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Los doce apóstoles de la economía peruana

Una mirada social a los grupos de poderes limeños y provincianos

Análisis del poder y la gran influencia


económica, social y política de los doce
grupos empresariales peruanos más
importantes en el país: Benavides, Graña
y Montero, Brescia, Ferreyros,
Rodríguez-Pastor, Romero, Rodríguez,
Añaños, Dyer, Acuña, Huancaruna y
Flores.

Resumen

En 1986, en momentos en que se


organizaban las nuevas fuerzas vivas del
periodo post oligárquico, la prensa
acuñó el término «Doce Apóstoles»
cuando los doce mayores empresarios
fueron convocados por el presidente
Alan García para discutir el rumbo que el
país debía tomar. Desde entonces se
acostumbra a hablar de los Doce Apóstoles, entendiendo por ello los jefes de la docena más
grande y fuerte de empresas peruanas conglomeradas. Sin embargo, debido a los cambios que
el país, la economía, y la propia élite económica han experimentado en las últimas décadas, es
necesario volver a identificarlos y presentar una imagen más nítida y precisa de los «apóstoles»
del siglo XXI. En su más reciente publicación, Francisco Durand hace un análisis minucioso de la
trayectoria y variado poder, tanto económico como político y social, de los doce grupos de poder
económico (GPE) peruanos más influyentes en la actualidad, pues a pesar de la abundante
información existente acerca de estas élites influyentes todavía se conoce poco sobre ellos. Este
libro propone un mejor conocimiento de los grupos a través del desarrollo de conceptos y
discusión de teorías, la comprensión del contexto en el cual aparecieron y se desarrollaron, y la
comparación, caso por caso, de seis grupos limeños (Benavides, Graña y Montero, Brescia,
Ferreyros, Rodríguez-Pastor y Romero) con media docena de grupos de origen provinciano
(Rodríguez, Añaños, Dyer, Acuña, Huancaruna y Flores). Esta comparación nos permite entender
los cambios y continuidades del país, y la textura del poder económico corporativo, así como
determinar el grado de cohesión de las élites que manejan estos grupos. También se analiza la
actuación de estos GPE y los mecanismos que usan para traducir su enorme riqueza en influencia
sobre las decisiones de política pública: financiamiento de campañas, lobbies y «puertas
giratorias». En los últimos tiempos la discusión incluye también el uso de sobornos, debido a los
escándalos de corrupción que han sacudido a Latinoamérica. (Francisco Durand es PhD en
Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Berkeley en California y sociólogo por la
Pontificia Universidad Católica del Perú - PUCP).
EL “IDILIO” ENTRE EL PODER POLÍTICO Y EL ECONÓMICO
Los últimos apóstoles

Los patriarcas que sobreviven hasta hoy aplicaron reformas en sus empresas, lo que no hicieron los
demás grupos, que terminaron siendo comprados o reducidos a cenizas por las transnacionales

Por: Luis Felipe Gamarra

Los “apóstoles” practicaron una vida monástica dedicada a sus empresas, que para ese entonces eran
como una extensión visible de su intimidad familiar. Y cómo no iban a serlo, si en la fachada de sus
firmas estaban —en letras labradas en bronce— los apellidos que heredaron de sus progenitores:
hombres que llegaron al Perú el siglo XIX desde ultramar, sin un centavo en los bolsillos, pero con
instinto para hacer dinero.

Como lo dijo Mario Brescia Cafferata, líder del grupo Brescia, uno de los más importantes del Perú, en la
última Convención Anual de Ejecutivos (CADE): eran jefes de familia que construyeron fortunas
trabajando durante décadas, acumulando capital en torno a una empresa altamente rentable, que se
consolidó en un nicho económico, y que se diversificó más tarde en diversos sectores.

Para la década de los ochenta, los “apóstoles” encabezaban más de doce grupos económicos:
Benavides, Brescia, Romero, Lanata Piaggio, Wiese, Bentín Mujica, Picasso Candamo, Raffo, Ferreyros,
Nicolini, Olaechea-Álvarez Calderón, Cogorno, Piazza Tangüis y Delgado Parker.

Eran grupos que desde los años cincuenta representaron un poder económico que reemplazó a las
viejas oligarquías. Todos estos apellidos representaban casi la totalidad del sector privado, en rubros
que iban desde minería, agricultura, construcción, industria, banca y pesca, hasta telecomunicaciones,
consumo masivo y manufactura. Pero, como sucedió con la mayoría de las grandes especies que se
extinguieron, los “apóstoles” eran altamente vulnerables: su supervivencia dependía de las prebendas
del Estado, a las que muchos de estos empresarios se acostumbraron durante las décadas del setenta y
ochenta, como reconoció Dionisio Romero Seminario, en la CADE 2009.

En junio de 1986, al más puro estilo italiano, los jefes de las doce familias más influyentes del sector
privado se juntaron en casa del empresario Alberto Biondi Bernales con el presidente Alan García Pérez
y sus principales ministros para discutir lo que se denominaría una “política de concertación selectiva”,
que consistía en otorgarles diversos beneficios a cambio de que reinvirtieran sus utilidades.

En la CADE de 1985, el presidente García clausuró la cita de ejecutivos reclamándoles a los empresarios:
“Hay que apostar, señores. No esperar. Aquí no se puede exigir más garantías que a un banco de Miami.
Hay que entregarse”. En la casa de Biondi, los empresarios le explicaron al presidente que ellos preferían
llevarse sus utilidades al extranjero porque temían otro impulso estatista del Gobierno. “Había temor. La
economía estaba centralizada”, dice Ricardo Vega Llona, quien participó en algunas de esas reuniones.

Sin embargo, a pesar de todas las facilidades que les brindó García, los empresarios no cumplieron su
palabra. Por ese motivo, en julio de 1987, García anunció la nacionalización de la banca, que era
controlada por los ’12 apóstoles”. A pesar de que esta no prosperó, la relación entre los “apóstoles” y
García se destruyó.

El meteoro que produjo su extinción caería unos años más tarde, con la fuerza de un tsunami llamado
Fujimori: la liberalización de la economía hizo que todos perdieran sus beneficios, obligándolos de golpe
a competir con productos venidos del exterior. Muchos trataron de batallar en ese contexto, pero la
mayoría de grupos terminaron siendo comprados por transnacionales.

De todos ellos, solo siguen vigentes Benavides, Brescia y Romero (en menor escala se mantienen Raffo y
Ferreyros). ¿Por qué? Son los únicos de todos los “apóstoles” que salieron sin temor al exterior a captar
capitales frescos en bolsas de valores del mundo, o elevando la capacidad de sus inversiones con socios
regionales. Otro punto: la masa crítica de sus gerencias está hoy en manos de ejecutivos ajenos a la
familia. ¿Cuáles serán los apóstoles del futuro?

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