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Di Stefano, Roberto. “Mayo: De memorias curiosas”, Revista Criterio, N° 2359, 2010.

Juan Manuel Beruti, miembro de una familia patricia de Buenos Aires, llevó desde los trece
años y durante su larguísima vida –nació en 1777 y murió en 1856– un diario de los
acontecimientos públicos de la ciudad. El documento fue publicado por primera vez en 1942 y
constituye una fuente de información riquísima para los historiadores de la primera mitad del
siglo XIX. Al haber sido escrito cotidianamente, el diario permite advertir los muchos cambios
en la forma en que su autor percibía el proceso revolucionario.
Reproducimos aquí, como punto de llegada de la sección Mayo iniciada el año pasado, las
notas que tomó Beruti entre el 19 y el 30 de mayo de 1810. En ellas puede apreciarse que el
cronista interpreta la revolución como un pacífico cambio de gobierno, apenas agitado por
algún “tumulto” en la plaza motivado por la incertidumbre que provocó la caída de la Junta de
Sevilla y por el descontento que suscitó la junta que el Cabildo intentó imponer inicialmente,
presidida por el ex virrey Cisneros. Las anotaciones de los años sucesivos reflejan, en cambio,
el desasosiego por las crecientes discordias y luchas facciosas, por las penurias que impone la
guerra y por el temor a lo que podría deparar el futuro.
Roberto Di Stefano

“El 19 de mayo de 1810. Con motivo de haber 1legado un barco ingles procedente de
Gibraltar, con la infausta noticia de haberse perdido la ciudad de Sevilla, capital de las
Andalucías, y sido tomada por los franceses la mayor parte de la Espana y que la Junta
suprema de la nacion representante de la soberanía ya no existía. El Cabildo de Buenos Aires
con acuerdo de los jefes militares y demás vecinos y ciudadanos condecorados determinaron
poner a cubierto estas provincias del Rio de la Plata de las asechanzas e insultos de nuestros
enemigos máxime viéndonos sin representacion soberana legítima, pues ésta había caducado
con la pérdida de Sevilla, e igualmente la autoridad del excelentísimo señor virrey por falta de
aquella de la cual dependía; y por lo mismo determinaron hacérselo saber a su excelencia para
que en su virtud abdicara el mando en el excelentisimo Cabildo, para que éste con anuencia
del pueblo tratase de formar el gobierno que debíamos adoptar.

“Efectivamente el excelentísimo Cabildo en este mismo día lo representó al virrey verbalmente


por diputados que le mandó, que fue el señor alcalde de primer voto quien así lo hizo, pero el
virrey para deliberar llamó a los comandantes de los cuerpos y ante el alcalde les dijo le
manifestasen su parecer, a lo que contestaron diciéndole abdicara el mando, pues el pueblo asi
lo pedía, y de oponerse a ello, daba lugar a un tumulto exponiendo al pueblo y su persona y por
lo mismo debía obviarla, propendiendo a la paz, unión y buena armonía. “Oído por el virrey
esto, por boca de Saavedra comandante de patricios y que no tenía remedio, contestó al señor
alcalde que para contestar a su solicitud se lo hiciera saber el excelentísimo Cabildo por oficio,
que él contestaría; y a Saavedra y demás comandantes suplicó lo mirasen como era debido,

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considerando tenía famllia y por lo mismo le señalasen un sueldo para poderse sostener
retirado con su mujer e hijos, en caso de no dársele mando alguno; a cuya súplica se le dijo no
tuviera cuidado que se le senalaría su correspondiente renta para que se pudiera mantener con
su familia con la decencia que su persona y caracter merecía en caso de no ocupársele; con lo
que quedó conforme y allanado.

“E1 21 de mayo el excelentísimo Cabildo, desde su sala capitular, mandó dos diputados al
virrey con el oficio donde le manifestaban los motivos que habían para que abdicara el mando
en el excelentísimo Cabildo, y que el pueblo así lo pedia, a cuyo oficio contestó, por los mismos
diputados en otro oficio, diciendo: Se hiciera un congreso general o cabildo público y lo que
resultase en pluralidad de votos, sobre si debía o no soltar el mando, estaba pronto a ejecutar;
cuya facultad y permiso para hacer dicho congreso daba al excelentísimo Cabildo.

“La multitud de pueblo que estaba en la plaza, no sabiendo lo que había contestado el virrey,
pues tardaba el Cabildo en manifestarlo, gritó por tres veces al Cabildo lo declarase a cuyos
gritos salió el síndico procurador de ciudad al balcón y dijo: estaba todo allanado. A esto se
contestó por el pueblo quería saber si el excelentísimo senor virrey había soltado el mando, y
así categóricamente lo manifestase. A esto dijo el síndico: Señores: el excelentísimo señor
virrey está allanado y dispuesto a cuanto diga el Cabildo, y categóricamente lo ha insinuado
así. No tengan vuestras mercedes recelo, que este excelentísimo Ayuntamiento mira por el
pueblo y arreglará todo, retírense todos a sus casas que no hay novedad, pues todo corre por
manos del Cabildo; a cuyas razones dichas se retiró, y el inmenso pueeblo prorrumpió: Viva el
Cabildo. Con lo cual se concluyó y el pueblo se retiró. “El 22 de mayo de 1810. Amanecieron
puestas centinelas en las bocacalles que entran en la plaza con orden de no dejar entrar a
ninguna persona que no presentase la esquela de convocación que el Cabildo pasó la tarde
antes a los que habían de votar en el congreso, y esto se hizo por obviar tumultos en la plaza.

“Efectivamente a las nueve de la manana, ya estaban los convocados en Cabildo, a cuyas


horas se abrió la sesion, proponiéndose primeramente: Si el gobierno del excelentísimo señor
virrey de estas provincias había caducado o no, en virtud de haber cesado, y no existir la
suprema autoridad de donde dimanaba la suya, y si debía abdicar el mando en el excelentísimo
Cabildo.

“Despues de lo cual se procedió a que cada uno de los del concurso diera su parecer, lo que
hecho por el orden que coorrespondía, se ponía por escrito y lo firmaba el individuo para su
constancia, y luego se leía públicamente a los demás del Congreso, y entraba otra; cuya
operación duró hasta las doce y media de la noche, en que se concluyó.

“El 23 de mayo. En virtud de haber resultado en el congreso de ayer, por la mayor pluralidad
de votos, el que el excelentísimo señor virrey debía de abdicar el mando en el excelentísimo

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Cabildo por haber fenecido su gobierno, por no existir la suprema Junta Central de España, de
donde dimanaba su autoridad; se pasó diputación a dicho señor excelentísimo haciéndosele
saber, quien enterado de ello se conformó, e inmediatamente abdicó el mando en el
excelentísimo Cabildo firmando el acta de su abdicación mandando a todos los cuerpos
reconocieran a dicho excelentísimo Cabildo por gobernador y capitán general de estas
provincias, en vistas de lo cual el Cabildo, como que ya residía en sí el mando superior, mandó
hacerlo saber por bando público, para inteligencia de todos; cuyo bando se publicó por las
calles acostumbradas de esta ciudad para inteligencia del pueblo, a son de cajas y tambores, y
con todas las tropas y formalidades de uso, el cual salió después de las oraciones,
concluyéndose a las seis y media de la noche, con lo cual quedó reeconocido dicho
excelentísimo Cabildo de gobernador y capitán general al que se le hicieron inmediatamente
los honores de tal, y poniéndosele la guardia de honor, de una compañía de soldados con
bandera, en las puertas de sus casas consistoriales; con lo cual quedó el pueblo pacífico.

“E1 24 de mayo de 1810. El excelentísimo Cabildo, en virtud de las facultades que el pueblo le
dio en el Cabildo abierto, procedió a nombrar los sujetos que habían de componer la Junta de
gobierno que se iba a instalar, y nombró de presidente de ella al excelentísimo señor virrey don
Baltasar Hidalgo de Cisneros; y vocales a los senores doctor don Juan José Castelli, abogado
de esta Real Audiencia; a don Cornelio Saavedra, comandante de patricios; al doctor Juan
[Nepomuceno de] Sola, cura de la paarroquia de Nuestra Senora de Monserrat; y a don José
Santos lncháurregui, del comercio de esta ciudad, los cuales pasaron al Cabildo y prestaron el
juramento de cumplir bien con sus empleos tomándoselo ante todo el Ayuntamiento de señor
alcalde de primer voto, lo que concluido se retiraron al Fuerte e inmediatamente se quitó la
guardia de honor al Cabildo y se mandó al palacio del presidente en donde se echó bandera,
se hizo salva de artillería, hubo repique general de campanas, y a la noche iluminación general
en la ciudad; todo lo cual se hizo saber al público por bando; advirtiéndose en él que esta Junta
era provisional ínterin llegaban los diputados de las provincias para entonces instalar la
suprema del reino.

“El [dia] 25 [de mayo] con motivo de una representaci6n que hicieron un considerable número
de vecinos, los comandantes y varios oficiales de los cuerpos voluntarios por sí y a nombre del
pueblo pidiendo no ser de su agrado la elección que se hizo por el excelentísimo Cabildo de los
sujetos que componen la Junta; pero para esto ya había renunciado el presidente y demas
vocales, por habérselo hecho presente el Cabildo la noche antes diciéndoles renunciasen la
elección para no exponer al pueblo a un tumulto, que estaba dispuesto a no admitirlos aunque
fuera a rigor de la fuerza, pues ellos anulaban la elección hecha por el Cabildo pues a éste no
se le había dado facultad por el pueblo para hacerlo sino únicamente para tomar el mando de
la capitanía general y no para formar la Junta, pues ésta se había de hacer a la voluntad del
pueblo.

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“Efectivamente hoy mismo se hizo nueva elección por el pueblo, y resultó de presidente
nombrado a don Cornelio Saaavedra y comandante general de armas; y vocales al doctor don
Juan José Castelli, al doctor don Manuel Belgrano, secretario del real Consulado, don Miguel
Azcuénaga, comandante de milicias provinciales de infantería, doctor don Manuel Alberti, cura
de la parroquia de San Nicolás, don Domingo Matheu y don Juan Jose Larrea, comerciantes, y
secretarios de ella los doctores don Juan José Paso y don Mariano Moreno. Cuyos sujetos
fueron inmediatamente conocidos por el excelentísimo Cabildo los cuales juraron también en la
sala capitular sus empleos e inmediatamente se hizo saber al público por bando. Se enarboló
bandera en el Fuerte, éste hizo salva, hubo repique general e iluminación en la ciudad.

“Luego que juraron sus empleos los vocales de la Junta, salió al balcón del Cabildo el
presidente Saavedra, arengó al pueblo a la fidelidad, paz y armonía, y lo que remató el pueblo
viva la Junta.
“El contento fue general con esta elección pues fue hecha a gusto del pueblo, y al contrario la
primera que causó el mayor disgusto, que expuso a la ciudad a perderse.

“El [dia] 26 de mayo de 1810. Fueron todos los tribunales y autoridades eclesiásticas civiles y
militares al Cabildo, y juraron obediencia a la Junta, que se halla en la sala capitular.

“En [dia] 27 [de mayo]. Todas las tropas de artillería, infantería y caballería formaron un cuadro
en la plaza, salió la Junta, el presidente los arengó y juraron obediencia; y luego hicieron una
descarga de artillería y fusilería con lo cual se concluyó.

“El [dia] 30 [de mayo] se hizo una solemne función en la catedral y se cantó el Tedeum en
acci6n de gracias por la instalación de la Junta, la que asistió a ella con todos los tribunales; y
pontificó el señor obispo; y dijo el sermón el doctor don Diego de Zavaleta habiendo ocupado la
Junta el lugar preminente donde presidían los señores virreyes.”

Fuente: J. M. Beruti, Memorias curiosas, Buenos Aires: Emecé, 2001, págs. 136- 141.

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