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El artículo 2, inciso 12, de la Constitución del Estado establece que todo peruano tiene derecho “a
reunirse pacíficamente sin armas. Las reuniones en locales privados o abiertos al público no requieren
aviso previo. Las que se convocan en plazas y vías públicas exigen anuncio anticipado a la autoridad,
la que puede prohibirlas solamente por motivos probados de seguridad o de sanidad públicas”. En
suma, el mandato constitucional demanda una protesta pacífica, sin violencia.
El preámbulo viene a colación porque los comerciantes del centro de Lima acaban de denunciar que
justamente todo este ambiente de inseguridad y enfrentamiento generado por la huelga
magisterial les ha ocasionado pérdidas por 450 millones de dólares en agosto.
Cada vez que un gobierno ha querido poner coto a esto, fortaleciendo la actuación de la Policía
o sancionando a los revoltosos, de inmediato la crítica es que se quiere “criminalizar la
protesta”.
Eso es falso. Como bien lo concluye Carlo Magno Salcedo, en su informe El derecho
constitucional de reunión y la protesta social, toda protesta social que exceda los parámetros
existentes y que se torne violenta o afecte derechos fundamentales debe ser considerada ilícita
y, por lo tanto, punible.
¿Es difícil que una protesta social sea pacífica? Claro que no.
El viejo principio “tu derecho termina donde empieza el derecho de los demás” debería ser una
regla fundamental de la convivencia social.
El Gobierno promueve el diálogo y está dispuesto a reunirse con las autoridades y la población de
Arequipa; y específicamente con las del valle del Tambo, para aclarar las dudas que tengan
respecto al proyecto cuprífero Tía María, afirmó el viceministro de Minas, Augusto Cauti.
“Les digo a las personas que están en contra del proyecto que buscamos dialogar, acercarnos
y entre todos buscar el consenso. Busquemos mejoras y aclaremos las dudas, pero no
podemos dejar de atender los requerimientos de la población de Arequipa por mejores
servicios”, comentó.
Cauti manifestó que la población del valle de Tambo no debe ver el proyecto como un
problema, sino como una oportunidad para generar recursos y cerrar las brechas de acceso a
servicios públicos de calidad.
“La minería puede convivir perfectamente con la agricultura, como ya ha quedado demostrado
con otras iniciativas dentro y fuera del país”, aseveró.
El viceministro invocó a las autoridades de la región a dialogar con el Gobierno nacional para
buscar soluciones a la actual situación, porque el Perú no puede darse el lujo de parar su
crecimiento y desarrollo.
“Un proyecto como Tía María trae varios beneficios: dinamiza la economía local, dinamiza los
mercados regionales y todo ello a favor de las poblaciones cercanas”, refirió.
Agregó que estos proyectos de gran envergadura también generan mayores recursos para el
país en su conjunto.
“Debemos tener claro que la minería es un medio para lograr un fin mayor, que es la mejora de
la calidad de vida de las personas”, comentó.
Asimismo, el funcionario explicó que, en términos generales, el sector agrario utiliza más del
80% del agua a escala nacional y la minería solo el 2%. Por ello, debe quedar claro que no hay
competencia entre ambos sectores por el recurso hídrico.
Cauti remarcó que el referido proyecto minero no tomará agua del río Tambo, sino que usará
agua del mar, que será tratada con una planta desalinizadora.
El viceministro de Minas también aclaró que el segundo estudio de impacto ambiental (EIA),
que presentó Southern Peru Cooper Corporation, fue aprobado en el 2014 por la Dirección
General de Asuntos Ambientales Mineros del Minem y, por lo tanto, no hay actualmente
observaciones pendientes.
“Lo que está circulando son las observaciones al EIA presentado en la primera evaluación de la
solicitud de aprobación del proyecto Tía María, la cual fue declarada inadmisible en el 2011”,
detalló.
Mediante un comunicado la Cámara de Comercio e Industria de Arequipa añadió que con las vías
bloqueadas perderán a diario US$ 13.8 millones que van en perjuicio del PBI regional
La Federación Departamental de Trabajadores de Arequipa (FDTA), gremios y asociaciones
civiles acatarán desde el próximo lunes 5 de agosto una huelga indefinida, en respaldo a los
pobladores del Valle de Tambo que rechazan el proyecto minero en su zona. Para los
empresarios la medida afecta el desarrollo y crecimiento de la región y exigieron al gobierno que
asuma su responsabilidad para garantizar el orden público.
Mediante un comunicado la CCIA manifestó que una paralización perjudica a todos los
arequipeños sin distinción. Se afectará a 129.399 empresas de las cuales 128.667 son micro y
pequeñas empresas, vinculadas principalmente a servicios y comercio. Indicaron que con vías
bloqueadas a diario se pierden US$ 13.8 millones, que van en perjuicio del PBI regional.
La CCIA explicó que la afectación también alcanza al sector turismo. Por estas fechas de
aniversario se programaron viajes a la ciudad de Arequipa. Por temor a las protestas los turistas
cancelaron el 30% de los paquetes turísticos (hoteles, restaurantes, agencias de viaje, guías
turísticos, etc.) afectando a más de 42.000 trabajadores del sector y 26.000 taxistas de la ciudad.
En muchas ocasiones, las personas que salen a las calles a marchar y alzar su voz en contra
de actos que consideran – y los son en su mayoría – injustos, ilegales o inconstitucionales
son calificados de delincuentes e incluso, terroristas. Así, ejercer el derecho a la protesta
estipulado en la Constitución se ha transformado en un verdadero “delito” en nuestra
sociedad peruana.
Por otro lado, el máximo intérprete de nuestra Carta Magna estableció que el contenido
constitucionalmente protegido del derecho de reunión está configurado por una serie de
elementos[4]:
Sobre este último punto, se ha generalizado una confusión no solo entre los ciudadanos
sino también entre las mismas autoridades, puesto que creen que es necesario la solicitud
de una autorización que puede ser aprobada o denegada, lo cual es totalmente erróneo.
Esto debido a que “no cabe confundir la exigencia de aviso previo, con un supuesto
sometimiento del derecho de reunión a la necesidad de una autorización previa de la
autoridad administrativa, la cual, de ser exigida, resultará manifiestamente
inconstitucional”[5]
Sin embargo, como todo derecho fundamental, este no es absoluto, sino que puede ser
limitado razonablemente, ya sea por seguridad, sanidad pública, afectación grave de otros
derechos fundamentales, entre otros motivos dependiendo del caso individualmente.
Asimismo, el ejercicio del derecho de reunión solo puede estar sujeto a las restricciones
previstas por la ley según lo establecido en el artículo 15 de la Convención Americana sobre
Derechos Humanos.
Además, “los motivos que se aleguen para prohibir o restringir el derecho a la reunión,
deben ser probados. No deben tratarse, en consecuencia, de simples sospechas, peligros
inciertos, ni menos aún de argumentos insuficientes, antojadizos o arbitrarios; sino de
razones objetivas, suficientes y debidamente fundadas”.
Por ello, debemos recordar que el derecho a protestar nos permite manifestar ese rechazo
pacíficamente y sin armas, nos permite convertirnos en agentes activos dentro de nuestra
sociedad y enfrentarnos a aquellos actos que consideramos que, en lugar de defender y
respetar la dignidad humana, la vulneran.
Entonces, ¿Por qué es tan importante entender la naturaleza del derecho de
reunión y sus limitaciones en el actual contexto peruano?
Sin duda, la respuesta es compleja. El Perú no solo viene atravesando una crisis en el
ámbito político sino también en sectores como el agrario. Pese a ello, me centraré en el
primero de estos: el caso Alberto Fujimori y que hoy es el motivo de que miles de personas
salgan de sus hogares a expresar su rechazo.
Frente a tal crítica que pretende deslegitimar el ejercicio de un derecho fundamental, cabe
señalar que no podemos hablar de reconciliación cuando la verdad, la justicia y la
reparación de las víctimas siguen ocupando el último lugar en la lista de prioridades. No
podemos hablar de justicia cuando los familiares de las victimas del caso Pativilca no podrán
obtener una efectiva tutela jurisdiccional debido al derecho de gracia recientemente
concedido. No podemos hablar de reparación a las víctimas cuando el ex dictador debe más
de 54 millones de soles al Estado peruano. No podemos hablar del derecho a la verdad
cuando se sigue llamando “excesos” a los delitos, sin reconocer lo que sucedió y sin decir
cómo, dónde y por qué lo hicieron.
Por esa razón, el fin que se busca en este caso al ejercer el derecho de protesta como
expresión del derecho fundamental de reunión es defender la frágil democracia que se ha
visto vulnerada por pactos políticos que impusieron a los intereses privados sobre el interés
público y rechazar actos que solo atentan contra la dignidad de las víctimas y sus
familias. Es así que, tal como ha expresado la CIDH, “la relación entre los derechos
políticos, la libertad de expresión y el derecho de reunión pacífica resulta aún más
manifiesta, especialmente, cuando se ejercen de manera conjunta con la finalidad de
reclamar la efectividad de la democracia”[8].
[2] Organización de las Naciones Unidas (2012). Informe del Relator Especial sobre los
derechos a la libertad de reunión pacífica y de asociación. 21 de mayo. Fecha de consulta:
09 de enero de
2018 http://www.ohchr.org/Documents/HRBodies/HRCouncil/RegularSession/Session20/
A-HRC-20-27_sp.pdf
[6] https://gestion.pe/peru/derecho-gracia-alberto-fujimori-quedar-efecto-falta-sustento-
224465
[7] http://elperuano.pe/noticia-fujimori-debe-s-54-millones-62537.aspx