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La tortuga y el águila

Había una vez una tortuga muy inconforme con la vida que le había tocado, y que en consecuencia
no hacía otra cosa que lamentarse.
Estaba realmente harta de andar lentamente por todo el mundo, con su caparazón a cuesta.
Su más profundo deseo era poder volar a gran velocidad y disfrutar de la tierra desde las alturas,
tal y como hacían otras criaturas.
Un día un águila la sobrevoló a muy baja altura y sin pensárselo dos veces la tortuga le pidió que la
elevara por los aires y la enseñase a volar.
Extrañada el águila accedió al pedido de lo que le pareció una extraña tortuga y la atrapó con sus
poderosas garras, para elevarla a la altura de las nubes.
La tortuga estaba maravillada con aquello. Era como si estuviese volando por sí misma y pensó
que debía estar maravillando y siendo la envidia del resto de los animales terrestres, que siempre
la miraban con cierta compasión por la lentitud de sus desplazamientos.
-Si pudiera hacerlo por mí misma –pensó. –Águila, vi cómo vuelas, ahora déjame hacerlo por mí
misma –le pidió al ave.
Más extrañada que al inicio el águila le explicó que una tortuga no
estaba hecha para volar. No obstante, tanta fue la insistencia de la
tortuga, que el águila decidió soltarla, solo para ver cómo el
animal terrestre caía a gran velocidad y se hacía trizas contra una
roca. Mientras descendía, la tortuga había comprendido su error,
pero ya era tarde. Desear y atreverse a hacer algo que estaba más
allá de sus capacidades le había costado la vida, una vida que vista
desde esa perspectiva ya no le parecía tan mala.
Ese mismo razonamiento fue hecho por el águila, que contrario a
la tortuga se sentía muy satisfecha y conforme con lo que la naturaleza le había dado
1. La Llorona
La llorona es una de las leyendas más conocidas en Guatemala y, aunque hay varios
elementos que no cambian, existen varias versiones sobre el origen de
esta leyenda. Uno de los elementos que permanece igual en todos los
relatos es el nombre de la Llorono y su procedencia. Es decir, en todas
las leyendas la mujer lleva el nombre de María y es criolla, es decir, hija
de de españoles en época de la colonia. Así mismo, otro de los
elementos en común de las leyendas es que María contrajo matrimonio
y que su esposo viajaba mucho. Los elementos que varian es que,
estando de viaje, Maria se enamoro de un fontanero de nombre Juan
de la Cruz y producto de este amor queda embarazada. Otra de las
versiones es que de la persona que se enamora es de un mozo de su
finca y la tercera versión es que María llevaba una vida de libertinaje y se desconoce de
quien queda embarazada.
FABULA LA PULGA Y EL HOMBRE
Un hombre disfruta de un buen sueño, cuando comenzó a sentir picazón por todo el
cuerpo. Molesto por la situación, buscó por toda su cama para ver qué era lo que les
estaba causando tanta molestia. Tras su búsqueda encontró a una minúscula pulga y le
dijo las siguientes palabras:
- ¿Quién te crees que eres insignificante bicho, para estar picándome por todo mi cuerpo
y no dejarme disfrutar de mi merecido descanso?
Fabula la Pulga y el Hombre
- Contestó la pulga: "Discúlpeme señor, no fue mi intención molestarlo de ninguna
manera; le pido por favor que me deje seguir viviendo, ya que por mi pequeño tamaño no
creo que lo pueda molestar mucho." El hombre riéndose de las ocurrencias de la pulga, le
dijo:
- Lo siento pequeña pulga, pero no puedo hacer otra cosa que
acabar con tu vida para siempre, ya que no tengo ningún motivo
para seguir aguantando tus picaduras, no importa si es grande o
pequeño que pueda ser el prejuicio que me causes.
Moraleja:
Todo aquel que le hace daño a otra persona, debe estar
dispuesto a afrontar las consecuencias.
parábola
La oveja perdida. Nuevo testamento. Lucas 15, 4-7
¿Qué hombre de vosotros, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las
noventa y nueve en el desierto y va tras la que se le perdió, hasta que la halla?
Y al encontrarla, la pone sobre sus hombros gozoso; y cuando llega a casa, reúne a los
amigos y a los vecinos, diciéndoles: Alegraos conmigo, porque he hallado mi oveja que se
había perdido.
Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente que por
noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.

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