
Oh Dios, que eres nuestro refugio y nuestra
fuerza, escucha benigno la oración de tu
Iglesia suplicante, y ya que Tú mismo eres el
autor de la bondad, concédenos alcanzar con
seguridad lo que te pedimos con perseverancia.
Por Cristo, nuestro Señor. Amén.

O bien:

Oh Dios, fuente de toda santidad, por


intercesión de tus Santos, que tuvieron en la
tierra diversos carismas y un mismo premio
en el cielo, haz que caminemos dignamente
en la vocación particular con que nos has
llamado a cada uno de nosotros. Por Cristo,
nuestro Señor. Amén.

SALMOS PENITENCIALES

Se recomienda igualmente orar con los sal-


mos:

Oración de un enfermo:
Señor no me corrijas con ira. Sal 6

La dicha del perdón:


Dichoso el que queda absuelto. Sal 31

Oración del penitente:


Señor, no me corrijas con ira. Sal 37
Salmo de la misericordia:
Piedad de mí, Señor. Sal 50

Oración del afligido:


Señor, escucha mi plegaria. Sal 101

Súplica de perdón:
Desde lo hondo a ti grito, Señor. Sal 129
Ante la angustia, para pedir socorro:
Señor, escucha mi oración. Sal 142

Oración de la esperanza:
A ti, Señor levanto mi alma. Sal 24

Oración ante las dificultades:


Inclina tu oído, Señor. Sal 85

Oración para la confianza:


Amo al Señor. Sal 114

Para librarse del mal:


Señor, te estoy llamando. Sal 140

En los días de rogativas escójase alguna Misa


entre las Votivas o a la Santísima Trinidad,
y dígase la Oración Universal según las
necesidades concretas del lugar, excepto en el
caso en que ya se hayan dicho las Letanías.
LETANÍA BREVE DE LOS SANTOS

Para algunos Ritos de Ordenación y


Consagración, según el Pontifical Romano

Se permite añadir, en el lugar correspondien-


te, los nombres de algunos santos, por ejem-
plo: patrón del lugar, titular y nombres de los
ordenados, así como otras invocaciones se-
gún las circunstancias, como oración de los
fieles, ya que ésta se suprime cuando se dicen
las Letanías.

INVOCACIONES ESPECIALES

Se pueden añadir algunas intenciones


particulares.

EN ORDENACIONES:

Que te dignes bendecir a este(os) elegido(s).


Te rogamos, óyenos.
Que te dignes bendecir y santificar a este(os)
elegido(s).
Te rogamos, óyenos.
Que te dignes bendecir, santificar y consagrar
a este(os) elegido(s).
Te rogamos, óyenos.

EN CONSAGRACIÓN DE IGLESIA:

Que te dignes bendecir


y consagrar esta Iglesia Te rogamos, óyenos.
EN CONSAGRACIÓN DE ALTAR:

Que te dignes consagrar este altar


Te rogamos, óyenos.

EN LA VIGILIA PASCUAL,
CUANDO HAY BAUTISMOS:

Que te dignes comunicar tu vida a estos que has


elegido para el Bautismo
Te rogamos, óyenos.

CONCLUSIÓN:

Jesús, Hijo de Dios vivo. Te rogamos, óyenos.


Cristo, óyenos. Cristo, óyenos.
Cristo, escúchanos. Cristo, escúchanos.

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