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Cuán alejados estamos de cumplir la orden de Jesús: “Por tanto, id, y haced discípulos a
todas las naciones. . .” (Mateo 28: 19). El imperativo de Jesucristo es para todo creyente.
Debe haber un compromiso total para anunciar las verdades de aquel que nos llamó de las
tinieblas del pecado, a la luz admirable de Jesús. ¿Acaso, no somos todos los creyentes, según
el apóstol Pablo, los que hemos recibido el encargo del ministerio de la reconciliación (2
Corintios 5:19).
El médico Lucas, en el libro de los Hechos, describe el estilo de vida de los primeros
cristianos, no dejando de lado el papel fundamental del Espíritu Santo, quien no sólo es aquel
que produce arrepentimiento en el ser humano, sino que además, capacita y da poder para
predicar el evangelio, y esto repercuta en un crecimiento de la iglesia.
Esta monografía, se realizó con el propósito de hacer reflexionar al pueblo cristiano,
acerca de cumplir con su responsabilidad de predicar a Jesucristo. Tomando como ejemplo: la
búsqueda de la llenura del Espíritu Santo de la iglesia apostólica, que trajo como fruto: gozo,
perseverancia, unidad y crecimiento en ella.
Deseando, desde luego, que este pequeño trabajo, pueda ser de gran bendición e
inspiración para el pueblo santo de Dios. Amén.
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CAPÍTULO I
LA PREDICACIÓN APOSTÓLICA EN EL PODER DEL ESPÍRITU
SANTO
1.1. La promesa del Espíritu Santo es para todo creyente (Hechos 2:1-4):
“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos” (Hechos 2:1), “Y
fueron todos llenos del Espíritu Santo,. . .” (Hechos 2:4). El común denominador en estos dos
versículos es: todos. Por tanto, los que encontraban reunidos en la fiesta de Pentecostés,
habían tenido anticipadamente el testimonio de una promesa que creaba en ellos una gran
expectativa.
Esto sería confirmado por el apóstol Pedro, cuando en su primer discurso, llenó del
Espíritu Santo, cita lo siguiente: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel: Y en los postreros
días dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,. . .” (Hechos 2:17).
La promesa del Espíritu Santo, no fue un suceso exclusivo para los que se encontraban
reunidos en el aposento alto, sino que también es un don para todas aquellas personas que
creen en Jesús como el Señor y Salvador de sus vidas.
Jesús mismo declaró acerca de la promesa del Espíritu Santo y su papel en nuestras
vidas: “Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el
Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuera, os lo enviaré” (Juan 16:7). El Espíritu
Santo viene sobre el creyente para darle consolación en momentos de mucha adversidad;
además, de denuedo y poder para predicar. La comunión con Dios a través de la oración, la
comunión con la iglesia, la unidad del cuerpo de Cristo, es muestra de una vida espiritual
saludable. No importa si usted es un nuevo creyente, si lleva tiempo en la iglesia, si es un
maestro, si es pastor o evangelista, si es niño, joven o anciano. No hay requisito a llenar. Si
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ha recibido a Jesús como su Señor y Salvador ¡Usted puede ser lleno del Espíritu Santo y ser
preparado para toda buena obra.
1.2. El Espíritu Santo capacita y da poder al cristiano para predicar (Hechos 1:8):
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Hechos 1:8 es el versículo clave del libro. Nos da a la vez el poder y el
programa de la Iglesia de Jesucristo. El poder es el Espíritu Santo; el programa
es la evangelización del mundo. Sin éste, aquel cosa es vana. Nadie puede estar
llenó del Espíritu Santo y no tener a la misma vez un interés en la
evangelización del mundo (p. 10).
Creo que todos aquellos que entren en contacto con este tremendo poder, serán
afectados a cumplir con el propósito de la predicación del evangelio.
El ser testigos de Dios, es compartir con todos lo que Él ha hecho en nuestras vidas. Es
el deseo de Dios que podamos ser testimonios vivos de su gracia y misericordia. Esta
responsabilidad depende de cuán comprometidos estemos con la obra del Señor.
Según el comentario Beacon (1983):
Esto quiere decir, que todo aquel que profese ser cristiano: su vida, sus acciones, deben
hablar mucho más alto que sus palabras, he ahí la necesidad de la predicación pura y no
fingida del evangelio. Es bueno tener un corazón dispuesto, pero será más poderoso, que ese
mismo corazón sea lleno del Espíritu Santo y de amor por las almas.
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CAPÍTULO II
EL CONTEXTO ESPIRITUAL DE LA IGLESIA PRIMITIVA
¿Con qué propósito fue fundada la iglesia? No es para hacer alarde de las
potencialidades en sus líderes o pastores, ni de lo grande y caro de sus templos. La iglesia
nació para que permanezca unida y pueda crecer para la gloria de su fundador.
Todos debemos trabajar enfocados en un solo propósito: ganar almas para Cristo. Pero
qué tipo de unidad es la que lleva a tal crecimiento: “Sin embargo, ambas cosas, la palabra
homou (juntos) y la totalidad del contexto, sugiere una unidad de espíritu” (Comentario
Beacon, 1983, p. 282). Esto quiere decir que por más esfuerzo que hagan los hombres para
tener y sostener una unidad estructural, nunca podrán sustituir la unidad de espíritu y por el
Espíritu.
Por lo tanto, la unidad en la iglesia es menester para su crecimiento espiritual y
numérico. Se trata pues de una realidad que ha de mantenerse mediante el vínculo de la paz:
paz con Dios y los hombres. Así como la unidad divina es indivisible e inviolable, debe serlo
también la unidad en la iglesia.
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2.2.1. Perseverancia:
2.2.2. Alegría:
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La sencillez de corazón en la Iglesia Primitiva, es una bella muestra de una comunión
sin pretensiones, ni egos; con el único propósito de dar gracias a Dios y buscar la expansión
de su reino. Esa sencillez es digna de imitar en la iglesia actual, que con humildad y amor,
todos estemos dispuestos a cumplir con nuestra labor de predicar el evangelio, como lo
manifiesta P. R. Orjala en su libro “La gran Comisión es para mí”: “La iglesia total ha sido
llamada a cumplir su misión y ninguna persona o grupo de la iglesia tiene el monopolio de la
misma” (p. 14).
Estando de acuerdo con Orjala, nadie que sea cristiano debe ser o sentirse excluido del
anuncio del evangelio. La iglesia en su totalidad, sin contender, ni buscar su propia gloria, es
demandada a que con alegría cumpla con su misión.
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CAPÍTULO III
LA PREDICACIÓN DEL EVANGELIO EN LA IGLESIA PRIMITIVA
REPERCUTIÓ EN UN CRECIMIENTO INESPERADO E INTEGRAL
Por último, en este capítulo veremos que los propósitos de Dios se cumplen, el
surgimiento y crecimiento de la Iglesia Primitiva nos dan plena certeza que es así. Todo esto
porque el trabajo de aquellos primeros cristianos fue tan fuerte y denodado, tanto así que con
la predicación del evangelio se logró la expansión del reino de Dios hasta estos días.
Para estimar adecuadamente el fruto del evangelismo uno verá que es necesario
valorizar los resultados de todo movimiento cristiano desde pentecostés hasta
ahora. . . Cada alma salva, cada buena influencia ejercida, cada institución
fundada en favor del mejoramiento y socorro de la humanidad en toda la
cristiandad, es el fruto del evangelio (p. 100).
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No se puede estar más de acuerdo con Williamson, el fruto de nuestra predicación, será
cada alma que viene a Cristo y la complacencia nuestra, el saber que no se trabajó en vano.
Dios nos asegura que reconocerá toda obra hecha para Él: “Así que, hermanos míos
amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que
vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58). No hay nada más
reconfortante: el saber que Dios tiene por contada toda labor realizada para expandir su reino;
y en esta vida o en la venidera, habrá recompensa para los que son hallados fieles a Él.
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CONCLUSIONES
1. El Espíritu Santo y su llenura es para todo creyente. El Espíritu Santo será quien capacite y
dé poder a su iglesia para cumplir con toda buena obra que Dios demande.
2. La buena comunión en la iglesia refleja una vida espiritual saludable, siendo necesaria para
un buen testimonio hacia los demás y una invitación para aquellos que aún no han entregado
su vida al Señor, a que lo hagan y obtengan la salvación de sus almas.
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