0 évaluation0% ont trouvé ce document utile (0 vote)
84 vues5 pages
Jesús ora en el Huerto de los Olivos por sus discípulos y por la Iglesia. Les pide que permanezcan unidos a Él y entre ellos mediante el amor y la fidelidad a sus mandamientos. Aunque experimentarán tristezas, su alegría será completa. Jesús intercede ante el Padre para que sus seguidores sean uno y den testimonio de Él en el mundo.
Jesús ora en el Huerto de los Olivos por sus discípulos y por la Iglesia. Les pide que permanezcan unidos a Él y entre ellos mediante el amor y la fidelidad a sus mandamientos. Aunque experimentarán tristezas, su alegría será completa. Jesús intercede ante el Padre para que sus seguidores sean uno y den testimonio de Él en el mundo.
Jesús ora en el Huerto de los Olivos por sus discípulos y por la Iglesia. Les pide que permanezcan unidos a Él y entre ellos mediante el amor y la fidelidad a sus mandamientos. Aunque experimentarán tristezas, su alegría será completa. Jesús intercede ante el Padre para que sus seguidores sean uno y den testimonio de Él en el mundo.
Luego de celebrar la Cena de Pascua, Jesús se dirigió con sus discípulos al Huerto de los Olivos. Allí oró al Padre, preparando su corazón para la Cruz. En el evangelio de Juan encontramos un extenso discurso de despedida, que es la oración de Jesús por los suyos, por nosotros. En esa Hora, Él nos recuerda, Él pide por nosotros, Él inicia su pasión con los nombres y rostros de cada uno de nosotros en su corazón. Junto a san Juan, meditaremos en algunos pasajes de esta oración. Acompañemos esta Adoración, con nuestro silencio, nuestra oración y nuestro canto.
S: Si me aman, cumplirán mis mandamientos; y yo pediré al Padre que les
envíe otro Defensor que esté siempre con ustedes: el Espíritu de la vedad, que el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce. Ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará con ustedes. No los dejo huérfanos, volveré a visitarlos. L1: Jesús, tú nos pides fidelidad. ¡Queremos ser fieles a tu amor! Tú eres fiel a los tuyos, a nosotros, a los que amas. No nos dejas solos, tu iglesia no camina sola. Haznos fieles a tus palabras. Haznos sensibles a tu presencia junto a nosotros, queremos serte fieles en los pobres, los marginados, los necesitados, en nuestros hermanos y hermanas. S: Dentro de poco el mundo ya no me verá; ustedes, en cambio, me verán, porque yo vivo y ustedes vivirán. Aquel día comprenderán que yo estoy en el Padre y ustedes en mí y yo en ustedes. Quien recibe y cumple mis mandamientos, ése sí que me ama. Y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él. Si alguien me ama cumplirá mi palabra, mi Padre lo amará, vendremos a él y habitaremos en él. Quien no me ama no cumple mis palabras, y la palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. L2: Jesús, tu mandamiento es amar. Queremos ser amantes de la humanidad. Queremos amarte, amando a los demás. Queremos que nuestra vida sea un siempre amar, amar y más amar. Tu palabra, la palabra del Padre, es el amor. Tú eres el amor del Padre hecho hombre. Haznos permanecer en tu amor, y serte fieles hasta el final. Queremos ofrecerte todos esos momentos en que te hemos expresado nuestro amor, aquellas acciones que nos han sido más difíciles, y las que han brotado naturales del corazón.
Segundo Momento: UNIDOS A CRISTO Y ENTRE NOSOTROS
El Señor nos pide fidelidad como muestra de amor. Este amor expresa se hace fidelidad no solo a Jesús, sino también en fidelidad hacia los hermanos. Este amor nos une a Cristo y nos une entre nosotros. Unidos a Él somos comunidad, cuyo vínculo se fundamenta en la persona de Jesús. Somos iglesia, somos comunidad, somos pueblo. S: Permanezcan en mí como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos: quien permanece en mí y yo en él dará mucho fruto; porque separados de mí no pueden hacer nada. Como el Padre me amó así yo los he amado: permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor; lo mismo que yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que participen de mi alegría y sean plenamente felices. L1: Jesús, queremos dar fruto, no queremos una vida estéril. Pero sabemos que no podemos hacerlo solos. Te necesitamos y necesitamos de los demás. Separados de ti nos convertimos en una comunidad seca, desunida, fría y egocéntrica. Unidos a ti, somos una comunidad de hermanos, fecunda, unida, acogedora y misericordiosa. No queremos caminar solos, queremos caminar unidos a ti y a los demás. S: Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo que yo les mando. Ya no los llamo sirvientes, porque el sirviente no sabe lo que hace su señor. A ustedes los he llamado amigos porque les he dado a conocer todo lo que escuché a mi Padre. No me eligieron ustedes a mí; yo los elegí a ustedes y los destiné para que vayan y den fruto, un fruto que permanezca; así, lo que pidan al Padre en mi nombre él se los concederá. Esto es lo que les mando: ámense unos a otros. L2: Jesús, somos tus amigos. ¡Somos tus amigos! Crees en nosotros, y nos confías tu misión. No somos sirvientes, somos amigos. Somos amigos tuyos y entre nosotros. Somos familias tuya y familia entre nosotros. Nos eliges para la vida y la esperanza, para la comunión y la misión. Queremos sentirnos comunidad que brilla con tu luz, que consuela y sana, que acompaña y sostiene. Nuestra unión se hace signo visible, queremos tomarnos de las manos por unos instantes, sentir que caminamos juntos, que en la mano de mi hermano está la tuya, Jesús.
Tercer Momento: LA TRISTEZA SE CONVERTIRÁ EN ALEGRÍA
El fruto de la fidelidad, el amor y la unión es la alegría. No una alegría pasajera, como la del mundo. Una alegría verdadera, que transforma la vida. No una alegría que niega el dolor y la tristeza. Una alegría que convierte nuestra actitud hacia los momentos difíciles de la vida. Alegría que se multiplica en comunidad. S: Les aseguro que ustedes llorarán y se lamentarán mientras el mundo se divierte; estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo. Cuando una mujer va a dar a luz, está triste porque le llega su hora. Pero, cuando ha dado a luz a la criatura no se acuerda de la angustia, por la alegría que siente de haber traído un hombre al mundo. L1: Jesús, en la vida hay tantos problemas. Vivimos en un mundo que nos parece injusto, donde se experimenta el hambre, la cesantía, el abandono, la crueldad, la enfermedad, la violencia. En nuestras mismas comunidades nos enfrentamos a la división y a la envidia. Pero no queremos caer en la desesperanza, no queremos anunciar pesimismos oscuros, queremos gritar al mundo la alegría que viene de ti. Queremos gritar al mundo que Tú tienes la última palabra: la tristeza se convertirá en gozo. S: Así ahora ustedes están tristes; pero los volveré a visitar y se llenarán de alegría, y nadie les quitará su alegría. Aquel día no me preguntarán nada. Les he dicho esto para que gracias a mi tengan paz. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo. L2: Jesús, tú vences los males del mundo. Tú vences los dolores y aflicciones de la humanidad. Pero no con magia ni promesas vacías, tú no nos ofreces la salida fácil. Tu triunfo es real, es concreto y es perdurable. Tú vences con la esperanza, la justicia, la misericordia. Tú nos desafías a construir un mundo nuevo. Un mundo donde reine la paz y la alegría, porque tú serás su fundamento. Queremos tomar el desafío de la paz en nuestras comunidades, en nuestras familias, en nuestros trabajos. Queremos construir esa paz que es signo de tu victoria. Toma nuestras manos, con ellas queremos trabajar, abrazar, sanar y ayudar. Por unos momentos, elevamos nuestras manos a ti, tómalas, Jesús.
Cuarto Momento: EN SU HORA, ESTAMOS CON ÉL
Acompañar a Jesús en esta hora es un signo de amor. Estamos con Él porque su amor ha transformado nuestra vida, y sabemos que puede transformar a otros. La oración que meditaremos en este momento es conocida como “la oración sacerdotal de Jesús”, pues en ella intercede ante el Padre por nosotros. Su oración se extiende por quienes seguirán su enseñanza, en todo tiempo y lugar. S: Padre, ha llegado la hora: da gloria a tu Hijo para que tu Hijo te dé gloria; ya que le has dado autoridad sobre todos los hombres para que dé vida eterna a cuantos le has confiado. En esto consista la vida eterna: en conocerte a Ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesús el Mesías. Padre, todo lo mío es tuyo y lo tuyo es mío: en ellos, los que me confiaste, se revela mi gloria. Ya no estoy en el mundo, mientras que ellos están en el mundo; yo voy hacia ti, Padre Santo, cuida en tu nombre a los que me diste, para que sean uno como nosotros. Ahora voy hacia el Padre; y les digo esto mientras estoy en el mundo para que mi gozo sea el de ustedes, y su gozo sea perfecto. L1: Jesús, en tu hora has rogado al Padre por cada uno de nosotros. En tu corazón está el rostro de cada uno de nosotros, de quienes estuvieron antes y de quienes vendrán en el futuro. Ruegas al Padre para que ninguno se pierda, para que seamos fuertes y demos testimonio de tu amor. Ruegas para que no prevalezca la división, sino para que seamos unidos: así como tú y el Padre. Jesús, tanto es tu amor por nosotros, que ruegas al Padre, y no dejas de rogarle por tu Iglesia. S: Conságralos con la verdad: tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, yo los envié al mundo. No sólo ruego por ellos, sino también por lo que han de creer en mi por medio de sus palabras. Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Les di a conocer tu nombre y se los daré a conocer, para que el amor con tú me amaste esté en ellos, y yo en ellos. L2: Jesús, haznos ser uno. Queremos dar testimonio de la verdad, de tu amor y de tu paz. Queremos ser una casa de misericordia para todos y todas. Que nuestra vida sea luz para la sociedad, porque serás tú quien brille en medio nuestro. Envíanos al mundo. Desafíanos a llegar donde nadie quiere ir. Pon en nuestros corazones tu verdad. Estamos aquí, contigo, queremos acompañarte en esta Hora, y que tu misión sea nuestra misión. Queremos estar dispuestos a dar la vida, a entregar nuestro tiempo, nuestro amor y nuestras manos. Como tú rogaste el Padre por nosotros, así nosotros nos queremos poner en las manos del Padre. Queremos decir juntos, nuestra oración de abandono: Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea, te doy las gracias. Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo, con tal que tu voluntad se cumpla en mí, y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te confío mi alma, te la doy con todo el amor de que soy capaz, porque te amo. Y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con una infinita confianza, porque Tú eres mi Padre. Amén.
Quinto Momento: PADRE, HA LLEGADO LA HORA
Ha llegado la Hora de Jesús, la oscuridad parece haber vencido. Jesús ha sido arrestado para ser entregado a quienes lo persiguen. La copa del dolor y la entrega será bebida por el Señor. Al terminar nuestra adoración, queremos retirarnos en silencio y oscuridad. Que no son signos de tristeza y desesperanza, sino de espera y contemplación: sabemos que esta es la hora de mayor amor en la historia de la humanidad. Pongámonos de pie, y al terminar la lectura, retirémonos a nuestros hogares en silencio, para continuar nuestra meditación en la Pasión de Nuestro Señor. S: Dicho esto, salió Jesús con los discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto; allá entró él con sus discípulos. Entonces, Judas tomó un destacamento y algunos empleados de los sumos sacerdotes y los fariseos, y se dirigió allá con antorchas, linternas y armas. Jesús, sabiendo todo lo que le iba a pasar, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscan? Le respondieron: A Jesús, el Nazareno. Les dijo: Yo soy. También Judas, el traidor, estaba con ellos. Cuando les dijo: Yo soy” retrocedieron y cayeron al suelo. Les preguntó de nuevo: ¿A quién buscan? Le respondieron: A Jesús, el Nazareno. Contestó Jesús: Ya les dije que yo soy, pero, si me buscan a mí, dejen ir a éstos. Así se cumplió lo que había dicho: No he perdido ninguno de los que me has confiado. Simón Pedro, que iba armado de espada, la desenvainó, dio un tajo al sirviente del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha, el sirviente se llamaba Malco. Jesús dijo a Pedro: Envaina la espada, ¿acaso no beberé la copa que me ha ofrecido mi Padre? El destacamento, el comandante y los agentes de los judíos arrestaron a Jesús, lo ataron y se lo llevaron al sumo sacerdote.