En 1955, en Illinois, el sociólogo A. K. Cohen publica Delincuent Boys.
The Culture of de Gang, con el cual el concepto de subcultura
aplicado a la desviación adquiere carta de naturaleza. Cohen define subcultura delictiva como “un sistema de valores y creencias que fomenta la comisión de actos delictivos, confiere rango social a sus miembros por razón de tales hechos y especifica la clase de relaciones que han de mantenerse con las personas ajenas al mundo social de los delincuentes”, rechazando los estándares de la clase media y adoptando sus opuestos. Estos rasgos divergentes de los de la sociedad oficial, suponen la existencia de cosmovisiones o formas de entender el mundo distintas de las generales. Para Cohen, el origen de las subculturas desviadas debe buscarse en el malestar de ciertos colectivos: jóvenes de clase baja, en situación social desesperada y con escasez de posibilidades para adquirir reconocimiento social por medios legítimos. Los jóvenes varones de clase obrera presentan un grave problema de estatus, que pueden superar formando parte de una subcultura. Como ya dijimos, toda subcultura existe en el seno de una cultura general, con la que manifiesta similitudes y diferencias. Los jóvenes de clase obrera intentarán adaptarse a valores dominantes como el del éxito, pero con determinados déficits derivados de su posición social que no poseen los jóvenes de clase media, para quienes por un lado la familia sirve de estímulo al educarlos en valores que ella misma pone en práctica, uniendo al sentimiento del cariño familiar los valores del éxito logrado con el esfuerzo, la disciplina y el autocontrol. Por otro lado el resto de instituciones: las escuelas o los medios de comunicación proponen ideales de comportamiento coherentes con el marco axiológico y los sistemas de acción en que ellos se desenvuelven a diario. Por su parte, la clase obrera educaría a sus hijos en una emotividad más directa, una mayor impulsividad y un menor grado de autocontrol, dada su condición de clases subalternas cuya función no consiste en tomar decisiones sino en obedecerlas. Frente a la afectividad condicionada al merecimiento de los chicos de clase media, la educación de las familias obreras resulta más tolerante con las inclinaciones de sus hijos y supone una menor disponibilidad de los padres, que se traduce en un menor control sobre los chavales que en las clases medias. Las subculturas surgen en el seno de sociedades plurales y heterogéneas, de manera que entre aquellas personas que poseen similares problemas de adaptación se genera una solidaridad de grupo que genera estándares comunes de comportamiento y cosmovisiones compartidas. La subcultura aporta de alguna manera a sus miembros el status que les niega la sociedad mayoritaria. Puede entenderse en este sentido como un mecanismo sustitutivo de la sociedad en general para determinados grupos minoritarios, donde encuentran integración, sentimiento de pertenencia, de camaradería y de estima. Aunque cada clase social dentro de la estructura posee su propio código moral y de comportamiento, las familias de clase obrera no son ajenas a la cultura dominante de clase media, sin embargo carecen de las técnicas socializadoras necesarias para alcanzar los objetivos que éstas proponen de forma satisfactoria. Éste es el fundamental hándicap que impide el éxito. De esta manera el joven de clase baja participa de ambas culturas, de ambos sistemas de valores; pertenece a un grupo social-familiar de clase baja, pero se siente atraído por el estilo de vida de la clase media, que es promovido desde la escuela, la iglesia o los medios, e incluso en su propio entorno. Tal joven debe afrontar esos valores en situación de desventaja, con lo cual su autoestima decrece, se siente distinto y, lo que es peor, inferior. Los valores característicos de la clase media serían: movilidad social, responsabilidad y eficiencia individual, acción racional, respeto a la propiedad, uso del tiempo libre de forma constructiva y, sobre todo, ahorro y postergación del placer. Por su parte la clase baja otorga más significación a la fuerza física y a la colectividad, ahorra menos y está menos dispuesta a postergar el placer (hedonismo inmediato). Esta situación de conflicto cultural de base social se deja ver especialmente cuando el joven de baja extracción pretende lograr la estima social según viene definida por las clases medias, identificándose con ellas a la vez que interioriza los valores de la clase baja. De esta manera toma conciencia de sus limitaciones en el juego competitivo y desarrolla actitudes ambivalentes respecto a valores de una y otra clase. A fin de salvar la contradicción el joven de clase obrera adopta una de estas tres respuestas: 1. El conformismo: a pesar de su inferioridad de condiciones, procura competir con los jóvenes de clase media aceptando sus valores y el reto que supone su situación de desventaja. 2. La acomodación: otros jóvenes, la mayoría, optan por renunciar a la lucha, aceptan el estado de cosas, pero amortiguan su frustración uniéndose a jóvenes de similares características y aprovechando las oportunidades que puedan extraer de su situación sin meterse en líos. 3. La delincuencia: finalmente existe un grupo que decide no aceptar ni pactar, directamente se enfrenta a las ambigüedades culturales adoptando pautas alternativas de acción y un marco de referencia distinto, que viene dado por otros jóvenes como él que, al enfrentarse al statu quo, generan una subcultura con rasgos de contracultura. En este sentido, la delincuencia juvenil supone una forma de protesta contra la culturade la clase media. Pero hay algo más importante, el joven delincuente genera y forma parte de una subcultura delincuente porque en ella adquiere la estima social que busca, es por ello que la subcultura delictiva juvenil tiene fines distintos de la adulta. La segunda pretende fundamentalmente lograr con medios ilícitos bienes que no lograría por la vía legal, desde el ocultamiento. La primera exhibe sus capacidades como medio de adquirir prestigio. Por ello esta subcultura es gratuita (las acciones desviadas no persiguen un beneficio económico en sentido extenso, sino objetivos como el placer, la demostración de audacia o el logro de prestigio, esto es no calculan sus acciones en términos racionales de costes-beneficios (riesgo en que se incurre, ganancia económica). Por ejemplo, no roban un coche para venderlo, sino para acreditar su valor o rompen una cabina de teléfono para demostrar su fuerza. Es maliciosa (en la medida en que, justamente, la satisfacción se deriva de la sanción negativa, de la disconformidad de los otros.). Y negativa-destructiva (pues se enorgullece de hacer lo incorrecto según los estándares sociales normales de la clase media, entendiendo como agresión o intolerancia cualquier acción contraria a sus fines emprendida desde el exterior). Otra característica de la subcultura juvenil delictiva la constituye el hecho de ser una delincuencia grupal, que se origina y manifiesta en grupo, donde halla su sentido por oposición a otros grupos, mediante sentimientos de pertenencia y lealtad, y que minimiza la ambivalencia moral reaccionando de forma violenta y desproporcionada, pero comprensible como intento de reducir la angustia y la frustración.