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Sumario: I. Introducción. II. Situación actual. III. Conveniencia de un sistema sin restricciones. IV.
Conclusión.
resultado la muerte de la víctima, únicamente tendrán acción los herederos forzosos".
La norma impide que los damnificados indirectos puedan obtener un resarcimiento, aun en supuestos en los
que no quepan dudas acerca de que se han visto perjudicados. Así, no faculta a reclamar, por ejemplo, a la
pareja de una persona que padece una seria incapacidad o al progenitor de un niño abusado sexualmente. La
única excepción tiene lugar cuando la víctima fallece como consecuencia del hecho, en cuyo caso sólo se le
permite accionar a los herederos forzosos. Por ende, quedan excluidos, entre otros, hermanos, tíos y concubinos.
La limitación se aplicó sin mayores cuestionamientos durante un tiempo, a pesar de que algunos profesores
propiciaban la ampliación del número de legitimados. (5)
Las primeras críticas vinculadas con la constitucionalidad del art. 1078 llegaron de la mano de juristas de la
talla de Matilde Zavala de González y Ramón Daniel Pizarro. Este último incluso advirtió que, en ciertos casos,
la rigidez de la limitación produce una grotesca conculcación de la esencia del derecho a la reparación que la
vuelve inconstitucional. (6)
Desde la óptica judicial, cada vez es más frecuente que los magistrados, recurriendo a distintos argumentos,
eviten aplicar estrictamente el límite fijado. Sin embargo, tal como ya lo referimos, la Corte Suprema de Justicia
de la Nación todavía no ha resuelto el tema.
En suma, la verdad es que hoy en día se encuentra bajo discusión si la solución prevista en el Código Civil
es respetuosa de los principios constitucionales.
III. Conveniencia de un sistema sin restricciones
Los defensores de la tesis restrictiva afirman que concede una mayor previsibilidad y seguridad jurídica. Del
mismo modo, sostienen que si se amplía la cantidad de legitimados tendrá lugar una avalancha de reclamos que
hará colapsar al sistema judicial. También dicen que un régimen amplio producirá el "aniquilamiento" del
deudor. Con esta orientación, Guillermo Borda señalaba que si se permitiera que accionaran todos los
damnificados indirectos podrían generarse consecuencias desmedidas. (7)
En reiteradas ocasiones se intentó modificar el régimen vigente; se propició el incremento del número de
legitimados. El último esfuerzo por lograrlo se encuentra en el Proyecto de Código Civil y Comercial del 2012,
cuyo art. 1741 establece que "Está legitimado para reclamar la indemnización de las consecuencias no
patrimoniales el damnificado directo. Si del hecho resulta su muerte o sufre gran discapacidad también tienen
legitimación a título personal, según las circunstancias, los ascendientes, los descendientes, el cónyuge y
quienes convivan con aquél recibiendo trato familiar ostensible". (8)
No obstante, más allá de que estimamos que mejoraría el sistema actual, nos parece que podrían igualmente
darse situaciones injustas como, por ejemplo, la del hermano no conviviente. En definitiva, para nosotros toda
norma que mencione taxativamente a los legitimados excluye, injustamente, la posibilidad de que determinadas
personas obtengan un resarcimiento apropiado.
Aun cuando pueda llegar a aceptarse que un sistema restrictivo brinda cierta previsibilidad, en rigor,
pensamos que se trata de algo muy relativo. Es suficiente con observar lo que sucede actualmente en nuestro
país donde, como ya lo referimos, algunos jueces evitan aplicar el art. 1078 del Código Civil en determinadas
circunstancias.
Además, la seguridad jurídica, que se encuentra garantizada por el art. 18 de la Constitución Nacional, entre
otras normas, es un derecho de todos y, lógicamente, una obligación del Estado. De tal forma, debe recordarse
que al derecho a la reparación lo subyace el alterum non laedere que según los precedentes de la Corte Suprema
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de Justicia de la Nación tiene sustento en el art. 19 de la Carta Magna. Así, está estrechamente vinculado con el
valor seguridad jurídica en tanto brinda a los ciudadanos la garantía de que la violación de sus derechos será
debidamente compensada. (9)
En este contexto, se trata de un error permitir que, en defensa de la seguridad jurídica, se niegue la
posibilidad de indemnizar un daño concreto. Por ende, reiteramos que todo aquel que haya sido dañado, ya sea
directa o indirectamente, debe tener la posibilidad de accionar para obtener una reparación.
Es indiferente que el damnificado directo no interponga su reclamo, por cuanto dicho extremo no quiere
decir que no se hayan producido daños. Claro que, en la práctica, sería inusual que la víctima no quiera pedir
nada.
También dijimos que podría sostenerse que si se ampliara irrestrictamente el abanico de legitimados activos
se correría el riesgo de que, junto a los familiares más cercanos, como lo serían los hermanos, personas menos
relacionadas con la víctima pretenderían obtener una indemnización. Hasta se aseguraría que de aceptarse esta
tesis aparecerían reclamos de novios, primos, amigos y, en resumen, de cualquiera que manifestare haberse visto
afectado por determinada circunstancia.
Sin embargo, ello no quiere decir que todo aquel que interponga una acción judicial termine obteniendo una
sentencia favorable. Ocurre que tendrían que configurarse los presupuestos de la responsabilidad civil,
emergiendo la obligación de reparar los perjuicios ocasionados. Al respecto, entiende el Dr. Sebastián Picasso
que afirmar que todo el que haya sufrido un daño extrapatrimonial tiene derecho a pedir su reparación no
equivale a avalar la indemnización de daños ficticios, irrisorios o cuya relación causal con el hecho generador
sea más bien difusa. Según dicho jurista, no debe confundirse la cuestión de la legitimación para reclamar la
reparación de un daño con una distinta, como lo es que el perjuicio invocado sea cierto y no meramente
conjetural. (10)
Igualmente, sabido es que uno de los presupuestos de la responsabilidad civil consiste en la presencia de un
daño cierto y, como tal, tiene que acreditarse. Pero no se requiere una prueba directa para comprobar la
existencia y extensión del daño moral. Precisamente, los jueces gozan de un amplio arbitrio para su
determinación y deben evaluar los padecimientos sufridos (11). En determinados supuestos la prueba indirecta
resulta de los propios acontecimientos. Desde esta perspectiva, Matilde Zavala de González advierte que su
demostración descansa en presunciones que surgen a partir de determinadas situaciones objetivas que permiten
inferir la existencia y magnitud del atentado a las legítimas afecciones. (12)
Por estos motivos, creemos que aquellas personas que no sean parientes cercanos de la víctima y que
pretendan obtener un resarcimiento en concepto de daño moral deben probar la relación que tenían con el
damnificado y el perjuicio invocado. En este sentido, por ejemplo, no le bastaría al íntimo amigo de quien ha
fallecido en un accidente de tránsito con acreditar su condición de tal sino que, además, tendría que producir
algún elemento de prueba que permita inferir la dimensión de su sufrimiento.
No obstante, entendemos que el padecimiento debe tratarse de un quebrantamiento espiritual significativo.
El derecho no tiene que ocuparse de cualquier sufrimiento, ya que ello implicaría asegurar una vida sin
fricciones. Sobre este asunto, es interesante lo expuesto en los fundamentos del Anteproyecto de Código Civil y
Comercial de la Nación del 2012, en donde se sostiene que el daño real no coincide con el jurídico y que "...si
hay algo que pueda ser denominado 'real', comprende muchos aspectos que para el legitimado del derecho son
importantes, pero el sistema jurídico excluye...".
A su vez, hay que tener en cuenta que toda sentencia que imponga la obligación de resarcir el daño moral, en
principio, debe expresar el monto al que asciende la condena. De tal forma, los jueces tienen que analizar la
intensidad del vínculo existente entre la víctima y el damnificado indirecto para, junto a otros elementos, fijar el
monto. De ahí que pensemos que sería improbable que un hermano o un familiar recibiera una compensación
mayor que quien no tenía una relación tan cercana con la víctima.
Reconocemos que la ampliación de la cantidad de personas autorizadas para pedir una indemnización puede
llegar a incrementar el número de juicios en trámite, pero no creemos que termine por llevar al sistema judicial
al colapso. Es que, entre otras razones, es factible que los nuevos legitimados incluyan su pretensión en el marco
del expediente que seguramente iniciarán los herederos forzosos, quienes, como referimos antes, actualmente
tienen la posibilidad de reclamar. Asimismo, en caso de accionar por separado, las normas de forma impondrán
la acumulación de procesos y harán que el juez dicte una única sentencia analizando, en mismo fallo, las
diferentes pretensiones.
Y aunque fuera cierto que la ampliación de legitimados abarrotaría los tribunales, jamás podría utilizarse
dicho argumento para justificar que no deben resarcirse daños efectivamente padecidos. Siguiendo ese
razonamiento podría considerase lógico prohibirle a la víctima de un accidente de tránsito que formule cualquier
tipo de reclamo ya que, de esa manera, "se aliviaría notablemente la carga de trabajo de la justicia". En cambio,
entendemos que tendría que readecuarse el aparato judicial, ampliando sus capacidades, para así estar a la altura
de las nuevas circunstancias.
Como se señaló anteriormente, otro argumento desarrollado por quienes no comparten nuestra tesitura
consiste en que podría producirse el aniquilamiento del deudor. Pero no nos parece que se trate de un
fundamento atendible puesto que, además de ser deseable que todas las víctimas de daños injustos sean
indemnizadas, no encontramos motivos que justifiquen beneficiar al responsable de un hecho en detrimento de
la víctima. Ello, claro está, sin perjuicio de que, haciendo aplicación de lo dispuesto en el art. 1069 del Código
Civil (13), se permita reducir el monto de la indemnización.
Tampoco puede soslayarse que cada vez es más común que las personas tomen seguros de responsabilidad
civil. De esa manera amplían la cantidad de legitimados pasivos y disminuyen las posibilidades de que su
patrimonio resulte afectado. Creemos que con la instauración de una tesis como la que proponemos no se
obstruye el funcionamiento del sistema de seguros por dos motivos: por un lado, porque las compañías
inmediatamente realizarán los cálculos actuariales necesarios para enfrentar los nuevos riesgos; por el otro,
debido a que todas las pólizas tienen un tope de cobertura fijado de antemano.
IV. Conclusión
De acuerdo con lo expuesto, sostenemos que hasta que no se modifique la actual redacción del art. 1078 del
Código Civil corresponde decretar la inconstitucionalidad de la norma en caso de que una persona dañada
injustamente formule un reclamo.
Además, pensamos que sería interesante contar con un pronunciamiento de la Corte Suprema de Justicia de
la Nación que, de cierto modo, siente las bases y criterios a seguir. Y celebramos las posturas doctrinarias y
proyectos de reforma que pretenden ampliar la limitación impuesta en el Código Civil.
Sin embargo, con especial referencia al régimen propuesto en el art. 1741 del Proyecto de Código Civil y
Comercial de la Nación de 2012, estimamos que, de darse las condiciones necesarias, también podría decretarse
su inconstitucionalidad en tanto no permite que todos los damnificados obtengan una reparación integral.
En conclusión, de lege ferenda, y como consideramos que se lograría una mayor satisfacción al derecho
constitucional a la reparación compatible con las normas y principios vigentes, propiciamos la instauración de
un sistema que elimine todos los límites fijados a la legitimación activa para accionar por daño moral.
(1) La Corte Suprema de Justicia de la Nación se refirió por primera vez al estatus constitucional del
derecho a la reparación al dictar sentencia en los autos "Santa Coloma, Luis F. y otros c. Empresa Ferrocarriles
Argentinos", el 5 de agosto de 1986. Fallos, 308:1160.
(2) Resulta muy interesante el fallo de la Suprema Corte de Justicia de la Provincia de Buenos Aires en la
causa "R., A. H. c. Kelly, Santiago y otros s/ daños y perjuicios", del 14 de septiembre de 2011. LA LEY, 2011
E, 585.
(3) PIZARRO, Ramón D., "Daño moral. Prevención. Reparación. Punición", Hammurabi, Buenos Aires,
1996, p. 47.
(4) Explicado por el Dr. Jorge Joaquín LLAMBÍAS en su artículo "El precio del dolor", JA, 1954III, p.
358.
(5) Barbero, Brebbia y Corbella, al suscribir el dictamen minoritario en las "Jornadas sobre temas de
responsabilidad civil por muerte o lesión de personas", llevadas a cabo en Rosario en 1979, se pronunciaron a
favor de otorgarle la posibilidad de accionar por daño moral a aquellos parientes que acreditaran haber sufrido
lesiones en sus intereses legítimos.
(6) Citados por el Dr. Emilio A. IBARLUCÍA en su excelente libro "El Derecho Constitucional a la
Reparación. Su contenido y alcance", Ábaco, Buenos Aires, 2013, p. 292 y ss.
(7) BORDA, Guillermo A., "Tratado de Derecho Civil. Obligaciones", 9ª ed. actualizada, La Ley, Buenos
Aires, 2008, t. I, p. 204 y ss., nro. 176.
(8) Anteriormente se había propuesto ampliar el abanico de legitimados en el Proyecto de la Comisión
Federal de 1993, el del Poder Ejecutivo de 1993 y el de Código Civil de la República Argentina de 1998.
(9) IBARLUCÍA, Emilio A., ob. cit., p. 390.
(10) Conforme su voto en disidencia como juez de la sala A de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo
Civil en los autos "Demarchi, Sandra Fabiana y otros c/ Vázquez, José Luis y otros s/ daños y perjuicios", del 11
de mayo de 2013. La Ley Online, AR/JUR/25188/2012.
(11) KEMELMAJER de CARLUCCI, Aída, en BELLUSCIO, Augusto C. y ZANNONI, Eduardo A.
(dirs.), "Código Civil y leyes complementarias. Comentado, anotado y concordado", t. 5, Astrea, Buenos Aires,
2002, p. 114, nro. 4.
(12) ZAVALA de GONZÁLEZ, Matilde en BUERES, Alberto J. y HIGHTON, Elena I. (dirs.), "Código
Civil y normas complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial", t. 3A, Ed. Hammurabi, Buenos Aires,
1999, p. 18, nro. 10.
(13) Art. 1069 del Código Civil: "El daño comprende no sólo el perjuicio efectivamente sufrido, sino
también la ganancia de que fue privado el damnificado por el acto ilícito, y que en este Código se designa por
las palabras 'pérdidas e intereses'. Los jueces, al fijar las indemnizaciones por daños, podrán considerar la
situación patrimonial del deudor, atenuándola si fuere equitativo; pero no será aplicable esta facultad si el daño
fuere imputable a dolo del responsable".