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NOVELA 14 a EDICION

EDICIONES RODM,S.A.
NARRATIVA Petre
EUROPEA
Bellú

Título original:
LA PAROLE EST A LA DEFENSE
Traducción de
MANUEL ROJAS


14. EDICION
8

© 1940 by Empresa Ercilla, A. A. C. y E.


Santiago de Chile.
© 1972 by Ediciones Rod~, S. A. _
Av. Generalísimo, 74, Madnd-16. Espana. • \

Derechos reservados para


todos los paises de habla
Hispana EDICIONES ERCILLA
Depósito legal: M. 13934 - 1972. SANTIAGO DE CHILE

lpmpreso por M. E. L. S. A., Pinto _ Madrid.


rinted in Spain. EDICIONES RODAS
MADRID
PRIMERA PARTE

Estaba en el banco de los acusados, ante el jura-


do del Tribunal de Justicia. No oía nada; mis pensa-
mientos me obsedían. De repente, la voz del presiden-

'tE! me hizo temblar.


• -,¿Por qué ha matado usted?
Primero sonreí estúpidamente; después grité:
-lo reconozco ante la ley: he matado; no me
defiendo.
El ruido de mi voz me espantó. Temblando, me
puse a sonreír. Pero mi sonrisa era sin duda muy
amarga, pues el procurador me miró con piedad y
repitió por centésima vez:

-¿Por qué ha matado usted?
No quise responder. ¿Para qué defenderme?
Desde la hora de mi crimen, jueces, comisarios, pre-
sidente, inspectores de policía, reporteros, periodis-
tas, fotógrafos y otros más, todos querían saber por
qué había matado. Como si no hubiera dicho, a toda
esta gente devorada por la curiosidad, que, para mí,
no habla habido ningún porqué. Había sinceramente
confesado, en el curso del interrogatorio, cómo ha-
• bía llegado a matar a un ser que me era tan infinita-
mente querido. Pero esto no era suficiente para
ellos. Ellos querían raspar el fondo de mi corazón, di-
vertirse con mi miseria moral. Querían más y más
'explicaciones. y ese presidente que tenía ante sí el
expediente de mi proceso, ¿por qué no había lerdo
mis declaraciones anteriores? Eran invariablemente
las mismas, ningún desfallecimiento, ninguna inad-
vertencia, ninguna mentira a lo largo del Interrogato-
rio. Todo estaba claro. Había dicho toda la verdad,
nada más que la' verdad. y parecía que todos la Igno-
raban.
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Estaba harto de esa tortura que la justicia huma-
na inflige a los culpables _antes de castigarlos. complicarlo, inventando, deduciendo y mintiendo a fin
'Cómo había sufrido, durante el largo proceso, la de justificar su incapacidad para comprender mi cri-
:nirada de centenas de pares de ojos asestados so- men.
bre mí! Era una especie de ventosa aplicada sobre Nací en Bucarest, ciudad encantadora y alegre.
mi cerebro. Habitábamos en un arrabal muy apartado. El barrio te.
-Sí, díganos por qué ha matado usted insis- nía mala fama y estaba lleno de prostíbulos. Nuestra
tió el presidente del jurado ; no comprendemos calle, debido a los burdeles baratos que la infestaban
nada de su crimen. era la más frecuentada. '
Este hombre tenía una cabeza de sepulturero. No En una de esas escupideras para hombres, don-
entreabrí los labios. de mi madre estaba prostituida, vi yo la luz del día.
Juzgando según las reglas de la justicia humana, Gracias a ello, fuí un proscrito durante toda mi vida.
que quiere que todo efecto tenga una causa, mi abo- Nadie ha pens¡ido jamás en poner de relieve mis
gado inventó una historia, como ' para dormir de pie, buenas acciones, a pesar de que he realizado algunas.
que tituló ceremoniosamente "la vida del acusado". Pero, de una manera o de otra, todo el mundo me ha
En verdad, quedé abrumado por las mentiras que des- recordado siempre que mi madre era un·a simple mer-
pachó y amontonó, por orden cronológico, sobre mi cadería a precio fijo.
conciencia. Como moscas, todos volaban alrededor de la ba-
la tela oratoria que tejía era muy hermosa, pero sura de este detalle, del cual yo no era responsable.
mi pobre araña había olvidado que suspendía el del- Cuando me encontraba entre desconocidos, me con-
gado hilo de su sabio relato sobre la cabeza de muy vertía en seguida en el blanco de su menosprecio;
grandes moscas. le fue necesario desgarrarla, para algo en mí traicionaba mi origen. ¿Oué era? Pronto
no dejar, a fin de cuentas, sino la ilusión de haber cum- tendré cuarenta años y todavía no lo sé.
plido un deber de diácono salmodiando a la cabecera No tenía padre; era hijo del aire.
de un agonizante condenado de antemano. . Mi madre no quiso decirme nunca con quién me
Después de mi abogado el procurador tomó la pa- había concebido. Parecía haberlo olvidado: tanto po-
labra y, íI pesar de su mirada enternecedora, me acu- dría .ser un marino como un presidiario evadido, que
só violentamente. sin sentirse muy incómodo al in- la había violado. Cuando le preguntaba sobre esto, se
ventar nuevas mentiras. Creo que todo procurador que enojaba y me echaba de su pieza:
se respeta debe necesariamente tener la manía de la -Vete al diablo, pesadilla.
contradicción. . Yo no decía nada; me había habituado a la idea
Finalmente. el Tribunal, estimando que todo esta- de haber nacido de padre desconocido, tal como ·10
ba a~larado, me concedió el castigo conveniente: . cin-. atestiguaba mi certificado de nacimiento.
co a~os de trabajos forzados. A despecho de la esperanza de mi madre, a pesar
El defensor tiene la palabra ... " de todo, he vivido en el aire enrarecido de nuestro
Es todo lo que he retenido de las palabras escu- establecimiento.
chadas durante mi proceso. Esta fórmula, este grito Mi presencia constituía ahí un atractivo singular:
de lechuza, resuena en mi cabeza. iun hijo de ramera!
I Quiero confesarme, y quiero hacerlo porque todo Además del farolillo con vidrios rojos que indica-
e mundo 8e ha esforzado en embrollar mi asunto, ba a los transeúntes el peligro de nuestra casa, tenía-
mos como insignia un bebé mal dibujado.
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!
Desde la infancia tomé parte intensa en la vida mor. Pero ' sus amenazas
. no eran sino palab ras . .
sIem-
de ese medio, participando de la suerte ' de las mu- pre vo Ivla conmigo a casa. •
chachas Y de los perros sarnosos de la patrona . Yo. continuaba vivi~~do y creciendo en medio de
Durante los primeros años de que me acuerdo, mi I~s mUJeres: cuyas actividades no tenían ningún sen-
madre me pegaba regularmente todos los días . tido para mI. Hasta los cinco años no me di cuenta de
Me pegaba porque, según decía. yo me aferraba lo que pasaba a mi alrededo~ . A partir de esta edad
creo que empecé a advertir ciertas cosas.
a la vida. me obstinaba en sufrir. duraba; en una pa-
labra, porque vivía y era un fardo para ella. En la noche me gustaba quedarme en el sa lón
I do~de se ca~taba y se estaba muy alegremente. La~
Cuando me escapaba de sus manos. me ponía mUJeres. casI desnudas. me llevaban en los brazos. y
a temblar y a patalear durante una hora. Rojo y gela- I
cuando una de ellas era requerida por un hombre ve-
tinoso, tenía el aire de un cangrejo estropeado. nían muchos. día y noche • no se iba sin haberme
Mis piernas de fósforo sostenían ' una apariencia confiado a otra. diciéndole: "Ten cuidado con el ni-
de cuerpo delgado de color verdoso. Pero sentía vien- I -no " .
tos de vida en el fondo de mi ruin pecho. no más an- El calor de sus cuerpos me envolvía en una dul-
cho que el de un gatito de tejado. ce ternura.
Era demasiado lo que absorbía en forma de pali- Alg~nas v~ces había riñas en el salón. pero esto
zas, sin haber cometido la menor falta. Mi madre de- no me ImpresIOnaba mucho : siempre había sucedido
liraba por pegarme. pero creo que esto le hacía bien. así entre nosotros_ Algunas veces se me ocurría llo-
Me martirizaba por necesidad de vengarse, de descar- rar y las mujeres gritaban: "Cállense; el niño está
gar sus nervios excitados por las vicisitudes de la asustado". Yo era el hijo de todas. y ellas me llama-
miserable vida que estaba condenada a soportar. Yo ban "chiquillo lindo". Me emperifollaban de mil ma-
me daba cuenta de ello. y así me resigné y esperaba neras. sin cansarse jamás. También los clientes me
estoicamente la hora de la azotaina. querían mucho y me llenaban de regalitos.
Yo representaba, a los ojos de mi madre. a la pa- El favorito de mi madre. que no entraba jamás al
trona. la policía. el médico. los clientes. en una pa- salón. me llamaba cada vez que iba a visitarla. Era un
labra. todo aquello que le hacía dura la vida. Todavía viejo de barbucha gris. tímido y simpático. Mientras
no podía yo imaginar los sufrimientos causados por el mi madre se desnudaba. me tenía cerca de él y no se
chancro moral que roía su alma. cansaba de mirarme. con un aire entre feliz y tonto.
No lo comprendí sino mucho después. Después me hacía señas de que me fuera. Mucho
., Mi m.adre me odiaba; sin embargo. jamás se deci- más tarde supe que este señor creía que yo era hijo
diO a alejarme de ella. A pesar de su condición hu- de él. Las mujeres le hacían bromas . pero mi madre
m,ana, esta mujer. injustamente relegada en ese rin- se reía de sus pullas icon tal de que le diera dinero
con del infierno· por la suerte, tenía un corazón de para mi mantención!
madre; yo lo sentía. Cuántas veces me dijo: "Me voy En cuanto a cuidados materiales. no tenía razón para
a desembarazar de ti por las buenas' espérate y lo quejarme. Estaba bien alimentado; literalmente . las
verás" • mujeres me celaban. No tocaban su plato sin haberse
cerciorado de que yo tenía los mejores trozos. El do-
Mi m~s grande terror era oírla repetir que me •
mingo . la patrona nos preparaba ' pollo y pasteles. Mis
abandon_ana en una estación. Por lo tanto. cuando la bienhechoras me reservaban la pechuga ; llevaban los
acampanaba a la visita médica. no sentía ningún te-
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pasteles a sus habitaciones; después me llamaban y ~on. frecuencia, una de sus compañeras c .
toda la noche yo no hacía otra cosa que mascujar. le preguntaba: ' unosa.
Mis vestidos estaban cuidados . Ten ía todo lo que -Dime, ¿por qué suspira tu chiquillo tan a m~
un niño puede desear. Por lo demás , era natural; yo nudo?
tenía, por lo menos, veinte madres y otros tantos pa- -¿Cómo quieres que yo lo sepa? replicaba,
sorprendida.
dres.
Supe que durante su embarazo mi madre había En verdad, ¿cómo iba a conocer los sentimientos
dicho a los hombres que la v isitaban regul armente, y que c.recían en mi . corazón? Jamás me consagraba ni
a cada uno en particular, que estaba enci nta de él; así , un minuto. Yo tenia la nosta lg ia de la& caricias ma-
ninguna pensionista se sorprendía al ve r a algunos ternales, de las cuales me privaba sistemáticamente
cl ientes l'lt ravesar el salón, tomarme sobre sus rodi- Algunas veces , cuando la encontraba adormeci d~
llas, acaricIarme con ternura y suspirar profundamente. en su pieza, me deslizaba sobre la punta de los pies
Cada uno me tomaba por su hijo . y me hacía el pequeñito cerca de ella. Besaba sus me-
Una noche de otoño estalló un gran escándal o: jill~s, espanto~amente pálidas. Me acuerdo que mis
alguien aullaba a voz en cuello . " ¿Dónde está mi hi- labiOS se deslizaban sobre su piel suelta. Muy feliz,
j o?" Era un parroquiano, un poco alegre, t al vez bo- me dormía, acurrucado contra ella. Cuando desperta-
rracho. Hizo irrupción en el salón . Yo estaba sobre el ba, fur!osa de verme, me lanzaba al suelo. Sentía en-
diván, acurrucado contra el pecho de una muchacha, tonces todo el odio que me tenía. Cuando lloraba, mis
escuchando la canción que tarareaba a mi oído. Al ver- otras madres se disputaban el placer de apaciguarme.
me, el hombre se fue hacia mí, me tomó y gritó: " Este Para.. ~acerm~ dormir, me cantaban: "Nani, nani , puiu l
manll , la mas hermosa de las canciones de cuna de
es mi hijo; me lo llevo" . Las mujeres saltaron sobre
Rumania. ' Al mismo tiempo, adormecían su angustia .
él y lo golpearon de lo lindo. Se fue todo apabullado.
Tarde de la noche, esperando los clientes, nos ador-
Todo era posible en esta casa , excepto mi rapto . mecíamos, yo sobre el canapé, ellas sobre las sillas
Se me vigilaba como a un tesoro . Estas mujeres que e~ las más raras actitudes. Una vez que me quedé des:
no tenían ninguna piedad ni ninqún respeto por su plerto, las contemplé; un miedo mortal me invadió. Me
cuerpo, habrían sacrificado su vida por mí. M i presen- costaba trabajo re conocerlas, de tal modo sus caras
cia les era necesaria. En cierto modo , yo las ayudaba habían cambiado, tan diferentes eran. A pesar de la
a mantenerse por más tiempo en la supe rficie del ni eb la de los años, vuelvo a ver el cuadro de algunas
pantano en que se hundían poco a poco. noch es de invierno. en que las reclusas del salón rojo.
Sus voces se endulzaban cuando decían : " el ni- t iritando, cabeceaban y se hundían, una después de
ño ". Después de la expulsión de mi " padre ", ni ngu- ot ra, en la melopea: "Du erme, el niño duerme". Sobre
na de ellas me besó menos de diez veces sus labios se desvanecía la ruina de su sueño, quizás
P~ro había una cosa que las muchachas no com- aquel que habían acaric iado más en el mundo: un ho-
pr~ndl~n: la ~azón de mi desigual carácter. Hacia los gar, un marido , un hijo. Yo representaba para ellas
seis anos, mientras más se me mimaba más abatido una parte de su inmensa embriaguez espiritual. Yo
y oprimido me sentía yo; suspiraba com~ un viejo . hacía un poco su felic idad, y el las la mía. Nos creába-
Mí madre se llamaba Salomea; nadie le conocía mos , en alguna form a, vidas imaginarias .
otro nombre. Yo tampoco. La llamaba Salomea y ella Pe ro había también horas pesadas en el salón .
callaba. Para vencerlas, jugaban a la 'mamá conmigo, como si

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fueran muchachitas. Cuando me. hacían un regal?, es- to, se le oía decir.: "Diablo, ¿qué es lo que hice
cuchaba invariablemente las mismas palabras: iO h ! ayer?"
¿Yo no tendré nunca un hijo?" Entonces le tocaba gritar a la patrona. Era gorda,
Minadas y arruinadas por enfermedades que no llena de marcas de viruela, y negra como la noche.
podían cuidarse, faltas de dinero y de tiempo, estos Las mujeres la llamaban "Tzatza", "Tanti" o "Mámi-
seres se entregaban perdidamente al vicio del sueño ca". y esta "madrecita" tenía un amante, "Nenea " ,
despierto. Yo mantenía en sus almas la imagen de nuestro furioso héroe.
una felicidad irrealizable. Es la única explicación de su • Tzatza tenía su táctica. Comenzaba la disputa con
idolatría por mí. Nenea escupiéndole la cara; en seguida lo insultaba
Sin embargo, es necesario no creer que mi exis- hasta el agotamiento. ·Entonces Nenea la interrumpía:
tencia fuera constantemente agradable. Más que nin- -Perdóname, gallinita mía.
gún niño del mundo, yo tenía horas de pesadilla y de Ante 'estas palabras, Mámica se apaciguaba co-
espanto. Entre esas 'm ujeres yo era el único hálito pu- mo por encanto y se la oía p'reguntar a Nenea, sin
ro y dulce; yo no era, sin embargo. sino la poesía de transición, con la más dulce voz:
un horroroso cenagal femenino. Cuántas veces fui -¿No quieres un café turco?
castigado y puesto de rodillas en los rincones húme- Lo preparaba ella misma, mientras una muchacha
dos, sobre cáscaras de nueces o granos de maíz. Esto le hacía Cigarrillos. La taza de café era el arco iris pa-
sucedía sobre todo cuando el único hombre de la ca- ra todos nosotros. Pasada la tormenta, las mujeres se
sa llegaba ebrio o furioso. La primera vez que lo vi, persignaban y yo descendía del granero y la actividad
llevaba él un uniforme de policía: algún tiempo más volvía a tomar su buena marcha en aquella colmena
tarde, vino de civil. Desde ese día no abandonó más maldita. No hay para qué decir que después de cada
la casa. Cuando bebía, las mujeres, aterrorizadas, se escándalo las mujeres se sentían obligadas a apiadar-
encerraban en sus piezas. El les buscaba camorra por se de mi suerte. Se acordaban de que eran mis madre-
cualquier pretexto, las insultaba y les pegaba. citas y me llenaban de mimos.
-La disciplina, bestias mugrientas aullaba. A la larga me acostumbré tanto a ellas y a sus
iMe gusta la disciplina! rostros, que me las representaba algunas veces co-
Una vez descargó su rabia sobre mi madre. Yo mo una sola mujer, con una sola cara. Al cabo de
estaba refugiado en el granero, desde donde. por una cierto tiempo advertí que únicamente las nuevas des-
hendedura del tabique, asistí impotente a su suplicio. pertaban mi interés. Me sentía vagamente turbado
Cuando me encontraba en el patio, me tomaba por sobre sus rodillas. Su manera de apretarme me pare-
la nuca y me tenía suspendido en el aire hasta que cía muy diferente a lo que estaba acostumbrado. No
llegaba mi madre, a la que llamaba furiosamente. Pe- • se me dejaba salir de la casa.
ro si ella no aparecía,. se ponía entonces 'a gritar: Tenia ya cerca de siete años cuando un dia la
"!Ven aquí, por tu mugriento chiquillo, y lo más rá- patrona me dijo que fuera a buscar rápidamente a mi
pido que puedas!" A mis gritos de gallina degollada, madre. En el salón supe que estaba en su pieza. ~o­
las puertas se abrían y toda la gente se arrojaba sobre rrí, y creyendo que dormía, abrí la puerta despaCito.
él, salv~ndome de una muerte segura. . Vi a mi madre en el lecho, con un hombre sobre ella.
Felizmente, este hombre se iba a dormir despues Convencido de que él la iba a degollar, hui por el co-
d~ ~us hazañas y no aparecía sino hasta la mañana rredor gritando con espanto. Toda la casa se puso en
siguiente. Entonces, simulando un vago remordimien- movimiento; corrieron las mujeres. Tzatza, ahogada Y

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gruñendo, blandía una enorme escoba. Cuando vieron cayeron de mi bolsillo. El monigote que por primera
de Qué se trataba. se rieron de buena gana y se in- vez en mi vida me había ofendido, se precipitó a reco.
geniarOn en tranquilizarme. gerlos. Los otros le saltaron encima . En pocos mo-
-Tú los has molestado dijo Tzatza. , mentos quedaron irreconocibles, itan mugrientos y
Durante mucho tiempo me pregunté en qué y có- j arañados salieron de la pelea! Naturalmente, el moni-
I
mo los había molestado, pues estaba seguro de que gote provocador había huido. Los otros comenzaron a
.no estaban durmiendo. hacerme la corte. Por una vez conocí la felicidad de
Después de esta aventura decidí satisfacer, a tener dinero. Mis enemigos estaban ya a mis pies.
cualquier precio, mi curiosidad. No qtlería ser la ri'sa No me costó ningún trabajo conquistarlos. Jugamos y
de toda la casa . . charlamos dos horas más, sin ningún otro incidente.
Como no tenía pieza particular, las mujeres me Me sorprendió oírlos hablar de ' lo que pasaba en
llevaban por turno a dormir con ellas. mi casa. Me di cuenta de que sabían más que yo, y
A menudo, al despertar, encontraba a un hombre decidí aprovech·ar su sabiduría. Las preguntas con
a nuestro lado, pero esto no me instruía en nada: to- que me acometieron agudizaron mi curiosidad . Al
davía no sabía nada de preciso. Me pareció que' la me- separarnos, un chiquillo me aconsejó que me oculta-
jor solución era espiar a mi madre. Una muchacha, ra debajO de la cama de las mujeres. Nos dimos cita
para la cual pedía cigarrillos a los clientes, pregunta- para el día siguiente a la misma hora; debía contar-
d!!. sobre el misterio que yo quería penetrar, me vol- les todo lo que había visto y escuchado.
VIO la espalda diciendo: "Anda, ya lo sabrás des- Tan pronto como volví me puse a la obra. La pri-
pués". iQué' ingrata! mera noche mi espera fue larga. Fatigado, me dormí
Una tarde, aprovechando que todo el mundo dor- bajo una cama, en una pieza, al fondo del corredor. Al
mía en la casa, me escapé. Me era imposible resistir despertar, muy asustado, me puse a llorar. La casa
a los alegres gritos de los niños que jugaban ' en la estaba en alarma, pues, a pesar de todas las búsque-
arena. Me parecía que me llamaban. No sabiendo das, no se me había encontrado y era ya cerca de me-
quién era yo ni dónde vivía, me recibieron gentilmen- dianoche. Tuve la suerte de poder deslizarme prime-
te. Habíamos llegado a ser buenos camaradas cuando, ro. y furtivamente, hacia la pieza de mi madre, donde
de pronto, un monigote descomedido se me acercó, sabía que, por definición, no se me buscaría; después
me miró de arriba a abajo y se puso a gritar: "iTa, ra, me deslicé hacia la de una muchacha, que se alegró
ta, ta, ta, el hijo de la ramera está acá! iTa, ra ta, ta, mucho de verme. Al día siguiente los chiquillos me
ta, aquí, aquí está!" silbaron cuando les conté esto ...
Entonces todos mis amigos me rodearon y uno Había que comenzar de nuevo.
de ellos dijo: "iOh!, sus vestidos huelen a basura.
- Un día, de todos modos, pude asistir, perplejo, a
¿Sienten ustedes?" "Sí", respondieron los otros, en los manejos de un hombre y de una moza. Sin em-
coro, y todos se tomaron la nariz, haciendo muecas de bargo, la cosa no me pareció de ningún modo co~clu­
asco. Yo estaba como encandilado, no comprendía na- yente. ¿Este era, pues, el misterio? No era pOSible.
da. Obstinándome en comprender mejor, renové mi ace-
. ~iré mis ropas: eran mucho más lindas y más cho muchas veces. Al cabo de un mes terminé por
limpias que las suyas, que estaban cubiertas de tie- saberlo todo. Cuántas veces, después, asistí a las se-
~aa y ~e re_miendos. Mi calma los desconcertó. Al bus- siones de mi madre.
r mi panuelo, algunos caramelos y unos centavos Oía palabras groseras y el tintineo del dinero so-

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,...---
bre la mesa. Algunos hombres lo contaban hasta tres ro nad ie había hablado de eso y no me mandaron . Fue
veces, y mi madre lo volvía a contar a su turno. Exi- Sylvia la que encaró la cues t ión . De todas las mo-
gía algunas veces un suplemento, que generalmente zas, ésta era mi preferida . Alta , sus ojos negros eran
le era rehusado. muy hermosos : la flor de la casa . Nenea no se atre-
Todo esto me desgarraba. Habría querido saber via a pegarle ; así, yo me refugiaba siempre en sus
también si mi madre hacía la misma cosa con el viejo brazos cuando él llegaba . Sylvia cantaba maravillosa-
aquel que se decía mi padre. Pero como no venía sino mente, y sólo para mí. Yo la recompensaba recitan-
en el día e irregularmente, tuve pocas oportunidades do en el salón las p.oesías que ella me enseñaba . A
de saberlo. mi turno, yo no lo hacía sino para ella . Me inspiraba
Una vez, encontrándome en la calle, lo vi de le- mucha confianza y era la única a quien confiaba las
jos; corrí y me escondí bajo la cama de mi madre. En- penas de mi alma .. .
tró con paso tranquilo. Desde que tomé la costumbre de dormir con ella,
-¿Cómo anda el muchacho? mi timidez desapareció. Pero todavía no le había des-
-No está mal. nudado mi alma .
La idea de que tuviera deseos de verme me hizo En la noche la esperaba en el salón hasta que
estremecer. Pero el peligro pasó. terminaba su trabajo o hasta que declaraba que no
El pequeño tiene siete años dijo, mientras quería recibir a nadie más. Me tomaba entonces de
se desnudaba y se le debería enviar a la escuela. la mano y me llevaba a su pieza. De rodillas, me de,s-
-¿Cón qué dinero? iToma! ¿Tú te interesas por nudaba mientras me contaba alguna historia, despues
él? Tú no piensas sino en los que están en tu casa, me lavaba, ponía un trozo de azúcar bajo mi almoha-
pero no en los abortos que siembras por todas par- da, me acostaba, apagaba la luz, se desnudaba y se
tes. tendía a mi lado. Nos dormíamos en seguida, abra-
-¿No te he dado bastante? ¿Qué has hecho de zados.
todo ese dinero? Cada mes guardaba cama durante dos o tres días .
. Tienes mucho cinismo. ¿Olvidas su manten- Esto era para mí un verdadero encanto, pues no la
c~ón, sus ropas? Tú me has dado algunos leis, es dejaba un momento.
cler:t 0 , ¿pero qué es eso? Escucha, mi viejo, ocúpate Una vez me atreví a pedirle que me aclarara el
senamente del chico y no lo dejes enseñar por las acto que me obsesionaba. Hizo como que no me en-
putas. iEse es tu deber! tendía. Quizás le hubiera ' repetido la pregunta si no
Mi madre esperaba decidirlo a que me pusiera hubiera sucedido lo siguiente: Como la patrona se
de interno en una escuela. El buen hombre se subs- había enriquecido con una nueva recluída, me ocul-
traía inteligentemente a todo compromiso firme, pero. té bajo el lecho de ésta, esperando que entrara con
ante la reprimenda, se calló y respondió con dulzura: un hombre. Con gran sorpresa mía fue Sylvia la que
Bien, no hablemos más. Me ocuparé de eso. entró, segUida de un cliente. Quise irme, pero ya
Ven.
era tarde; el hombre había cerrado con llave la puer-
V f Su conversación me llenó los ojos de lágrimas. ta. Sylvia se desnudó en silencio. Al agacharse para
L ue a través de esas lágrimas que vi lo que ..hacían. sacarse los zapatos, me vio. Comprendió inmediata-
os Igestos del viejo eran siniestros. Su acoplamiento ¡ mente lo que yo estaba haciendo ahí y me hizo señas
me os hizo odiosos. de que me callara. Permanecí inmóvil, la frente .peg~­
Ese año debía haber sido enviado al colegio. Pe- da contra el piso, y en el momento en que la VI salir

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para acompañar a su cliente, huí con todas mis- pier- Avergonzado, enterré la cabeza en la almohada.
nas y desfilé hacia el patio. ; Durante algunos instantes tuve la impresión de que es-
Esa noche dormí con otra moza. Al día siguiente, taba amenazado por una catástrofe inminente.
Sylvia se encontró de pronto ante mí y me sorpren- Pero Sylvia dijo:
dió verla sonriente, como si nada hubiera sucedido. -Mira, mi pequeño, cálmate. ¿Qué quieres tú, po-
Después de la comida, me llamó y nos fuimos a su bre corazón adolorido?
cuarto. Me miró con una ternura infinita. No contesté; entonces Sylvia, extendiéndose de
-Querido niño tonto: ¿por qué quieres saber nuevo sobre el lecho, puso su boca contra mi oreja y
cosas que no son para tu edad? me explicó lo que los hombres venían a hacer en nues·
Me regañó, pero suavemente, por temor de que tra casa.
una torpeza o una brusquedad me alejara de ella. Sa- El niño que escuchó con avidez esta confidencia
bía que yo la quería. A menudo la oía repetir: "iQué aparece en mis recuerdos.
me importa el amor de Dios, si este niño me quiere!" Me acuerdo que ya había pasado de los ocho años .
Durante nuestras conversaciones, la interrumpía
bruscamente para decirle: "Tú eres hermosa, Sylvia".
Me había permitido tutearla. 2
Mis inocentes cumplimientos la hacían feliz. Fue
ella la que me enseñó las primeras letras y me com- Voy a contar con toda sinceridad lo que precedió
pró cuadernos en que me dediqué a caligrafiar el alfa- a mi crimen. Lo repito: no me defiendo. Mi crimen es-
beto. Cuando supe escribir la palabra "Mamá", mi ale- tá en el fondo del saco de mi vida. En el proceso, el
gría fue tan grande que corrí hacia su pieza, la desper- procurador lo ha retirado para acusarme. iEsto era fá-
té, la besé y le grité con todas mfs fuerzas: cil! Pero él no quiso dar vuelta ese saco, a fin de des-
-Mira, Sylvia, he escrito "Mamá" yo solo. Ya lo cubrir todo su contenido. De este modo, debo hacerlo
ves, sé escribir. yo mismo.
Radiante, se inclinó sobre mí, pasó su brazo alre- Mi vida ha sido un largo y penoso calvario que he
dedor de mi cuello y tomó mi cuaderno. debido seguir hasta el fin. Tal fue la voluntad de los
Mientras lo hojeaba, una visión turbó enteramente hombres, de sus leyes absurdas. Este camino me fue
mi espíritu. impuesto por los prejuicios de la sociedad. Pero yo no
Veía a un hombre cerca de una mujer, como yo he tenido el derecho de apartarme de este camino mal-
estaba en ese momento cerca de ella. dito, de escoger otrQ, o de detenerme allí donde se ha-
En un segundo, todos los gestos de aquellos que cía bueno o donde estaba limpio. iNo! Se me ha deste-
había acechado desfilaron rápidamente por mi cabeza. rrado. Nada de reposo. Siempre en marcha. Fatalmente
Desde el fondo de mi carne sentía un llamado confuso. debía volver a mi punto de partida: el cieno, donde to-
Algo me impulsaba a imitar los gestos de esos hom- dos los inválidos sociales terminan. Pero que se sepa:
bres. Sentía mi imaginación trabajada por una direc- he cometido mi crimen mucho después de la muerte
ción invisible, que me perturbada. Súbitamente, me ex- de mi alma, asesinada por la maldad de la socieda~ ..
tenf:lr a todo lo largo contra Sylvla, buscando su boca, Releyendo lo que he escrito, veo que ,he omitido
que no alcancé a besar sino una vez, con ardor. algunos acontecimientos de mi infancia. ASI, a la edad
De un salto se enderezó ... de tres años, mi madre me llevó con ella a un lupa.nar
-¿Estás loco? ¿Qué es lo que quieres? de provincia. Esperaba realizar allí brillantes negocIos,

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pero muy pronto nos volvimos a Bucarest, a la misma
casa. Inspeccionó mi ajuar, cosido a mano por las mujeres.
Desde entonces no la dejamos más. Sylvia felicitó a sus compañeras y declaró que yo te-
Otra cosa. nía todo lo necesario para presentarme conveniente-
Una noche que estaba en el salón, mientras un mente en la escuela.
cliente me explicaba unos grabados, Sylvia llegó y ex- -Cómo diablos no se nos había ocurrido esto an-
clamó: tes dijo una de ellas, terminando el dobladillo de mis
-Díganme, pues,. compañeras, si se enviara a es- camisas de día.
te muchacho al, colegio, ¿cuánto nos costaría eso? -¿No ves tú que su madre no se ocupa de él?
Berta, la. hungar~, una mujer bien entrada en car- Todas las mozas eran analfabetas, excepto mi ma-
nes. respondió con Indolencia: dre y Sylvia.
-No costaría nada. Nosotras tiramos mucho dine- El día en que iba a ser enviado a la escuela tomó
ro por la ventana; que este niño lo aproveche por lo para ellas las proporciones de una fiesta.
menos. ' Yo estaba en el patio esperando que Nenea hubie-
Las ~tras mozas accedieron; pero la decisión fue ra terminado su tocado para acompañarme. Veinte mu-
tomada SIO gran entusiasmo. jeres daban vueltas, charloteaban y se zarandeaban, de-
La idea de i~ a la escuela no me decía gran cosa. lirantes, alrededor mío. Mi madre me miraba desde la
~o que me emocIOnaba era el pensamiento de saberme ventana. A fin de componerme lo mejor posible, me
libre, d~ recorrer las calles, de respirar otro aire Só- volvían de derecha a izquierda y después de izquierda
lo Sylvla parecía estar en el colmo de la alegría' Me a derecha, hasta darme vértigos. Unas me lustraban
sentó sobre sus rod i 11 as: . los zapatos con sus pañuelos de encaje; otras me arre-
Tú irás a la. escuela; es necesario. Es vergonzo- glaban los pliegues del pantalón. Una veintena de de-
so no saber leer ni escribir. Tu irás aunque sea un año' dos nerviosos se agitaban alrededor de mi cuello, apri-
en ~se tiempo puedes aprender alguna cosa. Esto será sionado en un collar que me apretaba atrozmente. Por
mejor que no s~ber absolutamente nada. Tú compren- suerte, el nudo de mi hermosa chalina les dio mucho
des, es necesar~o saber escribir siquiera su nombre. trabajo; de este modo pude respirar un poco, con más
d Po~~e Sylvla, qué no hubiera hecho ella por mi libertad. Una mano autoritaria se había apoderado de
e ucaclOn. yo sabía cuánto pagaba a mi profesor, un mis orejas y me las inspeccionaba. Después Berta se
joven estudiante. Durante toda una semana pidió dine- aproximó a mí, con un gran peine de hierro, y se puso
ro en el salón a los clientes. Con lo que reunl'o' me a rascar mis cabellos con todas sus fuerzas. Me fui con
compró. loS I"b Iros esco Iares. Su sueño era verme llegar
' una raya impecable.
ae~~.ttuación que me hiciera independiente y que me Finalmente, Nenea hizo su aparición en el patio.
P I lera ganarme el pan por mí mismo Estaba verdaderamente arrogante esa mañan~. Tzatza
tlvosD~~~ntbjl~s ~os semanas que duraro~ los prepara- podía estar orgullosa. Las mujeres, arrullando como
va. Cada o e o e una atención completamente nue- palomas, lo cumplimentaron por su magnifico sombre-
alba 'y c~na de las moza~ trabajaba para mí hasta el ro gris perla, sus zapatos limpios, su americana ador-
despJés e~ qué pasión! Primero en pequeños comités, nada con un crisantemo tan grande como un repollo,
vla, se dlscu~na asamblea eneral, presidida por Syl- su hermoso bigote, su bastón, sus guantes y su p!nta.
Se dignó saludarlas con un gesto, lo que aumento su
. n a Víspera del gran acontecimiento se alegría.

22 23
-Bien, señor; déjelo aquí; primero vamos a saber
-Tú estás listo, dijo, inspeccionando mi vesti- si tiene buena conducta; en seguida veremos
menta. Este "veremos" me dio que pensar. Asr, pues, el
-Sí, Nenea ... profesor no estaba muy seguro de que yo fuera digno
Su cabeza se parecía extrañamente a la de un sir- de frecu~~tar la escuela. Esto dep.endía de mi "buena
viente que había visto en una litografía de propaganda. conducta.
Estábamos en el umbral de la puerta cuando, de Fui admitido en la primera clase elemental.
pronto, una de las mujeres me besó . Me dejó sobre las
mejillas el rojo de sus labios y fue obligada a frotarme Al volver a casa fui recibido con una alegría in:
la piel con agua caliente, después con agua fría, pues descriptible. Durante mucho tiempo había pensado en
la mancha no se borraqa. El trapo era áspero y me ras- la mejor manera de dar las gracias a mis queridas bien-
caba la pi él. Yo tenía la cara ardiendo; el sol me abru- hechoras. A dos pasos de la casa todavía no la había
maba. encontrado. Al pisar el umbral del salón perdí toda mi
Durante esta operación, que puso a Nenea de mal seguridad. No sabiendo qué decir, me puse a besar las
humor, sentí de repente que algo chorreaba a lo largo manos de cada una de las mozas. Unas las retiraron,
de mis piernas. Eran el azúcar y los bombones de que otras protestaron y no me dejaron acercar su mano a
me habían llenado los bolsi Ilos: se derretían. Aparte mis labios. Casi todas lloraban. Sólo mi madre parecía
de mí, nadie se dio cuenta del desastre. indiferente. No me besó; sin embargo, vi que estaba
Todo era soportable, menos el collar, que me apre- emocionada .
taba de tal modo, que sentía que mis ojos iban a salir Sylvia no estaba allí. Se la llamó mucho, pero no
de sus órbitas, tal como los del caracol. Di algunos salió de su pieza.
pasos hacia Nenea, pero mi marcha era vacilante a Corrí a buscarla y la encontré tendida sobre su ca-
causa de mis tirantes y sobre todo a causa de un car- m~; lloraba. Me arrodillé cerca de ella y hundí mi ros-
tapacio sujeto sólidamente a mis espaldas por grue- tro entre sus manos. Me hizo algunos mimos y acari-
sas correas con hebillas de fierro . En una mano lleva- ció mis cabellos.
ba un saco con provisiones de boca, en la otra un grue- -Mi niño; sé aplicado y no te desanimes. El mun-
so libro de imágenes. Estaba equipado como para una do es malo. Trata de llegar por ti mismo a ser alguna
expedición lejana. cosa en la vida . No tengas vergüenza de tu madre ni de
ninguna de nosotras. Tú sabes, nosotras ...
•*• Se detuvo ...
-¿Por qué lloras, Sylvia?
Mi aparición en el patió de la escuela provocó una Se mordió los labios.
explosión de risas entre los niños. Hicieron círculo a -De alegría, mi niño, por tu felicidad.
mi alrededor y se pusieron a examinarme como si vi- -y yo, Sylvia, te juro que te obedeceré toda mi
niera de otro planeta. Yo estaba callado.
Vida; no me separaré jamás de ti.
~espués de un cuarto de hora, largo como una
etermdad, volvió Nenea acompañado de un señor, al Me tomó entre sus brazos.
cual me presentó: . -¿Serás prudente? me preguntó, súbitamente
-Este es ~I muchacho, señor profesor. tranquil izada.
Este me miró con mirada severa sonrió irónica- -Con toda seguridad.
mente: '
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24
_IRecuerda lo que hiciste una vez y la locura que
bía escri bir. En este instante entró Sylvia. De una mi-
se habla apoderado de ti, a tu edad. rada comprendió mi extravío.
Bajé los ojos. Continuó:
- ,¿Qué haces tú ahí? ¿Por qué cierras el cuader-
-Tú sabes casi todo lo que pasa aquí. Temo que no? iMuést ramelo!
a la larga sufras la influencia de nuestra vida. A fin de Se lo di. Sin darme cuenta, había escrito muchas
no ser el causante de tu propia desgracia, es necesario veces: " Sylvia, yo te quiero". Se puso roja. Yo había
que me digas todo lo que vayas teniendo en tu cora- escuchado a mi pasante decir cientos de veces estas
zón. Mi pequeño, no hagas nada sin antes pedirme con- palabras. Sylvia arrancó la página, la rompió y tomán-
seJo. Yo estaré aqul y viviré sólo para ti. ¿Me lo pro- dome por los hombros me sacudió vi olentamente:
metes? -¿Otra vez ? ¿Estás loco? ¿Esto, un escolar? iMi-
-Sí, Sylvia. serable!
-Bien, veremos. (Otro "veremos") . Esta palabra me golpeó como una bofetada. La me-
En seguida le conté mi primer día de escuela. recia. Yo habría debido ocuparrne de otras cosas. Syl-
Durante todo el año hice mis deberes en su pieza. via se imaginaba , injustamente, que obraba sólo bajo
Ella era la única que podía ayudarme. Mi madre no que- la influencia de visiones eróti cas adquiridas. No, yo es-
rla olr hablar de mí. Cuando le dirigía la palabra, me taba prematuramente excit ado y sacud ido por el desper-
respondla furiosa: tar de mis sentidos. En fi n, dejemos esto . . .
-Anda donde Sylvia, que tuvo la genial idea de Seguí los cursos de la primera clase element al con
mucho éxito. Por lo demás, fue mi único año de estu-
llevarte a la escuela.
dio ... Me gustaba aprender, pero odiaba la escuela.
De este modo, Sylvia era el único ser con quien Cuando franqueaba sus umbrales, tenía la impresión
yo conversaba, pues la escuela me había aislado de las de que se iba a desplomar, sepultándome bajo sus rui-
otras mujeres. Apenas las veía a la ida y a la vuelta . nas. Solamente mis protectoras demostraban alegría
Cuando Tzatza se daba cuenta de que me quedaba char- cuando Nenea les mostraba mis notas trimestrales. Mi
lando en el salón, las retaba. Estaba orgullosa de verme aplic~clón las entusiasmaba. Pero yo no hice otra cosa
ir a la escuela. Yo no salía de la pieza de Sylvia sino que sufrir en la escuela. Desde los primeros días , el
cuando ella la necesitaba. Y. si no tengo mala ' memo- profesor tuvo la indelicadeza de hacer algunas alusio-
ria, era el sábado en la noche y el domingo cuando más nes malévolas respecto a mi madre. Esto fue suficien-
a menudo se me molestaba. te para ,que mis condiscípulos me tomaran para la risa
Todo Iba bien en la casa. El ir y venir de los clien- y me evitaran. Al mismo tiempo, tuve la desgracia de
tes no me interesaba. Casi había olvidado su existencia. ser el primero de la clase. Esto los animó. Un abismo
Pero una tarde, pasando por el corredor, oí unos nos separaba. Durante los recreos era el objeto de sus
gritos que salían de una pieza. Curioso, miré por el ojo burlas. Todas las tardes, a la salida, me esperaban a
de la cerradura y vi la escena por la cual me ocultaba la puerta y me persegulan Dor la calle, gritando en co-
antes bajo las camas. Esto reanimó instantáneamente ro: "iBastardo! iBastardo! Se lo dije todo a Sylvia. No
mis recuerdos. Sentl un violento dolor de cabeza, al quiso decirme lo que significaba esa palabra , pero me
mismo tiempo que un hormigueo en todo el cuerpo. Con aconsejó que le contara todo al profesor. Fue Jo que hi-
el esplritu en otra parte, me senté ante mi mesa 'de ce. Este me contestó sonriendo:
trabajO, a fin de hacer mis tareas. Pero las palabras -SI, pero si tú lo eres.
que trazaba no tenían ninguna relación con las que de- Desde entonces aguanté y soporté en silencio un

26 27
,

desborde de insultos. La idea de la venganza germina- Después me puso una pequeña corona de hojas
ba en mi espíritu. Por lo demás , este sentimiento me de encina sobre la cabeza.
ha excitado toda la vida. Más tarde manejé con arte el La primera batalla librada con el mundo que esta-
cuchillo del odio; pero entonces no sabía cómo hacer- ba fuera de nuestra casa terminaba con mi victoria. Con
lo y me vengaba sobrepasando a mis camaradas en los la corona sobre la cabeza, los libros bajo el brazo y' un
estudios. Les quería mostrar que, si era el más débil pastel en la mano, me dirigí hacia la casa. Los pasean-
en la calle, sabía ser el más fuerte en la clase. Triunfa- tes me miraban con admiración.
ba así también de la maldad del maestro. Desde la esquina de la calle vi la casa y sus faro-
En nuestra 'casa todo el mundo sabía que yo era el lillos. Cuando entré al salón, todas las mujeres esta-
primero de la clase. Se trataba de ver si conservaría mi ban allí. Estaban vestidas. Yo tenía siempre la corona
títuto hasta el examen de fin de año. Pero yo estaba sobre la cabeza, los libros bajo el brazo y el pastel en
seguro de mí y no temía sino la vileza del maestro .. la mano. Quise hablar. Las palabras se detuvieron en
Llegó el día del examen. Nadie me acompañaba. mis labios . Escuchaba los latidos de mi corazón, de tal
Estaba solo, en un rincón, afligido de ver a todos los modo estaba emocionado.
otros niños rodeados de sus padres. Cuando me llegó No salí de mi atolondramiento sino cuando mis
el turno de ser interrogado, toda la concurrencia son- ojos se en-::ontraron con los de Sylvia. Lanzó un grito
rió desdeñosa mente. De un extremo a otro de la sala y se desvaneció. Una muchacha la tendió sobre el di-
se daban codazos. Esto no me aturdió. Respondí con ván. Las otras no se movían; continuaban mirándome .
rapidez a las preguntas que me hicieron. Yo no l'Ié cómo pude, al fin, articular:
El director me acarició las mejillas y me apretó -Me dieron el primer premio del Ministerio, con
la mano. Después lo vi cuchichear algo con los otros corona; me han regalado estos libros y este pastel.
maestros de la comisión, que lo aprobaron con un mo- Después estallé en sollozos. En el fondo del salón
vimiento de cabeza. Quise regresar a mi rincón, pero vi a mi madre, el rostro bañado de lágrimas. Avanzó
él me retuvo cerca de sí, bien a la vista. Esto me sor- hacia mí.
prendió. Durante ·la hora que duró el examen, me sentí -iCómo! balbuceó . ¿Eres tú quien se ha lle-
ametrallado por centenares de miradas de odio. Al fi· vado el primer premio?
nal, el director se aproximó a mí, seguido de mi maes· -Sí, madre, y este pastel, que te he traído.
tro. Se tambaleó. Una muchacha quiso sostenerla, pe-
Todo el mundo se levantó; entonces me dijo: ro ella se desprendió.
-Usted ha sacado el primer premio, con corona, Abrazándome, cayó de rodillas ante mí:
y la medalla del Ministerio. -iMi hijo, mi hijo querido!
Un rumor de protestas estalló en la sala: "iEI bas- Muchas mozas se pusieron a llorar. Sylvia me lla-
tardo! iEI hijo de la prostituta! iQué vergüenza'" Sentl mó. Mi madre parecía moler mis rodillas, restregándo-
que las lágrimas me llenaban los ojos. Miraba a esos melas. Dos clientes asomaron la cabeza a la puerta y
señores y a esas damas que no podlan hacerse a la desaparecieron. sorprendidos. Todo esto me hacía ho-
Idea de verme sobrepasar a sus monigotes. Llorar ha- rriblemente mal. De pronto una voz gritó: _
bría sido confesarme culpable. Supe contenerme. El di· -iVamos, cálmense ustedes! Vamos a festejar el
rector intervino, Irritada la mirada: éxito del muchacho de Salomea. iA la mesa!
_ Ruego que tengan un poco de respeto para este Era Nenea. Nos sentamos para almorzar. la mesa.
ni no estudioso. colocada en medio del salón, estaba llena de flores y

28 29
I mantel era de una blancura deslumbrante. Platos ri- iQué hermosa alma era la de Sylvia! Era una pros-
~amente adornados, c.omo. no he vi~to nunca, desfila- tituta, pero no una mujer corrompida . Que esto no sor-
ron ante mis ojos. CasI nadie los toco. Las mozas se es- prenda a nadie; algunas mujeres, varadas en los pros-
forzaban en sonreir. Al final de la comida, Tzatza, que tíbulos, aun en los de última clase, como el nuestro
se había ausentado un instante, volvió con un plato guardan la delicadeza y la pureza de su alma hasta ei
cargado con una torta adornada con diez velas. Todo el fín de su vída.
mundo se levantó. Se me llevó ante el icono, encíma Es necesario haber vivido entre esas reclusas pa-
del cual ardía una luz. ra saber disociar estas dos palabras: prostituta y co-
-Aproxímate -dijo Tzatza ; rompámosle la tor- rrompida.
ta sobre la cabeza y digan después de mí, en coro:
"iQue viva él! Que sea feliz". Como toda mujer, Sylvia !enía su novela. Nadie la
Repitieron tres veces estas palabras y después conocía. Yo tampoco. Los lectores que se inclinaran
desfilaron ante mí, que me agarraba al vestido de Tzat- sobre su cuerpo no leerían sino el desenlace trágico .
za. Todas me besaron sobre la frente, en silencio. Al- En nuestra casa se ignoraba quién era y de dónde ve-
gunas frotaron las hojas de mi corona, a fin de asegu- nía. Algunas prostitutas saben guardar el secreto de
rarse de que eran naturales. Dos o tres veces yo hice sus vidas tan bien como esos hombres que se varan en
lo mismo que ellas. - _ las legiones extranjeras. Hay seres que no se sienten
Nenea se adelantó, me deslizó un !ei en la mano fuertes sino en el anonimato, en el olvido.
y. dirigiéndose solemnemente a mi madre, le dijo: Jamás una palabra indecente salía de la boca de
-Salomea, tú estás libre esta tarde. No se te des- Sylvia. y si me instruyó sobre lo que constituía la más
contará nada; será como si hubieras trabajado. ¿Com- grande curiosidad de mi infancia, no fue por perversi-
prendes? Anda. dad, sino porque me sabía torturado. Hizo bien, porque,
Temblando, mi madre esbozó una sonrisa y me lle- desde entonces, me sentí mejor armado ante la vida.
vó hacia su pieza. Yo la tomaba de la cintura. Detrás Esta precoz madurez de conocimiento en cuestiones
de nosotros dejaba un mundo tristemente soñador en prohibidas a los niños me permitió conocer una parte
disputa con los sueños y quizá envidioso de nue~tra de la angustia de su alma, de la de mi madre y de las
apariencia de felicidad. otras prostitutas.

Algún tiempo después de esto, me encontraba en la


3 pieza de Sylvia y le leía, como de costumbre. Arrastra-
do por el relato, no levantaba la cabeza. seguro de que
El repent!no afecto de mi madre por mí inquietó ella me seguía. Pero al volver una página, la vi llorar.
mucho a Sylvla. No me sorprendió verla acercarse a Las lágrimas dejaban un camino silencioso sobre sus
~~Ia, tratando a toda costa de serie agradable. Compren- pálidas mejillas.
e: qu~ lo que la inquietaba era su amor por mI. Yo era -Pero, Sylvia, no comprendo; ¿por qué lloras?
UOlCO consuelo de su vida. Creía sinceramente que -No te sorprendas, mi amor; esto me ha tomado;
mi madre, al quererme, la iba a despojar de un bien ino es nada! Continúa, te escucho.
i;ecio~o. Yo sentía que ella iba a disputarle sordamen- -iNol Es necesario que lo sepas. Hace tiempo
ant~gUÜe~Pderdio sobre mí, en virtud de los derechos df' que te lo quería decir: tú eres lo que más quiero en
a e su afecto. el mundo.

30 31
Cesó de llorar. ¿Había puesto el dedo en la llaga?
En todo caso, mi inesperada advertencia disipó momen- mente dejan las casas de prostitución? Es sorprenden-
táneamente sus inquietudes. Vi un resplandor de ale· te cómo algunos seres se acostumbran más fácilmen-
gría a través de los pequeños cristales de sal que las te a la desgracia que a la felicidad.
lágrimas habían dejado sobre su rostro. Sonrió y sentí De vuelta en el patio de la casa, al cabo de tres
que mis palabras habían encendido en su alma el fue- días, me sentí t~n apeg~do a su atmósfera que no volví
go interior que moría en silencio, ahogado por las ce- a hablar de partida a mi madre. Tenía miedo de lo des.
nizas de la duda. . conocido, de la vida en libertad. Estaba enteramente
Sobre la cara de mi querida Sylvia brilló una onda identificado con la vida en común. Mis compañeras de
de luz mágica, la misma luz que hace sobrenatural el existencia no tenían prejuicios ni escrúpulos. Estaban
paisaje de las playas desiertas, dejándonos la impre- liberadas de toda servidumbre, de todo convenciona-
sión de que todos los despojos caídos en la costa van lismo.
a resucitar bajo la caricia del océano. No volví más a la escuela. La patrona arregló la
Me besó para agradecérmelo. Le conté entonces cuestión del modo más simple del mundo: "No tiene
la primera tarde pasada al lado de mi madre y nuestra necesidad de aprender más; esto es suficiente". Yo sa-
conversación. Se sobresaltó al oírme lo que le había bía leer y escribir. Esta decisión apenó mucho a Sylvia.
dicho: "Yo trabajaré para ti, madre; dejemos esta casa En cuanto a mí, sentía mi c'orazón aliviado de un peso
infecta, vámonos a otra parte, a una parte donde nadie inmenso. Me puse a vagar todo el día, en compañía de
nos conozca". Spitz, nuestro perro. iVagabundo! No teniendo nada que
Me cuidé mucho de agregar que, mientras me en- hacer en la casa, partimos a inspeccionar el pavimen-
tretenía así con mi madre, que bebía con avidez mis to. Al principio el perro- estuvo muy nervioso, pero des-
palabras y me respondía: "Sí, seguramente, mi niño", pués su buena disposición me sorprendió; se identifi-
yo oía los toe toe discretos a la puerta y el cuchicheo có rápidamente con mis gustos y mis costumbres.
de los clientes que la llamaban: Se le quería entre nosotros y él quería a todo el
-Soy yo, Salomea, apúrate. mundo. Era un placer verlo saltar delante de los clien-
La pobre mujer bajaba la cabeza y me -apretaba tes. Quizá sabía que era del dinero de esos señores del
contra ella hasta hacerme daño. qu~ vivíamos todos en la casucha. Este fue mi mejor
am.lgo. Su recuerdo me es precioso. El querido perro
Después de mi éxito escolar, Nenea, que debía ir SPltz fue durante un tiempo mi único cuidado y yo el
al c~mpo por negocios, me llevó' con él. Mi madre i suyo. La suerte nos separó. Terminó su vida en la cá-
Sylv,la estaban felices al verme cambiar de aire. A' la ma~a del gas en la perrera y yo terminaré la mía en las
p~rtlda yo estaba ebrio de alegría, pero al llegar a la salinas. Los hombres nos han considerado a los dos
lejana aldea la tristeza me invadió. Sentía dolorosamen-' como inútiles y peligrosos. -
te el ais~amiento .. Me parecía que los días que debía ~uando volvíamos en la noche, quebrados de can-
pasar ahl no terminaban nunca. Tenía la nostalgia de sanCIO, yo me iba a acostar y dormía como un lirón.
la casa, de mi madre, del corredor, de las mozas, de la En cuanto a él, tomaba su servicio en el salón. Fue un
patrona, de los clientes. de los muros leprosos; en una bienhechor para nuestra comunidad. El animaba a los
palabra, de todo aquello que se llamaba mi casa. No clientes tímidos o indecisos que, hablando de él, ter-
pud~ c~rrar los ojos ni una sola noche. ¿Era el mismo minaban otro asunto.
sentimiento que experimentan las mozas que difícil- Vo no producía nada. Era la carga de mi madre. Ella

32 33
debía hacer frente a dificultades materi~les más y más
pesadas. No quiero acordarme de su mirada de besti a en mi pieza. Todas las mujeres descansaban, pues ha-
vencida, que tan a menudo le sorprendí en el sal ón, bían trabajado mucho el día anterior.
donde se quedaba más que antes. Yo era la lombri z La puerta se abrió de modo brusco y una descono.
solitaria de la casa. Debía ponerme al remo, ya que es· cida avanzó, resue ltamente. Era una niña apenas más
tábamos en el fondo de la cala . grande que yo . Quizás la hermana de una pensionista,
pensé . Me miró con curiosidad y me preguntó son·
Comencé por hacer pequeñas compras para las
riente :
mujeres y me convertí, de algún modo, en su secreta- -¿Tú ere s el niño de Salomea?
rio particular. Cartas, citas, dulces, esquelas, todo pa·
saba por mis manos. Ganaba así algunos centavos . Tres -S í.
años transcurrieron de este modo, monótonos. Conoc i· -Te cre ía más pequeño.
mos malos días. Las mozas, por su parte , no tenían un - y tú, ¿qui én eres?
centavo. Sin embargo, esto no duró mucho; de otras -Acabo de ser contratada por Nenea.
casas que habían quebrado, los clientes a veinte centa· Sorprendido, le dije con dulzura:
vos vinieron a la nuestra. A pesar de la reducida tarifa , -iPero tú eres muy joven !
los negocios marcharon bien. Contábamos mucho con -Oh respondi ó con ai re de sorpresa ,creo
los clientes habituales. que tengo más edad que tú. ¿Cuántos años tienes tú?
Mi madre había logrado obtener para mí una pie· -Trece y medio.
cecita, un antiguo gallinero transformado y pintado de -¿Ves? Yo tengo catorce.
rosa. Mi dominio se encontraba en el fondo del corre· -¿ y vienes aqu í, a los catorce años ?
doro Pasaba ahí horas enteras, en la noche sobre todo , -¿ Por qué no?
leyendo toda clase de libros que me traía un cliente Mi pregunta la molestó : respondió, pi cada:
de Sylvia. Un librero de viejo me vendía también nove· -¿En qué puedo servi rte?
las, libros de ciencia, de cocina, revisl as ilustradas ,
Dejé rápid amente el salón y no sal í de mi pieza
obras religiosas, al peso, descabaladas . Siempre les
hasta la noche.
faltaba el comienzo y el fin. Pero yo gozaba locamente
inv.entando miles de desenlaces a los relatos que me La nueva reclut ada se llamaba Tina. Ven ía con to-
dejaban a medio camino. Cuántos esfuerzos hice do su bagaje, es decir, con un saco en la mano. No te-
después, por alcanzar a desempeñar, de tiempo en tiem: niendo camisa conveniente para recibi r a los client es ,
po, algunos objetos preciosos del bric-a-brac de mi ce· Sylvia, generosa, transformó una de las suyas y se la
rebro, que se parecía a una sala de Monte de Piedad , diO.
donde los autores anónimos abandonaban el fruto de Tina no era hermosa. Sin embargo se leían en su
su pensamiento. c~ra las perversas inclinaciones que la dom inaban . Te·
. y sin embargo, me faltaba alguna cosa ' pero no n!a la voz fuerte y cascada , pero toda su persona res-
sabl~ definir qué. Era grande, fuerte, pero n~ era SinO
• plra.ba una magnífica salud . Los agentes de Nenea la
'el mismo gato de antes. hablan pescado en los bulevares . Le habían prometi do
el or.o y el moro y, mediante un vestidi t o y un coll ar
~e vld~IOS de color, la habían atrapado en sus redes .
t b yn día lunes (tengo una memoria de archivero) es·
a a eyendo un diario en el salón. Hacía mucho calor Est.aras entre nosotros hasta que qu ieras : guardarás
el dinero para que cuando vuelvas a tu aldea puedas
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35
casarte con tu prometido. En tu casa harás la señora la de Baetzika, los ojos sobre mi librote. Me d t
y te reirás de las otras". allí; había calculado la distancia y arreglado mi epuve
Mi pieza estaba al frente de la de Tina. En la no- de modo. de lIe~ar ~rimero. Mis bolsillos estaban lIe~~~
che la oí encerrarse con un hombre en su cuarto. Cuan- de lo~ higos . ma~ lindos del mundo. Tina estaba detrás
do creí que estaba sumido en la lectura , me di cuenta de mi, pero yo hice como que no la había visto
de que no había pensado sino en ella. Pero cuando al -¿Tú aquí? ¿Qué haces aquí tú? .
día siguiente nos volvimos a encontrar, permanecí mu- Aparentando sorpresa, me volví bruscamente.
do como una carpa. Le buscaba constantemente la mi- Estaba roja como una peonía.
rada, queriendo hablarle, pero no sabía cómo empezar. - Nada ... , es decir, traigo higos a Baetzika ¿Quie-
Locura ésta que mi timidez hizo crecer ante la idea de res tú? .
que ella estaba tan cerca de mí, y sin embargo tan lejos. Estalló en risas. Tuve la impresión de que estaba
Una semana después de su llegada, su paso me desnudo.
era familiar. y mi oído la distinguía inmediatamente en De todas las palabras zalameras que había prepa-
el corredor. No do~mía sino con un ojo y apenas se rado no me quedaba una sola. Evitando su mirada ten-
aproximaba, yo ya estaba de pie. dí una mano para meter un higo entre los alambres.
Su escandalosa iuventud la hacía muy buscada por Quiso ayudarme y nuestros dedos se tocaron. En este
los clientes. Dominaba y sembraba el desorden en el instante oí pasos. Soltando el higo, huí. huí con todas
salón. Si se hubiera entregado a todos los hombres, la mi.s piernas. Tina quedó como aturdida, pero no me lla-
hubieran destruido en poco tiempo. Pero la precavida mo .
Tzatza no la cedía sino a un número restringido. Sobre A lo lejos, un organillo maullaba en la calle ...
todo a los viejos. Una vez alcanzada la cifra, se la en- Transcurrió una semana. No me atrevía a ir a cam-
viaba a acostar. A menudo la oía protestar porque no biar el agua de Baetzika sino después de haberme ase-
se la dejaba más tiempo y yo pensaba en las otras mo- gurado de que Tina estaba ocupada.
zas que. muertas de fatiga, deseaban exactamente lo Pero , de todos modos, ella me sorprendió. No la
contrario. había oído; se aproximó con los pies descalzos.
Yo y Tina nos encontramos un día en el corredor. -¿Por qué me huiste? ¿Estas molesto conmigo?
Estábamos solos. Confuso, volví mi mirada, esperando -No. Tina .
que ella hiciera lo mismo. Hizo algo mejor. Se detuvo Mi timidez se había disipado bruscamente.
ante la jaul.a de Baetzika, nuestro pinzón, y puso un -Entonces, ¿por qué no me hablas como a las
trozo de azucar entre los alambres. Baetzika la saludó otras muchachas?
con alegres trinos; después de lo cual, acercó la meji- -Pero, ¿qué quieres que te diga?
lla contra la jaula y murmuró: "¿No se te da higos mi -Pon atención: itú me gustas!
niñito?" y Sl,'l fue perezosamente, después de hab~rse M~ pellizcó fuertemente el brazo y desapareció.
asegurado de que yo la había mirado. A. ~artlr de este día perdí completamente la cabeza .
Que. por lo demás, era lo que estaba haciendo. HICiera lo que hiciere. mi pensamiento no la dejaba un
~I día siguiente, a la misma hora, me Instalé ante momento. Ella también me buscaba por todas partes .
mi ple~a, con un libro ante mí, a fin de no despertar la . Durante algunos días nos encontramos en un gal-
curiosidad de las mujeres que pasaban por ahr con ja- pon, en ·el fondo del patio. Exendidos sobre una vieja
rros en las manos. alfombra, comíamos maní y tlirteábamos. Le leía dece·
Esperé a Tina, y cuando la vi me dlrigr hacia la jau- nas de dulces esquelas que ella había recibido. Una

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vez me atreví a anudar hermosas cintas en sus trenzas. gatorlo. Durante dos horas charlamos muy amigable-
Después de su partida me quedaba indeciso, no mente, y. después me preguntó a quemarropa:
sabiendo qué hacer. Evidentemente, habría podido se- - ¿Tienes algo sobre el corazón?
guirla a su pieza, pero tenía vergüenza y, además, mie- -No, Sylvia.
do de ser sorprendido por la patrona. Se puso nerviosa; las preguntas empezaron a llo-
Como resultado de nuestras repetidas citas, había- ver a torrentes.
mos hecho algunos progresos. Tina me besaba en la -Dime lo que haces con Tina; ¿tú me entiendes?
boca, me tiraba de los cabellos y, sobre todo me ha-

Ocultando mi emoción.
cía cosquillas hasta hacerme retorcer. Yo, vi~jo juga. -Pero si no hago nada, Sylvia.
dar de bolitas, gustaba aplastar sus senos duros, en la Paseó muchas veces sus dedos alrededor de mis
esperanza de ablandarlos, pues me hacían daño cuan- ojos.
do me estrechaba. -,¿De dónde te salen estas ojeras" ¿Tú crees que
Muchas veces me abandonaba bruscamente furia. yo no sé nada? Esa ramera será tu pertlición.
s~. y trémula. ~eía que quería decirme algo . Un día me Tenía el corazón en la boca. Mi coraje me abando-
diJo que esa misma noche iría· a mi pieza. No le respon- naba, pero me mantuve firme y negué todo. Me retenía
dí nada; pero cumplió su palabra. el recuerdo de la pasión de Tina.
Lo que aqu.ella noche, me reveló era muy diferente "¿Por qué diablos esta Sylvia se metía en lo que
de !o ~ue ~ylvla me hab,a explicado y de lo que me no le importaba? ¿Qué me ofrecía ella?"
hab!a Imagl~ado. Pensaba: "¿Cómo es que Sylvia ha -Si no te ha tomado con buen fin, ila mato!
podido mentir de tal modo? ¿Por qué no me dijo toda Me fui. La puerta golpeó detrás de mí. En el co-
la verdad? iHabría saboreado mucho antes esta felici- rredor encontré a Tina. Se paró ante mí, las manos so-
dad~ Tina quería de mí todo aquello que sus clientes no bre las caderas, y me apostrofó:
podlan ofrecerle . Ella prestaba su cuerpo a los hom- -iQué bonito! Ahora comprendo. Te acuestas con
bres, pero jamás había conocido la entrega de sí mis. ella también, imarrano! Por eso es que ella me busca
ma. Enamorada, se entregaba con toda la frescura de riña.
su alma y el esp!endo~ de su juventud. Nuestras citas Me escapé. Tina no apareció durante dos noches
se r:pitieron así cada noche, a veces también durante seguidas . Como de costumbre, encontraba caramelos
el dla. No pensábamos sino en eso. . bajo mi almohada y claveles esparcidos sobre la mesa.
Trataba .de no hacerme notar en la casa y evita- Y, sin embargo, yo creía que todo había terminado. Ese
ba en lo posible todo encuentro con Sylvia . Cuando me día no pude comer. Me sentía agotado y quería morir.
lIa~aba,. pretextaba una ocupación urqente y no iba. Me parecía que todas las mujeres estaban al tanto de
Tema, Sin embargo, la vaqa intuición de que dudaba o mis enredos. ¿Qué querían de mí? ¡.Podían impedirme
sospechaba algo. Me tomó un día del brazo y me llevó hacer lo que ellas hacían noche v día?
a su pieza. Una mañana, al ir a la ciudad, encontré a Tina en
-Tengo que hablarte me dlio secamente. la puerta. Me esperaba.
MI corazón estaba reducido al tamaño de una ca- -'Cómprame un par de zapatos.
beza de alfiler ..Adivinando mi angustia, se esforzó en Me tendió un billete y agregó sonriente:
aparece.r tranqUila y, como antes, me hizo sentar sobre -Haz lo que quieras con el vuelto.
~us ro~¡Jlas. Me quedé muy sorprendido al oírla cantar. Después se fue. Esa misma noche, hacia las tres,
e un Instante a otro, sin embargo, esperaba el Interro- vino a mi pieza.

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-¿Dónde están mis zapatos? dijo, sentándose
sobre la cama . ¿Te has comprado alguna cosa? via se daba cuenta. Espiaba mis menores gestos. Una
-¡Nada! iToma esto! Le tendí la moneda que noche, después que Tina se había ido, reconocí su si-
estaba sobre mi velador. lueta perfilándose ante mi ventana. Al día siguiente ,
Yo afectaba indiferencia, a fin de no traicionar apaleó cruelmente a la pequeña . Pretextó que la ra-
mi locura. mera le había devuelto hecha pedazos su camisa . Ti-
-Tengo sueño -dijo-o ¿Permites que me que- na le contestó agriamente, lo que la enfureció; quería
de? provocar una violenta querella a fin de que la echaran
Sin esperar mi respuesta, la anguila se deslizó de la casa.
bajo mis ropas. Mis mandíbulas castañeteaban tan Desempeñaron admirablemente su comedia. Ni la
fuertemente que no sabía cómo dominarlas. una ni la otra dijeron ni una palabra sobre la causa
-Buenas noches, mi amor me dijo. real de su conflicto. Muchas veces se fueron a las ma-
-Que descanses respondí, casi tragándome la nos; pero era Tina la que triunfaba en mi corazón.
lengua. Qué no hizo Sylvia entonces para que vo le fue-
Transcurrieron dos segundos. , ra tierno, obediente y dulce como había creído que yo
-¿No quieres nada de mí? le permanecería toda mi vida. Fue en vano. Me era
Hice de su cuerpo mi lecho y de sus brazos mi siempre muy querida, pero la felicidad que me daba
almohada. Tina tenía más valor para mí.
-¿Sabes? me dijo al amanecer'- Yo quiero Mi madre también terminó por descubrir la ver-
que tú seas mi protector. dad. Se unió a Sylvia y me suplicó renunciar a mi amor.
En ese instante no advertí la importancia de esas Consentí en ello para darles gusto, pero no mantuve
palabras, muy triviales en nuestra casa. Excepto mi mi palabra. ¿Para qué?
madre y Sylvia, todas las mujeres tenían un protec- Ellas me hablaban del ideal, mientras que Tina
tor. La palabra significaba tanto un amante como un me traía la real idad y me ofrecía un título, una situa-
••
alcahuete; lo más a menudo, las dos cosas a la vez. clon.
La proposición de Tina me halaqó. "¡Buen Dios! me -Mi pequeño, te he perdido me dijo Sylvia un
decía yo, muy orgulloso ,¿qué me falta, después de buen día.
todo, para ser yo también su protector y su amante. Después no insistió más y no me dirigió la pala-
o el de cualquier otra mujer?". bra durante semanas enteras. Se dedicó a atacar vio-
No tenía ninguna esperanza para el porvenir. Es- lentamente a mi madre y tuvo el coraje de acusarla :
ta situación me sonreía. ¿No tenía Nenea, gracias a "Eres tú la culpable". Mi madre estuvo afectada por
ella, vestidos elegantes, dinero y un equipaje que to- mucho tiempo.
do el mundo admiraba? ¿Qué hacía él para tener too Fui a la pieza de Sylvia para rogarle que no ator-
do eso? iNada! ¿Existía en el mundo una carrera más mentara más a mi madre. Montó en cólera:
brillante y más simple? Decididamente, no. ¿Entonces? -iAndate de aquí, hijo de ramera!
. Tina me abria el camino. Tocado en pleno corazón, tuve el, coraje de en:
frentarme a sus miradas de pantera rabiosa. Se sento
Acepté su proposición y le respondí:
en un extremo del lecho y yo en el otro. No cambia-
-'Ya que tú lo quieres, isea!
mos ni una palabra. Nos pasamOs en silenc!o un p~ .
. Pero una sombra echaba a perder mi alegría. No
ñuelo majado con nuestras lágrimas. Despue~ me di'
tenia por quién pudiera saberse esto. Solamente Syl·
jo simplemente: "Perdóname". Le dije que SI con la
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-
cabeza y al cabo de una media hora estábamos casi lía vencedor de las pequeñas luchas que libraba en
reconciliados. mí ":l!smo. Hacía todo lo posible por evitar la gran ex-
Al salir, corrí hacia la pieza de mi mujer. -ploslon que se preparaba sordamente en mi concien-
cia. iAy de mí! Me puse a escucharla muy tarde; no
supe dejar a tiempo un terreno minado. Tarde o tempra.
4 no d"bía saltar.
Nadie conocía mi estado de ániroo, mis desfalie-
Aprendía muy dulcemente a vivir. La época de cimientos, pero sería infantil lamentar ahora lo que
la pubertad me había dado experiencia y transforma- hice a la edad de dieciséis años.
do mucho. A los catorce años era un joven casi ma- Lo que me reprocharé hasta el último minuto es
duro. Habían transcurrido dos años desde mi aventura el haber traicionado la confianza de mi pobre madre.
con Tina. iCuántos acontecimientos importantes du- Con mis palabras mentirosas entretuve la llama de su
rante esos dos años! Sylvia había cesado completa- ideaí: dejar la casa para siempre. Soñaba con irse lo
más lejos posible, terminar sus días en alguna parte,
mente de ocuparse de mí. Yo la había dis~ustado: me
conmigo, su única esperanza. "Quiero mirar el sol
dejaba hacer todo lo que se me metía en la cabeia.
-me decía ; jamás he sentido su calor. Las casas
No teníamos, puede decirse, sino relaciones de c:>mo la nuestra son la antesala de la muerte. La luz
servicio. Nenea la había promovido a la dirección de entra fría en ellas". Mientras más se lamentaba, más
la casa; estaba constantemente ocupada por la admi· me dejaba yo desmayar. Estaba arraigado en el barro.
nistración de nuestra mercadería viviente. Mi madre iNo hubiera sido lo que soy ahora!
la secundaba. Oficialmente, ni la una ni la otra tra- Debo iay de mí! declarar sin remilgos que era,
bajaban ya. No se las veía en el salón sino a título de como lo decían todas las mujeres, "un buen mozo".
inspectoras. Tzatza se había puesto tan obesa que no i Demasiado para la oportunidad que tuve en la vida!
podía moverse de la silla en que se sentaba. No se le Las viejas pensionistas que me habían visto mamar,
veían sino los ojos, dos aguieros profundos que se las veteranas del amor, tanto como las recién llega-
perdían en una enorme bola de grasa negra. das me asediaban con proposiciones amorosas. No
Aunque todavía joven y vigoroso, Nenea parecía sabia cómo contentarlas. Para ser gentil, me creía obli-
querer tomar su jubilación poquito a poco. Y si no, gado a acostarme con todas.
¿por qué me había cedido una parte importante de sus iQué tristeza!
atribuciones? Otra cosa más. Por naturaleza, era muy benlgn.o.
Ante esta situación, abandoné de buen grado la Las desgraciadas que caían en nuestra casa, en cir-
idea de buscar mi pan en otras partes. Me daba cuen- cunstancias más o menos trágicas, tenían a menudo
ta de que me faltaba coraje para librar la pelea con necesidad de consuelo. Era necesario curar sus llagas
la vida. ¿Qué es lo que sabía hacer? A lo más, un poco morales con paciencia, por lo menos al c,?m!enzo; por-
de amor. Esto era todo lo que había aprendido. Que· que más tarde el embrutecimiento cicatmaba sus he¡
darme en la casa, y vivir su vida, tal me parecía aho· ridas. Estas e~contraban en mí más un refugio mora
ra lo prudente: razonamiento de hongo que se rego· que un amante de profesión. ce
· que la que net -
Se nos ofrecía más merca derla
~IJa sobre el estiércol. ¿Dejar una mina de oro para
Ir a buscar los garbanzos? iQué locura! Cada vez que sitábamos. Las patronas de las otras. cas~s ~~o~o~:
esta locura me tomaba, y sucedía a menudo, me refu- ban en la nuestra todo lo que necesitaba p
giaba cobardemente en el mismo razonamiento, y sa-
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pletar su surtido: rubias, morenas, delgadas, bajas, al- vía al hospital y se las abandona a los cuidados del
tas, y no sé qué más. Me apenaba verlas partir o no Estado. Apenas si tienen con qué comprar naranjas.
poder recibir a todas aquellas que golpeaban a la puer- No tienen contrato con el patrón. Ninguna obligación
ta de mi corazón. Me contaban sus miserias y cómo, de parte de éste. Todo depende de su humanitarismo.
en otras casas, se les pegaba, se les escarnecía. iEn- .y sobre éste no hay que hacerse ilusiones! Ustedes
vidia y competencia!, me decían. Sin contar el azote ~o conocen nada de bestialidad humana o, más bien,
de los alcahuetes, que las perseguían como su som- de las leyes de esta humanidad bestial.
bra. Tendría muchas cosas que contar a propósito de Si mueren en el burdel. el entierro mismo no co-
esto, pero pasemos. Es necesario llegar lo más rápida- rresponde al patrón. El se lava las manos. Se las en~!a
mente posible al sendero que condujo mis pasos has- a la morgue. Si nadie reclama el cadáver ¿y qUIen
ta el crimen. va a reclamarlo? ,se le lleva a la Facultad de Medi-
Mi celda es fría; el papel está húmedo y hoy día cina, donde los baños de formol esper~n per~anen­
no tengo sino una hora de luz; pero quizás si le cuen- temente a los despojos humanos. No tienen tiempo
to otras historias a mi carcelero consentirá en ser más de podrirse. Hasta muertas se las tortura ... y cuando
amable. Cada noche lee lo que yo escribo. ya no hay más que c?rtar. en .Ia noche se le~ re~osen
Vuelvo a ver el cortejo de tantas y tantas mujeres los colgajos. confundidos, o bien se tira el picadillo a
caídas que desfilaron, durante años, bajo mis ojos, y un tarro. En el cementerio de los. pobres cue~t~ traba-
me sorprende que ni una sola me haya dejado el me- jo encontrar sus tumbas. Las llUVias borran rap~d~men­
nor recuerdo de una bajeza de alma. A pesar de la ig- te los nombres de los muertos escritos con laplz so-
nominia en que chapoteaban. todo no estaba muerto bre las minúsculas cruces de madera. A 10 sumo es:
en ellas. tas cruces duran tres meses. De otro modo ¿con que
Su sensibilidad era excesiva. desesperante a ve harían fuego los gitanos?
ces. Lloraban un pétalo de flor como si fuera una cosa Me acuerdo que fue una de nuestras pensionistas
infinitamente preciosa. Un día, por ejemplo, con gran la que inauguró el horno crematorio. Yo era un niño.
sorpresa, vi a una pequeña delgaducha enterrar unas Hoy día esto me parece simbólico. No hay nada como
rosas marchitas en nuestro remedo de jardín . .Apenas el fuego para purificar todo.
sr podía levantar la azada. Un cadáver maquillado del Que se diga lo que se quiera de mí y mis op.inio-
cual los pómulos no eran ni más grandes ni menos agu- nes. Me es igual. De todas maneras no escuchare las
jereados que dos pequeñas esponjas. reflexiones de los que me critiquen. Siento que mo-
-¿Por qué no tiras estas flores a la basura? riré en esta prisión con mis ideas. Pero quisiera que
-Eso será mañana. porque todavía tienen perfu- se sepa esto: la mujer cuyo domicilio oficial es el bur-
me. del merece una consideración distinta a la que se le
Este recuerdo me obsede. concede.
En cuanto a los moralistas de oficio, que sepan
. En mi doble calidad de hijo de mamá y de patrón y retengan lo que cuento. He visto mujeres espléndi-
en cierne, tuve ocasión de ver de cerca el corazón de das, resplandecientes de belleza, de vida y de ardo.r,
las mujeres públicas. ¿Por qué ninguna de ellas me ofrecerse con respeto a los ejemplares humanos mas
pidió jamás la libertad? Es un misterio. ¿Qué encuen- miserables, a los machos estropeados, presas de la
tran en los prostrbulos? La dirección se guarda casi tempestad del deseo; a hombres que no podran encon-
todo el dinero que ganan. Si caen enfermas se las en-
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trar, más allá de la puerta del burdel, ninguna mujer
Las liberadas los aliviaban. . tes. Al salir, cada uno besaba la frente de la muerta
y se iba con los ojos llenos de lágrimas.
Una noche: u,~ inv~lidd rondaba alrededor de nues- Yo era el que recibía las condolencias, porque yo
tra casa. ,Quena a!qullar una mujer por dos minutos"
había sido su amigo_ (Guardé durante mucho tiempo
Su mandlbula inferior no e?,istía y el lugar de su nari~
la levita alquilada para esa ocasión).
e.staba cerrado por un tapan de algodón amarillo. Son-
Por todas partes, flores baratas en profusión. En-
riendo, a fin de ocultar mi emoción lo tome' I
bid . , ' por e tre sus manos había puesto un manojo de violetas y
razo y o con uJe al salan. Salió . de allí con la más
orgullosa de . nuestras pensionistas, y ésta no quis una cruz de plata.
aceptar su dinero. o El día en que Tina murió, Sylvia la bañó y la pin,
tó. Mi madre la peinó y yo ayudé a las mozas a po-
. Abrevio. Me ha sido fácil comprender a las pros-
nerle una túnica de seda ligera como un sueño. La ha-
tltuta.s porque he vivido entre ellas. 'ITriste privilegiol
iEn fin! . bíamos preparado para el gran baile. Tina hacía su en,
trada en el otro mundo. Me pregunto aún si los gusa-
nos han tenido corazón para tocar el pequeño tesoro
AI~unas veces quería perdidamente a Sylvia que
que la muerte les confiaba. En el umbral de la tumba,
se habla esforzado en alejarme y hacerme desag'rada-
ble el amor, 9ue me pare,cía bueno, vasto, inagotable. un sepulturero, jefe de equipos, probablemente un an-
Una ,ma.nana, escapandome molido del lecho de tiguo cliente, lloraba hasta partir el alma. En el mo-
una esplendida y vigorosa polaca, que me había lleva- mento en que se comenzó a clavar la cubierta del fé,
do a la fuerza a su pieza y que me había casi pegado retro, me desvanecí.
porq~e yo no podía más, me dije:
iPerra de Sylvia! iEspérate! Yo te vaya enseñar Todo el barrio me conocía y me llamaba el hijo de
lo que es el amor, yo; iTÚ sabrás lo que es eso! ". puta. Durante mi infancia no presté ninguna atención
La polac~ ~.e habla dado una botella de viejo vino a eso. Pero, al crecer, todos esos cuchicheos que oía
ruma~o; decldl Ir donde Sylvia, dar~e todo mi dinero. a la pasada me hacían sufrir Sentía que se me evita-
embriagarla ~ después acostarme con ella ba. Me era imposible tener amigos, Me daba perfecta
. Pero mi proyecto se fue al agua. Mi~ntras ca m- cuenta de mi situación, pero mi espíritu no la había
~In~ba los detalles, había vaciado la botella. Como no profundizado. Era muy justo que yo hubiera arado un
r abJa bebidas en la casa, salí a beber a la ciudad pa- poco la superficie. Pero llevaba una vida sin cuidados:
a arme ~oraJe. Muy tarde en la noche volví sin un de ahí venía mi falta de discernimiento.
cent~vo, titubeando. Llovía mucho. Tina, en traje de Todas nuestras pensionistas se sentían di?hosas
servIcIo. m,e esperaba en el corredor. Estaba helada. de saberme fel izo No me faltaba nada. Me vestla d~n­
Tres dlas después, una pulmonía se la llevó Ce- de el mejor sastre de Bucarest, a la moda de Pans .
rramos la c.asa. El salón. forrado de negro y bl~nco. En cada estación tenía un surtido nuevo. Las corba-
. estaba sumido en la obscuridad. En el centro el ca- tas y las camisas de seda se amontonaban, como por
tafalco . En eI f"eretro, Tina parecía dormir entre
' sus milagro, en mi ropero. Todo esto era comprado con el
~uatro tablas de pino. Su último lecho era inmacula- dinero de las mozas. No sabía verdaderamente por
o. todo de muselina blanca. En el rincón en que solía Qué, pues jamás les pedía nada. A~enas mi madre me
' 1 1 ' la raída SI'11 a esta ba d esocupada Las otras
sentarse daba con qué comprar tabaco. Tenia todo eso ~orque
SI as estaban ocupadas por las mozas y p~r los clien, era un "buen mozo". iMiseria! Esto me producla pla-

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cer, pero al precio de qué t~abajo ... ¡Que no se crea Se verá cómo terminé por arrancar el secreto a mi
que estaba envanecido de mi persona! madre.
Pero antes debo decir una palabra. Todo hombre
Una tarde, mientras me arreglaba la corbata an- puede tener relaciones de amistad con el azar a con-
te el espejo, una idea cruzó por mi espíritu. ¿A quién dición de tener paciencia y de creer en él cieg'amen-
podía parecerme yo? ¿A mi madre? Nada, o muy po- te, aun en sus faltas. Es la regla de la amistad per-
co. Entonces, ¿a mi padre? Pero, ¿quién era mi pa- fecta, Por faltas de azar entiendo, en primer lugar, las
dre? Recordaba algunos rostros de hombres que pre- miserias que nos impone sin que seamos culpables;
tendían que yo era su hijo. Ningún aire de familia. en segundo lugar, las injusticias que comete, colman-
Mi madre evitaba hablar conmigo de este asun- do a unos, olvidando a otros, dejando caer con incons-
to. Una sola vez me había dado a entender que no ha- ciencia, de tiempo en tiempo, sobre nuestra cabeza,
bía vuelto a ver a mi padre desde mi nacimiento. Eso lo inesperado. Es terriblemente caprichoso y deja flo-
era algo. Yo me decía: "Entonces lo conoce; sabe tar en el aire el mal que nos acecha a cada paso.
quién es; se acuerda; no tiene dudas; no se pregunta ' En su marcha a través de los espacios, abandona
cuál es, entre los clientes de tantos años". aquí y allá una partícula de su substancia; y nosotros,
insectos invariablemente presuntuosos y limitados,
Me quedaba por saber si yo había sido concebi-
do en la casa o en otra parte. No me atreví a pregun- creemos que esta partícula milagrosa ha sido deposi-
tada en nuestro camino expresamente para nosotros,
tarle a mi madre. Durante años enteros volví y revolví Si en sus eternas peregrinaciones a través de los
esta cuestión en todos sus aspectos. mundos, la fantasía trata de detener al azar en algu-
, Más tarde, cuando hice de nuevo alusión a mi pa- na parte, de hacerlo reposar, se derrama inverosímil-
dre, muy vagamente, se le escapó esta frase a mi ma- mente alrededor de él. Si algún acontecimiento nos
dre: "Quizás si vive aún". Me confirmaba, así, que no parece imposible de realizar, sobreviene él, sin que
"

lo había olvidado. Yo no era, pues y ésta era una sepamos ni una palabra, conformándonos con llamar-
aprensión menos ,el fruto de sus amores en serie. lo suerte o mala suerte, o bien, felicidad o desgracia.
Así, pues, no había sido concebido en el lupanar. Nos alegramos o blasfemamos: "El azar ha querido
En esta época tenía diecinueve años, edad en que esto, el azar ha querido aquello", iError! El é'!zar no se
la juventud trata de descubrir los secretos de este ocupa de ,nosotros. Somos nosotros los que nos ocu-
mundo, y los bastardos, a sus padres. pamos de él.
¿Los secretos de este mundo? Los conocía. Mi A lo sumo, se inclina un instante sobre nosotros
mundo era mi casa y en ella no había ningún misterio para enhebrar 'nuestro destino. Durante el curso de la
para mí, en tanto que el deseo, la ambición de conocer vida nos debatimos ásperamente para modificar sus
a mi padre me aterraba constantemente. No sabía de- direcciones. Todo es en vano si no quiere escuchar-
cir !l1 la ambición era más fuerte que la curiosidad, pe- nos. Es un protector caprichoso; De este modo, es n.e-.
ro era una necesidad vital para mí satisfacer la una y cesarlo espiar con mucha paciencia su pasa~o, p~rque
la otra, Inmediatamente. está en todas partes y en ninguna a la vez. SI lo sl~nt~
Juro que no emprendí ninguna investigación pa- rondar alrededor de usted; espere todo, Le arroJar~
ra encontrar a mi padre; no hice ningún esfuerzo en una brizna de milagro y le hará comprender que aqul
ese sentido. No puedo explicar cómo un buen día, tu- abajo nada es imposible.
ve el presentimiento de que el azar me secundaría. No sé si Dios y el azar son la misma cosa; pero

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¿Por qué t~ ha t orturado ? ¿Por qué ha tolerado todos
mi más grande alegría espiritual ha sido el confun- estos ultrajes? ¿Ha muerto? Habría podido decirlo. Pe-
dirlos. Fui realmente recompensado . Se juzgará la fan- ro no ha mue~to, y es por eso que te oculta la verdad ".
tasía del "gran desconocido" al saber lo que me suce- Me "entl quebrantado por estas reflexiones No
dió. había sido sino el juguete de un error; ahora es'taba
en presencia de una cert idumbre. No cabía duda algu.
Mi 'madre, que había ido un día a la ciud ad , vol- na : éste era el retrato de m'i padre.
vió precipitadamente a casa a buscar algo en su baúl. Este hombre vivía, pues, en alguna parte, indife,
Partió en seguida, olvidando cerrarlo. Era una gran ca- rente, olvidado, tranquilo y sin remordimientos. ¿Dón-
ja, en la cual amontonaba todo lo que a sus ojos tenía de se ocultaba? ¿Se acordaba de mi madre? ¿Sabia
algún valor. Jamás había tenido yo la ocasión de ver que yo existía?
el contenido. Con los puños cerrados grité:
Empujado por la curiosidad, me puse a escarbar . -iYO te encontraré!
Entre otras cosas, encontré una vieja Biblia con mu- Este juramento, hecho en alta voz, me hizo estre-
chos relieves y adornada de delicados arabescos de mecer. Eché la fotografía en el cofre, después de ha-
cobre. Su belleza me sedujo; no la había visto nunca ber hincado mis dientes en el cartón para no gritar.
en la pieia de mi madre. Había visto ya Biblias, pero Después salí. En el umbral de la puerta me di cuenta
estaba sorprendido de encontrar una en el cofre de de que mi madre iba a advertir que yo había registra-
mi madre. iQué cosa tan extraña! ¿Tal vez la había do su baúl. Volví y coloqué el retrato en el lugar en
encerrado al mismo tiempo que su fe? No pronunc ia- que lo había encontrado. Un instante después lo volvi
ba nunca el nombre de Dios y no iba jamás a la iglesia , a tomar. Era necesario borrar la impresión que habían
Me quedé pensativo ante una revelación tan mis- dejado los dientes. Lo hice primero sobre el rostro, Al
teriosa ; presentí que las páginas de este libro cont e- volver el cartón para continuar, leí: "7 de noviembre
nían algún secreto. Con manos trémulas empecé a ho- de 1897".
jearlo. Todo lo que encontré fue una fotografía que ca- Desde ese día se operÓ' en mí un cambio comple-
vó de la última página. Al principio creí que era uno de to . La hum illación a que estaba sujeto Dor mi condi-
los retratos que me había sacado unas semanas antes . ción de bastardo se disipaba. Me sentí llamado a una
Pero, mirando bien, comprobé que era una fot ografía nueva vid a.
antigua. Aparte de algunos detalles, los rasgos eran ¿7 de noviembre de 1897?
los míos. Tal como yo, el hombre que representaba Era el día y el año en que, sobre los colchones de
parecía tener veinte años . Este sorprendente parecido paja de un hediondo burdel, V por las entrañas de una
me chocó. prostituta, el azar escupió al mundo un criminal.
En seguida fui sacudido por un violento acceso
de risa. iPero si· éste es mi padre , vean! y . continué 5
riendo frenéticamente . Después me detuve, fulmiña-
do. Esta revelación me daba la sensación de una que- Transcurri eron otros cinco años. Durante es-
madura. Me pareció que mi cabeza iba a estallar. iSí, te tiempo hice mi servicio militar. iQué historia est~
es él! iMiradle! iMiradme a mí! Corrí hacia el espejo . obligación impuesta en nombre de la patria! .¿Por q~e
¡.Lo reconoces tú? Me puse a gritar. "Sí , <:! :; tu padre ; patria? ¿Por qué patria y no, simplemente, pals? Patria
?Io ves? iMlra a tu padre, bastardo! ~ For qué t u ma- y país , ¿no son la misma cosa?
dre ha ocultado durante veinte años este secreto ?
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Fue inútil que un oficial se empeñara en enseñar-
me lo que era la patria_ Le respondía siempre: "Mi te- cia, casi todas las mozas habían pasado por el hospi-
niente, la patria es el país en que se ama por prime- tal. Vi con mis ojos una banda de alcahuetes dando
ra vez". Me lo hizo pagar caro . Durante las mil noches vueltas todas las noches alrededor de la casa. Sus ho-
que duró mi servicio militar, me hizo pelar por lo me- cicos horribles se eternizaban en el salón, impidien-
nos cinco vagones de papas . Pero esto no cambió mis do el comercio. Su presencia intimidaba a los clien-
tes. que eran cada vez más raros. Mi madre y Sylvia
ideas.
Aparte de esto, guardo encantadores recuerdos apenas podían hacer frente a todos los gastos de la
casa. El alquiler era su pesadilla. Los escándalos eran
del ejército, entre ellos , mi hermosa cabeza a lo Tito.
frecuentes . Llovían las contravenciones de todo or-
He olvidado toda la instrucción militar, pero, en
den . No teníamos ya una clientela seria: nada más que
cambio, adquirí en el ejército una facultad excepcio- los no aceptados en otras casas. .
nal: siento a la distancia de un kilómetro los pasos de Entregadas a ellas mismas, las mujeres no se sa-
un soldado. El olor del cuartel, tal como el del burdel , bían gobernar. Este estado de cosas me descorazonó.
han persistido, después de tantos años, en algún rin- Mi deber era quedarme allí. Algunas aspiraciones, que
cón mal ventilado de mi cerebro. De este modo soy me habían trabajado el espíritu durante mi servicio
capaz de dirigirme, con los ojos vendados, hacia una militar, se desvanecieron.
u otra de estas dos instituciones en una ciudad des- Yo había soñado en aprender un oficio honesto.
conocida. a fin de cumplir la promesa hecha a mi madre. En el
Se dirá que esto no sirve de nada. Pero no es cier- torbellino de las contradicciones que me destrozaban
to, por lo menos para mí, que tengo todas las pers- sentía que era necesario evadirse de esa casa mal-
pectivas de quedar ciego. dita, pero el miedo a la vida frenaba mi impulso. Para
En la mañana me encuentro a cuatrocientos me- justificar mi desfallecimiento, oponía este razonamien-
tros bajo tierra, encerrado en la vasta catedral de la to: "Tú no serás gran cosa en otra parte, mientras que
mina de sal. La luz de los proyectores eléctricos y el aquí podrás vigilar que estas desgraciadas no sean tor-
resplandor milagroso de las gemas de sal me deslum- turadas. Como ellas, eres un proscrito".
bran. Si hubiera escuchado los consejos de Tzatza, que
En la tarde se me encierra en mi celda, donde ape- me exhortaba a ocuparme del reclutamiento de las
nas distingo la punta de mi lápiz. "Si por azar te sal- mozas, habría podido reunir una buena suma, salvan-
vas, viejo mío me digo yo ,podrás encontrar siem- do así a mi madre. Pero no quería consentir en eso.
pre el camino del burdel o del cuartel, donde podrás Poseía, sin embargo, las cualidades requeridas y a
vivir todavía. Así, pues, tú no habrás perdido inútil- menudo se me ha juzgado idiota por no haber acep-
mente tus tres años de cuartel. Cuando digo que no tado esos magníficos ofrecimientos. iNo!
habré perdido todo, no exagero. He aprendido también No aconsejé jamás a las mujeres que dejaran la
otras cosas en el servicio: he aprendido a amar a. la casa, ya que ninguna de ellas me lo pidió; pero ·cuan·
patria, como ellos decían. Yo fui y seré constantemen- do veía nuevas recluidas, me sentía trastornado y
te fiel a este amor porque, después de todo, me he ' lloraba a escondidas. Sabía la suerte que les estaba
?onvencido de que lo mejor de la patria son las mu- reservada y pensaba con horror en los su!rimie~tos
¡eres, y que yo las amo". que mi madre había soportado durante veinte anos .
De vuelta a casa, encontré mi pequeño universo La volvía a ver en cada moza.
en un estado lamentable. Supe que, durante mi aw¡en· Mi regreso había dado coraje a mi madre y a Syl-

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via. Esta me volvió a conceder todo el afecto que me
habra negado durante tanto tiempo. Forjaba ahora otros ta a mi madre. Como de costumbre, Sylvia estaba ahí
proyectos para mí. Mi porvenir era una de sus cons- Desde que no ejercían su oficio, se entretenían en inter~
tantes preocupaciones. Se guardó de hacer la menor minables conversaciones . Yo era el punto central de
alusión a mi conducta anterior. Esto me conmovió mu- sus discusiones. ¿Qué será de él? Alejémosle de la
cho. la amaba como un hermano por su buen corazón casa tanto como sea posible. En verdad, nos es útil '
y estaba decidido a seguir sus consejos. e~ necesario ,que ~quí. h~ya, un hombre, pero no es pre~
CISO que este aqUl vemtltres horas sobre veinticuatro.
Algunos meses después de mi llegada un acon. La .ciudad es grande, puede encontrar una ocupación.
tecimiento surgió en medio de la vida trivi~1 que lle- y, después, tiene necesidad de distraerse. Es nece-
vaba. sario salir con él por lo menos dos veces a la sema-
Fue una carta. na. iQue respire otro aire! Esto le cambiará las ideas.
. . Uno de ~!s antiguos camaradas de regimiento me Haremos su desgracia dejándolo podrirse en la casa
mv~taba a vIsitarlo. Yo me había convertido en su con sus libracos.
amigo po,:qu~, seg9n ~ecía él, en el cuartel yo tenía un Algunas noches salimos los tres, los que nos
aspecto II'!lPI~, mas limpio que los otros. Seguramen- encontraban no habrían podido suponer que éramos
te me crela nco y de buena familia. Me juzgaba, sin nosotros, de tal modo nuestros vestidos estaban cui-
d~da, por la ropa que llevaba y por el dinero que reci- dados. Nos hicimos parroquianos de un café. Como no
bla. Pensaba que era de su misma clase so'cial Hizo era frecuentado sino por extranjeros, no temíamos ser
tod? lo posible por serme agradable y nos hi~imos reconocidos por antiguos clientes. Sin embargo, una
amigos. En ~I fondo de mí mismo yo no amaba el mun. noche en que conversaba con mi madre y Sylvia mi·
do al que. el pertenecía. Experimentaba. una especie raba distraída un desfile de los paseantes, oí estas
de contranedad ante la idea de verme confundido con palabras, pronunciadas en la mesa del lado: "Sí, te
fa clase. burguesa. No teníamos absolutamente nada apuesto que son alcahuetes. iMíralos bien!".
de ?omun. U~ abism? ,nos separaba. Me pregunto too No dije nada, pero pretexté un malestar y nos fui-
davla p~r .que no eVite la amistad de este joven que mos precipitadamente del café. Un sentimiento de
me h~bla Juzgado por las apariencias. La debilidad de vergüenza me había invadido. No tuve el coraje de vol·
que di pruebas a~ relacionarme con él me cuesta muy ver la cabeza para ver al miserable.
caro. Fue el padrmo de todas las miserias de mi vida . Desde entonces no salimos más juntos. Había
t Y ~ste caprichoso se acordaba de mí y me invi- muchos lugares públicos. El nuestro me bastaba. No
:.ba a Ir a su cas~, e~ el campo, para las vacaciones. era. sino allí donde, desde entonces, yo me sentí al
menudo me habla dicho que era de una familia aco- abngo. La idea de que era mantenido por mi madre,
modada y conocida. que se privaba de muchas cosas a fin de poderme dar
d' tCdP~ar su invitación me pareció la cosa más ri- para mis gastos, me obsesionaba. Si llegaba a salir,
d~crl a . ~ mundo. No pensaba ni siquiera en respon- ;e deslizaba en las ca"ejuelas obscuras. Tenía mie-
el mee'd¿1 xcusarme? ¿Cómo? Habría podido encontrar ~ de que se me preguntara . de qué vivía. iQué ver-
" o, pero ¿para qué? ;uenza! Mi vida interior era un infierno. Sin embargo,
insist~r~ e~ sino una gentileza de boyardo, pensaba. No uve una oportunidad. Mientras creía que todo estaba
muerto en mí, una semilla milagrosa, que la maldad
tado por ~I~~:!~r~blrád más .. Tanto mejor". Pero, exci- de los hombres había sembrado en mi corazÓn desde
e arme Importancia, leí esta car-
mi infancia, había germinado en el hombre. Sentía,
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unos dras. "Hay tiempo les dije ; déjenme tran.
como un bien supremo, los retoños del odio aflorar en quilo".
mi. Cuando menos lo esperaba, las flores crecieron. Pasó una semana. Mi estado moral empeoraba.
Las regaba día y noche con mis lágrimas. y cuando su Escribí a Pablo una carta de agradecimiento, en la cual
perfume me embriagaba, sentía una voz clara que me me excusaba . Antes de expedirla se la leí a mi madre.
gritaba: iVéngate! Al oir mi decisión se fundió en lágrimas, Sylvia se nos
En vano mis dos protectoras se quebraban la ca· agregó Y las dos me acosaron a preguntas:
beza buscando la causa de mi abatimiento . ¿Cómo po· -¿Por qué no vas? Anda. Nosotras te supliremos.
dían comprenderlo estos dos pobres seres? Para cortar de un golpe toda discusión, dije:
El aislamiento me volvió intratable. No pudiendo -Madre mía, si no voy es porque tengo mis ra·
hacerme de amigos, sino en mi medio, prefería pasar· zones.
me sin ellos. Los libros los reemplazaron durante un -¿Qué razones?
tiempo, pero a la larga me sentí aplastado bajo los -No puedo decírtelas; para qué turbar nuestra
pies de la soledad. Una angustia se apoderaba de mí. tranquilidad, desde que no es necesario.
¿Qué hacer? ¿Cómo romper el círculo de mis refle· ¿Podía confesar que tenía vergüenza de ser su
xiones? ¿Cómo vencer los prejuicios humanos? ¿Era hijo? Le habría roto el corazón. Aproximándome a ella
el único que era befado y menospreCiado injustamen· y viendo sus ojos cuajados de lágrimas, respondí:
to? ¿En qué forma era yo culpable de mi suerte? ¿Có· -No insistas, madre. Es inútil. ¿Por qué no te
mo afrontar este mundo extraño al mío y presentarle contentas con mi afecto?
batalla? Me parecía ver enemigos por todos lados. Confusa , vacilaba en responderme; después, no
En mi pensamiento buscaba al más grande' cul· pudiendo dominar un nuevo torrente de lágrimas:
pable de mi destino: mi padre. -Te comprendo, hijo mío: sé por qué no quie·
res ir.
En este estado de espíritu estaba cuando llegó Sollozando , me envolvió con una mirada desespe·
la carta de mi camarada Pablo Ivanesco. rada. A través de sus ojos vi su alma roída por la ver·
Pensando en él. una idea acudió de pronto a mi güenza de su pasado. Sylvia lloraba si lenciosamente.
espíritu. iHubiera sido el colmo! ¿Iba a venir a Buca· Esto me hizo mal, mucho mal.
rest a visitarme? Si venía iba a encontrarme en "mi -No llores, querida mamá. Iré. Te lo prometo.
casa". Esta eventualidad me enloqueció. Era necesa· Me apretó contra su pecho y me tuvo largo rato
rio obrar rápidamente para evitar una catástrofe. La acurrucado contra su corazón jadeante. Aflojó su abra·
obligación de huir de mi casa para escapar a tal afren· zo, enjugó sus lágrimas y repuso, sonriendo:
ta fue para mí la primera ventaja de las relaciones so· -¿No tienes vergüenza? ¿Por qué me torturas de
ciales. El silencio en que me había confinado respec· este modo?
to de Pablo, era una mala táctica. Estaba seguro de Devolví a fondo el tiro.
que i~sistiría, que me escribiría de nuevo. Era neceo -y tú, ¿por qué me haces sufrir tanto?
sarlo, pues, cambiar de dirección. Fue entonces cuan· -¿En qué forma? dijo sorprendida.
do me acordé que existe la lista de correos, para uso -¿Por qué no me dices qUién es mi padre?
de los abandonados de la sociedad. iBendito sea aquel Suspiró, miró a Sylvia, bajó la cabeza, me miró de
que ha pensado en nosotros! nuevo, mientras deshilachaba nerviosamente un ex·
Muchas veces mi madre y Sylvia habían insistido tremo del hilo del encaje de su pañuelo.
en que me decidiera Ir a casa de Pablo, aunque fuera
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-Sí, tienes razón; es necesario que sepas al fin sanas: el padre, grande y rico propietario; la madre,
la verdad. d' .. ' h ' I b '1 ' un corazón escogido, y sus hijos: Pablo y Gina.
Con paso incierto se. Inglo ~~Ia e au. ~e Gina era el tesoro de la familia. Era tan hermosa
mimbre, revolvió el contenido y volvlo con la Biblia que casi no podía creer a mis ojos. Las hadas de to-
en la mano. dos los cuentos de mi infancia tomaron por momen-
-Hijo, no he abierto este libro desde tu naci- tos su rostro. Pero su belleza sobrepasaba aún a mi
miento. Ahí ocultaba el retrato de tu padre. Aquí está . imaginación. Era el primer ángel que veía sobre la
Después me contó, con voz tranquila, la larga y tierra, y tan cerca. Temía mancharla con sólo mirar-
triste historia de su vida. la... ., .
Cuando terminó, su pañuelo ya no tenía encaje. Me concedió inmediatamente una atenclon exqUi-
Le besé la mano y me fuí sin decirle una palabra . sita. Una vez la oí que decí~, a su hermano: "Fran~a­
No era su aventura lo que me sublevaba . Era tri- mente, tu amigo es seductor . Es~as palabras c~":lbla­
vial. Una muchacha, sola en el mundo, ayudanta en ron el curso de mi vida . Pablo, Glna y yo nos hicimos
casa de una modista, se había enamorado de un es- rápidamente inseparables.
tudiante pobre, que la dejó encinta. Lo inconcebible Mi timidez se disipó como por encanto. Iba ele-
era que el hombre, teniendo necesidad de dinero, la gantemente vestido y nada denunciaba mi me~io; vigi-
hiciera entrar en un burdel, a fin de procurárselo, laba mis palabras y mis gestos. Se me habna toma-
abandonándola en el momento de mi nacimiento. do fácilmente por un joven boyardo, si no me hubie-
y ahora, veinte años después, mi madre decía: ra faltado la sonrisa hastiada de los degenerados,
iCómo lo amaba! algunos tics nerviosos o estudiados ante el espejo
La encontraba francamente estúpida. y, en fin, un monóculo en el ojo. Mi sonrisa era se-
Después de su. confesión evité cuidadosamente rena; era todo lo que había heredado de mi madre.
toda alusión a este respecto. Sentía que era inútil in· Pasábamos el tiempo andando por el campo , ya
sistir. Me ocultaba el nombre de su seductor, y, por a pie, ya a caballo. Algunas veces partíamos al alba
otra parte, jamás me lo dijo. y nos desayúnabamos en los bosques, donde los
Para darle gusto partí a casa de mi amigo. Con· guardas de los Ivanesco nos preparaban comidas
fieso que esto me fastidiaba. ¿Qué iba a hacer en ca· magníficas. Comíamos como lobos y no volvíamos
sa de Pablo? No me gustaba el campo. Un recuerdo hasta la noche, derrengados.
muy desagradable persistía aún en mi cabeza. No P?' Cuando nos separábamos para irnos a acostar
día olvidar las noches de angustia pasadas hacia y Gina me tendía la mano, en la que posaba mis la-
tiempo ·en una aldea a donde fuí con Nenea. Mientras bios, me parecía que no la iba a ver más. Durante
iba en el tren estaba muy lejos de pensar que el azar, la noche me asaltaban una infinidad de sueños ar-
ese gran maestro de las ceremonias inesperadas, me dientes. Muy pronto me di cuenta de que su trabajo
conduciría a los parajes habitados por el hombre que no era inútil. Cerraban todas las comunicaciones con
odiaba a muerte: mi padre. mi antiguo yo. Borraban el estigma co~ e.1 cua! esta-
Prevenido por un telegrama, Pablo me esperaba ba marcado. Amando a Gina, me sentla invadido d.e
en la estación. Al verme manifestó una viva alegría. felicidad, proyectado en la gran magia de la imagl-
Los suyos me acogieron calurosamente. La hospital i· ".ación e incapaz de pensar en el barro de donde sa-
dad de los boyardos rumanos no es una palabra vana. lia: mi pasado.
La familia Ivanesco se componía de cuatro per- "iSoy muy feliz!", escribí a mi madre, agrade-

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ciéndole el haberme obligado a venir a casa de Pa- -Por otra ~a.rt,e, esta es nuestra propiedad;
blo. Pablo no se permitirla cazar en tiempo de veda.
Recordar aquí las inolvidables horas que vi ví Nuestra conversación se prolongó, así, trivial.
sería querer torturarme. Ahora tengo necesidad de Después nos callamos. Las tormentas son precedi-
calma. No se turba impunemente la paz de los sue- das de largos si lencios. Fue Gina la , 'le rompió el
ños. El collar de sueños puede transformarse en ca- mutismo. ,P. •
dena. -Mañana iremos a casa de los Drmitriu. Se di-
Nada ensombrecía mi felicidad. Recibí una carta vierte uno locament e con ellos. ¿Le gusta a usted
de mi madre ... En los días siguientes me sentí do- hacer visitas ?
minado por la tristeza. Gina, a la cual sin embargo -¿Tengo aspect o de sa lvaje?
trataba de ocultarle todo, notó mi melancolía : -La señorita Dimitriu es muy linda; le va a gus-
-¿Por qué suspira usted? tar a usted.
Fingí sorpresa y me esforcé en reír . -Todavía no la he visto.
-Yo lo voy a curar de esa fea costumbre. -No importa, es muy linda; debe gustarle.
Una mañana cabalgábamos juntos . Pablo nos -Creo que usted bromea , señorita.
acompañaba. En el horizonte se veía una gran casa. 'Puse cara de enfadado :
Pablo , mirando hacia allá, dijo a su hermana : -Hoy día todo me sale mal. ¿A qué vi enen to-
-Creo que nuestros vecinos han llegado ; me dos esos pinchazos?
parece distinguir su coche . -Usted se lo merece ...
-Sí, es el de ellos respondiÓ Gina , resguar- Vi que no había terminado su frase.
dando sus ojos con las manos . Mira el polvo que -¿Por qué? Ouisiera saberlo.
levanta. Dudó de nuevo; después :
Después, dirigiéndose a mí: , -¿A quién ha escrito usted ayer y anteayer?
Son excelentes amigos. Mañana iremos a vi- No comprendí lo que quería deci r. Agregó:
sitarlos. ¿No es cierto, Pablo? -¿Oué tal es su bucarestiana?
-Ciertamente, querida. Estallé en risas.
Nos dirigimos al galope hacia el bosque. La ca- -Pero, señorita, he escrito a mi madre. No ten-
za era la pasión de Pablo. Cada vez que partíamos a go sino a ella · en el mundo. .
través de los campos tomaba su escopeta. Llegados Viendo que se había apaciguado un poco:
a la orilla del bosque, espoleó su caballo y partió al -¿Por qué me habla usted de la belleza de la
galope. señorita Dimitriu?
-Júnten~e en el rincón del bosque gritó. . Evitando mi mirada, respondiÓ con voz infantil :.
-Este muchacho es loco dijo Gina, muy di' -Porque yo también soy linda. Pero usted no se
vertida . Es capaz de matar a su caballo por con· ha tomado el trabajo de verlo.
seguir la cola de un miserable conejo . Sigámoslo, pe' Por un instante mi corazón cesó de latir. Me p~:
ro no a ese paso. ¿O prefiere bajar? se rojo. Viendo la turbación que me habían produc~­
-Como usted quiera, señorita. do sus palabras, Gina se calló. Continuamos cami-
Saltó a tierra. nando en silencio. Un lagarto verde esmeralda atra-
, vesó muchas veces mi camino . Desde e~ fondo . del
-¿Le gusta a usted el bosque?
I -sr, mucho. valle, que se abría ante nosotros, venlan sonidos

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de campanas. Debíamos subir una pendiente. Pensé bienamada. No pensaba .en nada y no vivía sino para
que a Gina le costaría trabajo subirla a pie. Sin le- ella. Del hombre prevenido que- medía sus menores
vantar los ojos: gestos ~o quedaba. sino un enamorado medio loco.
-¿Quiere usted que la ayude? ¡.Por Que ,no supe Irme entonces? ¿Qué más espera-
-Sí. ba? ¿Tenia derecho al amor de una joven que perte-
Quise atar las riendas de mi caballo a un árbol. necía a un mundo que por definición me estaba cerra-
Apenas lo había hecho oí que gritaba: do? ¿Debía tener escrúpulos o pasar de largo? iQué
-iRápido, rápido, venga usted! locura la de haberme dejado embriagar hasta el pun-
Dejando mi bestia, de un salto me puse a su la- to de olvidar lo que era! Corriendo tras la felicidad, ol-
do. vidaba que me exponía al menosprecio del mundo de
Apenas podía mantenerse seria. Gina, la cual, un día u otro, me acusaría de haberla
-Abra la boca y cierre los ojos me ordenó. engañado. ¿Quién triunfaría? ¿En virtud de qué ley?
Obedecí sin decir palabra. iZas! Un puñado de No tenía fuerzas para huir, a pesar de haber arreglado
fr~sas me lIenar~n la boca: Reabrí los ojos. Gina co- tres veces mis maletas. Sin embargo, esto hubiera
rna a toda velocidad por la pradera de margaritas. sido lo más sabio.
N.uestros caba~los pastaban. Me lancé en su persecu- Finalmente renuncié a luchar contra mí mismo.
ción. En su hUida levantó una n!Jbe de mariposas que Dejé que las cosas siguieran su camino. Es necesario
saqueaban la~ corolas. Tomándola por el talle, la doblé dejar llover cuando llueva. ¿Saldría vencedor de esta
como una cana y, sobre el altar de sus labios dividí aventura? iSea! Aquí abajo todo se paga. Pagaré con
mis fresas con ella. Una cochinilla nos servía de tes- la vida mi deseo.
tigo. . A la mañana siguiente, mientras estábamos reu-
- nidos en el comedor, el propietario vecino hizo saber
que invitaba a almorzar a los Ivanesco. Aproveché es-
6 ta ocasión y declaré que me quedaría en la casa para
escribir algunas cartas. Todos protestaron en coro.
Terminó mi segundo día de huelga de hambre. No . Desde luego dijo Pablo ,cuandos los Dimitriu
qui~rc? justificar la decisión que he tomado, la sema- sepan que eres nuestro huésped y Que no te hemos
n~ ultima, en las salinas. Me parece estúpido romper, llevado, me mandarán llevarte a la fuerza ...
StO cesar, los bloques de sal. ¿Qué es lo que puedo - y para evitarnos esa tarea, consienta usted en
e~perar? ¿Continuar este odioso trabajo un año, dos acompañarnos agregó Gina, sonriente.
anos, !res, ~uatro, cinco años?; ¿y después? ¿Se me Estaba sorprendida de oír que no quería acom-
. pondra en libertad? ¿Para qué me puede servir? ¿Por pañarlos y sus ojos expresaban toda una gama de re-
qué no terminar lo más rápidamente posible? proches. Me comprometí ante toda la familia. Gina
D?s días de ayuno no es mucho, pero la ·tortura me encontró después en la caballeriza.
ue
ql Siento es terrible. Mi espíritu está lúcido horri- -¿ Cómo te ha podido pasar esa idea por la ca-
b emente lúcido. ' beza? ¿Qué quieres que haga sin ti?
H b' d .
. a len o conqUistado el amor de Gina podía -Perdóname.
~~~:b~eíarm~ feliz. Me pregunto si lo he sido. 'iSí! Iq- -Te perdono. Pero en adelante consúltame an-
perfecta o:. dhab.que ven~rían. Mi felicidad habría sido tes de hablar.
I u lera expirado sobre los labios de mi
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Como un niño culpable. permanecí tímido y. con- A pesar de la diligente atención de Mara, me sen-
Dio una mirada a su alrededor y despues se tía molesto. Esta muchacha era de una belleza salva-
fuso- M d"
prendió a mi cuello. e IJO: je. sin ninguno de los delicados encantos de Gina.
-Tengo miedo. Sus rasgos me recordaban vagamente los de Tina. To-
-¿Por qué? das las mujeres fatales se parecen un poco en el ros-
-Pienso en Mara. tro. Tienen casi los mismos gestos; sus voces se pa-
Creyendo que otra vez hacía alguna al~sión ma- recen. Los movimientos de Mara demostraban un ca-
liciosa. no respondí. Partimos. De pronto gritó: rácter audaz. Hablaba mucho y no cesaba de hacerme
-Mira por el camino. Pablo. ¿Quién es? preguntas sobre toda clas'e de cosas. Fastidiado. men-
Su hermano se puso a reír: digaba con los ojos la protección de Gina. la cual.
-¿Quién podría ser sino Mara? espiándome. se divertía visiblemente al oírme contes-
A caballo. la señorita Dimitriu. avanzaba a todo tar con un sí o un no al interrogatorio minucioso que
galope. Mara me hacía sufrir.
Montaba un soberbio potro. lleno de espuma. que El sonido de una bocina de auto puso fin a mi
dejó libre al saltar a tierra. tortura.
Esbelta y desenvuelta. besó a Gina familiarmen- -Aquí está mi padre dijo mi alegre interlocu-
te. Se habría dicho que se habían separado una hora tora.
antes. Al verme. su sonrisa se extinguió. Un hombre de barba que empezaba a encanecer.
-Este es nuestro amigo le dijo Gina. llevando gruesos anteojos. pasó delante de las ven-
Pablo me presentó y seguimos q pie. Gina iba a tanas que daban al patio. Vino hacia nosotros. Aunque
mi derecha. Pablo a mi izquierda. y Mara a su lado canoso. tenía aún un aire joven. Cuando le fui presen-
Cien metros más allá. Pablo se detuvo para atarse tado. noté que no pudo disimular un ligero estremeci-
una de las cintas de sus piernas. Mara. indecisa. se miento. Después. mirándome con una insistencia mo-
•• •
aproximo a mi: lesta:
-Usted se parece sorprendentemente a alguien; -Me parece haber oído su nombre en alguna par-
no sabría decir exactamente a quién. pero me acor- te. ¿Cómo ha dicho usted?
daré. Repetí mi nombre. Su sombría mirada estaba fi-
Pablo se nos juntó. Mara volvió a su lugar. Du- ja sobre la mía.
rante el trayecto nuestros ojos se encontraron muchas -iAh! sí. Ya me acuerdo. sí. un viejo amigo.
veces. Sentía que Gina estaba sordamente enojada Decididamente. pensé, este buen hombre está
porque yo había ayudado a Mara a montar a caballo . chiflado. o bien es una manía de la familia la de decir
Pablo hizo el gasto de la conversación. Cuando llega· a los huéspedes. al escuchar un nombre. tal vez para
mas. Mara nos dijo: halagarlos. que se les conoce. -
-Les ruego excusar a mi padre. que no está to- En la mesa me hizo sentar junto a él. Estaba se-
davía en la casa; va a volver temprano. guro de que Gina creía que me iba a hablar de 'sus
Los Ivanesco. que se habían ido en coche. habían bienes y sobre todo de Mara. 'Si no. no habría tenido
lIega~o ya. Por el recibimiento caluroso que me hizo ese aire mohíno.
la senara Dimitriu. comprendí que ya le habían habla- -¿Es que sus padres viven todavía. señ.or?
do de mí. -No tengo más que madre le respondl. con to-

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n de hacerle comprender que no me gus- recortadas de las revistas ilustradas y fotografías de
no seco, a fi ., artistas; todo fijado con chinches o con engrudo. Este
taba mucho esa conversaclOn.
. ¿Ha muerto su padre? salón parecía un museo. Las muchachas se detuvie-
ron ante el caballete , considerando la tela . Repetí.
-Si.
_ . Hace mucho tiempo. ?
después de Gina, que el cuadro era magnífico. Dieron
¿ ,-
-Cuando yo tema un ano. . . vuelta la pieza mirando los bibelots. Las seguía sin
-Entonces, usted no lo ha conocido; es triste, decir palabra. Llegados ante el piano, Mara lo abrió y
- ? se sentó:
. no es cierto, senor.
¿ Sus preguntas me exasperaban ..Una mos.ca: zum- -Si ustedes son prudentes, hijos míos nos di-
bando alrededor de mí, ha~la lo P?slbl~ ~or. Irritarme jo ,les tocaré el andante del concierto en Fa soste-
más aún. Mientras tanto, ola al s.enor ~Imltrlu p~egun­ nido de Tiempos viejos_ Mientras tanto, pueden echar
tarme detalles sobre mis estudl?s, mis .0?~paCIOnes, una mirada a los álbumes. Este invierno he tomado
mis relaciones, qué sé yo qué .mas. La v.lslon del bur- soberbias fotos. La caja de bombones está al alcance
del surgía ante mis ojos. Hubiera que~ldo cortar de de sus manos. Y ahora, isilencio!
una vez la conversación. Pero no me dejaba. Mientras ella tocaba yo rozaba con mis labios los
-Me parece haber conocido a su padre. ¿No era cabellos de Gina, y le di algo como un beso. Mirába-
magistrado? , .' mos distraídamente las fotos. Gina me atiborraba de
-No, señor. Mi padre tenia otra ocupaclon. chocolates; me hizo tragar uno con papel y todo. Esto
Apoyé el tono sobre esta última pala~ra. No me la divirtió locamente. Yo sólo la miraba a ella. Ese día
daba cuenta de adónde quería ir. Agregue, con tono su belleza llegaba a la perfección. Habiendo termina-
cortante: 'd do, Mara nos comentó alguna~ fotos y después se ale-
-La memoria de mi padre me es muy querl a y jó con Gina. Yo hOjeaba rápidamente los álbumes que
me resulta cruel hablar de' él. Apenas si mi madre lo estaban sobre el velador. Sobre uno de el!os leí: Fa-
hace... , d I I milia Dimitriu. Pensaba en Gina.
Bajó los ojos y no dijo nada más. Desp.ues e a- No intento inyentar cosas extraordinarias; pero la
muerzo traté de acercarme a Gina. Imposible. Mara verdad me obliga a decir que, de pronto, encontré una
espiaba nuestros menores mo~~mientos. Al cabo de un fotografía idéntica a la que había encontrado en la
rato dirigiéndose a Gina, le diJO: Biblia de mi madre. .
, Venga a ver el cuadro que acabamos de con:"!- No soy capaz de decir lo que pasó por mí en ese
prar. Ó instante.
-¿El señor no quiere acompañarnos? preguot -¿ Tanto lo apasionan estos álbumes? dijo Gi-
Glna, que me veía desolado. na-o Lo he llamado tres veces .

-¿Por qué no? Vamos. Se aproximó. Pero Mara se inclinó sobre la foto,
\ Atravesamos muchas habitaciones. El salón a que cerca de la cual mis heladas manos estaban coloca-
llegamos tenía muebles de todos los estilos Y espe: das, y dijo:
80S tapices. Artesonados magníficos. Sobre los mU -No, querida mía, sueña. La prueba está en que
\ •
ros, pinturas, y en un rincón una tela que encontraba mira a mi hermoso papá vestido de estudiante. Te voy
parecida a las otras. Confieso que no sé nada de pln' a decir una cosa, Gina. Tu huésped ha debido dejar
tura. En nuestra casa no había sino cromolitografías
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, en Bucarest. Míralo; se ha puesto colora-
su corazon Al .d~a siguie~te n~e~tr?s vecinos nos devolvie-
ron la vIsita. El senor Dlmltnu no trató de seguir pre-
do. Tuve deseos de ret~rcer.le el pescuezo. g'u ntánd0'!le. Apenas si me dio los buenos días. Mara
-Déjalo respondió GlOa ,; ha fumad.o ~ucho. no me dejaba estar un instante solo con Gina. Se daba
está muy pálido; ¿no lo ves? Vamonos al JardlO. Se cuenta de. que yo la evit~ba. Pero era una mujer que
ahoga aquí. , no renunciaba a sus caprichos. Sentía que Gina y yo
Hasta la hora de la partida estuve con una alegna noS amábamos. Mi frialdad la exasperada . Su despe-
de payaso. Reía porque tenía temor de llorar. Mi cabe· cho fa hacía mala. Aprovechando un momento en que
za estaba llena de un torbe'lIino de ideas negras . . Gina se había alejado, me dio una cita para esa mis-
De vuelta a la casa de los Ivanesco, pretexte un ma noche. Se la concedí, a fin de saber a qué atener-
malestar y me retiré a mi pieza, M,e saqué rá~idamen. me y para poner fin a una situación equívoca. Hice to-
te el vestón, abrí mi maleta y eche en ella mis ropas. do lo posible para que esta cita tuviera el aspecto de
Jamás los segundos me habían parecido tan largos. un encuentro fortuito, después de la comida , en la te-
Garabateé a la ligera algunas líneas de excusa a Pablo, rraza. Como había llovido durante todo el día, Mara de-
pretextando la necesidad de una partida urgente. Me cidió pasar la ' noche allí. Pensaba decirle categórica-
sentía con bastante coraje para ejecutar mi proyecto. mente que ninguna relación era posible entre noso-
Un paso, dos pasos, estaría en el patio y, galopando a tros. Todo nos separaba. Mi odio contra mi padre, que
través del campo, llegaría a la estación_ era también el suyo, me exasperaba sin cesar. Ade-
Después reflexioné: ¿Por qué huir? ¿Qué iban a más, yo veía en ella, ante todo, a la mujer envidiosa ,
pensar estas .buenas gentes? Ciertame~te, yo estaba la enemiga que amen-azaba mi felicidad.
11 decidido a contar todo a Gina, pero debla asegurarme Durante toda la noche precedente , después de la

una retirada correcta y no perturbar, con una oartida aparición de Gina, había pensado en los medios de re-
clandestina, a una familia que me había reci~,ido tan finar mi venganza, de hacerla infernal. Entrada por
bien. Completé mi carta a Pablo, agregando: Pa~ado fatalidad en la órbita de mi odio, Mara debía, necesa-
mañana estaré de vuelta; si no vuelvo, ten la gentileza riamente, sufrir los mismos golpes. Estaba al alcance
de enviar mi equipaje al Hotel del Norte, de donde me de mi mano.
lo reexpedirán". . "¿ y si Gina me sorprende? pensé de pronto .
Apenas había terminado de escribir cuand? G!na ¿Querrá creer en mis explicaciones?" En primer lu-
apareció en el cuadro de la puerta. No la habla OIdo gar, ¿qué explicaciones? ¿Ponerle mi alma al desnu-
llamar. Palidecí. do? ,No podía hacerme a este pensamiento. Me estre-
-¿Te vas? ¿Te ha convencido ella? Mira: si tú te mecla.
vas, tanto peor. Tres soluciones se presentaban. En primer lugar,
Sacó una pequeña pistola de su bolsillo e hizo confesar la verdad sobre mi pasado; no sentía el
ademán de acercársela a la frente; después desapa- coraje suficiente para ello. En segundo, justificar, una
reció, antes de que hubiera tenido tiempo de decir vez realizada, mi cita con Mara; el estado de ánimo
una palabra. de Gina era particularmente desfavorable para esto;
Una lechuza chilló toda la noche. Alguien iba a su escena de la víspera y su amenaza de suicidio me
morir, debía morir. Había un hombre de más sobre la probaban que me amaba. En fin, crear o inventar una
tierra. mentira; no tenía para ello el gusto ni la voluntad.

68 69
\
Verdaderamente, no sabía por qué partido resol- -Sí prosiguió, con palabras entrecortadas de
verme. Me parecía que el mismo Dios conducía la co- sollozos . La he encontrado muchas veces en el co-
alición de mis desgracias y que iba a traerme nuevos rredor. Estaba muy perfumada y me evitó. Te busca-
castigos por haber tratado de ser feliz. De cualquier ba por todas partes.
modo, era necesario salir de allí. El miedo del desen- -Mi alma, te juro que no sé nada de eso.
lace, por . otro lado inevitable, me turbaba. Prolongar la -Entonces, ¿por qué me echas?
agonía de mi felicidad me parecía una solución acer- -¿No piensas en las consecuencias de tu pre-
tada. Pero sabía que no podía ser sino provisional y sencia en mi cuarto?
trataba de encontrar otra mejor. -No pienso sino en ti y no tengo ,a n~die más
Era una buena tarea; chocaba invariablemente que a ti. Si me repudias, no me quedara mas que la
,1 . con el mismo obsesionante pensamiento: ¿cómo con- muerte. i Escoge!
fesar la verdad? Las ideas y las palabras se quebra- Nuestros sentidos se habían desencadenado; nos
ban contra las paredes de mi cráneo. enlazamos; por el don integral de nosotros mismos ¡ol-
•1 Había vuelto a llover . canzamos las fronteras de la pasión, donde la razón
I
Feliz de haber encontrado un motivo para no es- suspende su dominio y donde la vida celebra su triun-
perar a Mara, entré rápidamente a mi pieza. Encendí fo_
la luz y cerré la puerta. Desde el lecho oí un ligero Gina me dejÓ al alba_
ruido. Desde esa noche en adelante, yo tenía un ideal.
-Soy yo, escucha. Mara había partido en la mañana, temprano, sin
Quedé espantado. La voz de Gina denunciaba su intentar verme. Pero volvió al día siguiente con su
decisión. Su imprudencia me disgustó. padre. Era la época de la cosecha y los dos propieta-
-,¿ Tú aquí? balbuceé, tratando de dar la luz. rios, que tenían intereses comunes, se veían todos
Me lb impidió y me atrajo hacia ella: los días.
-No te comprendo, Gina. Reflexiona en lo que Gina acogió a Mara con sonrisas . Pablo, su pa-
nos puede suceder si se supiera tu conducta. dre, el señor Dlmitriu y Mara partieron para asisti~ a
Me apretaba desesperadamente entre sus brazos. una demostración de las nuevas segac!Q!as de trigo
-Tenía miedo de que tú ... que el señor Ivanesco acababa de comprar.
Las últimas palabras expiraron sobre mis labios. En el Jardín quedamos Gina, su madre y yo. La
-iQué niña eres! ¿Te he dado algún motivo para señora Ivanesco nos traducía un libro francés. Una
que sospeches de mí? criada la llamó con urgencia y se' fue, llevándose a
-iNO! Pero ¿por qué se ha quedado a pasar la Gina.
noche en nuestra casa? Es la primera vez que lo ha- No sabría decir lo que pasó, pero de pronto me
ce. encontré frente a frente del señor Dimitriu. Sin que
-Hablaremos todo lo que quieras, pero mañana. nos hub~éramos dado cuenta había vuelto con Mara.
Ahora. vete a acostar; te lo suplico. Molesto, miraba alrededor d~ mí. T4vll miedo de él.
No se movió. Me parecía que salía de un sueño, de tal modo su
-Lo sé; la esperas aquí esta noche. triste recuerdo me parecía lejano. .
Estalló en sollozos. El jardín estaba hundido en el silencio . Nos mira-
-¿Puedes creer lo que estás diciendo? rnos durante algunos instantes que me parecieron pe·
70 71

,
nosamente largos. El señor Dimitriu parecía verme Tuve un momento de duda. iY si me hubiera equi-
por primera vez. Con los ojos bajos. me preguntó: vocado!
-¿Cómo se llama usted? Miré al hombre que estaba ante mí. ¿Cómo podía
Pronuncié mi nombre como a pesar mío. estar tan tranquilo? Me dominaba. Me desconcertaba
-iHermoso nombre!... Paseémonos; ¿p.uedo too la paz que respiraba su rostro.
marme de su brazo? Me siento muy cansado. amigo Pero reaccioné en seguida, implacable:
• -Recuérdelo usted. hace veinte años. abusó de
mio.
Si no hubiera esbozado una sonrisa que descubrió una joven obrera; la enterró viva: la puso encinta, en
sus amenazantes colmillos. si no me hubiera tendido un burdel. Yo soy su hijo.
una mano enorme y velluda como una pata de araña. Fue todo lo que pude decirle. Balbuceó palabras
creo que mi odio no se hubiera despertado tan brus- y más palabras. pero sólo le oí:
camente. Pero toda la cobardía de este hombre acu· -¿Cómo quiere usted que me acuerde. después
dió a mi memoria. de veinte años? iEs posible! Es lo que puedo decirle.
iReflexione!
-¿Tanto le interesa mi nombre? Sólo hace dos
Confuso y desconcertado, volvió la cabeza. Era el
días que me lo preguntó; ayer me hizo usted otras momento de abatirlo de una vez.
preguntas.
-Usted miente grité . Usted me ha recono-
Su mirada me traspasó. Aproveché esta breve cido desde el primer día. La desgracia ha querido que
tregua y le lancé un: lo encuentre. Miré con atención los retratos de sus
-iMiserable! álbumes.
Se quedó estupefacto. pero guardó una calma que Palideció y pareció seguir el trayecto de mi ma-
me desarmó. no. que buscaba el revólver en mi bolsillo.
-¿Qué significa esa broma de mal gusto, joven· -y ahora ...• ahora... balbuceó. ¿Qué puedo
cito? hacer por usted? iDígamelo. dígamelo!
Apretando los puños, repetí: En el extremo del jardín surgieron voces. No se
-iMiserable! vela a nadie. Pero Gina y Mara me llamaban. Dimitriu
Retrocedió un paso. sonrió desdEiñosamente. Le volví ·Ia espalda y me ale-
-No lo comprendo. iUsted está loco! jé. Por esta vez se me escapaba.
Temblando de rabia me acerqué a él. dispuesto a Pude aislarme algunas horas en mi habitación. No
a~ofetearle. Pero sentí que su mirada me hipnotizaba. era mi fuerte el analizar. Sin embargo. estaba bien
Sin que pudiera oponerle la menor resistencia. Una claro que mi situación había cambiado completamen-
sensación de frío me invadió. te. Mientras no descubrí a mi padre. no tuve enemigo
Al fin pudo proseguir: d~clarado. Ahora el problema se complicaba. No te-
-Usted no es más que un miserable un cobarde . mla nada en cuanto a mí. Por muy embarazoso Que
¿~e pregunta usted qUién soy yo? Usted '10 sabe muy yo fuera. Dimitriu era muy cobarde para hacerme des-
bien. aparecer. ¿Pero no trataría de minar mi felicidad?
La palabra padre se coaguló en mis labios. Con ¿~o se preguntaría por qué prolongaba mi permanen-
voz débil respondió: Cia en casa de los Ivanesco? ¿No llegaría a temer que
-iPero si yo no lo conozco; usted me sorprende. su hija. mi hermanastra. se enamorara de mí?
Debía armarme para sostener una gran batalla.
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¿Quién de nosotros dos tomaría la ofensiva? ¿Cuáles que tú sepas la historia de mi familia y las tristezas
eran nuestras armas y quiénes nuestros aliados? Por de mi vida.
mi parte, no vera sino una sola salida: confesar todo -No quiero oir nada ni saber nada. Tu familia y
a Gina. Ella me pertenecía y yo estaba seguro de ella . tu pasado me son muy queridos, sobre todo, si has
La creía desprovista de prejuicios sociales. Me decía: sido desgraciado. No revivas esas desgracias a mi la-
"Por mljY penosa que sea la historia de mi madre, no do. Yo te quiero.
la hará cambiar de actitud respecto a mí. La confesión Me abrazó apasionadamente.
purificará todo y salvará mi dignidad, ya que mi res· -Te lo ruego; es necesario que lo sepas.
ponsabilidad no está en juego". Yo podía acusar: un -¿Por qué eres tan frío conmigo?
hombre, una mujer, Dios y el azar. No insistí, porque aún nos quedaban algunas her-
Era necesario, pues, preparar el terreno. Gina se· mosas horas antes del alba. Pero estaba decidido a
ría mi aliada, y mi arma, la verdad. Dimitriu no podía decirle todo esa misma noche.
emplear los mismos medios. Teníamos la misma fuer· Cuando abrí los ojos ya no estaba a mi lado.
za, pero su campo de operaciones era diferente . En el desayuno, nadie pareció sorprendido de oír-
Mientras que yo esperaba ganar la partida con el solo me decir que partiría en la tarde.
amor de 'Gina como triunfo, él obraría, sin duda, sobre -;.Y cuándo volverá usted?
los padres, es decir, sobre boyardos de una clase so· -Si no importuno ...
cial antípoda a la mía. En el peor de los casos, ¿recha· -iVamos! Por el contrario, contamos con que
zaría Gina la opinión de sus padres? ¿Me amaría has· volverá lo más pronto posible.
ta ese extremo? ¿Iría hasta el fin de lo's sacrificios? Salimos al jardín y me quedé sólo con Gina. Ha-
En la noche siguiente volvió a mi pieza. Muy peno blamos de nuevo sobre nuestros proyectos de la vís-
sativa me oyó hablar. Después aprobó todos mis pro· pera y decidimos escribirnos todos los días. Me dijo
yectos, comprendido el de ir a Bucarest, a fin de avi· que iba a poner a su madre al corriente de nuestra
sar a mi madre. _Comprendí que Dimitriu no había da· promesa de matrimonio. Nos besamos sin ocultarnos.
do aún el alerta. Por otra parte, no tenía ningún inte· -¿Por qué te fuiste tan pronto anoche? Tenía
rés en hacerlo, a no ser que lo hiciera por maldad. tantas cosas que decirte.
-¿Me querrá tu mamá? me preguntó Ginal-. -Ven; te lo diré al oído.
¿Me encontrará a su gusto? Obedecí.
-Para que, desde hoy en adelante, sólo me de-
Acurrucada entre mis brazos, me cuchicheó mi· sees a mí.
les de cosas inocentes y sinceras. iLos sueños que
acaricia toda muchacha en la víspera del matrimonio!
Mientras charlaba, mi pensamiento vagaba entre las 7
hediondas ruinas de mi pasado, que iba a estar obli·
gado a revelar de un momento a otro. E~taba firme· Tenía la impresión de que sobre la tierra sólo
mente decidido a hacerlo, pero no sabía cómo comen- existíamos Gina y yo y que vivíamos únicamente el
zar. MI cabeza estaba ardiente. uno para el otro.
-Gina, querida mia, desde el momento en que Me acuerdo de un cuento que me confirma en la
estamos prometidos el uno al otro, desde el momen- crencia de que no vivía sino para ella.
to en que ninguna fuerza nos podrá separar, quiero Lo habia leído, una noche de invierno, en la casa,

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en un libro que un estudiante había dejado olvidado en cuenta de que cada uno de mis órganos tl'ene 'd
el salón: Un sabio tuvo la idea de poner un ratoncito . t l ' . su VI a
apar t e, su In e Igencla, su propia conciencia A' .
debajo de una campana de vidrio. Murió muy pronto t' I 'd I . so, mI
es. ~mago len Pdqu?ecAI o . rec ama su alimento. ¿Pero a
en el aire enrarecido. Puso después una bujía encen- qUIen se o PI e . mI cerebro, y ést e se lo rehusa
dida, que se apagó. Todo moría en aquella sepultura S~ ha puesto .Iech~ y azúcar al alcance de mi mano:
de vidrio. Nuestro sabio puso entonces una rama de SIento que mI estomago está próximo a sucumbir a
menta en plena vegetación, y otro ratoncito. iMaravi- esta tentación. Pero mi voluntad se opone . Yo arbitro
lIas de la vida! La bestezuela tuvo el aire que necesi- la lucha en la que la bestia que hay en mí quiere po-
taba en ese nuevo terreno. nerse de acuerdo ¡;on mi voluntad y contraer con ella
¿Que había pasado bajo la campana? La primera un miserable compromiso. "Un trago de leche " , cu-
rata había muerto asfixiada; había consumido todo el chichea mi carroña, que es la única que tiene hambre.
oxígeno del aire. Pero, porque hay un pero es todo iQue rechinen los dientes!
lo que la vida tiene a veces ,cuando el segundo ra- Se me ha llevado a la enfermería. Se cree que es-
tón fue encerrado con la menta, ésta se preocupó de toy loco y se me deja garrapatear todo lo que quiero.
su vida. Bajo la influencia de la luz, la planta disoció Un viejo presidiario, condenado a trabajos forzados a
el anhidrido carbónico exhalado por el ratoncito. El perpetuidad, me vigila permanentemente. No pasa un
carbono la alimentó y el oxígeno mantuvo la vida de día sin que me repita:
su compañero. -No tienes sino que soportar cinco años . y serás
Esta historia me había gustado infinitamente. libre. Eres un animal al querer morir. La vida es linda.
Me parecía que yo también me encontraba bajo Yo tengo todavía esperanzas . Ellos han querido aco-
una campana de vidrio, cúpula de un cielo demasiado bardarme también. No podría volver a matar. Le he
pequeño para mi felicidad, y que la bestezuela acosa- perdido el gusto. No se mata sino cuando se es jo-
da que yo había sido vivía ahora tranquilamente, gra- ven ... Bebe leche, mi viejo, y te acordarás de la de
cias a Gina, mi rama de menta. tu madre.
Cuando tomé el camino de vuelta, ebrio de feli- Después, escupe, se persigna, se roba mi azúcar
cidad, me puse a contemplar el cielo. Vi las estrellas y me deja tranquilo hasta el día siguiente . Hoy no lo
que se desprendían en silencio del gran broche del he visto.
firmamento y desaparecían, yo no sé dónde, sin tocar
a los demás astros. Asimismo, pensaba, hay hombres ¿En qué parte iba de mi relato?
que se extinguen sin ruido y sin hacer mal a nadie, en Vuelto a mi casa, me sentía cón el corazón pleno
tanto que otros arrastran al mundo en su caída. Las de felicidad. La conciencia de esta felicidad me había
reflexiones má5 infantiles se enredaban en mi cabe- hundido en un estado de bienestar indefinible.
za. Pensaba en la arquitectura de la materia y en las En seguridad, y desde entonces invencible por
. leyes del universo. Todo me parecía comprensible y mi amor, creí en un acto de justicia de parte de Dios .
pequeño en relación con la grandeza de mi felicidad. .. Me sorprendes, madre; ¿por qué lloras? le
Mi alegría no se -ensombrecía sino con la idea de nO dIJe, con un tono de reproche.
ser eterno, a fin de amar siempre a Gina. -¿Como quieres que me contenga? Tu fe,licidad
me hace más feliz que a ti mismo. ¿No eres tu el al-
Tengo hambre. El agua que bebo me entorpece la ma de mi alma? ,
cabeza. Desde ayer me observo atentamente. Me doy Sylvia entró. Me abrazó. Mi madre le conto, de

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-
que se. harán ,!nseparables pa ra siempre . Como noso-
la gr an noticia. Las dos se abrazaron y llora· tros, mi amor .
una vez, . I b I
ron El espejiS,mO de mi porvenir aso ea a. su~ a ":Jas. Había leído la carta en afta voz.
. I
En e . l ' sollozo de estas mujeres me parecla olr gntos Mi madre y Sylvia estaban literalmente locas de
de angustia o de loca alegna, ar~o tlem~o con enl o. t 'd
alegría. Se abrazaban, saltaban como dos niñas , me
Estas dos pobres ruinas, que hablan podido sostener· tiraban de los cabellos , me apretaban , y después de
e durante un cuarto de siglo, se sentían de 'Pronto detenerse para que les releyera la carta , recomenza-
~rometidas a un porvenir mejor. Yo era su tabla de ban con más entusiasmo.
salvación. -Hijos míos dijo Sylvia . Deben cambiarse
No hablé una palabra del encuentro con mi padre. en seguida. Las mozas los pueden ayudar ...
iPara qué ensombrecer su alegría! -Todo está listo, mi niño; mañana podrás habi-
Conversamos largamente para encontrar el me- tar en nuestra casa dijo mi madre . Yo iré la se-
• •
jor medio de ocultar nuestra verdadera . s~tuación . a mana proxlma.
Gina y a sus padres. Mi madre .y yo decidimos dejar De repente , vi que sus ojos se llenaban de lá-

la casa definitivamente. Yo debla buscar apresurada- grimas.
mente una casa y una ocupación honorable. Para esto , ¿Otra vez, madre?
se necesitaba dinero. -Qué quieres; esto es más fuerte que yo.
-Yo tengo unos diez mil leis dijo Sylvia y Un arroyo de silenciosas lágrimas corría por sus
puedo buscar otros dos mil hoy mismo. mejillas.
-Yo tengo unos tres mil balbuceó mi madre, -Verás cuán hermosa estaré el día de tu boda .
confusa porque hablaba después de Sylvia.
-Con quince mil leis nos podríamos instalar: Escribí en seguida a Gina para darle mi nueva di-
¿no es cierto, querido mío? rección. Esperé impacientemente su carta . Debía ha-
La emoción me había dejado mudo. berme escrito dos días después. As í, pues, la carta
Desde el día siguiente empecé a realizar nues- estaría en camino. Para distraer la espera me ocupa-
tro proyecto. Desde la mañana hasta la noche corrí de ba de mil pequeñeces en mi nueva casa. Pasó el pri-
derecha a izquierda. Al cabo de tres días había des- mer día. Durante dos días no salí de la casa, espian-
cubierto una casita muy coqueta y un gran comercian- do al cartero. La lentitud del correo me irritaba .
te en harina me iba a dar un empleo. Calculaba mentalmente el tiempo que debía demorar
esta carta. Veía la pequeña oficina postal que servía
El mismo día en que nos íbamos a cambiar me I~ región, el cartero y su gorro. que tantas veces ha-
llegó una carta de Gina. Me decía que su madre se blamos encontrado Gina y yo . Con terror pensaba en
alegraba de saber de la mía y que había dado su co~­ la pérdida rle la carta. .
sentimiento a nuestro matrimonio. "No nos queda SI- Por fin, al tercer día, avisté al cartero, homore
no obtener el de papá. Si estuviera en este momento Sagrado para mí. Me sorprendió ver que él no duda-
en la casa, en esta misma carta te daría el resultado•, ba de su extraordinaria importancia. Para desarrugar-
que no puede ser otro que el de un gran sí. Pero se lo un poco, le tendí un lel. Me' sonrió amigablemente.
que estás impaciente y te envio mi carta sin el menor El tunante me traía una miserable Invitación para
retar~o. No tengas ningún temor; quiéreme como yo la Inauguración de un cabaret.
te qUiero. Te escribiré mañana sin falta. ¿Qué pasaba? ¿Habria rehusado dar su consen-
"En cuanto a Pablo, está lleno de alegría al saber
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tímíento el padre de Gi~a? ¿Quería tene ant~ced~n­ ta años. Apenas podí~ contener s~s lá.g~ima~ : " Hija
h
tes míos? Ciertamente. este era su derec o; mas aun: mía. guárdalo en tu ajuar; te traera feliCidad .
su deber. "Pablo. que no había cesado de hacer beber a los
En este punto de mis reflexiones me sentí en- hombres . me trajo un ramo de adormideras rOj,as co-
sombrecer. Mil inquietudes me asaltaron . El potencial mo la sangre. todavía llenas del tes~:o d~! r~clO. .
de mi entusiasmo caía vertiginosamente. Yo era co- "Los campesinos danzaban una hora () endia-
mo una ampolleta eléctrica en la cual la corriente mue· blada. lanzando su "caciul~" . (') al aire . Disparos de
re dulcemente. no dejando sino el recuerdo de una escopeta barrían con las ultll1~as sombra~ de la no-
luz pálida. decreciente. que pone . a la vista el esque- che . Sobre las colinas se hablan encendido grandes
leto de los filamentos. fogatas . Papá volvió. cargado bajo el peso de un sa-
Pero para qué perder mi tiempo. sobre todo aho- co lleno de oro.
ra. anotando mis contradicciones. mis desfallecimien- "Se hizo el silencio.
tos. mis esperanzas. en una palabra. la forma en que " Esta es tu dote dijo. y mostrando a los cam-
viví durante toda una semana de espera . pesinos : éstos son tus amigos. Todos estos campos.
Era un día viernes cuando recibí la carta de Gina . hasta donde están aquellas fogatas. son tuyos y de tu
Aunque la sepa en mi corazón . es mejor que la marido.
copie. La tengo ante mis ojos; volviendo sus páginas. "Después me besó y me puso en el dedo un ani-
mis huesos crujen como tablas de abeto: es el últi· llo de oro con un gran diamante . La fiesta duró todo el
mo mal que esta carta puede hacerme . día. A la mañana siguiente me fui al comedor. a mi rin-
"Debes estar destrozado por la inquietud. mi cón preferido . para escribirte .
amor. Pero me ha sido necesario algún tiempo para "Papá había ordenado el coche para dirigirse a la
saber que no era víctima de una alucinación . de una estación . El y Pablo querían ir a buscarte. Mi madre se
pesadilla. hacía cuidar por las criadas. pues estaba muy fatiga-
"Hace seis días. mamá pidió su consentimiento a da por las fiestas de la víspera. De la cocina salía un
papá; lo concedió sin vacilar un segundo. Tú conoces jaleo enorme. Se preparaban nuestros esponsales. que
a papá y la rectitud de su alma. Todos queríamos va· debían tener lugar el mismo día de tu llegada y de tu
lar hacia ti. traerte a nuestra casa y no dejarte ir madre. que nos es tan querida . Yo. mi amor. no tenía
más. En la noche papá hizo venir músicos. Se desper· sino una sola preocupación: gustarle. Figúrate que un
tó a toda la aldea para dar de beber y de comer a todo pícaro granito me estaba empezando a salir en la na-
el mundo. A fin de que ninguno de nuestros campesi· riz . iQué desgracia!
nos faltara. los chiquillos habían tocado las campanas "Mi amor. Me detengo en estas futilidades por te-
de la iglesia; otros disparaban las escopetas y reco· mor de decirte lo que siguió a todo esto .
rrían la aldea llevando antorchas . "Hundo el bisturí en la llaga . Te hago mal. Lo sé.
"Se i'!lprovisaron mesas en el patio; cada diez pero escucha :
pasos habla un barril de vino . Habíamos bebído a tu "Mientras te escribía llegó el señor Dimitriu. Papá

~alud y estábamos embriagados con la idea de que tú estaba a punto de partir. Un minuto más y no se ha-
Ib~s a estar siempre entre nosotros . Hacia el alba.
~ ¡ntras la .Iuna y el sol se disputaban el imperio de (1) La más popular danza rumana .
uzo mama me llevó su traje de novia de hace trein- (2) Bonete de piel de carnero .

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brían encontrado. Un minuto, ¿entiendes?, en el que
estaba nuestra felicidad . .Papá descendió del coche y, presentimientos no mentían. Dimitriu había terminado
muy emocionado, dio la gran noticia al señor Dimitriu . sU abominable obra.
Vi entonces que nuestro vecino vacilaba . Inquieto, pa- ¿Era necesario responder a Gina o ir a verla in·
pá me llamó para atenderlo; después le tendió la mano, mediatamente? Tomé el camino de la estación. Al lle-
excusándose de dejarlo, pues no quería perder su tren. gar a una plaza experimenté el deseo de volver a leer
Rápidamente repuesto, el señor Dimitriu tomó a papá su carta . La había dejado en mi casa. Volví atrás. Nin-
por el brazo y lo llevó a la oficina. gún coche a la vista. Apreté el paso. iAcaso mi madre
"Papá trató, aunque vanamente, de desprenderse, no había tenido tiempo de leerla! Era necesario, a
hasta que, viendo tan descompuesta la cara de su ami- toda costa, ahorrarle este dolor. Corrí; mi casa esta-
go, lo siguió. Empujada por una extraña curiosidad, y ba a la vista. Aminoré el paso. De repente me obse·
a pesar de mi repugnancia, me puse a escuchar a la dió una idea. ¿Qué quería decir Gina con las palabras:
puerta. iQué horror! "Ahora somos dos para quererte"? ¿Encinta? ¿Un
"El señor Dimitriu hablaba de ti. Lo oí pronunciar niño? ¿Mi hijo? ¿Un bastardo, hijo de bastardo?
muchas veces la palabra bastardo, subrayando sus pa· ¿Qué iba a hacer yo?
, labras con vigorosos puñetazos. Después dijo que tú ¿Matarme, para poner fin a todos mis infortunios?
eras el hijo de una mujer ... iOh!, mi amor, no me atre- ¿Matar a Dimitriu para vengar mi .felicidad destruida
vo a repetir la palabra que él pronunció . Es espantoso. para siempre, vengando al mismo tiempo a mi madre,
"Yo huí como enloquecida. El señor Dimitriu gri- o vivir, vivir para ahorrar a mi hijo el oprobiO públiCO
taba tan fuerte que lo oía desde mi pieza: "Deshonra- y el destino de los bastardos?
rá su casa . No lo reciba más: es una vergüenza . Los No supe por qué decidirme.
ha engañado". Verdaderamente, no puedo escribir El recuerdo de Gina y de su tortura moral des-
todo lo que escucharon mis oídos.
plazaban de mi espíritu todo otro pensamiento.
"Ahora papá está enfermo. Yo estoy casi muerta. Me puse a escribirle:
No me atrevo a salir de mi pieza. Estamos de duelo".
Me desvanecí. "Si el destino nos ha unido, no sé qué fuerza po-
drá separarnos. Reconozco que el señor Dimitriu ha
Mu~ entrada la noche re'cobré el conocimiento.
dicho la verdad . Pero no lo ha dicho todo. Quiero que
Me habla tranquilizado. Todo, pues, había terminado.
conozcan toda mi vida, mi pasado y mi familia, pero
Tom~, de nuevo la carta y leí el post-scriptum: .
no puedo escribírtela. Acuérdate que quise habla~te
. E~ nombre de nuestro amor te suplico que me de esto: tú me lo impediste. En este momento no ten-
dIgas SI comprendes algo de lo!! calumniosos propósi-
go nada que agregar. Sin embargo, no olvides, y te lo
:?Sd de este hombre. ¿Se ha vuelto loco? ¿Lo conoces
repito, que Dimitriu no 10 ha dicho todo. Se guarda al-
s~ desbde halce tiempo? Estoy segura de que todo esto go. Pero tú lo sabrás un día. Si este hombre quiere mi
ee a a nefasta influencia de Mara que esta' ce-
losa de mi f r 'd d N desgracia, es a ti a quien toca preguntarle por qué.
, e ICI a. o permitas que me' desespere' y
respondeme ten p' d d d ' ' Yo tengo la conciencia tranquila y no dejaré de amar·
Ah ' le a e mI. No me abandones. te hasta mi último minuto.
o~~ somos dos para quererte ...
Lloro de angustia". "El nombre 'de aquél por quien yo debo vivir, per-
dóname"
Así, pues, mis temores no habían sido vanos. Mis Firmé con mi nombre. Agrego este detalle, por·
que en este momento, por capricho de un pincel de
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tinta del escribano de la prisión, yo me llamo el tamente, un tren partía en esa dirección. Esto me pa-
N~ 225. reció de buen augurio. Salté en el primer vagón.
No era el mismo hómbre que diez días atrás ha-
Me era necesaria una respuesta rápida. Esperar. bía seguido el mismo camino.
la por medio del correo me pareció i.mpo~ible .. Salí y Bajo las miradas divertidas de los viajeros, pagué
encontré un mandadero seguro. Segun mIs calculos. una multa por viajar sin boleto. Esto me sirvió para
al día siguiente, a mediodía, podía estar de vuelta. Su que mis vecinos su~ieran adónde iba y m~. avisar~n
consigna era despertar a los sirvientes de los Ivanes· la llegada. Si me hubIera pasado de la estaclOn, habrla
co a cualquiera hora de la noche y hacerse anunciar saltado por la ventanilla.
inmediatamente a Gina. de mi parte. iAy, no tuve esta suerte!
Esa noche recorrí todos los cabarets bucarestia· Traté de Orientarme en el pueblecito. Las callejue-
nos. las estaban desiertas y las casas aplastadas. apabu-
En ninguna parte encontré una cara amiga. ni si· lladas, como fundidas bajo los rayos verticales de un
quiera un conocido. Aislado y perdido en el océano. sol tórrido. Apenas podía arrastrar mis entorpecidas
erré de cabaret en cabaret. Sólo las mujeres que "ha· piernas. El alcohol bebido en la precedente noche
cían la acera" me sonreían. me había puesto una capa aceitosa en la cara. El car-
iSiempre ellas. todavía ellas! iPobres amigas des· boncillo había penetrado en los poros de mi piel dila·
conocidas. gracias! iGracias mil veces. pequeños pá- tada por el sofocante calor; disputaba el lugar a los
jaros sin nido! Vuestra presencia me dio un poco de pelos de una barba de dos días . Había olvidado en el
aplomo. Había tanta resignación en vuestros ojos y tren mi pañuelo y mi sombrero. Enjugaba con mis
tanta nobleza en vuestro sufrimiento. que llegué a te- mangas el sudor que brotaba de la frente.
ner vergüenza de haberme creído el ser más desgra- El sol parecía estar a un metro de mi cabeza; mor-
ciado de la tierra. ¿Qué era mi pena moral al lado de día con aspereza mi nuca. Todo danzaba bajo mis ojos .
vuestro calvario? Por el primer sendero tomé hacia el norte. Evitaba el
Apenas estaba en el comienzo de la tortura y ya camino a fin de no ver a nadie. Un campesino me mi-
quería desertar de la lucha. mientras vosotras. irre- ró, sorprendido. Avanzaba. ausente. a través de los
mediablemente perdidas, todavía sonreís a vuestras pastos, de los campos de maíz. las praderas. los va-
desgracias. iEscupamos sobre nuestra suerte! iV ade· lles, las colinas . Ni la menor brisa. Mechones rebeldes
lante! me caían sobre los ojos. se pegaban sobre mi frente.
sobre mis mejillas. y se me metían en la boca. Escu-
El hombre volvió sin ninguna respuesta. piendo para apartarlos. tragaba nubes de mosquitos
-Después de haber leído su carta. la señorita que se perseguían entre sí.
me dijo que me fuera. Por fin me dejé caer sobre una parva de heno. pa-
. Sin embargo, resto de esperanzas permanecían ra tomar aliento y orientarme. Se veía un bosque en
Ingenuamente en mi cabeza. el horizonte. Lo reconocí. Estaba en la buena direc-
iQulzás el hombre no había ido hasta allá! ción.
No. Gina no era capaz de tratarme así. La duda ¿Esperaría Gina mi visita?
me tort~raba . Era imposible soportar este suplicio. Era ¿Iba ' a darle un placer apareciendo así ante ella?
necesario que me convenciera por mí mismo. ¿Había tomado una resolución?
Al mediodía estaba en la estación del norte. Jus· A pesar de que marchaba hacía cuatro horas, la

84 85
idea de volver a verla me animaba. Nada de fatiga. vivificando mi pensamiento y dándome calma . Dos o
Quise poner un poco de orden en mis ropas . Tra. tres veces titubeé entre los cultivos : estaba sobre una
bajo perdido. Todo estaba en un estado deplorable; mi plantación de sandías. Un perro ladró. Otros le res-
rostro era el de un albañil. Corbata en hilachas, ves. pondieron. De repente me vi rodeado por una banda
tón achaparrado, pantalón de sacacorchos, zapatos de bestias furiosas. Elltaba dado el alerta. Oí gritos
llenos de barro, hocico de lobo, mirada de perro ra. roncoS; los campesinos corrieron hacia las gavillas de
bioso, aspecto pordiosero, el bastardo, hijo de puta, trigo donde estaba oculto.
se atrevía a desafiar a la suerte y se lanzaba con la Tomé la fuga. Vi la cinta blanca de un camino.
cabeza alta hacia aquella que amaba y a la cual iba Reuniendo mis últimas fuerzas llegué a él casí sin
a mendigar el amor y el perdón. aliento. los ' perros se habían detenido en un campo
Media hora después rondaba alrededor de la ca· de maíz y cantaban victoria. Un campesino, que me
sa de los Ivanesco, esperando ver un sirviente que me había tomado por un ladrón de melones, me perse-
anunciara. Nadie. guía. los dientes de una horqueta relucían sobre su
Acercándome a la palizada vi que toda la familia espalda.
estaba reun!da en el jardín. Entré al patio. Tan pronto -levanta las manos o te acoso aulló.
como me Vieron, se retiraron precipitadamente. -No me hagas daño. Acércate. Me he perdido.
Gina quedó sola, con aire resuelto. Distinguía los L1évame a la estación. Soy un amigo de Pablo Ivanes-
menores rasgos de su rostro. De un extremo del jardín ca.
sus padres nos observaban. No respondieron a mi sao -¿No me mientes?
ludo. Gina se levantó. le tendí la mano. Al principio -Te lo juro.
no se movió, después me miró y tuvo un movimiento Se acercó.
de retroces? .Su boca se crispó; apenas podía cante· -Estamos en las tierras del boyardo Dimitriu
ner un sentimiento de repulsión. -Ime dijo.
Articulé: El nombre me quemó como un fierro al rojo . Una
-Perdóname. idea de venganza atravesó mi espíritu. la. hora me pa-
Se vol~iÓ bruscamente y se cubrió los ojos. recía propicia. Me levanté de un salto. El campesino
-Perdoname, querida Gina; ¿me oyes? se puso en guardia con su horqueta.
Me respondió fríamente. - -Es tarde ... , apurémonos; tengo que tomar el
-Andate. Sigue siendo lo que eres. primer tren para Bucarest.
D~spués se alejó y se reunió con los suyos, que -Sí, pero págame antes .
me miraban con espanto. Me resolví.
Marchó todo el tiempo detrás de mí.
la b~isa de la noche tenía olor a menta.
Este recuerdo me hace acordarme de los centi-
~ome el camino de regreso. Se acabó Gina. Se nelas, que me cuidaban en el . .banco de los acusados.
acabo todo.
. En una encrucijada me equivoqué de camino Vol- Después de unas dos horas alguien llamó a mi

VI s<;>bre mis pasos hasta la casa de los Ivanes~o Y


tome Puerta. Era mi madre.
I Imi cam'lno
. a t raves
- de los campos. Se levanta'

b -No has venido a verme ni ayer ni hoy.
a t~ ufna. MOjado hasta la médula tenía frío pero nO
sen la al'Iga. El' -No.
aire puro penetraba" en mis pulmones ,
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-¿Pero qué tienes? Mírame un poco. Dios mío, do. Sin embargo, en ninguna parte había yo leído este
mi hijo, ¿qué te sucede? letrero: "Prohibido a los bastardos ".
-Nada. A fin de evitar esta mancha a mi hijo, debía re-
Como de costumbre, se puso a llorar. conocerlo ante la sociedad, dignamente representada
. Madre, déjame solo; te lo ruego. por un escribano podrido en su silla, en una alcaldía
Se aproximó y me abrazó violentamente. Quis,e cualquiera.
apartarme.
-Habla me dijo, con tono autoritario . Quiero
8
saberlo todo. No tienes sino a mí; confíate. Abreme

tu corazon. Con ocasión de la inauguración de un nuevo ca-
Después, como presa de los remordimientos:
baret, hice mi primera entrada en el "mundo" . .N.enea
-Apoya tu cabeza contra mí, desdichado hijo.
me había invitado. Estaba convertido en admlOlstra-
No resistí más. Mis lágrimas, tanto tiempo rete- dor-regente de una sociedad anónima (con responsa-
nidas, cayeron gota a gota. Seguían en cadencia el bilidad limitada) de las casas de diversión bucares-
ritmo de mi dolor, que acunaban los sollozos de la tianas reunidas. Capital: ciento veinte mujeres . Reser-
madre más triste del mundo. Permanecimos mucho vas: inagotables. Un trust, si se quiere, como tod?s
rato en silencio. los otros, con la pequeña diferen~ia de .qu~ los accl~­
- y ahora, ¿qué piensas hacer? nistas no estaban ligados entre SI por nmgun acto of!-
-Seguir siendo lo que he sido. cial. La confianza mutua regía las relaciones eco~o­
Nunca más me hizo preguntas sobre mi matrimo- micas entre los miembros de esta vasta y lucrativa

010.
empresa social.
¿Qué iba a ser yo? • . Entre el cabaret y el burdel hay una diferencia.
La suerte me gritaba despiadadamente: Atras, atras, Las mujeres del cabaret se llaman artistas, y las del
bastardo; hijo de puta, tumor de la sociedad, chancro burdel, prostitutas. En el fondo, las mis.mas J~annet­
de la humanidad, gusano de burdel; húndete en el ba- tes peinadas de otro modo. Hay otra diferencia: los
rro de donde has querido salir. iRápido! iLa luz te ma- clientes del cabaret pueden llevar ahí mujeres hones-
t a.i" tas, para pervertirlas.
Me habia resignado. El corazón humano está he- Pienso: mientras lucha por la supresión de las
cho de ese modo: al renovar las pasiones, mutilando casas de prostitución, la sociedad anima el desa.rrollo
los sueños, les da un nuevo ideal. Pero Dios no me de la prostitución clandestina. iTodas las prostitutas
había concedido todavía el don del olvido. Debí espe· que ustedes quieran: pero no casas! ¿No es est.o? .
rar mucho tiempo esta generosidad divina. El hijo que La mujer que toma el gusto del cabaret, ~e mlcla,
ella iba a echar al mundo prolongaba dolorosamente sin saberlo en la prostitución. Si no hay mas de un
su recuerdo en mí. Era necesario vivir para él. Sentía paso entre 'el beso y el lecho, tampoco hay más de
la energía suficiente para desafiarlo todo con tal de uno entre el cabaret y el hotel.
. ahorrar a ese pequeño la ignominia de las leyes hu' y éste es el primero.
manas con que yo mismo había chocado. . Algunas mujeres tienen la suerte de d~tenerse
Siempre había vivido al margen de la sociedad. ahl. Otras van más lejos: hasta la casa de citas.
Una sola vez salí de mi camino y me atreví a levan- Es el segundo paso .
tar los ojos hacia Gina; fui vergonzosamente rechaza-
89
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De la casa de citas a la acera; ésta es la etapa señor director me dijo . Usted me conoce desde
más larga y normal. Las que logran evadirse antes de su infancia; sabe qué clase de hombre soy yo.
haber pasado por ella pueden felicitarse, porque des. -Estás diciendo desat inos, viejo .
de la acera, pasando por los cuarteles de policía y los -No, señor director: todo depende de usted ,
hospitales, las náufragas terminan infaliblemente en •
aQUI.
el burdel. Lo dejé hablar. iChiflado, el pobre!
y éste es el comienzo de su fin. Durante este tiempo, Nenea me buscaba por t o-
El cabaret es el alegre prefacio. das partes.
, -Por fin te encuentro me dijo . Ven conmigo ,
Entramos a su oficina. Señores de grave aspec-
La noche del estreno, gracias a la antigüedad de
la casa de mi madre, gracias al enorme poderío que to nos esperaban .
Con tono solemne, Nenea me presentó:
representaba la riqueza de Nenea y a sus relaciones,
-,Aquí está nuestro director artístico.
se nos reservaron, lógicamente, los asientos mejor
ubicados. Las venas de mi pescuezo se hincharon y creí que
el cuello de mi camisa iba a reventar. Nenea estaba
Los asistentes eran gente muy variada. Me en· radiante . Los señores nos dejaron .
contraba en medio de gente de mundo y de represen· Un instante después, otro señor, de smoking , muy
tantes de diversas autoridades' públicas. Cuál no sería imponente, entró. Me levanté. Enjugué rápidamente
mi estupor al ver que un importante personaje' brinda· mi húmeda mano, pero no tuve tiempo de tendérsela .
ba por el éxito y la prosperidad de la casa. -Mozo ordenó Nenea , tráenos caviar y
Gritos y risas llenaban las piezas abarrotadas de champaña, y que nadie nos moleste. ¿Comprendido?
juerguistas. Después se sentó sobre el escritorio y me hizo
Se hizo un círculo alrededor de mí. Gente desco· señas de que tomara el sillón.
nocid¡¡, muy elegante, me llamaba: "El señor secreta·, -Viejo mío " dijo Nenea ,te he reservado esta
rio del señor director ... " No dije nada. Pero en el fono sorpresa en recuerdo de Salomea, que me ha traído
do estaba muy orgulloso de ser tomado por un perso, suerte. Fue con ella con quien comencé mi negocio, y
naje importante. ya ves dónde he llegado. Todo esto es mío. Tu porve-
Me fui hacia el hall del cabaret. nir está aquí, en esta casa. Debes ser digno de mi
Entre los muchos papanatas que miraban con gran confianza.
concentración los retratos de las artistas que había di· Bebimos hasta el amanecer. Me explicó en qué
seminados en todas las paredes, reconocí una cara Consistían mis atribuciones.
amiga. Era la de un agente de policía, un tipo muy sim' Estaba emocionado y le agradecí todo con mucha
pático, que visitaba frecuentemente nuestra casa. En efuSión. Estaba tentado de decirle un discurso, pero
su calidad de detentor de poder, gozaba en ella de cier' me impidió hablar.
tos beneficios. -Entre nosotros no hay necesidad de agradecer
¿Pero qué podia hacer ahí, plantado ante el ca' nada; tú eres de los nuestros.
baret? "Este viejo tiburón ha debido oler alguna cosa Después de muchas botellas de champaña me
por aqui", me dije. °b~denó que le repitiera las instrucciones que me ha-
Me vio y vino hacia mí. la dado.
-IConsldéreme usted como su devoto servidor, -La repetición es la 'madre de los estudios -di-

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jo burlándose . Te escucho. Toma, enciende este ha· En un diario de la mañana, bajo el título " Aconte-
b~no' un senador me lo dio. cimi?ntos .artísticos_ y sociales ", Jeí, al día siguiente :
, En primer lugar, patrón, el reclutamiento del Gracias al senor X ... , el conocido gentleman
personal artístico. (Nenea), tenemos por fin una encantadora boite artís-
-iEso es! tica que el mismo París nos podría envidiar. Por lo
-Pero flores, patrón, nada más que flores. y so· demás, la personalidad del director artístico es garan-
lamente menores de veinte años. tía cierta del éxito. Con gran placer hemos sabido que
-No, yo no he dicho eso aulló . Las flores se regresa de un largo viaje de estudios por el extranje-
marchitan pronto. ro... Concepciones nuevas... programas escogidos ...
-iAh, 'sí! Usted ha dicho botones. arte coreográfico ... selección de las artistas ... "
-iBien! Por ahí vas bien. iBebe! -iMierda!
-En seguida, patrón, en la noche, yo debo olfa· . iYo era el encargado del cabaret!
tear a los tipos con plata y señalarlos a las artistas. Todo el mundo estaba contento de mí. Transcu-
-Eres un amor, mi hijito. rrieron seis meses. No vivía sino en el presente . Todo
-Debo enseñarles a consumir lo que cueste más me era igual. No quería saber nada del pasado y mu-
caro, a malgastar, a rehusar plato tras plato, a acu· cho menos pensar en el porvenir.
mular las bebidas. Los tontos deben satisfacer todos Mi trabajo muy fatigoso tomaba todo el día
los caprichos de nuestras artistas y gastar hasta su y la noche. No tenía tiempo para soñar . A fuerza de
último centavo. madrugar, tenía la piel amarilla y pelada. El tabaco me
-iBravo! Pero eso no es todo. mataba. Algunas veces, antes de cerrar, me detenía
El champaña se me subía a la cabeza. Las ins· ante un espejo. Me encontraba cara de muerto. Mi
trucciones empezaban a embrollarse en mi espíritu . sonrisa era crispada; llevaba una máscara bajo la cual
Sin embargo, repuse: ocuitaba mi verdadero yo, triste, vencido, derrotado.
-iSeguramente! Nada de crédito, o, por lo me· Una noche en que no había casi nadie en el ca-
nos, contra prendas. Y como prendas, nada más que baret, se apoderó de mí el deseo de dejar todo. ¿Pero
oro y perlas; esto tiene siempre un valor fijo. ¿No es dónde ir? ¿Qué hacer?
cierto, patrón? El recuerdo de mi hijo era el único estimulante
-¿Y después? de mi existencia. Vivía con esa única fe. Una sola or-
-Sofocar de cualquier modo todo escándalo. Sé den me dominaba: "Sigue siendo lo que eres".
a quién debo dirigirme para hacer evacuar a los inde· . Nacido y criado entre mujeres perdidas, hubiera
seables. Sido perjudicial no emplearme en ese medio. Sabía
Había cambiado mi copa para champaña por un organizar la vida de las mujeres en bandadas. Sin he-
gran vaso, que llené. El champaña corría por mi gaz' rirlas jamás, les daba la posibilidad de arrastrarse con
nate como el agua sobre un hierro caldeado al blanco. uhn p~co más de inteligencia en el cieno en que se
-iAh, sí, patrón! Debo llevar dos contabilidades : undlan. ¿No me había elevado Tina al rango de
una para usted y otra para el fisco ... amante titular a la edad de trece años? Después, a
-. Acércate para abrazarte; eres un as. La socie· los catorce, ¿no había tenido seis mujeres bajo mi
dad tiene necesidad de tus luces. Este es el hombre protección? ¿No había sido, más tarde, el cajero del
que me faltaba. Felicítame por la genialidad de. haber est~blecimiento? iQué título ·de experiencia, como
pensado en ti. habla dicho de mí el periodista! Sí, todo esto tiene su

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valor. De este modo encontrab~ muy n~tural qu.e la cho? Todo gritaba en mí el triunfo monstruoso de su
nte de mundo recurriera a mis conseJos, a mis lu-
felonía.
~:s y a mi protección cuando tenían alguna dificultad Me explicaré:
de orden amoroso que les complicaba la vida. Mi madre se había dado todos los trabajos del
Mi utilidad social era evidente. mundo para desembarazarse de mí cuando me llevaba
en sus entrañas. Sólo el azar me había hecho escapar
a los baños de mostaza hirvientes, a las grandes do-
9 sis de quinina tomadas durante meses y a todas las
drogas empleadas para arrojarme de las paredes de
Habían transcurrido meses desde el día en que sus entrañas, donde un hombre me había lanzado por
Gina me condenó. azar. Además, mi madre se había dado puñetazos en
Desde entonces, ninguna noticia. Por otra parte, el vientre; había hecho movimientos desordenados,
yo no había intentado saber nada. había olido pimienta para estornudar como una vieja
¿Para qué? ¿El niño? locomotora, a fin de abortar; sin embargo, el azar no
Todo me parecía lejano, indiferente. Aun la cara quiso que yo muriera, envenenado por la leche mal-
de mi bienamada casi se había borrado de mi memo- sana que mamaba en los senos martirizados de mi
ria. A fuerza de pensar en ella en los momentos de madre. Fue también el azar el que me había hecho re-
angustia, había llegado a no poderla fijar. Vanamente sistir a las mantillas húmedas con que se me envol-
buscaba esta sombra entre las sombras que poblaban vía con la esperanza de que reventara. los ruegos de
mi cabeza. Un clisé estampado, como tantos otros, mi madre, sus lágrimas, sus blasfemias, no me ha-
incapaz de emocionarme, impotente para atravesar el bían impedido vivir. iEI azar! iEI azar!
espeso blindaje de mi embrutecimiento. y era a él, mi gran amigo, a quien yo pedía el
Algunas veces, soñando con Gina, llegaba, sin favor de ponerme en presencia de mi padre.
embargo, a arrancarla del olvido en que se hundía
lentamente en mí. - Un día, cerca del mediodía, estaba en mi casa,
Me parecía verla ahora al lado de mi padre, com- gastado, envejecido, disgustado de mí mismo. la no-
plotando contra mí, a fin de aniquilarme. ¿Para qué che antes había habido gran fiesta en el cabaret. Para
me querían ellos? los odiaga. Eran mis únicos ene- hacer que un grupo de juerguistas gastara hasta su
migos. Sin embargo, no había concebido ningún plan último centavo debí beber con exceso.
de venganza contra ellos. A lo sumo, de tiempo en Olía a alcohol. Mis pensamientos bailaban en mi
tiempo sentía el deseo de volver a encontrarlos. En- cabeza y ponían en marcha el molino arruinado de
tonces el odio contra mi padre se exasperaba. Se me mis sueños estériles, incoherentes.
habla metido en la cabeza matar a ese miserable, des- Mi criado entró con la sonrisa en los labios.
pués de haberlo visto lamer el suelo de la casa en Comprendí que venía a anunciarme la visita de una
que yo habla nacido. mujer.
-¿Dónde está? ¿Qué esperas que no la haces
f ~o creo en los milagros, pero Invocaba al azar con entrar?
ervor. !odo lo que le pedía era que me pusiera en Una joven elegante, muy alegre, entró. ¿Quien
presenCia de ese hombre. El azar no podía rehusarme era? Dudaba de poner un nombre sobre ese rostro.
ese favor. ¿No era yo la pura expresión de su capri- -¿No me reconoces?
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----------~--------~--- .

- i Mara ! ba entre mis manos; por medio de ella podía herir a


-La misma en carne y hueso. Por fin he logrado mi padre.
descubrir tu guarida. Te hubiera encontrado aunque De pronto me preguntó:
hubieras estado oculto en una cueva de ratones. -¿Todavía piensas en Gina?
Fui cogido por una risa nerviosa que difícilmente Como no respondiera inmediatamente, pues esta-
logré dominar. Me miró inquieta. ba turbado, me lanzó una bocanada de humo en los
-,¿Por qué te ríes? ¿Así es como recibes a tus ojos. Hice otro tanto, obligándola a volver la éabeza.
amigas? Gesto feliz, porque no tuvo tiempo de sorprender una
-No puedo dominarme, querida Mara. Esto es mueca de emoción en mi rostro.
más fuerte que yo. Hace meses que no me río. Estoy -Habla, ¿siempre piensas en ella?
muy feliz d,e v~lver a verte. Ven, siéntate aquí, bien -iOh! Muy poquito.
cerca de mi, mas cerca todavía. iEsO es! -y si yo te diera una gran noticia, ¿te daría pe-
-¿Y ahora? na?
-Casi te esperaba, Mara. Presentía una felicidad -.Aparte de la noticia de su muerte, todo me de-
y ya la tengo. Estaba seguro de que tú no me habías jaría indiferente. O más bien, si estuviera muerta, la
olvidado. noticia de su resurrección me daría gusto.
Cerrando los ojos para saborear la armonía de es- Mentía y mis labios apenas podían articular mis
tas mentiras, el innoble comediante que yo era le re- mentiras. Mi lengua estaba como paralizada. Mara
clamó, con una voz cálida, palabras de ternura, de dijo:
amistad y de amor. -Se casó, un mes después de tu partida, con
. La mentira obraba sobre mí como un estupefa- una especie de boquirrubio que aceptó al niño. iGina
ciente. es mala!
Fingí sorpresa. Una saliva amarga inundaba mi
Mara estaba encantada. Todas mis palabras le lle-
boca. Comprendí que Gina estaba definitivamente
gaban. Mi aprendizaje del cabaret me ayudaba. Al
perdida para mí. En recompensa, mi hijo tenía un pa-
cabo de ~na ho~a de ch~ria, estaba convencida de que dre oficial.
yo no sonaba SinO con ella. Comimos en mi pieza, los -'Tú bromeas. ¿Qué niño?
dos solos, festejando nuestros próximos amores. Le
-No te hagas el inocente; ¿crees que sin una
ofrecí una cantidad de fruslerías que me habían rega-
~az?~ poderosa ella se hubiera casado con semejante
lado las artistas. Estaba en el colmo de la alegría.
individuo? Estaba encinta y no quiso escuchar mis
Cantaba, danzaba sola, tocó el gramófono, quebró al-
cons~jos. Una escapada de tres días a Bucarest y se
gunos discos, fumó, se puso un pijama, volvió a pedir
~abrla salvado. Tú habrías podido ayudarnos a salir
de beber, mezcló los vinos e hizo todas las escanta- el paso, ¿no es cierto? En fin, no hablemos más. Es
doras loc~ras que tan bien sientan a algunas muje- asunto tuyo. No deseo que me hagas confidencias. Te
res. Se divertía en mi casa. No habló ni una palabra quiero, eso es todo. Por esto es por lo que he venido.
de sus parientes.
Mara continuó bebiendo. Iba ya en su quinto vaso
¿Le habría contado su padre el secreto? dfe. I.icor. Yo pensaba: "iBueno! Mi hijo tiene un padre
Reflexionando, comprendí que ignoraba nuestrO o IClal yeso es bastante ".
parentesco_ Esto era lo esencial para lograr el plan .Desde este punto de vista la noticia del matri-
que yo estaba urdiendo. La hija de mi enemigo esta- monio de Gina me pareció feliz! Me había aligerado

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de un pesado fardo. A pesar de mi decadencia moral Ella era mi único triunfo. ¿Esperar otros medios? No
• • •
la preocupación de haber procreado un bastardo ob~ tenia paciencia para esperar.
sedía mi conciencia. La voluntad divina, o el azar, me Estaba decidido a hacer de la hija de Dimitriu lo
devolvía mi serenidad. que éste había hecho de mi madre.
Me alegré y me puse a beber con Mara . Llegamos Esto se convirtió en una idea fija que ninguna con-
sideración podía desvanecer.
a las pequeñas confidencias. Me tocaba a mí interro.
gar. La misma ignominia de mi proyecto y la implaca-
ble voluntad que ponía en realizarlo, prueban suficien-
-¿Cómo has dado con mi dirección?
temente que había perdido todo control de mí mismo.
-Si supiera qué astucias he debido emplear pa- Sin embargo, tenía una lucidez perfecta, esa lucidez
I ra arrancársela a Gina. La guardaba como un tesoro.
Pero tú sabes que cuando se ama nada es impOSible.
específica de ciertos locos. ¿Estaba loco? ¿No había
más bien heredado de mi padre esa mentalidad mons-
¿Me quieres tú? truosa?
I
-Sí, Mara, yo te quiero. El recuerdo de mis actos me espanta todavía.
I
-Ten cuidado. Una vez me hiciste la afrenta de La noche se hizo más y más alegre . Supe que Ma-
repudiarme. No lo olvidaré tan fácilmente ... ra había venido a Bucarest a vivir en casa de sus pa-
Saberme amado por esta joven virgen, que había rientes, pero que tenía la intención de quedarse en
I guardado salvajemente mi recuerdo y que quería unir la mía, sin prevenir a nadie.
su vida a la mía, despreciando todos los prejuicios, -Estás en tu casa, amiga mía; reina, dispone,
alumbra hoy mi hora presente. Su confesión fue co- siéntete feliz.
~? un bálsamo para mi corazón marchito por la ver- Procedía como el carnicero que, acariciando al cor-
guenza y el duelo de mi pasión por Gina. Pero, desde dero, le hur'Íde el cuchillo en la garganta.
todos los puntos de vista, la pobre muchacha había Una lágrima de alegría hinchó los párpados de
ubicado muy mal sus sentimientos. Un abismo nos Mara. Algunos minutos después, se dormía, feliz.
, separaba... - Era casi medianoche cuando le dejé para ir al
I Para conseguir mis fines no debía asustar su cabaret a ocuparme del espectáculo de la noche.
amor. En seguida comprendí que ella sería el instru- Volví en seguida a la casa.
¡ m~nto de mi venganza. Por ella heriría a mi padre. Era Más tarde franqueamos juntos el umbral de la
mi hermanastra; pero esta consideración no me de- bolte.
tuV?; ~i conciencia estaba muy podrida. Me era nece- El personal estaba muy sorprendido al verme
sano Jugar con cuidado. Una torpeza podría hacerme acompañado. Los artistas se daban con el codo. Se
perder la partida. preguntaban si Mara era mi querida oficial o bien la
La eventualidad del incesto se presentó muchas nueva vedette. Todos los ojos estaban fijos en ella.
El cuadro elegante del cabaret, donde yo man-
veces a mi espíritu. Me estremecía la idea de que, si
daba como patrón, el exagerado respeto de los mozoS,
el azar .nos hubiera acercado antes de que yo hubiera
me realzaron más ante los ojos de Mara. Esta velada
descu~lerto nuestro parentesco, habríamos sin duda fue el primer golpe de piqueta de la demolición.
cometido este crimen, y siempre por la falta del mis· Hice beber a Mara toda la noche. Al amanecer la
mo hombre, de nuestro padre . Merecía el castigo que lleVé a mi casa, medio ebria. Había tenido mucho éxi-
le preparaba. En cuanto a la pobre Mara, itanto peor!
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to y habría podido cederla esa misma noche . Pero era
demasiado pronto. Habría huido al día siguiente. Que- -Paciencia, tesoro mío ; tenemos toda la vida pa-
ría que ella misma se deslizara en la pendiente de la ra amarnos.
perdición, sin sospechar que yo la empujaba. -Pero es que .. . ya lo ves ... iespero desde hace
. No comprendía mi conducta y vivió tres días en mucho tiempo! i Malo!
medio de una alegría inexpresable .. Para calmarse re- Para apaciguarla, pues el peligro era inminente
currió a la bebida. ' y sus gestos demostraban su deseo, tomaba su cabe-
Me las arreglé de modo de llevarla siempre com- za entre mis manos y le besaba los cabellos.
pl~tam~nte b.orracha a mi casa, a fin de ' que se dur- -Reposa, vuelvo dentro de un instante; es nece-
miera inmediatamente. Para evitarle toda tentación, sario que 'me vaya; el patrón me espera.
me levantaba antes que ella y se~uía durmiendo en Ese infernal juego no podía durar. Era nece-
el sofá de mi oficina. '~ sario pasar sin detenerse. Para un almuerzo escogí
. A la hora del almuer.zo invitaba a algunos de mis a un huésped , el cual, a instancias mías, aceptó pasar
amigos y, pretextando un negocio urgente o recibien- la tarde en mi casa en compañía de Mara. Dos horas
do en la. mesa esquelas que me había escrito yo mis- más tarde envié un recado anunciando mi partida a
mo,. partla y no volvía sino hasta la noche para con- provincias con el patrón y nuestra vuelta para el día
dUCirla al cabaret y embriagarla de nuevo. siguiente.
Al cabo de una semana estaba intoxicada. Su mi- Lo que yo esperaba se realizó.
rad~ estab~ vidri.osa. El abuso del alcohol y de la ni- Creyendo que ignoraba su lío , Mara continuó dan-
cotina hablan dejado marcas amarillentas en su cara , do citas a su amante en mi casa . Yo mismo aseguré
que se había marchitado. la tranquilidad de su soledad.
Todos los días conversaba un cuarto de hora con Desde entonces todas las noches dejaba a Mara,
ella. Trataba de hacerle comprender que vacilaba ante sola en el cabaret, sentada ante una naranjada. Los
la. ~esponsabili?ad moral que ella me imponía . Su fa- gigolos acudieron. No tardó ella en pretextar súbitos
milia le decla me era infinitamente querida. Su malestares, rogándome que no me molestara en
me_dio social era muy diferente del mío y no podíamos acompañarla. Se iba segura de haberme engañado; pe-
sonar en un matrimonio. ¿Tomarla por querída? Mi ro yo sabía que a la vuelta de la esquina la esperaba
pobreza me impedía hacer frente a la vida y al lujo un coche de gran lujo. El policía que hacía el amor
que ella deseaba tan plenamente. ' a crédito en casa de mi madre, y que en mi casa
-Sería una tortura para mí· le decía verte -también a crédito comía todas las noches su asa-
languidecer por los hermosos vestidos y por todas do de buey, la seguía y me indicaba el momento en
esas pequeñas cosas que amas y que cuestan caro. Tú que ella volvía a casa .
ves lo que yo gano, y al precio de qué existencia. Muy luego lo hizo mejor; pretendía haber olvida-
Se ponía de mal humor. do su rouge o su sombrero. Partía y volvía al cabo de
Una vez me dijo: Una media hora, de una hora a lo sumo . Finalmente,
-A menos que seas tú quien ... no se. ocupó más de mí. Había un hotel en los alre-
Enrojeció. dedores.
Le orometf tomar pronto unas vacaciones e ir con Era el segundo paso.
ella a Sinaia, nido de amor en el corazón de los Cár' Al principio puse cara de que no sabía nada, pe-
patos. Insistió muchas veces. ro, a partir de la segunda semana, le hice comprender

100 101
que estaba contento de verla divertirse. Se sentía en -Desde esta noche.
seguridad conmigo. Aprobaba todo lo que ella hacía ; Corrí desaforadamente a casa de Sylvia. Le ro-
aún la danza que bai ló una noche, desnuda, sobre una gué que preparara , para una mujer que no quería mos-
bandeja de plata sostenida por los hombros de cuatro trarse en el salón , una pieza en el fondo del patio . Por
mozos ricos que se habían pagado esa fantasía. Por otra parte, ésta era la costumbre en casos parecidos .
lo demás, fue un número fuera de programa, que al- Después le mandé algunos billetes, recomendándole
canzó gran éxito. que los diera a la nueva pensionista de parte de sus
Al día siguiente la gente se atropellaba por en- clientes, día a día, durante las dos semanas que p~­
trar. El patrón quería contratarla a cualquier precio ; saría en la casa . Era exactamente la suma que sabia
pero yo me opuse, invocando el escándalo que inevi- que yo necesitaba.
tablemente estallaría. Llegada la noche, la metí en un coche y la acom-
Este incidente marcó el momento decisivo de mi pañé hasta la puerta . Al dejarn:e , ~e quiso abrazar.
abominable empresa. Me aparté. Sus labios rozaron mi panuelo de seda, con
Comencé a hablar con Mara de las dificultades el cual yo habría hecho bien en ahorcarme .
materiales que me asaltaban. Con todo descaro inven-
té la historia de un contrato y de un usurero impa-
ciente que me amenazaba sin cesar. "Me exige que 10
le pague sin retardo". Después le dije que sólo de
ella dependía mi salvación y que le suplicaba pensara Volví a casa. Encontré flores y algunas invitacio-
en los medios de procurarme la suma necesaria . Fi- nes para Mara . Flores para su entie.rro . . ' . .
nalmente, encargué que un amigo le advirtiera que Metí todo en UIJ ropero. Despues escrlbl a Dlml-
su familia, inquieta, la buscaba, que la policía la des- triu. , d'
cubriría y la llevaría a su casa. Al ir al cabaret eché la carta al buzan, encen I un
Cada día le presentaba una situación más deses- cigarrillo y me fui a atender mi trabajo . .
perada. Cuando estimé que estaba totalmente conven- Transcurrió una semana Sin noticias de mi padre .
cida de mi angustia y de las consecuencias que sobre- Entretanto, Sylvia había hecho insc.ribir el , n~mbre de
Mara Dimitriu en la lista de las mUjeres publicas. Pr~­
vendrían si no pagaba mis deudas, se presentó la
sentó una declaración auténtica, por la cual la susodi-
oportunidad que yo esperaba. cha reconocía haber elegido espontáneament.e, su
-Querido me gritó una tarde, entrando . oficio. Coneso-quedáhamos en regla con la pollcla y
¿Dónde estás? iQué suerte! He encontrado un medio las leyes . . ,
muy simple de procurarme el dinero necesario. Pero Mara me escribió dos o tres veces, supllcandome
sólo tú puedes arreglar el asunto. que fuera a verla. Para evitar el calvario de una ~n­
Me abrazó. trevista, le anuncié por carta mi partida para provin-
-Con mucho gusto, mi loba. ¿Qué debo hacer? cias. "Huyo de Bucarest para escapar de los usure-
-¿Me prometes que no rehusarás? ros" . .
-Pídeme lo que quieras. Sylvia me tenía al corriente de la nueva Vida de
-Vaya pasar dos semanas en una casa ... la reclusa. rece
Me miró; después: -Casi se ha familiarizado con nosotras y pa
que el trabajo le gusta. Hasta el momento no la he
-Bien. ¿Cuándo quieres que vaya?
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dejado ir sino con un viejo cocainómano , un f antasi s_
ta, que se está casi todo el día en la pieza de ella. De repente se me ocurrió una idea . Hice llamar a
Algunos días después, Sylvia me anunció que se todas las mujeres. Su aparición me hizo temblar de
había presentado un hombre buscando a la llamada horror. iQué mundo de fantasmas! iCadáveres evadi-
Mara Dimitriu . Comprendí que la policía intervenía dos de los mármoles de una morgue! La luz los marti-
En efecto, al día síguiente el mismo agente vino a ro: rizaba. Senos colgantes, caderas deformes , mejillas
gar que se mandara a Mara a la comisaría. color limón , cabellos de cáñamo de colores extraños ,
pies veteados de gruesos cordones negros de várices
Así. pues, su padre empezaba a obrar, pero no
purulentas, vientres ridículos, bocas con los labios
quería venir él mismo en busca de su hija . iEvidente-
caídos, caricaturas humanas : todo un mundo que ha-
mente! Pero un cuarto de siglo antes no había teni do
bía hecho salir bruscament e de las húmedas piezas
vergüenza de entrar en esa casa con mi madre y aban-
donarla encinta. para asistir a la fiesta de mi venganza, me miraba sor-
prendido .
Dejar a Mara salir de su caverna hubiera si do Entró mi padre .
perder la única ocasión de ver a ese hombre a mis Ya no había en él nada de su ant iguo orgullo. Era
pies, en el burdel. Debía venir de cualquier modo. Re. ahora un hombre encorvado , de cab ellos blancos, ros-
husé llevársela. tro en triángulo , color t erracota. Su aspecto me sor-
Me decía: "Espérate, miserable ; ahora me toca a prendió.
mí imponerte mi ley. Es la que tú me has dictado. Ven- -Señor dijo con una voz ahogada ,usted se
drás . Quiero que veas a tu hija prostituida en el burdel ha vengado . Usted ha arruinado a mi hija, ha destrui-
de mi madre. Encontrarás a mi madre y a mí en el lu- do mi familia.
gar infecto en que has querido que terminemos nues- -¿Por qué habla usted de vengan,za ? ,
tros días. Nos dirás por qué has obrado tan bajamen- Bajó los ojos . Me di cuenta de cuanto suf na. Una
te, por qué has roto la vida de una mujer y mi felici· inmensa alegría me inundó.
dad" . -Diga. más bien, que le he imitado en algunos
En ciertos momentos yo mismo tenía miedo de detalles. Recuerde usted. El lugar es el mismo.
mi crueldad. Me asaltaba la idea de soltar a Mara y de --Por lo menos, devuélvame mi hija. .
renunciar a todo. Mi cobardía venía a ayudarla . Veía -'Ciertamente. es para lo que lo he hecho veni r.
a lo lejos la prisión y sus torturas . Desorientado. no pero usted se ha demorado bastante . . .
sabía qué hacer. Después , volviéndome hacia .el muro vIviente de
Por fin. Dimítriu anunció su visita y el destino se las estupefactas mujeres:
cumplió. -¿Dónde está Mara?
Lo esperé en el salón. Salvo Sylvia , nadie sab ía -En su pieza, con un cliente .
nada. Era una tarde de canícula. Sylvia se sorprendi ó Fue el último golpe.
al verme arrancar los pesados cortinajes opacos, que -MI hija gimió.
habitualmente colgaban de las ventanas del salón. El Se desvaneció. ,
sol no había entrado nunca en esta pieza. Mordió ávi- Desabroché su cuello. Se le cuidó. Recobro el co-
damente las peladas fundas de los muebles. espantó nocimiento.
las polillas, cambió el color de las litografías y puso -¿Se siente usted mejor?
de relieve las flores del papel. Hipaba. Algunas mujeres se pusieron a llorar.

104 105
Yo estaba feliz. El estaba en las últimas
-.Re.póngase bien y aprovechemos el . moment i Mara ! Tenía el mismo nombre de mi madre. Así
para ItqUldar todo. o pues, Dimitriu había puesto a su hija el nombre de s~
Me miró, sin ~!lber adónde quería ir. Durante Un antigua querida. Amaba a ésta y había querido perpe-
mom~.nto la emoclOn me hizo detenerme. Sin emb tuar el recuerdo de este amor. iCuántas extrañas con-
go, diJe: a~ tradicciones en todo esto!
-iLlamen a Salomea! Al día siguiente, mientras me dirigía al hotel don-
Sus oj.os salieron de las órbitas 'al mirar intensa. de se hospedaba mi padre, pensé que si mi madre y
mente hacia la puerta. Estertoraba. él se hubieran encontrado en alguna parte que no hu-
Entró mi madre ... biera sido esta casa, tal vez no se habrían reconocido .
lo ~~conoció a la primera mirada y .un color mor. ¿Para qué haber turbado la paz de su olvido? También
tal acudlo a. su cara. Sus labios se crisparon. La corti- me preguntaba por qué mi padre me había dicho que
n~ de los parpados descendió lentamente sobre sus fuera a verlo. No teníamos nada qué decirnos . ¿Debía
OJos. E~ un s~gundo revi,,:ió veinticinco años. Se puso -ir? Me resolví por la afirmativa. Guería declararle
a llorar, Sylvl~ la ~ostenla por la cintura. Apoyado que, desde esé día en adelante, mi vida, tal como ha·
contra. un ~llIon, mi padre estuvo al principio inmóvil; bía llegado a ser, no tenía ninguna razón de existir;
des pues diO un paso hacia ella y cayó de rodillas' yo no sería sino un horrible recuerdo para toda su fa-
milia.
-Mara, he sido un miserable. No merezco tu per-
dón. Llegué lleno de indecisiones al hotel.
-El señor Dimitriu salió temprano -me dijo el
Mi madre se inclinó, lo levantó, lo estrechó con- portero . Ha dejado esa carta para usted. Usted es su
tra su corazón y lo besó.
hijo, ¿no es cierto?
Un o~gani II~ maullaba un ritornelo en la calle. Me alivió el hecho de que me hubiera ahorrado el
Lance un grito de angustia y me desvanecí Cuan- encuentro. Leí la carta.
do volví ..en ~í, estábamos los tres solos en el' salón. "Hijo mío, te he hecho sufrir. Sería absurdo implo-
-HIJO. mio dijo mi padre ,tenme piedad; me rar tu perdón. Aunque te hayas vengado cruelmente, no
he condUCido como un miserable. Manda inmediata- tienes mal corazón. Tienes el corazón de tu madre; áma-
mente a tu hermanita al campo y ven a verme mañana la siempre; tiene necesidad de tu ternura.
al hotel. "Vaya tratar de reparar mi falta; espero que no
Abr~zó a mi madre y quiso hablar, pero no pudo sea muy tarde. Esta noche he trabajado con mi aboga-
pronunciar una palabra y salió vacilante. do y hemos arreglado todo para que la ley te reconoz-
Lo seguí con mis ojos hasta el fin de la calle don- ca. De hoy en adelante llevarás mi nombre. Te he hecho
de desapareció como tragado por la tierra. ' abrir una cuenta en el establecimiento de mi banquero.
"Trata de rehabilitarte. En cuanto a mí, abandono
este mundo, donde he hecho tanto mal.
11 Tu padre".
MI madre y Sylvia se encargaron de arreglar las Esa misma mañana se le encontró, con la sien agu-
maletas de Mara, que esa misma noche, sin verme, jereada, en el bosqueCillo de un jardín público.
volvía a su casa.

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SEGUNDA PARTE ran, se persiguieran, se odiaran, chocaran, se mataran .
Mi padre golpeó primero, yo le respondí; él se hi-
. . . ,
zo justicia, yo VIVI.
¿Y después? ¡Nada!
Después de su muerte he corrido detrás de la
1
felicidad: no he encontrado sino la ilusión.
Los capítulos de mi vida que en esta confesión
· . Espero la muerte en este lecho del hospital del pre- acabo de cerrar, deberán llamarse: Nada. Los que si-
SidIO. El ~ambre, me atenacea las entrañas. Ni los enfer- guen deberían llamarse: Caos.
Por lo de'más, en mi vida he obrado como obran
me~os, ni. el ":Jedico, ni los presidiarios, me toman en
la mayoría de los hombres, con una diferencia: he
seno. Se Imag.man que h~ recurrido a la huelga de ham-
bre con el. objeto de obligar a la administración a po- matado.
nerme en libertad. Me arrepiento, y mi alma arrepentida será mi úni-
· iQué bestias son! El director de la prisión ha ve- co consuelo hasta mi último segundo.
Lástima que el cerebro muera prime~o: el ~ulbo
nido personalmente a preguntarme si tenía algún re-
después Y el corazón en último lugar. QUIsiera. Inve~­
clal!l0 qu,? hacer. Le dije que quería morir. "'Bueno
muerete! , ~e respondió sarcásticamente. Su r~spues: tir esta ley de la naturaleza, porque hasta el fm qUI-
ta me alegro. En estos últimos días una idea ha dado siera gritar: no mates.
vueltas en mi cabeza: los hombres debieran haber dis- La muerte de mi padre me había quebrantado.
puesto en los reglamentos de las penitenciarías que Después de su muerte tomé un tren con un d?s-
to~o condenado que hiciera huelga de hambre fuese
tino cualquiera. Tenía necesidad de soledad. Llegue a
allmentad~ a la fuerza para obligarlo a sufrir su pena
la frontera norte, donde tuve que descender. Estaba
hasta el fm. Las palabras del director me lo confir-
maron. en Bucovina.
Mucho tiempo erré como peregrino, de monaste-
· A pesar de la debilidad, mi espíritu está muy lú- rio en monasterio buscando el olvido en los templos
CI~~. Juz~o mi pasada: ~~sta el momento en que em- de Dios y en los 'de la naturaleza. No podía detener-
pUJe a mi padre al SUICidiO, hay en mi vida actos an- me en ninguna parte. Mi vagancia duró cerca de tres
te los cuales me detengo ahora espantado. iMara! meses. Si no hubiera sido porque una grave enferme-
Verdaderamente, ¿he podido hacer eso? La vergüenza dad me hizo entrar en un sanatorio, habría durado toe
y el remord~miento me invaden cuando pienso en ello.
P?~ eso vacilo en desenterrar otros recuerdos. en cla- da mi vida.
Escribí a mi madre, quien envió a Sylvia a bus-
sificarlos y en hacer el inventario de sus residuos. carme y a llevarme a la casa, donde guardé cama du-
Me doy cuenta de todo el mal que hice a mi pa-
dre. H~y ,lo lam,ento. En resumidas cuentas, éste hom- rante dos meses más.
Vivíamos en el campo, en la casa de mi padre.
bre qUlzas habla pensado sinceramente en que tenía
Por medio de su testamento me había legado todo su
derecho a engañar y a deshonrar a otros para asegu-
dominio. Su mujer y Mara habían heredado otras ~r?­
rar su propio bienestar. Cuántas iniquidades y críme· piedades en Bucarest, las cuales les permitían VIVir
ni eS'1 más grandes que los suyos están protegidos por
as eyes. ' holgadamente.
Durante mi convalecencia pensé en organizar mi
El azar quiso que el padre y el hijo se encontra-
109
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nueva vida. iUna vida nueva! Era la aspiración ' de mi unos campesinos que habían sido consejeros de mi
existencia, que hasta ese momento había sido mise- ~adre, me visitaron; hicimos diversos proyectos pa-
rable y desgraciada. a el año agrícola.
Como se aproximaba el fin del otoño, el adminis- r Como he dicho, era absolut~mente .Ignorante en
trador de mi padre, que yo había conservado, vino a icultura ' 'por lo demás, sucedla lo mismo en to~a
hablarme de los trabajos agrícolas de la próxima pri- ~:teria imp6rtante. Esto no me impedía 'pensar en t In-
. Decidí dejar a los campesinos que ra-
mavera. La agricultura era como el chino para mí.
Repuesto de mi larga enfermedad, mi primer cui-
~o~:r~I~~e~~ modo y a partir la cose~ha en iguale~ p,ar-
dado fue el de conocer a la gente que me rodeaba, es t:! entre nosotros. Estaba convencido de que anan
decir, a mis campesinos. el trabajo m~jor q~e yo. S'mplemente quería tra-
El campesino me ha sido siempre simpático; lo No quena ennquecerme. I humano~ y merecer
estimo y lo admiro por su carácter recto, por su arte
de sufrir sin quejarse. Su paciencia tiene algo de di-
vino. Si supiera rumiar, se le confundiría con el buey. rabies campesinos. I ' . b . I vida Sin du-
Desde hace siglos es explotado por los propie- do con iguales derechos al ~a ~~on¿edid~ est~s dere-
tarios extranjeros o por los boyardos. Estos últimos, da alguna, aquel que nos 'da pero es a nosotros a
que no viven en el' campo, arriendan sus dominios y chos, nos abandona en segul ,
viven como rentistas en la ciudad o en el extranjero. quienes toca mantenerlos.. ue ha-
Formamos diversas clases SOCiales. Para qd
Todo el mundo se enriquece a expensas del campe- ario que haya seres esgra-
sino. ya seres felices es nec~s 'tan pobres. Se
Creo que la aldea que estaba cerca de mis -pro- ciados; para que haya ncoS, s: ~~b~!1 los otros. Los
piedades no difería en nada de lo que había sido hace condecora a unos Y se escup I ti e-
unos tiel'\en el vientre cóncavo porque los otros o
mil años. Ningún progreso la había rozado todavía.
¿Qué interés habrían encontrado en ello sus explota- nen convexo.
dores? Todo lo que exigían, era que el campesino pu- ¿Y para terminar? I t
Desaparecemos igualmente todos, en a muer e
diera trabajar barato.
Lo que más me sorprendió fue la inmensa miseria y en el olvido. d . Id des socia-
Yo que había sufrido estas eSlgua a . d
de los campesinos. les, ¿iba a tratar a los campesinos como bestias e
Hice todo lo posible por mejorar sus condiciones
carga? , Q 'é es? Los
de vida, por identificarme con sus sufrimientos. Al Se me reprocharon mis teonas. ¿ UI n d' .
principio los aldeanos me evitaron, creyendo que, co- . . na banda de me locres.
grandes propietariOS veCinOS, u k I llamaban
mo mi padre, mantendría un abismo entre el patrón Uno de ellos Muhás Sin Leiba Froc ~,a que d" que
y los campesinos. Establecí entonces con ellos rela- también "H~raba" ('r o "Imasch" (l, me. IJO
ciones directas, sin recurrir a los notables. Esto los era loco si tenía compasión ' de los c:ampeslnos. libre
sorprendió; me hice más sospechoso. -Querido amigo le respondl ,uno es
En fin. me plegué a las .costumbres, es decir. in- de pensar como quiera.
vit~ a mi mesa al pope, después al alcalde, al notario,
al Jefe de policia, al recaudador, a todos aquellos que (1) Carreta campesina.
eran estimados en la aldea. Un domingo fui a la igle- (2) Pasto.
sia y esto hizo más que nada por mi popularidad. Al-
111
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Otro, queriendo convencerme de mi error, me
abrumó con un magnífico discurso relleno de axiomas Algunos cuchichearon en voz baja : " Tal padre , tal
morales y sociales. hijo". "El hacha no salta muy lejos del tronco", etc.
Le respondí: Estas desagradables reflexiones me entristecie-
ron; pero no me desanimé. En lugar de prédicas, resol -
-¿ Hay uno solo de sus axiomas que pueda re- ví obrar.
sistir un examen?
Compré máquinas agrícolas y particularmente ara-
-Usted terminará mal, amigo mío me dijo. dos mecánicos. El efecto fue excelente; Desde qu~ los
Terminé por dejar que todos esos tiburones se vieron en mis cocheras, I,os campesinos ca~blaron
encarnizaran contra mí y contra mis principios. de actitud. Dos días despues toda la aldea habla d~s­
Cuando mis aldeanos supieron que íbamos a tra- filado ante este material. Aún de otras aldeas venlan
bajar la tierra en cO\TIún y a partirnos los beneficios, a admirar las "bestias alemanas", como se las lla-
desconfiaron de mí. 1
maba.
Por una parte, su .feroz espíritu conservador, y -Buena idea, boyardo me dijeron los Iélbrado-
por ot~a, su falta de energía, les impedían compren- res . En una semana nosotros podremos labrar la
der que el trabajo en común produce más riqueza. llanura y la colina sin deslomar los bueyes.
Se acordaban que mi padre procedía de otro mo- Este nosotros me prodUjO alegría . Esperamos la
do. Cada campesino recibía algunas fanegas de tierra. primavera. .
que trabajaba; se quedaba con la mitad de la cosecha. Mis campesinos se sorprendieron de otra cosa
En cambio, estaba obligado a trabajar las tierras del más: yo pasaba el invierno en el campo: en tan~o ~ue
propietario y a comprar en su casa las semillas, arren- mi padre partía siempre para el extranjero. El inVier-
dar sus trilladoras. sus carretones, pagar un derecho no fue lúgubre. la aldea sepultada bajo la nieve. Los
de pastoreo, pedirle también algunas veces dinero. campesinos, desocupados, desertaban de ~us casu-
De este modo se endeudaba irremediablemente. chas obscuras y frías para ir a ?,usca~ el ol,~ldo de su
El boyardo le hacía pagar estas deudas en días miseria en la atmósfera de las carClumas, ,~abe.rn~~
de trabajo, pero esto no era suficiente y el campesi- inmundas donde se hartaban de vino y de tzulka. ,
no estaba obligado a vender la mitad de la cosecha aguardiente de ciruelas. Las mujeres pasaban el dla
que le pertenecía para pagar al propietario, del cual , bordando. Toda esta gente no comía a medida d.e su
a pesar de todo, era siempre deudor. hambre. La sífilis, la tuberculosis y el alco~ollsmo
hacían destrozos. No había sino escasos ~ospltales y
De este modo el propietario reinaba como un dés-
ningún asilo de niños en las aldeas. En primavera, Ido~
pota sobre el campesino. lo obligaba a cultivar prime- . . o . Los me 1-
niños morían como las moscas en InVlern
ro sus propios campos, mientras que, a menudo, la camentos eran caros, raros los médicos. En una pa-
cosecha del campesino se retardaba y se podría. labra, ninguna organización sanitaria. .
En una palabra, el campesino era un esclavo. El El principal medicamento era el azucaro .
boyardo era su eterno banquero.
Es así cómo se enriquecían. las mujeres morían en la flo~ de la eda.dd~~f:;~~~
das durante sus partos. El algodon era casI lazaban.
• Un domingo, con ocasión de una reunión, dije a Cldo' trozos de cáñamo mal lavado lo reer;;p d hi
mis campesinos: Sin ~mbargo ninguna familia tenía menos ~ o os -
-Buena gente, hagan lo que les aconsejo; ten, jos. El niño ~ra la única felicidad del camdeei~n n~ción,
gan confianza en mí. Ustedes verán. las aldeas, esas inmensas reservas

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hormigueaban de chiquillos. Pero su armazón, el cam· de ella. Habitaba con su marido en la antigua casa de
pesino, estaba encorvado bajo el fardo de la miseria, los Ivanesco.
amordazado, encadenado a una tierra que no le pero Mi vecino,. su marido, estaba continuamente en
tenecía. conflicto con mis campesinos. Les aconsejaba evitar·
Durante todo este primer invierno me dediqué a lo en lo posible. No comprendían por qué no participa·
los más necesitados. Mi madre ' y Sylvia trabajaban ba yo de su odio contra él.
desde la mañana hasta la noche en una sala para ni· Este señor pretendía que nuestros animales pe·
ños, instalada en el fondo del patio de . nuestra casa. netraban en su bosque y le causaban daños . Un día
Para Navidad dimos "opinci" sandalias campesi· sus guardabosques cogieron una docena de mis bue·
nas y vestidós gruesos a los huérfanos. Regular· yes y' los encerraron . Mi vecino exigía indemnización .
mente venían a nuestra casa a comer y a tomar leche. Era una provocación descarada. Para no tener histo·
Admiraba a mis valientes colaboradoras. Practicaban rias, pagué. Creí que se detendría ahí. i De ningún mo-
con voluptuosidad la virtud de hacer el bien y callarse. do! Una semana más tarde impedía el acceso a un
En la noche, cuando nos reuníamos, derrengados, puente. pretextando que él solo lo había construido .
ante la chimenea, nos interrogábamos con la mirada y Pero ese puente pertenecía al Estado . Los campesínos
cada uno de nosotros parecía decir: "Con tal que es· vlníeron a quejarse de nuevo.
to dure". . -Vaya a verlo, boyardo ; dígale que nos deje tran-
El trabajo libertaba a mi espíritu de sus penas, y quilos alguna vez .
el hilo de mis pensamientos, donde a veces se enhe· Estaban persuadidos de que nada era más simple .
braban, sin saber cómo, recuerdos muy recientes, se Yo me esquivaba .
había roto. Al día siguiente. la delegación de aldeanos que
Estaba contento de mí, pero no era feliz. El re· se había entrevistado con mi vecino , me esperaba en
cuerdo de mi padre se cernía sobre la casa. Algunas el patio :
veces, de noche, me despertaba sobresaltado y su si· -No quiere saber nada. Ha amenazado con de·
lueta surgía a mi cabecera. Esta visión me persiguió moler el puente si seguimos pasando por allí.
durante mucho tiempo. La riqueza que me había lega· Comprendí : me buscaba camorra . Más astuto que
do me abrumaba de preocupaciones. Aumentaba mi tris· él, escribí al prefecto. Tres días después, la autori·
dad me anunció que se había hecho una advertencia
teza.
a mi vecino.
Antes, cuando Nenea me daba una moneda de
Nos dejó tranquilos durante dos semanas ; pero
oro, para Pascua o para Navidad, no podía ni dormir,
Cuando supo que había presentado una queja contra
tan grande era mi alegría . Ahora el dinero había pero
él, dio curso a todo su furor. Durante dos días se me
dldo, ante mis ojos, todo su valor. iTanto mejor! Y sin vinieron a anunciar nuevas vejaciones. No me atreví
embargo, era mi único valor social, mi única fuerza . a hacer nada.
Era necesario, pues, darle una razón de ser.
Los campesinos rabiaban; me tomaban por un
cobarde.
_ Más allá de la colina que limitaba mi dominio. ha' MI actitud envalentonó al marido de Gina . Mu·
bla enterrado mi dicha: Gina. Ni un solo dia dejé de chas veces penetró a mis dominios para cazar. Mata·
pensar en ella. Durante un año no me atreví a acer- ba Cuanto veía; mis faisanes pasaron un mal cuarto
carme a su casa. Algunas veces tenía vagas noticias de hora . Mis campesinos decían:

114 115
-,Que Dios nos perdone y lo perdone a usted tamo -¿ Qué es lo que usted no comprende. querido
bién. boyardo. pero usted no se parece en nada a su amigo?
di fu nto pad re . -,¿ Tiene usted algo que pedirme?
Me callaba. pensando que en realidad había cam. -Pero. veamos ... Nada más que su amistad. En-
biado de opinión respecto a mi conducta. tre vecinos ...
-:Si usted no interviene. no tardará en entrar co. -Usted ha empezado muy mal.
mo patrón en nuestra aldea. - i Eso no tiene importancia! Tanto peor si los jó-
. Sus predicciones se realizaron. venes olvidan, cómo decir. sus ...
-Deberes. ¿no es cierto?
Un domingo en la mañana hizo su aparición en -Es decir .... yo esperaba su visita, según la cos:
traje de caza. la escopeta al hombro. seguido de tres tumbre ... ; en fin. usted sabe. yo. nosotros. su padre. mi
sirvientes y de cuatro perros. Soltó a sus bestias. que
se arrojaron . s.obre los habitantes de la aldea. Los ni· mujer. yo ...
Se perdió en balbuceos. ,
ños. espantados. se ocultaron detrás de sus madres Su villanía se exhalaba con sus palabras. Se crela
y los viejos se encerraron en las casas. Ordenó a las . '
respirar amoniaco. ,
mujeres encerrar a sus perros durante el. tiempo que Farfullando, me tomó por el brazo y .me. ,llevo ha·
permaneciera allí. Pero un gran perro pastor hizo pe· cia la casa. Esperaba que lo invitara. Pr~slgulo.
dazos a uno de sus animales. Furioso. lo mató de un -Venga usted a visitarnos; nos dara mucho gusto.
escopetazo. Plantado frente a la alcaldía. daba órde· Tuve una idea:
nes como si hubiera estado en su casa. -¿ Usted es casado?, '
Un campesino corrió a advertirme. Me puse mi Su mirada me atraveso. Habla dado en el blan·
vestón y salí. Estaba decidido a abofetearlo. si se por· ca. Continué:
taba arrogante conmigo. Cuando me vio vino a mi en· -De acuerdo, señor.
cuentro. como si nada hubiera sucedido. y me tendió Nos separamos en términos mu'y corteses.
una mano muy abierta. Al cabo de una semana, las quejas de los campe·
-En fin tronó • me ha sido necesario venir sinos recomenzaron .
hasta aquí para tener el honor de conocerlo. Permí· -Hace mal. patrón. en dejarlo hac~r. De nuevo
tame que me presente: Alejandro Corbú. su vecino . ha maltratado nuestros animales. Deblamos haber
Los campesinos estallaron en risas. Yo también aprovechado el domingo pasado... .
sentí deseos de reír al ver su aire de idiota. •
Indemnicé a las víctimas; a pesar de esto, ~IS
Me fue necesario un buen rato para encontrar el hombres no estaban contentos. Una noche proporc~r
fondo de sus ojos. Tenía una mirada de gavilán. Apa r· naron a Corbú una buena tunda y me trajeron unt ~
te de este rasgo Singular. era bajo. gordo. ventrudo, sus escopetas, que coloqué en la. pa~oplia. Era e prl'
la nariz roja y el rostro escarlata. Las orejas se aparo mero y el último trofeo que le qUitarla.
taban de su cabeza en forma de pera, como las alas
de un murciélago. Toda su persona respiraba coba r'
día, hipocresía. 2
No pude dejar de pensar: i Pobrecita Gina! . f' ta Desde
Le miré rectamente a los ojos: VINO EL DIA de San Nicolás. Era mI' I~,S. . dis-
-No comprendo, señor. el alba oí sonidos de campanas, gritos de Jubilo y

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La fiesta llegaba a su plenitud. El sol era ti bio en
paros. Me creí asaltado por todo un ejército. Toda la e día de diciembre. El padre Parvú, el viejó más es·
aldea estaba de fiesta en honor mío.
Los endomingados campesinos se impacientaban
~i~ado de la aldea, abrió la serie de los brindis:
-Que el buen Dios sea para usted tan .bueno co·
ante la reja, esperándome. Mi madre había recibido en o usted lo ha sido con nosotros . Para su fl e~ta , que
el salón a una delegación de jóvenes que venían a ~s la ,nuestra ("iSi!, isí!", clamaron los convidados ).
traerme sus ofrendas. Se respetaba la tradición esta· le he traído un regalo. Soy yo quien se lo da, pero es
blecida por mi padre.
el Señor quien se lo manda." " 1 '
-iSalud y alegría, boyardo! iQué viva usted cien Sacó de su camisa una basma () q~e desplego
años! iY que sea siempre igual con nosotros!
cuidadosamente y, aproximándose, me, dIO ~n gorro
Nos fuimos a la iglesia, seguidos de un cortejo de recién nacido. Todo el mundo estallo en risas.
imponente. A mi paso, los niños y los viejos se des· . Agregó, con tono alegre: .
cubrían, gritando: "iViva larga vida, boyardo!". -Ahora, boyardo, quiéralo o no, es n,~cesar.1O q~ e
El alcalde y el notario, acompañados de sus muo usted se case . Queremos tener nuestra . domnl~za
jeres, me esperaban ante el pórtico de la iglesia. Al· Después me besó en la fren~~ y yo hice lo ":"5':1 0.
rededor de la casa del Señor estaba el cementerio. Mi madre, emocionada, deJO correr una lagnm~
Entre las cruces, algunas mujeres, cirio en mano, 110' que enjugó en seguida. Sylvia:, sentada frente a mi ,
raban a sus seres desaparecidos. Escuchamos la mi· apenas podía dominar su emoclon. d
sao Se dijo un pequeño réquiem por el reposo de mi Sin duda los tres pensábamos en nu~s~ro pa~a O.
padre, y después invité a todo el mundo a almorzar. -No esté triste, señora dijo una Vieja a mloOma·
Mi madre y Sylvia, ayudadas por los campesinos , dre . se festejará en seguida la boda de su hiJO y
habían preparado un festín de leyenda. Músicos traí· usted' será abuela. iEso le hará bien! ,Mirem_e a mi :
dos de afuera nos recibieron a los sones de una mar· tengo ocho nietos. No están tod~s aqUl: el ano pasa·
cha triunfal. Tan pronto como los perros oyeron el tamo do entregué dos al cuidado de DIOS. .
bor se pusieron a aullar, y los campesinos a reír. Mi madre se esforzó en sonreír y le dIO una mo·
Pasamos a la granja, donde se habían preparado neda de oro. La vieja la guardó, con veinte nudos, en
las mesas. Humeantes piernas de cordero, 'dorados una punta de su pañuelo. .
chanchitos adornados con perejil e hinojo y con una Me sentí muy confundido al ver que todos mis
papa en el hocico, pavos. patos, gansos rellenos que huéspedes me habían traído presentes: manteles de
nadaban en grasa sobre inmensas bandejas de greda, lino espléndidamente bordados, camis,as. de noche e.7.
y sabiamente colocados sobre el arroz y sobre un .Ie· crepé rumano, pequeños tapices ar~lstlcamen.te tejo
cho de papas, pan blanco. pepinos escabechados. iDloS dos, maravillas en las cuales las mUjeres hablan qUl'
sabe cuántas cosas! Todo desapareció como por en· zá trabajado meses.
canto en los profundos vientres de mis invitados. -Esa es su dote dijo de nuevo el padre Parvú· .
Cada uno se servía a su gusto. Yo estaba en la iViva! iHurra!
gloria.
Sucedió una "hora" endiablada. . del
El vino y la tzuika corrían a raudales. Fue prep~' El recaudador se había apoderado de la mUjer
rado un segundo servicio, pues los platos habían SI' alcalde, quien a su vez danzaba, hasta gastar sus sue·
do limpiados hasta de la última migaja. Se sirvieron
también pasteles de miel. Hice distribuir nuevos VI' (1) Pañuelo ricamente bordado.
nos. Sylvla repartía tabaco.
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las de hierro, con una hermosa muchacha. Sylvia era Durante el tiempo que no la había visto, Gina ha-
balanceada por un gallardo mozo. Todo el mundo bai. bía engordado un poco, pero su belleza no era menos
laba. Los músicos, los tzíganos, no podían ya rascar esp!endoro~a. Me lisonjeaba la idea de que hubiese
sus violines. Los cascados cobres sonaban como ca- venido a mi casa. Pero no me atrevía a mirarla. Se tie-
cerolas. El viento, que había aumentado, enronquecía la nen esas cobardías. Una idea me asaltó. ¿Por qué ha-
música. Entonce.s nuestros "irtztari" ('), un poco bo- bía aceptado acompañar a su marido? ¿La habría for-
rrachos, se. p~sleron a cantar. Se sirvió ·tzuika, sazo- zado a venir? En todo caso, no tenía ese aspecto. Me
nada con pimienta y canela. Los grandes jarros pasa- sonreía con un poco de coquetería.
ban de mano en mano, mientras se bailaba. ¿Promesas? Por cierto, se tienen siempre algunos
Iba a marcharme al salón con algunos hUéspedes pequeños derechos sobre una mujer que nos ha per-
notables,. cuan~o un coche se detuvo ante la granja. tenecido, y recíprocamente. iPero este complaciente
Descendió Alejandro Corbú, radiante. El tomate de ,su marido, que llevaba a su mujer a la casa de su anti-
nariz se había puesto malva con el frío. guo amante! iQué singular aventura era el día de mi
Tendió la mano a derecha e izquierda, y mis hom- santo!
bres los campesinos no saben guardar rencor lo Desde luego, esta actitud de Gina me parecía
acogieron gentilmente. sospechosa. Este corazón' fiero y altivo, que había des·
-Buena fiesta, querido amigo ... Yo no podía fal- pedido al bastardo con tanta sangre fría, ¿había cam- ·
tar en un día tan bueno. biado hasta ese extremo? ¿Es que amaba y esto la ha-
-Sea bienvenido, señor Corbú. Entremos a la ca· cía pisotear sus antiguos prejuicios?
sao Hace frío, ¿no es cierto? -Siempre soñador me dijo ; tiene. usted un
. Un instante; no estoy solo. He traído a mi muo aire ausente.
Jer. Su marido se acercó:
-Querido amigo, nos aburríamos a muerte en
-Mamá, Sylvia, apresúrense; tenemos visitas. nuestra casa. Cuán agradable es la suya. ¿No es cier·
En medi.o ~e mi prisa y de mi emoción, arrojé al to, Gina? ,
suelo un chiquillo. Los bailarines hacían círculo alre-
dedor del coche y manifestaban su alegría. Asintió con la cabeza.
¿Entonces el niño no existía para ellos?
. Mi encuentro con Gina fue simple; un saludo tri· Corbú volvió a beber. Su avaricia lo hacía·aprove-
char la ocasión. Tuteaba a todo el mundo y hablaba
v~al, como entre viejos, amigos. Desde luego, no cam·
tan ruidosamente que no se oía a nadie más. que a él.
b~amos una. sola palabra. Su marido hizo las presenta·
El alcalde, malicioso, llenaba sistemáticamente su va-
clones de. rigor. No me presentó a su mujer. Mi madre
so, de tal modo que pronto se adormeció déspués de
tuvo un ligero estremecimiento al tender la mano a
Gina. dos grandes tragos.
-Estoy contento de verla, Gina, y de saberla feliz .
~ntramos en la casa. La nieve empezaba a caer, Volvió la cabeza y me mostró a su marido con la
Sonriente, Sylvia nos esperaba en el hall. Nos senta·
mirada. Roncaba como un brigadier. Me dijo:
mos de ~uevo a I~ mesa. En el patio continuaba la fies'
tao Corb~ se dediCÓ a beber. Mi madre, sentada al la· -Dispénseme usted. No me volverá a ver si ~n­
do de Glna, le hacía los honores. tenta vengarse de mí. Usted sabe vengarse; no lo Ig-
noro.
(1) Músicos. -iNo tema nada! No se venga uno de los muertos.

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-;Escucha. Te lo vaya decir todo.
Toqué a fondo. Bajó la cabeza. Prosigu ió:
-Mírame a los ojos. Tú me ocultas al guna Cosa. -Fe lizmente tú no fuiste. Hubiera sido muy des-
¿Dónde está nuestro hijo? raciada si te hub iera visto a su merced . Desde lue-
Vaciló. ~o, tu actitud lo ha desconcertado. Parecía dudar que
Corbú buscaba una mejor postura en la silla . Apo. hubieras sido tú quien ... ¿Comprendes? llera esto ~o
yó su cabeza sobre un racimo de uvas que reventó y duró mucho . Si hubiera sufrido yo sola , no me habna
el extremo de su hermoso bigote se hundió en una importado, pero es sobre Nina sobre quien ha conce~­
taza de café volcada. trado su ·od io. Nuest ra hija se te p~rece. M~ lo ha dI-
-Mira mi felicidad murmuró, mostrándolo con cho él mismo después de haberte VIsto la primera vez .
los ojos. Desde entonces su actitud ha cambiado respecto a mí.
Nos levantamos. La llevé al salón . No había na- Sus atenciones y sus fi nezas se me ha ~ hecho sospe-
die. Se estremecía. Su chal, deslizándose, descubrió chosas . No he t ardado en saber por que.
sus hombros. Afuera, el viento soplaba en ráfagas . Se detuvo para tomar ali ento.
De pronto, el recuerdo de nuestros días felices me -Esto es lo que quiere : servirse de mí, de 'nues-
inundó de amor el corazón. En un estrecho abrazo , ol- tro pasado, obtene r que yo t e . e.~gañ e con la ilusión
vidando el pasado, sellamos para siempre el porve- de que seré tu querida , a condlclOn ?e que ponga~ la
nir de nuestras vidas. mitad de tus bienes a nombre de Nma. En s eg~lda,
-Salgamos pronto; que no nos sorprenda . cuenta con apoderarse del resto y echar~e de aqUl. Es
Corbú había vuelto a beber. Me acerqué y lo abru· para comenzar este j uego que me ha obligado a acom-
mé con dos vasos de ron. Era tarde. Cuando ví a mi pañarlo.
"querido vecino" borracho perdido, le regalé al alcaI- -¿ y qué le has respondi do tú?
de algunas botellas para que se fuera a festejar a otra -He aceptado .
parte mi santo. Al partir, roció con vino la cabeza de Reímos y nos besamos.
Corbú, como se hace cuando se entierran buenos cris- -Un instante dijo ella, súbitament e grave .
tianos. Los otros convidados partieron también. He aceptado con una condición.
Todos fuimos a acostarnos. -Dila.
-IHe jurado resistirte , y te lo pr?ba ~~ .
-Nicolás, muchas veces he querido darte noti· Al amanecer la conduje a la habltaclon que le ~a­
cias mías, pero no he podido. Desde que te supo cero bia reservado. Pensaba que desde ese moment o nin-
ca de mí, espía todos mis gestos. Esperaba darte una guna fuerza humana podría separarnos ...
sorpresa, traerte a Nina, nuestra hija. Pero se opuso.
"No antes que yo lo permita", dijo. Una gobernanta y
una chiquilla, sobrina suya, nos vigilan sin cesar . F16y 3
día me ha forzado a acompañarlo a tu casa. Pero yo
no quería. Todas las tonterías que ha hecho a tus cam· 'Primero con mi madre y después solo devolví
pesinos no tenían sino un fin: obligarte a ir primero la visita a Corbú . No hicimos ninguna alusión a Nina .
a nuestra casa. Muchas veces le ha recomendado a Es inútil agregar que no la vi por ninguna parte Y
la gobernanta que no se mostrase con Nina si tú ibas. que Gina no se atrevió a hablarme delante de su ma-
Nina es el cebo que te tiende para conseguir sus fines . rido. Comprendí que se lo había prohibido . El verdugo
-¿Qué fines?
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se mostraba más astuto de lo que yo lo había imagi- "iPobre Gina -pensaba.-, va a martirizarla a cau-
nado. A!gunas ~eces sentía deseo~ de acogotarlo. La sa de mi estúpida broma!".
presencia ,de Gma ~e de~armaba: Espérate, espérate
-me declan sus OJos tristes ; paciencia, triunfare- En casa de los Corbú no podía hablar libremente
mos". Por mi parte, me decía: "Anda, bandido muy con Gina. En mi casa, su marido nos espiaba; me era
pronto verás con qué leña me caliento yo". ' necesario ocuparlo, distraerlo. Así. cada vez que venía
Una vez que vino solo y de improviso, lo dejé a invitaba al notario, al alcalde y a otros buenos come-
almorzar. Me dijo con la boca llena de salchichas: dores Y sólidos bebedores como Corbú.
-Mi hija está enferma. Desde hacía tiempo se sabía que yo era el aman-
S~,s ojos me miraban fijamente. No dejé ver mi te de su mujer y el padre de su hija. Mis hombres es-
emoclOn. taban . orgullosos de ello y desdeñaban a los de Cor-
- .¿Usted tiene una hija? bú. El alcalde sentía un placer particular en emborra-
Se atragantó; después, pálido: charlo; me hacía un gran servicio.
-iCómo! ¿No se lo había dicho mJ mujer? ¿Ella Algunas veces, para variar las entretenciones, ju-
le ha hablado? No le ... gaba a las cartas con mi "querido vecino". Conociendo
No terminó. su avidez, lo dejaba ganar para ponerlo de buen hu-
-Nunca le respondí . Pero no se inquiete us- mor. Después de lo cual se lo traspasaba al alcalde.
ted. Su hija mejorará. En ocasiones me inspiraba piedad. Nunca había encon-
Continué: trado un ser semejante a él en medio de la vasta co-
-.¿ y cuándo le hace la pareja? Me ofrezco a ser lección de muestras humanas que había ojeado mien-
el padrino. tras era director artístico del cabaret. Todo hombre ,
Me reí de todo corazón; había decidido mofarme aunque sea comerciante en cerdos, traficante de no
de él. importa qué, político, reclutador de perros o de muje-
Agregué: res, teme a alguien o a alguna cosa en este mundo:
-y mi mujer será la madrina, naturalmente a otro hombre, a la ley o a Dios. Todo individuo, por
-¿.Qué ... qué mujer? dijo, con los ojos inyecta. abyecto que sea, guarda en lo más profundo de su ser,
dos como los de un zorro caído en una trampa. atrofiado, un sentimiento de vergüenza, de piedad, de
-iOh! La lengua me ha vendido; quería guardar honor, que le impide manchar los símbolos, profanar
este secreto para darle una sorpresa, pero ahora ... los altares, a menos que sea verdaderamente loco.
V~mos, se ,lo vaya decir todo: me caso, Alejandro Coro Corbú no era loco; y, sin embargo, no temía a nadie,
bu. Despues de Pascua asistirá usted a mi boda. Me no creía en nada. Tenía su dios: el dinero. Aparte de
caso con una gentil millonaria. Todos tenemos dere· éste, no existía nada para él. Su mujer representaba
cho a ser felices. La vida es tan corta. una Cifra; su hija, otra.
No tuve tiempo para continuar; se levantó brus- Pueden imaginarse qué paciencia me era neces~­
camente. ria para soportar a este individuo. Cada vez que lo vela
-Excúseme, es tarde: tengo que hacer en la al- lo sentía sobre mi piel como una sarna.
d~a. Estos campesinos son abrumadores... Hasta la En toda la comarca las mujeres amenaz~ba~ a
vista. sus muchachos con: "¿Quieres callarte? iAhl vle.ne
Desde lejos, uno de mis hombres lo siguió a ca- ~orbú!", y los niños enmudecían. Los hombres se In-
ballo. Corbú volvió a su casa a todo galope. Juriaban llamándose Corbú.

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Yo estaba bajo el talón de Corbú. Si se molestaba zo señal de que me callara; a su vez, ella quería po-
debía apaciguarlo; si estaba triste, me era necesari~ nerlo rabioso.
consolarlo; si sonreía, estaba obligado a sonreír tamo -Alejandro, ¿te digo lo que acabo de saber?
bién. Era mi deber soportar al verdugo de mi hija y de -¿Oué? gruñó.
la mujer que amaba. Estaba obligado a sufrir y a es. -El proyecto de matrimonio de don Nicolás se
perar los acontecimientos. ha frustrado .
Gina me tenía al corriente de los consejos que él y volviendo sus ojos hacia mí:
le daba: "Sedúcelo; atúrdelo; pero rápidamente, por· -Pobre don Nicolás; icuánto lo siento!
que de otro modo no llegaremos a poner la mano so· _¿ Verdad? preguntó Corbú cuyos ojos se salían
bre su fortuna. Véndale los ojos, prométele todo, todo . de las órbitas
¿entiendes?, itodo! Pero si yo sé que ... " Yo sabía que esta noticia iba a ponerlo loco de
Cuando me contó esto, le dije: alegría; evidentemente, yo era más vulnerable solo
-Toma a la pequeña, Gina, y vente a mi casa . Yo que casado.
sabré defenderos. Puse una cara tríste.
-iAy de mí, sí, mí amígo!
Bajó la cabeza: Hubiera querido decirme algo para ocultar su ale-
-Lo he pensado antes que tú, pero no olvides que gría y expresarme sus condolencias, pero no pudo
la ley le concederá a la niña. Y yo sé, Nicolás, que sin sino farfullar dos o tres palabras; su mano se apodero
Nina tú me querrás menos. de la botella de tzuika. cuyo qollete se hundió ruido·
Infaliblemente llegábamos a esta conclusión que samente en el agujero de su boca. Vació de un trago
ensombrecía nuestra fel icidad: era necesario aguar· 111 botella. Todavía oiqo el gluglú del alcohol rascan·
dar, vencer. do el gaznate del monstruo.
El rescate que Corbú exigía de mí no me daba Lo llevamos borracho perdido a la pieza de las vi·
ninguna garantía. Nina y Gina serían siempre sus bie· sitas . Ahí se puso a aullar, reclamando a su mujer . Gi·
nes, y en su casa. na, temblando, estaba oculta detrás de Sylvia. Esta me
Yo quería saber, de una vez por todas, hasta dÓn· consultó con la mirada . Apacigué al ebrio diciéndole
de podría ir este individuo. que su mujer había ido a tomar un baño y que volvería
-Desde mañana, Gina, trata de hacerle compren· luego. Pasó un cuarto de hora. Se impacientaba.
der que yo cedería a la señorita Nina Corbú dos mil -Oue venga, que venga inmediatamente esa pe·
fanegas, a condición de que tú seas mi amante; , rra.
Nos aproximamos a la mesa en que Corbu bebla No tuve más remedio que darle dos botellas de
cognac viejo.
con el alcalde.
.
-Díganos, pues, señor alcalde, si usted ha llega· Cinco días después había nevado" sin cesar .
do a apreciar como se merece a este noble amigo. a la caída de la noche, Corbú y Gina llegaron en trineo.
nuestro Alejandro Corbú. Venían helados .
-Ciertamente, ciertamente, don Nicolás. No hay -Son ustedes muy imprudentes les dijo mi
dos como él en el mundo. iPor mi fe que sí! BebamoS madre ,los caminos no están seguros. Sus armas
a su salud. iViva el boyardo Corbú! no les serían suficientes si una manada de lobos los
Se habría creído ver a Corbú beatificado y cele- persiguiera . Los habrían devorado antes de que hu·
brando el jubileo de su triunfo sobre mí. Gina me hl- bles en tenido tiempo de disparar dos balazos.

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I

Aprobé a mi madre. Sostuvo su palabra. Nuestro amor duró hasta el


El respondió: fin de su vida, sin desfallecimientos.
He olvidado hablar de la actitud de mi madre y
I
-lEs que, vea usted, era necesario que lIegára. de Sylvia en esta extraña historia, porque ellas se
mas de cual.quier modo. Si el. viento se pone a soplar guardaron siempre de darme el menor consejo. Una
-y ya comienza ,los caminos se pondrían entera. sola vez, Sylvia me dijo: "Has tomado un mal cami-
mente impracticables. He venido para estar más cero no, Nicolás ... ". Y eso fue todo.
ca de la estación. Me voy por una semana a Bucarest. Por otra parte, amaba a Gina como yo mismo.
las rentas disminuyen y usted sabe que ... iel diner~ -,Aprovechemos su ausencia, Gina, y hagamos
es el dinero! venir a Nina; me muero de impaciencia; sueño con
Yo miraba a Gina. Así, pues, él había aceptado el ella todas las noches.
negocio. El mismo me traía a su mujer. De pronto se desvaneció. Nos dio miedo y nos
Era todo lo que yo quería saber. costó mucho trabaja hacerla volver en sí. Extendida
. ~uando el. tiempo se ponga bueno agregó , sobre pieles ante la chimenea y envuelta en chales,
mi mUjer volvera. Por lo demás, me ha dicho que le recobró al fin el conocimiento,
gusta mucho estar con ustedes; esto es menos triste -Está encinta murmuró mi madre.
que mi casa. Gina la oyó y dijo, sonriendo tristemente.
Y queriendo dirigir un cumplimiento a Sylvia y a -iOh, no! Me suicidaría.
mi madre: Agregó con voz alterada:
-y además, señoras, al lado de ustedes está se- -En el momento en que me condujo hasta aquí,
gura. No hay lobos en la casa. envió la niña a casa de uno de sus parientes. I

No se le respondió. Pasamos la noche todos jun· El verdugo lo había previsto todo. Graduaba su
tos. tortura.
Estaba hastiado de esta comedia; ni un santo ha- En la tarde, en medio de un sol que ponía color
bría podido resistirla; habría acogotado 'a esa bestia malva la nieve, mi madre, Sylvia y yo acompañamos
maldita. a Gina a su casa. Era necesario salvar ciertas apa-
Al día siguiente, temprano, partió a la estación. riencias. No me daba mucho trabajo en ocultar que
Y para que los lobos de mi dominio, que hubieran po· era mi amante, pero, después de todo, para los cam-
dido atacarlo, no reventaran envenenados al comer pesinos en medio de los cuales vivíamos, el ejemplo
sus tripas, lo hice escoltar por dos trineos que lleva· era desastroso.
ban a los mejores tiradores de la aldea . Mi madre tuvo la gentileza de quedarse con ella
hasta el regreso de Corbú, el cual. una vez más, me
-No llores más, Gina. ¿Por qué te quejas de tu probó que era estúpido y limitado, al mismo tiempo
suerte? Antes de casarte debías haber reflexionado. que avaro, rapaz y repugnante.
-Esa es tu culpa. Tú debías haber vuelto, NasO'
tras te echamos, es cierto, pero te queríamos. No 4
I
volviste más. Te esperé; después, viendo que ya ~o
querías saber nada más de mí, me casé con él. Habla Después de un invierno crudo y desesper.adame~­
olido mi dote, como un cuervo huele la carroña . te largo, recomenzó la actividad en los trabajos ag rl -
Me estrechó con pasión y me dijo: colas.
-No te abandonaré jamás,
129
128
En ese momento las mujeres estaban lívidas, t ranso Yo había cambiado .todo e~to: pe~o, sin embargo, sentía
parentes, los chiquillos y los campesinos, flacos como que en los campesinOS eXlstla cierta desconfianza res-
osos que acabaran de invernar, anémicos por el alcohol pecto de mí. No sabía a qué atribuirla.
con que habían reemplazado los alimentos. l:Iombres Un día un viejo me dijo decididamente que temían
que yo había conocido tan sólidos como encina. en el perder los granos con mis arados. Esto me afligió tan-
otoño, parecían ruinas. En sus ojos, vidriosos como los to más cuanto que cada vez que discutíamos esta cues-
de los caballos inútiles, se leía su miseria fisiológ ica . tión, los labradores se iban convencidos. Pero volvían
Arrugas profundas encuadraban su boca, que se abría al día siguient e, con el mismo temor mudo, visible en
como un agujero en el triángulo de su rostro con maxi· sus ojos . Ignoraba la causa de su actitud.
I
lares crispados. Durante todo el invier.no casi no ha· Uno de ellos , me dijo un día:
blan comido otra cosa que mamaliaga (gacha de hari· -Muy bien, boyardo; veremos si el señor Corbú
na de maíz), alimento engañador que satisface sin ali· tiene o no la razón .
mentar. Durante el año, y por espíritu religioso, duran· -¿Qué quieres decir?
te doscientos días, días de Cuaresma, habían perma· Vaciló, intimidado, y después :
necido sin comer carne. -¡Nos ha dicho que la semilla se echará a perder
A lo largo de los meses de marzo y de abril, la y que la máquina borrará la línea de demarcación entre
campana de la iglesia no hacía más que doblar. Se en· las tierras que usted nos ha arrendado y las suyas. Y.
, I
terraba a los recién nacidos en ataúdes que no eran en efecto, ya no se las ve.
¡I más grandes que las cajas para zapatos. Se enterraba _.¿ y tú le has creído?
también a los niños y a los adultos Que hablan vivido -Parvú le ha respondido por todos nosotros , y a
I \ durante todo el invierno en sus madrigueras, pero a nosotros nos ha dicho: "Ustedes son más best ias que
los cuales los primeros rayos del sol fulminaban despia· las ovejas si creen a ese asno de Corbú ".
,• dadamente. Esta nueva infamia de Corbú no me impres ionó. Lo
Yo moría un poco con cada desaparecido. esperaba todo de su parte. Pero era necesario domar-
la estación de las lluvias había fundido la nieve, y lo, de cuando en cuando , aunque con precauciones . La
la aldea, con las casas descoloridas por el agua , toma- ocasión se presentó. Fue un domingo. Corbú y Gina aca-
ba un aspecto sórdido. Se hundía uno en el fango hasta baban de llegar. Antes de almorzar los llevé a ver las
las rodillas. El chapoteo de los hombres y de las bes- "bestias alemanas " . Había ahí numerosos campesinos .
tias en el barro tenía algo de siniestro. -Querido amigo le dije , usted , un ag ri cultor
, las casitas construidas con materiales ligeros co- eminente , ¿qué opinión tiene de estas máquinas?
mo los de los nidos de golondrinas, estaban transfor- Mis hombres eran todo oídos.
madas en esponjas. . Con su acostumbrada facundia , hizo el elogia de
Durante todo el invierno los hombres hablan veni- mi equipo .
do a pedirme víveres, que pagarlan, según decían, en Un campesino le dijo:
jornadas de trabajo. Me sentía muy feliz al verlos re- -Entonces, ¿por qué el otro día dijo a sus hom-
nacer al sol. bres exactamente todo lo contrario? Yo estaba entre
Habla decidido que trabajarlamos la tierra en co- ellos y le oí.
mún, desde el laboreo hasta la trilla. los arados em- Palideció. Yo intervine:
pleados hasta entonces eran muy pequeños, su reja nO . Tú no has comprendido bien; eso es todo.
hacia más que arañar la tierra: el surco era minúsculo. -Sí, sí; yo no soy sordo.

130 131
y otro: Tuvimos algunos meses de calma. Gina le había
-Yo lo soy menos. dicho que yo estaba decidido a firmar el acta, pero que
Corbú apretó los labios. Lo llevé precipitadamente era mejor no apresurarse, ya que daba algunos signos
hacia la casa. de desconfianza. Le creyó y nos dejó tranquilos. Por lo
demás, los regalos con que colmaba a Gina y los ju-
guetes para Nina, que le remitía con el mis!l1? Corbu ,
Partió inmediatamente después del almuerzo. Le le hacían creer que yo entraba en sus proposltos.
había hecho señales a Sylvia para que le ofreciera los
mejores licores, y, aprovechando su embriaguez, pude La cosecha fue magnífica. Con gran sorpresa de to-
cambiar algunas palabras con Gina: dos, mi trigo era dos veces n:ás alto qu~ en los añ~s
-Me pregunta sin cesar en qué punto estamos de precedentes, y la espiga, nutrida con el Jugo de la tie-
nuestras relaciones y por qué no te decides me dijo rra estaba pesada de grandes granos. Los segadores
Gina . Me hace escenas terribles: "Me divorciaré, pe· ha~ían gaVillas que parecían enorm~s I.ingot~s de. oro.
ro retendré a la niña. Guardaré también tus bienes, los La abundancia era inusitada. Los chiqUillos invadieron
cuales, por contrato, serán de la niña. iY que yo te en· los campos para recoger las espigas. soltadas de !as
cuentre en su casa! Si tú crees que mientras yo viva gavillas. Se quejaban de la compet.encla que, les hacl~n
podrás casarte con él, te mato. Que se vaya al diablo las nubes de codornices y de perdices. J!i mas se habla
con su madre y Sylvia, su querida". Visto tantas en estos parajes. Yo recoma.a cab~1I0 la
Era tiempo de obrar para ahorrar esos suplicios a propiedad, animando a los trabajadores. MI alegria era
mi pobre amiga. Un solo pensamiento me obsesionaba Inmensa.
desde que mi amor había despertado : llevarme a Gina En el estanque, chiquillas desnudas atrapaban can-
y a su hija. Lo que el verdugo exigía de mí no era na· grejos con las manos; otras, con redes, pescaban car-
da, comparado con los bienes supremos, al lado de los pas' otras aun las freían para los obreros. Yo almor-
cuales yo languidecía. Yo no tenía otro hijo; era rico. zab~ a la sombra de los sauces, bajo la mirada de las
¿A quién dejar mi fortuna, sino a los dos seres que náyades, con las cuales compartía los pasteles que ~yl­ ,
más amaba? ¿Se me pedía la mitad de mis tierras es- via me enviaba de la casa. En la tarde echaba una sles-
tando yo Vivo? Lo habría dado todo. Pero, ¿con qué de- tecita sobre el pasto. Las muchachas vigilaban mi re-
recho este miserable se encarnizaba conmigo? Cierta- poso, ahuyentando los mosquitos, y hacían pacer a mi
mente, yo no valía gran cosa, pero él era peor. No tenía alazán. Despertaba de mi sueño con los gritos de .Ias
calidad para juzgarme ni para imponerme su voluntad . pescadoras, que peleaban con las descaradas angUilas
"Sálvame", gemía la desgraciada Gina, cada vez que se abrían camino entre sus muslos.
que nos veíamos. Me ofrecían flores de los campos y nenúfares .
Yo no tenía miedo al desenlace; quería solamente -Esto es para su señora me decían.
tomar mis últimas medidas para sorprender al mons- - y para mí, ¿nada?
truo y abati rlo. Entonces, surgiendo de los cañaverales, las mu-
Supe que durante el invierno había comprado nue- chachas se acercaban; con una mano se tapaban el sexo
vas tierras a vil precio y que mi propiedad estaba aho- y con la otra traían grandes carpas doradas que se de-
ra casi enclavada en su dominio. Por su parte, estab~ batian furiosamente, golpeando con las colas los naca-
preparado. Sus qUijadas esperaban el momento propi- rados senos.
cio para triturarme. -Eso es para usted.

132 133
Dejaban los peces en el suelo y huían riendo. -Nada . Todo eso lo encontraré en los cinco sacos
suplementarios de mi parte.
las flores que habían é!rrancado, se enderezaban
brillantes, detrás de ellas. Esperaba otras preguntas . Nadie se atrevió a ha-
ila vida es muy hermosa a veces! blar.
-¿Todavía no les parece bien?
El último día de trilla me quedé con los trabajado. Entonces un campesino se destacó del grupo. Me
parece verlo aún, con sus mejillas tensas sobre los ma-
res. En sus rostros, curtidos por el sol, se dilataba la
xilares, cabellos sucios, flaco como un clavo. Se detu-
alegria. Sin embargo, subsistía una sombra de inquie.
vo a dos pasos de mí, miró alrededor suyo, después se
tud. ¿Cómo se hará el reparto?, decían sus ojos.
abrió la camisa :
-Bueno dije, cuando la máquina jadeó por últi. -Pegue, boyardo. Escúpame usted ; lo merezco .
ma vez ,¿cuántos sacos por fanega?
Quedé estupefacto.
Nadie se atrevió a responder.
Intervino el viejo Parvú.
-¿No entienden ustedes? ¿Cuántos? -Puesto que él lo dice, don Nicolás, es que es
,,

,, -Oh, boyardo ... , usted debe ir ... , ivea usted cierto. Pero que vaya a hacerse pegar por el b~yardo
mismo!
Corbú, del cual es espía entre nosotros. Eso sena me-
-Nada de "vea usted mismo". iVamos! ¿Nadie io jor.
sabe? Graves y serios, los demás aprobaron. El arrepen-
-:Sí, pero ... tido se fue cabizbajo.
-No vamos a perder el tiempo charlando. Después de esta inesperada esce~a, muje~~s: hom-
-'Quince sacos, boyardo, y el año pasado no saca· bres y niños me cercaron; lanzando gritos de Jubilo me
mas más de diez. lanzaron sobre un montón de cálido trigo , donde me
-Quiere decir que nuestras tierras han dado cinco hundí. .
sacos más por fanega. ¿No es ,eso? Hice traer comida y bebida ; y mi madre y Sylvla
-sr, sí dijeron en coro. se nos reunieron. En la noche, a la luz de las grandes
Pero todavía se preguntaban cómo iba yo a hacer fogatas, se cantaba y se bailaba alrededor de los mon-
la partición. tones de trigo. .
-Así, pues, ustedes deben tomar diez sacos cada Ese fue el más hermoso día de mi carrera de agri-
uno. Veamos, tontos, ¿no saben contar? ¿Tan difícil es cultor.
esto? La forma en que había hecho el reparto se exten-
Baja la cabeza, callaban.
¡ -¿No les gusta? •
dió en seguida por toda la región. Gina vino a verme.
Me dijo que su marido echaba espu~a. Du.rante to~a
Sin levantar los ojos, uno de ellos dijo: una noche había delirado, aullando: Despilfarra mis
-¿Usted no retiene nada por la semilla? bienes, nos va a arruinar. Los campesinos se van ~ s~­
-Nada. blevar. iQue se vaya al diablo! Y tú no vuelvas aqUl s!n
Otra voz: haberle arrancado la promesa definitiva de una ceslon
-¿Y por el arado? inmediata. ¿Entiendes?
-Nada. la tuve una semana conmigo.
Una mujer:
-¿Y /por la trilladora, los sacos, la comida?
II
,
135
,
134
5

Es necesario que repose un poco. He pasado una el rey firma los decretos de reducción de penas. Al día
noche espantosa. Estoy en el límite de mis fuerzas. Los siguiente sería capaz de matar a los carceleros si no
pocos sorbos de agua tibia que he tomado, me vuelven fe /levan a fa escribanía ~e fa prisión ~ fin de. ver si no
a la boca y los trago de nuevo con mi saliva. hay nada para él. Despues de haber ViSto fa lista, llora
Para calmar mi cabeza, aunque sólo sea un instan. durante dos semanas. L/<!ra así de~de hace añ?s. Uf ti-
te, me esfuerzo en no pensar, .mirando solamente lo que mamente se ha tenido piedad de e~ . Se .fe deja en la
pasa a mi alrededor. Así puedo ver si mi cerebro fun. enfermería mientras hay camas disponibles. El otro
ciona todavía normalmente. Se me hostiga desde hace "reumatismo" divaga continuamente. Me pare~e que la
dos o tres días. Se cree que he comido a escondidas y administración lo protege. Durante todo el dla y aun
los enfermeros esperan que mi huelga de hambre ter. hasta entrada fa noche, pasa inclinado sobre sus pape-
mine de un momento a otro. lotes. Algunas veces le veo arrancarse ~os cabellos.
No pueden explicarse mi resistencia. Sin embar. Después busca alguna cosa en un gran libro. Cuando
go, es bien simple; la sola voluntad e~ la que me s~s. la encuentra se entretiene durante horas enteras. Cuan-
tiene. Duro porque quiero durar. Mamé cuando qUle. do duerme. los otros hablan de él. Todos. creemos que
ra. No depende sino de mí. He resuelto durar hasta el es un poco lunático. Nadie conoce su crimen; de e6t~
término de esta confesión. Sufro, y es singular que su· modo, desconfiamos de él. I
fra como si hubiera comido y bebido mucho toda la no· "La pulmonía" me decía, día~ atr~s, ~ue aqu~1 hom-
che. bre había escrito libros que nadie lela: Ha debido ha-
Dije que se me había hostigado; se me quiere obli· cer pacto con el diablo por toda su vi?a". I

gar a que coma como los otros presos, mis compa.ñe. Ayer me habló. He anotado concienzudamente to-
ros de enfermería. Para tentarme se les lleva apetito· das sus palabras.
sas viandas y pan fresco. Tienen orden de comer cerca -Dime, huelguista, ¿qué es lo que garabateas? ,
de mi cama. Los imbéciles no se dan cuenta de que -¿Y tú?
se les cuida para enviarlos más rápidamente a las sao Se rascó la barba con el lápiz y ojeó sus papelotes.
linas. -¿Sabes tú me dijo que la distancia ~o.rmal
, Hay cinco en esta pieza: "una pulmonía", "dos ;eu- entre dos átomos vecinos es de cuarenta centeslmas
matismos", "un accidente" y yo. En total somos mas o de cinco millonésimas de milímetro?
menos doscientos cincuenta, y para que podamos aban- Ante estas palabras, "el accidente" cogió el jarro
donar vivos la prisión será necesario que transcurran del agua y se puso en guardia.
ciento cincuenta años. Pero nuestra salud es tan la- -¿Cómo dices?
mentable que reventaremos todos en menos de dos -Sí, querido colega, es lógico, porque según la
años, yo el primero. ecuación de ... (aquí pronunció un nombre que no pu-
"El reumatismo" mi veciAo de cama, tiene una ma- de retener) en un cienmillonésimo de diezmillonésima
nla: cada mañana ha'ce una muesca en una tablita de de milímetro cúbico de éter hay un solo átomo. ¿Quie-
encina, que es su calendario. Es un viejo presidiario, res que analicemos las cifras?
condenado a perpetuidad. Cada año sufre un acceso de Bebí un trago de agua que quedaba en mi botella.
locura que le dura una decena de dlas; esto sucede en "La pulmonía" se persignó y en voz baja me raga-
las vísperas de las fiestas nacionales, que es cuando que me callara. El hombre continuaba hablando. Tuve
Piedad de él; seguramente me tomaba por un intelec-
136 tual. Le respondí suavemente:

137
slonera en ca~a de Corbú. El había confiscado nuestra
-Has elegido mal; no entiendo nada de tus histo-
dicha. Arrastrabamos a ese monstruo con nosotros co-
rias, a pesar de que las matemáticas fueron mi debi-
mo los galeot.es ar~astr~b~n su cadena. Hacerlo des~pa­
lidad. recer me hubiera Sido facll. Pero, ¿y despUés? ¿A quién
Se estremeció. Proseguí: beneficiaría mi crimen? Quizás a todo el mundo excep-
-,A la edad de cuatro años sabía contar hasta to a mí. Así, pues. era inútil. '
ciento. Lo aprendí en mi casa llevando la cuenta de los
Reflexionaba: en cualquier instante puede venir a
preservativos día y noche.
"La pulmonía" estalló en una risa tan violenta que llevarse a su mujer y prohibirle que vuelva a verme
El negocio que estamos ' a punto de concluir no tien~
le produjo hipo y lo puso rojo como una peonía; debía
ningún valor, ni ninguna garantía legal. No tengo ningún
tener unos cuarenta y dos grados de fiebre.
Después nos ocultamos bajo nuestras ropas, por- título sobre Nlna. Se quedará con ella. Sabe que quiero
que el loco lanzaba una lluvia de silbantes escupos, ad- a la madre y a la hija. Tiene sobre mí una hipoteca te-
mirablemente dirigidos, sobre cada uno de nosotros. rrible. El bruto la aprovechará sin piedad.
Esta mañana ya no está en su lecho. _ los acontecimientos no tardaron en probar que yo
Un enfermero nos ha dicho que anoche, a la hora tema razón.
de la salida de las salinas, aprovechando un descuido de _ Foe un día jueves, a principios de otoño . Gina que-
los guardias, se había tirado en el vano del ascensor. na volver a su casa con mi respuesta definitiva, que
Sin duda, ha llegado al infierno. era, naturalmente, afirmativa. Yo estaba decidido a so-
meterme a la voluntad de Corbú. Estábamos en el jar-
Bebimos, de un trago. esa gota de amor la semana dín, a la sombra de un membrillo que gemía bajo el pe-
que Gina pasó en mi casa. S? de sus fr~tos; muy cerca de él. una higuera daba
Sin embargo, en cada despertar, nuestros apaci- signos de fatiga: es tiempo de encerrarme en el inver-
guados sentidos cedían lugar a la angustia: iNina! Mu- nadero, parecía decir. De pronto oímos cascabeles ca-
chas veces nos deshicimos en lágrimas, sin pronunciar ballos que piafaban, y un coche se detuvo en el patio.
su nombre. lo teníamos en los labios y lo cambiábamos Acudimos ...
en nuestros besos. Corbú de~_cendió majestuosamente. llevando de la
Se habría podido creer que nos callábamos por mano a una mna.
egoísmo, por no ensombrecer nuestra felicidad. Pero al ~Is ojos. lo. apuñalearon. Volvió la cabeza. Miré a
cabo de una semana de silencio. mientras más nos es- Ia nlna. No VI SinO bucles rubios.
forzábamos en alejar su recuerdo, más nos asaltaba Algunos minutos despUés me uní a todos en el
éste; era un verdadero hechizo. Me parecía que toda sa Ión.
mi pasión por Gina. todos mis abrazos, privaban a mi Corbú conversaba con Sylvia, cuya mirada estaba
hija de un poco de amor. No habiéndola visto jamás, amenazante. Glna y mi madre, de rodillas sobre coji-
I me torturaba en Imaginarla, en crearla en mis pensa'
"
I ~es, charlaban con Nina. Debían haber llorado, porque
mlentos.
us rostros estaban atormentados. Cuando me vieron
Glna y yo sabíamos que, sin ella, no podía haber entrar, palidecieron más aún.
para nosotros ninguna felicidad posible. El amor carnal Debo reconocer que Corbú desempeñaba su parte
que nos prodigábamos no podía hacernos forjar ningu- COmo un actor consumado.
na ilusión; lo habíamos comprendido muy bien durante -¿Entonces está usted bien, amigo mío? ¿Ha vis-
toda esa semana. la razón de nuestra vida estaba prl-
139
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to tiempo más ruinoso? Si sigue lloviendo tanto no ten. Según los términos del acta de donación, me re-
dré uvas este año. servaba hasta su mayor edad la administración de las
Dije: fer ras que donaba a la señorita Nina Corbú. Por una
-Le será necesario, entonces, amordazar a sus ;eg unda acta, legaba, en caso de deceso, toda mi foro
vendimiadores más sólidamente que de ordinario. tuna a la señora Gina Corbú. La casa,_ los mu.ebles y
No me respondió sino con una mirada de desprecio. una fuerte suma de dinero correspondlan a mI madre
Con perezoso gesto abrió una cajita de hojalata. y a Sylvia.
¡.He hablado antes de este detalle? Permanentemente
llevaba sobre sr esa cajita, de la que sacaba granos de Pasó el tiempo. . ..
pimienta que mascaba para "perfumar" la boca. El tao Transcurrieron años sin que mI amor por Glna dIs-
baco que fumaba, mezclado con estragón, apestaba has· minuyera y sin que mi tristeza por estar separado de
ta el extremo de matar las moscas. Esta vez se echó mi hija se apaciguara. .
dos granos a la vez. Corbú cerraba los ojos, pero nos espIaba en la
-Esta es su hija, ¿no es cierto? -pregunté. sombra. . ..
Sintió mi ironía. 'Cuántas humillaciones me hIzo sufrir, Sin que yo
1
-En efecto; olvidaba presentarle a mi querida Ni· pudi~ra protestar! Temblaba ante la idea de q~e se p~­
na. mi Nina, mi tesoro. Ven, amor mío, saluda al señor. diera vengar en aquellas que me eran tan quendas. ASI.
I Un poco asustada al principio. la pequeña dejó al lo soportaba todo. ¿Pero a qué entretenerme en esto?
fin los brazos de mi madre. que la tenía apretada con· Tengo otras tantas miserias que contar. .
tra ella. • Después de algunos años de esta existencIa, lle-
-Buenas noches. señor -gorjeó, tendiéndome una gué a pensar que las cosas podían durar, bien o. mal.
manita regordeta. toda la vida; se habitúa uno a todo y yo estaba !111~era­
Posé mis labios en ella y después le pedí la otra. blemente resignado . Pero un penoso aconte~lmlento
Me la dio. Dos pequeños carbones en un cielo amatis· trastornó mi vida.
ta me miraban tímidamente. Mi madre y yo nos habíamos sentado a la mesa
Sólo Corbú, con la fidelidad de un sismógrafo. ha· para cenar, y esperábamos a Sylvia. A menudo se ~a·
bía reqistrado todos los sacudimientos que yo había bía ausentado en los días anteriores y no nos h~bl~:
sentido durante esta escena. Cuando nuestros ojos se mas inquietado. Sin embargo, esa noche me opnmlO
encontraron, comprendí que yo era su esclavo para un presentimiento y rogué a mi madre que fuera a
siempre. buscarla. No la encontró. ¿Dónde podía estar?
-Venimos a buscar a mamá, ¿no es cierto, Nina? Muchas veces la había sorprendido con los ojos
Sylvia nos invitó a cenar. llenos de lágrimas, pero esto no me llamó mayormente
-Mil gracias dijo él . Un vasito de tzuika y la atención, pues, como mi madre, Sylvia lloraba por
una aceituna, para aceptar algo; se nos espera en la todo. A lo sumo le decía:
casa. -¿Qué tienes, mamita? ¿Te falta alguna cosa?
Diez minutos después partieron. -No, Nicolás, nada.
iVacío! iVacío! La casa quedó espantosamente No se le podía sacar otra cosa.
vacía. Envié un criado a la iglesia. A menudo iba a la.s
Al día siguiente, al amanecer, estaba yo en la ca- vis peras o a la aldea, para ver sus pobres, sin prevenir
pital del departamento. a nadie. No se la encontró en ninguna parte. Alarmé a

140 141
la casa y todos nos pusimos a buscarla. Al cabo de dos de que esta riqueza le aseguraba una larga vida, no ha-
horas de enloquecernos, un caballerizo un poco sordo, bía bastado a retenerla.
al saber de qué se trataba, vino. todo soñoliento, a de- Me lancé a la caballeriza. Los animales me sintie-
cirme que habla conducido a la señora a la estación y ron y se pusieron a piafar.
que habla tomado un boleto de ida para Bucarest. Su -Ensíllenme a "Tempestad ".
departamento estaba en orden; no había llevado más Monté mi potro y nos hundimos en la noche.
que una valija. Sobre su secreter, bien a la vista, se Los prados tenebrosos, poblados de fantasmas.
vela un estuche. Encontré ahí todas las alhajas que le hulan a lo largo del camino. Debí galopar por lo me-
habla regalado. Ni una palabra a su criada. Ninguna car- noS dos horas, porque mi bestia jadeaba. Me detuve
ta. . y la dejé tomar aliento. Me tendí sobre la hierba hú-
Sylvia había huido. meda. Algunos cigarrillos pusieron un poco de orden en
Lo comprendí todo inmediatamente y me callé. Es- mi cabeza ...
to me afligla dolorosamente; pero pensé en mi madre: La obscuridad era completa . Más allá del f irma-
-No te inquietes, mamá le dije ; tú sabes mento estaba la noche de los espacios; encima de mí.
cuán distraído soy. Ahora me acuerdo, vagamente, de la noche de la Tierra; y, en este infinito, no había sino
que Sylvia me había hablado de este viaje. No tardará yo y mis pensamientos .
en volver. ¿Por qué había huido ella? ¿Dónde estaba? No le
No puedo decir si me creyó o si había comprendi- conocía parientes ni amigos. No tenía sino a nosotros
do la verdad antes que yo. Sin embargo, me miró con en el mundo ... ¿Y si ha partido pensé de pronto-
tristeza y me dijo simplemente: sí. por asuntos míos , como tantas veces lo hizo cuando
Después, pensativa: recién nos instalamos en el campo? Iba a menudo a
-iSí! la ciudad para hacer compras urgentes y volvía muy
y después de un minuto: alegre de haber podido servirme. Era la que dirigía la
- i SI ,SI,' SI.
'1 casa. Ella había guiado mis primeros pasos de niño ...
Acodado en la ventana de mi pieza, mis miradas Quizás había partido para volver dos días después,
escrutaban las tinieblas. Hacía viento. Pájaros de gri- acompañada de un médico para sus enfermos ...
tos lúgubres herían la paz de la noche. Me parecía ver ¿No nos habíamos inquietado muchas veces , co-
a una mujer corriendo desesperadamente sobre una mo esta noche. al no encontrarla, porque sin prevenir
pendiente fangosa; otras la seguían. Bien pronto, una a nadie se Iba a llevar al hospital algún niño enfermo?
después de otra, desaparecieron en un pantano, en el ¿No se había ausentado una vez durante tres días, tres
fondo de la noche. días que había pasado a la cabecera de una pobre
Yo me hundla, abrumado por los remordimientos . muchacha, una muchacha de quince años que no po-
Sylvia me abandonaba y yo tenia la culpa. día dar a luz? No, decididamente, era una bestia al
Durante años enteros, mi vida, mi nueva vida, se pensar que Sylvia había huido.
habla limitado al trigo, a los campesinos, a los arados, Sylvia no podía haber hecho eso. Estaba tan fe-
a Glna y a esa agotadora lucha contra Corbú. No había liz de haber salido del cieno. Y en mi casa nadie la
guardado nada para mi gran amiga. había contrariado jamás. Sí. sin duda volverá. Pero ...
-IQué Imbécil era! No habla sido capaz de con- ¿QUé habrá ido a buscar a Bucarest?
servar su ternura y su amor maternal. Una idea se insinuó de pronto en mi mente .. : ¿Es
Ella hula de mi y de mi riqueza. El pensamiento POSible? No, soy un monstruo al imaginar semejante

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horror. ¿A su edad? ¿Después de tantos años? .. Có- Esta dormía también. Creí sorprender, en la paz
mo se reirá cuando yo le cuente esto. de su sueño, un fragmento de ensueño inconcluso.
Tenía frío. Mi caballo se había aproximado en si- -Mi amor, creí que era él. No me atreví a mover-
lencio. Yo buscaba mi estrella en la bóveda celeste. me. ¿Cómo has e.ntrado? .
No la encontré. No tenía estrella. La bestia me olió' Pusimos a Nma, adormecida, entre nosotros y, a
su cálido aliento olfateaba la humedecida hierba. Relin: través de la seda de sus cabellos, nos besamos.
chó. Quería convencerme de la inutilidad de mis medi- -Tengo miedo, Nicolás.
taciones. Tuve miedo de las tinieblas, de mí, de todo. Nina despertó. Una dulce sonrisa se expandió so-
Acaricié dulcemente las narices de "Tempestad". bre sus labios. Gina la puso en su lecho.
-Volvamos; mañana iré a buscarla a Bucarest; El día apuntaba.
tú le dirás, también, mi buena bestia, que te he hecho Cuando volví al "pridvor", los gallos de Corbú die-
sufrir por ella. ron el alerta ... , pero un poco tarde.
Partimos al paso. Quedaban todavía dos horas de i Que fueran al infierno, a hacerse asar con su pa-
noche. Una idea atravesó mi cabeza. Quise hacer una trón!
visita esa misma noche. No teníamos que atravesar Desde lo alto de la colina, al volver la cabeza, vi
sino una colina y un bosque; de un salto estaría en en la ventana una sombra que agitaba un pañuelo
casa de Gina. blanco.
Me detuve cerca de la reja de su casa. Era alta,
pero a pesar de sus cuatro metros la salté sin gran 6
trabajo.
"Anda, parecía decirme "Tempestad", yo te espe- Estaba aún en cama cuando Gina llegó a casa. No
ro aquí, sin moverme; no tengas miedo". le hablé de Sylvia.
¿De qué podía tener miedo? Había pagado mi res- De acuerdo con mi madre, había decidido ir esa
cate, había comprado el silencio del marido. Habría misma noche en su busca. Al saber mi partida, Gina
hecho muy mal en querer detenerme, sobre todo en se entristeció .
esta noche ... -¿Me permitirías que te acompañara?
Lo difícil era deslizarme hasta una ventana. Lle- -¿ y tu marido?
gué hasta el "pridvor" de la casa. ¿Por qué escogía Reflexionó.
esta clandestina manera de entrar? Habría podido des- -Nada más simple. Le diré: "Va a vender su tri-
pertar a todo el mundo; un sirviente me habría anun- go; es necesario que lo acompañe para asegurarme
ciado a Gina. Me burlaba de Corbú. No le tenía ningún que depositará en el banco el dinero para Nina". Es-
miedo. toy segura de que aceptará; ya lo verás.
Quizá si por deseo de novelería había escogido -iBuena idea!
este modo de entrar. Las granjas rebosaban qe una reserva de tres
Dormran. La lamparilla oscilaba ante un Cristo de años, una fortuna.
plata. Pude distinguir sus figuras. Nina estaba descu- -i,Y cuando sepa que no he vendido nada?
bierta. Un oso de terciopelo se estrechaba contra su -Todavía es más simple: no has obtenido el pre-
pecho. Extendí un chal sobre ella. Un extremo del pie cio suficiente. •

quedó descubierto; lo besé; lo retiró, después movió -iEntendido!


una mano y se dio vuelta hacia la cama de Gina. Estaba loca de alegría .

144 145
Nos dimos cita en la estación para esa misma comiera sin mI. Tenia una cita de negocios para la
noche ... venta de un bosque. Mentira evidentemente.
Mi _madre, que sabía el objeto de mi viaje , queria La lluvia empezó a caer a chaparrones. Quise vol-
acompanarme a toda costa. La disuadí. ver. Ni un coche. En un rincón de la calle advertí un
-No vuelvas sin ella, hijo mío. Me siento perdi. cabaret. .
da en este desierto. Tú sabes que no tengo sino a ella Los mozos , armados de Inmensos paraguas rojos,
La tarde me pareció Interminable. Para pasar ei acogían a los noctámbu los que descendían de los co-
tiempo me ocupé de miles de cosas insignificantes. ches.
En el momento de la partida, mamá me dio una Por pequeños saltos, de refugio en refugio, llegué
carta para Sylvia. a la entrada.
-.¿Qué quieres que te traiga? Me senté aparte y ped í un café. El mozo me miró
-Nada, nada; vuelve pronto con Sylvia. con desdén; comprendí.
Medi Impacientemente el andén en la estación -'Un café y una botella de Mumm helado.
preguntándome: ¿Vendrá Gina? ¿Habrá logrado con: Se inclinó a 180 grados .
vencerlo? Aquí está. Corrió hacia mí. Nos abrazamos Soñaba, envuelto en una nube de humo, cuando
como si no nos hubiéramos visto desde hacía una alguien me golpeó la espalda .
eternidad. -Sólo los candidatos al suicidio beben solos en
Estábamos solos en el compartimiento. Me dormí el cabaret. ¿No tiene vergüenza?
muy tarde, con la cabeza sobre sus rodillas . En la ma- Me di vuelta. La muchacha estaba pálida y había
ñana llegamos a Bucarest. En el hotel nos inscribimos echado mofletes .
como el señor y la señora. Almorzamos en nuestro de- --.;Siéntate , Mara. Me alegro mucho de verte.
partamento. Como Gina se sentía un poco fatigada, Hizo una señal con la mano a" dos hombres que
salí solo. acababa de dejar y se sentó a mi lado.
Fui a visitar los grandes hoteles; ninguna noticia -iQué cabeza tienes , Dios mío !
de Sylvla. -IEstoy fatigado, Mara. .
Como en otros tiempos, recorrí los jardines, los - N ' o eres muy amable. ¿Por qué nos evitas? Des-
cafés, los cines. iNada! Algunos 'sitios despertaron pués de todo, habrías podido venir a ver a mi mamá
mis recuerdos. Hice mi examen de conciencia. En to- ya mí. No te hemos hecho ningún mal. Además , ¿crees
da mi vida no tenía sino una falta que reprocharme : tú que ignoramos tus locuras?
Mara. Aparte de ella, los otros "botones" que había -¿Qué locuras?
cogido, aquí o allá, no tenían ninguna importancia. Era -Corbú nos ha contado todo. Has malgastado tu
una mercadería, como otra, y yo era un corredor, co- fortuna con tus mugrientos campesinos .
mo otros, honesto y concienzudo. -¿Eso es todo lo que te ha dicho?
En los bulevares y en la Calea Victoriel, ni som- Sonrió desdeñosamente.
bra de Sylvia; ni, siquiera un conocido. -No te creí tan bestia hasta el extremo de da r
Cansado, me senté ante la mesa de una cervece· dos mil fanegas a la hija de Corbú.
ria. Pero no estuve allí sino un breve instante. Estaba -Quieres decir a mi hija, Mara .
Impaciente por continuar mi búsqueda; durante horas ~Olvldas que oficialmente es hija de él.
erré un poco por todas partes. Esta discusión me irritaba. Continuó:
Hacia las ocho telefoneé a Glna, rogándole que -Verás cómo pronto pondrá la mano sobre todos

146 147
tus bienes. Si papá no se hubiese suicidado. morir ía Volvió a pedir de beber.
de pena y de disQusto. Mamá lamenta no haber discu. Nos quedamos silenciosos; después . enervada .
tido su testamento. arrolló su pañuelo, lo desgarró , lo hizo una pelot a y
Interrumpí: me lo arrojó a la cara .
-V tú. ¿qué piensas? -Te deseo; vámonos o grito. ¿M e enti endes?
Vació su copa de un trago y se apoyó contra mi -Mara, olvidas que tú eres mi hermanast ra .
hombro. -Me río de eso, y además no es cierto . Sólo sé
-Dejemos eso. querido. Sólo quiero decirte : des· que eres el hombre que me gusta. Eso es todo. Vo t e
confía de Corbú y de su mujer. quiero.
-iTú estas loca! ¿Desconfiar de Gina? -Un instante, querida, bebamos otro trago y en
. Prosiguió: seguida seré tuyo.
-En tanto que Corbú viva. no podrás hacer na· Las últimas copas la adormecieron. En el. coche
da. Es más fuerte que tú. Vendrá un día en que se di· se durmió completamente. Continuaba lloviendo. lle-
vorciará. y la ley le concederá la niña . Sabrá probar gados a su casa , llamé; apareció un criado .
que su mujer es indigna de tenerla. iVa lo verás! -La señorita está mal, ayúdeme a bajarla, pero
-¿V entonces? suavemente. Prepárele su baño y acuéstela en seguida .
-Hay una sola salida. Toma a Gina y a tu hija y Subí rápidamente al coche y di mi dirección al
vete al extranjero. Si quieres tener paz. asegura tu cochero.
propiedad y ándate. iPobre Gina! Debía estar muy inquieta esperán-
No pudo decir nada contra Gina; sólo los celos dome.
le roían aún el corazón. -Más rápido, cochero.
A las dos horas. los hombres que había dejado -¿No ve usted que los caballos se resbalan?
nos lanzaban miradas furiosas. Lo hice parar ante el Teatro Nacional, subí a otro
-Querido mío. vamos dijo. coche e indiqué otra dirección. El hombre me miró y
-Mara. si quieres quedarte. puedes hacerlo. sonrió.
Me lanzó una mirada maliciosa: Descendí en la esquina de la callejuela de mi in-
-¿Recuerdas que tú me debes algo? fancia. Reconocí la casa y su farolito. No había afue-
Tuve vergüenza. Me pareció que todo el mundo ra más que un perro . Seguía lloviendo.
sabía o había escuchado que ella era mi hermanastra. Antes de llegar a la puerta me había tranquiliza-
Pensé Que el mejor medio de salvarme era aparentar do. Miré por la ventana del salón. Los recuerdos me
que cedía. y después. en la primera ocasión. escapar' asaltaron; casi olvidé lo que venía a buscar .
me por una puerta de servicio. Lo ensayé. No me dejÓ N.ada había cambiado . Las mujeres me parecieron
ni un segundo. Ias mismas, las mismas de hace tantos años.
Debí proceder como otras veces. Pero se embria' _ Reconocí inmediatamente a Berta, la húngara . iS e-
gaba muy lentamente. Esto me impacientaba. Más y lor! Qué monstruo de mujer. Sentada sobre dos sillas .
más alegre me contaba sus aventuras cuando en me· Os rollos de su carne pendían a cada lado. iPobre Ber-
dio de una frase. se detuvo bruscame~te: . ta! Estaba gorda e hinchada como una mortadela. Creo
-Tú me has mentido. Llegaste ayer con Sylvia. que, su piel manaba pus, verdadera pus verde. ¿Có~o
Esta tarde la he visto en un coche. ¿Qué hace en Bu' podlan los hombres aproximarse a semejante bestia?
carest? Volví a ver las mismas sillas gastadas , el fantas-

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ma del mismo t~piz, s~bre e~ c~al. ?escalzo, jugaba
con las mozas; VI el mismo rlncon humedo donde s Yo iba como una mosca decapitada.
me ponía de rodillas. e En el lugar en que antes se encontraba la jaula
El. s~ló~ donde había pasado mi infancia ... Este de Baetzika, había un gran barril de agua. Sobre un
p~tio, Id~n~lco a! de antaño. Faltaban dos grandes aca. saco yacía un perro, encogido como un caracol. El
clas; qUlza ~ub~eron de ser cortadas porque se he. suelo estaba sembrado de colillas y de escupos res-
laro~ en algun m~lerno muy crudo. El ruido del chao baladizos. Sentí deseos de aullar.
parron se confundla con el tumulto de mis recuerdo La mujer me condujo al antiguo gallinero pintado
. A través de los mojados vidrios pude mirar tra~~ de rosa, la pieza de mi infancia. Cuando encendió la
qUllam..eNe ; pero, para ver mejor, puse el pie sobre la lámpara, una colonia de chínches abandonó el sitio y
pequena grada de la escalera que daba acceso al ca. una gran araña blanca y negra descendió del techo
rredor; en ese momento oí: para mirarnos. ¿Me reconocería? De todos modos, sus
-¿Oué desea, el señor? antepasados seguramente me conocieron. Debían ha-
N.o conte~té. La mujer tenía las mejillas pintadas ber .nacido en esta misma pieza, donde ellas y yo ha-
de roJO. La mirada era ausente, indiferente, como las bíamos sido los primeros habitantes .
de todas esas mujeres: una perra fatigada. La mujer se quitó el peinador y me miró.
-Estás muy mOjado, queridito; quítate el vestón
.Repitió su frase. y para tentarme, me sonrió des.
y ponlo aquí.
cub~lendo .sus encías malvas. Se hubiera dich¿ que
habla comido moras. La voz rasgada, el timbre ronco, me recordaron a
mi madre y a todas las otras mujeres.
. No le respondí. Por lo demás, no habría podido de. Me envolvió en su bata llena de ruinosos borda-
clr una palabra.
dos, tan delgada como una tela de cebolla.
Pareció abandonar la partida pero volvió a la Después de tantos años, volvía a sentir el afecto
carga. ' maternal de estas mujeres.
-
-¿No quiere usted nada? Sus ojos de animal fatigado se detuvieron sobre
Vesti~a ~on una miserable bata, teQlblaba y me mi camisa, mi corbata, las perlas de mis gemelos, que
causaba piedad. Estaba en el mismo lugar en que Ti· admiró, preguntando el precio. Después, suponiendo
na me había esperado. que era tímido, me hizo algunas preguntas de circuns-
tancias.
pre J~ no que~ía f~anquear ese umbraL Pero ¿cómo Como yo no abriera los labios:
g tarle, allJ,. baJO la lluvia, sí conocía a Sylvía? -Los obreros nocturnos van a venir de un mo-
-yen, quendo, ¿quieres? mento a otro; apurémonos, querido.
DIJe .que no con la cabeza. -Me voy a ir.
nace e~SI,~ver~üenza! Debes estar borracho; se te ca' Puso una cara de desesperación.
dices s oJos. Me haces tiritar en la puerta y me -No eres muy amable.
q!1e no. iA~da a hacerte colgar en otro la'do! Decidí animarla.
Pero no se fue. -Toma esto, querida.
-¿ Vienes, perrito? Miró curiosamente el billete de cien leis. Des·
Me cogió por un brazo pUés, sospechosa:
rredor. y me arrastró por el ca' -Por lo menos, no lo habrás robado; no quiero
tener historias con la policía .
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Me di cuenta de que, para mi madre y para mí,
Sylvia estaba perdida para siempre.
Le aseguré que no. En el umbral de la puerta, Los días siguientes los pasé con Glna, en medio
acordándome del motivo de mi visita, le pregunté: de diversiones, para aturdirme y tratar de no pensar
-¿Conoces a una mujer que se llama Sylvia , mo· más en la fugitiva. Fuimos a Sinaia, después a la pla-
rena, buenamoza, más o menos de cuarenta años? ya y estuvimos de vuelta en Bucarest el día de la fe-
La mujer me miró sorprendida. ria anual.
-iClaro que sí! Ayer se ha festejado su llegada. -Bien, querida, ¿es para hoy el regreso?
Es la querida del patrón. Se van a casar dentro de -Me has dicho que será para mañana, mi amor.
quince días. Aplazábamos sin cesar ese triste mañana que iba
-,¿Qué patrón? a separarnos de nuevo.
-El ' que tiene todas las casas de Bucarest. No tenía más que uné\ preocupación: icon tal que
-¿Nenea? ¿Estás segura? Mara no tenga la idea de venir a vernos!
-iVaya! Se querían desde hace mucho tiempo. -IPortero: nosotros no estamos para nadie, ¿en-
Un buen día Sylvia se fue al campo con la famosa Sa- tiende?
lomea. iEsa es una que tuvo suerte! No conozco muy Esa noche volvimos muy tarde. Estaba agotado y
bien su historia, pero se dice que tuvo un chiquillo de me acosté Inmediatamente. Durante horas Gina me ha-
un rico y que éste, al morir, le dejó todo. iTú hablas bía hecho recorrer en todo sentido las cinco cuadras
de una afortunada! de "Moschy", la feria de Bucarest. Nos habíamos di-
-¿ Y qué hace esta Sylvia ahora? vertido como niños. En el Luna-Park rodamos muchas
-¿Qué quieres que haga, como mujer de confian- veces por el vacío. Carruseles, balancines, casas de
za del patrón? Dirige la casa. ¿Quieres verla? En este fieras, caballos de madera, cigüeñas, circos, tiros a las
momento debe estar en la caja. Nos ha comprado cua- pipas, adivinadores, fakires y todo lo que esa niña de
tro discos nuevos. Parece ser alegre la patrona. Gina había querido conocer.
Huí. Me 'dormí como un animal. Gina se desper~6 mu-
chas veces; reía a voz en cuello; miraba nuestras fo-
tos al minuto.
7 -iQué cabeza tienes ahí! ¡Qué horror!
-Déjame dormir, te lo ruego. Estoy quebrantado ;
Al amanecer estaba de regreso en el hotel. Gina. siento en las costillas las cadenas de los balancines,
ya vestida, me esperaba, dormitando sobre la cama. Apenas me adormecía, me sacudía de nuevo.
Tenía el rostro de cera. A medida que le contaba la -Nicolás, Nicolás, ¿dónde están las cacerolas
huída de Sylvia y mis aventuras, se ensombrecía . To- que gané en la lotería? ¿Y mis panes de especia, los
mó una parte profunda en mi tristeza. Me preparó té, glObos y mi servicio de licores en terracota? Anda- a
un baño caliente y me acostó. uScármelos, queridito. Dame esa prueba de amor.
Nos despertamos tarde. Y volvía a reír.
Quería escribir la triste verdad a mi madre, pe- -'Gina, te lo suplico ... •

ro Gina me disuadió. y en seguida:


Tú roncas, es horroroso; roncas más fuerte que
..
-:Sabrás encontrar otras palabras para decírselo
personalmente, y, además, recuerda que .Ias nuevas
e orb'u.
noticias no son buenas.
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Soñaba con leopardos, con la mujer arañ~, I?s ti· que la señora es su mujer legítima. ¿Qué responde uso
gres, las pitones, cuando, de pronto, me sentl violen· ted de eso?
tamente sacudido. -Oficialmente lo es.
-Escucha decía Gina ,llaman a la puerta . -¿Y de otro modo, no?
Su voz temblaba. -Lo está viendo.
Oí en efecto, golpes enérgicos . "Dos juerguistas El comisario sonrió. Los testigos se daban con
que se' habrán equivocado de puerta", pensé. el codo; Corbú tenia la inmovilidad amenazante de las
-iAbran! estatuas de Buda.
-,¿Quién está ahí? -Señor, señora, síganme a la comisaría, donde
-iAbran! voy a instruir el proceso verbal.
-Un momento, estoy desnudo. -Puede hacerlo aquí -dijo Gina; hay papel pa·
-Abra tal como esté. ra escribir.
-Bien, si eso le produce placer. -No, señora.
Gina saltó del lecho y se metió en el baño. Tuve Y dirigiéndose a mi:
tiempo de pasarle un pijama antes que la puerta ,hu. -:Señor, tenga la seguridad de que la misma Coro
biera sido echada abajo; trataban de forzarla. Abr! . te Suprema no podrá recusar este proceso verbal. Lo
Un comisario formidablemente bigotudo, seguido haré en tres ejemplares .
del portero y de la mucama, hizo irrupción en la pie· -Hágalo en seis , comisario dijo Corbú.
za. Comprendí. - ,Hágalo en un millar, si lo desea agregué yOf--;
-:Su nombre y apellido dijo el representante en cuanto a mí, me contento con el original.
de la autoridad, solemnemente. Y cogiendo a Gina por la cintura, le mordí los la·
Me decid!. Glna, en peinador, estaba a mi lado. blos.
-¿Y la señora? ¿Quién es? Perdimos dos horas en la comisaría . Corbú, como
-Mi mujer. una cucaracha, permaneció todo el tiempo en un rin·
-IPruébelo. eón, ImpaSible.
-No tengo la costumbre de llevar mi libreta de Durante esta mascarada, dos cosas me habían
matrimonio en el bolsillo. sorprendido: en primer lugar, la calma del individuo,
-tEs necesario que proceda a una con!rontación~ y después su repentina desapariCión.
Hay aquí un señor que pretende que la senora es s ¿Por qué diablos se había decidido a última hora
mujer. por este escándalo? Había tenido tantas veces la oca·
-,¿El señor Corbú? sl6n de sorprendernos, de separarse de su mujer y de
El comisario dijo: cesar al mismo tiempo de ser la risa de todo el mun·
-Entre, señor Corbú. do.
Mi "querido vecino" entró: llevaba levita Y, guan° Tres dlas después decidí volver al campo para po-
tl's. Crel morir de risa, de tal modo se vela ridlculo·s ner a mi madre al corriente de los acontecimientos.
--:Señor -dijo el comisario , el momentQ e Glna debía quedarse en Bucarest para ponerse de
grave; le ruego que conserve su seriedad. aCuerdo con los suyos. Estaba tranquila y decidida a •

-¿Aun delante de este señor? d todo. Su sangre fría me maravillaba. .


-IPerfectamente. Se lo repito: el señor preten e Pablo debla arreglar con Corbú la cuestión del di-
"
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vorcio. No estábamos inquietos sino por Nina. Sin -Que el buen Dios me cast igue si sé más. iY si
embargo, por el momento tenía confianza en su aya, no fuera más que eso! iOh! Déjeme ir.
a la cual varias veces había pagado espléndidamente -Continúa.
Por otra parte, quería mucho a la niña y le era muy -Los trojes de maíz han ardido.
adicta. -¿Y los de trigo?
Las palabras de Mara me vinieron a la memori a: -No, tuvimos tiempo para aislarlos ; los muebles
"Tiene interés en quedarse con la niña para apode. de la casa también fueron salvados .
rarse de los bienes dotales de su mujer" . -Bueno , la desgracia no es tan grande. Construi-
Mara tenía razón. Sin el flagrante delito, la ley remos otra casa; en cuanto al maíz ...
hubiera confiado la niña a su madre. -Dios me ha castigado, enviándome por su ca-
La batalla no estaba terminada. mino para comunicarle la desgracia.
Tuve la suerte de encontrar un coche en la pe· -¿Todavía no has terminado?
queña estación de la aldea. Estaba un poco descala· De pronto pensé con angustia en mi madre.
brado, pero los caballos eran buenos. Rodamos duo -¿Le ha pasado algo a mi madre?
rante dos horas. Desde lo alto de la colina, que subía· El campesino estalló en llanto.
mos al paso, descendía una carreta. Cuando el con· -Nuestro Señor la ha perdonado.
ductor me vio, saltó a tierra y continuó la marcha al Cuando llegué, toda la aldea estaba reunida al-
costado de los bueyes. Sin duda iba al mercado, pues rededor de las ruinas que todavía humeaban. Los no-
su cara estaba sombría. tables habían enviado al alcalde en mi busca; no me
Era uno de mis aldeanos. Me saludó y bajó la ca· había encontrado y, como se ignorara la duración de
beza. Parecía querer evitar mis miradas. mi ausencia, se había enterrado a mi madre, antes de
-¿Qué hay de nuevo, viejo? mi llegada.
Con aire asustado, detuvo sus animales. Es decir, que mientras me divertía, ella me espe-
-¿Qué te sucede? ¿No tienes tabaco? raba en su ataúd.

Le tendí un puñado de cigarrillos . -Se derrumbó, como Una masa, delante de no-
Me dejó con la mano tendida. sotros y no volvió a recobrar el conocimiento. La he-
-Pero tómalos y habla. ¿Quieres vender tus bue· mos puesto en ataúd, según la ley cristiana. El pope
yes? Te los defenderé. Vuélvete a tu casa y ven a se lo dirá. La gran señora ha muerto de pena, boyardo;
verme esta noche; arreglaremos eso . Tú me conta' lo hemos v i sto.
rás lo que ha pasado. Dos tumbas a la vez: mi madre y Sylvia. iEra de-
- i Una gran desgracia, boyardo! masiado para un solo hombre!
-¿Qué? El incendio estalló en la noche que Corbú me ha-
El hombre no se atrevía a hablar. bla sorprendi?o en flagrante delito de adulterio. En la
-¿No ha ido el alcalde a verlo a Bucarest? aldea se sabia que el incendio era intencional, pero
-No, no lo he visto. ~adle se atrevía a decirlo. Por otra parte, ¿para qué?
Empuñó ambas manos: o estaba convencido de lo mismo.
-Boyardo, su casa se ha quemado. La investigación de la gendarmería no dio ningún
Recibí el golpe con calma. ~eSUltado. No se encontró prueba de culpabilidad con-
-Explícate . ra nadie. Ningún indicio.

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Sin embargo, la repentina desaparición de Corbú y la fuerza del movimiento y de la energía. De este
de la comisaría de Bucarest me afirmaba en la idea modo, nosotros tres formábamos un nuevo bloque.
de que se hahía apresurado en volver a su casa a fin El destino quiso que fuera dinamitado: Corbú vivía.
de comprobar que sus hombres habían ejecutado bien
sus órdenes. Cuando volví a ver a Gina, algunos días más tar-
El estaba seguro de haberme arruinado comple. de, me esforcé en sonreir.
tamente. El monstruo ignoraba, sin · duda, que además -y decir que yo soy la causa de todo esto -di-
del trigo, de los muebles, de las tierras y de mi efi. Jo . Pablo está como loco. Está seguro de que todo
ciente material agrícola, tenía una gruesa suma de es obra de Corbú.
dinero en el Banco. Ignoraba que no tenia un centa· Mi encuentro con Pablo fue emocionante. Me pro-
va de deudas, que la magnífica cosecha del año esta. metió toda su ayuda para el porvenir. Le encargue dos
ba levantada, que tenía crédito en el mercado y que misiones importantes: buscar un arquitecto y un abo-
hebría podido, si hubiera querido, hacerme construir gado.
cincuenta casas de mármol. Al día siguiente me los presentó. El arquitecto
Mi "querido vecino" ignoraba muchas cosas más, me aseguró que para la próxima primavera mi casa
especialmente que la idea de matarlo se metía seria· estaría construida. Nos decidimos por un proyecto que
mente en mi cabeza. Se tienen algunas veces estas me gustaba. Esa misma tarde pagué las tres cuartas
fantasías ... partes del precio. Por este lado estaba tranquilo. Una
La muerte de mi pobre madre me trastornó. iSa· nueva ambición se había apoderado también de mí:
lomea, la afortunada, había dicho la mujer en Buca· dar a mi dominio una extensión más grande. Quería
rest! iQué miserable destino el suyo y el de su hijo! tener una granja moderna. única en el país, quería fun-
iJamás una partícula de felicidad que no fuera paga· dar una cooperativa, con un Banco para los aldeanos;
da con innumerables y horrorosas desgracias! quería agrandar el molino. los aserraderos. mejorar
la racional explotación de mis bosques, de mis huer-
tos.
Esta mañana he hojeado el montón de páginas que La conversación con mi abogado fue más compli-
he escrito hasta este momento. En ninguna he dejado cada. En primer lugar. me pidió honorarios fantásticos
de encontrar estas palabras: "Mi madre y Sylvia", por defender los intereses de Gina. (iCon mucha ra-
"Sylvia y mi madre", "mi madre, Sylvia y yo". Hace Zón se ha dicho que los abogados. los médicos y los
una hora, el nombre de Sylvia acariciaba todavía el POpes viven de las desgracias de los otros]).
papel. Desde hace algunos minutos. el de mi madre -Señor -dijo el abogado • no le puedo asegu-
desaparece a su vez. Serán olvidadas. Del triángulo rar que la niña será entregada a su madre. Hay un fla-
que habíamos formado durante cuarenta años, no que· grante delito. y usted sabe que la jurisprudencia. la
da sino un lado: yo. Desde hoy en adelante. habrá otrO dOctrina ...

triángulo: Glna, Nina y yo. -Entonces. si usted no me garantiza nada. ¿por
Los sabios de la antigüedad tenían razón al ase- qUé me pide tanto dinero?
gurar que esta figura geométrica concentra al máXi~O Continuó hablándome de jurisprudencia. de casos
y simultáneamente. la virtud pasiva de la resistenCia excepCionales, felices .... ien fin!

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-Por lo menos, hágalo rápidamente; que termi·
nemos lo más pronto posible. ~or fi~, .el hombre, de día ya, me miró mejor. Le
No sin temor pensaba en el proceso. ¿No irla Coro pague el viaje por adelantado para darle más confian-
bú a abrumarme con mi pasado? No retrocedería ante za. Aunque asmático, el automóvil corría alegremente
nada para asegurarse ei cuidado de la niña. Me tenía en el aire fresco. Alrededor de las siete, la casa de
sujeto por medio de Nina. Además para asegurarse los Corbú estaba a la vista.
bienes totales de Gina, era capaz de todo. Me parecía -Me demoraré unos diez minutos, y volveremos
oirlo: .. Este bastardo, señor presidente, cuya madre, a partir; espéreme.
señor presidente, ha sido ...... En el patio de mi "pequeño vecino", algunos sir-
Mi crédito moral ante los campesinos iba a ser vientes me miraron estupefactos.
arruinado. Desde hacía tiempo Corbú trabajaba como Subí los escalones de cuatro en cuatro, entré en
un topo bajo mis pies, lenta pero seguramente. Lo el vestíbulo y abrí la primera puerta de la derecha, la
sentía. Era horroroso el verme vencido y a merced de de su oficina. iNadie! Empujé la puerta que quedaba
este innoble individuo. Yo, que habra nacido en un lu· al frente, la del comedor.
panar, con relación a él era puro, como un diamante. Sentado, con una taza en la mano, Corbú se que-
Toda mi vida, hasta ese momento, había sido la dó helado ante mi aparición. Las manos en los bolsi-
de un hombre tranquilo. Había tenido momentos de llos, apretando el disparador de mi revólver me acer-
locura. Locura tranquila, peligrosa tal vez, estoy de qué. Corbú temblaba de tal modo que la cu~hara tinti-
acuerdo. Pero siempre había podido refrenar mis ac· neaba en la taza que tenía en la mano, a la altura de
cesos de violencia y domar la bestia que había en mí. su boca entreabierta.
Pero "tanto va al cántaro al agua que al fin se Me incliné sobre la mesa, los ojos en los ojos del
rompe". Es lo que sucedió. monstruo y di un puñetazo en ella.
La última noche que pasé en Bucarest con Gina, -iSucia bestia, levántate!
desperté sobresaltado. Eran las dos de la mañana. Gi· Se levantó, soltando la taza, que se hizo trizas. Su
na dormía apaciblemente. Me vestí de prisa, revisé sangr~. reflu~ó en las arterias y se puso pálido. Com-
mi revólver, garabateé algunas líneas para avisar a prendlO que Iba a mori r.
Gina que volvería al día siguiente y salí con mucho No tenía en los ojos sino la luz intermitente de
solencio. Tenía sed de matar. Un faro en una isla desierta.
En la primera estación de taxis, un chofer, adoro matado¿Por ~ué has in~endiado mi casa? ¿Por qué has
mecido en el volante, al verme a su lado con la mira· taro a mi madre? Tienes dos minutos para contes-
da llena de amenazas, tuvo miedo y no quería llevarme.
-iRápido! Puse el revólver sobre la mesa.
Le di el nombre de la aldea. Asustado, arrancó; Al verl?, Corbú se desvaneció sobre la silla.
pero se detuvo muchas veces con el pretexto de too el Lo espié. Leche ennegrecida chorreaba de su ho-
mar bencina, aceite, agua o de inflar los neumáticos. CO.
Tenra miedo de mí y no quería salir de la ciudad an° Vi Esperé que volviera a abrir los ojos. Quería que
tes de la salida del sol. era Cómo lo reventaba.
Soporté valientemente la tortura de dos horas de bal ¿Dónde le iba a herir? Decidí meterle la primera
espera.
a en la frente y la segunda en el ombligo ...
Esperé todavía. Iba a disparar ...
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-Buenos días, tío Niqui. ¿Qué es lo que me traes? rlos, boyardos auténticos. La gracia de Gina nos hizo
Palidecí. Apenas tuve tiempo para poner una ser. simpáticos a nuestros vecinos.
villeta sobre el revólver. Durante esta comida . uno de ellos levantó su va-
Nina me saltó al cuello. La apreté contra mí. so Y dijo:
-iEstás llorando, tío Niqui! . -Unámonos contra el enem igo común; ya es tiem-
Corbú se atrevió a moverse. Sus ojos de serpien. po. Cuenten conmigo.
te se fijaron sobre mí. Yo no podía abrir la boca. Cuan. Los convidados aplaudieron .
do la niña se puso a enjugarme las lágrimas, el mi. Del lado de la casa de Corbú no venía ningún sig-
serable se levantó lentamente y dijo: no de vida. Nina estaba en su casa, bien guardada ; mu-
-Nina, ¿quieres mucho al señor? chas veces nos escribía ocultamente, suplicándonos
Ella apretó 'sus brazos alrededor de mi cuello. que fuéramos a buscarla iCuán tristes eran sus ca r-
-Nina, es necesario que no le digas tío . tas! Leyéndolas, sentíamos recrudecer nuestra pena.
-¿Cómo, entonces? Un día recibí de Corbú la siguiente carta:
-Desde hoy le dirás papá. •
Unos viven en la opulencia y otros no tienen qué
Lo miró sorprendida. llevarse a la boca. Los gastos del divorcio me han arrui-
-¿Ya ti? nado. Le aviso. señor, que no estoy en disposición de
I -tu padre te lo dirá. pagar ~ la aya de Nin~ No puedo hacer nada 'por la
educación de la hija de su mujer. (Corbú se esmeraba
en re~~ndear sus frases). nadie me ayuda a poner

a la nlna en una escuela quedará en mi casa, pero en
8 el corral. Soy muy pobre, señor, porque yo ..., etc•
No exagero al decir que esta carta puso loca de
El divorcio fue pronunciado después de algunos ale~ría a Gina. En cuanto a mí, lo confieso, muy sobre-
meses. Corbú no puso ninguna dificult3d. La ley da· e~cltado, me embriagué. Di también de beber a todos
ba libertad a su mujer, pero en nombre de la sociedad miS empleados. Después fui al corral y tiré ahí guin-
ultrajada por esta madre indigna de educar a su hi· ~~s en aguar~iente, quedac;ias en el fondo de las ba-
ja, confiaba ésta al cuidado de este buen hombre, Ale· . ncas. Las mas hermosas gallinas del corral se arro-
jandro Corbú. ¡aron sobre las gUindas y se las tragaron glotonamen-
Aunque el rescate nos pareciera terrible, no de· te. Era necesario verlas piruetear y pasmarse ante los
sesperamos. Teníamos el valor de sufrir y de esperar ~:~Ios. Estos, con mirada sombría, fanfarroneaban al-
todavía. ehdor de los patos trastornados Las pintadas bo-
rrac t b' é . ,
Gina se instaló en mi casa y fue recibida como Hice as a~ I n, atacaban impunemente a los pavos.
reina por mis aldeanos. Desde ese día tenían su "dom' el también echar aguardiente mezclado al cebo en
nitza" ('). El padre Parvú organizó fiestas en nuestro' baJ~omedero d~ los ce~dos. iQué magníficas voces de
I tenían miS cochinOS! A medida que tragaban
honor e inauguramos mi nueva casa, amoblada y arre'
glada al gusto de mi mujer. c~~~~~la, oía dos sílabas en sus gruñidos: "Cor-bú,
Recibimos hUéspedes notables, grandes propieta' Reí tanto que las mandíbulas me dolían.
maloRespondí. al se~?r Corbú que los tiempos eran
(1) Esposa del boyardo. Antiguamente, princesa . s para mi tamblen, pero que quizá haría algo por
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"su hija". y que le avisaría en el momento oportuno. beza de color amarillo azafrán. veteado de verde ve.
Debió rugir al recibir mi carta . ronés . de amarillo y de oro, pero su médico me la
Me bombardeó con otras cartas más y más ame. describió.
nazantes. No respondí. Sólo firmaba los sobres y se En mi propiedad la cosecha fue de una abundan-
los devolvía. a guisa de recibo. cia singul ar. Todo lo que intentaba me resultaba y me
Una hermosa mañana Nina entró en mi pieza junto enriquecía . La situación material de mis aldeanos
con el sol. había mejorado mucho. Gocé de algunos inolvidables
iTenía al monstruo a mi merced! iBendita sea su años de felicidad y de paz.
- avaricia! La llegada de Nina a nuestra casa era una fiesta
Contraté inmediatamente a cuatro mozos como Cuando estábamos prevenidos. poníamos la casa pa-
guardias personales de mi hija. Los armé y les ordené tas arriba para recibirla. Perdíamos la cabeza comple-
impedir que nadie entrase en la casa. quienquiera que tamente . Disputaba seriamente con Gina. que pasaba
fuera. sin mi autorización. las noches vigilando a las mujeres que preparaban to-
Dos semanas más tarde partimos para Bucarest. dos los pasteles cuya receta salía en un gran libro de
a fin de poner a Nina en un internado y la confiamos cocina.
a los buenos cuidados de la directora. amiga de la se· -Déjame tranquila. Nicolás me respondía
ñora Ivanesco. ella ; quiero saber cuál es su pastel preferido.
Corbú se desinteresó completamente de la niña. ¿Comprendes , ahora?
Para que no fuera a 'Ia escuela. rogué a la directora Me ponía a reír y la seguía a la cocina. donde le
que lo bombardeara con cuentas suplementarias : lec· sugería todas las recetas que me pasaban por la ca-
ciones de piano. idiomas. equitación. danzas.... etc. beza.
Tenía un miedo atroz a esos sobres y. al segundo mes, En la aldea teníamos no menos de cincuenta ahi·
no atreviéndose a abrirlos. me los enviaba cerrados. jadas desde el tiempo de mi pobre madre y de Sylvia
Todos los sábados Gina y yo íbamos a Bucarest y otras tantas desde que Gina era mi mujer, Para las
a ver a Nina y a pasearla por la ciudad para distraerla. fiestas de Navidad y de Pascua se invitaba. además. a
Algunas veces mi mujer se quedaba algunos días con una retahila de chiquillos. Nina daba a cada uno un
ella. iEra la felicidad! regalo y yo daba dinero a sus padres. De tiempo en
Pero durante las vacaciones. el padre oficial se tiempo depositaba en el Banco Nacional un cuarto de
apoderaba de la pequeña y no nos la enviaba sino dos kilo de oro para mi hija. Gina lo pesaba.
días por semana. Pero nuestra felicidad era bien precaria. Estaba
Especulaba con la ternura que teníamos por la en manos de Corbú . En cualquier momento podía qui-
niña. Me pedía prestadas toda clase de máquinas agrío tarnos a Nina.
colas. animales. qué sé yo. No le rehusaba nada. Me Algunas veces. a medianoche. éramos desperta-
privaba a mí mismo por satisfacerlo. Me pagaba con dos por uno de sus sirvientes:
la única moneda que ante mis ojos tenía valor: Nina. -El boyardo me envía a buscar a la señorita.
Pero. en ocasiones. la Providencia se complacía y era preciso obedecer. Con la muerte en el alma
en castigar rudamente al monstruo. Una vez el grani· Conducía a la pequeña a casa de su verdugo y volvía
zo devastó su trigo dos días antes de la cosecha . Pe' a !a mía con el corazón angustiado. Corbú tenía a la
dri~cos como puños destrozaron sus campos y el di· nlna dos o tres días. el tiempo necesario para hacer·
luvlo se detuvo en los mismos límites de mi propie· nos sufrir; después la enviaba otra vez, triste. amar·
dad. Le dio ictericia. No tuve la alegría de ver su ca' gada. miedosa. embrutecida.

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iQué no ensayé para libertarla definitivamente! Mi granja era reputada en t odo el país. Se arre·
i Imposible! Ningún abogado me garantiz¡¡ba 9ue P?· bataban mis productos . Había transform ado compl eta·
dría devolverla legalmente a su madre. iQue habna mente la aldea, Con al5lunas hec~áreas de m a~e ra,
sido de nosotros sin esta innoble pasión de Corbú por mis campesinos se hablan construido al egres casita s,
el dinero! Era únicamente a ella a quien debíamos las salubres, que se alineaban en el borde del «amino
alegrías con que debíamos contentarnos. Debíamos pavimentado. . .
resignarnos a nuestra frágil felicidad. Nos apretába· Recibí la visita de algunos altos funCionarios . En
mas el uno contra el otro, unidos por el amor y el su· el Parlamento se habló de mi ~I~ea "modelo "; en ~~ta
frimiento, acunados por la esperanza, que no nos aba~. ocasión se elogiaron los benefiCIOS de la cooperaclon .
donaba, del día en que Nina sería sólo para nosotros. Un ministro me propuso que me dedicara a la políti -
Vuelvo a vernos algunas noches de invierno reu· ca; para las próximas elecciones m; aseguraban u~
nidos los tres en el salón, calentándonos ante la asiento en la Cámara. Me contente con prestar mi
chimenea. El aullido de los lobos en el campo se concurso a otros candidatos. Esto me costó unos cien
alternaba con los ladridos de nuestros perros. Tendi· mil leis, pero el ministro se alegró y me tuteaba .
das sobre tapices, mi mujer y mi hija me instalaban
entre ellas y yo les contaba historias de caza para
verlas asustarse y acurrucarse contra mí. 9
Cuando me callaba, se ponían a impacientarme.
Sentían un maligno placer en hacerme repetir algunas
palabras francesas que yo era incapaz de retener. En el mes de julio de 1914, mi mujer, Nina y yo
-Niqui, quieres llevarnos al extranjero y no sao partimos para el extranjero. Nos detuvimos en Suiza .
bes ni siquiera decir: "Je veux manger". Deletrea La guerra hacía estragos en los otros países. Apenas
conmigo: "Je, ye; veux, ve; manger, manyé". habíamos tomado el gusto a las excursiones, cuando
-Otra vez, Nicolás. nuestra alegría fue echada a perder por una carta de
-"Ye ve, va, veu, man, manyé". Pablo. "Están movilizando, y nosotros deberemos ha-
Se retorcían. cerlo también decía ; ya han comenzado las requi-
-iMuy bien, papá! Di ahora: "cambien I(a coOte". siciones militares. Parece que Corbú se ha converti-
Repetía. do en el patrón de tu casa. les aconsejo que vuelvan
Inmediatamente " .
-"Cobié sa cut".
-No tienes vergüenza; te vaya comprar un loro , -¿Partirás a la guerra? me preguntó Nina,
Hablará mejor que tú. ¿No es cierto, mamá? ansiosa.
Después se ponían a tirarme el cabello, me des' -Sí, hija mía.
hacían la raya, ocultaban mis cigarrillos y Nina me h~' -¿ y a quién nos dejarás? ¿Parte Pablo también?
cía ponerme de rodillas en un rincón porque habla -Sí.
dicho mal la lección. -,¿ Y Corbú? preguntó Gina.
Hubiera querido pasar mi vida a sus pies, Una angustia me apretó el corazón.
Nina tenía dieciocho años. Gina estaba de duelo , Partirá también; todos los hombres válidos se-
por su padre. Pablo se había casado tiempo atráS Y rán movilizados.
tenía ya niños grandes, Desde hacía años no tenía na' Salimos de Suiza en el momento oportuno: dos
ticias de Sylvia. Corbú vivía con la partera de la aldea, dlas después de nuestro -regreso se declaró la guerra.
Estoy seguro de que le robaba toda la plata . La orden de movilización me esperaba en la casa.

166 167
Al entrar. Glna me hizo una confesión que me tras-
dado? En cuatro años había enterrado a sus seis hijos.
tornó: .
minados por la tuberculosis. Su mujer había muerto
-Querido. estoy encinta de dos meses. hacía dos semanas y. no teniendo con qué enterrarla.
Al día siguiente de nuestra llegada. Pablo vino había vendido su vaca. Corbú se la había comprado.
a vernos y a decirnos adiós. Quería llevarme con él·• El pobre hombre había dejado todo su haber en manos
estábamos en el mismo regimiento. Mi mujer y Nina de los médicos Y. sin embargo. no había podido salvar
lloraban como si Pablo y yo hubiéramos muerto. Du- a sus niños. Nina le tenía gran aprecio.
rante todo el día y la noche siguiente se oyó en la -Vela por mi mujer y mi hija. padre Parvú; cuen-
iglesia el toque de rebato; era lúgubre.
to mucho contigo.
Pablo y yo nos encerramos en mi oficina para
ponernos de acuerdo: -Por ese lado puede irse tranquilo. boyardo.
-los mios vendrán a tu casa me dijo ; es la Volvimos tarde a la casa. con el corazón pesado
mejor solución. Corbú partirá estos días y Nina se por todas las escenas a que habíamos asistido.
quedará en tu casa. Durante nuestra ausencia. m'i mujer y Nina habían
Nos abrazamos; de todos modos. era bastante ido a la iglesia. La hora de la partida se aproximaba.
saber que los nuestros estarían reunidos. Después de Llamé a Gina aparte y le mostré. en una pieza alejada
la comida salimos a ver lo que pasaba en la aldea. Mi de la casa. un escondrijo que había hecho preparar.
mayordomo. que no iba a ser movilizado. era mi hom· Le enseñé CÓmo se abría y se cerraba; había guarda-
bre de confianza. El alcalde tampoco partía. Contaba do ahí una crecida suma de dinero. dos libretas de la
mucho con el afecto de estos hombres. que iban a Caja de Ahorros. una para ella. otra para Nina. y mi
velar sobre mi familia. testamento_ Fue a buscar sus alhajas y las ocultó allí.
Supe que mis dos mecánicos alemanes habían Pablo y yo debíamos partir al amanecer para too
desaparecido. después de haber descompuesto el mar el primer tren de la mañana. Muda y conteniendo
molino, que nadie sabía arreglar. Desde el comienzo. sus lágrimas. Gina me dio una brizna de basilisco
pues. los alemanes me hacían la guerra a mí perso, bendito. Nina me ató al cuello una cruz de oro que ha-
nalmente. bía llevado durante quince años.
Toda la aldea estaba de pie. Cuando llegamos a Hoy la tengo todavía sobre mí. Muchas veces han
la alcaldía. las mUjerés cuyos hombres habían partido querido robármela los presidiarios; pero no han podio
ya nos miraban. sospechosas y despreciativas. do cogerla. Está incrustada en mi piel apergaminada
-Vayan a mi casa les dije .; se les dará mafz y la cadenita desaparece bajo la mugre y los pelos.
y no les faltará nada durante mi ausencia. -Nicolás. es hora de partir me dijo Pablo.
Comprendieron. Dominando mis lágrimas. abracé a Gina. Nina me
Mi trigo había sido requisado; pero en cam· esperaba en el coche; nos acompañó hasta la esta-
bio había recibido un hermoso recibo con muchos ción. Me esforzaba en estar alegre y hablaba de todo.
sellos. excepto de la guerra.
El viejo padre Parvú. que estaba con las mujeres. llegamos a la estación a la salida del sol. Nina
me lo agradeció en su nombre. estaba pálida. Su belleza era sorprendente: Gina a los
Como estaba solo en el mundo. le dije que se dleclocho años.
fuera a vivir a mi casa y aceptó. lo querramos por sU -Niqui. no volveré donde Corbú por nada del
prudencia y su rectitud. ¿Cuántas veces lo había ayu· mundo.
168 169
Todavía me tenía de la mano cuando el tren se pués de una jornada de marcha con los borcegules del
puso en marcha. Estado, tenía callos en t odos los dedos . Sin la ayuda
A mediodía llegamos a Bucarest. Tuve tiempo pa- de hierbas y ~e papeles con que me envolví los pies ,
ra recorrer los bancos y para transferir todo mi {linero sin duda habna quedado a las puert as de l matadero a
al Banco Nacional. Pablo se fue inmediatamente al que se nos conducía. y de ese modo habría faltado
cuartel para adquirir noticias. Nos dimos cita en su a la "premiere" del espectáculo único que la Pat ria
casa para almorzar. noS ofrecía gratuitamente.
En la tarde recorrí las tiendas. Compré géneros, Una noche, con otras tropas , acantonamos en una
pieles y vestidos para Gina y para Nina. No les falta- aldea. El segundo batallón de mi regimiento había
ba nada de lo que más tarde tal vez no se podría ad- llegado el día antes. En seguida salí en busca de noti-
quirir. cias y caí sobre un sargento que distribuía cartas .
Escribí a los dos seres más amados una carta en Tenía una para mí. Era con algunas líneas de Pablo
que aseguraba que la guerra no duraría; nuestros ejér- que ler de prisa; muchas páginas de Gina y de Nina.
citos victoriosos habían entrado en Transilvanja; Ver- "Hemos sabido me escribían que en Dobrud-
dún resistía; una misión francesa había llegado a ja el asunto anda mal. Sé prudente; no te expongas
Bucarest; los rusos nos Iban a enviar la mitad de su mucho; hay otros, tantos otros que pueden ir al fren-
ejército. Cuando más, yo volvería para Navidad ... te; ellos no tienen a nadie. en tanto que tú .....
Conduje a la estación a la familia Ivanesco y me Pablo aseguraba que todo andaba bien en la éasa .
fui al cuartel con Pablo. "Voy a hacer lo imposible escribía para que seas
Dos días después mi batallón fue enviado apre- llamado al interior, tanto más cuanto que Corbú ha
suradamente a Dobrudja. logrado escapar a la movilización. Se le ha declarado
Pablo había sido promovido a sargento y no par- enfermo e incapaz de ir a la guerra .....
tiría sino más tarde. En cuanto a mí, era un simple Esta noticia me dejó helado. Comparé la fecha de
soldado. Pero no envidiaba a Pablo. Al contrario, esta- su carta con la de Gina: había escrito tres días des-
ba feliz de saber que por el momento estaba al "abri- pués de mi mujer. Gina no sabía aún que Corbú se
go" y un poco más cerca que yo de nuestras familias . quedaría. Una idea atravesó mi mente: desertar, unir-
me a los míos sin tardanza. Yo tenía mi propia guerra.
En la noche llegamos a las cercanías del campo No tenía más que un enemigo sobre la tierra: Corbú.
de batalla. iQué noche! Barro y tinta llovían de un cielp El cañón gruñía muy cerca y muy violentamente.
alquitranado. Bajo el aguacero, pasamos dos horas Tenia miedo. Leía, a pesar de todo, mis cartas, cuan-
cerca de una estación. Al amanecer se nos distribu- do el sargento cartero anunció que íbamos a partir en
yeron cartuchos. Debí ponerlos en mi saco, junto con Seguida. Me había sentado para escribir, cuando el
mis pañuelos y mis camisas de seda, sobre los fras- clarín llamó a reunión. Alcancé a garabatear estas
cos de agua de colonia y de perfume que se quei3ra- únicas palabras: "Vigila a Corbú; partimos". El sar-
ron, mOjando mis cigarrillos, humedeciendo mi her- gento cartero me arrancó el sobre y desapareció.
moso papel para cartas, mis ilusiones de la víspera ... Primera marcha hacia el sur; después, dos horas
Durante una semana no hicimos otra cosa que más tarde, hacia el norte, en seguida hacia el oe~te.
marchar de un extremo a otro del frente. Mis zapatoS Antes del amanecer nos detuvimos sobre una colma
de cuero de cabritilla no resistieron. Tuve el gusto húmeda de rocío.
de amarrar las suelas con alambre telefónico. Des- Se nos dio orden de desplegarnos en línea de ti-

l · 170 171

radores, a dos pasos de distancia uno del otro. Des·


pués se nos espació cada diez metros. Un cuarto de
...
- ,me decía a mí mlsmo-. No tiran más que sobre
mi .
hora más tarde, el capitán, con el objeto de que la No podía más.
compañía ocupara todo su sector, puso a los hombres De pronto oí una orden:
a veinte metros uno del otro. No veía a mi • camarada -Adelante.
de la derecha ni al de la izquierda. Estaba solo, exten· A mediodía habíamos avanzado dos kilómetros y
dido de bruces sobre el suelo. Ante mí, el vacío; noS detuvimos en un campo de maíz. Nos quedamos
detrás de mí, el vac{o. ahí hasta la caída de la noche, sin que yo viera a na-
Encendí un cigarri 110. Bajé mi nariz; dos escara- die delante de nosotros. Después volvimos sobre
bajos se batían sobre una boñiga. Los separé autori- nuestros pasos, más rápidamente que a la ida. En la
tariamente. Se fueron de nuevo a las antenas. Para mañana habíamos perdido veinte. kilómetros del fren-
asustarlos, les lancé bocanadas de humo. Continua- te de la víspera. iSiempre sin ver ni la sombra de un
ron. Tomé entonces mi bayoneta y, partiendo la boñiga enemigo!
en dos, tracé una frontera entre los territorios que En la noche comenzó la retirada. La tercera no-
les concedía. che, en momentos en que esperaba que se nos llevara
hacia atrás, vi que otras tropas tomaban posición cer-
Tenía frío. Me senté sobre mi lecho. Advertí en- ca de nosotros. Estaba deshectlO de fatiga. A fuerza
tonces que mi sección estaba cerca del Danubio y de estar noche y día en el barro, el vientre pegado
que yo estaba a doscientos metros de la orilla. Si el contra la greda húmeda, tenía atroces dolores de es-
enemigo nos empujaba un poco, tendríamos que na- tómago. Desde hacía cuatro días no había comido na-
dar. da caliente. De pronto las balas silbaron alrededer
Repentinamente, nuestras baterías, situadas en la de mí: algunas al principio, después un huracán. Para
otra orilla del río, abrieron el fuego. Verdaderamente, darme coraje, yo también empecé a disparar en la
no supe a quién; nuestros artilleros,- a dos o tres ki- obscuridad.
lómetros detrás de mí, podían apuntar. Se hubiera Recibimos orden de avanzar. Abandoné mi aguje-
podido creer que regulaban su tiro por el humo de mi ro y arrastrándome comencé a buscar otros para ocul-
cigarrillo. tarme. Mientras avanzaba no cesaba de disparar; era
Explosiones de acero estallaron en todo mi alre- necesario que me desembarazara de los cartuchos:
dedor. Me puse a gritar de horror, pero nadie me es- eran tan pesados. Y, además, era preciso asustar un
cuchaba. Apenas me había habituado a la batahola, poco también a los que estaban al frente. Disparaba
cuando, desde el frente, empezó a caer otra ráfaga, como un loco.
siempre alrededor mío. Habría podido creerse que yo Me hacía bien sentir el fusil caliente entre mis
era el único en toda la línea. No se veía a nadie por heladas manos.
las cercanías. Ante mí no veía sino tallos de cardo y Vi ante mí una pila de heno y quise abrigarme
de hinojo. Me arrastré un poco con el objeto de en- tras ella. Pero mi pierna derecha rehusó seguirme. Me
contrar algún camarada. Para estar menos solo creo la pellizqué y noté que estaba embotada. Tanteando
que hasta me habría acurrucado contra Corbú. Levan- mi rodilla, sentí que tenía un agujero en el pantalón.
tando la cabeza, vi dos grandes bestias azulencas so- Metí el dedo. El agujero estaba caliente. Mi carroña,
bre el río. A su vez inundaron el campo de obuses ~, Por fin, había sido tocada por una bala enemiga. Ben-
cosa curiosa, era también sobre mí que tiraban. "¿CO- dito sea el que me la envió.
mo diablos saben que estoy aquí? El frente soy yo iSi, por lo menos, mis balas hubieran podido ha-

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Todavía le hacen falta a la humanidad dos o tres


cer otro tanto! Habría hecho felices a otros pobres uerras mundiales, para que los hombres sientan ver-
diablos. porque en la· guerra. y desde el comienzo de aaderamente el deseo de hacer la guerra contra la
la batalla. todos esperan la bala cómodamente colo-
cada. Si todas las balas encontraran inmediatamente guerra.
Pero estoy divagando. ¿En qué parte estaba,?
-a sus destinatarios. las guerras serían más cortas .
menos terribles y sin héroes. Nuestra creencia en Dios
Pasaba el tiempo. Llamé a los camilleros. ~Igunas
padecería seguramente algo en esta forma, pues no
sombras se dibujaron _en las ~inieblas. Logr~ arras-
habría elegidos ni librados, ipero tanto peor!
trarme hasta mi pequeno montan de .heno: MI panta-
Teníamos ante nosotros a los búlgaros, a los tur- lón estaba húmedo de sangre. Con mis panuel?s ven-
cos, a los austríacos, a los húngaros, todo un vale- dé la herida. Estaba amaneciendo. Me. sentla muy
roso y abigarrado ejército mandado por los alemanes . débil. En el fondo tenía un poco de miedo ante la
A ninguno d~ esos grandes pueblos he guardado idea de caer prisionero . Me p.us~ a .aullar con todas
rencor por la pequeña bala anónima y sin nacionali- mis fuerzas. Alguien se aproximo gritando:
dad definida que' me hirió. No sabiendo exactamente
-¿ Oficial? .' .
a quién debía odiar, salvo a la guerra "misma, era un Había oído decir dos cosas contradlctorl~s.: Pri-
pacifista perfecto. mero, que se debía socorrer primero ,a los oficiales;
¿Por qué los franceses y los alemanes viven y vi- en seguida, que los búlgaros, que sablan rumano, se
virán eternamente sobre las armas? Porque, de gene- infiltraban en nuestras filas para matarlos.
ración en generación, miran sus heridas; de padres a No sabiendo quién venía, dije: ,
hijos se transmiten sus cicatrices, se acuerdan que -Llévame, te lo ruego; te regalare mi reloj de
durante siglos enteros se han matado entre sí y que oro.
sus antepasados han caído en tierra enemiga. -ilmbécil!
En estas condiciones, forzosamente, el odio se
convierte en una segunda naturale.za. No se le man- Volví en mí sobre una camilla, en un vagón para
tiene voluntariamente; se revela en el horizonte. Estoy animales abarrotado de heridos.
seguro de ello. Llegaríamos a Bucarest antes de mediodía, a me-
Creo también que las guerras mundiales son me- nos que el "Graf Zeppelin" viniera de nuevo a fu-
nos nefastas que las guerras entre dos pueblos. Fue mar su habano sobre la capital; en ese caso nos
Napoleón quien las inauguró, pero fueron necesarioS retardaríamos hasta la noche.
cien años para que otros emperadores. reyes u hom· En la tarde entré al hospital. Al día siguient~ mi
bres de Estado se dieran cuenta de su superioridad . mujer y mi hija estaban a mi cabecera. Despues de
Me explicaré. Cuando todo el mundo está en guerra . qUince días de hospital se me dio orden de aband?nar
pocos hombres saben por qué. Se matan entre ellos , el lecho y tuve una semana de permi~o. La, pase en
pero no se odian. Como un pescador, se toma lo que el campo, cerca de ellas. Fueron los dlas mas hermo-
cae en la red, al azar. La guerra mundial tuvo también sos de mi vida. u-
la ventaja de debi litar un poco a todas las naciones. No se tenían noticias de Pablo. Su madre, su m
A la larga se ve que no es pOSible destruir todo yen- jar y sus niños lloraban sin cesar. 'b
tonces todos se cansan. Se hace entonces la paz, para Para estar solos, Gina, Nina y yo nos en~err~. a~
recomenzar más tarde sin duda, pero ya con menos mos en una pieza y pasábamos ahí todo el dla. In
entusiasmo. Esto ya es algo.
175
174
había detenido todos los péndulos de la casa. Gina destinado a un servico auxiliar. Mi pie estaba definiti-
me curaba la rodilla, porque mi herida no estaba ce· vamente anquilosado .
rrada aún. En la noche, las dos me llevaban al salón . Pablo había sido muerto un mes después de la
Para olvidar la obsesionante amenaza de la separa- batalla de Sireth.
ción, Nina tocaba el piano y se esforzaba en estar Para no complicar el proble ma del aprovisiona-
alegre. Yo me tendía al lado de mi mujer para escu- miento de aquellos que volvían al matadero, se me en-
char los latidos del corazoncito que llevaba en sí. vió a un hogar para inválidos, en el fo ndo de la Mol-
-Será un varón, Nicolás; lo siento empujar to- davia.
das las nochE\s, ya está haciéndome sufrir. y cuando Ahí languidecí hasta el fin de la guerra, lejos de
pienso que volverás a partir ... aquellas que había dejado a merced de Corbú. Gina
La acariciaba, la besaba y lloraba. Tenía el pre- debía haber dado a luz. Yo tenía tristes presentimie n-
sentimiento de <lue aquéllas serían nuestras últimas tos. Ninguna respuesta a mis cartas enviadas por
horas en común. medio de la Cruz Roja. Tuve la feliz idea de escribir a
iSilencio completo de parte de Corbú! Esto me la encantadora familia suiza, en casa de la cual nos
inquiet:;ba más que nada. habíamos alojado . Les rogaba averiguar algo de los
Sonó la hora de la separación. Partí sin volver la míos y responderme tan pronto tuvieran noticias . Dos
cabeza. Mi regimiento estaba en Moldavia, a la reta- meses después recibí la siguiente respuesta: " Su fa-
guardia. No quedaba más que el número, la bandera y milia está muy bien". Tomé valor. Durante cinco me-
la banda de músicos. Desde hacía cuatro meses nues- ses leí y releí estas cinco palabras.
tros ejércitos estaban en retirada: habíamos abando- Otros inválidos siguieron mi ejemplo y escribie-
nado la Muntenia y Bucarest había sido ocupada. El ron por la misma vía . Uno de ellos, recientemente
invierno de 1917 fue casi polar y carecimos de todo : trepanado, escribió muchas cartas al Dios Padre. Ter-
armas, municiones, vestidos y víveres. minó por arrancarse un día, ante nosotros, en la me-
Nuestros aliados, los rusos, se burlaban de noso- sa, la placa de plata que protegía su cerebro y metió
tros. No querían batirse. En Dobrudja se vio a dos re- ahí el dedo pulgar.
gimientos rusos tomar la fuga sin disparar un solo Este espectáculo me dejó enfermo por ocho días .
tiro. En Moldavia permanecían en los acantonamien- Después me llegó otra carta, que me anunciaba
tos. Para decirlo de una vez, los rusos fueron para el lacónicamente: "La señorita Corbú ha contestado to-
país lo que las langostas son para los campos, las ra- das sus cartas: está en buena salud y vive con su
tas para los almacenes, las orugas para los huertos. padre" .
Colaboraron con sus samovars en nuestra guerra
iLos presentimientos no engañan nunca! Algo
nacional y nos trajeron, desde el fondo de la Mongo- muy grave debía haber pasado en mi casa. ¿Por qué
lia, el tifus exantemático. Los piojos de los rusos eran e~taba Nina en casa de Corbú? ¿Oué se había hecho
tan grandes como garbanzos y sus huevos resistían a rd l mujer? ¿Y la familia Ivanesco? Me torturaban las
las estufas, a las planchas, al alcanfor, al gas, a la eas más sombrías.
bencina, a todo. Nuestros soldados, tanto como nues- . Al cabo de unos meses estaba desconocido. La
tros civiles, morían por millares todos los días, sega- vida se me iba gota a gota. En el hogar se creía que
dos por el tifus. e.staba tuberculoso. Se hablaba de la paz . Todos que-
La herida de mi rodilla se había reabierto. Des- nan vivir, y entre ellos un tronco de hombre, un buen
pués de una corta permanencia en el hospital, fui camarada. Yo no estaba tísico, pero estaba tan flaco

176 177
, .

como ahora, que llevo quince días de huelg~ de. ham- Descendí de la carreta para palpar la tierra
bre Pero entonces la esperanza me sostenla aun ... besarla . Me devolvió mi caricia. Desde lo alto de IY
. Hoy, una última chispa palpita, por milagro , en colina re~onocí la al.dea: mi casa con su torre de co~
mí. Ojalá que no se exting~ antes de mañana. . . bre, los alamas del Jardm, rectos como cirios. Queria
Si muriera mañana, seria el hombre que ha vIvido correr, pero las lágrimas me cegaban . Me puse a gri-
su propia eternidad. tar:
-iNina, Gina, he llegado; soy yo!
Me descubrí ante la iglesia; Dios ha debido es-
cuchar las fervientes acciones de gracias que de todo
10 corazón le dirigí. Llegué después al molino. Apareció
un hombre. Apresurando el paso (ya no sentía mi
Por fin, se firmó la paz. Fui uno de los primeros pierna), lo alcancé. Se volvió bruscamente: era el
de quien se desembarazó. la patria. En adelante era un alca'lde.
hombre i núti 1. -iHurra , viejo mío, aquí estoy!
Arrastrando la pierna, tomé el camino de mi ho- Meneó la cabeza y me dijo:
gar después de dos años de ausencia . La lentitud del -iAh, es usted!
tren y sus detenciones me volvían loco. La estación y se alejó precipitadamente.
en que debía bajarme estaba en ruinas. Me puse en Yo estaba de uniforme y muy barbudo. "No me ha
marcha inmediatamente. A los dos kilómetros mi pier- reconocido el borrachín", pensé.
na derecha rehusó seguirme. Me tendí en la zanj a. Atravesé el patio de mi casa. Ninguna luz. Todo
Pasó una "carutza" campeslna tirada por un rocín ; se ensombreCi? en mi cabeza. Algunos gritos venían
subí a ella . de las caballenzas. Me precipité hacia allá. Ni un ani-
El conductor no era de la comarca y no pudo dar- mal. Algunos chiquillos jugaban en el heno. Quisieron
me ninguna noticia de mi familia. No respondió cuan- huir ...
do le hablé de ocupación. Lo tomé por un desertor y -Díganme, niños, ¿dónde podría encontrar a la
me callé . mujer del boyardo, a su hija, a su familia?
Después de una hora de silencio, durante la cual -No lo sabemos.
su animal no marchó más que al paso, mi compañero -Sí -dijo uno de ellos ; se nos ha dicho que
terminó por contarme su historia: prisionero de los el boyardo murió en la guerra . Espere, vamos a ir a
alemanes se había evadido, había atravesado de no- buscar al padre ParvÚ. El lo sabe todo.
che Aust;ia y Hungría, para hacerse tomar en los Cár- El "muerto" entró en su casa. Algunos perros pre-
patos por una patrulla. Se le había encerrado en un tendieron morderlo.
fuerte en Bucarest, de donde acababa de evadirse ... En el "pridyor" había paja; me senté en ella y
iCada uno tiene sus miserias! Yo pensaba en
otra cosa y no le hablé sino una sola vez, para pr~­
r iré en torno mio. De pronto tuve la impresión de que
a casa era una vasta sepultura de la cual yo era el
guntarle su nombre y su aldea. Buscó, tartamudeo, guardián. '
después se calló. Tocado de amnesia, vagabundeaba si Después me animé. Me dije: "Están en Bucarest,
con su carrito. 8 n duda, con los Ivanesco. Seguramente, deben haber-
" Antes de la caída de la noche llegamos a mi do- e ido. ¿Cómo iban a quedarse aquí?".
minio. Me puse a gritar:
178 179

-iSeguramente, segurament.e, ustedes están en


Bucarest! . Mi voz lo hizo estremecer. Hizo un esfuerzo para
Quise abrir. Pero la puerta, que golpeaba con miS sentarse , se levantó, hurgó en su bolsillo y me tendió
puños y que empujaba con todas mis fuerzas, no que- un trozo de pan:
ría ceder. "i Evidentemente, evidentemente, están en -Usted debe tener hambre, boyardo; coma, pri-
mero, ise lo ruego!
Bucarest, sí, sí!". La puerta crujió; la había desfondado
con una viga. . Mis mandíbulas estaban como apretadas en un
El ruido de los vidrios quebrados me hizo volver torno y mis labios, soldados con plomo.
en mí. Estaba sudando. Encendí mi linterna. En el hall
se veía heno d~sparramado en el suelo; en el come: -En realidad, boyardo, estuvimos muy tranquilos
dar había mapas en los muros y en las mesas; mi hasta el día en que la capital fue ocupada. A la sema-
na siguiente, los soldados enemigos desfilaron día y
oficina estaba amoblada con una cama:, una mesa, e~­
noche por la aldea. Los oficiales entraban en nuestras
cima de la cual se leía en un letrero: Kommandant .
casas, se divertían durante la noche y se iban al día
Encontré una lámpara a petróleo, que encend.í. En el
siguiente. En la noche llegaban otros, y así continua-
salón había una atmósfera que apestaba; los libros de mente.
la bibl ioteca de mi padre estaban por los su~los ..La
puerta que daba acceso al departamento de mi mUjer "Toda la familia se había refugiado en el fondo
y de Nina estaba cerrada. La forcé en. un segundo. El de la casa, en dos piezas, una para la señora y la se-
dormitorio de Gina estaba lleno de pilas de. ropa, de ñorita, la otra para la señora Ivanesco y su familia.
colchones, de cobertores empaquetados y listos para Nadie salía sin haberme consultado. Ayudado por una
ser llevados, zapatos y vajilla quebrada. En el corre- campesina, les llevaba la comida a las habitaciones.
dar, mis pies se enredaron entre la.~ cuerdas del des- "Esta pesadilla duró tres semanas. y no había
trozado piano. La lámpara se romplo y yo me puse a vino en la bodega ni gallinas en el corral. Pudimos
ocultar dos vacas en el fondo de la huerta.
aullar. Erré de pieza en pieza, como un fantasma, con
mi linterna en la mano_ . "Durante estas tres semanas, su señora guardó
-·'Ciertamente, ciertamente, esta n en Bucarest. constantemente cama, cuidada por la señorita. Mu-
Vamos, ellas me esperan ... Llegaré, Gina, Nina, lle- chas veces se me envió a buscar medicamentos a la
garé... .. I1 ciudad y la señora Ivanesco, la abuela, iba también a
En el vano de la puerta apareció un VieJO, evan- comprar a Bucarest.
do en la mano una vela encendida. "Era en diciembre: una mañana, algunos oficiales
-Ellas están en Bucarest repetía yo una y otra alemanes, acompañados del alcalde, nos hicieron sa-
vez . Me voy. iRápido, mi coche! ber que el estado mayor y sus oficinas se iban a ins-
El padre Parvú, cabeza de mártir salida de. u~ talar en la casa.
ícono, avanzó, me apretó entre sus brazos, cayo d "Comenzó la serie negra. Los soldados sacaron
rodillas, me besó la mano. La vela se apagó. los muebles y los transportaron no sé dónde. Sólo
-Tranquilícese, boyardo. . • dejaron las camas y las mesas. Dos ordenanzas de
Encendió de nuevo. Me senté y mire al espectr~ los oficiales invadieron las piezas de los sirvient~s,
que estaba ante mí. Me dio miedo. No reconocí a ~I que huyeron espantados. Me quedé solo, acompana-
cwerido Parvú, el viejo de mejillas rosadas que habla do de una vieja. . .
dejado dos años antes. . "Durante dos meses, día y noche, diez automovl:
-iHabla! les transportaron víveres a la estación. Se arramblo

180 181

con todo; nuestra aldea fue la primera en la que en- "Blanca como un lienzo, la señorita fue a la co-
traron a saco ... cina. Un oficial la guió. la señora ll oraba que partía
"Por orden de los alemanes el Gobierno había el alma y me llamaba. El soldado est aba pegado a mis
nombrado prefecto del departamento al boyardo Cor- suelas. El señor Corbú avanzó de nuevo y gritó:
bú. Esta noticia nos hundió a todos en la desespera- " Si no sirves a la mesa, me llevo a Nina para
• •
clon. mi casa.
"De usted, boyardo, y de don Pablo, ninguna no- "la señora le suplicó y se arrastró de rodillas ;
ticia. pero el boyardo le volvió las espaldas y se fue riendo .
"la señora lloraba todo el santo día, y la señorita. "Algunos instantes más tarde, la señora se diri -
que pasaba las . noches cuidándola, se debilitaba. Al gió a la cocina; vacilaba. Después, segUida de la se-
atardecer la sacaba a pasear un poco. En la noche ce- ñorita, que la sostenía del brazo, fueron al comedor,
rraba las puertas con cadenas; después me tendía en donde resonaban las risas y los cantos.
el suelo, envuelto en mi "schuba" (' ). "Su entrada provocó aplausos y aullidos. Domi-
"Una noche, después de Navidad, fui despertado naban las risas del señor Corbú. Esto me dolió tanto
por unos gritos y risas que venían de la pieza de los como si me hubieran hundido un cuchillo en el hígado.
oficiales. Estaba habituado a esas orgías. Pero de De pronto, los gritos cesaron bruscamente.
pronto fui cegado por dos linternas asestadas sobre "la señorita me llamó: un oficial me empujó ante
mí. A la cabeza de los oficiales avanzaba un civi 1: el ella. la señora yacía sobre el parquet; una baba blan-
boyardo Corbú. ca corría de sus labios. la señorita, de rodillas, llo-
"Se aproximó a mí, me dio un puntapié y dijo : raba. El señor Corbú, con un vaso en la mano, las mi-
" Abre esta puerta, viejo oso. raba escarbándose los dientes.
"Rehusé. Me volteó de un puñetazo. Un soldado "El soldado me ayudó a transportar a la señora a
se arrojó sobre mí y me quitó las llaves. El mismo bo- su pieza; su hija le sostenía la cabeza.
yardo Corbú abrió la puerta; los oficiales que lo acom- "El señor Corbú se puso a burlarse y repitió tres
pañaban reían bulliciosamente. veces a la señorita:
I "No entró en la pieza. pero lo sentí aullar: " Que se reponga pronto; vendré a buscarla
" Señora, no se duerme cuando se tienen visi- dentro de un cuarto de hora; que se cambie ropa.
tas; dé nos de comer; estos señores se quejan de su Póng,~nse buenas mozas para que alegren la reunión.
hosp ita I i dad. En vano llamé a la puerta de la señora Ivanes-
"la señora no respondió. Su hija, temblando , cO; no me respondió. Sólo los niños gritaban a voz en
cuello.
se ofreció para hacer de comer. El boyardo se lo agra-
deció y le dijo: "Extendida sobre su lecho, su señora había vuel-
" Bien, pero que tu madre sirva la mesa; ¿en- to en sí. la señorita le puso compresas en la frente y
tiendes? le s~plicaba que bebiera una poción. la señora no
"la señorita estalló en sollozos. la mujer de don quena tomar nada. Apretaba las mandíbulas, y su
Pablo, su madre y los niños gritaban en su pieza, pero íostro, inun.dado de sudor, se crispaba. Mugía de ~o­
no abrieron la puerta. Yo no podía hacer nada, pues un oro ~epentmamente, se enderezó, cayó, se revolVió.
soldado alel11án me vigilaba. 8e afirmó. No sabíamos cómo aliviarla. Después em-
. pezó a vomitar. Hundió las uñas en las sábanas y to-
(1) Manta campesina de piel de cordero . rnó una almohada, apretándola contra su vientre. Crel-

182 183
mirada comprendieron lo que pasaba, avisaron a los
os que estaba envenenada. Dejó después la almo· soldados y se llevaron al boyardo.
hada, se colgó del cuello de la señorita, q~~ tem?!aba "La señorita continuaba desvanecida. Descerrajé
de pies a cabeza y, sin soltarla, se retorclO, ab.r~o la la puerta de la señora Ivanesco. Muy pronto tuve a
boca, subió las rodillas hasta la boca, las mOr?IO, las mis pies a tres mujeres desvanecidas y a otra muerta
abrió, apretó su vientre con las manos y aullo. Sus
en su lecho, al lado del niño recién nacido, muerto
manos cayeron por fin a lo largo de su cuerpo, las también.
rodillas descendieron suavemente y, con la boca toro
cida, se calló de· pronto ... "He resistido, boyardo. Sin embargo, no he visto
nada más horrible en mis sesenta años de vida.
"La señorita, creyendo que la crisis había pasa- "Antes del amanecer, la noticia de la desgracia
do se volvió hacia mí. se había extendido por la aldea. iQué maldición! A la
, "Me vio llorar, pero no comprendió y se puso a
salida del sol, el patio estaba lleno de mujeres y de
arreglar las almohadas, siempre abrazando a su ma- viejos y viejas. El llanto partía el alma. La pobre se-
dre. Yo oía el gluglú de la sangre goteando sobre el ñorita no era más que un espectro.
parquet.
"Después del entierro de su mujer (la pusimos a
"La señorita dijo:
la derecha de la tumba de su madre), la familia Iva-
" Despacio, padre Parvú; mamá duerme. nesco partió para Bucarest.
"y se vino a acurrucar en mis brazos.
"La tuve contra mí, sin atreverme a decirle nada. "Me quedé solo con su hija. El boyardo, que des-
Miró después hacia el lecho, se le desorbitaron los, apareció en la noche del drama, por mucho tiempo no
ojos, se volvió hacia mí, quiso hablarme. Yo estalle apareció entre nosotros.
en sollozos. "Yo vigilaba constantemente a la señorita. Lan-
"No tuve tiempo para sujetarla. Se arrojó sobre gUidecra a _ojos vista. Al mes, los aldeanos que venían
su madre, la llamó desesperadamente y se desvane- a verla no la reconocían. Rehusaba todo alimento, no
ció. Me costó trabajo hacerla soltar el cuerpo de.Ja dormía, y a menudo, en medio de la noche, me des-
señora, que nadaba en su sangre al lado del nmo pertaba y me rogaba que la condujera a la tumba de
su madre.
muérto.
"En ese momento apareció en el corredor el se- "Una noche se resfrió y guardó cama durante tres
ñor Corbú, gritando: semanas. El coronel alemán, hombre de buen corazón,
" iApúrense, las estamos esperando! venía a verla, le traía flores y le hablaba como si fue-
"Entró en la pieza. ra su hija. Había también un joven oficial, rosado como
"La señorita se enderezó; su cara, su ropa, sus una manzana, con monóculo, que se quedaba más que
los otros al lado de ella.
manos, estaban manchadas de sangre. Com.o una lo-
ba se arrojó sobre el boyardo, le arrancó los cabell~s, "Lentamente, la pobre niña se repuso. Un día la
hundió los dedos en los ojos del monstruo, y despues: vi sonreir y mi corazón se llenó de alegría.
buscando el pescuezo para estrangularlo, le desgarro "Durante este tiempo los soldados alemanes
el cuello. El boyardo resbaló en la sangre y cayó. Al Continuaban sus pesquisas para encontrar los víveres
fin" logró soltarse y se puso a gritar. Acudieron los escondidos. Se llevaron los últimos corderos y las
oficiales. Encontraron al señor prefecto sin aliento, lo~ últimas cabras que tenían los viejos. No quedaron
ojos fuera de las órbitas, babeando, temblando, salpI- más que los perros en la aldea.
cado de sangre, con el vestón desgarrado. De una "El boyardo Corbú, que acompañaba un día a los

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pesquisantes, se detuvo como una hora en nuestra hué~pedes para las fiestas. jVen! No te quedes en
casa, pero no vio a la señorita. medl? de las tumbas. ¿,Que esperas. en esta casa
"Las tropas, en camino hacia el frente, desfilaban maldita? Te a~eguro que el no volverá más . Como soy
día y noche. Alemanes, turcos, húngaros, búlgaros , prefecto, lo se todo. Ha muerto, el ladrón. Dios lo ha
qué sé yo. Los que acampaban aquí en la ~oc.h~, per- castigado por haberme robado a tu madre, por haber
seguían a las mujeres. Los rechazaro~ al pnnclplo, pe- asesinado a Dimitriu, del cual pretendía la hija. Es un
ro terminaron por amansarse. Temlan a los turcos bandido , un antiguo ... (No comprendí, boyardo, lo que
porque habían oído decir que éstos dejaban siempre dijo: un nombre como Adolfo ... Alfonso ...) y tú no
mellizos. Tenían -miedo de los húngaros porque se sabes, Nina:. qu!én es sl! madre; es una tal Sylvia que
afirmaba que se comían al horno a los niños rumanos. lleva una vida Infame en Bucarest ... (Perdóneme, bo-
Los alemanes y los austríacos les inspiraban más con- yardo.) iHuye de esta casa, la mía te espera!
fianza; éstos les daban un poco de azúcar, un poco "La señorita rehusó y huyó sollozando.
de pan ... "Ella y yo pasamos solos la fiesta, espantosa-
-iSuficiente! ¿Dónde está Nina? iHabla luego! mente tristes. Desde entonces no salió más de su
No me hizo caso y prosiguió: pieza, donde leía todo el día. Después, un día de ju-
-Al llegar la primavera, la señorita estaba casi nio, los oficiales alemanes partieron, no dejando sino
curada. Se ocupaba de la casa e iba a la alcaldía a unos cuantos soldados en la caballeriza. El oficial ro-
leer los comunicados. Yo no la dejaba un instante , sado estaba en casa del boyardo Corbú, a donde se
salvo en los momentos en que iba a pasear a caballo , había ido el estado mayor.
en compañía del oficial rosado y rubio. "La tristeza de la señorita comenzó a inquietar-
"Antes de la Pascua vino el señor Corbú y pidió me: d~ nuevo languidecía.j Pero un día recibió una car-
verla. La abrazó y la invitó a pasar las fiestas en su ta y VI que se puso muy alegre. Me llamó y me dijo:
casa, con los oficiales que ocupaban todavía la nues-
tra. :: Me y?y a ir, padre Parvú; está muy triste aquí.
.
"Me llevó aparte y me dijo, amenazante: y partlO para la casa del boyardo Corbú. Ensayé
" Habla, o te mato. ¿Dónde están los vinos? to~o para retenerla; pero fue en vano. Por lo menos
" iAy de mí, boyardo! Le juro que no hay nada . veinte. veces fui a verla y a supl icarle que volviera;
"Me creyó y se fue, después de haberme escupi- n? qUIso entender. El boyardo, que me encontró un
do a la cara. Se quedó dos días, bebiendo y comiendo. dla ante su casa, me dio de latigazos.
Los soldados habían traído caza y pescado, muy poco ':~espués de su partida, el mayordomo se fue
por lo demás, porque los aldeanos, hambrientos, ha- tamblen a casa del señor CorbÚ. El alcalde vino mu-
bían secado el estanque desde hacía tiempo y los chas veces aquí y me contó horrores de usted. Todo
cazadores furtivos despoblaban el bosque. Antes de el mundo empezó a huir de mí en la aldea. Las muje-
su partida el boyardo llamó a la señorita; fueron al jar- res no querían cuidar más las tumbas de su familia
dín. El señor Corbú hablaba, hablaba ... Me oculté tras y yo debí ocuparme de ellas. En las noches venían a
un matorral y escuché: El dijo: robarse las rejas; los oía, pero no me atrevía a salir;
.. " Te perdono el haberme ofendido delante de me habrían asesinado. y como yo estaba seguro de
los extranjeros, porque habías perdido la razón. ¿pero que usted volvería, debía vivir para esperarlo.
por qué comienzas de nuevo y por qué no quieres ve- "Por fin partieron los últimos soldados alemanes.
nir a mi casa, a la casa donde viste la luz? Tendré A fin de no estar muy solo, recogí algunos huérfanos

186 187
I

y todos nos instalamos en el granero de la caballeri - cuchado sus consejos; y si usted ve a papá , porque
él vive, nos ha escrito, dígale que no me atreveré a
za. "'Ah don Nicolás! Dios me ha castigado eligién- verlo más.
dome I a ~í para contarle todo esto; tanto má.s cuanto "Se desmayó en mis brazos .
que ya todo es inútiL Usted no pu~de cambiar nada.
"No sabía a dÓ!lde lI~varla en Ja aldea. Por mie-
Pero es necesario que rehaga su vida. do al boyardo Corbu, nadie se habna atrevido a reco-
"Pero, por ahora, usted debe irs.e a descansa~. Le gerla. Entonces fui donde una pariente mía, que vive
voy a hacer la cama en la misma pieza de la senora . en una cabaña cerca del bosque. La buena mujer Con-
Tengo miedo de que usted se enferme. sintió en tenerla hasta que diera a luz.
-Continúa.
Hizo un esfuerzo y recomenzó: "No teníamos dinero. Obtuve quinientos leis de
-iPor lo menos, coma algo! Voy a prender fuego una sortija que la señorita me mandó a vender a' la
y le prepararé unos huevos. Escondí una gallina en el ciudad. La mitad se gastó en la botica y con el resto
granero. Coma; eso lo repondrá. compré ropa para el niño. Dos semanas más tarde la
-iContinúa, padre! señorita trajo al mundo un varón de cinco kilogramos,
redondo y fuerte como un cerdito.
Se me aproximó, puso su cabeza sobre mis rodi-
llas y renovó su ruegq. Mi cabeza estallaba.
Lo hice erguirse: -Continúa, padre, te lo ruego.
-Padre Parvú: ya lo ves, soy fuerte, tengo bas- -El pequeño está en la c'abaña y lo espera. En
tante coraje como para oír el fin. Nina ha muerto cuanto a la señorita, desapareció tres semanas des-
también, ¿no es cierto? Dímelo, si es cierto {Jue me pués del parto. No sé qué se ha hecho. La he busca-

qUieres. do por todas partes .
Entonces, prosiguió, implacable: Lo~. ojos del viejo se habían agrandado, me mi-
-Un día, la .s eñorita vino y me dijo: raban fiJamente. Tenía miedo. Temblaba. Una baba
" Me ha echado; su querida, la partera, le h~ blanca corría de sus labios. Bajó la cabeza:
dicho que estoy encinta de ocho meses. iAy de .ml, -Desde su desaparición, mi vida es un infierno
padre Parvú, había confiado mi secreto a es.a mUJer! d~n .Nicolás. Anoche no me encontró usted porque ha:
Me había prometido guardarlo sí le pa~aba ble~; .pe.ro bla Ido a ver al niño. A pesar de todo, boyardo, es la
me ha traicionado. Esta mañana Corbu me ha InJuna- sa~gr~ de su sangre; perdóneme estas palabras. La
do como a la última de las últimas. Ocúltame, padre s~nonta ha pecado porque tal era su destino, tal ha
Parvú, pero no aquí. Búscame una casa discreta en la sido la voluntad de Dios. Perdónela usted.
ciudad. -Habla, padre Parvú.
"Lloraba, boyardo, hasta partir el alma. ¿Ha visto -Eso es todo, boyardo ... iAh, sí! Me queda por
usted estas arrugas sobre mis sienes? Me salieron decirle que el señor Corbú ha muerto como merecía,
ese día. el miserable. Dos días después de la partida de los
" No aquí decía la señorita ; i no bajo est,e alemanes, como ya no había gendarmes en la aldea,
techo, donde he sido tan querida y tan feliz! iNo aqu¡! algunos hombres, no sabemos quiénes fueron, pene-
Mi madre se revolvería de vergüenza en su tumba. i: traron durante la noche en la casa del boyardo, derri-
mi pobre padre! He pecado, padre Parvú, con un ofi- b~ron a los sirvientes y metieron los enmohecidos
. cial, usted sabe con cuáL Perdóneme por no haber es' dientes de sus horquillas en sus tripas. Las ratas le

188 189
habían comido las Grejas, la nariz y los dedos, esos
abandonar el pequeño en la Casa de Huérfanos t '
dedos que habían contado los sesenta leis por mi va- I
a gunas garant"las ; eXlgl, que, se buscara una familia
' ame
ca en la víspera del entierro de mi mujer ... El pope de
que, lo adoptara; yo lo dotarta de todo el dinero que
la aldea no quiso acompañar a ese monstruo al habla sacado de la venta de las alhajas.
cementerio. Los gitanos desenterraron el cuerpo para
robar el oro que tenía en los dientes y abandonaron su Arreglada esta cuesti ón, volví a mi casa un poco
carroña a los perros hambrientos. Se creyó que és- más tranquilo. Se me había aconsejado que pusiera avi-
tos le habían comido el corazón y se les mató, porque sos en los diarios, durante un mes, todos los días. Es-
nadie quería tenerlos en sus casas. peraba que Nina los leyera y vol viera a la casa.
. "A la siguiente noche, cuatro hombres con antor- Transcurrieron tres semanas , durante las cuales
chas lo volvieron a meter en su agujero , lo cubrieron mis cabellos encanecieron. En la noche oía su voz, vo-
de cal, vertieron agua, llenaron de tierra la fosa y pu- ces, gritos, pasos en la casa . En sueños veía a Corbú
sieron gruesas piedras de molino sobre su tumba. persiguiendo a Gina, pegando a Nina. En medio de mis
"V ahora, boyardo, ya lo he dicho todo, todo , to- pesadillas oía a las lechuzas y ent reveía sombras que
do. iMaldición! erraban por mi pieza . Una noche, creyendo que se que-
V el padre Parvú,. agotado, se derrumbó. ría forzar mi puerta , disparé en el vacío las siete balas
de mi revólver.
Una mañana , al ir a la pieza del padre Parvú, lo en-
11 contré muerto. Con la desaparición de este fiel amigo,
mis últimas fuerzas se desvanecieron. El pobre viejo
El rumor de mi regreso se había extendido y al- debió presentir su fin, porque se había cambiado de
gunos aldeanos vinieron a mí. Eran , sobre todo, des- camisa y se había cortado el cabello y la barba. Una
movilizados y viejos. ¿Pero dónde estaban los otros , vela alumbraba a la cabecera de su lecho. Parecía dor-
aquellos que debían venir, aquellos por los cuales yo mir. Lo sepulté al lado de aquellos que él había amado ,
había hecho tantos sacrificios, aquellos que me des- cuidado y enterrado. Una reja de fierro circunda las tres
pertaban de noche para pedirme limosna; aquellos tumbas. Todavía un triángulo .
que cada año se maravillaban cuando hacía el reparto Hasta el día siguiente erré por la casa , buscando
de los frutos de la tierra? ¿Dónde estaban esos cam- todo aquello que tenía algún valor para mí: restos de
pesinos que yo había amado y socorrido, esas muje- objetos que habían pertenecido a aquellas que habían
res que venían a dar a luz en mi casa, atendidas por mi sido mi vida; trozos de cinta, zapatos, viejos sombre-
pobre madre y por Sylvia? ¿Dónde estaba esa aldea ros; en el granero encontré los juguetes de Nina. Llené
que yo había bautizado? Se me volvía la espalda. dos valijas que contenían todo lo que quedaba de mi
¿Cómo toda esa pobre gente se había dejado pasado, de mi Ideal, y partí.
convencer de las ignominias que contra mí dijo Corbú, Nadie me acompañó; nad ie me preguntó a dónde
ese miserable que había muerto a mi mujer y tal vez Iba; ninguna mano estrechó la mía.
a mi hija? No lo comprendo todavía, no lo compren- Llegado a la cumbre de la colina, con una miráda
deré nunca. envolví, por última vez, todo mi dominio, donde había
Pasé algunos días encerrado en mi casa, ' meditan- agotado mis fuerzas, levantado todos mis sueños y en-
do sobre mi pobre vida. Partí después para Bucarest. terrado toda mi felicidad. Volví a ver la aldea, los cam-
llevando al niño de Nina y a su nodriza.. Antes de
. pos que iban a sonreir a otros , la iglesia y la cabaña

190 191
• •

Algunos meses más tarde fui a verla. Sentía de-


a la orilla del bosque. No pude dejar.d~ pensar que , ba- seos de hablar de ellas.
' 0 su techo la hija . de un bastardo Inu~ilmente reh abI-
Su Burdel (con mayúscula ... ) estaba en el centro
litado, habí~ echado al mundo, ella también, otro bas- de la ciudad . .
tardo. . -Tengo la casa más elegante y la más reputada
Llegando a Bucarest, fui al Banco Nacional para de Bucarest. Nenea murió en la guerra. Estoy sola.
retirar mis fondos_ , . Primero me contó historias sin interés, después
Se me respondió que el tesoro del banco habla SI- me dijo:
do llevado a Moscú. -¿Quieres vivir en mi casa?
-Cuando se nos haya devuelto el tesoro se me Me callé .
dijo le devolveremos su oro; mientras tanto, he aquí -Tengo necesidad de t i. Estoy sola en el mundo.
un poco de papel moneda;.. . Me siento fatigada. Siempre te considero como a mi
En seguida fui al Credlto Hipotecario Rural. para hijo. Eres joven, olvidarás tus desgracias.
vender mis tierras. . Y me abrazó.
-Espere se me dijo la gran refor~a agrari a. Fui a buscar mis valijas, llenas de mis pobres re-
Se van a distribuir las tierras a los campesinos . El Es- cuerdos, y me Instalé en su casa , en una pieza retira.
tado va a comprar todo y va a pagar. . . , . da. Pasaba mí tiempo leyendo. A la' larga, la lectura
Después, en el Ministerio de Finanzas, eXlgl in- adormeció un poco mi dolor.
demnizaciones por los estragos causados por las tro- Una noche de invierno, en med io de una espanto-
pas de ocupación. sa tempestad de nieve, bajé al hal l. Era la primera vez;
-Espere me dijeron que los alemanes nos pa- me aburría en mi pieza.
guen y le reembolsaremo~. , . . Un hombre de edad , que llevaba anteojos y gran
i He aquí en qué conslstla la victoria! servilleta de mozo bajo el brazo, se sentó frente a mí.
VI que tenía deseos de hablarme. Me dijo : .
Todas las búsquedas para encontrar- a mi hija, q~ e -Si usted supiera, patrón, cuán contento estoy
tal vez mendigaba su pan, fueron vanas. Era tanto mas de mi jornada.
desgraciado cuanto que, por todas part,e~, una desbor- -¿Por qué?
dante alegría me rodeaba. Yo era el UOlCO ser en el -Tengo ciento cincuenta sinónimos de " prostitu-
mundo a quien nadie esperaba. La risa de los hombres ta". Qué tesoro para mi estudiO; es un trabajo único
me hería; la felicidad que leía en los ojos de los otros; en su género. ¿Quiere usted escucharme? Tal vez usted
me hacía mal. La palabra "paz" había tomado para mi podrla enriquecer mi colección.
el valor de una ofensa. . Esto me divirtió:
Un día encontré a Sylvia en una calle . No experi- -iVamos a ver!
menté emoción' iun espectro más que venía a turbar Comenzó. En cada palabra había una of ensa diri-
mis recuerdos l 'Por su parte no sorprendí, cuand~ me gida a aquellas que prestan su serVicio a los hombres.
vio, ningún estremecimiento en su rostro m~rc~lto Y Terminada su lectura, se fue.
arrugado. Estaba al corriente del drama de ,mi Vida . Las parejas entraban y salían. Para no molestar a
-¿Y qué piensas hacer? me pregunto. nadie, volvl las espaldas y tomé un ·diario. De pronto
Alcé los hombros. 01 la voz de Sylvia: .
" Anda a verme me dijo. -¡Todavla usted! Váyase, señorita . Lárguese us-
Me dio su dirección.
193
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ted, antes que llame al patrón. Ahí está. Usted no for- EPILOGO
ma parte de mi casa. ¿Entiende usted? la he cuidado
como si valiera algo. iAhora, hemos terminado! N. B. 225-1897 murió esta mañana a las tres ho-
Ciertamente, Sylvia aplicaba la ley de su comer· ras, a los diecinueve días de su huelga de hambre.
cio. Esto era lo normal. Sin embargo, la crueldad y la Yo estaba a su cabecera. Mi amigo era muy des-
dureza de su voz me sorprendieron . Una mujer pública graciado. Soy yo quien ha garabateado las cuarenta úl-
de más o de menos sobre la Tierra, no es gran cosa; timas páginas de su confesíón, bajo su díctado, pues
pero esto me dolía de parte de una anciana ... ya no tenía fuerzas para sostener el lápiz.
El corazón de Sylvia se había endurecido. He tenído trabajo para cerrar sus ojos; sus párpa-
dos encogidos no llegaban a cubrir las niñas de sus
-Señora, querida señora, hay una redada. Se lo ojos . He debido mantenérselos con la ayuda de un pe-
suplico, déjeme aquí esta noche. Hace frío afuera; ise- sado salero, puesto a caballo sobre su nariz.
ñora, sea buena! Estoy feliz de haber podido ser útil a mi pobre ami-
Me estremecí. las palabras de la mujer se hun- go. Que el Señor me saque bien y me llame pronto a El ,
dían en mí como flechas. Su voz despertaba en mi co- porque yo también he sufrído mucho. Hace quince años
razón lejanos recuerdos amortiguados por el pasado. maté a mi hermano y a mi mujer, a quienes sorprendí
Cerré los ojos. en mi cama .
-Se lo suplico , mi noble dama repetía la pros- Olvidaba agregar que mi amigo ha muerto aprétan-
tituta. do entre sus dedos descarnados una crucecita torcida
. Me di vuelta. y que, en los espasmos supremos, no ha cesado de re-
Al verme abrió la boca y se apoyó contra el muro. petir, pero distintamente:
Me había reconocido.
Tuve tiempo para sacar mi revólver. Nuestras ca· ¡El defensor tiene la palabral
ras casi se tocaban. Disparé.
Dos balas penetraron en el corazón de mi hija por
el mismo agujero. lo que prueba que mi mano no temo r
biaba.

I

194
He aquí una da las novelas má
onmQvedoras que Sª, 'han eserii0 ~n to qu
\f.ll de siglo. e n razón el gran aSGI~tor ru~
mano Panaíi strati -- 8 Quien Romain RoUand
~omparaba con Gorki -- afirma, cuando la pro . .
log6. que se trata de una obra subyugante
desde fa primera págin , y que es en la Hte~
ratura contemporánea, y aun unfversa, Huna
de s pocas ob as que se pueden contar
con los dedos."
Petre Bet!ú, vagabundo, hundido en
la miseria, que afirmó de sí m1smo: ¡¡Soy el
único de mi famitia que ha alcanzado a pasar
Jos veinte años de edad", conocíó de cerca

los ambientes :que describe en esta no ela .


Vivió la vida de algunos de sus personajes. Por

esto, sin duda, su relato es tan estremecedor.

La sencillez y ternura · conque el


protagonista de la noveJa hijo de una pros-
tituta ·· relata su desgraciada existencia, tienen
una sinceridad que crean un estilo i
de mantener para un eseritor en mas de una
obra

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