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VILLATINA: RELATOS DE UNA VERDAD ENTERRADA

“Aunque fuera de lejos, pues a uno siempre le duele el dolor ajeno”

Sara Isaza Vargas 1


Recibido: 13 de septiembre de 2019

En la tarde de un domingo soleado el estadio Atanasio Girardot se encontraba lleno de


hinchas a causa de un partido clásico de la ciudad, pues el Deportivo Independiente Medellín
y el Atlético Nacional se enfrentaban a uno de los partidos más importantes de la temporada
del campeonato colombiano: los octavos de final y de allí directo al cuadrangular.
En medio del partido se escucha un extra, pues era la radio local quien dio la primicia de una
de las noticias más dolorosas para la ciudad. El 27 de septiembre de 1987, cerca de las tres
de la tarde, ocurrió la tragedia en las laderas del cerro Pan de Azúcar. En cuestión de segundos
20.000 metros cúbicos de tierra cubrieron gran parte del barrio Villatina, ubicado en la zona
centro oriental de la ciudad.
Se dice que fueron 300 muertos y 200 desaparecidos, aproximadamente 100 casas destruidas
y 2400 personas damnificadas. Este deslizamiento de tierra, la angustia y el sufrimiento
quedaron en la memoria de decenas de víctimas, damnificados y en toda la ciudad.
Son múltiples y diversas las hipótesis que giran en tanto a las explicaciones de la tragedia,
pues es necesario revisar su contexto, dado que se considera aun hoy, como uno de los diez
desastres urbanos más grandes en el mundo.
“Villatina surge en los años 40 como un barrio pirata, promovido por Cheno Arroyave, en
predios de su propiedad, situados en la ladera occidental del Cerro Pan de Azúcar, a distancia
peatonal del centro de la ciudad por la quebrada Santa Elena”2. Durante los años 70 Villatina
se fue consolidando, a pesar de su ubicación, las dificultades de su terreno y a la falta de
servicios públicos como uno de los barrios que componen la ciudad. A partir de este momento
comenzó el acelerado proceso de urbanización, de mano al crecimiento demográfico y las
migraciones desde el campo.
La prohibición del desarrollo urbano pirata hizo que el barrio se densificara por medio de la
invasión de los lotes, residuales. Pues fue así como “llegaron personas procedentes de
diferentes lugares del departamento de Antioquia y del país, debido, entre otras razones, a las
económicas en la búsqueda de mejores condiciones para la familia, por la violencia

1
Estudiante de Historia curso Investigación III, Universidad Pontificia Bolivariana.
2
Coupé Françoise, Elizabeth Arboleda Carolina García, “Villatina: Algunas reflexiones 20 años después de la
tragedia” Gestión y ambiente 10, N°2, 2007, 32.
generalizada que vivía el país a mediados del siglo XX y por procesos de movilidad
interbarrial”3.
Con todo esto es necesario advertir que “existían diferentes tipos de construcción: viviendas
de tablas, palos, cartones y plásticos, otras en tapia y bahareque y otras en material”4. Estos
materiales son precarios, a la par que contaban con pocos y estrechos accesos viales dentro
del barrio, pues los peatonales eran escalinatas o terreno pedregoso y pantanoso. “Sumadas
a las dificultades para el acceso y la precariedad de los bienes y servicios hizo que la
comunidad se organizara para enfrentar estas carencias”5.
A pesar de sus condiciones el barrio de Villatina no había sido del todo declarado “zona de
alto riesgo”, en el Decreto 15 de 1985, y la población vivía una situación peculiar que debe
mencionarse a razón de las posibles causas de derrumbe, pues “Villatina albergaba un
campamento del M19, la organización que había liderado la toma el Palacio de Justicia en
Bogotá en 1985 y buscaba posicionarse en la ciudad”6.
La suma de estas circunstancias y las enormes dificultades socio económicas de los invasores,
imposibilitó, según la socióloga Françoise Coupé, la antropóloga Elizabeth Arboleda y la
ingeniera geóloga Carolina García, prestar la debida atención a la amenaza por la que pasaba
el territorio.
Son estas las razones del caos durante la tragedia inicial. Momentos en los que los cuerpos
de socorro y las autoridades municipales presentaron dificultades para identificar a los
damnificados y, sobre todo, establecer claras comunicaciones con las entidades y con las
personas responsables. Se evidenció que los criterios de intervención no estaban claros, y la
gran labor de los medios de comunicación se vio disipada por la imposibilidad de difundir
una información clara y eficaz.
Para entonces, John Jairo Sánchez (campesino de Salgar, Antioquia) decidió pagar el servicio
militar a manera de aprendizaje. Fue así que para el 2 de enero de 1986 comenzó su vida
militar pero para ese entonces no se hallaba muy feliz con su decisión, pues afirma que fue
una experiencia traumática. Según él, el trato era inhumano, sin embargo, su comportamiento
hizo que ascendiera, y la experiencia seguía en vilo mientras era regular de la milicia
colombiana.
El sábado 26 de septiembre de 1987, visitó a su hermana en la “Maruchenga” en Bello, y el
domingo regresó al batallón Ospina. En las horas de la tarde sonó una alarma, los llevaron
en volquetas y directo hacía Villatina. En su primera impresión pudo notar que las casas se
derrumbaron unas contra otras, como un juego de dominó. Aún no habían llegado organismos
3
Isaza, Claudia Patricia y Barrera, Luz Elena, 2007. El caso de los sobrevivientes del deslizamiento de Villatina
(Medellín, 1987): estudio etnográfico, 2005. En: Revista Facultad Nacional de Salud Pública, Vol. 25, N° 1.
17.
4
ibíd.
5
Isaza, Claudia Patricia y Barrera, Luz Elena, 2007. El caso de los sobrevivientes del deslizamiento de Villatina
(Medellín, 1987): estudio etnográfico, 2005. En: Revista Facultad Nacional de Salud Pública, Vol. 25, N° 1.
Medellín. 18.
6
Coupé Françoise, Elizabeth Arboleda Carolina García, “Villatina: Algunas reflexiones 20 años después de la
tragedia” Gestión y ambiente 10, N°2, 2007, 33.
de socorro y le sorprendió que el terreno no era tan pendiente y tampoco había agua para
decir que estuviese recogida en lo profundo de la tierra, pues esta estaba seca. El primer paso
fue empezar a encender reflectores, que llevaba la defensa civil, y comenzar a excavar y a
sacar gente. A unos compañeros soldados les tocó destapar una casa en la estaban haciendo
una piñata y vieron que los cuerpos muertos quedaron alrededor.

“Que yo me acuerde no encontraron a nadie vivo”

En otra excavación encontraron una cabina telefónica, en la cual había una quinceañera, pues
en ese tiempo no existían los celulares. John Jairo afirma al respecto: “no se me olvida que
el derrumbe de tierra sobrepasó el teléfono público y aquella jovencita se la llevó la tierra
con teléfono y todo, pues quedó con el talón derecho en el cerebro”7. Sacaban y sacaban
personas. La gente no estaba tan profunda, dice John Jairo, pues cada vez que veían colchones
sabían que había alguien en los dormitorios.
“Sacaron mucha gente muerta ese día. Yo recuerdo que llegó la noche y nos pusimos a ayudar
a la gente de más abajo a sacar las cosas porque mucha gente quería evacuar. En ese momento
llegó una muchacha que estaba en Itagüí y cuando sucedió el desastre toda su familia estaba
allí. Ella nos decía más o menos dónde estaba la casa, y nosotros la intentábamos ayudar,
pero las casas se derrumbaron una contra otra, entonces era muy difícil saber dónde quedaron.
Allí estuvimos hasta las once de la noche, al otro día trajeron equipo mecánico”8.
“Empecé a excavar en un sitio y cuando había excavado por ahí más o menos 50 centímetros,
encontré un cuerpo. Cuando lo destapé, lo corté con la pala. Pensé que era la pierna de una
mujer por la contextura y cuando la corté, grité avisando a los de la defensa civil y ahí mismo
fueron y empezaron a destapar. Era el costado de un niño. Un niño más o menos de cinco o
seis años”9.
Los compañeros de John Jairo sí se quedaron ayudando, sin embargo, el ambiente era pesado
y cada vez llegaban más personas a ver si encontraban a alguien. “Eso es algo muy triste,
porque luego de eso la gente llegaba llorando, ¡que mi casa!, ¡qué mi mamá!, ¡qué mi tía!,
¡qué vivían allí!, y mucha gente llegaba a llevárselo a uno prácticamente arrastrado
diciéndome ¡venga ayúdeme que yo creo que es allí! Ver la gente así es muy difícil”.

“Eso es algo muy triste, porque luego de eso la gente llegaba llorando,
¡qué mi casa!, ¡qué mi mamá!”

7
John Jairo Sánchez, Sara Isaza Vargas en San Javier, 11 de septiembre de 2019.
8
ibíd.
9
John Jairo Sánchez, Sara Isaza Vargas en San Javier, 11 de septiembre de 2019.
Coetáneamente, Gloria Vargas, peluquera en el barrio Buenos Aires, cercano a Villatina, se
encontraba en su vivienda. Ese domingo arregló su casa, se organizó y salió para su trabajo,
luego volvió a su casa para almorzar con una tía que venía de visita. Fue allí donde salieron
a la calle a sentarse un rato afuera ya que hacía un gran calor. “En las horas de la tarde mi tía
pegó un grito y nos llamó a todas, avisándonos que la montaña se estaba viniendo y tapó
todas las casas. Estábamos muy tristes por presenciar esa tragedia, aunque fuera de lejos,
pues a uno le duele el dolor ajeno. Por la noche, como es costumbre en la casa todos los
domingos, fuimos a misa y encomendamos en manos de Dios a todas las personas que
sufrieron por esa dolorosa tragedia”10.
Gloria recuerda que su prima Miriam Ortiz fue sobreviviente de la tragedia y posteriormente
fue reubicada en el barrio Héctor Abad Gómez en Acevedo. Esta reubicación les costó sudor,
pues según Gloria ellos tenían que construir sus propias casas, pues el gobierno les daba el
material, pero la mano de obra era por cuenta de ellos, y la reubicación fue muy pausada y
extenuante.
Este territorio fue declarado campo santo posterior a la suspensión de las operaciones de
rescate. Sin embargo, el barrio cambió: “la gente se volvió más agresiva, además como llegó
gente nueva, se perdió la unión. Se inició un nuevo periodo de violencia intensa y cotidiana
que, como la misma tragedia, pero independientemente de ella, marcó un hito en Villatina”11.
“Pues allá se dice que hubo más de 500 muertos. Eso era para el gobierno de Virgilio Barco
Vargas, a él le había entregado Belisario Betancur y hacía dos años que había sucedido el
desastre de Armero en que fueron 25.000 desaparecidos y un municipio entero. Se decía que
en Villatina se encontraban algunos damnificados por el desastre Armero y en Villatina los
mató el derrumbe. De eso se tejieron muchos mitos”12. John Jairo no conoce una causa oficial
del derrumbe, pues su relato se tejió a partir de las anécdotas de los sobrevivientes del barrio,
porque las posibles causas se quedaron en la impunidad y el olvido.
De manera alterna Rafael Vargas, litógrafo del barrio Buenos Aires de la ciudad de Medellín,
dice que antes de que almorzara percibió, según describe él, unos vientos en forma de ciclón,
y en cuestión de segundos hasta las tejas de Eternit se levantaron ante esto. Cuando dejó de
percibir esta potente fuerza de vientos, sucedió el derrumbe. Rafael afirma “que el derrumbe
fue a causa de las fuertes corrientes de aire. Por eso argumenta que la tierra no estaba húmeda
y que el resultado de la nube de polvo formado en aire, como relatan algunos testigos, no
hubiera sido posible de no estar la tierra seca”13.
Para finalizar John Jairo afirma que la importancia de tragedias como la de Villatina, está
dada en que hacen que la memoria histórica se fortalezca desde la capacidad de supervivencia
y resistencia del relato, así como con el de la superación de momentos traumáticos. A partir
de esto, se da el desarrollo de una identidad que les permite conservar y hacer coherente sus

10
Gloria Vargas Ortiz, Sara Isaza Vargas en Buenos Aires, 12 de septiembre de 2019.
11
Coupé Françoise, Elizabeth Arboleda Carolina García, “Villatina: Algunas reflexiones 20 años después de la
tragedia” Gestión y ambiente 10, N°2, 2007, 33.
12
Ibíd.
13
Rafael Vargas Yepes, Sara Isaza Vargas en Buenos Aires, 12 de septiembre de 2019.
narraciones desde el contexto en que tuvieron que relacionarse y vivirlo. Reflejan, por tanto,
su capacidad resiliente.
El recuerdo algunas veces se queda en lo impune y más en Colombia. Es por eso que para
Gloria lo más importante en su impacto es la resiliencia. Es esta la que, en una primera parte,
aparece la capacidad de adaptación y por otro lado refleja la capacidad de resistencia. Esto,
sin duda alguna, comprende elasticidad y dureza. Son estas dimensiones las que proporcionan
que tanto Rafael, John Jairo y Gloria recuerden aquel elemento que no está tangible en la
historia, pero que tiene un papel esencial en la configuración de las identidades.
Esta reconstrucción del relato genera el desarrollo de estrategias resilientes comunes y estas,
a su vez, la comprensión de recuerdos colectivos que posibilitan la memoria, la recuperación,
el reconocimiento y la construcción de una historia colectiva.

Bibliografía

Coupé Françoise, Elizabeth Arboleda Carolina García, “Villatina: Algunas reflexiones 20


años después de la tragedia” Gestión y ambiente, Vol.10, N°2,2007, Medellín, 31-52.
Isaza, Claudia Patricia y Luz Elena Barrera, 2007. El caso de los sobrevivientes del
deslizamiento de Villatina (Medellín, 1987): estudio etnográfico, Facultad Nacional
de Salud Pública, Vol. 25, N° 1,2005. Medellín, 18-25.

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