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Guía para Ingeniería
de Seguridad Vial
Traducción franjusierra@yahoo.com
Francisco Justo Sierra franjusierra@arnet.com.ar
Ingeniero Civil UBA Beccar, enero 2009
Muchas profesiones tienen una responsabilidad directa por la seguridad vial. Una de
ellas es la profesión de ingeniero vial y de tránsito. Varios estudios indicaron que
quizás el 40 por ciento o más de las reducciones de accidentes que razonablemente
podrían esperarse en el sistema vial pueden acumularse por la provisión de caminos
más seguros.
Muchos de los responsable por la seguridad vial en un entorno de ingeniería
vial o de tránsito son empleados por el gobierno local, una oficina regional de
un estado u organismo vial nacional, o una consultora que trabaja para estas
clases de organismos. Típicamente, la seguridad vial es sólo uno de una
cantidad de sus deberes profesionales, y muy a menudo necesitan ayuda en
sus intentos para proveer un entorno vial más seguro en su área de
responsabilidad.
Fue por mi experiencia de muchos años que los ingenieros en este campo podrían
dar la bienvenida a una concisa, autorizada y amplia fuente de información práctica
sobre la aplicación de un rango de tratamientos de ingeniería vial y de tránsito para
resolver un problema de seguridad vial. Muchas veces me preguntaron qué se
podría hacer en tal y tal situación, y a menudo fui consciente, por mi investigación,
de adecuados tratamientos o estrategias que pueden aplicarse para ayudar en esa
área de problema. Pero usualmente la fuente de esta información estaba en un
informe de investigación, una oscura publicación, el texto de una conferencia, o
alguna fuente tal que el ingeniero practicante no conocía o a la cual no tenía fácil
acceso. Por lo tanto, este libro se escribe primariamente con esa audiencia en la
mente. Sin embargo, espero que sea directamente relevante para un curso de grado
o postgrado en ingeniería vial o de tránsito, dado que la seguridad debería ser una
de las consideraciones clave en tales cursos. También es, espero, inteligible para
los profanos, y debe ser de relevancia para quienes tienen responsabilidad por la
política de seguridad vial.
En el curso de la escritura del libro, intenté informar la mejor práctica mundial y
trazar un amplio rango internacional de fuentes de material, principalmente (pero no
sólo) del mundo de habla inglesa. Como resultado, el material del libro debe ayudar
en el intercambio de conceptos y práctica de un país a otro, dado que algunos
países están más avanzados en algunas áreas que otros, y hay muchas
oportunidades para aprender de fuente internacional lo que este libro toma.
Como resultado, no hay un conjunto de prácticas que forme la base del libro. Estoy
más familiarizado con la práctica e investigación en Australia, el Reino Unido, y los
Estados Unidos, pero el libro no podría ser realmente tomado como que representa
la práctica en cualquiera de esos lugares. Más bien, intenta volcar lo mejor que
cada uno de estos y otros lugares tienen para ofrecer en el campo de la ingeniería
de la seguridad vial.
Un sustantivo borrador del libro fue escrito en 1994-95 durante un período de
sabático alejamiento desde la Monash University hacia la University College,
Londres.
...
Ken Ogden
Melbourne
julio, 1995
GLOSARIO
Al preparar el manuscrito de este libro, resultó claro que alrededor del mundo había
significativas incoherencias en la terminología de muchos ítems de la práctica y proceso de
la ingeniería vial y de tránsito.
Por lo tanto, decidí cómo resolver este tema, dado que el libro perdería algo de su probable
utilidad si no era fácilmente inteligible para el lector.
En algunos casos, al referirme a un ítem específico, adopté una nomenclatura dual, tal como
freeway/motorway (autopista), y las señales GIVE WAY/YIELD (CEDA EL PASO).
Pero principalmente, para evitar que el libro fuera muy dificultoso y molesto para leer, adopté
un solo término, y lo usé en todo el escrito.
El término que seleccioné es uno que confío y espero sea inteligible para todos los lectores,
aun si en su propio ambiente es más común otro.
Por ejemplo, usé el termino ‘divided road’ (camino dividido) más que ‘dual carriageway’,
porque quines habitualmente usan el último término por lo menos comprenderán lo que el
primero significa.
La inversa no es necesariamente cierta, dado que el término carriageway (calzada)
difícilmente se usa en los EUA.
Afortunadamente, en tanto hay muchos ítems para los cuales hay diferente terminología,
sólo hay unos pocos donde el mismo término significa cosas diferente en diferentes lugares.
Por ejemplo ‘guard rail’ en Gran Bretaña significa una valla peatonal, mientras que en otras
partes es una barrera de seguridad al costado del camino, y ‘passing’ en algunos lugares se
refiere a loa vehículos que viajan en sentidos opuestos, mientras que en otros lugares se
refiere a vehículos que viajan en el mismo sentido (‘overtaking’)
Por lo tanto, el glosario siguiente indica en la primera columna el término que usé en este
libro. La segunda columna lista las palabras que tienen esencialmente el mismo significado.
No hay ninguna convención para esto; es decir, no usé la terminología británica, o
norteamericana, o australiana, sino el término que pienso será el más ampliamente
entendido.
CAPÍTULO 1
PROBLEMA DE LA SEGURIDAD VIAL:
NATURALEZA Y DIMENSIONES
Traducción franjusierra@yahoo.com
Francisco Justo Sierra franjusierra@arnet.com.ar
Ingeniero Civil UBA Beccar, diciembre 2008
CAPÍTULO 1
PROBLEMA DE LA SEGURIDAD VIAL: NATURALEZA Y DIMENSIONES
Siendo todo los demás igual, cuanto más rápido viajemos, y más viajemos, el
riesgo será mayor.
Por ejemplo, si reemplazamos el transporte tirado por animales con transporte moto-
rizado, incrementamos la velocidad y movilidad. Por esto el tema de los muertos y
heridos viales se volvió un tema principal durante el siglo 20.
Figura 1.3 Muertes en accidentes viales por 10 mil vehículos registrados, paí-
ses selectos
Figura 1.5 Muertes en accidentes viales por 100 mil personas, países selectos
Además, esta dicotomía resultó en algo paradojal (Trinca, y otros, 1988, pág.
44): por un lado el menor índice de muertos por kilómetro significó tender a tomar la
movilidad en segundo lugar entre los tomadores de decisiones de transporte, mien-
tras que por otro lado, los grandes pasos hechos por la ciencia médica en el control
de enfermedades significó que el trauma vial haya crecido como tema de salud pú-
blica.
Por lo tanto, puede ser repugnante aceptar medidas de seguridad si se perci-
ben como que comprometen la movilidad.
Los ejemplos del conflicto entre seguridad y movilidad incluyen (Trinca, y otros, pág.
44; Evans, pág. 363):
• límites de velocidad,
• cascos de motociclistas,
• planificación uso del suelo (p.e., ubicación y tamaño de los centros de compra),
• trazados de calles que restringen accesos (p.e., clausuras de calles),
• edad mínima para obtener licencia para conducir (o aun la necesidad de tener
una licencia),
• restricciones sobre los conductores novicios (alcohol, nocturnidad),
• licencias graduadas para los camioneros,
• lomos de burro y otras medidas de apaciguamiento del tránsito, y
• fases de giros totalmente controlados en los semáforos.
En cada uno de estos ejemplos hay (o hubo, según el país o jurisdicción invo-
lucrada) resistencia a la medida de seguridad, o un compromiso en su introducción o
control, debido a la necesidad de considerar conflictos con la movilidad.
Inversamente, hay medidas de seguridad que no son conflictuales con la mo-
vilidad. Éstas tienen fácil aceptación, excepto donde haya oposición en otros cam-
pos, tales como costo o inconveniencia, en cuyo caso pueden no haber sido adopta-
das por el muy bajo nivel de riesgo percibidos por los viajeros.
Notas:
CAPÍTULO 2
SISTEMAS DE ADMINISTRACIÓN
DE LA SEGURIDAD
Traducción franjusierra@yahoo.com
Francisco Justo Sierra franjusierra@arnet.com.ar
Ingeniero Civil UBA Beccar, diciembre 2008
CAPÍTULO 2
SISTEMAS PARA ADMINISTRAR LA SEGURIDAD
En este capítulo damos una mirada general al enfoque contemporáneo para adminis-
trar el problema de la seguridad vial. Ponemos énfasis en la necesidad de basar las
respuestas en una sana forma científica; es decir, desde la comprensión de la natura-
leza del problema y una aptitud para analizarla desapasionada y objetivamente, más
que juiciosa o emocionalmente. Se definen las estrategias genéricas de la seguridad
vial y se discuten las políticas y programas destinados específicamente a la seguridad
vial. Esto conduce a tratar cómo ocurren los accidentes dentro del sistema de tránsito
vial y sus componentes humano-vehículo-camino, y desde allí, una descripción de la
función y propósito de la ingeniería de la seguridad vial como uno de los componen-
tes clave de una estrategia de administración de la seguridad.
Los conceptos de 'culpa' no nos conducen a ninguna parte, porque no nos indican
cómo podríamos desarrollar útiles programas de seguridad.
Consecuencias, no accidentes
En parte, esto es continuación del punto previo. Mientras conceptualizamos los acci-
dentes como una ‘falta’ de un ser humano, fuimos inevitablemente conducidos a
pensar que la tarea a mano era cambiar al ser humano de modo que los accidentes
no ocurrieran.
Sin embargo, un enfoque opcional – y mucho más eficaz – es reemplazar el
objetivo de reducir la frecuencia de los accidentes con el objetivo de reducir las pér-
didas: ‘controlar efectivamente las indeseables consecuencias de usar el sistema de
transporte vial’ (Haight, 1983).
Exposición
Análisis estadístico
Éstos incluyen las limitaciones y carencias de las bases de datos de los accidentes,
la dificultad de aislar un factor de otros que también pueden haber afectado la segu-
ridad, y los peligros de la ‘regresión a la media’: propiedad por la cual, en un lugar
donde la ocurrencia de accidentes fluctúe, es estadísticamente probable que a un
período con una frecuencia comparativamente alta de accidentes siga otro con una
frecuencia baja de accidentes, aun en la ausencia de alguna forma de intervención.
Si intervinimos (p.e., con un tratamiento de administración del tránsito), podemos
incorrectamente atribuir la caída al tratamiento.
Evaluación
Prioridades racionales
Así, en resumen, no fue hasta que no transitamos un camino desde los enfo-
ques de sistemas orientados desde mono-causal hasta multi-causales que hicimos
progresos significativos en asir el trauma vial, desde los enfoques más simplistas
que supervisamos las interacciones entre el usuario vial, el vehículo y el sistema vial.
Terminología
Dentro del general clima intelectual descrito, puede idearse un amplio rango de po-
sibles estrategias de seguridad vial, cada una tratando aspectos específicos del pro-
blema de la seguridad vial.
Esto trae dos ítems para tratar: primero, un vistazo genérico de las estrategias de
seguridad vial, y segundo cómo estas estrategias dispersas pueden integrarse en un
enfoque coherente y sistemático para administrar la seguridad vial.
Trinca y otros (1988) revisaron estrategias de seguridad vial de cinco catego-
rías, cada una de las cuales tiene un rango de programas específicos:
Control de exposición
Las opciones de programas específicos incluyen (Trinca y otros, 1988, pág. 89):
• opciones del transporte vial (p.e., tren, ómnibus, avión, telecomunicaciones, etc.),
• restricciones vehiculares(limitar tamaño motor; p.e., motocicletas),
• restricciones de uso (p.e., camiones prohibidos en calles locales, paseos para
peatones o precintos donde los peatones tengan prioridad sobre el transporte
motorizado,
• peatones y ciclistas prohibidos en autopistas, etc.), y
• restricciones de usuarios (p.e., edad, límites de alcohol en sangre, novicios de
noche, licencias graduadas, etc.),
Prevención de accidentes
• diseño vial,
• diseño y control de intersecciones,
• delineación, iluminación y señalización,
• construcción y mantenimiento vial,
• administración de peligros al costado-del-camino,
• administración del tránsito (incluyendo apaciguamiento del tránsito),
• velocidades y límites de velocidad, y
• tratamientos dirigidos a los usuarios vulnerables.
• frenos,
• luces, reflectores, etc.,
• manejo,
• controles del conductor,
• visibilidad,
• resistencia al choque,
• calefacción y ventilación, y
• estabilidad (especialmente vehículos pesados).
Advierta que en la mayoría de los países hay reglas específicas que ordenan
muchas de éstas para los nuevos vehículos.
En algunos países, también hay provisión de revisión periódica e inspección de los
vehículos en servicio.
Modificación de comportamiento
Control de heridos
• automotores
o cierres antiestallido de puertas
o contención del cinturón de seguridad
o integridad estructural de la cabina
o vidriado laminado
o columna de dirección retráctil
o instalaciones interiores ‘indulgentes’
o cabezales de respaldo
o características exteriores (para seguridad peatonal)
• bicicletas y motocicletas
o casos
o conspicuidad
• ómnibus
o cinturones de seguridad
o instalaciones interiores ‘indulgentes’
• entorno vial
o similar a anterior prevención de accidentes.
Administración pos-herida
• Durante o a pocos minutos del choque: usualmente la muerte resulta por la ruptu-
ra del cerebro, sistema nervioso central, corazón, o de vasos sanguíneos princi-
pales. Aproximadamente el 50 por ciento de las muertes viales ocurren en este
período. Sin embargo, esto ocurre en sólo aproximadamente el 5 por ciento de
los accidentes con víctimas. Es poco lo que la ciencia médica pueda hacer por
este grupo.
• Durante el período de 1-2 horas después del accidente, cuando la muerte resulta
de heridas serias de cabeza, pecho o abdominales, o importante pérdida de san-
gre. Alrededor del 35 por ciento de las muertes ocurren en este período, de alre-
dedor del 15 por ciento de los accidentes con víctimas. Debido a tempranos y
adecuados esfuerzos médicos son probables mayores índices de sobrevivientes.
• Dentro de los 30 días de admisión en hospital. Las causas principales son muerte
cerebral, falla e infección de órganos. Aproximadamente el 15 por ciento de las
muertes ocurren en esta última etapa. Es poco lo que la ciencia médica puede
hacer para reducir esto en los países desarrollados, pero puede ser un importan-
te contribuyente en los países en desarrollo.
Necesariamente, este vistazo se hizo a la ligera; pero sirve para destacar que
estamos tratando con un tópico complejo e importante, en el cual los profesionales
de varias disciplinas tienen responsabilidad.
El equilibrio del libro se relaciona particularmente con la función del ingeniero vial y
de tránsito, pero para el lector es útil tener una vislumbre del cuadro más grande, de
modo que la contribución del ingeniero pueda verse en un contexto más amplio.
Reino Unido
• planeamiento,
• información,
• ingeniería,
• educación y entrenamiento,
• control,
• incentivo, y
• coordinación de recursos.
Ahora estos planes están en ejecución, y las autoridades locales en Gran Bretaña
están a tono con la filosofía e implementación de los programas de seguridad vial
(Brownfield, 1993). Ellas tienen el requerimiento legislativo, no la autoridad, sino la
obligación de:
Australia
Similarmente, en Australia se preparó una estrategia nacional para ´reducir los cho-
ques viales y sus costos económicos en términos reales durante los 1990s y en el
siglo siguiente’ (Federal Office of Road Safety, 1992).
Se obtuvo el éxito esperado de concertadas aunque dispersas acciones de seguri-
dad vial realizadas por los gobiernos federal, estatales y locales.
Se vio que para progresar más en la seguridad vial se requería un esfuerzo nacional
coordinado
La estrategia desarrolló metas específicas (p.e., reducir las muertes viales 10 por
100000 personas en el 2001 con correspondientes reducciones de los heridos), y
prioridades específicas.
Hubo un desarrollo complementario de las estrategias de seguridad vial en cada uno
de los estados y territorios (Ungers y Vincent, 1995), y un plan nacional de seguridad
vial, con 37 iniciativas específicas a través de ocho objetivos estratégicos:
Resumen
Sin embargo, el alto compromiso del humano no sorprende – al final, quizás podría-
mos esperar que el usuario esté comprometido en el 100 por ciento de todos los ac-
cidentes, dado que en casi todos los casos podría haber sido posible una acción al-
ternativa y, en cualquier caso, si tomamos una perspectiva más amplia, los humanos
también están comprometidos en el diseño y provisión vial y automotor.
En tanto tales estudios son valiosos, por varias razones son de uso limitado al
desarrollar contramedidas.
Primero, estos análisis se basan en la premisa según cual el resultado podría haber
sido diferente si una característica particular no hubiera estado presente.
Esto origina algunos problemas de interpretación.
Por ejemplo, un accidente frontal en una camino seco bien iluminado podría supo-
nerse como de total contribución del usuario vial.
Pero también podría argüirse que el accidente no hubiera ocurrido en una carretera
dividida; es decir, hay una contramedida vial potencialmente disponible.
Similarmente, los resultados no se relacionan directamente con los factores contri-
buyentes – el mismo accidente, con factores idénticos, podría haber tenido resulta-
dos diferentes según cosas tales como tamaño del vehículo, uso del cinturón de se-
guridad, servicios de emergencia, etcétera.
Además, los factores que contribuyen a un accidente no necesariamente
apuntan en la dirección de contramedidas de efectividad-de-costo.
Al comentar este punto, el UK Department of Transport (1986, pág. 2,12) en su Ac-
cident Investigation Manual hizo notar:
'Al considerar medidas remediadores para reducir los accidentes debe consi-
derarse que el remedio más efectivo no necesariamente se relaciona directa-
mente con la ‘causa’ principal del accidente, y que aun puede yacer en un área
distinta del camino, vehículo, o usuario vial. Esto es particularmente cierto en
accidentes en los cuales el usuario vial falla en enfrentar al entorno vial; en
muchos accidentes la causa primaria puede decirse que se debe a falta de apti-
tud del conductor, pero los remedios de ingeniería para mejorar el camino son
más baratos y fáciles de efectuar que entrenar al conductor hasta el necesario
grado de habilidad.
Además, aun en circunstancias en la cuales el error o deterioro humano
haya sido juzgado ser el único contribuyente, puede ser posible influir más fá-
cilmente en el comportamiento humano mediante medios ingenieriles que por
la educación o control o legislación. Hay además una considerable probabili-
dad de reducir los daños aun cuando no puedan evitarse los accidentes.’
En una excelente discusión sobre este tema, Hauer (1993, pág. 4) puntualiza
que las nociones de ‘causa’ casi siempre se enfocan en las condiciones inmediata-
mente próximas al mismo suceso del accidente.
Sin embargo, arguye persuasivamente que ‘el concepto de causa sólo tiene signifi-
cado si pensamos en ella como algo que, si se hubiera hecho diferente, podría haber
afectado el resultado.’
Luego puntualiza que, usualmente, alterar las características ingenieriles del camino
y del tránsito afectarán la probabilidad de la ocurrencia o gravedad de los acciden-
tes, de modo que no es útil distinguir entre los caminos como una causa, o los facto-
res humanos como otra causa: ‘sólo hay una cadena de causas en la cual el camino,
su entorno, marcaciones y señales afectan lo que los usuarios hacen.’
Esta noción de que los accidentes son el resultado de una cadena de sucesos
es muy valiosa al desarrollar una red vial más segura; esto también se reconoce y
aplica en otros campos del análisis de riesgo y seguridad del transporte, tal como en
la aviación (Johnston, McDonald y Fuller 1994).
Por ejemplo, Reason (1990) usa una analogía algo diferente; en lugar de una
´cadena´ se refiere a una ´trayectoria de oportunidades de accidentes´, Figura 2.2.
Fuente: Reason (1990), pág. 208. Copyright 1990 by James Reason. Reprinted with the permission of
Cambridge University Press.
Reason sugiere que estas trayectorias deben ‘penetrar varios sistemas defen-
sivos’ que en nuestro contexto son los sistemas humano, vehículo y camino, con el
resultado dependiendo de su ‘penetración’ de las fases pre-choque, en-choque y
después-choque, también.
Por ejemplo, la vasta mayoría de las decisiones tomadas por un conductor no resul-
tan en ninguna clase de peligro; la ‘trayectoria de oportunidad’ no penetra la primera
barrera (humano, pre-choque).
Si el conductor comete un error (o sea, penetra la primera barrera), en las mayoría
de los casos el buen diseño del vehículo (p.e., frenos, volante de dirección) asegura-
rá la no penetración de la segunda barrera, o un buen diseño vial (p.e., anchas ban-
quinas, buena fricción superficial) ayudarán a impedir un accidente; esto se describe
como la tercera barrera.
Similarmente, en las fases en-choque y después-choque, debe penetrarse una su-
cesión de barreras si el resultado ha de ser un accidente con víctimas.
Reason puntualiza que ‘las chances de tal trayectoria de oportunidad de hallar agu-
jeros en todas las defensas en cualquier tiempo son en realidad muy pequeñas’, una
observación que se aplica también al sistema de tránsito vial.
Investigación de accidentes
La mayor parte del esto de este libro trata los elementos de este programa.
Los objetivos e identificación de los lugares peligrosos se tratarán en el Capítulo 5, y
la fase de diagnosis en el Capítulo 6.
La selección de contramedidas se trata en términos generales en el Capítulo 7, en
tanto que los Capítulos 8 a 14 tratan la aplicación de contramedidas específicas.
El Capítulo 15 se relaciona con las auditorías de seguridad vial, mientras que en el
Capítulo 16 tratamos la construcción y evaluación de programas.
Finalmente, en el Capítulo 17 se trata el monitoreo y evaluación.
Segundo, todo el proceso HRL depende de los datos, y por lo tanto es necesario
bosquejar los datos y las necesidades de información en relación con la ingeniería
de seguridad vial, y discutir las limitaciones de los datos. Esto se presenta en el Ca-
pítulo 4.
Notas
1. Por ejemplo, en los Países Bajos, los objetivos son reducir las muertes 50 por
ciento y los heridos 40 por ciento hacia el 2010, en comparación con 1986 (van
de Watering, 1993). En Dinamarca, el objetivo para el año 2000 es reducir los
muertos y heridos en accidentes viales en 40-45 por ciento (Herrstedt 1992). En
Nueva Zelanda se estableció el objetivo de reducir en 50 y 48 por ciento los
muertos y heridos hacia el 2001, en relación con 1991. Además se establecieron
objetivos de comportamiento vial en relación con la seguridad, incluyendo un 40
por ciento de reducción en el porcentaje de accidentes mortales que comprendie-
ran al alcohol, una reducción de las velocidades de operación del 85° percentil
desde 120 a 110 km/h, un incremento del uso del cinturón de seguridad en los
asientos delanteros del 89 al 98 por ciento, y un incremento del uso de casco por
parte de los ciclistas desde el 50 al 90 por ciento (Ministry of Transport, NZ,
1993).
CAPÍTULO 3
FACTORES HUMANOS
EN EL TRÁNSITO VIAL
Traducción franjusierra@yahoo.com
Francisco Justo Sierra franjusierra@arnet.com.ar
Ingeniero Civil UBA Beccar, diciembre 2008
CAPÍTULO 3
FACTORES HUMANOS EN EL TRÁNSITO VIAL
En gran parte, las medidas de ingeniería de seguridad vial funcionan influidas por el
comportamiento humano. Por lo tanto, es esencial que el ingeniero de seguridad vial
conozca algunos aspectos fundamentales del factor humano en el sistema del tránsi-
to vial, para que la administración del tránsito y las estrategias de control sean efecti-
vas y operen con seguridad en la forma esperada. En este capítulo se revisan tres as-
pectos clave del comportamiento humano: procesamiento de la información, caracte-
rísticas visuales, y necesidades de información de los conductores’.
El sistema de tránsito vial puede considerarse formado por tres elementos: el huma-
no, el vehículo, y el camino.
Se trata de un sistema inherentemente inestable, mantenido en equilibrio sólo
por la frecuente intervención del humano (usualmente como conductor de un vehícu-
lo, pero también como peatón o ciclista).
El conocimiento del comportamiento humano, las capacidades y característi-
cas del comportamiento, es un dato vital para la tarea del ingeniero vial y de tránsito,
y un prerrequisito para comprender cómo influir sobre él.
Esto es, la ingeniería de seguridad vial se interesa en varios aspectos del control de
tránsito, pero a menudo, cada control se introduce por medio de, o confía en, su in-
fluencia sobre el comportamiento humano.
Por ejemplo, las señales y semáforos serían inútiles si el conductor no los viera, in-
terpretara, respondiera y obedeciera.
Consecuentemente, la operación segura del sistema vial depende fundamen-
talmente del usuario – conductor, jinete, peatón, ciclista, motociclista – quien toma
una serie de decisiones secuenciales que debieran ser correctas, y que si fueran
incorrectas, para ellas debiera implementarse un entorno indulgente.
El ingeniero vial y de tránsito tienen una función vitalmente importante en ayudar al
usuario para tomar decisiones correctas, mediante la ayuda a controlar la tasa de
toma de decisiones a la cual el humano es capaz de acomodarse, y la presentación
de información de tránsito en forma tal que facilite las decisiones rápidas y correctas.
La función de gran parte de la ingeniería de tránsito, tal como señales, semáforos,
líneas de demarcación, etc., es ayudar a los usuarios a viajar con seguridad.
Sin embargo, los usuarios viales no son homogéneos en sus características, y
debemos ser conscientes de la necesidad de diseñar para un rango de característi-
cas humanas, y una distribución de respuestas. Por ejemplo, hay diferencias sustan-
ciales entre los conductores con y sin experiencia (Drummond, 1989).
Los inexpertos:
• tienen dificultad en juzgar la velocidad, distancia y tiempo de reacción,
• tienden a concentrarse en los objetos cercanos,
• pierden importante información por no apreciar su relevancia,
• tiene pobre percepción de cómo puede volverse peligrosa una situación,
• fijan la vista en un objeto por un largo período,
• tienen dificultad en integrar la información,
• subestiman el riesgo de accidentarse, y
• toman decisiones de conducción menos efectivas.
En el otro extremo del espectro, los conductores ancianos, cuya acuidad vi-
sual y capacidad de procesar información están disminuidas, pueden tener dificulta-
des con situaciones donde se requiera una rápida toma de decisiones (especialmen-
te en las intersecciones); les toma tiempo absorber la información de control de trán-
sito dada por las señales, tienen mayor dificultad a la noche debido a menores nive-
les de iluminación y problemas por el resplandor de los faros del tránsito opuesto, y
se fatigan más fácilmente.
Por otra parte, ellos no están sobrerrepresentados en los accidentes porque tienden
a ajustar su comportamiento, tal como hora del día, velocidad y ruta de viaje, evitar
las áreas congestionadas, buscar grandes claros en el tránsito, etc., (Schlackman y
Winstone, 1988; Transportation Research Board, 1988).
Procesamiento de la información
La tarea de conducir
Estas tareas requieren recibir datos (la mayoría visuales), procesarlos, prede-
cir las acciones alternativas, y decidir cuáles son las más adecuadas, ejecutarlas, y
observar sus efectos por medio de la recepción y procesamiento de nueva informa-
ción (Lay, 1986, pág. 317).
Hay numerosos problemas inherentes a esta secuencia de tareas, que surgen
de las capacidades del conductor humano y de las interfaces entre el humano y
otros componentes del sistema de tránsito vial (camino y vehículo).
Ellos incluyen (Lay, 1986):
Con tal que no se le pida recibir y procesar información muy rápidamente, el conduc-
tor puede mantener el control del vehículo y asegurar el equilibrio en el sistema del
tránsito vial.
Sin embargo, los seres humanos tienen esencialmente una mente de una-huella
(canal único), de modo que deben dividir la atención mientras conducen, y procesar
secuencialmente la información (Hulbert, 1982, pág. 214; Wickens, 1984, pág. 12).
Por eso, si la tasa de toma de necesarias decisiones excede la capacidad del con-
ductor (la máxima tasa de salidas), la tensión resultante podría causar un error, el
cual puede conducir a defectuosas acciones de navegación, guía o control que pue-
den a su vez conducir a un accidente.
El reconocimiento de que los conductores tienen un límite finito para su apti-
tud de procesar información es crucial para la provisión de un entorno vial seguro.
En palabras de la American Association of State Highway y Transportation Officials
(1990, pág. 49):
Fuente: Cumming (1964). Copyright. Reprinted with the permission of the Australian Road Research
Board.
Cumming (1964) notó que ‘los ejemplos del descarte de carga en la conducción son
un lugar común – el cambio de atención de una conversación a concentrarse en un
desarrollo repentino en el tránsito, o desde la situación de tránsito a maniobrar alre-
dedor de un bache repentinamente aparecido a la vista.
Los accidentes pueden seguir a descartes incorrectos, como, por ejemplo, al permitir
que la atención se desvíe de la situación del tránsito para recuperar un cigarrillo caí-
do, o para atender a un lloro del niño en el asiento trasero.’
La posibilidad de distracción del conductor y la sobrecarga condujeron al de-
sarrollo de normas que dictan el número máximo de destinos en una señal de direc-
ción, y regulaciones en muchos países acerca de las señales de propaganda a los
costados del camino (Dewar, 1993).
Sin embargo, en una revisión del efecto de los accidentes y señales de propaganda,
Andreassen (1985) concluyó que ‘no hay actual evidencia como para decir que las
señales de propaganda, en general, causen accidentes de tránsito’.
Expectativa
Expectativa de continuación. Se espera que los sucesos del pasado inmediato conti-
núen.
Por ejemplo, esta expectativa resulta en pequeñas separaciones entre vehículos,
dado que los conductores esperan que el vehículo precedente no cambie repenti-
namente de velocidad.
Un aspecto particularmente perverso de expectativa de continuación es que la deli-
neación subliminal (p.e., una línea de postes o árboles) que sugiere al conductor que
el camino continúa recto adelante, cuando en realidad gira a izquierda o derecha,
Figura 3.2.
Estas indicaciones son sutiles, pero siempre deben buscarse, especialmente si hay
una historia de vehículos que siguen derecho-adelante en una curva.
Estas expectativas violadas pueden contrarrestarse con positivos dispositivos de
delineación, tales como chebrones o marcadores de alineamiento de curvas (Capítu-
lo 10).
Figura 3.2 Delineación subliminal. Los conductores pueden seguir claves visuales
al costado del camino, tal como una línea de árboles o de postes, y así deben con-
trarrestarse con fuerte delineación formal, tal como chebrones.
Expectativa temporal. Ocurre donde los sucesos son cíclicos (p.e., semáforos), a
mayor duración de un estado, mayor la probabilidad de que ocurra un cambio.
Por supuesto es una expectativa perfectamente razonable, pero puede resultar en
respuestas incoherentes.
Por ejemplo, algunos conductores pueden acelerar hacia un semáforo en verde,
porque es crecientemente probable que cambie, mientras que otros pueden desace-
lerar.
Una respuesta a esto es asegurar, hasta la extensión posible, que haya coherencia
en todo el sistema de tránsito vial; por ejemplo, con los períodos amarillo y todo-rojo
en los semáforos, para alentar un comportamiento del conductor predecible y cohe-
rente.
Lumenfeld y Alexander (1984) resumieron las expectativas de los conductores
y la respuesta del diseño de tránsito a ellas según:
Tiempo de reacción
Los estudios sobre la reacción del conductor a los estímulos muestran que,
para muchas situaciones, es típico un tiempo de reacción promedio de unos 2.5 s,
pero que la variación de la distribución de tiempo de reacción es muy alta (McCor-
mick y Sanders, 1982; Garber & Hoel, 1988, pág. 45).
Así, el diseño y operaciones de tránsito deben destinarse a reducir el promedio de
los tiempos de reacción y (quizás más importante) reducir la variación de los tiempos
de reacción, especialmente los inmoderadamente largos tiempos de reacción.
Las formas con que pueden perseguirse estos objetivos incluyen (Cumming,
1964; MacDonald y Hoffman, 1978; American Association of State Highway y Trans-
portation Officials, 1990, pág. 46):
Proveer distancia visual desobstruida. Las líneas visuales claras y la adecuada dis-
tancia de decisión dan tiempo para tomar decisiones y permiten márgenes de error y
recuperación (Capítulo 9).
Figura 3.4 Símbolos y leyendas escritas. Las señales pueden tener una leyenda
escrita, un símbolo, o ambos. Los símbolos para hospital y aeropuerto son interna-
cionales, en tanto que esta señal para una estación ferroviaria es bien entendida en
Gran Bretaña.
Puede considerarse que la memoria humana comprende tres etapas (Lay, pág. 321;
Wickens, 1984, pág. 12):
Efectos de histéresis
Características visuales
La tarea de conducir está dirigida por la información, y requiere del conductor selec-
cionar muestrear ‘señales’ o datos-de-entrada desde el sistema de tránsito vial.
Alrededor del 90 por ciento de la información usada por el conductor es visual (Lay,
1986, pág. 321); otros datos son audibles (sonido), táctiles (toque, vibración), vesti-
bulares (afectan el equilibrio, tal como estabilidad y aceleración) y ocasionalmente
olfativos (olor).
Dado que la visión es tan importante para la tarea de conducir, y verdadera-
mente la única forma en que la información provista por el camino y el ingeniero de
tránsito (señales, semáforos, marcas de pavimento, dispositivos de delineación) lle-
gue al conductor, es necesario tener algún conocimiento de las características visua-
les humanas.
Brevemente, esta sección revisa algunos de los aspectos clave; por un tratamiento
más extenso, refiérase a Cole (1972) o Lay (1986, Capítulos 16.3 y 21.2).
Campo visual
Para ver una seña visual debe estar en el campo visual del conductor.
Para lectura, el campo visual es muy estrecho – 3 a 10°.
Sin embargo, los objetos fuera de este campo pueden detectarse: señales y semáfo-
ros dentro de 10-12° de la línea visual pueden vers e y entenderse, en tanto que los
objetos pueden detectarse en la visión periférica hasta 90° a izquierda y derecha,
60° arriba de la línea visual y 70° abajo de la lín ea visual.
Estos valores son para un observador quieto.
En velocidad, el ojo se enfoca más adelanta y el campo visual se angosta.
Por ejemplo a 30 km/h el ángulo lateral (izquierda-derecha) del campo visual dismi-
nuye a unos 100° (50 y 50°), y a 100 km/h se reduce a unos 40° (comparado con
180° quieto) (Cole, 1972).
La escena visual percibida por el conductor de un vehículo en movimiento
cambia en forma compleja, con los objetos que vienen ‘expandiéndose’ en la per-
cepción del conductor.
El conductor debe probar, sacar una muestra, esta escena cambiante porque ‘no
todo viene’, y seleccionar claves para tomar decisiones acerca de la guía y control
del vehículo (Hulbert, 1982, pág. 214).
En este campo visual, los objetos se mueven en relación uno con otro y para el
campo visual parecerán discontinuidades, y se detectarán, con tal que estén en el
campo visual del conductor.
Sin embargo, si no están en ese campo, el conductor debe girar la cabeza
para mirar en una dirección apropiada.
Esto significa que los conductores deben tener una indicación y motivación para gi-
rar la cabeza y mirar en las direcciones apropiadas.
Por ejemplo, en las intersecciones o cruces ferroviarios, mediante avisos, adverten-
cias y señales de control, y con adecuada distancia visual.
También puede estimularse al conductor para buscar el objeto detectándolo
en la visión periférica.
Los objetos en los límites periféricos pueden detectarse fácilmente, si están suficien-
temente estimulados.
Tales estímulos pueden proveerse mediante el movimiento de objetos a través del
campo visual, por brillo, o por pulsación (p.e., tableros rotativos en los vehículos de
servicios de emergencia, o una advertencia destellante en un cruce ferroviario a ni-
vel).
Vale notar que dos vehículos en un curso de colisión mantienen una dirección cons-
tante en relación uno con el otro, y así no hay movimiento relativo.
Por lo tanto, no serán detectados en la visión periférica, a menos que haya otros es-
tímulos.
• las señales y semáforos deben estar en el campo de visión del conductor, según
la velocidad de viaje,
• es necesario alertar a los conductores sobre la presencia de intersecciones sin
control, de modo que sean incitados a mover la cabeza para buscar vehículos en
cursos conflictivos, y
• debe darse particular atención a los cruces ferroviarios a nivel con sólo control
pasivo (Capítulo 9) porque los trenes serán menos visibles en la visión periférica;
esto se exacerba por la noción de expectativa eventual, que lleva a descuidar
cruces livianamente transitados.
Iluminación
Sin embargo, en una corriente de tránsito, más que cambios de larga duración
en el nivel de iluminación ambiental, el tema relevante son los transitorios cambios
en la iluminación causados por la exposición a relativa luz y oscuridad, mientras el
vehículo avanza a lo largo del camino.
Expuesta a brillo después de oscuridad, la pupila contrae su diámetro a una
tasa de 3 mm/s, mientras que en la exposición a oscuridad después de brillo, es mu-
cho menor, dilatándose a unos 0.5 mm/s (Colé, 1972).
En otras palabras, el ojo puede ajustarse a la brillantez repentina, más rápidamente
que a la repentina oscuridad.
Por lo tanto, en túneles o pasos inferiores largos, la iluminación artificial debe pro-
veerse a un mayor nivel en la entrada del túnel.
El nivel de iluminación puede reducirse en el túnel mientras el ojo se ajusta al menor
nivel de iluminación, y no hay necesidad por un mayor nivel de iluminación a la sali-
da del túnel, dado que el ojo puede adaptarse rápidamente a la luz del día (Schrue-
der, 1991).
Otro aspecto de la iluminación es el deslumbramiento (encandilamiento) debi-
do a la iluminación callejera y por los faros de los vehículos de sentido contrario.
Ambos tipos de deslumbramiento resultan en una disminución de la visibilidad y co-
modidad del conductor.
Esto es particularmente importante para las personas mayores, y es una de las ra-
zones principales de por qué los ancianos tienen menos visión a la noche (Garber y
Hoel, 1988, pág. 43).
Los efectos del deslumbramiento por iluminación callejera pueden mantenerse en un
mínimo mediante la reducción de la brillantez de las luminarias, aumentando la altu-
ra de montaje, y aumentando la brillantez de fondo.
El encandilamiento de las luces de los vehículos de sentido opuesto puede
minimizarse mediante plantaciones o vallas en la mediana de carreteras divididas.
La iluminación de la plataforma del camino es también efectiva en reducir el resplan-
dor dado que los conductores no tienen que usar su luz alta.
Incapacidades visuales
Alrededor del 2.5 de la población masculina adulta tiene deteriorada la visión de co-
lores, tal que no pueden discriminar el rojo, amarillo y verde (como los semáforos), o
cualquier otra combinación de tres-colores (Lay, 1976, pág. 325).
Además, alrededor del 2.5 de la población masculina adulta tiene una reducida sen-
sibilidad al rojo – ellos necesitan alrededor de 4 veces la intensidad requerida por los
observadores no afectados (Johnston y Colé, 1976).
Además, algunas personas experimentan visión borrosa tal que su distancia de legi-
bilidad se reduce.
Alrededor del 5 por ciento de la población está incapacitada con respecto a detectar
contrastes de baja luminancia; la sensibilidad visual declina con la edad y el umbral
de detección de los conductores ancianos es alrededor el doble que el de los con-
ductores jóvenes (Lay, 1986, pág. 325).
Estos hallazgos tienen relevante importancia para el diseño vial, especialmen-
te para los semáforos.
Por ejemplo:
• las linternas de los semáforos deben ubicarse en forma estándar, con rojo arriba,
amarillo al medio, y verde abajo; esto se aplica también a las flechas de giro colo-
readas,
• es necesario especificar detalladamente la intensidad de los semáforos y los co-
lores verdaderos usados (Lay, 1986, pág. 448), y
• estas consideraciones también afectan el tamaño de las señales viales y las le-
tras en ellas.
El éxito de muchas medidas de ingeniería vial y del estudio y eficiencia del sistema
vial depende en gran medida de la exitosa transmisión de información a los conduc-
tores para ayudarlos en sus tareas de navegación, guía y control.
Las necesidades clave de los usuarios viales en relación con la información de con-
trol de tránsito son (Lay, 1986, pág. 424, 386):
Conspicuidad
Hay varias implicaciones directas de estos principios que afectan varios as-
pectos de la ingeniería vial y de la práctica de seguridad vial. Ellas incluyen:
• influencia de tamaño, color, trazado, y ubicación de las señales de tránsito
• legislación para controlar la propaganda al costado del camino,
• reflectorización de señales, marcas de pavimento, etc.,
• iluminación de señales (especialmente señales de dirección),
• señalización y protección de lugares de trabajos y
• promoción de impermeables de seguridad amarillos para peatones y chalecos
brillantemente coloreados para el personal de mantenimiento vial.
Legibilidad
Una ‘señal’ visual es legible cuando hay bastante detalle en ella, suficientemente
visible como para permitir la interpretación de su mensaje (Lay, 1986, pág. 426).
El incremento del tamaño de una señal incrementará la distancia de legibilidad y da-
rá al conductor mayor oportunidad de observar y leer la señal.
Así, las señales que necesitan contener mucha información deben ser más grandes
(p.e., señales de dirección).
Comprensibilidad
Credibilidad
La credibilidad se refiere a la extensión a la cual los conductores creen que una ‘se-
ñal’ es cierta, y se que dirige a ellos.
La credibilidad es afectada por el contexto de la ‘señal’; cómo se usa en otros con-
textos, y cómo se usa en relación con otros dispositivos de control de tránsito.
El ingeniero de tránsito puede ayudar a la credibilidad, y también contribuir a
la credibilidad general del sistema.
Para ello debe asegurar que el uso y aplicación de los dispositivos de control de
tránsito (especialmente, pero no sólo, las señales de tránsito) estén estrictamente de
acuerdo con la práctica actual establecida en los relevantes códigos y normas na-
cionales.
Por ejemplo, esto incluiría:
Notas
CAPÍTULO 4
NECESIDADES Y LIMITACIONES
DE LOS DATOS
Traducción franjusierra@yahoo.com
Francisco Justo Sierra franjusierra@arnet.com.ar
Ingeniero Civil UBA Beccar, diciembre 2008
CAPÍTULO 4
NECESIDADES Y LIMITACIONES DE LOS DATOS
Requerimientos de información
Necesidad de información
Hay muchas partes interesadas en usar los datos de los accidentes de tránsito.
Por ejemplo:
La lista podría continuar. Puede verse que potencialmente hay muchos usos
y usuarios de datos de accidentes, y que sus necesidades no con coincidentes.
Una distinción básica y fundamental es si el usuario busca información acer-
ca de un accidente específico (p.e., en relación con procedimientos legales civiles o
penales) o si la necesidad de por información básica y común acerca de un gran
número de accidentes.
Usualmente, el ingeniero de seguridad vial (no siempre) quiere información del se-
gundo tipo; p.e., en relación con análisis de lugares viales peligrosos (HRL).
Muchos otros usuarios sólo se interesan en datos relacionados con accidentes es-
pecíficos.
Esto presiona considerablemente a quines diseñan un sistema de colección y
administración de datos de accidentes: qué datos colectar, qué datos codificar, có-
mo manejar la base de datos, y cuánto tiempo retener los datos.
Similarmente, los diferentes requerimientos presionan en la persona de quien inicia
el proceso de recolección de datos – casi siempre un oficial de policía – en términos
de la cantidad de información que elige recolectar, la precisión con que se medirá, y
la extensión de la verificación.
En particular, las jurisdicciones que permiten la inclusión en la base de datos
de los accidentes no atendidos por un oficial de policía deben ser inevitablemente
menos robustas que aquellas donde sólo se incluyen los accidentes atendidos por
la policía.
Este tema tiende a relaciona la gravedad de los accidentes informados y/o registra-
dos.
Si hay una forma como para que una persona camine hacia el puesto policial e in-
forme un accidente con daños a la propiedad (p.e., para el seguro), y si el accidente
se incluye luego en la base de datos, entonces esto afectará la confiabilidad y cohe-
rencia de la base de datos.
Un problema para el usuario de los datos es que usualmente no hay forma de cono-
cer si los datos de un accidente particular están en una u otra de estas categorías.
Así, una cuestión clave en el desarrollo de una base de datos de accidentes
es cuáles accidentes incluir, cuáles se relacionan con la cuestión de cuáles acciden-
tes son legalmente requeridos de informar.
(Ni qué decir, esto implica una cuestión más; es decir, si los accidentes se informan
realmente, aun si hay un requerimiento legal de hacerlo.)
Hay una amplia divergencia de la práctica de jurisdicción a jurisdicción alrededor del
mundo sobre estas cuestiones.
La práctica varía desde un requerimiento a informar (y registrar) todos los acciden-
tes sin importar cuán leve, hasta informar (y registrar) umbrales a establecer en va-
rios niveles; p.e., donde por lo menos una persona haya sido médicamente tratada,
admitida en un hospital, etcétera.
Desde un punto de vista de análisis, lo que esto significa es que hay un muy
claro regateo entre la calidad de la información y la cantidad.
Esto es, si la base de datos es grande, entonces los datos acerca de muchos acci-
dentes deben ser sospechados, mientras que si es pequeña será más precisa acer-
ca de los accidentes que se incluyen, pero no tendrá información acerca de muchos
accidentes que en realidad ocurrieron.
El ingeniero de seguridad vial debe ser consciente de estos factores, y como
usuario de la base de datos de accidentes debe buscar influir en las decisiones
acerca del nivel de informe y los elementos de datos que se incluirán en la base de
datos.
Sin embargo, como hay muchos usuarios, las decisiones acerca de estas cuestio-
nes comprenderán usualmente una solución de compromiso entre las necesidades
de las diferentes partes, y la resultante base de datos puede ser menos que ideal
para los propósitos HRL.
Requerimientos de información
En el resto del capítulo revisaremos las tres fases del procesamiento de da-
tos: captura, codificación y administración, y luego consideraremos las fuentes de
datos suplementarios, y las limitaciones de los datos de accidentes.
El tratamiento de las otras bases de datos relacionadas con la seguridad,
mencionadas en la lista anterior está fuera del alcance de este libro; para tal infor-
mación las fuentes incluyen a Zegeer (1982, 1986), O'Day (1983) y Hummer (1994).
Datos de accidentes
Tecnología
Ellas incluyen:
Tabla 4.1
Elementos típicos de elementos de accidentes
Ítem Descripción
Gran parte de estos elementos son entrados por el oficial de policía como códigos
alfa-numéricos, excepto por la descripción narrativa de los sucesos conducentes al
accidente (que describe las acciones y maniobras de todos los vehículos involucra-
dos), y un croquis que muestra el trazado del lugar y las trayectorias seguidas por
cada uno de los vehículos en el curso del accidente.
Los nombres de las calles deben marcarse en el croquis, y debe marcarse clara-
mente la ubicación de cualesquiera características pertinentes (p.e., puentes, pos-
tes de servicios públicos)
Tabla 4.2
Elementos típicos de datos del camino
Ítem Descripción
Tabla 4.3
Elementos típicos de datos de tránsito
Ítem Descripción
Como tal, su uso debe alentarse vigorosamente u ordenarse, y deben ser precisos.
Siempre debe insistirse en la importancia de proveer esta información en las discu-
siones con la policía sobre el tema de recolección de datos.
Definiciones
Puede ser un punto obvio, pero conviene insistir que cada ítem en la base de datos
se defina explícitamente, para que la base resulte robusta y confiable.
También, para suavizar la transferencia de conocimiento y experiencia en el campo
de la seguridad vial, es muy útil si las definiciones son razonablemente coherentes
con las usadas en otras jurisdicciones.
La mayor parte de los términos listados en las Tablas 4.1, 4.2 y 4.3 necesitan
una definición explícita. (Ver Andreassen, 1994)
Incluso los ítems más básicos como ‘camino’ y ‘accidente’ necesitan definición.
(Por ejemplo, ¿cuándo un camino público se vuelve un acceso privado? y ¿cuán
grave debe ser el daño para que el suceso sea ingresado en la base de datos?)
Es importante tener presente este punto en cualquier trabajo relacionados
con el análisis de los datos de accidentes, y particularmente cuando al hacer com-
paraciones entre diferentes jurisdicciones.
A pesar de las variaciones de lugar en lugar, sin embargo se sugiere que haya un
mínimo conjunto de datos necesarios para formar la base de una sana y satisfacto-
ria investigación de accidentes para un programa de localización de peligros viales.
Presentada en la Tabla 4.4, este información puede discernirse del examen de la
literatura (p.e., Institution of Highways and Transportation, 1990; Andreassen, 1989,
1994; National Highway Traffic Safety Administration, 1992; Transport Research
Laboratory, 1988; Ercoli y Negri, 1985).
Tabla 4.4
Datos mínimos sugeridos para programas de localización de peligros viales
Ítem Descripción
Usuario vial Por cada persona envuelta: nombre, dirección, sexo, fecha de
nacimiento, clase de perjuicio
Ítem Descripción
Estacionamiento Sí/No
Tipo accidente Sobre la base del croquis y la narración, tipo de accidente co-
dificado usando códigos estándares (ver como ejemplo las
Figuras 4.1 y 4.2)
Ubicación
Una de las piezas clave de información requerida por el ingeniero de seguridad vial
es el preciso conocimiento del lugar del accidente.
Dado que mucho del trabajo del analista comprende relacionar los accidentes con
los lugares, claramente es esencial tener información precisa acerca del lugar del
accidente.
Primeramente, esto significa que el oficial de policía tiene que proveer claros
y precisos datos en el formulario en el informe policial de accidentes.
La información vaga, ambigua o incorrecta es de poco valor.
La información debe proveerse en forma tal que quien la codifique pueda ubicarla
en un mapa o red vial.
Así, idealmente la información es de forma ‘x m noreste de la intersección la calles
X e Y’, o ‘enfrente del número n de la calle Z’, en la ubicación a.b metros en la Ca-
rretera A (donde a y b son distancias específicos marcadores de distancia en la ca-
rretera).
Una información vaga como ‘3 km este del pueblo B’, o incompleta como ‘entre los
pueblos C y D’ es inútil.
Algunos lugares son difíciles de codificar con precisión; por ejemplo, lugares dentro
de una rotonda.
Zegeer (1982, pág. 5) describe varios métodos de referencia en uso para ubicar
accidentes.
Una vez recibido el formulario con la información del lugar, la tarea de los codifica-
dores es traducir esa información en el sistema de referencia.
• red vial codificada, donde en cada nodo (intersección) se numeran los acciden-
tes según el número de nodo’ mientras que los accidentes entre nodos (mitad de
cuadra o conexiones o accidentes en intersecciones menores no numeradas) se
codifican con referencia a los nodos adyacentes, o
• sistema de grilla, basado en una grilla geográfica nacional.
Definición de intersección
En los análisis de accidentes las intersecciones son muy importantes porque una
alta proporción de accidente viales ocurre allí.
Así, los analistas están particularmente interesados en saber si un accidente ocurrió
en una intersección (la cual también puede llamarse empalme, unión o nodo) o
afuera de la intersección (variadamente referido como conexión o accidentes a mi-
tad-de-cuadra).
En algunas jurisdicciones también se incluye una longitud corta de unos 10 m a lo
largo de de cada uno de los caminos que se cortan, para incluir los accidentes re-
sultantes de las condiciones en la intersección misma, pero donde la colisión ocurre
una corta distancia afuera (p.e., un choque trasero por un semáforo); inmediatamen-
te puede verse que hay cierta arbitrariedad acerca de lo que justo constituye una
intersección.
El tipo de accidente es un concepto muy útil y una herramienta valiosa para des-
arrollar contramedidas; el tipo de accidente se basa en los movimientos del tránsito
que conducen a la situación conflictiva que resulta en un accidente.
La codificación de los movimientos de los usuarios viales requiere la diestra inter-
pretación de los croquis y descripciones escritas provistas por la policía.
La práctica varía entre jurisdicciones, aunque hay una tendencia general hacia el
tipo de matriz de código que presenta representaciones diagramáticas de varios
movimientos vehículo-vehículo y vehículo-otros usuarios.
Un buen ejemplo son las guías-modelo australianas (Andreassen, 1994), reproduci-
das en las Figuras 4.1 (para vehículos que circulan por la izquierda del camino –
omitida en esta traducción) y 4.2 (para vehículos que circulan por la derecha del
camino).
Figura 4.2 Clasificación de tipos de accidentes: vehículos que circulan por la dere-
cha de la calzada
Fuente: Andreassen (1994). Copyright 1994 by David Andreassen.
K persona muerta
A persona incapacitada
B persona sin lesión discapacitante
C persona con daño posible
O sólo daños a la propiedad
Debe intentarse mantener la base de datos actualizada tanto como fuere po-
sible, con todos los accidentes entrados no más de unas pocas semanas después
de su ocurrencia, recordando que puede cambiarse la gravedad del accidente.
MATERIAL DIDÁCTICO NO-COMERCIAL – CURSOS UNIVERSITARIOS POSTGRADO ORIENTACIÓN VIAL
TRADUCCIÓN: franjusierra@arnet.com.ar
FRANCISCO JUSTO SIERRA franjusierra@yahoo.com
INGENIERO CIVIL UBA Beccar, enero 2009
CAMINOS MÁS SEGUROS: Guía para Ingeniería de Seguridad Vial – K. W. Ogden 17/204
En tanto el informe policial de accidentes es la fuente base de los datos de los acci-
dentes, hay algunas otras fuentes que pueden ser útiles y aplicables en ciertas cir-
cunstancias. Ellas incluyen las siguientes:
La gente que puede estar interesada en esta información son dirigentes del gobier-
no, personal de servicios de emergencia, grupos locales de seguridad, residentes, y
comerciantes locales (Bryer, 1993; UK Department of Transport, 1986, pág. 4.19).
Informes del médico forense- puede ser una fuente útil de información adicional
respecto de específicos accidentes mortales.
Limitaciones de datos
Desviaciones al zar. Está bien establecido que ciertos accidentes son significativa-
mente subinformado. En una amplia revisión internacional, James (1991) halló que
los accidentes que comprendían niños, ciclistas, peatones, y lesiones menores eran
sustancialmente subinformado.
En un comentario sobre la situación en los EUA, O'Day (1993, pág. 26) tímidamente
observa que ‘el personal de oficinas de procesamiento de datos de muchos estados
cree que sus datos perdidos son insignificantes... la revisión de la bibliografía sugie-
re que esta es un área que requiere más que una observación casual para sostener
tal creencia!
La subinformación puede resultar en una descripción distorsionada de la situación
accidentológica, tanto numéricamente como en relación con la naturaleza de los
accidentes que ocurren, y de allí la adjudicación de recursos para su tratamiento.
Similarmente, puede haber desviaciones estadísticas en los mismos registros de
datos; por ejemplo, si no se registra un factor particular, esto puede significar que
existía, o que no se fue capaz de hallar si existía, o que existiera, pero que el oficial
policial no pensó que era importante.
Todas estas situaciones significan que los datos son incompletos y el analista pue-
de llegar a una conclusión equivocada.
Desafortunadamente, tales situaciones son comunes en relación con algunos facto-
res humanos (p.e., alcohol y drogas) y factores del camino (p.e., presencia de ca-
racterísticas al costado del camino, tales como alcantarillas).
Errores de codificación. Pueden ocurrir en todo el proceso desde que la policía llena
el formulario de informe de accidentes hasta la entrada de datos en el terminal de la
computadora.
Estos tipos de errores son difíciles de estimar, pero generalmente se considera que
existen en alrededor del 5 por ciento de los archivos de accidentes.
No están identificados, a menos revelados, cuando se usan los datos para una de-
tallada investigación de accidentes en lugares individuales.
Los problemas típicos varían desde errores en el llenado del formulario de informe
policial (p.e., anotar mal el norte) hasta errores en la transcripción o codificación de
datos.
CAPÍTULO 5
Traducción franjusierra@yahoo.com
Francisco Justo Sierra franjusierra@arnet.com.ar
Ingeniero Civil UBA Beccar, diciembre 2008
CAPÍTULO 5
LUGARES VIALES PELIGROSOS
En el Capítulo 2 se introdujo el concepto de lugar vial peligroso como una de las dos
aplicaciones principales de la ingeniería de la seguridad vial (otra es la auditoría de
seguridad vial, tratada en el Capítulo 15).
Un programa de lugar vial peligroso (HRL) es un proceso formal que ayuda a identi-
ficar los lugares en el sistema vial con una incidencia inaceptablemente alta de acci-
dentes viales, para desarrollar tratamientos adecuados que reduzcan el costo de los
accidentes.
Para operar este objetivo general deben fijarse objetivos específicos, o metas
cuantificadas. Por ejemplo, el Institution of Highways and Transportation (1990, pág.
14) sugirió los objetivos siguientes como realistas y obtenibles para los cuatro tipos
de acciones definidas en el Capítulo 2:
• lugar único:
o obtener una reducción media de los accidentes del 33%
o obtener una tasa retorno de primer año de 50%
• acción en ruta:
o obtener una reducción media del 15%
o obtener una tasa de retorno de primer año de 40%
• acción en zona:
o obtener una reducción de accidentes de 10%
o obtener una tasa de retorno de primer año de 10-25%
• acción masiva:
o obtener una reducción media de accidentes de 15%
o obtener una tasa de retorno de primer año de 40%.
Puede verse que las tasas de retorno más altas se esperan en las acciones
de lugar solo, con menores tasas cuando el foco de la acción se vuelve más difuso.
Difícilmente sorprenda esto, dado que la mayoría de las acciones efectivas son pro-
bablemente las destinadas a un tipo específico de accidente en un lugar específico.
Tratados estos lugares, es probable que luego el programa se enfoque en rutas,
donde los accidentes son algo dispersos a lo largo de un camino, y luego están los
accidentes más dispersos en zonas.
Por lo tanto el desafío es alejarnos de estos lugares para identificar aquellos donde
las medidas remediadoras sean de efectividad-de-costo.
El criterio económico mencionado arriba (tasa de retorno de primer año) es
extremadamente crudo, aunque útil para un filtro inicial.
El UK Department of Transport (1986, pág. 3.16) en su Accident Investigation Ma-
nual, apuntó que mientras este criterio era un ‘un objetivo práctico útil’, ‘finalmente
los esquemas deben evaluar más completamente mediante la observación del valor
de descuento de la total corriente de beneficios, más que sólo los beneficios del pri-
mer año, para que pudieran compararse las opciones y esquemas.’
El tema de la evaluación económica de las medidas remediadoras se trata en el Ca-
pítulo 16.
Estos cinco aspectos se tratan en esta sección, con distinciones entre sus sitios de
aplicación, rutas, zonas y programas de acción HRL.
Usualmente las intersecciones se definen como la zona limitada por las pro-
yecciones de los límites de propiedad, más una cierta distancia (típicamente entre,
digamos, 10 m y 30 m de los caminos de aproximación (ramales).
Los accidentes que ocurran en esta zona se clasifican como accidentes de intersec-
ciones, y todos los otros como accidentes de ‘conexiones’ o de ‘media-cuadra’.
Rutas. Por definición, las rutas son más largas que las subdivisiones de caminos en
secciones discretas que puedan considerarse como un solo ‘lugar’.
Por lo tanto, las rutas serán relativamente largas, típicamente entre 1 y 10 km.
Criterios
Para identificar lugares y rutas peligrosas se han usado varios criterios1. Los méto-
dos principales son:
Para zonas peligrosas, Nicholson (1990) hace notar que como ésta es una
relativamente nueva zona de estudio, hay alguna duda acerca de los criterios a usar.
Los criterios posibles incluyen:
Hay poco consenso sobre qué criterios son los más adecuados; los proponen-
tes de enfoques o criterios que usan la frecuencia de accidentes arguyen que eso
enfoca la atención en lugares donde ocurren más accidentes, y por ello, un progra-
ma basado en este criterio tiene el mayor potencial para reducir el número y costo
de los accidentes.
Además, este enfoque tiende a enfocarse sobre lugares con caminos de altos volú-
menes de tránsito con gran número de accidentes.
Los proponentes de enfoques que usan índices arguyen que se identifican lugares
donde haya algo verdaderamente inusual, no sólo un alto nivel de tránsito.
Este enfoque conducirá a la selección de lugares con bajos volúmenes de tránsito
con menos accidentes y posiblemente menos potencial de mejoramiento.
Los proponentes de los métodos ICC y PRA afirman que enfocan la atención en lu-
gares donde haya mayor probabilidad de que los remedios puedan ser efectivos.
Los criterios que combinan frecuencia e índice tienen alguna atracción en que
conducen a identificar lugares con alto riesgo, en términos de accidentes por unidad
de exposición, y donde haya un número de accidentes relativamente grande.
El tema clave en todo esto es cómo los criterios adoptados dirigen el análisis
para considerar lugares, rutas o zonas que contribuyen al global objetivo de la segu-
ridad vial; o sea, la reducción del costo de los accidentes viales, o más precisamente
la maximización del beneficios de los tratamientos de seguridad vial (Capítulo 2).
Sanderson y Cameron (1986) examinaron esta cuestión, usando una muestra
de 198 intersecciones en Adelaíde, Australia.
Determinaron que la frecuencia de accidentes con víctimas es una base adecuada
para identificar lugares peligrosos de los caminos, pero los beneficios económicos se
maximizan cuando los lugares se identifican sobre la base de que su índice de acci-
dentes con víctimas es significativamente mayor que el sistema del índice medio de
los accidentes con víctimas para ese tipo de intersección.
Sin embargo, un método combinado, basado en el ranking por índice de accidentes
con víctimas y luego la frecuencia de accidentes con víctimas es casi tan bueno.
En este estudio, el índice de accidentes con víctimas se definió como el número de
accidentes con víctimas (muertos más heridos) divido por la raíz cuadrada del pro-
ducto de los flujos conflictivos, mientras que para secciones viales fue el número de
accidentes con víctimas por kilómetro.
McGuigan (1981, 1982) informó sobre un estudio algo familiar usando datos
para intersecciones y conexiones de caminos, respectivamente.
En ambos casos, demostró que el potencial para la reducción de accidentes se
maximiza usando el criterio de potencial reducción de accidentes.
Estas son conclusiones importantes, y dan soporte al uso de la potencial re-
ducción de accidentes (PRA) o al método del índice de control de calidad (ICC). Sin
embargo, Maher y Mountain (1988, aunque reconociendo la superioridad teórica del
método PRA, afirman que no necesariamente se comporta mejor que un método
simplemente basado en la frecuencia de accidentes, debido a la imprecisión de la
estimación de la esperada frecuencia de accidentes en el lugar requerido en el PRA.
En parte, esto es porque el método PRA debe hacer una corrección por el efecto de
‘regresión a la media’, tratado en el Capítulo 17.
Sin embargo, todos estos métodos son sustitutos, dado que el método ‘ideal‘
sería uno que permitiera la directa estimación de la maximización de los beneficios
de las contramedidas de accidentes viales.
Esto no fue posible hasta aquí, dado que tal método requiere el conocimiento del
costo de los accidentes que realmente ocurran en el lugar/ruta/zona en cuestión, y
no una cifra de un índice basada en un global costo promedio de los accidentes.
Sin embargo, los datos de costos de esta forma están ahora comenzando a ser dis-
ponibles, y comenzaron a usarse para la identificación directa de los peligros en lu-
gares del camino, por ejemplo en Australia (Ogden, 1994a).
El desarrollo de los costos de tipos de accidentes, que forman la base de este enfo-
que, se tratan en el Capítulo 16.
En la práctica, todos los métodos anteriores están en uso, solos o en combi-
nación. Por ejemplo en los EUA, Zegger (1982), en una investigación de las prácti-
cas usadas por los organismos viales estatales o de seguridad, informa que:
En el Reino Unido, Silcock y Smyth (1984) hallaron que las autoridades locales (ex-
cluyendo London Boroughs):
Medidas de exposición
Varios de los criterios anteriores para identificar lugares, rutas o zonas peligrosas
requieren calcular un índice, que es la frecuencia de accidentes normalizada me-
diante alguna medida intentada, directa o indirectamente, para tener en cuenta la
exposición.
Este problema de tener en cuenta la exposición para el riesgo de un accidente
de tránsito vial es uno de los principales problemas teóricos y prácticos que enfren-
ten los analistas de seguridad (Organisation for Economic Cooperation and Deve-
lopment, 1984, pág. 6). En principio, el concepto de ‘exposición’ es relativamente
simple: cuando más una persona se compromete en el tránsito vial (p.e., cantidad de
viajes), más probable es que tal persona se vea envuelto en un accidente. Además,
el diferente involucramiento de los participantes del sistema de tránsito vial apunta a
la necesidad de una significativa base para evaluar la seguridad relativa del sistema.
Esto es más evidente cuando se compara; por ejemplo, entre diferentes grupos de
conductores, períodos de tiempo, etcétera.
Para el análisis HRL (lugar vial peligroso), puede usarse directamente una
medida de exposición en términos de un índice que pudiera usarse. Las medidas
típicas se tratan a continuación, diferenciando ente medidas de exposición para ru-
tas de conexión y medidas de exposición para intersecciones (nodos).
Varios estudios intentaron relacionar los accidentes con medidas del tránsito que
entra en la intersección.
Las más comunes son la suma de los flujos que entran (Sanderson y Cameron,
1986), el producto de flujos en conflicto (Tanner, 1953), la raíz cuadrada del produc-
to de los flujos en conflicto (Tanner, 1953; Bennett, 1966), o la media (o la media
geométrica) de los flujos promedio que entran (Chapman, 1973).
En un temprano estudio, Tanner (1953) desarrolló la llamada ‘ley de la raíz cuadra-
da’; es decir, que los accidentes se relacionaban con la raíz cuadrada del producto
de los flujos que se intersectan.
donde V1 ... V4 son los flujos que entran secuencialmente alrededor de los ramales
de una intersección (intersección de 4-ramales – variaciones para 3-ramales, y otras
intersecciones).
Varios intentos refinaron este modelo simple permitiendo otras variables geo-
métricas, tipo de intersección, etcétera.
Por ejemplo, la investigación en el Transport and Road Research Laboratory en el
Reino Unido desarrolló ecuaciones para las rotondas de 4-ramales (Maycock y Hall,
1984) e intersecciones-T rurales (Pickering, Hall y Grimmer, 1986).
Generalmente, estos modelos fueron de la forma de accidentes en función de los
volúmenes entrantes.
Se desarrollaron varios modelos estadísticamente significativos para el flujo de trán-
sito, pero se halló que los accidentes estaban más estrechamente relacionados con
la raíz cuadrada del producto de los flujos en conflicto que con el producto o suma
de los flujos en conflicto, tendiendo así a confirmar la temprana ‘ley de la raíz cua-
drada’ de Tanner. Los mejores modelos fueron:
Para rotondas (Maycock y Hall, 1984):
A = kQa
donde k y a son constantes para un dado tipo de accidente, y Q es el flujo entrante:
• para accidentes entrante-circulante, a = 0.52 y k = 0.090 (rotondas pequeñas) o
0..17 (rotondas convencionales),
• para accidentes en la aproximación a la rotonda, a= 1.58 y k=0.0025 (pequeña) o
0.0055 (convencional),
• para accidentes de vehículo solo, a =1.20 y k = 0.0068 (pequeña) o 0.0164 (con-
vencional).
A = 0.24 (QP)0.49
donde A es el número de accidentes que ocurren dentro de 20 m de la inter-
sección, y Q y P son los flujos de tránsito en los ramales principal y secunda-
rio de la intersección, medidos en miles de veh/d.
A = 0.023QT1.28(1+PT0.3)
donde A es el número de accidentes informados, QT es el flujo total de entra-
da (o sea, la suma de los vehículos que entran), y PT es el flujo peatonal total
(o sea, suma de los peatones que entran).
Gravedad
En algunos de los criterios de HRL (lugar vial peligroso) tratados, los accidentes se
estratifican por gravedad, donde la gravedad se basa en el más grave daño personal
sufrido por cualquier persona involucrada en el accidente (Capítulo 4).
Pueden usarse clasificaciones de gravedad en un intento para identificar los lugares
que tienen un alto número o alto índice de accidentes serios.
Una forma es dar a cada accidente un peso que represente el costo promedio
del accidente en la categoría de gravedad en la cual cae.
Esto conduce a que los accidentes mortales tengan más de 10 veces el peso adjudi-
cado a los accidentes con heridos.
Si se hace esto, a menudo los accidentes mortales dominan el procedimiento
de identificación.
El problema aquí es que las circunstancias que conducen a los accidentes mortales
pueden ser muy similares a las que producen accidentes con heridos, y la gravedad
resulta ser un asunto de casualidad.
La concentración en sólo accidentes mortales (estadísticamente un suceso raro)
puede conducir a conclusiones espurias; es decir, la selección de lugares que en
realidad no tienen un alto riesgo de accidentes.
Aquí, un enfoque de compromiso es sopesar los accidentes más graves, pero no
con los pesos extremos calculados en proporción directa con el costo promedio.
Típicamente, los accidente mortales son sopesados en 2 a 4 veces la influencia de
los choques con heridos. Tales procedimientos se usaron en los EUA (Zegeer,
1986), Australia (National Association of Australian State Road Authorities, 1988a,
pág. 19), y en varios países en desarrollo (Ross Silcock Partnership, 1991, pág.
137).
En tanto esto sea pragmático, es esencialmente arbitrario, y no hay base para
los pesos. En realidad, tales enfoques arbitrarios es probable que tengan menor uso
futuro, dado que desarrollos recientes están permitiendo usar los costos medios de
los accidentes por tipo de accidente; directamente éstos tienen el efecto implícito de
ponderar los tipos de accidentes más graves debido a que por definición son más
costosos.
El trabajo australiano en este tema fue informado por Andreassen (1992a,b,c), y su
uso se describe en el Capítulo 16.
Período de tiempo
En cualquier estudio de los accidentes que ocurran en un lugar, ruta o zona, una
cuestión básica que es necesario tratar se relaciona con el período de tiempo del
análisis; o sea, cuántos datos de accidentes históricos deben usarse para evaluar el
lugar; varios factores afectan la elección del período de tiempo; según Nicholson,
1990, los principales son:
• intento para evitar tener tendencias ambientales y otras que afecten los resulta-
dos; por ejemplo, crecimiento del tránsito,
• usar datos de conteo de accidentes anuales para evitar los efectos de variacio-
nes cíclicas o estacionales en la ocurrencia de accidentes,
• almacenamiento y procesamiento de costos en computadora, y
• cambios en las definiciones de la base de datos que introducen discontinuidades
en los datos.
Con rutas peligrosas (como distintas de lugares) puede ser adecuado un pe-
ríodo de tiempo más corto, dado que se agregan los datos de varios lugares.
Aunque la frecuencia de accidentes para cualquier lugar específico puede ser muy
variable, la frecuencia para una agregación de lugares (es decir, la ruta) será menos
variable.
Para precisión equivalente, aquí se requiere un período de tiempo más corto.
Por otra parte, con el análisis de zonas peligrosas, dado que los accidentes informa-
dos pueden ser muy pocos, puede requerirse un período de tiempo más largo para
asegurar una muestra de tamaño estadísticamente significativo.
Si hubiera trabajos de administración de tránsito en la zona durante el período de
tiempo de interés, la asignación debe hacerse para él.
En la práctica, raramente los períodos de tiempo superan los cinco años.
Zegeer (1982, pág. 39) halló que en los EUA, el período de tiempo varió entre uno y
cinco años, con uno o tres años como más común.
Similarmente en el Reino Unido, Silcock and Smyth (1984) hallaron que el período
de tiempo más común era de tres años.
Desde el punto de vista de la confiabilidad estadística, cinco años es más
adecuado (Nicholson, 1987), porque da una muestra de tamaño más grande y sua-
ves fluctuaciones de corto término.
Sin embargo, quizás un período más corto conduzca a la temprana detección de
cualesquiera cambios en el índice de accidentes.
Por esta razón, muchas autoridades establecieron sistemas para detectar fluctuacio-
nes de corto término.
Cualesquiera lugares así identificados se examinan para ver si cambiaron las cir-
cunstancias. Si es así, pueden corregirse inmediatamente, pero si no hay obvias ra-
zones para la fluctuación de corto término, el lugar se mantiene en revisión, pero la
acción necesaria no se toma inmediatamente. Así, Zegeer (1982, pág. 39) recomen-
dó usar ‘intervalos de tiempo duales’ (tal como períodos de 1 y 3 años) donde fuere
posible para identificar y analizar los lugares peligrosos.
La discusión previa detalló los requerimientos con respecto a los programas HRL
(lugares viales peligrosos) para lugares, rutas y zonas.
Agrupamiento de accidentes
Punto central en el concepto HRL es que ciertos tipos de accidentes están sobrerre-
presentados en lugares específicos. Para identificar este agrupamiento, y desarrollar
un programa para tratar lugares de alta frecuencia de accidentes, es necesario reali-
zar un análisis de agrupamiento.
Esto toma la forma ilustrada en la Figura 5.1 (Andreassen, 1989, pág. 6),
donde se grafica el porcentaje cumulativo de accidentes y el porcentajes cumulativo
de lugares (p.e., intersecciones).
(El anterior se produce mediante el producto del número de accidentes por lugar y el
número de tales lugares).
El ejemplo de la Figura 5.1 muestra que el 50 por ciento de estos accidentes particu-
lares (accidentes en intersecciones) ocurridos en alrededor del 23 por ciento de los
lugares, y que estos lugares promedian alrededor de 2.4 accidentes por lugar.
Esta suerte de agrupamiento es importante para identificar, dado que cuando
se tienen en cuenta relativamente pocos lugares para una gran proporción de acci-
dentes, es más probable que los mejoramientos en estos lugares den una enorme
reducción global de los accidentes.
Variaciones de casualidad
La Institution of Highways and Transportation (1990a, pág. 25) esboza cuatro etapas
en la fase de identificación del proceso HRL:
• búsqueda en el banco de datos para la identificación inicial de los lugares de ac-
cidentes,
• aplicación estadística y técnicas numéricas para producir una clasificación preli-
minar de los lugares para posterior estudio,
• verificación de los lugares de accidentes, con referencia al formulario policial ori-
ginal de informe de accidente y realización de un estudio preliminar de los datos
de accidentes, y
• observaciones preliminares para relacionar el estudio de accidentes con las ca-
racterísticas del lugar y las condiciones del tránsito.
Notas
1. Hay una extensa bibliografía sobre los criterios para identificar un lugar vial
peligroso.
Por ejemplo, ver Organisation for Economic Cooperation and Development
(1976), Deacon, Zegeer y Deen (1976), Zegeer (1982), Zegeer (1986), Turner
y Hall (1994), Department of Transport (RU) (1986), McGuigan (1981, 1982)
National Association of Australian State Road Authorities (1988a), Sanderson
y Cameron (1986), Walsh y Dileo (1992).
Khisty (1990, Capítulo 16) presentó un útil resumen.