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CAPÍTULO I

LA NULIDAD EN GENERAL

Título I
CONCEPTO Y FUNDAMENTOS DE LA NULIDAD

1. Definición de la nulidad. La ley civil se ha encargado de reglamentar


cuidadosamente todas las relaciones jurídicas que pueden producirse entre
los individuos. Con este objeto, y a fin de evitar que se produzcan abusos e
injusticias, protegiendo de este modo a las personas que intervienen en la
vida mediante los denominados “actos jurídicos”, ha establecido una serie de
requisitos para la celebración de tales actos, requisitos que, de no concurrir
en ellos, acarrean la sanción de “nulidad” del acto, tomada esta expresión
en su acepción más amplia; en otras palabras, tiene lugar lo dispuesto en el
artículo 1681 del Código Civil, que dice: “Es nulo todo acto o contrato a que
falta alguno de los requisitos que la ley prescribe para el valor del mismo
acto o contrato, según su especie y la calidad o estado de las partes”.
Este artículo señala la causa fundamental de la nulidad, que tiene lugar
en la mayoría de los casos: falta de requisitos en la celebración de un acto
jurídico; pero también son nulos los actos que se celebran en contravención
a la ley, según lo dispone expresamente el artículo 10 del Código Civil, salvo
en los casos en que la misma ley señale “otro efecto que el de nulidad para
el caso de contravención”.
De las disposiciones mencionadas se desprende que la nulidad es una
sanción civil con que la ley castiga las infracciones que se cometan al cele-
brarse un acto jurídico, y puede ser definida como “la sanción legal estable-
cida para la omisión de los requisitos y formalidades que las leyes prescriben
para el valor de un acto según su especie, y la calidad o estado de las partes”.
El carácter de sanción, de verdadero castigo civil, ha sido reconocido por los
Tribunales de Justicia,1 quienes la han definido como “una sanción civil es-
tablecida por el legislador que consiste en el desconocimiento de los efectos
jurídicos del acto”. Esta definición hace recalcar el efecto de la nulidad, en
vez de las causas, como lo hace la que hemos señalado anteriormente.

1
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo 40, 2ª parte, sec. 1ª, p. 485. En lo sucesivo, nos
referiremos a ella bajo la denominación Revista.

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PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

Combinando ambas definiciones, podemos definir a la nulidad como “la


sanción legal establecida para la omisión de los requisitos y formalidades que las leyes
prescriben para el valor de un acto según su especie y la calidad o estado de las partes
que en él intervienen, y que consiste en el desconocimiento de sus efectos jurídicos,
estimándose como si nunca hubiese sido ejecutado”.

2. Naturaleza de la nulidad. Hemos dicho ya que la ley señala una serie de


requisitos para que los diversos actos jurídicos produzcan todos los efectos
que les son propios, y como la ley, para que se cumpla, debe ser coercitiva,
ha establecido la sanción de la nulidad, con el objeto de que sus disposicio-
nes sean respetadas y no constituyan letra muerta, cumpliéndose de este
modo el fin que tuvo en vista el legislador al establecer dichos requisitos.
Esta sanción es una verdadera pena, de índole civil, y como tal debe estar ex-
presamente establecida por la ley, siendo, por lo tanto, de derecho estricto; no
hay pena sin una ley que la establezca expresamente y sus disposiciones deben
ser interpretadas restrictivamente, no pudiendo ser aplicadas por analogía.
Sin embargo, no debe entenderse esto en el sentido de que es necesario
que en cada caso especial la ley, al señalar los requisitos que deben concurrir
en la celebración de un determinado acto jurídico, disponga expresamente
que la infracción será penada con la nulidad del acto.
El Código Civil, en el artículo 1681 recién transcrito, ha establecido la
regla general en materia de nulidad, señalando los casos en que un acto es
nulo; por lo tanto, cada vez que en la ejecución o celebración de un negocio
jurídico se infrinja la ley, si tal infracción cae dentro del campo de aplicación
del artículo 1681, el acto en que se cometió es nulo.

3. Carácter de medida de protección de la nulidad. Bajo otro aspecto, la nuli-


dad constituye una medida de protección que, en ciertos casos, está destinada
a proteger a personas que están en inferioridad de condiciones intelectuales
frente a otras, por lo cual es de temer que si celebran un acto jurídico, se
les cause algún daño o perjuicio mediante cláusulas en que han convenido
sin tener el suficiente discernimiento para darse cuenta del perjuicio que se
infligen a sí mismos. En beneficio de estas personas, la ley establece la nuli-
dad, que procede cuando en la celebración del acto se han omitido ciertos
requisitos que la ley exige para la validez del acto y también para proteger a
estas personas; por esta razón, sólo la persona en cuyo beneficio se establece
la nulidad puede solicitar su declaración a la justicia ordinaria.

4. La nulidad es irrenunciable. Las reglas que el Código Civil da de la nuli-


dad, destinadas a proteger intereses superiores, como es el orden público,
son irrenunciables por las personas que intervienen en la celebración o
ejecución de los contratos y demás actos jurídicos, según lo dispone expre-
samente el artículo 1469 del Código Civil, que dice: “Los actos o contratos
que la ley declara inválidos, no dejarán de serlo por las cláusulas que en ellos
se introduzcan y en que se renuncie a la acción de nulidad”. Y es lógico que
así sea, porque el objeto de estas reglas relativas a la nulidad es precisamente
evitar que las personas que intervienen en actos jurídicos burlen las dispo-

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CAPÍTULO I - LA NULIDAD EN GENERAL

siciones legales, omitiendo requisitos que la ley juzga indispensables para


la normalidad jurídica. Si la acción de nulidad pudiere renunciarse, todo
contrato contendría una cláusula en que tal renuncia se estipulare, mediante
la cual las partes podrían hacer caso omiso de las disposiciones imperativas
de la ley. Desaparecida la sanción, la ley no se cumpliría; por tal motivo, la
sanción, como tal, es irrenunciable antes que se produzca.

Título II
INFRACCIONES QUE ESTÁN SANCIONADAS CON LA NULIDAD

5. Toda infracción legal es sancionada. La ley, por lo general, sanciona siem-


pre la omisión de los requisitos que ella considera indispensables para que
un determinado acto jurídico produzca todos los efectos que le son propios,
ya que ésta es la manera de obligar a las partes que los celebran a cumplir
con sus disposiciones.

6. La gravedad de la sanción legal depende de la importancia del requisito


omitido. Como no todos los requisitos que ha establecido la ley tienen igual
importancia, ya que la omisión de algunos es considerada más grave que la
de otros, la ley ha tenido que establecer, lógicamente, sanciones más severas
que otras, según sea la naturaleza de la infracción cometida; a mayor impor-
tancia del requisito que falta, mayor sanción para el acto en el cual debió
concurrir. Aún hay casos en que la falta de algún requisito tiene tan poca
importancia que la ley no ha señalado ninguna sanción para ello, y el acto
produce todos sus efectos.
“La sanción, como castigo, sólo nos interesa en su aspecto civil y en este
sentido consiste en una mayor o menor negación de protección o reconoci-
miento jurídico de aquellos actos disconformes con los preceptos de la ley.
Este grado de reconocimiento depende del grado de observancia de sus pres-
cripciones, y así puede ir desde el desconocimiento de la existencia misma
del acto cuando éste no se ha generado en concepto de la ley, sea porque su
existencia material aún no ha llegado a establecerse, sea porque no se han
cumplido condiciones exigidas por la ley para que un acto exista en derecho,
hasta su protección o reconocimiento perfecto si el acto se ha generado en
armonía absoluta con las disposiciones que lo rigen. Pero puede darse el caso
de un acto jurídico en que hayan concurrido los elementos de su formación
como tal y que, sin embargo, se haya infringido alguna disposición legal nece-
saria, no ya para la existencia misma del acto, que suponemos, sino para que
éste produzca desde luego todos sus efectos de tal manera que pueda gozar
de una verdadera protección legal que habilite a los que lo han celebrado
para perseguir con el auxilio de los medios legales, si se hace necesario, el
cumplimiento de todos sus efectos o consecuencias jurídicas”.2

2
ORTÚZAR ESCOBAR, ENRIQUE, De la inobservancia de la ley en relación con los actos jurídicos,
Nº 17, p. 20.

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CAPÍTULO I - LA NULIDAD EN GENERAL

siciones legales, omitiendo requisitos que la ley juzga indispensables para


la normalidad jurídica. Si la acción de nulidad pudiere renunciarse, todo
contrato contendría una cláusula en que tal renuncia se estipulare, mediante
la cual las partes podrían hacer caso omiso de las disposiciones imperativas
de la ley. Desaparecida la sanción, la ley no se cumpliría; por tal motivo, la
sanción, como tal, es irrenunciable antes que se produzca.

Título II
INFRACCIONES QUE ESTÁN SANCIONADAS CON LA NULIDAD

5. Toda infracción legal es sancionada. La ley, por lo general, sanciona siem-


pre la omisión de los requisitos que ella considera indispensables para que
un determinado acto jurídico produzca todos los efectos que le son propios,
ya que ésta es la manera de obligar a las partes que los celebran a cumplir
con sus disposiciones.

6. La gravedad de la sanción legal depende de la importancia del requisito


omitido. Como no todos los requisitos que ha establecido la ley tienen igual
importancia, ya que la omisión de algunos es considerada más grave que la
de otros, la ley ha tenido que establecer, lógicamente, sanciones más severas
que otras, según sea la naturaleza de la infracción cometida; a mayor impor-
tancia del requisito que falta, mayor sanción para el acto en el cual debió
concurrir. Aún hay casos en que la falta de algún requisito tiene tan poca
importancia que la ley no ha señalado ninguna sanción para ello, y el acto
produce todos sus efectos.
“La sanción, como castigo, sólo nos interesa en su aspecto civil y en este
sentido consiste en una mayor o menor negación de protección o reconoci-
miento jurídico de aquellos actos disconformes con los preceptos de la ley.
Este grado de reconocimiento depende del grado de observancia de sus pres-
cripciones, y así puede ir desde el desconocimiento de la existencia misma
del acto cuando éste no se ha generado en concepto de la ley, sea porque su
existencia material aún no ha llegado a establecerse, sea porque no se han
cumplido condiciones exigidas por la ley para que un acto exista en derecho,
hasta su protección o reconocimiento perfecto si el acto se ha generado en
armonía absoluta con las disposiciones que lo rigen. Pero puede darse el caso
de un acto jurídico en que hayan concurrido los elementos de su formación
como tal y que, sin embargo, se haya infringido alguna disposición legal nece-
saria, no ya para la existencia misma del acto, que suponemos, sino para que
éste produzca desde luego todos sus efectos de tal manera que pueda gozar
de una verdadera protección legal que habilite a los que lo han celebrado
para perseguir con el auxilio de los medios legales, si se hace necesario, el
cumplimiento de todos sus efectos o consecuencias jurídicas”.2

2
ORTÚZAR ESCOBAR, ENRIQUE, De la inobservancia de la ley en relación con los actos jurídicos,
Nº 17, p. 20.

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PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

Pasaremos a continuación a dar algunas nociones someras sobre las di-


versas sanciones que ha establecido la ley respecto de los actos jurídicos en
cuya ejecución se han omitido requisitos prescritos expresamente por la ley
para su plena eficacia.
a) Inexistencia. La teoría jurídica señala algunos requisitos que son ne-
cesarios para que un acto jurídico pueda ser considerado como tal, es decir,
que haya nacido a la vida jurídica, y produzca los efectos de tal. Faltando
alguno de ellos, no puede hablarse de un acto jurídico, sino que de una apa-
riencia de acto, que carece en absoluto de eficacia, y que no puede producir
efecto alguno.
Los requisitos que son considerados comúnmente como de existencia
son: la voluntad o consentimiento en los actos bilaterales, el objeto, la causa
y las solemnidades; si falta cualquiera de estos elementos, el acto no nace a la
vida jurídica, no existe, y por lo tanto, no puede producir ningún efecto. Si
bien esta noción de inexistencia es hasta cierto punto aceptable en doctrina,
en nuestro Código Civil no tiene cabida.
b) Nulidad. La aplicación de esta sanción está limitada a los casos en que
sólo se omiten requisitos que la ley prescribe para el valor de ciertos actos o con-
tratos, sea que la ley los exija en consideración a la naturaleza misma de ellos,
sea en atención a la calidad o estado de las partes que los ejecutan o acuerdan;
no se refiere, pues, a la falta de requisitos de existencia, sino que de validez.
De aquí deriva la diferencia con la inexistencia: la nulidad se aplica a
negocios jurídicos que han nacido a la vida jurídica, que tienen existencia
como tales, pero que contienen un vicio que afecta a su plena eficacia, vicio
que puede acarrear su invalidación. Este vicio no impide que el acto produz-
ca todos sus efectos, sino que autoriza para pedir su anulación a la justicia.
Se consideran requisitos de validez comunes a todo acto jurídico no
viciado, a la capacidad, y al objeto y causa lícitos; además, existen muchos
otros requisitos propios a cada acto jurídico, que la ley establece en cada
caso particular.
En consecuencia, por importante que parezca un requisito, si la ley no
lo considera necesario para la validez del acto o contrato en el cual debe
concurrir, su omisión no producirá nulidad, sino que otra sanción legal. Es
así como la ley en numerosos casos señala otro efecto que el de nulidad para
la omisión de un requisito que ella misma establece. Confirma lo anterior el
artículo 10 del Código Civil, que dispone: “Los actos que prohíbe la ley son nulos
y de ningún valor; salvo en cuanto designe expresamente otro efecto que el de nulidad
para el caso de contravención”.
c) Inoponibilidad. Finalmente, la sanción civil de menor gravedad es la
denominada “inoponibilidad”, que se produce por la omisión de requisitos
que no dicen relación ni con la existencia ni con la validez de los actos
jurídicos; produce como efecto el que un acto o contrato en el cual se ha
omitido un requisito determinado no afecte, no le sea “oponible”, a una
persona, la cual puede considerar al acto o contrato como no ejecutado o
celebrado respecto de ella.
La inoponibilidad se produce generalmente respecto de actos jurídicos
en los cuales se han omitido medidas de publicidad que la ley establece para

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CAPÍTULO I - LA NULIDAD EN GENERAL

salvaguardar los intereses de terceras personas: éstas, al no tener conoci-


miento legal de la ejecución del acto, no pueden quedar afectadas por los
efectos del mismo. Igual cosa sucede respecto de negocios jurídicos que se
celebran sin la concurrencia de la voluntad de una persona; tal negocio no
le empece, porque no ha consentido en su celebración. Sin embargo, hay
casos en que un mismo requisito, cuya omisión produce inoponibilidad, es
necesario para la validez del acto.

7. Conclusión. La nulidad es, pues, una sanción civil intermedia entre los
dos extremos (inexistencia e inoponibilidad), que se caracteriza por tener
como causa a las omisiones de uno o más requisitos de validez, sean éstos
generales a todo acto jurídico, o especiales al acto o contrato específico de
que se trata; y repitiendo lo dicho anteriormente, la nulidad procede úni-
camente cuando el requisito que se ha omitido lo exige la ley para el valor
del acto o contrato, porque si se trata de condiciones que no dicen relación
con la validez del acto jurídico, su omisión no producirá nulidad, sino que
otro efecto diverso.
Sin embargo, cabe advertir que, en nuestra legislación positiva, la nu-
lidad y la inexistencia están equiparadas, porque el Código Civil no hace
diferencias entre ellas, sino que sólo ha dado reglas relativas a la nulidad;
en consecuencia, ésta es la sanción civil máxima que contempla nuestro
Código Civil.

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CAPÍTULO II

LA NULIDAD EN EL DERECHO
POSITIVO CHILENO

Título I
LA NULIDAD EN EL CÓDIGO CIVIL

§ I. A NTECEDENTES HISTÓRICOS DETERMINANTES DE LA UBICACIÓN


DE LAS REGLAS DE LA NULIDAD EN EL CÓDIGO CIVIL

8. El Código Civil chileno siguió al Código Civil francés. En esta materia,


como en muchas otras, el Código Civil chileno se inspiró en el Código Civil
francés; pero sólo en cuanto a la ubicación de las reglas relativas a la nu-
lidad de los actos y contratos, considerándola como uno de los medios de
extinguir obligaciones, porque en lo que dice relación con las disposiciones
mismas, el nuestro es infinitamente superior, debido a que contiene la teoría
completa de las nulidades absoluta y relativa, una reglamentación comple-
tísima y una sistematización de la materia muy perfecta. En esto difiere por
completo del Código Civil francés, que sólo contiene pocos artículos sobre
la nulidad, que se limitan a establecer el plazo de prescripción de “las accio-
nes de nulidad y rescisión”, y algunos puntos respecto de la nulidad relativa.
Contempla a la nulidad entre los modos de extinguir obligaciones, pero bajo
el aspecto de “acciones” de nulidad y rescisión.
Por esta razón, la doctrina de los autores fue muy contradictoria, siendo
muy diferentes unas de otras las diversas teorías sobre la nulidad que se
idearon en Francia; puede decirse que sólo con el desarrollo posterior de la
doctrina tendió a uniformar ciertos criterios, proponiéndose soluciones muy
semejantes a las que, según se ha entendido, nuestro Código Civil adoptó
hace ya cerca de un siglo y medio.

9. Ubicación de las reglas de la nulidad a través de los diversos proyectos


de Código Civil. La ubicación que el Código Civil francés dio a la disposi-
ción relativa a la nulidad y rescisión, como uno de los medios de extinguir
las obligaciones, fue adoptada por el nuestro, pasando a través de todos los
proyectos que redactó Andrés Bello; en efecto, en el Proyecto de 1842-1845
se trataba de la nulidad en el Título XIX (De la nulidad judicialmente de-
clarada) del Libro de los Contratos y Obligaciones Convencionales.

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PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

En el Proyecto de 1846-1847 se reglamentaba la “nulidad y la rescisión”


en el Título XX del Libro de los Contratos y Obligaciones Convencionales;
en el de 1853, y en el llamado “Proyecto Inédito”, se ocupa de esta materia el
Título XXI del Libro IV; y en todos ellos el título de la nulidad es el último
de los que tratan de los modos de extinguir obligaciones.
Cabe advertir, sin embargo, que en ninguno de ellos se trató de la nu-
lidad y de la rescisión bajo el aspecto de simples acciones, sino que como
institución civil especifica, con su reglamentación propia y completa, que
abarca todos los aspectos que podrían dar origen a discusiones, así como las
diferencias entre las dos clases de nulidad, las causales de una y otra, las per-
sonas que pueden solicitarlas, el plazo en que se sanean, sus efectos, etc.

§ II. VERDADERO C ARÁCTER DE LA NULIDAD

10. Ubicación de las reglas relativas a la nulidad en el Código Civil. El Có-


digo Civil chileno trata de la nulidad en el Título XX del Libro IV, después
de haber reglamentado todos los medios de extinguir las obligaciones.

11. Razón de esta ubicación. Carácter de la nulidad en el Código Civil. La


razón de la ubicación de las reglas relativas a la nulidad en el Código Civil
se debe al carácter bajo el cual dicho cuerpo de leyes considera a la nulidad,
que no es otro que el de un medio de extinguir obligaciones. Así lo declara
expresamente el artículo 1567, que dispone que las obligaciones se extin-
guen, además, en todo o en parte: “8º. Por la declaración de nulidad o por
la rescisión”, y bajo tal aspecto la reglamenta.

12. Crítica a esta opinión. Es evidente que la nulidad y la rescisión no son


medios de extinguir obligaciones en sí mismas, porque el efecto que pro-
ducen es destruir la fuente de donde proviene la obligación, o sea, el con-
trato, que es el acto jurídico que las genera, por lo tanto, no destruyen la
obligación, que sólo desaparece como consecuencia de la destrucción de
su fuente.3
Además, considerar a la nulidad únicamente como un medio de extinguir
obligaciones es limitar su verdadero campo de acción, que el mismo Código
Civil le reconoce, y que abarca toda clase de actos jurídicos, sean éstos contra-
tos u otros actos bi o unilaterales, que bien pueden no generar obligaciones,
en cuyo caso la nulidad perdería el carácter que el Código Civil le da, porque
no habría obligaciones; y que se extiende más allá de lo contractual, abarcan-
do el campo de las declaraciones unilaterales de voluntad.
En teoría se argumenta, además, que mal puede extinguirse algo que
no existe, ya que la nulidad opera con efecto retroactivo (artículo 1687 del
Código Civil), por lo que debe considerarse que las obligaciones que según

3
CLARO SOLAR, LUIS, Explicaciones de Derecho Civil Chileno y Comparado, 1ª edición, to-
mo XII, Nº 1903, p. 578; FABRES, JOSÉ CLEMENTE, Obras Completas, tomo III, p. 140; BARROS
ERRÁZURIZ, ALFREDO, Curso de Derecho Civil, 4ª edición, tomo II, Nº 202, p. 282.

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CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

el Código Civil se extinguen, en realidad no han existido nunca. Esto, se-


gún José Clemente Fabres, “no es una ficción, sino que una realidad muy
positiva, que el acto o el contrato nulo no han existido jamás”,4 lo que es
llevar muy lejos la ficción aludida, pues no se puede desconocer que en el
hecho, el acto ha producido efectos como si fuera válido, y sólo después de
anulado es cuando todo debe ser restituido al estado anterior a su celebra-
ción o ejecución.

13. Verdadera naturaleza de la nulidad. Se puede sostener con mayor pro-


piedad que la nulidad, lejos de ser un medio de extinguir obligaciones, es
“un medio de invalidar los contratos y demás actos jurídicos”, quedando
comprendida entre “las causas legales” de que habla el artículo 1545 del
Código Civil; o sea, que antes que la nulidad sea declarada, el contrato, u
otra convención o acto unilateral, produce todos sus efectos, cuales son,
las obligaciones y derechos que de ellos nacen, o las modificaciones que
en los que existan puedan introducir; pero una vez anulado por la justicia,
desaparece, y con él, las obligaciones, derechos u otros efectos que había
generado, todo ello con efecto retroactivo, según veremos en su opor-
tunidad, considerándose al negocio jurídico como si nunca se hubiese
celebrado.

14. El medio de extinguir las obligaciones es la declaración judicial de la


nulidad. De lo dicho en el número anterior, se desprende que, en realidad,
el modo de extinguir las obligaciones es la declaración de nulidad, o sea, la
sentencia judicial que la declara, la cual, una vez ejecutoriada, produce to-
dos los efectos propios de la nulidad; sólo entonces puede decirse que las
obligaciones se han extinguido, a pesar de que jurídicamente, y debido al
efecto retroactivo recién mencionado, las obligaciones se consideran como
si nunca hubieran existido.

15. Crítica de José Clemente Fabres. Esta doctrina fue muy atacada por José
Clemente Fabres, quien, de acuerdo con lo expuesto más arriba, sostenía
que “subordinar la nulidad a la declaración judicial nos da precisamente por
resultado la ficción de que el acto o el contrato ha existido o tenido valor
antes de la declaración: lo que es diametralmente opuesto a la naturaleza
y a la ley, porque ambas nos enseñan que ese acto o contrato no ha tenido
jamás valor alguno”.5

16. Opinión de Luis Claro. A su vez, el autor recién citado fue criticado por
Luis Claro Solar, quien declaraba que Fabres, en primer lugar, confundía la
inexistencia jurídica con la nulidad absoluta del acto, al sostener que ésta
es la nada, la negación de la existencia, siendo que ambas instituciones son
dos cosas muy distintas, quedando demostrado su error al sostener enfática-
mente que el Código ha incurrido en un error al establecer la necesidad de
4
Obra citada, tomo III, p. 144.
5
Véase nota anterior.

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PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

la declaración de la nulidad por sentencia judicial, pues lo que no necesita


de tal declaración es la inexistencia. Además, Claro sostenía que “el Código
ha dicho claramente que la declaración de nulidad extingue las obligaciones
que nacen del acto o contrato que adolece del vicio que lo anula; tal acto
o contrato existe, y puede en el hecho producir efectos que no pueden ser
destruidos una vez producidos, o que no puede impedirse que se produzcan
sin la declaración de nulidad pronunciada por sentencia de juez”.6
Sostenía, pues, Luis Claro, que lo que en realidad constituye el modo
de extinguir obligaciones es la declaración judicial de nulidad, como ya lo
habíamos dicho, interpretación que en cierto modo está confirmada en el
Código Civil en los artículos 1687 y 1689, que hablan de “la nulidad pro-
nunciada en sentencia que tiene la fuerza de cosa juzgada”, y de “la nulidad
judicialmente pronunciada”, de donde resulta que el efecto propio de la
nulidad sólo se produce cuando la sentencia judicial está firme, según el
Código de Procedimiento Civil.

17. Otros antecedentes en favor de la tesis que sustentamos. Además de la


opinión citada, existen otros antecedentes que corroboran la opinión que
sustentamos, según la cual lo que constituye el medio de extinguir obligacio-
nes es la declaración judicial de nulidad; tales antecedentes lo constituyen
algunos fallos de nuestros Tribunales de Justicia.7
Existen también antecedentes históricos; en efecto, el proyecto de
Código Civil de 1842-1845, al tratar de la nulidad como un medio de
extinguir obligaciones, titulaba al párrafo respectivo “De la nulidad ju-
dicialmente declarada”, dándole así el carácter de modo de extinguir
obligaciones a la declaración de la nulidad por la justicia, y no a la nuli-
dad misma, que hace desaparecer las obligaciones al destruir la fuente de
donde provienen.

18. Conclusiones. Procede, pues, interpretar al Código Civil en el sentido


que, al tratar de la nulidad, la ha considerado solamente bajo un aspecto,
como un modo de extinguir obligaciones, al igual que algunas de las senten-
cias de nuestros tribunales,8 cuando en realidad dicho modo de extinguir lo
constituye la declaración judicial de dicha nulidad, como lo hemos afirma-
do, aun cuando en teoría pura estas obligaciones no se extinguen, sino que
se reputan no haber existido jamás. En cambio, la nulidad propiamente tal
cae dentro de las causas legales de invalidación de los contratos de que trata
el artículo 1545 del Código Civil. Y sólo la ha considerado bajo un aspecto,
porque la nulidad es, además, una sanción civil, llamada a castigar la omisión

6
CLARO SOLAR, LUIS, obra citada, tomo XII, Nº 1957, p. 632.
7
Gaceta de los Tribunales, año 1913, sentencia 1080, p. 3125. Revista, tomo 5, 2ª parte,
sec. 1ª, p. 6; tomo 16, 2ª parte, sec. 1ª, p. 365; tomo 22, 2ª parte, sec. 1ª, p. 447; tomo 28,
2ª parte, sec. 1ª, p. 465; tomo 36, 2ª parte, sec. 1ª, p. 312; tomo 40, 2ª parte, sec. 1ª,
p. 485.
8
Revista, tomo 20, 2ª parte, sec. 1ª, p. 305; tomo 21, 2ª parte, sec. 1ª, p. 802; tomo 21,
2ª parte, sec. 1ª, p. 936.

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CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

de requisitos que la ley considera indispensables para la validez de los actos


jurídicos, comprendiéndose en esta expresión no sólo los contratos, fuente
de obligaciones, sino que los demás actos uni o bilaterales, aunque de ellos
no provengan obligaciones, sino que creen derechos o los extingan, o sólo
se refieran a relaciones de familia. La calificación del Código es, pues, muy
restringida, y sólo contempla la nulidad bajo uno de sus diversos aspectos;
esta circunstancia no permite sostener tan enfáticamente, como lo hacía,
según hemos visto, José Clemente Fabres, que el Código Civil ha incurri-
do en un error, porque al decir que se “extinguen”, el Código ha querido
significar que desaparecen, que cesan en su fuerza obligatoria, y esto es lo
que materialmente ocurre, aun cuando desde un punto de vista puramente
jurídico es muy distinto lo que sucede.

19. Qué obligaciones “extingue” la nulidad. De lo expuesto anteriormente,


y corroborado por los artículos 1545 y 1681 del Código Civil, se desprende
que las únicas obligaciones que según el citado Código se “extinguen” por
la declaración judicial de la nulidad son aquellas que provienen de contra-
tos, es decir, las que nacen del consentimiento de las personas, porque el
contrato es el único acto jurídico bilateral que genera obligaciones.
Por esta razón, quedan excluidas las que nacen de cualquiera otra fuen-
te, como las que provienen de delitos, cuasidelitos y cuasicontratos; el hom-
bre, cuando se trata de alguna de estas fuentes, sólo ejecuta un acto volun-
tario, al cual la ley le asigna determinados efectos, entre los cuales está el
de dar origen a ciertas obligaciones, principalmente la de indemnizar los
perjuicios que se hayan causado por el acto culpable o doloso (delitos y
cuasidelitos).
La nulidad, en el hecho, ataca la fuente misma de donde provienen
las obligaciones, y sólo se concibe que pueda destruir lo que es obra de
los individuos; no puede afectar a la ley misma, fuente de las demás obli-
gaciones.9
Además, es preciso tener presente que la nulidad es una sanción para
ciertas omisiones, y sólo se pueden omitir requisitos cuando son las per-
sonas las que voluntariamente celebran actos y contratos en que tienen la
intención de producir efectos jurídicos; mal podrían omitirlos en los cuasicon-
tratos, cuasidelitos y delitos, en que lo único que hace una persona es eje-
cutar un acto voluntario, pero sin la intención de producir efecto jurídico
alguno, los cuales se generan por ministerio de la ley, que los determina
con precisión, y que se producen por el solo hecho de colocarse un indivi-
duo en el caso previsto por ella, en forma automática, independientemente
de su voluntad.10

9
PLANIOL Y RIPERT, Traité Élémentaire de Droit Civil, 11ª edición, tomo II, Nº 807,
p. 268.
10
Gaceta de los Tribunales, año 1923, 1er semestre, sentencia 98, p. 563.

29
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

Título II
CAMPO DE APLICACIÓN DE LAS REGLAS DE LA NULIDAD CIVIL

§ I. A LCANCE DEL ARTÍCULO 1681 DEL CÓDIGO CIVIL

20. Regla general. Antes de entrar a establecer cuál es el campo de aplica-


ción del Título XX del Libro IV del Código Civil, que trata de la nulidad, es
conveniente precisar el alcance del artículo 1681, que dice textualmente:
“Es nulo todo acto o contrato a que falta alguno de los requisitos que la ley
prescribe para el valor del mismo acto o contrato, según su especie y la cali-
dad o estado de las partes. La nulidad puede ser absoluta o relativa”.
Ésta es la regla general en materia de nulidades civiles, y según ella, sólo
existe nulidad cuando se ha omitido un requisito que la ley señala como
indispensable para la “validez” de un acto o contrato; por consiguiente, por
importante que parezca un requisito legal, si la ley no lo considera como
necesario para la validez del acto o contrato de que se trata, su omisión no
acarreará la nulidad del mismo, sino que producirá otro efecto, que la ley
se encarga de establecer para cada caso.
Confirma lo dicho la disposición, antes citada, del artículo 10 del Código
Civil, según la cual, la ley puede designar otro efecto que el de nulidad para
el caso de contravención; esto demuestra que hay situaciones en que la ley
no considera a determinados requisitos como de validez, en relación con
los actos en que deben concurrir, y su omisión no producirá, por lo mismo,
la nulidad de éstos.

21. Casos en que la omisión de un requisito no produce la nulidad del acto


jurídico. Jurisprudencia. El Código señala algunos casos en que la omisión
de un requisito determinado, u otra infracción legal, no produce la nulidad
del acto o contrato, sino que otro efecto, que varía en cada caso particular.
La jurisprudencia ha aplicado tales disposiciones a casos concretos.
Así, de acuerdo con el artículo 1349 del Código Civil, se ha resuelto
que “no procede la declaración de nulidad de una partición en que se han
omitido bienes, pues sólo se puede reclamar la partición de los bienes omi-
tidos”;11 aplicando el artículo 1332 del mismo Código, se ha fallado que “no
es nulo un contrato de compromiso, por el hecho de que las partes no hayan
fijado un plazo cierto y determinado dentro del cual el partidor debe ejercer
sus funciones, pues lejos de ser éste un requisito esencial para su validez, la
ley ha dado a las estipulaciones que al respecto se acuerden el carácter de
cláusulas accesorias o accidentales del mismo, que la ley suple en el silencio
de las mismas”.12
Igualmente, se ha fallado que no procede declarar la nulidad, por no
haber causa para ello, “de una promesa de venta, por el hecho de contener
una condición que no es determinada, es decir, que no tiene plazo fijo den-

11
Revista, tomo 35, 2ª parte, sec. 1ª, p. 1.
12
Revista, tomo 39, 2ª parte, sec. 1ª, p. 463.

30
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

tro del cual deba cumplirse”,13 porque la ley, en el artículo 1554 del Código
Civil, sólo exige que la promesa contenga una condición o plazo, que fije la
época de la celebración del contrato, sin determinar la especie de condición
que debe contener. Se debe hacer notar sin embargo que, con posteriori-
dad, la Corte Suprema ha fallado en sentido contrario, entendiendo que la
ley, al exigir un plazo o condición que “fije la época de la celebración del
contrato”, “está exigiendo –en el caso de la condición– que tal condición
debe revestir el carácter de determinada”.14
Se ha concluido también que no constituye vicio de nulidad el caso:
“de un instrumento en el que haya faltado la firma de la escritura matriz
incorporada en el protocolo, y que fue puesta con posterioridad a la fecha
en que se inscribió en el Registro de Propiedades la copia autorizada de la
misma escritura, que el notario dio al comprador; sólo da mérito para una
medida disciplinaria”;15
“de una escritura pública de remate la circunstancia de no haberse fijado
precio a los inmuebles subastados, si de esa escritura aparece que dicho pre-
cio se fijó, declarando el perito tasador que el precio por él fijado quedaba
en el hecho anulado debido a impuestos y otras causas”;16
“de un contrato, por el hecho de ser aleatorio”;17 la ley, lejos de anular
un contrato aleatorio, reconoce expresamente su existencia, y reglamenta
algunos de ellos;
“de una inscripción de un nacimiento en que se altere el orden que
indica el artículo 31 de la Ley sobre Registro Civil”;18 el orden mencionado
no constituye un requisito de validez de la inscripción;
“de una estipulación de intereses el que éstos sean usurarios, porque
la ley ha señalado otra sanción, cual es, la rebaja de ellos”,19 caso típico en
que la ley ha señalado una sanción diversa que la nulidad para el evento de
una norma imperativa, y que se encuentra establecida en el artículo 2206

13
Revista, tomo 16, 2ª parte, sec. 1ª, p. 487; tomo 41, 2ª parte, sec. 1ª, p. 506.
14
Revista, tomo 46, 2ª parte, sec. 1ª, págs. 906 y ss. En el mismo sentido, Revista, tomo 45,
2ª parte, sec. 1ª, p. 176. Jurisprudencia para concluir de esa manera citada por HÜBNER
GUZMÁN, ANA MARÍA, y VERGARA ALDUNATE, SOFÍA, La Promesa ante el Derecho y la Jurisprudencia,
pp. 87 y ss.
15
Revista, tomo 2, 2ª parte. sec. 2ª, p. 119. En el mismo sentido, Revista, tomo 68, sec. 1ª,
p. 224. Rioseco, junto con citar otra jurisprudencia en el mismo sentido, concluye que, con
posterioridad a la Ley 18.181, rige “un plazo perentorio para la firma por los otorgantes (se-
senta días desde la fecha de anotación en el repertorio), vencido el cual la escritura –sin ser
nula– pierde su autenticidad presunta como instrumento público; y otro plazo (dos meses
desde el cierre del protocolo), vencido el cual y no suscrita la escritura, ésta queda sin efec-
to. No obstante, ambos plazos tienen por objeto regularizar la marcha del trabajo notarial
y de aquí que la firma del notario, autorizando la escritura, puede ser posterior sin que por
eso se siga la nulidad o ineficacia del instrumento público, si está suscrito en tiempo por
los otorgantes”, en RIOSECO ENRÍQUEZ, EMILIO, La Prueba ante la Jurisprudencia, 4ª edición
actualizada, tomo I, p. 293.
16
Revista, tomo 4, 2ª parte, sec. 1ª, p. 375.
17
Revista, tomo 7, 2ª parte, sec. 1ª, p. 433.
18
Revista, tomo 14, 2ª parte, sec. 1ª, p. 116.
19
Revista, tomo 16, 2ª parte, sec. 2ª, p. 39.

31
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

del Código Civil, complementado por la Ley Nº 18.010, de 27 de junio


de 1981;
“de un convenio pactado en la escritura de hipoteca en el que el deudor
y el acreedor estipulan que en caso de remate, se proceda sin tasación pre-
via, porque se refiere a la renuncia de un derecho que sólo mira el interés
individual del deudor”,20 y no de la omisión de un requisito de validez del
acto;
“de un nombramiento de guardador, por la circunstancia de que no
se practique el inventario solemne a que lo obliga la ley al tomar la admi-
nistración de los bienes; la ley sanciona esta negligencia con su remoción
(artículo 378 del Código Civil)”;21
“de una transacción, por el hecho de que sea estipulada por un manda-
tario sin el poder especial para transigir que establece el artículo 2448 del
Código Civil, porque ese acto puede ser ratificado por el mandante”,22 lo
cual equivale a decir que la falta de autorización especial citada es causa de
inoponibilidad, y no de nulidad de la transacción;
“de un fideicomiso que afecta a un inmueble por el hecho de no inscri-
birlo en el competente registro, porque si bien es efectivo que es obligatorio
hacerlo, esta inscripción no es un requisito de validez del acto”; si bien el
parecer de la doctrina no es unánime al respecto;23
“de un contrato de hipoteca, por la circunstancia de que la inscripción
no indique el total de las sumas garantizadas por dicha hipoteca, no conten-
ga las designaciones del domicilio y profesión del acreedor, y de la profesión
del deudor, porque por medio del contrato puede venirse en conocimiento
de lo que en la inscripción se echa de menos, según lo establecen expre-
samente los artículos 2432 y 2433 del Código Civil”,24 lo que nos permite
sostener que tales menciones no son requisitos de validez del acto;
“de un remate, por el hecho de no haberse citado a los acreedores hipo-
tecarios para la subasta de la finca hipotecada, sino que los acreedores no
citados conservan sus derechos, y pueden, por lo mismo, perseguir la finca,
cualquiera que sea la persona en cuyo poder se encuentre, hasta obtener un
nuevo remate”;25 el primer remate, en consecuencia, es válido;
“de una hipoteca, por la indeterminación de las obligaciones a que se
extiende, pues sólo da opción a que se solicite por el deudor que se restrinja
su alcance o valor definitivo”.26
En todos los casos citados, que sólo constituyen una pequeña parte de
los muchos que existen sobre la materia, los requisitos omitidos o las infrac-
20
Revista, tomo 21, 2ª parte. sec. 1ª, p. 539.
21
Revista, tomo 22, 2ª parte, sec. 1ª, p. 115; tomo 29, 2ª parte, sec. 1ª, p. 306.
22
Revista, tomo 23, 2ª parte, sec. 1ª, p. 669.
23
Revista, tomo 24, 2ª parte, sec. 1ª, p. 455. En cuanto al rol de la inscripción del fidei-
comiso y el parecer de los distintos autores, puede consultarse con más detalle, ROZAS VIAL,
FERNANDO, Derecho Civil, Los Bienes, pp. 285 y ss.
24
Revista, tomo 25, 2ª parte, sec. 2ª, p. 1; tomo 28, 2ª parte, sec. 2ª, p. 34; tomo 42, 2ª par-
te, sec. 1ª, p. 35.
25
Revista, tomo 26, 2ª parte, sec. 1ª, p. 616; tomo 27, 2ª parte, sec. 2ª, p. 17.
26
Revista, tomo 27, 2ª parte, sec. 1ª, p. 630.

32
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

ciones cometidas no traen consigo la nulidad del acto en el cual debieron


concurrir, o en el que se cometieron, sea porque la ley misma no los califica
como requisitos de validez, sea porque señala otra sanción diversa para el
caso de infracción, o bien porque el requisito que se omite no puede ser
considerado como necesario para la validez, de acuerdo con los principios
generales que reglan esta materia.

22. El artículo 1682 del Código Civil amplía y complementa el artículo 1681.
Es preciso advertir que el artículo 1682 del Código Civil amplía, en cierto
modo, el campo de aplicación del artículo 1681, puesto que establece que
es también causa de nulidad el hecho de tener un acto o contrato “objeto o
causa ilícita”, lo que concuerda con los artículos 10 y 1466 del citado Código,
el primero de los cuales, ya citado, establece la nulidad como la sanción para
todo acto prohibido por la ley, como regla general, y el segundo, relacionan-
do dicho precepto con el artículo 1682, dispone que en todo acto prohibido
por la ley hay objeto ilícito. En consecuencia, el Código Civil establece como
requisito de validez de un acto o contrato que éste no contenga un objeto
o una causa ilícita, porque de otro modo puede ser declarado nulo por los
tribunales.

23. Nociones acerca de los requisitos de validez. El Código Civil no ha


enumerado en forma expresa a los diversos requisitos que la ley exige que
concurran en un acto jurídico para que éste pueda ser considerado válido.
Sin embargo, es fácil determinar cuáles son, analizando algunas disposicio-
nes que en él se contienen.
a) Requisitos de validez comunes a todo acto jurídico. Hay algunos requisitos
que deben concurrir en todo acto jurídico, cualquiera que sea su naturaleza,
porque son la base de la declaración de la voluntad humana, destinada a
producir efectos jurídicos; tales requisitos son:
El objeto y la causa lícitos, según vimos en el Nº 22.
En seguida, el mismo artículo 1682 establece que “hay asimismo nulidad
absoluta en los actos y contratos de personas absolutamente incapaces”; en
consecuencia, la capacidad es un requisito de validez de los actos jurídicos.
Pero frente a los absolutamente incapaces se encuentran aquellas perso-
nas cuya capacidad es relativa. ¿Cuál es su situación frente a la validez de los
actos y contratos? El artículo 1447 del Código Civil establece que “los actos
de estas personas pueden tener valor en ciertas circunstancias”, de donde se
deduce que son requisitos de validez el que concurran esas circunstancias,
que son generalmente autorizaciones de ciertas personas o de la justicia
ordinaria. Por tanto, cada vez que la ley señala la realización de determina-
das actuaciones en conjunción con la celebración de un acto por parte de
un incapaz, nos encontramos frente a un requisito de validez, cuya omisión
produce la nulidad del acto, por regla general.
Finalmente, del artículo 1445 del Código Civil, que confirma la exis-
tencia de los requisitos de validez ya mencionados, y su calidad de tales,
se desprende que otra condición que debe cumplirse necesariamente, a
fin de evitar la nulidad, es que el consentimiento o la declaración de la

33
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

voluntad que genera el acto o contrato carezca de los vicios que señala el
artículo 1451. El carácter de requisito de validez del “consentimiento no
viciado” está confirmado por el artículo 1691 del citado Código, que señala
la manera de contar el plazo de prescripción de la acción de nulidad relativa
en caso de error, fuerza o dolo.
Estos cuatro requisitos, objeto y causa lícitos, capacidad y consentimien-
to no viciado, son los que la doctrina nacional y extranjera reconoce como
tales. Pero, dentro del sistema de la nulidad de nuestro Código, es preciso
llegar a la conclusión que produce nulidad la omisión de los requisitos co-
múnmente llamados de “existencia” de los actos jurídicos, o sea, aquellos
que se consideran indispensables para que se pueda hablar de un acto con
existencia legal, para que el acto exista ante la ley; tales requisitos, según
dijimos, son el consentimiento, la causa, el objeto y las solemnidades.
Existen muchas razones para estimar que la omisión de tales requisitos
produce la nulidad del acto, y no su inexistencia, y entre otras, la de que el
Código Civil sólo reglamentó, como sanción máxima, la nulidad, y nada dijo
acerca de la inexistencia; además, todo el sistema jurídico está basado en la
nulidad como castigo civil, y a él se refiere en muchos artículos: pero nada
dice sobre la inexistencia, o de que un acto “no exista” cuando en él se ha
omitido un requisito de los recién numerados.
Al tratar acerca de las causas de nulidad absoluta nos referimos con ma-
yor amplitud a esta cuestión.
b) Requisitos de validez especiales a cada acto jurídico. Al lado de los requisi-
tos generales que hemos enunciado en el número anterior, y que trataremos
con mayor detenimiento al hablar de las causas de la nulidad en especial,
existen diversos otros requisitos de la misma índole, que la ley ha señalado
para cada caso en particular, de modo que para que dicho acto sea plena-
mente válido, es menester que concurran tanto los requisitos comunes a
todo acto cuanto los especiales a ese acto en particular.
La ley, para individualizar estos requisitos de validez especiales, ha em-
pleado diversas expresiones, tales como: “para la validez” (artículo 676);
“para que sea válido” (artículos 672, 673, 674, 1576, 1598, 1600 y 1630); para
que “valga” (artículo 675); la falta del requisito hace que el acto sea “nulo”
(artículos 377, 966, 1003, 1006, 1107, 1401, 1478, 1578, 1998, 2127, 2270,
2454); el acto “no valdrá” (artículos 18, 1052, 1093, 1207, 2451), y muchas
otras más, todas las cuales tienen el mismo significado: su omisión produce
la nulidad del acto.
Nos referiremos a la abundantísima jurisprudencia que existe sobre la
materia al tratar de las causas de nulidad en especial.

§ II. ACTOS JURÍDICOS QUE PUEDEN SER DECLARADOS NULOS

24. Principio general. De lo dicho en los Nos 20 y 21, hemos establecido el


verdadero carácter de sanción que tiene la nulidad, además del de modo de
extinguir, que es el que el Código Civil establece. Por consiguiente, y debido
a este doble carácter, siendo el de sanción el más importante, ya que es el

34
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

que sirve de base a su definición, y al mismo tiempo es el que le da el mayor


campo de aplicación, no puede considerarse que la nulidad sólo sea un
medio de extinguir obligaciones que se aplique únicamente a los contratos;
es cierto que la declaración de nulidad sólo extingue, o, mejor dicho, hace
desaparecer obligaciones; pero esto es sólo una consecuencia de la invali-
dación del contrato de donde provienen, y esta invalidación puede afectar
igualmente a todo acto jurídico, sea éste uni o bilateral.
Prueba de lo dicho anteriormente es que el mismo artículo 1681 del
Código Civil se refiere a “todo acto o contrato”, englobando en el término
“acto”, que contrapone a “contrato”, todos los demás negocios jurídicos vo-
luntarios, sean éstos convenciones o declaraciones unilaterales de voluntad;
por lo tanto, la misma ley se encarga de confirmar la gran amplitud que
tiene el campo de aplicación de las reglas de la nulidad. Examinaremos
separadamente los diversos actos jurídicos que pueden ser invalidados por
la nulidad.

A) Los contratos

25. Los contratos “legalmente celebrados”. En primer lugar, y fuera de


toda discusión, quedan comprendidos dentro del campo de aplicación de
las reglas de la nulidad los actos jurídicos denominados “contratos”; el ar-
tículo 1681 del Código Civil se refiere expresamente a ellos, y la nulidad
se encuentra entre las “causas legales de invalidación” que menciona el
artículo 1545 del mismo Código.
Es conveniente determinar el significado del artículo 1545 recién citado,
que dispone que “todo contrato legalmente celebrado es una ley para los
contratantes, y no puede ser invalidado sino por su consentimiento mutuo
o por causas legales”, encontrándose entre las últimas la nulidad.
La primera conclusión que emana de esta disposición es que los términos
“legalmente celebrado” y “válido” no son sinónimos, sino que cosas muy dis-
tintas; en efecto, es precisamente la falta de validez la que acarrea la nulidad,
y este artículo 1545 declara expresamente que un contrato legalmente cele-
brado puede ser invalidado por causas legales, es decir, puede ser inválido por
contener un vicio que produzca su nulidad. Un contrato en cuya celebración
se ha omitido un requisito de validez, y que es nulo por lo mismo, no pierde,
por ese solo hecho, el carácter de “legalmente celebrado”.
En consecuencia, un contrato “legalmente celebrado” no es uno ajusta-
do enteramente a la ley, con todos los requisitos que ella prescribe para los
de su especie, sino que un contrato que tiene la apariencia de tal; en otras
palabras, es aquel que parece haberse celebrado de acuerdo con todas las
disposiciones legales, y que tiene la fisonomía externa de un verdadero con-
trato, aun cuando contenga vicios que acarreen su invalidación.
El contrato “legalmente celebrado” produce sus efectos como si estuviera
perfecto ante los ojos de la ley, hasta el momento en que la justicia declara
su nulidad, debido a la omisión del requisito que la ley exige para su plena
validez.

35
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

26. Contratos que pueden ser anulados según las reglas del Código Civil.
Dentro del concepto de “contrato” se incluyen todos aquellos de índole
patrimonial, sea que estén regidos por el Código Civil, o por otros Códigos,
tales como los de Comercio, Minería o Trabajo, sea por leyes especiales;
aun dentro del Código Civil hay actos jurídicos que, sin estar contemplados
en el Libro IV, son, jurídicamente, contratos; así sucede con las donaciones
entre vivos, que es un contrato gratuito, pues requiere de la voluntad de dos
personas, por lo menos, y genera obligaciones, y con el nombramiento de
partidor hecho por los interesados en el haber común, faltando uno de los
cuales el nombramiento es nulo, según diversos fallos.27

27. Situación de los “contratos de familia”. Si bien la aplicación de las re-


glas de la nulidad civil a los contratos de índole patrimonial es indiscutible,
¿sucede lo mismo respecto de los contratos de familia? El más importante
de esta clase de contratos es el matrimonio, y no sólo existe la posibilidad de
declararlo nulo, sino que tanto la Ley de Matrimonio Civil como el Código
Civil se han encargado de reglamentar su nulidad, señalando las causales, el
modo de alegarla, la oportunidad de hacerlo, y los efectos, que, debido a su
naturaleza especial, son distintos de los que se producen con la declaración
de nulidad de un contrato patrimonial cualquiera, ya que la ley ha tenido que
tomar en cuenta la situación de los hijos que nazcan como consecuencia de
ese matrimonio que fue declarado nulo. En general, puede decirse que, si
bien el matrimonio puede ser declarado nulo, y la nulidad es la misma que la
que se pronuncie en relación con cualquier otro acto jurídico, ella está sujeta
a reglas especiales, que se deben a la naturaleza y características fundamenta-
les del matrimonio, que difieren de los demás contratos patrimoniales.
En la Ley Nº 7.613 la adopción podía considerarse como un verdadero
contrato. En cambio, con la derogación de esta ley, por parte de la Ley
Nº 19.620, de 5 de agosto de 1999, actualmente la adopción es siempre un
acto jurídico de carácter judicial. Con ello, se abandona por completo el
concepto de pacto de familia admitido en los casos de aplicación del cuerpo
legal derogado, quedando consolidada una tendencia ya iniciada con las
Leyes Nos 16.346 y 18.703, también derogadas.

B) Otras convenciones

28. Demás actos jurídicos bilaterales. La nulidad, según hemos dicho, por
el hecho de ser una sanción civil, se aplica igualmente a las demás conven-
ciones, sea que tengan por objeto modificar, o aun extinguir obligaciones,
y esto es lógico, pues las infracciones a las disposiciones de la ley pueden ser
cometidas en esta clase de actos jurídicos de la misma manera que en un
contrato, ya que basta que las partes que intervienen omitan un requisito
que la ley exige para la validez del acto.
27
Revista, tomo 10, 2ª parte, sec. 1ª, p. 525; tomo 23, 2ª parte, sec. 1ª, p. 547; tomo 38,
2ª parte, sec. 1ª, p. 176; tomo 38, 2ª parte, sec. 1ª, p. 396.

36
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

Si bien es cierto que no es dable aplicarles a las diversas convenciones


que no son contratos las reglas de la nulidad por analogía, ello es posible
debido a las diversas disposiciones legales en las cuales se preceptúa que la
omisión de un determinado requisito acarrea la nulidad del acto; así sucede
respecto de la tradición (artículos 672 a 678 inclusive, del Código Civil), que
puede ser nula por falta de consentimiento del adquirente o su representan-
te, según se ha fallado;28 el pago (artículos 1576 y 1578 del mismo Código),
que ha sido declarado nulo en diversas oportunidades por los tribunales,29
lo mismo que la dación en pago,30 la novación (artículo 1630) y la remisión
(artículo 1652).
En cuanto al Derecho de Familia, la convención que, sin ser contrato
necesariamente, tiene mayor importancia, es las capitulaciones matrimoniales,
es decir, “la convención por la cual los esposos reglan sus intereses pecu-
niarios”,31 la cual debe reunir los requisitos generales a toda convención
con las modificaciones que establece el Código Civil; faltando uno de ellos,
las capitulaciones matrimoniales adolecen de un vicio de nulidad, por lo
cual los tribunales las pueden declarar nulas, como ha sucedido en diversas
oportunidades.32

29. Situación de las particiones de bienes. Se entiende por partición de


bienes, en general, “la separación, división y repartimiento que se hace de
la cosa común, entre las personas a quienes pertenece”.33 Nuestro Código
Civil reglamenta minuciosamente esta institución jurídica, y establece por
fin una regla común a toda partición, que está contenida en el artículo 1348,
y según la cual, “las particiones se anulan o se rescinden de la misma manera
y según las mismas reglas que los contratos” (inciso 1º), disposición que ha
sido aplicada con frecuencia por los Tribunales de Justicia.34 Actualmente la
doctrina admite que la nulidad de la partición puede ser total o parcial, de-
pendiendo si el vicio incide “en toda la partición, por ejemplo, si durante el
juicio particional ha concurrido un incapaz por sí solo y no por intermedio
de su representante legal”, o si sólo afecta “ciertas actuaciones del juicio par-
ticional, como son las adjudicaciones; tal sería el caso en que se consintiere
en una adjudicación por fuerza o dolo” .35

28
Revista, tomo 39, 2ª parte, sec. 2ª, p. 65.
29
Revista, tomo 22, 2ª parte, sec. 1ª, p. 674; tomo 29, 2ª parte, sec. 1ª, p. 611; tomo 39,
2ª parte, sec. 2ª, p. 77.
30
Revista, tomo 29, 2ª parte, sec. 1ª, p. 50.
31
ALESSANDRI RODRÍGUEZ, ARTURO, Tratado Práctico de las Capitulaciones Matrimoniales, de
la Sociedad Conyugal y de los Bienes Reservados de la Mujer Casada, Nº 28, p. 43.
32
Revista, tomo 31, 2ª parte, sec. 1ª, p. 337.
33
CLARO SOLAR, LUIS, obra citada, tomo XVII, Nº 2344, p. 53.
34
Revista, tomo 10, 2ª parte, sec. 1ª, p. 525; tomo 21, 2ª parte, sec. 1ª, p. 1072; tomo 26,
2ª parte, sec. 1ª, p. 399; tomo 38, 2ª parte, sec. 1ª, p. 176.
35
SOMARRIVA UNDURRAGA, MANUEL, Indivisión y Partición, 5ª edición actualizada, p. 500.
Este autor cita a SILVA BASCUÑÁN, MARCOS, La Partición de Bienes, y explica que este último
abandonó la posición contraria que antes sostuvo, citada en nuestra primera edición. En abo-
no de su conclusión, Somarriva cita la jurisprudencia de Gaceta, año 1939, Nº 91, p. 340.

37
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

En consecuencia, a las particiones de bienes se les aplican todas las nor-


mas contenidas en el Título XX del Libro IV del Código Civil, en la misma
forma que si se tratara de un contrato.

30. Razón de la disposición del artículo 1348 del Código Civil. ¿Cuál es la
razón de ser de la disposición citada? En primer lugar, se puede sostener
que el Código estima que las particiones de bienes no son contratos, ya que
de serlo, no habría repetido en el artículo 1348 lo que dispuso en los artícu-
los 1681 y siguientes, que son los que contienen las reglas generales sobre la
materia, o a lo más habría dicho que las particiones se pueden anular como
los “demás” contratos.36
Ahora bien, el que no sea contrato no le quita el carácter de convención
o acto jurídico bilateral, ya que para el perfeccionamiento de una partición
es necesaria la intervención de dos o más personas con intención de produ-
cir efectos jurídicos, como reza la definición usual de tales actos, aunque a
veces las personas pueden verse arrastradas a ella contra su voluntad; pero al
mismo tiempo, las particiones de bienes tienen un carácter procesal, consti-
tuyen un verdadero juicio divisorio, regido por el Código de Procedimiento
Civil, y este último carácter es el más pronunciado en la institución de que
nos estamos ocupando.
Aunque en general las actuaciones producidas en juicio, sometidas como
están a las leyes de procedimiento, no pueden invalidarse sino por los recur-
sos judiciales que ellas determinen, hay sin embargo actuaciones judiciales,
como las adjudicaciones en juicios divisorios, que constituyen verdaderos
contratos, que en ese carácter pueden ser invalidados por la vía de la nuli-
dad establecida por el Código Civil; así se ha fallado.37 En el mismo sentido,
Somarriva fundamenta la aplicación de estas reglas de nulidad a la partición,
en cuanto ésta “es un juicio especialísimo, que en cierto modo presenta los
caracteres de contrato por la influencia decisiva que en ella tiene la voluntad
de las partes”; ello sin perjuicio de concordar con Claro Solar en cuanto a
que en rigor la partición no es un contrato.38

31. Consecuencias del doble carácter jurídico de las particiones de bienes.


Lo dicho confirma, pues, que las particiones de bienes tienen el doble carác-
ter de convención y de procedimiento judicial, y “dada la índole contractual
de los actos que dentro del juicio divisorio acuerdan las partes para llevar a
efecto el reparto de los bienes, el artículo 1348 del Código Civil, reconocien-
do ese carácter a tales acuerdos, y colocándolos por encima de las resolucio-
nes mismas del árbitro, dispone que las particiones se anulan o rescinden de
la misma manera y según las mismas reglas que los contratos”.39

36
CLARO SOLAR, LUIS, obra citada, tomo XVII, Nº 2660, p. 254.
37
Revista, tomo 26, 2ª parte, sec. 1ª, p. 241.
38
SOMARRIVA UNDURRAGA, MANUEL, Indivisión y partición, 5ª edición actualizada, obra
citada, p. 499.
39
Revista, tomo 26, 2ª parte, sec. 1ª, p. 399. En el mismo sentido, SOMARRIVA UNDURRA-
GA, MANUEL, Indivisión y partición, obra citada, 5ª edición actualizada, p. 501, quien hace

38
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

El Código Civil quiere hacer resaltar y poner en evidencia el carácter


de acto jurídico de índole propiamente civil que tienen muchas de las ac-
tuaciones efectuadas en un juicio de partición; pero la aplicación de ese
precepto queda subordinada a que las particiones sean actos civiles y no
procesales, o como dice una sentencia: “ese precepto tiene cabal aplicación
siempre que se trate, no de la ritualidad judicial propiamente dicha, sino
de vicios o defectos que se refieren en grado prohibido a la naturaleza jurí-
dica de los actos ejecutados en la partición, o a la constitución o existencia
legal del compromiso mismo”.40 El citado carácter proviene de la naturaleza
especial de las particiones, en que la voluntad de las partes tiene la máxima
importancia y valor, pudiendo ellas acordar lo que más les convenga; el juez
partidor sólo es llamado a resolver en el desacuerdo de las partes.
En cuanto a juicios regidos por el Código de Procedimiento Civil, las par-
ticiones de bienes, y lo que en ellas se resuelva, pueden ser atacadas por los
recursos procesales pertinentes, inclusive la resolución final, conocida como
Laudo y Ordenata; y la circunstancia de que ésta se encuentre ejecutoriada
por no haberse deducido en su contra esos recursos procesales, no afecta la
nulidad de otras actuaciones del mismo juicio, que tienen al mismo tiempo
el carácter de actos o contratos civiles que pueden ser anulados por una
acción civil distinta de los recursos procesales. Así lo han resuelto nuestros
tribunales41 e igualmente que la aprobación del Laudo y Ordenata por la
justicia no puede impedir el ejercicio de las acciones de nulidad,42 sentencia
que recalca la coexistencia en las particiones de los dos caracteres jurídicos
mencionados: el civil, de contrato, y el procesal, de juicio divisorio.

32. Las adjudicaciones, y su situación en relación con las particiones. Ín-


timamente ligadas con las particiones se hallan las adjudicaciones, las que
dentro del régimen sucesorio son definidas por Luis Claro como “la aplica-
ción de bienes o valores determinados de los que figuran en el inventario
o constituyen la herencia, hecha a cada uno de los partícipes en pago de su
haber, según su respectivo título”;43 en otras palabras, es la determinación
de qué bienes o parte de bienes corresponden a cada uno de los copartíci-

eco de la doctrina de este mismo fallo. Este mismo autor señala que “se ha resuelto que son
vicios de procedimiento: la falta de aceptación y juramento del partidor; el hecho de que el
árbitro dicte el laudo después de expirado el plazo de su nombramiento; la circunstancia de
desarrollarse el juicio de partición en un lugar distinto al que legalmente corresponde; el
hecho de que el actuario sea una persona que legalmente no pueda desempeñar el cargo;
la omisión de la lectura de las bases de remate al efectuarse la subasta; las incorrecciones u
omisiones en que se incurra en las publicaciones de los avisos cuando entre los partícipes hay
incapaces; el hecho de efectuarse el remate en un día distinto del señalado y la omisión de
la autorización del actuario en los actos del partidor”, en SOMARRIVA UNDURRAGA, MANUEL,
Indivisión y partición, 5ª edición actualizada, obra citada, p. 502.

40
Revista, tomo 10, 2ª parte, sec. 1ª, p. 525.
41
Revista, tomo 26, 2ª, parte, sec. 1ª, p. 241.
42
Revista, tomo 38, 2ª parte, sec. 1ª, p. 176.
43
CLARO SOLAR, LUIS, obra citada, tomo XVII, Nº 2494, p. 148.

39
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

pes de la masa común de ellos. Las adjudicaciones son, por lo tanto, meros
títulos declarativos de dominio, no traslaticios del mismo, y su máxima apli-
cación la reciben en las particiones, que tienen por objeto, precisamente,
determinar las adjudicaciones que deben hacerse, y en qué forma se debe
dividir la masa común de bienes; en vista de que para su formación o exis-
tencia requieren del concurso de dos o más voluntades, son actos jurídicos
bilaterales, o convenciones, por lo cual quedan sujetas en todo a las reglas
de la nulidad civil.
Debido a su relación tan estrecha con las particiones, la nulidad de éstas
acarrea la invalidación de las adjudicaciones que en ellas se efectúan, ya
que siendo nula la causa que les da origen, tiene que desaparecer también
el efecto. Sin embargo, hay casos en que la adjudicación misma puede ser
nula, por defectos propios, sin que toda la partición lo sea también; y esta
situación, que se produce en otros juicios en los cuales se generan actos
jurídicos de índole civil, tales como los juicios ejecutivos, es lógica, puesto
que son dos cosas distintas la adjudicación y la partición en que tiene lugar,
y siendo nulo el efecto por vicios inherentes a él, no existe razón por la cual
deba ser también nula la causa que le dio origen.

33. Distinción que es necesario hacer entre las particiones para la aplicación
del artículo 1348 del Código Civil. Hasta ahora, hemos hablado de la aplica-
ción del artículo 1348 del Código Civil a todas las particiones, indistintamen-
te, sin hacer distinciones entre ellas, y más aún, al citar dicho artículo hemos
afirmado que se trata de una regla común a todas las particiones, ya que el
Código no limita su aplicación en forma alguna: por el contrario, coloca esta
disposición al final del párrafo, como queriendo significar que su aplicación
se extiende a todo lo dispuesto en dicho párrafo, sin limitaciones.
Sin embargo, algunos autores, de Derecho Procesal especialmente,44
concordando el Código Civil con el Código de Procedimiento Civil, sostie-
nen que para la aplicación del artículo 1348, según el cual las particiones
se anulan o rescinden de la misma manera y según las mismas reglas que
los contratos, es menester distinguir entre particiones hechas de común
acuerdo y particiones hechas ante partidor.

34. Particiones hechas de común acuerdo por los interesados. Las particio-
nes hechas de común acuerdo no ofrecen problema, pues revisten todos los
caracteres de un contrato; en efecto, no existe el juez partidor, sino que es
un acuerdo de la voluntad de los interesados, que convienen libremente en
la forma de hacer la distribución de los bienes comunes. Como verdadero
contrato que es tal clase de partición, el artículo 1348 tiene plena aplicación,
sin limitaciones de ninguna especie.

35. Particiones efectuadas ante juez partidor. Pero las particiones hechas
ante partidor, afirman los autores, revisten el carácter de juicio y no de con-
44
ALESSANDRI RODRÍGUEZ, FERNANDO, Las Particiones de Bienes (Explicaciones de clases
revisadas por el profesor), Nº 99, p. 91.

40
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

trato; este tipo de particiones es el que hemos considerado, precisamente,


con preferencia en el presente párrafo, y es el que presenta los caracteres
más interesantes para su estudio.
Al decir los autores que esta clase de particiones reviste el carácter de
juicio más que de convención, limitan considerablemente el campo de apli-
cación del artículo 1348 del Código Civil, pues, concordante con la opinión
que expresan, le dan una mayor aplicación a la nulidad procesal, que es
aquella que sirve para invalidar actuaciones procesales. Sin embargo, reco-
nocen que el artículo recién citado tiene aplicación en casos calificados y
excepcionales. No estamos de acuerdo, como ha quedado en evidencia por
lo ya expuesto, en el reducido campo de aplicación que algunos confieren al
citado artículo,45 pues hemos visto que en muchos casos el carácter de juicio,
que para el citado autor es más importante, no prima sobre el de contrato
o convención de la partición, ya que debido a su naturaleza especial, la vo-
luntad de las partes es soberana, y su acuerdo es superior a las resoluciones
del partidor, el que sólo es llamado a resolver en su desacuerdo, quedando
el carácter de juicio, que no desaparece, relegado a segundo término. Así
lo ha declarado una sentencia de nuestros tribunales, que acogió la siguien-
te doctrina: “Dada la índole contractual de los actos que dentro del juicio
divisorio acuerdan las partes para llevar a efecto el reparto de los bienes, el
artículo 1348 del Código Civil, reconociendo ese carácter a tales acuerdos,
y colocándolos por encima de las resoluciones mismas del árbitro, dispone
que las particiones se anulan o se rescinden de la misma manera y según las
mismas reglas que los contratos”.46
De aplicarse a estos juicios particionales, que revisten el carácter de
convenciones más que de juicio, únicamente la nulidad procesal, que se
sanea por el hecho de pasar la resolución afectada en autoridad de cosa
juzgada, se producirían injusticias, puesto que sería imposible atacar actos
nulos fuera del juicio de partición mismo, y actos puramente civiles, nulos
por haberse cometido irregularidades en su celebración, no podrían ser
anulados después de pasado el término que hace adquirir el carácter de
firme al Laudo y Ordenata.
Además, si se acepta tal doctrina, se contraría abiertamente el ar-
tículo 1348, que, como hemos dicho anteriormente, no distingue entre los
diversos tipos de partición, y permite que se ejercite la acción ordinaria de
nulidad contra ellas, contándose el plazo de prescripción respecto de esta
acción de nulidad según las reglas generales que fijan la duración de esta
especie de acciones (artículo 1352 del Código Civil); de esto se desprende
que la acción ordinaria de nulidad se puede ejercitar aun cuando el Laudo
y Ordenata hayan sido aprobados por la justicia ordinaria, y pasados en auto-
ridad de cosa juzgada, doctrina que ha sido aceptada por la jurisprudencia.47
Somarriva ha sostenido este mismo criterio en su obra Indivisión y partición,
señalando que, mientras en las particiones efectuadas por el causante y los

45
Entre ellos, ALESSANDRI RODRÍGUEZ, FERNANDO, obra citada. Nº 99, p. 100.
46
Revista, tomo 26, 2ª parte, sec. 1ª, p. 399.
47
Revista, tomo 38, 2ª parte, sec. 1ª, p. 176.

41
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

interesados el artículo 1348 recibe una aplicación “exclusiva e integral, en


el tercero (partición judicial), atendido el carácter de juicio, al lado de la
nulidad civil aludida en dicho artículo puede coexistir la nulidad procesal,
que es extraña a él”.48
Es justo que así sea, porque se trata de verdaderos actos civiles, que no
tienen por qué quedar subordinados a las normas que rigen la nulidad de
actuaciones procesales que no revisten ese carácter, y que tienen su razón de
ser, pero que aplicada a un acto civil, resultan injustas, debido a la naturaleza
y características diferentes de unas y otros.

36. Confirmación de la jurisprudencia. Confirmando estas ideas, los tribu-


nales de justicia han declarado que “un fallo arbitral es nulo absolutamente
cuando ha sido nombrado árbitro una persona jurídica, siendo que sólo
puede serlo una persona natural”,49 y al decir nulo absolutamente, se refiere
indudablemente a la nulidad civil, porque en la nulidad procesal no existe
la distinción entre nulidad absoluta y relativa. En la misma forma, en otra
sentencia se declaró que “el requisito de la ley que exige que en caso de
desacuerdo de las partes el nombramiento de partidor debe recaer en un
abogado, es un requisito que la ley prescribe para el valor del acto mismo;
y, en consecuencia, el nombramiento de un ingeniero como árbitro para
partir unas aguas, hecho por el juzgado en desacuerdo de las partes, es nulo
absolutamente”.50 Si es nulo ese nombramiento, tendrá que serlo igualmente
todo cuanto ejecute el árbitro en cumplimiento de su mandato, incluyendo
el fallo que dicte resolviendo la cuestión controvertida.
En estas sentencias la jurisprudencia reconoce la aplicación de las reglas
del Título XX del Libro IV del Código Civil al fallo arbitral, acto que pudiera
considerarse como una actuación puramente procesal, debido a que se ha
dictado en un juicio particional, que reviste en cierto modo el carácter de
contrato; el fallo nulo es el resultado de la nulidad de todo lo obrado, y esto
proviene del hecho que el nombramiento mismo del partidor es nulo, por
la razón indicada en las sentencias transcritas.
Como argumento final, se puede decir que si un contrato es nulo, lo
será también todo lo que se haga en cumplimiento de ese contrato; esto
es lo que sucede en el caso en estudio: el nombramiento de partidor es
un verdadero contrato, cuando ha sido hecho por las partes de común
acuerdo, y si esa designación es nula, por vicios inherentes a ella, es nulo
igualmente todo lo obrado por el árbitro. El carácter de contrato que revis-
te el nombramiento de árbitro ha sido expresamente reconocido por una
sentencia, que dice: “El nombramiento de liquidador (árbitro) no es un
acto de carácter procesal, sino un contrato de donde emana la jurisdicción
del árbitro nombrado”.51

48
SOMARRIVA UNDURRAGA, MANUEL, Indivisión y Partición, 5ª edición actualizada, obra
citada, p. 501.
49
Revista, tomo 5, 2ª parte, sec. 1ª, p. 381.
50
Revista, tomo 8, 2ª parte, sec. 2ª, p. 94.
51
Revista, tomo 38, 2ª, parte, sec. 1ª, p. 396.

42
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

Y no se crea que sólo pueda anularse el fallo final dictado por el árbitro
según las reglas de la nulidad civil, sino que, según vimos, es posible atacar
mediante la acción ordinaria de nulidad cualquiera actuación del juicio par-
ticional que revista los caracteres de acto civil; los tribunales han declarado
expresamente que “no procede sostener que el artículo 1348 del Código
Civil, según el cual las particiones se anulan o se rescinden de la misma ma-
nera y según las mismas reglas de los contratos, se refiere a la sentencia o
laudo, y no a lo actuado anteriormente en la partición misma, expresándose
que a este respecto debe reclamarse oportunamente dentro del juicio de
partición, ya que ese precepto tiene debida aplicación precisamente siempre
que se trate de vicios o defectos prescritos por la ley, atendida la naturaleza
jurídica de los diversos actos ejecutados en la partición o a la constitución
o existencia legal del compromiso mismo”.52 De otro modo sería subordinar
actos puramente civiles a normas de nulidad procesal, obligando a las par-
tes a reclamar de esa nulidad dentro del juicio mismo, y prohibiéndoles el
ejercicio de la acción ordinaria de nulidad con posterioridad a ese juicio
particional.

37. Coexistencia del carácter civil y procesal en ciertas actuaciones de la


partición. Bien puede suceder que en un juicio particional existan actos
jurídicos que revistan los caracteres de actos civiles y procesales, simultánea-
mente; en un caso de esta naturaleza, todo lo que hemos dicho hasta ahora
no debe entenderse de un modo absoluto, porque es evidente que tales
actuaciones pueden ser atacadas, sea por la vía de la nulidad procesal, recla-
mando de ella dentro del juicio, antes de que la resolución adquiera fuerza
de cosa juzgada y mediante los recursos que la ley franquea, sea mediante
la acción ordinaria de nulidad civil, que puede ser ejercida fuera del juicio,
y aun cuando éste haya terminado por sentencia firme. En consecuencia,
es perfectamente posible la coexistencia de acciones de nulidad, civil y pro-
cesal, porque no existe contraposición entre ellas; todo lo contrario, ambas
clases de acciones tienden a un mismo fin, a saber, obtener que se declare
la nulidad de un acto jurídico; difieren únicamente en cuanto a la manera
de hacerlas valer, y al procedimiento a que está sujeto su ejercicio; pero la
nulidad que resulte de su ejercicio es la misma, y produce el mismo efecto:
las cosas deben volver al estado en que se encontraban antes de haberse
celebrado o ejecutado el acto jurídico que se anuló.

38. Otros actos bilaterales. Para terminar todo lo relativo a la aplicación


de las reglas de la nulidad civil a las convenciones que no constituyen
contratos, se puede afirmar que las reglas de la nulidad civil se aplican a
toda clase de acuerdos entre partes, estén o no regidos por el Código Ci-
vil, y así pueden declararse nulos “acuerdos tomados en junta general de
accionistas, en los que se dispuso que la repartición de los bienes sociales

52
Revista, tomo 21, 2ª parte, sec. 1ª, p. 1072.

43
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

se hiciera sin tasación”53 (Nº 467 bis de esta obra), o “en que se decidió la
liquidación de la sociedad antes del plazo”;54 acuerdos tomados en juicios
de aguas,55 etc.

C) Actos unilaterales

39. Razones que hacen aplicables las normas de la nulidad civil a los actos
unilaterales. Existen las mismas razones para que la nulidad regida por el
Código Civil se aplique igualmente a los actos jurídicos unilaterales, es decir,
a aquellos actos que sólo requieren de la manifestación de la voluntad de
una sola persona para perfeccionarse, y aun cuando el Código Civil no ha
precisado el concepto de la palabra “acto”, que usa muy a menudo, se acepta
en forma unánime que por regla general “acto” se contrapone a “contrato”,
como sucede en los artículos 1681 y 1682, queriendo significar acto jurídico
unilateral.
Además de que existen las mismas razones para aplicar la nulidad a los
actos jurídicos unilaterales, como sanción por la omisión de requisitos de va-
lidez, el Código ha sancionado expresamente estas omisiones con la nulidad
de los numerosos actos unilaterales que reglamenta, o que quedan regidos
por otros cuerpos legales. Así, el testamento, el más importante acto unila-
teral dentro de nuestra legislación civil, reglamentado en el Título III del
Libro III del Código Civil, es el que ha dado origen a la jurisprudencia más
abundante en lo que se refiere a la nulidad por omisión de requisitos en su
otorgamiento, o por haberse contravenido la ley respecto de sus condiciones
de validez como testamento. Citaremos esta jurisprudencia al analizar con
detenimiento las causas de nulidad absoluta.

40. Otros actos unilaterales. Los demás actos unilaterales que pueden ser
anulados según las disposiciones del Código Civil se encuentran en el De-
recho de Familia, y en otros cuerpos legales; entre otros, el Código Civil
reglamenta, señalando los requisitos que debe contener para que sea válido,
el reconocimiento de hijo, cuyos requisitos fundamentales están estableci-
dos en el artículo 187, y cuya sanción es su nulidad, aunque el Código no lo
establezca en forma expresa.56
Igualmente, quedan incluidos en este párrafo la constitución de concesiones
mineras, reglamentadas por el Título V del Código de Minería (artículos 34
a 54); el protesto de una letra de cambio, que ha sido declarado nulo por los
tribunales,57 etc.

53
Revista, tomo 8, 2ª parte, sec. 2ª, p. 39.
54
Revista, tomo 3, 2ª parte, sec. 2ª, p. 26.
55
Revista, tomo 8, 2ª parte, sec. 2ª, p. 87.
56
RAMOS PAZOS, RENÉ, Derecho de Familia, 4ª edición actualizada, tomo II, Editorial Jurí-
dica de Chile, Santiago, 2003, p. 395.
57
Revista, tomo 39, 2ª parte, sec. 1ª, p. 237.

44
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

§ III. ¿PUEDE SER DECLARADO NULO UN CONTRATO DISUELTO?

41. Las causas de disolución de los contratos pueden ser agrupadas en dos.
Según el artículo 1545 del Código Civil, “todo contrato legalmente celebra-
do es una ley para los contratantes, y no puede ser invalidado sino por su
consentimiento mutuo o por causas legales”.
De aquí resulta que son varias las causas que pueden dar origen a la diso-
lución del contrato, es decir, a su terminación, a la desaparición del vínculo
jurídico obligatorio que une a las partes que lo estipularon: una, el mutuo
consentimiento; y otras, las “causas legales” a que se refiere el Código. Entre
estas causas legales están la resolución, la nulidad y rescisión, la muerte de
alguno de los contratantes, en ciertos casos, la renuncia, etc.
Siendo los contratos acuerdos de voluntad de dos o más personas, nada
más lógico que permitir que ellas, de común acuerdo, dejen sin efecto lo
que ellas mismas estipularon. Esta manera de disolver un contrato se deno-
mina “resciliación”. Sin embargo, cuando un contrato es de tracto sucesivo,
es decir, un contrato cuya ejecución se perpetúa a través del tiempo, cum-
pliéndose las prestaciones en forma sucesiva, periódica y regular, la disolu-
ción por común acuerdo se llama “terminación”, porque únicamente cesan
las prestaciones futuras; lo ya ejecutado no sufre ninguna alteración.
Al lado de esta forma de disolución están las causas legales, que son cier-
tos hechos a los que la ley considera de naturaleza tal que, al producirse, dan
lugar a la disolución o destrucción del contrato al que afectan.

42. Hay causas de disolución de contratos que operan con efecto retroacti-
vo. Algunas formas de disolución de contratos operan en forma retroactiva,
es decir, destruyen el vínculo contractual en forma tal que no sólo deshacen
el contrato, sino que hacen, además, volver las cosas al estado en que se en-
contrarían si el contrato no se hubiese celebrado: es la forma más absoluta
de destrucción de un acto jurídico y de sus efectos.
La declaración de la nulidad del contrato, o su resolución por cumplirse
alguna condición resolutoria, producen el efecto retroactivo a que nos refe-
ríamos. Por tal motivo, anulado o resuelto un contrato, las cosas vuelven al
estado en que se encontraban antes de su celebración.
En cambio, hay otras causas de disolución de contratos que no producen
ese efecto retroactivo absoluto, sino que al destruir el vínculo contractual,
restituyendo a las partes sus respectivas prestaciones, o sencillamente dejan-
do sin efecto las que en el futuro se hicieren, no hacen que todo vuelva al
estado en que se hallaría si el contrato no se hubiera celebrado.
De aquí resulta que hay causas de disolución de contratos más efectivas
que otras; las de efectos más absolutos son la nulidad y la resolución, y des-
pués vienen las otras causas que no tienen ese efecto retroactivo.
El acuerdo de las partes puede tener o no ese efecto, porque es evidente
que pueden estipular lo que deseen, y si consideran necesario hacer que
todo vuelva al estado anterior al de la celebración del contrato, nada impide
que se lleve a efecto este acuerdo de las partes contratantes, ya que nada hay
de ilícito en ello, al menos en cuanto no se perjudique a terceros.

45
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

43. El efecto retroactivo que puede producir una causal de disolución de


contrato depende también de la naturaleza de éste. Además de las diferen-
cias que hemos anotado entre las diversas causas de disolución de los con-
tratos, el efecto retroactivo absoluto que puede tener una de ellas depende
de la naturaleza del contrato que se disuelve, especialmente de su mayor
complejidad y consecuencias.
Así, por ejemplo, si una compraventa se disuelve por alguna causa que
no sea la nulidad o la resolución, el efecto que produce puede ser comple-
tamente retroactivo, porque el vendedor recibe la cosa, y el comprador el
precio; las cosas vuelven al estado en que se hallaban antes de la celebración
de ese contrato.
En cambio, si el contrato que se disuelve es una sociedad, que ha funcio-
nado durante algún tiempo, contrayendo obligaciones y adquiriendo dere-
chos contra terceros que con ella han contratado, y alterando la naturaleza
de los bienes que constituyen los aportes de los socios, la situación es muy
diversa, debido a la complejidad de este contrato.
Si la causa de disolución de la sociedad es la nulidad o la resolución, se
produce el efecto retroactivo, y las cosas deben volver al estado en que se
encontrarían si no se hubiese estipulado la sociedad; el efecto principal sería
que los aportes de los socios les serían devueltos en especie, es decir, a cada
uno le correspondería lo que efectivamente aportó a dicha sociedad. Debe
tenerse presente que, en todo caso, los artículos 2057 y 2058 del Código
Civil atemperan estos principios en los casos de las sociedades que se han
formado de hecho. Lo propio hace la Ley Nº 19.499 respecto de vicios for-
males que afectan sociedades mercantiles, en comandita simple mercantiles,
en comandita por acciones, de responsabilidad limitada y anónimas. A esa
misma ley se remite el nuevo artículo 428 del Código de Comercio, en el
caso de las llamadas sociedades por acciones.
Pero si la causa de disolución es otra (muerte de un socio, renuncia,
o simplemente la llegada del plazo por el que se estipuló la sociedad), los
efectos son también diversos, porque no se produce la retroactividad abso-
luta de la nulidad y de la resolución, sino que la sociedad deja de existir, se
deshace el vínculo contractual que unía a los socios. Como consecuencia de
esta disolución sin efecto retroactivo, es necesario liquidar el haber común
que subsiste, para lo cual deben aplicarse las estipulaciones contenidas en
el contrato social complementadas por lo dispuesto en el Código Civil para
las particiones de bienes.
Al efectuarse esta liquidación o distribución de bienes, los socios pueden
recuperar lo que entregaron como aporte; pero también puede suceder que
la cosa misma que aportaron sea entregada a otra en las adjudicaciones que
se hagan en dicha partición, con lo cual, si bien reciben algo en compensa-
ción de su aporte, no vuelven las cosas al estado en que se encontrarían si
no se hubiese celebrado el contrato de sociedad.

44. Es importante determinar si una causal de disolución de un contrato


tiene efecto retroactivo. De lo dicho en el número anterior se desprende
que tiene importancia saber si una causal de disolución de un contrato

46
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

tiene o no efecto retroactivo, porque la situación en uno y otro caso es


diferente.
Cuando produce pleno efecto retroactivo, las cosas vuelven al estado en
que se hallaban antes de la celebración del contrato; y en caso contrario,
lo único que sucede es que se destruye el vínculo contractual, subsistiendo
muchos de los efectos del contrato, que no desaparecen por su disolución,
lo cual puede ser perjudicial para una de las partes, cuyo interés sería que
se produjeran efectos retroactivos absolutos. Así, por ejemplo, si un mutuo
con interés se disuelve, el mutuario se vería obligado a restituir la cantidad
dada en mutuo, conservando el mutuante lo recibido por capítulo de inte-
reses por el dinero prestado: una vez disuelto el contrato, cesan sus efectos
en cuanto a que no se siguen pagando dichos intereses.
Pero si se declara la nulidad de ese mutuo, no sólo debe ser restituida la
cantidad dada en mutuo, sino que los intereses percibidos deben ser devuel-
tos al que los pagó, debido al efecto retroactivo que se produce.

45. ¿Puede hacerse uso de dos o más causales de disolución de un contrato?


De aquí surge la cuestión de determinar si una persona que ha celebrado un
contrato que se disuelve por alguna causa que no produce un efecto retroac-
tivo absoluto puede hacer uso de otra causal de disolución del contrato para
obtener que tales efectos tengan lugar, a fin de lograr que las cosas sean res-
tituidas al estado en que se hallarían si el contrato no hubiese existido, con
lo cual las partes recobran las cosas o especies que pueden haber otorgado
en cumplimiento de las obligaciones emanadas de dicho contrato; esto es
especialmente deseable en aquellos contratos que suponen enajenación de
bienes, y que los contratantes tienen interés en recobrar.
Desde luego, podemos afirmar que un contrato, una vez disuelto, no
puede serlo nuevamente por otra causa, aunque ésta tenga efecto retroactivo
del que la otra carecía, porque un vínculo jurídico que ha dejado de ligar a
dos o más partes no puede ser nuevamente deshecho por otro motivo, que
no tendría en qué hacerse efectivo, porque nada existiría.
Así sucedería con una sociedad disuelta por muerte de uno de los so-
cios, que se quisiera liquidar por resolución, alegando que una de las partes
no cumplió con su obligación de efectuar el aporte que se estipuló en el
contrato social. Habiendo quedado disuelta la sociedad por una causal, y
habiéndola liquidado en conformidad a la ley, desaparece tal sociedad: por
este motivo no podría invocarse otra causal de disolución en contra de lo
que ya está disuelto, aun cuando esta nueva causal, la resolución, produjera
efectos distintos de los ya producidos por la otra.
Por tal motivo, un contrato ya disuelto por una causal de disolución no
puede serlo por otra, aunque cuando ésta produzca otros efectos que favo-
rezcan más a la persona que la invoca.

46. Excepción a este principio: la nulidad. A pesar de lo dicho anteriormen-


te, la nulidad hace excepción a los principios expuestos en el sentido de que
es posible declarar nulo un contrato ya disuelto.

47
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

¿Cómo explicar esta aparente contradicción? La nulidad, según he-


mos dicho, es una de las causas legales de invalidación de los contratos,
porque sirve para destruir el vínculo contractual que une a los que lo ce-
lebraron, con lo cual deja de existir, conjuntamente con las obligaciones
que generó.
Por este motivo, parecería absurdo suponer que un contrato que ya se
encuentra disuelto pudiera ser disuelto nuevamente mediante la declaración
judicial de nulidad, sea absoluta, sea relativa, porque se produciría la situa-
ción a que nos referíamos en el número anterior. Y esto sería ilógico aun
cuando mediante la nulidad se lograra una disolución con efecto retroactivo
que no se produjo con la primera causal de disolución del contrato.
La explicación de la posición especial que ocupa la nulidad en esta mate-
ria se debe a su carácter fundamental, que hemos hecho resaltar en más de
una ocasión: el de sanción civil, la de mayor gravedad que establece nuestra
legislación, aplicable a todo acto jurídico que vulnera disposiciones legales
prohibitivas o imperativas, especialmente en lo que se refiere a requisitos de
fondo y de forma que debe contener cualquiera declaración de voluntad, ya
sea en atención a la naturaleza del acto, o al estado y calidad de las personas
que lo ejecutan o acuerdan.
La ley no puede permitir la subsistencia de tales contratos, que vulneran
sus disposiciones; por tal motivo, deben anularse, lo cual implica no sólo
su destrucción o disolución, sino que también la desaparición de todos sus
efectos ulteriores, de manera que todo quede en el estado en que se hallaría
si no se hubiese celebrado el contrato nulo.
De aquí se sigue que la declaración de nulidad procede respecto de un
contrato que ha sido disuelto por una causal que deje subsistentes algunos
de los efectos que produjo, porque la nulidad alcanza tanto al contrato
mismo como a las situaciones que pudieran haberse derivado de él. Como
se trata de una sanción que borra el contrato y sus efectos, como si nunca
hubiesen existido, porque impide la subsistencia de un vínculo jurídico que
vulnera disposiciones legales, es procedente aunque haya desaparecido el
contrato, siempre que subsistan sus efectos, porque sobre éstos recae la nu-
lidad, debiendo desaparecer también todo ello con efecto retroactivo.

47. Carácter con que opera la nulidad respecto de un contrato disuelto. La


nulidad no procede, pues, respecto de un contrato ya disuelto como otro
medio de disolución del mismo, porque no puede disolverse un vínculo
jurídico que ya no existe.
La nulidad actúa en su carácter de sanción legal, destinada a impedir la
subsistencia de un contrato nulo, o de los efectos que éste haya generado y
que aún subsistan, a pesar de la disolución de su fuente; y bajo este aspecto
la nulidad procede sin duda alguna contra un contrato que se disolvió, por-
que no se trata de disolverlo nuevamente, sino que de hacer desaparecer
los efectos que subsistan a pesar de una disolución previa a la declaración
de nulidad.
Éste es, a nuestro juicio, el único caso en que procede aplicar a un con-
trato dos causales de disolución, en forma sucesiva: y cabe advertir nueva-

48
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

mente que la nulidad no tiene por objeto disolverlo nuevamente, ya que no


existe, sino que de impedir que los efectos de ese contrato nulo subsistan.
La nulidad procede bajo este carácter, porque la ley no distingue, para
los efectos de impetrarla, entre contratos actualmente vigentes, que son los
únicos que habría interés actual en invalidar, y contratos disueltos o que han
dejado de existir. Esta distinción no aparece en ningún texto legal, ni en los
artículos que reglan la nulidad como institución, ni en el artículo 1545 del
Código Civil.
Este precepto se limita a dictar la regla de que un contrato no puede ser
dejado sin efecto sino por causas legales o por mutuo consentimiento de las
partes. Es decir, señala los casos en que deja de ser ley para ellas: cuando así
lo acuerdan las partes o lo dispone la ley. Pero en ninguna parte dice que
ambos casos sean incompatibles o excluyentes, ni que no puedan hacerse
valer ambos a la vez, ni contrapone un caso al otro, no prohíbe invocar una
causa legal respecto de un contrato disuelto por voluntad de las partes.
Por consiguiente, es perfectamente posible declarar nulo un contrato
disuelto por mutuo acuerdo de las partes contratantes, porque, como decía-
mos, la ley no los contrapone, ni excluye la aplicación de una causa legal de
disolución, como es la nulidad, ante una disolución por acuerdo mutuo.

48. Requisito indispensable para que sea procedente la nulidad respecto


de un contrato disuelto. Hemos dicho que la declaración de nulidad de un
contrato disuelto tiene por objeto no deshacer un contrato que ya no existe,
sino que hacer desaparecer los efectos que subsistan, porque dicho contrato
puede bien haber sido disuelto por una causal que no operara con efecto
retroactivo, con lo cual las cosas no habrían vuelto al estado en que se en-
contrarían si no se hubiese celebrado dicho contrato, que es precisamente
lo que le interesa a la persona que alega la nulidad de éste.
Es preciso, pues, que la persona que entabla la acción de nulidad abso-
luta o relativa tenga un interés en que se declare la nulidad del contrato ya
disuelto; de otro modo la acción es improcedente. Y ese interés no es otro
que el de hacer desaparecer los efectos que aún subsistan del contrato di-
suelto, efectos que por esta subsistencia alcanzan a una persona que está en
condiciones de pedir la nulidad del contrato que los generó.
Así, si en el ejemplo que poníamos, al liquidarse una sociedad, por una
causa cualquiera, los bienes que fueran aportados se distribuyen y adjudican
en forma que uno de los socios no reciba la cosa que entregó en aporte, este
socio podría pedir que se declarara nula la sociedad, con lo cual las cosas de-
berían volver al estado en que se hallarían si la sociedad no hubiese existido,
recobrando así la cosa misma que entregó a la sociedad como aporte.
La ley, para conceder la acción de nulidad, no atiende a si el contrato
cuya anulación se solicita existe o no al momento en que se ejercita la ac-
ción; bien puede suceder que el contrato ya se haya cumplido, con lo cual ha
desaparecido, a pesar de lo cual dicho contrato puede ser declarado nulo.
En efecto, el artículo 1687 del Código Civil se pone en el caso de un con-
trato ya cumplido, pues reglamenta las restituciones recíprocas que deben
hacerse las partes al declararse la nulidad por sentencia judicial.

49
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

Un contrato cumplido ha producido efectos; pero como contrato deja


de existir, porque sus efectos se produjeron o desaparecieron. Sin embargo,
es procedente la declaración de nulidad, y si puede restituirse lo recibido en
virtud del contrato, es porque la ley supone que éste y las obligaciones que
generó se extinguieron y cesaron en sus efectos por algún modo legal.
Para la procedencia de la acción de nulidad la ley no atiende, pues, a
si el contrato está o no vigente, a si se dejó o no sin efecto, a si está o no
cumplido. Atiende únicamente a si hay interés en impetrar la nulidad y,
tratándose de la relativa, si quien la ejercita es la persona en cuyo benefi-
cio la ha establecido la ley, según veremos en su oportunidad. Ese interés
existe mientras a consecuencias del contrato resulte un daño patrimonial,
es decir, mientras el interesado en alegar la nulidad no tenga el bien en su
patrimonio. Para reparar este mal es que la persona entabla la acción de
nulidad.
Por este motivo, si las cosas vuelven al estado en que se encontraban
antes de celebrarse el contrato, con motivo de su disolución por mutuo
acuerdo o por otra causa legal que produzca un efecto semejante, la acción
de nulidad no procede por falta de interés.

49. Caso especial de la disolución de una sociedad por acuerdo de los so-
cios. Si una sociedad se disuelve por acuerdo de los socios, quedando en-
tregada la liquidación de su patrimonio a lo convenido en el pacto social,
y aplicándose, además, lo dispuesto en el Código Civil sobre las particiones
de bienes, puede suceder que a uno de esos socios no se le restituya lo que
aportó al formarse la sociedad, con lo cual tiene un interés evidente en
alegar la nulidad, porque subsisten los efectos del contrato, que perjudican
sus intereses patrimoniales.
La doctrina de que un contrato de sociedad disuelto por acuerdo de los
socios no puede ser declarado nulo porque las acciones de nulidad absoluta
y relativa sólo pueden regir respecto de contratos actualmente vigentes, mas
no de aquellos que ya se disolvieron o dejaron de tener existencia legal, es
manifiestamente errada, y viola lo dispuesto en los artículos 1683 y 1687 del
Código Civil, que señalan las características de la nulidad absoluta de la rela-
tiva, y las restituciones que se deben hacer las partes recíprocamente cuando
se declara la nulidad de un contrato ya cumplido, respectivamente.
En efecto, esa doctrina crea un nuevo medio de sanear la nulidad de
un contrato de sociedad nulo, aparte de la ratificación y de la prescripción,
únicos que admite el Código. Este nuevo medio sería la disolución de la so-
ciedad por voluntad de los socios o por otra causa legal. Con ello se llegaría
a los siguientes resultados: se sanearía inclusive la nulidad absoluta que no
admite ratificación; y por acto de los socios se privaría a todo tercero intere-
sado en alegar la nulidad de su acción al respecto, cuando nadie puede ser
privado de un derecho sin su voluntad.
Además, los efectos de los contratos son relativos, por lo cual la disolu-
ción de la sociedad afectaría a quienes la pactan: pero no a quien no con-
currió a ella. A este socio no puede privársele de una acción a la que no ha
renunciado.

50
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

De aceptarse lo contrario, las personas cuyos bienes se hubieran aporta-


do violando la ley, como un menor, un pupilo, una mujer casada, un demen-
te, un impúber, una vez disuelta la sociedad por actos de sus representantes
legales, no podrían recuperarlos de los terceros a quienes se los adjudicaron
en la liquidación, no obstante que su aporte fue nulo absoluta o relativa-
mente. Sería la manera más práctica de burlar todas las garantías legales en
favor de los incapaces.
Como excepción al principio comentado, hasta la entrada en vigencia
de la Ley Nº 19.499 el artículo 360 del Código de Comercio establecía, para
las sociedades regidas por el mismo, que los socios no podían alegar la nu-
lidad del contrato, ni por vía de acción ni por vía de excepción, después de
disuelta la sociedad de hecho. Actualmente, el artículo 10 de la mencionada
ley, aplicable a las sociedades colectivas mercantiles, a las de responsabili-
dad limitada, a las en comandita simple mercantiles, a las en comandita
por acciones y a las anónimas establece que, “no podrá alegarse en juicio la
nulidad fundada en vicios formales que afecten la constitución o modifica-
ción de una sociedad, una vez que ésta se encuentre disuelta”. Esta norma
también sería aplicable a las sociedades por acciones, conforme al nuevo
artículo 428 del Código de Comercio.

50. Una sociedad disuelta sigue produciendo efectos, por lo cual es posible
declararla nula. Aunque una sociedad se disuelva por alguna causa legal,
ella sigue produciendo sus efectos, pues uno de ellos es precisamente la
liquidación de la comunidad a que esa disolución da origen, ya que, una vez
desaparecido el vínculo contractual, queda una masa de bienes que pertene-
ce en común a varias personas. Por este motivo, es perfectamente correcto
decir que la sociedad puede producir efectos mientras esté en vigencia y
una vez disuelta: éstos son la liquidación de la sociedad, y las consecuencias
jurídicas que de esa liquidación se derivan.
Existiendo estas consecuencias a pesar de la disolución de la sociedad,
sin perjuicio de la excepción apuntada en el número anterior, procede
acoger la acción de nulidad entablada contra dicha sociedad para que aun
esos efectos que subsisten desaparezcan mediante la retroactividad con que
opera la nulidad declarada; esos efectos constituyen el interés que tiene la
persona para pedir la declaración de nulidad del contrato.

51. Los efectos de la nulidad y de la disolución de la sociedad son muy


diversos. Si una sociedad se disuelve, es necesario proceder a liquidarla, es
decir, a repartir entre los socios el fondo común que constituía su patrimo-
nio; por este motivo, la liquidación es un efecto del contrato mismo, una
consecuencia jurídica que tiene su causa inmediata en dicho contrato.
Por consiguiente, cada socio retirará sus aportes y su parte de utilidades
en la forma y proporción que el pacto social indica y si la sociedad está en
pérdidas, perderá sus aportes; esta liquidación se rige por las reglas relativas a
la partición de bienes, según lo dispone el artículo 2115 del Código Civil.
En cambio, si la sociedad es nula, su liquidación no puede hacerse en
la forma que indica la escritura social, porque el pacto estipulado carece

51
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

de valor y eficacia jurídica, no existe, y cada socio retirará sus aportes y se


procederá a las restituciones que correspondan como si no hubiese existido
jamás la sociedad. En este caso, rige lo dispuesto en el artículo 2057 del Có-
digo Civil, que se refiere a la sociedad nula, y en los artículos 1687 y 1689 del
mismo Código, referentes a los efectos de la nulidad declarada por sentencia
judicial. Si la sociedad es comercial, se deben efectuar algunas distinciones.
Así, tratándose de la nulidad de pleno derecho a que se refiere el actual
artículo 356 del Código de Comercio, si la sociedad existiese de hecho,
dará lugar a una comunidad, pero las ganancias y pérdidas se repartirán y
soportarán y la restitución de los aportes se efectuará entre los comuneros
con arreglo a lo pactado, y en subsidio, de conformidad a lo establecido
para la sociedad. En cambio, en los casos de nulidad de una sociedad por
defectos de fondo cabría aplicar supletoriamente las normas del Código Ci-
vil mencionadas precedentemente.58 A su vez, tratándose de la nulidad por
incumplimiento de los requisitos formales establecidos en el artículo 350 del
Código de Comercio, el artículo 357 del mismo Código expresa que en este
caso la sociedad goza de personalidad jurídica “y será liquidada como una
sociedad si consta de escritura pública o de instrumento reducido a escritura
pública o protocolizado”.
En la disolución, la sociedad ha surtido y sigue surtiendo efectos; es el
contrato social el que se cumple hasta que se liquide totalmente, distribu-
yéndose todos sus bienes entre los socios. En cambio, en la nulidad no hay
sociedad; el pacto social no existe y no se cumple, porque siendo nulo, no
puede aplicarse por ser enteramente ineficaz.
Sin perjuicio de las excepciones vistas, la liquidación, cuando se de-
clara la nulidad de la sociedad, se efectúa de acuerdo con las reglas que
rigen la nulidad y no en conformidad a la voluntad de las partes. Así lo ha
declarado la Corte Suprema al fallar “que en el caso de autos (nulidad de
una sociedad), si bien los socios habían estipulado en su contrato la parti-
cipación que a cada uno cabía en las pérdidas sociales, desaparecieron las
estipulaciones contractuales por la nulidad absoluta del pacto social, con
arreglo a lo prescrito en los artículos 1567 y 1687 del Código Civil; por lo
cual las operaciones pendientes y anteriores a la declaración de nulidad
se liquidan como si tal pacto no hubiera existido, sujetándose a las reglas
del cuasicontrato de comunidad, según lo dispuesto en el artículo 359 del
Código de Comercio”.59

52. Jurisprudencia. La tesis expuesta hasta ahora no ha tenido siempre


acogida plena en nuestros Tribunales de Justicia, pues se ha sostenido la
opinión contraria.

58
Cabe hacer presente que Álvaro Puelma sostiene a este respecto que por aplicación
de las reglas generales la sociedad debería partirse, solución que no parece avenirse con los
caracteres de la nulidad, sin perjuicio de los casos de excepción mencionados en este nú-
mero, en PUELMA ACCORSI, ÁLVARO, Sociedades, tomo I, Editorial Jurídica de Chile, Santiago,
2003, p. 321.
59
Gaceta de los Tribunales, año 1910, 2º semestre, sentencia 723. p. 111.

52
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

Es así como la Corte de Apelaciones de Concepción, dictando sentencia


sobre un caso como el que hemos examinado –nulidad de una sociedad
disuelta anticipadamente por acuerdo de los socios– resolvió el 11 de mayo
de 1945, como consecuencia de haberse anulado una sentencia anterior por
vicio de forma, que “de los antecedentes expuestos en los dos considerandos
anteriores, aparece claramente que el contrato de sociedad cuya nulidad se
pide, estaba disuelto por voluntad unánime de las partes que lo pactaron,
cuando en abril de 1940 se presentó la demandante ante el juez de primera
instancia, solicitando tal nulidad. Y evidentemente que las acciones de nu-
lidad absoluta y relativa que concede la ley sólo pueden regir con respecto
a contratos actualmente vigentes que, por lo mismo, están produciendo los
efectos propios de todo contrato, hay interés actual en invalidar”.
“Que para sostener tal conclusión, basta considerar lo que tan claramen-
te prescribe el artículo 1545 del Código Civil, en orden a la manera como
pueden disolverse o extinguirse los contratos. Según esa disposición legal,
todo contrato legalmente celebrado no puede ser invalidado –vale decir,
‘dejado sin efecto por las partes contratantes’– sino ‘por su consentimien-
to mutuo o por causas legales’, figurando entre estas causas, al tenor del
artículo 1567 del mismo Código, la declaración de nulidad y la rescisión,
así como también lo es la sobrevivencia del evento de la condición resolu-
toria”.
“Que en último término, pues, estando ya disuelta, y extinguida por lo
tanto, la sociedad colectiva civil celebrada entre los demandados, uno de
ellos representante legal de su mujer, y pendiente sólo el proceso de la li-
quidación de las operaciones sociales, indispensables para poner término a
la comunidad producida precisamente como consecuencia del hecho antes
relacionado que determinó la disolución anticipada de la sociedad, las nu-
lidades impetradas en la demanda y acogidas por el juez a quo resultan en
absoluto improcedentes. No es legal hacer las declaraciones pedidas en el
sentido de tener por nulos un contrato de sociedad o meramente los apor-
tes prometidos en la respectiva convención y la tradición de tales aportes,
en circunstancias de que tal contrato ha dejado de tener existencia legal.
Se opone a ello el precepto antes citado contenido en el artículo 1545 del
Código Civil que señala las dos únicas maneras como puede ser dejado sin
efecto o invalidado un contrato, y al principio de la libertad contractual, por
virtud del cual las partes que concertaron la sociedad acuerdan de mutuo
consentimiento dejarla sin efecto” (considerandos 8º, 9º y 12º).

53. Recurso de casación en el fondo contra la sentencia citada. Contra el


fallo mencionado se interpuso un recurso de casación en el fondo, cuya
segunda causal atacaba la doctrina de la Corte de Concepción, contenida
en los considerandos recién citados.
La causal en cuestión se basaba en infracciones a los artículos 1683, 1684
y 1687 del Código Civil, a los cuales ya hemos hecho referencia, y afirma que
los dos primeros artículos citados señalan los casos en que procede alegar
la nulidad absoluta y relativa, respectivamente; “dichas disposiciones”, dice
textualmente el recurso, “no distinguen entre contratos que han dejado de

53
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

tener existencia legal y contratos que tienen dicha existencia; o dicho de


otra manera, entre contratos actualmente en vigor y contratos disueltos, y,
por el contrario, el artículo 1687 del Código Civil establece en forma im-
plícita la tesis de que puede solicitarse la nulidad, sea absoluta o relativa,
inclusive después de desaparecidos los contratos viciados de nulidad”. El
artículo citado señala las consecuencias de la nulidad de un acto o contrato
ya cumplido, lo que da origen a restituciones mutuas entre las partes.
“Si se puede –en virtud de la declaración de nulidad– retrotraer a las par-
tes al estado anterior a la celebración del acto o contrato, es precisamente
porque dicho contrato y las obligaciones por él generadas se hallan extin-
guidos, ya sea por el pago, compensación, novación, transacción, confusión,
remisión o cualquier otro modo de extinguir obligaciones establecidos en
el artículo 1567 del Código Civil”.
“De acuerdo, sin embargo, con la tesis de U.S. Iltma. no podría impe-
trarse la nulidad de un contrato ya cumplido, porque las partes, al cumplir
sus obligaciones, al prestar lo que debían, lo habrían extinguido y no habría
interés actual en pedir su nulidad”.
“Extremando aún más la tesis de U.S. Iltma., sólo podría pedirse la nu-
lidad de los contratos mientras no se hubieran cumplido, es decir, mientras
no se hubieran extinguido por el pago u otro modo de extinguir las obliga-
ciones por él generadas”.
A continuación analiza el caso de autos, señalando que los socios acor-
daron disolver anticipadamente la sociedad, lo cual es lícito; pero no afecta
a la demandante, que no concurrió a estipular tal disolución. Además, hace
notar que el acuerdo de disolver la sociedad sólo tuvo por objeto poner fin
al contrato social, y no se pronunció sobre los efectos de tal disolución, es
decir, la forma en que debería hacerse la liquidación del haber común, la
cual quedó entregada a lo estipulado en el contrato mismo, aplicándose las
reglas de las particiones de bienes.
Mediante este procedimiento, que no producía efectos retroactivos, la
demandante no recuperó el aporte que había hecho a la sociedad, consisten-
te en un usufructo sobre ciertos bienes, circunstancia que hace plenamente
procedente el ejercicio de las acciones de nulidad en contra de esa sociedad,
ya que hay un interés evidente en que se la declare nula a fin de que ella re-
cobre en especie los bienes que aportó a dicha sociedad. Distinto sería el caso
si la disolución hubiera retrotraído las cosas al estado anterior al pacto social,
lo que aquí no ocurrió, pues la sociedad, no obstante la disolución, sigue
produciendo efecto, ya que no se le han devuelto los aportes a su dueña.
La tesis contraria implica, además, establecer un nuevo medio de sanear
la nulidad en perjuicio de terceros; éstos, ante el acuerdo de los socios de
disolver la sociedad, no podrían alegar la nulidad de dicha sociedad, porque
estaría saneada.

54. Doctrina que acogió la Corte Suprema. La Corte Suprema, en sentencia


de 30 de octubre de 1947, anuló la sentencia de segunda instancia, declarando
respecto del punto que nos interesa que “si la disolución u otra forma de ter-
minar la sociedad, por su propia naturaleza o por los trámites posteriores que

54
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

la acompañaren, no restablece los efectos del acto lesivo, no podría negarse al


interesado el ejercicio de una acción más enérgica y de mayor eficacia como
la que “da a las partes el derecho de ser restituidas al mismo estado en que
se hallarían si no hubiese existido el acto o contrato nulo”. Mientras exista
un interés legítimo comprometido, la acción es procedente y no sólo antes o
después de disuelta la sociedad, sino aun después de liquidarse, si la liquida-
ción no restablece el imperio del derecho, como ocurriría cada vez que ésta
se hubiese verificado conforme a las estipulaciones nulas de contrato”.
“Debe entonces concluirse que la disolución anticipada de la sociedad
no obsta a la declaración de nulidad de los aportes, si ésta procede con
arreglo a derecho” (considerando 6º).60

55. Doctrina francesa. La doctrina francesa, interpretando disposiciones


muy semejantes a las que contienen nuestras leyes sobre la disolución de
los contratos, y de la sociedad en especial, ha llegado a la misma conclusión
que la que admite la sentencia recién transcrita de la Corte Suprema. Así,
Houpin y Bosvieux afirman que “en principio, la disolución de la sociedad y
su liquidación que es consecuencia de ella, y aun su declaración de quiebra,
no obstan a la procedencia de la acción de nulidad, a menos que la nulidad,
demandada después de la disolución, carezca de interés”.61
Paul Pont, por su parte, declara que “la disolución, que habría puesto
fin a la existencia de hecho de la sociedad ilegalmente formada y nula en
su origen, no obsta a la acción de nulidad. En un caso en que una sociedad
se había constituido a base de una declaración falsa hecha por el gerente
acerca del número de los suscriptores y del monto de los aportes operados
sobre las acciones al tiempo de la constitución, la Corte de Agen rechazó la
demanda de nulidad de un accionista, porque según esa Corte, al deducir-
se la demanda, la disolución de la sociedad, ya había sido acordada por la
junta general de accionistas. La decisión no pudo mantenerse ante la Corte
de Casación. “Las consecuencias jurídicas de la nulidad de una sociedad”,
dijo la Corte, “son diversas de las de su disolución y no puede considerarse
desprovista de interés la demanda que pretende hacer remontar la nulidad
a la época de la constitución de la sociedad”.
Ni siquiera la liquidación que siga a la disolución puede ser obstáculo a
la acción de nulidad. No siendo la liquidación bajo muchos respectos sino
una consecuencia del pacto social, del cual toma sus reglas en gran parte,
como lo veremos, más adelante, debe seguir la suerte de ese pacto, y ser
anulada como él”.62

60
Tanto esta sentencia como la de la Corte de Concepción pueden consultarse en
Revista, tomo 45, 2ª, parte, sec. 1ª, p. 263. Cabe advertir que la doctrina expuesta sólo tiene
aplicación respecto de sociedades civiles, porque el Código de Comercio, en sus artículos 356
y 357, comentados más arriba, establece una regla diversa para las sociedades comerciales.
61
Traité Général Théorique et Pratique des Sociétés Civiles et Commerciales, 7ª edición, tomo II,
Nº 1673. p. 945.
62
Commentaire-Traité des Sociétés Civiles et Commerciales, tomo II (Sociétés Commerciales),
Nº 1240, p. 318.

55
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

Finalmente, Paul Pic resume las opiniones que se dan sobre la materia
en la forma siguiente: “¿Existen otras causas que obstan a la acción de nuli-
dad? ¿Se halla en este caso la disolución de la sociedad? Es universalmente
admitido que la disolución de la sociedad no constituye por sí sola un
obstáculo al ejercicio de la acción de nulidad por quienes tengan interés
en ella. Con tal que la acción presente un interés cierto, es decir, que per-
mita al demandante de la nulidad obtener, especialmente por medio de
las respectivas responsabilidades, las reparaciones pecuniarias que le sería
imposible lograr si la liquidación siguiera su curso normal, esta acción es
procedente”.63

§ IV. A PLICACIÓN DE LAS DISPOSICIONES DEL CÓDIGO CIVIL SOBRE


NULIDAD A OTRAS RAMAS DEL DERECHO

56. El problema se presenta respecto del Derecho Público. Hasta ahora,


hemos visto que las reglas que da el Código Civil sobre la nulidad se apli-
can, en general, a todos los actos jurídicos, sean uni o bilaterales, que están
comprendidos en el Derecho Privado, es decir, en aquella parte del Derecho
que rige las relaciones patrimoniales y de familia de los individuos entre sí,
salvo en los casos excepcionales en que la misma ley se encarga de fijar otra
sanción que la nulidad, o de modificar, para un caso determinado, las reglas
generales que rigen la nulidad civil.
Queda por resolver si estas normas sobre la nulidad se aplican igualmen-
te al Derecho Público, la otra gran división del Derecho, que regula todo lo
referente a los poderes del Estado, y a las relaciones de éste, en cuanto tal,
con los individuos.

57. Principio fundamental. El principio tradicional en esta materia puede


ser enunciado en la forma siguiente: “la nulidad o validez de los actos en
que interviene una autoridad o poder público no se rige, en tesis general,
por las disposiciones del Derecho Privado, sino en cuanto el legislador se
refiere expresamente a ellas”; así se ha fallado.64
En otras palabras, las normas referentes a la nulidad establecida por el
Código Civil estarían limitadas en su aplicación al Derecho Privado, y den-
tro de él, su campo de acción es, como hemos visto, muy amplio; pero en
el Derecho Público, en los actos en que el Estado interviene como tal, sea
directamente, sea por intermedio de un funcionario, las disposiciones del
Código Civil sobre nulidad sólo tendrían aplicación cuando la ley así la ha
dispuesto expresamente. En síntesis, sucedería todo lo contrario que en el
Derecho Privado: mientras que en éste, la nulidad se aplica por regla gene-
ral, necesitándose de un texto legal expreso para limitar su aplicación, en el
Derecho Público las reglas de la nulidad sólo rigen por excepción, cuando

63
Traité Général Théorique et Pratique de Droit Commercial (Des Sociétés Commerciales), tomo II,
2ª edición, Nº 1009, p. 411.
64
Revista, tomo 20, 2ª parte, sec. 1ª, p. 305; tomo 21, 2ª parte, sec. 1ª, p. 802.

56
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

la ley misma dispone que la sanción a infracciones sea la nulidad regida por
el Título XX del Libro IV del Código Civil.
En el Nº 65 bis analizaremos la evolución experimentada por la doctrina
y la jurisprudencia modernas en materia de nulidad de derecho público.

58. Las reglas de la nulidad civil en el Derecho Procesal. Estos principios


reciben su mayor aplicación respecto del Derecho Procesal, que es “el con-
junto de principios y disposiciones que se refieren a la organización y atri-
buciones de los Tribunales de Justicia, y a las formas como estas atribuciones
deben ser ejercidas”;65 se comprende que actos que estén regidos por los
citados principios, dada su naturaleza especial, no queden sujetos a las reglas
de la nulidad del Código Civil.
Si además de las disposiciones del Código de Procedimiento Civil, Códi-
go Penal y Código Procesal Penal, que reglan la validez de los actos y reso-
luciones judiciales, hubieran de ser aplicadas a dichos actos y resoluciones
los principios y normas que constituyen el sistema de las nulidades del De-
recho Civil, se contrariarían abiertamente la naturaleza y el propósito de la
legislación procesal, que, por los fines que está llamada a realizar, propende
a mantener la inmutabilidad de lo obrado y resuelto por el Poder Judicial.
Los términos del Mensaje con que se presentó al Congreso el proyecto de
Código Civil manifiestan que la nulidad que en él se trata se refiere a “los
contratos y demás actos voluntarios que constituyen derechos” y no a los
juicios, salvo los casos en que dicho Código lo disponga expresamente, como
ocurre respecto de las particiones.66

59. Opinión de Víctor Santa Cruz. La doctrina expuesta concuerda con la


opinión que expresa Víctor Santa Cruz, quien desarrolla las mismas razo-
nes para sostener la inaplicabilidad de las disposiciones sobre nulidad del
Código Civil a los juicios regidos por los Códigos de Procedimiento, men-
cionando además lo dicho en la sesión Nº 89 de la Comisión Revisora del
proyecto de Código de Procedimiento Civil, en que se declaró expresamente
que no se admitía la acción ordinaria de nulidad contra las sentencias de los
Tribunales de Justicia.67

60. Razones adicionales que sustentan nuestra tesis. Además de todo lo ex-
puesto, es conveniente recordar, para precisar aún más la diferencia entre los
campos de aplicación de las reglas de la nulidad civil y de la nulidad procesal,
que existe diferencia entre el derecho mismo, nacido de un acto civil, y la acción
que de ese derecho emana, acción que ejercida en juicio permite obtener el
reconocimiento judicial del derecho respectivo: la acción nace del derecho.68

65
Así lo definía Alberto Echavarría Lorca en sus explicaciones de clase.
66
Revista, tomo 21, 2ª parte, sec. 1ª, p. 802.
67
Ensayo sobre la Teoría de las Nulidades Procesales en el Código de Procedimiento Civil, Nº 60,
p. 101.
68
Así opinan los profesores de Derecho Procesal, entre ellos, Alberto Echavarría Lorca.
En el Mensaje del Código de Procedimiento Civil quedó plasmada la siguiente frase: “se

57
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

“Existe, pues, diferencia sustancial entre los derechos y obligaciones


considerados en sí, y los medios de hacerlos efectivos o exigir su cumpli-
miento, de donde se desprende que los modos de anular o dejar sin efecto
estos diversos actos jurídicos son también enteramente diversos, aplicándose
sólo a los primeros las disposiciones del Título XX del Libro IV del Código
Civil”,69 doctrina judicial que está complementada por otra sentencia, que, al
negar la procedencia de una acción ordinaria de nulidad civil, declara que
“la nulidad, que es un medio de extinguir obligaciones, y de que se ocupa el
Título XX del Libro IV del Código Civil, se refiere únicamente a los vínculos
jurídicos que se contraen por cualquiera de los medios que indica el ar-
tículo 1437 del mismo cuerpo de leyes, mas no a los que nacen o se generan
en virtud de acciones judiciales, o sea, de derechos hechos valer en juicio,
porque la nulidad de tales obligaciones, como la de todas las actuaciones
de la litis, se rige por las disposiciones del Derecho Procesal, a menos que
el legislador haya dispuesto expresamente lo contrario”.70

61. Jurisprudencia. Además de las sentencias transcritas, cuyas doctrinas


enfocan claramente el problema, señalando con precisión el campo de apli-
cación de las normas de la nulidad civil, existen varias otras que en forma
general confirman la doctrina que hemos expuesto en los números anterio-
res declarando expresamente que las disposiciones del Código Civil sobre
nulidad y rescisión no son aplicables a las actuaciones del procedimiento,
sino únicamente a los actos y contratos que rige el mismo Código; dichas
actuaciones procesales pueden ser invalidadas por medio de los recursos
que establece el Código de Procedimiento Civil.71
Las infracciones de orden procesal, han declarado los tribunales, apli-
cando los principios generales, están sancionadas, en algunos casos, por
la legislación especial que las rige, con la nulidad de procedimiento en el
cual se cometen; en otros, con efectos diversos del de nulidad, y en otros no
aparecen sancionadas, y se sanean con la ejecutoria de las resoluciones que
se dictan en la prosecución del juicio.72

62. Sentencias que se refieren a casos especiales. Se han dictado numerosas


otras sentencias que al resolver un caso especial determinado aplican los

desconoce de un modo expreso la acción ordinaria de nulidad para invalidar sentencias, no


admitiéndose otro camino que el de la casación para lograr este resultado; en obsequio a la
brevedad de los procedimientos y al tranquilo goce de los derechos declarados en juicio”.

69
Revista, tomo 20, 2ª parte, sec. 1ª, p. 200.
70
Revista, tomo 20, 2ª parte, sec. 1ª, p. 936.
71
Gaceta de los Tribunales, año 1910, ler semestre, sentencia 631, p. 621; año 1912, sen-
tencia 2055, p. 569; año 1913, 2º semestre, sentencia 576, p. 1863; año 1916, sentencia 103,
p. 332; año 1916, sentencia 262, p. 704; año 1919, 2º semestre, sentencia 25, p. 161; año 1922,
ler semestre, sentencia 29, p. 130. Revista, tomo 14, 2ª parte, sec. 1ª, p. 417; tomo 23, 2ª parte,
sec. 1ª, p. 1037.
72
Revista, tomo 21, 2ª parte, sec. 1ª, p. 802.

58
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

principios generales que hemos enunciado en párrafos anteriores, y que las


sentencias citadas se han encargado de confirmar; y así se ha fallado que:
“La omisión de los trámites de avisos, pregones, y tasación pericial se-
ñalados por las leyes procesales, para la subasta de los bienes embargados en un
juicio ejecutivo, sólo puede corregirse dentro del mismo juicio en que se ha
pronunciado, deduciendo al efecto, en los plazos y oportunidad respectivos,
los recursos que esas leyes conceden; pero en ningún caso por medio de la
acción ordinaria de nulidad, deducida en un nuevo juicio”;73
“no procede la acción ordinaria de nulidad como enmienda de vi-
cios que corresponden a trámites de un juicio ejecutivo en el que se ha
enajenado un bien raíz, dado que no constituyen vicios especiales de la
compraventa”;74
“atendida la naturaleza de la inscripción de nacimiento en el Registro Civil,
como medio de prueba, no se aplican a su respecto las disposiciones sobre
nulidad civil”;75
“no obsta a que se declare la nulidad de la posesión efectiva la circunstancia
de referirse a una actuación judicial, pero solamente mediante los recursos
legales que la ley franquea para obtener, ya sea su modificación por la vía
de la apelación, o su invalidación por la de la casación”,76 o sea, rechaza la
aplicación de las reglas de la nulidad civil, por tratarse de una actuación
procesal, que queda sometida en cuanto a su invalidación, a las disposiciones
del Código de Procedimiento Civil.

63. Nulidad de actos que revisten el doble carácter de actos civiles y actua-
ciones procesales. Al referirnos a las particiones de bienes como uno de los
actos jurídicos que quedan incluidos dentro del campo de aplicación de
las reglas de la nulidad civil, hemos visto que éstas, a pesar de revestir todos
los caracteres de un juicio, pueden ser anuladas y rescindidas como si se
tratara de contratos, por expresa disposición de la ley, y esto, debido a que
la voluntad de las partes es soberana, de lo que resulta que las decisiones
que se adopten en ellas revisten el carácter de contratos o de convenciones
cuando provienen de los acuerdos de los interesados.
Y respecto de las adjudicaciones, hemos dicho que éstas pueden ser anu-
ladas por defectos propios a ellas, independientemente de las particiones en
las cuales tuvieron su causa, las que pueden ser válidas en todo lo demás.
El problema a que aludimos se presenta con gran importancia cuando
nos encontramos en presencia de otros actos que revisten el doble carácter
de actos civiles y de actuaciones procesales, o de actos civiles que tienen
íntima relación con procedimientos judiciales, de modo que formen parte
integrante de éstos, lo que sucede en algunos tipos de juicios, especialmen-
te en los ejecutivos, en los de realización de la prenda, en el de desposei-

73
Revista, tomo 21, 2ª parte, sec. 1ª, p. 539.
74
Revista, tomo 17, 2ª parte, sec. 1ª, p. 344; Gaceta de los Tribunales, año 1922, 2º semestre,
sentencia 293, p. 1199.
75
Revista, tomo 28, 2ª parte, sec. 2ª, p. 20.
76
Revista, tomo 28, 2ª parte, sec. 1ª, p. 439.

59
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

miento, en los de quiebra, en el remate de bienes del deudor hipotecario


o prendario, etc.
En estos juicios, regidos por el Código de Procedimiento Civil o por
leyes anexas, se celebran verdaderos contratos civiles, especialmente el de
compraventa, los cuales, individualmente considerados, pueden adolecer
de defectos que los hagan anulables, sin que por eso quede nulo el proce-
dimiento del cual surgieron; pero que al formar parte de un juicio, quedan
sujetos, en cuanto a su supervivencia y eficacia, a la validez o nulidad de las
actuaciones procesales que constituyen dicho juicio, ya que éste es la causa
de ellos, la circunstancia que da lugar a su celebración. Pero en un caso se-
mejante, si todo el procedimiento es nulo por defectos procesales, es preciso
recalcar que los contratos en cuestión son perfectamente válidos, indepen-
dientemente considerados; pero no producen sus efectos porque la causa de
su generación, el antecedente que dio lugar a su celebración, es nulo.
De acuerdo con el efecto “extensivo” de la nulidad procesal, la nulidad
de una actuación de un juicio acarrea la invalidación de todas aquellas
posteriores a la actuación nula, porque el proceso es una concatenación de
actuaciones que forman algo así como los eslabones de una cadena; sien-
do nulo uno de éstos, debe anularse todo lo que sigue, y el proceso debe
quedar en el estado en que se encontraba antes de realizarse la actuación
que fue declarada nula. En consecuencia, si antes de que se declarara la
nulidad, el proceso dio lugar a la celebración de contratos, éstos serán nulos
como consecuencia de la nulidad del proceso del cual forman parte, y por
causa del cual se celebraron, siempre, naturalmente, que la actuación nula
sea anterior a la celebración de dichos contratos. Para pedir la nulidad de
tales actuaciones judiciales, es menester hacerlo dentro del juicio mismo,
mediante los recursos procesales correspondientes.
“El criterio general en esta materia es el siguiente: la omisión o irregula-
ridad de los elementos o requisitos que deben rodear al acto como actuación
procesal sólo produce su nulidad procesal, de la que sólo puede reclamarse,
como hemos dicho, por los medios y recursos que sirven para impetrar la
nulidad procesal, deducidos en tiempo y forma, y siempre antes de que una
sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada valide todo lo que fue nulo
en el acto. En cambio, si se han omitido o son irregulares los elementos
o requisitos necesarios al acto en cuanto contrato o acto jurídico civil, se
producirá su nulidad “civil”, de la que sólo podrá reclamarse en un juicio
independiente por medio de una acción o excepción ordinaria”.77
64. Jurisprudencia. Los Tribunales de Justicia han resuelto diversos casos
en que se aplican los principios expuestos en el párrafo anterior, y así han
fallado que “la validez de las ventas forzadas puede atacarse por la vía or-
dinaria únicamente en los casos en que la nulidad se funda en defectos
contractuales señalados por el Código Civil como bastantes para anular la
compraventa; pero no cuando se funda en vicios de procedimiento de los
cuales no se reclama en tiempo oportuno, dejando causar ejecutoria a las
77
SANTA CRUZ SERRANO, VÍCTOR, obra citada, Nº 62. p. 106.

60
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

resoluciones respectivas”.78 Esto confirma expresamente lo que expusimos


recién, y señala con precisión la diferencia existente entre las dos causales
de nulidad de tales ventas: las causas de nulidad civil, consistentes en vicios
inherentes al contrato mismo, y causas de nulidad procesal, constituidas por
defectos del procedimiento del cual forman parte tales contratos.
Un reciente fallo aplica el efecto expansivo de la nulidad procesal a las
consecuencias civiles de las actuaciones procesales. En efecto, señala la Corte
Suprema “que el artículo 83 del Código de Procedimiento Civil establece
que, al declararse la nulidad procesal, se determinarán los actos que quedan
sin efecto, comprendiéndose entre ellos no solamente el aquejado del vicio
de que se trate, sino también los que sean una consecuencia directa del
mismo; así, entonces, la disposición citada consagra el efecto expansivo de la
nulidad procesal, que no admite otro límite que la falta de una directa rela-
ción entre al acto viciado y los que de él se deriven, independientemente de
su naturaleza procesal o substantiva”. Agrega el fallo que, “en consecuencia,
si la sentencia dictada por esta Corte dispuso que se anulaba lo obrado en un
juicio, tal declaración se ha extendido no solamente a los actos propiamente
procesales, sino también a todos aquellos que fueran una consecuencia di-
recta del juicio que se dejaba sin efecto; así, la venta en pública subasta, que
constituía el término del procedimiento de apremio, no puede subsistir si su
causa, el embargo y decreto de remate han quedado sin efecto por sentencia
firme, como en la especie ocurrió; y lo mismo cabe decir respecto del acto
en cuya virtud el demandado devino en poseedor del predio”.79
Es también ilustrativo, esta vez en el sentido de reconocer la procedencia
de la nulidad civil frente a la omisión de requisitos sustantivos en actuacio-
nes procesales, un reciente fallo en que se anuló una venta forzada con
fundamento en la existencia de un error esencial. Como lo explicó la Corte
Suprema, “los demandantes fundadamente creyeron adquirir el dominio
pleno sobre el inmueble ubicado en Portales Nº 361 de Temuco, en circuns-
tancias de que se trataba de la venta de una cuota equivalente al 50% de
dicho derecho de dominio, desde que en las bases de remate se indicó que
se vendía el inmueble e igual cosa sucedió en las publicaciones de los avisos
respectivos. Si bien es efectivo que se señalaba en las bases la inscripción
conservatoria del inmueble, donde fácilmente los demandantes pudieron
averiguar exactamente lo que se enajenaba, no lo es menos el que esta venta
se realizó a través de un procedimiento judicial de cumplimiento forzado
de una obligación, donde la oferta de venta, materializada en las bases de
remate y en la publicación de los avisos, está avalada por el órgano jurisdic-
cional, de suerte que si se dice vender el bien raíz referido, los demandantes,
racional y fundadamente, creyeron estar comprando la propiedad plena de
la cosa y no una cuota de aquélla”.80

78
Revista, tomo 21, 2ª parte, sec. 1ª, p. 201.
79
Corte Suprema, Rol Nº 4497-99, 30/05/2001, disponible en LexisNexis: Jurispruden-
cia On-line.
80
Corte Suprema, Rol Nº 4066-99, 25/09/2000, disponible en LexisNexis: Jurispruden-
cia On-line.

61
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

Asimismo, en otro fallo la Corte de Apelaciones de Santiago invalidó


una actuación civil, uno de cuyos elementos esenciales lo constituía una
actuación procesal. Así, apelando al solo efecto de cosa juzgada formal de
los procesos no contenciosos y a la exigencia de la aprobación judicial como
requisito externo de la autorización que requiere el marido para disponer
de bienes sociales en caso de ausencia de la mujer, la Corte sostuvo “que,
no obstante lo que viene de consignarse, no es esa resolución [judicial] la
que se ataca por la demanda de autos; lo es, en cambio, el contrato de com-
praventa celebrado por el causante señor N.N., con transgresión a la norma
legal que se ha citado. La resolución librada por el Primer Juzgado de San
Miguel en su oportunidad, constituyó el elemento externo indispensable
para llevar a cabo la venta celebrada entre dicho vendedor y su conviviente
como compradora, confiriéndole a ese acto una apariencia de validez, pero,
como es sabido, los actos de jurisdicción voluntaria generan una cosa juz-
gada formal, que por válido que sea el acto en su externalidad, no impide
impugnarlo a quien le afecte, como ocurre, precisamente, en la situación
de la actora”.81 En el caso citado se cuestionó el mérito de los antecedentes
conforme a los cuales se concedió la autorización judicial que exigía la ley.
Además, se ha fallado que la nulidad civil puede ejercitarse independien-
temente del hecho de hallarse ejecutoriadas las resoluciones del proceso,
ya que expresamente han declarado los tribunales que “el hecho de que se
encuentren ejecutoriadas las resoluciones que ordenan extender la escritura
y alzar los embargos no obsta para que se declare la nulidad de la enajena-
ción, pues se trata de algo sustantivo, no procesal, relacionado con el vicio
de licitud de objeto, sobre el cual recayó el consentimiento”.82
En otra ocasión, resolvió que “no procede acoger la demanda en que se
pide la nulidad de una adjudicación derivada, no de la omisión de algún requi-
sito que la ley sustantiva tenga prescrito para el valor de la compraventa cuya
nulidad se persigue, sino de la omisión de requisitos o formalidades que el
demandante dice haber omitido en la secuela del juicio, y que se refieren al
orden en que las leyes de procedimiento han prescrito para dicha clase de
juicio; omisión que si bien puede ser subsanada por los recursos establecidos
en esas leyes, no puede dar origen a la nulidad del contrato de compraventa
de la cosa embargada, que sólo puede producirse por la falta de requisitos
de carácter sustantivo, que las leyes de este orden tienen prescritos para el
valor de estos actos y contratos”.83 Esta sentencia contempla el caso inverso
del anterior, puesto que aquí los defectos que dan origen a la nulidad se han
producido en el contrato mismo, sin tener nada que ver con la validez del
procedimiento, en el cual se generó la compraventa, y es por la razón que la
nulidad es civil, y está circunscrita al contrato mismo, a la “adjudicación”, sin
afectar a las actuaciones procesales del juicio. Agrega la sentencia que dicha
nulidad “no puede ventilarse sino en el respectivo juicio ordinario”.

81
Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 5880-94, 29/11/1996, disponible en Lexis-
Nexis: Jurisprudencia On-line.
82
Revista, tomo 39, 2ª parte, sec. 1ª, p. 148.
83
Revista, tomo 24, 2ª parte, sec. 1ª, p. 43.

62
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

Citaremos otra sentencia, en que se resume la cuestión de que nos he-


mos venido ocupando, y cuya doctrina es la siguiente: “La enajenación por
medio de la subasta pública de un bien raíz embargado no es un acto contractual
aislado, sino el resultado legal de todas las actuaciones que han debido
precederle dentro del procedimiento ejecutivo, actuaciones procesales esta-
blecidas y regladas por el Código de Procedimiento Civil respectivo, por lo
cual no son aplicables a ellas, en forma alguna, las disposiciones del Código
Civil referentes a la nulidad del contrato de compraventa, por omisiones
de carácter meramente contractual. Por tanto, es inaceptable la acción de
nulidad de la subasta y adjudicación del inmueble y de reivindicación consi-
guiente deducidos en un juicio ordinario contra el rematante y los actuales
poseedores, fundados en vicios del procedimiento ejecutivo. De dichos vicios de
carácter procesal, por su naturaleza, debe reclamarse oportunamente dentro
del mismo juicio en que inciden”.84 Si, por otra parte, el vicio hubiera sido
de carácter civil, exclusivamente circunscrito al contrato mismo de com-
praventa, la acción de nulidad civil hubiera sido procedente, pudiendo ser
ejercida en un juicio ordinario posterior.
La jurisprudencia más reciente ha mantenido estos principios, inclusive
frente a la pretensión de anular sentencias judiciales apelando a la nulidad
de derecho público, materia sobre la que se volverá más adelante,85 en el
Nº 65 bis.
Un caso ilustrativo, relativo a la purga de la hipoteca, es el resuelto en
una sentencia de la Corte de Antofagasta. Sostiene este fallo que “en el caso
de los artículos 2428 del Código Civil y 492 del Código de Procedimiento Ci-
vil se trata precisamente de la citación de un tercero ajeno al juicio ejecutivo
mismo, para que haga valer sus derechos, para que manifieste su voluntad,
su consentimiento, en orden a aceptar el pago de sus créditos con el pre-
cio de la subasta, o conservar su hipoteca, siempre que su crédito no esté
devengado”. Prosigue la sentencia, “es evidente, entonces, aparece de ma-
nifiesto, que esta actuación del tercero reviste el doble carácter de acto civil
y actuación judicial y como tal debe cumplir una doble serie de requisitos y
formalidades, tanto como acto jurídico civil en cuyo otorgamiento se some-
terá a la ley sustantiva, como en cuanto actuación judicial, en que se sujeta
a los mandatos de la ley de procedimiento. Frente a ello cabe recordar que
en tanto se han omitido o son irregulares los elementos o requisitos necesa-
rios al acto en cuanto contrato o acto jurídico civil, se producirá su nulidad
civil, de la que corresponde reclamar en un juicio independiente por medio
de una acción ordinaria, como ocurre en la especie, según se verá en las
reflexiones siguientes”. En concepto de la Corte, el derecho de opción por
el pago o la subsistencia de su hipoteca que tiene el acreedor hipotecario de
grado preferente, se identifica con un “consentimiento que constituye un

84
Revista, tomo 24, 2ª parte, sec. 1ª, p. 433.
85
En este sentido, Corte Suprema, Rol Nº 365-02, 22/10/2002, disponible en LexisNexis:
Jurisprudencia On-line y Rol Nº 337-98, 10/07/2001, disponible en LexisNexis: Jurispruden-
cia On-line. Véase también Corte Suprema, Rol Nº 3408-98, 29/08/2000, disponible en
LexisNexis: Jurisprudencia On-line y Revista, tomo 97, 2ª parte, sec. 7ª, p. 77.

63
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

acto jurídico civil, puesto que la hipoteca se originó en un contrato hipote-


cario, cuya extinción está precisamente regida por las normas del Código
sustantivo, con la modificación introducida por el artículo 492 del Código de
Procedimiento Civil”. Por consiguiente y a la vista de los hechos de la causa,
explica la Corte que “en el caso sub lite debe darse por establecido en pri-
mer término que no tuvo lugar la subasta por falta de postores. En segundo
lugar, si bien hubo citación personal del Banco del Estado como acreedor
hipotecario de grado preferente, éste no pudo ejercer el derecho de opción
que consagra el artículo 492 del Código de Procedimiento Civil, porque lo
consignado a su favor por el demandado fue posteriormente retirado por él
mismo. No concurrió con su consentimiento, ni expreso ni presunto, para
aceptar el pago o mantener su hipoteca”. De esta manera, “queda en claro
que al no haber subasta ni tampoco pago, no pudo verificarse válidamente
la cancelación de la inscripción hipotecaria de la demandante, porque no
son aplicables las normas conjuntas de los artículos 2428 del Código Civil y
492 del Código de Procedimiento Civil. El concepto de subasta requiere de
una puja entre diversos postores, situación que no se produjo en los autos
(…) y a mayor abundamiento, tampoco pudo entonces entenderse que el
Banco del Estado optó por ser pagado sobre el precio de la subasta, porque
no hubo remate, como ya se ha dicho, y porque de haber éste tenido lugar,
ya no permanecía consignado el precio del mismo”.86
Por otro lado, respecto de la situación de los terceros extraños al juicio,
la Corte de Apelaciones de Valparaíso ha reconocido que “la jurispruden-
cia ha aceptado se impugne de nulidad civil absoluta los actos procesales y
civiles derivados, cuando afectan a un tercero totalmente ajeno al juicio; sin
embargo, en el caso de autos el actor dista mucho de ser un tercero ajeno al
juicio, pues se trata precisamente del demandado por el banco, quien con-
trató primero con el banco y luego por su incumplimiento fue demandado,
de modo que no puede asimilarse su situación a la de un tercero totalmente
ajeno a la relación jurídico-procesal”.87
Por último, también en relación con los terceros extraños al pleito, citare-
mos un extenso fallo de la Corte Suprema que sintetiza la doctrina aplicable
a estas actuaciones con una doble dimensión procesal y sustantiva. En efecto,
expone este tribunal que “como varios fallos se han encargado de señalarlo,
una jurisprudencia uniforme y constante ha fijado la correcta y justa doctrina
jurídica, resolviendo que los vicios que pueden ocurrir en los litigios sólo cabe
remediarlos mediante los recursos procesales que las leyes establecen, que
deben hacerse valer en el mismo juicio, en los términos y forma pertinentes,
pues no existe disposición legal alguna que permita anular las actuaciones
de otro procedimiento, cualquiera que sea su naturaleza, por medio de otro
juicio ordinario. Tal doctrina, apoyada también en normas expresas conteni-
das en los arts. 80, 82, 84 y 85 del Código de Procedimiento Civil, entre otros,
concluye, en síntesis, que la inamovilidad de los actos judiciales se encuentra

86
Revista, tomo 90, 2ª parte, sec. 2ª, p. 9.
87
Corte Suprema, Rol Nº 3118-2001, 16/10/2001, disponible en LexisNexis: Jurispru-
dencia On-line.

64
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

garantizada por la Constitución; que las infracciones de orden jurídico-pro-


cesal se sancionan por la legislación que las rige; que el mensaje con que se
sometió a la aprobación del Congreso nuestro Código Civil confirma que las
normas sobre nulidad que éste contempla se refieren a los contratos y demás
actos voluntarios que constituyen derechos y a las personas que los acuerden,
pero no a los juicios, salvo los casos en que el mismo Código así lo establece,
como en el de su artículo 1348, tratándose de particiones; que, salvo norma
expresa, la nulidad o validez de los actos de un poder público en general no
se reglan por las normas del derecho privado; que, al aplicarse los principios
del Código Civil, se atentaría contra la inmutabilidad de las decisiones del Po-
der Judicial, destruyéndose por su base la institución de la cosa juzgada; que
al constituir el proceso un encadenamiento de actuaciones y resoluciones,
la nulidad absoluta de una de ellas daría lugar para reclamar restituciones
en cualquier tiempo, más allá de los plazos procesales e incluso después de
cumplido un fallo; que las infracciones procesales pueden remediarse me-
diante los recursos ordinarios que contemplan las leyes del ramo, e incluso
mediante sanciones; todo lo cual ha conducido, a aquella jurisprudencia
general y uniforme, a resolver que las nulidades de derecho procesal deben
plantearse in limine litis, esto es, dentro del mismo procedimiento y ante el
mismo tribunal en que aquéllas se hayan producido”.
Acto seguido, el fallo citado aborda la calificada excepción del caso “de
quien haya sido absolutamente extraño al juicio en que su derecho haya
resultado conculcado”. Conforme se razona en este caso, la misma doctrina
y jurisprudencia han reconocido que “los vicios de procedimiento pueden
dar lugar al ejercicio de la acción de nulidad de derecho civil”. En efecto,
“para ese individuo, el litigio o procedimiento en que se haya incurrido en
los vicios que han venido a afectar y desconocer sus derechos, sin haber
participado en ningún momento en la tramitación, constituye un simple
acto jurídico susceptible de ser atacado, también, por la acción de nulidad
del derecho civil sustantivo”.
Sin embargo, la mayoría de la sala (con el voto en contra de dos de sus
integrantes) aplicó esta doctrina en forma bastante restrictiva. En la especie
se demandaba la nulidad de la venta forzada de una finca, en que uno de
los comuneros deudores había cumplido su mayor edad con anterioridad a
la fecha en que fuera notificado su padre, sin que este último hubiese sido
emplazado en su calidad de representante legal de dicho hijo y sin que el
hijo hubiese sido notificado a su vez. Con todo, la mayoría estimó que “este
hijo, ahora mayor, atendidas sus relaciones de familia con su padre y con sus
hermanos, no ha podido menos de tener conocimiento de la notificación
que en su supuesta representación se hacía a su padre y, consecuencialmen-
te, de la existencia de la demanda, en su calidad de codeudor de lo que se
cobraba”. Se añade que, “en tales circunstancias, y en tal conocimiento de
la demanda que se deducía, debió ejercer entonces la defensa de los de-
rechos que ahora reclama en el nuevo juicio entablado y, al no hacerlo en
aquella ejecución, debe concluirse que tal actitud de abstención significó,
tal como en el caso de su padre por la representación que conservaba del
otro hijo menor, y en el de su hermana mayor de edad, que aceptaba el pro-

65
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

cedimiento aludido”. Consideró finalmente la mayoría que el resguardo de


la inmutabilidad de las decisiones del Poder Judicial debía conducir a que
la situación excepcional reconocida por la doctrina comentada más arriba,
“no puede hacerse extensiva a situaciones como la que fluye de los autos
traídos a la vista, que, en opinión de los sentenciadores, no permite atribuir
a N.N. el carácter de una persona absolutamente extraña a la causa que se
ventilara con motivo de la demanda del banco acreedor”.
Por la inversa, para la minoría “no existen suficientes elementos objetivos
de convicción para concluir que N.N. no haya sido una persona absoluta-
mente extraña al juicio de requerimiento de pago en cuya tramitación no
le cupo participación alguna, ni consta que, en forma personal o a través
de representante legal, haya tenido conocimiento de lo que se obraba en
su contra en aquellos autos, por lo que se encontraría en la situación de
excepción reconocida por la jurisprudencia y doctrina mayoritarias, a que
se alude en el considerando 6º de la sentencia de mayoría”.88
Como se aprecia, ni la mayoría ni la minoría de la sala se limitan a
calificar la situación del tercero como extraño o no al juicio, en base a su
posición jurídica, esto es, a si personalmente o por medio de representantes
fue emplazado en el juicio. Por el contrario, el criterio de la Corte es, en
este caso, apreciar si en los hechos concretos se tuvo o no conocimiento de
lo obrado, encontrándose o no en posición de promover las incidencias o
recursos procesales del caso.

65. Conclusiones. De lo dicho se puede derivar el principio general de que


las normas tantas veces mencionadas que el Código Civil da sobre la nulidad
de los actos jurídicos sólo se aplican a los actos y contratos civiles, entendién-
dose por tales aquellos que, sea que estén regidos por el citado Código, o
por otro distinto, pertenecen al Derecho Privado, y rigen relaciones entre
individuos, o entre éstos y el Estado, cuando actúa como particular; los ac-
tos en cuestión pueden originarse aisladamente o en juicios, según hemos
visto, no habiendo diferencias entre ellos en lo referente a la aplicación de
las reglas de la nulidad civil.
Estas reglas sólo se aplican a actos del Derecho Público cuando la ley
expresamente lo establece, sin que esto quiera significar que dichos actos no
puedan ser nulos; por el contrario; la nulidad es un vicio que afecta a cual-
quiera especie de acto jurídico, sin importar la denominación de la rama del
Derecho a que pueda pertenecer, porque en cualquiera de ellos se puede
infringir la ley, omitiendo los requisitos que ella prescribe para su validez;
el efecto, además, es el mismo en su esencia: desaparece el acto nulo. Pero
las consecuencias que esta desaparición pueda tener en otro u otros actos es
diversa según la naturaleza y especie de éstos, sea de orden privado, sea de
orden público. Diversa es también la reglamentación que rige a la nulidad
en los diversos casos, especialmente en cuanto a las personas que pueden
solicitarla, la oportunidad para hacerlo, las causas que la generan, etc.
88
Corte Suprema, Rol Nº 3879, 02/05/1988, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia
On-line.

66
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

En materia de Derecho Público, a pesar de los desarrollos recientes en


la doctrina y la jurisprudencia, existe todavía un encendido debate, según
veremos en el número siguiente, salvo en el Derecho Procesal, en que se
ha elaborado una teoría completa a base de los pocos artículos que a ella
se refieren; ello se debe a la naturaleza particular de los actos de Derecho
Público, en que interviene el Estado por medio de los poderes públicos y
autoridades y funcionarios administrativos, y a los efectos que producen tales
actos, no siempre de orden patrimonial.

65 bis. Nota de actualización y jurisprudencia reciente. La nulidad de De-


recho Público. El interesante desarrollo producido en la doctrina y juris-
prudencia acerca de la nulidad de derecho público, especialmente en los
últimos 15 años –al menos en lo que toca al derecho nacional–, amerita en
este caso destinar análisis especial. En efecto, el desarrollo de la teoría de la
nulidad de Derecho Público, especialmente con posterioridad a la entrada
en vigencia de la Constitución de 1980, al menos en la vertiente que se impo-
nía en la jurisprudencia de los últimos años, fue encabezado por los estudios
de juristas como Eduardo Soto Kloss o Gustavo Fiamma; y es actualmente
materia de viva discusión y de una jurisprudencia en pleno desarrollo.89
Como sustento o piedra angular de la nulidad de Derecho Público, la
doctrina nacional ha invocado el artículo 7º de la Constitución Política de
la República, que prescribe:
“Los órganos del Estado actúan válidamente previa investidura regular
de sus integrantes, dentro de su competencia y en la forma que prescriba
la ley.
Ninguna magistratura, ninguna persona ni grupo de personas pueden
atribuirse, ni aun a pretexto de circunstancias extraordinarias, otra autori-
dad o derechos que los que expresamente se les hayan conferido en virtud
de la Constitución o las leyes.
Todo acto en contravención a este artículo es nulo y originará las respon-
sabilidades y sanciones que la ley señale”.
En su obra Derecho Administrativo, el profesor Soto Kloss explica los oríge-
nes históricos de la norma transcrita en el voto particular de Mariano Egaña
durante la génesis de la Constitución de 1833, y propone la que, a su juicio,
es la correcta interpretación de la misma. Para este autor, “desligándose de
toda percepción civilista, que nada tiene que hacer aquí, ha de decirse que
si todo acto que contraviene, infringe o vulnera la sujeción integral de los
órganos del Estado a la Constitución y a las normas dictadas conforme a ella

89
En el caso del profesor Soto Kloss, aparte de su obra Derecho Administrativo, citada en
este libro, puede consultarse su artículo anterior, SOTO KLOSS, EDUARDO, “La nulidad de
Derecho Público en el Derecho Chileno”, en Revista de Derecho Público, Universidad de Chile,
vol. 1990, Nos 47-48, pp. 11-25, y Gaceta Jurídica, Nº 125, 1990, pp. 16-23. En el caso del pro-
fesor Fiamma, véase FIAMMA OLIVARES, GUSTAVO, “La acción constitucional de nulidad: un
supremo aporte del constituyente de 1980 al Derecho Procesal Administrativo”, en Revista,
t. 83, Nº 3, pp. 123-128; FIAMMA OLIVARES, GUSTAVO, “La acción constitucional de nulidad y
legitimación activa objetiva”, en Revista de Derecho Público, Nº 49, 1991, pp. 91-97.

67
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

es nulo; ello significa una serie de consecuencias directamente derivadas


todas de esta disposición fundamental, a saber:
1. se trata de una nulidad ipso iure.
2. insanable, por tanto; y, además,
3. imprescriptible”.90
Estos planteamientos encontraron profundo eco en la jurisprudencia
de fines del pasado siglo, siendo actualmente objeto de discusión y revisión
tanto en la doctrina como en la jurisprudencia.
i) La nulidad ipso iure y su cuestionamiento:
Soto Kloss justifica el carácter de nulidad ipso iure en el rol que cumple
el artículo 7º de la Constitución como garantía fundamental de la suprema-
cía constitucional, del principio de juridicidad y, en definitiva, del Estado de
Derecho, a fin de asegurar eficazmente “la sujeción integral, total, plena, de
los órganos estatales a Derecho”.91
Sin embargo, el mismo profesor Soto Kloss matiza, en cierto grado, las
consecuencias de este aparente carácter de nulidad ipso iure al señalar que
“si bien esta nulidad opera ipso iure por expresa disposición constitucional
y, por lo tanto, no necesita ni requiere declaración para que ella opere,
aparece también de evidencia que, por razones de seguridad jurídica/cer-
teza y por la naturaleza inherente al tráfico jurídico (que exige que nadie
puede hacerse justicia por sí mismo, salvo excepciones muy limitadas), ha
de existir una declaración formal e indiscutida de un órgano que reconozca
la existencia de esa infracción”.92
Así también lo entendió, en principio la Corte Suprema, declarando
que “la doctrina en general ha considerado que esta nulidad, por las carac-
terísticas que presenta y el modo como está concebida en el ordenamiento
básico de la institucionalidad, opera de pleno derecho, de modo que solicitada
al tribunal, éste, al constatar los elementos de hecho que representan una
invasión de potestades, no tiene otra función que reafirmarla, constatando
su existencia”.93
Sin perjuicio de lo anterior, el carácter de nulidad de pleno derecho se
ha cuestionado posteriormente en una sentencia de la Corte de Apelacio-
nes de Santiago, en la cual se sostiene que “existe consenso en que tanto la
nulidad de derecho público como la nulidad civil, no operan ipso jure, de

90
SOTO KLOSS, EDUARDO, Derecho Administrativo, Bases Fundamentales, Editorial Jurídica
de Chile, Santiago, 1996, tomo II, p. 172.
91
Misma cita anterior, p. 173.
92
SOTO KLOSS, EDUARDO, obra citada, p. 183.
93
Corte Suprema, Rol Nº 2339-01, 22/04/2002, disponible en LexisNexis: Jurispru-
dencia On-line; Corte Suprema, Rol Nº 2834-99, 19/04/2000, disponible en LexisNexis:
Jurisprudencia On-line. En el mismo sentido, véase también Corte Suprema, Rol Nº 852-00,
7/11/2000, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line; Corte de Apelaciones de
Santiago, Rol Nº 5411-1997, 08/06/2001, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line;
Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 4698-97, 18/07/2000, disponible en LexisNexis:
Jurisprudencia On-line, y Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 5420-97, 09/08/2001,
disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line.

68
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

pleno derecho, en atención a que en ambos casos debe ser declarada por
un órgano jurisdiccional, una vez que se ha ejercido ante él la respectiva
acción judicial”.94 Yendo aún más lejos, la misma Corte sostuvo en otro fallo
que “la nulidad de derecho público se rige por normas que son propias de
esta rama del ordenamiento jurídico, y que son diferentes a las del derecho
común. Así, la nulidad absoluta en el campo del Derecho Civil puede ser de-
clarada de oficio por el juez y pedirse por el ministerio público en el interés
de la moral o de la ley (art. 1683 del Código Civil), en tanto que la nulidad
administrativa no puede en general ser declarada de oficio, porque los actos
administrativos se presumen legítimos”.95
Por su parte, la Corte Suprema, en línea con la tendencia jurispruden-
cial esbozada por la Corte de Apelaciones, ha fallado que “la nulidad de
Derecho Público no opera de pleno derecho, sino que requiere ser alegada
y declarada por los tribunales, que ella puede ser saneada o validada por
un acto posterior de la administración, esto es, ratificada, confirmada y
convalidada, que no produce efectos retroactivos y que debiera también ser
prescriptible”.96
Con posterioridad, la propia Corte Suprema ha hecho notar la postura
a favor del carácter ipso iure de la nulidad de derecho público es sostenida
sólo por algunos autores, tales como Mario Bernaschina G. y Eduardo Jara
M., aparte de Soto Kloss, siendo rechazada por otra parte importante de la
doctrina, entre los que menciona a José Luis Cea, Enrique Silva C., Patricio
Aylwin A., Pedro Pierry A. y Domingo Hernández E.
En definitiva, para la Corte Suprema esta clase de efecto se da sólo ex-
cepcionalmente en nuestra legislación y cita los casos de los artículos 94
inciso 3º de la Constitución, 356 del Código de Comercio y 6º A de la Ley
Nº 18.046.
En cuanto a la historia del establecimiento del artículo 160 de la Cons-
titución de 1833 –como antecedente del actual art. 7º–, el fallo de la Corte
Suprema citado en el párrafo anterior precisa que “la frase ‘nulo de pleno
derecho’, que figuraba en el voto particular de Egaña, no se incorporó a
ese precepto, sino al artículo 158 del cuerpo constitucional de 1833, que
sancionaba con ‘nulidad de derecho’ toda resolución ‘que acordara el Pre-
sidente de la República, el Senado o la Cámara de Diputados a presencia
o requisición de un ejército, de un general al frente de fuerza armada o
alguna reunión de pueblo, que ya sea con armas o sin ellas, desobedeciere
a las autoridades...’. Este último precepto pasó con otra redacción a ser
el artículo 23 de la Constitución Política de 1925 y no se reprodujo en la
Carta de 1980, la que dispone en el inciso final de su artículo 83 que ‘en los
casos de los números 5 y 12 del artículo 82, el decreto supremo impugnado

94
Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 8329-1999, 7/01/2003, disponible en Lexis-
Nexis: Jurisprudencia On-line.
95
Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 565-97, 07/09/1999, disponible en Lexis-
Nexis: Jurisprudencia On-line.
96
Corte Suprema, Rol Nº 982-2003, 30/09/2004, disponible en LexisNexis: Jurispru-
dencia On-line.

69
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

quedará sin efecto de pleno derecho, con el solo mérito de la sentencia del
Tribunal Constitucional que acoja el reclamo’, restringiendo a estas situacio-
nes específicas tal consecuencia del vicio de inconstitucionalidad de decretos
supremos, la que siempre debe ser declarada por dicho tribunal”.
Más adelante, el mismo fallo hace notar que los antecedentes de la gé-
nesis de la Constitución actualmente en vigor (sesiones Nos 51 y 53, de 4 y
11 de julio de 1974, y 411, de 6 de septiembre de 1978, de la Comisión de
Estudio de la Nueva Constitución) tampoco conducen al carácter ipso iure de
la nulidad del art. 7º, “sino, por el contrario, denotan que la Comisión des-
estimó atribuir este efecto automático a la infracción de dicha norma cons-
titucional, de manera, pues, que bien puede inferirse que las disposiciones
que sancionaron con nulidad la contravención del principio de legalidad y
que sucesivamente se contuvieron en los artículos 160 de la Constitución de
1833, 4º de la Carta de 1925 y en el aludido precepto del artículo 7º del texto
constitucional vigente no reconocieron eficacia ipso jure a esa sanción”. En
base a estos argumentos, la Corte desechó tomar en cuenta la supuesta in-
eficacia del acto administrativo que se pretendía adoptar como fundamento
de la responsabilidad extracontractual materia de la litis.97
Desde el punto de vista de la doctrina, Jaime Jara Schnettler ha critica-
do también lo que considera una indebida asimilación de la doctrina de la
“inexistencia” por parte de los partidarios del carácter ipso iure de la nulidad
de Derecho Público, en términos que ambas instituciones –nulidad e inexis-
tencia– se identificarían, dado el efecto ipso iure que se preconiza.98 Este
autor hace notar que tanto la doctrina privada como del Derecho Público
mayoritariamente rechazan esta asimilación. En efecto, “un acto nulo no es
una ‘nada jurídica’. Un acto sancionable con nulidad sólo es demostrativo
de que no puede producir los efectos del acto válido, toda vez que cuando
se enjuicia su validez, lo que se valora es si ese acto debió o no existir”.99 Jara
estima, con razón, que estos principios son bien distintos con los que subya-
cen en la inexistencia, institución que, en cambio, funciona adecuadamente
para remediar situaciones extremas, como podría ser el matrimonio entre
personas del mismo sexo.100
ii) Saneamiento y prescripción:
Como se anticipó más arriba, para Soto Kloss la nulidad de Derecho
Público no admite saneamiento y por lo mismo es imprescriptible. En su
concepto, esto es consecuencia de que el acto “no produce efecto, y ello
por la expresa previsión de la propia Constitución, y si no produce efecto,
quiere decir que no existe para el Derecho (a lo sumo existirá como hecho,
pero no como acto jurídico), y si no existe, es obvio que lo que no existe no
puede sanearse, ratificarse, convalidarse o convertirse”.101
97
Gaceta Jurídica, Nº 280, p. 79.
98
JARA SCHNETTLER, JAIME, La Nulidad de Derecho Público ante la Doctrina y la Jurispruden-
cia, p. 67.
99
JARA SCHNETTLER, JAIME, obra citada, p. 70. Las cursivas son del original.
100
JARA SCHNETTLER, JAIME, obra citada, p. 71.
101
SOTO KLOSS, EDUARDO, obra citada, p. 175.

70
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

En este sentido, la jurisprudencia ha resuelto que “tratándose en la es-


pecie de una nulidad de Derecho Público, en la que se implican no sólo
el interés privado del actor sino también el de la sociedad, en cuanto las
actuaciones de los poderes públicos no pueden transgredir el estado de
derecho, forzoso es admitir que las reglas del Derecho Común no pueden
tener aplicación sino cuando las normas del Derecho Público se remitan a
ellas o cuando la naturaleza de la institución admita que el Derecho Público
se integre con normas comunes; y en la especie indudablemente no corres-
ponde esta integración cuando de lo que se trata es de sancionar la posible
omisión en que habría incurrido el actor al demorar el inicio de este juicio,
porque para alcanzar semejante efecto se requeriría de una expresa remi-
sión a las normas del Derecho Común que permitieran privar de la acción
de nulidad de Derecho Público por el transcurso de un cierto lapso, lo que
por otra parte exigiría admitir que los actos que contravienen el artículo 7º
de la Constitución Política de la República pudieran purgarse del vicio que
los aqueja al cabo de cierto término, lo que pugna con el propio tenor del
precepto citado, en cuanto señala que tales actos son nulos y originan las
responsabilidades y sanciones que la ley señale, dando a los vicios fundantes
de tal nulidad una entidad tal que impide que el solo transcurso del tiempo
pueda sanear de ellos al acto que los contiene; en consecuencia, no exis-
tiendo en el Derecho Público una norma que declare prescriptible la acción
ejercida en estos autos, ni otra similar al artículo 1683 del Código Civil que
priva de la acción de nulidad absoluta común por saneamiento del acto
en razón del transcurso de diez años, no cabe extender analógicamente el
alcance de los artículos 2515 y 2520 a un caso en que la naturaleza de los
hechos guarda cierta semejanza con aquéllos previstos en las normas citadas,
pues ello importaría que los jueces hubiesen creado la norma por la cual se
sancionaría al actor, circunstancia que conduce inevitablemente al rechazo
de este capítulo de la nulidad” .102
Esta tesis de la imprescriptibilidad de la nulidad de Derecho Público se
ha llevado al extremo, aplicándose a procesos por acciones de nulidad de
Derecho Público en los que se han mezclado pretensiones patrimoniales
derivadas o indirectas que trascienden el efecto directo sancionatorio e in-
validatorio de la nulidad. Así las cosas, la Corte Suprema ha declarado que

102
Corte Suprema, Rol Nº 34087-95, 20/11/1997, disponible en LexisNexis: Jurispru-
dencia On-line (caso “Pérsico París”). En el mismo sentido, Corte Suprema, Rol Nº 2916-96,
21/7/1998, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line; Corte Suprema, Rol Nº 3475-
98, 31/5/1999, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line; Corte Suprema, Rol
Nº 1792-98, 12/08/1999, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line; Corte Suprema,
Rol Nº 2834-99, 19/04/2000, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line; y Corte de
Apelaciones de Santiago, Rol Nº 1838-98, 17/06/1999, disponible en LexisNexis: Jurispru-
dencia On-line; Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 4079-97, 05/07/1999, disponible
en LexisNexis: Jurisprudencia On-line; Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 5681-96,
18/01/1999, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line, Corte de Apelaciones de
Santiago, Rol Nº 4698-97, 18/07/2000, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line,
Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 5411-1997, 08/06/2001, disponible en LexisNexis:
Jurisprudencia On-line, y Revista, tomo 96, 2ª parte, sec. 5ª, p. 69.

71
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

“las actuaciones administrativas cuya nulidad se ha reconocido en autos, y


en virtud de las cuales se privó de parte de lo suyo a la actora, han cons-
tituido hechos ilícitos causantes de perjuicio en la medida que, sin existir
causa proporcionada al efecto, se ha impedido, desde la fecha de los actos
nulos, que la dueña usara, gozara y eventualmente dispusiera de su auto-
móvil; consecuentemente, deberá reservarse a la demandante la facultad de
discutir sobre la naturaleza y el monto de los perjuicios que aquí se tienen
por ciertos”. Más adelante, el mismo fallo hace lugar a la reivindicación
del automóvil referido, reservándosele el derecho de discutir acerca de la
naturaleza y monto de los perjuicios derivados de su posible destrucción y
deterioro, sin que tampoco se estimen aplicables a este respecto las normas
sobre prescripción (en este caso adquisitiva). Para estos efectos, la Corte
Suprema entendió que la demandante era dueña de un bien “de cuyo do-
minio fue privada en virtud de los decretos impugnados en autos, y si dichos
actos administrativos son nulos, resulta inconcuso concluir que la pertinente
privación de efectos no ha podido menos que mantener en su patrimonio
aquel derecho real del que ilegalmente se pretendió privarla, lo que importa
admitir también que ha conservado su derecho a reivindicar el bien que le
pertenece o el valor del mismo, y a ser indemnizada de todo perjuicio, pues
de lo contrario la nulidad de Derecho Público carecería de su especial sig-
nificación y trascendencia y de toda eficacia para los particulares y, además,
se mantendrían indefinidamente inalterados los efectos de un acto a pesar
de su nulidad, lo que pugna con el carácter insanablemente inválido del
mismo”.103
En el mismo sentido, en cuanto a la imprescriptibilidad de las acciones
restitutorias y reparatorias derivadas de la nulidad declarada, otro fallo de
la Corte Suprema ha afirmado que “los referidos arbitrios judiciales tienen
por objeto restituir al actor lo que le pertenecía antes de la dictación de
los decretos nulos, y en consecuencia no pueden sino seguir la suerte de la
acción principal, esto es, son tan imprescriptibles como la facultad de alegar
la nulidad de Derecho Público, pues de otro modo se llegaría al absurdo de,
por una parte, constatarse la nulidad de los decretos y, por la otra, mantener
incólumes sus efectos confiscatorios”.104
Sin embargo, la tendencia reiterada en los fallos citados precedentemen-
te ha tendido a quebrarse en el último tiempo. En efecto, en cierto sentido,
la propia Corte Suprema ha enmendado los criterios sostenidos tratándose
de las pretensiones restitutorias o resarcitorias asociadas a las acciones de
nulidad de Derecho Público, declarando que “por el contrario, las acciones
reivindicatoria y de indemnización de perjuicios que también se han dedu-
cido por la actora, como derivadas de la anterior de nulidad de Derecho
Público [...], son de evidente contenido patrimonial, pues se refieren a los

103
Corte Suprema, Rol Nº 2916-96, 21/7/1998, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia
On-line.
104
Corte Suprema, Rol Nº 3475-98, 31/5/1999, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia
On-line. Con análogos argumentos se desecha la aplicación del plazo de prescripción del
artículo 2332 en Revista, tomo 96, 2ª parte, sec. 5ª, p. 69.

72
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

aspectos materiales y monetarios que pretende obtener la actora en virtud


de la declaración de nulidad que busca. De lo anterior se deriva que su
destino se condiciona de lleno a los plazos de prescripción establecidos al
respecto por el Código Civil. En este sentido cabe hacer presente que la
propia actora condiciona y ampara estas pretensiones en diversas normas de
este cuerpo legal”.105 Ya directamente referido a la prescriptibilidad de la ac-
ción, la misma Corte ha señalado que la “prescripción es una institución de
orden público, cuyo fundamento se vincula con consideraciones de utilidad
y seguridad jurídica, entre ellas, la certeza y consistencia de los derechos,
de manera que, cuando el legislador ha querido la imprescriptibilidad de
ciertas acciones, lo ha declarado expresamente, por lo que, en ausencia de
disposiciones específicas de Derecho Público relativas a la materia, deben
regir plenamente las normas de Derecho Común”.106
Para acoger la tesis de la prescriptibilidad la Corte Suprema –flexibili-
zando su reticencia a aceptar la integración de las normas civiles al Derecho
Público– ha fallado que “en ese orden de ideas, lo primero que cabe puntua-
lizar que en estos autos se trata de una acción civil de tipo patrimonial, que
busca anular un acto expropiatorio y, por ende, debe someterse al régimen
propio de las acciones pecuniarias. Desde este punto de vista resulta apli-
cable en la especie el ya citado artículo 2497 del Código Civil, que dispone:
“Las reglas relativas a la prescripción se aplican igualmente a favor y en con-
tra del Estado, de las iglesias, de las municipalidades, de los establecimientos
y corporaciones nacionales, y de los individuos particulares que tienen la
libre administración de lo suyo”.107
Este criterio ha sido recogido posteriormente por la Corte de Apela-
ciones de Valparaíso, la que agrega que “además de estas razones, el tenor
de los artículos 2497 y 2521 del Código Civil confirma que los preceptos
contenidos en el Título XLII de su Libro IV tienen un alcance general, no
constreñido a materias de Derecho Privado, sino que se extiende también
a las de Derecho Público.108
Asimismo se ha fallado que “la prescripción extintiva obedece a la nece-
sidad de evitar […] después de un largo tiempo, 21 años como el caso de
autos, controversias que lleguen a alterar la paz social, mediante la revisión
de situaciones jurídicas ya suficientemente consolidadas por el transcurso
del tiempo”.109
Por la misma razón se ha resuelto “que el excesivo lapso de tiempo du-
rante el cual la parte demandante no ejerció su derecho ni dedujo las accio-

105
Corte Suprema, Rol Nº 852-00, 7/11/2000, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia
On-line. En el mismo sentido, véase también Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 4381-
97, 05/07/2001, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line.
106
Gaceta Jurídica, Nº 291, p. 80.
107
Corte Suprema, Rol Nº 3465-2002, 10/10/2002, disponible en LexisNexis: Jurispru-
dencia On-line.
108
La Semana Jurídica, Nº 240, p. 6. Semana del 13 al 19 de junio de 2005.
109
Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 5420-97, 09/08/2001, disponible en Lexis-
Nexis: Jurisprudencia On-line.

73
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

nes judiciales pertinentes, más de 16 años, es superior a todo plazo máximo


de prescripción existente en nuestro ordenamiento jurídico, razón por la
cual cabe sostener que uno y otras se extinguieron por prescripción extintiva
conforme al mismo ordenamiento”.110
Estas sentencias siguen una línea ya trazada desde 1999 por la Corte de
Apelaciones de Santiago, la cual había sostenido que “respecto de la pres-
cripción de la acción de nulidad de Derecho Público, cabe tener presente
que dicha materia no se encuentra regulada por una ley especial y que no
existe norma alguna que determine la imprescriptibilidad de dicha acción,
vacío que es necesario llenar recurriendo al principio integrador del Dere-
cho, a la institución de la prescripción extintiva que se trata en el párrafo 3
del Título XLII del Libro IV del Código Civil, que se refiere a la prescripción
como medio de extinguir las acciones judiciales, y a las normas especiales
relativas a la prescripción de las acciones de nulidad, que se contienen en
el Título XX del Libro IV del Código del ramo, disposiciones todas que
importan un reconocimiento a la necesidad de que el tiempo consolide las
relaciones de Derecho, evitándose que después de largo tiempo puedan
surgir controversias capaces de producir inseguridad jurídica, que impidan
el logro de la paz social”.111
Desde el punto de vista de la doctrina, Jaime Jara estima que “no co-
rresponde situar con base en el principio de supremacía constitucional una
supuesta opción del constituyente en favor de la perpetuidad de las accio-
nes de impugnación de los actos de los órganos del Estado”.112 Este autor
sostiene con razón y fundados argumentos que las normas del Código Civil
no siempre se circunscriben al ámbito del Derecho Privado; que la pres-
cripción no es una institución fundada en intereses meramente privados;
que el artículo 2497 del Código Civil debiera interpretarse en un sentido
amplio; y, sobre todo, que “la teoría de la nulidad en el Derecho Público no
puede ser construida al margen del tiempo como coordenada fundamental
del ordenamiento jurídico”.113 Más adelante, este mismo autor desarrolla
latamente las relaciones entre el Derecho Público y el Privado, marcadas
por el nacimiento y desarrollo del primero en “una constante situación de
dependencia del Derecho Civil”, y respecto de las cuales concluye que “no
hay dos mundos o ámbitos paralelos ni estrictamente excluidos”.114
En cuanto a la tendencia seguida por la jurisprudencia, Jara estima que
la línea abierta por los últimos fallos citados, en orden a admitir la prescrip-
ción en el ámbito de la nulidad de Derecho Público, debiera profundizarse.
En este sentido, le parecen especialmente sugerentes los argumentos dados
por la Corte Suprema en el caso “Domic con Fisco”, aun cuando ésta se

110
Corte Suprema, Rol Nº 2834-99, 19/04/2000, disponible en LexisNexis: Jurispru-
dencia On-line.
111
Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 8329-1999, 7/01/2003, disponible en
LexisNexis: Jurisprudencia On-line.
112
JARA SCHNETTLER, JAIME, obra citada, p. 77.
113
JARA SCHNETTLER, JAIME, obra citada, pp. 80-81 y p. 240.
114
JARA SCHNETTLER, JAIME, obra citada, pp. 144-145.

74
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

pronunció sobre la prescriptibilidad de la responsabilidad extracontractual


del Estado y en que la consideración a la patrimonialidad de la prestación
reclamada no estuvo para nada ajena: “aplicar las reglas de la prescripción
extintiva que contiene el Código Civil a las acciones en que se persigue la
responsabilidad extracontractual del Estado no repugna a la naturaleza espe-
cial que ella posee, si se considera que ellas inciden en el ámbito patrimonial
de esa responsabilidad y que, en ausencia de normas positivas que las hagan
imprescriptibles, corresponde estarse a las reglas del Derecho Común que
se refieren específicamente a la materia”.115
Distinta es la opinión del autor para el caso de la excepción de nuli-
dad de Derecho Público frente a la pretensión de aplicar un acto ilegal,
en que “en virtud del principio de jerarquía normativa (iura novit curia)
se permitiría al juez prescindir de la aplicación o desconocer un acto ad-
ministrativo contrario a Derecho, dando preferencia a la aplicación de la
ley como norma superior”,116 en este sentido la referida excepción sería
imprescriptible.
iii) Algunas cuestiones de procedimiento:
En el pasado, se invocaba la falta de competencia de los tribunales or-
dinarios para conocer asuntos contencioso-administrativos como obstáculo
para declarar la nulidad de Derecho Público. Pero en la actualidad, especial-
mente luego de la reforma constitucional de la Ley Nº 18.825, que eliminó
toda referencia a los tribunales contencioso-administrativos, se admite la am-
plia competencia de los tribunales ordinarios, criterio que “ha sido recogido
por numerosas sentencias de la Excma. Corte Suprema, por lo que puede
decirse que se trata de una discusión ampliamente superada”.117
También se ha ocupado la jurisprudencia de la cuestión de la legitima-
ción activa. Así, la Corte de Apelaciones de Santiago ha estimado que la
nulidad de Derecho Público “sólo puede solicitarse por quien detente un
derecho subjetivo o un interés legítimo afectado. En la especie, el deman-
dante pretende que se anulen los actos administrativos que impugna y que,
además, se condene al Fisco de Chile al pago de una indemnización por
los perjuicios derivados de ellos, lo que importa el ejercicio de una acción
contenciosa de las denominadas de plena jurisdicción, convergente al reco-
nocimiento de una situación jurídica individualizada. Una tal acción sólo
puede ser intentada por quien ostenta un derecho subjetivo lesionado o
vulnerado, cuyo no es el caso del actor, quien no probó ser causahabiente
del afectado por los actos atacados de nulidad”.118

115
JARA SCHNETTLER, JAIME, obra citada, p. 256. En este sentido, véase Corte Supre-
ma, Rol Nº 4753-01, 15/05/2002, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line; Gaceta,
Nº 263, 1002, págs. 29 y ss.
116
JARA SCHNETTLER, JAIME, obra citada, p. 262.
117
Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 5411-1997, 08/06/2001, disponible en
LexisNexis: Jurisprudencia On-line. En el mismo sentido, SOTO KLOSS, EDUARDO, obra cita-
da, p. 190.
118
Corte de Apelaciones de Santiago, Rol Nº 565-97, 07/09/1999, disponible en Lexis-
Nexis: Jurisprudencia On-line.

75
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

En cuanto al procedimiento, la Corte Suprema ha fallado “que la acción


dirigida a obtener la anulación de los actos de los órganos estatales por
haber vulnerado las prescripciones del artículo 7º de la Carta Política debe
deducirse, en ausencia de un procedimiento especial, mediante una deman-
da en juicio ordinario en que se invoque la nulidad de Derecho Público de
la actuación viciada. De manera que, pese a las diferencias que separan la
nulidad de Derecho Público de la que consulta el Derecho Común, fuerza
es reconocer que el ejercicio de las acciones necesarias para impetrarla se
sujeta al mismo procedimiento judicial ordinario que debe iniciarse ante el
tribunal competente para conocer de las materias en primera instancia y no
ante esta Corte Suprema”.
Añade este fallo “que, en efecto, en general, el régimen jurídico no
prevé procedimientos específicos destinados a reclamar de la validez de las
actuaciones de los órganos estatales, excepto los que permiten objetar la
ilegalidad de las resoluciones municipales o de los gobiernos regionales, que
establecen los artículos 140 y 102 de las Leyes Orgánicas Constitucionales
correspondientes, cuyos textos fueron fijados por el Decreto con Fuerza de
Ley Nº 2/19.602, de 11 de enero de 2000, y el Decreto Supremo Nº 291, de
1993, del Ministerio del Interior, respectivamente, o reclamar de la ilegitimi-
dad de resoluciones adoptadas por entidades de control y que consultan sus
leyes orgánicas. A su vez, el recurso de protección que consulta el artículo 20
de la Constitución Política tampoco posee esa finalidad, aunque en él pueda
examinarse la ilegalidad de las actuaciones u omisiones de las autoridades
estatales que afecten el ejercicio legítimo de los derechos individuales indi-
cados en ese precepto, en la medida que se trata de una acción cuyo objeto
es cautelar la efectividad de tales garantías constitucionales y no persigue la
anulación de los aludidos actos”.119
iv) Distinción ante la nulidad procesal:
Tal como se ha sostenido en esta obra en los números 58 y siguientes, la
jurisprudencia posterior, no obstante desarrollar ampliamente el campo de
la nulidad de Derecho Público, no ha admitido la anulación de sentencias
judiciales por otras vías que la propia de la nulidad procesal.
Desde antaño nuestros Tribunales de Justicia han fijado en esta materia
una jurisprudencia uniforme y constante en el sentido de que los vicios
que puedan ocurrir en los litigios sólo se podrán subsanar a través de los
medios procesales –recursos u otros medios de impugnación– que las leyes
establecen.120 La Corte Suprema, sobre la base del principio de la inmutabi-
lidad de las sentencias judiciales, ha ido fijando las directrices de la materia,
estableciendo que “contra el fallo ejecutoriado que ha puesto término a un
procedimiento judicial no cabe entablar una acción de nulidad de Derecho
119
Corte Suprema, Rol Nº 337-98, 10/07/2001, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia
On-line. Véase también Corte Suprema, Rol Nº 1458-2003, 21/01/2004, disponible en Micro-
juris, fallos actuales. Con idénticos argumentos consultar Corte Suprema, Rol Nº 3489-2003,
27/04/2004, disponible en Microjuris, fallos actuales.
120
Corte Suprema, Rol Nº 3879, 02/05/1988, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia
On-line.

76
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

Público, como la intentada en estos autos. La referida nulidad de Derecho


Público se hace derivar de los artículos 6º y 7º de la Constitución Política
[...]. Aunque estas disposiciones, junto con otras normas del ordenamiento
vigente, enuncian el principio de legalidad a que debe someterse toda au-
toridad u órgano estatal, y, entre ellos los que ejecutan la función jurisdic-
cional, las mismas no autorizan deducir una acción de nulidad en contra de
una resolución judicial”.
Conforme al criterio del fallo que se viene citando, “la anulación de los
actos que llevan a cabo los tribunales en ejercicio de la potestad jurisdiccio-
nal del Estado, debe perseguirse a través de los medios que franquea la ley
procesal y que, sustancialmente, consisten en la declaración de nulidad de
oficio o a petición de parte, que contemplan los artículos 83, 84 y 85 del Có-
digo de Procedimiento Civil, así como en los recursos de casación y revisión
que regulan, respectivamente, los Títulos XIX y XX del Libro III del mismo
texto y las normas pertinentes del Código de Enjuiciamiento Penal, o bien,
excepcionalmente, por medio del ejercicio de las facultades disciplinarias
de los Tribunales Superiores, conforme el artículo 545 del Código Orgáni-
co de Tribunales”. Añade la sentencia que “de esta suerte, de la nulidad de
los actos jurisdiccionales pronunciados con infracción del artículo 7º de la
Constitución vigente, no podría reclamarse, en su caso, sino por las vías que
contemplan dichas normas procesales, pues el sistema jurídico nacional no
establece otros medios de impugnar los defectos de que pueden adolecer
los procedimientos judiciales y los vicios de forma o de orden sustantivo que
pueden afectar las resoluciones de los tribunales”.
Añade el fallo consultado que las normas constitucionales mencionadas
precedentemente reiteraron en lo pertinente normas análogas de las Cons-
tituciones de 1833 y 1925, bajo cuyo imperio tampoco se admitió impugnar
la validez de una sentencia ejecutoriada mediante una acción de nulidad
distinta de los recursos procesales pertinentes. A este respecto, la sentencia
cita el Mensaje con que se remitió al Congreso Nacional el proyecto del
Código de Procedimiento Civil, precisamente en cuanto alude a que “se
desconoce de un modo expreso la acción ordinaria de nulidad para inva-
lidar sentencias, no admitiéndose otro camino que el de la casación para
lograr este resultado; en obsequio a la brevedad de los procedimientos y al
tranquilo goce de los derechos declarados en juicio”.
La misma sentencia apela a la opinión de Víctor Santa Cruz citada más
arriba, así como la de Mario Bernaschina, quien sostiene que “no cabe apli-
car las reglas de las nulidades de Derecho Público a las decisiones de los
tribunales, porque se opondrían al imperio y a la independencia total de
que se ha querido revestir a la judicatura por las normas positivas. En efecto,
existen reglas especiales que han dado origen a una nulidad también espe-
cial, la llamada nulidad procesal”.
A juicio de la Corte Suprema, “el rechazo de la posibilidad de extender
la nulidad de Derecho Público al ámbito jurisdiccional y el criterio de que
en éste sólo pueden tener cabida las nulidades procesales, se conforma con
la naturaleza propia de la función judicial y las características de las actua-
ciones que se llevan a cabo en su ejercicio y que hace que la institución de

77
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

las nulidades procesales tenga una fisonomía propia y singular en el amplio


campo de la teoría de nulidad de las actuaciones de los órganos estatales,
que sanciona la infracción de las normas constitucionales conducentes al
cabal cumplimiento del principio de legalidad que deben observar dichos
organismos” .121

Título III
EFECTOS QUE PRODUCE LA OMISIÓN DE REQUISITOS
NO ESTABLECIDOS POR LEY

§ I. R EQUISITOS ESTABLECIDOS POR DECRETOS Y REGLAMENTOS

66. ¿Es causa de nulidad la omisión de un requisito reglamentario? Al de-


finir lo que es nulidad, dijimos que era una sanción que el legislador con-
templaba para la omisión de los requisitos que la ley establecía para que
un determinado acto jurídico fuera válido, o para aquellos actos en que se
contravenía a una ley prohibitiva; y al tratar con mayor detenimiento los re-
quisitos cuya omisión producía la nulidad, nos referimos en todo momento
a aquellos que establecía la ley.
Puede suceder, sin embargo, que exista un reglamento que comple-
mente a la ley que señale los requisitos de un acto jurídico, y establezca
uno nuevo; ¿se produciría la nulidad de ese acto, si al celebrarse se infringe
únicamente el reglamento? Es indudable que no, porque la ley establece
la nulidad como sanción para infracciones cometidas contra ella misma;
prueba de ello es que el artículo 1681 del Código Civil habla solamente de
la omisión “de los requisitos que la ley prescribe” para el valor de actos y
contratos. El término “ley” no puede comprender a los reglamentos, que son
meros decretos del Poder Ejecutivo, por lo cual no quedan incluidos dentro
del campo de aplicación del artículo 1681.
Esta conclusión se basa en que la expresión “ley” ha sido definida por el
Código Civil como “una declaración de la voluntad soberana que, manifes-
tada en la forma prescrita por la Constitución, manda, prohíbe o permite”
(artículo 1º); y la Constitución Política se ha encargado de establecer la
forma en que se genera, discute y entra en vigencia una ley. Todo esto hace
imposible incluir dentro del término “ley” a los decretos, reglamentos y otras
disposiciones de orden general dictadas por las autoridades administrativas,
que sólo tienden a facilitar la aplicación de las leyes, pero que no pueden lle-

121
Corte Suprema, Rol Nº 337-98, 10/07/2001, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia
On-line. Con idénticos argumentos la Corte Suprema ha casado de oficio una sentencia en
que se declaró la nulidad de derecho público de una sentencia pronunciada en una gestión
voluntaria, en Corte Suprema, Rol Nº 365-02, 22/10/2002, disponible en LexisNexis: Jurispru-
dencia On-line. Para mayor información véase Corte Suprema, Rol Nº 3408-98, 29/08/2000,
disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line; y Revista, tomo 97, 2ª parte, sec. 7ª, p. 77.
Lo propio ocurre en sede penal, para mayor información véase Corte Suprema, Rol Nº 1440-
2002, 10/06/2002, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line.

78
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

las nulidades procesales tenga una fisonomía propia y singular en el amplio


campo de la teoría de nulidad de las actuaciones de los órganos estatales,
que sanciona la infracción de las normas constitucionales conducentes al
cabal cumplimiento del principio de legalidad que deben observar dichos
organismos” .121

Título III
EFECTOS QUE PRODUCE LA OMISIÓN DE REQUISITOS
NO ESTABLECIDOS POR LEY

§ I. R EQUISITOS ESTABLECIDOS POR DECRETOS Y REGLAMENTOS

66. ¿Es causa de nulidad la omisión de un requisito reglamentario? Al de-


finir lo que es nulidad, dijimos que era una sanción que el legislador con-
templaba para la omisión de los requisitos que la ley establecía para que
un determinado acto jurídico fuera válido, o para aquellos actos en que se
contravenía a una ley prohibitiva; y al tratar con mayor detenimiento los re-
quisitos cuya omisión producía la nulidad, nos referimos en todo momento
a aquellos que establecía la ley.
Puede suceder, sin embargo, que exista un reglamento que comple-
mente a la ley que señale los requisitos de un acto jurídico, y establezca
uno nuevo; ¿se produciría la nulidad de ese acto, si al celebrarse se infringe
únicamente el reglamento? Es indudable que no, porque la ley establece
la nulidad como sanción para infracciones cometidas contra ella misma;
prueba de ello es que el artículo 1681 del Código Civil habla solamente de
la omisión “de los requisitos que la ley prescribe” para el valor de actos y
contratos. El término “ley” no puede comprender a los reglamentos, que son
meros decretos del Poder Ejecutivo, por lo cual no quedan incluidos dentro
del campo de aplicación del artículo 1681.
Esta conclusión se basa en que la expresión “ley” ha sido definida por el
Código Civil como “una declaración de la voluntad soberana que, manifes-
tada en la forma prescrita por la Constitución, manda, prohíbe o permite”
(artículo 1º); y la Constitución Política se ha encargado de establecer la
forma en que se genera, discute y entra en vigencia una ley. Todo esto hace
imposible incluir dentro del término “ley” a los decretos, reglamentos y otras
disposiciones de orden general dictadas por las autoridades administrativas,
que sólo tienden a facilitar la aplicación de las leyes, pero que no pueden lle-

121
Corte Suprema, Rol Nº 337-98, 10/07/2001, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia
On-line. Con idénticos argumentos la Corte Suprema ha casado de oficio una sentencia en
que se declaró la nulidad de derecho público de una sentencia pronunciada en una gestión
voluntaria, en Corte Suprema, Rol Nº 365-02, 22/10/2002, disponible en LexisNexis: Jurispru-
dencia On-line. Para mayor información véase Corte Suprema, Rol Nº 3408-98, 29/08/2000,
disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line; y Revista, tomo 97, 2ª parte, sec. 7ª, p. 77.
Lo propio ocurre en sede penal, para mayor información véase Corte Suprema, Rol Nº 1440-
2002, 10/06/2002, disponible en LexisNexis: Jurisprudencia On-line.

78
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

gar a alterarlas ni modificarlas en forma alguna. En consecuencia, cuando se


habla de “ley”, se excluye expresamente todo lo que no lo sea según la Cons-
titución, y en este caso, los decretos y reglamentos del Poder Ejecutivo.
La jurisprudencia ha confirmado la tesis expuesta, al declarar expre-
samente que “los artículos 1681 y 1682 del Código Civil, referentes a la
nulidad, se refieren a la omisión de requisitos ordenados por la ley, y no
cabe, por tanto, aplicarlos al caso del olvido de exigencias meramente re-
glamentarlas”.122

67. Sanción a la omisión de requisitos establecidos por decretos. Si la nuli-


dad no sanciona la omisión de estas exigencias reglamentarias, ¿cuál sería
dicha sanción? No es posible dar una respuesta general, porque todo de-
penderá de la naturaleza del acto jurídico de que se trate, y de la especie de
requisito omitido; en cada caso particular, deberá estarse a lo que el mismo
decreto o reglamento disponga sobre esta situación, y la sanción que él
mismo señale, la que en algunos casos consistirá en multas y en otros, no
existirá sanción alguna.

68. Excepciones al principio general: la omisión de exigencias reglamenta-


rias produce, en algunos casos, nulidad. Sin embargo, es menester señalar
que el principio general según el cual la omisión de requisitos establecidos
por reglamentos no acarrea la nulidad del acto, sufre una excepción, que
es más aparente que real, y que en el fondo es una confirmación de la regla
fundamental: tal excepción la constituyen los reglamentos y decretos que
tengan fuerza de ley, sea que se trate de decretos leyes, dictados en tiempos
de alteración política, sea que se trate de decretos con fuerza de ley, en los
cuales el Poder Legislativo delega parte de sus atribuciones en el Poder
Ejecutivo.
En tales casos, el reglamento o decreto, que tiene fuerza de ley, pasa a
ser una verdadera ley, con su misma fuerza obligatoria, aun cuando no se
ajusten en todo a lo dispuesto en la Constitución Política sobre la materia;
en tal situación, los reglamentos y decretos que tienen la fuerza de una ley
quedan comprendidos en los artículos 1681 y 1682 del Código Civil, porque
constituyen una verdadera ley, y si se les infringe al celebrar un acto jurídico
para el cual tales reglamentos y decretos señalan algunos requisitos, el acto
será nulo, de acuerdo con lo dispuesto en el Código Civil.
Ejemplo típico de esta clase de decretos con fuerza de ley es el que orga-
niza el Registro Conservatorio de Bienes Raíces, el cual se dictó por disposi-
ción del artículo 695 del Código Civil, del que se deriva esa fuerza de ley.
Además de éste, son muchos otros los que se han dictado en nuestro
país, y como muchos de ellos organizaban instituciones jurídicas, sin las
cuales se hubieran causado trastornos al desarrollo de la vida nacional, se
les ha reconocido pleno valor como ley, y han regido como tal desde su
dictación. Varios de ellos reglamentan actos civiles diversos, estableciendo

122
Revista, tomo 40, 2ª parte, sec. 1ª, p. 71.

79
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

requisitos para su validez; la omisión de tales requisitos produce la nulidad,


pues han sido establecidos por una norma que tiene el valor de ley, y como
tal, quedan sujetos a lo que dispone el Código Civil sobre nulidad. Como
ejemplo, podemos mencionar los decretos leyes que reglamentan la regulari-
zación de la pequeña propiedad raíz o el arrendamiento de predios rústicos,
o el decreto con fuerza de ley que contiene la Ley General de Urbanismo y
Construcciones.

69. Jurisprudencia. La jurisprudencia le ha reconocido el carácter de de-


creto con fuerza de ley de que está revestido el Reglamento del Registro
Conservatorio de Bienes Raíces, y por tal motivo ha acogido la nulidad de
inscripciones y de otros actos que se han ejecutado con omisión de requisi-
tos establecidos por dicho reglamento.
Así, los tribunales han fallado que “la inscripción de un inmueble que
antes no estaba inscrito es nula si se hace antes de transcurrir 30 días desde
la publicación de avisos”;123 en esta sentencia se ha sancionado con la nu-
lidad la omisión de un requisito establecido por un reglamento, que por
tener la fuerza de una ley, se equipara en todo a ella, aun hasta el extremo
de sancionarse una infracción a lo dispuesto por él con la nulidad, sanción
reservada exclusivamente a las infracciones de una ley.
Igualmente, se ha resuelto que “es un requisito esencial para la validez
de un derecho de usufructo sobre inmuebles que el instrumento público
respectivo se inscriba en el Conservador de Bienes Raíces correspondiente
y que la inscripción se verifique en el Registro de Hipotecas y Gravámenes;
en consecuencia, no vale la inscripción de un usufructo en el Registro de
Propiedades en vez del otro, porque se han infringido los artículos 31 y 32
del Reglamento del Conservador de Bienes Raíces, que establecen las for-
malidades a que deben sujetarse las inscripciones, y tal infracción produce
su nulidad”;124 este fallo merece el mismo comentario que el anterior, en
orden a llamar la atención a la circunstancia de haberse sancionado con la
nulidad la infracción a un reglamento que tiene la fuerza de una ley.

§ II. R EQUISITOS ESTABLECIDOS POR LAS PARTES QUE EJECUTAN


O CELEBRAN EL ACTO O CONTRATO

70. Efecto que produce la omisión de un requisito convenido por las partes
en la celebración de un acto jurídico. ¿Pueden las personas que celebran un
contrato u otro acto jurídico bilateral, únicos en los cuales se puede presen-
tar el problema, establecer que en caso de no cumplirse con lo convenido,
o de infringir algo de lo acordado, el contrato podrá ser declarado nulo?
Como decíamos, esta cuestión se puede presentar únicamente en los actos
bilaterales, sean contratos o no, porque son los únicos en que se requiere
acuerdo de dos o más voluntades para su generación.
123
Gaceta de los Tribunales, año 1914, ler semestre, sentencia 166, p. 381.
124
Revista, tomo 14, 2ª parte, sec. 1ª, p. 340.

80
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

Dentro del principio de la autonomía de la voluntad que informa


nuestro Derecho Civil, las partes contratantes pueden convenir en las
estipulaciones que deseen, y tal cláusula es perfectamente válida: pueden
establecerla, incorporándola a la convención. Pero por muy amplia que
sea esa autonomía de la voluntad de que gozan, las partes no pueden lle-
gar a cambiar la naturaleza jurídica de las instituciones, y los efectos que
la ley les asigna, por lo cual la cláusula mencionada debe ser considerada
bajo su verdadero aspecto jurídico, que es, según el Código Civil, una
condición resolutoria; en otras palabras, una modalidad del contrato o de
la convención que se celebra, cuya inclusión en él o ella es válida, y más
aún, que el Código Civil incluye expresamente en todo contrato bilateral,
al decir, en su artículo 1489, que “en los contratos bilaterales va envuelta
la condición resolutoria de no cumplirse por uno de los contratantes lo
pactado” (inciso 1º).
Por lo tanto, si una de las partes que ha concurrido a la celebración
de un contrato que contiene una cláusula de esa naturaleza llega a infrin-
girla de alguna manera, no es la nulidad la que opera, porque ésta es una
sanción destinada a castigar las infracciones de ley, sino que la condición
resolutoria, y el contrato se resuelve, a pesar de los términos empleados por
los contratantes al extender el contrato, porque lo único que ha habido en
este caso es un incumplimiento, por parte de alguno de los interesados en
la convención, de lo pactado.

71. Diferencias y semejanzas entre la nulidad y la resolución. La nulidad


en general, y especialmente la nulidad relativa o rescisión, se asemejan a
la resolución, o sea, a la condición resolutoria, en que ambas, una vez de-
claradas por la justicia, operan con efecto retroactivo, debiendo volverse al
estado en que se encontraban las cosas antes de la celebración del contrato,
y considerándose como si nunca se hubiese celebrado, sea que se trate de la
anulación o de la resolución del mismo.
Sin embargo, los fundamentos jurídicos de estas dos instituciones y las
causas que las producen son enteramente diferentes, pues tienden a fines
muy distintos y muy distinto es el objeto que se propuso el legislador al es-
tablecer una y otra.
Refiriéndonos especialmente a la rescisión, que tiene mayor semejanza
con la resolución, como nulidad que es, pues es uno de sus aspectos, tiene
por causa vicios inherentes al acto mismo, vicios que se deben a que las par-
tes omitieron determinados requisitos en la celebración del acto o contrato,
y la ley sanciona estas infracciones permitiendo que la persona interesada
pida la anulación del acto viciado; se trata, pues, de un acto que contiene
un defecto, por lo cual no es perfectamente válido y puede ser dejado sin
efecto, anulado, por sentencia de tribunal competente.
La ley estableció esta sanción teniendo en vista un principio de orden
público, cual es el de que se cumplan sus disposiciones referentes a los re-
quisitos que deben reunir los actos jurídicos, castigando mediante la nulidad
al infractor, y además, en el caso especial de la rescisión, propendiendo a
la protección a ciertas personas que se encuentran en inferioridad de con-

81
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

diciones frente a otras, por lo cual sólo esos incapaces pueden solicitar al
tribunal que la declare.
En cambio, la resolución se debe al cumplimiento de una condición
resolutoria, es decir, a una modalidad introducida en un contrato, según la
cual éste debe deshacerse si tiene lugar algún evento futuro e incierto, y en
el caso en estudio, el no cumplimiento de lo convenido expresamente por
las partes contratantes. Esta modalidad depende generalmente del arbitrio
de las mismas partes que celebran el contrato, quienes son libres para intro-
ducirla en la forma y bajo los aspectos que deseen: y decimos generalmente,
porque en un caso determinado la ley subentiende la condición resolutoria
de no cumplirse por uno de los contratantes lo pactado, y ese caso, según
hemos dicho, es el de los contratos bilaterales, es decir, aquellos en que
ambas partes se obligan recíprocamente, según lo dispone el inciso 1º del
artículo 1489, citado en el párrafo anterior.
La resolución no afecta, pues, a la validez del acto o contrato, no consti-
tuye un vicio de éste, por lo cual puede producirse en un contrato que reúna
todos los requisitos prescritos por la ley para que sea válido, y aun siendo
plenamente eficaz, y no pudiendo anularse, si se cumple la condición reso-
lutoria, debe resolverse, y volver las cosas al estado en que se encontraban
antes de su celebración.
En el caso de la resolución, la ley ha tenido en vista el interés de las par-
tes, permitiéndoles introducir esta especie de modalidad en los contratos
que celebren; no ha tratado de proteger los derechos de nadie, como en el
caso de la rescisión, ni de evitar que se infrinjan disposiciones establecidas
por la misma ley. Es una institución que mira sólo al interés de las partes,
y por lo tanto ellas son las que pueden establecerla, y alegar la resolución
una vez cumplida la condición resolutoria, o bien exigir el cumplimiento
forzado de las obligaciones cuando se trata de la condición resolutoria tácita
del artículo 1489, todo ello con indemnización de perjuicios.
Esto último constituye otra diferencia entre la rescisión y la resolución;
cuando existe causa de nulidad relativa, no puede sino solicitarse la decla-
ración de la nulidad, mientras que si se trata de la condición resolutoria
tácita cumplida, puede pedirse o bien la resolución del contrato, o bien su
cumplimiento forzado.

72. Jurisprudencia. Estas ideas se encuentran resumidas en una sentencia


de nuestros Tribunales, cuya doctrina sostiene que “la nulidad, ya se haga
valer como acción o excepción, debe tener por antecedentes omisiones o
trasgresiones exigidas por la ley misma, ya respecto de la capacidad de los
contratantes, ya de las solemnidades establecidas como esenciales para la
validez de ciertos actos, mientras que la acción resolutoria, expresa o tácita,
nace de la convención de los contratantes y mira exclusivamente al interés
de ellos, por lo que sólo compete a la parte contratante en favor de cuyos de-
rechos se ha estipulado”, opinión que sustentamos en el párrafo anterior.
Por estas razones, el fallo declara que “la cláusula de un contrato de
compraventa en virtud de la cual las partes convienen en que el comprador
no podrá enajenar ni alterar el presente contrato, so pena de quedar éste sin

82
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

efecto, no envuelve un vicio de nulidad de la venta hecha en contravención


a ella, sino que constituye una condición resolutoria establecida en favor
del vendedor”.
“En consecuencia, es nula, porque infringe los artículos 1793, 1811 y
1824 del Código Civil, que rigen y determinan los efectos legales del contra-
to de compraventa, y los artículos 670 y 675 del mismo Código, que reglan
la tradición como modo de adquirir el dominio, la sentencia que sustenta
la doctrina de que dicha estipulación contractual tiene el alcance de una
prohibición legal, y constituye en sí misma un vicio que deja inexistente el
contrato de venta convenido entre el comprador en dicho contrato, y un
tercero, y que llega a la conclusión de que éstos no han adquirido el do-
minio de la cosa vendida, y que, por lo tanto, al tercero (comprador en el
último contrato) no puede exigírsele el cumplimiento de su obligación de
pagar el precio”.125
La última parte de esta sentencia enuncia el principio general, que con-
siste en que las partes contratantes no pueden darle a una estipulación me-
ramente contractual el carácter de prohibición legal, que sería sancionada
con la nulidad del contrato, pues esto sólo lo puede hacer la ley; en conse-
cuencia, las partes no pueden establecer nuevas causas de nulidad, sino que
éstas serán las que la ley determine.

73. Excepción al principio general: el seguro. Un caso semejante al que fue


resuelto por la sentencia recién citada es la estipulación contenida en un
contrato de seguro según la cual “si los objetos mencionados en la póliza son
garantidos por otro u otros contratos de seguro, el asegurado está obligado
a ponerlo en conocimiento de la compañía aseguradora, a falta de lo cual,
producido el siniestro, dicha póliza quedará nula, y el asegurado quedará
privado de todo derecho a indemnización”; jurídicamente, estamos en pre-
sencia de una condición resolutoria, a pesar de que se habla de la “nulidad
de la póliza”, y tiene el carácter de condición por la circunstancia de haber
sido establecida en una cláusula puramente contractual por las partes con-
tratantes; no se trata de un vicio o prohibición legal, que afecte a la validez
del acto jurídico, sino que de una condición acordada voluntariamente
entre asegurador y asegurado.
Producido el cumplimiento de la condición, es decir, establecido que el
asegurado no dio el aviso a que se refería la estipulación mencionada, los
tribunales fallaron que “debe declararse que el asegurado no tiene derecho
a la indemnización estipulada por el siniestro sufrido”,126 o sea, le recono-
ció pleno valor a la estipulación de las partes, en orden a considerar nulo
el contrato por incumplimiento de ciertas obligaciones en que se convino
al celebrarlo.
Decíamos que jurídicamente la cláusula ya citada es una condición re-
solutoria, porque ateniéndonos a la ley misma, la situación es otra, debido
al artículo 557 del Código de Comercio, que dispone expresamente que el
125
Revista, tomo 13, 2ª parte, sec. 1ª, p. 429.
126
Revista, tomo 22, 2ª parte, sec. 1ª, p. 792.

83
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

seguro se rescinde (no se resuelve): “2º. Por inobservancia de las obligacio-


nes contraídas”. Tenemos, por lo tanto, que para el Código de Comercio,
cualquiera infracción a las obligaciones contraídas por el asegurado en el
contrato de seguro no produce la resolución del contrato, como sucede
por regla general en los contratos, sino que dichas infracciones constituyen
un vicio de rescisión del contrato, el que, consiguientemente, puede ser
declarado nulo, quedando el asegurador exonerado de pagar el monto de
la prima al asegurado.
Esta excepción a las reglas generales en materia de seguros se debe a la
naturaleza especial del seguro, en que, debido a su condición de aleatorio,
se requiere que el asegurado cumpla con todas las obligaciones que con-
trajo, ya que de no hacerlo, puede perjudicar gravemente al asegurador, al
aumentar los riesgos que corre la cosa asegurada, u ocultar circunstancias
que produzcan ese resultado, o que impidan al asegurador calcular el monto
preciso de la indemnización que debe pagar en caso de siniestro. Por esta
razón, en materia de seguros, todo error es esencial y todo dolo es principal,
debido a la gravedad que pueden revestir estos vicios del consentimiento, al
no permitir que el asegurador tenga un conocimiento exacto de la verdad
acerca de la cosa asegurada y de los riesgos que corre; por eso, el Código de
Comercio, a fin de evitar las graves consecuencias que podrían originarse,
ha elevado las infracciones contractuales, que en los demás contratos cons-
tituirían condiciones resolutorias, a la categoría de causales de rescisión, es
decir, a vicios que acarrean la nulidad del contrato de seguro.
Éste es el único caso en que la ley permite a las partes señalar las cau-
sas que acarrearán la invalidación de un contrato, aunque de un modo
indirecto, pues la rescisión se produce, en este caso excepcional, por las
infracciones que cometan a las obligaciones contraídas, según expresión del
Código de Comercio, y dichas obligaciones quedan entregadas al arbitrio
del asegurador y asegurado estipularlas; serán, por tanto, ellos quienes, en
definitiva, determinen las causas que podrán acarrear la nulidad relativa del
contrato de seguro.
En la doctrina reciente, el profesor Sergio Baeza distingue en el contra-
to de seguro la existencia de obligaciones, sancionadas con las acciones de
ejecución forzada o resolución, y de indemnización de perjuicios, y cargas,
cuyo incumplimiento obsta al nacimiento del contrato o causa su caducidad
o una limitación de los derechos del asegurado; y justifica en base a este se-
gundo concepto la peculiar sanción de rescisión establecida por las normas
del Código de Comercio. Señala que, en el fondo, se trata de casos en que
el ejercicio de las acciones derivadas del incumplimiento de una obligación
propiamente tal “resulta inútil o de una engorrosidad que no se aviene con
la naturaleza del contrato” .127

74. Jurisprudencia. En la sentencia que analizamos al principiar el párrafo


anterior, los tribunales, según vimos, reconociendo el valor de una cláu-
127
BAEZA PINTO, SERGIO, El Seguro, edición actualizada por Juan Achurra L. y José Vives
R., Editorial Jurídica de Chile, 2001, pp. 111 y ss.

84
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

sula contractual que formaba parte de un contrato de seguro en la cual


cualquiera infracción a lo estipulado anulaba el contrato, aplicó el Nº 2º
del artículo 557 del Código de Comercio, y le negó al asegurado infractor
el derecho a ser indemnizado por el siniestro acaecido; en otra sentencia
posterior, se aplicó la misma doctrina, fallándose que “establecido por la
sentencia que el asegurado no dio cumplimiento a lo estipulado, respecto a
hacer mencionar por la compañía aseguradora detalladamente en el cuerpo
de la póliza o en un anexo a ella los demás seguros que contrató, da correcta
aplicación a la ley al declarar sin lugar la demanda en que se solicita el pago
del seguro, el cual se declara nulo”.128

Título IV
EXISTE UN SOLO CONCEPTO DE “NULIDAD”

75. El Código Civil contempla únicamente un concepto de “nulidad”. La


nulidad que puede afectar a las tres especies de actos jurídicos que vimos
anteriormente en el párrafo 2º del Título II de este Capítulo, contratos,
convenciones y actos unilaterales, es una misma, y las normas que se aplican
cada vez que un acto es “nulo” son aquellas que el Código Civil ha estableci-
do en el Título XX del Libro IV, porque estas reglas contemplan la materia
en forma general para todo el Código y para todo el Derecho Privado en
general, salvo los casos expresamente exceptuados por la misma ley.

76. El artículo 10 del Código Civil no hace excepción al principio general.


Tampoco debe creerse que el artículo 10 del Código Civil, complementado
por el artículo 11, se refiere a otra especie de nulidad, distinta de aquella
a la cual nos hemos venido refiriendo, opinión que podría originarse en
atención a la ubicación de los citados artículos, que se encuentran en el
Título Preliminar del Código. Puede afirmarse en contrario que la nuli-
dad de que habla el artículo 10 y aquella que reglamenta el Título XX del
Libro IV del Código Civil son una misma y sola cosa, pues los artículos 10
y 11 citados confirman lo dispuesto por otros preceptos en el mismo Códi-
go; y así, el artículo 10, al sancionar con la nulidad a los actos prohibidos
por la ley, no hace otra cosa que resumir lo dispuesto en los artículos 1466
y 1682 del mismo Código, que establecen que los actos prohibidos por
las leyes tienen objeto ilícito, y la sanción para esta ilicitud es la nulidad
absoluta.

77. La “nulidad” es una misma para todo el Derecho. Ampliando más el


campo de aplicación del concepto de “nulidad”, y refiriéndonos a todo el
Derecho en general, sea Público o Privado, podemos afirmar que el concep-
to abstracto de nulidad, prescindiendo de las reglas que la rigen en cada
caso especial, es el mismo.

128
Revista, tomo 27, 2ª parte, sec. 1ª, p. 736.

85
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

sula contractual que formaba parte de un contrato de seguro en la cual


cualquiera infracción a lo estipulado anulaba el contrato, aplicó el Nº 2º
del artículo 557 del Código de Comercio, y le negó al asegurado infractor
el derecho a ser indemnizado por el siniestro acaecido; en otra sentencia
posterior, se aplicó la misma doctrina, fallándose que “establecido por la
sentencia que el asegurado no dio cumplimiento a lo estipulado, respecto a
hacer mencionar por la compañía aseguradora detalladamente en el cuerpo
de la póliza o en un anexo a ella los demás seguros que contrató, da correcta
aplicación a la ley al declarar sin lugar la demanda en que se solicita el pago
del seguro, el cual se declara nulo”.128

Título IV
EXISTE UN SOLO CONCEPTO DE “NULIDAD”

75. El Código Civil contempla únicamente un concepto de “nulidad”. La


nulidad que puede afectar a las tres especies de actos jurídicos que vimos
anteriormente en el párrafo 2º del Título II de este Capítulo, contratos,
convenciones y actos unilaterales, es una misma, y las normas que se aplican
cada vez que un acto es “nulo” son aquellas que el Código Civil ha estableci-
do en el Título XX del Libro IV, porque estas reglas contemplan la materia
en forma general para todo el Código y para todo el Derecho Privado en
general, salvo los casos expresamente exceptuados por la misma ley.

76. El artículo 10 del Código Civil no hace excepción al principio general.


Tampoco debe creerse que el artículo 10 del Código Civil, complementado
por el artículo 11, se refiere a otra especie de nulidad, distinta de aquella
a la cual nos hemos venido refiriendo, opinión que podría originarse en
atención a la ubicación de los citados artículos, que se encuentran en el
Título Preliminar del Código. Puede afirmarse en contrario que la nuli-
dad de que habla el artículo 10 y aquella que reglamenta el Título XX del
Libro IV del Código Civil son una misma y sola cosa, pues los artículos 10
y 11 citados confirman lo dispuesto por otros preceptos en el mismo Códi-
go; y así, el artículo 10, al sancionar con la nulidad a los actos prohibidos
por la ley, no hace otra cosa que resumir lo dispuesto en los artículos 1466
y 1682 del mismo Código, que establecen que los actos prohibidos por
las leyes tienen objeto ilícito, y la sanción para esta ilicitud es la nulidad
absoluta.

77. La “nulidad” es una misma para todo el Derecho. Ampliando más el


campo de aplicación del concepto de “nulidad”, y refiriéndonos a todo el
Derecho en general, sea Público o Privado, podemos afirmar que el concep-
to abstracto de nulidad, prescindiendo de las reglas que la rigen en cada
caso especial, es el mismo.

128
Revista, tomo 27, 2ª parte, sec. 1ª, p. 736.

85
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

En efecto es un solo tipo de sanción, específica, que produce, hablando


en términos generales, el mismo efecto de hacer desaparecer el acto viciado
o anulable, porque lo que caracteriza a la sanción es el efecto que produce
en el acto que está sujeto a ella; y en el caso de la nulidad, ella siempre pro-
ducirá la destrucción del acto con efecto retroactivo, considerándose como
si no se hubiera celebrado y debiendo volver las cosas al estado en que se
encontraban antes de su ejecución. Si bien el concepto de nulidad es uno
solo, igual para todos los casos en que tiene lugar, las reglas legales que la ri-
gen difieren, como hemos visto, según se trate de actos de Derecho Público,
o de Derecho Privado: para los primeros, debe estarse a la ley particular que
rige para cada caso, y en el segundo, rige plenamente el Código Civil.

77 bis. Nota de actualización. Nuevas propuestas en la doctrina tradicional.


El principal aporte en la doctrina nacional reciente es la obra del profe-
sor Pablo Rodríguez Grez, quien aborda esta materia desde una perspec-
tiva distinta a la que se ha hecho tradicional en nuestro medio. En efecto,
Rodríguez piensa que en nuestro Derecho subsisten distintas sanciones o
consecuencias jurídicas frente a los actos que no cumplen las exigencias
legales. Este autor plantea una nueva teoría de la inexistencia y la nulidad,
distinguiendo dentro del campo de esta última la nulidad originaria o nuli-
dad efecto y la nulidad sanción, sea ésta absoluta o relativa.
a. La inexistencia en teoría de Rodríguez y otros autores nacionales
recientes
Para Rodríguez, la inexistencia propiamente tal –que distingue de la
inexistencia impropia que describiremos en la letra b al tratar su noción
de la nulidad– sería la “consecuencia negativa que se produce por inconcu-
rrencia de los elementos esenciales que deben reunirse para la formación
del acto jurídico”.129 Pero, a diferencia de la doctrina tradicional en materia
de inexistencia, este autor identifica la inexistencia con “la situación que
se genera a partir de una tentativa de otorgar o celebrar un acto jurídico”,
de modo que “no es más que una consecuencia negativa que desprende el
intérprete enfrentado a un negocio jurídico incompleto”.130
Por otro lado, Rodríguez plantea que en aquellos casos en que existe
un principio de manifestación de voluntad, pero insuficiente para generar
efectos jurídicos, nace lo que él denomina un efecto autárquico del acto. No
se trata “de efectos provenientes del contrato –inexistente– sino de efectos
fácticos que pueden haber sido erróneamente atribuidos al contrato. No
se puede, por lo mismo, hablarse de consecuencias derivadas del negocio
inexistente, a lo más de consecuencias producidas ‘con ocasión’ del mis-
mo”.131 El autor citado menciona como ejemplos de esto la obligación de
indemnizar gastos que se sigue de la retractación tempestiva de la oferta

129
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad en el Código Civil chileno. Teoría bimembre
de la nulidad, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1995, p. 14.
130
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, p. 15.
131
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, p. 19.

86
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

(cfr. artículos 99 y 100 del Código de Comercio), en que se genera la


consecuencia jurídica negativa anotada a pesar de que el negocio queda
en grado de tentativa. “Así las cosas, los efectos autárquicos que puede
llegar a generar un elemento integrante del acto jurídico que concurre
aisladamente, provendrán ya de la transformación fáctica que acompaña
a la expresión de voluntad, ya de la disposición legal que ordena el efecto
en consideración, única y exclusivamente, a la manifestación de la dicha
voluntad”.132
A partir de lo dicho, Rodríguez entiende que “si falta la expresión de
voluntad, hablaremos entonces de una inexistencia absoluta, ya que ninguna
consecuencia se seguirá para el Derecho. A la inversa, si una voluntad se ha
manifestado, aunque sólo sea idónea para forjar una ‘apariencia’, o cuando
ella carece de objeto, o de causa, o se ha expresado por un medio diverso al
establecido en la ley, hablaremos de inexistencia relativa”. En el primer caso,
no se sigue efecto jurídico alguno, “pudiendo, en el segundo, generarse
efectos que serán propios, autárquicos y no negociables de los elementos
concurrentes o de una apariencia calificada en la ley”.133
En cuanto a los requisitos de existencia, Rodríguez plantea que “sin exte-
riorización alguna de voluntad es inconcebible sostener que un acto jurídico
pueda tener existencia. Lo propio puede afirmarse si la voluntad no recae
en objeto alguno”.134 En lo que se refiere a la causa, para Rodríguez el rol
de ésta consiste en entrelazar la voluntad con el objeto. “La existencia de la
causa, por tanto, es dependiente y no autónoma, al igual que la voluntad en
los actos jurídicos solemnes, en los que sólo puede exteriorizarse a través de
las formalidades dispuestas en la ley”.135 Añade más adelante este autor, “de
ahí que excluyamos definitivamente la causa como elemento estructural o
de la esencia del negocio jurídico. Más aún, si concurren la voluntad (así
sea una mera apariencia) y el objeto, el acto tiene objetividad externa, exis-
te en la superficie del Derecho y, por consiguiente, puede ser considerado
en el orden social como una regla particular que vincula a quienes lo han
forjado”;136 y agrega que “la ausencia de la causa no se opone a la objetivi-
dad aparente del negocio jurídico. De allí que no corresponda estimarlo
inexistente, sino nulo”.137
Desde un punto de vista práctico, Rodríguez hace notar las consecuen-
cias insatisfactorias de no admitir esta noción de la inexistencia. Así, en pa-
labras suyas, “si se concluye que la ‘inexistencia’, por carecer de un estatuto
jurídico orgánico en nuestra legislación, debe ser asimilada a la nulidad
absoluta, se llega a la conclusión de que quien niega la titularidad de un
derecho fundado en un acto jurídico tentado, sólo podría reclamar la falta
de efectos durante el lapso de tiempo instituido en la ley al regular la nuli-

132
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad…, obra citada, p. 20.
133
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad…, obra citada, p. 23.
134
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad…, obra citada, p. 24.
135
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad…, obra citada, p. 25.
136
Misma obra citada.
137
Misma obra citada.

87
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

dad”.138 En este sentido, el autor citado explica más adelante que “el curso del
tiempo no puede incorporar al acto tentado el elemento o elementos
estructurales que le faltan”.139
A diferencia de la nulidad, para Rodríguez la inexistencia “puede alegar-
se por cualquier persona, al margen del interés que sustente, porque el acto
tentado no forma parte del ordenamiento jurídico”. “Si el acto o contrato
es una regla particular y, como tal, forma parte del ordenamiento jurídico,
debiendo ser respetada por todos en el carácter de regla particular de efec-
tos relativos, todos también pueden impugnarla si tienen la pretensión de
que ella no existe”.140
En la misma línea, afirma Rodríguez que la inexistencia debe “ser ‘cons-
tatada’ por el juez tan pronto compruebe que el negocio jurídico que se
invoca es incompleto o tentado”. “Privar de esa atribución al juez implicaría
obligarlo a tener por real y verdadero un acto que no existe como tal en
la naturaleza”; siendo en este caso más amplias las facultades del juez, que
en el caso de la nulidad absoluta, en que se requiere que el vicio aparezca de
manifiesto en el acto o contrato”.141
Reducida la inexistencia a aquella situación de los actos meramente ten-
tados o incompletos, a veces rodeados de ciertas apariencias, la postura de
Rodríguez parece encontrarse relativamente próxima a la noción de aque-
llos actos meramente aparentes que mencionamos en el Nº 25 de esta obra
al comentar el alcance de la expresión contratos “legalmente celebrados”
del artículo 1545 del Código Civil.
En la doctrina reciente, la tesis de Rodríguez Grez ha sido controvertida
por el profesor Jorge Baraona, quien se opone a pensar que “el acto nulo se-
ría un acto que ha entrado en el sistema jurídico y en la inexistencia el acto
que orbita fuera de él (…), porque ello supone darle un grado de eficacia
a la nulidad, al menos la absoluta, que no puede tener”.
Prosigue Baraona, “bajo este planteamiento, es obvio que la existencia
del acto es requisito o presupuesto para la validez del mismo, por lo que bien
puede decirse que tan fuera del Derecho está el acto inexistente como el nulo,
en el sentido que ambos son ineficaces. La diferencia en mi criterio radica en
la mayor o menor apariencia formal del acto; es decir, su existencia emanaría
de su ostensibilidad en cuanto acto regular. La nulidad proviene de la insufi-
ciencia del acto respecto de los requisitos legales para tener eficacia”.142
Como se puede apreciar, Baraona reduce la inexistencia a la falta de
suficiente apariencia formal y, para los demás casos, sostiene la aplicación
extensiva de la nulidad absoluta, como en su tiempo lo hiciera José Clemen-

138
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad…, obra citada, p. 48.
139
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad…, obra citada, p. 61.
140
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad…, obra citada, p. 63.
141
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad…, obra citada, p. 66.
142
BARAONA GONZÁLEZ, JORGE, La inexistencia de los actos jurídicos: algunas consideracio-
nes dogmáticas, en Estudios de Derecho Civil, Jornadas Nacionales de Derecho Civil, Valdi-
via, 2005, Coordinación de Juan Andrés Varas y Susan Turner, Editorial LexisNexis, Valdi-
via, 2005, pp. 66 y 67.

88
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

te Fabres. Consistente con ello, según podremos constatarlo más adelante


(véase Nº 1248), Baraona propone para la nulidad absoluta unos efectos
que aproximan esta sanción a las características propias de la inexistencia
planteadas por Rodríguez, apartándose también de los postulados sostenidos
en esta obra.
En todo caso, podemos desde ya anticipar que la tendencia a llevar los
efectos de la nulidad más allá de los marcos tradicionales en la doctrina
nacional no es exclusiva de Baraona. Por el contrario, como podremos
comprobarlo en la letra siguiente, el propio Rodríguez, al desarrollar su
tesis de la nulidad originaria o nulidad efecto, hace operar este instituto con
efectos e intensidad que trascienden las categorías generalmente aceptadas,
tratándose de la nulidad absoluta y relativa.
Por último, cabe citar la opinión de Víctor Vial, quien, al igual que
los autores citados más arriba, considera que la inexistencia tiene cabida
en nuestro Derecho. Este autor sigue los planteamientos de Luis Claro
Solar sobre la materia y busca actualizar la clásica discusión respecto a la
inclusión de la teoría de la inexistencia en nuestro sistema civil, para lo
cual considera que la ausencia de un título especial dedicado a la inexis-
tencia en el Código Civil no significa que la institución no sea admitida,
puesto que la inexistencia se encontraría plasmada en diversos artículos
del Código Civil e incluso en leyes especiales. Al respecto, Vial se remite
al artículo 6º de la Ley Nº 18.046, que señalaba que “no existe sociedad”
[…],143 en los casos en que se admitían los requisitos allí previstos. En cuan-
to al actual texto de la Ley Nº 18.046, que modificó la expresión “no exis-
te” por “nulidad de pleno derecho”, Vial concluye que la voz “nulidad de
pleno derecho” difiere diametralmente de la nulidad reglamentada en el
Código Civil, y siendo sus diferencias tan grandes, sería más correcto asi-
milar la nulidad de pleno derecho a la inexistencia. En el mismo sentido,
encontramos la opinión del profesor Puelma tratada en los Nos 121, 1312
y siguientes de esta obra.
Ahora bien, nos parece que una cosa es reconocer la diferencia patente
que existe entre ambas clases de nulidad y otra muy diversa es aceptar que,
sobre la base de la expresión “pleno derecho o ipso iure”, la teoría de la
inexistencia tendría cabida en nuestro Derecho Civil, con la amplitud en
que en un momento lo concibió Luis Claro.
En la misma línea de Rodríguez, Vial concluye, citando a Santoro Pas-
sarelli, que acerca de la omisión de los llamados requisitos de la esencia es
preciso distinguir “entre la falta que permita, con todo, la identificación
jurídica del negocio, falta que produce únicamente la invalidez, y la falta
que, por el contrario, impide la identificación del negocio, que es, por
esto, jurídicamente inexistente. La identificación es imposible cuando la
imperfección sea tal que excluya que en un hecho pueda reconocerse un
determinado negocio”.144

143
VIAL DEL RÍO, VÍCTOR, Teoría General del Acto Jurídico, 5ª edición actualizada, Editorial
Jurídica de Chile, Santiago, 2003, p. 242.
144
VIAL DEL RÍO, VÍCTOR, obra citada, p. 244.

89
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

Como se aprecia, se vuelve a la identificación de los actos inexistentes con


aquellos meramente tentados incompletos o carentes de una mínima aparien-
cia jurídica, ámbito en el que la institución aparece como justificable.
b. La nulidad en la doctrina de Rodríguez Grez
A diferencia de la inexistencia, afirma Rodríguez que “la nulidad opera
en virtud de una sentencia judicial ejecutoriada. Mientras ello no ocurre, el
acto está dotado […] de un poder vinculante provisional o transitorio, lo cual
es consecuencia de que concurren los elementos esenciales para que surja
a la vida del Derecho”. Así, la sentencia judicial pone término a la “validez
presuntiva del acto nulo”.145
Este autor clasifica la nulidad en dos grandes ramas: nulidad efecto y
nulidad sanción. Rodríguez intenta demostrar que la nulidad efecto, o como
él la denomina “nulidad originaria”, se encuentra recogida en nuestro Có-
digo Civil a la luz de una interpretación moderna y finalista de la ley.146 En
palabras suyas, se entiende por nulidad originaria “la privación o exclusión
de todo efecto jurídico, provisional o definitivo, dispuesta en la ley respecto
de ciertos actos señalados en forma expresa y específicamente en ella”.147
En cambio, por nulidad sanción se entiende la “sanción civil que consiste en
privar, total o parcialmente, de validez provisional a un acto jurídico, o bien
atribuirle otros efectos diversos de los queridos y previstos por las partes,
deslegitimando las situaciones jurídicas forjadas a su amparo, en la forma
prevista y sin perjuicio de las excepciones legales”.148
En concepto de Rodríguez Grez, la nulidad efecto opera por disposición
expresa de la ley ab initio, de pleno derecho, con el solo mérito de la decla-
ración formulada por la norma. La causa de este tipo de nulidad es la ley.
Esta clase de nulidad incluye a las nulidades radicales y a las nulidades expresas
o textuales. Las nulidades radicales constituyen la forma más extrema y defi-
nitiva de privar de efectos a un acto jurídico. En este tipo de nulidad la ley
dispone que el negocio que se ha perfeccionado, porque en él concurren
todos los elementos esenciales, debe considerase como inexistente, como
no celebrado, como no escrito.149 Ésta se identificaría con la inexistencia
legal o impropia, puesto que se trata de una mera ficción del legislador,
como tantas otras ficciones contenidas en el Código Civil. De otro lado, en
el caso de las nulidades expresas o textuales, “se trata de actos perfectamen-
te singularizados, en los que pueden o no concurrir vicios de nulidad, sin
embargo de lo cual el legislador, de manera imperativa, declara la nulidad
directamente”.150 En estos casos, “es la misma norma la que declara el acto
desprovisto, total o parcialmente, de efecto vinculante”.151
“En el caso de las nulidades sanción o también denominadas virtuales
o tácitas, es la sentencia judicial la que, aplicando la ley, priva al acto de los

145
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, p. 56.
146
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, p. 127.
147
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, p. 126.
148
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, p. 124.
149
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, p. 129.
150
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, p. 136.
151
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, p. 116.

90
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

efectos que le son propios”.152 En el sistema de Rodríguez, éstas corresponden


a las clásicas nulidades absoluta y relativa, y suponen siempre que falta uno
de los requisitos que la ley prescribe para el valor del acto o contrato.
La premisa de Rodríguez para llegar a estas distinciones dice relación
con que no sería posible construir una teoría unitaria de la nulidad. Afir-
ma que “su estudio nos obliga a formular una distinción básica que, como
analizaremos en su oportunidad, tiene plena justificación en nuestra ley. La
nulidad puede ser una sanción o un efecto. Entre una y otra hay diferencias
sustanciales. Lo que hasta este momento se ha entendido por nulidad, re-
duciéndolas todas ellas a la nulidad absoluta y a la nulidad relativa (regidas
por el Título XX del Libro IV del Código Civil), no es más que un tipo: la
‘nulidad sanción’. Ha quedado preterida o mal asimilada a ésta la que he-
mos llamado ‘nulidad efecto’, que se aproxima muchísimo a la ‘inexisten-
cia’, pero que tiene reglas diversas y hasta opuestas. La ‘nulidad sanción’ se
conoce en la doctrina como ‘nulidades virtuales’ y ellas corresponden, como
quedó dicho, a las nulidades absoluta y relativa reglamentadas en nuestra
ley. La ‘nulidad efecto’ corresponde a lo que en doctrina se ha denominado
‘nulidades radicales’ y ‘nulidades textuales’. Estos tipos diversos de ineficacia
son tan diferentes que resulta imposible construir un concepto común que
los defina en todos sus rasgos y características”.153
Por nuestra parte, no nos parece que las distinciones que efectúa este
autor puedan extraerse del texto y el sistema del Código Civil. En cambio,
estimamos mejor fundada la noción de inexistencia perfilada en la primera
parte de su obra. En todo caso, la identificación de la inexistencia con el
acto incompleto o tentado –de por sí sugerente– obliga a Rodríguez –según
hemos visto– a desterrar la causa fuera del catálogo tradicional de los requi-
sitos de la esencia del acto jurídico.
Desde nuestro punto de vista y atendida la despreocupación de nuestro
Código por sistematizar esta materia, es destacable el esfuerzo de la doctrina
moderna por distinguir, por un lado, la situación extrema de los actos ten-
tados o incompletos, teniéndolos por inexistentes y negándoles siquiera un
efecto jurídico provisional, y por el otro, la situación de los actos anulables,
revestidos de una “objetividad aparente” y de efectos jurídicos al menos pro-
visionales, sujetos a ser truncados por la sanción de la nulidad. Sin embargo,
en nuestra opinión este esfuerzo interpretativo es llevado demasiado lejos
cuando se propone una suerte de categoría intermedia –la nulidad efecto de
Rodríguez–, asociada la existencia de vicios semejantes a los de la nulidad y
a efectos muy cercanos a los propios de la inexistencia. Nos parece que en
este segundo caso, el lenguaje del Código no sustenta una interpretación
bimembre de la nulidad y, por otro lado, el principio de la seguridad jurí-
dica y de la proscripción de la autotutela no permiten interpretar en forma
tan restrictiva las normas que disponen la declaración judicial de ésta y el
saneamiento de la nulidad por el transcurso del tiempo (artículos 1687 y
1683), para así descartar la aplicación de tales normas.
152
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad…, obra citada, p. 136.
153
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad…, obra citada, p. 117.

91
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

De hecho, si bien algunos de los supuestos de nulidad originaria que


propone Rodríguez parecen encuadrarse bien en un régimen de nulidad
susceptible de operar de pleno derecho, como es el caso de las disposicio-
nes derogatorias de la facultad de revocar el testamento (artículo 1001 del
Código Civil), o las estipulaciones en que se renuncia a la acción rescisoria
por lesión enorme (artículo 1892), en otros casos tal asimilación parece ex-
cesiva, especialmente frente a la riqueza de las situaciones y dificultades que
pueden darse en la vida práctica. Es el caso de la supuesta nulidad radical,
que, a juicio de Rodríguez, se daría en los casos de asignaciones a personas
inciertas o indeterminadas (artículo 1056), o en los supuestos de asignacio-
nes testamentarias motivadas por un error de hecho (artículo 1058); o de la
nulidad textual que se daría en los casos de contratos de promesa celebrados
en infracción de alguno de los requisitos establecidos en el artículo 1554
del Código Civil.154 En estos casos nos parece que la decisión judicial debe
jugar un rol preponderante, en vez de limitarse a constatar una situación de
hecho que en el intertanto ha legitimado el comportamiento de las partes
en un sentido contrario a los efectos previstos para el acto jurídico de que
se trate.
Un aspecto central en el análisis que efectúa el profesor Rodríguez
Grez lo constituye su visión acerca del modo de interpretar nuestra ley
civil. En este sentido, este autor afirma que “para arribar a conclusiones
aceptables en esta materia, hay que reconocer que la ley, desde su naci-
miento, se independiza del autor y va evolucionando por sí sola con una
intención y voluntad propias. Expresado lo anterior, afirmamos la doble
distinción, en una teoría unitaria de la nulidad”.155 Sin embargo, luego de
proclamar este principio, para extraer de la ley civil un sistema que cree-
mos no aparece de la intención del codificador, unas líneas más adelante el
mismo Rodríguez apela a la escrupulosidad terminológica de Andrés Bello
para sustentar las distinciones sobre las que se basa la teoría bimembre de
la nulidad. Así, por ejemplo, hace notar que “hay una clara distinción en
la terminología empleada por el Código, lo cual es indicativo de que ello
obedece a una concepción diversa, tanto más si se tiene en consideración
la precisión de que hace gala el autor del Código en todo orden de ma-
terias”.156
A partir de lo expuesto en el párrafo que precede, para sustentar su
distinción, el profesor Rodríguez Grez sitúa, a un lado, la sanción propia
de la omisión de requisitos de validez –a saber, la nulidad virtual– y, del
otro, los casos en que la ley se limita a sancionar un determinado acto
con expresiones propias de las categorías de la inexistencia (“no escrito”,
“no celebrado”, etc.), en que no se mencionan “requisitos o condiciones
ausentes”, que serían manifestaciones de la llamada nulidad efecto.157 Sin
embargo, y como se ha dicho, a nuestro juicio, semejante distinción des-

154
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, pp. 129 y ss.
155
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, p. 146.
156
Misma obra citada.
157
Misma obra citada.

92
CAPÍTULO II - LA NULIDAD EN EL DERECHO POSITIVO CHILENO

atiende el claro sentido de normas como el artículo 1682 del Código Civil,
que sanciona con nulidad absoluta (una especie de nulidad virtual en la
teoría de Rodríguez) los casos de objeto o causa ilícita, en relación con el
artículo 1466 del mismo Código, conforme al cual existe objeto ilícito en
todo contrato prohibido por las leyes. Lo mismo cabe señalar en relación
con el artículo 10 del Código Civil. En efecto, nos parece demasiado forza-
da una interpretación que pretenda distinguir entre actos reprochados por
la ley bajo la forma de una nulidad originaria –como los que se incluyen
en el catálogo propuesto por el profesor Rodríguez– y los actos reprocha-
dos vía prohibiciones, los cuales caerían en el ámbito de las nulidades
virtuales vía objeto o causa ilícita; como si en este segundo caso se tratare
lisa y llanamente de una sanción más atenuada, conclusión que no fluye
de los categóricos términos del artículo 10 del Código Civil y su evidente
conexión con el artículo 1466. Más bien, parece adecuado incluir, dentro
de la gran categoría de actos prohibidos, y por ende calificados como de
objeto ilícito, todos aquellos negocios cuya celebración la ley excluye de
modo absoluto, con independencia de las expresiones de las que el legis-
lador se sirva, opción que ciertamente Rodríguez descarta.158
Asimismo, el profesor Rodríguez estima que “en cada una de estas
nulidades hay valores de diversa entidad comprometidos. En los casos de
las nulidades radicales o por inexistencia legal, se desvirtúa o desnatura-
liza gravemente una institución o derecho fundamental de las personas
[…]. Todo ello revela que las nulidades radical y textual están reservadas
a situaciones en que se hallan en juego normas que el legislador quie-
re imponer, restando a las partes la facultad de colocarse al margen del
mandato normativo. A la inversa, las nulidades virtuales son generales, no
están referidas a actos o contratos específicamente y, en ciertos casos, no
obstante ser el acto nulo, la propia ley priva a las partes del derecho de
solicitar la nulidad o mantiene los efectos del acto contrario a derecho”.159
En consideración a las mismas normas citadas en el párrafo anterior, que
claramente prescriben la sanción de nulidad absoluta para los actos prohi-
bidos por la ley, no estamos de acuerdo en que pueda plantearse una jerar-
quización en las sanciones, concluyendo que en los casos de los supuestos
de nulidad radical y textual propuestos por Rodríguez los efectos del acto
o contrato respectivo pueden ser excluidos sin sujeción a los marcos de
la tutela judicial y saneamiento por transcurso del tiempo, propios del
estatuto de la nulidad absoluta. De acuerdo a lo que se ha venido señalan-
do, no concordamos con la afirmación de Rodríguez en cuanto a que “el
redactor del Código fue, a medida que desarrollaba cada institución, tipi-
ficando aquellas faltas de mayor trascendencia para sancionarlas con este
tipo de nulidades”.160 Puede aceptarse que en materia de inexistencia el
legislador haya prescindido de establecer un estatuto para excluir de todo
efecto, aun provisional, a los actos meramente tentados, pero en materia

158
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, pp. 156 y 159.
159
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, p. 147.
160
RODRÍGUEZ GREZ, PABLO, Inexistencia y nulidad..., obra citada, p. 148.

93
PRIMERA PARTE - PRINCIPIOS GENERALES APLICABLES A AMBAS ESPECIES DE NULIDAD

de nulidad no parece razonable atribuir al codificador otra distinción que


la de la nulidad absoluta y relativa; salvo en los casos en que tal distinción
es indudable, como ocurre con la nulidad de pleno derecho establecida en
la Ley Nº 18.046.

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