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La improvisación

Es el pan nuestro de cada día, desde que nos levantamos


hasta que nos acostamos estamos improvisando. Cuando
saludamos a alguien, hacemos un pedido o damos una
opinión; no decimos el mensaje de memoria ni lo leemos,
sino simplemente lo dejamos aflorar libremente; entonces,
estamos improvisando.

En términos generales, IMPROVISAR, es un término que


implica una falta de organización, imprevisión y decisión
impulsiva; en oratoria tiene un significado especial,
improvisar un discurso significa hablar libremente y con
soltura, inventando las frases sobre la marcha. Es decir,
implica una expresión espontánea, pero inmediatamente
ordenada.

Por lo tanto la improvisación no es como creen algunos


“hablar por hablar”, es decir cuando no se conoce el tema
o se quiere salir del paso, –al contrario- es cuando
habiendo preparado bien el tema, lo exponemos como si se
gestara en ese momento, utilizando nuestras propias
palabras, nuestro propio estilo, allí mismo, delante del
público.

Es una exposición original, viva, utilizando las ideas


que se van presentando durante el desarrollo del
discurso.

Es pensar y hablar de pie. El público no quiere escuchar


lo que nosotros hemos leído en un libro tal como ha sido
redactado. El público quiere saber cuál es nuestra
opinión con relación al tema, cual es nuestro aporte.

Se puede consultar cualquier tipo de información, luego


viene un proceso de análisis, que da como resultado un
producto -la propuesta que queremos presentar-. Por eso
decimos que la improvisación tiene que pasar por un
proceso de digestión, de maduración, antes de ser
presentada.
1. Requisitos para una buena improvisación:

Tres recomendaciones esenciales:

a) Tener un buen conocimiento del tema:

Para improvisar hay que estar preparado. No se puede


hablar de lo que no se conoce, es preciso referirse a una
cosa, sea intelectual o afectivamente.
Hablamos de lo que pensamos, creemos, sabemos o nos
interesa.

b) No salirse del tema:

Ciertos oradores gustan decir “lo que les pasa por la


cabeza” saliéndose del tema que están exponiendo, para
luego escucharles decir: “¿De qué estábamos hablando?”
“¿Dónde nos habíamos quedado?”, etc.
Jean Guitton nos ha dejado una regla de oro para evitar
salirse del tema: “Digo lo que voy a decir, lo digo, y
digo que lo he dicho”, es decir; la introducción, cuerpo
y conclusión del discurso.
El título del tema debe reflejarse en todo el desarrollo
de la exposición, en caso contrario nos hemos equivocado
al elegir el título.

c) Liberarse físicamente:

El estar sueltos, libres y entusiastas, ayuda en la


improvisación.
Es necesario cultivar los ejercicios básicos de
relajación, respiración y una actitud mental positiva.

d) Póngale buen humor a su exposición.

2. ¿Cómo sazonar la improvisación?

Para sazonar la improvisación hay que utilizar ejemplos e


ilustraciones, alguna experiencia personal, una lectura
reciente, una anécdota, pensamientos, refranes, etc.,
relacionados con el tema.
Conocer de memoria ciertas cifras, algunos
acontecimientos, algunas citas; en algunas ocasiones, el
comienzo y el final del discurso; leer los textos
delicados. Improvisar el resto del tiempo, y en todos los
casos, respirar, tomarse unos momentos de silencio,
gesticular, mirar al auditorio.
Este mecanismo ofrece total seguridad cuando ha sido
pulido, de modo que hablar en público puede convertirse
en una diversión que le dará gratas satisfacciones.

3. Elementos de apoyo en la improvisación:

Si ustedes creen que es necesario para sus exposiciones,


una pizarra, un rotafolio, un proyector de transparencias
o un proyector multimedia, no duden en utilizarlo. Todo
aquello que ayude a la presentación debe utilizarse:
mapas, gráficos, cuadros estadísticos, flujogramas, entre
otros. Lo visual facilita la captación y evita que los
ojos del público se concentren solamente en el
expositor.

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