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Según lo desarrollado por Karl Polanyi (1944), mientras en las sociedades occidentales la
reciprocidad ocupa un lugar poco significativo y ha sido desplazada por el mercado como circuito
principal de intercambio; en las sociedades indígenas la reciprocidad y la redistribución1
fundamentan y organizan la vida social y económica de estos pueblos. En efecto, es a través de
los circuitos de intercambio recíproco que se accede a los recursos naturales, se distribuye la
fuerza de trabajo y se reparte la riqueza producida entre los miembros de una comunidad. Una
consecuencia directa de esto primero es que la economía no es una esfera autónoma, sino que
está incrustada en otras esferas de relaciones e instituciones de tipo religiosas, políticas, y
parentales que asumen funciones económicas y establecen las reglas de juego del intercambio
(Polanyi, 1944). Así por ejemplo, en las sociedades quechua, el matrimonio entre dos personas
genera un circuito de reciprocidad de fuerza de trabajo entre las familias de ambos novios, ahora
emparentadas. Una segunda consecuencia de organizar una sociedad sobre la base de la
reciprocidad tiene que ver con la tendencia hacia al igualitarismo y equidad de sus miembros
(Sahlins, 1960). Así, en tanto la lógica de intercambio recíproco predispone a los actores a dar y
compartir lo obtenido, la acumulación excesiva es virtualmente imposible y está fuertemente
sancionada por el colectivo. Es por ello que las sociedades indígenas se caracterizan por
controlar y reducir la diferenciación económica interna.
En la vida cotidiana de las comunidades campesinas y nativas que dominan los espacios rurales
de nuestro país, la reciprocidad se ha mantenido como una lógica económica fundamental. En
los Andes, los científicos sociales han registrado que desde periodos pre-incas e inca las
sociedades indígenas desplegaron complejos mecanismos de reciprocidad que articulaban
vastos sistemas económicos (Murra, 2014). Al interior de los ayllus (grupos familiares
extendidos), las redes de reciprocidad se entretejían entre los familiares según los diferentes
tipos de lazos parentales y obligaciones que los unían. El principal objeto de intercambio era la
fuerza de trabajo, la que era utilizada para la variedad de labores agrícolas y ganaderas que
debían realizar las unidades domésticas en los diferentes pisos ecológicos que controlaban –
pastos de puna, tierras de secano, y tierras bajo irrigación permanente. Otra expresión notable
1
Tipo de intercambio presente en sociedades con una organización política concentrada como un Estado
o un Imperio. Bajo la lógica de la redistribución, el Estado recolectaba bienes o servicios a modo de
tributos, y los distribuía en los espacios y poblaciones que lo requerían.
del dominio de la reciprocidad era el vínculo que mantenían las familias de un ayllu con su
kuraka (líder del grupo familiar extendido), al cual servían con fuerza de trabajo y dotaban de
bienes a cambio de sus servicios políticos de administración e intermediación frente al poder
centralizado de los señoríos y posteriormente del Estado inca. Finalmente, las relaciones entre
ayllus y estos poderes centralizados también estaban marcados por lógicas de reciprocidad,
siendo que a cambio de los alimentos y trabajo ofrecido por los grupos familiares a los
señores/incas y al estrato dominante, estos no sólo recibían a cambio dones materiales sino
especialmente dones simbólicos y de carácter religioso trascendentales para las sociedades
indígenas (Wachtel, 1973).
En la actualidad, si bien varios de estos circuitos de reciprocidad han sido desarticulados, varios
otros se han mantenido, renovado y adaptado a las demandas de las relaciones económicas
contemporáneas. A partir del análisis de Alberti y Mayer (1974), podemos clasificar los
intercambios recíprocos según su simetría o asimetría –retorno equivalente o no de lo dado, y
según quienes intercambien, sean individuos o sea un individuo y su comunidad. En todos los
casos, la fuerza de trabajo se mantiene como el servicio que más circula a nivel local. De esta
clasificación podemos destacar tres tipos principales de intercambio recíproco de fuerza de
trabajo en los Andes:
Para el caso de la Amazonía, debido a la multiplicidad y diversidad de las etnias presentes, así
como por la organización no centralizada de dichas sociedades, la evidencia de circuitos de
intercambio recíproco en periodos anteriores al SXX es restringida. Sólo para el territorio de la
selva central existe abundante registro de la trascendencia del “Cerro de la Sal” (cerro ubicado
en la actual provincia de Oxapampa) como espacio de intercambio recíproco de herramientas,
armas y otros bienes rituales entre las etnias asháninka, ashéninka, nomatsiguenga, yánesha y
otras (Santos Granero, 1990). Actualmente, la antropología amazónica ha estudiado con mayor
profundidad la presencia de la reciprocidad en las comunidades nativas:
La forma principal de reciprocidad, transversal a la gran mayoría etnias amazónicas es
la que se establece al interior de los núcleos domésticos, según diferentes modalidades.
En el caso de la etnia Awajún, por ejemplo, la conformación de un nuevo matrimonio
determina una alianza importante entre el padre de la novia/suegro y el novio/yerno,
quienes en adelante mantendrán una estrecha relación de reciprocidad generalizada: el
suegro ha entregado al yerno la mano de su hija, además de un hogar para vivir y tierras
para cultivar (dones perennes), por lo que el yerno está ahora en la permanente
obligación de ofrecer su fuerza de trabajo y servicios de cuidado a sus suegros según
éstos lo requieran (Brown, 1984).
Para otras etnias en particular, la reciprocidad excede los núcleos domésticos y se
conforma entre compañeros/socios. Entre los asháninka por ejemplo, existe el sistema
ayómpari (en asháninka, nosotros los amigos): circuito de reciprocidad entre parejas de
varones, no necesariamente parientes directos y generalmente con residencias
distantes, a partir del cual se tranzan objetos y/o alimentos que vinculan a los
participantes como socios de intercambio. En sus épocas de auge a mediados del S XX,
el sistema ayómpari pudo interconectar un vasto territorio en sus circuitos de
reciprocidad (Rojas, 1994).
Si bien no propiamente indígena, en la actualidad la convivencia de las familias en
comunidades nativas también ha generado espacios de reciprocidad entre los
individuos y su comunidad como la realización de faenas comunales (Correa y
Roopnaraine, 2015).
Bibliografía
Alberti, G. & E. Mayer (1974) Reciprocidad e intercambio en los Andes. Lima: IEP
Brown, M. (1984). Una paz incierta. Historia y cultura de las comunidades aguarunas frente al
impacto de la carretera marginal. Lima: CAAAP (Centro Amazónico de Antropología y Aplicación
Práctica).
Murra, John (2014) “El control vertical de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las
sociedades andinas” En: Murra, John y Santos Granero, Fernando (2014) Fronteras y diálogos:
Andes y Amazonía. (pp. 16-81), Lima: Ministerio de Cultura
Rojas, E. (1994) Los Asháninka, un pueblo tras el Bosque: contribución a la etnología de los
Campa de la Selva Central Peruana. Lima: PUCP
Sahlins, M. (1960). “Political power and economy in primitive societies” En Essays in the science
of Culture. New York: Crowell.
Wacthel, N. (1973) Sociedad e ideología: ensayos de historia y antropología andinas. Lima: IEP