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VIDA EN GRACIA

La Gracia santificante o vida Divina del alma


I. Dios creó al hombre para que fuera feliz.

a) El hombre pecó y las puertas del cielo se cerraron para él. Dios se compadeció de su criatura
y quiso salvarle en la persona de su hijo. (Introducción del hijo pródigo).

El hijo, segunda persona de la Santísima Trinidad, se hizo hombre en las entrañas de María
Santísima, padeció y murió para salvar al hombre. Estos sufrimientos de Jesucristo fueron
sobreabundantes y de valor infinito por ser Dios (Cristo Dios y Hombre).

La "actuación" de Jesús permitió al hombre reingresar en la amistad de Dios y las puertas de la


gloria se abrieron nuevamente. Jesús ha sido el amigo verdadero que dio su vida por el hombre.

b) Con todo, el hombre hallaría dificultades para librar victoriosamente las batallas de la vida y
estaría totalmente incapacitado para llegar a la vida eterna.

Jesús no lo dejaría librado a sus propias fuerzas naturales, sino que intervendría positiva y
realmente en su favor. Esta intervención real y positiva de nuestro Señor en la vida del ser
humano por la cual este podría decir con certeza que ya "no es él quien vive, sino que es Cristo
que vive en él", se denomina GRACIA.

II. Era un mediodía caluroso. Los apóstoles habían ido hasta la ciudad en busca de alimentos.
Jesús, cansado de caminar, los aguardaba junto al pozo, llamado de Jacob, en las cercanías de
Sicar (Jn. 4, 14-15).

El sol , caía verticalmente deshecho en la, luz y calor. Un valle de exuberante vegetación se
extendía entre las montañas altas e hirsutas. Soledad característica de siesta.

Canturreando se acerca una mujer relativamente joven. A ella estaba aguardando la bondad del
Señor. Es una Samaritana.

- Mujer: dame de beber.

Se extraña de que un judío, enemigo de los samaritanos le dirige la palabra.

Jesús le dice:

- Si conocieras EL DON de Dios y quién es el que te dice "dame de beber", tú le pedirías a Él y Él


te daría AGUA DE VIDA

Con toda admiración responde la mujer:

-Señor, no tienes con qué sacarla y el pozo es hondo. ¿De dónde tienes pues el agua viva?

Luego sigue con cierta altanería:

- ¿Por ventura eres tú más que nuestro padre Jacob, el cual nos dio este pozo del cual bebieron
él, sus hijos y sus ganados?

Con bondad le responde el Maestro:


-Quienquiera que beba de esta agua volverá a tener sed, más el que bebiere del agua que yo le
daré, nunca jamás tendrá sed; porque el agua que yo te daré se convertirá en la FUENTE DE
AGUA QUE SALTARA HASTA LA VIDA ETERNA.

Impresionada por estas palabras, suplica:

- ¡Señor, dame de esa agua para que ya no tenga sed ni venga aquí a sacarla!

El agua que da nuestro Señor sacia la sed para siempre y se torna en fuente que perdurará hasta
introducirle en la vida eterna. Esta agua, de la que habla el Maestro, es una imagen riquísima de
la Gracia que opera maravillas en el corazón del cristiano. Simboliza la abundancia de gracias
que el Espíritu Santo difunde en las almas y la vida sobreabundante que Jesús trajo a los
mortales.

La infinita bondad de Dios, para elevarnos hasta Él, nos da un principio, este obsequio de Dios
se llama Gracia Santificante o habitual.

III. DEFINICIÓN DE GRACIA SANTIFICANTE

La Gracia Santificante es:

Un don sobrenatural.

Interior e inseparable del alma.

Que Dios nos da; y Nos santifica.

Nos hace participes de la naturaleza divina.

— Nos transforma en hijos adoptivos de Dios.

Nos hermana con Jesucristo.

Nos convierte en Templos de la Santísima Trinidad y

— Nos otorga el derecho a la gloria eterna.

1. LA GRACIA ES UN DON SOBRENATURAL: En efecto, la Gracia es un regalo que el cielo


nos concede. La generosidad del Señor se hace presente en este maravilloso OBSEQUIO.
• Que excede a los otros regalos NATURALES, como los otorgados al alma (inteligencia
y voluntad), o al cuerpo (sentidos y órganos).
• Que nos levanta a un orden superior, al SOBRENATURAL, haciéndonos ingresar en la
VIDA misma de Dios.
2. INTERIOR E INSEPARABLE DEL ALMA: Esto significa que la Gracia es una cualidad que
el alma posee, no la tiene como añadidura, como un ropaje superficial, como un barniz
del alma, NO. No es como un vestido que llevo puesto. Es como el alma en el cuerpo.

Podríamos decir que la Gracia es el alma, lo que el alma es al cuerpo. El ser humano no
puede existir sin alma, no existe tampoco un verdadero cristiano sin Gracia. El alma es
la vida del cuerpo. La Gracia es la vida del alma.
Estar en Gracia es vivir una nueva vida, Nuestro Señor, en el diálogo que tuvo con
Nicodemo, se refiere a una vida superior, a un RENACIMIENTO.
Recuérdese la entrevista del fariseo con Jesús: "Había un fariseo de nombre Nicodemo,
principal entre los judíos, que vino de noche a Jesús y le dijo: -Rabbí, sabemos que has
venido como maestro de parte de Dios, pues nadie puede hacer esos milagros que tú
haces si Dios no está con él.
Respondió Jesús y le dijo: -En verdad te digo QUIEN NO NACIERE DE ARRIBA (nacimiento
sobrenatural por la Gracia), no podrá entrar en el Reino de Dios. Le dijo Nicodemo:
-¿Cómo puede el hombre nacer siendo viejo?, ¿Acaso puede entrar de nuevo en el seno
de su madre y volver a nacer?
Respondió Jesús:
-En verdad, en verdad te digo que quien no NACIERE DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU, no
puede entrar en el Reino de los cielos. Lo que nace de carne, carne es, pero lo que nace
del Espíritu, es Espíritu.
No te maravilles de que te he dicho: "Es preciso nacer de arriba" (Jn. 3, 1-7).

EFECTOS DE LA VIDA SANTIFICANTE Los efectos de la Gracia santificante son:


> Nos santifica.
> Nos hace participes de la naturaleza divina.
Nos transforma en hijos adoptivos de Dios.
> Nos hermana con Jesucristo.
> Nos convierte en templos de la Santísima Trinidad.
> Nos otorga el derecho a la vida eterna.

3. NOS SANTIFICA: Dios es SANTIDAD.


Esencialmente Dios es santidad. Ahora bien: la Gracia Santificante es la vida de Dios en
nosotros y como hemos dicho que la Gracia es un don inseparable del alma, puédase
afiimar que quien la posee, posee también la santidad. Por esto se repite con razón: ser
santo es vivir en Gracia de Dios.
Para madre suya, Jesús escogió a una mujer santísima, a la más pura entre todas las
mujeres. Cuándo el ángel le saluda para anunciarle luego la misión que deberá
desempeñar en la redención de la humanidad, le dice
- ¡Dios te salve, LLENA DE GRACIA! Lo que equivaldría decir:
-¡Dios te salve oh mujer llena de santidad, oh mujer Santísima!
Afirmamos entonces que la Gracia Santificante
-como su nombre lo indica- nos santifica.
Y esto lo hace de dos maneras:
NEGATIVAMENTE: Quita el pecado. Es decir, purifica el alma.
Metafóricamente el apóstol San Pablo señala este efecto, al escribir a sus fieles de
Efeso: "Fuisteis algún tiempo tinieblas, pero ahora sois luz del Señor" (Ef. 5, 8).
POSITIVAMENTE: Enriquece al alma y la coloca en condiciones de merecerla. Es una
rama viva adherida al tronco que la sustenta.

4. NOS HACE PARTICIPES DE LA NATURALEZA DIVINA: En botánica se estudia lo que se


denomina INJERTO, al trasplante de una yema, o ramita con yemas, a un tallo o raíz de
otra planta. Sobre un pie silvestre de membrillo —por ejemplo- se puede colocar un
injerto de manzano, el cual al prender y crecer, produce luego deliciosas manzanas en
lugar de desabridos membrillos. Los nuevos frutos participan de nuevas y superiores
cualidades.
Algo semejante, aunque en un orden infinitamente superior, acontece con el INJERTO
de la GRACIA, en el alma. Esta comienza a gozar de una nueva y superior vida, que es la
vida de Dios, cuyo pleno desarrollo se efectuará en el cielo cuando el alma vea a Dios
cara a cara y en toda su esplendorosa majestad, conociéndolo y amándolo como Él se
conoce y ama, sin interposición de criatura alguna.

San Juan dice que: "Lo veremos cómo es en sí mismo" (1 Jn. 3, 2).
Añade San Pablo "No ya en el espejo de las criaturas, sino cara a cara" (1 Cor. 13, 12).

Con este injerto de la Gracia el hombre se transforma en un ser DIVINIZADO, si bien es


cierto que su naturaleza no ha sido destruida, sino elevada a un plano sobrenatural,
emparentándola con Dios, como asevera San Pablo, hablándoles a los Efesios: "Por lo
tanto ya no sois extranjeros y huéspedes, sino conciudadanos de los santos y familiares
de Dios" (Ef. 2, 19).
Más clara y precisamente lo afirma San Pedro: "Y (Dios) nos hizo merced de preciosas y
ricas promesas para hacernos así participes de la divina naturaleza" (2 Pe. 1,4).

5. NOS TRANSFORMA EN HIJOS ADOPTIVOS DE DIOS: Se llama HIJO — simplemente hijo-


, hijo verdadero, aquel que ha sido engendrado, que ha recibido la vida de sus padres.
En cambio hijo adoptivo es aquel, sin haber sido engendrado, es recibido como hijo, con
derecho a heredar los bienes del adoptante. Jesucristo es hijo verdadero de Dios,
"engendrado, no formado".
Nosotros somos hijos adoptivos de Dios. Sin embargo entre la adopción humana y la
adopción divina existe una profunda diferencia.
a) En primer lugar la adopción humana no pasa de ser SIMPLE FICCIÓN jurídica que no
modifica substancialmente al adoptado. Este sigue siendo lo que era, aunque se le
haya dado participación en la herencia, en los derechos filiales, en el trato y en otras
accidentales circunstancias. El hijo adoptivo no siente bullir en sus venas la misma
sangre del padre
b) . b) En segundo lugar, en la adopción realizada entre los hombres, el padre no da
nada de su espíritu al hijo por el mero hecho de adoptarlo.

En cambio:

a) En la adopción divina, no hay ficción. El adoptado tiene una misteriosa participación


por la naturaleza del adoptante. Y puede llamarse con propiedad hijo de Dios. San Juan
lo expresa claramente en una de sus epístolas: "...Ved qué amor os ha mostrado el
Padre, que seamos llamados hijos de Dios, y lo seamos..." (1 Jn. 3, 1).

b) Además esta filiación nos da el Espíritu del Hijo, a tal punto que nos sintamos
realmente hijos del Padre Celestial. El apóstol así lo escribía a los fieles de Roma: "...Que
no habéis recibido el espíritu de siervos para recaer en el temor; antes habéis recibido
el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da
testimonio a nuestro espíritu de que seamos hijos de Dios..." (Rom. 8, 15-16). 56

Pero recuérdese que esta filiación divina, con ser tan excelsa, no está a la altura de la
filiación de Jesús, si se considera que Él es NATURALMENTE el único Hijo de Dios, "el
UNIGÉNITO del Padre" (Jn. 1, 18). Aquel que desde toda la eternidad es engendrado y
recibe la plenitud de la naturaleza del Padre. El bautismo es una verdadera generación
sobrenatural.

¡SOMOS HIJOS DE DIOS! ¿Qué fuerza espiritual pueda darnos este pensamiento?
¡DIOS ES MI PADRE! Jesucristo durante toda la vida inculcó la obligación de
corresponder al amor del Padre. En muchas circunstancias, no sólo hablaba de Él, sino
que deseaba que también nosotros lo llamáramos con ese nombre tan consolador.

Cuando Jesús inculcó la ley del amor, aún a los enemigos, dijo a la gente: "Amad a
vuestros enemigos... y será grande vuestra recompensa y seréis hijos del altísimo
porque Él es bondadoso para con los ingratos y los malos. Sed misericordiosos como
vuestro Padre es misericordioso" (Lc. 6, 35-36). Cuando Jesús quiere enseñarles a rezar
les dice: "...Cuando oréis decid: Padre, santificado sea tu nombre..." (Lc. 11, 2).

Cuando se decide a enviar a sus discípulos "...Como ovejas entre lobos..." a predicar la
buena nueva y les anuncia que serán entregados, encarcelados, azotados y llevados ante
los gobernadores; al tranquilizarlos sobre cómo y qué tendrán que hablar, los consuela:
"...No seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en
vosotros..." (Mt. 10, 20).

6. NOS HERMANA CON JESUCRISTO: Si Dios es nuestro Padre, Jesucristo es nuestro


hermano. El es hijo por naturaleza. Nosotros, por admirable adopción. San Pablo, al
tratar el plan de Dios sobre los elegidos, expresa que "los predestinó a ser conformes
con la imagen de su Hijo, para que este fuera el PRIMOGÉNITO ENTRE MUCHOS
HERMANOS". Por lo tanto Jesús, es el hermano mayor a cuya imitación tenemos que
tender para conseguir nuestra salvación. Nuestro Divino Hermano no solamente es la
causa meritoria de nuestra vida sobrenatural, sino también nuestra causa EJEMPLAR. Es
un modelo lleno de ATRACCIÓN y digno de ser IMITADO.

7. NOS CONVIERTE EN TEMPLOS DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD:

El vivir en Gracia de Dios, es prueba de que se ama a Dios. El odio es la muerte del alma.
Amor y Gracia marchan en perfecto e indisoluble maritaje. Pues bien, Jesucristo reveló
en la Ultima Cena este otro efecto del Amor y de la Gracia: "...Si alguno me ama guardará
mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a Él, en Él haremos morada..." (Jn. 14, 23).
Lo que equivale a decir: "Si alguno vive en Gracia de Dios, vendremos a Él, el Padre, el
Hijo y el Espíritu Santo. En las epístolas paulinas se halla a menudo el pensamiento de la
presencia de Dios en el alma, y muy a propósito para lo que 57 estamos considerando
viene aquélla cita: "...¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita
en vosotros?..." (1 Cor. 3, 16).

8. NOS OTORGA EL DERECHO A LA VIDA ETERNA:

Una semilla enterrada germina, se convierte en árbol que produce flores y frutos. La
semilla es la Gracia en esta tierra; el árbol en todo el esplendor de fronda, flores y frutos
es la Vida Eterna, o sea, el Cielo. Como el grano contiene la espiga, y el prieto botón la
pompa de la próxima flor, de la misma manera el alma en Gracia solo aguarda el paso
de la muerte, para cuajar en la Vida sin Fin y florecer en el gozo esencial de Dios. Desde
el momento que Dios determino que fuéramos injertados en Cristo Jesús, igualmente
estableció que gozáramos de la misma gloria que Él. Los miembros participan de los
bienes de la Cabeza. "...A los que ha justificado, también los ha glorificado..." (Rom. 3,
28-30).

Además por derecho de herencia siempre que no se haya despreciado o anulado la


filiación divina con el mal, merecemos la eterna salud. Lo asegura: "...El Espíritu mismo
que da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y por ser hijos,
herederos de Dios, coherederos de Cristo..." (Rom. 8, 16-17).

La gloria consistirá en conocer, amar y gozar a Dios como Él se conoce, ama y goza en
compañía de la Virgen Santísima, de los Santos y de los seres queridos que merecieron
llegar "al lugar de la paz y de la luz". (Canon de la misa de difuntos). La vida eterna no se
gana sin esfuerzo. Hay que merecerla.

MÉRITO, en general, es derecho a una recompensa, MÉRITO SOBRENATURAL, es el


derecho a un aumento de la Gracia, en esta vida, o la premiación eterna, en la otra,
adquirido por un acto de virtud sobrenatural, ejecutado en estado de Gracia. Todo lo
que realice por amor del Señor en su amistad, tiene méritos para la vida eterna.
Comparase la vida humana a una carrera en cuya meta se premia al vencedor "CON
INCORRUPTIBLE CORONA". Esta vida es así mismo una batalla sin cuartel (Job. 7, 1); y es
menester resultar triunfador para que se cumpla lo del Apocalipsis: "El que venciere,
ese se vestirá de vestidura blanca, jamás borraré su nombre del libro de la vida, y
confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles". (Ap. 3, 5).

IV. GRACIA CONSCIENTE Y CRECIENTE.

Un joven en el lecho de la muerte, se lamentaba de los arios perdidos de su juventud,


que había vivido sin Dios y sin su GRACIA. - "Tengo las manos vacías". - "Consuélate.
Aprieta las manos, que ahora las tienes llenas". Cristo llena toda una vida. El gran tesoro
que Cristo conquistó con su cruz, y que a todos ahora nos ofrece para dar contenido y
precio a la vida es la GRACIA.

Una obra buena, aún la mejor, hecha sin estar en la GRACIA, resulta inútil para la vida
eterna. La GRACIA, en cambio, aún a las acciones más triviales de la vida les comunica
una trascendencia. A todos podría grabárseles el sello de "HECHO POR CRISTO". Lo
bueno que hacemos estando en GRACIA es obra de Cristo. Si para ti, vivir en GRACIA
representa solo no vivir en pecado mortal, estarías tranquilo, pero no serías feliz. ¡Hay
tantos tranquilos sin felicidad! La felicidad consiste en la toma de conciencia de un bien
poseído. Nadie es feliz durmiendo. (Hay que darse cuenta que uno duerme...
propiamente no puede hablarse de felicidad en los niños). La felicidad es el ejército, la
aplicación y el desplegamiento de todo lo bueno que tiene la vida de uno.

La GRACIA será la felicidad mientras no la vivas durmiendo; en cuanto la vivas


conscientemente, es decir, en cuanto la vivas y actúes en Cristo. Como una madre siente
al hijo vivir en su seno, ha dicho Pablo, vi que la iglesia hoy "tiene necesidad de sentirse
vivir... tiene necesidad de experimentar a Cristo en sí misma" (Ecclesiam Suam).

No basta vivir "en" GRACIA, hay que vivir "la" GRACIA. La GRACIA tiene que ser
consciente, y además también creciente. Toda GRACIA inicialmente es un don — como
don, es gratuito -, pero una vez recibido, reclama nuestra aportación. Es un capital que
se nos dio con la sola condición de hacerla rendir. El evangelio, inmediatamente después
de decir que "es semejante el Reino de los Cielo a un tesoro", añade que "es también
semejante a un mercader" (Mat 13, 44-45).

Jesús compara con frecuencia la GRACIA — el reino de Dios - a un tesoro, a unas


monedas; hay que negociar. Lo mismo nos dice unas veces que es un dracma o unas
minas, que unos talentos o unas perlas preciosas (Mt. 13, 44-45; 25 ss.).
La GRACIA tiene que ser creciente. Tendríamos un menguado concepto de la GRACIA si
cifráramos todo nuestro ideal en no perderla, en conservarla. Aquí los buenos no son
los "conservadores" sino los "progresistas". Dicen los economistas que todo capital es
redituable. (que rinde beneficios). Mucho más el de la GRACIA. La GRACIA, además de
un capital, es una vida, la vida es movimiento. Todo lo que vive, o crece, o se deforma y
muere.

Tampoco la vida de la GRACIA puede pararse. En el reino de Dios, quien no adelanta,


retrocede. Quien no adelante, se detiene, y quien se detiene por falta de inercia, se cae.

Dice la parábola de los talentos que el siervo que recibió cinco talentos, devolvió al amo
diez, el que recibió dos, negoció cuatro, y el que solo recibió uno, devolvió uno. Aquellos
recibieron todos los mismos premios — el gozo de su señor -, pero el último fue
duramente reprendido: "Siervo malo y haragán... debías haber entregado mi dinero a
los banqueros... echadlo a las tinieblas exteriores" (Lc. 19, 12-27; Mt. 25, 14-30) El amo
lo castigó lo mismo que si lo hubiera malgastado.

La GRACIA, lo mismo que el dinero cuando se negocia, se desvaloriza, se pierde. En la


parábola de los talentos del evangelio, nos habla primero Jesucristo de los banqueros, y
después, en la parábola del sembrador, incluso nos detalla los tantos por ciento: "Lo
sembrado en buena tierra es el que oye la palabra y la entiende y da fruto un ciento,
otro setenta, otro treinta" (Lc. 8, 4-8). 59 V.

Israel, un pueblo escogido, (EX. 19, 1) por no darle valor a la GRACIA cae bajo la
esclavitud del pecado. Un pueblo que Dios le prometió la tierra prometida, "Tierra que
mana leche y miel" se revela en contra de Dios, como nos hemos revelado nosotros.
Tabla de la ley (dada a Moisés en el Monte Sinaí) (Ex. 20, 1-17)

1. Ídolos: a. Becerro de oro (Ex. 32, 1-6)

2. Espiritismo: a. Ex. 22, 17.

b. Lev. 29, 31; 20, 6; 20, 27 c. Dt. 18, 10. 3

Adulterio:

a. Deut. 22, 22

b. Ef. 5, 25 (hombres).

c. Ef. 5, 22

d. 1 Cor. 7, 10-11

e. 1 Pd. 3, 1-6

f. Mc. 10, 1-12

g. Mt. 19, 3-9

h. Lc. 16, 18 4.

Homosexualismo

a. Lev. 20, 13
b. 1 Cor. 6, 9

Por el retiro han pasado mucha gente que no cree que Cristo se ha quedado en la
Eucaristía, pero yo te voy a dar una oportunidad que se le ha dado a mucha gente que
ha pasado por aquí. (Dar ejemplo). Los protestantes dicen que lo que hacen los
sacerdotes en la consagración es un acto de magia, pero la Biblia nos dice lo contrario.
Si buscamos el Evangelio de Jn. 6, 48, Cristo se nos presenta como el Pan de Vida.

Eucaristía: (instituida por Jesucristo antes de morir).

a. Mat. 26, 26

b. Mc. 14, 22

c. Lc. 22, 19

d. 1 Cor. 11, 23

IMPACTO DE CORTINAS CON LOS CATEQUISTAS EN EL SAGRARIO.

Yo quiero un/a valiente que me demuestre que Cristo no está ahí en el sagrario, que por
la fe que tengo CRISTO, va a salir sangre del Sagrario para lavar tu pecado. (Impacto,
solo lo podrá hacer el Sacerdote)

Pasemos a la capilla a pedir perdón a Nuestro Señor por nuestros pecados.

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