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Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad Nacional de Quilmes, sus fines

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Adorno, Theodor W.
Estética 1958-1959. -la ed. -
Buenos Aires : Las Cuarenta, 2013.
560 p.; 21x13.5 cm. – (Colección Mitma)

ISBN 978-987-1501-51-9

1. Filosofía. 2. Estética.
CDD 111.85

Diseño de tapa y diagramación interior: Las cuarenta

Título original: Ästhetik (1958/59), Suhrkamp, 2009.

Estética 1958/9
Theodor W. Adorno
© Las cuarenta, 2013
Puan 376, Ciudad Autónoma de Buenos Aires
www.lascuarentalibros.com.ar

Primera edición
ISBN 978-987-1501-51-9

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Índice
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15. Prólogo
La estética no burguesa
Por Silvia Schwarzböck

39. Clase 1
Situación. Posibilidad actual de una estética filosófica.
Relación entre filosofía y estética en Kant. Definición
hegeliana de lo bello. Objetividad estética. Crítica de la
“estética desde arriba”. Acerca del método. Problema de
la relatividad estética. Objetividad del juicio estético.
Lógica estética. Irracionalidad del arte. La obra de arte
como expresión de la ingenuidad. Investigación de las
fundamentaciones en el campo de la estética.

69. Clase 2
No hay instrucciones de uso. El prejuicio individua-
lista. Talento. Resistencia contra la estética. Polos de
la indagación estética: a) reflexión teórica. Polos de
la indagación estética: b) experiencia de la praxis ar-
tística. Contra el refinamiento. Carácter enigmático.
Justificación de la filosofía del arte. Estética en sentido
equívoco. Bello natural y bello artístico. El reparo de
Hegel sobre lo bello natural. El momento en suspenso
en lo bello natural.

97. Clase 3
Fugacidad de lo bello natural. Carácter modélico de
lo bello natural. Aura. Experiencia de algo objetivo.
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225. Clase 8
“Estado de ánimo”. Mediación entre lo bello natural y
lo bello artístico. Historicidad de lo bello natural. Lo Crisis del sentido (continuación). Hacer hablar a
sublime en Kant. La experiencia estética es en sí misma la naturaleza mutilada. Expresión de la alienación.
dialéctica. “Satisfacción desinteresada”. Distanciamiento. Consecuencia de la construcción.
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Aleatorismo. Problema de los caracteres.


121. Clase 4
253. Clase 9
La esfera especial de la apariencia estética. Tabú sobre
La teoría platónica de la belleza. Introducción a la in-
el deseo. Sublimación. Disonancia. “El mandato de la
primavera, la dulce necesidad”. Mimesis. Imitación. terpretación del Fedro. Entusiasmo. La belleza como
Transición. una forma de locura. Ser iniciado. El dolor como cons-
tituyente de la experiencia de la belleza. Sin definición.
Idea. Subjetividad de lo bello. Imitación de la Idea de
145. Clase 5
Separación del arte del mundo real. Juego y apariencia. belleza. Momento de peligro en la belleza.
“El mundo de nuevo”. Arte como “despliegue de la ver-
dad”. Negación del principio de realidad. Expresión de 275. Clase 10
sufrimiento. Participación del arte en el proceso de do- Continuación de la interpretación del Fedro. La para-
minación de la naturaleza. Técnica. Progreso. doja de lo bello. Copia de la belleza. Afinidad con la
muerte. Elevarse sobre el mundo condicionado. La teo-
173. Clase 6 ría kantiana de lo sublime. Lo sensible y lo espiritual en
¿El arte sólo da expresión a lo destruido? Reproducción el arte. Campo de fuerzas.
del cuerpo. Salida del arte más progresivo. El ideal
expresivo del expresionismo. Principium stilisa- 299. Clase 11
tionis. Construcción. Dialéctica entre expresión y Ontología y dialéctica en Platón. Relación entre lo be-
construcción. llo y el arte. El momento de lo feo. El momento de lo
sensiblemente satisfactorio. Experiencia estética. Para
199. Clase 7 ganar, hay que arriesgarse. Sentido del todo.
Naturaleza en sentido histórico. Construcción y for-
ma. Crítica de la creatividad. Temor a la expresión. 323. Clase 12
Reducción del individuo. Enmudecimiento des- Recapitulación. Goce artístico. El habitante. Fe-
pués de Auschwitz. Crisis del sentido. Límites de la tichismo. Goce estético. Desbordamiento. Superación
construcción. del principium individuationis. La comprensión de
obras de arte.
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347. Clase 13 457. Clase 18


Correalización reflexiva. Estupidez estética. Crítica del subjetivismo estético. Crítica de la estética
Traducción, comentario, crítica. Espiritualización del psicológica. Metódica. La inmediatez de la reacción
arte. Constructivismo. Dialéctica entre los momentos subjetiva está mediada. Consumo de prestigio. La rela-
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sensibles y los momentos espirituales en la obra de arte. ción emocional con el arte.

367. Clase 14 481. Clase 19


Contenido espiritual. Conexión estructural. Campo Recapitulación. The Tired Business-Man's Show.
de fuerzas. Alergia contra lo sensiblemente satisfacto- Síntesis no conceptual. Conocimiento del arte.
rio. Estética sin belleza. Reacciones defensivas frente al arte moderno.

389. Clase 15 503. Clase 20


Posiciones correctas para la definición de la obra de Recapitulación. Rencor contra el arte moderno del no
arte. Alienación. Relación con el objeto en las artes aficionado a él. Semicultura. El arte moderno y su alie-
plásticas. Arte abstracto. Forma como contenido sedi- nación del consumo como algo social. El pseudo-realis-
mentado. Pérdida de tensión. Supuestos teóricos de la mo de Lukács. El concepto de ideología. Subjetivismo
experiencia artística. kantiano. Crítica de la teoría de la experiencia estética.
Ambigüedad de la obra de arte.
413. Clase 16
Belleza y verdad. Naturalismo. Verdad de la expresión. 527. Clase 21
Coherencia. Necesidad. La idea de lo bello como diná- Reproducción de la verdad. Idea en la totalidad de los
mico en sí. Homeostasis. La verdad mediada. momentos. “... Ser completamente plenificado por la
cosa...” Vivencia. Psicología del artista. Empatía. La
437. Clase 17 obra de arte como espíritu objetivado. Producción
Subjetivismo y objetivismo en la estética. La crítica he- artística.
geliana del gusto. Fisiognómica del esteta. Goût quand
même. Experiencia acumulada. Moda. 551. Epílogo del editor
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Clase 14
15.1.1959

Contenido espiritual

Me han llegado de parte de ustedes –y si debo decirlo,


de la parte más competente que pueda pensarse– dos pre-
guntas que voy a contestar con gusto, por el motivo, sobre
todo, de que aquí se trata, efectivamente, de la aclaración
del concepto más central de todos aquellos de los que nos
ocupamos en este curso. Y si bien yo me he preocupado
por articularles este concepto en las conexiones más diver-
sas, quizá sea aconsejable, de todos modos, que digamos
una vez más algo, a modo de resumen, acerca de él. No se
trata de otra cosa que de la cuestión del contenido espiri-
tual de las obras de arte. Creo que es bien platónico si, por
lo pronto, les resumo, hasta donde llega mi discernimien-
to, lo que nosotros no debemos pensar bajo este concepto.
Esto es, ante todo no debemos pensar eso que un autor
–por ejemplo, un escritor, un músico, un pintor– ha intro-
ducido en la obra en calidad de lo que se llaman ideas o
sentimientos –o lo que fuere–. Seguramente los momen-
tos que entran en la obra de arte a través del sujeto produc-
tivo –sea con intención artística, sea mediados por proce-
sos inconscientes– son también esenciales, y seguramente
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368 THEODOR W. ADORNO CLASE 14 369

la objetividad de la obra de arte está mediada por estos autor]. Y hacer esto resulta, de hecho, algo tranquilizador:
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momentos subjetivos. Si no se supone esto, se arriba de el autor introduce en la obra tales y tales ideas, concepcio-
hecho a esa concepción de la obra de arte caída del cielo nes del mundo, intenciones, etc. y el intérprete o, digamos,
que, en general, es defendida precisamente por diletantes el científico del espíritu393 –la persona que se pone frente a
y personas incultas. Pero lo que cuenta en la obra de arte, la obra para comprenderla– vuelve a sacar lo que el autor
de todos modos, es acaso sólo aquello que se corporiza en antes ha introducido; por lo que podría preguntarse, en-
la cosa en sí misma. Y el espíritu existe en la obra de arte tonces, por qué en verdad se ha instituido todo este juego
como contenido espiritual, como algo obligatorio, sólo en que realmente recuerda en algo a la historia de los dos
la medida en que él, de manera objetiva, sin ninguna con- campesinos que se comieron, una vez cada uno, al famoso
sideración hacia el que la produce, se representa imperati- sapo394. Casi ni debería considerarse posible que se pueda
vamente a través de la obra de arte misma –quizá se puede llegar de una forma tan barata al contenido de una obra de
decir: en la medida en que el espíritu se realiza a partir de
la obra de arte–. Lo que el autor introduce en la obra de 393
La traducción de la palabra Geisteswissenschaftler como “científi-
co del espíritu” es la más literal posible y, al mismo tiempo, la que
arte, también en cuanto a los motivos llamados espiritua-
más se ajusta a lo que el término quiere decir en la época y a lo que
les, lo que él –como se dice– piensa acerca de la obra o, por Adorno quiere decir en la clase. Un “científico del espíritu” podría
ejemplo, las intenciones que persigue con ella, es, por el ser lo que se entiende hoy por un académico formado en alguna de
contrario –tengo que decirlo de manera paradójica– algo las humanidades, no en las ciencias sociales. No obstante, Adorno
en verdad meramente material. En las obras poéticas, lo usa el término de una manera demasiado intencional (sobre todo
por la crítica que sigue) como para traducirlo libremente como “hu-
que introduce el autor son las ideas que aparecen en ellas,
manista”. El término se refiere aquí a la diferencia –ya algo arcaica
y nada de lo que sucede en el lenguaje –y a través de él, en en 1959– entre Naturwissenschaften [ciencias de la naturaleza] y
el concepto– está radicalmente separado de las ideas. Pero Geisteswissenschaften [ciencias del espíritu], realizada por Dilthey,
lo que ha sido introducido ahí, en las ideas, de manera in- que marcó el modo hermenéutico de entender las humanidades en
la cultura alemana de finales del siglo XIX. [N. de la T.]
mediata, es precisamente una pieza de materia, como las 394
En el sur de Alemania se cuenta, de generación en generación,
palabras que se usan, o como los colores en un cuadro o con leves modificaciones, esta historia: dos muchachos ven un sapo
como los sonidos y las relaciones sonoras en una composi- nauseabundo. Uno le hace al otro una oferta: “te doy diez marcos, si
ción musical. Por eso creo que puedo superar este momen- te comes crudo al sapo”. El otro se lo traga a duras penas, con ojos de
to, porque tengo la impresión –y con esto quiero también sufrimiento. Cuando pasa por el camino, frente a ellos, un segundo
sapo, este muchacho le hace al otro, que le dio los diez marcos, la
dirigirme especialmente a los germanistas que hay entre
misma oferta que él antes aceptó: “te vuelvo a dar los diez marcos,
ustedes– de que muchas de las interpretaciones habituales si te comes al sapo”. Interesado en recuperar el billete, el muchacho
de la literatura, de hecho, se conforman con el trabajo de acepta la propuesta y recibe de nuevo los diez marcos. Después de
extraer, precisamente, lo introducido, por así decir, [por el un rato, el que devolvió el billete le dice al otro: ¿para qué me sirvió,
verdaderamente, que los dos nos hayamos comido un sapo?”.
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370 THEODOR W. ADORNO CLASE 14 371

arte. Pero tampoco se trata, de ningún modo, de una mera esto nada tiene que ver con el contenido espiritual real de
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visión terrorífica que yo tenga de la ciencia puesta en este una obra de arte, tampoco con la de Thomas Mann. Por lo
lugar, sino de una descripción de un estado de cosas efec- tanto, incluso si uno, por ejemplo, no sólo no se contenta
tivamente muy difundido. Si ustedes, por ejemplo, echan inmediatamente con las ideas que todas las figuras posi-
una mirada panorámica a la literatura de Thomas Mann, bles en Thomas Mann dan de sí –en especial, naturalmen-
encontrarán que en general estas interpretaciones se dan te, los enemigos Naphta y Settembrini397, especialmente
por satisfechas con extraer limpiamente los motivos filo- preferidos para esto, pero tampoco con numerosas discu-
sóficos que Thomas Mann ha esparcido o enterrado –ya siones en Doktor Faustus398–, sino que también ve el total
debo decir– dentro de su obra395. Y si se ha hecho esto, de la obra y entonces cree, por ejemplo, tener el contenido
entonces, es porque realmente se cree haberse percatado de estas novelas en la forma de la oración impresa en letra
del contenido de una obra de arte como ésa. Hay obras de cursiva del capítulo de la nieve de la segunda parte de La
Thomas Mann, sobre todo del último período –digamos, montaña mágica –el del dueño de las contradicciones399–
de la segunda mitad de su fase productiva, que comienza
con La montaña mágica [1924]–, en las que él, por moti- aquí: 336 [Adorno, T. W., “Para un retrato de Thomas Mann”, en:
Notas sobre literatura, Obra completa, 11, op. cit., pp. 323-331, aquí:
vos muy razonables, se ha comprometido con cuestiones
324].
filosóficas que luego aparecen en sus novelas. Alguien que 397
El humanista orientado republicanamente Ludovico Settembrini
sale de caza para doctorarse y más o menos obligatoria- es el defensor de la razón en La montaña mágica; él intenta, frente al
mente define estas cuestiones, se encuentra ahí altamente joven Hans Castorp, asumir el rol del educador. Leo Naphta, el co-
recompensado; no se sabe cuántas tesis de doctorado más munista de origen judío-oriental y de cuño jesuítico, es su contra-
figura, defensor de la mística, del ascetismo y de la revolución. Cfr.
pueden generarse todavía396. Pero, naturalmente, todo
Mann, Thomas, Der Zauberberg, en: Gesammelte Werke in zwölf
Bänden, Bd. III, Frankfurt, 1960, pp. 516-536; 543-570; 608-
395
La bibliografía de Klaus W. Jonas, Fifty Years of Thomas Mann 646. Para evaluar el significado de las discusiones entre Settembrini
Studies, Minneapolis, 1955, registraba ya 2958 títulos; como ejem- y Naphta en la recepción de la novela, véase, entre otros: Sagave,
plos de la situación académica constatada por Adorno podrían men- Pierre-Paul, “Réalité sociale et idéologie religieuse dans les ro-
cionarse: Lesser, Jonas, “Einige Bemerkungen über Thomas Manns mans de Thomas Mann. Les Buddenbrooks, La Montagne magique,
Verháltnis zu Philosophie und Religión”, en: Neue Rundschau Le Doctoeur Faustus”, en: Publications de la Faculté des Lettres de
LXVI (1955), pp. 518-523; Leibrich, Louis, “Expérience et phi- l'Université de Strasbourg, Fase. 124,43 ss.
losophie de vie chez Thomas Mann”, en: Études Germaniques IX 398
Mann, Thomas, Doktor Faustus. Das Leben des deutschen
(1954), pp. 291-307; Kaufmann, Fritz, The World as Will and Tonsetzers Adrián Leverkühn erzählt von einem Freunde,
Representaron, Boston, 1957. Estocolmo, 1947
396
Su malestar por las tesis de doctorado sobre la influencia de 399
Cfr. Mann, Thomas, Gesammelte Werke, op. cit., Bd. III, p. 686:
Schopenhauer y Nietzsche en Thomas Mann o sobre el rol de la “El hombre no debe dejar que la Muerte reine sobre sus pensamien-
música dentro de su obra, Adorno lo ha expuesto en su ensayo “Para tos en nombre de la bondad y del amor”. [Mann, Thomas, La mon-
un retrato de Thomas Mann” (1962). Cfr. GS 11, pp. 335-344; taña mágica, trad. Mario Verdaguer, Barcelona, José Janés, 1947,
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372 THEODOR W. ADORNO CLASE 14 373

todo esto es, en el fondo, una forma superior de elevación comprometida, que quizá pocos de ustedes se habrían
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del material. En general, la pregunta por el verdadero con- atrevido a pronunciar: la cosmovisión [Weltanschauung]
tenido de la obra de arte comienza, ante todo, en la esfera de una obra de arte. Si esto debe decir de un modo más
en la que también estos contenidos aparentemente espiri- que real, como lo más explícito y lo más enfático de todo,
tuales están aún concebidos como meros contenidos obje- qué quiere una obra de arte o por qué es hija del espíritu,
tivos400. Esta es una cuestión que, hasta donde puedo ver, quizá la así llamada cosmovisión difícilmente pueda signi-
apenas si ha sido tomada en cuenta hasta hoy; porque ficar otra cosa que el supuesto fundamental sobre el que se
pienso que, en realidad, el problema en la obra de Thomas desarrolla una obra de arte en general (como sucede, por
Mann realmente es, por lo pronto, el de cómo emancipar- ejemplo, en la cultura antigua o en la Edad Media). Y esto,
se de las categorías totalizadoras fijadas de manera casi ofi- de todos modos, podría quizá extrapolarse también a épo-
cial tal como ellas provienen de la filosofía de la vida –por cas burguesas, porque, en un cierto sentido, la cosmovi-
lo tanto, como contradicciones: vida y muerte, caída, de- sión burguesa (con sus categorías de individuo, de respon-
cadencia y frente a ellas, el espíritu, y todas estas cuestio- sabilidad, de autonomía, con los conflictos que están ine-
nes, como quieran llamarlas– y considerar estas cuestio- vitablemente situados en la sociedad burguesa –entre las
nes, por una vez, como si todo esto no se encontrara ya en normas de la sociedad, por un lado, y la aspiración a la li-
la [guía] Baedeker. Pero, dejando esto de lado, creo que el bertad del individuo, por el otro–) es un supuesto de las
contenido espiritual de una obra de arte tampoco se crea grandes novelas burguesas, por ejemplo, las de Flaubert o
en lo que se designa con una palabra ahora realmente muy las de Fontane, así como en la Edad Media una representa-
ción sustancial de la cristiandad era, precisamente, un su-
cap. VI, p. 679. La cita, impresa en cursiva, pertenece al apartado puesto semejante. Pero el contenido espiritual de la obra
“N eve” del capítulo VI. La referencia al “dueño de las contradic-
de arte, no obstante, quizá se podría constituir, ante todo,
ciones” es la siguiente: “El hombre es dueño de las contradicciones,
éstas existen gracias a él y, por consiguiente, él es más noble que en la forma específica en que ahora la creación supera estos
ellas”. ídem, p. 678. N. de la T.] supuestos generales o en la forma en que ella se concretiza
400
Con esta diferenciación entre un plano del contenido objetivo en la obra de arte misma. Si no, el contenido espiritual se-
[Sachgehalt] y otro, al que se supone más o menos independien-
ría algo indescriptiblemente pobre y monótono. Es decir,
te, del contenido espiritual [geistiger Gehalt] o contenido de ver-
dad [Wahrheitsgehalt], Adorno se familiariza a partir del ensayo todas las obras de arte que sean portadoras de la misma
de Benjamín Las afinidades electivas de Goethe (1923). Véase: cosmovisión, de las mismas categorías totales sustanciales,
Benjamín, Walter, Goethes Wahlverwandtschaften, en: Gesammelte tendrían en verdad –precisamente por eso– también el
Schriften, Bd. 1.1, op. cit., p. 125 ss. La diferenciación –construida
mismo contenido espiritual. Entonces, la pregunta por el
sobre la diferencia neokantiana entre cosas y valores, entre cuestio-
nes de génesis y de validez– se encuentra ya en la Filosofía del dinero contenido espiritual de la obra de arte estaría de hecho re-
de Georg Simmel (Berlín, 1900). ducida a aquello que en ningún caso puede volverse la pre-
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gunta por lo espiritual, es decir, a la pregunta por el con- ocurren ahí como para que ella brote de las cosas mismas
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cepto general que sirve de base, de un modo más o menos como contenido espiritual y como algo sustancial. En
inalterado, a cada una de sus manifestaciones determina- [...]401 encuentran ustedes una gran capacidad de concreti-
das. Pero aunque se hable de cosmovisión en el sentido en zación, pero, sea como fuere, plantea más o menos la pre-
el que existen en nuestra época las así llamadas cosmovi- gunta –o el intento de una respuesta– sobre cómo es posi-
siones –digamos, por ejemplo, la cosmovisión del existen- ble, en un estado de incredulidad, comportarse de todos
cialismo, como está representada en las novelas de Sartre o modos como un hombre moral, aunque sea –si puedo de-
de Camus, o una determinada clase de novelas de cosmo- cirlo así– algo pasado de moda. Por lo tanto, frente a todas
visión católica que están también muy difundidas (–pienso estas cuestiones, el contenido espiritual de una obra de
aquí, especialmente, en las de Graham Greene, que en arte es algo muy cerrado, algo mucho menos accesible. Y si
Alemania son quizá más conocidas que en los países don- en general se tiene un sentido de que al arte uno no se en-
de su lengua es la lengua natal)–, resultará también allí trega como un mero experimentador, sino que uno presu-
que la así llamada cosmovisión, frente a lo en verdad crea- pone consideraciones filosóficas sobre el arte, creo que
do, es algo adicional, algo relativamente explícito para la esto se justifica precisamente en este punto: en el hecho de
cosa misma, algo que está expuesto en la cosa. Es decir, en que precisamente el contenido espiritual de la obra de arte
estas novelas el contenido espiritual no es de manera sus- misma –por lo pronto, la determinación de aquello que
tancial –digamos– un momento específico de la catolici- sea un tal contenido espiritual en general– en absoluto
dad; por el contrario, lo que se hace en estas novelas es aparece sin más de manera inmediata, sino que requiere
hablar con gusto sobre las creencias; la creencia, de algún de la reflexión esforzada. Esto ya se los anuncié en la últi-
modo, se vuelve temática y, en tanto se la tematiza y se la ma clase por la forma en que les dije que la interpretación
expone, se convierte en un material. Y quiero agregar que y la crítica –y, con ellas, la filosofía misma– representan un
en nuestra época, precisamente en relación a esta proble- momento necesario en el despliegue objetivo de las obras
mática entre las novelas de cosmovisión religiosa y las no- de arte (una observación que, además, como ustedes pue-
velas de cosmovisión irreligiosa, no domina en absoluto, den creerme, no es meramente la de un lego que filosofa y
entre ellas, ninguna diferencia tan grande como parece en es poseído por la hybris, sino una observación que ha sido
el debate diario y en las polémicas entre las partes. Incluso captada en el proceso artístico mismo, con la máxima po-
en el caso de un hombre como Camus –cuya capacidad tencia, por Paul Valéry)402.
creativa, en lo individual, no pretendo en absoluto desco-
401
nocer– sigue tratándose de una especie de composición de Debido a una línea en blanco en el texto por el cambio de cinta
no se puede reconstruir a qué autor se refería Adorno en la siguiente
tesis en la que la cosmovisión –aunque no sea de suyo par-
oración.
ticular– se demuestra de todos modos en las cosas que 402
Véase nota 51
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Conexión estructural de arte. Si se prefiere hablar con expresiones tan abstractas,


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quizá se podría decir también que el contenido espiritual


Ahora bien, frente a todo lo que acabo de decir, pienso de la obra de arte no es en verdad otra cosa que la trascen-
que el contenido de la obra de arte, que se enfrenta a ella dencia de todos sus momentos sensibles que se encuen-
de un modo no abstracto, se constituye a través del aquí tran en relación recíproca. Si se habla de estructura en una
y ahora de la obra de arte, a través de sus configuraciones obra de arte, no se piensa con esto, en verdad, una des-
específicas, a través de los momentos que la obra de arte cripción –por ejemplo– de las típicas formas sensibles que
contiene en sí misma y a través de la totalidad en la que son usadas en ella (digamos, una estructura meramente
estos momentos se reúnen. Por cierto, ustedes podrían de- geométrica que le sirve de base o una estructura impresio-
cir que a través de todo lo mencionado se ha remitido de nista o cualquier cosa de este tipo). Por el contrario, lo que
algún modo, a aquello donde se tiene que buscar el con- en verdad se buscaba en una obra de arte con la conexión
tenido espiritual de una obra de arte, pero esto no es sufi- estructural [Strukturzusammenhang] –con fundamento
ciente, como sí sería suficiente, por ejemplo, si se indicara y también desde las perspectivas más diversas dentro de
en qué espacio, en qué zona, se encuentra ahora mismo la estética–, siempre estaba en verdad determinado como
un asesino, para poder capturarlo y, entonces, llamar- una conexión de sentido [Sinnzusammenhang]. Con
lo de algún modo por su nombre. Pero pienso que bajo otras palabras: al entrar una serie de momentos diferentes
este aspecto, probablemente, ustedes pueden acercarse al dentro de una obra de arte en una relación recíproca que
concepto del contenido de la obra de arte, [si] intentan tanto los reúne como realiza con ellos una síntesis –pero
concebirlo, captarlo, como el momento que precisamente una síntesis que, por otra parte, también los diferencia, es-
se forma, en verdad, a través de la configuración especí- tablece sus contradicciones y, de ser necesario, los pone en
fica de la obra de arte. Por lo tanto, quiero intentar una general en explícita contradicción–, la obra de arte se ex-
vez más decirles tan claramente como pueda que pienso perimenta inmediatamente como algo pleno de sentido. Y
que el contenido espiritual de una obra de arte no es su el concepto de lo espiritual del que se trata aquí realmente
mera aparición, no es ni su condición sensible ni algo que se puede determinar de una manera –casi diría– muy sóli-
se exprese como intención a través de lo sensible, tal como da. Por eso podríamos hablar, en relación a este momento
los signos en general –por ejemplo– nos transmiten un estructural, de algo espiritual que es más que lo meramen-
sentido en los lenguajes significativos. Por el contrario, el te sensible, porque este momento no puede capturarse por
contenido espiritual de la obra de arte es la relación entre sí solo en ningún momento sensible aislado, porque no
sus momentos sensibles, de modo tal que a través de su es algún momento sensible de la obra de arte tomado en
conexión, a través de su relación recíproca, se superan los sí, sino que es, en realidad, un concepto relacional, por lo
momentos materiales o los momentos sensibles de la obra tanto, es algo que en general sólo es captable a través de
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378 THEODOR W. ADORNO CLASE 14 379

la relación recíproca de los distintos momentos sensibles incluso una forma mala, puede ser una forma frágil. Los
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o –como prefiero expresarlo yo, en el lenguaje hegeliano momentos divergentes que una obra de arte contiene en sí
de la filosofía– porque es algo mediado. Creo que aquí no se reúnen ahora –necesariamente y sin ruptura– por la
pueden ver de manera bastante precisa qué se piensa con unidad estructural –y mucho menos, con toda certeza, en
este concepto: por un lado, no es algo autónomo, es algo el arte actual y en su situación actual–, sino que se reúnen
que no está separado de la forma sensible de la obra de arte porque la obra de arte tiene en verdad en ellos su profun-
misma, es algo que está contenido en ella como si fuera la didad, su potencia, su sustancialidad, en la medida en que
nuez dentro de la cascara, pero, por otro lado, tampoco es es capaz de concebir en sí misma las contradicciones bajo
algo que se crea en la aparición sensible, sino que [es] el las cuales sufren los hombres, de desencubrir estas contra-
momento que, a través del aspecto que tiene la aparición dicciones en tanto están encubiertas y de anticipar su re-
sensible misma, va más allá de la aparición sensible; por lo conciliación mientras las desencubre y las expone. Por eso,
tanto, es la quintaesencia de los fenómenos de la obra de en tanto la obra de arte está sujeta a esta idea, los momen-
arte, es más que precisamente estos fenómenos y precisa- tos contenidos en ella no pueden pensarse así, sin más, en
mente por eso no es ninguna inmediatez pura. Pero ahora el sentido de una síntesis, de una unidad de lo múltiple,
también quiero advertirlos sobre la tentación de equiparar como pretende la representación armonicista de lo bello;
este momento espiritual de la obra de arte con conceptos por el contrario, me parece que pertenece esencialmen-
como totalidad o forma [Gestalt], tal como los sugiere la te al arte –al arte actual, de manera abierta, y de manera
moda psicológica y, por cierto, la moda restaurativamen- latente, probablemente a todo arte en general–, que esto
te psicológica de hoy en día (es lógica esta tentación y en así llamado múltiple que la obra de arte encierra en sí y a
particular una estética cómoda cae en ella con gusto). Esta partir de lo cual ella forma sus conexiones estructurales,
conexión no es algo fácil de crear ni algo inquebrantable. sus conexiones de sentido, sea en sí mismo antagónico y
Una obra de arte no es simplemente una totalidad, aun- escindido.
que sea también una totalidad. O, en todo caso: no tiene
que ser necesariamente una totalidad; o –si puedo decirlo
por una vez en el lenguaje de la teoría gestáltica– no tiene Campo de fuerzas
que ser necesariamente eso que en el lenguaje de la psi-
cología gestáltica se llama una forma buena o una forma Quizá puedo explicar aquí algo que dije en una frase
cerrada403, sino que puede ser una forma abierta, puede ser lateral: que me parece en general muy esencial para la re-

403
Cfr. Von Ehrenfels, Christian, “Über Gestaltqualitäten”, en:
Vierteljahresschrift für wissenschaftliche Philosophie, 14 (1890), Adorno había escuchado, como estudiante en Frankfurt, clases de
249-292; Wertheimer, Max, “Untersuchungen zur Lehre von los psicólogos gestálticos Kurt Goldstein y Adhémar Gelb (Cfr.
der Gestalt II”, en: Psychologische Forschung, 4 (1923), 301-350. Adorno, T. W., GS 20.1, p. 156).
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lación del arte moderno respecto del tradicional, el hecho por sí mismas, de algún modo, y se convierten inmedia-
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de que el arte moderno, en un sentido genuinamente dia- tamente en objetos de la creación, sucede entonces que la
léctico, es en realidad, al mismo tiempo, algo totalmente mentalidad ingenua que cree, por ejemplo, que una obra
otro y, sin embargo, algo no totalmente otro que el arte de arte expresionista es esa clase de obra en la que lo inte-
tradicional. En lo que el arte moderno es algo totalmente rior es dado vuelta hacia afuera, no puede finalmente apa-
otro es precisamente en aquello que en él no se ha vuelto recer como tan tonto en la reflexión filosófica como suena
grande, que no se ha vuelto –ante todo– extravagante. En por lo pronto una frase semejante cuando surge de mane-
verdad, me parece que la diferencia siempre es más bien ra ingenua. Si esta unidad que constituye la conexión de
el hecho de que en el arte moderno se destacan los mo- sentido no es ahora una tal unidad armónica de los mo-
mentos, las relaciones de tensión, las estructuras poco co- mentos existentes que se hallan uno al lado del otro, sino
municativas –subcutáneas, como diría Schönberg404–, que una unidad de momentos que se contradicen entre sí o de
en el arte tradicional no se destacaban por los esquemas momentos divergentes, caóticos, a lo mejor, entonces, se
formales fijos, por los τόποι según los cuales se conside- supone en ella que la cuestión de la unidad de la obra de
raba de antemano la estructura artística de acuerdo con arte debe ser en verdad comprendida en sí misma como
algunos cánones fijos; pero, ahora bien, cuando en el arte una cuestión dinámica, como un devenir, y no como una
moderno estas tensiones –que en el arte tradicional tam- relación estática, no como una clase de armonía. Y si en
bién estaban presentes de manera latente– se tematizan un momento anterior del curso polemicé contra el intento
de Heidegger –y de la escuela heideggeriana– de reducir
404
Schönberghabla de estructuras subcutáneas, entre otros lugares, en la obra de arte al concepto del ser, en lo que sigue puedo
el ensayo “Brahms el progresivo”, en: Schoenberg, Arnold, Styleand
Idea, Nueva York, 1950, p. 96; en la edición alemana: Schönberg,
darles –creo– la fundamentación exacta de esta polémica:
Arnold, Stil und Gedanke, hrsg. v. Ivan Vojtech, Frankfurt, 1992: esto es, que la obra de arte necesariamente consta de mo-
“En la partitura de Brahms las bellezas subcutáneas están alojadas mentos antagónicos y no de esa clase de momentos que
en ocho compases”. La diferencia entre estructuras “manifiestas” y
“subcutáneas” Adorno la incorporó muchas veces, entre otras, en
se apoyan –digamos– en una especie de unidad prefijada.
un fragmento apuntado para su libro sobre Beethoven, véase: NaS Porque la unidad de la obra de arte es en sí misma una
I. 1, p. 113; véase también: “Arnold Schönberg (1874-1951)”, en: unidad que se autogenera; por eso, aunque la obra de arte
Prismen (1955), ahora en: GS 10.1, pp. 152-180, aquí: 157; y en el
misma esté ahí, aunque parezca tanto descansar aún en sí
ensayo tardío “Zum Verständnis Schönbergs” (1955/1967), ahora
en: GS 18, pp. 428-445, aquí: 436. En la tesis final para su proyec- misma, es en realidad un campo de fuerzas y un proce-
tado libro Theorie der musikalischen Reproduktion, Adorno anota: so. Y diría que pertenece a las cuestiones más profundas
“La verdadera reproducción es la radiografía de la obra. Su tarea
de la estética el hecho de que en realidad, cuanto más fiel
es hacer visibles todas las relaciones, momentos de conexiones, de
contraste, de la construcción que se encuentra escondida bajo la su- permanece la obra de arte a su idea, tanto más transforma
perficie del sonido sensible” (NaS 1.2, p. 9). este proceso –este carácter de un campo de fuerzas– en la
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apariencia del ser. Cuando la obra de arte surge inmedia- correalizar [mitvollziehen] una obra de arte– no se le lla-
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tamente como un mero devenir, diremos: no está objeti- maría a otra cosa que a correalizar en la obra de arte todos
vada, no ha alcanzado, precisamente, la esfera de algo que esos momentos del campo de fuerzas que ella expone, que
es en sí en la apariencia, la esfera que, en todo caso, hasta ella es al mismo tiempo que los excede. Y quizá en esta
cierto umbral, ha correspondido al concepto del arte. Pero medida se puede decir que la experiencia estética es en sí
si la obra de arte no tiene en sí este momento constituti- misma, en verdad, una experiencia espiritual, si bien esta
vo-dinámico, la unidad en sí misma es algo meramente experiencia espiritual, si no es el más profundo y el más
aparente y completamente no obligatorio, algo dado a preciso de los hechos sensibles de la obra de arte, confun-
la obra de arte misma [de manera meramente exterior]. de necesariamente la esencia de la obra de arte.
Retorna aquí, de todos modos, como tantas veces en la es-
tética, una determinación, la de cómo ella, en verdad, ha
ganado la dialéctica para la lógica, la de cómo la lógica dia- Alergia contra lo sensiblemente satisfactorio
léctica, en cierta forma, podría en general ser representada
en el médium de la experiencia artística: el contenido espi- Ahora bien, quiero agregar aún algo más sobre este
ritual de una obra de arte sería, por lo tanto, la resultante punto, con lo cual retorno una vez más a una categoría que
de las fuerzas antagonistas del proceso que tiene lugar en traté en las últimas clases, pero que quizá ahora adquiera,
su interior, en la medida en que este juego de fuerzas logra de todos modos, una nueva luz, en el sentido de lo que hoy
en ella una especie de balance –volveremos una vez más les dije para abordar los problemas de un modo algo más
sobre esto–. Pero, al mismo tiempo, este proceso mismo, profundo y algo más preciso que hasta aquí; me refiero
sea cual fuere, es el que derriba a la obra de arte a través a la alergia contra el así llamado momento sensible en la
de su totalidad. Y lo que en la obra de arte siempre vuelve obra de arte, contra lo sensiblemente placentero en la obra
a aparecérsenos como su vida, lo que experimentamos en de arte. La razón que les mencioné en un principio para
ella como algo vivo –y las obras de arte no son criaturas, el explicar esta alergia tal vez les haya llamado la atención
concepto de vida tiene en ellas sólo un significado quebra- a muchos de ustedes: la creciente resistencia que la obra
do, un significado mediato– no es otra cosa que lo que ex- de arte, en virtud de su sustancialidad y de su verdad, ha
presa de todos modos –sea lo que fuere–, en el estado ob- desplegado contra su degradación a través del comercio,
jetivado, coagulado, el proceso que la obra de arte encierra contra su transformación en un medio de comunicación
en sí misma; pero, al mismo tiempo, en cierta forma, la y contra todas estas cuestiones; no obstante –y en esto
obra de arte, por su parte, vuelve a trascender este proceso, tengo que autocriticarme– esa razón sería, en principio,
en tanto lo manifiesta y en tanto lo redondea, llevándolo algo exterior a la obra de arte. De todos modos, ustedes
a su forma. Por lo tanto, experimentar una obra de arte –o podrían preguntarme: ¿qué le importa, pues, a un gran ar-
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tista –a un Picasso o a un Joyce o a un Schönberg o a un todo intento de introducir de contrabando eso que ella en
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Kafka– que la industria cultural los considere una abomi- verdad piensa como si fuera algo que ya es aquí y ahora,
nación? Al revés: ¿No es ponerse a su nivel preocuparse de como algo inmediato, y de este modo disimular los anta-
esta abominación y, de algún modo, hacerse dependiente gonismos y el sufrimiento que en realidad tienen la culpa
del Sr. Disney o del Technicolor, cuando en lo que se hace de que esta utopía, precisamente, no se realice. Aquello
se imitan los colores y las formas edulcoradas con que sue- contra lo que se dirige la alergia contra lo satisfactorio,
len operar en general los ganadores de dinero? Pero creo contra lo sensiblemente agradable en el arte, es el engaño
que este momento de la alergia contra lo sensiblemente de que la obra de arte, que es imagen y signo, sea ahora y
satisfactorio, no obstante, tiene también su razón en la aquí, de manera inmediata, la plenitud –la plenitud sensi-
cosa y con este reparo sobre el crecimiento de la alergia en ble– que la realidad les niega a los hombres. Por lo tanto,
relación a la creciente transformación del arte en general si puedo expresarlo por una vez de manera psicológica, es
en bien de consumo quiero menos explicarles en verdad el la susceptibilidad –por así decir– contra la degradación
motivo interno de esta alergia que mostrarles lo que quizá, de la obra de arte al nivel de una satisfacción sustitutiva.
si no, habría entrado en esta consideración de manera de- A través de la disonancia –en un sentido muy amplio, en
masiado breve: que en lo que respecta a esta alergia se trata tanto ella es lo central para todo nuestro arte– está pen-
de algo histórico. Es decir, esta alergia no me parece que sada la consonancia. Pero la consonancia es insoportable,
sea otra cosa que la susceptibilidad contra una determina- porque en ella misma no se refleja otra cosa que la diso-
da clase de engaño. Recuerden por un instante que intenté nancia –aún no resuelta– de la realidad. El momento sen-
exponerles la idea de la obra de arte como la de un campo sible del arte mismo es quizá, en general, en el sentido de
de fuerzas que es tanto su propia quintaesencia como su una especulación metafísica, el momento más elevado que
reconciliación. Entonces, podría decirse que lo sensible- le fe posible al arte, en el sentido de que, en realidad, la
mente satisfactorio, en cierto modo, anticipa de manera plenitud sensible es la que más se acerca a lo que se llama
falsa esta reconciliación, que hace como si esta reconci- experiencia metafísica; así es como se han podido consta-
liación de las contradicciones –cuya más alta idea quizá tar también, pues, con razón, las más profundas simpatías
sea, no obstante, la de la obra de arte en general– fuera entre utopía y materialismo. Pero precisamente por eso no
una reconciliación ya realizada aquí y ahora, de manera tal se quiere y no se puede tolerar que la utopía completa –
que los momentos particulares de la obra de arte, en su in- esta utopía de la experiencia sensible íntegra, total– que el
mediatez, serían ya portadores de esta reconciliación. Pero espíritu en cierto modo anticipa sin pretender que exista
precisamente por eso, porque la idea de la obra de arte –si ya de manera inmediata –el espíritu siempre es en sí mis-
se puede decir así– es la utopía, la plenitud absoluta, esta mo una parte de un mandato sobre lo sensible, sobre lo no
idea es alérgica –es susceptible hasta el rojo vivo– contra presente, sobre lo aún no presente– sea traicionada en lo
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provisorio, en algo que ella misma, en verdad, no es toda- conceptos; pero al disolver estos conceptos en sí mismos
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vía en absoluto. –como quien dice– también se entrega la fuerza de la que


la ilustración misma en verdad ha vivido, de modo tal que,
entonces, la ilustración se encuentra en un peligro extraor-
Estética sin belleza dinariamente serio, el de llamarse a la capitulación ante
aquello que, por lo pronto, meramente sucede. De este
Ahora bien, después de que hemos explicado de mane- modo, existe un determinado tipo de estética positivista
ra muy detallada y –como espero– con alguna exhausti- que, por ejemplo, quiere detenerse en describir la vivencia
vidad en qué sentido el arte se opone progresivamente al estética, sin que en general aparezca un concepto como,
concepto de belleza, [o] en todo caso, no se agota en él, en ese caso, el concepto de belleza407. Pero lo que resulta de
creo que quizá les sorprenderá menos de lo que les habría esa descripción, de hecho, no es más que una instrucción
sorprendido en la clase pasada, si agrego que esto no pue- sumarial de algunas relaciones entre objetos estéticos y el
de significar que la teoría del arte, la estética, deba aho- sujeto, la cual, en verdad, sería sinónimo de la aplicación
ra desentenderse del concepto de belleza. Si no, se entra de la teoría y de la renuncia al espíritu, que, por lo pronto,
realmente en esa esfera que recuerda latiguillos como el es de todos modos el médium del arte y, por eso, está tam-
de la “psicología sin alma” –una ciencia que en verdad ha bién necesitado de una teoría del arte para cada caso. No
perdido su propio sustrato–405, una construcción a la que obstante, esa tendencia de una estética sin belleza –quiero
me vi obligado a agregar un concepto análogo en la socio- decir, para no ser injusto– no sólo se limita a la estupidez
logía, constatándolo críticamente, esto es, el concepto de positivista, sino que se encuentra también allí donde, de
una “sociología sin sociedad”406. Pertenece a la signatura algún modo, nervios sutiles y susceptibles, con razón, no
del espíritu positivista hoy dominante que la progresiva soportan más la cháchara de la belleza como una armonía,
ilustración se apodere de los conceptos decisivos de las como una invocación a lo verdadero, bello y bueno, y a
disciplinas particulares y, de algún modo, disuelva estos bondades dominicales parecidas, y se las arreglan mejor
con una especie de silencio púdico-desafiante para po-
nerse a trabajar en esta esfera. Estas experiencias son para
405
La fórmula de una “psicología sin alma” la crea Friedrich Albert mí tan obvias que con ellas he explicado –así creo, por lo
Lange en Geschichte des Materialisrnus. Zweites Buch: Geschichte des
Materialismus seit Kant [1874], 2. Aufl., Leipzig, 1875, p. 381 407
406
Cfr. Adorno, T. W., “Zum Verhältnis von Soziologie und Una teoría de la aesthetic experience que cree poder renunciar al
Psychologie” (1955), en: GS 8, pp. 42-85, aquí: p. 57 [Adorno, concepto de belleza y lo rechaza como algo que no puede decirse, la
T. W., “De la relación entre sociología y psicología”, en: Actualidad propaga –asociándose a esfuerzos parecidos en la estética psicológi-
de la filosofía, op. cit., pp. 135-204, también incluido en el tomo ca ya de fines del siglo XIX–, entre otros, Ivor Armstrong Richards
1 (Escritos filosóficos tempranos) de la Obra Completa de editorial en su influyente Principies of Literacy Criticism (1924), traducido
Akal] como Prinzipien der Literaturkritik, Frankfurt, 1985
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menos– que corresponde a las obligaciones que se asumen


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cuando uno alguna vez se comporta en verdad de manera


filosófica el deshacerse de la hipersensibilidad frente a los
conceptos firmes, el no tener un miedo mortal a arruinar-
se las manos [por trabajar] con conceptos y traer otra des-
gracia sobre sí, sino que hay que aferrarse a los conceptos.
Y sólo al aferrarse a ellos uno podrá, quizá, diferenciar de
qué modo son adecuados a la experiencia, pero no al tirar-
los por la borda y al creer que lo espiritual, superior, dife-
renciado, más sutil, se encuentra ahora de manera inme-
diata en la forma de lo no conceptual. Y este es en verdad
el motivo que me lleva a decirles algo más, en la próxima
clase, sobre la idea de lo bello y, al mismo tiempo, seguiré
el camino para mostrar que, de todos modos, el concepto
de la verdad en su inmediatez –que las teorías estéticas de
la época moderna oponen al concepto de lo bello en ge-
neral408– no alcanza –si se habla de esta verdad de manera
inmediata– precisamente lo específico de la obra de arte.

408
Qué teorías estéticas que enfrenten el concepto de verdad al de
belleza, además de la de Heidegger en “El origen de la obra de arte”
tiene en vista Adorno, no puede establecerse de manera unívoca.

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