Vous êtes sur la page 1sur 6

fuon 0.

U¡br

El significado del trabajo:


presentación de la
ética del trabajo

¿Qué es la ética del trabajo? En pocas palabras, es una nor-


ma de vida con dos premisas explícitas y dos presunciones tá-
citas.
La primera premisa dice que, si se quiere conseguir lo nece-
sario para vivir y ser feiiz, hay que hacer algo que los demás
consideren valioso y digno de un pago. Nada es gratis: se trata
siempre de un quid pro quo, de un "doy algo para que me des";
es preciso dar primero para recibir después.
La segunda premisa afirma que está mal, que es necio y mo-
ralmente dañino, conformarse con lo ya conseguido y quedarse
con menos en lugar de buscar más; que es absurdo e irracional
dejar de esforzarse después de haber alcanzado la satisfacción;
que no es decoroso descansar, salvo para reunir fuerzas y se-
guir trabajando. Dicho de otro modo: trabajar es un valor en sí
mismo, una actividad noble y jerarquízadora.
Y la norma continúa: hay que seguir trabajando aunque no
se vea qué cosa que no se tenga podrá aportarnos el trabajo, y
aunque eso no lo necesitemos para nada. T?abajar es bueno;no
hacerlo es malo.
La primera presunción tácita la cual ni el mandato
-sin
mismo, ni ninguna de las premisas señaladas resultarían tan
obvios- es que la mayoría de la gente tiene una capacidad de
trabajo que vender y puede ganarse la vida ofreciéndola para
obtener a cambio 1o que merece; todo lo que la gente posee es
L7
una recompensa por su trabajo anterior y por estar dispuesta había por qué atravesarlo; una vez alcanzado el límite, no había
a seguir trabajando. El trabajo es el estado normal de los seres urgencia alguna por ascender. Al menos, así pintaban la situa-
humanos; no trabajar es anormal. La mayor parte de la gente ción los empresarios de la época, los economistas que se afana-
cumple con sus obligaciones y sería injusto pedirle que com- ban por entender los problemas de esos empresarios y los
partiera sus beneficios o ganancias con los demás, que tam- predicadores morales, ansiosos por que las cosas mejoraran.
bién pueden hacerlo pero, por una u otrarazón no lo hacen. La memoria histórica permanece a salvo: la historia la es-
La otra presunción sostiene que sólo el trabajo cuyo valor es criben los triunfadores. No sorprende, por eso, que este cuadro
reconocido por los demás (trabajo por eI que hay que pagar de situación pasara a formar parte del esquema del relato his-
salarios o jornales, que puede venderse y está en condiciones tórico y se convirtiera en la crónica oficial de la dura batalla
de ser comprado) tiene el valor moral consagrado por la ética librada por los pioneros de la razón moderna contra la
del trabajo. Este, aunque breve, es un resumen adecuado de la irracional, ignorante, insensata e imperdonable resistencia ai
forma que ia ética del trabajo adoptó en nuestra sociedad, la so- progreso. Según esa crónica, ei objetivo de la guerra era lograr
ciedad "moderna". que los ciegos vieran Ia I:uz, obligar a los necios a emplear su
inteligencia, y enseñarles a todos a aspirar a una vida mejor, a
Cuando se habla de ética, es casi seguro que a alguien no le desear cosas nuevas y superiores, y través de ese deseo-
satisface la forma de comportarse de otros, que preferirÍa en- -a sin embargo, había
mejorarse a sí mismos. En caso necesario,
contrar en ellos otra conducta. Pocas veces esta observación que obligar a los recalcitrantes a actuar como si en realidad
tuvo más sentido que en el caso de Ia ética del trabajo. tuvieran esos deseos.
Desde que hizo irrupción en la conciencia europea durante En la práctica,los hechos sucedieron exactamente al revés
las primeras épocas de la industrializacíón a través de los de lo que sugerían los primeros empresarios en sus quejas con-
numerosos y tortuosos avatares de la modernidad -y y la ,,moder- tra los lentos y perezosos brazos de los obreros; también al re-
nízaci6n"-, la éLíca del trabajo sirvió a políticos, filósofos y vés de lo que economistas y sociólogos, más adelante,
predicadores para desterrar por las buenas o por las maias (o consideraron verdad histórica comprobada. En rigor, la apari-
como excusa para hacerlo) el difundido hábito que vieron como ción del régimen fabril puso fin al romance entre el artesano y
principal obstáculo para ei nuevo y espléndido mundo que in- su trabajo: Io contrario de lo que postulaba la "étíca del traba-
tentaban construir: ia generalizada tendencia a evitar, en lo jo".La cruzada moral que la historia describió como una bata-
posible, las aparentes bendiciones ofrecidas por el trabajo en lla para introducir la ética del trabajo (o como la educación
ias fábricas y a resistirse al ritmo de vida fijado por el capataz, para poner en práctica el "principio del buen rendimiento") fue,
el reloj y la máquina. en realidad, un intento de resucitar actitudes características
Cuando el concepto hizo su aparición en el debate público, la del período preindustrial, pero en condiciones nuevas que las
malsana y peligrosa costumbre que ia ética del trabajo debía despojaban de sentido. El propósito de la cruzada moral era
combatir, destruir y erradicar se apoyaba en la tendencia recrear, dentro de Ia fábrica y bajo la disciplina impuesta por
humana- a considerar ya dadas las necesidades propias, -muy
ya los patrones, el compromiso pleno con el trabajo artesanal, la
limitarse a satisfacerlas. Nada más. Una vez cubiertas esas dedicación incondicional al mismo y el cumplimiento, en el
necesidades básicas, los obreros "tradicionalistas" no le encon- meior nivel posible, de las tareas impuestas. Las mismas acti-
traban sentido a seguir trabajando o a ganar más dinero; des- tudes que ejercía el control sobre su propio trabajo-
pués de todo, ¿para qué? Había otras cosas más interesantes y -cuando
el artesano adoptaba espontáneamente.
dignas de hacer, que no se podían comprar pero se escapaban,
se ignoraban o se perdían si uno pasaba el día desvelándose
tras el dinero. Era posible vivir decentemente con muy poco;el
umbral de 1o que se consideraba digno estaba ya fijado, y no
18 19
Cómo se logró que la gente trabajara l,ll vt:rcl¿rdcrro scntido que las prédicas morales presentadas
t:olno "ótica del trabajo" tenían para las víctimas de aqueila
John stuart Mill se quejaba de "buscar en vano, entre las rrruzada fue vívidamente retratado en la descripción efectuada
clases obreras en general, eI iegítimo orgullo de úrindar un l)or un pequeño industrial anónimo, formulada en 1806:
buen trabajo a cambio de una buena remuneracíón',.1,aúnica
aspiración que enco_nttaba era, "en la mayoría de los casos, la Hallé que los hombres sentían un gran disgusto hacia cualquier
de recibir mucho y devolver la menor curriidad de servicios po- regularidad de horarios o de hábitos... Estaban sumamente des-
sibles".1 stuart Mill se iamentaba, en realidad, por la conver- contentos porque no podían salir y entrar como querían, ni tener
sión demasiado rápida de los antiguos artesanos?ya obreros) a el descanso que deseaban, ni continuar del modo como lo habían
la racionalidad del mercad-o hecho en el pasado; después de las horas de trabajo, además, eran
de y regida
-desprovista
por la relación costo-beneficio-, "*olión
y por el rápido aban"dono de
blanco de observaciones malintencionadas por parte de otros obre-
los últimos instintos premodernoi qrr" estabilecían un profun- ros. Hasta tal punto llegaron a manifestar su desacuerdo con Ia
do compromiso del trabajador .on sn trabajo. En ese cántexto totalidad del sistema, que me vi obligado a disolverlo.2
paradójicamente- la apelación a la étióa dei trabajo ocul-
-y
taba el primitivo impulso d.e apartar a ros obreroá de la En la práctica,lacrtzadapor Ia ética del trabajo era Ia bata-
racionalidad del mercado, que paiecía ejercer un efecto nocivo ila por imponer el control y la subordinación. Se trataba de
sobre la dedicación a sus tareás. Bajo ia ética del trabajo se una lucha por el poder en todo, salvo en el nombre;una batalla
promovía una ética de la disciplina: ya no importaban el orgu- para obligar a los trabajadores a aceptar, en homenaje a la
llo o elfronor, el sentido o la finalidaá. El obrero debía trabajar éLícay la nobleza del trabajo, una vida que ni era noble ni se
con todas sus fuerzas, día tras día y hora tras hora, aunque no ajustaba a sus propios principios de moral.
viera el motivo de ese esfuerzo o fuera incapaz de'vislumbrar La crrzada tenía por objeto, también, separar 1o que la gen-
su sentido último. te hacía de lo que consideraba digno de ser hecho, de 1o que
El problema central que enfrentaban ros pioneros de ra mo- tenía sentido hacer; separar el trabajo mismo de cualquier ob-
dernízación era la necesidad de obligar a la gente jetivo tangible y comprensible. Si se la hubiera llegado a incor-
-acostum-
brada a darle sentido a su trabajo a trávés de s'us propias metas,
mientras retenía el control de las tareas necesáriás para ha- porar totalmente a la lógica de la vida, laétíca del trabajo habría
cerlo- a volcar su babilidad y su esfuerzo en el cumpiimiento reemplazado a las demás actividades humanas (como reflexio-
de tareas que otros le imponÍan y controlaban, q.," crre"ir'd" nar, evaluar, elegir y proponerse fines), limitándose a "cumplir
sentido para ella. La solución al probrema fue la puesta en mar- con las formalidades". Pero no estaba en cada uno dictaminar
cha de una instrucción mecánicá dlrigida a habituar a los obre- a qué ritmo esas formalidades se cumplirían. Con razón, los
ros a obedecer sin pensar, al tiempo que se los privaba del críticos de la promisoria e incipiente modernidad nombre
orgullo dei trabajo bien hecho y .e los óbligaba a cumplir ta- -en
de lo que consideraban auténticos valores humanos- mani-
reas_ cuyo sentido se les escapaba. Como comenta {V"rr", festaban su apoyo al "derecho alaholgazartería".
sombart, el nuevo régimen fabiil necesitaba sóio partes de se- De haberse impuesto ,la étíca del trabajo habría separado
res humanos: pequeños engranajes sin alma integrados a un también el esfuerzd productivo de las necesidades humanas.
mecanismo más complejo. se estaba librando unalataila con- Por primera vez en la historia, se habría dado prioridad a "lo
tra las demás "partes humanas", ya inútiles: intereses y ambi- que se puede hacer" por encima de "1o que es necesario };'acer".
i ciones carentes de importancia paia er esfuerzo productív', que
interferían innecesariamente con las que participaban de la pro- La satisfacción de las necesidades habría dejado de regir Ia
ducción. La imposición de la ética der^trabajo implicaba la lógica del esfuerzo productivo y, lo que es más importante, sus
i renuncia a la libertad. límites; habría hecho posible Ia moderna paradoja del "creci-
miento por el crecimiento mismo".
t

20 2t
luan 0 tj¡br
h
Un resultado de la introducción de maquinarias y de la organiza- sometimiento de la naturaleza. KarI Marx definió e1 progreso
ción del trabajo en gran escala es el sometimiento de los obreros a histórico como la irrefrenable marcha hacia el dominio total de
una mortal rutina mecánica y administrativa. En algunos de los Ia naturalezapor el hombre. Apesar de sus diferencias en otros
sistemas de producción anteriores, se les concedía a los trabajado-
temas, Ios pensadores mencionados no difieren en esto de
res la oportunidad de expresar su personalidad en el trabajo; a
veces, incluso, quedaba lugar para manifestaciones artísticas, y el
Claude Saint-Simon o Auguste Comte.
artesano obtenía placer de su trabaio... El autor anónimo deAr¿ IJna vez explicitado el fin último, el único valor que se les
Authentic Account of the Riots of Birmingham (1799) [[-In relato reconocía a los emprendimientos prácticos era el de acortar la
auténtico de los motines de Birminghaml explica la participación distancia que todavía separaba a 1a gente del triunfo final so-
de los obreros en los disturbios diciendo que la naturaleza de su bre la naturaleza. La validez de otros criterios podía ser discu-
trabajo eratal, que sólo "se les enseña a actuar, no a pensar".3 tida con éxito y, poco a poco, anulada. Entre los criterios de
evaluación gradualmente descartados, la piedad, la compasión
Según el conmovedor resumen de J. L. y Barbara Hammonds, y la asistencia estuvieron en primer plano. La piedad por las
víctimas debilitaba la resolución, Ia compasión hacía más len-
...los únicos valores que las clases altas le permitían a la clase to el ritmo de los cambios, todo cuanto detenía o demoraba la
trabajadora eran los mismos que los propietarios de esclavos apre- marcha hacia el progreso dejaba de ser moral. Por otro lado, lo
ciaban en un esclavo. El trabajador debía ser diligente y atento, no que contribuyera a la victoria final sobre la naturaleza era
pensar en forma autónoma, deberle adhesión y lealtad sólo a su bueno y resultaba,"en última instancia", ético, porque servía,
patrón, reconocer que el lugar que le correspondía en la economía
"en el largo plazo", al progreso de la humanidad. La defensa
del Estado era el mismo que el de un esclavo en la economía de la
que el artesáno hacía á" tn. tradicionales derechosl iá réFis;
plantación azucarera. Es que las virtudes que admiramos en un
hombre son defectos en un esclavo.a tencia opuesta por los pobres de la era preindustrial ai régi-
men efectivo y eficiente del trabajo mecanizado, eran un
Por cierto que, en el coro de los llamados a someterse obstáculo más entre los muchos que la naturaleza, err su des-
cilmente y sin pensarlo- al ritmo impersonal, inhumano y-dó- concierto, oponía en el camino del progreso para demorar su
me-
cánico del trabajo de la fábrica, había una curios amezcla entre inminente derrota. Esa resistencia debía ser vencida con tan
poco remordimiento como habían sido ya quebradas, desenmas-
la mentalidad preindustrial y antimoderna de la economía
esclavista y la nueva y audaz visión dei mundo maravilloso, caradas y anuladas otras estratagemas de la natutaleza.
milagrosamente abundante, que Las figuras rectoras del magnífrco mundo que habría de cons-
vez rotas las cadenas
-una de Ia invención hu-
de Ia tradición- surgiría como resultado truirse sobre Ia base del ingenio y la habilidad de los hombres
(ante todo, de los diseñadores de máquinas y de los pioneros en
mana, y ante todo del dominio humano sobre la naturaleza.
Como observa Wolf Lepenies, desde fines del siglo xvn el len- su utilización) no dudaban de que los auténticos portadores
guaje utilizado para referirse a la "naLaraleza" (es decir, a todo dei progreso eran las mentes creadoras de los inventores. James
Io creado por intervención divina, lo "dado", no procesado ni Watt sostuvo en 1785 que los demás hombres, cuyo esfuerzo
tocado por la razón y la capacidad humanas) estaba saturado físico era necesario para dar cuerpo a las ideas de los invento-
de conceptos y metáforas militares.sFrancis Bacon no dejó nada
res, "debían ser considerados sólo como fuerzas mecánicas en
librado a la imaginación: la naturaleza debía ser conquistada accción... apenas deben :utllizar el razonamiento".G Mientras
y obligada a trabajar duro para servir, mejor que cuando se la tanto, RichardArkwright se quejaba de que
dejaba en iibertad, los intereses y el bienestar humanos. Des-
...era difícil educar a los seres humanos para que "renunciaran a
cartes comparó el progreso delaraz6n con una serie de bata-
sus desordenados e ineficientes hábitos de trabajo, para identifi-
llas victoriosas libradas contra Ia naturaleza; Diderot convocó carse con la invariable regularidad de las máquinas automáticas".
a teóricos y prácticos a unirse en nombre de la conquista y el Esas máquinas sólo podían funcionar correctamente si eran vigi-

22 23
Iadas en forma constante; y la idea de pasar díez o más horas por probablemente, y al menos por largo tiempo, serían víctimas
día encerrados en una fábrica, mirando una máquina, no les hacía
del cambio social: los objetos, no los sujetos, de la transforma-
gr:acia alguna a esos hombres y mujeres llegados del campo.
ción racional de la sociedad que estaba naciendo. La ética del
trabajo era uno de los ejes en ese amplísimo programa moral y
La resistencia a sumarse al esfuerzo combinado de ia huma-
cducativo, y las tareas asignadas, tanto a los hombres de pen-
nidad era, en sí misma, la tan mencionada prueba que demos-
samiento como a los de acción, formaban el núcleo de lo que
traba la relajación moral de los pobres y, al mismo tiempo, la
más tarde se llamó, entre los panegiristas de los nuevos cam-
virtud inherente a la disciplina implacable, estricta y rígida de
bios, el "proceso civilizador".
la fábrica. Latay:ea de lograr que los pobres y los "voluntaria-
Como los demás conjuntos de preceptos para una conducta
mente ociosos" se pusieran a trabajar no era sólo económica;
recta, decente y meritoria,Ia ética del trabajo era al mismo
era también moral. Las opiniones ilustradas del momento,
tiempo una visión constructivaylafórmula para log::ar un tra-
aunque difirieran en otros aspectos, no discutían este punto.
bajo demoledor. Negaba legitimidad a las costumbres, prefe-
La Blackwood's Magazine escrlbió que "la influencia del pa-
rencias o deseos de los destinatarios de semejante cttzada.
trón sobre los hombres es, de por sí, un paso adelante hacia el
progreso moral" ,7 mientras qaela Edinburgh Reuieut comenta-
Fijaba las pautas para una conducta correcta pero, ante todo,
echaba un manto de sospecha sobre todo lo que pudiera haber
ba ácidamente sobre Ia cruzada cultural que se estaba llevan-
hecho, antes de su sometimiento a las nuevas reglas, la gente
do a cabo:
destinada a esa transformación. No confiaba en las inclinacio-
nes de esas personas. Libres para actuar como quisieran y aban-
Los nuevos programas de beneficencia no están concebidos en el
espíritu lde la caridad]... Se celebra su advenimiento como el co- donadas a sus caprichos y preferencias, morirían de hambre
mienzo de un nuevo orden moral... en el cual los poseedores de antes que realizar un esfuerzo) se revolcarían en la inmundi-
propiedades retomarán su lugar como paternales guardianes de cia antes que trabajar por su autosuperación, antepondrían
los menos afortunados... para acabar, no con la pobreza (esto ni una diversión momentánea y efímera a una felicidad segura
siquiera parece deseable), sino con las formas más abyectas del pero todavía lejana. En general, preferirían no hacer nada an-
vicio, la indigencia y la miseria física.B tes que trabajar. Esos impulsos, incontrolados y viciosos, eran
parte de la "tradición" que la incipiente industria debía en-
P. Gaskell, el escritor y activista social que pasó a la historia frentar, combatir y exterminar. TaI como iba a
como uno de los amigos más filantrópicos, afectuosos y compa- señalarlo MaxWeber-finalmente-
(en el acertado resumen de Michael Rose),
sivos de los pobres, pensaba que, a pesar de todo, Ios objetos de laétíca del trabajo, al considerarla tarea yarealizada, "equi-
su compasión "apenas se diferenciaban, en sus cualidades esen- valía a un ataque" contra el "tradicionalismo de los trabajado-
ciales, de un niño salvaje sin educación",e y que precisaban de res comunes", quienes "habían actuado guiados por una visión
otras personas más maduras que vigilaran sus movimientos y rígida de sus necesidades materiales, que los llevaba a preferir
asumieran la responsabilidad de sus actos. Quienes contribuían el ocio y dejar pasar las oportunidades de aumentar sus ingre-
a la opinión ilustrada de la época coincidían en que los trabaja- sos trabajando más o durante más tiempo". El tradicionalismo
dores manuales no estaban en condiciones de regir su propia "era menospreciado". 10
vida. Como los niños caprichosos o inocentes, no podían con- Por cierto que, para los pioneros del nuevo y atrevido mundo
trolarse ni distinguir entre lo bueno y lo malo, entre las cosas de la modernidad, "tradición" era mala palabra. Simbolizaba
que los benefrciaban y las que les hacían daño. Menos aún eran las tendencias moralmente vergonzosas y condenables contra las
capaces de prever qué cosas, alalarga, resultarían "en su pro- que se alzabala ética del trabajo: las inclinaciones de los indi-
pio provecho". Sólo eran materia prima humana en condicio- viduos rutinarios que se conformaban con lo que tenían ayer,
nes de ser procesada para recibir la forma correcta; muy se negaban a obtener "más" e ignoraban 1o mejor si, para lo-
grarlo, debían hacer un esfuerzo adicional. (De hecho, se nega-
24 25
ban a entregarse a un régimen extraño, violento, cruel,
des-
alentador e incomprensible.) En ra guerra contra er ',tradi-
cionalismo" de 1os pobres anteriores a" ra época i'drr.triut,
enemigos declarados de la ética del trabajo
to.
mente, la modestia de las necesidades de" esos "ru",
ort"*i¡t"-
mediocridad de sus deseos. se libraron verdaderas
rr"-[r". v r"
¡atailas
más.feroces y despiadadas- contra la resistencia -tas
de esa mano
de obra potencial a sufrir ros dolores y ru r"rta-á"
ái*"ia"¿ ¿"
un régimen de trabajo que no deseab"a ni entendí;;;;;, po,
su propia voluntad, jamás habría elegido.

Vous aimerez peut-être aussi