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¿Y SI REGULAMOS LA TELEVISIÓN?

La trágica muerte de Ruth Thalía Sayas Sánchez aviva la discusión sobre la


calidad de la televisión peruana. ¿Puede un canal ofrecer los secretos más
caros de una persona a cambio de dinero? ¿Somos los medios de
comunicación el único poder sin contrapoder? Aquí cuatro claves que ayudan a
entender el libertinaje de la pantalla chica y a encontrar formas para regular las
antenas más calientes.

“Antes de terminar este programa –dijo Beto Ortiz con los ojos puestos en su
libreto– yo quiero irme a casa con la certeza de que la verdad siempre es
luminosa”. Ruth Thalía Sayas Sánchez, con las piernas entrecruzadas y la
mirada esquiva, asentía con la cabeza. Acababa de confesar que se había
acostado con hombres a cambio de dinero un par de veces.

“La verdad nunca hace daño aunque duela”, enfatizó Ortiz, de cara a los
padres de Ruth y a su supuesto enamorado. Para el crítico detelevisión
Fernando Vivas, la participación de Sayas en El valor de la verdad contribuyó
con la configuración del móvil de su asesino, Bryan Romero, su ex pareja , ya
sea por el dinero que ella cobró y él disputaba (15 mil soles) o por la
humillación pública que supuestamente sufrió él con la revelación.

El hecho, incontrovertible, es que Romero es el responsable de la muerte y


merece la máxima condena. Pero también queda claro que a partir de ahora
algo en la televisión peruana debe cambiar. Conocida la muerte, Frecuencia
Latina difundió un comunicadoen el que condenaba el feminicidio, pero no se
disculpaba por los riesgos del formato.

La Sociedad Nacional de Radio y Televisión (SNRT), el gremio de empresarios


televisivos, tampoco hizo una autocrítica. La Asociación Nacional de
Anunciantes (ANDA) calificó el caso como “policial” y sacó el cuerpo por
completo. A continuación, las razones que explican este clima de libertinaje
mediático.

EL ESPEJISMO DE LA REGULACIÓN

En el Perú la vigilancia de la calidad de la televisión está a cargo de los propios


canales. No existe, como en Chile o Estados Unidos, un ente regulador que,
desde una posición de independencia y prestigio, otorgue y retire las licencias
para usar las ondas electromagnéticas (propiedad intangible de la nación) y
fiscalice el contenido de las emisiones.

De acuerdo a la Ley de Radio y Televisión (28278), aprobada en el 2004, todos


los canales poseen un código de ética que establece los límites de su
producción. El de Frecuencia Latina, por ejemplo, dispone en su artículo
tercero que los programas se orienten por principios como “la defensa de la
persona humana y el respeto a su dignidad” y “el respeto al honor, la buena
reputación y la intimidad personal y familiar”.

¿Qué pasa si El valor de la verdad incumple alguno de estos valores? El


organismo estatal encargado de propiciar buenas prácticas en los medios
audiovisuales, el Consejo Consultivo de Radio y Televisión (CONCORTV), está
impedido de señalarlo porque la ley no le permite actuar por iniciativa propia.
Según el sistema vigente, el proceso debe empezar con la queja por escrito de
un televidente ante la Sociedad Nacional de Radio y Televisión.

La denuncia debe resolverse en el comité de quejas en primera instancia y en


el tribunal de ética en segunda. Buena parte de los miembros de estos entes
detenta una riesgosa cercanía con los medios. Por ejemplo, el ingeniero Luis
Otoya Trelles, presidente del tribunal de ética de la SNRT, es socio de la
consultora de marketing y publicidad Otoya & Asociados, que ha hecho
trabajos para Frecuencia Latina.

Su opinión estaría claramente comprometida si le tocara enjuiciar el programa


de Beto Ortiz. Si el quejoso queda descontento con el resultado, puede iniciar
un proceso administrativo ante el Ministerio de Transportes y Comunicaciones,
en el cual participa el CONCORTV como opinador no vinculante. “El Consejo
está a veces casi de adorno”, admite ante DOMINGO Rosa María Alfaro,
presidenta del CONCORTV e investigadora de los medios.

“El equipo es buenísimo, está integrado por personas de lo más capaces, pero
no puede influir significativamente sobre los medios. Estamos, de algún modo,
inválidos”, añade. Entonces, todo queda en manos de la autorregulación o, lo
que puede ser lo mismo, del exceso previamente consentido.

LA LIBERTAD COMO FUNDAMENTALISMO

Desde que el país se libró del control perverso que ejercía sobre los medios el
fujimorismo, todo intento de regulación ha sido visto con exaltado recelo por
broadcasters y periodistas. La libertad de expresión, invocada por igual tanto
por investigadores de lacorrupción como por reporteros de espectáculos, ha
devenido en algo así como un derecho absoluto.

Un poder sin contrapoder. Algunas quejas contra los medios han debido llegar
al Poder Judicial para recién encontrar solución, como la denuncia que hizo el
futbolista Paolo Guerrero contra Magaly Medina por haberlo acusado sin
pruebas de haberse amanecido en medio de una concentración.
De acuerdo al crítico de televisión y sociólogo Fernando Vivas, la conductora
de espectáculos es el mejor ejemplo del fracaso de la autorregulación en el
Perú. ATV no cumplió su código de ética y no tuvo sanción alguna por ello. La
hipersensibilidad que existe en los medios de comunicación frente a la palabra
regulación tiene su correlato en la actitud cautelosa del Estado.

“Los integrantes de los gobiernos tienen miedo a cuestionar a los medios


porque piensan que estos inmediatamente se irían contra ellos y sus figuras
públicas quedarían mal”, asegura Alfaro, presidenta del CONCORTV. No se
trata de promover intervenciones estatales al estilo de Venezuela o Ecuador,
donde el gobierno atenta abiertamente contra la libertad de expresión, sino de
desarrollar algún tipo de regulación independiente, como ocurre muy cerca del
Perú.

SÍ HAY REGULACIÓN EN OTROS PAÍSES

En mayo pasado el canal chileno Mega se atrevió a poner al aire el programa


de Laura Bozzo, versión Televisa. Las imágenes de personas realizando todo
tipo de pruebas grotescas a cambio de dinero revolvió la televisión mapuche.

Varias personas presentaron quejas ante el Consejo Nacional de Televisión, el


organismo regulador de las comunicaciones en ese país, y el espacio se
canceló a inicios de junio. “Nos dimos cuenta de que es un contenido complejo
y que no nos representa”, dijo Francisco Henríquez, gerente de la televisora.

El Consejo es un ente independiente y especializado integrado por


personalidades probas y prestigiosas que otorgan las concesiones de
radiodifusión y vigilan la calidad de los contenidos. Son 11 personas
designadas por el presidente de la República y aprobadas por el Senado.

Entre sus funciones se encuentran las de realizar una encuestanacional sobre


la televisión cada tres años y educar a la ciudadanía en la observancia crítica
de la pantalla chica. Colombia y Brasiltienen instancias parecidas. Estados
Unidos posee una Comisión Federal de Comunicaciones con capacidad de
vetar los programas que no se ajustan a los códigos de ética.

En Reino Unido, un organismo similar le negó a NewsCorp, de Rupert


Murdoch, la posibilidad de tener el control total de la empresa de cable BSkyB,
al considerar que la corporación había cometido prácticas ilegales de obtención
de información (chuponeo). Es hora de que el Perú evalúe la posibilidad de
tener un consejo regulatorio independiente que emita opinión vinculante sobre
los medios.
EL APORTE DE LOS ANUNCIANTES

La ANDA ha sido el ente regulatorio de facto en los últimos años en el país. Su


semáforo ético ha clasificado, en base a una encuesta, los programas
televisivos en luz verde, ámbar o roja de acuerdo a su calidad. Cuando un
espacio se ganaba el color rojo, esta institución disponía que los anunciantes
retiraran de él su publicidad.

Era un castigo contundente que podía llegar a asfixiar el espacio, como ocurrió
con Laura Bozzo a fines de los 90. Los anunciantes luego pusieron su veto en
programas como el de Magaly Medina y telenovelas como Éxtasis.

Preguntado por esta revista sobre si intervendrán en el caso de Ruth Thalía


Sayas, un funcionario de ANDA respondió que el semáforo ya está inactivo y
que esa tarea hoy le compete a la Sociedad Nacional de Radio y Televisión,
que ha activado un sistema de resolución de quejas. ¿Ahora quién podrá
salvarnos? Los de siempre, los televidentes, que tienen en el control remoto el
poder de calentar o enfriar las antenas.
Por Ghiovani Hinojosa

EL PROBLEMA DE NO INVESTIGAR

La mayor responsabilidad de Frecuencia Latina está en el área periodística, por


no haberle dado más importancia noticiosa a la desaparición de Ruth Thalía
Sayas desde el 11 de setiembre. Muchas personas no nos enteramos de ello
hasta la tarde del sábado cuando empezaron los rumores sobre el encuentro
del cuerpo en Jicamarca.

La ejecutiva de Canal 2 Susana Umbert ha indicado que la producción revisa


los antecedentes policiales de los concursantes y aplica también una prueba
psicológica, pero no a los acompañantes. Dado el contenido delicado que se
‘usa’ en el programa (normalmente la vida íntima de las personas) y dada la
poca salud mental que caracteriza nuestra sociedad, se ve ahora, ex post,
necesario que esas dos precauciones se apliquen también a los
acompañantes.

Sayas pudo haber llegado a ese supuesto acuerdo de repartir el premio con su
ex pareja –dinero que pudo provenir de cualquier otro programa concurso– y
dadas las características y antecedentes de Romero, el desenlace hubiera sido
el mismo.

Jacqueline Fowks. Periodista,

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