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1º. La dignidad de los jóvenes como hijos de Dios.

Cita bíblica: Gn 1, 26-31

“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creo. Varón y mujer los
creó” (Gn 1, 27)

A la luz de la palabra de Dios, podemos ver el que el ser humano desde su


existencia tiene un valor inigualable como criatura de Dios. En el relato notamos la más
cuidadosa atención que Dios le ha tenido, al crearle al final de toda la creación como a
su “imagen y semejanza” (Gen 1, 26), es decir, primero preparó todo el terreno para
luego colocarle el “paraíso”, y al ser puesto en ese lugar, le confía el cuidado de toda la
creación, y no sólo el cuidado, sino también le da la tarea de colaborar con Él, al darles
el orden de “sean fecundos y multiplíquense y henchid la tierra” (Gen1, 28 ).

A pesar esto, el hombre en su debilidad se ha alejado de Dios, al escuchar las


palabras de la serpiente y comer el fruto prohibido. Esto causó que el pecado y la
muerte entraran al mundo, dejando al hombre en las tinieblas, lejos de Dios, con miedo
de él y por eso se esconde (cf. Gen 3, 6-8). Pero Dios no quiso abandonar a su creación,
dejándole a la perdición, sino envió a su Hijo único para que todo aquel que cree en él,
tengan vida eterna (cf. Jn 3,16-18); es decir, lo salva de las tinieblas y de la muerte.

Con esto vemos que esa es nuestra dignidad como seres humanos, que todos somos
hijos de Dios; es decir, “la vida humana es en realidad la vida de Cristo” (Fil 1:21). Y
como hijos, debemos de manifestar nuestra esencia divina, comprometiéndonos no solo
en dar, sino darse; porque ese es el más auténtico sentido de la vida darse uno mismo al
servicio de los demás, y hacerlo por amor, como Cristo se ha entregado para salvación
nuestra.

Para san Juan Pablo II “ser imagen y semejanza de Dios” significa que “el hombre
está dotado de inmensa dignidad; y que cuando se atropella al hombre cuando se violan
sus derechos, cuando se cometen contra él ciertas injusticias, cuando se le somete a las
torturas, se le violenta con el secuestro o se le viola su derecho a la vida, se comete un
crimen y una gravísima ofensa a Dios”.

El valor de la dignidad de la persona humana es inherente a su vida, nadie tiene el


más mínimo derecho de menospreciarla y manipularla a su antojo. La dignidad define a
la persona por lo que la persona es, no por lo que tiene; y para el cristiano, la más alta
dignidad humana de la persona se halla en unión con Dios a través de Cristo, hijo de
Dios y hombre perfecto (cf. GS 22).

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