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El desarrollo de la economía latinoamericana entre 1870 y 1914

“El sistema de división internacional del trabajo, que permitió a los países latinoamericanos iniciar
su desarrollo en el siglo XIX, creaba relaciones asimétricas que se traducían en una estrecha
dependencia de los países exportadores de materias primas con respecto a los centros
industrializados. El desarrollo de las relaciones económicas internacionales no se hacía sólo bajo la
forma de creciente intercambio entre las diversas naciones, sino también mediante la creación de
polos de comando que tenían el control de los flujos financieros, que orientaban las transferencias
internacionales de capitales, financiaban stocks estratégicos de productos exportables, interferían en
la formación de los precios, etc. La expansión del excedente exportable en un país latinoamericano
dependía casi siempre de inversiones infraestructurales financiadas con capitales extranjeros, que se
hacían accesibles cuando la inserción del incremento de producción en los mercados internacionales
correspondía a las expectativas de los centros de comando de la economía mundial. Tratábase, por lo
tanto, de una forma de dependencia que resultaba de la propia estructura de la economía mundial. La
ideología liberal, al transformar las decisiones económicas en simples `automatismos ´ por la
transferencia hacia las relaciones internacionales de los `mecanismos de precios ´ de la
microeconomía, desviaba la atención de ese problema y dificultaba la percepción de sus
consecuencias en el plano interno de las economías nacionales.” Furtado, Celso. La economía
latinoamericana. Formación histórica y problemas contemporáneos. México, Siglo XXI. 1976 p.215

“Para explicar el desarrollo [y consolidación de los Estados nacionales] se hace necesario superar la
idea de que las bases materiales – el sistema productivo -, que sirvieron de apoyo para la obtención
de los fines económicos a que aspiraban los grupos y clases que controlaban la producción, podían
asegurar por sí mismas – o por los cambios que las condiciones del mercado mundial provocaron en
las bases mantenidas – la transformación automática del sistema de poder, dando lugar así a la
democratización de las estructuras sociales. Se destaca así el hecho de que las formas asumidas por
las relaciones entre el sistema económico y el sistema de poder a partir del período de implantación
de los estados nacionales independientes dieron origen a posibilidades distintas de desarrollo y
autonomía para los países latinoamericanos, conforme a sus situaciones peculiares.” Cardoso, F.H. y
Faletto, E. Dependencia y desarrollo en América Latina. Buenos Aires, Siglo XXI. 1974. p. 39

“El período comprendido entre mediados del siglo XIX y la Primera Guerra Mundial presenció el
surgimiento de nuevos productos de exportación en América Latina como respuesta a las demandas
creadas por la Revolución Industrial (...)La introducción de nuevos productos no necesariamente
condujo a la diversificación de las exportaciones. Por el contrario, el aumento de exportaciones
nuevas a menudo coincidió con el eclipse de los productos tradicionales, por lo que la concentración
de exportaciones siguió siendo muy alta. En la mayor parte de los países (...) un solo producto
representaba más del 50% de las exportaciones en 1913; sólo en dos países (Argentina y Perú), el
artículo principal participó con 25%. Los dos bienes más importantes sumaban más del 50% del total
en 18 repúblicas, más del 70% en trece de ellas, y más de 90% en otras tres naciones. Estos índices
de concentración eran altos desde cualquier punto de vista. Ningún país que exportara productos
primarios podía tener la esperanza de librarse de los efectos de una depresión mundial, pero las altas
tasas de concentración los volvieron muy vulnerables a los ciclos del mercado de los diversos
productos. Por ejemplo, el café era el principal artículo de exportación en siete repúblicas en 1913, y
en todas, salvo en una (Colombia) , representaba más del 50% de las exportaciones(...). Era el
segundo producto de exportación en otros tres países (Costa Rica, Ecuador y Puerto Rico), y
desempeñó un papel predominante en el total de ingresos por exportaciones de América Latina (...)”
Bulmer Thomas, V La historia económica de América Latina desde la independencia. México,
F.C.E. 1998. pp. 76- 79.
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Cómo ingresar a la economía mundial sin morir en el intento

Hasta las primeras décadas del siglo XIX la Revolución Industrial fue un fenómeno relativamente
acotado a Gran Bretaña. Pero a partir de entonces, el efecto transformador de este proceso que
gradualmente se hacía extensivo a otros países de Europa y a los Estados Unidos de Norteamérica,
puso de manifiesto un incremento notable de la población y un desarrollo acelerado de determinados
sectores de la producción. En ambos casos la “revolución en los transportes”, tanto terrestres como
marítimos, jugó un papel fundamental. La expansión del ferrocarril y, sobre todo, las
transformaciones fundamentales operadas en la navegación transoceánica – la hélice, el vapor, el
casco de hierro, los sistemas de refrigeración – , provocaron cambios cuantitativos y cualitativos en
el comercio internacional. Ahora los centros industriales contaban con los medios técnicos y los
recursos financieros necesarios para estimular transformaciones estructurales en regiones
periféricas, y de este modo adaptarlas a su demanda creciente de materias primas y alimentos.
A medida que se integraba la economía mundial, se consolidaba la división internacional del trabajo
y se imponía la teoría de las ventajas comparativas. La “inyección” de capitales y de recursos
humanos que Latinoamérica recibió entre el último cuarto del siglo XIX y el comienzo de la Primera
Guerra Mundial (el proceso se extendería, aunque con evidentes síntomas de agotamiento, hasta
fines de la década de 1920) fue el artífice del vertiginoso desarrollo que experimentó su sector
exportador. Fueron los años en los que casi todos los países latinoamericanos tuvieron la oportunidad
de vivir su momento de gloria. Carne, cereales, café, caucho, nitratos, bananas, por sólo escoger
algunos productos al azar... Los booms productivos durarían lo que duraban sus precios en el
mercado o –peor aún- lo que tardaba en agotarse la tierra o el recurso natural. Durante los años de
expansión del comercio mundial – el valor de las exportaciones mundiales se cuadruplicó entre 1870
y 1913- las inversiones y a las innovaciones técnicas permitieron que muchos países iberoamericanos
transitaran por una etapa de relativa prosperidad que, pese a revelarse efímera, dejaría profundas
huellas en su estructura política, económica y social.
El modelo de crecimiento “hacia afuera” sustentado en la incorporación al mercado mundial como
exportador de productos primarios generó, en algunos casos, cuantiosos ingresos, pero éstos no
fueron orientados al desarrollo de otras actividades productivas. A menudo se sostiene que los
gobiernos latinoamericanos sabían muy bien cómo promover el aumento de las exportaciones de
bienes primarios; sostenían, muchas veces sin demasiada precisión - y otras tantas en abierta
contradicción con las evidencias- que el desarrollo del sector exportador tendría un efecto
multiplicador y transformador sobre el resto de la economía. Aunque con algunas limitaciones, esta
situación podía ser, por ejemplo, la de la Argentina, pero de ningún modo se hacia extensible a la
gran mayoría de los países latinoamericanos. Pese a que en algunos países se desarrolló un
importante mercado interno, la industria encontró serias dificultades para crecer. La actividad
manufacturera se concentró en la producción de alimentos, bebidas y textiles, por lo general de baja
calidad, destinados al consumo masivo. Allí parecía estar el límite del desarrollo industrial, que
encontraba como obstáculo tanto la insuficiencia de capitales como de políticas proteccionistas más
decididas. En las condiciones imperantes, resultaba prácticamente imposible pretender competir en
calidad y precio con la producción que llegaba desde los países industrializados.
El capital extranjero era el principal beneficiario de esta alternativa de desarrollo, pero no menos lo
eran las oligarquías dominantes que íntimamente ligados al control de los recursos productivos se
convertían en la mejor garantía del mantenimiento de las “reglas del juego”. Poco parecía
importarles a estos últimos que el criterio de modernización fuera selectivo, tanto desde el punto de
vista social como regional, más sin embargo en numerosas oportunidades las circunstancias los
obligaron a reflexionar acerca de la “vulnerabilidad” que presentaba depender de un puñado de
productos cuyo valor se hallaba sujeto a los vaivenes de la economía internacional. No obstante,
pasado el chubasco provocado por las crisis cíclicas, todo parecía volver a la normalidad, y junto con
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ella retornaba la fe en el modelo que finalmente caería herido de muerte con la crisis económica
mundial de 1929.
De todos modos, aunque sólo se considere la etapa de apogeo del modelo “de expansión hacia
afuera” –1870-1914-, surgen muchas dudas con respecto a si la misma debe ser considerada como la
“oportunidad perdida”. Durante este período América Latina constituyó una pieza fundamental del
comercio internacional, convirtiéndose en una de las principales fuentes de materias primas para los
países industrializados. Pero aún dejando de lado cualquier consideración con respecto a la
“dependencia”, todo parece indicar que en vísperas de la Primera Guerra Mundial pocos eran los
países- grandes y pequeños, independientes o semicoloniales, orientados a la producción agrícola o a
la producción minera - que habían logrado un respetable nivel de desarrollo. Bulmer Thomas
identifica tres grupos de países atendiendo a la tasa de crecimiento de sus exportaciones y el aumento
de la productividad del sector no exportador. Argentina, Chile y- aunque con ciertas reservas –
Uruguay, tuvieron aumentos de productividad en el sector exportador que promovieron un
crecimiento en otras ramas de la economía; no obstante, el desempeño de estas tres repúblicas sólo
resulta satisfactorio si se las compara con el resto de sus pares latinoamericanas, pero pierde brillo al
cotejarlas con otros países de “colonización reciente” como Australia, Canadá o Nueva Zelandia. En
un segundo grupo se encuentran Cuba y Puerto Rico, de condición semicolonial, con un desarrollo
importante del sector exportador que prácticamente no incide sobre el mercado. Por último, para 15
las repúblicas restantes –16 si se incluye a Panamá - , las cifras del período revelan un crecimiento
modesto del sector exportador y una baja productividad del sector interno.

Dime qué tienes y te diré para que sirves...

Si bien la incorporación de los países latinoamericanos al mercado capitalista mundial respondió al


patrón señalado anteriormente, cada región, de acuerdo con sus posibilidades naturales, presentó
diferencias importantes que tuvieron una notable influencia en la conformación de su estructura
económica y social.
Celso Furtado señala que a partir de la década de 1840 comienzan a configurarse tres tipos de
economía exportadora de productos primarios: economías exportadoras de productos agrícolas de
clima templado, economías exportadoras de productos agrícolas tropicales, y economías
exportadoras de productos minerales.
Argentina y Uruguay son tal vez el mejor ejemplo de aquellos países que, al poseer tierras de muy
buena calidad, pudieron desarrollar a gran escala actividades agropecuarias cuya producción se
hallaba en condiciones de competir satisfactoriamente con las de los países centrales. Estas regiones
se convertirían en “fronteras naturales“de una economía europea que, a medida que profundizaba su
proceso de industrialización, incrementaba su demanda de alimentos. De este modo, gozaron de una
posición privilegiada que atrajo hacia ellas un permanente flujo de recursos humanos y avances
técnicos que arrojaron como resultado elevadas tasas de crecimiento. La inmigración europea –
especialmente a partir de la década de 1880 – contribuyó al desarrollo de la agricultura extensiva,
pero esta sólo fue el complemento indispensable del capital británico que movilizaba la expansión.
El ferrocarril desempeñó un papel fundamental en este proceso, unificando el mercado interno y
poniendo en contacto las zonas productivas con los puertos de ultramar donde se concentraba la
actividad financiera y mercantil.
Mientras tanto, gran parte de los países latinoamericanos se especializaron en la exportación de
productos agrícolas tropicales. A diferencia de lo acontecía en las regiones de clima templado, su
incorporación al mercado mundial fue mucho más lenta y, en líneas generales, los cambios en la
estructura productiva - que en algunos casos conservaban desde el período colonial- fueron menos
evidentes. Las exportaciones tradicionales – como el azúcar o el tabaco- de Brasil, Colombia,
Ecuador, América Central y el Caribe y vastas regiones de México y Venezuela hallaban serias
dificultades para ingresar en el circuito británico que podía abastecerse de sus territorios coloniales.
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Recién a partir de la segunda mitad del siglo XIX el café y el cacao – y en las últimas décadas las
frutas tropicales - ampliaron sus posibilidades en Europa continental y, fundamentalmente, en el
mercado norteamericano. No obstante, a excepción de algunas zonas entre las que se destaca la
región cafetalera de San Pablo, el desarrollo de estas economías de exportación no demandó una gran
transformación de la estructura productiva. La “modernización” tuvo un alcance limitado: con
modestas inversiones en infraestructura resultaba suficiente gracias a la abundancia y costo de la
mano de obra.
Si a mediados del siglo XIX se redujo la importancia del tráfico de metales preciosos en el comercio
internacional, al mismo tiempo cobraron valor nuevos productos minerales requeridos por los países
que transitaban la segunda fase de la Revolución Industrial. En México las exportaciones de oro y
plata significaban 1/3 y 1/6, respectivamente, del total de sus exportaciones hacia comienzos de la
segunda década del siglo XX. Pero para esa misma época, el cobre representaba para Perú más del
20% de sus exportaciones, el estaño constituía entre el 60 y el 70% de las exportaciones bolivianas, y
algo semejante sucedía con el nitrato en el caso de Chile.
En general, las economías exportadoras de productos minerales también crecieron merced al
estímulo de grandes inversiones de capital. No obstante, esas inversiones tendientes a hacer más
eficiente y moderna la actividad no tuvieron ningún efecto multiplicador sobre el resto de la
economía, y hasta la infraestructura montada resultaba demasiado específica y restringida al ámbito
de la explotación. Como se verá más adelante, la actividad minera de este período ofrece
particularidades notables, sobre todo cuando se tiene en cuenta quiénes controlan la producción:
habría de convertirse en un sector productivo que “tendió a aislarse y a comportarse como un
sistema económico separado, o mejor aún, como parte del sistema económico al que pertenecía la
matriz de la unidad productora”(Furtado)

Dime quién manda y te diré lo que eres...

Si bien el ingreso de América Latina al mercado capitalista estuvo signado por el desarrollo de
“economías de bienes primarios de venta al mejor postor” que evidenciaban un alto grado de
dependencia con las economías centrales, es posible establecer algunas diferencias de acuerdo con la
mayor o menor injerencia de estas últimas sobre el control de la producción.
Cardoso y Faletto señalan que en algunos países el control de la producción económica destina a la
exportación quedó en manos de grupos locales que gozaron de cierta autonomía –“economías de
control nacional”- ; en otros, la explotación de los recursos fue controlada, en forma directa, desde el
exterior - “economías de enclave” - ; finalmente, también existieron casos en los que, dentro de un
mismo país, convivieron ambas formas de organización de la producción. Las distintas alternativas
fueron menos una opción que el resultado de una combinación entre el tipo de recursos naturales que
poseían cada una de las nuevas repúblicas y su capacidad para alcanzar y garantizar un orden político
y social compatible con las exigencias del sistema económico mundial.
En aquellos países donde un grupo local consiguió imponer su hegemonía y consolidar el Estado
Nacional, muy pronto estuvo en condiciones de controlar los recursos productivos – especialmente la
tierra y la mano de obra- y reorganizar la producción con miras al mercado externo. En este caso las
oligarquías locales gozaron de una relativa autonomía en la organización de la producción, aún
cuando en última instancia la comercialización dependía de las condiciones que imperaban en el
mercado mundial de acuerdo con los intereses de las economías centrales. Su adhesión al sistema las
hacía confiables, y estas últimas contribuyeron a la “modernización” que requería la expansión de la
demanda. En los países en los que el control de la producción estuvo en manos de una elite nativa el
éxito del modelo agroexportador impulsó, aunque dentro de ciertos límites, el crecimiento de otros
sectores de la economía nacional. La expansión del mercado interno propició una distribución del
ingreso que otorgó oportunidades de promoción social a ciertos grupos, “como el urbano- industrial
, el comercial urbano y el de servicios” (Cardoso – Faletto). De este modo, en los países
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“dependientes pero en desarrollo”, la economía de exportación generó una sociedad más dinámica,
consolidando a una clase media que llegado el momento habría de reclamar cambios en el orden
político. No obstante, en la mayoría de los casos, el “reformismo” se encargo de salvaguardar las
bases de lo que constituía el modelo de desarrollo “hacia fuera”.
Pero en gran parte de América Latina la producción de bienes primarios para el mercado mundial fue
organizada y controlada desde el exterior, a través de la creación de “enclaves” que actuaron como
“prolongaciones” de las metrópolis industriales. Por lo general, la “modernización” se concentró en
estos sectores, altamente especializados y que “drenaban” el excedente hacia el exterior. Ya se tratara
de “enclaves” mineros o agrícolas – los dos tipos más frecuentes y que presentaban algunas
diferencias entre sí con respecto a la cantidad y calidad de la mano de obra y a la concentración de
capital - estos “sectores modernos” tuvieron una influencia mínima sobre el crecimiento de la
economía nacional; no contribuyeron al desarrollo de un mercado interno y su impacto sobre la
estructura social heredada de la etapa colonial tampoco resultó demasiado significativo.
Las razones que explican esta situación también responden a una combinación de diversos factores
que permiten distinguir matices regionales.
A la hora de incorporarse a la economía mundial, en algunos países los sectores dominantes locales
se mostraron incapaces de garantizar un orden mínimo y de controlar satisfactoriamente los recursos
productivos, sobre todo en aquellos casos en que la actividad económica tradicional exigía una
“reconversión” para estar a la altura de las circunstancias. Un buen ejemplo de esta está dado por las
características que adquiere la minería a partir de la segunda mitad del siglo XIX. En la medida que
los centros industriales incrementaron la demanda mundial de metales no ferrosos se pudo observar
también un gran avance tecnológico que permitió explotar satisfactoriamente minerales de baja ley.
Por este motivo, “la producción artesanal o semiartesanal fue progresivamente sustituida por la
producción en grandes unidades controladas por capitales extranjeros y administradas desde el
exterior.”(Furtado) La minería de exportación estimulada por la segunda fase de la Revolución
industrial requería grandes inversiones, que en muchos países latinoamericanos fueron realizadas por
extranjeros que controlaron directamente la producción. En este caso, por ejemplo, las oligarquías
criollas se limitaron a ejercer un tenue control desde el aparato estatal (concesiones, políticas
fiscales) aunque en ocasiones se preocupaban menos por la defensa del patrimonio nacional que por
defender su posición de privilegio.
En otros países de Latinoamérica, los “enclaves” productivos no surgen de la necesidad de
modernizar o desarrollar actividades tradicionales, sino que son el resultado de la expansión de las
economías centrales sobre regiones que se encontraban escasa o marginalmente relacionadas con el
mercado internacional. Allí las oligarquías tradicionales acreditaban poca o ninguna experiencia
como productoras capitalistas, y quedaron aún más subordinadas que en el caso anterior al a los
intereses extranjeros. La penetración de los intereses económicos norteamericanos en América
Central y el Caribe constituye el mejor ejemplo de esta situación: verdaderos “países- compañías”
donde la elite dominante se encuentra directamente sostenida y digitada por la “enclave”.

Instantes de gloria: los booms productivos


Lana, carne y cereales del Plata

En los países rioplatenses la exportación de productos ganaderos se remontaba al período colonial, y


se había mantenido e incluso incrementado a lo largo de la primera mitad del siglo XIX Pero en las
décadas que siguieron a 1850 ambas repúblicas, “exportadoras de productos de clima templado” con
“control nacional de la producción”, transitarían por una etapa de auge económico que, con algunas
interrupciones, se extendería casi hasta el comienzo de la Primera Guerra Mundial. El ciclo de la
lana, que cobró impulso gracias al mejoramiento de razas y a una serie de adelantos técnicos, les
abrió definitivamente la puerta de los mercados europeos. Desde allí llegarían capitales –
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especialmente británicos – y contingentes humanos- en los que abundaban españoles e italianos-


que terminarían de delinear su perfil agroexportador. Las exportaciones de lana crecieron de modo
sostenido desde la década de 1870 hasta las postrimerías de ese siglo, pero para el momento en que
la lana rioplatense –especialmente la argentina - perdió su preeminencia en el mercado internacional
ya se habían posicionado otros productos. Los barcos equipados con cámaras refrigerantes
posibilitaban los envíos de carne argentina y uruguaya que fueron en aumento desde mediados de la
década de 1880. A medida que la industria progresaba, en la Argentina el ovino fue desplazado hacia
tierras más australes por el ganado vacuno, al que se le reservaban los mejores pastos de la pampa
húmeda. Allí compartiría su reinado con la producción agrícola que, desde la década de 1870 se
expandía desde la provincia de Santa Fe hacia el norte y el oeste de Buenos Aires. De este modo se
consolidaba el rasgo que habría de caracterizar a la producción agraria de la región pampeana: la
combinación entre agricultura y ganadería. La producción de cereales y de lino registró un
crecimiento sostenido durante todo el período: hacia 1914, el trigo y maíz ocupaban el primero y el
segundo puesto en el ranking de las exportaciones argentinas. Tanto en este país como en el
Uruguay, el boom agroexportador se hallaba íntimamente ligado a los intereses británicos. Sus
inversiones en ferrocarriles, puertos, frigoríficos eran las principales responsables de una producción
que en gran medida ella misma estaba dispuesta a absorber o, en su defecto, a comercializar en el
resto de Europa. También, aunque de manera muy modesta, hizo lo propio en Paraguay, tal vez la
república menos integrada al mercado mundial.

Chile mineral

Chile es otro de los países que habría de experimentar importantes transformaciones merced a su
incorporación definitiva el comercio internacional. Hasta fines de la década de 1870, el trigo, la plata
y fundamentalmente el cobre constituían sus principales productos de exportación. La producción de
cereal, aunque afectada por la aparición en escena de varios países que competían con ventajas
naturales – como el caso de la Argentina - seguiría ocupando un lugar importante, y se sumaría la
lana, la carne congelada y algo de estaño. Pero las minas de cobre requerían inversiones que no se
encontraban en el mercado local, y la producción sólo habría de reactivarse tras un “largo invierno”
de casi dos décadas cuando las inversiones extranjeras posaran la mirada sobre ellas. De todos
modos, el despegue de la economía chilena se produjo entre las dos épocas del cobre. Tras la victoria
obtenida en la Guerra del Pacífico los capitales ingleses – y en menor medida alemanes -
desembarcaron atraídos por los nitratos, que se convertirían en el motor del proceso de
“modernización”. Además de controlar casi el 40% de la producción salitrera, los británicos eran los
principales financistas del Estado, y controlaban una porción importante de las empresas comerciales
y de los transportes. En esta economía mixta, donde el control de la producción se repartía entre
grupos nacionales y extranjeros, la etapa de auge económico produjo cambios menos significativos
en la estructura social. La inmigración europea fue mucho menos significativa que, por ejemplo, en
las repúblicas del plata. Si bien se observan algunas transformaciones en el ámbito urbano que crecía
al amparo del boom de los nitratos, en la estructura agraria, regida por el latifundio, no se observan
modificaciones sustanciales.

Brasil: el café, amo y señor...

Junto con la Argentina, Brasil constituye el otro gran ejemplo de una “economía de control
nacional”, aunque exportadora de productos tropicales. A lo largo de la segunda mitad del siglo XIX,
la merma en las exportaciones de azúcar, algodón y tabaco abrió paso a la producción de café, en la
que también se utilizaba mano de obra esclava. Pero aún antes de que se aboliera la esclavitud, las
presiones británicas contribuyeron a una significativa disminución del rendimiento de las
plantaciones que se encontraban en Río de Janeiro y el norte de Minas Geraes.
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La crisis de la economía esclavista se encargó de profundizar la tendencia que se observaba desde


mediados del siglo XIX. La producción cafetalera se trasladaba ahora hacia el sur, a San Pablo, que
habría de convertirse en el principal productor mundial de café. Entre sus atributos naturales se
destacaban la aptitud de la tierra para el desarrollo de una actividad agrícola extensiva de exportación
y la posibilidad de transportar la producción a través de los ríos. Pero al igual que en otras regiones
de Latinoamérica, fue el impulso externo lo que promovió el boom del café. La inmigración – que
mayoritariamente procedía de Europa Mediterránea - aportó la abundante mano de obra que
trabajaba en las plantaciones a través del sistema de colonato, mientras que los capitales británicos
estimulaban la construcción de una red de ferrocarriles que conectaban los centros de producción con
los puertos de ultramar. Aunque de ningún modo pudieron alcanzar la trascendencia y la continuidad
lograda por el café, durante esta etapa también se desarrollaron otros booms productivos.
El cacao, cultivado en la zona de Bahía, constituyó otra de las exportaciones brasileñas que
alcanzaron notoriedad a nivel internacional. Su época de gloria - entre 1880 y mediados de la
primera década del siglo XX- culminó cuando los ingleses obtuvieron un producto de mejor precio y
calidad en Africa. Algo semejante ocurrió con el caucho de Amazonia; hacia 1910 aportaba casi el
90% de la producción mundial, pero una década más tarde sólo contribuía con un 10%.

De los Andes al mundo

Para Perú, la derrota en la Guerra del Pacífico significó el fin de la exportación de nitratos y el
desarrollo de una economía un tanto más variada en la que, no obstante, pronto adquirieron
relevancia un par de productos que atrajeron las inversiones extranjeras.
Hacia fines del siglo XIX se abría una etapa de auge minero que sería responsable de la acotada
modernización que experimentó el país durante esos años. Las inversiones británicas reactivaron la
producción de plata – que se precipitaría a fines de la primera década del siglo XX –, mientras que
los norteamericanos, con la creación de “Cerro de Pasco Cooper Corporation” emprendían la
explotación del cobre, cuyo consumo aumentaba al ritmo de la expansión de la industria eléctrica.
Los intereses extranjeros no se limitaron a la minería, sino que también controlaban en la costa una
parte importante de las plantaciones de azúcar, producto que ocupaba un lugar destacado en el
conjunto de las exportaciones. Al igual que en Bolivia, el caucho tuvo un protagonismo fugaz,
depredado de manera irracional. Durante este período, Perú es una verdadera economía de “enclave”,
con desigualdades profundas en la estructura social y una marcada heterogeneidad regional.
En Bolivia, el estímulo de las inversiones chilenas propició el resurgimiento de la producción de
plata en la segunda mitad del siglo XIX. Tras la Guerra del Pacífico el control del poder político
quedó en manos de los empresarios locales ligados al sector minero, quienes se encargaron de
promover la expansión de los ferrocarriles que conectaban los centros productivos con los puertos
del Pacífico.
El ciclo de la plata comenzó a cerrarse a comienzos de la década de 1890, pero para entonces en el
mundo aumentaba el consumo de estaño, y sus ricos yacimientos combinados con el aporte de
capitales chilenos y británicos le permitirían a Bolivia reinsertarse en el comercio internacional. Con
precios en ascenso, la producción se cuadruplicó entre 1900 y 1930, y la participación del estaño en
el conjunto de las exportaciones paso del 41% al 74%; si se tiene en cuenta que otros minerales
alcanzaban en conjunto un 20%, se puede observar con claridad el peso de la minería en la economía
boliviana.
Las inversiones en transportes e infraestructura consolidaron la unión entre los magnates locales y
los inversores extranjeros, y los beneficios de esta actividad tuvieron poca influencia sobre el resto
de la economía ya que la mayoría de las utilidades fluían hacia el exterior.
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Infusiones sudamericanas

Pese a transitar por experiencias políticas diferentes, la incorporación al mercado capitalista mundial
de Ecuador, Colombia y Venezuela presenta algunas características comunes. En todos ellos, la
presencia de capitales extranjeros estuvo básicamente dirigida a la expansión de un cultivo de clima
tropical que dominaba su sector exportador.
En Ecuador el cacao, su gran aporte al comercio internacional, se convertirá en la fuente de riqueza
de los productores de la costa y permitirá una relativa integración con la sierra que proveía de mano
de obra y bienes de subsistencia.
Desde fines de la década de 1880 el café habría de posicionarse como se el principal producto de
exportación colombiano. En poco tiempo desplazaría al oro, llegando a constituir hacia 1910 casi el
60 % del total de sus exportaciones; a comienzos del siglo XX llegaría la recientemente creada
United Fruit Company que, una década más tarde y al mismo tiempo que se multiplicaban las
inversiones extranjeras, lograba que las bananas ocuparan un lugar destacado entre los productos
colombianos que partían hacia el exterior.
Venezuela también dependía casi exclusivamente de la exportación de un solo producto. Hasta la
segunda década del siglo XX - cuando habría de cobrar importancia el petróleo- las exportaciones de
café, producido al igual que en Colombia en haciendas de mediana magnitud, llegarían a convertirla
en la segunda productora de la región detrás de Brasil.

América Central y el Caribe: la presencia de un vecino impetuoso

Aún cuando no se hallaban exentas de la presencia de intereses europeos, las repúblicas de América
Central y el Caribe fueron quedando gradualmente bajo la órbita de los Estado Unidos. Poco a poco,
toda la región habría de convertirse en un área reservada para la expansión de sus intereses
estratégicos y económicos.
Su dominio absoluto sobre Puerto Rico y Cuba, les permitió a las compañías yankees controlar sin
restricciones la comercialización del azúcar, prácticamente el único producto de exportación de
ambos países. Esta situación – tanto en virtud del producto como del monopolio en la actividad – se
repetía en República Dominicana, mientras que Haití, tal vez el país de la región menos incorporado
al comercio internacional, era conservado como un importante bastión estratégico.
Con la excepción de Panamá - cuyo valor radicaba más en sus virtudes como nexo comercial que en
su capacidad productiva- en el resto de los países de América Central se desarrollaron cultivos de
exportación entre los que se destacó muy especialmente el café. Las condiciones naturales de las
tierras altas del centro hicieron de Costa Rica, Guatemala y El Salvador – en menor medida también
de Nicaragua - excelentes productores con mercados en Europa y en los Estados Unidos. Las
inversiones en infraestructura fueron importantes, aunque por lo general estuvieron restringidas a las
regiones productoras y su conexión con los puertos de embarque hacia el exterior. La
“modernización” no sólo no tuvo ninguna incidencia positiva sobre el desarrollo del mercado
interno, sino que además la expansión de los cultivos de café perjudicó la agricultura de subsistencia.
Como ya se ha señalado al hablar de Colombia, al comenzar el siglo XX aparecía en escena la
polémica United Fruit Company, que en las tierras bajas y húmedas de la costa caribeña de América
Central llegaría a controlar gran parte del imperio del banano. En Guatemala, Honduras, Nicaragua,
Costa Rica y Panamá – así como en Colombia y Venezuela – la United o alguna de sus subsidiarias
llegaron a organizar verdaderos “enclaves” que funcionaban como “repúblicas dentro de las
repúblicas”
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México mira hacia el norte

En México, las “reformas liberales” habían contribuido a aumentar la concentración de la tierra en


pocas manos, y esta tendencia se hizo aún más notoria durante el régimen porfirista. Durante las tres
décadas de “administración, orden y progreso”, el eterno Porfirio Díaz impulsó un proceso de
“modernización” que incluyó numerosas facilidades para las inversiones que llegaban desde el
exterior.
Hacia fines de la primera década del siglo XX, las minas, la novel industria petrolera, las principales
plantas eléctricas y entidades financieras, gran parte de los ferrocarriles y de las casas comerciales y
hasta una parte sustantiva de la tierra estaban en manos de extranjeros. Íntimamente vinculadas al
expansivo mercado norteamericano, prosperaron numerosas actividades productivas de exportación
que, no obstante, poco modificaron la estructura económica y social.
A lo largo de todo este período la producción de oro y plata fue en aumento, constituyendo en
conjunto hacia 1910 un tercio de las exportaciones mexicanas; también se producían otros minerales,
entre los que se sobresalía el cobre (casi el 10% de las exportaciones ). Una variada gama de
alimentos y de materias primas – se destaca el henequén, con el que se elaboraba el cordel utilizado
en la cosecha mecanizada de cereales en los Estados Unidos- se producían en diversas regiones del
país y llegaban a los puertos de salida hacia el exterior gracias a la amplia aunque discutida red de
ferrocarriles. De todos modos, pese a que el volumen y el valor de las exportaciones aumentó de
modo considerable durante las sucesivas presidencias de Díaz, el grueso de la población mexicana
sintió más el rigor del “orden” que las supuestas bondades del “progreso”.

Alejandro Cristófori
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Anexo Textos y Documentos

La “orgía imperialista”
“(...)Es evidente que la más interesante manifestación del imperialismo contemporáneo es, para los
americanos, la expansión del capital norteamericano y del poder colonial más allá de las fronteras
originales de los Estados Unidos. Algunos oradores patrióticos han afirmado a menudo que los
Estados Unidos se han mantenido resueltamente al margen de la orgía imperialista de la última mitad
del siglo.(...)Fundados como una fase del primer gran período del imperialismo y de la colonización,
hemos sido siempre un país imperialista desde el punto de vista del desarrollo del control sobre
nuevas regiones y de la subyugación de pueblos inferiores. (...) Alrededor de 1890 (...) acabábamos
de pasar por las más importantes fases de la Revolución Industrial y disponíamos por primera vez de
capital y teníamos una necesidad creciente de mercados extranjeros. (...)Es natural que ante todo nos
volviésemos hacia la América Latina, justificando nuestra acción en la retórica oficial con el pretexto
de la defensa de la justicia humana, pero sin dejar de aumentar las facilidades para inversiones y sin
dejar de adquirir en condiciones favorables los valiosos recursos naturales de las tierras ocupadas.
Nuestra intervención en Cuba no fue en ningún sentido un negocio desastroso. (...) Al cerrar el siglo
[XIX] las cosas se habían puesto de tal manera que dimos el paso final De Cuba extendimos nuestra
penetración económica y nuestra presión política sobre otras partes de la América Latina: México,
Haití, Santo Domingo, Nicaragua, Honduras, Guatemala, Panamá y las Islas Vírgenes. Durante el
mismo período nos lanzamos al Pacífico y ocupamos las islas Filipinas y las de Hawai.(...) No hay
un límite previsible a la naturaleza o a la extensión de nuestras futuras inversiones en regiones de
ultramar. (...) Hemos fortificado el canal de Panamá. Hemos tomado medidas para impedir que las
nueve repúblicas del Caribe caigan en manos extranjeras. Hemos asumido la obligación de estimular
el orden para proteger a norteamericanos y extranjeros y para evitar cualquier intervención que no
sea la norteamericana. Hemos seguido una política que asegura que cualquier dependencia
económica de un Estado del Caribe sea una dependencia económica de los Estados Unidos. Nos
hemos asegurado bases navales en la zona del Canal, en Cuba, en las Islas Vírgenes y hemos
comprado el derecho a otra en Nicaragua(...). Hemos estimulado a Santo Domingo, Nicaragua, Haití
y El Salvador a pagar sus deudas a países extranjeros por medio de empréstitos norteamericanos y
luego hemos establecido en estos países interventores de aduana para asegurar el cobro de estos
empréstitos. Para proteger a los extranjeros, mantener el orden y defender a nuestros inversionistas
hemos establecido gobiernos militares en Cuba, Haití, Santo Domingo y Nicaragua. Hemos
intervenido temporalmente en Panamá siete veces; en Honduras, seis; en Nicaragua, seis, y en
Guatemala y en Costa Rica, una. Generalmente se supone que nuestro Departamento de Estado ha
obrado invariablemente bajo la presión de los banqueros inversionistas, pero en algunos casos ha
ocurrido exactamente lo contrario. A veces el Secretario de Estado ha creído conveniente para los
Estados Unidos afirmar su supervisión en alguna región y ha deseado tener el apoyo de las finanzas
norteamericanas en su política. Entonces el Departamento de Estado ha presionado a los banqueros
para que comprasen bonos de un país latinoamericano determinado. (...)” Barnes, H. E. En Kepner,
Ch. D. (Jr.) y Soothill, J. H. Op. Cit. pp. 22-28

Bienvenidos al tren
“En un principio, el desarrollo de los ferrocarriles en México sirvió(...) para fortalecer el nuevo
régimen político al contribuir vigorosamente a la reducción del desempleo y subempleo de la fuerza
de trabajo y de otros recursos. Los factores de producción, que habitualmente se consumían en la
lucha militar y política, fueron orientados hacia la construcción de una infraestructura moderna. Las
políticas de concesión y de regulación adoptadas por los gobiernos mexicanos durante el decenio de
1880 adhieren al régimen porfirista los intereses de los hacendados, de los propietarios de minas y de
los comerciantes más importantes, muchos de los cuales hacía tiempo que se comentaban de la falta
11

de medios de transporte adecuados” Coatsworth, John. El impacto económico de los ferrocarriles en


el porfiriato. México, Ed. Era. 1984. pp.41-42.

Llevan y traen....
Exportaciones por mercados Importaciones por mercados
principales, 1913 (%) principales, 1913 (%)
Gran Gran
EEUU Bretaña Alemania Francia EEUU Bretaña Alemania Francia
Argentina 4.7 24.9 12.0 7.8 14.7 31.0 16.9 9.0
Bolivia 0.6 80.8 8.5 4.9 7.4 20.3 36.7 3.8
Brasil 32.5 13.1 14.0 12.2 15.7 24.5 17.5 9.8
Chile 21.3 38.9 21.5 6.2 16.7 30.0 24.6 5.5
Colombia 44.5 13.5 7.1 2.0 26.7 20.5 14.1 15.5
Costa Rica 49.1 41.3 4.8 0.9 50.7 14.6 15.2 4.4
Cuba 79.7 11.2 2.8 1.0 53.7 12.3 6.9 5.2
Ecuador 24.3 10.3 16.6 34.1 31.9 29.6 17.8 4.9
El Salvador 29.7 7.4 17.9 21.4 39.5 27.2 10.8 6.6
Guatemala 27.1 11.1 53.0 0.1 50.2 16.4 20.3 4.0
Haití 8.8 7.1 37.2 44.2 73.0 7.3 6.6 10.1
Honduras(a) 86.9 1.8 5.3 0.2 67.5 14.7 11.5 2.9
México(b) 75.2 13.5 3.5 2.8 53.9 11.8 13.1 8.6
Nicaragua 35.3 12.9 24.5 22.9 56.2 19.9 10.7 6.9
Panamá 94.1 1.3 4.3 0.3 55.5 22.1 9.9 3.1
Paraguay - s/d 22.0 0.6 6.0 28.6 27.6 6.6
Perú 33.2 37.2 6.7 3.5 28.8 26.3 17.3 4.6
Puerto Rico(c) 84.6 s/d s/d s/d 88.5 s/d s/d s/d
R. Dominicana 53.5 2.5 19.8 8.5 62.2 7.9 18.1 3.0
Uruguay 4.0 11.2 19.5 11.4 12.7 24.5 15.5 8.1
Venezuela 29.4 7.6 19.3 34.7 32.8 25.5 16.5 9.1
a) Año fiscal 1912-1913; b) Año fiscal 1911-1912; c) Los datos son para 1910
Datos extraídos de Bulmer Thomas, V. Op. Cit. Cuadros III.6 y III.7, pp. 89 y 95.

No sólo son ricos, sino que además son blancos


“En mi opinión no existe otro país en el mundo que tenga ante sí, considerado comparativamente,
mayores oportunidades sin desarrollar en agricultura, comercio y población, junto con tanto progreso
material presente. (...) Apoyan mis afirmaciones expertos británicos, alemanes, franceses e italianos
(...). Es una predicción segura que Argentina está actualmente entrando en un período de progreso
general y de desarrollo legítimo que debe atraer la atención del mundo y la especial observación de
los Estados Unidos(...) Excepto en una parte muy pequeña, Argentina está ubicada en la zona
templada del sur. Por lo tanto es un país estrictamente para `hombres blancos ´ adaptado a la mano
de obra blanca, así como para el control de los blancos... ni en esta ciudad[Buenos Aires] ni en el
interior existe algún elemento indio o negro considerable tal como el que se encuentra en otros países
americanos como Brasil o Estados Unidos. La población es 99% de origen blanco. (...) Los signos de
prosperidad y progreso en todas partes, no solamente en Buenos Aires, sino en las provincias,
impresionan al investigador de las condiciones económicas. El dinero es abundante y los bancos
están sobrecargados de depósitos. Los salarios son excepcionalmente altos para esta parte del mundo
y la mano de obra es escasa... Los alquileres son altos y las casa u oficinas en buen estado, solamente
se obtienen con dificultad en alquiler. Los ferrocarriles están haciendo un negocio inmenso y
pagando buenos dividendos. El estado financiero del gobierno es excelente y tiene tanto oro en su
poder que se informa que ha puesto a interés el dinero que recibió del gobierno japonés por los
12

cruceros vendidos recientemente.” Barret, John. (Ministro plenipotenciario y extraordinario de los


Estados Unidos en la República Argentina, 1904). Cit. en Letts de Espil, Courtney. La segunda
presidencia de Roca vista por diplomáticos norteamericanos.Buenos Aires, Ed. Paidós. 1972. pp.
220-221.

La entrega: desviación patológica


“Nuestro desarrollo económico de los últimos años presenta síntesis que evidencian una situación
realmente patológica. Hasta mediados del siglo XIX el comercio exterior de Chile estaba casi
exclusivamente en manos de chilenos. En menos de cincuenta años, el comercio exterior ha asfixiado
nuestra incipiente iniciativa comercial; y nuestro propio suelo nos eliminó del comercio internacional
y nos desalojó, en gran parte, del comercio al detalle(...) La marina mercante (...) ha caído en tristes
dificultades y sigue cediendo campo a la navegación extranjera aún en el comercio de cabotaje. La
mayoría de las compañías de seguros que operan entre nosotros tienen su casa matriz en el exterior.
Los bancos nacionales han cedido y siguen cediendo terreno a las sucursales de los bancos
extranjeros. Una porción cada vez mayor de bonos de las instituciones de ahorro está pasando a
manos de extranjeros que viven en el exterior.” Encina, Francisco Nuestra inferioridad económica:
causa y consecuencias.(1912)Cit. en Gunder Frank, A. Dependencia económica, estructura de clases
y política del subdesarrollo en América Latina. En Gunder Frank, A., Cockroft, J. y Johnson, D.
Economía política del subdesarrollo en América Latina. Buenos Aires, Ed. Signos.1970. pp. 65.

Todo es legal
En 1884 Minor Cooper Keith - sobrino del legendario constructor ferroviario Henry Meiggs- firmó
con el gobierno de Costa Rica un contrato (“Soto –Keith” ) que habría de convertirse en el punto de
partida del desarrollo de la industria bananera en ese país. Mientras que el norteamericano se
comprometía a ayudar económicamente al gobierno y a construir 52 millas de ferrocarril, recibía la
explotación durante 99 años de las casi 100 millas de ferrocarril ya construidas y algunos “pequeños
beneficios” como los que se señalan a continuación.
“XXII. El gobierno concede a la compañía 800.000 acres de tierras nacionales no explotadas, que
elegirá la compañía, con todas las riquezas naturales que contengan dichas tierras y la faja de
territorio inherente al derecho de paso para la construcción del ferrocarril y los edificios necesarios; y
el material de toda clase que pueda encontrarse en las tierras nacionales no explotadas a lo largo del
ferrocarril; y dos de los lotes de propiedades nacionales actualmente medidos en el puerto de Limón,
para la construcción de muelles, almacenes y estaciones, todo ello sin reembolso de ninguna
clase...(...). El gobierno no puede grabar con impuestos dichas tierras en el plazo de veinte años,
contados desde la fecha que entre en vigor esta concesión, teniéndose entendido que al expirar este
plazo de veinte años las tierras que no hayan sido cultivadas, o utilizadas de alguna otra manera,
serán devueltas al gobierno sin que este último tenga que hacer ningún pago de indemnización de
cualquier clase que sea.
XXIII. La Compañía puede importar, libre de derechos aduanales, el material fijo y rodante y otros
artículos necesarios para la construcción, la explotación y la conservación del ferrocarril.”
Fragmentos de los artículos XXII y XXIII del contrato Soto - Keith (1884) Cit en Kepner, Ch. D.
(Jr.) y Soothill, J. H. El imperio del banano. Las compañías bananeras contra la soberanía de las
naciones del caribe. Buenos Aires, Instituto de Estudios Latinoamericanos, Centro de Derecho y
Ciencias Sociales (F.U.B.A).1957.

Críticas desde adentro


Pese a haber ocupado importantes cargos en su largo gobierno y de adherir a los principios generales
que lo orientaban, un funcionario de Porfirio Díaz criticaba la falta de programa en materia de
ferrocarriles.
13

“(...)Hagamos constar que nuestras concesiones de ferrocarriles en una sola década de 1880 a 1890,
pueden contarse por centenas, en ellas no se siguió un sistema uniforme y bien definido en todas
materias, pues fueron autorizadas vías de anchura variable desde 60 centímetros hasta 1,395 metros;
hubo concesiones sin subvención y con ella; subvenciones en dinero efectivo, en vales de tierras
nacionales, en bonos del 6 % que se emitían a tipos diferentes y en certificados admisibles en pago
de los derechos de importación; a alguna empresa se otorgó, en forma de garantía de interés sobre un
capital determinado por kilómetro de vía, el derecho de recibir una suma fija durante cierto número
de años, y así sucesivamente. (...)” Macedo, Pablo. Cit en López Rosado, Diego G. Historia y
pensamiento económico de México. Finanzas Públicas. Obras Públicas. México, UNAM. 1972. p.
338.

El señor se la veía venir...


Ya algunos años antes de que Puerto Rico rompiera definitivamente su vínculo con España, no
faltaban quienes mostraban su preocupación frente a la “generosidad” norteamericana. Seguramente,
el autor de las líneas que siguen a continuación poco después engrosaría las filas de los que
irónicamente sostenían que 1898 era “el último año de la desgracia colonial... y el primero de lo
mismo”
“Con la anexión (de Puerto Rico y Cuba) a los Estados Unidos, ¿qué conseguíamos? Cambiar de
dolor y nada más. Seguiríamos siendo colonias explotadas(...) Pensar que los Yankees han de darnos
todas sus libertades por nuestra bonita cara, es pensar cebada. Nos darían, sí, aquellas libertades que
ellos juzgan ser adecuadas a nuestra cultura a cambio de una explotación amplia y segura.
Tendríamos, sí, trenes elevados que cruzarían nuestras calles; puertos amplios y hermosos, con sus
diques y sus muelles; movimiento fabril y comercial inusitado; pero todo esto en sus manos;
acaparados y explotados por ellos. Porque esas cosas no se forman sino con grandes capitales, que
serían capitales Yankees, porque en el país no los hay para tamañas empresas. Y a la vuelta de
algunos años la industria, el comercio, hasta la agricultura estarían monopolizados por los Yankees ,
y el antillano quedaría reducido a la condición de miserable colono, sin patria, sin hogar y sin
fortuna. (...) Y tendríamos en cuanto a libertades: ejército yankee, marina yankee, policía yankee y
tribunales yankees, porque todo esto necesitarían ellos para proteger sus intereses(...)” Abril ostaló,
Mariano. La Democracia, año IV (1892, núm.964) . Cit en Cruz Monclova, Lidio Historia de Puerto
Rico (Siglo XIX). Tomo III, Tercera Parte (1885-1898). Barcelona, Ed. Universitaria, Universidad de
Puerto Rico, Río Piedras. 1979. p. 385-386.

Autoridades flexibles
A comienzos del siglo XX, el gobierno de Perú concedía “gomales” a perpetuidad a cambio de
recibir veinte años más tarde la propiedad del camino que se construía para explotarlos. Gran
negocio...
“El Estado concede a los proponentes: A. La propiedad de 260 hectáreas de terrenos por cada km. de
camino entregado al servicio público[ una vez vencida la concesión]; B. Todo el terreno de
propiedad fiscal o municipal que fuere necesario para la construcción del camino y de sus
dependencias, como también el uso de los materiales de construcción, aguas vertientes y corrientes
[y] combustibles vegetales (...)C. El derecho a cobrar peaje durante los veinte años de uso
concedidos (...) [según tarifas establecidas] todo por kilómetro en moneda nacional de plata (...).D.
Concesión y arrendamiento de gomales abrazando una extensión de 39.000 hectáreas: se convierte en
concesión provisional de terrenos con arreglo a los que deban adquirir los contratantes conforme al
inciso A. (...)” Cit en Flores Marín, José A. La explotación del caucho en Perú.. Lima,
CONCYTEC. 1987. p. 191.
14

No me haga la cuenta que tiemblo...


El Ministro de Hacienda argentino informa en el año del centenario:
“La deuda es ya demasiado pesada. Exige para atenderla ¼ de nuestras rentas (...)Debemos tener en
cuenta para conocer todas las partidas que constituyen el pasivo de la balanza internacional de pagos,
que una gran cantidad de establecimientos agropecuarios(...) pertenecen a personas que residen fuera
de la República y cuyos beneficos se invierten, también en muy buena parte, en el extranjero.(...)La
cifra de capital importado al país en los dos últimos años económicos (...)ascienden 200 millones oro
por lo menos (...) Debe haber otra cantidad no despreciable de capitales particulares cuyo monto es
imposible de establecer. Si consideramos que la balanza comercial nos ha dejado saldos favorables
por 116 millones de pesos oro, y si a esta suma agregamos los 200 millones oro de capitales
importados..., tenemos un total de 316 millones. Deduciendo 78.500.000 pesos oro, diferencia entre
lo que tenían la Caja de Conversión y bancos el 1-10-1908 y las existencias de los mismos al 1-10-
1910, resulta un saldo de 237.500.000 oro. Estas cifras significan que hemos pagado a Europa
237.500.000 pesos oro por los servicios de empréstitos, intereses, dividendos de sociedades
extranjeras, remesas de inmigrantes, etc.; significa en fin, que nuestra situación económica depende
en buena parte de la mayor o menor afluencia de capitales extranjeros.” Rosa, J. M. Cit. en Regalsky,
A. M. Las inversiones extranjeras en la Argentina (1860-1914) Buenos Aires, CEAL.1986. pp. 66 y
ss.

Bibliografía
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Siglo XXI. 1981.
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Las Estructuras. México, El Colegio de México/ F.C.E. 1999
Cueva, Agustín El desarrollo del capitalismo en América latina. México, Siglo XXI. 1979.
Furtado, Celso. La economía latinoamericana. Formación histórica y problemas contemporáneos.
México, Siglo XXI. 1976.
Halperín Donghi, T. Historia contemporánea de América Latina. Madrid, Alianza Ed. 1980.
Sunkel, O. y Paz, P. El Subdesarrollo Latinoamericano y la Teoría del Desarrollo. México, Siglo
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