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CONSTITUCION POLITICA DE 1991

PRINCIPIOS FUNDAMENTALES

Presentación

El Título primero de la Constitución de 1991 está dedicado a establecer los principios fundamentales sobre los
cuales descansa la organización política (social, económica, cultural, etc.) que quiere sustentar la propia carta
como expresión de la voluntad soberana de este pueblo, o estos pueblos, que se llaman Colombia.

Para iniciar sea señalar que existen una cantidad de propósitos enunciados desde el propio preámbulo, el
mismo que apenas si se estableció textualmente en el pasado capítulo. Pues bien, esos propósitos, también
llamados fines, los podemos referir como todas aquellas realidades que el país anhela, todas aquellas
realizaciones que deberá llegar a materializar. Así, el preámbulo enumera los siguientes fines (metas a alcanzar)
con la vigencia de la Constitución Política de 1991: Fortalecer la unidad de la Nación, asegurar a los integrantes
de la nación colombiana los bienes de la vida, la libertad, la convivencia, el trabajo la justicia, la igualdad, el
conocimiento y la paz. Para lograr tales loables propósitos creyó el constituyente que era menester establecer
una estructura adecuada para el efecto y para ello refiere que para alcanzarlos requería de un marco jurídico,
democrático y participativo, pues con él garantizaría que el nuevo orden fuese política, económica y socialmente
justo.

Otro de los fines, un poco diferente por su especificidad, es el compromiso de trabajo por la unidad
latinoamericana.

Los fines o metas a alcanzar, dijimos, se encaminan de acuerdo con el preámbulo, que en la enumeración de
fines por conseguir, podría servir como diagnóstico de la situación vivida por la república y que la llevó, entre
otras muchas causas, a realizar un cambio en la normativa superior mediante la tentativa de refundación del
Estado.

En el Título primero de la Carta Política de 1991 esos fines mencionados se van a ver reflejados a través de
desarrollos importantes y van en forma de principios a sentar los cimientos sobre los cuales se establecerá el
Estado Colombiano. Este título consta de 10 artículos y sus contenidos deben informar en adelante toda la
preceptiva constitucional. Sea ocuparse de ellos.

Colombia es un Estado Social de Derecho

El artículo 1 establece el tipo de Estado que es Colombia. De manera textual el artículo reza:

"Colombia es un Estado social de derecho, organizado en forma de república unitaria, descentralizada,


con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el
respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la
prevalencia del interés general".

A continuación el ejercicio consistirá en establecer las significaciones de los conceptos allí referidos.
En efecto ¿Qué significa que Colombia sea un Estado social de derecho?. La expresión significa que
los constituyentes en representación del pueblo decidieron una forma específica de estado con
exclusión de otras. ¿Pero qué lo caracteriza?. Bien, se trata de un tema supremamente rico y lleno de
implicaciones, que aunque darían para escribir textos enteros, se presentará de manera sintética
intentando reunir todos los elementos importantes de la discusión a su alrededor.
En la filosofía política se conoce una vieja discusión que se refiere a la concepción del ser humano frente al
estado y el tipo de relación existente entre ellos, tipo de relación (o de relaciones mejor) que los acercan o los
alejan. Las implicaciones son muchas: en lo social, lo económico, lo moral, etc. Al efecto conocemos la dupla
entre liberalismo y socialismo. Al primero lo situamos a la derecha y al segundo a la izquierda, se dice desde el
Abate de Sieyés. De corte netamente individualista el uno, de corte netamente colectivista el otro. Al uno le
interesa el sujeto libre del Estado, al segundo, el Estado, mientras deba existir le ha comprometido en su
desarrollo. Cada tipo de estado de estos tiene como se insinuó antes sus núcleos de concepciones en los
órdenes moral, político, social y económico. Para mediar entre estos dos extremos se creo una tercería que es
precisamente el Estado Socialdemócrata, situado en el centro. No obstante pueden imaginarse cantidades de
gradaciones según la decisión de los pueblos se incline hacia la derecha o hacia la izquierda, hacia una
definición liberal o hacia una definición de corte socialista. En el centro, o en el intermedio (más amplio) entre
estos extremos se establecen una cantidad de formas concretas de Estado. La calidad de la intervención del
Estado y el tamaño del mismo se debilita o se fortalece. Al liberalismo le interesa el sujeto fundamentalmente
como individuo económico y en su consolidación la representación del mercado es fundamental. Para el
socialismo, no concebir las relaciones con un matiz meramente individualista, le proporciona la posibilidad de
caracterizarse como solidarista, como colectivista y por ello poder pensar las relaciones entre los individuos
comprometiendo su desarrollo de manera equilibrada. Al respecto también el tipo de derechos que cada
posición enarbola, se presenta antagónico: los individuales del hombre, con una predominancia muy fuerte del
derecho de propiedad privada y una visión de desigualdad entre los seres humanos, a su turno que la izquierda
cree y defiende los derechos para todos, sociales, económicos, culturales, de orden colectivo y pensando en la
propiedad colectiva, fundamentalmente en cabeza del Estado y con una concepción igualitarista de los seres
humanos. La derecha, el liberalismo (el conservadurismo incluido) no tiene idea de actuación estatal más que
para pocas cosas y cree que la sociedad está guiada por el mercado, la mano invisible; mientras la izquierda,
el socialismo, establece la idea de la planeación, aparejada a la intervención del Estado en todos espacios de
la vida social.

Se había mencionado, que el Estado social estaba en medio, que estaba representado por las ideas
socialdemócratas que son las que le corresponden. En realidad existe en la explicación un salto que merecería
una explicación importante. Se ha dicho socialdemocracia: es nuevo lo de democracia, no se ha dicho social-
liberalismo, ni se ha dicho social individualismo, ni liberalismo social, ni liberalismo socialista. Estas
denominaciones bien podrían caracterizar diversas gradaciones de lo intermedio, de la combinación entre esos
extremos de que se viene hablando. Quizás al surgimiento de la democracia habrá referencias al hablar de la
idea de la soberanía popular; en tanto permítase dejar el tema planteado.

Uno de esos posibles medios, estados intermedios es el estado social de derecho, que es un estado de tipo
democrático, caracterizado por el reconocimiento de derechos de índole tanto individualista como de derechos
de orden colectivista (económicos, sociales, culturales), con una idea de propiedad privada, pero sumada a la
existencia de su función social, con una importante labor interventora del Estado en todos los niveles,
fundamentalmente en el orden económico, que no puede serle validamente velado, con una idea de
igualitarismo con intervenciones necesarias y no siempre obligatorias.

Además, debe caracterizarse este tipo de estado desde otro punto de vista. Cuando se dice estado de derecho,
se puede estar hablando de muchos tipos de estados. Decir Estado de derecho, es introducir una categoría en
la que ha sido introducida otra característica importante del estado moderno. Se habla de la introducción de la
problemática de lo que se ha denominado como el gobierno de las leyes, en contraposición al gobierno de los
hombres. Es decir no gobiernan los individuos, no gobiernan los seres humanos, lo hacen de acuerdo con lo
establecido en las normas. El estado de derecho se sujeta a la propia normatividad que emite, en tanto las
autoridades, los gobernantes lo hacen supeditados a esas mismas normas. El Estado se sujeta al Derecho. Es
una concepción eminentemente liberal que permea la concepción sobre otro tipo de estados que puedan
concebirse, fundamentalmente situados en ese intermeso entre los extremos. Podría pensarse en una
monarquía sujeta y respetuosa de las normas que se han establecido, no pensando aún en la idea del pacto.
Podría pensarse en un socialismo en que las autoridades colectivistas sujetan todas sus decisiones al derecho
que se ha establecido. Es que el liberalismo y el socialismo clásicos aunque representan dos extremos también
comparten o pueden compartir una serie de ideas: por ejemplo, los dos son permeados por la idea de la
democracia, los dos han creído en la idea del progreso humano, entre otras. No es el espacio para hacer una
completa explicación al respecto y establecer todos los detalles filosóficos e históricos de estos extremos. Bien,
a esa concepción intermedia, que es más o menos, equilibrada le asiste una concepción de sometimiento al
derecho.

Se denomina social porque es intervencionista, porque no se interesa sólo por el individuo, sino también por la
colectividad y sus contenidos y acciones en los distintos campos de la vida social se dirigen desde allí. Habrá
un eco de esta caracterización cuando el final del artículo que se analiza diga que prevalece el interés general
sobre el particular. El estado social hoy es por antonomasia democrático y pluralista, pero podría pensarse lo
social de una manera diferente. Tal cuestión ocurrió con motivo de la expedición de la Constitución de 1886, o
con la expedición de la Constitución de Rojas Pinilla en 1957, donde la idea de la Nación, de la soberanía en la
Nación, prevaleció sobre una concepción de la soberanía popular. Ello naturalmente trajo y trae sus
consecuencias. Por ello pudo ser tenida la iglesia católica como el centro de la nacionalidad, con los partidos
políticos tradicionales, como ordenadores del destino (mal destino, mas bien desatino) de nuestra república.
Allí se uniformó la sociedad, se la homogeneizó. La discusión se filtra a un tipo de antropología filosófica, donde
se pregunta y responde por la concepción que se tiene acerca del ser humano (de los hombres y mujeres, de
los sujetos individuales) y de la sociedad misma, es decir de la reunión de aquellos. El tipo de estado que pensó
nuestro constituyente era el estado benefactor, que es social y democrático, pero que venía cayendo en
desgracia ante el empuje del neoliberalismo en el mundo. Hoy, conforme se establece en muchos lugares de
la Carta de 1991 se tiene una concepción pluralista, democrática que hace parte de la caracterización del Estado
Social de derecho, que la entiende allí mismo expresada. Se dijo, esta caracterización habrá de informar toda
la preceptiva constitucional.

Colombia es una república unitaria, descentralizada y con autonomía de sus entidades territoriales

Ese Estado social de derecho de que se viene hablando, para caracterizar a Colombia tiene otras
particularidades: está organizado en forma de república unitaria, descentralizada, con autonomía de sus
entidades territoriales.

Las repúblicas, es decir los Estados democráticos, se organizan de una manera centralista, que llaman unitaria,
o de una manera federalista, confederalista (o autonomista). En la primera el poder se organiza con fundamento
en la centralidad del poder, de las consideraciones fundamentales del poder; se centralizan las decisiones más
importantes, la unidad se piensa frente al centro. En la concepción federalista los entes que forman la república
se reservan ciertas decisiones de carácter importante. V.g. en los Estados Unidos, cada Estado federal decide
si en su territorio se aplica o no la pena de muerte, mientras que la federación, los Estados Unidos de
Norteamérica no toman una decisión en un sentido u otro para toda la Nación. No obstante, conforman un
gobierno de corte nacional. Una de las diferencias se establece fundamentalmente frente a la existencia o no
de órganos con capacidad legislativa. En la Federación hay un parlamento central y tantos parlamentos cuantos
estados conforman la federación. En el estado unitario sólo existe un legislativo y él dicta las leyes a las que
está sujeta toda la república. Entre nosotros existen órganos que se parecen al legislativo, pero conforme a
nuestra definición centralista, son órganos que hacen parte de la administración, igual ocurre con los concejos
municipales, que se definen como entidades corporativas administrativas.

Nuestro Estado no siempre ha sido centralista. Baste recordar que es una discusión histórica que costó la
realización de muchas guerras y que todavía hoy está vigente. Una posibilidad de mirar la historia de Colombia
es por la tensión entre centralismo y federalismo que, entre otras causas, originó las guerras civiles en el siglo
XIX (entre otras causas), y que se plantea hoy como discusión vigente. Al respecto, tema que atañe al fin de la
Unidad de la Nación, piénsese si es la forma más adecuada el centralismo para manejar la idea de pluralidad y
la cantidad de fenómenos que se establecen por el reconocimiento y necesidad de garantizar la pluralidad y la
plurietnicidad, que indefectiblemente deviene en Colombia en multinormatividad, acaso y cómo sujeta o reunida
por la Carta Política.

Colombia como república está conformada por unidades menores sin capacidad legislativa, fundamentalmente
por departamentos y municipios. No obstante, existen otras figuras de organización políticas administrativas,
pero no del todo desarrolladas o subsidiarias; ellas serán objeto de estudio en el aparte correspondiente a la
organización político administrativa o de ordenamiento territorial propiamente dicho. Para resaltar, como
novedoso en este campo, el reconocimiento como entidades territoriales, homólogas a los municipios, a las
entidades territoriales indígenas, que aunque existían no eran valoradas y distinguidas de manera positiva.

Que haya descentralización administrativa en Colombia significa que a las entidades territoriales mencionadas
(departamentos, municipios y ETI´S) el constituyente les ha otorgado poderes, funciones, atribuciones, que les
son propias, que no van a depender del gobierno central. Es decir se vienen entregando responsabilidades a
las entidades territoriales en materias específicas, porque no es en todos los órdenes. Las autonomías existen
para gobernarse, administrar los asuntos de los territorios específicos, parcialmente en relación con los
impuestos, para la planeación y el desarrollo, para la participación en los ingresos corrientes de la Nación y
para el manejo de los asuntos de recursos naturales de la zona. No existe autonomía legislativa, ni judicial, ni
de organización armada, por ejemplo, éstas están en cabeza de la autoridad central, entre otras muchas.
Excepción manifiesta a lo anterior se aplica a las entidades indígenas, si las hacemos coincidir con las
comunidades indígenas, a las que la Constitución les ha dado la facultad expresa de desarrollar su jurisdicción,
y sin duda también la legislación.

La descentralización se establece sobre las funciones del ejecutivo, que tiene entonces representación popular
en todos los niveles: nacional, departamental, municipal y hasta por comunas y corregimientos, en la teoría.
Existe descentralización de funciones cuando el Gobernador delega a los Alcaldes funciones que le son propias
para que las desarrollen en sus municipios, previo el cumplimiento de ciertos requisitos. El gobierno, en sentido
restringido, se desarrolla descentralizadamente. No ocurre lo mismo, como se dijo, en el ejercicio de los demás
poderes del orden nacional, que no encuentran correspondencia en este sentido y que se manejan con una
idea de centralidad y de cierta jerarquización, por la cual para las entidades territoriales se establecen
delegaciones, unidades menores que dependen para muchas cuestiones del centro, sobretodo de
administración, aunque las funciones (competencias) deben estar establecidas para cada organismo desde la
misma ley, o en su defecto por los reglamentos o manuales de funciones. Es que debe ser dicho, en
concordancia con un principio de responsabilidad, también con uno de separación de poderes y de funciones,
se establece qué pueden hacer o no las entidades y los funcionarios. Por delegación, las entidades territoriales
también pueden desarrollar funciones o competencias de la nación, pero bajo su estricta vigilancia y con la
posibilidad de retomarlas cuando lo estime conveniente.

Un hito importante en la idea de la descentralización administrativa en el país la constituyó la elección popular


de alcaldes ( y luego de gobernadores) que se instauró a partir de 1986, mediante reforma a la Constitución
entonces vigente.

Colombia es una república democrática, participativa y pluralista.

Decir que la república es democrática, participativa y pluralista es en principio un gran pleonasmo. Las
definiciones son tautológicas y si las realizamos encontraremos que para definir república tendremos que acudir
a términos equivalentes y entre ellos estarán democracia, participación, pluralidad. Para explicar estos mismos
términos ocurrirá otro tanto. No obstante, la aparente reiteración tiene algún sentido. Decir democrática entraña
reconocer que la soberanía reside en el pueblo (no en la Nación), es decir que el pueblo es el detentador de
los poderes, es el fundamento de los mismos. Se habla de democracia participativa con motivo de la nueva
Constitución. Se ha introducido un tercer tipo de democracia, pues tradicionalmente se reconocían la directa y
la representativa. La democracia participativa es una tentativa de mediación entre las dos nombradas. La
primera la directa, caracterizaba las democracias antiguas (Grecia y Roma) y se distinguía por el ejercicio del
poder por aquellos que eran ciudadanos, los ciudadanos se ocupaban de las cuestiones del manejo de lo
público, de la ciudad, de la polis; era la libertad de los antiguos, se trataba de participar. La idea en la modernidad
es retomada por Rousseau y hoy es de nuevo importante.

Con la complejización de la vida social, y la estatal por contumacia, la democracia directa se ha hecho imposible,
a todas horas no pueden todos los ciudadanos estar tomando todas las decisiones importantes del Estado
donde viven, y de su ciudad, y de su departamento y de su Estado, por ello se impone la necesidad de que
profesionales de la política representen a los demás. Pero en el decurso de la representación se ha visto la
limitación de la figura, fundamentalmente porque no existe un nexo de responsabilidad entre los representantes
y los representados, y por ello, aquellos se apartan de los intereses de estos y en últimas se desvirtúa la idea
de la democracia y también la de la soberanía popular. Surge la tercería: Continúa la representación pero en
casos importantes todo el pueblo puede entrar a tomar decisiones y para el efecto se establecen mecanismos
de participación popular. La idea ha sido constituida como una de las variables, constantes, que recorren la
expedición de toda la normatividad que surge en el país. La participación se entiende de diversas formas y a
ellas se les abren espacios.

Podría pensarse este segmento desde la perspectiva de la democracia como principio fundamental y primordial.
A su alrededor podía estructurarse toda la teoría de la Constitución. La idea contemporánea de Constitución,
de república, de Estado pluralista, etc., se establecen a partir de la idea de la democracia. La democracia es en
principio una forma de gobierno que responde a la pregunta cuántos gobiernan, con la respuesta todos
gobiernan, contra las respuestas de pocos o de uno gobiernan. La idea se desarrolla a partir de la detentación
del poder e históricamente puede reconocerse así en el concepto de soberanía, aunque la discusión data de la
antigüedad.

Los fines esenciales del Estado Colombiano

En el artículo segundo de la Carta Política de 1991 aparece la referencia a los fines esenciales del Estado.
Dicha norma enumera una cantidad importante, que se reproducen a continuación: servir a la comunidad,
promover la prosperidad general, garantizar la efectividad de los principios, derechos y deberes (que aparecen
en la Carta), facilitar la participación de todos los miembros de la comunidad colombiana en los asuntos que le
competen (económicos, políticos, administrativos y culturales), defender la independencia nacional, mantener
su integridad territorial, asegurar la convivencia pacífica y asegurar la vigencia de un orden justo. Los
enunciados mismos son demasiado contundentes y claros. No obstante aparecen otros fines en toda la Carta
que son integrables a las finalidades del Estado, tales los fines sociales y los expresados en el preámbulo, y
otros más que aparecen en el recorrido por la preceptiva constitucional, v.g. el 334.

Esta disposición y las concordantes pueden presentarse de una manera bastante sugestiva, a través de una
pregunta, asumiendo la segunda parte del artículo que dice que las autoridades en Colombia están para
proteger a todos los residentes en el país en su vid, honra, bienes, creencias y demás derechos y libertades, y
para asegurar el cumplimiento de los deberes sociales. La pregunta podría ir transformándose para el efecto.
Comenzaría por preguntarse ¿para qué son las autoridades?, pasaría a preguntarse ¿para qué es el Estado?
Y terminaría cuestionando ¿para qué es el poder en Colombia?. Bien, el poder en Colombia, el Estado, las
autoridades están para hacer cumplir y cumplir todos los fines del estado. Es interesante en cuanto cuando se
fórmula la pregunta por el poder la respuesta es pesimista, alterada, dado que se comparte más bien una idea
bien peyorativa, bien negativa del poder. Pues, bien, el poder en esta nueva Colombia debe ser para cumplir
esos enunciados que referimos como finalidades o propósitos del poder, del Estado.

Todos esos fines dan a la propuesta un cariz absolutamente humanista y respetuoso de la dignidad de la
persona humana pero de sentido de la integridad social. A su vez dan contenido a la misión del Estado social
y democrático de derecho, son correlativos a él.

La Soberanía Popular

El artículo 3 establece el principio de la Soberanía Popular. En correlación directa con el preámbulo, el canon
3 de la Carta establece la legitimidad política histórica actual como fundamento de la existencia del estado y su
forma, la social y democrática. La pregunta que se responde en este aparte es quién tiene el poder. Lo tiene el
pueblo, la totalidad de los habitantes, por lo menos en teoría, porque entratándose de un ente inorgánico,
complejo, es difícil su organización y por tanto el ejercicio del poder que posee. La idea de soberanía popular
se corresponde con la idea de la democracia, en principio ejercida de forma directa, pero transformada en la
democracia de corte representativo y lo que hemos venido llamando democracia participativa.

La soberanía es un concepto equívoco, cuyo contenido ha venido llenándose por metonimia. En principio el
soberano era uno, el monarca. Cuando el monarca tiene que pactar o cae en desgracia y son varios o muchos
los que mandan, su calidad de poder, su soberanía (su poder mismo) pasan a esos pocos o a todos. La calidad
del soberano se representaba en la soberanía, en su calidad de poderoso, que pasó considerando las formas
de gobierno a esas otras diferentes de ella.

El ejercicio de ese poder existente en Colombia, que le pertenece al pueblo, se desarrolla de manera directa,
de manera representativa y a través de la participación en los diferentes espacios abiertos para el efecto. Los
poderes públicos, a través de las distintas denominaciones que reciben, representan el poder del pueblo. No
obstante, la expresión más clara de esa soberanía es el poder constituyente y su resultado: La Carta Política
de 1991. Son ellas dos las expresiones más caras, más importantes, que haya podido desarrollar el pueblo
colombiano dentro de sus limitaciones, referidas a su atraso político, económico y social en el mundo., es decir
en consideración a lo que como pueblo ha sido capaz de obtener en su condición de ente inorgánico y
desorganizado, en atención a su estado de ánimo. La Carta debe representar, como se expresará más adelante,
esa meta, ese ethos por construir necesario y que requiere ser defendido, en tanto la propia sociedad sea capaz
de depurarse y realizar una Carta mejor y una mejor realidad.

La Constitución es norma de normas

Este principio se encuentra en el artículo cuarto, es el establecimiento de la Constitución como norma de


normas. Se trata de la supremacía constitucional. Establece ella que es la norma, como norma, más alta entre
todas aquellas que pueda haber en la República. Y no tendría por qué ser de otra forma: se trata de la expresión
directa del Constituyente, de su voluntad y mal podrían hacer los poderes constituidos, delegados crear normas
que estuvieran por encima; mal harían las autoridades en tomar medidas, en realizar actuaciones no acordes
con la Carta. Hacerlo sería tanto como subvertir el régimen y entonces desconfigurar completamente el Estado
social de derecho y democrático. En la historia del constitucionalismo se presentó que la ley estuvo por encima
de la Constitución en lo que se conoce como El imperio de la ley, donde gracias a la idea que se tenía del
legislador como depositario de la soberanía popular la Constitución misma sólo llegó a tener un criterio, un valor
de validez de las demás normas jurídicas, habiendo perdido todo su valor material. La historia misma nos ha
hecho entender el error que significa y significó haber confiado en los legislativos; sin duda, las constituciones
modernas son más la representación del querer popular que de los legisladores. Así pues las normas que se
creen y las actuaciones a realizar se establecen en orden al respeto de la preceptiva constitucional.
Con esta primera parte se ha fundado lo que se conoce como excepción de inconstitucionalidad o excepción
de inaplicabilidad, conforme a la cual cualquiera autoridad al momento de aplicar una norma o desarrollar una
actuación puede no hacerlo si encuentra que ellas son contrarias a la preceptiva constitucional, superior.

La segunda parte del artículo se refiere a la obligación de todos los habitantes de la república, nacionales o
extranjeros de acatar en Colombia la normativa jurídica, partiendo desde la Constitución, y además de obedecer
y respetar a las autoridades legítimamente constituidas. Es una obligación necesaria aceptando que un tipo de
orden es justo y realiza los valores apreciados por la comunidad. Por siempre las autoridades como correlato,
estarán sujetas ellas mismas a las normas y su ejercicio se circunscribirá a lo que les está permitido y es de su
competencia.

La idea de los mecanismos de supremacía constitucional se patentiza en otros artículos, que se referirán
adelante en el trabajo que se desarrolla, pero se anuncia que además de este cuarto artículo, se trata del
establecimiento obligatorio del estudio de la Constitución (artículo 41) y del establecimiento del artículo 5, pues
la primacía de los derechos se corresponde con el tipo de Constitución que se tiene, si ellos tienen primacía la
tiene también la Constitución, y del establecimiento de órganos encargados de guardar esas supremacías de
la constitución y de los derechos. Sea citar entre otros los artículos 86, 239 a 245 de la Carta de 1991.

Primacía de los derechos inalienables

El artículo 5 de la Constitución establece, como se dijo, la primacía de los derechos inalienables de la persona,
los reconoce, sin discriminación. Y ampara la familia como institución básica de la existencia de la sociedad.
Sea aclarar algunos pocos conceptos, toda vez que en el Título II de la Carta se refieren de manera específica
los derechos, con todas sus divisiones, y que allí mismo se establecen los derechos de la familia y su status
jurídico.

La concepción de derechos inalienables es una concepción de corte iusnaturalista, que reconoce que los
derechos son propiedades del ser humano, es decir, le son propios, están en el y por ello deben protegerse.
Además ha de decirse de una vez, los derechos son limitaciones al Estado, al ejercicio de su poder (y de todas
autoridades). Lo inalienable es inenajenable, no sujeto a negocio. Las dos características se predican como
anteriores al surgimiento del Estado.

Cuando se habla de personas se refiere una categorización no muy bien realizada, pero ya tradicional y
convencional en derecho, que proviene de antiguo. Me refiero a esa división entre personas naturales y
personas jurídicas. Por las primeras se entiende a los seres humanos; por las segundas a aquellas creaciones
de los seres humanos para el desarrollo de los fines o propósitos que quiere desarrollar y por ficción se les
otorga lo que se denomina personería jurídica, dotando esos empeños de deberes y obligaciones. Así las
entidades políticas (desde los estados y sus divisiones) hasta el ejercicio del derecho de asociación en
cualquiera de sus formas (con ánimo de lucro o con fines no lucrativos, con fines científicos, culturales,
económicos, sindicales, etc., etc.), como los capitales destinados a un fin social (las fundaciones) constituyen
personas jurídicas. Los derechos de los seres humanos se deslizan, se extienden a las personas (más) y a los
pueblos.

Principio de responsabilidad

El artículo sexto de la carta establece como principio la responsabilidad. Lo hace en dos órdenes: frente a los
particulares y frente a los servidores públicos.
Sirve este artículo de sustento de los tipos de responsabilidades que se desarrollan en las leyes: de tipos
penales, civiles, fiscales, disciplinarios, etc.

Se establece que los particulares responden por infringir la Constitución y las leyes, que los servidores públicos
responden por infringir la constitución, las leyes, por omisión en el ejercicio de sus funciones o por
extralimitación en ellas. Se ha dicho, siguiendo la tradición, que conforme a estos principios la racionalidad que
opera al interior permite pensar que los particulares pueden hacer todo lo que no está expresamente prohibido
y los servidores públicos pueden hacer sólo aquello que les está expresamente autorizado. En la Constitución
misma existen fórmulas que lo expresan así directamente. No obstante la idea del estado social mengua la
severidad del postulado expresado para las autoridades y ello se hace cuando se admite la existencia de
competencias implícitas. De manera muy sintética, por competencias se entiende, en el campo jurídico, el
conjunto de funciones y atribuciones que una autoridad debe desarrollar. Se trata de aquellas cuestiones para
las que está alguna autoridad investida. Como ejemplo de competencias sea mencionar que el Presidente de
la República tiene la competencia para nombrar y remover los Ministros de Despacho y los Jefes de
Departamentos Administrativos; también las de sancionar las leyes o las de objetar los proyectos de ley o de
actos legislativos, que es la manera como llamamos las reformas constitucionales. Del Congreso es
competencia hacer las leyes y reformar la Constitución y hacerlo conforme a derecho.

El artículo 90 de la Carta habla de la responsabilidad del Estado y la posibilidad de repetición contra el


funcionario responsable, ayudando a completar el principio. El artículo 121 establece que ninguna autoridad
puede realizar funciones diferentes a aquellas que le atribuyen la Constitución y la ley, y se debe complementar
con el artículo 122 que habla de la existencia legal del cargo y de la necesidad de que el mismo tenga siempre
funciones asignadas. De este modo se sienta el principio fundamental del Estado de Derecho de que el propio
estado está sujeto a responsabilidad y las autoridades que lo componen también.

Diversidad étnica y cultural de la Nación Colombiana

El artículo 7 de la Carta Política reconoce y protege la existencia de la diversidad étnica y cultural de la Nación
Colombiana. Se trata de una de las innovaciones constitucionales más importantes. Quizás las etnias
diferenciadas existentes en Colombia fueron los conglomerados o grupos humanos que más ganaron con la
expedición de esta Carta, particularmente los indígenas.

Ahora bien, el acontecimiento de celebración o renegación del llamado encuentro de dos mundos o mal llamado
descubrimiento de América, los quinientos años, suscitaron en el mundo entero una cantidad importante de
reflexión, y la fecha sirvió de motivo para el desarrollo de reconocimientos que aunque postreros, no dejan de
ser importantes. El evento permitió el encuentro de etnias provenientes de diferentes lugares del mundo. La
situación y la existencia de las etnias presentes en Colombia son producto del desarrollo histórico de aquel
encuentro (o desencuentro). Al interior hay miles de historias que no se conocen.

En la actualidad fuera de los blancos (aunque en realidad de los colombianos producto del mestizaje), en el
país se reconoce la existencia de etnias indígenas, de negros y de raizales. En la Constitución cantidad de
artículos desarrollan el principio y en los espacios específicos se desarrollara lo pertinente.

No obstante, la existencia de indígenas, con culturas propias, en los países occidentales constituye una aporía
de difícil resolución. El artículo noveno reconoce los derechos de los pueblos y suscita la pregunta acerca si
ellos mismos los constituyen y si la cuestión genera una posibilidad de desmembración de la unidad de la nación
aplicándoles este principio.
El desarrollo del principio ha encontrado muchas dificultades que se explican en el mismo estado de la cultura
y el imaginario de nuestro pueblo y en particular en la posición de las clases dirigentes del país. El
reconocimiento de la diversidad étnica representa para los sectores económicos del país (y para algunos
gubernamentales) una contradicción a la posibilidad de desarrollo (en el sentido de progreso tradicional) para
el país.

De igual manera se han generado tensiones con respecto a las compañías extranjeras. Es que los grupos
étnicos en la actualidad tienen el 29 % del territorio del país; porción de territorio que es ahora importante para
la sociedad nacional y para grupos económicos y gobiernos extranjeros.

Este principio es un desarrollo específico y necesario de una concepción de la democracia y de la igualdad real
integrada a través del reconocimiento de la diferencia, del reconocimiento de la unidad en la diversidad. La
pluralidad y la participación son posibles de materializar mediante este principio específico.

Las culturas de estos pueblos, de las etnias, constituyen valores de la nacionalidad colombiana y como correlato
concuerda con el artículo siguiente que establece como principio esencial la obligación para los particulares y
para el estado de proteger las riquezas naturales y culturales de la Nación. A propósito, los territorios
ecológicamente más valiosos, más valorados, más importantes para el desarrollo del país y apetecidos por
empresas y gobiernos extranjeros, son precisamente esos territorios en poder de los grupos étnicos.

Principio de protección de las riquezas naturales y culturales

Como se dijo el artículo 8 de la Constitución de 1991 establece como principio la obligación de proteger las
riquezas naturales y culturales de la Nación. Se funda en este espacio el principio que luego se manifestará
mediante la consagración del derecho al ambiente sano y de todas las disposiciones que desarrollan lo que
podemos denominar una concepción verde plasmada en la Carta, por lo que se ha dicho que la Carta de 1991
es una carta verde, una constitución ambiental o ecológica. Con motivo del capítulo de los derechos, se
desarrolla de manera especial este principio.

La UNESCO definió la Cultura como "el conjunto de rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y
afectivos que caracterizan una sociedad, y que engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida,
los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias".
(Declaración de Méjico).

La existencia de cultura es connatural a la existencia de toda sociedad humana. Hoy se discute la posibilidad
de la existencia de una cultura global, tentativa de occidente que es totalizante y excluyente. No obstante a
pesar de la globalización económica y de la creación de sistemas globalizantes, del desarrollo hegemónico y
colonizador de las grandes potencias, fundamentalmente de Estados Unidos de Norteamérica, como
contrapeso se presenta un resurgimiento de la exigencia de reconocimiento y respeto de las culturas, de las
nacionalidades y de las etnias. El artículo anterior es buena muestra de esta tensión pulsional del mundo actual.
Ahora bien, la determinación de lo que constituye la cultura de la Nación es una tarea importante. El patrimonio
ambiental del país parece estar más determinado. Existen en el derecho una cantidad de disposiciones en uno
y otro sentido capaces de dar cuenta de la existencia de esos patrimonios cultural y ecológico y contribuir a su
establecimiento y preservación.

En consonancia con el principio de protección cultural, la propia Carta Constitucional establece algunos
preceptos de desarrollo. Así el artículo 70 es de capital importancia dentro de una concepción antropologista
de la nacionalidad. Dice la norma que la cultura es una de las manifestaciones de la nacionalidad. El artículo
72 se refiere al patrimonio cultural de la Nación. En el país es enorme este patrimonio y dentro de él el llamado
patrimonio arqueológico, que representa las manifestaciones y es parte de la historia no sólo nuestra sino
principalmente de esa porción indígena que pobló el continente y que aún susbsiste en el país.

Para ilustrar este principio podríamos pensar en cantidad de categorías y a través de su establecimiento
actualizar en nuestro imaginario todas esas riquezas de uno y otro tipo. Así intentar definir los conceptos y
establecer cuales figuras de esa índole se presentan en el país. Por ejemplo, en materia ambiental definir los
parques nacionales naturales (en general todo el sistema de parques nacionales naturales), las especies
animales endémicas existentes en el país, el problema de aguas, el problema que se genera frente a la
biopatentación, la biodiversidad y el biochocó o biopacífico. Frente a lo cultural la definición de patrimonio
arqueológico, la de patrimonio nacional, la de patrimonio de la humanidad, la de museo, etc. Al respecto, en
tanto que formación cultural, la escuela (la universidad), debería proporcionar una formación para una nueva
cultura que fomentará los valores de la nacionalidad con base en el conocimiento de la historia, la arquitectura,
la biología, la geografía del Estado.

Los idiomas oficiales

Como principio fundamental los constituyentes establecieron lo relativo al idioma oficial. El idioma hace parte
de la cultura. El lenguaje determina muchos contenidos culturales. Históricamente el castellano ha sido el idioma
de nuestra república y ha sido tenido como uno de los sustentos de la nacionalidad, del alma del pueblo (junto
con la religión y todo el resto del legado hispánico). A pesar de ello, a fuerza de realidad se ha venido a
reconocer, en consonancia con los dos artículos anteriores, que en Colombia existen culturalmente otros
idiomas diferentes al impuesto. Así en los lugares donde hay idiomas naturales se han tenido como idiomas
cooficiales.

La existencia de las etnias indígenas significa entre otras cosas la existencia de aproximadamente ochenta
idiomas distintos, aunque muchos pueden pertenecer a las mismas familias lingüísticas. En lo que hace a los
negros parece que las negritudes del país no conservan los idiomas de su procedencia y la cultura recoge
expresiones, nombres, en fin, segmentos de los idiomas de los lugares de origen africano. Quizás en los
palenques más tradicionales, fundamentalmente San Basilio, haya posibilidades de reconstrucción de algún
idioma especial.

Los raizales, pobladores nativos de San Andrés y Providencia, tienen por idioma el Inglés, pues sus raíces e
historia están muy unidas a la Centroamérica antillana, donde quedan ubicadas las islas y allí los ingleses
hicieron mucha historia. Por la ubicación de estos territorios y de algunos cayos y de bancos de arena es que
Colombia es un país también centroamericano, del Caribe, antillano.

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