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CRISTAL UN SUEÑO DE VIDA

Aquel día de agosto, mucha gente llegaba a la casa de los Solano, su única hija,

la más bella que aquella pareja habla procreado, cumplía catorce años de feliz

existencia. Su padre habla invitado a todos los familiares y amistades de Cristal,

desde conocidos hasta más íntimos amigos, y es que Don Cristóbal y su esposa

querían tirar la casa por la ventana, ya se imaginaban como sería cuando su

adorada hija cumpliera las quince primaveras. Soñaban y pensaban que no

escatimarían ningún esfuerzo, porque aquel día no tan lejano sería el mejor en la

vida de Cristal. Pero bueno, para ésta fiesta de catorce años estaba todo

preparado: Una quinta alquilada ya estaba engalanada con sillas y mesas

adornadas con los mejores atuendos y globos de colores.

Habían mesas llenas de dulces por montones, rompope, alfajores, suspiros, en

fin, de todo se encontraba. Los regalos se iban colocando en una gran mesa y los

sobres con dinero de algunos invitado en un bol.

¡Qué preciosa fiesta! Rimaba con la belleza de Cristal, su madre la había

arreglado bien bonita, con un vestido celeste que llegaba hasta el suelo, y un

cintillo en la frente, blanco como su pureza.


Aquel día Cristal bailó y bailó, desde la primera pieza que la hizo con Don

Cristóbal su padre, a quien se lo veía orgulloso y ufano al contemplar la alegría

de su hija.

Los días iban pasando, y el recuerdo de aquella majestuosa fiesta se Iba

olvidando poco a poco.

Para esos días la esposa de Don Cristóbal daba a luz un lindo hijo, ya le tenían

fijado el nombre, se llamaría "Cristóbal" como su padre, el otro nombre sería

Segundo, porque sería el segundo Cristóbal de la familia. Ya se habían cumplido

dos meses desde que festejaron los catorce años de Cristal

- ¡Qué rápido pasa el tiempo¡ Decía Don Cristóbal, que como todo buen padre que

adora a su hija, en especial si es hija única, comenzaba a contar los meses para

que su niña cumpliera las quince primaveras.

Lastimosamente para ese mismo tiempo, Cristal comenzó a sentir un agudo dolor

en todo su cuerpo; al principio no dijo nada porque no quería preocupar a sus

padres, pero el dolor se volvió tan contante e intenso que no tuvo más remedio

que contarle todo a su madre.

Al siguiente día llevaron a Cristal donde un médico que era muy amigo de la

familia, el doctor por los síntomas que presentaba Cristal, no tuvo otra opción
más que enviarle a hacer unos análisis, y su diagnóstico lo reservó para después

que llegaran los resultados.

Cristal, no volvió a ir al colegio, su piel se marchitó de repente, ya no era la misma

niña que corría y jugaba por los pasillos, ahora solo le daban remedios para calmar

el dolor.

El malestar era insoportable y sus padres todavía no sabían cuál era el pronóstico

de la enfermedad de su hija; no podían creer como de la noche a la mañana su

tierna niña tenía un padecer; rezaban por la sanidad de su hija sin embargo los

ojos de Cristóbal y los de su esposa reflejaban dolor, detrás de una que otra

lágrima rodándole en las mejillas.

Los días pasaban y el cuerpo de Cristal presentaba a los dos lados del cuello un

par de elevaciones como si tuviera los ganglios inflamados. El doctor le pide a

Cristóbal que ingrese a su hija al hospital, porque el presentía algo serio en la

enfermedad de la joven; así que esa misma tarde Cristal fue internada en el

Hospital de Portoviejo con pronóstico reservado.

El padecer de Cristal seguía en aumento y con los resultados de los análisis se

comprobaba que estaba padeciendo de un cáncer linfático. Así el dolor de aquella

familia aumentó, tanto para sus padres, como para familiares y amigos; uno que
otro familiar le aconsejaba a Cristóbal que pida el pase a un hospital de Guayaquil

porque a veces es necesario tener otro diagnóstico, el padre haciendo caso a

muchas personas aceptó la sugerencia y se llevó en una ambulancia a su hija.

Los médicos del hospital de Guayaquil al igual que los de Portoviejo dieron su

punto de vista clínico, confirmaron el cáncer en Cristal y le daban máximo dos

meses de vida, porque ya la enfermedad estaba en etapa terminal. Con mucho

dolor Cristóbal y su esposa dejaron a su hija internada.

El tiempo transcurría rápidamente, hasta que ciertos días familiares de

Cristóbal en un grupo de cinco fueron al Hospital para rezar y orar junto a

Cristal; Ese día la madre de Cristal le maquilló la demacrada cara a su hija y le

colocó algunas almohadas para que se incorporara, pero Cristal estaba muy

contenta al ver cómo sus familiares más cercanos estaban con ella.

Cuando todos estaban rezando cogidos de la mano, un hombre todo vestido de

blanco, con un sombrero se acercó; los presentes se hicieron a un lado, pensaban

que era un médico, el ser de estatura muy pequeña y de tez trigueña, cogiéndole

la mano a Cristal, le dijo:


- Mira te doy esta pomada, tienes que colocártela en todas las partes de tu

cuerpo donde te duela; cuando se te acabe tienes que comprar otra en una botica,

con esta tienes para ocho meses; ¿qué te parece? - y continuó preguntándole -

- ¿Quieres casarte?

En el acto Cristal le respondió

-¡Sí!, sí quiero

El hombrecito se sacó el sombrero y lo puso a un lado de la camilla, abrió la

pomada y con sus propias manos comenzó a ponerle la crema a Cristal; cuando

hubo terminado, dejó la pomada abierta en un lado de la camilla, cogió su

sombrero y salió de la habitación. Todos los presentes estaban pasmados al

sentir que la puerta se cerraba sola, Cristóbal salió corriendo a darle las gracias

al hombrecito de sombrero blanco, pero en el pasillo no había nadie. La esposa

de Cristóbal y dos familiares más que estaban rezando con ellos, estaban

asombrados al ver que aquel hombre se había desvanecido casi al instante.

Buscaron en corredores y pasillos, preguntaron a enfermeras y doctores, pero

nadie les daba razón. Así este suceso se quedó en la memoria de ellos;
Pero al otro día Cristal estaba curada por completo; la sorpresa que se llevó

Cristal al cerrar la pomada es que no tenía nada escrito en la tapa, que no había

ninguna descripción médica.

Los médicos estaban sorprendidos no se explicaban cómo Cristal podía estar

sana

- Quizás todo se deba a un milagro -decían-

Al ver la mejoría de Cristal, le dieron de alta, y esa misma tarde regresaba a su

natal Portoviejo; a partir de aquel día Cristal cambió totalmente, les dijo a su

padres que ella quería viajar y comer, quería aprovechar aquellos ocho meses que

duraba la pomada para vivir como nadie había vivido. Cristóbal andaba de botica

en botica preguntando por la pomada y nadie le daba razón, a pesar que tanto el

cómo su esposa en su interior sabían lo que estaba pasando con su hija Cristal,

no era nada más que UN SUEÑO DE VIDA, un milagro que le permitía a ellos

tener a su hija un año más.

Así fue como Cristal viajó junto a sus padres por casi todo el Ecuador, reía,

bailaba, comía, saltaba, con tantos caprichos que solo un padre puede cumplir. La

misma Cristal se aplicaba la pomada, lo mínimo para que le dure más.


Cristóbal se acordaba cuando su hija había cumplido los catorce años, y creía que

no llegaría a celebrar las quince primaveras de su amada hija. Se arrodillaba en

un rincón de la casa y lloraba sin que nadie lo viera, mirando un almanaque,

contemplaba como pasaban los días, las semanas, los meses.

- ¡Qué rápido pasa el tiempo! -volvía a decir, pero ésta vez con un aire triste-

Las lágrimas en sus mejillas reflejaban el profundo dolor que sentía, pero él no

podía quebrarse en ese momento, tenía que mostrarse fuerte, así que sacando la

mayor fortaleza de su interior, secó las lágrimas de su cara, ésa era la cara que

tenía que presentar al mundo.

Después de no mucho, la madre de Cristal, salió del cuarto de su hija y buscó

desesperadamente a su esposo, cuando lo encontró, no le dijo nada, ni una sola

palabra, solo le entregó el recipiente de la pomada, estaba casi vacío; a lo mucho

había para tres días. Cristal andaba silenciosa, esa misma noche llamo a sus

padres, les dijo hermoso que había sido tener los mejores padres del mundo, que

daba gracias al cielo por haber permitido compartir tantos momentos con ellos,

les pidió que no lloraran, que se rieran, se puso a contarles un cuento y después

de hacerles muchas muecas se quedó dormida.


Su madre untó la pomada en el cuerpo de su niña, la arropó, apagó la luz del

cuarto y salieron. Cristóbal antes de dormir le contaba a su esposa que había

hecho analizar un poquito de la pomada en un laboratorio y le habían dicho, que

la pomada no era más que brillantina simple. Después de aquella conversación, los

esposos decidieron no investigar más sobre aquel hombre vestido de blanco, ellos

sabían quién era, solo que no querían decirlo.

A la mañana siguiente, Cristóbal se levantó temprano para ver a su adorada hija,

y contempló el cuerpo inerte de Cristal, ya estaba sin vida. Había muerto justo

un mes para cumplir sus quince primaveras.

El sepelio de Cristal fue al día siguiente, pero sus padres ya no lloraron, sabían

que su hija estaba en buenas manos, quizás en las mejores, estaba en el cielo

donde viven y sueñan los ángeles, y Cristal era uno de ellos.

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