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Universidad Pontificia Bolivariana

Programa: Historia Docente: Diego Andrés Bernal Botero


Curso: Investigación III Agosto 9 de 2019
Estudiante: Sara Cristina Isaza Vargas ID:000369943

José Andrés Quintero Restrepo

Entre la filosofía, el rock y la historia

“Pienso que la educación debe ofrecer herramientas críticas y lo contrario a una herramienta crítica es una
herramienta doctrinaria. La doctrina cuando se vuelve en un dogma pesado no permite el ejercicio de la crítica y
sobretodo el de la autocrítica, y se nos olvida que la educación es para despertar inquietud, yo pienso que esto tiene

que ser un espacio para inquietar ”.

Esta entrevista propone un intercambio dialéctico, un devenir de ideas, de experiencias y de


pensamientos, reflejados en el testimonio del doctor José Andrés Quintero Restrepo1, quien sin
duda alguna es la representación de la constancia, perseverancia y rigor académico, obtenido a
través de vivencias personales y experiencias inolvidables, relatados de manera peculiar. Esta
entrevista está enfocada a la discusión de temas históricos, filosóficos, musicales y religiosos, que
enmarcaron así la vida personal y académica del docente José Andrés Quintero Restrepo, junto
con mensajes y consideraciones personales para afrontar las cuestiones y dilemas de la vida
académica.

La cita con el profesor José Andrés Quintero estaba programada para las dos de la tarde, él me
permitió conocer parte de su vida, ya que he visto varios cursos con él del programa de Historia
de la Universidad Pontificia Bolivariana, así que mi cara se le hacía muy familiar, y sentí que este

1
Licenciado en filosofía y letras de la Universidad Pontifica Bolivariana, mención de honor por el trabajo de ¨The
Wall: una mirada estética sobre la angustia, la muerte y el aburrimiento” (en imprenta). Tercer puesto en la VII versión
del concurso Nacional Otto de Greiff Mejores Trabajos de Filosofía y Letras de la Facultad de Filosofía, del Centro
de Humanidades y de la Escuela de Ciencias Sociales de la Universidad Pontificia Bolivariana, escritor de “Los giros
y malabarismos lingüísticos de la filosofía a partir de Wittgenstein y Jonathan Swift” “Patito feo, Henry Miller y el
espíritu emprendedor entre las palabras intempestivas” y “Mark Twain y la verdad nociva”.
encuentro sería muy agradable y enriquecedor ya que he tenido la oportunidad de leer sus
publicaciones y acudir a varias cátedras sobre estas mismas. Así que muy emotivamente me
saludó, estaba muy relajado ya que no dictó clases en el día, y posterior a esto tampoco le
correspondía dar clases en la tarde, por lo que el tiempo estuvo a favor. Nos sentamos y me
comentó que aún dicta las clases de Historia Grecorromana y Semiología, en el programa de
Historia, y la conversación inicial se hizo más amena al comentarle un poco de mi experiencia
académica y posterior a esto comencé a cuestionarlo.

¿Cómo iniciaste tu vida académica?

Bueno ahí sí hablaríamos nosotros que la vida académica fue la misma vida familiar. Es decir, no
solamente por la cucha que es historiadora y lectora voraz, sino también, mis tíos, mis hermanos,
mi abuelo, todos fueron muy lectores, entonces son vicios que se contagian. Eso de la lectura,
sobre todo, sí es una lectura con pasión para discutir las cosas, es como una venérea ¡se contagia
con una facilidad impresionante!, yo digo que es desde la familia que comenzó el gusto por los
libros.

Y ¿qué tipo de libros te llamaban más la atención?

Siendo culicagado los de ciencia ficción, la entrada fue desde ahí, pero en la década de los 80s,
entre mi amá y mi hermano mayor comenzaron a hacer una colección, no recuerdo la editorial, me
acuerdo que los libros eran azules, que eran toda una serie de novelas de ciencia ficción, de Isaac
Asimov de Aldous Juxley, incluso versiones noveladas de La Guerra de las Galaxias, entonces
desde ahí comenzó el enganche de lo que fue como leer esas novelas. Obviamente cuando va
llegando uno a la adolescencia, va pasando como a temas más existenciales, más suicidas, y fue
como en ese contagio y siempre como una alcahuetería en cuanto a lo que fue desde ahí, era sino
yo decir, tengo ganas de leer a Hermann Hesse y la cucha se endeudaba y me conseguía los libros,
entonces fue desde ahí. Fue una curiosidad que se fue cultivando, de tanto libro y tanta cosa que
se trabaja.

¿Qué te incentivó a estudiar Licenciatura en filosofía? ¿o solo querías estudiar estudios


literarios?

Lo que pasa es que cuando yo entré no había propiamente un programa de literatura, porque cuando
yo empecé a estudiar Filosofía y letras fue un chiripazo, porque cuando yo estaba terminando
bachillerato sin saber qué carrera iba a realizar, pensando las cosas, mi dilema era o estudiar
filosofía o estudiar literatura porque me gustaban las dos, no sabía que existirán en el combo, y fue
mi hermano mayor el que en una ocasión, cuando yo le dije que no sabía cuál de las dos, que me
gustaba la filosofía por el rigor, la reflexión, pero habían filósofos que escribían muy maluco, y
que me gustaba la literatura por las posibilidades que daba para una reflexión pero necesitaba el
rigor de la filosofía, me dijo que estudiara Filosofía y letras y dije ¡ verdad que eso existe! Entonces
me puse a estudiar en ese sentido, lo que fue el diálogo. Sobre todo porque permite eso, no ver la
filosofía como algo puro, ni la literatura como algo puro, sino cómo copulan las dos, y aparte de
todo con la historia, entonces vi la posibilidad de articularlo con varias disciplinas.

¿Qué pensaste y qué piensas de la filosofía a partir de ese cultivo constante de la lectura?

Obviamente uno siendo sardino idealiza las cosas. Uno cree que la filosofía te va a ser una persona
más inteligente y no, talvez te haga sistemáticamente idiota, pero es lo que se lograría mayormente.
De todas maneras, lo que uno aprende desde las reflexiones filosóficas es el ejercicio de preguntar
siempre, no tanto encontrar respuestas. Al principio cuando yo entré, pensé que iba a dar
respuestas, mentiras, sino que uno se pule la inquietud, y eso me ha gustado. Entonces si hay
inquietud hay movimiento siempre, entonces uno no deja de escribir no deja de leer. Es
estimulante, volver a la filosofía y asumirla no pura porque no solo la filosofía es de la filosofía,
sino que la articulo con literatura y con historia entonces, ahí la inquietud es mayor. Es una droga
muy tremenda.

Con todo esto y desde tu opinión enriquecida a lo largo de los años, ¿qué punto de intersección
desde lo personal encuentras entre la filosofía y la historia?

De la historia a mí me encanta, la materialización del meta relato, porque es que hay muchos
filósofos que “se montan en esa nube”, es como dice Nietzsche: una herencia platónica. El mundo
de las ideas. El mundo de la trascendencia, esa metafísica, lo ahistórico, como esas categorías
universales. La historia da una herramienta crítica desde ahí de coger a todos esos filósofos
montados en una nube y decirles ustedes están en esa nube por un proceso histórico, un proceso
material. El mito de la caverna de Platón es toda una alegoría a la aristocracia griega, entonces uno
se pilla ese detalle y ¡pum! caen, se bajan de la nube, entonces lo que me ha gustado de alimentarme
de la historia (y me acusaran de corte Castro-chavista por el elemento marxista y de materializar
eso). Es como cuando uno defrauda al prójimo y ve cómo se baja de la nube y su expresión. Hay
una expresión también de esa arrogancia de conocimiento de las disciplinas que uno los baja y se
siente muy rico, por ejemplo, la historia ofrece ese recurso.

Por otro lado, da también el recurso de saber bajo qué tipo de condiciones alguien empezó una
determinada cosa, no vino por sí solo, sino que hubo una serie de factores que lo llevaron a pensar
así. Uno siempre es esclavo de formas del leguaje, o de los acontecimientos y me encanta también
rastrearlos, tanto desde la filosofía como desde la literatura. Dante escribió la Divina Comedia
precisamente por esas relaciones conflictivas con el papado y siendo militante y todo eso se ve
reflejado en un panfleto altamente metafórico como la Comedia. A mí me gusta rastrear eso. Cómo
hay una relación con el poder y la historia da esas claves.

¿Qué significa para ti historia?

Aunque no es mía la definición, eso obviamente se viene pensando hace rato. Es decir, me remito
a los clásicos, que era la filosofía un estilo de vida, que es la historia una forma de vida. Hoy en
día tenemos factores disciplinarios y con tendencias científicas, pero termina siendo una forma de
vida. Lo que pasa es que hay gente que cree que la historia es contar narraciones y memorizar,
pero no es una forma de vida porque es una postura crítica frente a los que somos y el historiador
se la pilla. Entonces, como es una postura crítica frente a lo que somos nosotros, por lo tanto, es
un criterio de vida. Es una cosa que uno va delimitando en esas formas de preguntar.

Estuve leyéndote y he visto que en el transcurso de tu vida académica has realizado varias
publicaciones de artículos de revista. Cuéntanos en qué te inspiraste para realizar tu trabajo de
grado que después se convertiría en el artículo de revista “El rock y la ética de la posguerra”,
¿cómo surgió la idea?

Fue otro chiripazo. Resulta que cuando yo hice la carrera, el programa de Filosofía y letras, a mí
me gustó mucho. Me pareció una etapa muy bacana. Incluso esas que cuando a uno le entra la
nostalgia uno quisiera volverla a repetir, volver a ser estudiante, molestar con los compañeros,
cosas así. Volver a eso. Volver a escuchar a mis profesores, y todo el rollo. Estaba tan contento
que por ejemplo mis compañeros contaban cuántas materias les faltaba. Yo no contaba, yo sólo
matriculaba las materias y veía las clases, hasta que una vez llegué a hablar con el coordinador de
Filosofía y letras de esa época, el profesor Miguel Ángel que ahora es profesor de la Nacional,
pues él se puso a mirar mi historial académico y ya me había hasta pasado de materias. Me había
‘sobre estudiado’ créditos y esas cosas, pero eso no me costaba a mí porque yo estudié becado.

Entonces el coordinador me dijo, mejor póngase a hacer la tesis. Usted ya no tiene que ver más
materias, y salí de la universidad pensando en qué trabajar. Llegué a la casa y entonces yo planteé
trabajar una serie de autores y cosas en relación con la estética de la posguerra, que era lo que me
apasionaba en esa época. Esa relación entre la escritura lo que era la guerra y el malestar que eso
ocasionaba y cómo se veían ciertas formas de poética. Pero el asunto era delimitarlo, un autor ,un
objeto, pero entonces cuando yo pasaba por esos momento de crisis lo que me ponía era a escuchar
a Pink Floyd, y recuerdo que un día estaba viéndome la película “The Wall” la cucha se me sienta
al lado y empieza a hacerme preguntas, que por qué tal cosa y la otra, y empecé a explicarle la
película y desde la estética de la posguerra y ella me dijo, ¿por qué no hacés una tesis sobre la
película? Y pensé, si uno va a investigar algo, debe de ser algo que lo ‘encarrete’ a uno, para que
no se vuelva un infierno.

Empecé a trabajarle a la tesis en esa época, pero fue una gran suerte, porque yo pensaba trabajar
un tema filosófico y literario, ya sea desde la filosofía o desde la literatura, y aquí era raro trabajar
una película, porque nadie lo había hecho.

¿Cómo te sentiste escribiendo?

La tesis fue divertida, tanto la de pregrado como la del doctorado, porque siendo dos películas
críticas, se permitió una libertad de soltarlas también, hacer los sarcasmos. Yo sí recuerdo que me
divertía en cuanto a la traducción de las letras, la interpretación de las imágenes, siempre me
encarretaba. Entonces era eso, como yo me pasé de las materias era el caso de llegar, despertarme
hacer el desayuno y sentarme a escribir, hasta subí de peso. Lo que fue la escritura de primera
mano de la tesis, me demoré un año escribiendo, y el otro año fue de corrección, editarlo y pasarlo
al computador. En este proceso sí tuve un momento de bloqueo. No sabía qué más escribir producto
de un cansancio que se solucionó con un paseo a Barbosa. Uno deja de tener vida social, pero es
porque uno está en el proceso de escritura.

Tu artículo es muy interesante, pero la parte que más impacto me produjo fue la relación que
estableciste entre la anécdota del El Guernica y el efecto estético del fenómeno de la sicodelia y
el punk. Quisiera que nos profundizaras acerca de esta relación y concepto transversal que
marca el inicio y el fin de tu artículo.

Bueno este artículo recuerdo que lo escribí para una conferencia en el Colombo que había dado
con Víctor Peñuela sobre los cincuenta años del rock, y sí, es esa anécdota de Picasso, aunque
algunos consideran que es una anécdota apócrifa, pero siéndolo o no, es apenas para la reflexión.
Es el hecho de que las manifestaciones estéticas no obedecen a un proceso aislado del arte mismo,
porque algunos creen que el arte es una entidad que se manifiesta solita. Es la relación entre el arte
y la historia, y obviamente los acontecimientos. Entonces abarca la economía, la política, la
religión, los sistemas ideológicos, y toda una maquinaria.

Volviendo a la respuesta de Picasso pienso que no es por la genialidad de un autor, sino que el
autor es utilizado, por el efecto histórico que se vuelve en un efecto estético, me gusta mucho la
respuesta de Picasso por eso, el hecho de decirle a los soldados militares que el Guernica no lo
hizo él, sino que ellos lo habían hecho, y a partir de esa repuesta, porque Picasso en esas cosas fue
muy lúcido. Uno puede analizar la literatura, la misma filosofía, en ese nexo tan estrecho con la
historia, y la historia siempre hay que tenerla como fundamento teórico, dígase conceptual o
material, para el sustento de lo que uno vaya a reflexionar desde ahí.

Quiero preguntarte acerca del rock ¿por qué piensas que es un leguaje que se presenta como
ruptura frente a los valores establecidos?

Bueno quiero establecer una diferencia entre el Rock and Roll y el Rock. El primero fue inventado
por los gringos y era más como una música para los jóvenes y para divertirse, de hecho, el Rock
and Roll es una expresión referente a “a hacer el amor”. Pero el rock propiamente como nosotros
lo conocemos, como esa herencia del Blus que es, nació para expresarse. Es la metáfora del grito,
el asunto de la libertad. Se marca la diferencia del Rock con el Rock and Roll, que se vuelve muy
comercial. Elvis Presley inicialmente se vuelve en una industria, un comercio.

El rock, por el contrario, tiene un origen inglés. Gente pálida, mona tocando música de negros.
Eso fue una ruptura al convencionalismo, cuando estaba también el elemento de la lírica. No
solamente estaba hacer una música que rompiera el mismo esquema convencional burgués que era
para agradar los sentidos, sino para alterarlos, y escribir una serie de canciones con un contenido
poético cuestionando lo que era el papel de la juventud junto con toda esta maquinaria del
capitalismo, o los mismos temas eróticos.

Tocar estos temas como una reafirmación de la vida es lo que lo convierte en ruptura. Por ejemplo,
los Rolling Stone. Cuando ellos cantaban siendo jóvenes, ellos escribían una canción, pero primero
se la mostraban a sus padres y si a ellos les gustaba entonces la canción era mala y si no les gustaba
era buena y se publicaba. Entonces era esa condición de esa ruptura misma, incluso en la
actualidad. Porque digamos que los rock al tener ese público tan grande tienden a volverse
consumidores y tienden nuevamente a industrializarse, pero la historia del Rock se entiende desde
las rupturas. Es por eso que pienso que no va de generación en generación, sino, de degeneración
en degeneración.

Entonces si hablamos de Pink Floyd que se contrapuso a la maquinaria del capitalismo, ya es


capitalizable. Los integrantes de Pink Floyd, excepto Richard Wright que murió, viven muy
burguesamente. Se vuelve una industria y aun así eso va a generar un malestar que va a permitir
que se oxigene con otras formas de expresión. El fenómeno de los noventa el llamado Grunge fue
eso. Frente al virtuosismo de los ochenta, todo el glamour, esa gente se aplicaba laca en el cabello
tenían hasta capul y sale Kurt Cobain de Nirvana con el cabello desgreñado con el saquito de
abuela, y eso se comercializa, pero de momento eso fue una ruptura.

Dicen que podemos percibir la música con los sentimientos, ¿alguna vez sentiste que el rock
transmitiera aquella ruptura de la que hablas?

Sí, pero mi mamá escuchaba rock y fue roquerita. Ella creció escuchando los Beatles, los Rolling
Stone y Pink Floyd. El ambiente era muy común en la casa, pues mi hermano mayor es músico,
uno de mis tíos, que es Jairo, es músico de la filarmónica, pero es muy roquero. Otro tío, Alberto,
es profesor de filosofía. Hay músicos pintores, matemáticos y aun así se sintió esa ruptura.

¿Qué anécdotas recuerdas de la Universidad?

Recuerdo a mis compañeros de Filosofía y letras, porque la mayoría de clases las veíamos en el
Bloque Doce, nosotros nos sentábamos a rajar de los profesores, nos burlábamos de Iván Darío
Carmona, imitábamos a Gonzalo Soto, tratábamos de hablar a la velocidad de Claudia Avendaño,
y como no veíamos clase los viernes, el jueves era el día de la beba. Nos íbamos a La 70,
tomábamos aguardiente, comíamos buñuelos y discutíamos temas que íbamos leyendo. Había una
mutua ayuda entre nosotros.

¿Cómo eran los profesores? ¿muy exigentes?

Todos fueron exigentes, unos más que otros, pero la ventaja era que como a nosotros nos
apasionaba la filosofía y la literatura, finalmente terminaba uno en una relación amistosa con los
profesores, porque era una pasión compartida y yo mismo me exigía mucho en el estudio,
simplemente era el hecho de esforzarme, porque donde hubiera hecho un trabajo bien malo como
vuelvo a la universidad.

Por ejemplo, Raúl López, unos de los profes más rigurosos, él no ponía un cinco. Raúl decía que
su religión le prohibía poner un cinco y una vez yo le saqué un cinco. Fue en un curso sobre
Voltaire que era sobre la filosofía moderna. Él incluso esperaba que mi trabajo fuera irreverente,
porque yo soy irreverente. Era un trabajo de treinta páginas, el trabajo final, porque en esa época
nos ponían sólo un trabajo de entrada en el semestre que era una investigación que durante todo el
semestre valía 100%.

Raúl era muy esquemático y psicorígido en ocasiones. Yo no me aburrí en su curso porque igual
era amable. Es que a veces yo pienso que un docente se caracterizaría más bien por el tipo de trato
que da. Víctor Peñuela decía que la clave de la pedagogía es la actitud, ni siquiera un esquema
pedagógico preestablecido. Pero es difícil de decir cuál fue el mejor de todos, pero todos tiene su
método. Por ejemplo, el profesor Gonzalo Soto habla lentico, parece dando misa… Claudia
Avendaño es metralla. Todos son diferentes, pero todos son muy buenos profesores. ¡Es difícil!

Con respecto a esto, ¿Estabas estudiando cuando cerraron sociología en la universidad?


¿Recuerdas el momento? ¿qué pasó con los profesores?

No, pero sí sé que el rector Félix Henao Botero consideró precisamente por ese peligro de las
ideologías izquierdosas cerrar esos dos programas: el de Filosofía y letras y sociología. Filosofía
y letras no se cerró porque los estudiantes hicieron huelga de hambre, entre ellos Iván Darío
Carmona, mientras el decano de la época era Gonzalo Soto, y tuvieron un pequeño conflicto, pero
ya lo tienen más resulto porque los dos son un par de ancianos.
Los estudiantes aguantaron hambre y por esta razón no cerraron el pregrado de filosofía y letras,
y los profesores del pregrado de Sociología pasaron a formar parte de un programa que se llamaba
micro currículo que a partir de ahí fue surgiendo el Centro de Humanidades. Una serie de cursos,
no solo para los de filosofía, sino para todas las facultades. Cursos de ética y cosas así, muy similar
a lo que hoy en día es el ciclo básico y fue cobrando fuerza y hoy en día es el Centro de
Humanidades, incluso aunque pensaron cerrar eso, hoy en día es el sello fuerte de la Universidad
, ya que son los cursos de formación humanística.

¿Admirabas a algunos de tus profesores?

A varios, por ejemplo, a Gonzalo Soto. Yo salía lleno de las clases de él, y decía aprendí como un
verraco. Víctor Peñuela, él falleció en el 2005, sin embargo, yo lo admiraba sobre todo porque él
era todo roquerito. Cuando salíamos de clase él decía, vamos a tirar vicio y tirar vicio es que nos
íbamos a las discotiendas a esculcar música y a comprar. Lo admiraba porque al hacer las
reflexiones filosóficas solía citar a Condorito en sus clases o a Amparo Grisales. Me parecía muy
genial, quitarle tanta ortodoxia a la filosofía. Claudia en su misma reflexión, en una clase por la
historia misma, le metía filosofía, le metía literatura, le metía ciencia, le metía de todo un poquito
desde esa erudición muy bacana, sin ser ella arrogante. Volvamos a Iván Darío. Ese carisma de
dar las clases, el gusto, cuando él desarrollaba las clases era básicamente explicando por qué le
gustaba lo que nos había puesto a leer y lo explicaba con apariencia académica. Es difícil decir
uno solo.

y ¿cómo te describirías en la universidad? ¿Eras responsable o todo lo contrario?

Confieso que sí fui muy nerdo. Cuando digo que me iba a beber mucho, en gran medida es caspa.
Digamos que yo veía clase el jueves y ese mismo día el profesor ya nos estaba poniendo los
planteamientos para un trabajo, y después de explicado eso, yo empezaba a escribir en el cuaderno,
a adelantar el trabajo de una. Luego lo que era caminar de aquí hasta el Metro o ir en bicicleta,
porque en esa época vivíamos en Bello, en Cabañas. En el Metro adelantaba la lectura, llegaba a
la casa y seguía leyendo y sacando apuntes aparte y digamos que a los dos días ya estaba sentado
en frente de la máquina de escribir. De hecho, para mí era primero hacer los trabajos y luego beber,
no al revés, y así le decía a todo el que me invitara a una farra.
Además, porque a mí me gustaba hacer los trabajos. Lo que me gusta de escribir no es porque yo
me considere un gran escritor, sino porque escribir me permite reflexionar meticulosamente
muchas cosas. Es el ejercicio de detenerme en lo que estoy reflexionando y hacerlo con cautela.
Eso era lo que me gustaba. Muy nerdo era, que un 25 diciembre era yo leyendo. Todavía me gusta
mucho, lo que pasa es que con clases no da tiempo para leer, pero no, yo siempre busco mucho
ese espacio. A veces echo gente del apartamento porque quiero leer.

¿Qué materias te gustaban más y por qué?

¡Todas! yo me acuerdo que, por ejemplo, la historia clásica, la filosofía antigua, la literatura
antigua, me gustaban mucho por su composición y en especial, por los profesores, ya que era una
pasión compartida.

¿Cuándo viste las materias más complicadas pensaste alguna vez salir de tu carrera?

Ah no, nunca tuve ese conflicto. Yo sabía que esto iba a ser un voto de pobreza, pero nunca tuve
el conflicto de saber que no iba a ser capaz, incluso cuando tuve materias de autores ladrilludos,
que leía y releía y uno no entendía. Pero estaba la ventaja de que cuando uno llegaba a la clase del
texto que uno no entendía, uno perfectamente le podía decir al profe “no entendí” y lo explicaba,
así que nunca hubo como esa sensación de soledad.

¿Cuándo estabas en el colegio que otra posible carrera pensaste y por qué?

Yo había pensado por un momento ser matemático porque me gustaban las matemáticas, y me iba
muy bien, y física también me llamaba la atención, pero en parte también era una pasión por la
escritura misma. En un momento sí consideré la posibilidad de ser un poeta bien vago sin hacer
carrera. Elegí esta universidad porque mi amá ya trabaja acá, sin embargo, yo había pasado a la
Universidad de Antioquia, pero mi mismo tío, que trabajaba allá, me dijo que era mejor la
Universidad Pontificia Bolivariana, ya que no habían paros y la educación era más personalizada.

¿Qué pensabas de la educación pública y privada de ese momento?

Pues yo consideraba que estudiar aquí iba a ser muy burgués. o me acuerdo que una vez vine con
mi hermano mayor, pues ese día nos íbamos a encontrar con la cucha aquí, y nos iba a llevar a
almorzar. Entramos aquí en la Bolivariana y caminando pasó una muchacha tan bonita… entonces
sí me dieron ganas de quedarme aquí, pero no, no conseguí novia.
Como sabes, la Universidad Pontifica Bolivariana es conocida por su educación religiosa,
¿crees que la religión marcó de alguna manera tu educación?

Creí en un principio que aquí era pura enseñanza de escolástica, porque en la inducción solo había
monjas y seminaristas, y yo ¡ay juepuerca! Aquí me van a convertir en Cristo, pero eso cambió
cuando empecé a ver las clases. Por ejemplo, la clase de Introducción a la Filosofía, que la dio el
profesor Miguel Ángel. En el desarrollo de la clase, cuando él explicaba el platonismo, hizo una
observación a un seminarista diciéndole: “es que usted tiene que sacarse toda idea cristiana que
tenga en la mente cuando va a leer a Platón. Aquí no hay cristianismo” y yo ¡wow! Fue muy genial
ver esas delimitaciones del rigor.

Y pienso que la educación debe ofrecer herramientas críticas y lo contrario a una herramienta
crítica es una herramienta doctrinaria. La doctrina cuando se vuelve en un dogma pesado no
permite el ejercicio de la crítica y sobre todo el de la autocrítica. Ahora, que uno puede basarse en
el cristianismo con ciertos parámetros cristianos para una crítica, ya es otro rollo. No utilizan el
elemento cristiano como una imposición sino como una posibilidad crítica frente a los conceptos
contemporáneos. La academia ofrece rigor, el recurso mismo de la reflexión, incluso si eso va a
cuestionar algo que esté establecido desde una doctrina. Si se cuestiona algo es porque eso está
ocasionando un malestar.

Recuerdo al vicerrector que hace poco falleció, el padre Jorge Iván. En una ocasión le tocaron el
tema sobre el visón de la católica apostólica y romana en la Universidad y le llamó la atención a
ese sujeto diciéndole: “sí, pero no olvide que esta es una universidad. Primero es una universidad
que sí, es administrada por la parroquia, pero es una universidad y se debe permitir ese libre trabajo
cognitivo”.

¿Crees en alguna religión?

No, yo soy muy mal cristiano y con ganas de empeorar, y pues en la familia hay de todo también.
Sin embargo, me han dado la libertad de escoger y la cucha no llegó a imponer absolutamente
nada.

¿Piensas que la educación humanística ha derivado de la educación religiosa?


Sí, pues las mismas universidades son construcciones medievales, muy escolásticos. Lugares de
encierro, de claustro, el aislamiento de las tentaciones del mundo. Eso sigue mucho ese esquema,
pues la historia de la pedagogía y la historia de la religión han ido de la mano todo el tiempo. Uno
nota acá esos efectos, con la Constitución de 1886 de que la educación nacional era totalmente
religiosa. Uno tenía que ver clases de catequesis obligado, hasta la Constitución de 1991 con la
que la libertad de cultos ya era una opción. Como yo ya estaba en decimo, yo lo tomé como una
opción, porque la hora de religión era la hora de recreo de 45 minutos.

Yo diría que el ejercicio mismo de la pedagogía va más de la mano de la filosofía, porque la


filosofía es pedagogía y son formas de asumir críticamente la vida que eso no tiene que ver solo
con el discurso sino con la actitud y los gestos. Ahí está la filosofía, el tumbao y se nos olvida que
la educación es para despertar inquietud. Yo pienso que esto tiene que ser un espacio para inquietar.

Quisiera que finalizáramos con un mensaje que quieras compartirnos acerca de lo que es el
estudio, el compromiso y la constancia para ti y cómo podemos alcanzar verdaderamente lo que
queremos.

Lo que yo pienso es que la universidad es más que todo como un ejercicio de resistencia. No
esperar que aquí se les van a dar todas las respuestas, sino que aquí se les va a dar la herramienta
para que estudien solos y requieren es de mucha resistencia, mucho aguante. Tampoco va a ser de
un disfrute del 100%, va a haber conflictos y eso consiste en sacar callo. Obviamente representa
sacrificio, hasta comerse un pollo, pues hay que sacrificar al pollo… es cuestión de ese aguante.

Hay momentos en que uno sí se desanima, pero esto forma parte del ejercicio académico, por
profesores, circunstancias, porque te dormiste en clase y cosas así, pero más que todo, yo he
pensado por la experiencia que tuve que esto es más un acto de resistir. A veces puede pasar que
salen y sienten que no aprendieron nada, pero es porque precisamente quedaron en estado de
inquietud y seguir profundizando unas líneas. Hay gente que sale alegando: “es que no aprendí
nada”. Lo que pasa es que el profesor no lo da todo, solamente da las herramientas para uno saber
y buscar. Uno buscando va encontrando otras cositas y pues bueno, ese es el aguante.

José muchas gracias.

A usted.

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